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CARTA INFORMAL A MANOLO AVELLANEDA

Querido amigo:

El día 6 estuvimos María Jesús y yo en la exposición de los cuadros


que nunca quisiste vender para que permanecieran dentro del patrimonio
familiar, de cuyos cuadros te ahorro comentarios artísticos. De nada.
Aunque sabes que me gusta, no entiendo gran cosa de pintura.

Mi mujer me los ha explicado al detalle, como es su costumbre, días


después de comenzada la exposición, o sea, cuando al disminuir los
visitantes molestan menos las descripciones habladas necesarias para
suplir mi carencia visual, y sencillamente te diré que salimos
entusiasmados, como nos sucede todas las veces que contemplamos obra
tuya.

Pero antes de meterse con los cuadros, me había contado que te vio en
la planta baja o nivel 1 como se designa oficialmente, entrando a la
derecha, bien retratadico, mirándonos con la suave sonrisa de los
momentos de fina compostura, que también los tenías. Yo, la verdad, he
preferido siempre aquella otra tan amplia y luminosa que te llenaba la
cara entera, precursora de la carcajada gorda y el fuerte cachondeo.

Intervinieron en la inauguración de la exposición sus comisarios


Joaquín Salmerón Juan y Manuel Fernández Delgado, Directores,
respectivamente, de los museos SIYASA de Cieza, donde tuvo lugar el
acto, y RAMON GAYA de Murcia, así como Francisco Flores Arroyuelo,
Académico de la Real de Alfonso X El Sabio, entrañables amigos tuyos de
años y años. Para recordar sus parlamentos, huyo de frases tales como
"brillantes y sentidas palabras", porque no quiero que me llames
tontoelpijo, pero puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que te quieren
mucho, Manolo, mucho, porque lo que decían nos calaba muy adentro a
todos, como cala lo que no se queda en la cortés superficie de los
discursos laudatorios. Y así debió entenderlo tu hijo Antonio, ya que su
respuesta fue humana, sincera, agradecida y breve, muy acorde con el
asunto que llevábamos entre manos, mejor dicho, entre corazones. Cerró el
acto con apropiada oratoria José Fernández Candel, Concejal del
Ayuntamiento de Cieza, persona bondadosa que acaba de recibir un durísimo
golpe familiar.

Ya en mi casa evoqué inolvidables sucesos juveniles, de los que te voy


a recordar dos o tres.

Mediada la década de los 50, más bien antes que después, siendo yo
joven y tu jovenzuelo, anunciaron una exposición de pintura en la que
sólo podían participar artistas locales. Se celebraría en el Casino
durante la Feria. Señalaban fecha tope para la recepción de las obras,
cuantía de los modestos premios y demás condiciones.

En aquella época, como consecuencia de andar desorientado, estaba


ocioso y en algo tenía que ocupar el tiempo. De ahí surgió la idea de
mandar un cuadro mío, aun contando con el inconveniente nada despreciable
de jamás haber pintado, pero no me acobardé y fui a verte. Quizá no
recuerdes bien la charla tan sabrosa que mantuvimos en torno a mi osadía,
contribuyendo a ello el hecho de que, pese a nuestra diferencia de edad,
nos unía, como dice hoy la gente progre, una buena química que
imposibilitaba sorprendernos mutuamente. Ambos éramos peculiares y así
nos aceptábamos.

En primer lugar me felicitaste por tan loable empeño, añadiendo que


desconocías mis habilidades con los pinceles. Te aseguré inmediatamente
que yo tampoco las conocía, ya que nunca había pintado. Entonces
preguntaste cómo pensaba participar en la exposición. Te respondí muy en
serio que pintando tú y firmando yo. Y así se decidió, tras unas cuantas
sesiones de vino palabreado en EL SOTANILLO. Por tu colaboración sólo me
pediste, y por supuesto te prometí solemnemente vaso en alto, el más
riguroso secreto de lo que urdíamos, pues desde niño fuiste muy
respetuoso con tu oficio.

Yo te rogué que pintaras una guitarra en arte abstracto, evocándola


mediante la descomposición de un campamento gitano y que cargaras la mano
en lo estrafalario. El resultado colmó mis deseos: la plataforma y el
tenderete de lona sin desarmar de la carreta quedaron muy airosos abajo,
a la derecha. Arriba, en ambos extremos, estaban las dos ruedas
irreconocibles, pues más bien parecían floreros o, según otros, postizas
o castañuelas. En el centro, tres o cuatro palos y encima una especie de
melena roja imitando llamas eran lo único que remotamente podía
calificarse de figurativo. Abajo, en el lado izquierdo, estaba tumbado un
animal, quizá el perro de la troupe, con las cuatro patas dirigidas hacia
el estrellado firmamento, porque un amigo muy entendido me informó que
tal postura quería decir reposo en arte abstracto o surrealista, no
recuerdo ahora si en uno u otro. Varios bultos multicolores,
presumiblemente gitanos, completaban la obra maestra llenando huecos.

Compramos un marco sencillo y como aquella genialidad pictórica


necesitaba explicación, aunque fuera breve, le atornillamos abajo, en el
centro, sobre la madera, una plaquica metálica que llevaba grabada la
palabra "GUITARRA"; plaquica y grabación que fueron obsequio de mi viejo
amigo Paquito Massa (Francisco Giménez Guirao), ya desaparecido, que
trabajaba en la fábrica de medallas de su padre.

