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Las Guerras Médicas se constituyen en escenario de una brutal guerra ideológica que
persiste mucho más allá de los enfrentamientos físicos. Es bien sabido, por ejemplo, que el
* Este trabajo ha sido realizado dentro del proyecto de investigación identidad y religión: territorios y pai-
sajes simbólicos de la Sicilia clásico-helenística y republicana –PR34/07-15864- concedido por la Fundación
Santander y la UCM.
1. Respecto a este punto, destacan las mundialmente conocidas y polémicas “crónicas” de J. Baudrillard
sobre la Guerra del Golfo, surgidas a raíz de un artículo publicado en Libération, y recogidas en La guerre du
Golfe n’a pas eu lieu (París, 1991).
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carácter profundamente peyorativo del término bárbaro no aparece en lengua griega hasta
las Guerras Médicas, concretamente, hasta la popularización de Los Persas de Esquilo2.
La primera referencia literaria la encontramos en el término barbarophonos3 emplea-
do por Homero refiriéndose a aquel que no habla griego4 y, aunque hace referencia a una
dicción diferente y, en cierto modo, errónea o inferior, se mantiene en un ámbito lingüís-
tico y concreto más que cultural y generalista, como vemos también en Anacreonte 5.
A este respecto, dice Tucídides6 que bárbaro es una palabra relativamente nueva y,
remontándose a la obra de Homero, aduce que en aquellos tiempos “los griegos no se de-
signaban a sí mismos con un solo nombre opuesto (al de los bárbaros)”7 e incluso llega a
afirmar que “se podría demostrar que el modo de vida de los antiguos griegos coincidía
también en muchos otros aspectos con el actual modo de vida de los bárbaros”8, desmon-
tando la carga esencialista que acompaña al enfrentamiento étnico9. Para Tucídides el
verdadero enfrentamiento, el que capitaliza el encasillamiento ideológico civilización-
barbarie no es el de griegos contra bárbaros (que menciona en contadas ocasiones y desde
un punto de vista exento de posicionamiento pasional), sino el de jonios contra dorios 10.
Estrabón11, por su parte, insiste en remontar el concepto denigrante de bárbaro hasta Ho-
mero cuando, como hemos visto, no existe ningún indicio de ello. Ahora bien, no resulta
extraño teniendo en cuenta que Estrabón dibuja una geografía a la medida del imperialis-
mo romano y que defender una imagen compacta e inmóvil de lo incivilizado y salvaje
ayudaba a la justificación ideológica que perseguía Roma.
Volviendo a Los Persas de Esquilo, podemos afirmar que esta tragedia simboliza a la
perfección cómo la propaganda desplegada durante y después de las Guerras Médicas por
los griegos se constituyó en una forma refinada de ganar una guerra fuera de los campos
de batalla y de convertir la victoria en imperecedera. No es tanto al triunfo militar sino a
la propaganda bélica a la que debemos, en un alto grado, tanto la tendencia a equiparar
la ideología ateniense con la cultura griega como la conformación de la imagen del persa
2. Hall, E. inventing the Barbarian. Greek self-definition through tragedy, Oxford, 1989, 9-10; Konstan,
D. “To Hellenikon ethnos: Ethnicity and the construction of Ancient Greek identity” en Malkin, I. (ed.) Ancient
perceptions of Greek ethnicity, Washington, 2001, 29-50, 33; Cartledge, P. The Greeks: a portrait of self and
others, Oxford, 1993, 38-40; Lévy, E. “Naissance du concept de barbare”, Ktema 9 (1984), 5-14; Santiago, R.
A. “Griegos y bárbaros: arqueología de una alteridad”, Faventia 20 (2), (1998), 33-45, 39.
3. Sobre las diferencias lingüísticas entre barbaros, barbarophonos y barbaroi y sus implicaciones semán-
ticas Lévy op. cit., 5-10 y Santiago op. cit..
