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escáneres

modernos para estudiar los procesos de toma de decisiones y el


efecto del cine sobre la mente.

Como puedes ver, la tecnología —destinada a ayudar al hombre a indagar en las


profundidades de su arquitectura cerebral— avanza a pasos agigantados y, aunque
veas en la literatura especializada que la mayoría de los autores somos cautos en
algunas afirmaciones, lo cierto es que confío plenamente en que no pasará otro siglo
sin que podamos descifrar varios de los misterios todavía ocultos sobre el
funcionamiento del cerebro.

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En esta parte...
Como hemos visto, en el interior de nuestro cerebro existe una gigantesca
red de comunicaciones que se encarga de registrar todo lo que aprendemos, lo
que sabemos, lo que sentimos y lo que somos.
En el capítulo 4 te contaré cómo son las células cerebrales, de qué se ocupan
y cómo se comunican las neuronas entre ellas. Te hablaré también de los
mensajeros químicos que circulan por el cerebro y de cuál es su papel en la
salud y el estado de ánimo.
El capítulo 5 lo dedico a dos fenómenos extraordinarios: la neuroplasticidad
y la neurogénesis, y lo cierro con un apartado muy interesante: qué estrategias
podemos aplicar para retrasar el envejecimiento cerebral.
En el capítulo 6 te contaré que nuestro cerebro está dividido en dos partes
llamadas hemisferios: cómo son, de qué se ocupan y cómo puedes aplicar esta
información para conocerte más a ti mismo y potenciar tus capacidades.

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Capítulo 4

Las células cerebrales: comunicación e


interrelaciones

En este capítulo
Te presento formalmente a las neuronas y a las células gliales
Te explico por qué es tan importante investigar los mecanismos sinápticos y
neurotransmisores
Conocerás las aplicaciones de estos nuevos conocimientos

Al hablar de células cerebrales normalmente pensamos en las neuronas, sin


embargo hay otro tipo de células que no son tan famosas pero sí muy abundantes que
desempeñan un importantísimo papel en el correcto funcionamiento del sistema
nervioso: la glía o neuroglía. Además, y a diferencia de lo que sucede en otros
órganos (en los que las células tienen estructuras y funciones similares), en el cerebro
las cosas se ponen más difíciles para los investigadores debido a la enorme
diversidad.
La glía es el conjunto de células situado entre otras células y fibras nerviosas, y
en ella podemos encontrar astrocitos, oligodentrocitos, microglía, células de Schwan,
etcétera. Una neurona puede ser completamente distinta a otra, tanto en su forma
como en las funciones que desempeña.
Esta diversidad explica por qué hay que esforzarse para aprenderse sus nombres,
ya que muchos son los apellidos de sus descubridores, como neuronas de Betz,
neuronas de Meynert... A nivel funcional, recordarlas es más sencillo, ya que se
clasifican en tres grandes categorías:

Sensitivas.
Motoras.
Interneuronas (las más abundantes, que se ocupan de conectar una neurona
con otra).

Por suerte, hay zonas del cerebro donde las neuronas se reúnen en racimos de un
tipo u otro, así que estudiarlas es más sencillo. En realidad, lo que facilita el trabajo
de los neurobiólogos es que, cuando se activa una neurona, sus vecinas suelen

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quedarse quietas, así que se puede investigar la actividad cerebral en determinadas
zonas para comprender fenómenos como la percepción sensorial, el aprendizaje y la
fijación de los recuerdos. Veamos cómo son ambos tipos de células.

Las neuronas

Las neuronas son células alargadas cuya principal característica es la excitabilidad


eléctrica, ya que se ocupan de recibir y conducir impulsos nerviosos, y se relacionan
entre sí según sus funciones. Las descubrió el científico español Ramón y Cajal,
quien recibió el Premio Nobel de Medicina en 1906 por este hallazgo. Las funciones
de estas células son muy importantes, ya que de ellas depende la vida, y su estudio es
realmente complicado, pues son pequeñísimas: se calcula que en la cabeza de un
alfiler caben cerca de treinta mil neuronas.

Cómo son las neuronas y a qué se dedican

Como puedes ver en la figura 4-1, las neuronas tienen diferentes regiones: el
cuerpo celular (soma), las dendritas y los axones. Estos últimos trabajan como cables
con capacidad para transmitir señales eléctricas a grandes distancias por el cuerpo
(desde 0,1 milímetro hasta 2 metros) e integran la materia blanca.

Figura 4-1:
Neurona tipo
Como decía, las neuronas tienen tres funciones básicas:

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Sensoriales: Nos permiten percibir los colores, formas, aromas, texturas,
temperatura o sabores.
Motoras: Gracias a ellas podemos caminar, correr, nadar, hablar o saludar
con la mano.
Integradoras: Éstas, conocidas también omo interneuronas, crean redes entre
las neuronas sensitivas, las motoras y otras interneuronas transportando
información.

