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constituye parte integral de la vida de los seres humanos, de hecho, el 14% del consumo
energético de los ecuatorianos es electricidad.
Esto permite producir efectos luminosos, mecánicos, caloríficos, químicos y otros, presentes en
todos los aspectos de la vida cotidiana como en los electrodomésticos, el transporte, la
iluminación, la industria, por citar algunos.
Para abastecer la demanda de esta fuerza impulsora, deberá ser generada en centros de
transformación o centrales de generación eléctrica. En el país, esta proviene de fuentes
hidráulicas (energía potencial del agua), térmicas (calor generado por combustibles fósiles),
solares (sol), eólicas (viento) y de aprovechamiento de la biomasa (residuos orgánicos).
Según datos del Balance Energético Nacional del Ministerio Coordinador de Sectores
Estratégicos 2015 (año base 2014) en términos de potencia, Ecuador cuenta con más de 5.000
MW de capacidad instalada:
56% térmica;
42% hidráulica;
0,5% solar y
0,4% eólica.
La electricidad se utiliza en casi todas las actividades del ser humano y su tendencia de
consumo es creciente, por lo tanto, para que este tipo de poder sea sostenible es necesario
que la generación provenga de fuentes renovables.