4. Hom. il. II 867. Santiago op. cit.; Lévy op. cit., 5-9.
5. Anacr. frag. 313. Destacar también el valor neutro del término bárbaro como “no griego”, sin connota-
ciones peyorativas, en el texto jurídico de Teos conocido como Teiorum Dirae (DGE 710 = ML 30). A pesar de
que el texto se enclava en una época (principios del s. V a. C.) de difíciles relaciones entre persas y jonios, no se
percibe categorización negativa de “lo bárbaro” (Santiago op. cit., 41-42). Para una visión diferente del bárbaro
en Homero remito a Gómez Espelosín, F. J. “La Odisea y la invención del bárbaro ‘avant la lettre’” en Marco Si-
món, F., Pina Polo, F. y Remesal, J. (eds.) vivir en tierra extraña: emigración e integración cultural en el mundo
antiguo. Actas de la reunión realizada en Zaragoza los días 2 y 3 de junio de 2003, Barcelona, 2004, 13-28.
6. Th. I 3, 3.
7. Th. I 3, 3.
8. Th. I 6, 5.
9. Siapkas, J. Heterological ethnicity: conceptualizing identities in ancient Greece, Uppsala, 2003, 7-8.
10. Th. V 9, 1; VI 77, 1 y 82, 2; VII 5, 4. Ver Cardete op. cit. 2004.
11. Str. XIV 2, 28.
El valor de la propaganda en la construcción del enemigo: Atenas y las guerras médicas 121
1 NOSOTROS VS ELLOS
En cierto modo, las Guerras Médicas fueron pioneras en el mundo griego en la uti-
lización programada de un elemento propagandístico muy poderoso por su capacidad
de construir grupo y altamente peligroso por su versatilidad y maleabilidad: el discurso
étnico. Lamentablemente, profundizar en los aspectos teóricos de la construcción de la
identidad y la etnicidad como fenómeno social supera con creces los marcos de esta co-
municación, así que basten unos brevísimos apuntes para centrar el tema12.
La identidad es un concepto básico del desarrollo social y personal13. Desde el momen-
to en el que el hombre es un ser social su relación con otros seres de su misma especie le
lleva a aceptar determinadas pautas de comportamiento que garantizan la supervivencia del
grupo y lo diferencian de los otros, Otros que, con cierta frecuencia, aparecen confundidos
en una mezcla informe a la que pertenecen todos aquellos que no somos Nosotros. El grupo
así constituido ofrece a sus integrantes un sentido de la pertenencia (y también de la pose-
sión), unas reglas de conducta, unos esquemas vitales que facilitan la vida de la comunidad
y que, como construcciones que son, se adecuan a los contextos históricos, con lo que eso
conlleva de maleabilidad ideológica, económica, religiosa, social, cultural, etc.14.
Ante situaciones especialmente conflictivas y, sobre todo, en momentos de tensión
bélica15, crecen las posibilidades de que el grupo identitario evolucione hacia una entidad
12. Remito a otros trabajos en los que desarrollo estos temas, como son Cardete del Olmo, M. C. “Identi-
dad y religión: el santuario de Apolo en Basas”, Studia Historica, Historia Antigua, 21, 2003, 47-74; “Ethnos y
etnicidad en la Grecia clásica” en Cruz Andreotti, G. y Mora Serrano, B. (eds.) identidades étnicas-identidades
políticas en el mundo prerromano hispano, Málaga, 2004, 17-29; Paisajes mentales y religiosos: la frontera
suroeste arcadia en épocas arcaica y clásica, Oxford, 2005; 59-63; “El silencio de los oprimidos: el culto de los
Palici” en Montero, S. y Cardete, M. C. (eds.) Religión y silencio. El silencio en las religiones antigua, Anejo
xix de ilu, Madrid, 2007a, 67-84; “Sicilia sícula: la revuelta étnica de Ducetio (465-440 a. C.)” Studia Histori-
ca, Historia Antigua. Resistencia, sumisión e interiorización de la dependencia, 25, 2007b, 117-129; “Formas
de identidad y construcciones identitarias en el mundo antiguo: arqueología y fuentes literarias. El caso de la
Sicilia antigua” en idem, eadem, idem. identidades en la Antigüedad, Arqueología Espacial, 27, 2009, 29-46;
Paisaje, identidad y religión: imágenes de la Sicilia antigua, Barcelona, 2010, 97-180.
13. De Vos, G. y Romanucci-Ross, L. (eds.) Ethnic identity: cultural continuities and change, Chicago,
1982, 17; Hall, J. M. Hellenicity: between ethnicity and culture, London, 2002, 11.
