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Conocimiento de la Argentina

estudios literarios reunidos

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Editorial Municipal de Rosario


Conocimiento de la Argentina : Estudios literarios reunidos /
Adolfo Prieto ; compilado por Nora Avaro.
1a ed. - Rosario : Editorial Municipal de Rosario, 2015.

572 p. ; 23x17 cm.

ISBN 978-987-1912-43-8

1. Historia de la Literatura. 2. Estudios Literarios. 3. Argentina.


I. Título
CDD 860.982

CONOCIMIENTO
DE LA ARGENTINA
estudios literarios reunidos
Municipalidad de Rosario
Secretaría de Cultura y Educación

Año 2015
Adolfo Prieto
© Adolfo Prieto

Selección y prólogo
© Editorial Municipal de Rosario Nora Avaro
Planetario Luis C. Carballo, Parque Urquiza
(S2000BMF) Rosario, Santa Fe, Argentina.
emr@rosario.gov.ar / www.rosariocultura.gob.ar/emr

Edición y corrección: D. G. Helder, Nora Avaro, Gilda Di Crosta,


Gabriela Saccone, Estefanía Pighin, Milena Bertolino

Diseño y armado: Alonso, Lis Mondaini

Edición de 1.000 ejemplares


Interior: papel bookcel 80 gr
Tapa: ilustración 300 gr
Títulos: tipografía Asap

Queda hecho el depósito


que marca la ley 11.723
Reservados todos los derechos

ISBN 978-987-1912-43-8

CUIT 30-99900315-6
Impreso en la Argentina
Pasos de un peregrino
Biografía intelectual de Adolfo Prieto
por Nora Avaro

El 21 de octubre de 1968 Adolfo Prieto firmó un contrato con la Biblioteca Po-


pular Constancio C. Vigil de Rosario para dirigir la colección “Conocimiento de
la Argentina”. El contrato lleva el número 068 e incluye en su articulado el plan
completo de edición con un total de veinticuatro volúmenes a publicarse, bajo
el sello Editorial Biblioteca, en el término de dos años, a partir de julio de 1969.
En coincidencia histórica con el Centro Editor de América Latina (CEAL),
fundado por Boris Spivacow, en Buenos Aires, en 1966, junto al equipo saliente
de la editorial Eudeba de la que hasta el momento Spivacow había sido geren-
te general, la Vigil también acogió, luego del golpe de Estado del general Juan
Carlos Onganía, a los profesores renunciantes de la Universidad Nacional del
Litoral (UNL), sede Rosario. Muchos de los docentes “separados de sus cátedras
—escriben Rubén Naranjo y Raúl Frutos, director de la entidad uno y vicepre-
sidente el otro— se vincularon a la Biblioteca Vigil y ellos formaron el grupo de
colaboradores que dieron fisonomía a la Editorial”.1 Entre estos colaboradores
estaba Adolfo Prieto —para la fecha, profesor y director del Instituto de Letras
de la facultad de Filosofía y Letras— que afirma, casi cincuenta años después:
“Para mí, la Vigil fue realmente vital, la salvación”.2
En su mismo título, “Conocimiento de la Argentina” se inscribía muy có-
modamente en el ideario formativo y promocional de la Biblioteca Vigil que,
desde ese año 1966, editaba libros en diversas colecciones —Alfa (de jóvenes es-
critores), Ensayos, Poetas Argentinos, Prosistas Argentinos, Artes Visuales, Ho-

1. Rubén Naranjo y Raúl Frutos, “El genocidio blanco. Historia de la ‘Editorial Biblioteca’ de la
Biblioteca Popular C. C. Vigil, Rosario”, en Carolina Kaufmann (dir.), Dictadura y Educación, t. 3,
Los textos escolares en la historia argentina reciente, Miño y Dávila, Bs. As., 2006.
2. Tanto esta declaración como las posteriores que no consignan otra fuente forman parte de una
charla sostenida y periódica que mantuve con Adolfo Prieto durante los meses de diciembre de
2012 y enero de 2013, en su casa de Dorrego 590 de Rosario. Agradezco aquí su cortesía, su ex-
trema amabilidad para contestar mis preguntas y su total disposición para facilitar la consulta de
su archivo personal. Salvo indicación contraria, todos los documentos citados aquí (cartas, actas,
memorias, programas) pertenecen a este archivo.

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menajes—, con la triple pretensión de difundir autores locales, o relegados por Facundo de Sarmiento, las Bases de Alberdi y Radiografía de la Pampa de Mar-
los sellos porteños, fomentar la lectura y, por sobre todo, educar al soberano. “El tínez Estrada, entre otros clásicos insignes; y El manual de patología política de
libro como herramienta educativa —escriben Naranjo y Frutos— era apreciado Agustín Álvarez y El criollismo en la literatura argentina de Ernesto Quesada,
como el mayor aporte que se podía concretar desde la Biblioteca Vigil”. entre otras apuestas personales. Y “Testimonios”: con selecciones de escritos
A tono con este espíritu de raigambre sarmientina, Adolfo Prieto venía autobiográficos de Saavedra, Posadas, Beruti, Paz, Guido y Spano, Mansilla y
cumpliendo, sumadas a sus primeros estudios sobre la constitución de un pú- más memorialistas, a los que se sumaban dos libros de viajes.
blico de lectores, tareas editoriales de divulgación. Al momento de firmar el “La Argentina contemporánea”, de siete volúmenes, preveía contratos de
contrato con la Vigil no solo terminaba de supervisar y dar la lectura final a más colaboradores para la escritura de estudios sobre la sociedad, la economía, las
de cincuenta entregas de Capítulo. La historia de la literatura argentina, para el instituciones, los factores de poder, la educación y las “expresiones de cultura”, y
CEAL, sino también de publicar, en esa misma serie, fascículos sobre la prosa y cerraba con La Argentina en la encrucijada mundial, epítome del catálogo.
el ensayo románticos, sobre Sarmiento y sobre la generación del ochenta, ade- Tres libros anteriores de Prieto están en las bases de este plan balzaciano:
más de su Diccionario básico de la literatura argentina. Sociología del público argentino (Ediciones Leviatán, Bs. As., 1956), La litera-
tura autobiográfica argentina (Instituto de Letras, Rosario, 1962) y Literatura
A mí la idea de Capítulo, que era llegar al gran público —dice Prieto—, me y subdesarrollo (Editorial Biblioteca, Rosario, 1968). Este último título inició
sigue pareciendo válida, con unas pequeñas introducciones, con notas, con el vínculo de Prieto con la editorial —a través de su director Rubén Naranjo,
esto y lo de más allá, y la reedición del texto; sobre todo el texto. Eso también se profesor en Bellas Artes de la Facultad de Filosofía y Letras— que se extendería
relaciona con mi proyecto posterior para la Vigil, sí, yo venía con esa impronta. en la colaboración de 1973 para Paraná, el pariente del mar, un gran tomo ilus-
Porque la impresión que tuve cuando empecé mi trabajo como crítico era que trado de más de quinientas páginas del mismo vigor plenario y enciclopédico
en la Argentina nadie leía nada. Sí, leían a Borges, pero del resto de la litera- que “Conocimiento de la Argentina”, donde Prieto publicó su ensayo fluvial “El
tura, ni la menor idea. La gente tiene que leer, el mundo tiene que leer. Y para Paraná y su expresión literaria”, que abre este libro.
eso hay que poner el texto ahí. Y es que esa era la idea: poner el texto ahí. Con Sociología del público argentino, Prieto despunta una cuestión que, con
mayor o menor forja y protagonismo, persistirá en escritos posteriores. A la
Prieto proyectó en dos inmensos campos su plan para la Vigil: “La Argen- pregunta de ascendencia romántica, propia de un país incipiente, “¿existe una
tina histórica” y “La Argentina contemporánea”. Ambos matizaban su extrema literatura argentina? corresponde, en buena medida —según escribe Prieto en
generalidad, su laxitud temporal y su afán totalizante en la precisión de títulos y Sociología—, la pregunta: ¿existe un público lector en la Argentina?”. Ambas pre-
temas. Aunque, como no podía ser de otro modo, el paradigma histórico estaba guntas se supeditan para bocetar una historia literaria nacional que incluya, por
en la base del modelo, Prieto afirmó sus cálculos de conjunto menos en la pe- primera vez, no solo a los escritores, sino también a los lectores: los de Facundo,
riodización, lo suficientemente dócil y hasta convencional, como para permitir Martín Fierro, Juan Moreira, En la sangre, La gloria de don Ramiro, Nacha Regu-
cierta dinámica de las obras y las interpretaciones, que en las ventajas de la si- les, Radiografía de la Pampa, obras reeditadas e invictas que trazan, para Prieto,
nécdoque; en la creencia, muy firme en este punto ya que era la que le permitía una línea de tiempo y una tradición integradora.
montar un programa de esta magnitud y establecer un ideal de lectura, de que Muchas de estas ideas están en la propedéutica de “Conocimiento de la
la parte permitía conocer el todo. De ahí que el “conocimiento de la Argenti- Argentina”, un programa concebido para “poner el texto ahí” y, en feliz conse-
na” podía acontecer en veinticuatro textos, si esos textos resultaban, tanto en cuencia, establecer un público local para la cultura local; buen propósito al que
el sistema total como en el detalle imprevisto, lo suficientemente canónicos e Prieto terminará por sumarse y que él mismo ya registra, punteando un linaje,
integrales, pero también lo suficientemente provocadores. en otros dos editores notorios: Ricardo Rojas con su colección “La biblioteca
“La Argentina histórica” comprendía la reedición de diecisiete libros y es- argentina”, de 1909, concretada en 1916, y José Ingenieros con la suya, “La cul-
taba dividida, a su vez, en dos partes. “Interpretaciones y comentarios”: con el tura argentina”, de 1915. El primero especula con lectores especializados y prevé

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ediciones críticas y sesudas de clásicos; el segundo, la publicación a bajo costo Del plan completo llegaron a publicarse solo cinco títulos con prólogos de
de libros de “ilustres argentinos”. Tanto Rojas como Ingenieros secundan las Prieto y, como en un torrente estival, todos salieron en enero de 1974, “no por
empresas con escritos, de tal modo que La restauración nacionalista de 1909 y culpa mía ni de nadie —aclara Prieto—, sino por el típico problema de cual-
La evolución de las ideas argentinas de 1918 fungen, cada uno en su avance y quier editorial: los costos”. Las multitudes argentinas de José María Ramos Mejía
a su tiempo, de suplemento doctrinario de los sendos catálogos editoriales. Y lleva el pie de imprenta del 3 de enero. Y en seguida, las antologías de la sección
bien puede acertar Adolfo Prieto aquí —aunque lejos esté de sentar doctrina— “Testimonios”: el 8 de enero, El rosismo. La reorganización nacional; el 14 de
otro par de afinidades con Rojas e Ingenieros: “Conocimiento de la Argentina” enero, Las guerras civiles. El rosismo; el 21 de enero, Los años de emancipación
también presume de ediciones críticas y populares; y apoya su orden y progreso, política; y el 30 de enero, Prosas y oratoria parlamentaria de José Hernández. El
aunque sin la iconoclastia de sus antecesoras, en los diferentes temas que su catálogo de “Conocimiento de la Argentina” se interrumpió en febrero de 1977,
director viene estudiando, enseñando, escribiendo y publicando. cuando la última dictadura intervino la Biblioteca Vigil, tomó las instalaciones,
En la segunda sección de “La Argentina histórica”, Prieto imagina cinco cerró la editorial y destruyó parte de sus archivos y su acervo bibliográfico. Entre
gruesos volúmenes antológicos de crónicas y testimonios de autores ya trata- esos libros y documentos desaparecidos estaba, según recordó Prieto en 2013,
dos en La literatura autobiográfica argentina. El repertorio de esos textos, como el original listo de El criollismo en la literatura argentina de Ernesto Quesada,
factible pero también complejo alegato de época y, muy a la manera de Sartre, también con prólogo de su autoría, del que no guardó copia. El recuerdo de ese
“como comprensión concreta de la vida”, le permite a Prieto postular “una his- libro midió, a través de los años, su constancia paradojal. Porque Prieto ve en
toria de las elites del poder”, “un estudio de conjunto sobre la clase dirigente esa pérdida una ganancia y, tal vez, un desagravio: el suplemento del interés que
nacional”, sin descuidar los pormenores diferenciales de cada “actitud intros- culminaría en un clásico de la crítica nacional del siglo XX, El discurso criollista
pectiva”: la franqueza de Belgrano, las suspicacias de Guido, los coqueteos de en la formación de la Argentina moderna (Sudamericana, Bs. As., 1988).
Mansilla, el donjuanismo de Calzadilla. En la misma dirección, el sumario de
la Vigil propone una muestra muy exhaustiva, período a período, de ese género Desapareció este volumen, que a mí me interesaba mucho —recuerda
entonces desdeñado por los historiadores pero, para Prieto, decisivo —y es él Prieto—, porque era el texto de Quesada al que yo le había preparado un
quien lo ha vuelto decisivo— “en su capacidad para iluminar la historia social, pequeño prólogo, cuatro o cinco páginas. Y tanto me quedó en la memoria
la de las mentalidades dominantes y la de las presiones ideológicas”.3 grabado —que no lo tenía, y que quería verlo—, que terminó haciendo lugar
“La Argentina contemporánea”, la última parte de la colección, tiene su a otro libro, el del Criollismo. Años después, agarré todo el material, conseguí
ajuste teórico e ideológico en Literatura y subdesarrollo, libro con el que Prieto el texto de Quesada, fui a Berlín, consulté la Biblioteca Criolla de Lehmann-
abordó las condiciones de su presente histórico, en su país, a fines de la década Nitsche y armé el libro entero. Pero surgió de esta base. Lo produjo esta pér-
del sesenta. En el intento de “indagar el reflejo de un proceso económico-social dida. Una especie de vacío que quedó dando vueltas.
en la literatura y la delimitación del campo de interés al caso argentino” hay ya,
en ciernes, la propuesta colectiva que Prieto diseñará para los virtuales cola- En el mismo sentido, aunque menos aciago, la inclusión de dos antologías
boradores de “Conocimiento de la Argentina”: desde las lindes del capitalismo de viajeros, una de la primera y otra de la segunda mitad del siglo XIX delata la
mundial, pensar las posibilidades sociales, económicas, educativas, institucio- primera intuición de Prieto sobre el alcance histórico, cultural y político de estas
nales, mediáticas, científicas, artísticas de una nación, bien al margen de los tics crónicas que se consumará, muy refinada, en su último libro Los viajeros ingleses
reduccionistas del nacionalismo, y sin ignorar el “satelismo cultural” caracterís- y la emergencia de la literatura argentina (1820-1850) (Sudamericana, Bs. As.,
tico de un país económicamente dependiente. 1996). De tal modo que en 1968 (Prieto tiene cuarenta años) el plan para la Vigil
cifra, hacia el pasado y hacia el futuro, su entero lance intelectual y, también, su
más tenaz objetivo crítico: escribir una historia social de la literatura argentina.
3. Prólogo a Los años de la emancipación política, Editorial Biblioteca, Rosario, 1974. Un año antes de la elaboración y la firma del contrato con la Biblioteca Vigil,

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y uno después del golpe de Onganía, en junio de 1967, Prieto se instaló en Mon- El día de hoy, a más de setenta años, la iniciación tiene su convenio realista,
tevideo por ocho meses invitado por Ángel Rama a dictar cursos en el Departa- es decir, el lazo firme entre un ambiente y un carácter: el letargo estival provin-
mento de Literatura Iberoamericana de la Facultad de Humanidades. El convite ciano en contraste con el radiante lector en ciernes. Pero también un fresco aire
sellaba la solidaridad del crítico uruguayo en un momento en que los catedráticos de azar: el riesgo que, sin medirlo, tomó don Feliciano Prieto cuando sumó a
argentinos sufrían la arbitrariedad oficial y, sobre todo, el desempleo. sus pertenencias de inmigrante en progreso una enciclopedia más dos libros, y
En 1985 Prieto recordó sus días en Montevideo con un cálido retrato de armó una biblioteca para su hijo menor.
Rama en el que se advierte la afinidad de sus vocaciones intelectuales. Rama, Feliciano llegó a la Argentina hacia 1910, con unos trece años, junto a su
como Prieto, supo combinar con excelencia cuatro áreas del trabajo literario: la padre, quien regresó a España meses más tarde. Procedían de la pequeña aldea
docencia, la gestión académica, la actividad editorial y la escritura. Como Prieto Gallegos del Campo, de Zamora, en Castilla la Vieja, donde el joven era pastor
en “Conocimiento de la Argentina”, Rama dio cuenta de su ambición pedagó- de ovejas. Ya en el país, trabajó un buen tiempo de peón rural en campos de
gica en la “Enciclopedia Uruguaya”, los fascículos semanales que prefiguraron Córdoba y, en seguida de juntar algún dinero, se dirigió a Mendoza. Su plan era
el programa latinoamericanista de la Biblioteca Ayacucho, dirigida en su exilio cruzar la cordillera hasta Santiago de Chile para, por fin, zarpar hacia California
venezolano, donde Prieto prologó, en 1978, la edición de Los siete locos. Los lan- donde buscaba instalarse. Pero algo o alguien o un consejo lo desvió y lo llevó a
zallamas de Roberto Arlt. Y en consonancia con un mandato generacional, pero San Juan. “Y ahí quedó”, dice Prieto.
también con una aspiración y una voluntad personales, ambos compartieron un En San Juan, Feliciano se empleó como vendedor ambulante de “barqui-
mismo desiderátum crítico, persistente en sus escritos a través de los años: llos”, una masa dulce y crocante de origen manchego. Luego de ahorrar lo su-
ficiente como para comprar una bolsa de azúcar y otra de harina, copiarles a
Rama —recuerda Prieto en su retrato—, en un gesto desacostumbrado de sus patrones la receta y ensayarla en la pieza del cortijo donde vivía, empezó a
aproximación personal, quiso saber cuál era mi próximo proyecto de trabajo, elaborarlos él mismo. Por entonces se casó con Vicenta Guerrero, argentina, hija
o mejor aún, mi proyecto secreto, la obra a la que apuntaban todos mis desve- de españoles granadinos, de solo catorce años —él tenía veintitrés—, y asoció a
los, la cifra en la que pudieran leerse todas mis justificaciones. Sin vacilar se Juan Fernández, su concuñado, a la incipiente empresa. La llamaron La Sanjua-
lo dije: —“Escribir una historia social de la literatura latinoamericana”. Y sin nina, de Prieto y Fernández y se dividieron así las labores: Feliciano la produc-
vacilar, me dijo a su vez: —“En eso estamos todos”.4 ción y Juan la venta. Con el tiempo, y cierto adelanto que incluyó la compra de
una sorprendente máquina de elaborar y moldear la masa, llegó a ser la primera
fábrica de galletitas de la provincia de San Juan.
San Juan
“Además de los tomos de la Enciclopedia Americana, que aún conservo, mi padre Cuando yo nací —dice Prieto—, ya la cosa estaba bastante avanzada. Me acuerdo
tenía dos libros, una edición de El Quijote y La conquista del pan de Kropotkin.” Con que mi padre hizo un viaje a Buenos Aires y compró una máquina que era de
esa breve pero imprudente biblioteca paterna, Adolfo Prieto obtuvo un preludio lite- carga larga, la atendían entre tres personas. A mí me impresionó muchísimo la
rario. A finales de la década de 1930 mientras su familia dormía la siesta veraniega, máquina. A mí y a toda la familia. Ponían un rollo de masa en la punta que iba
en su patio de la ciudad de San Juan, a ocho cuadras de la casa natal de Sarmiento, el avanzando automáticamente y había en la mitad un molde que bajaba, también
pequeño Adolfo empezó a leer El Quijote y, en el acto, El Quijote “lo agarró”. “Me reía automáticamente, y cortaba, y después seguía hasta la punta, y ahí caía en la
tanto —recuerda Prieto— que mi madre salió y dijo: ‘¡che, Adolfo!, ¿qué te pasa?, lata que entraba directa al horno. Fue toda una conmoción, todos mirando la
¡estás riendo como un loco!’. Esa lectura me marcó mucho, y hasta el día de hoy.” máquina, y yo lo miraba a mi padre, que había logrado lo que se había propuesto.

