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Bruno Voituriez Guy Jacques

Foro de los océanos | Ediciones U N E S C O


El Niño: realidad y ficción
El Niño
Realidad y ficción
BRUNO VOITURIEZ GUY JACQUES

Colección COI, Foro de los océanos | Ediciones UNESCO


Agradecimientos
Quisiéramos expresar nuestro agradecimiento
a los científicos del Instituto de Investigación para
el Desarrollo (IRD, ex ORSTOM) que nos ayudaron
en las diferentes etapas de este trabajo:
Philippe Cury, Philippe Hisard, Luc Ortlieb,
Yves du Penhoat y Joël Picaut. Esta obra debe mucho
a su pragmatismo fecundo que, gracias
a sus cabales conocimientos de terreno, sabe
confrontar de manera crítica los enfoques teóricos
a la realidad de las observaciones.

Las ideas y las opiniones expresadas en esta obra son las


de los autores y no reflejan necesariamente el punto
de vista de la UNESCO. Los términos empleados en esta
publicación y la presentación de los datos que en ella aparecen
no implican, de parte de la UNESCO, toma alguna
de posición en cuanto al estatuto jurídico de los países,
territorios, ciudades o regiones, ni respecto de sus
autoridades, sus fronteres o límites.

Traducido del francés por Rodrigo Figueroa Saintard


Supervisión científica de John Celecia

Publicado en 2000 por la Organización de las Naciones Unidas


para la Educación, la Ciencia y la Cultura
7, place de Fontenoy, 75352 París 07 SP, Francia

Composición Nicole Valentin, 19 av. de Clichy 75017 Paris


Impreso por Jouve, 18, rue Saint-Denis, 75027 París Cedex 01

ISBN 92-3-303649-9

© UNESCO 2000
Prefacio

El Niño de los años 1997-1998 llegó a ser, sin lugar a dudas, un aconteci-
miento periodístico de primera categoría e incluso se convirtió en una
apelación familiar. Las noticias sobre inundaciones, incendios forestales,
sequías, colapso de la actividad pesquera, con sus secuelas de daños mate-
riales y pérdidas humanas, ocuparon la primera plana de diarios y revistas
en todo el mundo. Muchos pensaron que se trataba de un fenómeno
nuevo, de una amenaza hasta entonces inédita relacionada con los cambios
del clima. Sabemos, sin embargo, que no es así. El Niño es un antiguo y
recurrente fenómeno climático de nuestro planeta. Pero, a diferencia de las
estaciones, que ocurren a intervalos regulares, El Niño es irregular y multia-
nual, lo cual explica la dificultad para comprender sus caprichos.
El hecho de que la sociedad continúe interrogándose y buscando
respuestas capaces de explicar las diversas catástrofes asociadas con este
fenómeno es motivo de profunda reflexión. Esta indagación prosigue, aun
después de varias décadas de progresos científicos sobre la compresión del
Niño, avance realizado principalmente mediante la cooperación interna-
cional en los ámbitos de la oceanografía y la investigación climatológica.
La difusión de los resultados de la investigación es importante, no sólo
para mejorar la comprensión de la ciencia por parte del público, sino
también para mejorar la formulación de políticas públicas. Los vínculos
entre la manera de producir y aplicar el conocimiento científico consti-
tuyen un fenómeno sociológico interesante. En este sentido, la cuestión
crítica es la siguiente: ¿qué fracción del conocimiento disponible utiliza
actualmente la clase política para tomar decisiones?
La UNESCO, a través de la Comisión Oceanográfica Interguber-
namental, ha participado activamente en el desarrollo de los conocimientos
y en las observaciones indispensables para explicar éste y otros fenómenos
naturales, y poder asesorar así a los Estados Miembros sobre la posibilidad
de mitigar su impacto. Lo logrado hasta ahora es sólo una mínima parte de
lo que se debe conocer si deseamos contribuir cabalmente a un uso genui-
namente sostenible del océano.
Para asegurar el éxito de este empeño, debemos prestar todo el apoyo
posible a las instituciones responsables de generar el conocimiento cientí-
fico y aconsejar a las autoridades. Al mismo tiempo, necesitamos responder
a la demanda pública de información. Esta publicación es un esfuerzo
orientado a satisfacer esas necesidades en lo que al Niño se refiere.
Índice

Prólogo 9

Mensaje de los copatrocinadores:


Comprender y prever los océanos
Ralph Rayner, Fugro Global Environmental
and Ocean Sciences, Ltd. 13
El océano y la predicción climática
Antonio Divino Moura, IRI 15
La Comisión Permanente del Pacífico Sur (CPPS)
y esta publicación
Fabián Valdivieso Eguiguren 17

Introducción 23

CAPÍTULO 1 ¿Porqué varía el clima? 27


Los climas pasados revisitados 27
La máquina climática 28
Las variaciones del sistema climático 30

CAPÍTULO 2 Historia de un encuentro entre


el océano y la atmósfera 35
El Niño: ¿ángel o demonio? 35
La oscilación austral y el monzón índico 40
El Año Geofísico Internacional en 1957-1958 42

CAPÍTULO 3 La pareja océano-atmósfera 47


La rotación de la Tierra y la fuerza de Coriolis 47
El ecuador meteorológico y la circulación meridiana:
las células de Hadley 49
Un toque de complejidad: la circulación de Walker 53
La termoclina oceánica 55
La circulación oceánica: corrientes y contracorrientes 57
Alisios, afloramientos costeros y divergencia ecuatorial 58
Las ondas en el océano 60

CAPÍTULO 4 ¿Cómo funciona ENSO? 63


La pareja océano-atmósfera y el esquema de Bjerknes 63
Índices y anomalías 65
El Niño, la fase cálida de ENSO 66
La Niña, la fase fría de ENSO 67
¿Existe un modelo “tipo” de ENSO? 69
El oscilador atrasado 71

CAPÍTULO 5 A escala del planeta 75


El planeta en una sola mirada 75
Del lado del Atlántico tropical 76
El parentesco del Niño con el monzón índico 79
Teleconexiones planetarias: el Pacífico norte y
el resto del mundo 92

CAPÍTULO 6 ¿Se puede prever ENSO? 97


Éxitos y fracasos de la previsión 97
Un optimismo moderado 99
Las irregularidades del Niño 103
El pasado y la previsión a largo plazo 105

CAPÍTULO 7 El Niño al banco de acusados… 111


La dificultad del enfoque socioeconómico 111
El Niño, el Pacífico y sus cercanías 112
El Niño, estrella de los medios de comunicación 114
Consecuencias económicas y humanas 116

CAPÍTULO 8 Perspectivas 127

Para saber más 133

Glosario 135
Prólogo

Por lo menos dos veces por década se precipitan en el altiplano andino


importantes lluvias, inhabituales por su violencia, que inundan los valles,
aumentando los riesgos de avalanchas de barro. Se trata de los tan
temidos “huaicos” (probablemente “wykos” en lengua quechua), que traen
como consecuencia un cortejo de desastres y de pérdidas humanas.
Mucho antes de que se llegara a bautizar “El Niño”, la civilización inca,
enclavada en los Andes, se había adaptado a este recurrente fenómeno
natural. En una zona extremamente árida del norte del Perú, los incas
habían construido una extensa red de acueductos con un asombroso
sistema de asamblaje de piedras. En algunas partes de la red, las piedras
se remplazaban por estructuras de cañas entrelazadas. Cuando éstas
cedían al paso de las aguas de las inundaciones provocadas por El Niño,
otros canales alternativos reorientaban el exceso del flujo hacia las laderas
de la montaña, evitando así la destrucción de la obra. A pesar de los
esfuerzos del gobierno peruano para sacar provecho de esta antigua expe-
riencia, creando durante El Niño ocurrido en los años 1997-1998 dos
lagos artificiales capaces de captar el excedente de agua, la mayoría de las
sociedades modernas aún no han logrado adaptarse a este antiguo fenó-
meno climático.
Actualmente sabemos que El Niño es una manifestación de un
fenómeno climático mundial. Al fenómeno oceánico corresponde un
10 Prólogo

desplazamiento de los principales sistemas meteorológicos. Así, zonas


habitualmente lluviosas conocen la sequía y los desiertos las inundaciones,
con toda una gama de consecuencias para la agricultura, la pesca y la salud
de la población. Sin embargo, incluso si el fenómeno es mundial, sus
efectos se hacen sentir localmente, sin que todos ellos sean necesariamente
negativos o catastróficos.
Bruno Voituriez y Guy Jacques nos ofrecen una apasionante descrip-
ción del Niño: su historia, su dinámica y sus consecuencias prácticas. Sin
perder rigor en su análisis científico, logran transmitir al lector la comple-
jidad y las limitaciones que la ciencia afronta ante la comprensión del
sistema climático. Evocando las limitaciones propias a la previsión de un
fenómeno climático no-lineal como es El Niño, los autores nos conducen
hacia la puerta de la teoría del caos, una de las más recientes de las mate-
máticas modernas.
El océano juega un papel fundamental en tanto que detonador,
influenciando este tipo de anomalías climáticas. Para comprender el clima
y los caprichos del tiempo en diferentes escalas espaciales y de tiempo, es
necesario estudiar y comprender el océano.
El trabajo de investigación realizado sobre El Niño ha abierto la vía
de la integración de la oceanografía y de la meteorología, culminando con
el desarrollo de un Sistema Mundial de Observación de los Océanos
(Global Ocean Observing System, GOOS) y de un Sistema Mundial de
Observación del Clima (Global Climate Observing System, GCOS),
que trabajan con un alto grado de interacción y coordinación. Ambos
sistemas fueron creados sobre la base de otros tres anteriores: el Sistema
Mundial Integrado de Servicios Oceánicos (Integrated Global Ocean
Services System, IGOSS), el Programa de Buques de Oportunidad
(Ships-of-Opportunity Programme, SOP) y el Panel de Cooperación
sobre Boyas de Acopio de Datos (Data Buoy Co-operation Panel,
DBCP). Su objetivo es seguir la evolución del nivel del mar y los cambios
que se operan –en tiempo real– en los principales parámetros del océano.
Estos sistemas de observación se desarrollaron gracias a los resultados
obtenidos por el Programa Mundial de Investigación sobre el Clima (el
World Climate Research Programme, WCRP), conducido bajo el
auspicio conjunto de la Organización Meteorológica Mundial (OMM),
del Consejo Internacional de la Ciencia (ICSU) y de la Comisión
Oceanográfica Intergubernamental (COI) de la UNESCO.
11

La capacidad de previsión del último episodio El Niño contó en su


favor con la instalación de un sistema de observación del océano Pacífico
ecuatorial. Setenta plataformas flotantes equipadas con instrumentos de
medición meteorológica y oceanográfica, tal verdaderas islas artificiales en
miniatura, se anclaron en el fondo oceánico y se mantienen en su lugar
gracias a una boya flotante. Algunos de estos instrumentos tomaron
muestras del océano hasta unos 2.000 metros de profundidad, y lograron
captar por primera vez y de manera inequívoca la señal del nacimiento
del último episodio del Niño (1997-1998). Este sistema, llamado
Tropical Atmosphere-Ocean (TAO), forma parte actualmente del
Sistema Mundial de Observación de los Océanos, el Global Ocean
Observing System (GOOS).
Tras 30 años de un fructífero trabajo conjunto, estamos en condi-
ciones de extender nuestra capacidad de previsión a los fenómenos oceá-
nicos de diferentes escalas temporales y espaciales. Haciendo una simple
analogía entre el océano y el dial de un aparato de radio, se podría decir que
el estudio de los eventos El Niño, que surgen con una periodicidad de 3 a
5 años, se parece a una sintonización de una o dos estaciones, sin escuchar
nada en el resto del dial. El GOOS desarrolla actualmente una capacidad
de observación que debería permitir sintonizar todas la “estaciones de
radio” con las que cuenta el dial oceánico. En este sentido, la Comisión
Oceanográfica Intergubernamental (IOC) está cumpliendo su misión, o
sea contribuyendo al desarrollo del conocimiento de base y a la realización
de las observaciones que se requieren para una utilización inteligente del
océano.
Quisiera expresar nuestro aprecio y satisfacción por el apoyo prestado
por Fugro GEOS (Global Environmental and Ocean Sciences Ltd.), uno
de nuestros copatrocinadores, en los esfuerzos de la Comisión. A través de
la colección COI - Foro de los océanos, la bibliografía sobre la problemá-
tica del océano destinada a la comunidad internacional se enriquece. Tales
gestos en favor del público resultan preciosos y contribuyen al logro de
nuestra misión educativa.
Para las versiones en inglés y en español de este libro, la UNESCO ha
contado además con el copatrocinio del Instituto Internacional de
Investigaciones para la Predicción Climática (IRI), con sede en el
Observatorio Terrestre Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia
(Estados Unidos). Hago propicia esta ocasión para expresar también mi
12 Prólogo

apreciación al IRI por su oportuno apoyo al desarrollo del Sistema Mundial


de Observación de los Océanos (GOOS) COI/OMM/PNUMA. Para
hacer posible la presente versión castellana me complace agradecer también
el apoyo prestado por la Comisión Permanente del Pacífico Sur (CPPS),
con la cual la COI ha colaborado durante muchos años.

Pa t r i c i o A . B e r n a l
Secretario Ejecutivo
Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la UNESCO
Comprender
y prever
los océanos

Las descripciones hechas por los medios de comunicación sobre el impacto


del último evento El Niño han aumentado el grado de conciencia del
público sobre el hecho de que las variaciones del clima, a escala local y
global, dependen de interacciones indisociables entre el océano y la atmós-
fera. Esto ha conducido a una creciente toma de conciencia sobre la impor-
tancia de una comprensión cabal del medio ambiente marino y de la
previsión de su evolución.
Conocer el comportamiento de los océanos y de los mares del mundo
ha sido siempre primordial en la aventura humana a lo largo de toda la
historia. Sin información marina, habría sido imposible desarrollar el
comercio, conducir batallas navales, protejerse contra las inundaciones
costeras o explotar los recursos del mar.
Actualmente, se reconoce que la actividad humana es frecuentemente
un factor de degradación del medio marino y de sus recursos que, como
sabemos, son limitados. Por ello, una mejor gestión y protección de esos
recursos se hace imperiosa, pero este objetivo no podrá lograrse mientras
no se disponga de informaciones indispensables sobre el océano.
En el presente milenio que acaba de comenzar, las demandas sobre el
medio oceánico tenderán a aumentar rápidamente. El uso y la explotación
sostenible de los recursos marinos y la protección de los entornos locales
14 Comprender y prever los océanos

dependerán en gran medida de la capacidad de prever el comportamiento


de los océanos y de la atmósfera.
Liderando a nivel mundial la “oferta” de observaciones meteorológicas
y oceanográficas, así como algunos servicios aferentes, el Global Environ-
mental and Ocean Sciences (GEOS) saca provecho de la comprensión cien-
tífica de estos fenómenos para resolver problemas prácticos de protección del
medio marino. Buena parte de nuestro trabajo tiene que ver con la transfe-
rencia de los conocimientos oceanográficos y meteorológicos hacia especia-
listas de otros campos. Estamos por ende muy complacidos de asociarnos a
esta obra, que busca mejorar la comprensión de los no-especialistas sobre El
Niño como fenómeno oceanográfico y meteorológico, ofreciéndoles de esta
manera una mejor percepción del interés de reforzar la investigación sobre
el funcionamiento del océano y la previsión de su comportamiento.

R a l p h R a y n e r,
Director
Fugro Global Environmental and Ocean Sciences Ltd

Principales oficinas de GEOS:


Fugro GEOS Limited Fugro GEOS Incorporated
Gemini house P.O. Box 740010
Hargreaves Road, Swindon 6100 Hillcroft (77081)
(Wiltshire) SN2 5 AZ Houston, Texas 77274,
Reino Unido Estados Unidos
Tel: (+ 44) 1793 72 57 66 Tel: (+ 1) 713 773 56 99
Fax: (+ 44) 1793 70 66 04 Fax: (+ 1) 713 773 59 09
E-mail: geosuk@geos.com E-mail: geosusa@geos.com

Fugro GEOS Limited Fugro GEOS Private Limited


Southampton Box 5187 Loyang Crescent
Oceanography Centre Singapur 508988
Empress Dock Tel: (+ 65) 543 44 04
Southampton SO14 3ZH, Fax: (+ 65) 543 44 54
Reino Unido E-mail:
Tel: (+ 44) 1703 59 60 09 geossingapore@geos.com
Fax: (+ 44) 1703 59 65 09 http://www.geos.co.uk
E-mail: seadata@geos.com
El océano y
la predicción
climática

Hacia fines de la década de los 80, los científicos de mundo entero comen-
zaron a reconocer el enorme impacto del fenómeno denominado “El Niño
y la Oscilación Austral” (ENSO). Sus efectos son particularmente críticos
en los países en desarrollo.
Los avances logrados en los sistemas de observación del océano y de
la atmósfera, la interpretación teórica del fenómeno ENSO y la elaboración
de modelos del sistema acoplado océano-atmósfera condujeron a la crea-
ción del Instituto Internacional de Investigaciones para la Predicción
Climática (IRI). Esta iniciativa surgió de la toma de conciencia por parte
de la comunidad científica de su responsabilidad, no sólo en cuanto a su
contribución al progreso de la predicción climática, sino también sobre la
necesidad de poner los conocimientos adquiridos a la disposición de las
autoridades en los países afectados. Esta idea surgió de discusiones soste-
nidas en el curso de la implementación del estudio sobre el Océano
Tropical y la Atmósfera Mundial (TOGA), llevado a cabo de 1985 a 1994.
A principios de los años 90, los trabajos piloto del IRI en el campo
de la predicción y en la formación ya estaban encaminados. El éxito de
los mismos condujo a una evolución del IRI en dicho decenio, con el
lanzamiento de un instituto destinado a fomentar el mejoramiento, la
producción y el uso de predicciones de variabilidad climática estacional a
interanual de alcance mundial para beneficio explícito de la humanidad.
16 El océano y la predicción climática

Con un sistema operacional de predicción ya establecido, el Instituto


ha franqueado el milenio haciendo hincapié en las aplicaciones concretas
de la información relativa a la predicción climática. Se han comenzado
proyectos y programas en sectores del mundo donde la predicción de la
variabilidad climática afecta a la sociedad humana en forma significativa,
particularmente en ciertos países en desarrollo, más vulnerables.
Desde sus comienzos el IRI participa en el Sistema Mundial Integrado
de Servicios Oceánicos (IGOSS), programa conjunto de la COI-OMM,
manteniendo un sistema abierto de utilización de archivos de datos (véase
http://iri.Ideo.columbia.edu). Ademas, debido al papel que desempeña el
océano mundial y, en particular, el Atlántico tropical, y para establecer un
sistema de predicción climática de gran alcance, los científicos del IRI han
participado en el diseño e implementación científica de PIRATA (Pilot
Moored Research Array in the Tropical Atlantic), programa afiliado al
Sistema Mundial de Observación de los Océanos (COI-OMM-PNUE).
En base a lo antedicho, el IRI apoya con satisfacción a la Comisión
Oceanográfica Intergubernamental de la UNESCO en la publicación del
presente libro.

Antonio Divino Moura


Director del International Research Institute for Climate Prediction
Lamont-Doherty Earth Observatory
Columbia University
61 Rt. 9W, Palisades, N.Y. 10964-8000,
Estados Unidos de América
17

La Comisión
Permanente
del Pacífico Sur
(CPPS) y esta
publicación

La CPPS es el organismo intergubernamental constituido por Colombia,


Chile, Ecuador y Perú para coordinar regionalmente la política marítima,
proteger y aprovechar los recursos marinos de la zona, resguardar y
conservar el medio marino, promover la investigación científica, velar
por la transferencia de tecnología marina e incentivar la cooperación
internacional.
La CPPS nació en 1952 y en la actualidad se ha convertido en el
baluarte del Pacífico del sudeste para el estudio del mar y sus variabilidades,
el desarrollo pesquero en la región y la difusión del nuevo derecho marí-
timo.
En 1976, la CPPS inició el Programa de Estudio Regional del
Fenómeno El Niño en el Pacífico del Sudeste (ERFEN) con la finalidad de
evaluar permanentemente el clima marino en la región, con especial énfasis
en sus variabilidades climáticas extremas como los eventos ENSO, El Niño
y La Niña.
En más de dos décadas de actividades, y a través de las investigaciones
de más de un centenar de científicos directamente vinculados con el tema
y pertenecientes a veinte instituciones técnicas de los países miembros, el
ERFEN ha logrado importantes avances en el conocimiento del origen,
desarrollo y disipación del fenómeno El Niño y de sus impactos socioeco-
nómicos.
18 La Comisión Permanente del Pacífico Sur (CPPS) y esta publicación

Los gobiernos de Colombia, Chile, Ecuador y Perú han utilizado los


resultados de dicho trabajo para mejorar las medidas de previsión condu-
centes a reducir los daños y a aprovechar los beneficios del fenómeno El
Niño en las diferentes actividades humanas económicas y sociales de
producción de bienes y servicios y, entre ellas, principalmente las agrope-
cuarias, pesqueras, de vialidad, transporte, salud, etc.
En el marco del Programa ERFEN se han realizado las siguientes
importantes actividades orientadas a mejorar la capacidad regional de
observación y monitoreo del Pacífico del sudeste:
– La publicación mensual del Boletín de Alerta Climática (BAC) que, desde
1990, se difunde permanentemente por vía electrónica y por correo tradi-
cional, y que contiene información en forma de texto, tablas y gráficos
sobre el clima marino y sus alteraciones, como los fenómenos El Niño y La
Niña, anticipando su evolución en los meses subsiguientes.
– La realización de cruceros regionales oceanográficos en el Pacífico del
sudeste con científicos y buques de Colombia, Chile, Ecuador y Perú.
Dichos cruceros, inéditos en la región por su carácter simultáneo, la amplia
cobertura geográfica y el intercambio de científicos de un país en el buque
del otro, permiten obtener la imagen sinóptica del Pacífico del sudeste para
diversas aplicaciones. El primer crucero se llevó a cabo en mayo de 1998
con motivo del Año Internacional de los Océanos y permitió conocer las
condiciones marinas en pleno desarrollo del Niño de 1997-1998. El
segundo crucero se efectuó en mayo de 1999, esta vez en las condiciones
inversas, es decir durante el episodio frío La Niña. El tercer crucero se reali-
zará en mayo del 2000 (en el momento de enviar esta publicación a la
imprenta), época en que se espera que las condiciones climáticas sean
normales. Así se completará el valor referencial de dicha exploración en tres
condiciones definidas y distintas:
– Reuniones periódicas del Grupo Mixto COI-OMM-CPPS sobre inves-
tigaciones del fenómeno El Niño. El Grupo Mixto es la plataforma regional
ampliada para dichas investigaciones, entre la CPPS como organismo
regional del Pacífico del sudeste y las agencias especializadas del Sistema de
las Naciones Unidas: la Comisión Oceanográfica Intergubernamental
(COI) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
– Trabajo conjunto entre la CPPS, la COI y la OMM en la preparación de
un proyecto para instalar una red de boyas en el Pacífico del sudeste y
orientar su financiación hacia organismos especiales como el GEF, con la
19

finalidad de mejorar la capacidad de observación y monitoreo climático de


la región, que conducen al pronóstico anticipado del fenómeno El Niño y
La Niña, y para hacer más viable el diseño de medidas de mitigación que
permitan la reducción de los daños y el aprovechamiento de los beneficios.
En lo que se refiere al presente libro, El Niño – Realidad y Ficción, la
CPPS expresa su satisfacción por la iniciativa de la COI de ofrecer al
público general una obra sobre este complejo y difícil tema, tratado de una
manera conceptual, directa y clara. Leyéndola, millones de personas podrán
comprender el fenómeno El Niño con propiedad e integrarse así a un
movimiento, no para enfrentarse a él en una postura a veces paralizante,
sino para convivir con el problema de manera inteligente y aprovechar
todas las energías y capacidades posibles para reducir sus efectos perjudi-
ciales y potenciar sus efectos benéficos.
Estamos seguros de que esta publicación, técnica y divulgadora a la
vez, tratada desde una perspectiva global pero sin perder la precisión
conceptual, será un texto valioso y de referencia obligada, especialmente en
el ámbito de la educación ambiental, tratando de conciliar ciencia con
sociedad y haciendo girar dicha temática en torno al ser humano, centro
de gravedad de todos nuestros esfuerzos y espectativas.

¡Enhorabuena!
Embajador F a b i á n Va l d i v i e s o E g u i g u r e n
Secretario General, Comisión Permanente del Pacífico Sur (CPPS),
Avenida Coruña, 31-83 y Whymper,
Quito, Ecuador
21

“ Viene corriendo El Niño desde la isla de Pascua,


tibio y malsano, el infante de la muerte por agua, azotado contra
las costas del Perú, sofocando en su abrazo caliente las anchoas y las
algas, secuestrando la frescura vital de los nitratos y fosfatos ecuatoriales,
rompiendo la vasta cadena trófica y la procreación de los grandes
peces del océano: pesado y sudoroso nada El Niño, arrojando peces
muertos contra las paredes del continente, adormeciendo y pudriéndolo
todo, el agua hundiendo el agua, el océano asfixiado en su propia
marea muerta, el océano frío ahogado por el océano caliente, los vientos
enloquecidos y desplazados: El Niño destructor, El Niño criminal
arrasa las costas de California, seca las planicies de Australia, inunda de


lodo los declives del Ecuador.

C a r l o s F u e n t e s , Cristóbal Nonato
23

Introducción

Inmediatamente antes de los Juegos Olímpicos de Invierno de 1998,


amenazados por fuertes precipitaciones de nieve, el director del Comité de
Organización, M. Kobayashi, declaraba: “una vez el problema del descenso
resuelto, sólo El Niño me impedirá dormir”. Felizmente, los Juegos se
efectuaron sin incidentes; pero ¿quién es este “Niño” malévolo, acusado así
de querer sabotear los Juegos?
En los años 1997-1998, El Niño apareció regularmente en la primera
plana de la prensa. Fue considerado responsable de las inundaciones acae-
cidas en los países andinos y en California, así como de la sequía en
Indonesia, acompañada de gigantescos incendios desde las Filipinas hasta
Malasia que se extendían en una espectacular chimenea de humo muy bien
mostrada por las imagenes vía satélite. También le fueron atribuidos la
sequía en Brasil, en África del Sur y en Zimbabwe, las inundaciones en
Kenya, los ciclones en Polinesia, y otras catástrofes. Ninguna calamidad
parecía poder escapar a la todapoderosa fuerza del Niño o de su hermana
La Niña, más recientemente conocida y antitética del primero, pero tan
peligrosa como él. Se le atribuyeron también, en 1998, el reforzamiento
de la actividad ciclónica en el Caribe (Mitch, durante el verano) y las
inundaciones en China.
Hay algo de irracional en la manera en que los medios de comunica-
ción, a veces con la complicidad de los científicos, explotan esta personifi-
24 Introducción

cación de un fenómeno natural. Si sus consecuencias son a menudo


nefastas, a veces también son benéficas, ya que se trata en realidad de una
perturbación climática entre otras y que se desarrolla en una escala de
tiempo (de la estación a algunos años) a la cual los seres humanos son parti-
cularmente sensibles. En un coloquio realizado en la UNESCO en 1999,
un premio Nobel de física declaraba que la ciencia, lejos de aportar certezas,
destruye los mitos pero crea misterios. Podría haber agregado que los
misterios engendran mitos y que la ciencia contribuye, contra su voluntad,
a crear nuevos.
Podemos preguntarnos si acaso el frenesí de los medios de comunica-
ción por la pareja El Niño-La Niña no es el resultado del pensamiento
mítico, traduciendo el hecho de que, para la mayoría de nuestros contem-
poráneos, los cambios climáticos guardan todo su misterio, a pesar de los
esfuerzos de previsión y de explicación de meteórologos y climatólogos. Tal
como comunicado por la prensa, El Niño podría ser una encarnación o un
substituto de Tlaloc, dios azteca que, según su deseo, producía la lluvia o
el buen tiempo. ¿Capricho del cielo? ¡Capricho de los dioses! Esta es la idea
que el ser humano se ha hecho, desde siempre, de la variaciones del tiempo
y del clima. La ilustración más universal es incontestablemente la del
Diluvio, medio radical utilizado por el Creador para deshacerse de una cria-
tura que no parecía agradarle. Existe sin lugar a dudas todavía, y de manera
reprimida, algo de esta percepción en la idea que se tiene de los caprichos
del tiempo a los cuales estamos sometidos y en nuestro escepticismo persis-
tente sobre las previsiones meteorológicas.
No obstante, nuestro conocimiento del sistema climático y nuestra
capacidad de previsión han progresado mucho en estos últimos decenios,
gracias a los programas internacionales de investigación que se realizan
desde los años 70. Pero, toda previsión comporta un riesgo de error que
aumenta cuanto más temprana es en el tiempo. Después que los científicos
fueran acusados de un cientismo estrecho y totalitario, y al abandonar el
anuncio de certezas, se les critica nuevamente por falta de esa certitud que
se les reprochaba entonces. Debemos aprender a vivir con la incerti-
dumbre que el progreso de la investigación no cesa de reducir, al tiempo
que aleja los horizontes de las previsiones, sin lograrlo acabadamente.
La “reputación mediática” del Niño resulta de progresos científicos
que evidencian la existencia de relaciones físicas entre las perturbaciones
climáticas de regiones tan alejadas como Kenya y el noroeste de América,
25

o entre el monzón índico y las precipitaciones en el Perú. El Niño no es,


evidentemente, el diabolus ex-machina de las variaciones climáticas, pero
cristaliza este descubrimiento esencial sobre las relaciones que conectan las
perturbaciones climáticas de las diversas regiones tropicales entre ellas, por
un lado, y al resto del mundo, por otro. Este es un avance importante que
permite mejorar los modelos de previsión del clima y probar sus aciertos,
puesto que la previsión se puede verificar sólo algunos meses después. Un
conocimiento acabado de la pareja El Niño-La Niña, manifestación en un
lapso de algunos años de las variaciones de un sistema climático que evolu-
ciona a todas las escalas de tiempo, deja esperar progresos en la previsión
de las fluctuaciones del clima y de su evolución a largo plazo frente a la
amenaza de otra perturbación: el aumento de los gases con efecto de inver-
nadero en la atmósfera.
La historia y los resultados de esta aventura científica es lo que se
propone al lector en esta obra.
27

1
¿Porqué
varía el clima?

LOS CLIMAS PASADOS REVISITADOS


Es difícil destronar el mito del paraíso terrestre destruido por la acción
maligna del ser humano, mito que se evoca al hablar de una hipotética edad
de oro o de un equilibrio natural muy apreciado por ciertos ecologistas,
para quienes todo iría mejor en el mejor de los mundos si no fuera por la
presencia humana. Pero, el equilibrio natural no existe. El clima, los ecosis-
temas evolucionan permanentemente, con o sin intervención humana.
Desde hace más de un millón de años, la Tierra oscila entre episodios
calientes, como es el caso actualmente, y períodos glaciales, durante los
cuales la temperatura media es 3 a 4 grados inferior.
El último período glacial remonta a 20.000 años atrás. Glaciares
análogos al de la Antártida actual recubrían entonces la Escandinavia, el
norte de Alemania, el Canadá y el norte de los Estados Unidos. Los habi-
tantes de Europa occidental, geniales decoradores de cavernas, conocían en
esa época un clima y un entorno parecidos al de la Escandinavia de hoy.
Nada impide pensar que en los próximos milenios la Tierra conocerá otros
episodios glaciales. Los “óptimos climáticos”, que son los períodos más
cálidos como el que vivimos actualmente, son breves. Los optimistas
piensan que el aumento de los gases a efecto de invernadero acarrearía un
recalentamiento global, lo cual convendría justamente para evitar a la
humanidad tener que confrontarse con una nueva glaciación. ¿Quién sabe?
28 ¿Porqué varía el clima?