14. Rowlands M. “The politics of identity in Archaeology” in Bond, G. C. and Gilliam, A. (eds.) Social
construction of the past: representation as power, London, 1994, 129-143; Hobsbawn E. “Ethnicity and na-
tionalism in Europe today”, Anthropological today, 8, 1992, 3-13; Insoll, T. (ed.) The archaeology of identities,
London, 2007, 6; Jones, S. “Discourses of identity in the interpretation of the past” en Insoll, J. (ed.) The archae-
ology of identities, London, 2007, 44-58, 47-48.
15. Jones, S. The archaeology of ethnicity: constructing identities in the past and in the present, London,
1997, 69-75; Jenkins, R. Rethinking ethnicity: arguments and explorations, London, 1997, 10; Prontera, F. Otra
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más compacta y cerrada que denominamos grupo étnico. La construcción de dicho grupo
precisa de un poder político que dé forma, fomente y sostenga los elementos básicos que
otorgan credibilidad al grupo y que se basan en la intersección entre la genealogía (coor-
denada temporal) y la territorialidad (coordenada espacial). Lengua, religión, creencias,
costumbres, historia compartida son otros tantos elementos que pueden (o no) ayudar a
dar sentido y fuerza al grupo étnico. Por lo tanto, la etnicidad no supone el despertar de la
conciencia de grupo16, sino su creación conforme a los intereses de un poder dominante
que encauza las acciones comunitarias17.
Las Guerras Médicas se presentan en las fuentes griegas como la lucha entre dos
grupos sociales compactos constituidos alrededor de unas premisas tipo que Heródoto re-
sume en consanguinidad y comunidad de lengua, creencias religiosas, ritos sacrificiales,
usos y costumbres18. Es decir, se presenta como lo que actualmente denominaríamos un
conflicto étnico en cuya construcción adquiere una dimensión muy destacada la propa-
ganda sobre el enemigo y sobre los propios valores.
Aunque las discusiones acerca de cuándo podemos hablar de conciencia identitaria
y/o étnica en Grecia no han hecho más que crecer desde que la identidad irrumpió en los
estudios clásicos, lo cierto es que casi todos los historiadores coinciden en afirmar que
las Guerras Médicas suponen un punto de inflexión en cuanto a categorización del Otro
y del Nosotros se refiere en el mundo griego19, hasta llegar incluso a afirmarse que sin las
Guerras Médicas no hubiesen existido griegos20.
No obstante, la reacción de los griegos frente a los persas estuvo lejos de ser compacta
o coordinada y, por lo tanto, la existencia de un Nosotros griego es más que cuestionable21.
Casi toda Grecia central se escudó en la ambigüedad22, manteniéndose en un punto equi-
distante entre griegos y persas que les permitiera aliarse con unos u otros dependiendo de
forma de mirar el espacio: Geografía e Historia en la Grecia antigua, Málaga, 2003, 110; Morgan, C. “Ethne, eth-
nicity and early Greek states, ca. 1200-480 b. C.: an archaeological perspective” in Malkin, I. op. cit., 75-112.
16. Hall, J. M. op. cit., 15-16; Anderson, B. imagined communities: reflections in the origins and spread
of nationalism, London, 1991, 6.
17. Cardete op. cit. 2005, 59-63.
18. Hdt. VIII, 144.
19. Hall, E. op. cit., 6; Hall, J. M. op. cit., 175; Lévy, E. “Apparition des notions de Grèce et de grecs” en
Saïd, S. (ed.), EΛΛHNIΣMOΣ. Quelques jalons pour une histoire d l´identité grecque. Actes du Colloque de
Strasbourg 25-27 octobre 1989, Leiden, 1991, 49-69, 69; Baslez, M.-F. “Le péril barbare: une invention des
Grecs?” en Mossé, C. (ed.), La Grèce ancienne, Paris, 1986, 284-296, 290; Hardie, P. “Images of the Persian
Wars in Rome” en Bridges, E., Hall, E. and Rhodes, P. J. (eds.) Cultural responses to the Persian wars: anti-
quity to the third millennium, Oxford, 2007, 127-143, 127; Coleman, J. E. “Ancient Greek ethnocentrism” en
Coleman, J. E. and Walz, C. A. (eds.), Greeks and barbarians: essays on the interactions between Greeks and
non-Greeks in antiquity and the consequences for Eurocentrism, Maryland, 1997, 175-220, 189; Hongman, S.