4. “Encuentros con Ángel Rama. Montevideo, 1967”, en Texto Crítico n° 31-32, Universidad Vera- Feliciano y Vicenta tuvieron tres hijos, Anastasia, Leandro y Adolfo, que
cruzana, México, enero-agosto de 1985. nació el 24 de enero de 1928. Los dos mayores cursaron solo la escuela primaria,

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el menor, en cambio, finalizó la secundaria en el colegio Don Bosco, fundado en
San Juan en 1930. A pesar de que Feliciano era anticlerical y algo anarquista, “un
rojo” —en su breve biblioteca, acopiaba un libro de Kropotkin—, en 1936, con el
inicio de la Guerra Civil Española, sacó a sus dos hijos varones de la escuela pú-
blica Bernardino Rivadavia y los inscribió con los salesianos. La medida resulta
misteriosa hasta el presente y fue confusa en su hora para Adolfo que, a los ocho
años, a poco de concurrir a clase y sin manifestar ninguna inclinación devota,
ni entonces ni posteriormente, pidió ser bautizado para no sentirse “orillado”
en las muchas liturgias católicas que debía cumplir cada día. Aunque de ideales
republicanos, Feliciano vaticinaba el triunfo de Franco y hasta el inicio de una
larga dictadura, y tal vez quiso preservar a sus hijos, a quienes no había iniciado
en los sacramentos, de su infracción religiosa. La íntima cercanía con España
que el inmigrante Feliciano Prieto mantuvo a lo largo de su vida es notoria en
esta singular determinación, tomada a miles de kilómetros de distancia, donde
sus posibles beneficios se diluían por completo. Décadas más tarde, el hijo me-
nor, al momento de decidir su perfil profesional, elegirá un tema de literatura
española para su tesis de doctorado en Letras: “al principio hubo una falsa in-
terpretación —dice Prieto—, yo creía que lo mío era la literatura española; pero 1

no, ese era mi padre, sin la menor duda, era mi padre”. 2 3

Con los salesianos, además de obtener el título de bachiller, Adolfo despuntó


su principal destreza: la redacción. Escribía las composiciones escolares pero tam- 1. Feliciano Prieto, padre de

bién los discursos de los actos patrios y las bienvenidas a los visitantes. Y como los Adolfo, de boina blanca en el
centro de la imagen, con su
variados géneros le salían tan fácilmente, empezó a probar con la poesía, inspirado, hija Anastasia. Sentado a su
izquierda, su socio y cuñado
sobre todo, por el más difundido de los autores de la época: Amado Nervo. Juan Fernández con su hija
Iris. Los rodean las familias
de los trabajadores de La
Yo tenía una condición que otro no tenía —dice Prieto—. Ese fue, creo, Sanjuanina. San Juan, 1927.
un poco el origen de todo. Y ahí empecé de vez en cuando a escribir algún 2. A. P. a los dos años,
poema. Así que cuando terminé el secundario estaba convencido de que yo posando en un estudio
fotográfico. San Juan, 1930.
era… poeta. Créase o no. 3. A. P. con su madre Vicenta
Guerrero y su hermana
Anastasia poco antes de
La Sanjuanina, que en su mejor etapa llegó a tener catorce empleados, tra- partir hacia Buenos Aires.
jo cierta prosperidad para la familia Prieto, y Feliciano consintió que Adolfo San Juan, 1946.

siguiera estudios superiores bajo su tutela económica. ¿Tal vez porque también
reparó en esa habilidad que supieron aprovechar los salesianos? ¿Tal vez porque,
aunque no creyera y aun objetara que esa habilidad pudiese armarle un porve-
nir, vio en ella, como cuando compró dos libros y una enciclopedia, la señal de
otras, estas sí fructuosas? Lo cierto es que Adolfo reclamó ir a la universidad.

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Pero… con un enorme “pero” para Feliciano que, ya que acordaba, pretendía un
hijo ingeniero. Adolfo quería ser poeta. Estudiaría en Buenos Aires, en Filosofía
y Letras, se recibiría de profesor para asegurarse un salario en la escuela media,
volvería a San Juan y se dedicaría de lleno a escribir. Los dos libros de la biblio-
teca de Feliciano Prieto, los discursos patrióticos en Don Bosco y los poemas de
Amado Nervo venían así a torcer el futuro del hijo menor:

Yo quería estudiar Filosofía y Letras, y allá en San Juan no había, tenía que ir
a Buenos Aires, con dieciocho años. Era una decisión realmente seria. Pero
estaba tan convencido de que la cosa era así, que cuando mi padre me dijo:
“Yo a esa carrera no te la costeo”, yo le contesté: “Bueno, entonces no estudio
nada, no, no estudio nada”. A los dos días apareció mi madre, que era la que
hablaba con mi padre: “Dice tu padre que te podés ir”.

Un par de años antes de esta decisión, el sábado 15 de enero de 1944, Anas-


tasia, la hija mayor de Feliciano y Vicenta, se casaba con Oscar Turón, un em-
4 pleado histórico de La Sanjuanina. A pesar de que ningún miembro de la fami-
5 lia tenía práctica religiosa, ni siquiera dominical, Anastasia, tan consuetudina-
ria como cualquier muchacha de su tiempo, quiso el vestido blanco y el ingreso
alfombrado al altar. A las 20.45 de ese día, la novia terminaba de ataviarse y los
Prieto, junto a algunos amigos y parientes, estaban prestos a partir hacia la pa-
rroquia de Santa Lucía desde la casa familiar de Alem 149, donde tendría lugar
la fiesta de boda posterior a la ceremonia. Suegro y novio habían elaborado en la
cuadra de La Sanjuanina los dulces para la ocasión. A las 20.47 todo progresaba
4. La cuadra de La
Sanjuanina el día de la
según lo previsto y los vecinos esperaban en la calle la salida de la novia. A las
llegada y el armado de 20.49 el mundo se vino abajo.
la flamante máquina
de elaborar y moldear
masa. San Juan, 1937. El terremoto fue un antes y un después —dice Prieto—. Y es un episodio
5. Una de las paredes
con una carga, digamos, literaria, si se quiere, porque ese día se casaba mi
de La Sanjuanina recién
levantada después del hermana. Eran las nueve menos diez de la noche. Se suponía que a esa hora
terremoto. A. P. con
ella debía estar en la iglesia, pero, como toda novia, estaba un poco demorada,
mono de trabajo; contra
el marco de la puerta, preparándose para salir, cuando empezó el terremoto. Y se armó. Fueron
Juan Fernández, cuñado
veinte segundos. No duró nada, pero se venía el mundo abajo. Me acuerdo, yo
y socio de Feliciano.
San Juan, 1944. estaba en el comedor, y me tuve que tomar del marco de la puerta porque no
podía estar parado, saltaba, saltaba en el piso. Y vi pasar a alguno que corría
al fondo de la casa, había un fondo grande, la gente del casamiento pasó toda
para el fondo. La iglesia donde mi hermana se iba a casar se cayó, había otra

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ceremonia allí y murieron muchos, la novia y el novio en el altar. Así que cios y publicidad, La Sanjuanina se reconvirtió en distribuidora de golosinas, y
para nosotros hubo bastante suerte. Lo raro es que había algo que nos alivió, hacia finales de los años setenta cerró definitivamente. Ni los dos hijos mayores
creímos en un principio que el terremoto había sido en Chile, no en San Juan, ni el menor continuaron la empresa de Feliciano.
“¿cómo estarán en Chile?, pobres, ¿cómo estarán?” nos preguntábamos los
vecinos ahí, en la calle, armando fogatas, preparándonos para enfrentar todo.
Al menos esa noche estaban las cosas de la fiesta para comer. Buenos Aires
El 24 de febrero de 1946 Juan Domingo Perón ganó las elecciones presidenciales,
En el terremoto de San Juan, la mayor catástrofe natural de la historia ar- bajo la consigna “Braden o Perón”, con el 52% de los votos (302 electores contra
gentina y uno de los hitos fundantes de la mitología peronista, murieron alrede- 72 de la Unión Democrática de José Tamborini y Enrique Mosca).7 Junto al radi-
dor de 10.000 habitantes sobre una población urbana de 80.000, aunque no hay cal Hortensio Quijano, Juan Perón encabezó una fórmula de coalición del efíme-
números oficiales exactos. La ciudad quedó devastada, unas 15.000 viviendas, ro Partido Laborista, creado a los siete días, y como rápida secuela sindical, del 17
edificios públicos y religiosos colapsaron en el evento; las construcciones, todas de octubre de 1945, y disuelto el 23 de mayo de 1946 antes de que sus candidatos
frágiles, eran de adobe. El viajero Carl C. Taylor, que visitó San Juan dos años ejecutivos entraran en funciones. Perón asumió el 4 de junio, a unos meses de
antes, en 1942, la vio así: “La primera impresión es de uvas por todas partes, nu- que Adolfo Prieto ingresara a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
merosas bodegas […] y absolutamente todo —casas, cercas, negocios, fábricas, Nacional de Buenos Aires, sita entonces en la zona de la esquina San Martín y
incluso el edificio de la Legislatura Provincial— hecho de adobe”.5 Viamonte, que daría el nombre, desde su tercer número de 1952, a una sección de
La casa familiar y La Sanjuanina quedaron muy afectadas, “era un páramo la revista estudiantil Centro, y donde además funcionaba, según recuerda Jorge
—dice Prieto—, hubo que deshabitarlas”. Ambas estaban comunicadas por los Lafforgue, “la redacción de Sur, tres buenas librerías —Letras, Verbum y la fran-
fondos y, mientras las reconstruían, la familia vivió muy precariamente: durante cesa Galatea— y un par de bares legendarios”.8 La universidad —sus docentes,
el primer mes, hasta que levantaron el muro que sostendría el nuevo edificio de su movimiento estudiantil—, que había resistido el golpe de Estado de junio de
la fábrica, en carpas entre los escombros, estirando las vituallas de la fiesta nup- 1943 cuando, por decreto, se disuelve la Federación Universitaria Argentina, que
cial. “Mi abuela Vicenta me contó —dice Agustina Prieto, hija de Adolfo— que había sido un reducto antagónico a la figura ascendente de Juan Perón durante
cuando apareció el primer rayo de luz tras el terremoto y vio la desolación, se 1945 y que había apoyado a la Unión Democrática en las elecciones de febrero
arrancó la rosa de seda que adornaba su vestido de madrina y la arrojó con furia de 1946, recibió su correctivo al poco tiempo. A fines de abril, antes de la asun-
sobre las ruinas”.6 A los pocos días un cura casó a Anastasia con Oscar, sin altar, ción del presidente electo, el presidente en ejercicio Edelmiro Farrell intervino las
sin vestido blanco ni alfombra roja. universidades y se cesantearon o renunciaron más de 1.200 docentes; y en 1947
Aunque La Sanjuanina perdió en veinte segundos su módico apogeo pro- se sancionó la Ley 13.031 que daría por finiquitada la autonomía universitaria y
vinciano y ya no volvió a producir como antes, Feliciano costeó los estudios de el cogobierno, conquistas clave de la Reforma de 1918.9 Aunque en 1949 Perón
Adolfo en Buenos Aires hasta que se recibió y obtuvo su primer trabajo. Hacia decretó la gratuidad de la educación superior, otra bandera de la Reforma, el mo-
mediados de la década del cincuenta, agobiada por la competencia de las gran- vimiento estudiantil, expulsado del gobierno de la universidad, sus Centros y sus
des marcas como Bagley y Terrabusi, con sus dispositivos de maquinaria, pre-

7. “Sepan quienes votan el 24 la fórmula del contubernio oligárquico-comunista, que con este
5. Carl C. Taylor, Rural life in Argentina (1948), citado por Mark Healey en El peronismo entre las acto entregan su voto al señor Braden. La disyuntiva en esta hora trascendental es esta: ¡Braden o
ruinas. El terremoto y la reconstrucción de San Juan, Siglo XXI Editores, Bs. As., 2012. Perón!”, discurso de cierre de campaña de Juan Perón en el Obelisco, Bs. As., 12 de febrero de 1946.
6. Muchos de estos detalles se los transmitió Vicenta Guerrero a su nieta Agustina Prieto, histo- 8. Jorge Lafforgue, Cartografía personal. Escritos y escritores de América Latina, Taurus, Bs. As., 2005.
riadora y docente de la Universidad Nacional de Rosario, con quien conversé durante la redacción 9. Pareceres del Secretario de Educación Oscar Ivanissevich, brutal anti-reformista: “El cogobierno
de este prólogo. universitario no puede ser sino el resultado de una mentalidad perversa e inconsciente. Sostengo

18 19
dirigentes desalojados, ilegalizados y perseguidos, será un opositor monolítico, 6 7

pero debilitado por el fiasco electoral de la Unión Democrática, durante la prime-


ra presidencia peronista, y mucho más activo durante la segunda.10
“El 46 fue el año en que Perón ganó las elecciones —recuerda Adolfo Prie-
to—. Así que entré a la facultad con todo, y la experiencia para mí fue, previsi-
blemente, un shock.” Ese febrero tajante de 1946, Prieto viajó desde San Juan a
la Capital en el británico tren del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico que sería
nacionalizado y rebautizado en 1948 como Ferrocarril Nacional General San
Martín. Eduardo Michalek, novio de su prima Pilín, en la casa de quien se hos-
pedaría apenas llegado a Buenos Aires, acompañó a Prieto en ese viaje que atra-
vesaba el país desde la cordillera al Río de la Plata. Un mes más tarde ya estaba
viviendo en una pensión modesta, en Hipólito Yrigoyen al 1900, “porque yo iba
a eso —dice Prieto—, yo quería hacer vida de estudiante”. Allí compartió pieza 6. A. P. recién llegado a
Buenos Aires con su prima
con Julio Borrego, obrero del cuero y militante sindical del peronismo, quien Iris Fernández de Michalek,
supo sosegar apenas, durante las horas en común, la visión universitaria y “con- Pilín, en cuya casa se alojó
unos meses antes de mudarse
trera” del gobierno de Juan Perón. Con los años, se sucedieron las mudanzas, a una pensión en el barrio de
de pensión en pensión, porque mientras Prieto estuvo en Buenos Aires, y hasta Congreso. Buenos Aires, 1946.
7. A. P. posando en Córdoba
que se casó con Reymunda Jarma en 1957, paró siempre en piezas de alquiler. y Ayacucho, frente al bar
Los inicios de la vida de estudiante, para el joven provinciano que venía, del Carmen, donde en sus
días de estudiante se reunía
casi literalmente, del desierto de la falla tectónica, fueron tan conmocionantes cada noche junto a, entre
como el terremoto: otros parroquianos, Alicia
Pintos, Rodolfo Borello,
Elena y Negra Jarma, con
Muchísimo, muchísimo. Además con mi carácter, una cosa así… Primero tuve quien se casó en 1957. A este
grupo dedicó su primer libro
la cautela de tomar todo como observador. Al principio iba a la facultad y solo Borges y la nueva generación.
estaba ahí, ya había corrillos de estudiantes, yo escuchaba. Y recuerdo un día a Buenos Aires, 1997.

una chica que estaba leyendo un libro, muy exaltada, y se armó un corro alrede-
dor de ella, y ella le preguntaba a cada uno, y vos qué opinás de esto, y vos qué
opinás, y vos qué opinás, hasta que tocó mi turno y yo dije: “No, yo no lo leí, no
lo recuerdo, no sé qué cosa”. No tenía la menor idea de qué hablaba, ni la menor
idea. No puedo recordar ahora qué se trataba ahí, pero imagino que serían temas

que el cogobierno estudiantil establece una promiscuidad perniciosa entre profesores y alumnos”,
citado por Silvia Sigal, “Intelectuales y peronismo”, en Juan Carlos Torre (ed.), Los años peronistas.
Nueva historia argentina (Tomo VIII), Editorial Sudamericana, Bs. As., 2002.
10. Ver Juan Sebastián Califa, “La militancia estudiantil en la Universidad de Buenos Aires, entre
golpe y golpe, 1943-1955”, en AA.VV., Apuntes sobre la formación del movimiento estudiantil ar-
gentino (1943-1973), Final Abierto, Bs. As., 2010.