Estas oscilaciones entre períodos glaciales y fases interglaciales son


recientes en la historia de la Tierra (2 a 3 millones de años) y típicas del
cuaternario. Si nos remontamos más lejos, a la época del cretáceo (entre
135 y 65 millones de años), vemos que en la Tierra no existe ninguna zona
glacial. La temperatura del aire es más o menos 5 grados superior a la
actual, y la de las profundidades del océano, allí donde ahora es próxima
a cero, no desciende por debajo de los 10°C. Hace 57 millones de años,
en pleno paleoceno, la temperatura de las costas de la Antártida avecinaba,
en verano, los 20°C. El casco glaciar de este continente comenzó a formarse
hace solamente 10 o 15 millones de años.
Entre los siglos XVI y XIX Europa conoce, por su parte, un período rela-
tivamente frío, conocido como “la pequeña era glacial”, cuando la tempe-
ratura era más de un grado inferior a la actual. El 26 de junio de 1675, la
marquesa de Sévigné escribe a su hija, que pasa una estadía en el sur de
Francia, y le dice: “Hace un frío horrible. Nosotros nos calentamos y voso-
tros también”, y agrega el 24 de julio: “Tenemos un frío extraño. El proceso
del sol y de las estaciones está todo cambiado.” Sobre el Támesis, entre
1607 y 1813, se solían organizar ferias sobre su capa helada de hasta 20 cm
de profundidad. Éste, y la retirada de Rusia en 1812-1813, durante la cual
Napoleón perdió 450.000 hombres, son otros tantos ejemplos de este
período.
A la inversa, en los siglos X y XI, las condiciones climáticas más
clementes permitieron a los vikingos establecer colonias en Groenlandia
(Greenland = tierra verde) y en América del Norte (Vineland = tierra de
viña). Esta colonización duró hasta que el clima se enfrió, dificultando la
navegación entre Islandia y Groenlandia. Más atrás en el tiempo, al final
del último episodio glacial hace 8 a 10 mil años, el Sáhara conoció un
período lluvioso y la selva amazónica, emblema de la ecología actual e
incluso calificada erróneamente como el pulmón del planeta, se limitaba a
algunos islotes en medio de una vasta savana.

LA MÁQUINA CLIMÁTICA
El sistema climático es una máquina que convierte y distribuye la energía
que la Tierra absorbe del Sol, es decir, más o menos 240 watts por metro
cuadrado. Para el planeta, este aporte representa diez mil veces la produc-
ción mundial de calor y de electricidad. Una parte (30%), reflejada por la
atmósfera, es devuelta al espacio y el sistema climático la pierde. Otra
29

parte (20%) es absorbida por la atmósfera, la que es calentada por ella. La


tercera parte de esta energía (50%) llega a la superficie de la Tierra y a su
biosfera y es absorbida por los continentes (18%) y por los océanos (32%).
Esta última juega un papel esencial en la regulación del clima, ya que el
suelo, y sobre todo los océanos, devuelven a la atmósfera una parte de la
energía recibida de tres maneras:
➝ por irradiación, ya que todo cuerpo emite una irradiación característica
relacionada con su temperatura. La irradiación que la Tierra recibe del Sol
es característica de un cuerpo a 6.000°C. La superficie de la Tierra , cuya
temperatura media es de 15°C, irradia en el infrarrojo. Esta irradiación es
absorbida por la atmósfera y constituye el efecto de invernadero natural;
➝ por conducción, o sea por transferencia directa de calor por contacto del
cuerpo mas caliente hacia el más frío;
➝ por evaporación, que es la modalidad más importante. La evaporación
confiere al océano un papel preponderante, pues por evaporación éste se
enfría y la atmósfera recupera esa energía cuando el vapor de agua se
condensa.
La atmósfera es, así, esencialmente “calentada por debajo”. En las regiones
tropicales los océanos y los continentes reciben el máximo de energía solar
y el océano es más generoso con la atmósfera. El océano tropical es la
“caldera” del sistema climático.
Así alimentada, la atmósfera se pone en movimiento y transfiere la
energía recibida hacia las regiones mas frías de las latitudes altas. En razón
de la rotación terrestre, este transporte de energía se efectúa en forma de
movimientos en torbellino a escalas variadas: anticiclones, depresiones,
ciclones y otros fenómenos. Las corrientes marinas nacen también de esta
repartición térmica desigual y se organizan a partir de movimientos en
torbellino, transportando hacia los polos la misma cantidad de calor que
la atmósfera. Sus desplazamientos son acelerados por los vientos, lo cual es
para la atmósfera una manera de restituir, mecánicamente, una parte de la
energía térmica extraída del océano por evaporación. La corriente del
Golfo, rama occidental de un vasto torbellino oceánico, es una manifesta-
ción de este transporte de calor efectuado por el océano.
Existe, entonces, un estrecho acoplamiento entre el océano y la atmós-
fera para repartir la energía solar sobre el planeta y asegurar el funciona-
miento del sistema climático. Los continentes y su vegetación juegan
también su papel a través de sus intercambios energéticos con la atmósfera,
30 ¿Porqué varía el clima?

aunque de manera más limitada y estática, y, en efecto, insignificantes en


la escala de tiempo que nos preocupa. La criosfera (cascos glaciales, bancos
de hielo, glaciares), tienen también un rol importante en la dinámica del
clima. Dotada de un fuerte poder reflejante, devuelve a la atmósfera la
mayor parte de la energía recibida. Cuanto más importante es la superficie
helada, menor es el calor que la Tierra absorbe. La criosfera constituye una
inmensa reserva de agua dulce. En un período glacial, el nivel del mar es
aproximadamente 120 metros más bajo que el nivel actual.

LAS VARIACIONES DEL SISTEMA CLIMÁTICO


La “máquina climática” es un sistema complejo con múltiples actores: el
Sol, la órbita de la Tierra alrededor del Sol, los continentes, el océano, la
atmósfera, la criosfera, la biosfera. Todos estos elementos evolucionan
permanentemente a velocidades que les son propias y muy diferentes. Toda
variación o perturbación en uno de ellos repercute sobre los demás, y cada
uno a su vez reacciona a su propio ritmo. El sistema climático tiende a un
equilibrio que no logrará jamás.
Tomemos un ejemplo: la Tierra gira en torno al Sol recorriendo un
elipse cuya forma y posición varían en el tiempo. Por otro lado, la energía
recibida del Sol y su repartición en la Tierra fluctúa en escalas de tiempo
de 10 a 100.000 años, lo cual explica la sucesión de períodos glaciales e
interglaciales.
Otro ejemplo a una escala de tiempo más larga aún sería la tectónica
de placas1, que no es ajena al clima particularmente caliente del cretáceo y
a su evolución ulterior. En efecto, la repartición de los continentes en el
globo modifica considerablemente el transporte de calor que efectúan las
corrientes marinas y los intercambios con la atmósfera.
A una escala de tiempo más próxima a las preocupaciones humanas,
podemos tomar el ciclo de las estaciones, con el cual estamos bien fami-
liarizados. Nos inquietamos por sus variaciones y nos gustaría poder
preverlas. Al mismo tiempo, nos interrogamos sobre el impacto del
aumento de los gases con efecto de invernadero sobre el clima del presente
siglo. En realidad, entre la duración de una estación hasta los millones de

1. La tectónica de placas es la teoría científica actualmente aceptada sobre el origen


de los continentes y del fondo del mar, que explica al mismo tiempo el movimiento
permanente de los continentes, la creación de las nuevas cuencas oceánicas y el origen
de los terremotos.
31

años se entremezclan toda una serie de causas de variabilidad de diferentes


medidas de tiempo, haciendo imposible todo equilibrio. De allí que la
previsión climática sea un arte sumamente delicado. A la escala de tiempo
que nos interesa, la “pareja” océano-atmósfera es la que aparece como el
regulador principal de las variaciones climáticas, y merece por lo tanto la
pena detenernos en este tema.

L A AT M Ó S F E R A
Puede parecer inútil preocuparse por el clima de los próximos meses o años,
cuando la experiencia repetida demuestra la capacidad limitada de la previ-
sión meteorológica. Actualmente, los servicios meteorológicos sólo anun-
cian previsiones a siete días; una previsión más allá de quince días parece
imposible. La previsión se basa, en efecto, sobre modelos construidos a
partir de las leyes físicas que gobiernan la dinámica de la atmósfera. A partir
del estado de la atmósfera en un momento dado, y según las mediciones
de las estaciones meteorológicas a través del mundo y de los satélites de
observación de la Tierra, el modelo calcula el estado de la atmósfera y, por
lo tanto, el tiempo que hará uno, tres o siete días más tarde. La previsión
combina así observaciones y modelos, pero es casi seguro que el estado de
la atmósfera en un momento dado es independiente de lo que era 15 días
antes. Por otra parte, sea cual fuere la calidad de las observaciones y de los
modelos, conocer la situación actual no nos informa nada sobre cómo será
en 15 días. Toda previsión de este tipo es imposible.
La imagen del meteorólogo Edward Lorenz, que se conoce como el
“efecto mariposa”, es muy ilustrativa: un movimiento de alas de una mari-
posa en China puede ser responsable, algunos días después, de un ciclón
en las Antillas. Dicho de otra manera, una previsión más allá de 15 días
necesita conocer, en un momento dado, el estado de la atmósfera en todos
sus puntos con una precisión equivalente a lo que representa un aleteo de
mariposa, lo cual es estrictamente imposible. En otras palabras, la atmós-
fera no tiene ninguna memoria; la información de hoy habrá totalmente
desaparecido dentro de 15 días.

EL OCÉANO
El océano, que tiene un tiempo de evolución más lento y por lo tanto una
mejor memoria, cumple un doble papel: entrega una fracción de su energía
a la atmósfera y distribuye la otra a todo el globo directamente a través de
32 ¿Porqué varía el clima?

las corrientes. En un punto dado, la cantidad de energía intercambiada con


la atmósfera depende de la temperatura de la superficie del océano y, por
lo tanto, de la cantidad de calor que éste ha transportado hasta ese punto.
La parcela de océano a considerar en los procesos climáticos depende de la
escala de tiempo elegida. Si se desean previsiones meteorológicas sólo hasta
2 semanas, los modelos necesitan solamente conocer la temperatura de la
superficie del océano para determinar los intercambios de energía entre éste
y la atmósfera. En ese lapso, la evolución de las temperaturas de la super-
ficie del mar es demasiado pequeña como para tener un impacto signifi-
cativo en estos intercambios, y sería inútil complicar los modelos haciendo
intervenir la dinámica oceánica.
Por el contrario, a nivel de las escalas climáticas es necesario considerar
la siguiente dinámica: el océano es el componente más lento e impone su
propio ritmo a la variabilidad climática. Si se desea conocer la evolución de
un mes a otro, de un año a otro (El Niño, por ejemplo) los primeros
cientos de metros del océano ecuatorial son preponderantes. Más allá de
esta escala de tiempo, debe considerarse la totalidad de la circulación oceá-
nica, de la superficie hasta el fondo; y este ciclo se demora varios siglos en
completarse. En efecto, el océano guarda en memoria durante cientos de
años la “huella digital” de los sucesos climáticos anteriores. Hasta cierto
punto, el clima actual depende del enfriamiento de la Tierra durante la
pequeña era glacial evocada anteriormente. Si bien el océano amortigua las
variaciones climáticas, restituye también los efectos decenas de años
después o incluso siglos más tarde.

EL NIÑO
Los océanos tropicales son los principales proveedores de energía a la
atmósfera. El más grande de ellos, el Pacífico, que en su parte ecuatorial
cubre casi la mitad de la circunferencia terrestre, tiene un papel prepon-
derante en la regulación del clima. Toda perturbación de su intercambio
con la atmósfera tiene repercusiones sobre el clima del conjunto del
planeta.
El Niño es la manifestación tangible de la variabilidad interanual del
clima (de la estación a algunos años), característica de la pareja atmósfera-
océano en el Pacífico tropical. Y es a esta escala que los seres humanos son
particularmente sensibles.
El hecho de que podamos a priori ligar eventos meteorológicos tan
33

diferentes como las inundaciones en el Perú y en África oriental, la sequía


en Australia, en la India y en Brasil o la disminución del número de
ciclones en el Caribe a un mismo fenómeno que se comienza a comprender
y predecir, constituye un descubrimiento esencial que dejaría esperar que
una previsión climática fuera posible. Esto explica el “éxito” del Niño en
los medios de comunicación, presentado como un mago maléfico, cuando
en realidad se trata solamente de un componente natural de la variabilidad
del clima. Para los investigadores, es un estudio de caso ideal para probar
la posibilidad de predecir el clima y de verificar la validez de los modelos,
en la medida en que el efecto, es decir la verificación experimental, sigue
de cerca la previsión. No obstante, antes de llegar allí, se ha recorrido un
largo camino que el lector merece conocer.
35

2
Historia de
un encuentro
entre el océano
y la atmósfera

EL NIÑO: ¿ÁNGEL O DEMONIO?


Desde hace algunos decenios, el fenómeno del Niño hace irrupción en
los medios de comunicación, que le otorgan un lugar cada vez más desta-
cado. Tal importancia parecería indicar una agravación del fenómeno, lo
cual repercute necesariamente en otra de las “estrellas” climáticas de los
medios de comunicación: el aumento del efecto de invernadero. Uno de
los primeros efectos de este último podría ser, justamente, el reforza-
miento del Niño. De ese punto de vista, los años 1997-1998 han sido
particularmente interesantes, en la medida en que hubo una conjunción
de los dos fenómenos. Micrófonos y cámaras se orientaron hacia Kyoto,
donde se desarrollaba la conferencia internacional sobre los cambios
climáticos, cuyo objetivo era reducir las emisiones de gases con efecto
invernadero. En ese mismo momento, El Niño, presentado como El
Niño del siglo, llegaba a su apogeo con su cortejo de catástrofes: sequía
e incendios en Indonesia, inundaciones en América del Sur y en el cuerno
de África.

L O S P E S C A D O R E S D E PA I TA
O EL NIÑO DEL PRIMER TIPO
El Niño es el nombre afectuosamente dado en castellano al niño Jesús (el
niño Dios). Extrañamente, parecería una blasfema que los cristianos
36 Historia de un encuentro entre el océano y la atmósfera

asocien el nombre del Salvador a una avalancha de catástrofes. ¿Cómo se


llegó a tal asociación “contra natura”?
El Niño hace su entrada en el ámbito científico en 1891 gracias a la
joven Sociedad Geográfica de Lima. Muchos de sus miembros habían
quedado muy impresionados por la amplitud de la época de lluvias, que ese
año se extendió desde febrero a abril. Lluvias diluvianas cayeron en la
región costera desértica del norte del Perú, produciendo estragos en Piura
y en el puerto de Paita. El puente sobre el río Piura, construido en 1870,
sucumbe a la creciente excepcional, tras haber resistido a cuatro grandes
crecidas desde su creación. Estos geógrafos son los primeros en asociar las
precipitaciones excepcionales con la presencia simultánea, a lo largo de la
costa, de aguas anormamente calientes. Traídas por una corriente marina
de norte a sur, estas aguas son fácilmente identificables por los restos que
acarrean desde el golfo de Guayaquil: hojas de palmera, plátanos, troncos
de árboles, cadáveres de caimanes, etc. El capitán Camilo Carrillo, un
experto marino, vincula estas observaciones a una corriente costera cono-
cida por los pescadores de Paita como “la corriente del Niño”, simplemente
porque esa corriente aparece casi anualmente en la época de Navidad. Ella
coincide con la época de las lluvias y es bienvenida en la región árida, espe-
cialmente para la ganadería y el cultivo del algodón. Los pescadores, que
practican una pesca artesanal, aprovechan esta corriente caliente pues les da
acceso a especies tropicales muy apreciadas: dorados, albacoras y bonitos,
pulpos, langostinos y otros peces. Para ellos, El Niño es una bendición, o
paganamente hablando, el Papá Noel… A veces, sin embargo, su genero-
sidad es tan desbordante que provoca estragos, como en 1891. Los incon-
venientes no conciernen los recursos propiamente dichos (pesca,
agricultura, ganadería), sino las infraestructuras. Es el desarrollo de las
actividades económicas e industriales de la población y su inserción en el
circuito comercial que van progresivamente a “diabolizar” el niño Dios, ya
que la disminución de la biomasa de anchovetas no tuvo ningún efecto
negativo mientras su explotación permaneció muy inferior a su potencial.

ALFONSO PEZET O EL NIÑO DEL SEGUNDO TIPO


En nombre de la Sociedad Geográfica de Lima, Alfonso Pezet vuelve a
tomar los datos de sus colegas para presentar en Londres en 1895 una
ponencia: “The Countercurrent El Niño on the Coast of Northern Peru”.
Es una fecha histórica. Primero, porque marca el reconocimiento científico
37

de la corriente El Niño y segundo porque pone de manifiesto su variabi-


lidad con la aparición de crecidas excepcionales como la de 1891. Pezet
escribe: “A pesar de que aquí o allá se encuentran cada año evidencias de
una corriente que viene del norte a lo largo de la costa, este año, ésta fue
particularmente visible y sus efectos particularmente sensibles, sobre todo
en las temperaturas de esta región del Perú, en razón de la corriente caliente
que bañaba la costa”. Por último, Pezet vincula El Niño con el clima y
escribe: “Que esta corriente caliente sea la causa de abundantes precipita-
ciones en una región árida del Perú, aparece como un hecho”. Los estudios
posteriores indican que no existe una relación directa entre las lluvias y la
corriente caliente, pero sí que ambos resultan de un mismo fenómeno a
escala del Pacífico ecuatorial. Sin embargo, el artículo de Pezet planteaba
ya la cuestión de las relaciones entre el océano y la atmósfera en el sistema
climático. La respuesta será dada 70 años más tarde por Jacob Bjerknes.
Consciente del carácter excepcional del Niño en 1891, Víctor
Eguiguren investiga en los archivos de las misiones españolas para encon-
trar la traza de episodios lluviosos análogos. Sus investigaciones lo
conducen hasta 1578, año particularmente devastador. Establecer un censo
sobre diez años de lluvias extremadamente copiosas en los cien años que
preceden a 1891: 1790, 1804, 1814, 1828, 1845, 1864, 1871, 1877,
1878, y 1884. Para Víctor Eguiguren, estos años lluviosos se deben al
avance inhabitual de las aguas calientes de la corriente El Niño, como en
1891, ¡y tiene razón! A tal punto, que la apelación El Niño quedará reser-
vada solamente para los eventos excepcionales, desposeyendo de esa manera
a los pescadores de Paita de su relación particular con un dios más bien
bondadoso. De esta manera, se puede decir que le debemos a los honora-
bles miembros de la Sociedad Geográfica de Lima, y gracias a lo ocurrido
en 1891, la aparición de un segundo tipo de El Niño, visto esta vez como
un fenómeno oceánico excepcional y amenazador.

EL NIÑO DE LA ABUNDANCIA
Si bien es cierto que desde esa época los investigadores han buscado en el
pasado, lo hacen para tratar de predecir los futuros El Niño. El biólogo
norteamericano Robert Murphy fue testigo de la “cosecha 1925”, que
considera como la más productiva desde 1891 y que describe como “El
Niño de la abundancia”. Cita además otros escritos de testigos del evento
de 1891, que lo describen como un paraíso totalmente opuesto a la presen-
38 Historia de un encuentro entre el océano y la atmósfera

tación apocalíptica que de él se hace actualmente: “ El mar está lleno de


maravillas y la tierra más aún. El suelo está cargado de agua por las fuertes
lluvias y en algunas semanas toda la región está cubierta de abundantes
praderas. El crecimiento natural de los rebaños es de casi el doble y el
algodón puede plantarse donde en años pasados la vegetación parecía
imposible.”
Es la explotación del guano y luego de ciertos recursos marinos que
ensombrecerá esta reputación, haciendo del Niño una catástrofe econó-
mica, a veces con razón, otras no, especialmente en lo que concierne a la
pesca, donde sirve de chivo expiatorio para ocultar los efectos de la sobre-
explotación del recurso.

L A E X P LOTAC I Ó N D E L G UA N O
El guano es un abono producido por los excrementos de miles de aves
marinas que se concentran en las islas frente a la costa del Perú. Esta proli-
feración de aves se explica por la abundancia de sus presas, las anchovetas
que, por su parte, se alimentan de plancton, abundante en esas aguas fértiles.
En efecto, igual que en la tierra, ciertas regiones del océano constituyen
verdaderos desiertos, mientras que otras se benefician de aportes masivos de
nutrientes, ofreciendo buenas condiciones para la floración planctónica.
Estas regiones constituyen verdaderas “praderas” marinas, donde los peces
encuentran una alimentación abundante. Las zonas oceánicas fértiles son
aquéllas en las que las aguas profundas, frías y ricas en elementos minerales,
suben a la superficie. Esto es lo que se produce en el Pacífico frente a las
costas del Perú y California y, en el Atlántico, frente a la costa occidental de
África : Mauritania y Senegal al norte, Namibia y África del Sur al sur. A
lo largo de estas costas, los vientos alisios llevan las aguas de superficie hacia
alta mar, creando un “vacío” de agua en el mar costero, que se llena por el
ascenso de aguas profundas. Este fenómeno es conocido con el nombre de
“upwelling”, que en inglés significa “afloramiento” o “surgencia” de aguas
(ver el capítulo 3, figura 3.6). En el Perú, las anchovetas representan un
verdadero festín para los millones de pájaros marinos que anidan y viven en
las islas, donde producen el precioso guano. Su exportación ha constituido
una fuente importante de divisas para el Perú.
La explotación del guano se intensificó hacia finales del siglo XIX y, en
1909, el gobierno peruano creó una empresa nacional encargada del
control de esta actividad. El guano llegó a ser un recurso de primera impor-
39

tancia y, consecuentemente, quienes lo explotaban constituyeron un grupo


de presión para quien El Niño llegó a ser un enemigo. Primero porque las
lluvias abundantes lavaban los excrementos de las aves marinas, disminu-
yendo así el recurso. Luego, porque la invasión de aguas calientes obligaba
a las anchovetas a emigrar hacia el sur o hacia aguas más profundas para
encontrar un biotopo favorable. Las aves marinas se veían de esta manera
condenadas, en el mejor de los casos, a un régimen alimenticio más bien
severo y, en el peor, a una hambruna mortal. Son las grandes víctimas del
Niño… El episodio de 1957-1958 provocó una disminución de la mitad
de la población de aves y 15 millones desaparecieron. Por otra parte, esta
situación inspiró a algunos recién llegados a escena: los pescadores indus-
triales.

LA PESCA INDUSTRIAL Y LA HARINA DE PESCADO


Después de la segunda guerra mundial, dos factores pusieron término a la
presión del grupo del guano, que bloqueaba el desarrollo de la pesca indus-
trial suceptible, por su lado, de reducir la alimentación de las aves marinas
productoras de guano. El primer factor fue la competencia con el salitre de
Chile: la producción de guano disminuye y con ella el ingreso de divisas;
naturalmente, la fuerza del grupo de presión decrece. Por otra parte,
aparece el consumo de la harina de pescado. En efecto, la cría de pollos y
la ganadería norteamericanas llegaron a transformarse –forzadas por la
ambición y la rentabilidad– en aficionados obligados de la harina de
pescado. La producción de sardinas de California se había desplomado
durante la guerra, cuando las cuotas de pesca dejaron de ser respetadas. En
su novela Sweet Thursday, John Steinbeck escribe con humor: “Las conser-
veras participan en la guerra al no respetar la reglamentación y capturando
todos los peces. Lo hacían por patriotismo, pero eso no resucitó los peces.
Como las ostras de Alicia en el país de las maravillas : ‘nos habíamos comido
todo’.” Las miradas se dirigen entonces hacia el Perú . El gobierno peruano
levanta las medidas de protección impuestas por el grupo de presión del
guano y la pesca industrial toma auge: las capturas pasan de menos de
100.000 toneladas a principios de los años 50 a más de 10 millones en
1970-1971. Para evitar una competencia “desleal”, algunos proponen
incluso, en los años 60, exterminar las aves marinas a fin de mantener su
población al nivel más bajo posible –compatible con la conservación de la
biodiversidad– y aumentar así la producción de harina de pescado. En
40 Historia de un encuentro entre el océano y la atmósfera

1970, ésta representaba más de un tercio de la producción mundial. Fue


entonces cuando surgió El Niño y, en 1973, la captura descendió a un
millón y medio de toneladas, para regocijo esta vez de los productores de
soja, que tomaron el relevo de la harina de pescado en el mercado. No se
buscaba saber a quién beneficiaba el crimen, sino solamente designar el
culpable: El Niño, chivo expiatorio que ocultaba la responsabilidad de la
pesca industrial que, de 1962 a 1971, capturó en promedio 9 millones de
toneladas por año en una biomasa evaluada en 20 millones de toneladas.
El impacto del Niño es doble. La masa de agua caliente que trae cubre
las aguas frías y fértiles, hábitat natural de la anchoveta, que se ve obligada
a emigrar, escapando así a las redes pesqueras. La captura disminuyó de
manera importante (en 1982-1983 fue inferior a 100 mil toneladas), lo que
permite proteger el stock. No obstante y en contrapartida, las condiciones
necesarias para la reproducción del stock son menos favorables: las larvas
y los juveniles encuentran dificultad para sobrevivir a causa de la dismi-
nución de la producción primaria resultante de la invasión de aguas
calientes poco fértiles. Sin embargo, después del Niño histórico de 1982-
1983 y del más moderado de 1986-1987, el stock logró reconstituirse y la
captura volvió a aumentar, superando los 6 millones de toneladas entre
1992 y 1996 y alcanzando los 10 millones en 1994 (e ignorando sobera-
namente el evento del Niño, versión 1992-1994). Esto indica que la pesca
no está únicamente regulada por El Niño, sino también por otro tipo de
variable climática que actúa a escala del decenio, y, evidentemente, por la
actividad pesquera. Las consecuencias del suceso 1997-1998 son particu-
larmente interesantes (ver el capítulo 7).

LA OSCILACIÓN AUSTRAL Y EL MONZÓN ÍNDICO


Paralelamente al descubrimiento del Niño, percibido como un fenómeno
marino local, existe otro fenómeno atmosférico: la “oscilación austral”.
Los avances del conocimiento deben mucho a la curiosidad de algunos
súbditos de Su Majestad Británica, que desarrollaron en todo el mundo una
serie de observatorios, especialmente meteorológicos, particularmente inte-
resantes. La historia comienza en 1877, año en que la fragilidad del
monzón provoca una terrible sequía en la India, causando una hambruna
que provoca la muerte de varias decenas de miles de personas. Ese mismo
año, un período de “seca” se abate sobre el noreste brasileño, resultado en
la muerte de 500.000 personas, de las cuales 100.000 en Fortaleza. Al año
41

siguiente, la sequía que afecta la Nueva Caledonia se considera como una


de las causas de la gran revuelta canaca.
En ese entonces, la meteorología era todavía una ciencia balbuceante.
Henry Blanford, “el primer periodista meteorológico del mundo”,
nombrado en la India, llama la atención entonces sobre el hecho de que
este suceso corresponde a una elevación anormal de la presión atmosférica.
Aunque el suspenso de la historia se rompa, hemos de notar que 1877 es
uno de los años particularmente lluviosos en el Perú, repertoriado como
año del Niño por Eguiguren. Utilizando las observaciones de la zona indo-
pacífica (isla Mauricio, Australia , Nueva Zelandia), Blanford demuestra
que la anomalía de la presión constatada en la India se extiende a toda la
región y que la sequía castiga también a Australia. El propio Blanford y sus
sucesores tratan de relacionar este descubrimiento con otros eventos precur-
sores del monzón. Intentan, sin mucho éxito, establecer una relación con
la manchas solares y con las precipitaciones de nieve en el Himalaya en los
meses precedentes al monzón.
Gilbert Walker, director de los observatorios de la India de 1904 a
1924, logra dar el paso decisivo, gracias a sus conocimientos en matemá-
ticas. Aunque sin disponer del menor computador, Walker se beneficia de
una mano de obra pletórica que transforma en “calculadores” humanos y
busca sistemáticamente las correlaciones entre el monzón y las observa-
ciones meteorológicas en todo el mundo. Establece así en 1909 la primera
fórmula de predicción del monzón:
precipitaciones del monzón índico = – 0.20 (precipitaciones en el
Himalaya) – 0.29 (presión en la isla Mauricio) + 0.28 (presión media
en América del Sur) – 0.12 (precipitaciones en Zanzíbar).
Walker procede de la misma manera para prever las crecidas del Nilo, así
como las precipitaciones en Australia. Sintetizando estas relaciones esta-
dísticas, pone en evidencia tres oscilaciones coherentes de parámetros de la
atmósfera entre las grandes regiones de la superficie de la Tierra. Define la
oscilación austral como un movimiento de báscula entre presiones y preci-
pitaciones de la zona indo-pacífico (desde Egipto hasta Australia) y la
presión en la región del Pacífico. A un aumento de la presión y a una dismi-
nución de las precipitaciones en el océano Índico corresponde una dismi-
nución de la presión en el Pacífico y recíprocamente. Para América del Sur,
Walker dispone de datos de Chile, Argentina, Brasil y Paraguay. Si hubiera
tenido información sobre el Perú, habría probablemente relacionado la
42 Historia de un encuentro entre el océano y la atmósfera

oscilación austral con El Niño. Define también el mismo tipo de oscila-


ciones en el Atlántico norte, entre las Azores e Islandia (North Atlantic osci-
llation), y en el Pacífico norte, entre Hawaii y Alaska (North Pacific
oscillation). Sobre la base de relaciones estadísticas establece además un
Índice de Oscilación Austral (South Oscillation Index), definiendo el juego
de báscula de la atmósfera entre el Índico y el Pacífico, lo cual ofrece una
herramienta de previsión del monzón. Actualmente se utiliza un índice
simplificado: la diferencia de presión atmosférica entre Tahití y Darwin (ver
Índice de Oscilación Austral, capítulo 4, figura 4.1). Walker, que echa de
esta manera las bases de una previsión meteorológica a largo plazo, no logra
sin embargo convencer a sus conciudadanos. La capacidad predictiva de sus
relaciones era modesta y las propias relaciones algo heteróclitas. Además,
eran puramente estadísticas, sin que ningún mecanismo físico o hipótesis
le dieran un sentido.
La pérdida de interés por la oscilación austral dura hasta 1957-1958,
Año Geofísico Internacional (IGY). No obstante, la polémica hubiera
podido surgir nuevamente en 1933, si los trabajos de John Leighly
hubieran tenido mejor eco. Leighly asocia las diferencias de presión entre
las dos riberas del Pacífico ecuatorial con las condiciones oceánicas y mete-
orológicas del Pacífico tropical, y observa que, mientras más fuerte es el
gradiente de presión atmosférica entre el este y el oeste en el Pacífico
central, los alisios soplan con más fuerza, las temperaturas del mar son más
bajas, las precipitaciones son menos abundantes y viceversa. En realidad,
Leighly está describiendo ENSO. Walker se interesa por el monzón del
océano Índico, Leighly por el clima de las islas Marquesas, y ambos hablan
del mismo mecanismo, la oscilación austral. Pero en aquella fecha nadie
había hecho todavía la conexión.