Por ejemplo, si te pinchas con unas zarzas mientras caminas distraído por la orilla
de un río, ese desagradable pinchazo se traducirá en señales neurales que viajarán por
tus nervios sensoriales. En la médula espinal, estas señales se transmitirán a tus
neuronas.
Unas conectarán con la parte de tu cerebro que las interpreta como dolorosas y
otras con las neuronas motoras que controlan los músculos afectados, por ejemplo,
los de tu pierna, y harán que la retires al sentir dolor.
¿Todas las neuronas están en el cerebro? Pues... “no”. La característica funcional
de estas células las agrupa en zonas determinadas. Por ejemplo, tenemos neuronas
sensoriales en los músculos, la piel, las articulaciones y otros órganos internos. Por
eso sentimos frío o calor, placer o dolor. También tenemos neuronas sensoriales en la
nariz, la lengua y el oído, y gracias a ellas percibimos aromas, sabores y sonidos,
respectivamente.
En el cerebro, las neuronas también se agrupan según sus funciones, formando
estructuras identificables. Una de estas estructuras se parece a un caballito de mar, así
que la llamaron hipocampo (que es el nombre científico de este animal), y desempeña
un papel crucial en la formación de la memoria, el aprendizaje, la ubicación espacial
y el reconocimiento de objetos.
Por ejemplo, si alguien recibe un golpe tan fuerte que se lesiona seriamente el
hipocampo, tendrá grandes dificultades con su memoria declarativa (en el capítulo 14
te explico cómo funciona este sistema), así que no podrá recordar ni describir
verbalmente lo que ha visto, leído, escuchado o realizado minutos antes. En el
capítulo 3 (figura 3.1) encontrarás el hipocampo en el cerebro.

Comunicación e interrelaciones: el cableado neuronal

Las neuronas interactúan entre ellas constantemente, creando lo que conocemos


como redes neuronales, cableado neuronal o circuitos cerebrales mediante un proceso
que se llama sinapsis o conexión sináptica.
Existen dos tipos de sinapsis: las eléctricas (muy poco frecuentes) y las químicas

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(la mayoría). En las sinapsis eléctricas, un estímulo pasa de una célula a la siguiente
sin necesidad de mediación química, por eso su característica distintiva es la
velocidad. En cambio, en las sinapsis químicas intervienen los neurotransmisores.
Cuando la señal eléctrica de una neurona conecta con el extremo de otra, se abren
unas pequeñas vesículas que contienen las moléculas del neurotransmisor que envía a
las dendritas de su vecina.
Al entrar en contacto, éste se difunde y atraviesa la membrana de esta segunda
célula (neurona postsináptica), donde se encuentran los receptores que permiten que
se propague la señal.

Las sinapsis en números

Una característica muy interesante de las sinapsis que explica por qué es tan complejo estudiarlas, es su
notable abundancia: en 1 milímetro cúbico de sustancia gris de la corteza hay aproximadamente cincuenta mil
neuronas y cada una de ellas genera una gran cantidad de sinapsis. Además, la superficie de contacto entre una
neurona y otra es de ¡0,5-2 micrómetros!, (te ayudo, equivale a 0,0005-0,002 milímetros).
Si cogemos todo el cerebro, veremos que existen billones de contactos que van formando las redes neuronales.
Ello se debe a que a cada neurona la alimentan cientos de miles de neuronas y ella, a su vez, alimenta a cientos
de miles de otras.
Aunque el cerebro es un universo en el que aún queda mucho terreno que descubrir, se han realizado
interesantes estimaciones y las cifras que arrojan son siempre “millonarias”.
Para algunos especialistas, una única neurona puede generar cerca de cinco mil sinapsis (recuerda que siempre
estamos hablando “de media”). Para otros, este número puede llegar a 10.000. Suponiendo que no hay errores
en las estimaciones sobre la cantidad de neuronas que suele tener el cerebro, la mayoría coincide en que son
cien mil millones. Multiplica y obtendrás un número de sinapsis: te parecerá sorprendente y, sobre todo,
impactante.

Tal como puedes ver en la figura 4-2, el proceso se caracteriza por una cadena de
acontecimientos: una señal eléctrica generada en una neurona (presináptica) produce
la liberación de una sustancia química (neurotransmisor) hacia la siguiente (neurona
postsináptica), la cual, al recibirla, genera otra señal eléctrica. Así se transmite la
información en el sistema nervioso.