20
políticos, estarían todos con la reforma y la revolución. Pero de todas maneras En 1951 Prieto obtuvo su diploma de Profesor de Enseñanza Secundaria,
fui entablando relación con algunos compañeros, iba a clases y ahí me convencí Normal y Especial en Letras, y de inmediato comenzó a escribir su tesis para
al cabo de un año de que mi elección de la poesía había sido un poco apresurada. doctorarse mientras, recomendado por Castagnino, daba clases nocturnas en
Empecé a leer y hablar con compañeros que también eran poetas, y me di cuenta el Instituto Guillermo Rawson para adultos varones, de la calle Rivadavia al
de que lo mío era, en el mejor de los casos, una buena voluntad. Que no aban- 4600 —trabajó allí hasta 1957—. En la actualidad los posgrados son impera-
doné nunca, por cierto, pero como profesión no, me dije, esto no va. tivos y hasta burocráticos para las carreras universitarias pero en ese entonces
eran excepcionales, ninguno de los que brillaron junto a Prieto en su gene-
De la vocación y el deseo silogísticos que lo llevaron a Buenos Aires —ser ración hizo doctorados inmediatos a su carrera de grado —David Viñas lo
poeta luego ser profesor— Prieto retendrá ambas premisas pero con una inver- concluyó en Rosario, recién en 1965, justamente bajo el decanato de Prieto, en
sión decisiva. “Al cabo de un año” de ingresar a la universidad y al ratificar la Filosofía y Letras—, él sí, quizá para retrasar su regreso a San Juan que, con la
disciplina literaria en sus estudios docentes, Prieto no renunciará a la poesía experiencia de la metrópoli, se había vuelto inviable: “lo que era la vida coti-
pero la confinará a un discretísimo segundo plano. El joven elige muy tempra- diana en San Juan: ir al cine los domingos, ir a la confitería el mismo domingo,
namente ser un profesional de las letras, un profesor, en consecuencia, un crí- volver a la casa caminando, era una penuria… una penuria. Y enseñar allá,
tico, un ensayista, pero sin abandonar la escritura secreta de sus poemas: deja ¿para qué, a quién?”.
caer la identidad romántica con la que había soñado en la provincia pero retiene En 1953 Prieto se doctora con la tesis El sentimiento de la muerte a través
su práctica. De esa experiencia constante a lo largo de una vida quedará, luego de la literatura española (siglos XIV y XV) dirigida por Augusto Cortina, el
de una expurgación final y drástica, solo un breve libro de diecisiete poemas: profesor que el 11 de mayo de 1946 vio morir en el tren de Constitución a La
Tiempos Signos Lugares.11 Después del confuso primer año, Prieto fue un alum- Plata a Pedro Henríquez Ureña y que, con la Revolución Libertadora, fue im-
no aplicado y, en un trabajo práctico, salió airoso del dictado de sus tres prime- pugnado en los concursos docentes por el Centro de Estudiantes de Filosofía
ras clases sobre Azorín. Ese pequeño éxito fue refrendado tanto por su profesor y Letras (CEFYL).12 Con su doctorado, además de a la docencia secundaria,
Raúl H. Castagnino, como por uno de sus compañeros, David Viñas: Prieto aspira a la educación superior. Desde noviembre de 1955, junto con
algunos compañeros como David Viñas, Ramón Alcalde, León Rozitchner y
Éramos de la misma promoción, me acuerdo de verlo a David al comienzo, Tulio Halperin Donghi que, con la intervención de las universidades naciona-
pero no hicimos ninguna materia juntos, sí un curso de preparación docente les, comienzan a acceder a cargos académicos, viaja semanalmente a Rosario
de Castagnino, donde coincidimos. David tenía una frescura muy potente. a dar clases en la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación,
Cuando el profesor lo llamaba al frente, era todo un acontecimiento. En ese convocado por el decano interventor José Bruera a moción de Alcalde.13 Así
curso, fui el primero en hacer la práctica, tres clases sobre clásicos españoles, por un año, y hasta que pierde el concurso con Oreste Frattoni, es profesor
Castagnino me evaluó muy positivamente. Y me acuerdo bien que, cuando interino de Literatura Española II:
terminé, estaba David ahí, con el cual nunca había tenido un cambio de pala-
bras, y él se acercó, me dio la mano y me dijo: “Profesor”. Yo ya era Profesor. Y Perdí el concurso. Y además: merecidamente. Porque, salvo mi tesis, yo no
lo hice como si lo hubiera hecho toda la vida. Para mí fue un descubrimiento. tenía antecedentes para ser profesor de Literatura Española. Esa es la verdad.
No sé a qué se debió porque yo creía que me iba a inhibir mucho, pero para
nada: como si hubiera sido profesor toda mi vida.
12. A instancias de Borello, parte de la tesis doctoral de Prieto fue publicada en la Revista de litera-
turas modernas n° 2, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, 1960.
13. Antes de entrar en el decanato, Bruera fue director de la filial Rosario del Colegio Libre de Es-
11. Serie Cuadernos de las orillas, Editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos (EDUNER), tudios Superiores, una institución académica vinculada con el grupo de la revista porteña Imago
Paraná, 2015. Mundi que dirigía José Luis Romero. En junio de 1957, Prieto dictó un curso allí.

22 23
Se presentó quien los tenía, y lo ganó, legítimamente. Y nunca lo sentí como Noé Jitrik y Ana Goutman. A lo largo de sus catorce volúmenes, hasta 1959,
una pérdida, como un fracaso. Tenía que ocurrir. también participaron por lapsos en la redacción, selección, dirección y/o dis-
tribución de la revista: Rodolfo Borello, Adelaida Gigli, Ismael Viñas, Adolfo
Durante los años peronistas Adolfo Prieto no tuvo, ni como estudiante ni Prieto, Oscar Masotta, Rodolfo Pandolfi, Alicia Pintos, Jorge Lafforgue, León
como graduado, ningún tipo de militancia y algunos militantes reformistas de la Sigal, Ivonne Bordelois, Ernesto Verón Thirion [Eliseo Verón]. Y entre los co-
época lo recuerdan apenas: “lo traté muy poco —escribe Darío Canton, en una laboradores se destacaron: Ramón Alcalde, David Viñas, Jaime Rest, Juan José
charla electrónica—, me parecía algo reservado y yo estaba mucho con el tema de Sebreli, León Rozitchner, Regina Gibaja, Francisco Romero, Risieri Frondizi,
la política estudiantil, algo en lo que me parece que él no participó”. La política estu- Gerardo Andújar, Tulio Halperin Donghi, Carlos Correas. Como se ve, salvo
diantil del momento consistía en la total y absoluta oposición al gobierno peronista. alguno que otro nombre, aparece allí en mayoría plenaria la primera avanza-
Canton: “Está de más decir que éramos antiperonistas, cualquiera haya sido nuestra da de lo que será, de lo que ya es, la nueva generación denuncialista, según la
simpatía política”.14 Rodolfo Pandolfi: “Éramos todos antiperonistas. Todos”.15 Da- bautizó Adelaida Gigli en el artículo “Lo mismo de siempre”, y con todos sus
vid Viñas: “Si había antiperonismo éste se producía frente a las manifestaciones del rasgos identitarios, revalidados luego en los seis números de la revista Contor-
peronismo en la universidad”.16 Adolfo Prieto: “Estaba sobreentendido que todos no (1953-1959) y en las diversas publicaciones en las que colaboró el grupo:
estábamos por la universidad y en contra del gobierno. Eso era obvio”. revisión, balance, ajuste de cuentas y programa superador de las “dicotomías
En noviembre de 1951 sale el primer número de la revista Centro. Canton simplificadoras” que habían trillado la historia y la cultura nacional; toma de
cuenta en la enorme y documental autobiografía De la misma llama su inter- conciencia y compromiso sartreano; ejercicio de la polémica y temple contes-
vención en el arranque de la revista y la escritura del primer editorial: tatario; modulación calculada del estilo crítico; montaje del “nosotros” en la
responsabilidad colectiva.17
El Centro debía encarar la publicación de una nueva revista que no fuera la con- Ya recibido de profesor en Letras, Adolfo Prieto se vincula a la revista Cen-
tinuación de Verbum —cuyo último número había sido el 90, año XL, publicado tro en su número 4, de diciembre de 1952, con su primer escrito: “Nota sobre
en agosto de 1948. Sería la revista de los estudiantes del Centro, el reflejo de lo Sábato”, donde señala la inconsistencia confesional de un autor siempre al bor-
que fueran, tal como eran (…) nosotros estábamos solos y así creía que teníamos de de la mala fe; en el 5 publica “En la cima del Monte de Arat”, un rarísimo
que salir, con lo puesto (…) Para ese número inaugural escribí la presentación. “bosquejo dramático”; en el 6 se suma al comité de selección por dos números
e incluye “Hacia una biografía de Sarmiento”; y en el 7, aparece el último ar-
La presentación, firmada por Centro, hacía una reseña del CEFYL y de la tículo “Borges y el ensayo crítico”, un adelanto de su libro Borges y la nueva
revista Verbum del CEFYL, invitaba a la participación de los estudiantes “en la generación.
medida en que tengan algo que decir a los demás”, y agregaba: el nombre “se En el número 1 de la revista Contorno Prieto escribe “A propósito de Los ído-
nos ha impuesto. Centro es la entidad que nos agrupa. Centro es por nuestra los”, la novela de Manuel Mujica Láinez “planeada y escrita con decoro”. Reapa-
actitud espiritual, con un ideal de mesura sin frialdad, de cordial vehemencia”. rece en el 7-8, con “Peronismo y neutralidad”, donde mide, desde el presente
En el staff del primer número estaban, entre otros, además del mismo Canton, antiperonista oficial pos Libertadora, a cómplices y acusadores, a liberales, co-
munistas y católicos —“ninguno de nosotros era peronista pero una cosa era no
ser peronista”, recuerda Prieto en un reportaje de 1996, “y otra ser antiperonista
14. Nue-Car-Bue. De hijo a padre (1928-1960). De la misma llama, t. VI, Libros del Zorzal, Bs. As.,
2008. Las siguientes citas de Canton también pertenecen a este volumen.
15. En entrevista de Esteban Lijalad, Testigos del peronismo real (1943-1955), www.academia.edu 17. “Lo mismo de siempre” de Adelaida Gigli se publicó en Centro n° 6, Bs. As., septiembre de
(consultado el 12 de diciembre de 2014). 1953. Para un estudio de la generación, ver Nora Avaro y Analía Capdevila, Denuncialistas. Lite-
16. Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, “Nosotros y ellos. David Viñas habla sobre Contorno”, en ratura y polémica en los años 50 (Santiago Arcos, Bs. As., 2008), que recoge diversos ensayos de
Punto de Vista n° 13, Bs. As., noviembre de 1981. aquellos jóvenes, incluido el de Gigli.

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al nivel de los antiperonistas que llegaban al gobierno”—.18 Y en el 8-9, el nú-
mero final dedicado al desencanto, a la traición frondizista, aunque no presenta
ninguna nota, figura en el Comité de Redacción, junto a los Viñas, Gigli y Rozit-
chner —también estará en el staff de las dos ediciones políticas, 1957 y 1958, de
Cuadernos de Contorno—.19 De hecho, aunque Prieto no fue funcionario del go-
bierno de Arturo Frondizi (1958-1962) —como sí Ismael Viñas y Jitrik, y Alcalde
en el de Silvestre Begnis en la provincia de Santa Fe—, trabajó en la campaña
electoral con una función específica: revisar los archivos del político para perfilar
su candidatura. Así lo recuerda Prieto en las misma entrevista de 1996:

En ese momento se presentó como una alternativa viable, un gobierno demo-


crático suficientemente abierto como para dar cabida a algunas posiciones “de
izquierda” entre comillas, pareció eso y de hecho los antecedentes del propio
Frondizi y todas sus declaraciones y sus contactos lo hacían creer. Durante
la campaña electoral se formó un comité con gente de Contorno y de Poesía
Buenos Aires, Bayley y otra gente. A mí se me asignó la tarea de dedicarme a
los archivos de Frondizi, ver qué había allí para mostrar un perfil y eso me 8

permitió estar en su casa varias veces, revisar todo, los recortes de diarios, que 9

tenía, por cierto, muy bien archivados. Ese fue el momento de mayor fervor
que en algunos se apagó muy pronto. En el caso mío yo diría que no duró más
de tres o cuatro meses y terminó antes de la elección misma, con una declara-
ción que hizo Frondizi de simpatía por la Iglesia católica. Al tiempo se acabó
para todos, fue una especie de fantasía.

En Centro, Prieto no solo escribe sus primeros textos críticos sino también 8. Jacobo Timerman, Rische
lee los de sus pares controlando “la calidad literaria”, según se establece en la Mindlin de Timerman, David
Viñas y A. P. en casa de Beatriz
revista desde el primer número y que, dicho en sus términos, tanto da la nota Guido. Buenos Aires, 1954.
personal (un rasgo de carácter) como la nota generacional (un rasgo denuncia- 9. Rodolfo Borello, Alicia

lista): “más que nada en un sentido crítico —afirma Prieto—, en la escritura y en Pintos, Negra Jarma y A. P. de
picnic. Delta de El Tigre, 1953.

18. Esta cita y todas las declaraciones de Prieto fechadas en 1996 son inéditos de una entrevista de
Nora Avaro y Analía Capdevila publicada en parte bajo el título “Entre la crítica literaria y la his-
toria de la cultura. Entrevista a Adolfo Prieto”, en Espacios de crítica y producción n° 18, Facultad
de Filosofía y Letras (UBA), Bs. As., junio-julio, 1996.
19. “Ingenuidad o traición, el dilema político es para muchos inconfesable. Los que contribuyeron
al triunfo electoral se van, la pena en el alma.” León Rozitchner, “Un paso adelante, dos atrás”,
Contorno N° 9-10, Bs. As., abril de 1959.

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la selección se trataba de ser responsable de lo que uno hacía y ser responsable centista” o “romántico”, palabras que a fuerza de significar muchas cosas han
de lo que hacían los demás”. terminado por vaciarse de sentido; sin embargo a través de las primeras reali-
Su ingreso en Centro principia las tareas de edición que Prieto alternará zaciones de estos escritores no es difícil señalar lo que entienden por literatura
con la docencia y la escritura de aquí en más y hasta bien iniciada la década comprometida: una literatura encaminada a influir sobre la realidad circun-
del setenta, al vaivén de las coyunturas políticas del país y de la universidad, y dante, una literatura encaminada a modificar la conciencia de sus lectores
en ámbitos públicos, cooperativos y privados. Pero además, su inserción en un obligándolos a asumir esa misma realidad.20
grupo de trabajo ya bien temperado en el ejercicio crítico y en las pugnas ideo-
lógicas vigentes trae un cambio instantáneo en sus intereses: “En el caso mío, Sartre fue fundamental”, confirma Prieto. Por entonces cir-
culaban sus dos primeros libros Borges y la nueva generación de 1954 y Sociología
En principio hice la tesis en literatura española, pero cuando terminé la facul- del público argentino de 1956, y, además de los trabajos ya citados, había adelan-
tad, automáticamente, creo que al día siguiente, empecé a conectarme con la tado en el número 1 de Ciudad “Sobre la indiferencia argentina”, un examen del
revista Centro, y empecé a escribir para la revista Centro cosas de literatura “hombre argentino” en la línea idiosincrásica de Martínez Estrada y fenomenoló-
argentina, y ahí fue el cambio. gica de Sartre. Prieto participará en la secretaría de redacción colectiva de Ciudad
—revista fundada a principios de 1955 por Carlos Muñiz, un abogado católico
En efecto. Las notas que escribe durante los años cincuenta tratarán casi y liberal—, pero solo en el primer número porque “aunque Muñiz era un tipo
en exclusiva asuntos argentinos bajo el dominio de las ideas, las acciones y el potable, los que estábamos allí no éramos afines como para un plan en común”,
tono denuncialistas: la revisión aleccionadora del canon y el compromiso lite- recuerda Prieto y precisa: “algunos eran imposibles, eran nacionalistas”.
rario —el engarce de la literatura y su contorno— en el cedazo de un programa En abril de 1959, para el número 2 de Fichero escribe “La literatura de izquier-
nacional superador del “decoro” aristocrático y del costumbrismo pietista, con da: el grupo Boedo”,21 su última colaboración porteña bajo el dosel denuncialista,
esa rendidora dicotomía del momento apellidada y sucinta: ni Manuel Mujica ya que David Viñas dará por finiquitados época y encuadre en “La generación trai-
Láinez ni Leónidas Barletta, ni la revista Sur ni el Partido Comunista. cionada”, nota de la revista Marcha de Montevideo, publicada, muy puntualmente,
Como se vio, Prieto publicará en Centro y Contorno, pero también una el 31 de diciembre de 1959. Después de este fin a pura vehemencia vendrían, su-
reseña sobre Lunes de Carnaval de Juan Goyanarte en el único número de Las tilizadas y singulares, las grandes obras de aquella juventud denuncialista, como
ciento y una, de 1953, dirigida por Héctor A. Murena; en el mismo año, otra Literatura argentina y realidad política (1964) del mismo Viñas, pero diez años
sobre La vie et la mort à travers l’art du XVe siècle de Alberto Tenenti, en el nú- antes, a sus 26, Prieto había escrito el libro pionero de “la nueva generación”.
mero 2 de Imago Mundi, dirigida por José Luis Romero; y otra sobre Historia
de la Argentina de Ernesto Palacio en Comentario, de octubre de 1955, donde
indica “la suma de contradicciones a que conduce la debilidad de un método y Borges y la nueva generación, 1954
la obstinación en los prejuicios personales” de “la obra maestra del revisionismo
histórico”. También colabora en las revistas Ciudad, Fichero y Polémica literaria. ¿Quién es Prieto? ¿Quién es éste que habla de uno de los más representativos
Una encuesta de esa última sondea “¿Hacia dónde se orienta la nueva genera- de la generación vigente en nombre de la que se inicia? Un hombre nuevo
ción literaria?”, y Prieto revalida allí la actitud y el lazo generacional iniciados en que ingresa en una realidad dada con sus valores distribuidos y sus jerarquías
Filosofía y Letras cinco años antes: tendidas, con sus ceremonias previstas y acatadas.

Declaro sentirme vinculado con aquellos escritores jóvenes que definen, ante
el quehacer literario, una decidida actitud de compromiso. Por desgracia la 20. “Habla la nueva generación”, Polémica literaria n° 3, Bs. As., mayo de 1957.
palabra “compromiso” parece señalada a correr un destino semejante a “rena- 21. En Fichero n° 2, Bs. As., abril de 1959.