EL AÑO GEOFÍSICO INTERNACIONAL EN 1957-1958


La intuición de Leighly resulta aún más sorprendente si se considera que
dispone de pocos datos sobre la temperatura de la superficie océanica.
Porque el problema está ahí; el océano que los navegantes conocen tan
bien, es para los investigadores una verdadera terra incognita, si cabe utilizar
esta expresión. La exploración de la atmósfera se ha ido haciendo natural-
mente: vivimos inmersos en ella y medimos directamente sus caprichos
cuando sufrimos sus efectos en las actividades agrícolas, económicas o de
esparcimiento.
43

La meteorología llegó a ser considerada como una ciencia en el


siglo XVII, con el desarrollo de los instrumentos para medir la temperatura,
la presión, la humedad, la velocidad y la dirección del viento y con la crea-
ción de los observatorios meteorológicos. A Ferdinando II de Médicis se le
debe la primera red meteorológica. A partir de 1653, financia la construc-
ción de termómetros, barómetros e higrómetros para beneficio de sabios
reputados de 11 ciudades de Europa. Esta red funciona hasta que el
Vaticano, desconfiado y celoso de las iniciativas del Gran Duque, lo obliga
a disolver en 1667 La Academia del Cimento, fundada diez años antes para
estudiar los fenómenos naturales. Su red de observaciones meteorológicas
no pudo sobrevivir este golpe.
Durante largo tiempo, la meteorología se mantuvo como una rama
menor de la física. El Observatorio Real de París, creado en 1670, se preo-
cupó más por la nobleza del movimiento de los astros que por las peripe-
cias caprichosas de este mundo sublunar. Sin razón aparente, las
observaciones meteorológicas se interrumpieron entre 1754 y 1785.
Utilizando la terminología actual, se podría decir que para los físicos, la
meteorología era una “ciencia blanda”, comparada con la astronomía que,
gracias a Isaac Newton y a Simon Laplace, era tratada matemáticamente,
permitiendo calcular con precisión la trayectoria de los planetas. La física
traía orden en el universo, mientras que la meteorología ofrecía, a priori,
una imagen de desorden, a tal punto que Auguste Comte la excluyó de su
clasificación de las ciencias, por indisciplinada, podría decirse…
Cien años más tarde, sin embargo, la ciencia de los sistemas dinámicos
no lineares o “sistemas caóticos” popularizados por Lorenz y su célebre
efecto mariposa nace de la meteorología. No es extraño entonces que sea
un naturalista, Jean-Baptiste de Monet, Señor de Lamarck, y no un físico
quien publique un Annuaire météorologique a partir de 1799 y que
proponga en 1807, sin éxito, la creación de una Oficina Central
Meteorológica.
El detonador aparece en 1850 con la creación de sociedades eruditas
de meteorología, con la utilización del telégrafo eléctrico de Morse para la
transmisión de observaciones y “gracias” a la destrucción de la flota aliada
que asediaba Sebastopol durante la guerra de Crimea, provocada por una
tempestad el 14 de noviembre de 1854. Según Urbain Le Verrier, director
del Observatorio de París, esta derrota podría haber sido evitada si se
hubiese dispuesto de una red internacional de observaciones meteoroló-
44 Historia de un encuentro entre el océano y la atmósfera

gicas. A partir de 1858, el Observatorio de París publica cotidianamente un


Bulletin météorologique international, y cada país crea sus propios servicios
meteorológicos. La cooperación internacional se organiza (congresos inter-
nacionales en Leipzig en 1872, en Viena en 1873 y en Roma en 1879) para
llegar, en 1879, a la creación del Comité Internacional de Meteorología,
antecesor de la actual Organización Meteorológica Mundial (OMM). Así,
en 1877, cuando comienza la historia de la oscilación austral, ya existe una
ciencia meteorológica y un conjunto de redes de observación.
En lo que respecta el océano, nada equivalente existía en ese entonces.
El océano no constituye un objeto de investigación. La circular enviada el
17 de agosto de 1852 por los fundadores de la Sociedad Meteorológica de
Francia a los eruditos de la época resulta significativa. “De las tres grandes
ramas del campo de la física terrestre, sólo la geografía y la geología han
logrado hasta el presente crear en Francia un centro donde converjan todas
las informaciones resultantes del estudio de estas ciencias, para luego irra-
diarlas al exterior gracias a una gran publicidad. Situada entre ellas, y
sirviéndoles de enlace natural, la meteorología carece aún de ese poderoso
medio de acción y de progreso.” El océano, por su parte, que cubre 70 %
del planeta, no tiene derecho a pertenecer a la física terrestre… En el
siglo XIX, el océano es exclusivamente una base desde donde se ejerce el
poder para la conquista y el comercio.
Las primeras campañas oceanográficas, como la de la embarcación
británica Challenger, que recorre los océanos de 1873 a 1876, responden
más a una vocación marítima y colonial que a una preocupación científica,
incluso si al final la cosecha científica fuera fructuosa. Alemania y Holanda
organizan también campañas similares, contribuyendo así a la explora-
ción de sus respectivas colonias. Hasta la segunda guerra mundial, la inves-
tigación oceanográfica es de tipo nacional: la competencia es más
importante que la cooperación internacional. Solamente en 1960 se crea
en el seno de la UNESCO la Comisión Oceanográfica Intergubernamental
(COI): 80 años después del primer Comité Internacional de
Meteorología… Ochenta años que dan una idea de la distancia existente
hasta esa fecha entre el conocimiento de la atmósfera y el desconocimiento
del océano. Durante el Año Geofísico Internacional de 1957-1958 se
reconoce la oceanografía física como una rama de la física terrestre. Esta
exploración del planeta se organiza en un momento de actividad solar
máxima, actividad que es la fuente de diversos fenómenos magnéticos
45

contrastados. Sesenta y siete países, cubriendo todas las disciplinas de las


ciencias de la tierra, se reunieron entonces y, por la primera vez, los océanos
son objeto de observaciones sistemáticas, simultáneas y coordinadas. La
zona ecuatorial del Pacífico, las islas Galápagos hasta Nueva Guinea reciben
una atención especial. El Niño, magnánime, se manifiesta con una viru-
lencia inusitada y desconocida desde 1941. La comunidad científica
descubre así que la invasión de aguas calientes cubre el conjunto de la
región ecuatorial hasta el meridiano 180°. El Niño ha cambiado de
escala… Los investigadores descubren también que los alisios son reducidos
y que las precipitaciones son abundantes en el Pacífico ecuatorial central,
confirmando así el resultado olvidado de Leighly. Ya no se puede eludir más
la cuestión: ¿existe una relación de causa a efecto entre el océano, con sus
anomalías cálidas (El Niño) y la atmósfera, con sus perturbaciones a escala
del Pacífico (la oscilación austral)?
Recapitulemos. La oscilación austral pone en evidencia un juego de
báscula de la atmósfera en la región indo-pacífico, que se puede resumir de
la siguiente manera: mientras más elevada es la presión en el Pacífico, más
disminuye en el océano Índico y recíprocamente. El monzón índico es afec-
tado por esta oscilación puesto que a presiones elevadas en el océano Índico
corresponde un decaimiento del monzón, que puede tener consecuencias
extremadamente importantes. Las mediciones efectuadas durante el Año
Geofísico Internacional 1957-1958 muestran que este programa, identifi-
cado como IGY, se desarrolló en el curso de una fase de baja presión en el
Pacífico, por lo tanto de alta presión en el Índico. Este valor bajo del índice
de oscilación austral corresponde a un episodio del Niño que no se confi-
naba únicamente a las costas de América del Sur. Partiendo de los resul-
tados confirmados por El Niño de 1965-1966, Bjerknes propone un
esquema simple de interacción entre el océano y la atmósfera asociando los
dos fenómenos, El Niño y de la oscilación austral. Para comprender bien
esta interacción es necesario conocer las grandes líneas de la circulación
atmosférica y oceánica en la región tropical.
47

3
La pareja
océano-atmósfera

LA ROTACIÓN DE LA TIERRA Y LA FUERZA DE CORIOLIS


El océano y la atmósfera, los dos principales actores de la aventura climá-
tica, son dos fluidos cuya dinámica está regida por las mismas fuerzas: la
fuerza de gravedad y la presión. Si la Tierra no girara sobre ella misma, los
vientos soplarían directamente desde las altas presiones polares hacia las
bajas presiones ecuatoriales (y lo mismo ocurriría con las corrientes
marinas), mientras que el aire caliente se elevaría por encima del Ecuador,
volviendo hacia los polos por la parte alta de la troposfera, evacuando de
esa manera una parte del exceso de calor.
Nuestros sentidos no nos ofrecen ningún indicio de esta rotación que
nos lleva, sin embargo, a 1.700 kilómetros por hora. Resulta más natural
imaginar que son los astros los que se desplazan alrededor de una Tierra
inmóvil. El astrónomo polaco Nicolas Copérnico publicó en 1542 su
concepción de un sistema en el que la Tierra no es el centro del mundo,
sino un simple satélite que gira en torno al Sol como un trompo.
Trescientos años serán necesarios para que la rotación de la Tierra sobre su
eje quede demostrada experimentalmente. En 1851, el físico francés León
Foucault suspende de la cúpula del Panteón, en París, un péndulo de 28
kilos de un hilo de 67 metros de largo. Una daga marca su trayectoria en
la arena. El observador constata que el plano de oscilación del péndulo
efectúa una vuelta completa en el sentido de las agujas del reloj en 32 horas.
48 La pareja océano-atmósfera

Esta experiencia, realizada con un péndulo de menor importancia, se puede


observar actualmente en el Conservatorio Nacional de Artes y Oficios de
París.
Quedó así demostrada la rotación de la Tierra, y su efecto en el movi-
miento de los cuerpos: aquí, el plano de oscilación del péndulo pareciera
rotar en relación a la Tierra, mientras que en realidad es la Tierra la que gira
en torno al plano del péndulo. En mecánica, un movimiento se asocia
generalmente con la fuerza que lo genera. Así, una manzana que cae de un
árbol se asocia con la fuerza de gravedad, y lo mismo para los satélites que
giran en torno a la Tierra. Por analogía, se “inventó” una fuerza para
traducir la influencia que la rotación terrestre ejerce sobre los movimientos
de los cuerpos: la fuerza de Coriolis, llamada así por el matemático francés
Gaspard Coriolis que, en 1836, le da su explicación matemática. Esta
fuerza, que se aplica a todo cuerpo en movimiento sobre un sólido en rota-
ción, desvía el cuerpo en movimiento hacia la derecha en el hemisferio
norte y hacia la izquierda en el hemisferio sur. Máxima en los polos y nula
en el ecuador, esta fuerza es casi insignificante en la superficie de la Tierra,
comparada con otras fuerzas. Si bien en la autopista estamos sometidos a
ella, sin darnos cuenta, no es responsable en caso de accidente, como
tampoco si se falla al tiro al blanco disparando con una carabina… Sin
embargo, la fuerza de Coriolis es importante en trayectorias largas y en
movimientos lentos y continuos como son las corrientes atmosféricas y
marinas. Tres ejemplos nos permitirán ilustrar mejor el efecto Coriolis.
A principios de les siglo XX, el noruego Fridtjof Nansen observó,
durante su periplo por el océano Ártico, que los bancos de hielo no derivan
siguiendo la línea de la dirección del viento, sino hacia la derecha del
mismo. Por su parte, el sueco Walfrid Ekman propuso las bases teóricas de
esta observación mostrando que una corriente de superficie se desplaza a
la derecha de la dirección del viento en el hemisferio norte y a la izquierda
en el hemisferio sur.
Imaginemos ahora un objeto lanzado desde lo alto de la torre Eiffel.
Éste no toca el suelo a la vertical del punto de partida, sino que aterriza una
decena de centímetros más al este. ¿Por qué? Simplemente porque el
extremo superior de la torre describe en 24 horas un círculo más grande
que el descrito por su base; el extremo superior se desplaza, por lo tanto,
más rápidamente. El objeto así lanzado “sin velocidad inicial” aparente
tiene, en realidad, una velocidad en relación al suelo dirigida hacia el este.
49

Durante los 8 segundos de su caída, el objeto continúa desplazándose


hacia el este en relación al suelo.
El lanzamiento de un cohete desde el ecuador en dirección al polo
norte nos ofrece un último ejemplo. Cuando el proyectil deja su base, a su
velocidad de tiro hacia el norte se superpone un desplazamiento hacia el
este. A pesar de que la velocidad hacia el este de la superficie de la Tierra
sea máxima en el ecuador, el cohete parece ir en línea recta puesto que allí
va a la misma velocidad. Desplazándose hacia el norte conserva esa velo-
cidad de origen mientras que, a sus pies, la Tierra gira a una velocidad
decreciente. En relación a la Tierra, el cohete se desplaza no solamente hacia
el norte, sino también hacia el este a una velocidad cada vez mayor.
Las grandes líneas de circulación atmosférica y oceánica resultan del
equilibrio entre las fuerzas de presión y la fuerza de Coriolis. Este equili-
brio, llamado “geostrófico”, implica que estas dos fuerzas tienen en un
momento dado intensidad igual y dirección opuestas. La fuerza de presión
siempre está orientada desde las altas hacia las bajas presiones, mientras que
la fuerza de Coriolis es perpendicular a la velocidad. En un punto de equi-
librio, la velocidad es necesariamente perpendicular al gradiente de presión
(tangente a las isobaras) y no en el sentido de las variaciones de presión,
como sería si la Tierra no girara (ver figura 3.1). De esta manera, en el
hemisferio norte, el viento gira en el sentido de las agujas del reloj alrededor
de los anticiclones –centros de alta presión atmosférica– y en el sentido
inverso alrededor de las depresiones. En el hemisferio sur se produce lo
contrario. Y lo mismo ocurre con las corrientes oceánicas.

EL ECUADOR METEOROLÓGICO Y LA CIRCULACIÓN


MERIDIANA: LAS CÉLULAS DE HADLEY
A ambos lados del ecuador existen anticiclones o zonas de alta presión
atmosférica permanentes. Su posición e intensidad varían con las esta-
ciones: se refuerzan y suben en latitud durante el verano del hemisferio
donde se encuentran. En el Atlántico, se trata del anticlón de las Azores,
que origina el buen tiempo de verano en Europa occidental, y en el hemis-
ferio sur del anticlón de Santa Helena. Otras estructuras equivalentes
existen en el Pacífico produciendo las altas presiones de California, al
norte, y las de la isla de Pascua, al sur.
Los vientos giran alrededor de estos anticiclones. La vertiente ecuato-
rial constituye los alisios del sector, cuya constancia fuera muy apreciada
50 La pareja océano-atmósfera

D
960 hPa

Fuerza
de presión Fricción

985 Pa del viento

Fuerza de Coriolis

Figura 3.1
Campo de presión, fuerza de Coriolis
y vientos en el hemisferio norte
Sin la rotación terrestre, los vientos soplarían desde
las altas hacia las bajas presiones (D). Pero, la fuerza
de Coriolis debida a la rotación de la Tierra desvía los vientos
hacia la derecha en el hemisferio norte y hacia la izquierda
en el hemisferio sur. A causa del equilibrio geostrófico,
la fuerza de presión iguala la fuerza de Coriolis y el viento es
tangente a los isobaras. En el hemisferio norte, los vientos
giran en el sentido de la agujas del reloj alrededor
de las altas presiones y en sentido inverso alrededor de las
bajas presiones. En el hemisferio sur sucede lo contrario.

por los navegantes durante en sus viajes por el mundo. Los ingleses, prag-
máticos y buenos marinos, bautizaron estos vientos como “trade winds” o
vientos del comercio. Los alisios del norte y del sur convergen en una
línea denominada zona de convergencia intertropical (ZCIT) o “ecuador
meteorológico” (ver figura 3.2). Se trata del famoso “pot au noir”, angustia
no sólo de los navegantes, pues podían quedarse detenidos e inmóviles en
aquella zona durante varias semanas, sino también de los pioneros de la
aviación transoceánica que encontraban fuertes turbulencias, particular-
mente peligrosas para sus frágiles aparatos. A lo largo de esta ZCIT, el
encuentro de los alisios, cargados de humedad océanica, produce movi-
mientos ascendentes de masas de aire que generan turbulencias y precipi-
taciones intensas cuando el vapor de agua se condensa, a medida que el aire
ascendente pierde presión a mayor altitud. Los alisios transforman su
51

60° N

150° E
150° O
Trópico de Cáncer
ZCIT verano boreal

ecuador
ZCIT invierno boreal

Trópico de Capricornio
90° O 30° O 0° 30° E 90° E

60° S

Figura 3.2
Posición de la zona de convergencia
intertropical (ZCIT) o “ecuador meteorológico”
durante las dos estaciones
Los alisios del noreste en el hemisferio norte, y del sureste
en el hemisferio sur, desviados por la fuerza de Coriolis, soplan
hacia el oeste. Ambos confluyen hacia una zona de calmas
ecuatoriales, “ecuador meteorológico”, llamado “pot au noir”
en la época de la navegación a vela, debido al tiempo cubierto
y a la ausencia de viento experimentada por los marinos.

energía cinética horizontal en energía cinética vertical, de modo que en la


superficie oceánica –y en detrimento de los navegantes– los vientos en estas
regiones donde el aire asciende son reducidos.
En altitud, este flujo ascendente diverge hacia el norte y hacia el sur.
Una vez enfriado y seco, el aire vuelve a descender (subsidencia) a las
regiones subtropicales, a la altura de los 30° de latitud, provocando situa-
ciones anticiclónicas (zonas de altas presiones atmosféricas). Este anillo de
circulación meridiana que se establece entre el ecuador meteorológico
(zona de baja presión) y el corazón de los anticiclones, tanto al norte como
al sur, recibe en el nombre de “célula de Hadley” (ver figura 3.3). Aunque
perturbado por los monzones, este esquema de circulación se produce
también sobre los continentes en todo el globo. Las zonas de subsidencia
corresponden a climas secos, que originan los grandes cinturones desérticos
de ambos hemisferios, tales como el Sáhara y el Mojave, al norte, y el
Kalahari y el Atacama, al sur.
52 La pareja océano-atmósfera

ZCIT

Célula de Hadley

Célula de Walker

Figura 3.3
Circulación atmosférica intertropical
de Hadley y de Walker
En la región subtropical, la circulación atmosférica a gran
escala puede ser descompuesta en una circulación meridiana
(norte-sur o sur-norte), con dos “células de Hadley”
(una al norte y la otra al sur del ecuador) y una circulación
longitudinal (este-oeste o oeste-este) con, por encima
de los océanos, las células de Walker. Esta es una manera
simple de presentar la misma circulación tridimensional
de Hadley-Walker, que se caracteriza por zonas de ascenso,
por lo tanto de lluvias, cerca del ecuador y al oeste
de los océanos (Indonesia, Amazona) y zonas de descenso de
aire seco en la región tropical al este de los océanos y sobre
los continentes vecinos. Estas zonas están marcadas
por la cintura de los grandes desiertos: en el hemisferio norte,
los desiertos de México-Texas-Arizona, del Sáhara, Mojave y
de Gobi (de origen más complejo debido a su proximidad
al Himalaya) y, en el hemisferio sur, los desiertos del altiplano
andino, el de Kalahari y el desierto australiano.

Los navegantes supieron siempre sacar buen partido de esta configu-


ración de vientos. A la cabeza de una flotilla portuguesa, Vasco de Gama
busca la ruta de las Indias entre 1497 y 1499 y demuestra contar ya
entonces con un excelente conocimiento del régimen de los vientos del
Atlántico. En lugar de seguir una ruta directa y permanecer inmóvil por
falta de viento frente a las costas de África en el “pot au noir”, navega en
dirección a Brasil a partir de las islas del Cabo Verde empujado por los
alisios de noreste. Luego, desciende hacia el sur por las costas de América
del Sur, desviando su ruta hacia el Cabo de Nueva Esperanza después de
cruzar la latitud 30°S para beneficiarse de los vientos del oeste. Los espa-
53

ñoles harán lo mismo en el Pacífico algunas décadas más tarde. Partiendo


de México en 1527, Alvaro de Saavedra se deja empujar por los alisios del
noreste hasta las Filipinas, abriendo así la ruta de Acapulco a Manila para
los galeones españoles. Si bien el viaje de ida se efectuaba entre los 5° y
10°N, la ruta de regreso, reconocida por Andrés de Urdaneta en 1565, se
situaba 30 grados más al norte para captar los vientos dominantes del
oeste en la frontera norte del anticiclón. La navegación en bajas latitudes
estaba condicionada por dos imperativos: evitar el “pot au noir” y aprove-
char los vientos portantes, ya sea los del oeste entre 30° y 40°N, o los alisios
en la zona tropical. En nuestros días, la elección de la mejor ruta meteo-
rológica para que los veleros remonten mejor el viento en las grandes
regatas transoceánicas es siempre el tema clave, lo que se demuestra por el
apoyo logístico que ofrecen los meteorólogos “ruteros”.
La posición del ecuador meteorológico no coincide con el ecuador
geográfico, sino que varía con las estaciones, siempre “atraída” hacia el
hemisferio de verano. Aún así, casi siempre se sitúa al norte del ecuador,
incluso durante el verano austral, en razón de la asimetría en la repartición
de los océanos y de los continentes entre en los dos hemisferios.

UN TOQUE DE COMPLEJIDAD: LA CIRCULACIÓN DE WALKER


La circulación atmosférica es en realidad más compleja. Los alisios que
soplan del sector este al oeste arrastran las aguas cálidas de la superficie en
la misma dirección. Este desplazamiento en superficie es compensado al
este por el ascenso de aguas más frías, o afloramiento. Aparecen así dife-
rencias de temperatura entre las dos riberas de los océanos tropicales y,
evidentemente, entre los continentes y los océanos. Esto es particular-
mente así en el Pacífico occidental, donde se constituye una vasta reserva
de agua del mar con una temperatura que sobrepasa los 28-29°C. Esta es
la región del mundo donde el océano transfiere la máxima cantidad de
energía a la atmósfera; la convección es allí muy intensa. El aire se eleva,
recalentado y cargado de humedad por el contacto con el océano. En el
curso de esta ascención, el vapor de agua se condensa, dando lugar a la
formación de sólidas nubes cumulo-nimbus, que llevan la lluvia que caerá
generosamente en Indonesia. Esta convección es la rama ascendente (baja
presión atmosférica) de una célula de circulación de la atmósfera a lo largo
del ecuador (ver figura 3.3). La rama descendente de esta célula, ligada a
la rama ascendente por un viento de altitud que corre de oeste a este, se
54 La pareja océano-atmósfera

Virtudes pedagógicas de los ciclones


El ciclón es un fenómeno meteorológico ausencia de actividad ciclónica en el Atlántico
espectacular, tanto en sí mismo como por cuando el Pacífico está en período El Niño. Por
sus consecuencias cuando golpea las costas. otra parte, los ciclones no pueden nacer sino
Se habla de ellos sobre todo cuando la pareja a una cierta distancia del ecuador, en latitudes
El Niño-La Niña hace su aparición, pero donde la fuerza de Coriolis es lo suficiente-
toda ocasión es propicia para comprenderlos mente fuerte como para causar torbellinos en
e introducir ciertas nociones sobre los espiral de las masas de aire. Aproximadamente
intercambios océano/atmósfera y sobre 10% de las torbellinos atmosféricos así
el transporte de calor, esenciales para la cabal creados se transforman en ciclones.
comprensión de ENSO. Esta transformación de energía térmica
Un ciclón es una perturbación en energía cinética representa un caso extremo
meteorológica en las zonas tropicales, de intercambio entre entre el océano y la
conocida desde antaño y bautizada con atmósfera y pone en evidencia un hecho
diferentes apelaciones según la región donde fundamental: la absorción de la energía solar.
se sufren sus estragos. En el Pacífico oriental, O sea, en la atmósfera donde vivimos, la
en México, California y en el Atlántico troposfera, de unos 15 kilómetros de espesor y
occidental se le conoce como huracán transparente a las irradiaciones solares, son las
(hurricane en inglés), según el dios maya del masas de tierra y el océano los que absorben
viento, Hurraken. En el océano Índico se habla la mayor parte de los 240 watts por metro
de ciclón, del griego kuklos “que se enrolla cuadrado de energía solar recibida. Ellos cons-
como una serpiente”, término generalmente tituyen el “radiador” de la atmósfera que, de
utilizado también en francés. Cerca de las esta manera, se calienta por debajo. Un ciclón
costas septentrionales de Australia es llamado ilustra, y clarísimamente, el carácter dinámico
willy willy y, por último, en el Pacífico de la atmósfera. El aire confluye de todas
noroccidental se utiliza el término tifón, partes hacia el centro de baja presión; este
de etimología discutida entre posiblemente flujo contínuo hacia el ojo del ciclón puede
el portugués tufao, el árabe tufán, solamente escaparse hacia arriba, formando
que significa “torbellino”, o el chino inmensas nubes del tipo cumulo-nimbus.
tai-fung, “gran viento”. Esa liberación de calor latente del ciclón
Verdadera válvula de seguridad, tal una aumenta la inestabilidad y los movimientos
bomba de energía, el ciclón permite al océano ascendentes violentos. El ciclón renueva
evacuar hacia la atmósfera y hacia las regiones su alimentación de energía en la medida en
templadas el exceso de calor acumulado en los que sigue en contacto con masas de agua
trópicos. Las estadísticas de la trayectoria de caliente, puesto que el calor y la humedad
los ciclones en el Atlántico norte muestran que son vitales para su supervivencia. Cuando la
se originan aproximadamente a los 10°N de masa de agua caliente del Pacífico se desplaza
latitud para desvanecerse entre los 30° y 40°N, hacia el este, los ciclones siguen el mismo
algunos terminando su recorrido en forma de camino y no se producen en el oeste del
tempestad en las costas occidentales de océano. Su frecuencia es máxima en el Pacífico
Europa. central, en la región de la Polinesia, Hawaii, las
Un ciclón no puede nacer si la tempera- Islas Cook, y algunos nacen al este, tocando
tura de los 50 metros superiores del océano no la América Central, generalmente afectada
supera los 27°C. Tal temperatura permite una más bien por los ciclones de origen atlántico.
evaporación intensa y la transferencia de El huracán Paulina, que afectó duramente
humedad del océano hacia la atmósfera. en México a Acapulco y a Oaxaca en el otoño
Varias centenas de ciclones se forman por de 1997, fue el más violento en los últimos
año en el océano tropical y la actividad 35 años, y nació en el Pacífico. Cuando el
ciclónica es máxima cuando la temperatura del ciclón llega a las costas frías o a zonas oceá-
agua de la superficie alcanza los 28 a 29°C. nicas insuficientemente calientes, la energía
Aunque necesarias, estas condiciones no son producida por el calor latente llega a ser infe-
suficientes para la formación de tempestades rior a la energía cinética disipada y el ciclón se
tropicales y de ciclones. La existencia de desvanece; la temperatura de superficie
vientos fuertes en altitud, por ejemplo, impide del océano constituye en efecto un parámetro
la formación de ciclones. Esto explica la crítico de la alimentación de calor del ciclón.
55

sitúa en el este, a nivel de las aguas oceánicas más frías y se corresponde con
presiones atmosféricas elevadas y a un aporte de aire seco. Las precipita-
ciones son en efecto muy poco frecuentes en las costas del Perú y en el norte
de Chile. Los alisios, que soplan de este a oeste en la superficie del océano,
cierran esta célula de circulación que Bjerknes llamó de Walker, en honor
al descubridor de la oscilación austral. Existe, en efecto, una relación
directa entre esta circulación y la oscilación austral. La intensidad de los
alisios es proporcional a la diferencia de presión atmosférica entre el este y
el oeste del Pacífico. Tanto es así, que el índice que especifica esta diferencia
constituye también la medida de intensidad de la circulación de Walker. A
un índice elevado corresponden alisios intensos y recíprocamente.
Una célula análoga, aunque de menor dimensión, se observa sobre el
Atlántico. La situación es más compleja en el océano Índico, el cual se
puede calificar de medio-océano en la medida en que, por la presencia de
la imponente masa continental asiática, su extensión hacia el norte se
limita a 25°N. De esta manera se establece, a lo largo de la cintura ecua-
torial, una serie de células donde alternan zonas de convección (bajas
presiones atmosféricas, transferencias de calor importantes hacia la atmós-
fera, precipitaciones abundantes), como en el Pacífico occidental, en África
ecuatorial y en el Amazonas, y zonas de subsidencia o de altas presiones
mucho más secas.
En realidad, estas dos células no son independientes. El aire es afec-
tado simultáneamente por las circulaciones de Hadley y de Walker, las que
representan la descomposición meridional y zonal de los movimientos de
aire, tal como ocurre en física con el paralelogramo de las fuerzas. De esta
manera, durante un episodio El Niño, que corresponde a un debilita-
miento de la circulación de Walker, la repartición de las aguas cálidas hacia
el Pacífico central y oriental aumenta los intercambios térmicos con la
atmósfera e intensifica la célula de Hadley y, por lo tanto, la transferencia
de calor hacia latitudes altas. Así se inicia la cadena que explica porqué las
consecuencias del Niño no se limitan a las regiones tropicales, incluso si es
allí donde son más fácilmente identificables.

LA TERMOCLINA OCEÁNICA
Como el océano recibe su energía “por arriba”, la temperatura decrece de
la superficie hacia el fondo con gradientes verticales muy diferentes según
la región. En las regiones polares, las temperaturas superficiales bajas,
56 La pareja océano-atmósfera

incluso en verano, no permiten la existencia de un gradiente térmico


marcado. En bajas latitudes sucede todo lo contrario. En la región tropical,
la temperatura, muy elevada en la superficie (25 a 30°C), disminuye muy
bruscamente con la profundidad. Esta capa de cambio rápido de la tempe-
ratura se denomina termoclina (ver figura 3.4). Por debajo, la variación es
nuevamente muy lenta, con una temperatura inferior a los 5°C en las
capas intermediarias y profundas. En la zona templada se forma una termo-
clina en período estival.
La termoclina separa, entonces, una “esfera caliente” superficial de una
“esfera fría” más profunda. A escala del océano, esta esfera caliente repre-
senta un volúmen muy reducido comparado con la esfera fría. En general,

Indonesia Perú
0
28 °C 26 °C 24 °C 22 °C
Corriente ecuatorial sud
100 m
Corriente de Cromwell Afloramiento
termoclina
del Perú
14 °C
12 °C
300 m

10 °C

500 m 8 °C

160°E 180° 160°O 140° O 120°O 100° O

Figura 3.4
Corte de temperatura en el Pacífico
ecuatorial y termoclina
En régimen de vientos alisios, la distribución de la temperatura
muestra una profunda disimetría, con una acumulación
de aguas cálidas hacia Indonesia, donde sobrepasa los 28°C
de temperatura y, por compensación, un afloramiento de agua
“fría” o upwelling al este en la costa del Perú, donde
es inferior a 22°C. La termoclina, que separa la capa cálida
superficial de la capa fría profunda, se localiza por lo
tanto a una mayor profundidad al oeste de la cuenca. En la
capa cálida de la superficie, la corriente ecuatorial sur
corre hacia el oeste. En el centro de la termoclina, la corriente
de Cromwell se dirige hacia el este. Se observa de esta
manera en el océano una célula de circulación simétrica a la
de Walker en la atmósfera.
57

el océano es frío y su temperatura media es del orden de los 2°C. La termo-


clina, sin embargo, es también un gradiente vertical de masa voluminosa,
que modera los movimientos verticales de agua y la difusión. Al hablar del
fenómeno del Niño se hace frecuentemente referencia a la termoclina
porque marca la base de la capa de aguas cálidas y porque sus variaciones
de inmersión constituyen un índice de la evolución del fenómeno.

LA CIRCULACIÓN OCEÁNICA:
CORRIENTES Y CONTRACORRIENTES
Como podemos constatar, el océano no es un medio homogéneo. A una
profundidad dada existen, como en la atmósfera, diferencias de presión que
inducen la creación de corrientes para reducir las diferencias. La topografía
de la superficie del mar es una medida de la presión oceánica: mientras
más elevado es el nivel del mar, más fuerte es la presión y viceversa. El
viento en la atmósfera se puede deducir con un buen grado de aproxima-
ción a partir de la observación de los campos de presión. En el océano,
como en la atmósfera, también se pueden estimar las corrientes a partir de
la topografía de la superficie marina, aplicando la hipótesis del equilibrio
geostrófico. Pero las diferencias del nivel del mar son muy reducidas y por
lo tanto difíciles de medir. Por ejemplo, la corriente del Golfo, que es una
de las corrientes más intensas, tiene un desnivel de aproximadamente 1
metro por cada 100 kilómetros. Solamente con la observación desde el
espacio se ha podido superar esta dificultad. Las primeras medidas del
nivel del mar por satélite se hicieron a principios de los años 70. Desde
entonces, no han cesado de progresar y, actualmente, el satélite franco-
americano Topex/Poseidon, lanzado en 1992 y que sobrevuela la casi tota-
lidad de los océanos, es capaz de detectar diferencias de nivel del órden del
centímetro, lo que expresado en presión representa un hectopascal. Al
generar las corrientes de superficie, el viento produce diferencias en la
presión y en el nivel de la superficie del oceáno.
En el Pacífico (la situación es parecida en el Atlántico), los alisios
generan de un lado y del otro del ecuador meteorológico dos poderosas
corrientes de superficie, que se desplazan a una velocidad media de 60 kiló-
metros por día. Se trata de la corriente ecuatorial norte (de 10°N a 25°N)
y de la corriente ecuatorial sur (de 2°N a 20°S) (ver figura 3.5). Ambas
fluyen hacia el oeste, acumulando aguas cálidas en la parte occidental
de los océanos y creando una neta elevación del nivel del mar en la zona
58 La pareja océano-atmósfera

de aguas cálidas del Pacífico, donde la elevación es aproximadamente de


1 metro superior a la de la ribera opuesta. De ahí parten una serie de
corrientes para restablecer el equilibrio de presión. Primero están las
potentes corrientes dichas del “borde occidental ”: la corriente del Golfo
en el Atlántico norte y el Kuroshio en el Pacífico norte, que constituyen las
ramas occidentales del gran círculo oceánico, réplica de la circulación anti-
ciclónica de la atmósfera. Este círculo se completa con las corrientes ecua-
toriales norte y sur entre las cuales se insinúa, a lo largo del ecuador
meteorológico, la contracorriente ecuatorial que fluye hacia el este y que
marca el ecuador oceánico. Este gradiente de presión este-oeste es el inverso
del gradiente atmosférico; esta pendiente de la superficie oceánica induce
igualmente a lo largo del ecuador geográfico una corriente de compensa-
ción importante, que corre por debajo de la corriente ecuatorial sur en la
termoclina, pero en sentido inverso, a profundidades que van de 250
metros en el oeste a menos de 100 metros en el este, en donde alimenta el
afloramiento ecuatorial. Esta es la corriente de Cromwell, que lleva el
nombre del oceanógrafo norteamericano que la descubrió en 1954. En el
plano ecuatorial, por lo tanto, el océano presenta una circulación análoga
a la circulación de Walker en la atmósfera, con variaciones simétricas de los
campos de presión, verdadera “huella digital” del acoplamiento de ambos
fluidos.

