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Piera Aulagnier
Por María Cristina Rother Hornstein - mc.rotherhornstein@gmail.com
El analista escucha las palabras del paciente, toma aquellas que tienen una particular resonancia
afectiva en su propia fantasmática y en su capital teórico para transformar una hipótesis teórica de
valor universal en un elemento singular de la historia de ese sujeto. El trabajo de ambos requiere
de un compromiso compartido que se juega en el registro de los afectos y en el registro del
pensamiento. De ahí que Piera compare al analista con un rudo trabajador dispuesto a
arremangarse para ayudar al paciente a salir del camino en el que corre el riesgo de atascarse y no
como un asceta del silencio que observa como un espectáculo el intento de aquél para salir de su
atolladero. Afecto y sentido son las dos fuerzas que organizan al espacio de la experiencia analítica
y que también pueden desorganizarlo; el sufrimiento es el riesgo. Es la calidad, la riqueza o la
pobreza del afecto con el que el yo inviste las experiencias que vive, el elemento primordial con el
que trabajamos en análisis. El sentido es la posibilidad que tiene el yo de pensar y poner en
palabras una experiencia afectiva.
Para Aulagnier la cura no es solamente una apuesta teórica, porque no tiene por fin el
descubrimiento de una verdad preexistente sino que el sujeto pueda enlazar las huellas mnémicas,
los recuerdos, los pedazos de memoria de un pasado infantil reactivado por la actualidad de la
vida cotidiana y por la experiencia transferencial. Referentes que le permitan hablar, pensar,
encontrar nuevas significaciones con la intención de elaborar el sufrimiento. Por eso la historia no
es un mito congelado sino una historia en movimiento.
Trabajar sobre lo reprimido no es teorizar con el paciente sobre lo reprimido sino sobre los efectos
que produce y a los que sin un conocimiento teórico el sujeto atribuye su padecer. Piera privilegia
tanto los síntomas como la problemática del sufrimiento. Para lo cual diferencia Ia génesis, el
momento de aparición y el intento de resolución del mismo.
Las “Cuestiones Fundamentales” de la teoría y las lecciones clínicas son el fundamento del
proyecto terapéutico de Aulagnier. Llama “Cuestiones Fundamentales” a las temáticas que cada
analista privilegia en su historia profesional sin perder el punto de vista de otros discursos
teóricos. Las suyas son: una metapsicología del yo en la cual la constitución del mismo es un
devenir, por la tanto en toda su obra insiste en un yo primero historizado para luego ser
historiador, interpretado e intérprete, identificado e identificante y nunca libre de la dimensión
conflictiva. El proceso identificatorio y la importancia del pensamiento son otros de los ejes
teóricos que sustentan su clínica. Hablar de proyecto es enfatizar la dimensión historizante y la
temporalidad en relación al proyecto identificatorio y al proyecto terapéutico.
La realidad psíquica al igual que en Freud es pensada como una multiplicidad de "instancias" que
obran cada una por su cuenta y persiguen finalidades que le son propias. La especificidad de cada
una implica la existencia de un mundo propio de objetos, de modos de relación y de valoraciones
singulares para cada instancia. Esta realidad psíquica lleva la impronta de lo histórico-social,
mediatizado por el discurso parental. El aparato psíquico recibe un sinfín de enunciados y
mandatos identificatorios que procesa, metaboliza a su manera. De ahí que cada encuentro
analítico es único y singular.
Propone para el proceso terapéutico cuatro tiempos: el "antes" del encuentro, el "prólogo", el
"análisis propiamente dicho” y el "después del encuentro". Prólogo y análisis podrán a posteriori
definir exactamente sus tiempos. El antes y el después, por el contrario, son dos recorridos
solitarios que convergen hasta el primer encuentro para divergir finalizado el análisis. El “prólogo”,
es el período de entrevistas preliminares en el cual ambos participantes deben hacer su elección
mutua. Por parte del analista éste tendrá en cuenta las posibilidades de analizabilidad de ese
paciente acorde, no a una nosografía psicopatológica, sino a la posibilidad que tenga el analista de
investir la relación con ese paciente y de llevar a cabo un trabajo compartido. Cuando pensamos
que el criterio de analizabilidad no puede estar ligado exclusivamente a un diagnóstico
psicopatológico es porque sería humillante reducir la historia de una vida a una nosografía
psicopatológica, lo cual reduciría a la unidad la complejidad del psiquismo. El sufrimiento presenta
diversas caras y esa diversidad debe ser respetada. Una anorexia nerviosa, una neurosis obsesiva,
una fobia, un delirio, no pueden ser abordados de la misma manera, no sólo porque se trata de
modalidades muy diferentes de sufrimiento psíquico sino también y sea cual sea el sufrimiento del
que se trate, porque siempre se inscribe en una historia singular. Prevalencia de una forma de
organización psíquica que se auto-organiza de acuerdo a la complejidad de las series
complementarias.
Es importante en la demanda de análisis que el paciente pueda reconocer que el sufrimiento que
padece es en parte intrapsíquico y que le atribuya cierto poder al saber del analista al que consulta
para intentar junto a él encontrar las causas que lo ayuden a aliviarlo. Poder que no debe ser
pensado para adquirir un conocimiento teórico de su problemática psíquica ni para encontrar una
verdad absoluta sino para buscar la manera de transformar las causas y encontrar elementos para
comprender.
El "análisis propiamente dicho". A la asociación libre por parte del paciente, que es medio y fin a la
vez, se contrapone ese trabajo de "teorización flotante" por parte del analista. Mediante el trabajo
de interpretación y construcción el analizando reconstruye el sentido de un fragmento de la
historia de su pasado libidinal con el fin de ponerlo al servicio de la singularidad de su proyecto
identificatorio actual. La interpretación posibilita la remodelación de sus construcciones
fantasmáticas gracias a las cuales el paciente se contaba la historia de su infancia. Esta no busca
encontrarse con una experiencia original mítica ni una verdad ultima sino que viene a re-trabajar
las diversas interpretaciones que el yo se dio de su propia historia libidinal e identificatoria
constituida a partir de la relación de encuentro con el discurso identificante de la madre y los
sucesivos encuentros con los otros significativos. Referentes identificatorios en cada historia
singular, multiplicidad de voces que vía identificaciones secundarias posibilitan una resignificación
permanente de la construcción identificatoria.
El relato verosímil que le damos al paciente no tiene que transformarse en una elaboración
secundaria del analista que lo piensa desde la teoría. Para evitarlo es necesario encontrar las
huellas de ese pasado concreto. Tampoco se trata del develamiento de una verdad preexistente ni
de la recuperación de un tesoro reprimido.