“Permanence des stratégies culturelles grecques à l´œuvre dans les rencontres inter-ethniques, de l´époque ar-
chaïque à l´époque hellénistique” en Luce, J. M. (ed.), identités ethniques dans le monde Grec Antique: Actes
du Colloque international de Toulouse organisé par le CRATA, 9-11 mars 2006, Toulouse, 2007, 125-140, 130;
Cassola, F. “Chi erano i Greci?” en Settis, S. (ed.) i greci: storia, cultura, arte, società. vol. ii. Una storia greca.
Parte i. Formazione, Torino, 1996, 5-23, 21; García Sánchez, M. “Los bárbaros y el Bárbaro: identidad griega
y alteridad persa”, Faventia 29 (1) (2007), 33-49.
20. Hornblower, S. The Greek World 479-323 B.C., London, 1991, 11.
21. Hall, J. M. op. cit.; Cardete op. cit. 2007a y b, 2005, 2004 y 2010.
22. Th. III 62.
El valor de la propaganda en la construcción del enemigo: Atenas y las guerras médicas 123
las posibilidades de victoria23. Los argivos, de “grecidad” innegable, recurrieron a una su-
puesta cosanguinidad con los persas para evitar ser dirigidos en una operación militar, por
lo demás de dudoso éxito, bajo mando espartano24 y la confederación aquea se atuvo a la
neutralidad para evitar una derrota frente a Persia. De hecho, solamente Atenas, Esparta,
los miembros de la Liga del Peloponeso, Corinto, Mégara, Egina, Atenas, Platea, Calcis,
Eretria y algunos pequeños estados se unieron frente a los persas. (Fig. 1).
Ahora bien, la seria amenaza bélica que suponían los persas para las poleis más pode-
rosas, especialmente para Atenas, contribuyó, y mucho, a perfilar con bastante precisión
un Otro que, frente a las disensiones griegas, aparecía como un único enemigo adornado
con tintes perversos y casi infernales que respondía al nombre colectivo de Bárbaro.
No importaba que la imagen no fuera real, que buena parte de las poleis griegas man-
tuvieran provechosas relaciones con los persas e incluso solicitaran su ayuda para luchar
23. Alonso Troncoso, V. “Neutralismo y desunión en la segunda Guerra Médica” en Pereira, G. (ed.), Ac-
tas del Primer Congreso Peninsular de Historia Antigua, Santiago de Compostela 1988, 55-70; García Sánchez
op. cit., 36.
24. Hdt. VII 148-152.
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contra otras poleis, como ocurrirá poco después durante la Guerra del Peloponeso o du-
rante la Guerra de Corinto25, que los intercambios comerciales y culturales entre el Egeo
y el Imperio Persa fueran fluidos y sustanciosos para ambos26, que la existencia de un
concepto de lo que era griego y no lo era fuera, cuando menos, difuso27 o que los términos
“medizante-medismo” escapen a una definición simple con connotaciones peyorativas 28.
Cuando se trata de construir conciencia étnica el poder reside en la capacidad de adoctri-
namiento, no en la realidad de los hechos sobre los que se sustenta la doctrina.
Si la imagen del persa como Bárbaro que ha llegado hasta nosotros procede, princi-
palmente, de las fuentes griegas, entonces es lícito suponer que más que a los súbditos de
Darío y Jerjes, a quien está definiendo el tópico, por contraste, es a quienes lo construye-
ron, es decir, a los griegos. Pero, ¿a qué griegos?
Los caracteres principales que definen al Bárbaro en la época de las Guerras Médicas
(momento en el que se equiparan Bárbaro y Persa) son las siguientes: despotismo, servi-
lismo, crueldad, barbarie, exceso. Por lo tanto, sus opuestos serían politeia, libertad, jus-
ticia, civilización y moderación. Estos últimos podrían pasar por ideales griegos pero, si
los examinamos con más detalle y en su contexto, no responden tanto a una generalidad
helena como a una particularidad ateniense29, como bien señalaba ya E. Hall en su famoso