Expuesto el cuadro empezaron las bromas. Pronto apareció una tarjeta


de visita, metida por un lado entre la tela y el marco, con el siguiente
letrero manuscrito: "Adjudicado en 1.000 pesetas". A ésta le siguieron
otras aumentando la cifra, hasta que llegó mi joven amigo Pascual Piñera
Rubio, conocido por todos como El Lin, también desaparecido, diciéndome
de parte de su tío, Francisco Jiménez Castellanos, que se quedaba con el
cuadro al precio que yo le fijara. Me negué porque Don Paco me caía muy
bien y además, porque sabía que su intención era seguir la broma en mi
favor, ya que me apreciaba bastante. El no aceptó que se lo regalara ni
yo quería cobrarle cantidad alguna, por lo que se resolvió tan importante
transacción con una entrada de sombra para la corrida de la Feria. No le
quise pedir otra para ti, por exigírmelo el secreto que nos unía, y me
fui sólo. Otro favor que te debo, querido amigo Manolo, pues lo cierto y
verdad es que, gracias a ti, yo fui aquel año a los Toros, y repito que a
sombra, lujo que no podían entonces sufragar las menesterosas economías
de muchos estudiantes hijos de familia.

Hoy desvelo el secreto de tu colaboración porque a estas alturas ya no


perjudicamos ni a nosotros mismos.
He intentado recuperar el cuadro, pero ni El Lin, con el que hablé
hace años, ni su yerno y buen amigo mío Jesús García Cano, "El Majo", han
podido averiguar el paradero. Dios quiera que lo encuentre algún día para
colgarlo en el mejor sitio de mi casa: el que merece todo lo que sea
tuyo.

Y ahora voy con otro suceso igualmente curioso.

Como bien recordarás porque con él tuviste cordial relación, el médico


ciezano José Sáez Molina, que tuvo la consulta en la calle Mesones, donde
actualmente regenta su administración de lotería el buen amigo Pascual
Martínez, era un gran aficionado a la pintura, distinguiendo a los
principiantes del pincel con su amistad y ayuda.

Entre los cuadros que dejó a su fallecimiento, me llegó uno tuyo


firmado en 1957, que representa, sin entrar en detalles, campo de regadío
con casa en medio y al fondo la Sierra del Lloro. Parece ser que lo
pintaste desde un lugar muy cercano a la Venta del Ginete. Creo que la
casa, es propiedad de José García-Vaso y Visita Pérez-Templado, y ha sido
recientemente arreglada con mucho gusto, según oí.

Al observar en el lienzo algunos desconchones, se lo llevé a Rafael


Torres Buitrago, Doctor en Bellas Artes, sobrino de mi querido amigo
Jesús Buitrago Morote, que fue médico forense de Burgos. Me dijo Rafael
que tenía muy difícil arreglo, por estar pintado sobre un pedazo de
sábana que cogerías de tu casa, fiel reflejo de los precarios medios de
aquella época, y con 18 años de edad. Te lo conté cuando fui a Murcia
para enseñártelo. Me aconsejaste que no lo tocara, pues como estaba no
quedaba mal. Te hice caso, pero en la Galería de Arte de nuestra común
amiga Paquita Serrano le pusieron marco nuevo con cristal de protección;
un cristal impropio de tela al óleo, pero necesario para que no
continuara desconchándose. Y en mi casa lo tengo, como pieza de museo, a
la vista de todos.

Los dos precedentes sucesos que rememoro se amparan muy bien bajo el
lema de tu actual exposición "AVELLANEDA INTIMO".

En el viaje a Murcia para lo del cuadro algo estropeado, me traje un


espléndido óleo tuyo, que reproducía certeramente un secano de Ulea. En
el precio fuiste razonable. Pero de ese cuadro no debo hablar aquí porque
se trata de una de tus muchas piezas maestras, o sea, de asunto serio
impropio de esta carta. Sólo te diré que preside el comedor del piso
donde vivo.

Como antes advertí, pensaba relatar dos o tres sucesos juveniles.


Llevo dos y ahorro el tercero para no agotar tu paciencia. Aun así, me
permitirás acabar con unos recuerdos sueltos.

De tu época estudiantil en Madrid, yo ya trabajaba en MOVIERECORD, no


se me olvidan algunas comidas en un restaurante de muy pocos tenedores,
llamado LOS REMEDIOS, donde no siempre remediábamos el hambre del todo.
Estaba muy cerca del Café Varela y creo que ya no existe. El camarero que
nos atendía era eficiente, pero a veces no seguía bien nuestras bromas.

No puedo silenciar el recuerdo de Mariví. Cuando la conocí me saludó


con estas palabras: "Manolo me habla mucho de ti. Te aprecia bastante".
No me pudo decir mejor cosa. Después la traté en pocas ocasiones, pero
las suficientes para darme la impresión de ser una mujer de cuerpo
entero. Lástima que también ella hiciera mutis por la vida. Con tus hijos
no he llegado a tener relación.

Tampoco se me olvida el cariño con que nos enseñaste a María Jesús y a


mí, cuadro por cuadro, tu exposición de 2002 en el MUSEO DE SIYASA de
Cieza, 45 años después de la primera en el mismo edificio, entonces
Casino. Si disfrutamos con la valiosísima pintura que nos ibas
explicando, no nos agradó menos la entrañable conversación del
reencuentro. El incienso del triunfo no te había cambiado. Seguías siendo
el mismo: un hombre honesto y sencillo, con el corazón tan lleno de
nobleza y generosidad que al final no te cabía en el pecho.

Termino diciéndote que la exposición está siendo muy visitada y que


para el 27 te han organizado un gran homenaje, al que acudiremos todos
tus amigos de verdad, que no somos pocos.

Hasta entonces, si Dios quiere. Hasta siempre, siempre. Y con los años
y las goteras que va uno teniendo, ¿quién sabe si hasta pronto?

Mientras tanto, ahí va un abrazo fuerte, muy fuerte, de tu informal


amigo

Juan José

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