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acciones notorias en la talla de la nueva camada denuncialista: la disputa pro-
El que pregunta y responde es David Viñas (para el caso: Viñas Vantz) en mocional y la declaración de principios, el asalto al consagrado y la afinidad ge-
una nota publicada en Liberalis, número 31-32 de enero-junio de 1955. Y el neracional, la gratuidad y el compromiso, el descrédito de Borges por adhesión
motivo para refrendar la proyección del “hombre nuevo” es Borges y la nueva a Martínez Estrada —años más tarde, Prieto reconocerá que “Martínez Estrada
generación, libro que, como afirma Lafforgue en Cartografía personal, “levantó había interferido en el acceso a Borges en los años cincuenta”—.22 Y todo en el
un verdadero vendaval polémico”. Más de diez reseñas en medios ilustrados y estilo contencioso de los nuevos críticos, muy de campaña pero bien personal
masivos, en Poesía Buenos Aires como en El Hogar, en Vigilia como en Mun- (y solo por personal muy de campaña). David Viñas lo ha dicho, en la reseña
do argentino, dan cuenta del interés que despertó el primer libro dedicado por citada, cuando decirlo era poner a maquinar la facción:
entero al Borges maduro. De “la indudable valentía y sinceridad” o “sugerente
estudio” a “crítica juvenil”, “no se expresa con toda la precisión que sería de Él adopta la ardua y dramática responsabilidad —de ninguna manera podría
desear” o “hay observaciones felices pero ninguna o casi ninguna se refiere a tener otro acento— de actuar como vocero de su generación al pretender ser
Borges”, los comentarios promocionaron la figura de Prieto como emisario de cada vez más Adolfo Prieto dentro de una realidad que pugna por absorberlo,
grupo, y como tal replicó a Roy Bartholomew en Ciudad. En el número 2-3 del por acapararlo. Su “no” resulta por lo tanto fundamento de su personalidad y
segundo y tercer trimestre de 1955, aparece, junto a la nota de Bartholomew, la parte del gran proceso de sinceridad que intenta realizar su generación.
“Respuesta de Adolfo Prieto”, quien escuda allí, y quizá a su pesar con la ironía
polémica de Borges, la gran consigna de su libro: “un literato sin literatura”: El “vocero”, sin embargo, mete un viraje entre su voz y su clase y dedica el
libro “al grupo del Carmen”. No a los compañeros de ruta porteños sino a los
En otra acotación estadística Bartholomew encuentra que por cinco o seis amigos personales, no a los parroquianos del Florida sino a los del bar de Ayacu-
veces califico a Borges de literato sin literatura sin especificar qué entiendo cho y Córdoba donde en las noches del cincuenta se reunían algunos estudiantes
por literato y qué por literatura (…) lo cierto es que si bien insisto machaco- de provincias, muchachos de pensión y chicas de pensionado; entre ellos, las her-
namente en los conceptos de compromiso y de gratuidad, de ociosidad y de manas Jarma de Santiago del Estero —Elena, a quien dedicará su artículo “Hacia
trabajo, si me refiero en todo un capítulo al espíritu de seriedad, si aventuro en una biografía de Sarmiento”, y Negra, su novia—, Alicia Pintos de Pergamino y
algún momento la convicción de que a tuerto o a derecho no hay “altos inte- Rodolfo Borello de Catamarca, también novios por entonces.
reses de cultura que puedan florecer al margen del hombre como totalidad”, Borges y la nueva generación es exhaustivo y totalizante. Cada uno de sus
lo cierto es, repito, que olvidé decir por milésima vez lo que se viene diciendo capítulos analiza un sector de la obra de Borges, el ensayo crítico, la poesía y el
desde Horacio hasta hoy en términos de una irreductible dialéctica. Lo dulce cuento, y se abre con una “Aproximación al hombre”. Ese análisis se resuelve, con
o lo útil, así expresaba Horacio la antinomia; el arte por el arte o el arte por la Sartre, en una síntesis concluyente: “Ingenio, erudición y un estilo excelente no
vida, decían los briosos zurradores de los preceptos clásicos; literatura lúcida garantizan una gran literatura”.
o literatura de compromiso, decimos ahora (…) hoy siendo contemporáneos
de las brillantes reflexiones que Sartre dedicó al problema remito al curioso Tardé unos tres meses en escribirlo. Aunque creí que no iba a pasar nada; era
a su obra ¿Qué es la literatura? antes que repetirlo y repetirlo mal. Sartre está un libro, ¿a quién le puede interesar?, y a poco de andar me di cuenta de que
citado en mi libro, y hasta con énfasis, no sé si cinco o seis veces: este simple había tocado un punto… A medida que pasaba el tiempo y llegaba una crí-
dato hubiera sido una buena pista para barruntar, a una legua, lo que entiendo
por literato y por literatura.
22. “Radiografía de la pampa. Configuración de un clásico”, en Carlos Altamirano (ed.), La Argentina
del siglo XX, Universidad Nacional de Quilmes/Ariel, Bs. As., 1999. Para más detalles, ver “El caso
Publicado por Letras Universitarias, la editorial vinculada a Centro, pro- Borges” (donde también se recogen la reseña de Viñas y la terminante réplica de Prieto al artículo de
logado sin firma por Regina Gibaja, el Borges de Prieto ajustó un complejo de Bartholomew) y “Martínez Estrada, denuncialista”, en N. Avaro y A. Capdevila, op. cit.

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tica de este, una iracundia del otro, un enojo de aquel, me dije: pero ¿qué he verá en este libro, volverá varias veces—; el seguimiento verso a verso del talante
hecho, qué punto he tocado que es tan sensible? Yo trataba de ser respetuoso, poético de Borges, el vínculo con sus temas metafísicos y el color local; la aten-
pero decía lo que tenía que decir. Era una especie de impugnación a un tipo ción en el detalle como marca del ensayo borgeano, en el hallazgo de su prosa, “se
de literatura que se desprendía, se desligaba de todo lo que tenía que ver con lo lee como si se lo escuchara conversar”, y en la excelencia de sus tramas fantás-
el entorno. Hay gente que enloqueció con el libro. Les pareció una blasfemia, ticas, “una pericia técnica como no la sueña ninguno de los escritores actuales”.
una falta de respeto. Y ahí caí en la cuenta —yo no había caído en la cuenta Lo tercero, que se desprende aquí tanto del factor Martínez Estrada como
antes— del papel que ocupaba Borges para mucha gente. del factor Sartre, es el “espíritu de seriedad”, característico de la primera genera-
ción de críticos, esa voluntad responsable tanto frente a las acciones intelectua-
¿Qué queda entonces de este libro tan situado a sesenta años de su apari- les como frente a la época, y, por esta vía, las ventajas testimoniales de la literatu-
ción? ¿Qué de ese “error de juventud” que llevó a Adolfo Prieto, por tempora- ra para pensar la cultura nacional. Aunque con variaciones que ya no serán solo
das, a negarlo, quitarlo de su currículum?23 ideológicas sino profesionales, la misma actitud consolidará a lo largo de los
Lo primero, su opción por Martínez Estrada —en tándem con Roberto Arlt, años la escritura, la investigación, la enseñanza, y la labor institucional y edito-
un factor central en el denuncialismo—. Por aquellos días, esa preferencia es reac- rial de Prieto, su tendencia a situar textos y lecturas, tratar géneros, tradiciones
tiva a todo lo que el Borges ensayista significa para Prieto —el hedonismo inútil, y períodos históricos, formar docentes y críticos, y concretar un público lector.
retórico, la “combustión aristocrática del ocio”— frente a la seriedad con que Martí-
nez Estrada busca en la lectura el sentido total, “deslinda la estética y la filosofía del
autor; ubica la obra en el centro de su irradiación vital; le asigna un valor”, en suma: Sociología del público argentino, 1956
es un modelo para la crítica comprometida. Porque aún hoy, si cualquier interlocu- Antes de que Jacobo Timerman, el editor de Siglo XX-Leviatán, se lo cambiara
tor al paso le pregunta “¿quién es el más grande escritor argentino?”, Prieto no duda: por Sociología del público argentino (“prometía algo que luego no ofrecía”, dice
“Martínez Estrada”. Vuelve a elegirlo, como en una vieja “Instantánea” de época: Prieto, “yo no era sociólogo”), el título del libro era sobrio y descriptivo, como
todos los del autor: Para quién se escribe en la Argentina. Allí Prieto tentaba el
Martínez Estrada. Primero porque es uno de nuestros pocos escritores que se sondeo indirecto de la propia función de escritor, la pregunta comprometida del
juega entero en sus libros. Segundo porque al obligarme a encarar una rea- joven crítico en situación y en ciernes: para quién escribo yo en mi país. Con
lidad desagradable me dio, de alguna manera, un bautismo de honestidad Sartre, promoviendo las nociones y el empuje de los argumentos, pero también
intelectual.24 con otro autor, de tradición argentina y paisana:

Lo segundo, y aunque las conclusiones últimas sean hoy tan fácilmente re- Es un poco lo que Sarmiento —dice Prieto— había dicho en su momento,
batibles, el ensayo de lectura de una obra completa: la eficacia con que Prieto desde San Juan, cuando quería saber dónde estaban los lectores, quiénes eran.
­­ un tópico clave en Contorno, al que, como se
describe los tonos martinfierristas — Salvando las distancias esta propuesta era un poco esa.

En la dirección escrutadora de Sarmiento en El Zonda y de Alberdi en La


23. En carta desde La Jolla a su hijo Martín, el 2 de diciembre de 1979, escribe: “Creo que no le Moda, autores que tratará posteriormente en su escrito “Sarmiento. La forja del
perdono la parte de éxito que tuvo, con la ambigüedad que encierra cualquier clase de éxito, y las lector”,25 de 1994, signo de la fuerte persistencia de este interés, Prieto propone
concesiones que me permití al subordinar el análisis crítico a una idea y a una meta preconcebi-
das. Por eso la idea puede seguir siendo válida, pero la crítica en sí misma es insostenible. Esto es
lo que pienso todavía”. Archivo personal de Martín Prieto. (Todas las citas de la correspondencia
entre padre e hijo pertenecen a este archivo.) 25. En T. Halperin Donghi, I. Jaksic, G. Kirkpatrick y F. Masiello, Sarmiento, Author of a Nation,
24. “Instantánea. Adolfo Prieto”, en La Razón, Bs. As., 19 de febrero de 1956. University of California Press, Berkeley-Los Angeles-Londres, 1994.

32 33
un análisis del público local con el fin de acreditar el grado de existencia posi- lo sea con todo rigor, una historia que interprete al libro como el producto
tiva de la literatura argentina, ese bien tan preciado y tan imperioso, desde los social que efectivamente es, pero que no tome el libro de pretexto para ilustrar
románticos y hasta “la nueva generación”, para la viabilidad de un país periférico aspectos parciales del medio social en que nació.
y dependiente (“en subdesarrollo” escribirá Prieto en 1968).
La pregunta por los lectores, de dimensiones estadísticas, con encuestas y En ese capítulo central de Sociología, tanto por lo que anuncia como por lo
todo, exige una tipificación sin atenuantes de la propia clase social, como tam- que procura, pasan los clásicos y los no tanto, escrutados en cantidad de ejempla-
bién la harán a su turno otros denuncialistas, Juan José Sebreli u Oscar Masotta, res, coyunturas históricas y atisbos textuales: Echeverría, Sarmiento, Hernández
exigidos a pensar la mauvais foi. Aquí, en Sociología, bajo la toga idiosincrásica (que desaparece “arrinconado por los folletines policiales de Eduardo Gutiérrez”),
del “hombre argentino” o del “argentino medio”, la “indiferente”, la inconmo- la generación del 80, Cambaceres, el Centenario, Ricardo Rojas, Lugones, Enri-
vible clase media prueba su intrascendencia en los arranques disolventes de la que Larreta, Martínez Zuviría, Manuel Gálvez, la revista Martín Fierro, Martínez
comunicación de masas, que “diezma al público virtual de la literatura”. Es cla- Estrada. El autor revisitará muchos de estos nombres y etapas, y hasta el denos-
ro que para Prieto, y ya desde su primer libro, la literatura es siempre la alta tado Eduardo Gutiérrez será pábulo de uno de sus grandes temas: el criollismo.
literatura, jamás los alienantes géneros menores, el de aventuras, el policial, el Prieto retomó las cuestiones medulares de Sociología inmediatamente y
folletín. Pero aunque descrea del poder de representación de esta “infraliteratu- más de cuarenta años después en dos ponencias casi homónimas, la una fiscali-
ra” popular (a la que sin embargo estudiará en su variante criollista) y marque zadora de la otra, leídas una en la Primera Reunión de Arte Contemporáneo de
la artificialidad de las jergas saineteras y folletinescas, Prieto sigue en su libro la ciudad de Santa Fe, organizada por Francisco Urondo, director cultural de la
el proceso de estandarización de las lenguas oral y escrita rioplatenses, el lazo Universidad Nacional del Litoral, y la otra en la Tercera, ambas recogidas en este
entre ambas y, otro tópico denuncialista, la centralidad del voseo en la cuestión, libro: “La literatura argentina y su público”,27 de 1957 y “‘La literatura argentina
su eficacia como distintivo nacional, tanto lingüístico como literario, en la busca y su público’. De antiguas presunciones”,28 de 1998. En la primera Prieto vuelve a
de un realismo trascendente del habla y de la novela argentina. constatar, bajo el chequeo de tiradas locales (“de mil quinientos a tres mil ejem-
Juan Carlos Portantiero, que ya había escrito una reseña sobre Borges y la plares”), que la existencia oficial, institucional de la literatura vernácula, con sus
nueva generación y escribirá, el más perspicaz de la hora, sobre “La joven ge- cátedras y sus premios, no se corresponde en ningún grado con una comunidad
neración literaria”, titula bien su nota sobre Sociología: “Nuestra literatura y su de lectores. 1930 es el año en que ese desencuentro fantasmal comienza a fra-
público”.26 Allí dice: “Prieto va estableciendo los mojones de la relación lector- guarse; y la responsabilidad del escritor actual con su lengua y su contorno es la
autor, a través de los capítulos más importantes de la literatura argentina. Las herramienta política y retórica para saldarlo. En la segunda —acompañado por
páginas destinadas a este examen son, acaso, las más exitosas de su libro”. Nada su antes discípula y entonces colega María Teresa Gramuglio, quien también
más cierto, y también por razones que Portantiero no podía ver, aquellas que revisa la ponencia anterior de Prieto—, el crítico maduro y contingente juzga al
inauguran una constante que, con los años, se sofisticará en los escritos de Prie- joven pleno de convicciones, partidario de una literatura argentina “fuertemen-
to: historiar autores, obras, ciclos y público argentinos en sus fases de mayor te dependiente del criterio de representación” que asimila en números al “pú-
condensación a futuro, sin condicionar el relato a las periodizaciones políticas y
sociales, pero sin desconocerlas. Él lo aclara en 1956:

27. En Primera Reunión de Arte Contemporáneo 1957, Instituto Social, Departamento de Acción
Una historia de la literatura que se resigne a ser nada más que eso, pero que
Cultural, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 1958.
28. En Punto de Vista n° 60, Bs. As., 1998.
26. Juan Carlos Portantiero, “Borges y la nueva generación”, en Plática, Bs. As., enero de 1955; 29. La intervención de María Teresa Gramuglio, “La crítica de la literatura. Un desplazamiento”,
“Nuestra literatura y su público”, Gaceta Literaria n° 9, Bs. As., abril de 1957; y “La joven gener- se publicó junto con la de Prieto y la “Discusión” posterior, en la que también participaron Adrián
ación literaria”, Cuadernos de Cultura nº 29, Bs. As., 1957. Gorelik y Juan José Saer, en Punto de Vista n° 60, Bs. As., abril de 1998.

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blico potencial” con el codiciado “público nacional” sin notar diferencia.29 Pero Pasado y Presente y director de Los libros— con quien entabló lazos duraderos.
también, en un gesto persistente, propiciado en esa juventud ahora evaluada, En su archivo personal hay un ensayo inédito de tinte histórico y de título mor-
Prieto contornea época, situación y compromiso de sus dos escritos: 1957, un daz, “Córdoba, la docta”, escrito alrededor de 1958, donde procesa su estadía.
año colmado de las expectativas típicas del nuevo proceso electoral abierto con Con el mismo humor bravo con que Sarmiento cotejó la ciudad porteña y la
la caída del peronismo; 1998, fecha de balances, en el crepúsculo del cinismo mediterránea en el Facundo, Prieto arguye su fastidio cordobés, ceñido también
menemista. Y suma, ahora sí, las incertidumbres que, cesantes los voluntariosos por su provinciano horror al provincianismo. Vale citar largamente un par de
años cincuenta, transformaron en un tembladeral teórico las nociones de litera- fragmentos de este inédito. Sobre la ciudad:
tura nacional, de literatura a secas, de lectura, de público.
Con la probable excepción de Salta es, entre todas las ciudades del país, la
que conserva mayores vestigios del pasado colonial. Las siete iglesias que lla-
Córdoba-Mendoza maban, por su concentración, el interés de los viajeros; las calles angostas; las
En febrero de 1957 Prieto perdió la cátedra de Literatura Española II, en el con- inverosímiles veredas para la fila india; los patios con cisterna; el reposo del
curso de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación de la UNL. diálogo familiar; la mendicidad admitida como integrante del orden natu-
En junio del mismo año dictó el curso “La literatura autobiográfica argentina. ral del mundo. El diario más importante (Los Principios) con sus editoriales
Siglo XIX” —evidente umbral de su libro sobre el género, de 1962— en el Cole- moralizadores, sus fotografías borrosas, sus recuadros con la calificación de
gio Libre de Estudios Superiores; luego dejó de viajar a Rosario: espectáculos para mayores, adolescentes y todo público, con sus abundan-
tes noticias de nacimientos, muertes, bautismo y fiestas de quince años. El
Ahí quedo vacante, totalmente en el aire. Y estando en mi pensión, recibo gobierno que adhiere, como en las comunas medievales, a determinadas
increíblemente la visita —¡en mi pensión!— del decano de la Facultad de fechas del calendario religioso (…) La biblioteca más importante, llamada
Filosofía de Córdoba que me propone dos cursos. Le dije que sí. Y al mes, ya Mayor de la Universidad, que posee algunos incunables y valiosos ejempla-
estaba allá, casado con Negra, en otra pensión. res de obras antiguas, pero apenas si satisface, con menos de cien mil piezas
bibliográficas, la pretensión de una biblioteca enciclopédica moderna. Con
El decano que visitó a Prieto en su pensión era Tomás Fulgueira, quien le estos datos, la perspectiva de algunas manzanas céntricas y una fecha anterior
ofreció la titularidad de las cátedras de Literatura Argentina I e Hispanoameri- en diez años a la presente, podría afirmarse que Córdoba es una ciudad con-
cana I de la Facultad de Filosofía y Humanidades. Prieto renuncia entonces a la gelada en el tiempo.
enseñanza media en el Instituto Rawson, se casa en una ceremonia civil y rápida
con Reymunda Jarma, y parten juntos a la ciudad de Córdoba. La decisión hará Sobre su ámbito natural, la universidad:
marca en el porvenir del grupo familiar, de Adolfo y Negra, y más tarde, tam-
bién, de sus dos hijos, porque desde que se recibe de profesor, Prieto será profe- ¿Y la Universidad? Imposible olvidar que Córdoba inició tumultuosamente
sor, estará siempre listo para todo destino. Las numerosas mudanzas de su vida, el movimiento de la Reforma: pero el tumulto serviría apenas para acallar
en el país y en el extranjero, debido a causas económicas o políticas tendrán esa los ecos del pasado, no para modular la voz del presente (…) Por los mismos
regencia: Prieto irá adonde haya un trabajo, a cualquier lado, a condición de años en que se creaban las respectivas facultades en Mendoza y Rosario se
ejercer su profesión. creó la Facultad, primero Instituto, de Filosofía y Humanidades en Córdoba;
En Córdoba, Prieto dio clases pocos meses, de agosto de 1957 a abril de las dos primeras creadas por decreto desde la nada; la última, culminación
1958. Ni la ciudad ni el ambiente universitario lo entusiasmaron. Recuerda, sí, a aparente de un largo camino de frecuentación en las ciencias del hombre. Las
Héctor Schmucler —que fue su alumno y será uno de los factótum de la revista tres sufrieron en sus cortos destinos los cambios de equipos dirigentes que
sufrió el país en el mismo lapso: liberales, católicos-nacionalistas-peronistas,