25. Th. II 67 y VIII 18; Pl. Mx. 245b-e; Isoc. IV 175-177; Ar. Ach. 645-650.
26. Plut. Them. XXIX, 5; Philostr. im. II 31; Th. IV 50. Hall, J. M. op. cit., 200; Miller, M. Athens and Per-
sia in the fifth century: a study in cultural receptivity, Cambridge, 1997, 135-152; Vickers, M. “Interactions be-
tween Greeks and Persians” en Sancisi-Weedenburg, H. and Kuhrt, A. (eds.) Achaemenid History iv. Centre and
Periphery, Leiden, 1990, 253-262; Balcer, J. M. “The Greeks and the Persians: the process of acculturation”,
Historia 32 (1983), 257-267; Tuplin, Ch. (ed.) Persian responses. Political and cultural interaction with(in) the
Achaemenid Empire, Swansea, 2007; García Sánchez op. cit., 42-44.
27. La helenicidad de los griegos de la zona noroeste (etolios, acarnianos, epirotas e ilirios meridionales),
por ejemplo, fue puesta en duda continuamente por los griegos centrales y meridionales, como vemos en Hom.
il. XVI, 233-235 (donde Homero califica al propio zeus de “dodoneo y pelásgico” es decir, de pre-griego); Hdt.
VIII, 47 y VI 127; Th. II, 68, 9 y 80, 5 o Ps.-Sci XXII-XXVII y XXXIII. Tucídides (I 3, 3) deja claro que Ho-
mero nunca emplea el término helenos para referirse a lo que entendemos generalmente como griegos, ya que
el insigne poeta sólo lo emplea para definir al contingente de Aquiles procedente de la Ftiótide (el pasaje ho-
mérico corresponde a il. II 683-685). Sin duda estamos ante una paradoja ya que, de hecho, el sufijo –anes del
étnico genérico elanes (que se trasladó al dialecto ático-jónico para acabar convertido en elenos) es típico de las
áreas del N y el O de Grecia, tales como Etolia, Acarniana, el Epiro, Cefalonia o Tracia (Hall, J. M. op. cit., 47).
Problemas similares de definición se encuentran entre los griegos de las colonias (Lomas, K. “Introduction” en
Lomas, K. (ed.) Greek identity in Western Mediterranean. Papers in honor of Brian Shefton. Mnemosyne Suppl.
246, Leiden-Boston, 2004, 5-6; Hall, J. M. op. cit., 170-180; Malkin, I. The return of Odysseus. Colonization
and ethnicity, Berkeley, 1998, 18; Antonaccio, C. “Siculo-geometric and the Sikels: ceramics and identity in
Eastern Sicily” en Lomas, K. (ed.) Greek identity in Western Mediterranean. Papers in honor of Brian Shefton.
Mnemosyne Suppl. 246, Leiden-Boston, 2004, 55-81; Cardete op. cit. en prensa).
28. Wolski, J. “MEDISMOS et son importante dans la Grèce à l´époque des Guerres Médiques”, Historia,
22 (1973), 3-15; Gillis, D. Collaboration with the Persians, Wiesbaden, 1979; Graf, D. F. “Medism and the ori-
gin and significance of the term”, JHS, 104 (1984), 15-30.
29. A este respecto es significativo señalar, como apreciamos en Heródoto (IX, 11, 2; 53, 2 y 55, 2), que
mientras que los atenienses diferenciaban entre bárbaro (no griego) y xénos (no ateniense) para los espartanos
El valor de la propaganda en la construcción del enemigo: Atenas y las guerras médicas 125
estudio sobre la construcción del bárbaro en la obra de Esquilo y han defendido también
otros autores30.
Las fuentes griegas desde las Guerras Médicas31 inciden una y otra vez en la tremen-
da barrera existente entre las pretensiones dominadoras persas y el ansia de libertad grie-
ga, simbolizado en el ritual de la proskynesis, que tantos problemas daría posteriormente
a Alejandro Magno, precisamente por su asociación directa con prácticas bárbaras ajenas
a la cultura helena. Pero quienes utilizaron la libertad como bandera política, apropiándo-
se del término para adecuarlo a su propio sistema de gobierno y alejándolo del de otros,
fueron los atenienses32. La libertad se equipara, de este modo, a democracia, como lo hace
hoy en día, 26 siglos después.
