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¿Qué hay en un nombre?

¡Lo que llamamos rosa


exhalaría el mismo grato perfume con cualquier otra
denominación! De igual modo Romeo, aunque Romeo
no se llamara, conservaría sin este título las raras
perfecciones que atesora.

-Shakespeare. Romeo y Julieta. Acto II

El debate en torno al momento de la aparición de la vida en un embrión ha evolucionado a lo


largo de la historia conforme quienes pretenden arrebatarle el valor ontológico inherente a
toda vida fabrican nuevos argumentos para descalificar a quienes defienden ese valor. La
historia del término preembrión no es más que un claro ejemplo de ello. De alguna manera
bajo princios utilitaristas no sólo se manipula el lenguaje sino lo que se juega es el mismo
estatuto ontolígco del hombre.

A través de diferentes comités de ética de diversas instituciones de investigación, artículos


de corte científico y legislaciones en diversos países, se designó al óvulo fecundado-no
implantado, como preembrión, a pesar de que en ninguna de las publicaciones se definen a
ciencia cierta las características biológicas del mismo. Razón que llevó a la comunidad
científica a abandonar el término después de que cumplió su propósito: desnudar al embrión
de su valor moral como ser humano vivo a fin de pasar la experimentación con embriones
fecundados in-vitro como una actividad de investigación ética y, además, deseable. Esto de
alguna manera era querer en principio buscar un bien sin hacerle un mal a nadie, pero se
“cosificaba” a lo que la misma biología no podía mirar para otro lado: se trataba de seres
humanos y que no podías ser “instrumentalizados”

El argumento para esto es que un prembrión no es un ser con individualidad, si no “una masa
de células indistintas de las cuál un individuo podría llegar a desarrollarse”1 (Utilitarismos)
y que dicha individualidad comienza hasta catorce días después de la fecundación de un
óvulo. Decisión por la que llegaron a un cierto consenso y que muchos guardaron silencio
pero que nadie se atrevió a pesar no sólo es una decisión “científica” sino profundizar en una
perspectiva metafísica. Sin duda alguna se ve aquí ya un barniz de un pensar “principialista”.

A pesar de los avances médicos que pudiera prodigar, la investigación con embriones
preimplatados se topó con la pared de la ética. El valor moral del embrión y la opinión
generalizada del respeto debido a dicha entidad, provocaron que los aparatos legisladores

1
“There was great insistence that the embryo to be used in research was not a human individual but a mass of
undifferentiated cells from which a human individual might subsequently develop, meaning that research
should be permitted during the first fourteen days”. p. 687
(ejemplificadas por el Parlamento británico) de diversos países prohibieran la controvertida
investigación.

Ante tal impedimento, los términos cambiaron. El informe Warnock utilizó el nombre de
preembrión, acuñado anteriormente por Clifford Grobstein, para designar esos primeros
catorce días en el desarrollo de un feto. Como si “el debate sobre la fertilización in-vitro y
otras innovaciones en embriología pudieran desaparecer con solo cambiar la nomenclatura”2.
Se renuncia a la verdad, como muchas veces se ve en una ética de mínimos.

Lo cierto (y triste) es que sí fue posible. “Es ética lo que es útil para el mayor núnero de
personas” Quizás este fue el pensar del Comité que ponía en juego la dignidad humana (como
la defiende la visión personalista: desde su concepción a hasta su muente) a través del
concepto “preembrión”.

La popularización del término preembrión provocó un cambio en la opinión pública con


respecto al estatus moral del embrión dentro del límite de los catorce días; fortaleció la
concepción de que el sujeto de la investigación no era una forma de vida humana. Por otro
lado, justificó este tipo de investigación con los enormes beneficios que brindarían sus
resultados en medicina genética. Además, propuso la noción de que quienes se oponían a
dichos resultados eran fanáticos religiosos sin argumentos científicos.

A pesar de la fragilidad del término3, lograron su cometido. El Parlamento británico que


anteriormente negó con una gran mayoría la investigación con embriones —aún dentro de los
primeros catorce días de gestación— aprobó la misma con preembriones. Esto fue el
antecedente para que en distintas legislaciones aprobaran lo mismo.

Sin embargo, el término tan maquiavélicamente acuñado tuvo una vida corta. Pues su propia
fragilidad hizo que la misma comunidad científica, quien lo uso como bandera para cumplir
su cometido, lo descartara por su imprecisión.

Lo triste es que muchos se quedaron con esa idea, y por eso hoy en día la bioética personalista
insiste mucho en el estatuto ontológico del embrión porque en su interior está la defensa de
la vida y la defensa del principio de totaldad.

2
“For example the following appeared in Nature33 in 1987: ‘this usage is a copout, a way of pretending that
the public conflict about IVF any other innovations in human embryology can be made to go away by means
of an appropriate nomenclature’”. p. 684
3
“While some of us, particularly the ethicists, had become accustomed to use of the term preembryo to
designate the conceptus during the first 14 days, the scientists on our panel who worked with nonhuman
animals stated that the term was never used in cell biology and animal embryology. They regarded it as a
scientifically imprecise term, and recommended that we use scientifically consistent and accurate language”.
p. 689

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