ALISIOS, AFLORAMIENTOS
COSTEROS Y DIVERGENCIA ECUATORIAL
Un mapa de las temperaturas de la superficie del Pacífico ecuatorial (ver
figura D en p. 82) muestra, primero de todo, temperaturas relativamente
frescas en el Perú: de 16 a 17°C a la latitud 8°S. En el curso de su viaje a
las “regiones equinoxiales del nuevo continente” de 1799 a 1804,
Alexandre von Humboldt fue el primero en constatar el contraste entre las
aguas costeras anormalmente frías en una zona donde la temperatura del
aire es elevada, y las de mar adentro, que sobrepasan los 23°C. Humboldt
atribuyó esta anomalía al transporte de agua de origen ártico por la
corriente que desde entonces lleva su nombre: la corriente de Humboldt.
En realidad, esta corriente que va hacia el norte por las costas de América
del Sur tiene, en razón de la fuerza de Coriolis, un componente hacia su
izquierda que arrastra las aguas de superficie hacia mar adentro. Estas
aguas son remplazadas en la costa por aguas “profundas” (que se originan
59

Vientos del oeste

30° N

Corriente ecuatorial norte Alisios del noreste

10° N Contracorriente ecuatorial


Ecuador meteorológico (ZCIT)

ecuador

Corriente ecuatorial sur


10° S
Alisios del sudeste

Convergencia
30° S
Divergencia

Figura 3.5
Circulación en la capa superficial del océano tropical
Este esquema muestra las relaciones entre vientos,
corrientes de superficie y transporte de agua (flechas negras)
en la capa de arrastre del viento. Los flujos de agua
se dirigen hacia la derecha del viento y de la corriente
de superficie en el hemisferio norte y hacia la izquierda en el
hemisferio sur, debido a la rotación terrestre. Esto provoca
divergencias y convergencias en la superficie del océano.

a unos 200 a 300 metros), frías y ricas en nutrientes (ver figura 3.6). Se trata
del afloramiento (upwelling) costero. El mismo fenómeno se produce en las
costas de California y en África (en la costa de Marruecos y de Mauritania
en el norte y de Namibia en el sur). Todas estas regiones, fertilizadas así por
los afloramientos costeros, se encuentran entre las mejores zonas pesqueras
del mundo.
Los alisios arrastran la corriente ecuatorial sur hacia el oeste, “a caballo”
sobre el ecuador. La situación que se presenta aquí respecto de la fuerza de
Coriolis es original, ya que las aguas de superficie son arrastradas hacia la
60 La pareja océano-atmósfera

Mar adentro Perú


Pendiente
de la supe
Tensión del viento rficie
Termoclina

Flujo medio Afloramiento


del agua
Norte

(a) (b)

Figura 3.6
Afloramientos de aguas costeras o upwellings
(a) En el hemisferio sur, un viento soplando paralelamente
a la costa crea, por fricción, un transporte medio a su
izquierda, en ángulo derecho a la dirección hacia la cual sopla.
De esta manera, al llegar a la zona de los alisios frente a las
costas del Ecuador y del Perú, la corriente de Humboldt, que se
dirige hacia el norte, es desviada hacia el este.
(b) En estas condiciones, las aguas de superficie son
empujadas hacia mar adentro, de allí que se produzca una
pendiente del mar positiva a partir de las costa. Para
compensar este déficit, las aguas subyacentes, más frías y
ricas en nutrientes, suben hacia la superficie.

derecha (hacia el norte) al norte del ecuador y hacia la izquierda (hacia el


sur) al sur del ecuador. Así, en el ecuador aparece por lo tanto una diver-
gencia de las aguas de superficie y una atracción de las aguas profundas,
como en las costas del Perú. En el seno de esta lengua de agua fría ecuato-
rial, la temperatura pasa de 19°C a 20°C cerca de las Galápagos a más de
26°C a 180° de longitud. El enfriamiento superficial debido a la subida
eventual de aguas profundas se hace más difícil al oeste de los océanos
debido a que la capa superficial cálida arrastrada por la corriente ecuato-
rial sur se espesa al oeste. Esto dificulta la surgencia de capas de aguas frías
desde la base de la termoclina.

LAS ONDAS EN EL OCÉANO


El término “onda” está estrechamente asociado con el océano: significa agua
en un francés poético, ola (wave) en inglés y ola en español. Aún en nuestra
61

era de televisión, de fibras ópticas y de radio, las ondas más fáciles de


observar son siempre las que se forman sobre la superficie del agua al
arrojar una piedra y las que hacen “danzar” el flotador del pescador. Como
la mayoría de los sistemas físicos, el océano y la atmósfera propagan sus
perturbaciones por intermedio de ondas.
Cuando la Luna y el Sol atraen las masas de agua, una onda de marea
nace, se propaga por el océano y se amplifica, subiendo por la plataforma
continental para penetrar en los mares litorales. Toda onda se acompaña de
movimiento de las partículas del fluido en el que se transmite. En el caso
de una ola de mar, el movimiento es circular en el plano vertical, sin
desplazamiento de masa. En el caso de ondas con una longitud de onda
amplia, los movimientos horizontales efectúan un cierto desplazamiento de
masa, de modo que se comportan como verdaderas corrientes.
Debido a la reducida desviación de las trayectorias en bajas altitudes,
al cambio de sentido de la fuerza de Coriolis en el ecuador y a la presencia
de la termoclina en algunas decenas de metros bajo la superficie, el océano
ecuatorial constituye un excelente “guía de ondas”, facilitando la propaga-
ción de una perturbación o de una vibración. Este es el caso de ondas de
una longitud de onda de varios cientos de kilómetros. Una tensión provo-
cada en la superficie, por ejemplo debida a una variación del viento alre-
dedor del ecuador, genera dos tipos de ondas:
➝ Las ondas ecuatoriales de Kelvin (así llamadas según el físico Sir William
Thomson, Lord Kelvin), que son ondas planetarias, cuya longitud de onda
es muy amplia en relación con la profundidad del mar. Se propagan
únicamente hacia el este a velocidades del orden de los 200 kilómetros por
día y quedan atrapadas en el ecuador por la fuerza de Coriolis, que resiste
a toda tendencia de desvío que puedan tener. Tomemos el ejemplo de un
reforzamiento de los alisios. Esto intensifica la divergencia de las aguas y
provoca el ascenso de la termoclina. Esta perturbación desencadena una
onda de Kelvin de afloramiento, que sigue el curso dado por la onda
ecuatorial y el ascenso de la termoclina se propaga hacia el este. Una onda
de Kelvin generada en el centro del Pacífico llega a la costa de América del
Sur en dos meses. Inversamente, un debilitamiento de los alisios o un
golpe de viento del oeste generan una onda de Kelvin de bajada o de
downwelling y el hundimiento de la termoclina se propaga hacia el este,
provocando la acumulación de agua cálidas.
➝ Las ondas de Rossby, descritas en 1939 por el meteorólogo Carl-Gustav
62 La pareja océano-atmósfera

Rossby, son ondas planetarias de gran longitud de onda que existen en


todas las latitudes y se propagan únicamente hacia el oeste. Su velocidad de
desplazamiento depende de numerosos factores, entre los cuales se
encuentran la longitud de onda, la estratificación del océano, la velocidad
de las corrientes sobre las cuales las ondas de Rossby se superponen y,
sobre todo, la latitud. Tales ondas se desplazan rápidamente en la región
ecuatorial, aunque dos a tres veces más lentamente que las ondas de Kelvin.
Atraviesan el Pacífico en más o menos un año. Así como las perturbaciones
atmosféricas generan las ondas de Kelvin, éstas producen también,
simultáneamente, ondas de Rossby en sentido contrario, o sea hacia el
oeste. A una onda de Kelvin de upwelling corresponde una onda de Rossby
de downwelling y viceversa.
Cuando estas ondas llegan a la orilla de una cuenca oceánica, se
reflejan sobre las costas cambiando de naturaleza puesto que cambian de
sentido de propagación. En el este, la ondas de Kelvin reflejadas vuelven a
partir hacia el oeste en forma de ondas de Rossby y, recíprocamente, en el
oeste de las cuencas, las ondas de Rossby vuelven a partir hacia el este como
ondas de Kelvin (ver figura A en p. 81).
El desplazamiento vertical de la termoclina, que se produce al paso de
estas ondas tiene una amplitud de unas decenas de metros, lo que se
traduce en una variación del nivel del mar de una decena de centímetros,
perfectamente detectable por los satélites (ver figura B en p. 81).
En resumen, la atmósfera transmite al océano perturbaciones que se
propagan hacia el este y hacia el oeste en forma de ondas de dowwelling y
de afloramiento, que se reflejan luego en las riberas de las cuencas oceá-
nicas. A diferencia de las perturbaciones atmosféricas, que se desvanecen al
cabo de algunos días, la respuesta oceánica, gracias a este juego de ondas,
dura varios meses. Es el océano el que, al fin de cuentas, pilotea la pertur-
bación. De esta manera se pueden proponer diversos “guiones” para esce-
nificar las diferentes fases del Niño siguiendo el recorrido complejo de estas
ondas (ver capítulo 4, figura 4.3).
63

4
¿Cómo funciona
ENSO?

LA PAREJA OCÉANO-ATMÓSFERA
Y EL ESQUEMA DE BJERKNES
Todo lo que gravita en torno al Niño ilustra a la perfección la noción de
sistema acoplado que forman el océano y la atmósfera, cada uno con su
dinámica propia. La fluctuación de uno de ellos perturba al otro que, a
modo de respuesta, acentúa o por el contrario estabiliza las fluctuaciones
del primero. Bjerkness, al describir los intercambios entre océano y atmós-
fera en el Pacífico indica:
A un aumento del gradiente de presión en la base de la célula de Walker corres-
ponde un reforzamiento de los vientos ecuatoriales del este y, en consecuencia, un
aumento del afloramiento y una agudización del contraste de las temperaturas de
superficie entre el este y el oeste del Pacífico ecuatorial. Esta reacción en cadena
muestra que la intensificación de la célula de Walker genera un aumento del
contraste térmico oceánico que, a su vez, activa aún más la circulación atmosfé-
rica. Lo inverso se produce si se toma como punto de partida la disminución de
la circulación de Walker.
Aquí nos encontramos en el corazón de un sistema de retroacción
positiva que gira en círculos hasta que una perturbación lo haga cambiar,
sin que se sepa si es el océano o la atmósfera el que origina esta perturba-
ción. Como lo describe Bjerknes, este es un “pas-de deux” entre la célula de
Walker y su contraparte oceánica que liga la oscilación austral al gradiente
64 ¿Cómo funciona ENSO?

térmico este-oeste del Pacífico ecuatorial, y que se denomina ENSO: El


Niño-Southern Oscillation. Se consagra así el matrimonio entre la atmós-
fera y el océano.
Todo índice que caracteriza a uno de los dos sistemas, caracteriza
también al otro. El índice de la oscilación austral, o SOI (diferencia de
presión atmosférica entre Tahití –17.5°S, 149,6°O– y Darwin, en Australia

Índice de la oscilación austral (SOI)


3
2
1
0
–1
–2
–3
1970 1975 1980 1985 1990 1995

Índice El Niño: desviación térmica de la superficie del océano hacia el este del Pacífico (°C)

3
2
1
0
–1
–2
–3
1970 1975 1980 1985 1990 1995

Figura 4.1
Evolución de ENSO puesta de manifiesto
por el índice de la oscilación austral y el índice
El Niño de 1968 a 1998
La evolución de estos dos índices muestra que el
“ciclo ENSO” tiene un período de 2 a 7 años, con una media
de 4. Los años 1980 y 1990 presentan una actividad
intensa, con 5 episodios El Niño (1982-1983, 1986-1987,
1991-1993, 1994-1995 y 1997-1998) y tres episodios La Niña
(1984-1985, 1988-1989 y 1995-1996). Durante esos 15 años
se produjeron los dos El Niño más importantes del siglo
(1982-1983 y 1997-1998), así como un episodio El Niño casi
continuo de 1991 a 1995.
El índice de la oscilación austral es la diferencia de presión
atmosférica a nivel del mar entre Tahití y Darwin.
El índice El Niño es la diferencia en grados de la temperatura
media de la superficie al este del Pacífico.
65

–12,4°S, 130,9°E–) es el que tiene mayor “ancianidad” y por lo tanto se usa


para describir el estado del sistema. Su evolución es, en términos generales,
la réplica perfecta de la anomalía de temperatura de superficie al este del
Pacífico: a las máximas positivas de la oscilación corresponden las tempe-
raturas más frías de las aguas de superficie, y recíprocamente (ver figura
4.1). Se toma también como índice oceánico la anomalía de la temperatura
de superficie del Pacífico este entre 5°N y 5°S y 170°O y 120°O. Ahora que
el satélite Topex/ Poseidon permite medir con apenas algunos centímetros
de error el nivel del mar, la diferencia de nivel entre las dos riberas del
Pacífico podrá también utilizarse como índice de ENSO.

ÍNDICES Y ANOMALÍAS
Como ocurre a menudo en meteorología, se llama anomalía al desvío del
promedio (medido normalmente sobre los últimos 30 años), que además
sirve de referencia. Se trata entonces de un promedio “móvil”, que evolu-
ciona en función de las fluctaciones climáticas a estas mismas escalas de
tiempo. Cuando un periodista presenta en la televisión el boletín meteo-
rológico, generalmente indica si las temperaturas son conformes, supe-
riores o inferiores a las medias “normales” estacionales y en que orden de
magnitud. Al proceder así, el periodista está dando una indicación de
anomalía. Los valores se sitúan en general por encima o por debajo de la
normal; lo cual reposa en el hecho de que el clima, definido sobre la base
de un promedio en 30 años, representa un promedio de diferentes tipos
de tiempo y no corresponde obligatoriamente con el tiempo real. Es
mejor hablar de valor promedio en lugar de norma. Sin embargo,
anomalía no debe ser confundida con anormalidad. Anormal es aquello
que es aberrante, contrario a las leyes y a las teorías reconocidas. La
anomalía por el contrario, puede ser excepcional, pero “conforme a la ley”.
Con el transcurso del tiempo, la ciencia transforma en simple anomalía,
e incluso en normalidad, lo que antes era considerado como anormal. Lo
anormal no existe para el científico, que conoce solamente los límites del
saber hoy, límites que empuja sin cesar, hasta que se encuentra frente a
nuevos fenómenos aleatorios que las leyes estadísticas le permiten norma-
lizar. A ese respecto, El Niño, sea cual fuere la anomalía que le corres-
ponda, no es anormal; es un componente natural del sistema climático.
La evolución de la oscilación austral de 1968 a 1998, o más exactamente
de su anomalía, presenta una sucesión de máximas positivas y negativas
66 ¿Cómo funciona ENSO?

que justifican muy bien la expresión de “oscilación”, elegida por Walker


para designar este juego de balanceo entre el océano y la atmósfera. Estas
oscilaciones se encuentran en las temperaturas de la superficie del mar y
pueden servir como índice climático con tres situaciones tipo calificadas
El Niño, La Niña y “normal”, esta última correspondiente a un valor de
la anomalía del índice de la oscilación austral cercano a cero (ver figura D
en p. 82).

EL NIÑO, LA FASE CÁLIDA DE ENSO


Para describir El Niño partiremos del índice de la oscilación austral, sin que
esto signifique que tenga un papel de desencadenante atmosférico.
Cuando el valor del índice de oscilación austral disminuye, el conjunto
constituido por la célula de Walker y su equivalente oceánico se debilita:
la intensidad de los alisios, la corriente ecuatorial, los afloramientos costeros
y la divergencia ecuatorial disminuyen (ver figura C en p. 82). La situación
puede incluso invertirse: vientos del oeste y una corriente oceánica hacia

Precipitación en la isla Presión atmosférica en Darwin


de Cantón (metros por año) (hPa)

1,011

0.4
1,010

0.2
1,009

0
1905 1910 1915 1920 1925

Figura 4.2
Evolución comparada de las lluvias en la isla
de Cantón (2°S, 175°E) en el archipiélago de Kiribati y
la presión atmosférica en Darwin
En un año del Niño, la “piscina de agua cálida”,
y por lo tanto la convección atmosférica asociada,
se desplazan hacia el este. Las precipitaciones son importantes
cuando la presión atmosférica es alta al norte de Australia,
signo del Niño.
67

el este que aparecen en el ecuador hacen desvanecer los afloramientos


costeros. Si nada retiene las aguas cálidas acumuladas en la región indoné-
sica, éstas fluyen hacia el este, arrastrando con ellas la zona de convección
atmosférica y, por lo tanto, las lluvias (ver figura 4.2).
La pendiente de la superficie del mar también disminuye. El nivel sube
en el este y baja en el oeste (ver figura B en p. 81). Este es El Niño, cuyas
manifestaciones descritas en el Perú y en Ecuador por Pezet o Murphy
constituyen solamente su identidad local. Como habrían podido decir los
marxistas, se trata de un “salto cualitativo brusco” que hace pasar de un
sistema al otro.
El contraste con la situación habitual se ilustra bien en el mapa de
temperaturas de superficie del mar (ver figura D en p. 82): no hay ya un
mínimo térmico a lo largo del ecuador y, en el Pacífico este, las tempera-
turas suben de 4 a 5 grados. Los intercambios entre los dos fluidos se
encuentran trastornados. La circulación de Walker queda así dislocada y la
noria oceánica debilitada: la corriente de Cromwell puede desaparecer,
parando así la divergencia ecuatorial. Esta situación ocurrió en los años
1972, 1977, 1983, 1986, 1992 y 1998, para limitarnos solamente al
pasado reciente. Todos estos años corresponden a anomalías positivas de
temperatura oceánica y negativas de la oscilación austral. La extensión de
las aguas cálidas a lo largo del ecuador aumenta la evaporación y la trans-
ferencia de energía hacia la atmósfera: la célula de Hadley se refuerza y,
consecuentemente, la transferencia de calor hacia latitudes más altas, espe-
cialmente en el hemisferio norte, también. La ZCIT, que está asociada a la
zona de máximo térmico oceánico, sigue el movimiento y se desplaza hacia
el ecuador.

LA NIÑA, LA FASE FRÍA DE ENSO


Incluso si los apogeos positivos del diagrama de evolución del índice de la
oscilación austral son tan netos como los negativos y corresponden a
anomalías negativas de temperatura en el Pacífico central y en el Pacífico
oriental, tanto los científicos como la prensa se interesan mucho menos por
la fase fría. Es verdad que durante los últimos 20 años han sido menos
frecuentes que las fases cálidas. El término La Niña, introducido por
Georges Philander en 1986, se popularizó solamente en 1997-1998
cuando se comenzaron a utilizar expresiones tales como: “siniestra hermana
del Niño”, “la pareja infernal El Niño-La Niña” o “los niños terribles”.
68 ¿Cómo funciona ENSO?

Algunos han propuesto otros términos tales como “El Viejo”, no muy
estético o el “Anti-Niño”, poco elegante y además irreligioso, si se piensa
en el origen mismo de la apelación El Niño.
Este interés reducido es, en definitiva, muy lógico, puesto que, cuali-
tativamente, la situación climática de La Niña no es diferente de la situa-
ción calificada de normal, como lo demuestran los mapas de temperaturas
de superficie: en ambos casos el afloramiento ecuatorial es manifiesto, con
su mínimo térmico a lo largo del ecuador. La única diferencia es que las
temperaturas de superficie son significativamente más frías en la fase La
Niña, lo cual acentúa la tendencia habitual, con una intensificación del
funcionamiento de la célula de Walker: reforzamiento de los alisios, acumu-
lación de aguas cálidas al oeste del Pacífico, afloramiento de aguas costeras
frente al Perú, divergencia ecuatorial. La Niña provoca por lo tanto un
aumento de las lluvias en el Pacífico occidental y en el “continente marino”
entre el Pacífico y el océano Índico. El gradiente térmico entre las dos
riberas del Pacífico se acentúa y aparecen temperaturas significativamente
más bajas a la altura del ecuador, de donde surge el calificativo de “episodio
frío”. La Niña es una fase de activación máxima de ENSO, que acentúa los
rasgos climáticos dominantes, mientras que El Niño puede ser considerado
como un “desperfecto” de ENSO, en la medida en que se produce un
colapso de la célula de Walker del Pacífico y del gradiente oceánico
acoplado. En otros términos, no se puede dar razón a ninguno de los dos
fenómenos, puesto que El Niño destruye o invierte los rasgos climáticos
dominantes y La Niña empuja el sistema a sus límites. Los modelos que
explican la cronología de ENSO evidencian una sucesión de episodios
cálidos y de episodios fríos, con defasajes más o menos importantes.
Tampoco sería más justo decir que La Niña de 1996 precedió al Niño de
1997-1998 ni que siguió al Niño de 1995.
La transición entre El Niño y La Niña es a menudo muy rápida. Ese
fue el caso en 1998-1999, con una baja de la temperatura de superficie del
Pacífico ecuatorial en mayo-junio de 1998. La evolución fue similar y
simultánea en el océano Índico, lo que produjo una disminución de las
lluvias en la mitad sur de esta región y un aumento en la mitad norte. En
sólo algunos meses Indonesia pasó de sequía e incendios forestales a fuertes
lluvias que acarrearon inundaciones y avalanchas de barro.
69

¿EXISTE UN MODELO “TIPO” DE ENSO?


Para que un fenómeno sea previsible es necesario que sea recurrente y que
se reproduzca de manera idéntica para que las reglas que lo rigen puedan
determinarse. En laboratorio se puede repetir experiencias, establecer leyes
y verificar su validez, haciendo variar, de manera controlada, los paráme-
tros del fenómeno. ENSO no puede, evidentemente, reproducirse en un
laboratorio, a pesar de que los tests de los modelos alimentados por un
número creciente de datos de terreno y realizados con ordenadores cons-
tituyen también una aproximación experimental del fenómeno.
La meteorología ha progresado gracias a una red de observaciones
organizada en los últimos 150 años. Tal como hemos visto en capítulos ante-
riores, no existe para el océano un sistema internacional análogo a la
Organización Meteorológica Mundial (OMM), capaz de garantizar una
indispensable continuidad de las mediciones. Las que existen provienen de
programas internacionales de investigación de corta duración y de redes
meteorológicas que reúnen principalmente datos de la temperatura de
superficie. Hace solamente unos 10 años que se han llevado a cabo ciertas
iniciativas para instalar una verdadera red de observación de los océanos a
largo plazo. La Comisión Oceanográfica Intergubernamental (COI) de la
UNESCO se esfuerza en convencer a sus Estados Miembros sobre la nece-
sidad de contar con una observación continua del océano, tanto para la
previsión climática a escalas estacionales y plurianuales, que conciernen a
ENSO, como para la evolución climática a largo plazo, especialmente la que
se refiere al aumento del efecto de invernadero. Pero no es tarea simple. En
primer lugar, por el costo inherente a tales observaciones, porque los países
más ricos se estiman menos vulnerables a la suerte del clima. Luego, porque
las decisiones políticas dependen más directamente de los plazos electorales
que de la evolución del clima. Por último, porque no estando demostrado
el realismo de una previsión climática, los políticos no manifiestan un senti-
miento de urgencia. Se debe admitir, sin embargo, que es difícil hacer la
demostración sin un sistema de observación sistemática del conjunto climá-
tico. La red de observaciones meteorológico-oceánicas del programa de
investigación TOGA es el comienzo de una tal red y es actualmente la
fuente principal de los progresos de nuestro conocimiento de ENSO.
El análisis comparado de la evolución de seis episodios cálidos
ocurridos entre 1949 y 1980 (1951, 1953, 1957, 1965, 1969, 1972) ha
permitido elaborar la versión “canónica” del Niño, en un intento de norma-
70 ¿Cómo funciona ENSO?

lizar el fenómeno, basando su desarrollo en una evolución anual “normal”,


y poder así mejorar la previsión. Es como una obra de teatro en cinco actos,
repartidos a lo largo de dos años, de junio del año que precede el evento a
junio del año que le sigue:
Acto 1. Preliminares. Los vientos alisios se refuerzan en el ecuador, al
oeste de la línea de cambio de fecha, acentuando la pendiente del océano
y la acumulación de aguas cálidas en el Pacífico occidental. Esto era – antes
que recibiera este nombre – una situación tipo La Niña. Esta situación
extrema, necesariamente inestable, era considerada como particularmente
sensible a las perturbaciones atmosféricas.
Acto 2. Punto de partida. En octubre-noviembre del año que precede
el acontecimiento, aparecen vientos del oeste en la parte occidental de la
cuenca, provocando anomalías de temperatura de la superficie del mar a
proximidad del meridiano 180. Paralelamente, una anomalía positiva de
temperatura de superficie se observa cerca de las costas de América del Sur.
Acto 3. Apogeo. Las anomalías de temperatura aumentan a lo largo de
las costas del Perú y de Ecuador, culminando entre abril y junio. De allí en
adelante, éstas se propagan hacia el oeste a lo largo del ecuador para
alcanzar su nivel máximo en el Pacífico central entre agosto y diciembre.
Al mismo tiempo, y en relación con el reforzamiento de la circulación de
Hadley, la ZCIT se desplaza hacia el sur.
Actos 4 y 5. Transición y fenecimiento. Comenzando en el mes de
septiembre siguiente, el sistema alcanza su madurez en el primer trimestre
del año siguiente. Las temperaturas de superficie retornan a sus valores
habituales al oeste, aunque se mantienen elevadas en el Pacífico central y
oriental. Es en este período que los intercambios con las regiones extra-
tropicales del hemisferio norte alcanzan su intensidad máxima. La anomalía
luego decrece y el sistema vuelve a la normal en el segundo trimestre.
Esta escenificación presenta una cronología de los eventos establecida
a partir de las observaciones oceánicas y atmosféricas disponibles. Permite
por lo tanto una previsión desde el momento en que se detectan los signos
precursores, pero no prejuzga ni sobre los mecanismos, ni sobre la amplitud
del fenómeno. Se puede decir, por lo tanto, que este modelo no es expli-
cativo y que su capacidad de predicción depende de su estabilidad y de su
respeto por la pareja océano-atmósfera. Esta cronología de los eventos,
publicada en 1982, fue ampliamente aceptada como una descripción fiable
capaz de explicar la emergencia de un episodio cálido. Pero la naturaleza es
71

multifacética y a veces tiene un humor cruel. Al mismo tiempo que se


publicaba esta cronología nacía el episodio que, por su amplitud y sus
consecuencias, sería “El Niño del siglo” (nadie imaginaba entonces que el
episodio de 1997-1998 le quitaría el título de ganador). Algunos signos
podrían haber alertado los eruditos, pero ninguno lo previó dado su carácter
atípico. Por lo menos tres razones deben citarse para explicar su carácter
extraordinario: primero, el fenómeno no fue precedido por un reforza-
miento de los alisios ni por la acentuación correlativa de la pendiente oceá-
nica; segundo, no se desarrolló acorde con el ciclo estacional y, por último,
el calentamiento del océano no se propagó de este a oeste a partir de las
costas de América del Sur, sino de oeste a este a partir del Pacífico central.
¿Cuál fue entonces la singularidad del suceso de 1982-1983? Sin
remontar demasiado atrás en el tiempo, vemos que el episodio cálido de
1940-1941 fue similar al de 1982-1983. Los episodios siguientes (1986-
1987, 1992-1995, 1997-1998) fueron evidentemente estudiados minu-
ciosamente, gracias a los nuevos sistemas de observación instalados en la
región intertropical bajo el programa internacional TOGA. El análisis
confirma que la construcción de un modelo tipo es un espejismo… La
única constante es la manifestación local, que justamente originó el
nombre, y el calentamiento del mar frente al Perú y a Ecuador, tal como
se manifiesta siempre en la misma época.
Esta constatación origina un nuevo interrogante: ¿qué relación existe
entre el ciclo estacional y El Niño? La versión canónica constituyó la
realidad entre 1950 y 1975. ¿Por qué no siguió siéndolo después? Y esto
conduce a su vez a una última pregunta suplementaria: ¿cuáles son las rela-
ciones entre ENSO y las variables climáticas a largo plazo? En efecto, no
se puede considerar a ENSO como un fenómeno autónomo, con una
dinámica independiente del resto del sistema climático al cual impondría
su ley. Para responder a estos interrogantes, es necesario conocer los
procesos que gobiernan el fenómeno ENSO, que ni el esquema de Bjerknes
ni la versión canónica, en tanto que simple cronología estandarizada,
permiten.

EL OSCILADOR ATRASADO
Bjerknes elaboró un marco coherente para las interacciones entre el océano
y la atmósfera a gran escala. Este marco constituye la base de todos los
esquemas de previsión del Niño. No obstante, en sí mismo, no indica
72 ¿Cómo funciona ENSO?

La previsión del Niño - El programa TOGA


(ver figura E en p. 83)

Lanzado en 1985 por un período de las corrientes superficiales.


10 años, el programa TOGA ➝ de 70 boyas ancladas en el Pacífico
(Tropical Ocean Global Atmosphere) tropical entre 8°N y 8°S,
se propone asumir uno de los desafíos que repertorían permanentemente
mayores de nuestros tiempos: la previsión y transmiten por satélite las
climática. TOGA se ha fijado tres condiciones meteorológicas de la
objetivos: superficie (viento, presión,
➝ describir la evolución del sistema océ- temperatura del aire, irradiación) y
ano-atmósfera en la zona tropical las condiciones oceánicas hasta
y comprender los mecanismos que los 500 metros (temperatura y, a
originan las fluctuaciones de un año veces, salinidad y corrientes);
a otro; ➝ marégrafos para el seguimiento
➝ elaborar modelos de previsión de los del nivel del mar;
cambios en una escala de varios meses ➝ barcos mercantes que miden
a varios años; la salinidad de la superficie y
➝ concebir un sistema de observación y la temperatura hasta 500 metros de
de transmisión de datos para establecer profundidad mediante sondas
una previsión climática eficaz. introducidas en el agua
TOGA realiza diversas campañas regularmente.
oceanográficas internacionales y se apoya El programa TOGA utiliza además
en diversas redes, a saber: observaciones por satélite de la temperatura
➝ de boyas derivantes emisoras, capaces de la superficie marina, la velocidad y
de medir la temperatura del océano dirección de los vientos y la topografía de
en los 20 primeros metros y describir los océanos.

cómo se desencadena, ni cómo cesa de existir o evoluciona hacia la situa-


ción inversa que es La Niña. Además, se trata de un sistema sincrónico en
el cual todos los elementos del sistema varían correlativamente: el debili-
tamiento de los alisios en las costas de América del Sur y en todo el Pacífico,
así como el calentamiento oceánico en la costa y a lo largo de la línea del
ecuador. Es como si, para ENSO, la superficie del océano fuese un sistema
rígido, análogo a un balancín hecho de una tabla de madera en el que cada
extremo sube y baja, o como el astil de una balanza. Una descripción más
realista es que la transmisión de las perturbaciones atmosféricas al océano
por medio de las ondas de Kelvin y de Rossby, que recorren el ecuador, se
reflejan y se interfieren, una pudiendo cancelar los efectos de la otra. Este
es el modelo del oscilador atrasado (ver figura 4.3). La gran extensión del
Pacífico tropical permite en efecto el desarrollo completo de este modelo,
que depende de la velocidad de estas ondas. Así considerado, ENSO
73

deviene prácticamente un modo de oscilación propia del Pacífico ecuato-


rial y, en este sentido, es previsible. Esto sería así, sin duda, si acaso se
pudiese considerarlo aislado del resto del sistema climático. Pero este no es
el caso (ver capítulos 5 y 6), lo cual explica porqué no existe un modelo
“tipo” o una versión “estandarizada” de ENSO.
74 ¿Cómo funciona ENSO?

límites de la piscina
de agua cálida

agua cálida alisios


Los alisios acumulan habitualmente las aguas
cálidas al oeste, donde la evaporación es intensa,
termoclina lo cual desencadena convección atmosférica
y lluvias. La termoclina está más próxima
a la superficie al este que al oeste.