La caída de los Pisistrátidas en Atenas y la ascensión de Clístenes al poder marcan el
inicio de un nuevo sistema político que, a pesar de los apoyos populares y de parte de la
aristocracia, generaba dudas y temores no sólo dentro de Atenas sino, especialmente, entre
sus vecinos más próximos. La naciente democracia necesitaba desesperadamente un ar-
mazón ideológico que sostuviera y protegiera su precario e incipiente desarrollo hasta que
éste alcanzara las cotas suficientes como para hacerlo por él mismo. Si sobrevivió fue por-
que supo atacar ideológicamente para defenderse estructuralmente. Y lo hizo a través de la
elección de un héroe como Teseo, convenientemente transformado en adalid de la libertad
(frente a la tiranía)33, en luchador valeroso y astuto (frente a la cobardía y la estupidez que se
le presuponían al Bárbaro), en referente de un cuerpo de leyes e instituciones que asegura-
ban el orden (frente al caos), y de una equiparación consciente entre tirano, anti-demócrata
y pro-persa34. De hecho, en los años siguientes al triunfo en Maratón, miembros destacados
de familias aristocráticas contrarias a la democracia o tibias con ella fueron sospechosos de
albergar aspiraciones tiránicas, lo cual se estaba convirtiendo en un sinónimo de defensor
del Bárbaro. Calias, hijo de Cratias, por ejemplo, apodado “el Medo” en cuatro de los 550
ostraka encontrados con su nombre, fue candidato al ostracismo ca. 486-485 a. C. y en uno
de los ostraka incluso se le caricaturiza vestido a la moda persa35.
No es casualidad, por tanto, que fueran los atenienses quienes, en un primer momen-
to, deificaron prácticamente a los Tiranicidas para, años después, erigirse en enemigos
todos los que no fueran ciudadanos espartanos pertenecían a la categoría común de xénos, lo que remarca la es-
pecificidad del concepto ateniense de bárbaro.
30. Hongman, S. op. cit.; Hall, J. M. op. cit., 182-219; Marincola, J. “The Persian wars in fourth-century
oratory and historiography” en Bridges, E., Hall, E. and Rhodes, P. J. op. cit., 105-125; Hardie, P. op. cit., 127;
Coleman, J. E. op. cit., 189; Santiago op. cit., 42.
31. Hdt. VII, 136; A. Pers. passim; Pl. Ly. III 693 c-698 a; D. Filipi. III 36; Arist. Pol. 1327b 23-33…
32. A. Pers. 75-76, 177-180, 232-234, 400-405…
33. Plutarco (Thes. XXXV 8) llega a defender la presencia de Teseo en la batalla de Maratón.
34. Valdés Guía, M. “La recreación del pasado en el imaginario griego: el mito de Teseo y su utilización
como fuente histórica”, DHA, 25 (1) (2009), 11-40.
35. Daux, G. “Chronique des fouilles et découvertes archéologiques en Grèce en 1967”, BCH, 92 (1968),
711-1142, 732; Thomsen, R. The origin of ostracism: a synthesis, Copenhagen, 1972, 97-98.
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Tras las Guerras Médicas el arte ático se llena de representaciones de la lucha entre la
civilización y la barbarie. Amazonomaquias, Centauromaquias, Titanomaquias y Gigan-
tomaquias se convierten en lugar común en templos y stoas, como demuestra el proyecto
iconográfico del Theseion, las metopas del Partenón o las pinturas de la Stoa Poikile, a las
que hay que añadir una destacada proliferación de guerreros persas en la cerámica 38. In-
cluso los troyanos se alejan del universo heleno, al que siempre habían pertenecido, para
deslizarse hacia el exotismo oriental39. Así, Simónides40, contemporáneo de las Guerras
Médicas, es el primero en equiparar a los troyanos con los persas y Heródoto41 dice que,
según los persas, los griegos eran sus enemigos desde la caída de Troya y que Jerjes visitó
Troya al comienzo de la guerra para honrar a los caídos42. Estamos ante una polarización
radicalizada típica de los procesos étnicos.