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y nueva edición de liberales. Mendoza consiguió, en la etapa inicial, un buen pañola II del Instituto de Lenguas y Literaturas Modernas. Además, su ensayo
plantel de profesores, echó las bases de una magnífica biblioteca, movilizó sobre “El martinfierrismo” (1960) abrió el primer número de la Revista de Li-
un generoso departamento de publicaciones. Rosario asignó a su facultad teratura Argentina e Iberoamericana, editada por ese Instituto. La estadía será
la mejor sede de las siete que existen en el país; tuvo y tiene un promedio bien recordada en la larga correspondencia posterior con los Borello, pero los
decoroso de profesores; consigue una afluencia de alumnos solo inferior a la Prieto permanecerán en Mendoza solo un año. Una carta de Halperin Donghi,
de Buenos Aires. Córdoba hizo de su facultad primero un seminario, con su que al momento era decano de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación en
correspondiente curso de Cristología, y luego una avanzada sin precedentes la UNL, en Rosario, los induce a una nueva y trascendente mudanza. La oferta
en la didáctica universitaria; en los dos casos se han puesto ideas en juego, venía con accesorios: concursar una titularidad en Literatura Argentina, que era
o si se quiere, gestos; en ninguno se ha acertado con la vía elemental de la el cargo anhelado por Prieto, pero también cumplir las funciones del decanato
eficacia. Hasta comienzos de 1958 la facultad funcionaba en un anacrónico que Halperin buscaba abandonar para retener solo su recordada cátedra de In-
y mezquino edificio (el nombre de sus aulas: Aristóteles, Kant, Goethe…): troducción a la Historia.
la biblioteca acumulaba apenas doce mil ejemplares, de los cuales los que
correspondían a nuestra literatura y a la de Hispanoamérica no superaban
la biblioteca particular de un estudiante secundario (…) Y no es que falten Rosario
los casos individuales de perspicacia y valor; es que los casos individuales no Concluida la intervención de José Bruera en Filosofía, Letras y Ciencias de la
pueden superar sus propias circunstancias, o, al menos, no las pueden supe- Educación de la UNL, Tulio Halperin Donghi fue elegido decano en 1957 con el
rar como un salto en el vacío. Y mientras unos pocos hombres soportan el apoyo del Centro de Estudiantes, de procedencia reformista radicalizada, entre
fastidio de su lucidez, el coro de la intriga y la maledicencia, rémora aldeana, los que militaban —según el recuerdo de Gladys Rímini, para entonces alumna
consigue los más atentos auditorios. de Filosofía, presidente del Centro y delegada al Consejo Directivo de la facul-
tad—, Daniel Wagner, Aldo Oliva, Rubens Bonifacio, Rodolfo Vinacua, Hilda
La Facultad de Filosofía y Humanidades de Córdoba sale aquí muy perdi- Habychain, Héctor Bonaparte, María Luisa Arocena, Elda Insúa y Gladys One-
dosa frente a las de Mendoza y Rosario, que, significativamente, serán los dos ga. Como antes la de Halperin, dos años más tarde el Centro también apoyó la
próximos destinos del profesor Prieto. candidatura de Prieto. Rímini lo cuenta así:
En Mendoza ya estaba Rodolfo Borello, casado con Alicia Pintos, ambos
del estudiantil grupo del Carmen. Dado su malestar en Córdoba, Prieto deci- En el Centro estábamos muy vinculados, muy determinados por el grupo
de aceptar una propuesta que, a instancias de Borello, le hiciera la Facultad de Contorno, que era frondicista; ahí destacaron, en relación con nosotros, acá en
Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo. Como se ve, el circuito Rosario, Halperin, Rozitchner, en parte, David Viñas (aunque era tan desorde-
denuncialista, y aledaños, funciona como una red laboral y política, la política nado, venía cuando se le antojaba) y sobre todo Alcalde, que es el que tuvo más
de la recuperación de la universidad reformista: antes Alcalde en Rosario, ahora inserción acá, al punto de llegar a ser Ministro de Educación de la provincia
Borello en Mendoza, Halperin Donghi nuevamente en Rosario, después Ángel con Sylvestre Begnis. Los veíamos como jóvenes con una formación superior
Rama en Montevideo o Noé Jitrik en Besançon, serán contactos capitales para a la nuestra, que nos podían ayudar en esa etapa, y que ellos aprovechaban
Prieto. Y viceversa. Porque como decano en la Facultad de Filosofía y Letras de también. La facultad de Rosario fue como un puente de crecimiento, un lugar
la UNL o como editor en el Instituto de Letras de la misma facultad, en la Vigil que les convenía académicamente, es decir la cosa era de ida y vuelta, ellos
o en el CEAL, Prieto no dejó de convocar a sus colegas y camaradas, todos, claro dieron, sí, pero también usaron, mucho. Entonces, apareció el nombre de un
está, eminentes profesores y críticos. muchacho, que pertenecía al grupo Contorno, aunque más tímidamente, y que
En la Universidad de Cuyo, Prieto cumplió varias funciones: Jefe de Sec- estaba trabajando en Mendoza. Pero era imposible comunicarse con él. Noso-
ción de Literatura Argentina y de las cátedras de Literatura Argentina II y Es- tros habíamos preparado un cuestionario, se lo enviamos, pero no recibimos

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respuesta. Yo misma le pedí una entrevista, le mandé un telegrama a Mendoza, Rímini, con sus miembros aún en órbita—, David Viñas distribuyó los destinos
le decía que podía movilizarme hasta Córdoba, pero él me contestó que no, individuales a finales de los años cincuenta: “Política: Ismael [Viñas] y Alcalde,
que no estaba dispuesto a someterse a ningún cuestionario. ¿Y entonces qué política y universidad, realmente. En el caso de Masotta y Sebreli, lo universi-
hacíamos para sacar el decanato de Adolfo? Teníamos que ir a una asamblea tario prácticamente no entra. Yo me voy a la literatura y al cine. Jitrik y Prieto:
general para sostener su candidatura y, la verdad, es que mucho no sabíamos universidad y algo de política. Son los años del frondicismo”.31
de Adolfo Prieto. ¿Qué teníamos? Su libro, el libro de Borges. Y con el libro de Los años del frondicismo y del gobierno radical de Arturo Illia, hasta el gol-
Borges llevamos la asamblea adelante, sacando y acomodando como podíamos pe de Estado de 1966, durante los cuales Prieto cumplió funciones en Filosofía y
la ideología de Adolfo de Borges y la nueva generación. ¡Y lo que nos costó!, Letras, fueron prósperos y excepcionales para las altas casas de estudio, regidas en-
porque enfrente teníamos a [Luis] Arturo Castellanos que era un candidato tonces por los principios reformistas básicos: libertad de cátedra, autonomía y co-
valioso. Pero, sí, salió, sacamos su nombre con el mandato de la asamblea gene- gobierno. Aunque el movimiento estudiantil marcó casi de inmediato sus diferen-
ral para la reunión del Consejo Directivo donde se decidió su decanato.30 cias con las políticas educativas de Frondizi, masivamente en las manifestaciones
“Laica o libre” del año 1958, que repudiaban la habilitación oficial de universidades
Entre sus efectos imprevistos, el efectista Borges y la nueva generación sumó, privadas y católicas, o en los planes de lucha por mayor presupuesto bajo la presi-
en una moción asamblearia, un programa académico, ideológico y político, y al dencia de Arturo Illia, la bonanza académica de esos años no volvería a repetirse.
tiempo dirimió el futuro de Prieto y su familia en la ciudad de Rosario, más pre- “La mejor universidad argentina que tuvimos desde el 43 hasta hoy”, dice Carlos
cisamente en la casa de la calle Dorrego 590, su hogar hasta hoy. Saltzmann. “Tuvimos la mejor facultad”, dice María Teresa Gramuglio. “Estoy con-
vencida de que por entonces Rosario era el centro de formación intelectual”, dice
Por Negra —recuerda Gladys Rímini— la casa de Adolfo era un lugar de Josefina Ludmer. Los tres estudiantes de Letras y alumnos de Prieto.32
encuentro. Y no solo de encuentros teóricos, donde discutíamos, sino donde Adolfo y Negra llegaron desde Mendoza para instalarse en Rosario a fines
bailábamos y nos divertíamos. Y esto era por Negra. Y con todo hecho de la de marzo de 1959, “había huelga de basureros —recuerda Negra—, y problemas
mejor manera porque sabe cocinar, sabe conversar, sabe recibir, sabe maca- con el servicio gastronómico, no había confiterías, era una tristeza terrible”.33 Se
near, todo. Negra es una excelente compañera para un intelectual como alojaron primero en el Grand Hotel Central, y posteriormente en un departa-
Adolfo, retraído, que jamás va a excederse. mento amueblado de avenida Pellegrini 956, hasta alquilar en agosto de 1960 la
casa de Dorrego y San Lorenzo en la que crecerían sus dos hijos.
Y Prieto: En Filosofía y Letras —su edificio, el antiguo colegio de la Santa Unión,
ubicado en el centro de Rosario, en Entre Ríos 758—, Prieto desempeñó funcio-
Negra para mí ha sido una figura, una presencia… Yo me he sentido muy
acompañado por ella. El encuentro con Negra ha sido uno de los hechos defi-
nitorios de mi vida. Desde que la conocí en adelante. Ha sido definitorio.
31. Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, “Nosotros y ellos. David Viñas habla sobre Contorno”, op. cit.
32. Todos los testimonios de Gramuglio pertenecen a Judith Podlubne y Martín Prieto (comp.),
En la diáspora de Contorno —pero, como se comprueba en los dichos de María Teresa Gramuglio. La exigencia crítica. Quince ensayos y una entrevista, Beatriz Viterbo,
Rosario, 2014. El de Josefina Ludmer, a Marily Martínez-Richter, La caja de escritura. Diálogos
con narradores y críticos argentinos, Vervuert Verlag, Iberoamericana, Frankfurt-Madrid, 1997. Y
30. Entrevista inédita. Rímini es profesora de Filosofía, fue secretaria Académica de las gestiones el de Carlos Saltzman, a Ángel y Antonio Oliva, Malena, tu canción… Los avatares de una orga-
del decano Fernando Prieto en la Facultad de Humanidades y Artes (UNR), como interventor, nización política de la Nueva Izquierda en los sesenta (1956-1970), Seminario Regional, Escuela de
durante la restauración democrática de 1983, y luego como decano electo; y profesora de Pensa- Historia, Facultad de Humanidades y Artes, UNR, Rosario, s/f (mimeo).
miento Latinoamericano y Argentino en la misma facultad. Todos sus testimonios pertenecen a 33. Este y otros breves comentarios de Reymunda Jarma tuvieron lugar en la conversación que
esta entrevista realizada en marzo de 2013. sostuve con Adolfo Prieto entre 2012 y 2013.

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nes directivas y docentes.34 Desde abril de 1959 hasta el 31 de diciembre de 1964 sante a la carrera de Historia bajo la gestión peronista, desde sus inicios en 1947
fue decano y miembro de las comisiones de Publicaciones, Presupuesto y Planes la facultad tenía profesores “absolutamente conservadores, vinculados al Opus
de Estudio de la facultad, además de consejero superior de la Universidad. Des- Dei o vinculados al fascismo italiano, que daban un poco la tónica de cuál era el
de el 19 de diciembre de 1958, que ganó el concurso, y hasta el 5 de septiembre clima de ideas”.35 Prieto cambió ese clima, continuó la regularización por con-
de 1966, fue profesor de Literatura Argentina. Desde el 3 de abril de 1959 hasta curso de los cargos docentes y directivos con el fin de reformar, actualizar y afir-
el mismo 5 de septiembre en que presentó junto a colegas la renuncia a los dos mar los planes de estudios, las cátedras y los programas. En la facultad se cursa-
cargos en repudio a la intervención de las universidades y a la represión estatal, ban las carreras de Filosofía, Letras, Historia, Psicología, Bellas Artes y Música,
fue director del Instituto de Letras, donde promovió investigaciones, fundó y pero su organigrama contemplaba varios institutos de investigación. El Instituto
editó el Boletín de Literaturas Hispánicas y los Cuadernos del Instituto, y dictó de Letras que Prieto dirigió, y los de Investigaciones Históricas, Filología Mo-
seminarios de perfeccionamiento. Tiempo completo dedicado a todos los traji- derna, Filología Clásica, Antropología, Sociología, Psicología y Filosofía. Du-
nes académicos: a programar políticas, discutirlas y administrarlas, a enseñar, rante el decanato de Prieto estos institutos adquirieron una relevancia notable,
investigar, escribir y editar. se jerarquizaron sus funciones administrativas, se exigieron planes y memorias
de trabajo anuales, que contemplaban organización de cursos, seminarios, con-
Era tan cuidadoso y tan educado —dice Rímini—. Nosotros no éramos así y cursos de pasantes, acciones de extensión, incremento del acervo bibliográfico
los otros profesores tampoco. Halperin ponía las patas arriba de la mesa, se en las bibliotecas especializadas, trazado de líneas de estudio, transferencia de
burlaba, era el sarcasmo permanente, Adolfo en cambio… Recuerdo una de resultados y publicaciones y, sobre todo, la promoción de alumnos avanzados y
las primeras reuniones de Consejo, nosotros estábamos expectantes y sospe- graduados en las distintas investigaciones, fin último de una política académica
chábamos, veníamos viendo, que él con su carácter, tan retraído… El tema era que asumió, como nunca antes, la responsabilidad de formar nuevos profesio-
el presupuesto, nada menos, y las tensiones mayores que eso creaba, y ¡cómo nales críticos, residentes en la región, dispuestos a tomar cátedras y cargos, a
lo manejó!, como si hubiera sido un administrador académico de toda la vida, relevar, con excelencia y a su turno, a profesores veteranos y viajeros.
ahí sí, ahí me dije: no nos equivocamos.
Por último es necesario reconocer —escribe Prieto en un informe del deca-
Y Prieto: nato de 1961— la vigencia del más antiguo problema de esta Facultad. El
número de profesores no residentes, pese a la buena voluntad y eficiencia
Con el decanato me pasó lo mismo que me pasó con la cátedra. Descubrí que con que aportan su colaboración a la Casa, incide de modo desfavorable en
lo hacía bien. No tuve ningún problema. Nunca me sentí agobiado, para nada. el desarrollo de las actividades docentes (…) Cargos de dedicación exclusiva
Fue una especie de descubrimiento, como con la primera clase que di, con o de semidedicación, contratos que contemplen el actual costo de vida, son
Azorín. Como si lo hubiera hecho toda la vida. las únicas soluciones a la vista (…) Los poderes públicos y las universidades
tienen la última palabra.36
En Filosofía y Letras Prieto profundizó el proceso de reforma universitaria
abierto después de la caída de Juan Perón, con la intervención de Bruera y el Uno de los proyectos interdisciplinarios más ambicioso en esos años, que
posterior decanato de Halperin. Según recordó en 2004 Élida Sonzogni, ingre-

35. Entrevistada por Alejandra Raffo en su tesis de licenciatura La Facultad de Filosofía y Letras de
34. La Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación se creó en 1947; en 1959, bajo el Rosario, 1955-1966, Departamento de Historia, Facultad de Humanidades y Artes, UNR, Rosario,
decanato de Prieto, pasa a llamarse Facultad de Filosofía y Letras; y en 1966, Facultad de Filosofía, marzo de 2007 (mimeo). Todos los testimonios de Sonzogni pertenecen a esta entrevista.
Letras y Ciencias del Hombre. En 1968 se crea la Universidad Nacional de Rosario (UNR); en 36. “Informe del Decanato sobre la situación de la Facultad y desarrollo de actividades durante el
1979, la Facultad es rebautizada “de Humanidades y Artes”. año 1961”, citado por Alejandra Raffo, ibíd.

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ligó a los institutos de Investigaciones Históricas, Antropología, Sociología, Le- tanto docentes como estudiantes de las distintas carreras, para realizar obser-
tras y Psicología, fue el del Valle de Santa María. En carta del 31 de enero de vaciones, encuestas, crónicas, reportes de costumbres, y de organización y es-
1960, Prieto le cuenta a Borello: tratificación social, informes históricos, geográficos, ecológicos, demográficos,
ocupacionales, comunitarios, electorales, institucionales, económicos, labora-
Te adjunto el proyecto de investigación en el Valle de Santa María, magna les, productivos, enorme base material de los resultados bibliográficos que la
empresa en la que se meterá la Facultad por dos años. En serio estoy muy entu- facultad también editaría. Noemí Ulla, egresada y secretaria del Instituto de Le-
siasmado con la cosa; es la primera vez en el país que se hace algo semejante, y tras bajo la dirección de Prieto, impartió en 1961 clases sobre folklore argentino
muy probablemente en Sudamérica, al menos con este criterio de estudiar un con el fin de preparar un equipo que actuaría en el terreno. Sonzogni, entonces
área cultural exhaustivamente. Este año se invertirán 500.000 pesos en las inves- profesora de Historia, cuenta el proyecto del Valle:
tigaciones (parte arqueológica e histórica) y luego se seguirá con los aportes de
los Institutos de Sociología y Psicología. También las letras pondremos nuestro Los equipos —esto evidencia los recursos que tenía la facultad en ese
granito de arena; por lo pronto este año dictaré un curso sobre literatura tradi- momento—, los equipos de arqueología dirigidos por Alberto Rex González
cional y folclore, con el objeto de preparar un equipo en condiciones de estudiar comienzan a trabajar en los sitios arqueológicos. En la propia rutina de exca-
e interpretar todo lo que huela a literatura en el valle, por supuesto, invitaré a vación, ayudados por los lugareños, comienza la curiosidad de saber quiénes
[Federico Emiliano] Pais para que nos dé unas cuántas clases sobre el tema. El son toda esta gente, descendientes de los primeros indígenas, de los primeros
conjunto de las investigaciones serán publicadas, y si eso resulta así, te aseguro pobladores. Entonces ahí comienza un interés de abordar de una manera más
que me daré por satisfecho de este maldito decanato, de sus mezquindades admi- amplia, desde la metodología de los estudios de área, que estaban bastante
nistrativas, sus alcahueterías profesorales y su alegre despilfarro de tiempo.37 difundidos tanto en Estados Unidos como en Europa, de tomar una región
geográfica y trabajarla desde las distintas perspectivas (…) Nicolás Sánchez
El primer contacto de los equipos de Rosario con el Valle de Santa María Albornoz dirigía el proyecto de Historia, un sociólogo suizo francés Albert
fue en octubre de 1959, cuando el Instituto de Antropología de la facultad inició Meister dirigía con Susana Petruzzi y conmigo el proyecto de antropología
búsquedas en los ricos yacimientos arqueológicos de la zona, una extensión de social y sociología, y Rex González el Instituto de Antropología (…) Te cuento
aproximadamente 100 km, desde la localidad catamarqueña de Punta Balasto cómo era el viaje. Viajábamos en avión de Rosario a Tucumán, y ahí tercer-
hasta la salteña de Cafayate, y con un único curso de agua, el bautizador río San- mundizábamos porque tomábamos el ómnibus de Tucumán a Santa María.
ta María. Esa expedición inicial multiplicó el interés antropológico, histórico,
sociológico y lingüístico sobre el lugar y suscitó un estudio integral de área en el Pero, además de las magnas empresas, la labor en el decanato tenía su
que confluirían los diversos saberes.38 Desde ese momento, la facultad sostuvo estadio administrativo y parroquial que, si bien tensionaba entonces el tedio
el traslado, la estadía, el monitoreo y la asesoría de los especialistas en el lugar, de las muchas y mínimas y largas disputas en los órganos institucionales, hoy
dibuja en sus expedientes el contorno de la época. Como muestra, una noche
de gestión y folklore local. En el acta n° 59 de la sesión del Consejo Directivo
37. La correspondencia a Rodolfo Borello, fundamental para la escritura de este prólogo, se ate-
de la Facultad de Filosofía y Letras, taquigrafiada por la secretaria María Luisa
sora en el archivo personal de Adolfo Prieto gracias a que Mariela Borello le entregara copias de Arocena, el 14 de abril de 1961 desde las 21.30, con la presencia del decano
los originales después de la muerte de su padre. Adolfo Prieto, y de, entre otros consejeros, Ramón Alcalde, Eduardo Prieto,
38. Para más detalles sobre la magnitud del proyecto ver, entre otras publicaciones: Gustavo Bey- Ángel Cappeletti, Oreste Frattoni, el estudiante Ovide Menin, los graduados
haut, Eduardo Cigliano y Susana Petruzzi, Propuesta para un estudio integral en el Valle de Santa Élida Sonzogni y Clara Passafari de Gutiérrez, se discutió un variado temario:
María, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional del Litoral, Rosario, 1960. Y Albert
Meister, Susana Petruzzi y Élida Sonzogni, Tradicionalismo y cambio social, Facultad de Filosofía contratos docentes; situaciones de profesores viajeros; renovación de designa-
y Letras, Universidad Nacional del Litoral, Rosario, 1963. ciones, renuncias y licencias; armado de mesas examinadoras y aprobación de