Oeste Este
desplazamiento hacia
el este de las aguas cálidas

Los alisios se debilitan a veces


en el Pacífico central y las aguas cálidas
se desplazan hacia el este.

onda de Rossby
onda de Kelvin
Esta perturbación engendra una onda de Kelvin
que se desplaza hacia el este, que en dos meses
llega frente a las costas de América del Sur.
Dicha onda induce al mismo tiempo una onda
de Rossby que se aleja hacia el oeste tres veces
más lentamente que la precedente, llegando
a la ribera oeste del Pacífico seis meses después.

alisios A su paso, la onda de Kelvin hace subir


vientos del oeste el nivel del mar y bajar la termoclina, mientras
que la onda de Rossby produce el efecto inverso.
Esto conduce a la situación El Niño, donde
la superficie del mar y la termoclina están
horizontales. La zona de evaporación
se encuentra hacia el centro del Pacífico.
segunda onda de Kelvin
onda de Rossby
La onda de Rossby se refleja en el ribera
oceánica indonesia, lo cual genera una segunda
onda de Kelvin.

Al desplazarse, esta onda hace subir


la termoclina hacia el este y pone fin al episodio
La Niña. Si es lo suficientemente intensa,
por el contrario, lo inicia.

Figura 4.3
El ciclo ENSO explicado por la teoría del oscilador atrasado
Un esquema simétrico, a partir de un reforzamiento de los alisios,
daría cuenta del nacimiento, vida y desaparición de La Niña.
75

5
A escala
del planeta

EL PLANETA DE UNA SOLA MIRADA


Si pudiésemos abarcar de una sola mirada la banda comprendida entre los
trópicos de Cáncer y de Capricornio, observaríamos, por un lado, tres
zonas de ascendencia de aire en la ribera occidental de los océanos tropi-
cales, verdaderas calderas que desencadenan el ascenso del aire húmedo con
su cortejo de cúmulo-nimbus y, por otro, tres zonas de descenso de aire
seco, correspondientes a los grandes desiertos. Cada rama ascendente o
descendente se vincula, así, con dos células de circulación adyacentes como
verdaderos engranajes del sistema. Toda modificación de una de ellas reper-
cute en las otras. Existe, por lo tanto, un lazo entre los tres océanos, aunque
cada uno posea sus propias características. El calentamiento de la atmós-
fera que producen los continente es insignificante en el Pacífico pero más
importante en el Atlántico. El océano Índico, sometido por su parte a la
alternancia de los monzones, se cierra hacia la latitud 25°N, donde expe-
rimenta los efectos de la cadena del Himalaya.
Para establecer el impacto que las fluctuaciones de la circulación
atmosférica y oceánica del Pacífico a escala de algunos años, del tipo de
ENSO, tienen sobre el planeta, es necesario tomar en consideración las
variaciones a otras escalas de tiempo (ver capítulo 6). Las células de circu-
lación atmosféricas siguen primero un desplazamiento estacional que
corresponde al máximo de insolación, lo que explica la alternancia de una
76 A escala del planeta

estación húmeda y de una seca en los trópicos. Se han observado también


otras variaciones a más largo plazo. Por ejemplo, en los años 20, mientras
la presión promedio del anticiclón de las Azores registraba un aumento de
7 hectopascales, en el Pacífico sur bajaba de 2. Acompañando esta última
modificación, se registró un desplazamiento de los centros de altas
presiones de los 115°O en 1915 a los 105°O en 1945, para estabilizarse
actualmente alrededor de los 95°O. Esto produjo una disminución en la
frecuencia de los huracanes en el mar Caribe, y un reforzamiento simul-
táneo de los alisios a lo largo de las costas de Venezuela y de Colombia. La
menor frecuencia de los ciclones, por su lado, trae consigo una reducción
de los vientos dominantes del sur y del oeste que llevan a América Central
la humedad del Pacífico. Así, las precipitaciones en Costa Rica se redujeron
en un 70%…
Cuando se tiene una cierta perspectiva es efectivamente posible
analizar los cambios climáticos planetarios que acompañan el movimiento
de balanceo de la oscilación austral y que caracterizan sus episodios cálidos
(El Niño) o fríos (La Niña). Los que están relacionados con El Niño son
más fáciles de demostrar en la medida en que este evento se manifiesta a
menudo por un cambio radical del clima, mientras que durante La Niña
se asiste más bien a un reforzamiento de los rasgos habituales.

DEL LADO DEL ATLÁNTICO TROPICAL


Las regiones tropicales del Pacífico y del Atlántico presentan ciertas carac-
terísticas comunes, a saber:
➝ presencia de una zona de convergencia intertropical, en la cual los alisios
del norte y del sur confluyen;
➝ una circulación atmosférica vía las células de Hadley y de Walker;
➝ la misma repartición de las temperaturas del océano con afloramiento en
la costa, en su flanco oriental y en el ecuador;
➝ una circulación oceánica similar.
La totalmente diferente morfología de las cuencas de ambos océanos los
diferencia en cuanto a sus relaciones con la atmósfera, así como en su
variabilidad climática. El océano Pacífico es enorme. Con un ancho de
17.000 kilómetros a la altura del ecuador, está separado del Ártico por el
estrecho de Bering y las islas Aleutianas. Mucho más esbelto, y con sólo
6.000 kilómetros de ancho en el ecuador, el Atlántico está no solamente
abierto totalmente sobre el Ártico, sino también sobre la Antártida. Esta
77

vasta extensión norte-sur del Atlántico le confiere un papel preponderante


en las variaciones climáticas a largo plazo (a escala del decenio al milenio),
que no analizaremos aquí.
A pesar de estas analogías, no existe en el Atlántico el equivalente
exacto del sistema ENSO del Pacífico, por dos razones: la estrechez de la
cuenca y el impacto, en su flanco oriental, del continente africano que
provoca un régimen de monzón en el golfo de Guinea. Entre las zonas de
convección sobre la selva amazónica y la selva ecuatorial africana, la célula
de Walker no tiene casi espacio para desplegarse. La rama ascendente se
sitúa sobre la Amazonia y la rama descendente sobre toda la porción del
Atlántico que se extiende del noreste brasileño hasta sudoeste de África, y
las variaciones climáticas de ambos lados están en correlación. La situación
del Pacífico es inversa, ya que en sus dos riberas las variaciones climáticas
están en fases opuestas. Puesto que las distancias entre uno y otro lado del
Atlántico son más bien cortas, no puede desarrollarse un mecanismo
análogo al del “oscilador atrasado” para generar oscilaciones análogas a las
de ENSO en el Pacífico. En efecto, la variabilidad de las temperaturas de
superficie es dos veces más reducida en el Atlántico ecuatorial que en el
Pacífico.
En consecuencia, las variaciones interanuales del calentamiento del
Atlántico no provienen principalmente de un desplazamiento hacia el este
de la masa de aguas cálidas a lo largo del ecuador, como en el Pacífico, sino
de una respuesta del océano a un forcejeo atmosférico: el cambio de posi-
ción de la ZCIT. Las variaciones de la temperatura de la superficie del
océano, ligadas a un desplazamiento del ecuador meteorológico, son por
lo menos tan importantes como las que se producen a lo largo del ecuador
geográfico. Se observa una buena correlación entre las anomalías de tempe-
ratura al norte y al sur del ecuador (señas de las anomalías de posición de
la ZCIT) y las fluctuaciones pluviométricas en el noreste brasileño. Es el
descenso hacia el sur de la ZCIT durante el invierno boreal, lo que aporta
generalmente la lluvia en el noreste brasileño, región conocida por su
aridez con sequías extremas denominadas “secas”. ¿Quiere esto decir que
el régimen hídrico del noreste brasilero es independiente del Niño?
Ciertamente que no. Recordemos al respecto que en 1877, año del Niño,
se produjo una total ausencia de lluvias. En efecto, si bien no existen
verdaderos El Niño atlánticos, los episodios conocidos como El Niño-La
Niña del Pacífico desencadenan eventos similares en el Atlántico pero en
78 A escala del planeta

las fases opuestas. Cabe señalar, a título de ejemplo, la secuencia de los


sucesos en el Atlántico en 1983-1984, ligados con El Niño de 1982-1983,
seguido por un episodio frío en el Pacífico en 1984. Al contrario de lo
ocurrido en el Pacífico, 1983 fue un año particularmente frío en el
Atlántico; el afloramiento ecuatorial fue allí muy activo, mientras que en
1984, año cálido en el Atlántico, éste prácticamente se desvaneció.
En período El Niño (1983), la zona de convección del Pacífico se
desplazó hacia el este, con los vientos del este y del oeste convergiendo en
ella. Al este de esta zona, los vientos del este se reforzaron y, por consi-
guente, los alisios del Atlántico fueron atraídos por la proximidad inhabi-
tual de esta zona de convergencia. Este reforzamiento activó la pequeña
célula de Walker atlántica y su rama descendente sobre el océano Atlántico
y el noreste brasileño, que sufrió, consecuentemente, un período de seca.
La situación se invirtió en 1984. La Niña dominaba en el Pacífico y, en su
extremo oriental, la zona de subsidencia de la célula de Walker se trans-
formó, más bien, en una zona de divergencia de los vientos, lo que produjo
un efecto repulsivo de los alisios del Atlántico. Éstos se debilitaron; el
Atlántico pasó a una fase cálida favorable al descenso hacia el sur de la
ZCIT, lo que favoreció las precipitaciones en el noreste brasileño, como así
también en las regiones desérticas de la costa africana, debido a la estrechez
de la cuenca.
En resumen, ENSO hace sentir su influencia en el Atlántico, espe-
cialmente en el noreste brasileño. En esta región, la mayoría de los episo-
dios del Niño coinciden con años secos; no obstante, han habido años secos
e incluso muy secos, fuera de los episodios del Niño. Un análisis estadís-
tico muestra que El Niño del Pacífico explica solamente el 10% de la
variancia de las precipitaciones en el noreste. Esto es poco, pero suficiente
como para hacer pasar la situación de una sequía ordinaria a una aridez
excepcional. La correlación entre el índice ENSO y las precipitaciones en
el noreste brasileño es mucho más baja que la que existe entre la pluvio-
sidad y la posición de la ZCIT.
Por comodidad se habla del Niño y de La Niña atlánticos, pero en
realidad estos episodios no corresponden a una oscilación propia del
Atlántico, sino que están gobernados por ENSO. A una marcada situación
El Niño en el Pacífico corresponde una situación tipo La Niña en el
Atlántico; y en el Atlántico se produce un episodio cálido cuando el
Pacífico entra en fase fría. Esta relación no tiene nada de sistemático,
79

porque solamente se han registrado tres episodios del tipo del Niño en el
Atlántico en este último cuarto de siglo: en 1963, 1968 y 1984.
Este contraste de fases entre los dos océanos se materializa también de
manera espectacular en la frecuencia de los ciclones. Durante un período
cálido en el Pacífico, la actividad ciclónica es reducida o casi nula en el
Atlántico. Esto se debe a la modificación del trayecto de las corrientes de
altitud, las “corrientes-jet” (jet stream), que soplan hacia el este a una altitud
de 10 kilómetros y que son responsables de la hora de atraso de los aviones
que atraviesan el Atlántico de esta a oeste. Una cizalladura se produce
entonces entre esta corriente-jet y los alisios que soplan hacia al oeste, lo
que impide la extensión vertical de la convección, condición indispensable
para la maduración del ciclón. En período La Niña, por el contrario, la acti-
vidad ciclónica aumenta en el Atlántico. Caso excepcional, el 24 de
septiembre de 1998 se produjeron tres ciclones simultáneamente.

EL PARENTESCO DEL NIÑO CON EL MONZÓN ÍNDICO


La señal climática dominante en el océano Índico es estacional. Se trata del
régimen alternado del monzón, piloteado por las variaciones estacionales
de presión sobre el continente asiático. El término monzón viene del árabe
mausim, que significa “estación” pero también “viento de las especias y de
la fecundidad”. Si no hubieran aprovechado los monzones, los romanos no
podrían haber jamás mantenido desde el comienzo de la era cristiana rela-
ciones comerciales permanentes con la India y con China. Las especias
(pimienta, nuez moscada, clavo de olor, jengibre, canela), traídas de
Insulandia, eran productos familiares para los Romanos. De China, de
Ceilán y de la India venían las mercancías en navíos indios o persas que
utilizaban el monzón hasta la entrada del Mar Rojo. Transportadas por vía
terrestre hasta Antioquía o Alejandría, atravesaban luego el Mediterráneo
hasta Ostia. Necesitaban un año entero para realizar este periplo, mucho
menos que los viajes de los portugueses que, tomando la vía marítima por
el Cabo de Buena Esperanza, multiplicaban el trayecto por tres. Esta
lentitud relativa era compensada por la importancia de la flota, compuesta
por más de un centenar de naves. Los romanos habían incluso abierto un
enclave comercial en Virampatnam, cerca de Pondichery, al sur de la India.
Esta ruta marítima suplantará más tarde la ruta terrestre de caravanas
controlada por los partos. Después de la caída del Imperio Romano y el
auge del islam, la ruta de la India cayó, en el siglo VII, en manos de los
80 A escala del planeta

árabes, quienes fundaron enclaves comerciales en la India y hasta en China.


En el siglo XV, el cierre de la ruta terrestre de la seda por la dinastía Ming
ofrece a los moros el monopolio del comercio entre el extremo oriente y
Europa. Sin el monzón, estos navegantes no habrían podido atravesar el
mar de Omán a bordo de rápidos veleros que les permitían, en verano,
cruzar hacia la India para buscar las especias en la costa de Malabar, y luego
volver en invierno. Cabe señalar que hubo que esperar hasta 1786 para que,
por la primera vez, Antoine d’Entrecasteaux logre, contra el monzón,
realizar el viaje marítimo entre Ceilán y la China.
En 1686, el astrónomo inglés Edmond Halley indicó, con razón, que
esta inversión de dirección es debida a las diferencias de variación de
temperatura entre el océano, donde la amplitud térmica es reducida, y el
continente, donde es muy amplia (ver figura 5.1). Para ser más exactos
hemos de decir que la verdadera causa son las diferencias de presión indu-
cidas por las variaciones de temperatura. Mientras que la presión atmos-
férica varía poco en el océano, las variaciones entre el verano y el invierno
son considerables en el continente. Durante el verano del hemisferio
norte, las tierras de Asia se calientan considerablemente, creando un
centro de muy baja presión relativa, hacia el cual afluye el aire oceánico
cargado de humedad , dispensando generosas lluvias. La llegada de este
monzón del sudoeste es muy celebrada, ya que marca el fin de un período
de fuerte calor y de sequía. El relieve del Himalaya constituye una barrera
que permite hacer beneficiar de abundantes lluvias a las regiones del norte
de la India. La región de Cherrapunji recibe más de 11metros por año.
Estas lluvias persisten hasta la llegada del invierno en el hemisferio norte.
El enfriamiento invernal crea, por su parte, un vasto anticiclón en el
centro de Asia, que es extremadamente potente y que genera una especie
de gigantesca y muy seca “brisa de tierra” desde el continente hacia el
océano. Aquí, el aire se carga de humedad y de ella se beneficia el norte
de Australia.
En capítulos anteriores partimos del mortal “fracaso” del monzón de
1877 y de la preocupación de Blanford y de Walker por establecer ciertas
relaciones capaces de preverlo. La oscilación austral nos trajo más tarde
hacia el Pacífico, principal motor de ENSO, relegando de esta manera las
variaciones del monzón índico a la frontera de un fenómeno centrado en
el Pacífico, considerado entonces como el verdadero director de orquesta
de la variabilidad estacional interanual. Entre el índice de oscilación austral
81

Figura A Figura B
Propagación de una onda Anomalías del nivel del mar en el
de Kelvin a lo largo del ecuador, Pacífico, observadas por el satélite
observada por el satélite Topex/Poseidon
Topex/Poseidon, encargado Las anomalías positivas
de medir la altura del (sobre-elevación) aparecen en rojo
nivel del mar y las negativas en azul violeta,
según la escala a la derecha.
Aquí se muestran las anomalías
El contraste entre las dos situaciones
de la altura de la superficie resulta notorio en la zona ecuatorial,
oceánica, expresadas donde las anomalías positivas y
en centímetros y representadas negativas se invierten, con diferencias
según la escala situada a la derecha. del nivel del mar superiores
Una anomalía positiva de unos a los 30 centímetros, tanto al este
16 centímetros (en rojo) se desplaza como al oeste.
de oeste a este a lo largo
del ecuador. Próxima a las costas
indonesias el 22 de marzo de 1997,
esta anomalía llegó al centro Cortesía del Laboratorio de Estudios
de la cuenca pacífica el 11 de abril Geofísicos y Oceanográficos Espaciales
y a la costa americana el 30 de ese (Unidad Conjunta de la CNES, el CNRS y
mismo mes. la Université Paul Sabatier de Toulouse).
82

Figura C
Evolución de la pareja
océano-atmósfera en el Pacífico
ecuatorial
Habitualmente, los alisios inducen
un afloramiento de aguas frías frente
al Perú y una acumulación de aguas
cálidas al oeste de la cuenca, haciendo
subir el nivel del mar de 50 centímetros
a 1 metro. En consecuencia,
la termoclina aflora a la superficie
en la región del afloramiento y se sitúa
a más o menos 200 metros frente
a Indonesia. La circulación atmosférica
se caracteriza por una fuerte ascendencia
sobre Indonesia, donde se producen
entonces fuertes precipitaciones,
mientras que el descenso del aire acarrea
condiciones áridas entre la Isla
de Pascua y el continente sudamericano
en la región entre el ecuador y el norte
de Chile. En años El Niño, la reducción
de los alisios acarrea un desplazamiento
de la masa de aguas cálidas y
de la circulación atmosférica asociada
hacia el centro del Pacífico. La termoclina
sube al oeste y desciende a
las profundidades al este.

Cortesía de la NOAA/PMEL/TAO Project


Office. Michael J. McPhaden, Director.

Figura D
Mapas de las temperaturas
de superficie del océano
Pacífico ecuatorial
La escala coloreada
de temperaturas se indica
a la derecha de cada mapa.
Cualitativamente, existe
una similitud entre La Niña
y las condiciones normales,
con un mínimo térmico
a lo largo del ecuador que
prolonga el afloramiento
costero. Nada similar ocurre
durante un episodio
El Niño, donde se observa
una banda de aguas cálidas
a lo largo del ecuador,
de una ribera a la otra del
Pacífico.

Cortesía de la
NOAA/PMEL/TAO Project
Office, Michael J. McPhaden,
Director.
83

Figura E
Sistema de observación in situ
de los océanos tropicales durante
el programa TOGA (Tropical Ocean
and Global Atmosphere)
Rombos rojos = boyas ancladas
Puntos amarillos = instalaciones
para medición del nivel del mar
en islas y continentes
Flechas rojas = boyas derivantes
en superficie
Líneas azules = rutas de navegación
de navíos mercantes
que efectúan mediciones
sistemáticas de temperatura y
salinidad
Los datos son transmitidos por
satélite, los que además constituyen
un poderoso medio para medir
los principales parámetros
meteorológicos y oceánicos, así
como el nivel del mar. Las
observaciones son particularmente
intensas en el Pacífico, con ENSO
como el “jugador líder” de
la variabilidad climática plurianual.

Cortesía de la NOAA/PMEL/TAO
Project Office, Dr. Michael J. McPhaden,
Director.

Figura F
Machu Picchu:
terrazas para el cultivo
construidas por los incas
para retener el agua
de lluvia
Las antiguas civilizaciones
supieron adaptarse
de diferentes maneras
a los caprichos del clima y
a las dificultades
del medio. Los vestigios
arqueológicos ilustran
aquí las técnicas
de hidráulica agrícola
desarrolladas por los incas
para acomodarse
e incluso sacar provecho
de las lluvias diluvianas
que a menudo acompañan
al Niño.

Foto : UNESCO/Roque
Laurenza.
84

Figura G
El huracán Mitch observado por el satélite
GOES 8 el 27 de octubre de 1998
Después del Niño de 1997-1998, caracterizado por
una reducida actividad ciclónica en el Atlántico durante el
verano de 1997, el sistema evolucionó muy rápidamente hacia
una situación La Niña en el verano de 1998, con un repunte
espectacular de los ciclones. La imagen muestra el ciclón Mitch,
uno de los más violentos del siglo, llegando a América Central.
Los vientos superaron los 300 km/h.

Cortesía de la NOAA, Satellites Services Division.


85

Figura H
La pesca de la anchoveta
frente al Perú
Durante los episodios El Niño,
la pesca industrial se ve muy
afectada por la creciente escasez
del recurso.

Fotos: cortesía de Jürgen Alheit.


86

Figura I
Efectos climáticos del Niño
a escala planetaria
La temperatura y la
pluviosidad del planeta entero
sufren numerosas
modificaciones, simultáneas
o no, durante un episodio
El Niño. Entre los efectos más
constantes, especialmente
notorios en el invierno boreal,
se pueden citar:
• sequía y ondas de calor
al oeste del Pacífico
(“continente marino”,
Australia), en América Central,
en el noreste brasileño y
al sur de África;
• calor y fuertes
precipitaciones en las zonas
costeras de América del
Sur y en el sudeste del Brasil;
• desplazamiento
de la actividad ciclónica
de la región indonesia hacia
el triángulo Hawaii-Polinesia-
Cook y reducción
de la actividad ciclónica
en el Atlántico tropical;
• reducción del monzón
índico.

Cortesía de la NOAA/PMEL/TAO
Project Office,
Michael J. McPhaden, Director.

Figura J
Sistema de observación in situ
de los océanos tropicales durante el
programa TOGA (Tropical Ocean
and Global Atmosphere)
Una de las boyas ancladas
en Pacífico ecuatorial para medir
permanentemente los parámetros
meteorológicos (instrumentos sobre
la boya) y oceanográficos, hasta
500 metros de profundidad
(instrumentos colocados a lo largo
de un cable suspendido a la boya).

Cortesía de la NOAA/PMEL/TAO Project


Office, Michael J. McPhaden, Director.
87

(a) Arriba: Una vivienda Figura K


desplazada. Resultado del paso del ciclón Fifi en 1974 en Honduras
(b) Abajo: Autobuses (período La Niña). Una de las consecuencias
atascados en una ruta inundada del cambio climático podría ser una mayor frecuencia
por las lluvias. y un aumento de la intensidad de tales fenómenos
extremos. Para comprender mejor los procesos climáticos
y oceanográficos, los climatólogos no cejan en su esfuerzo
por dilucidar la complejidad de las relaciones
entre el océano y la atmósfera.

Foto : UNESCO/Michel Guiniès.


88

Figura L
En período El Niño la crecida
de los ríos inunda grandes
superficies, creando
por un tiempo nuevos lagos
o ampliando
considerablemente los
existentes.

Fotos: cortesía de Miguel


Carrillo/El Comercio (Perú).

(a) Vista aérea del lago que se formó (b) Visita del Presidente
temporalmente en el desierto de Sechura, del Perú Alberto Fujimori a
departamento de Piura (norte del Perú), tomada dicho lago ese mismo día.
el 28 de febrero de 1998 (episodio El Niño).
89

y las anomalías de las precipitaciones en la India durante el monzón de


verano existe una correlación estadística significativa. Se asocian El Niño
(índice bajo) con monzones deficitarios y La Niña (índice elevado) con
monzones excedentarios. De esto resulta una oscilación de las cosechas de
arroz de más o menos un 20%. Curiosamente, la abundancia de las lluvias
del monzón está más fuertemente correlacionada con la temperatura de
superficie del Pacífico ecuatorial central que con el índice de oscilación
austral.
Entre los dos fenómenos existe, por lo tanto, una relación muy clara.
Es precisamente en este sentido que se organizó, bajo el auspicio de la
Organización Meteorológica Mundial (OMM), de la Comisión
Oceanográfica Intergubernamental (COI) y del Consejo Internacional de
la Ciencia (ICSU) el programa internacional TOGA (ver recuadro, p. 72),
cuyo objetivo es establecer las bases para una previsión climática interanual.
Este programa se dedicó prioritariamente al estudio del Pacífico tropical y
era lógico, considerando la necesidad de disponer, para un período sufi-
cientemente largo en relación con las fluctuaciones de ENSO, las medidas
necesarias para comprender sus mecanismos.
Desde este punto de vista “centrado en el Pacífico”, los resultados
han sido fructuosos. ¿Puede decirse lo mismo respecto del objetivo inicial,
la previsión climática plurianual a escala del planeta y no solamente de las
riberas del Pacífico? En otras palabras, formulando la pregunta de otra
manera, ¿qué aporta un mejor conocimiento del funcionamiento de ENSO
en el Pacífico a la previsión del monzón? El trabajo de TOGA no mejoró
las correlaciones estadísticamente significativas entre ENSO y la variabi-
lidad del monzón, aunque tampoco son lo suficientemente elevadas como
para que sirvan como una herramienta de previsión. Durante el período
1870-1991 se han registrado 22 años de monzón deficiente, de los cuales
solamente 11 corresponden a un episodio El Niño. A la inversa, en los 18
años que fueron netamente excedentarios, sólo 7 son años de La Niña. Este
fracaso relativo recuerda el de las complicadas fórmulas de previsión de
Walker, a pesar de los progresos de la modelización y de que actualmente
se dispone de un conocimiento mucho más elaborado de la física de los
fenómenos. Es menester reconocer la evidencia: ENSO se encuentra en la
incapacidad de explicar la totalidad de la variancia del monzón a escalas
interanuales. No es suficiente prever ENSO para predecir la variabilidad del
clima en general y del monzón en particular.
90 A escala del planeta

Enero

ZCIT
o ecuador
meteorológico

monzón
del noroeste
ecuador geográfico

monzón del noroeste Julio

monzón
del sudoeste

monzón
de África
occidental monzón
del sudeste

Figura 5.1
El fenómeno del monzón
La inversión estacional de los vientos caracteriza al monzón, sobre todo
alrededor del océano Índico. Los alisios, arrastrados por la migración de la
zona de convergencia intertropical, cambian de dirección atravesando
el ecuador, donde la fuerza de Coriolis se invierte.
Durante el verano boreal, el ecuador meteorológico y los vientos
asociados emigran al norte del ecuador geográfico, siguiendo el Sol.
Cargándose de humedad y de calor sobre el océano Índico, producen
precipitaciones importantes, especialmente en la India y en Indonesia.
El fenómeno del monzón evoca la alternancia cotidiana brisa
de tierra-brisa de mar, porque está acentuado por la diferencia térmica
entre continente y océano, particularmente marcada en el Índico
por la presencia al norte de la cadena del Himalaya.
91

En lo que respecta a la variabilidad interanual del clima para el


Atlántico y para el Pacífico, por nuestra parte nos hemos interesado casi
exclusivamente en el océano y en la atmósfera. Es imposible razonar de esta
manera en lo que respecta al océano Índico, que es un semi-océano, cerrado
a partir de los 25°N por la impresionante masa asiática que se impone
como un actor de peso en el juego climático y que impone sus propias
reglas y escalas características de variabilidad al sistema. Así, se pasa de dos
a tres jugadores, lo que hace la partida diferente y más compleja. Para
comprenderla cabalmente es necesario saber de qué manera la atmósfera,
el océano y los continentes comunican entre sí. Lo hacen intercambiando
calor, humedad y cantidad de movimiento. Los principales puntos de
comunicación son las interfaces entre el océano y la atmósfera, por una
parte, y entre los continentes y la atmósfera, por otra. La atmósfera sirve
de agente de contacto, de mensajero, entre el océano tropical y el conti-
nente: sus movimientos y sus propiedades (el mensaje que transporta, es
decir el monzón) dependen de esos dos polos (es decir, sus informantes) y
de su variabilidad respectiva. Se puede decir que la atmósfera es un buen
mensajero, en la medida en que su tiempo de respuesta, que es breve, reac-
ciona rápidamente a las fluctuaciones de sus “informantes”. Como para el
Atlántico, las variaciones interanuales de la temperatura de la superficie del
Índico tropical son mucho más reducidas que las del Pacífico ecuatorial.
Pero, a diferencia del Atlántico, varían en el mismo sentido en todos los
aspectos considerados, siguiendo de muy cerca la variación del índice
ENSO. A escala plurianual, el océano Índico es solamente un anexo del
Pacífico, que sigue el ritmo de las variaciones de la reserva de aguas cálidas
del Pacífico occidental. Las variaciones de intensidad de las lluvias del
monzón, por otra parte, se correlacionan mucho mejor con las variaciones
de temperatura de la superficie del Pacífico ecuatorial que con las del
océano Índico. Estas correlaciones son, sin embargo, insuficientes para
una previsión eficaz, a causa del tercer jugador: el continente asiático,
sometido a las influencias climáticas extra-tropicales que obligan a salir de
la visión regional del monzón que prevalecía y a tomar en cuenta, para su
previsión, el sistema climático en su conjunto y en sus diversas escalas de
variabilidad. El monzón y ENSO tienen en común la reserva de aguas
cálidas de la zona indo-pacífico, la cual alimenta por convección a la vez la
célula de Walker del Pacífico y los flujos del monzón. Este es el rasgo
común que explica las correlaciones significativas entre los índices ENSO
92 A escala del planeta

y el monzón. Tal correlación subraya la existencia de una relación, pero no


expresa necesariamente una relación de causa a efecto. Se vuelve a caer en
el problema del huevo y de la gallina, pues debemos admitir que, si bien
las fluctuaciones de ENSO se encuentran en las del monzón, también las
variaciones de éste tienen una influencia sobre ENSO. Compartimentar el
sistema climático, ENSO por un lado, monzón por otro, es útil para
analizar la física de los fenómenos, pero, aunque etapa necesaria para la
elaboración científica, es un enfoque reduccionista e insuficiente para
resolver la variabilidad del sistema climático que depende, también, e
incluso tal vez más aún, de la interactividad entre los dos sistemas y de la
influencia de las regiones extra-tropicales.
Normand escribía en 1953:
Resulta notable que las precipitaciones del monzón índico estén mejor relacionadas
con los eventos que le siguen que con los que le preceden. Desgraciadamente para
la India, la oscilación austral entre junio y agosto, en el punto máximo del
monzón, tiene numerosas correlaciones significativas con los eventos ulteriores y
relativamente pocas con los eventos anteriores. El monzón índico aparece entonces
como un elemento activo y no simplemente pasivo del clima mundial, más eficaz
como herramienta de previsión que como evento a prever. En su conjunto, el
trabajo de Walker ha abierto más perspectivas de previsión en otras regiones que
en la propia India…
Dicho de otra manera, una vuelta al punto de partida, o más o menos, tras
un rodeo por ENSO y el programa TOGA.

TELECONEXIONES PLANETARIAS:
EL PACÍFICO NORTE Y EL RESTO DEL MUNDO
La “teleconexión” refleja los vínculos existentes entre anomalías climáticas
que se producen a gran distancia entre sí. ENSO es, en su base, una tele-
conexión que vincula las anomalías de presión atmosférica entre Tahití y
Darwin vía la célula de Walker. Poco a poco, como hemos visto prece-
dentemente, se puede también hablar de teleconexión entre ENSO, por
una parte, y el monzón índico o la pluviosidad en el noreste brasileño, por
otra. Las teleconexiones se traducen necesariamente por correlaciones
estadísticamente significativas entre las anomalías en cuestión. La exis-
tencia de tales correlaciones entre dos fenómenos no es suficiente, sin
embargo, para hablar de teleconexión. Hace falta, además, un mecanismo
explicativo.
93

El término “teleconexión”, introducido por Anders Angström en


1935, cayó más tarde en desuso debido a una utilización abusiva. Siempre
se pueden buscar correlaciones entre todo y cualquier cosa, y resulta
tentador deducir automáticamente que ellas corresponden a un vínculo
físico, incluso si no se lo conoce, siendo que la correlación puede haber sido
puramente fortuita. La correlación simple corría el riesgo de remplazar el
razonamiento, por eso, todo aquel que utilizaba esta palabra era sospechoso
de pereza intelectual. Aunque sin utilizar la expresión, en las páginas prece-
dentes hemos analizado las teleconexiones entre ENSO y las regiones
tropicales de los océanos Índico y Atlántico, sobre todo las que están trans-
mitidas por las células de Walker.
Esta apelación se ha reservado en general para las interacciones con
las regiones extra-tropicales. La correa de transmisión de las perturba-
ciones es la célula de Hadley, que funciona en un plano meridiano (norte-
sur). Un episodio El Niño que provoca una repartición de la reserva de
aguas cálidas a lo ancho del Pacífico ecuatorial provoca también un
descenso de la ZCIT hacia el ecuador, un aumento de la convección
atmosférica y, por lo tanto, una activación de la célula de Hadley que poco
a poco transfiere más energía hacia las altas latitudes. La temperatura del
aire en la troposfera aumenta y también el gradiente térmico del ecuador
hacia las altas latitudes.