Por otra parte, la estatua de Harmodio y Aristogitón, robada por Jerjes, es copiada y
recolocada en el ágora (suceso sin precedentes) como una forma de representar la victoria
de la libertad ateniense frente al despotismo persa43; la batalla de Platea centra el discurso
iconográfico del templo que Atenas levanta a la Atenea Niké en el 421 a. C. y el proyecto
de reconstrucción de los templos destruidos por los persas se inicia en el 449 a. C. 44, como
una forma de justificar el phoros de los aliados délicos y el mantenimiento del imperio…
los ejemplos son infinitos y a ellos se unen la exhibición consciente de los despojos per-
sas de la guerra en Atenas y la dedicatoria de las trirremes fenicias en el Istmo, Sunion y
Salamina45.
En el campo de la literatura, la propaganda no se queda atrás. Entre el 500 y el 470
Frínico escribe dos obras históricas sobre las Guerras Médicas y tres tragedias en las que
el enfrentamiento entre los héroes griegos y los bárbaros está a la orden del día y el cómi-
co Quiónides escribe Los Persas y Los Asirios, obras perdidas pero de significativo título
teniendo en cuenta el contexto46. Heródoto, por su parte, a pesar de atacar duramente a los
persas, hace ostentación de cierto relativismo ético que no le impele a juzgar lo diferente
como erróneo o inferior (al menos no siempre) y, de hecho, demuestra su admiración por
la inventiva militar caria47 o por la sabiduría egipcia48, pueblo este al que admira y respeta.
Su aperturismo le llevará, incluso, a ser catalogado como “filo-bárbaro” siglos después
por Plutarco49.
Pero la “tolerancia” de Heródoto naufraga pronto y los actos nefandos de los seres
míticos (canibalismo, incesto, hybris, supremacía de la mujer sobre el varón…) comien-
zan a atribuirse a los persas (y a otros pueblos periféricos, considerados también bárbaros,
como los tracios o los licios)50, convertidos en súbditos esclavizados física y moralmente
o en gobernantes déspotas y arrogantes que se creen dioses51.
Especialmente la tragedia, género ateniense por antonomasia, se transforma en vehí-
culo de la barbarización del persa, sin olvidar la nada desdeñable aportación de la come-
dia ática52, en la que se somete al bárbaro a una exagerada ridiculización, como reflejan
41. Hdt. I 5.
42. Hdt. VII 43. Sobre una interpretación contraria de estas fuentes ver Haubold J. “Xerxes´ Homer” en
Bridges, E., Hall, E. and Rhodes, P. J. op. cit., 47-63. Sobre este rasgo de los procesos étnicos remito a Hall, E.
op. cit. 1989, 102; Konstan, D. op. cit., 31; Hall, J. M. op. cit., 118; Rhodes, P. J. op. cit., 41.
43. Hall, E. op. cit., 67.
44. Plu. Per. XII. Ver en este mismo volmen la contribución de Valdés Guia.
45. Hdt. VIII 121.Se ha llegado a indicar que posiblemente la tienda de campaña de Jerjes de la que habla
Heródoto (IX 82) fuera utilizada en Atenas como decorado para las tragedias históricas (v. Hall op. cit., 75).
46. Bovon op. cit., 598-599.
47. Hdt. I 171.
48. Hdt. II, 35.
49. Plu. Moralia 857a.
50. Hdt. I 35; II 35; E. Andr. 177-178; S. OT 337-345.
51. A. Pers. 75-81, 181-200, 155-159, 585-595, 642-645, 655, 696, 710-711...
52. Long, T. Barbarians in Greek comedy, Carbondale and Edwardsville, 1986.
128 Mª CRuz CaRdeTe del olMo
62. E. Heracl. 422; Hec. 1199-1201 y 1247-1250; Andr. 173-176 y 652-665; Hel. 277; iA 1400-1402, Med.
536-538 y 1339… Sobre la complejidad de lo bárbaro en las tragedias de Esquilo remito a Saïd, S. “Grecs et
barbares dans les tragédies d´Euripide: la fin des différences?”, Ktema, 9 (1984), 27-53.
63. A. Pers. 434.
64. S. Tereo frag. 587.
65. E. Andr. 173; Rh. 404-405 y 833-834; Hec.1199-1201.
66. Pl. R. V, 470 a-c. En R. V 470a-471c y en Mx. 242c-d defiende que la guerra entre griegos es una stasis,
mientras que la guerra greco-bárbara es definida como guerra justa o pólemos.