44 45
diplomas; la impugnación al concurso para cubrir el cargo de director del Ins-
tituto de Sociología, una disciplina aún sin graduados universitarios que hacía
controversial el análisis de los antecedentes de los postulantes y que llevó gran
parte del debate; el plan de estudio de la carrera de Psicología; una declaración
estudiantil de defensa de la autonomía universitaria; los viáticos de Jornadas y
Congresos; la tesis de Edelweis Serra; la “situación del alumno [Rafael] Ielpi”
(retirada del orden del día); y el contrato del profesor David Viñas para el se-
minario Literatura argentina y realidad política en el primer semestre del año
en curso. Un pasaje del acta n° 59:

La señora Gutiérrez manifiesta en nombre de su delegación que, “vista la situa-


ción imperante en el ámbito universitario y la imprescindible necesidad de
aunar esfuerzos para no quebrar la convivencia relativa existente, esta Dele-
gación, teniendo en cuenta lo antedicho y considerando que la temática y
enfoque del Seminario y la personalidad del profesor Viñas son excesivamente
polémicas estima totalmente inadecuada e inoportuna esta designación”.
El señor Decano responde que asume la defensa del candidato porque
lo ha propuesto precisamente por las razones contrarias a las que la señora
Gutiérrez indica, dado que nuestro ambiente necesita de una temática polé-
mica y de un escritor y de un investigador polémico.

El contrato de Viñas se aprobó por mayoría y además, a raíz de una inter-


vención de Alcalde, se subieron sus honorarios de diez mil a quince mil pesos.
La coalición denuncialista se cierra acá en tres de sus nombres: Prieto y Alcalde
sostienen, con renta incluida, la tarea intelectual del discutido Viñas, valorando
política y didácticamente su talante polémico, un distintivo generacional que
Viñas infló en temperamento y punzón de estilo como ninguno de sus com-
pañeros (abundan los testimonios de época en Rosario que hablan de su genio 10

bravo). Pero además, en este seminario que dictó Viñas está el origen de su libro 11

homónimo publicado en 1964, uno de los grandes clásicos de la literatura y la


crítica argentinas. Gracias a esa noche burocrática y lúcida de 1961, Viñas pro-
bó en acto su maquinaria de ideas y, en las inflexiones de su voz y su figura, los
alumnos rosarinos apreciaron el ademán sintáctico, la melodía física de Litera- 10. A. P. y Negra Jarma
en la casa de la calle
tura argentina y realidad política. “Las clases de David —recuerda Gramuglio—. Dorrego, su hogar hasta
El uso del cuerpo cuando daba las clases, su histrionismo, cuando se ponía en hoy. Rosario, 1969.
11. A. P. con sus hijos,
un rincón haciendo la figura del niño, era realmente inolvidable”. Josefina Lud- Agustina y Martín.
mer: “Me acuerdo muy bien cuando hablaba de los niños y los criados favoritos, Rosario, 1962.

46
cómo estaban ligados a la generación del ochenta, y se agachaba, prácticamente
se metía debajo de la mesa. Era genial”.
Desde la dirección del Instituto de Letras y desde su propia materia de Li-
teratura Argentina, Prieto diseñó un perfil de egresado que ampliaba el dominio
profesional no solo hacia la enseñanza, como era rutina curricular, sino hacia la
investigación y la escritura. “Con él —dice Gramuglio— llegó a nosotros la idea
de la crítica.” A partir de ese perfil, procuró el cambio de los planes de estudio
12. A. P., Lucrecia Castagnino,
su ayudante en la cátedra y programas, sus contenidos, su metodología y su evaluación, sin transgredir la
de Literatura Argentina del
Instituto de Letras, María
libertad de cátedra y apostando a una de las herramientas ya recurrida en Socio-
Luisa Arocena, secretaria logía del público argentino: la encuesta, en este caso nominal, con derivaciones
12
del decanato de Filosofía
y Letras, Daniel Wagner,
generales, que sirvió para testear las incumbencias de los graduados en Letras y,
13
Negra Jarma y Edmundo aún más allá, para mapear el estatus de la crítica literaria en la Argentina.
Moreira en la terraza del
departamento de la calle
La Encuesta para profesores. Tema: el plan de Letras incluía una serie de
Pellegrini 956, que los Prieto preguntas sobre las deficiencias del plan vigente y su reforma, las lenguas clási-
alquilaron al llegar a la
ciudad. Rosario, 1959.
cas —causa de facciones antípodas que separaron a Alcalde (profesor de Latín
13. María Luisa Arocena, A. P. y Griego) de Prieto en la comisión ad hoc—, los anteproyectos, la metodología,
y Lilia Maxera. Rosario, 1966. las orientaciones, la labor de los institutos. Se conservan las respuestas de Prieto:
14. A. P. dictando cursos de
perfeccionamiento para
profesores y egresados en El plan actualmente en vigencia carece de cualquier enfoque metodológico
la Escuela Normal Víctor
Mercante de Villa María,
(…) El primer intento orgánico de introducir criterios metodológicos en la
Córdoba, 1969. carrera de Letras se concretó en la creación de los preseminarios I y II (…)
Los seminarios pretenden fomentar una actitud inquisitiva, crear hábitos de
14
trabajo en los Institutos específicos, agregar a la etapa docente en la que la
Facultad ha estado empeñada hasta ahora el ciclo de investigación original
que corresponde a su categoría universitaria.

En efecto: los seminarios concretaban los ajustes teóricos e historiográficos


que Prieto traía, no tanto de su paso por la Universidad de Buenos Aires como
de su formación denuncialista: un modo cultural —de esbozos sociológicos y re-
finamientos textuales— de entender el imperioso binomio literatura y sociedad.
Prieto abrió estos seminarios en 1959, su primer año lectivo en Rosario, con Pro-
yección del rosismo en la literatura argentina; en 1960 dio La crítica literaria en Ar-
gentina; en 1965, encomendó por primera vez bajo su coordinación, según se lee
en su Memoria del Instituto, “a tres egresadas de la casa”, María Teresa Gramuglio,
Josefina Ludmer y Norma Desinano, el dictado de El realismo en la narrativa his-
panoamericana contemporánea. A partir de estas clases, las jóvenes catedráticas
redactaron y publicaron artículos en el Boletín de Literaturas Hispánicas y en la

49
revista Setecientosmonos que entonces se editaba en Rosario bajo el ascendiente En 1963 el Instituto de Letras publica Encuesta: la crítica literaria en la
de Nicolás Rosa.39 Así operaba el dispositivo Prieto: la docencia comprometida Argentina, una línea de estudio excedente pero complementaria al escrutinio
—atributo de su generación— instaba a investigar; e investigar, a escribir. Lud- institucional sobre el plan de Letras, que también retoma las utilidades de So-
mer: “Adolfo Prieto, que sacaba la revista del Instituto de Literatura Argentina, ciología del público argentino, pero ahora dirigidas a lectores especializados. El
y estimulaba mucho a los jóvenes para que escribieran, me publicó mi primer intento: incidir en la profesionalización de los críticos literarios pero, y esto es
artículo”. Desinano: “Nos empujaba a escribir, nos decía: ‘Siéntese y escriba’”.40 central, desde la universidad. Porque si algo le importó a Prieto durante su ca-
Por impulso de Prieto, los estudiantes de Rosario pasaron, como afirma rrera académica, como funcionario, como docente, como editor, como escritor,
Gramuglio, “de los manuales e historias de la literatura a los estudios especiali- fue obrar contra el amateurismo.
zados”. Basta revisar sus programas de Literatura Argentina para comprobar esta La Encuesta es el resultado del seminario que Prieto dirigió en 1960 sobre
transición. A una base “General” de “los grandes períodos” y “problemáticas”, el tema. En la “Noticia Preliminar” escribe:
le seguía una “Especial” de estudio de casos (géneros, autores, movimientos,
temas): en 1959, “Florida y Boedo, 1920-1930”; en 1960, “La novela contempo- El propósito fundamental de este seminario fue trazar un cuadro de la crítica
ránea (1925-1960)”; en 1961, “El ensayo contemporáneo”; en 1962, “El tema del literaria en la Argentina, de la crítica aplicada a obras de autores argentinos,
desierto en la literatura argentina”; en 1963, la obra de Manuel Gálvez; en 1965, analizar los métodos, evaluar los resultados y discernir la gravitación de las
la de Ezequiel Martínez Estrada; y el último, en 1966, ya dedicado en su totali- condiciones en que opera la crítica literaria sobre el propio autor y sobre el
dad a la literatura gauchesca y al criollismo —si falta en esta lista el programa de público.
1964 es porque en ese curso David Viñas tomó la cátedra de Prieto, “al menos
por un año, tenía derecho a que alguien me relevara de mis funciones docentes. El cuestionario giraba sobre “la actitud profesional” de los críticos, sus ho-
Entonces lo propuse a David”, dice Adolfo—.41 Estas clases están en el origen norarios y posible prestigio; su influencia sobre autores y lectores argentinos; los
puntual del libro Estudios de Literatura Argentina, de 1969, la única recopilación principios metodológicos; la valía de los medios orales y escritos. Entre los en-
variada de artículos que Prieto publicó hasta hoy. Gramuglio: “Lo más notable cuestados figuran el profesor Raúl H. Castagnino; dos intelectuales notables del
para mí era ver que la gente que ya había cursado con él seguía apareciendo (…) Partido Comunista como Héctor P. Agosti y Juan Carlos Portantiero; el veterano
Sus clases eran tranquilas, nada histriónicas, muy reflexivas, y él sumamente re- Roberto F. Giusti; el poeta César Fernández Moreno; el colaborador de la revista
ceptivo y a la vez agudo para las opiniones y lecturas de los ignorantes como yo”. Sur, Luis Emilio Soto; y cuatro compañeros de ruta: Rodolfo Borello, Noé Jitrik,
Rafael Ielpi, alumno de Prieto en esos años: “Adolfo era un duque dando clase”.42 Juan José Sebreli y Oscar Masotta, quien aprovecha su respuesta para criticar la
idea de compromiso en Borges y la nueva generación.
Además de las académicas, el Instituto también contempló labores de ex-
tensión. En este marco general Prieto concretó un propósito y abrió el espacio
39. Para Setecientosmonos, ver la antología homónima compilada por Osvaldo Aguirre y Gilda
Di Crosta, Santiago Arcos, Bs. As., 2012. Y de Judith Podlubne, “Setecientosmonos y la moderni- universitario, por lo general renuente, a la literatura y los autores de la ciudad y
zación de la crítica literaria argentina”, en Cuadernos de literatura n° 39, Pontificia Universidad la región, varios de ellos alumnos curriculares, como Aldo Oliva, Ada Donato y
Javeriana, Bogotá, 2015. Rafael Ielpi; otros, jóvenes críticos o hacedores de revistas, como Nicolás Rosa;
40. Entrevista de Julieta Tonello, en O. Aguirre y G. Di Crosta, op. cit. otros, como Juan José Saer (que venía de Santa Fe), oyentes de su materia.
41. Entrevista de Analía Gerbaudo, citada en su escrito “Inconformistas, denuncialistas, innova-
dores: Adolfo Prieto-David Viñas (1953-1970)”, en PosLit nº 4, Revista Electrónica de Literaturas
¿No le conté cómo lo conocí? —dice Prieto—. Era una reunión, de la facultad,
y Pensamientos Latinoamericanos, Valparaíso (consultado el 20 de enero de 2015).
de las típicas que se hacían entonces, un debate sobre algún tema. Y partici-
42. Entrevista inédita de Judith Podlubne y Martín Prieto, febrero de 2015. Rafael Ielpi es perio-
dista y escritor, fue director de la revista El arremangado brazo; publicó, entre otros, los libros de paban tres o cuatro personas. Pero también el público. Entonces dije algo, y
poemas El vicio absoluto (1966) y Día de visitas (1994), y el de relatos No juegues con gitanas (1991). Saer, a quien yo no conocía, salió increpándome un poco, yo no recuerdo con

50 51
qué, pero me llamó la atención. Pensé: “me gustaría conversar con él en otro “Los romanos crean un desierto y lo llaman paz.” Desde 1983 esta leyenda
momento, de ese tema”. Así lo vi por primera vez.43 cubre parte de la fachada de la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR.
Fue pintada por orden de Fernando Prieto, el primer decano normalizador pos-
Ya desde el inicio mismo de su dirección, en 1959, y como complemento terior a la última dictadura. Es una cita original de Tácito. Y el 13 agosto de 1966
de su fuerte interés por motivar la escritura académica, Prieto impulsó desde abrió la solicitada que docentes de Filosofía y Letras publicaron en el diario
el Instituto también la ficción y el ensayo extramuros. Una muestra: ese mismo La Capital de Rosario. Allí ratificaban las renuncias presentadas en repudio a
año organizó un ciclo de charlas de “Poetas y cuentistas del Litoral” convocados la intervención de las universidades decidida por Onganía, luego del golpe de
a pensar ambos géneros en el que participaron, entre otros, Saer (aún inédito), Estado que liquidó el gobierno de Illia, y a la embestida policial en la Facultad
Oliva, Saltzmann, Daniel Giribaldi, Pedro Nalda Querol, Guillermo Harvey y de Ciencias Exactas porteña, del 29 de julio de 1966, bautizada “Noche de los
Rodolfo Vinacua; en 1963, Donato presentó su novela Eleonora que no llegaba, Bastones Largos”. Era el fin de la autonomía y el cogobierno. Era el fin de un
y en 1965, Saer, Responso, la suya; ese mismo año se realizó otro ciclo sobre “Re- clima, un ámbito y una época. Junto a, entre otros, Ramón Alcalde, Ángel Cape-
vistas literarias de Rosario” con la participación de miembros de Setecientosmo- letti, Susana Petruzzi, Beatriz Rabaza y Zulema Solana, Adolfo Prieto firmó esta
nos, Alto Aire, Crítica 65, La Ventana y El arremangado brazo; y Rosa coordinó solicitada y, días más tarde, el 5 de septiembre de 1966, presentó su renuncia
dos debates sobre “Los escritores contra Sartre”. personal ante el decano interventor de la facultad.
María Teresa Gramuglio: “Ahora, a la distancia, me parece que en ese mo- La carta es hoy un testimonio de tiempos difíciles, en la tradición letrada
mento yo no apreciaba suficientemente el prodigioso despliegue de actividades de los tiempos argentinos difíciles y, a juzgar por tono y contenido, ya lo era
que hizo Adolfo en esos años”. Beatriz Sarlo: “Desde mis tiempos de alumna en para Adolfo en el momento de escribirla. Una pieza histórica y autobiográfica,
la Universidad de Buenos Aires, estaba convencida de que la gente de Rosario, política e introspectiva, en el sentido en que él mismo había estudiado las me-
que además había trabajado con Adolfo Prieto, tenía una formación mejor que morias de Belgrano, de Sarmiento, de Mansilla, en su libro sobre el género de
la nuestra”.44 Adolfo Prieto: 1962. Aquí párrafos sustanciales:

Al cabo de cinco años era posible ya visualizar [en el Instituto de Letras] un En el orden local (…) se hace imposible el ejercicio normal de la docencia
grupo de estudiosos verdaderamente interesantes, acaso una decena de jóvenes y de las tareas de investigación. La abrumadora presencia de efectivos poli-
profesionales que podían integrarse a niveles docentes y de investigación de la ciales cuya fiscalización intimidatoria del orden cuestiona, evidentemente, la
Universidad con pleno derecho. La mayoría de aquellos jóvenes profesionales de legitimidad del mismo, y la confección de edictos y resoluciones que lesionan
entonces, sin embargo, está hoy dispersa en los cuatro puntos cardinales del país y el concepto de una universidad abierta a la libre concurrencia y enrarecen la
del mundo. El golpe militar de 1966 y los sucesivos desencuentros y calamidades atmósfera propicia para la expresión de las ideas cierran ya toda expectativa y
sufridos por la universidad argentina ofrecen la descarnada moraleja del relato.45 avalan mi determinación de renuncia.
Al renunciar a mis cargos de profesor titular de Literatura Argentina y de
director del Instituto de Letras, interrumpo una labor de siete años a la que
43. Miguel Dalmaroni reconstruyó este episodio. El tema de la reunión era literatura y compromi- he entregado la mayor parte de mi tiempo, mi responsabilidad profesional y
so, la pregunta de Saer: “¿Usted sería capaz de dar la vida por sus ideas?”. Ver “El largo camino del mi voluntad de trabajo. Las cinco mil piezas bibliográficas de una biblioteca
‘silencio’ al ‘consenso’. La recepción de Saer en Argentina (1964-1987)”, en Juan José Saer, Glosa y
que no contaba más de trescientas al hacerme cargo del Instituto de Letras,
El entenado, edición crítica de Julio Premat, Alción, Córdoba, 2010.
los quince títulos publicados con el sello editor del mismo, y la firma de mis
44. Beatriz Sarlo, “La erudición y la elegancia”, en J. Podlubne y M. Prieto, María Teresa Gramu-
glio. La exigencia crítica, op. cit. discípulos en muchos de los más sobresalientes trabajos de ese fondo edito-
45. Adolfo Prieto, “Literatura/crítica/enseñanza de la literatura”, en Punto de Vista nº 16, Bs. As., rial son un testimonio que no desdeño proclamar con orgullo al renunciar
noviembre 1982. al desempeño de los cargos que me fueron confiados. Y son un testimonio

52 53
también del desgarramiento que me significa esta actitud. Acaso el marco de
referencia necesario para ponderar la dimensión de aquellos principios sobre
los que creo posibles y justificables la idea y el contenido de una Universidad
Nacional en la concreta circunstancia histórica que nos toca vivir.