E N E L PA C Í F I C O N O RT E
La transferencia de energía de la célula de Hadley hacia las altas latitudes
se efectúa también en forma ondulatoria, lo cual, periódicamente, aumenta
o disminuye las presiones atmosféricas hacia el norte. Durante un El Niño,
esto resulta, por ejemplo, en un refuerzo de la zona de baja presión del
Pacífico norte (Aleutianas) y una más fácil entrada de aire marino al noro-
este de los Estados Unidos y de Canadá, que viven entonces inviernos
moderados y húmedos. El aporte de energía suplementaria en la célula de
Hadley se evacúa también en parte en la alta troposfera por el reforza-
miento y la extensión hacia el este de la corriente-jet subtropical que se esta-
blece en la zona de gradiente térmico (también reforzado), limitando la
célula de Hadley por su flanco norte. Esta corriente-jet se acompañada de
granizo y borrascas en California y México en invierno. Y su extensión
hacia el este es también la que limita la génesis de ciclones en el Atlántico.
Durante La Niña, la corriente-jet subtropical se debilita, provocando sequía
94 A escala del planeta

en México y en el golfo de México, y el aumento de la frecuencia de los


ciclones atlánticos.
El ejemplo del sur de los Estados Unidos muestra, sin embargo, que
hace falta mucha precaución antes de vincular una modificación en zona
templada con la oscilación austral. El rudo invierno que conoció el sudeste
de los Estados Unidos en 1976-1977 fue de esta manera atribuido al Niño.
En Florida colgaban naranjas cubiertas de hielo de las ramas de los
naranjos. Durante el episodio de 1982-1983, por el contrario, el invierno
fue el más clemente de los últimos 25 años: el consumo de energía dismi-
nuyó y las cosechas de cereales fueron pletóricas. Esto muestra la necesidad
de fundar las teleconexiones sobre bases físicas.
La transferencia de energía hacia las altas latitudes se efectúa igual-
mente por la vía oceánica, mucho más lenta y por ende menos conocida.
Efectivamente, en 1993 se detectó un recalentamiento del Pacífico a la
altura de los 40°N y numerosos oceanógrafos estuvieron de acuerdo que se
estaba en presencia de uno de los efectos del Niño de 1982-1983. En la
sección “El Niño, fase cálida de ENSO” (ver capítulo 4) solamente nos refi-
rimos a la banda intertropical, pero el tema no se detiene allí. Así, cuando
el recalentamiento llega a las costas de América del Sur, como en 1982-
1983, la onda cálida de Kelvin recorre la costa de América Central y luego
la de América del Norte, para llegar, tres meses más tarde, al paralelo
40°N. La elevación del nivel del mar desencadena entonces una onda de
Rossby que se desplaza hacia el oeste en profundidad, muy lentamente, ya
que su velocidad es inversamente proporcional al cuadrado de la latitud.
En 1991-1992, esta onda llegó a la región del Kuroshio y fue empu-
jada hacia el norte, lo que trajo como consecuencia un recalentamiento de
más de un grado y que perduró hasta 1992-1993. Esta perturbación se
repercutió en la atmósfera y, por lo tanto, en las condiciones meteoroló-
gicas. Aquí aparece un nuevo componente del complejo edificio climático:
¿habrá habido una relación entre las crecidas del Mississipi de 1993 y El
Niño de 1982-1983?

EN EL RESTO DEL MUNDO


En realidad, y para ir más lejos, es difícil emplear el término “teleconexión”
en el sentido físico que le hemos dado. Los conocimientos actuales no
permiten, en efecto, vincular eventos climáticos que se desarrollan en
Europa y en Medio Oriente con la oscilación austral. No se puede conta-
95

bilizar como efectos del Niño, como ocurrió durante el episodio de 1997-
1998 (inundaciones en Europa occidental con 25 muertos y 200 millones
de dólares de daños, o la ola de frío en Medio Oriente, con 65 muertos y
50 millones de dólares de pérdidas), cuando nada ha demostrado hasta el
día de hoy una vinculación con El Niño. Si bien es cierto que pueden haber
efectivamente correlaciones más o menos significativas y fortuitas con el
resto del mundo, hay que evitar interpretarlas como consecuencias de
ENSO. Cualquier anomalía climática que se produzca en el mundo en un
período El Niño no debe sistemáticamente imputarse al Niño que, a pesar
de su nombre, no tiene por qué jugar el papel del chivo expiatorio.
97

6
¿Se puede
prever ENSO?

ÉXITOS Y FRACASOS DE LA PREVISIÓN


Para ser eficaz en términos socioeconómicos, la previsión del Niño o de La
Niña debe hacerse con varios meses de anticipación. Los científicos siempre
han tenido la tentación de prever El Niño, pero, inevitablemente, con una
probabilidad de error, que esta anticipación no hace sino acrecentar. Un
folleto australiano aparecido en 1991 indicaba: “Podemos anunciar la
probabilidad de que en un mes determinado las precipitaciones excedan un
determinado límite. Pero el 66% de probabilidad de que las precipitaciones
sobrepasen, digamos, los 100 mm significa que en un año de cada tres
habremos errado la previsión.”
La historia de las tentativas de previsión del Niño ilustra la dificultad
que tal ejercicio implica frente a los caprichos de un fenómeno climático
caótico. Se trata de una historia reciente, que comienza en 1982 con la
versión canónica, inmediatamente contradicha por el evento de 1982-
1983, que la hizo “saltar”. Este es sólo un ejemplo entre otros. Un cate-
drático de una universidad norteamericana, basándose en una correlación
estrecha entre El Niño y las cosechas de trigo en el estado de Illinois,
predijo una cosecha abundante para 1983, anuncio que tuvo incluso eco
en la prensa. Desafortunadamente, la cosecha sólo alcanzó la mitad de lo
normal, lo cual evidentemente no hizo mejorar la reputación de los inves-
tigadores.
98 ¿Se puede prever ENSO?

Unos pocos años más tarde, Stephen Zebiak y Mark Cane de la


Universidad de Columbia obtuvieron gran éxito –restituyendo la imagen
de los científicos– cuando anunciaron El Niño de 1986-1987 con varios
meses de anticipación, basándose para ello en un modelo océano-atmós-
fera simple. Algunas autoridades, como las de Etiopía, tomaron ciertas
medidas en consecuencia. Convencido por los meteórologos, el gobierno
etiopiano adaptó la producción agrícola a un año El Niño caracterizado por
un reforzamiento de la época de lluvias corta (mediados de febrero a
mediados de mayo) y una escasa pluviosidad durante la época de lluvias
larga (junio a septiembre). El gobierno estimuló así al campesinado a
sembrar y a fertilizar al máximo durante la primera, para compensar las
pérdidas que resultarían de la sequía del verano. Para ésta última, aconse-
jaba limitar las superficies sembradas y sembrar plantas de crecimiento
rápido. Este mismo modelo predijo también el comienzo del evento de
1991. Por su parte, el gobernador del estado de Ceara, en el noreste del
Brasil, tomó en cuenta la previsión y decidió aplicar ciertas medidas para
limitar los efectos de la sequía. Se transmitió una consigna a los campe-
sinos, incitándoles a sembrar plantas de crecimiento rápido en entorno seco
y, desde la capital, Fortaleza, se tomaron medidas para economizar agua. A
pesar de que las lluvias se redujeron en un tercio, la producción de cereales
superó el 80% de la normal en un año lluvioso. Confortados por estos
éxitos, los autores sugirieron en 1991, y no sin razón, que el mecanismo del
Niño sería simple: “El grado de precisión obtenido por la previsión, y a
pesar del carácter rústico del modelo, es significativo. Este sugiere que el
mecanismo responsable del Niño y, por extensión, de ENSO, es robusto y
simple. Si fuera complejo, delicado o dependiente de detalles a pequeña
escala, este modelo no funcionaría.”
La Naturaleza quizás se haya sentido ofendida por esta simplificación
y se vengó en la primera ocasión posible. La fenecencia del Niño, esperada
por los científicos para fines de 1992, no se produjo. El evento cálido duró
prácticamente cuatro años, lo cual es todo salvo canónico y, al mismo
tiempo, poco compatible con la hipótesis del oscilador atrasado. A pesar de
que las regiones frente al Perú y Ecuador experimentaron tres El Niño
suaves a principios de 1992, de 1993 y a fines de 1994, la temperatura
oceánica de alta mar entre los 150 y 160°O se mantuvo constantemente
por debajo del promedio. En realidad se puede decir que este episodio El
Niño fue continuo desde 1990 hasta 1995. El Servicio Nacional del Clima
99

de los Estados Unidos, cuya previsión a largo plazo privilegia los cambios
de temperatura del Pacífico, reconoció la dificultad de su misión: “El fenó-
meno El Niño que se desarrolla actualmente vino como una verdadera
sorpresa... Es el tercero en cuatro años y las previsiones no lo vieron llegar
hasta entrado el verano de 1994.” Este modelo se equivocó igualmente en
1997 y la esperanza que había inspirado impidió que se prestara suficiente
atención a ciertas señales detectables 6 meses antes y a los resultados de
otros modelos que tomaban mejor en cuenta la complejidad de las rela-
ciones entre el océano y la atmósfera.
Definitivamente, a la Naturaleza no le agrada la simplificación y, a la
inversa de la citación precedente, ella es compleja, delicada y sensible a los
pequeños detalles. Sin embargo, el evento de 1997-1998 fue una verda-
dera suerte para los científicos, en la medida en que es el primero de esta
intensidad que se ha beneficiado de una red tan completa y densa de
observaciones que permitieron seguir su evolución día a día. A falta de
una correcta previsión en la fase original, ¿qué se puede aprender de esta
experiencia?

UN OPTIMISMO MODERADO
Los resultados de los modelos que acoplan el conjunto de la circulación
atmosférica y la dinámica oceánica muestran que el Pacífico tropical es
“previsible” un año antes si los modelos se ajustan periódicamente usando
las mediciones producidas por las diferentes redes de observación. La
comparación realizada entre la evolución de las temperaturas de superficie
del Pacífico ecuatorial y las que predecían los modelos muestra, retros-
pectivamente, que el calentamiento que comienza a principios de 1997,
para culminar a fines del mismo año, había sido previsto ya en noviembre
de 1996.
El respeto escrupuloso del método experimental es lo que ha inhibido
a los científicos: esperaron hasta que los resultados del modelo simple, que
había funcionado bien anteriormente, fueran completamente descalifi-
cados por las observaciones. A partir de abril de 1997, las previsiones de
temperaturas de superficie para los meses siguientes fueron satisfactorias.
¿Se trataba en este caso de un progreso decisivo o, por el contrario, de un
nuevo giro del fenómeno que demuestra, cada vez que aparece, que es
imprevisible? A pregunta embarazosa, respuesta prudente. Los modelos han
indiscutiblemente progresado, pueden tomar en cuenta toda la comple-
100 ¿Se puede prever ENSO?

jidad del sistema océano-atmósfera y los medios ahora disponibles no


tienen punto de comparación con los que existían antes de TOGA.
Estos modelos han ofrecido efectivamente un panorama satisfactorio
de lo que ocurriría en 1997, incluso si subestimaron la amplitud del fenó-
meno. Paralelamente, las observaciones de la red mostraron que al oeste del
Pacífico la transferencia de calor de oeste a este a lo largo del ecuador se
había ya iniciado a 150 metros de profundidad en septiembre de 1996, sin
trazas aparentes en la superficie. En otras palabras, el fenómeno había sin
duda ya comenzado desde hacía algunos meses cuando los modelizadores
entregaron sus primeras previsiones en noviembre de 1996. Las anomalías
de temperatura de la superficie del océano, firma típica de El Niño, apare-
cieron solamente en marzo de 1997. ¿Habría sido posible predecirlas un
año antes con estos mismos modelos? Por el momento, la respuesta es nega-
tiva y no es imposible que lo siga siendo en la medida en que una simple
modificación de las condiciones iniciales puede cambiar la evolución del
sistema. Ahora bien, todo modelo no hace más que extrapolar, con técnicas
numéricas sofisticadas, la dinámica del sistema. Si éste casi no evoluciona,
se habla entonces de una situación de “bloqueo” y el previsionista queda
paralizado.
¿Cómo se podría prever que una situación calificada de normal y
aparentemente estable en el Pacífico ecuatorial evolucionara hacia un
episodio El Niño antes de haber detectado las premisas? O bien, y más deli-
cado aún, ¿cómo prever, en pleno auge hacia El Niño, que el sistema
evolucionará algunos meses más tarde hacia La Niña, e incluso a la inversa?
Esto nos conduce al problema no resuelto de los mecanismos que desen-
cadenan El Niño y de los diversos índices que los ponen en evidencia. Cada
evento tiene su propio carácter que lo distingue de los demás. ¿Cabría talvez
deducir que se trata de mecanismos desencadenantes diferentes? Talvez,
pero por lo menos deberíamos admitir que su éxito depende ampliamente
de las condiciones climáticas en el momento de su aparición: variaciones
estacionales, variaciones decenales, ruido de fondo atmosférico, influencia
de las regiones extratropicales que hacen que El Niño esté inextricable-
mente ligado al conjunto del sistema climático, de donde la dificultad de
su previsión.
De esta manera, aunque el esquema del oscilador atrasado describa la
manera en la que el océano propaga en forma de ondas la energía mecánica
que recibe de la atmósfera, el esquema es en sí a su vez descalificado por
101

exceso de simplificación. Es como una suerte de figura que se impone a la


Naturaleza que, como los patinadores, se complace mucho más cuando
ejecuta figuras personales y libres. La versión canónica de 1982 era una
cronología única y que seguía el calendario. La del oscilador corresponde
–y ya es un progreso– a un proceso único indiferente al calendario pero que
refleja un modo propio de oscilación de la cuenca oceánica con un período
de alrededor de los 18 meses. Los tres eventos sucesivos de 1991 a 1995 no
entran manifiestamente en este esquema. Las observaciones de 1997-1998
validaron el proceso de base, la propagación de las ondas de Kelvin, pero
éste no correspondía con la secuencia ideal del oscilador atrasado. En
efecto, en el oeste de la cuenca, la atmósfera fue la sede de oscilaciones
con un período de 40 a 50 días, induciendo golpes de viento del oeste.
Cada ventarrón se acompañaba de una onda de Kelvin de “bajada” (down-
welling), cuya progresión se pudo seguir gracias al satélite Topex/Poseidon
y a la red instalada bajo el programa TOGA. Tales eventos se produjeron
en diciembre de 1996, febrero, mayo, agosto, octubre y noviembre de
1997. Esta sucesión de ondas Kelvin no permitieron que el esquema del
oscilador atrasado funcionara, en la medida en que cada dos a tres meses
el “partido” volvía a empezar con un nuevo ventarrón del oeste. Cuando,
a partir de mayo de 1998, la situación se invirtió hacia una La Niña mode-
rada, nadie pudo decir si esto correspondía al esquema del oscilador atra-
sado después de un último golpe de viento del oeste.
Con el riesgo de que el próximo episodio lo desmienta, El Niño, o al
menos la aparición de anomalías de temperatura de superficie que lo carac-
terizan, y su evolución, puede preverse con varios meses de anticipación
gracias a los modelos numéricos que acoplan océano y atmósfera y a las
observaciones in situ que permiten recalibrar regularmente los modelos
respecto del océano real. No obstante, esto no responde a la expectativa de
una previsión sobre la amplitud de las perturbaciones climáticas que afec-
tarán tal o cual parte del mundo. Las relaciones estadísticas entre los índices
de ENSO y el tiempo que hará en las regiones tropicales no son suficien-
temente poderosas como para hacer de ellas instrumentos de previsión
operacionales. Los ejemplos del noreste brasileño y del monzón índico nos
han dado una buena lección al respecto. De esta manera, en lo que se rela-
ciona con los índices de la oscilación austral y de la temperatura de la super-
ficie del océano, los eventos de 1982-1983 y de 1997-1998 son de una
importancia comparable, aunque no tuvieron las mismas consecuencias.
102 ¿Se puede prever ENSO?

En 1997-1998 Australia experimentó efectivamente un déficit pluviomé-


trico, pero nada comparable con la severa sequía de 1982-1983. El monzón
en la India, por su parte, fue prácticamente normal durante el verano de
1997. Inversamente, en Kenya y en el sur de Somalia se produjeron de
octubre de 1997 a enero de 1998 las más abundantes lluvias desde por lo
menos 1961.
La perspectiva de una previsión de las variaciones climáticas regio-
nales ligadas a ENSO, hecha a partir de índices simples como la presión
atmosférica o la temperatura de la superficie del océano, corresponde a
una idealización del fenómeno que “dicta” la variabilidad climática sin que
ningún elemento del resto del sistema climático lo perturbe. Esta idea
debe abandonarse. El Niño y La Niña deben acomodarse a la irremediable
complejidad del sistema climático, que no puede reducirse a algunas pocas
recetas simples ni ser descrito a partir de algunos índices, por muy inte-
gradores que sean. Para predecir los impactos climáticos no hay otra solu-
ción que la de recurrir a los modelos que acoplan el océano y la atmósfera
y que han permitido, retroactivamente, prever el evento de 1997-1998
con algunos meses de anticipación, y que, además, están siendo probados
actualmente para la previsión de la variabilidad del clima en cualquiera
región del mundo. Estos modelos minimizan la importancia de ENSO,
cuya única singularidad reside en que la amplitud de la variabilidad es
particularmente acentuada y que puede, por lo tanto, preverse más fácil-
mente en las regiones tropicales que en el resto del mundo. Resulta
entonces impropio hablar de las “consecuencias “ del Niño, en la medida
que él mismo es el resultado de esta variabilidad, que, como el monzón,
no determina. Todos estos eventos son interactivos y el índice de oscila-
ción austral es un indicador de la variabilidad del conjunto del sistema
climático. Frente a esta complejidad, hablar de los mecanismos que
generan El Niño es una comodidad que nos permite, en una cronología
de eventos, detectar los índices anunciadores. Esto no prohibe sin
embargo la previsión, ya que los modelos son ellos mismos construc-
ciones dinámicas que simulan la evolución de la pareja océano-atmósfera
a partir de una situación inicial a la cual aplican las leyes de la dinámica
de fluidos para determinar los estados siguientes. Para funcionar, no tienen
necesidad de cadenas causales explícitas.
En conclusión, la previsión de ENSO con algunos meses de anticipa-
ción es realista, pero, en razón de las múltiples interacciones y de su carácter
103

altamente caótico, esta predictibilidad no puede ir más allá de un ciclo. La


previsión de las variaciones climáticas sigue siendo embrionaria y depende
del mejoramiento de los modelos. Pero estos modelos son inútiles si no
están alimentados por datos de observación del mundo real. Si bien existen
sistemas operacionales de observación de la atmósfera para la previsión
meteorológica, nada comparable existe para el océano, pieza maestra en la
escala de tiempo de las variaciones climáticas. Las redes experimentales de
observación (TOGA) han demostrado su eficacia y los satélites de obser-
vación como Topex/Poseidon han dado pruebas de sus cualidades. Es nece-
sario ahora darles una continuidad operacional, sin la cual no podremos
jamás pretender contar con una previsión climática. Es verdad que llevar
a cabo observaciones oceánicas permanentes in situ no es tarea simple. En
el caso de la atmósfera es más fácil, porque los principales parámetros
necesarios a las previsiones (temperatura, presión, humedad, viento) son
medidos en plataformas estables como los continentes y las islas. Para
penetrar el océano y realizar las medidas necesarias (temperatura, sali-
nidad, corrientes) se requieren plataformas muy variadas: barcos, boyas con
instrumentos, dispositivos automáticos, flotadores derivantes en la super-
ficie y en las capas más profundas, capaces de transmitir las informaciones
por satélite, etc. Dado el costo de estas instalaciones y de su reemplazo y
mantenimiento en un medio hostil como es el océano, pasar a la fase
operacional implica disponer de medios a otra escala. Es precisamente eso
lo que pretende la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y la
Comisión Oceanográfica Intergubernamental (COI), que se esfuerzan en
convencer a los Estados Miembros sobre la necesidad de crear un Sistema
Mundial de Observación de los Océanos (GOOS).

LAS IRREGULARIDADES DEL NIÑO


Existen dos causas principales de irregularidad que hacen de ENSO un
fenómeno oscilatorio rebelde a toda tentativa de normalización: el ciclo de
las variaciones estacionales y el ruido de fondo atmosférico. La versión
canónica de ENSO traza el desarrollo de un evento El Niño en el ciclo esta-
cional. El oscilador atrasado produce un modo de oscilación propio al
Pacífico ecuatorial en dónde, una vez desencadenado, su desarrollo es inde-
pendiente del ciclo estacional. Las observaciones del programa TOGA
demuestran, sin embargo que, ni la sumisión al ciclo estacional, ni la inde-
pendencia total respecto a él corresponden con la realidad.
104 ¿Se puede prever ENSO?

Es verdad que el desarrollo de ENSO depende de las variaciones


estacionales, lo que explica en parte su comportamiento caótico y limita
su predictibilidad. En el análisis precedente de ENSO, fenómeno pluria-
nual de gran amplitud, hemos descuidado las variaciones estacionales por
ser demasiado leves en la banda ecuatorial. La diferencia de temperatura
de superficie entre un evento cálido y uno frío sobrepasa a veces en el
Pacífico los 6°C, mientras que esta diferencia es, en circunstancias habi-
tuales, inferior a 2°C en un ciclo anual “normal”. Incluso cuando están
ocultas en períodos extremos (El Niño, La Niña), estas variaciones se
mantienen.
En el invierno y en la primavera del hemisferio norte, los alisios dismi-
nuyen a lo largo del ecuador, la intensidad del afloramiento ecuatorial
disminuye también y la temperatura de superficie, agente del acoplamiento
entre el océano y la atmósfera, y motor de ENSO, aumenta. Lo contrario
se produce en la estación opuesta. De esta manera, el ciclo estacional
modula a ENSO y puede incluso destabilizarlo y hacer su evolución
caótica.
El diferente tiempo de reacción de los dos componentes del sistema
climático también juega un rol. A escalas meteorológicas, la atmósfera es
casi indiferente al océano. Lo contrario no es cierto, sin embargo, y el
océano, que maneja variaciones a escalas climáticas, no es indiferente a las
fluctuaciones de la atmósfera a escalas meteorológicas más cortas. Estas son
las fluctuaciones calificadas de “ruido”, como el ruido de fondo que en una
asamblea un poco agitada el orador debe dominar. En un período sufi-
cientemente largo, el ruido atmosférico parece aleatorio. Puede, sin
embargo, devenir suficientemente fuerte para poder transmitir al océano
una señal que se propaga en forma de ondas y desencadenar un evento El
Niño, o perturbar su evolución. Así sucede con aquellos ventarrones del
oeste que aparecen a veces al oeste del Pacífico ecuatorial y que se han
propuesto como iniciadores del Niño y que, habiéndose repetido en 1996-
1997, contribuyeron a la originalidad del fenómeno.
El propio efecto del ruido atmosférico varía con las estaciones, y los
ventarrones de oeste tienen por su parte más posibilidades de desenca-
denar un ENSO en un momento del ciclo estacional que en otro. Estas
dos fuentes de irregularidad están por lo tanto ligadas, lo cual refuerza la
no-linearidad del sistema y el riesgo de una evolución caótica menos
predecible.
105

EL PASADO Y LA PREVISIÓN A LARGO PLAZO


Las temperaturas de superficie del Pacífico ecuatorial fueron particular-
mente elevadas en el decenio 1980-1990. Correlativamente, los valores
negativos del índice de oscilación austral dominaron durante el mismo
período. Calculadas durante el período 1950-1988, las anomalías del
índice de oscilación austral fueron negativas durante 36% del tiempo entre
1950 y 1975 y un 62% del tiempo de ahí en adelante. La magnitud de los
eventos de 1982-1983 y de 1997-1998, así como la duración anormal del
evento de 1991-1995, constituyen signos incontestables de un cambio de
régimen, ya notado con el paso de la versión canónica característica del
período 1945-1975 a la variabilidad de las situaciones ulteriores. ¿Es éste
el signo de una variabilidad decenal normal o bien debemos ver en él la
marca del aumento del efecto de invernadero y del calentamiento global
que se observa desde hace un centenar de años, con una elevación de
temperatura del orden de los 0.6°C? Este calentamiento tuvo una pausa
entre 1940 y 1975, para retomar su curso y de manera continua poste-
riormente (0.3°C desde 1975). ¿Se trata de una pura coincidencia? Algunos
afirman que la elevación de la temperatura del aire sería inducida por el
calentamiento del océano, provocado por el cambio de régimen. Otros, a
la inversa, ven este cambio de régimen como una consecuencia del cambio
global. La cuestión no está resuelta y no puede resolverse si no se conoce
la variabilidad de ENSO a escala decenal. Solo el análisis de la historia de
ENSO en el curso de los siglos pasados puede aclararnos. Ahora bien, esta
reconstitución es ardua y difícil, incluso contando actualmente con tres
tipos de información:
➝ las medidas directas de los parámetros característicos (presión atmosférica,
temperatura de la superficie, precipitaciones) o “medidas instrumentales”;
➝ una evaluación indirecta de estos parámetros a partir de las propiedades del
entorno, cuya evolución o crecimiento dependen de las propiedades
climáticas locales: corales, árboles, glaciares que registran esta variabilidad
climática;
➝ las informaciones documentales dejadas por quienes fueron testigos,
víctimas o a veces beneficiarios de estos fenómenos.
William Quinn elaboró la primera cronología completa, utilizando infor-
maciones acumuladas desde la llegada de los españoles a América del Sur.
Con sus colaboradores, Quinn publicó en 1992 una cronología de los
eventos El Niño desde 1497, clasificados según su intensidad: moderada,
106 ¿Se puede prever ENSO?

fuerte, muy fuerte. Lograron así registrar 124 eventos hasta 1987, es decir,
aproximadamente un evento cada cuatro años. Posteriormente se
ampliaron estas observaciones con información pasada que llegaba al
tiempo de la conquista árabe en 622, usando análisis de las crecidas anuales
del Nilo, registradas en El Cairo y presuponiendo que estas crecidas estaban
ampliamente determinadas por el Nilo Azul y el río Atbara que venían de
los montes de Etiopía, ambos dependientes de los flujos del monzón y, por
lo tanto, de la oscilación austral.
Gracias a esta reconstrucción, El Niño se mezcla ya en las peripecias
más o menos anecdóticas de las conquistas españolas. Por ejemplo, bajar
desde Panamá hasta Lima no era un asunto fácil, a causa del viento y de las
corrientes contrarias. Se necesitaban varios meses, incluso más de un año.
En todo caso, la duración del trayecto había de alguna manera dejado una
fuerte impresión, como testimonia el informe de un capitán de navío que
se embarca en 1748 en Paita con su jóven esposa con destino al Callao,
donde llega padre de un niño nacido durante el viaje y que, además, ya
sabía leer… Es posible que la extensión del viaje se explique más por
razones comerciales que meteorológicas, ya que a veces era muy rápido. El
padre Ruiz Portillo puso apenas 26 días para ir de Panamá a Lima en
1568, aprovechando los vientos que, de manera inhabitual, soplaban hacia
el sur. William Quinn clasifica precisamente ese año como un período
fuerte del Niño. Encontramos también huellas de ENSO en las peripecias
de los galeones españoles que, tras un encuentro con naves procedentes de
California y Perú, desplegaban velas de Acapulco a Manila empujadas por
los alisios.
El viaje de regreso se efectuaba por latitudes templadas, donde
dominan vientos y corrientes del oeste. Los archivos del puerto de San
Francisco revelan, sin embargo, que ciertos viajes terminaban en catástrofe:
un galeón que venía de Lima podía de pronto toparse con un tiempo
nublado y una corriente cálida del norte (El Niño) y así faltar a su cita.
Otros navegantes, en lugar de beneficiarse de los alisios, debían afrontar
vientos del oeste, contrarios. Los víveres escaseaban y las tripulaciones eran
diezmadas por el escorbuto. Alexandre von Humboldt cuenta la malaven-
tura de un capitán de galeón, Don Josef Arosbide que, preocupado por
evitar las emboscadas de los corsarios británicos, intenta navegar por la ruta
directa de Manila al Callao. La suerte lo acompañó de tal modo que no
tuvo que luchar contra los alisios, que habían sido remplazados por vientos
107

más suaves pero favorables; el viaje lo realizó en noventa días gracias al


Niño, el de 1791, que fuera calificado como fuerte por Quinn.
Desafortunadamente, el mismo Arosbide quiso renovar la hazaña en el viaje
siguiente, pero, después de luchar en vano contra los alisios, se vió obligado
a subir hacia el norte para retomar la ruta normal. Sin víveres, abandona
en el puerto de San Blas, donde muere de fatiga y de pena.
Para la historia, la pregunta siguiente es más importante: ¿tuvo
Francisco Pizarro al Niño como aliado? Es lo que piensa Quinn a la lectura
del informe de Francisco Xeres, Secretario de Pizarro durante la expedición
de 1531-1532, que lo conduciría a la conquista del imperio inca, y a la
muerte de su jefe, Atahualpa. Primeramente, Quinn nota que, habiendo
partido de Panamá en enero de 1531, Pizarro llega a San Mateo, cerca del
ecuador, en trece días, mientras que el viaje precedente había durado dos
años… Habiendo partido de San Miguel de Piura, al norte del Perú en
septiembre de 1532, llega a Cajamarca, donde preparó la emboscada a
Atahualpa en noviembre de 1532, luego de haber atravesado sin dificultad
una región de ríos crecidos, fenómeno inhabitual en esa estación. Esta
versión romanesca ha sido refutada a partir del análisis crítico de los textos
originales y de una reconstitución más exacta de las referencias geográficas.
Luc Ortlieb concluye en 1999: no, no hubo El Niño en 1531-1532. Si
hemos insistido en este ejemplo, es porque ilustra la dificultad de recons-
truir una cronología fiable de eventos climáticos a partir de documentos
salpicados de la subjetividad del autor y del propio lector. Ortlieb pone así
en duda la cronología de Quinn, de la cual excluye 25 eventos e introduce
otros 7. Es difícil en estas condiciones llevar a cabo un estudio fiable de la
variabilidad del Niño a través de la historia.
¿Puede esperarse algo mejor de métodos científicos más rigurosos que
permiten una evaluación indirecta de los parámetros climáticos? Cada
anillo de crecimiento de los árboles representa un año, la evaluación de su
edad es evidente y permite remontar el tiempo de la periferia hacia el
centro. Ciertas coníferas del oeste de los Estados Unidos permiten así
remontar 300 a 400 años; se puede incluso remontar hasta 1.000 años con
los árboles muertos, gracias a la arqueología. El crecimiento anual es repre-
sentativo de las condiciones climáticas locales; éste aumenta con la tempe-
ratura y la humedad. Se puede por lo tanto analizar el grosor de los anillos
y obtener informaciones sobre las variaciones climáticas anuales durante la
vida del árbol. Esta dendrocronología es aún más sensible cuando las varia-
108 ¿Se puede prever ENSO?