67. Ephor. FGrHist 70 F 186=Schol. Pi. P. I 146a-b.
68. Según Justino (XIX 1, 12-13) ya Darío había propuesto a Cartago una alianza contra los griegos, re-
chazada por los cartagineses.
69. Sobre la utilización de la propaganda anti-bárbara por los griegos occidentales, concretamente por los
tiranos siciliotas: Cardete, M. C. “La construction idéologique du passé agrigentin: Théron et les ossements de
Minos”, Dialogues d´Histoire Ancienne 34 (1) (2008), 9-26 y Cardete op. cit. 2010.
70. Cartledge, P. op. cit., 1993, 45.
71. Isoc. Paneg. 49-50.
72. A. Pers. 555-558, 640-842. Sobre las diferencias sustanciales en el tratamiento de la figura de Darío y
la política exterior persa en Heródoto y Esquilo remito a Saïd, S. “Darius et Xerxès dans les Perses d´Eschyle”,
Ktema, 6 (1981),17-38.
73. Pl. Ly. 693c-698a; X. Cyr., especialmente el capítulo VIII.
74. Hall, E. op. cit., 1989, 211-212.
130 Mª CRuz CaRdeTe del olMo
3. CONCLUSIÓN
Las Guerras Médicas fueron una rotunda victoria griega. Y no por el éxito militar,
exiguo, ni por los daños causados al enemigo, que no los percibió como un problema
insoluble, ni por haber conseguido aunar a los griegos en un grupo compacto capaz de
hacer piña ante enemigos externos, ya que la soflama étnica se diluyó pronto sin llegar a
construir ni un Nosotros estable ni un Otro compacto. Si supusieron una victoria, una de
las que traspasan fronteras temporales y espaciales, fue por la trascendencia ideológica
que respiran las fuentes griegas al respecto y por la persuasiva propaganda desde entonces
orquestada a su alrededor por diferentes culturas occidentales, desde la Roma de Augusto
al EEUU contemporáneo75.
Las Guerras Médicas consiguieron equiparar para la posteridad los conceptos de Ate-
nas y Grecia y, a partir del Renacimiento y, sobre todo, desde el s. XVIII, esa equipara-
ción, que está en la base de los mitos fundacionales eurocéntricos (no en vano Isócrates
ha sido considerado por muchos como padre del espíritu europeísta76) supuso convertir a
los persas, enfrentados a Atenas, y asimilados a los musulmanes, en enemigos acérrimos,
no ya de una polis griega, sino de todo lo que significaba cultura, razón, entendimiento y,
por ende, civilización.
Más allá de Maratón o Platea el bárbaro como icono es la gran victoria ateniense so-
bre los persas.
75. Remito al bien documentado análisis sobre la proyección de las Guerras Médicas editado por Bridges,
E., Hall E. y Rhodes, P. J. op. cit.
76. Saïds, S. “The discourse of identity in Greek rhetoric from Isocrates to Aristides” en Malkin, I. op. cit.
2005, 275-299, 276.
A través del tiempo, por influencia de los diferentes poderes que se desarrollaron a su alrededor, Gre-
cia se fue transformando, configurándose así una imagen de Grecia como salvadora de la civilización
frente al bárbaro imperio persa, insignia de la democracia, símbolo de la cultura y del renacer de las
artes, y portadora del pensamiento científico a través del logos.
Frente a concepciones muy arraigadas en el ideario contemporáneo, en Grecia convergen numerosas SPAL
MONOGRAFÍAS
realidades. Desde el arcaísmo, comenzando con la hegemonía cretense y su influjo sobre la cultura XV
micénica, hasta el contacto fructífero con los sucesivos reinos faraónicos, el influjo de los territorios
externos se percibe en todos los ámbitos de la cultura griega. De este modo, ante el dominio mace-
donio, primero, y el romano, después, Grecia asume una posición subordinada, pero aporta al mismo
tiempo su bagaje cultural, que se ve acrecentado por la propia reflexión griega sobre el fenómeno
(coordinadores)
del territorio heleno. Queda así evidenciada cómo Grecia se formó a partir de las relaciones habidas
con distintos imperios. Desde la más remota antigüedad hasta la visión contemporánea del mundo
heleno, este libro pretende aportar, desde diferentes perspectivas metodológicas, una visión novedosa
de la Grecia clásica.