Denuncia, balance, compromiso, las tres actitudes críticas que su generación


había vuelto programáticas, están en esta carta. Prieto renuncia pero no sin antes
condenar el nuevo régimen represivo, ajustar las cuentas muy gananciosas de su
labor académica, y puntualizar su responsabilidad ética con la universidad pública.
La retirada masiva, que fue axiomática en los debates de la hora, al tiempo
resultó cuestionada. Nora Catelli, alumna de Letras en ese momento, así lo ve hoy:

Para nosotros, estudiantes, fue un corte brutal, lo vivimos de manera heroica,


épica pero, visto ahora, completamente equivocada. Porque fue uno de los erro-
res más tremendos que se pueden cometer, renunciaron todos los profesores,
los de Buenos Aires y los de Rosario, los de Historia, los de Antropología, los de
Letras, y eso no se restituyó más. En el 73, casi todas las cátedras se cubrieron a
dedo, con designaciones por aclamación, no hubo un solo concurso.46

Hay una foto del patio de la facultad donde se puede ver la antigua puerta de
entrada al Instituto de Letras. Está fechada, con letra de Adolfo Prieto, en el año
1962 y en tinta color verde. Al lado, con los mismos trazos, pero para que quede
claro que fue escrita en otro tiempo, está, en rojo, la leyenda: “El paraíso perdido”.
Es sencillo y justo imaginar que esta segunda inscripción fue posterior a septiembre
de 1966, y que Prieto cifró en ella no solo sus siete años de labor en Filosofía y Letras
sino también su añoranza intelectual y política de aquella universidad argentina.

El Boletín, los Cuadernos, las ediciones del Instituto, 1959-1966


15. El patio de la facultad
Carta de Prieto a Rodolfo Borello, Rosario, 11 de octubre de 1959: de Filosofía y Letras; a la
derecha, bajo la galería
de arcos, la vieja puerta
En el plano personal lo más interesante que tengo para decirte, a más de mi de entrada al Instituto de
Letras. Rosario, 1962.

46. Entrevista inédita en colaboración con Judith Podlubne, abril de 2013. Nora Catelli es profeso-
ra de Literaturas Comparadas en la Universidad de Barcelona; ha publicado, entre otros ensayos,
El espacio autobiográfico (1991), El tabaco que fumaba Plinio (1998, en colaboración con Marietta
Gargatagli) y La era de la intimidad (2007). Todos sus testimonios pertenecen a esta entrevista.

54
inminente paternidad, es que ayer llevé a la imprenta de la Universidad los La literatura entonces, francamente —escribe Prieto—, como forma de cono-
originales del Boletín de Literaturas Hispánicas, y conseguí que el Consejo cimiento, como compulsa, como autorreflexión. Uno de los seminarios que
me aprobara la publicación del seminario que dicté en el Instituto, sobre el dirigí en la etapa inicial, Proyección del rosismo en la literatura argentina, fue
rosismo en la literatura argentina. Será un trabajo próximo a las 200 págs. profundamente removedor, en el sentido que todos sus participantes pudi-
Y será producto de la colaboración de los 15 alumnos que participaron del mos discutir, disentir y consentir en una franja de experiencias que iban del
seminario, distribuidos en 5 equipos de trabajo. Ya están listos algunos capí- acto de recepción del texto en cuanto texto, a las implicancias emocionales de
tulos (hay uno mío que sirve como introducción al tema) y espero que en un arrastre del fenómeno rosista y a los esfuerzos de reconstrucción de un refe-
mes y medio más, esté todo listo para llevarlo a la imprenta. Si esto resulta rente, servido menos por la historia fáctica que por las pasiones y prejuicios
bien, creo que valdrá por todos los malos ratos pasados. desatados por un trauma que abrió y alimentó sus propias reglas de juego.48

Prieto asume la dirección del Instituto de Letras el 3 de abril de 1959. Y a Prieto se propone, y propone a sus estudiantes, pensar por fuera de las di-
solo veintiún días, el 24 de abril, en el primer acto fuerte de su mandato, firma una cotomías, y de modo tal que, al interrogar los textos en lo que proclaman pero
carta dirigida a la Comisión de Publicaciones de la facultad para que autoricen también en lo que entredicen, la noción de testimonio se complejiza: operado
la creación de un Boletín de Literatura Argentina e Iberoamericana, de unas 120 por la lectura, un periódico cerradamente antirrosista como La Moda, de Juan
páginas y una tirada de mil ejemplares. La prisa señala el empeño de Prieto en Bautista Alberdi, se deshiela, se despereza, descubre sus ambigüedades. Visto-
“canalizar en un órgano universitario las investigaciones de profesores, críticos so resulta en este punto Álvaro Yunque quien, en una reseña muy favorecedo-
y estudiosos”. La revista vendría a refrendar las tareas de perfeccionamiento que ra sobre Proyección, porfía en el antagonismo: “contra el rosismo se apuntan
traía en mente: la práctica en seminarios para contrarrestar las larguezas enciclo- nombres como los de Echeverría (…) o Sarmiento; en su favor, un Luis Pérez,
pedistas, la escritura y la edición para propiciar la crítica literaria, la invitación a suburbano mental, o un Pedro De Ángelis, péñola de condotiero al servicio de
profesores nacionales y latinoamericanos a dictar cursos o divulgar sus ensayos cualquier causa”.49
para prestigiar el claustro y el impreso locales. En la aceptación de esta llamada Por el lado académico, el seminario sobre el rosismo crea, casi de la nada,
para una u otra labor deben destacarse los nombres de Ángel Rama, Augusto Roa una nueva modalidad de estudio y de investigación en el Instituto de Letras que
Bastos, Noé Jitrik, Luis Emilio Soto, Conrado Nalé Roxlo, Roberto Giusti, Rodol- se refleja claramente en la publicación resultante. La perspectiva de lectura pero
fo Borello, Roger Pla, Roberto Juarroz y el ya advertido David Viñas. también los quehaceres materiales básicos, siempre dificultosos en una univer-
Es el arranque del Boletín de Literaturas Hispánicas, cuyo primer número sidad de provincia (busca de fuentes y documentos, recuento exhaustivo de la
salió, como dice la carta citada, en el mismo año de 1959. Y también de la serie bibliografía, fichajes, reseñas de textos, creación de un archivo, etc.), un anhelo
editorial abierta con Proyección del rosismo en la literatura argentina. El estudio de totalidad que se manifiesta en los apéndices y en el índice de Proyección: al
introductorio de Prieto emplaza, en la línea denuncialista, la variable exegética de estudio introductorio de Prieto, le siguen “La poesía”, “La novela y el cuento”,
esta antología de escritos: la literatura como testimonio eficaz para pensar un pe- “El teatro”, “El periodismo”, “La literatura autobiográfica”, “Símbolos, signos e
ríodo histórico (“nos asomamos a la literatura como a un testimonio”, había edi- imágenes del rosismo”, “El rosismo como tema de impacto popular”. Entre los
torializado Contorno en su número sobre la novela argentina).47 Y no va a tratarse autores: Hebe Monges, Noemí Ulla, Laura Milano, Elena C. Carrero, Lucrecia
de cualquier período sino del que originó y proyectó las mayores y más constantes Castagnino, Gladys Onega, Ada Donato.
facciones de la historia nacional: una pugna política e interpretativa canónica. Por el lado crítico, el seminario inaugura dos motivos de la literatura y la

48. En “Literatura/crítica/enseñanza de la literatura”, op. cit.


47. “Terrorismo y complicidad”, Contorno n° 5-6, Bs. As., septiembre de 1955. 49. En Cuadernos de Cultura n° 49, Bs. As., septiembre de 1960.

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cultura argentinas que devendrán centrales en los estudios de Prieto: la autobio-
grafía y el criollismo. Muchos de los textos tratados (encontrados y fichados)
para Proyección armarán corpus en sus dos libros futuros sobre esos temas. Por
último, el compilado muestra sus propios rasgos de edición: el armado de un
índice, la corrección de originales (una tarea que se adivina ardua tratándose
de autores nóveles), el diseño y la reproducción de imágenes, tapas de folletines,
libretos cinematográficos, afiches teatrales, cuyos bocetos aún se guardan en el 16. Boceto diseñado por
archivo personal de Prieto. A. P. y tapa del primer
En la serie que abre Proyección del rosismo en la literatura argentina tam- número del Boletín de
literaturas hispánicas.
bién se publicaron otros libros, de autoría individual, como La literatura argen- Rosario, 1959.
tina vista por un brasileño, de Félix Weinberg (1961); La literatura autobiográfica
argentina, de Prieto (1962); El embajador Sarmiento, de Emilio Carilla (1962), y démico o literario se cuentan Aldo Oliva, Hebe Monges, Noemí Ulla (los tres a su
la Encuesta a la crítica literaria argentina, ya comentada. turno también secretarios y ayudantes del Instituto), Ada Donato, Laura Milano,
Prieto dirigió el Boletín de literaturas hispánicas por el término de seis Marta Scrimaglio, Norma Desinano, Lucrecia Castagnino (que además era ayu-
números hasta la renuncia grupal de docentes de agosto de 1966. En la carta- dante en la cátedra de Prieto), Gladys Onega, Josefina Ludmer, Romeo Medina.
prólogo del primer volumen, señala “las carencias del contorno”, sobre todo las Con la experiencia adquirida en la revista Centro, se puede adivinar el rol
causadas por la partida de los graduados que, sin una inclusión real en el ámbito editorial de Prieto en el Boletín: atento a la redacción de los estudiantes, co-
universitario, lo abandonan después de lograr su título, y aun por ocupaciones rrector de principiantes; programador de sumarios que contemplaran enfoques
ajenas a su apego y dominio. Para paliar esa virtual deserción, para retener y diferentes; y hasta diagramador y diseñador de tapas:
perfeccionar en las aulas públicas esas vocaciones, Prieto crea espacios de estu-
dio y de escritura y, a partir de estos, de edición. Escribe: Te consta —le escribe a Borello el 25 de abril de 1960— que no tengo la menor
experiencia en diagramación y que carezco en absoluto de imaginación plás-
La labor de los Institutos, en la que la Universidad debe cargar el máximo de tica, sin embargo, por aquello que decía Sancho traduciendo el adagio latino,
intensidad, tiene su corolario natural en la edición de seminarios, revistas y ante la ausencia total de colaboración en este plano, me metí a diagramar,
libros. Ellos registran la silenciosa tarea de los estudiosos y permiten la com- como en el caso del Seminario, y las cosas no salieron horribles.
pulsa y valoración de los resultados. Y ellos obran a favor del afincamiento
de los estudiosos con particularísima eficacia. Esperamos que el Boletín de En el Boletín Prieto publicó “Los dos mundos de Adán Buenosayres”, “Con-
Literaturas Hispánicas cumpla de alguna manera con estos objetivos. sideraciones sobre El hombre que está solo y espera”, “La fantasía y lo fantástico
en Roberto Arlt”, “Julio Cortázar, hoy” (que fueron recogidos en su libro Estu-
Los índices del Boletín revelan este designio; allí escriben, junto a algunos dios de literatura argentina) y “Una curiosa revista de orientación futurista”.
colaboradores externos, docentes de la casa como Luis Arturo Castellanos y Ores- Además del Boletín y los libros, Prieto ideó otra colección, los Cuadernos
te Frattoni, y estudiantes y graduados inéditos. Salvo los del último número, de del Instituto, en la que se editaban los resultados de investigaciones de jóvenes
agosto de 1966, dedicado unitariamente a Julio Cortázar, los contenidos son va- graduados financiados por la facultad. Norma Desinano, que publicó en esta
riados, sujetos a la diversidad de intereses y al esmero de sus colaboradores, y serie La novelística de Gálvez (1965), la describe de esta manera:
cumplen con las dos secciones típicas: una de ensayos más largos, más sesudos,
y otra de comentarios bibliográficos a cargo de redactores jóvenes. Entre los que Cualquiera podía presentar un tema y un proyecto a la dirección de Instituto,
publicaron sus primeros artículos en el Boletín y luego actuaron en el campo aca- Prieto y una comisión lo evaluaban y, si iba bien, se firmaba un contrato por

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un período de redacción determinado. Parte de la colección de los Cuader- clases de literatura argentina están en el origen de sus investigaciones de autor. En
nos se armó así, rentando a los investigadores, que escribían con una idea 1960 publica “El impacto de Mayo en la literatura autobiográfica” en el Anuario n°
quizá más ensayística que la que se tiene hoy. Esta era una clara política de 4 del Instituto de Investigaciones Históricas, ya un claro adelanto del libro.
extensión universitaria, igual que los cursos que dictamos en la provincia, en Principiado en Mendoza, La literatura autobiográfica argentina se terminó
San Cristóbal, en Santa Fe, con María Teresa [Gramuglio], Mireya Bottone y de escribir en Rosario tres años después; el Instituto de Letras hizo su primera
China [Ludmer]. Prieto hacía los contactos con el secretario de Extensión de edición y hubo dos más, una de Jorge Álvarez en 1966 y otra del CEAL en 1982.
la Universidad, y allá nos mandaba: “Vayan, chicas”.50 En 1963 el libro recibió el premio Joaquín V. González, otorgado por la Socie-
dad Argentina de Escritores (SADE).
Los primeros Cuadernos salieron en 1964: La literatura argentina y el Manes Sperber, Erich Fromm, Ralph Linton, Karl Mannheim, Rousseau,
cine de Mireya Bottone, Oliverio Girondo de Marta Scrimaglio y Mateo Booz Sartre, Ernest Cassirer, Bergson, Georg Misch, Ortega y Gasset, Abram Kar-
de Laura Milano. En 1965, además del de Desinano y de La inmigración en la diner, Mikel Dufrence, entre otros, le dan aire teórico a un tipo de escritura
literatura argentina, 1880-1910 de Gladys Onega (luego reeditado por CEAL), que emplaza varias disciplinas: la psicología social, la historia política y de las
David Viñas publicó Laferrère: del apogeo de la oligarquía a la crisis de la ciudad instituciones, la sociología, la historia literaria. Con esta bibliografía, Prieto
liberal, con origen en su tesis de doctorado. El de Viñas fue el último título, la fija nociones básicas (memoria simbólica, experiencia, actitud introspectiva,
intervención continuó el Boletín por tres números más y bajo la dirección de verdad autobiográfica, valor testimonial, personalidad, situación, compren-
Castellanos, el contrincante de Prieto en la elección de decano de 1958, y quien, sión concreta de la vida) para encarar el estudio de los textos memorialistas
en 1966, no vio necesario renunciar a su cargo universitario. locales.
Sarmiento inaugura la autobiografía argentina en 1843 con la publicación
de Mi defensa. Y, al tiempo que da, con su autojustificación pública, el patrón
La literatura autobiográfica argentina, 1962 histórico del género, le abre las compuertas del recato nacional a los papeles
privados de Saavedra, Belgrano, Posadas, Varela. Bajo el prototipo megalóma-
Yo, cuando me siento escritor, es cuando publico La literatura autobiográfica. no y político de Sarmiento, Prieto lee, en su tercer libro, diversos textos (me-
Ese es el momento en que siento que es un libro todo mío, de mis lecturas, morias, crónicas, cartas, diarios, relatos en primera persona), todos de efectivo
de mis pensamientos, de mis intereses, y un poco de mi prosa también. Creo valor documental, con el fin de revelar en las tácticas egóticas del “hombre
que es el primer libro en que yo digo: acá está. Mi currículum yo lo empezaría argentino” los dominios de la elite ilustrada. Consolida un corpus del que des-
por ese libro. carta escritos de pura efusión íntima o técnica (incidentes “deliberadamente
poéticos” de la niñez o recuentos militares); un período y un estatus social: au-
Puede bien fecharse el inicio de su interés por la autobiografía en el curso tores nacidos antes de 1900, porque en sus “obras se evoca, todavía, un país y
sobre el tema que Prieto dio en el Colegio Libre de Estudios Superiores de Rosario, una sociedad de rasgos relativamente delimitados”, y miembros de las clases
en 1957; y en el seminario Proyección del rosismo, de 1959, central para evaluar dis- dirigentes “sea por gravitación de antecedentes familiares o por el impacto de
tintas actitudes dirigenciales frente a la figura de Juan Manuel de Rosas. Se puede situaciones extraordinarias”.
también trazar una constante de trabajo: desde que las dicta con regularidad, las Aunque el siglo XIX, con sus agentes vernáculos, es el campo específico de
su investigación, Prieto historia la Colonia en sus alternativas librescas (con del
Barco Centenera, las crónicas de viaje de los hermanos Ulloa, Concolorcorvo)
50. Entrevista inédita de Judith Podlubne, diciembre de 2012. Norma Desinano es profesora de hasta la cuña liberal de la Revolución de Mayo que da vía franca a la burguesía
Socio y Psicolingüística y secretaria de Posgrado de la Universidad Nacional de Rosario; publicó,
entre otros estudios, El discurso periodístico (1988) y Los alumnos universitarios y la escritura aca- criolla y transforma la política “en pasión y preocupación predominante de los
démica: análisis de un problema (2009). hombres”. Así, las autobiografías argentinas vienen a refrendar, ahora indagadas