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Figura 4-2:
Sinapsis química

Las redes neuronales

Las redes neuronales se crean como resultado de la comunicación entre neuronas,


es decir, a medida que el cerebro percibe y procesa diferentes estímulos.
Algunas redes son pequeñas y pueden localizarse, pero otras están formadas por
muchas neuronas que se distribuyen por las grandes regiones del cerebro.
Normalmente, una red desempeña o se especializa en una función concreta. Hay
neurocircuitos involucrados en la dependencia de algunas drogas, como la cocaína y
la nicotina, en el procesamiento de emociones (como el miedo), de la información
sensorial (como los circuitos visuales), etc.
En realidad, todo lo que pensamos, hacemos y sentimos, incluso nuestras
creencias religiosas, tienen que ver con redes de neuronas especializadas.
Veamos algunos ejemplos:

Neurocircuito del placer o recompensa

Este neurocircuito se asocia con el centro del placer del cerebro, y lo dirige una
pequeña estructura llamada núcleo accumbens, que actúa junto con otras. Por
ejemplo, cuando lo que se pretende es generar conductas de acercamiento a una
situación que provoque el placer buscado, interviene la corteza prefrontal medial.

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Los estímulos que producen recompensa son diversos: coches, alimentos
exquisitos, sexo y situaciones divertidas, entre otros.

Por ejemplo, los chistes activan el núcleo accumbens, provocando


una sensación de bienestar que puede mantenerse varias horas e influye en la
conducta. Esto se observó durante un experimento en el que se escaneó el cerebro de
un grupo de participantes en la Universidad de Stanford, California.
Es una estructura muy estudiada, pues las drogas que provocan adicción, como la
cocaína y la heroína, generan en el núcleo accumbens un aumento en los niveles de
un neurotransmisor, la dopamina.

Neurocircuito del disgusto

Este neurocircuito, situado en las profundidades del cerebro, funciona de forma


inversa al anterior, y lo dirige una región cerebral llamada ínsula, aunque, en
realidad, es un complejo centro de conexión entre el sistema límbico (emocional) y la
neocorteza; además, también interviene la corteza prefrontal medial. En general, su
actividad aumenta como respuesta a los estímulos que evocan sensaciones viscerales,
como el asco y la repulsión, entre otros. Se activa cuando algo nos disgusta, y
provoca que los rechacemos o nos alejemos, muchas veces sin saber en realidad por
qué nos comportamos así.

Por ejemplo, durante una investigación de neuromarketing en un


supermercado, se detectó que las ventas de una categoría de alimentos se veían
negativamente afectadas por tener cerca las bolsas de basura y comida para perros
(entre otros productos considerados desagradables). A nivel cerebral, esta sensación
de asco se manifestó en la activación de un neurocircuito dominado por la ínsula.
Actualmente, los encargados del marketing de los supermercados intentan
mantener esta pequeña estructura lejos de estímulos que puedan provocar su
activación, así que investigan en locales simulados para detectar cuáles son los
productos que se consideran indeseables y determinar una colocación mejor

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La importancia de mantener el cerebro activo

Algunas redes vienen al mundo con nosotros o se crean y desarrollan de forma


preprogramada, por ejemplo, las que se activan cuando lloramos al nacer o las que
nos permiten ver y oír. Otras se forman a lo largo de la vida como resultado del
aprendizaje y la experiencia, a medida que las neuronas se conectan unas con otras
(como verás en el capítulo 5, donde te presentaré la neuroplasticidad).
Esto significa que, independientemente del papel de los genes en la formación de
los neurocircuitos básicos (que es fundamental), lo que suceda después dependerá de
nuestras elecciones cotidianas, así que cada uno de nosotros es el escultor de su
propia arquitectura cerebral.
En la parte V encontrarás tres capítulos que te ayudarán a desarrollar tus
capacidades cerebrales. Si pretendes conseguirlo, en poco tiempo te darás cuenta de
que los neurocircuitos estimulados se fortalecen, por ejemplo, los relacionados con la
memoria, si decides ejercitarla. Del mismo modo, otros irán perdiendo fuerza si no
los utilizas.
Esto explica por qué si estudias, aprendes y vives experiencias enriquecedoras
tanto intelectuales como emocionales y sociales, tu cerebro generará redes nuevas y
revitalizará las que ya se hayan creado. Si bien el cerebro, como órgano vital,
depende de una nutrición adecuada y del correcto funcionamiento de los sistemas
respiratorio y circulatorio, uno de los científicos que más ha estudiado las
propiedades electrofisiológicas de las neuronas, Rodolfo Llinás, afirma respecto a
este tema: “El cerebro requiere que se lo use bien, requiere que se piense, que se lea,
que se medite, que se trate de entender el mundo y que se tenga una actitud positiva
con respecto al medio ambiente y a la propia existencia”.
En definitiva, la actividad neuronal y su conectividad, es decir, la formación de
redes, es una característica fundamental del neurodesarrollo y determina no sólo
cómo percibimos, interpretamos, aprendemos y memorizamos, sino también, y
fundamentalmente, lo que somos en la vida.

El rol de los mensajeros químicos: neurotransmisores

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