ciones climáticas son más contrastadas, como es el caso en las zonas semi-
áridas. Estos estudios han sido realizados sobre todo en el suroeste de los
Estados Unidos y en el norte de México, zonas ligadas a ENSO por tele-
conexión.
Los corales permiten también un estudio comparable, puesto que su
esqueleto calcáreo comporta estrías de crecimiento que permiten remontar
el tiempo en centenares de años, e incluso a veces con una resolución esta-
cional. La presencia de ciertos elementos químicos del esqueleto o su
composición isotópica dependen de la temperatura del mar, de las preci-
pitaciones y de la productividad. Los análisis químicos e isotópicos de los
corales permiten así una reconstitución del medio que los acoje. Las islas
y los atolones del Pacífico, de las Galápagos a Indonesia, permiten jalonar
el Pacífico ecuatorial, dominio de ENSO. Se ha podido confirmar que las
variaciones de temperatura de superficie al este no eran más que parcial-
mente representativas de ENSO. En otras palabras, El Niño original, tal
como se manifiesta en las costas sudamericanas, no es completamente
representativo de ENSO. Las anomalías significativas de temperatura de
superficie al oeste y del índice de oscilación austral no siempre guardan rela-
ción con datos térmicos en las costas americanas del Pacífico.
Los glaciares, por su parte, constituyen un tercer archivo. Las preci-
pitaciones crean en ellos un nuevo estrato cada año, cuyas propiedades
(grosor, contenido de partículas, composición isotópica del oxígeno) son
igualmente características de las condiciones climáticas presentes en el
momento de la formación de cada capa. Muestras cilíndricas de casi 200
metros extraídas de los glaciares de los Andes, sometidos a la influencia
conjunta del Pacífico y del Atlántico, cuentan la historia del clima desde
hace 1.500 años.
El conjunto de estas informaciones, más la historia de la crecidas del
Nilo, ofrecen una cantidad preciosa de archivos climáticos, aunque es
difícil interpretarlos si se desea utilizarlos cuantitativamente para evaluar la
variabilidad de un fenómeno climático como El Niño. Las dificultades son
múltiples y comunes a estos diferentes tipos de registros. Primero, se ha de
pasar de los archivos a los parámetros climáticos (temperatura, precipita-
ciones), lo cual implica establecer una relación sólida entre los primeros y
los segundos. Ahora bien, esta relación, que traduce los procesos físicos,
químicos y biológicos, no es ni simple ni inequívoca: diversos estados
climáticos diferentes pueden dejar la misma huella en los archivos. Además,
109

es necesario realizar marcas comparando los datos de los archivos con las
medidas instrumentales de los parámetros climáticos que les sean contem-
poráneos. Este marcado se puede llevar a cabo solamente para períodos
recientes (después de 1850), para lo cuales existen tales medidas. Por otra
parte, cada archivo tiene una significación esencialmente local y se ha de
estar seguro que todavía representa cabalmente el clima regional respecto
del presente. Por último, y suponiendo que los problemas evocados se
puedan resolver, un archivo determinado cuenta su propia versión de la
variabilidad local del clima y revela una faceta particular, aunque incom-
pleta de ENSO. Las marcas, por su parte, plantean implicitamente la hipó-
tesis de que las relaciones entre ENSO y los climas locales son constantes.
Sabemos que este no es el caso y que ese es precisamente uno de los
aspectos de la variabilidad de ENSO que deseamos conocer. Existe por lo
tanto una cierta contradicción entre la hipótesis de base que implica una
cierta constancia de los fenómenos y el objetivo, o sea, determinar su varia-
bilidad. Es por eso que las conclusiones de estos estudios son general-
mente prudentes. Así, de un análisis comparativo de informaciones de
documentos históricos, de los resultados de la dendrocronología en México
y Nuevo México y de los análisis de una muestra cilíndrica extraída del
glaciar de Quelcaya en los Andes peruanos, Joël Michaelsen y Lonnie
Thompson se contentaron de concluir que, desde 1600, es posible que la
variabilidad de ENSO no haya casi cambiado y que existe una cierta
evidencia de períodos de fuerte actividad de ENSO, a principios de los
siglos XVIII y XX, y de menor actividad a principios del siglo XIX. Para
progresar hemos de encontrar cómo sintetizar los diferentes registros afin
de restituir en su totalidad la complejidad de ENSO. No hemos avanzado
lo suficiente como para explicar la variabilidad de ENSO y deducir si la
tendencia actual, es decir la acentuación de los episodios El Niño, resulta
de un calentaminto global. Menos aún, estamos en condiciones de jugar a
los profetas extrapolando su evolución.
111

7
El Niño al banco
de acusados…

LA DIFICULTAD DEL ENFOQUE SOCIOECONÓMICO


Trataremos aquí sobre las consecuencias socioeconómicas de las perturba-
ciones climáticas que están incontestablemente asociadas con la variabi-
lidad interanual del Pacífico. Para determinar objetivamente estas
consecuencias, y su costo, habría que establecer un balance global de costos
y beneficios que corresponde a esta anomalía climática y definir la
“anomalía económica” en relación a una norma, tal como se ha hecho para
los parámetros climáticos. En efecto, la excesiva atención que la prensa
otorga al Niño conduce a atribuirle las consecuencias nefastas de un buen
número de anomalías climáticas. Sin embargo, existen también “anomalías
económicas positivas” derivadas del Niño, como por ejemplo la clemencia
del clima y las lluvias que caen en las costas de América del Sur, favore-
ciendo la vegetación (crecen flores en el desierto de Atacama…), la dismi-
nución de la actividad ciclónica en Nueva Guinea, en las Filipinas, en
Japón, así como en la zona del golfo de México, la clemencia del clima
invernal en América del Norte, etc. Pero esta visión objetiva es utópica por
diversas razones. Nadie puede o tiene interés de contabilizar los efectos
benéficos de las variaciones climáticas. Recordemos el conocido principio
de la prensa, según el cual las buenas noticias no siempre son “útiles”.
Además, las poblaciones que sufren los daños no se benefician al mismo
tiempo de los efectos positivos. Por último, las compañías de seguros,
112 El Niño al banco de acusados…

fuentes de información interesantes, sólo contabilizan las catástrofes. El


examen de las consecuencias de la variabilidad climática a través del único
prisma de las catástrofes, más allá del interés periodístico que representa,
corresponde en sí a una realidad económica. Pero se ha de tener cuidado
de no confundir los costos engendrados por estas catástrofes con las reper-
cusiones económicas reales globales de la variabilidad del clima.
Una dificultad adicional del enfoque económico es que, en efecto, los
balances consideran solamente los costos de reemplazo de lo destruido o
perdido. Estos costos son por lo tanto incomparablemente más elevados en
los países industrializados que en los países en desarrollo, y no reflejan,
consecuentemente, la totalidad de los perjuicios.
Para poder aprovechar la información fiable de la que se dispone
actualmente, nosotros también hemos debido en parte practicar este
enfoque de “catástrofes naturales”. En este aspecto, el riesgo y su costo
dependen de dos factores: el fenómeno en sí, más o menos intenso (el
riesgo), y la vulnerabilidad, es decir el grado de fragilidad de las infraes-
tructuras y de las organizaciones económicas y sociales existentes donde se
produce la catástrofe. Así, se puede constatar que un terremoto de la misma
intensidad produce pocas víctimas en California pero miles en El Cairo o
en Armenia. Cuando la catástrofe ocurre, su costo es automáticamente
imputado al riesgo, y se olvida la vulnerabilidad. Entre los numerosos
ejemplos se pueden citar las construcciones en zona inundable arrasadas a
la primera crecida, o las prácticas forestales y agrícolas en Indonesia que
favorecen los incendios cuando la sequía debida al Niño los atiza. Hay por
lo tanto que cuidarse de concluir que el aumento del costo de las catástrofes
naturales corresponde a un incremento de su frecuencia y de su intensidad.

EL NIÑO, EL PACÍFICO Y SUS CERCANÍAS


Ciertos eventos climáticos planetarios son sistemáticamente asociados con
el Niño (ver figura G en p. 84) porque están directamente ligados a modi-
ficaciones de la circulación atmosférica del Pacífico, a saber:
➝ sequía y ola de calor al oeste del Pacífico intertropical, cuando a menudo esta
región recibe fuertes precipitaciones. Se trata del “continente marino”
(Indonesia, Malasia, Nueva-Guinea) y de Australia oriental (el norte del
estado de Victoria y las ciudades de Melbourne y Sydney, el estado de
Queensland, el estado de Nueva Gales del Sur, región de producción
agrícola importante, y una parte de los Territorios del Norte);
113

➝ calor y copiosas precipitaciones que producen inundaciones en las zonas


costeras de América del Sur, generalmente secas, incluso áridas (sobre todo
en el Perú y en Ecuador, y también en la parte amazónica de Bolivia, en la
costa pacífica de Colombia y en el norte de Chile);
➝ actividad ciclónica que se desplaza del oeste de la cuenca pacífica hacia el
triángulo Hawaii-Polinesia-Islas Cook, que está a menudo al abrigo de
ellos, así como una mayor frecuencia de ciclones originarios del Pacífico
que afectan a América Central, especialmente a México.
El continente marino, zona generalmente de ascendencia del aire y de las
precipitaciones que a ello se asocian, sufre sequía durante El Niño. En
febrero de 1983, El Niño reforzó un período de sequía en el sudeste austra-
liano, produciendo incendios de matorral. Una enorme nube de polvo
cubrió la ciudad de Melbourne. “Llegó silenciosamente y, de pronto,una
oscuridad invadió la ciudad; algunos creían que era el fin del mundo. La
atmósfera inmediata estaba perfectamente calma y la terrible nube de
polvo, de 1.000 metros de altura y de medio millón de toneladas de polvo,
duró más de media hora: Melbourne no respiraba más.” En 1997-1998,
nada equivalente sucedió en esta parte de Australia. Esta misma sequía
afecta también a Indonesia, facilitando el avance de incendios e incidiendo
en la agricultura. En 1983, esta sequía llegó justamente en el momento en
que este país lograba la autosuficiencia alimentaria y comenzaba incluso a
exportar arroz. El ejemplo indonesio ilustra muy bien la idea citada más
arriba de que una catástrofe nace de la conjunción de riesgos naturales y de
las inconsecuencias humanas. La sequía extrema que conoció Indonesia en
el otoño de 1997 y en la primavera de 1998 explica la amplitud de los
incendios de bosques y turba que envenenaron el aire de una parte del
sudeste Asiático, de Malasia, de Filipinas, pasando por Singapur e
Indonesia misma. Pero nunca se hubiesen quemado 2 millones de hectá-
reas de bosques si no fuera por la anarquía que reinaba en la explotación
forestal. Las grandes compañías forestales abren con bulldozers verdaderas
“avenidas” para las llamas e incendian parcelas para plantar copra, que
produce un aceite muy apreciado.
Sobre la otra ribera del Pacífico, la posición particularmente baja de
la ZCIT durante El Niño acentuó las precipitaciones en Ecuador, Perú y
en los países vecinos. Lluvias incesantes llegaban a veces a niveles de 15
centímetros por día, provocando inundaciones y avalanchas de barro en
el Perú. El 15 de febrero de 1998, el río Piura, ya destacado en 1891(ver
114 El Niño al banco de acusados…

capítulo 2.1), se desbordó, saturando la tierra circundante. “De repente,


nos vimos rodeados por todas partes. Entonces, mi casa se derrumbó
completamente”, declaraba Ipanaqué Silva, campesino del pueblo de
Chato Chico. Las aguas de la inundación pasaron al desierto costero de
Sechura, formando un lago de 160 kilómetros por 40 y con una profun-
didad de 3 metros, el segundo en importancia en el Perú… (ver figura L
en p. 88) Estos episodios húmedos afectaron también a una parte de
América del Sur en Uruguay, Paraguay y Argentina. A la inversa, toda la
América Central sufrió de un período de sequía.
Bolivia y Colombia, que se encuentran en una posición intermediaria
entre estas áreas climáticas experimentan efectos mixtos. En Bolivia, las
tierras altas y sus valles son afectados por la sequía durante la primera
cosecha de cereales, mientras que intensas precipitaciones se abaten en las
áreas amazónicas. En Colombia, calor y sequía persistentes afectan el noro-
este de los Andes, lo cual acarrea incendios forestales y un racionamiento
de energía hidroeléctrica. Al mismo tiempo, algunas regiones de la costa del
Pacífico y, en el interior, las provincias de Caqueta y Putumayo sufren
intensas lluvias e inundaciones.

EL NIÑO, ESTRELLA DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN


La erupción del volcán mexicano El Chichón en 1982, el episodio El
Niño de 1982-1983, la catástrofe nuclear de Tchernobyl en 1986 han
demostrado, en pocos años, que los fenómenos naturales o los causados por
intervención humana no conocen fronteras. La nube radioactiva de
Tchernobyl tuvo consecuencias en Europa, las cenizas de la erupción del
Chichón, como las del Agung indonesio en 1963 o del Pinatubo filipino
en 1991, provocaron un descenso de un cuarto de grado de la temperatura
media del planeta porque redujeron el flujo solar sobre los océanos y los
continentes.
Recientemente, la atención periodística se ha focalizado en la pareja
El Niño-La Niña, sobre todo cuando, en algunos casos, la política también
entra en el debate. En el Perú por ejemplo, los opositores del presidente
Alberto Fujimori le reprochan utilizar este cataclismo para ganar puntos de
popularidad (ver figura L en p. 88). El año 1997 fue en California el mejor
año en términos de calidad del aire. Este hecho es interpretado de diferentes
maneras. Para el San Francisco Chronicle, se debe a que El Niño permitió
un verano fresco y ventoso, evitando la formación de neblina. La visión del
115

Mercury News difiere; sin negar el efecto benéfico del Niño, este diario del
Silicon Valley pone el acento en los esfuerzos desplegados por el gobierno
del estado para reducir la contaminación, especialmente el uso de un nuevo
combustible. Los títulos de la prensa que se citan a continuación muestran
que estos eventos se asocian con la idea de catástrofe, y que a menudo los
efectos benéficos son omitidos:

• Los climatólogos comprenden mejor el ‘enfant terrible’ del Pacífico


(Le Monde)
• Lluvias locas en los trópicos (Le Nouvel Observateur)
• ¿Hasta dónde irá El Niño? (VSD)
• El calamitoso retorno de “El Niño Jesús” (Le Figaro)
• El Niño ha provocado una de las más grandes catástrofes naturales del siglo
(Le Monde)
• El Niño atiza el fuego de Asia (Libération)
• El Niño incendia el Pacífico (Le Point)
• Después del Niño, La Niña. Los gemelos temibles del clima (Sciences &
Avenir)
• Enfermedades transmisibles podrían desarrollarse en el Pacífico
(Le Quotidien du Médecin)
• El Niño, la corriente díscola que desarregla el clima (Science & Vie)
• El Niño, La Niña: el ciclo vicioso de la Naturaleza (National Geographic)

Internet permitió seguir día a día la aventura de 1997-1998. El apogeo del


índice de oscilación austral, alcanzado en febrero de 1998, corresponde a
un máximo de 120 artículos en Internet en un mes. La evolución del
episodio cálido también se subraya en los títulos, que muestran, asímismo,
un anuncio demasiado precoz del fin del Niño:

• El Niño incuba en el Pacífico tropical (ENN, 18 de junio)


• Prepárese para el infierno del Niño (ABC News, 14 de octubre)
• ¿Se desvanece El Niño? (CNN, 9 de diciembre)
• El Niño no irá más lejos (MSNBC, 14 de enero)
• El Niño culminará en las próximas semanas (The Irish Times, 4 de febrero)
• Continúa su progreso (ABC News, 1° de marzo)
• El Niño perdura como una fiebre ligera (San José Mercury News, 3 de
mayo)
• Adiós El Niño, hola La Niña (Los Angeles Times, 27 de junio)
116 El Niño al banco de acusados…

CONSECUENCIAS ECONÓMICAS Y HUMANAS


En su obra consagrada a los impactos del Niño sobre el clima y la sociedad,
Michel Glantz entrevista a algunos científicos, entre los cuales se encuentra
César Caviedes, oriundo de Valparaíso. Su primer recuerdo del Niño es el
estado de salud catastrófico de miles de aves marinas privadas de alimento
durante el episodio de 1957. Sólamente un puñado de iniciados relacio-
naban entonces esta situación con una anomalía oceánica frente a las costas
del Perú. Para Caviedes, quién más tarde será oceanógrafo, El Niño signi-
fica: variaciones de la temperatura de superficie, anomalías de la pluvio-
sidad, reducción o aumento de los campos de presión, índice de la
oscilación austral, teleconexión, etc., sin olvidar los impactos humanos del
fenómeno, que afecta a los más defavorecidos: pescadores y acuacultores del
Perú, poblaciones rurales de los sertaos o zonas semi-áridas del noreste
brasileño, ganaderos de llamas del Altiplano, agricultores y ribereños del
Paraná, pastores del África subsahariana o de la lejana Australia.

L Á G R I M A S P O R L A S A N C H OV E TA S D E L P E R Ú

La pesca de anchovetas y El Niño


En términos de impacto climático, los episodios El Niño se suceden pero
no se parecen. Lo mismo sucede con la pesca de la anchoveta (ver figura
7.1), cuya baja espectacular después del evento de 1972-1973 originó la
“diabolización” del fenómeno. Efectivamente, la captura se desplomó desde
más de 10 millones de toneladas en 1973 (casi el cuarto de la pesca
mundial) a un millón y medio en 1973. El Niño fue designado culpable,
no sin argumentos, por cierto, ya que atenúa o detiene el afloramiento
costero, fuente de alimentación de las anchovetas. No obstante, no todo es
tan simple y cabe detenerse en los detalles de la cadena trófica para
comprender mejor.
Cuando el ser humano pasa de la caza y la recolección a la agricultura
y a la ganadería, se interesa solamente en los vegetales o en los animales
herbívoros. Todo eslabón suplementario de la cadena trófica representa, en
efecto, una pérdida del 90 % de la materia orgánica: una tonelada de
forraje produce 100 kilos de carne, etc. La pesca se practica esencialmente
en busca de proteinas marinas, y la acuacultura es todavía marginal. Una
buena parte de las especies que se capturan se sitúa en el tercero o en el
cuarto nivel trófico. Por ejemplo, el atún se alimenta de pequeños peces que
117

han consumido zooplancton, este último a su vez alimentado de plancton


vegetal. En las regiones de afloramiento, los peces pelágicos, planctófagos,
dominan. A diferencia de las sardinas, que consumen exclusivamente el
zooplancton, las anchovetas se alimentan, al menos en su fase juvenil,
directamente del fitoplancton, de allí el elevado rendimiento de la red
trófica peruana.
En el afloramiento del Perú se producen en un año cerca de 27 tone-
ladas de anchovetas por kilómetro cuadrado. Esta eficiencia presenta un
incoveniente mayor: una sensibilidad extrema de la cadena trófica a las fluc-
tuaciones del entorno. Cuando el aporte de nitratos y de fosfatos se detiene,
la producción primaria y luego la de los peces que se alimentan parcial-
mente de fitoplancton, como la anchoveta, cae considerablemente. Otras
especies, como la sardina, toman su lugar, de allí la disminución del rendi-
miento. El ecosistema de las costas peruanas produce en este caso apenas
una tonelada de pescado por kilómetro cuadrado. De aproximadamente 4
millones de toneladas entre 1974 y 1976, la captura bajó a un millón y
medio hasta 1985. Después de esta fecha, volvió el crecimiento y se alcan-
zaron cifras comparables al período anterior a 1972 (cerca de 10 millones
de toneladas en 1994), a pesar de los episodios cálidos de 1986-1987 y de
1992-1995. Incluso El Niño del siglo (1982-1983), que en 1984 indujo
una reducción de la captura a su mínimo (23.000 toneladas solamente), no
pudo impedir, dos años más tarde, el aumento de la pesca a 3,5 millones
de toneladas.

La pesca y las fluctuaciones a largo plazo


¿Y si acaso El Niño no fuera más que un epifenómeno que se injerta a una
variabilidad a más largo plazo reforzando o limitando sus efectos? Volvemos
a la misma interrogación que nos hacíamos antes a propósito de las inte-
racciones entre las diferentes escalas de variabilidad y, particularmente, la
influencia de las variaciones decenales sobre la extraña variabilidad del
Niño. Este fenómeno, relativamente constante en los años 1945 hasta
mediados de los años 70 (la versión canónica), se transforma después en
algo mucho más caótico. Es tentador relacionar el estancamiento del
volumen de las capturas de anchovetas de mediados de los años 70 a prin-
cipios de los años 90 a este cambio de régimen de ENSO que, durante el
mismo período, conoció una predominancia de anomalías negativas del
índice de oscilación austral (ver capítulo 6). Es esto lo que hacen Eleuterio
118 El Niño al banco de acusados…

Capturas anuales Capturas anuales


(millones de toneladas) (millones de toneladas)
14 14
Perú Norte de Chile

12 12

10 10

8 8

6 6

4 4

2 2

0 0
1950 1956 1962 1968 1974 1980 1986 1992 1950 1956 1962 1968 1974 1980 1986 1992

Índice El Niño Anchovetas Sardinas

Figura 7.1
Efectos del Niño sobre la pesca de la anchoveta
y de la sardina en las costas de América del Sur
La muerte de bandadas de aves marinas que se alimentan
de anchovetas constituye la imagen mítica del Niño. La baja
espectacular de las capturas después del evento de 1972-1973
ha confirmado esta idea, científicamente fundada, porque
durante un episodio cálido el afloramiento fertilizante
disminuye, y hasta se detiene, lo cual afecta
efectivamente la cadena trófica.
La evolución comparada del índice El Niño y de las capturas
de anchovetas (Engraulis ringens) y de sardinas
(Sardinops sagax) de 1950 a 1992 muestra, sin embargo,
que este cuadro necesita ser matizado. En efecto, la pesca
depende también de las variaciones a largo plazo del
ecosistema, de la intensidad de la actividad pesquera y de los
progresos espectaculares de las técnicas de captura.
La anchoveta, cuya población juvenil consume directamente
el fitoplancton, abunda con una activación del afloramiento.
La captura de la sardina, por el contrario, consumidora
exclusiva de zooplancton, es óptima cuando las aguas son
menos frías. Si bien El Niño penaliza la pesca, supone por otro
lado un aumento de la biodiversidad con la aparición
de nuevas especies tropicales. Se observa igualmente un
interés creciente por la captura de la sardina en el Perú,
pero sobre todo en Chile, donde hacia 1985 alcanzó
un volumen de 8 millones de toneladas/año.
119

Yañes y sus colaboradores que observan, durante el mismo período, un leve


calentamiento de la temperatura en las costas del Perú y del norte de Chile
y un aumento importante de las capturas de sardinas. De menos de 100 mil
toneladas anuales hasta 1975, las capturas de sardinas en el Perú pasan a
más de un millón de toneladas a partir de 1978, para sobrepasar los 3
millones entre 1988 y 1991. Resulta notable que en 1984, luego del Niño
de 1982-1983, en un momento en que las capturas de anchovetas alcan-
zaban su mínimo (25.000 mil toneladas), las de las sardinas se duplicaban
para llegar a casi 3 millones de toneladas.
Es perfectamente lógico hablar de una competencia entre la ancho-
veta, favorecida por una activación de los afloramientos de aguas frías, y de
especies, principalmente la sardina, cuya presencia es óptima cuando las
aguas son más cálidas y el afloramiento menos intenso. Para la pesca indus-
trial, sin embargo, el resultado, evidentemente, no es idéntico, puesto que
los períodos “fríos” con predominio de anchovetas son económicamente
mucho más rentables que los de la sardina y de otras especies más elevadas
en el rango trófico. De esta manera, el afloramiento costero de Perú-Chile
depende ampliamente de las fluctuaciones climáticas a escalas decenales, y
es necesario tomar esto en cuenta para comprender el impacto real del
Niño sobre la pesca.
Durante un período “frío” el ecosistema es más rentable puesto que la
cadena trófica es corta. El reverso de la medalla es que estos períodos son
mucho más frágiles porque prácticamente monoespecíficos. Cuando El
Niño aparece, las anchovetas se ven obligadas a encontrar un biotopo más
favorable, huyendo de la invasión de aguas cálidas o bien sumergiéndose
hacia aguas más frías. En todo los casos, escapan a las redes pesqueras y las
capturas se desploman. Por otra parte, el agotamiento del afloramiento crea
condiciones delicadas para el desarrollo de larvas y de juveniles; el volúmen
de pesca disminuye y, por un tiempo, también las reservas. Las conse-
cuencias económicas no son desdeñables, pero la situación se restablece
bastante rápidamente. Miguel Carranza, por su parte, ha notado que desde
1998, en el período post-El Niño, se ha constatado una población notable
de jóvenes anchovetas, prueba de la velocidad a la cual el sistema biológico
reacciona.
Durante un período “cálido”, la pesca es menos rentable pero existe
una mayor diversidad de especies pelágicas y demersales. Puesto que no son
fitoplanctívoras, estas especies dependen menos directamente de las fluc-
120 El Niño al banco de acusados…

tuaciones de la producción primaria y del afloramiento, y pueden por lo


tanto amortiguar más fácilmente las perturbaciones que El Niño aporta al
ecosistema. Esto quedó demostrado por la poca sensibilidad de las capturas
de sardinas en el Perú frente a un evento tan marcado como El Niño de
1982-1983.
Sin embargo, la Naturaleza no gana en todos los terrenos. A un
sistema productivo y rentable corresponde un riesgo elevado; un sistema
más diversificado y menos rentable equivale a un riesgo mucho menor.
Incluso si esto no satisface los criterios actuales de rentabilidad, se puede
afirmar que El Niño compensa la pérdida temporaria de productividad,
gracias a un aumento de la diversidad biológica. Es esta diversidad reno-
vada la que permitió descubrir y pescar nuevas especies tropicales, y que los
pescadores de Paita celebraron bautizando el fenómeno con su nombre, El
Niño, hoy famoso. De todas maneras, El Niño, que no puede considerarse
responsable de la baja persistente de las capturas después de 1973, es talvez
indispensable para asegurar la buena salud del ecosistema. Este último,
demás está decirlo, tendría mucha dificultad de mantenerse, en un contexto
de pesca intensiva, en la casi mono-especificidad característica de períodos
fríos si, de vez en cuando, una cierta diversidad no le fuera aportada por
El Niño.

E N S O Y E L C I C LO D E L AG UA
La oscilación austral acarrea, ante todo, modificaciones importantes del
ciclo del agua. Y el agua, tanto cuando escasea como cuando sobreabunda,
provocando inundaciones, es la calamidad mayor, por sí misma o por las
enfermedades que con ella se asocian.
El IRI (International Research Institute for Climate Prediction) ha
llevado a cabo, usando datos que cubren 100 años (1890-1989), un análisis
de las anomalías de la precipitación durante los 20 años más cálidos (El
Niño) y los 20 más fríos (La Niña), comparándolos con 20 años
“normales”. Se tomaron registros en una decena de sitios en el mundo,
algunos de los cuales no están ligados, en nuestra opinión, de un modo
incontestable con la zona de influencia de ENSO. Nos limitaremos por lo
tanto a tomar algunos ejemplos claramente relacionados con este fenó-
meno.
En lo que se refiere a la región indonesia, muy vasta, ya que cubre más
de 7 millones de kilómetros cuadrados (de 10°S a 5°N y de 10°E a 150°E),
121

los resultados no dejan lugar a la duda. Nueve veces de cada 10, la pluvio-
sidad entre junio y noviembre es deficitaria en año El Niño. En 4 casos de
20, este déficit alcanza o sobrepasa 6 centímetros al mes, en 7 otros casos
sobrepasa 3 centímetros. Los datos son aún más significativos para La
Niña, porque en todos los casos las lluvias son excedentarias: una de cada
dos veces el excedente sobrepasa los 3 centímetros al mes. De la zona
tropical, África se ve esencialmente afectada por la sequía al oeste, en el
Sahel y en el sur. En el Sahel, El Niño de 1982-1983 y, sobre todo el
episodio de 1972-1973, agravaron una sequía recurrente desde 1968. En
1982-1983, la sequía afectó especialmente a África del Sur y a Zimbabwe,
países exportadores de cereales; África del Sur tuvo que importar de los
Estados Unidos 1,5 millón de toneladas y Zimbabwe se vió obligado a soli-
citar ayuda internacional para evitar la hambruna. Ambos países hubieran
deseado más bien un año La Niña…
Por regla general, las regiones afectadas por la sequía durante El Niño
reciben lluvias copiosas durante La Niña. Las que se benefician de inviernos
clementes durante el episodio cálido, sufren situaciones rigurosas durante
La Niña, etc. La Niña, episodio “frío”, contrabalancea los efectos del Niño
sobre el ciclo de la energía. La Niña trae un aumento de pluviosidad en el
sudeste asiático, especialmente durante el monzón de sudoeste, y también
en el norte y el noreste de Australia, en el sur de África, en el norte de
América del Sur (especialmente en el noreste brasilero), en América Central
y en las islas Hawaii. Inversamente, La Niña genera un clima más seco que
el habitual en las islas ecuatoriales del Pacífico central, en el este de África
durante la pequeña época de lluvias, a lo largo del golfo de México, en el
sudoeste de los Estados Unidos y al norte de México, así como en ciertas
regiones del sur de América del Sur.
Particularmente sensibles a los efectos devastadores de los ciclones, los
estadounidenses invierten mucho en su previsión, particularmente en los
de origen atlántico, que son los más frecuentes. Esto les conduce a intere-
sarse en La Niña, que favorece la actividad ciclónica en ese océano. En
1995, ocurrieron 11 ciclones en el territorio norteamericano, de los cuales
Marilyn devastó las Islas Vírgenes y Opal la Florida. El ciclón Linda, que
llegó a México en septiembre de 1997 con vientos que superaban los 300
kilómetros por hora, fue uno de los más importantes en términos de
energía transportada, récord nunca alcanzado anteriormente. Los datos de
la NOAA, registrados a lo largo de 98 años, de los cuales 23 años El Niño
122 El Niño al banco de acusados…

y 15 La Niña, son significativos: en promedio, 1,04 ciclón llega a los


Estados Unidos en período cálido; 1,61 en año neutro y 2,23 en año La
Niña.
Las perturbaciones del ciclo del agua provocan también en el ser
humano y en los animales problemas de salud, tales como las afecciones
respiratorias. Las consultas médicas se multiplicaron por 10 en Malasia
después de los incendios gigantescos de la selva indonesia. La mayoría de
las enfermedades son infecciosas, transmitidas por insectos (paludismo,
fiebre del valle del Rift) o diarreicas (cólera y ciguelosis), que “estallan” en
la medida en que el desarrollo larvario de los vectores es mayor en las
regiones inundadas. Algunos datos de la Organización Mundial de la Salud
(OMS) nos incitan a una cierta reserva, sin embargo, respecto de estos
estudios epidemiológicos. La OMS indica por ejemplo que durante el
episodio de 1997-1998, los casos de paludismo alcanzaron valores muy
elevados en Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, y que se multi-
plicaron por 4 a 5 en Pakistán y en Sri Lanka. Ahora bien, en estas últimas
regiones de monzón, un año El Niño se caracteriza generalmente por una
baja de las precipitaciones y, por lo tanto, del paludismo. En 1997-1998
se reprochó al Niño no haber producido, a priori, una baja del monzón
como debiera haberlo hecho…
Se puede también citar la enfermedad del valle del Rift, que afecta al
ganado y a los humanos en el cuerno de África. Toda inundación acarrea
la eclosión de mosquitos del género Aedes, infectados por el virus. En
1997-1998, 90.000 personas fueron infectadas y más de 200 decedieron
al noreste de Kenya y al sur de Somalia, además de producirse pérdidas de
ganado muy elevadas. Las epidemias de cólera y de otras enfermedades
diarreicas se agravan tanto con las inundación como con la sequía, pues son
muy sensibles a la contaminación del agua. El Perú contó cerca de 17. 000
casos, de los cuales 150 decesos, durante El Niño de 1997-1998, pero este
balance es aún más dramático en el cuerno de África (40.000 casos y más
de 2.000 muertos en Tanzania en 1997). Los otros países de esta región
fueron igualmente afectados, habiéndose registrado 17.200 casos (con 555
decesos) en Kenya y 6.814 casos (con 252 decesos) en Somalia. En el
primer trimestre de 1998, Kenya había ya registrado más de 10.000 casos,
con 507 decesos y Uganda 110.335 casos con 525 decesos.
123

D ATO S S O C I O E C O N Ó M I C O S S O B R E
LOS EPISODIOS DE 1982-1983 Y DE 1997-1998
Los dos episodios cálidos de 1982-1983 y de 1997-1998 han suscitado
estudios intensivos sobre sus respectivos impactos socioeconómicos, espe-
cialmente llevados a cabo por los organismos internacionales vinculados
con la UNESCO. Las compañías de seguros jugaron igualmente un papel
importante. Pero el esfuerzo no condujo a un balance científico objetivo:
primero, porque las consecuencias positivas no fueron tomadas en cuenta,
y luego porque estos balances incluyeron eventos cuya relación con ENSO
parece discutible o, al menos, insuficientemente probada.
El evento de 1982-1983, calificado a veces de “anomalía anormal”
debido a que la rama ascendente de la célula de circulación atmosférica se
desplazó 8.000 kilómetros, causó 2.000 víctimas y sus daños se estimaron
en alrededor 10 mil millones de dólares de los Estados Unidos. El Niño
provocó, en efecto, ciclones en Polinesia y Hawaii, produjo inundaciones
en Bolivia, Ecuador, norte del Perú, Cuba y en los Estados Unidos (golfo
de México). Por último, fue la causa de sequías, responsables de una reduc-
ción de las cosechas (de maíz en Zimbabwe) y de gigantescos incendios que
afectaron a África del Sur, al sur de la India, Sri Lanka, las Filipinas,
Indonesia, Australia, sur del Perú, oeste de Bolivia, México y América
Central.
El episodio cálido de 1997-1998 causó más de 2.000 muertos y
provocó daños estimados en 27 mil millones de dólares de los Estados
Unidos. No es seguro que este costo sea comparable al de 1982-1983, pues
las bases de cálculo eran diferentes. Para situar su importancia, vale indicar
que el costo promedio del impacto del riesgo climático es del orden de los
40 mil millones de dólares de los Estados Unidos. Algunos expertos consi-
deran sin embargo estas cifras inferiores a la realidad. Para poner el costo
del Niño de 1997-1998 en perspectiva, podemos indicar que las inunda-
ciones excepcionales en China, que se toman en cuenta en este balance, ya
que su relación con la oscilación austral queda todavía por demostrar, han
causado, ellas solas, daños por más de 30 mil millones de dólares.
Los reembolsos de las compañías de seguro constituyen otra manera
de abordar las catástrofes naturales. En 1998 se batieron todos los récords:
350 eventos, más de 22.000 víctimas, cerca de 5 millones de personas sin
techo y alrededor de 25 mil millones de dólares de pérdidas. Pero las
empresas de seguros reaccionan más rápido que los científicos. Para estos
124 El Niño al banco de acusados…

últimos, este El Niño fue menos devastador que el de 1982-1983, que sigue
siendo el evento del siglo. Además, el aumento de la frecuencia de los
fenómenos devastadores con el calentamiento climático global es ineluc-
table.
Un paréntesis se impone a propósito de las catástrofes “naturales”. Los
fenómenos geológicos producen el 40% de la mortalidad (los sismos 34%,
las erupciones volcánicas 5%, los deslizamientos de terreno 0.08%, los
tsunamis 0.001%). El resto es debido a los caprichos climáticos y, sobre
todo a los ciclones, responsables del 60% de las víctimas. Los otros fenó-
menos meteorológicos (inundaciones no causadas por los ciclones, tempes-
tades y tormentas, olas de frío o de calor) tienen un impacto menor.
El término “catástrofe natural” es ambiguo. Primero, porque las acti-
vidades humanas influyen en el desencadenamiento de fenómenos que se
califican de “naturales”. El calentamiento climático global constituye un
buen ejemplo. Segundo, y principal, porque la gravedad de los impactos
sociales depende del nivel de vulnerabilidad social. Los países industriali-
zados y los países en desarrollo no están en igualdad de condiciones. La vida
“no tiene precio” en los países pobres, como lo ilustran las dos primeras
líneas del cuadro 7.1 referido al episodio de 1997-1998. El costo de los
daños se ha estimado en unos 5 mil millones de dólares en los Estados
Unidos y en menos de 166 millones de dólares en África. Por el contrario,
en este último continente las víctimas se estimaron en 13.000, mientras
que en los Estados Unidos fueron menos de 600.

Cuadro 7.1
Consecuencias socioeconómicas del Niño de 1997-1998

África Asia Indonesia América América Central


y Australia del Norte y del Sur
Costo1 0.1 3.3 4.45 5.5 15.0
Mortalidad 13.325 5.648 1.316 559 858
Morbilidad 107.301 124.647 52.209 no estimado 25.696
Desplazados 1.357.000 2.555.000 1.443.000 410.000 363.000
Superficies
afectadas2 190.755 1.544.701 2.812.480 12.315.600 5.640.876

1.En miles de millones de dólares de los Estados Unidos


2. En hectáreas
125

De los 10 siniestros más costosos desde 1995, 9 conciernen los países


industrializados de América del Norte y de Europa: los Estados Unidos
(huracán Fran en septiembre de 1996, la tempestad de nieve y hielo (“bliz-
zard”) en el noreste en enero-febrero de 1996 y en enero de 1998, tornados
en el Medio Oeste en mayo de 1998); el Reino Unido (inundaciones en
abril de 1998, tempestad en diciembre de 1997, nieve e inundaciones en
enero de 1998); Canadá (lluvias heladas en enero de 1998); y Europa
central (inundaciones en julio y agosto de 1997). Una sola excepción
concierne a países no industrializados, y es el caso de la inundación en
China durante el verano de 1998.
127

8
Perspectivas

Todo a lo largo de nuestro análisis paralelo del Niño y de la oscilación


austral nos hemos encontrado con la previsión del clima, previsión cuya
calidad no cesa de progresar a pesar de sus fracasos o, más bien, a causa de
ellos. Mientras más progresa la ciencia del clima, más exigente se torna su
“clientela”. Lo mismo sucede con la previsión meteorológica. El juicio que
los agricultores franceses hicieron contra los servicios de meteorología,
acusados de no haber sabido prever la intensidad de una tormenta ¿no es
acaso una suerte de homenaje al know-how habitual de Météo France, el
servicio meteorológico francés?
El reto que representa formular una previsión fiable con varios meses
de anticipación para cada región del mundo es difícil de asumir, en la
medida en que el clima de la Tierra se acomoda mal a un estudio separado
de sus componentes: la atmósfera, el océano, los continentes y los ríos, la
criosfera y la biosfera, incluido el ser humano. Cada uno de ellos tiene sus
propiedades físicas, químicas y biológicas propias, así como su propia diná-
mica. Pero, al mismo tiempo, ignoran las fronteras.
El agua, principal agente de transferencia de la energía, pasa a la
atmósfera por la evaporación que se produce en la superficie de los océanos
y de los continentes y por la evapotranspiración de las plantas. Su conden-
sación da nacimiento a las precipitaciones, que alimentan los océanos, los
continentes, la fauna, la flora, los glaciares y los cascos polares. El dióxido
128 Perspectivas

de carbono, que permite la elaboración por fotosíntesis de la materia viva,


es al mismo tiempo un gas con efecto de invernadero producido abun-
dantemente por la actividad humana, lo que puede causar un recalenta-
miento del planeta. Este gas se intercambia, gracias a procesos físicos,
químicos y biológicos, entre todos los medios ambientales, donde se
encuentra ya sea en forma disuelta, gaseosa, o en forma de partículas mine-
rales u orgánicas.
Prever el clima implica no solamente el conocimiento de la dinámica
propia de cada uno de los compartimentos climáticos, sino también el de
sus interacciones, fenómeno que se conoce como “acoplamiento”. El
modelo ideal de previsión del clima debe, por lo tanto, vincular los dife-
rentes compartimentos sin olvidar las actividades del ser humano, actor
importante del cambio climático. Tampoco se debe olvidar el Sol, fuente
inicial de la energía, cuya intensidad varía, ni las interacciones de la Tierra
con los otros componentes del sistema solar que perturban su trayectoria.
El estudio de objetos complejos depende de las herramientas de las que
dispone la ciencia. El ser humano, en su concepción del mundo y sobre
todo del planeta que lo alberga, es esclavo de sus sentidos y de las exten-
siones de los mismos que elabora vía los medios de observación. El cientí-
fico privilegia por lo tanto los fenómenos que se desarrollan en escalas
temporales y espaciales accesibles a los medios disponibles, en un proceso
a menudo calificado con desprecio de “reduccionista”. Aún a disgusto de
los paladines de la complejidad, es por medio de la observación y del
análisis de los mecanismos simples que se identifican los sistemas complejos
en tanto que objetos de ciencia y no de mitología. No obstante, estos
medios de observación, que imponen sus propias escalas de espacio y de
tiempo, funcionan también como “anteojeras” para los científicos, que
suelen tomar por errores de la medición lo que viene a contrariar sus
propios conceptos. El paso del Niño de los pescadores de Paita a ENSO y
al conjunto del sistema climático planetario, en todas sus escalas de varia-
bilidad, es un ejemplo de esta complejidad creciente que, más que haber
liderado ha acompañado los progresos de las técnicas de observación directa
hasta la propia revolución espacial.
La historia de ENSO, en cada una de sus etapas, nos remite indefec-
tiblemente al interrogante: ¿es el sistema climático previsible? La respuesta
conduce irremediablemente a una segunda interrogación: ¿contamos con
los medios necesarios para conocer el sistema climático suficientemente,
129

simular su evolución en las diversas escalas de tiempo y de espacio y


elaborar así un sistema de previsión operacional? En respuesta, los investi-
gadores construyen modelos que, antes de ser herramientas de previsión,
constituyen instrumentos de experimentación del funcionamiento del
sistema climático. Construidos sobre la base de “leyes” que gobiernan la
dinámica de los compartimentos climáticos y sus intercambios, estos
modelos permiten, a partir de una situación dada del sistema, simular su
evolución. Con tal tipo de herramienta, el investigador puede poner a
prueba el comportamiento del sistema océano-atmósfera, después de haber
introducido, por ejemplo, una modificación de la temperatura de la super-
ficie del Pacífico ecuatorial, del índice de oscilación austral. Puede también
elaborar casos climáticos posibles si el volúmen de los gases con efecto de
invernadero se duplicara de aquí al final del siglo, etc.
Para que este juego resulte productivo, es necesario conocer las leyes
que sirven para su elaboración. El término “ley” indica solamente las rela-
ciones matemáticas entre los parámetros, deducidas de las medidas de
laboratorio o de observaciones in situ, que se mejoran a medida que las
técnicas progresan. Las simulaciones realizables a partir de los modelos
permiten, por otra parte, evaluar el impacto de estas mejoras en la calidad
del modelo. La única verdadera validación de las simulaciones es la
confrontación con la realidad, que implica contar con una red de obser-
vación adaptada a las escalas espacio-temporales consideradas. Los modelos
y los sistemas de observación son, por lo tanto, indisociables.
Cabe señalar que los modelos climáticos que acoplan la atmósfera y el
océano existen actualmente. Su extensión a otros elementos del sistema,
como la criosfera y la superficie terrestre, depende principalmente de la
capacidad de cálculo de los ordenadores. Puesto que la capacidad de estos
últimos no cesa de progresar, esta condición no representa en sí un obstá-
culo a corto plazo. En lo que respecta a las redes de observaciones, se trata
“simplemente” de un problema de costo. Los satélites han revolucionado
la observación de la Tierra y, particularmente, del sistema climático. ¿Quién
no ha sentido la unicidad de este sistema al observar las imágenes de saté-
lites meteorológicos y las animaciones de esos sistemas nubosos o torbe-
llinos entrelazados que se forman y se deshacen en su movimiento por el
globo? A partir de instrumentos en los satélites se puede medir, en el
conjunto del planeta, lo esencial de los factores climáticos: temperatura y
humedad del aire, velocidad y dirección del viento, temperatura de la
130 Perspectivas

superficie océanica, variaciones de las corrientes marinas (altimetría sate-


lital), temperatura y humedad de los suelos, producción primaria marina
y terrestre, extensión y poder reflectante de los hielos del mar, etc. Además,
la localización precisa y la transmisión de datos vía satélite permiten multi-
plicar en el mundo entero las estaciones automáticas de medición de los
factores climáticos: estaciones fijas o móviles (a bordo de navíos o aviones)
e incluso derivantes, que siguen las corrientes marinas de superficie o de
profundidad.
Estos sistemas han sido experimentados desde los años 80 en el marco
del Programa Mundial de Investigaciones Climáticas (World Climate
Research Programme, WCRP) con el enfoque analítico del clima de aquel
entonces. Algunas de las operaciones se limitaban a uno de los comparti-
mentos del sistema, por ejemplo la circulación oceánica, en el marco del
Experimento Mundial sobre la Circulación Oceánica (World Ocean
Circulation Experiment, WOCE), o bien a una escala temporal de varia-
bilidad determinada (el caso de TOGA evocado anteriormente). La mode-
lización posible del sistema climático y los nuevos medios de observación
permiten al Programa Mundial de Investigaciones Climáticas (WCRP)
pasar a un nivel de complejidad superior, por medio de un estudio de la
variabilidad climática a escalas decenales en el marco de una iniciativa
denominada Variabilidad y Predictibilidad del Clima (Climate Variability
and Predictibility, CLIVAR), que acopla, conjuntamente, océanos, atmós-
fera, tierra y criosfera, para culminar en una previsión operacional. Es
cierto que no se trata todavía de un sistema climático único, en la medida
en que las sutiles interacciones de la biosfera y del clima quedan aún a cargo
de otros programas. Se trata, sin embargo, de una etapa importante en la
medida en que este programa asocia las actividades de investigación y las
preocupaciones operacionales de previsión. Por otra parte, es así como ha
progresado la meteorología para lograr una previsión a siete días y experi-
mentar actualmente con previsiones a dos semanas. La clave reside en la
creación de un sistema de observación a largo plazo, particularmente para
el océano: detección a distancia vía satélite, boyas derivantes, giras ocea-
nográficas repetidas, etc.
¿Qué queda de ENSO con sus episodios paroxísmicos El Niño y La
Niña en esta globalización del sistema climático? Primeramente, queda un
mejor conocimiento de una escala de variabilidad climática acorde con el
ritmo de las actividades humanas, lo cual es crucial. Privilegiar esta escala
131

de tiempo entra también en la lógica científica. En efecto, mientras más


lejanos son los plazos, más largas deben ser las series de observaciones; por
muy interesantes que sean, los datos paleoclimáticos (anillos de árboles,
glaciares, sedimentos, corales), que permiten reconstituir los climas
pasados, no pueden paliar la ausencia de series actuales de observación a
largo plazo. La escala de tiempo de ENSO permite al científico controlar
rápidamente la calidad de las previsiones derivadas de modelos y así mejo-
rarlas. Por último, por la amplitud de las perturbaciones climáticas que le
son asociadas ENSO, incluso integrado a la complejidad del sistema climá-
tico, afecta tanto las actividades humanas que es difícil olvidarlo. El Niño
y La Niña harán lo necesario para que se siga hablando de ellos…
133

Para saber más

Anónimo. 1998. Les humeurs de l’océan. Pour la science (París), octubre.


——. 1999. El Niño, La Niña – Nature’s Vicious Cycle. National Geographic
(Washington, D.C.), marzo.
Arntz, W. E.; Fahrbach, E. 1991a. El Niño: experimento climático de la naturaleza. México
D.F., Fondo de Cultura Económica. 312 p. (También publicado en alemán, ver
abajo.)
——. 1991b El Niño – Klimaaxperiment der Natur. Phisikalische Ursachen und biologische
Folgen. Basilea, Birkhaüser-Verlag. 264 p. (También en español, ver arriba).
Bigg, G. R. 1998. The oceans and climate. Cambridge, Cambridge University Press.
Chapel, A. et al. 1996. Océans et atmosphère. París, Hachette.
Fierro, A. 1991. Histoire de la météorologie. París, Denoël.
Gautier, Y. 1995. Catastrophes naturelles. París, Presses Pocket.
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135

Glosario

Afloramiento o surgencia de aguas frías ver upwelling


Alisios
Componente de la circulación atmosférica que se produce alrededor de los anti-
ciclones subtropicales. Centrados alrededor de los 15° de latitud, estos vientos
soplan del NE en el hemisferio norte y del SE en el hemisferio sur. Los alisios de
ambos hemisferios confluyen en la zona de convergencia intertropical (ZCIT) o
ecuador meteorológico.
Antrópico
Resultante de la actividad humana.
Anticiclón
Zona de alta presión atmosférica.
Anticiclónico
Califica un movimiento horizontal huracanado de la atmósfera o del océano, en
el sentido de las agujas del reloj en el hemisferio norte y en el sentido contrario en
el hemisferio sur, alrededor de zonas de alta presión.
Atmósfera
Capa gaseosa que rodea los planetas. La atmósfera de la Tierra se compone de
nitrógeno (77 %), de oxígeno (21 %), de argón (1 %), de vapor de agua, de
dióxido de carbono y de otros gases en muy bajas concentraciones. Los fenómenos
meteorológicos y climáticos tienen lugar en las capas bajas de la atmósfera: la
troposfera (de la superficie de la Tierra hasta una altura de 7 kilómetros en los polos
y de 20 kilómetros en el ecuador), y en la estratósfera que culmina a unos 50 kiló-
metros por encima de la superficie terrestre.
136 Glosario

Autótrofo
Organismo que elabora su propia materia viva solamente a partir de elementos
inorgánicos, por quimiosíntesis o fotosíntesis.
Béntico
Que vive en el fondo de los océanos.
Biocenosis
Comunidad de organismos vegetales y animales que ocupan una superficie o un
volumen dados, es decir un biotopo. Se puede por lo tanto considerar que bioce-
nosis + biotopo = ecosistema.
Biodiversidad ver Diversidad específica
Biomasa
Cantidad de materia viva presente en un instante dado en un espacio o en un
volumen dados.
Biotopo
Superficie (o volumen) con características físicas y químicas uniformes, ocupada
por una especie o, más generalmente, por una comunidad (biocenosis) particular.
Cadena trófica
Conjunto de organismos de un ecosistema, desde los productores primarios hasta
los niveles más elevados de la red alimenticia. Flujo de materia y de energía entre
estos diferentes estadios, desde el nivel autotrófico a los herbívoros y a los dife-
rentes niveles de carnívoros.
Cantidad de movimiento (momento cinético o angular)
Valor físico (producto de la masa por la velocidad) que se conserva en los inter-
cambios de energía cinética entre cuerpos que se interfieren. El arrastre de
corrientes marinas por el viento corresponde a una transferencia de cantidad de
movimiento de la atmósfera al océano.
Casquete glaciar
Grandes glaciares polares que cubren actualmente Groenlandia y la Antártida. En
período glaciar, en el hemisferio norte, el casquete glaciar cubre Canadá, el norte
de los Estados Unidos y Eurasia.
Carnívoro
Animal que depende principalmente o únicamente de otros animales para su
alimentación.
Célula (o circulación) de Hadley
Circulación atmosférica meridiana caracterizada por el ascenso de aire caliente y
húmedo (convección) por encima de la zona de convergencia intertropical y por
su subsidencia por encima de la zonas de alta presión subtropicales donde se sitúa
la cintura de los grandes desiertos.
Célula (o circulación) de Walker
Circulación atmosférica de la región ecuatorial caracterizada por el ascenso de aire
137

caliente y húmedo (convección) por encima de las zonas de baja presión situadas
al oeste de los océanos en zona intertropical y por su subsidencia por encima de
las zonas de alta presión áridas al este de los océanos.
Contra corriente ecuatorial
Corriente marina que se dirige hacia el este, situada entre las corrientes ecuato-
riales norte y sur, a lo largo del ecuador meteorológico.
Convección
Movimiento vertical de una masa de aire o de una masa de agua resultantes de una
inestabilidad de densidad, en general de origen térmico. En un fluido recalentado,
la parte más caliente sube, la más fría baja, creando una célula de circulación. Los
movimientos de convección engendran convergencias y divergencias.
Convergencia y divergencia
La convergencia es una zona de confluencia, la divergencia es una zona de separa-
ción entre dos masas de aire o dos masas de agua. Desarrollándose en un plano hori-
zontal, convergencias y divergencias acarrean movimientos verticales de
compensación. En la interface océano-atmósfera, una convergencia de vientos
(ZCIT, por ejemplo) implica un ascenso del aire en la base de la célula de circula-
ción. Una convergencia de aguas superficiales acarrea, por el contrario, un descenso
de las aguas puesto que se sitúa al tope de la célula de circulación oceánica.
Corales
Antozoarios bénticos que existen ya sea en forma individual o en colonias y que
acumulan carbonato de calcio en su esqueleto. En ciertas condiciones, estos orga-
nismos forman arrecifes en asociación con algas calcáreas.
Corriente de Cromwell o subcorriente ecuatorial
Corriente que se dirige hacia el este a lo largo del ecuador dentro de la zona de
gradiente térmico (termoclina) y en sentido inverso a la corriente ecuatorial sur
de superficie.
Corriente de Humboldt
Nombre dado a la corriente marina que va del sur hacia el norte a lo largo de las
costas de América del Sur (también llamada corriente del Perú).
Corriente ecuatorial norte
Corriente marina empujada hacia el oeste por los alisios del hemisferio norte.
Corriente ecuatorial sur
Corriente marina empujada hacia el oeste por los alisios del hemisferio sur.
Corriente-jet o jet-stream
Corrientes violentas que se propagan en las capas superiores de la troposfera.
Ciclón
Zona de baja presión poco extensa de las regiones tropicales, en la cual el aire
penetra en torbellinos con vientos que sobrepasan los 200 kilómetros por hora (ver
ciclónico).
138 Glosario

Ciclónico
Califica un movimiento horizontal huracanado que se produce en el sentido
inverso de las agujas del reloj en el hemisferio norte (y en el sentido de las agujas
del reloj en el hemisferio sur), alrededor de zonas de baja presión.
Dendrocronología
Método de datación a partir de los anillos de crecimiento de los árboles. Las varia-
ciones de grosor de estos anillos permiten reconstituir las variaciones climáticas.
Divergencia ver Convergencia
Diversidad específica
La diversidad específica corresponde al número de especies encontradas en una
subdivisión del medio ambiente, o a un índice que expresa el tipo de repartición
de los individuos dentro de las especies. Se habla también de diversidad biológica
o, más recientemente, de biodiversidad, para expresar la variedad de formas de vida
y de entornos.
Downwelling
Descenso de aguas de superficie, especialmente en la zonas oceánicas de conver-
gencia.
Ecosistema
Unidad funcional formada por organismos (biocenosis) y por factores del medio
ambiente (biotopo) de una zona o de un volumen específico.
Efecto de invernadero
Calentamiento de la atmósfera terrestre resultante de la absorción, por compo-
nentes como el vapor de agua o el dióxido de carbono, de los rayos infrarrojos
emitidos por la superficie de la Tierra. Este efecto natural asegura a la Tierra una
temperatura media de 15°C. Las actividades humanas aumentan el efecto de
invernadero y pueden de esta manera modificar el clima. (Ver gas con efecto de
invernadero.)
El Niño
Inicialmente, corriente marina cálida superficial que se dirige hacia el sur produ-
ciéndose a veces frente a las costas de América del Sur (Ecuador-Perú).
Actualmente, este término designa el episodio “cálido” de ENSO, caracterizado
por un índice de oscilación austral fuertemente negativo y temperaturas oceánicas
anormalmente cálidas en el ecuador y al este del Pacífico, así como de una dismi-
nución de la célula de Walker.
ENSO = El Niño / Southern Oscillation
Oscilación de la presión atmosférica entre la zona de alta presión del Pacífico
central y la zona de baja presión de la región indo-pacífica. Esta oscilación está
acoplada a las variaciones de temperatura de la superficie del océano Pacífico
ecuatorial.
Ecuador meteorológico ver zona de convergencia intertropical
139

Ecuatorial
Relativo al ecuador, región vecina al ecuador.
Fitófago
Animales consumidores de vegetales. Término empleado sobre todo para los
animales acuáticos consumidores de fitoplancton (fitoplanctívoros), tales como el
zooplancton, peces e incluso mamíferos como la ballena a valvas.
Fitoplancton
Plancton vegetal formado por organismos microscópicos fotosintéticos cuyo
tamaño está comprendido entre menos de un milésimo de milímetro (micrón) a
un milímetro.

Floración planctónica
De talla microscópica, el fitoplancton se desarrolla muy rápidamente en condi-
ciones favorables. Tiene la capacidad de duplicar su biomasa cada día, alcanzando
concentraciones de varios millones de células por litro de agua de mar que colo-
rean las aguas.
Fuerza de Coriolis
Fuerza de desviación ejercida sobre todo cuerpo en movimiento. Generada por la
rotación de la Tierra alrededor de los polos, la fuerza de Coriolis se ejerce perpen-
dicularmente a la velocidad del cuerpo móvil, hacia la derecha en el hemisferio
norte y hacia la izquierda en el hemisferio sur.
Gas con efecto de invernadero
Cualquier gas (vapor de agua, dióxido de carbono, etc.) que, en razón de su fuerte
capacidad de absorción de la radiación infrarroja, contribuye de manera impor-
tante a la producción del efecto de invernadero Las actividades humanas producen
tales gases, especialmente el dióxido de carbono, el metano, los clorofluorocar-
bonos y aumentan de esta manera el efecto de invernadero.
Geostrófico
Califica la aproximación según la cual el gradiente horizontal de presión equilibra
la fuerza de Coriolis. El método geostrófico es un método de cálculo de las
corrientes, basado en esta aproximación.
Glaciar (episodio, período)
Período durante el cual las latitudes altas y medias están cubiertas de glaciares
continentales. El pleistoceno, que es la más reciente de las divisiones del cuater-
nario, representa el último período de glaciación. Los períodos glaciares duran alre-
dedor de 100.000 años y desde hace por lo menos un millón de años se han
repetido cada 120.000 años.
Guano
Del peruano huano. Materia constituida por la acumulación de excrementos de
aves marinas. Es un fertilizante nitrogenado muy eficaz.
140 Glosario

Intertropical
Que pertenece a la zona comprendida entre los dos trópicos (de Cáncer y
Capricornio), incluyendo la zona ecuatorial, de allí la ambigüedad del término.
Interglaciar (episodio, período)
Breves períodos del cuaternario, de 15 a 25.000 años, que separan dos períodos
glaciares y durante los cuales la Tierra conoce un clima más cálido.
La Niña
Episodio “frío” de ENSO durante el cual el índice de oscilación austral es alta-
mente positivo. Paralelamente se observa una activación de la célula de Walker del
Pacífico y un enfriamiento marcado de las aguas de superficie en el Pacífico oriental
y cerca del ecuador. Esto corresponde a una activación del afloramiento de aguas
costeras y de la divergencia ecuatorial.
Modelo
Simulación de un fenómeno natural. Puede ser físico (modelo reducido) o mate-
mático, utilizando ecuaciones para traducir los fenómenos. En meteorología y
oceanografía se utilizan modelos matemáticos que se resuelven gracias a simula-
ciones numéricas.
Monzón
Nombre dado a los vientos estacionales (derivado del árabe mausim = estación).
Este término fue aplicado en su origen a los vientos que soplan sobre el mar de
Arabia, del sureste en verano y del nordeste en invierno.
Nivel trófico
Nivel de alimentación de la cadena trófica. Los vegetales constituyen el nivel infe-
rior (producción primaria), seguido por los herbívoros y luego por una serie de
carnívoros en los niveles superiores.
Onda
Perturbación que se desplaza en la superficie o dentro de un medio dado, a una
velocidad que depende de las propiedades de este último.
Ondas de Kelvin
Ondas oceánicas generadas por perturbaciones atmosféricas y que se propagan de
oeste a este a lo largo del ecuador.
Ondas de Rossby
Ondas que se propagan de este a oeste en la atmósfera y en el océano. Su velocidad
depende de la estratificación del medio y disminuye al mismo tiempo que la
latitud aumenta.
Oscilador atrasado
Teoría propuesta para explicar el desarrollo de los episodios El Niño-La Niña a
partir de interferencias, a lo largo del ecuador, entre las ondas oceánicas de Kelvin
y de Rossby.
Oscilación austral ver ENSO
141

Pelágico
Califica al medio marino de aguas libres y la vida que allí se desarrolla, el “pelagos”,
que comprende el plancton y el conjunto de organismos que nadan en el agua o
necton (cefalópodos, peces, mamíferos, etc.).
Plancton
Organismos que viven en suspensión en las aguas libres (medio pelágico) y cuyo
desplazamiento, comparado con el de las masas de agua, es muy reducido (ver fito-
plancton y zooplancton).
Producción primaria
Cantidad de materia viva producida por organismos autotróficos (productores
primarios) por unidad de superficie marina (o de volumen) y unidad de tiempo.
Reclutamiento
Es el nombre dado en una pesquería a la fase y a la cantidad de peces que alcanzan
un cierto nivel de desarrollo como para que su explotación sea posible.
Sales nutritivas o nutrientes
Elementos químicos indispensables a la fotosíntesis en medio acuático. El término
es a menudo reservado a los elementos cuya concentración en medio acuático,
cuando es baja, puede limitar la fotosíntesis. El término es por lo tanto sinónimo,
en el agua, del conjunto de formas inorgánicas del nitrógeno, del fósforo y del
silicio.
Southern Oscillation Index (SOI)
Índice que caracteriza la evolución de la oscilación austral (ver ENSO). Se trata de
la diferencia de presión atmosférica a nivel del mar entre Tahití y Darwin
(Australia).
Subtropical
Se localiza alrededor de los 30° de latitud, justo al norte del trópico de Cáncer y
al sur del de Capricornio.
Sobrepesca
Pesca excesiva, a tal punto que los juveniles no logran reconstituir la reserva.
Tectónica de placas
Teoría según la cual la litosfera (cresta terrestre) está fracturada en placas que se
desplazan unas en relación a otras, arrastradas por las corrientes de convección del
manto terrestre. La mayor parte de la actividad sísmica y volcánica se sitúa en las
zonas fronterizas entre las placas.
Teledetección
Etimológicamente “detección a distancia”. Término utilizado actualmente para
designar los métodos que utilizan captores a bordo de aviones o más frecuente-
mente de satélites (teledetección espacial).
Termoclina
El sufijo clina designa una capa, cuyas propiedades físicas o químicas presentan un
142 Glosario

fuerte gradiente. La termoclina es por lo tanto la zona de fuerte variación de la


temperatura del mar en función de la profundidad; ella separa la capa homogénea
cálida de la superficie de la capas profundas frías.
TOGA = Tropical Ocean Global Atmosphere
Programa de investigación internacional llevado a cabo de 1985 a 1994 para estu-
diar los procesos que vinculan los océanos tropicales, particularmente el Pacífico,
con el clima del planeta.
Topex/Poseidon
Satélite franco-norteamericano lanzado en 1992 para medir las variaciones del
nivel del mar con una precisión próxima a un centímetro.
Topografía de la superficie del mar
Mapa del nivel del mar en relación a una superficie geométrica de referencia. El
altímetro de Topex/Poseidon se utiliza para la elaboración de estos mapas.
Transmisión vectorial (enfermedades a)
Enfermedades transmitidas al ser humano por organismos (como los insectos, por
ejemplo), que le inyectan virus o parásitos. El paludismo, la oncocercosis y la tripa-
nosomiasis son ejemplos de enfermedades transmitidas por vectores.
Tropical
Que pertenece a las regiones vecinas de los trópicos, situados a 23, 27° de latitud.
Upwelling = afloramiento o surgencia de agua frías
Fenómeno oceánico de surgencia de agua. Sinónimo de “subida de agua”, este
término se utiliza sobre todo, en francés, para designar el fenómeno costero donde
las aguas de superficie son empujadas hacia mar adentro y reemplazadas, en la
costa, por aguas “profundas”, relativamente frías y ricas en nutrientes. Mar adentro,
cuando los vientos o las corrientes provocan un ascenso de aguas de profundidad,
generalmente se prefiere el término divergencia. (Ver downwelling).
ZCIT = Zona de Convergencia Intertropical = ecuador meteorológico
Zona donde confluyen los alisios de los dos hemisferios. Se sitúa en promedio a
unos 5° al norte del ecuador geográfico. Su posición varía con las estaciones, en la
medida en que se desplaza hacia el norte durante el verano boreal. En un plano
norte-sur, la zona de convergencia intertropical corresponde también a un
máximo de temperatura de la superficie del mar.
Zooplancton
Plancton animal compuesto por organismos cuyo ciclo de vida se desarrolla total-
mente en medio pelágico y otros que pasan en él solamente la fase larvaria.

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