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por la crítica de Prieto, los recovecos de esa pasión política en su culminación nías genealógicas”. Nombres: Cané, Wilde, Joaquín V. González, melancólicos o
íntima y colectiva, vivencial e histórica. jocosos, todos custodios de “una visión aristocratizante de la sociedad”. De ahí en
Está la pasión de los hombres de Mayo, los que urgidos por la “opinión pú- más, están los autobiógrafos nacidos en la segunda mitad del siglo XIX, los “due-
blica” escriben sobre sí mismos con el fin de defender su prestigio —Belgrano, ños de la tierra” en retirada hacia el ideal rural (o sea, hacia sus estancias) corridos
por ejemplo “para ponerse a cubierto de la maledicencia”—, y los que, nacidos por la masificación urbana. Nombres: Julio A. Costa, Ramón J. Cárcano.
en el virreinato y hacedores de la revolución, tensionan, en sus días y en sus Todos estos nombres, más otros varios que dan, citados por Prieto, testi-
papeles, la tradición colonial con los ideales libertarios, velan por su abolengo monio en este libro, desmienten el supuesto pudor idiosincrásico del hombre
mientras bregan por la igualdad. Nombres: Gregorio Aráoz de La Madrid, Ma- argentino, y también la consabida escasez de escritos autobiográficos en la his-
nuel Pueyrredón y hasta un liberal inopinado como Alberdi. toria literaria nacional. Pero la desmentida de Prieto va más allá y le da al género
Sarmiento es, en todos estos sentidos, figura primordial. El primero en un lugar preponderante en esa historia, y ya no solo como documento de época
confundir su vida con la de la patria, y su destino individual con su carrera —en el que bien pueden testearse datos y, mejor, el nervio de una atmósfera
política. Escribe Prieto: social— sino como teatro de pormenores y nimias circunstancias, por lo gene-
ral revocados en los hábitos heurísticos. “Por debajo de los hechos que fijan el
Respiró política en el aire de la aldea natal, se educó para la política, se exilió por calendario de la historia —alega Prieto—, se vive la rutina del hogar, del trabajo,
la política, conformó su carácter en la dura palestra de la acción política, escribió de las grises diversiones”.
su autobiografía y buena parte de su obra gigantesca por razones políticas. Entre los que reseñaron la primera edición de este libro, Jaime Rest señaló,
fuera de los varios elogios, cierto déficit en el análisis de los autores; en la busca
Para Prieto —y, a partir de su libro, para todo lector— es Sarmiento quien de efectos políticos, Prieto parecía afectar la irradiación literaria de los autobió-
da la medida de la autodefensa propia de los autobiógrafos decimonónicos, grafos locales. El cargo iba al fondo de un asunto que, sin embargo, Prieto tenía
quienes, en el ejercicio de cierto poder, precisan repasar los lustres de su repu- en su índex y muy presente al momento de la escritura, y antes y después: no re-
tación. Y también el que, en la narración de la infancia sanjuanina de Recuerdos ducir los textos a mera documentación o evidencia y atender a las oblicuidades
de provincia, dramatiza la bipolaridad histórica de su tiempo: el pasado colonial con las que el denuncialismo había pretendido saldar la noción de “testimonio”,
consuetudinario e ideológico que mella las actitudes revolucionarias. además de a favor de la sociedad, a favor de la literatura. De modo que, después
Está la pasión de los hombres de Rosas, los que a su caída, luego de Case- de señalarla, Rest decide darle a Prieto el beneficio de esa pretensión y escri-
ros, se explicaron a sí mismos —y, en ese trámite, y sobre todo, a los demás— los be: “entre líneas uno cree descubrir la posibilidad de llevar adelante una cau-
contactos de sus familias con el régimen y escribieron, sostiene Prieto, “uno de tivadora exploración de las virtudes puramente narrativas: ingenio, capacidad
los más interesantes capítulos de nuestra literatura autobiográfica”. Nombres: evocadora, penetración humana, sentido del humor”.51 En 1967, motivado por
Guido, Mansilla, Calzadilla, tratados en sus énfasis y sus silencios, en sus ma- la segunda edición de La literatura autobiográfica argentina, Rodolfo Borello lo
niobras de acomodo a las nuevos climas. “Junto con Sarmiento —escribe Prie- confirma: “asombra leer lo que Prieto puede deducir del manejo inteligente, au-
to—, Mansilla es tal vez el hombre que ha hablado más de sí mismo en nuestro dazmente escudriñador de textos que parecían desprovistos de atractivos fuera
país”. Junto con Sarmiento, también, Mansilla internaliza la escena nativa; ha- de los secamente documentales”.52
bita, como Sarmiento, la transición de dos épocas y, como Sarmiento en sus
Recuerdos, la observa en sus memorias de Infancia-adolescencia, donde, pícaro
de la ambigüedad, logra en “la fluctuación rosismo-antirrosismo (…) condenar
51. Jaime Rest, “Adolfo Prieto: La literatura autobiográfica argentina” (reseña), Revista de la Uni-
al rosismo con infinitos atenuantes”. versidad de Buenos Aires, quinta época, n° 2, Bs. As., abril-junio de 1963.
Está la pasión de los hombres del ochenta, que confrontan con sus linajes a 52. Rodolfo Borello, “Adolfo Prieto: literatura y sociedad en la Argentina”, en Cuadernos Hispano-
inmigrantes y a advenedizos, en la “nostalgia de los tiempos viejos” y en las “ma- americanos n° 214, AECID, Madrid, 1967.

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Montevideo-Rosario-Besançon Entre la impugnación y el conformismo, junto a Rosa, Gramuglio, Desinano y Fir-
“No pierdas tus contactos universitarios en USA, los tiempos que se avecinan po; y uno más sobre El peronismo en la literatura argentina. Pero, aunque participó
podrían volverlos imprescindibles” (carta de Prieto a Borello, Rosario, 15 de en estos inicios, no se ilusionó demasiado con el nuevo espacio alternativo:
julio de 1966). Solo diecisiete días después del golpe de Estado del 28 de junio y
catorce antes de los Bastones Largos del 29 de julio, Prieto ya previene la tempo- Nicolás [Rosa] era la figura importante ahí —dice Prieto—, porque, además,
rada áspera. Y no se equivoca. correspondía con su temperamento. Pero a mí me dio la impresión de que
En octubre de 1966, a solo días de la renuncia colectiva que, aunque de- el Centro fomentaba los aspectos más negativos de esta cosa pre-profesional,
cidida en el acto, resulta controversial hasta hoy, un grupo de docentes, entre muy de estudiantina y muy de curso: “Y tomo este curso, y vamos a otro curso”.
los que se contaba Prieto, formó en Rosario el Centro de Estudios de Filosofía, Ahí dije: “No”. Participé, sobre todo al comienzo, con apoyos de todo tipo, pero
Letras y Ciencias del Hombre (CEF), copiando hasta la homonimia el nombre luego no mucho más porque me parecía que los esfuerzos se dispersaban.
que la facultad había tomado desde abril de 1966. El bautizo era casi un síntoma,
señalaba la pérdida y predisponía a un duelo activo, paradojal y superviviente. Porque además, desde el 1° de junio de 1967, convocado por Ángel Rama,
El CEF funcionó en una planta alta de Córdoba 1742, que prestó Carmen Prieto ya estaba solo, en Montevideo, como profesor a tiempo completo en el
Sgrosso, profesora de Literatura Francesa. En un gesto mimético más, Prieto Departamento de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de la Repú-
comenzó dirigiéndolo, con la secretaría de Élida Sonzogni —también partici- blica. “Allí me contratarían como investigador —le anuncia a Borello el 2 de
paron Gramuglio, Desinano, Rosa, Onega, Elena Tardonatto, Beatriz Rabaza—. mayo de 1967— solo para dictar un seminario, y con un sueldo nada desdeñable
El plan era constituir una entidad independiente que retomara las tareas de los de unos $140.000 argentinos, de los que podría girar la mitad a la familia.” Ya en
institutos de la facultad. Pero, sobre todo, terminaron organizándose cursillos, Uruguay se hizo evidente que ese contrato se debía, más a los buenos oficios de
conferencias, debates, presentaciones de libros para un público avisado no nece- Rama, que a necesidades curriculares. Aunque Prieto “no tenía mucho para ha-
sariamente universitario, aunque la contribución de los alumnos de las distintas cer” reformuló un proyecto del Instituto de Letras, frustrado en 1966, y lo adap-
carreras, desprotegidos bajo el nuevo régimen político, era central. Entre ellos, tó al caso uruguayo. El Análisis de una comunidad literaria buscaba aprovechar
enumera Judith Podlubne, estaban Nora Catelli, Marietta [Ana María] Garga- tanto la vertiente sociológica como la “inmanente”. De este modo, integraba esa
tagli, Arturo Firpo, Graciela D’Angelo, María Isabel (Maricha) Giani; y agrega: comunidad con el escritor, la obra y el público, pero también atendía, en los tex-
tos, “todos los recursos que le son propios para ponderar los nexos significantes,
Se invitaron a docentes de afuera —en el área de Letras: Ana María Barre- la resistencia del material lingüístico y el peso de una tradición artística deter-
nechea, que vino con Beatriz Lavandera, Noé Jitrik, Nicolás Bratosevich, minada”. El plan de trabajo, holístico y ecuménico, cruzaba la sociología, el aná-
Eduardo Prieto, Ricardo Piglia— pero la mayoría de los seminarios estuvo a lisis textual y la historia literaria en una operatividad metodológica lo bastante
cargo de profesores locales.53 amplia y desprejuiciada como para abrir, en el porvenir intelectual de Prieto,
nuevos campos de lectura y crítica cultural. Permaneció en la Universidad de la
Prieto coordinó y dictó en el CEF, con Onega, Gramuglio, Desinano y Rosa, el República hasta el 31 de marzo de 1968, terminados los cursos de verano con El
curso Análisis de la obra literaria, en sus diferentes enfoques: el histórico, el socio- nacionalismo en la literatura latinoamericana, regresó a Rosario.
lógico, el psicoanalítico, el estilístico y el estructuralista; otro, sobre Julio Cortázar. También por iniciativa de Rama —que acababa de crear en Buenos Aires,
junto a Guillermo Schavelzon, la editorial Galerna, en la que también saldría
Estudios de literatura argentina en 1969— Prieto publica en mayo de 1968 El
53. Judith Podlubne, “La lectora moderna. Apuntes para una biografía intelectual”, en María Te- periódico Martín Fierro, en la serie “Las revistas” de esa editorial. La selección
resa Gramuglio, Nacionalismo y cosmopolitismo en la literatura argentina, Editorial Municipal de
Rosario, 2013. Este prólogo es ineludible para ponderar, tanto la experiencia de Gramuglio en el continúa su estudio mendocino sobre el martinfierrismo de 1960 y la Antología
Instituto de Letras, bajo el magisterio de Adolfo Prieto, como su entera trayectoria intelectual. de Boedo y Florida que, en 1964, había realizado para la Universidad de Córdoba

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y a demanda de Noé Jitrik, su sucesor en la Facultad de Filosofía y Humanida- Besançon, una pequeña ville bien al este de Francia (a unos 300 km de
des. Vanguardia y literatura de izquierda de los años veinte: últimas secuelas, París, a unos 90 de Laussane), donde nacieron Fourier, Proudhon, Victor Hugo
pero ahora con un tinte académico, de la voluntad denuncialista en definir por y los hermanos Lumière; donde Stendhal en Rojo y negro hizo llegar a Julien
contraste su generación —Prieto y su Borges— y equidistar las propias actuacio- Sorel “solo, pobre y sin recomendaciones”; donde Alberdi publicó, en 1858, la
nes críticas —Prieto y su Boedo—. cuarta edición, la definitiva, de las Bases; y donde Prieto y su familia vivieron
Con la Revolución Argentina, Adolfo perdió la continuidad laboral. Co- un año. “¿Te escribiré desde Besançon? ¿Cómo será aquello? De todas maneras
mienzan entonces, como el de Montevideo, el de Galerna, el de la Vigil, el de había que enfrentar alguna vez el mito de Europa. Como buen provinciano, me
CEAL, los afanes a corto plazo, que solucionan con intermitencia sus ingresos. defiendo del deslumbramiento como puedo”, le escribe Prieto a Borello desde
Desde febrero de 1967, Negra, en sociedad con Gladys Rímini, monta Lex, un Rosario, el 28 de septiembre de 1970, cinco días antes de emprender el viaje.
negocio de fotocopiadora “al instante” en los Tribunales provinciales de Rosa- La familia partió del puerto de Buenos Aires en el Giulio Cesare, el 4 de
rio, que auxilia las finanzas de la familia. octubre de 1970, y regresó, tan exacta, en el Eugenio C, el 4 de octubre de 1971.
En 1968, al volver de Montevideo, y durante 1969, Prieto viaja periódica- Llegados a Besançon, se alojaron en un barrio periférico, donde había vecinos
mente a Villa María, provincia de Córdoba, donde da cursillos de perfeccio- argelinos y españoles. Ese año Adolfo cumplió su contrato con la Faculté des
namiento para profesores y egresados en la Escuela Normal Víctor Mercante. Lettres et Sciences Humaines. Section Hispanique, donde dio clases de Litera-
Sus programas de estudio: El análisis sociológico literario; La narrativa argentina tura Latinoamericana; continuó firme, a la distancia, su vínculo con la Vigil por
actual: Julio Cortázar; y La literatura argentina y su relación con el desarrollo el plan Conocimiento de la Argentina; viajó al Congreso anual de Rennes como
social, económico y político del país. El primero retomaba su segundo libro y las miembro de la Societé des Hispanistes Françaises de l’Énseignement Supérieur,
clases de actualización teórica en el Instituto de Letras y en el CEF; el segundo, y a Estrasburgo a dictar un par de cursos.
los seminarios sobre Cortázar en ambas instituciones y los resultados publica- La experiencia docente, tanto en Francia como en Estados Unidos, será re-
dos en el Boletín n° 6; y el tercero, los asuntos tratados en el reciente Literatura y memorada por Prieto, a diferencia de la argentina, casi siempre con poco entu-
subdesarrollo, escrito, bajo contrato, para la Editorial Biblioteca de la Vigil, y en siasmo; y, aun en plena tarea de su competencia, no tendrá reparos en objetarla:
paralelo al plan Conocimiento de la Argentina. “La biblioteca es regular en la parte latinoamericana —le escribe a Borello desde
El 23 de enero de 1970, como antes la carta de Halperin Donghi desde Besançon, el 9 de enero de 1971— y la verdad no veo por qué tendría que ser
Rosario, una de Noé Jitrik desde Besançon, Francia, pone a Prieto y a su familia mayor. Para mí, el estudio de esta especialidad es totalmente artificial, y solo me
frente a una opción radical: dejar el país. Hasta entonces los traslados habían lo explico por el crecimiento burocrático del departamento de español”.
sido fronteras adentro, de San Juan a Buenos Aires, de Buenos Aires a Córdoba, Los Prieto viajaron una vez a España y a Italia, y tres veces a París para
de Córdoba a Mendoza, de Mendoza a Rosario, de Rosario a lo sumo a Monte- visitar a Juan José Saer y a su mujer Bibí Castellaro, afincados allí desde 1968.
video, pero ahora lo esperaba otro continente, otro idioma. Escribe Jitrik: La amistad, iniciada en las aulas del Instituto de Letras, continuada en la casa
de Dorrego y en Colastiné, ahora se afirmaba, como diría Saer, “en el extranje-
Habrás adivinado mi mano detrás de los ofrecimientos que han debido parecerte ro”. Saer le dedicó a Adolfo Prieto su libro La Mayor, de 1976, con un epígrafe
pluviales estos días. En efecto, Joucla, el director de estudios de Aix me pidió que altera un verso de las Soledades de Góngora: “pasos de un peregrino son
una lista de gente y te puse a vos y a Ángel [Rama]; prudentemente les escribió errantes”.54 La Mayor incluye ese argumento extraordinario, “En el extranjero”,
a los dos y he aquí que los dos contestaron afirmativamente (…) lo principal, pero casi todas las demás piezas también están tocadas por ese tópico que Saer
me parece, es que uno y otro pueden obtener este respiro francés, en cualquier
universidad que sea (…) Si tu destino es venir a reemplazarme te devolveré la
sucesión que alguna vez me otorgaste en Córdoba (…) La región es hermosa y 54. En el cambio del plural y la coma se pierde el hipérbaton. Góngora: “Pasos de un peregrino son,
tendrás tiempo para trabajar y tomar distancia respecto de la Argentina. errante,/ cuantos me dictó versos dulce Musa/en soledad confusa,/ perdidos unos, otros inspirados”.

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llevó a su culminación literaria en la Argentina del siglo XX, y que era obligado
y vivencial en los encuentros de argentinos en París. Es muy indicador, enton-
ces, que dedique ese libro a Prieto, escrito en el extranjero, cuando ambos ya
eran vulnerables a su propio peregrinar. Prieto a Borello, 3 de mayo de 1971:

En París he visto a algunos argentinos: [Saul] Yurkievich, Saer, [César] Fer-


nández Moreno, y el tema obligado fue siempre ¿volver? ¿quedarse? El pri-
mero y el último tienen decisión tomada, y se quedan en Francia sin límite
de años, Saer se angustia ante la necesidad de optar, nosotros volveremos en
octubre, pero sé que Jitrik tiene deseos de retornar a Francia, después de sus
primeros meses de encontronazos con la Argentina.

Antes del regreso de octubre, Saer, ilusionado, le escribe a Prieto con nuevas
de trabajo editorial, instándolo a que permanezca en Francia y se mude a París:

Te escribo muy rápido por lo siguiente. César F. Moreno me dijo que la


UNESCO necesita un responsable editorial para lengua hispana. Es una posi-
bilidad remota pero si sale está bastante bien remunerada (alrededor de 3.500
17 francos nacionales). Sería para estar en París. Tendrías que enviarle a César
18 un curriculum destacando sobre todo tu trabajo en editoriales (te sugiero que
detalles bien tu trabajo en Capítulo). No sé si esto saldrá, pero sería una buena
oportunidad para quedarte en París un año más.

Pero ya no hubo caso, se abrían concursos en la universidad de Rosario, los


renunciantes del 66 programaban su reentrée con Prieto a la cabeza. Él no lo dudó.

Capítulo. La historia de la literatura argentina, 1967-1968


17. A. P. y Negra Jarma en
Besançon, Francia, 1971. En mayo de 1967, Boris Spivacow le propuso a Prieto asumir la “revisión técni-
18. A. P., Bibí Castellaro
con su hijo Jerónimo Saer
ca” de los fascículos semanales Capítulo. La historia de la literatura argentina del
en brazos, Juan José Saer, Centro Editor de América Latina (CEAL). El 2 de ese mes, como es su fraternal
Martín Prieto, Negra Jarma,
Félix Rosales y Agustina
costumbre, Prieto le escribe a Borello con la novedad:
Prieto. París, 1971.
Pero hace diez minutos recibo un expreso de Centro Editor en el que me
proponen asumir el papel del revisor de la “historia” de la literatura argentina
(esa que se publicará en fascículos) junto con Castagnino y Barrenechea en
reemplazo de Ghiano, que por motivos no muy explícitos defeccionó, luego

69
de aceptar. Me correspondería revisar unos 20 fascículos, y por esa tarea me
pagarían $80.000. Esto pareciera indicar que por la vía del trabajo editorial las
perspectivas son halagüeñas.

Halagüeñas por dos razones. La primera: después de las renuncias de 1966,


Prieto no tiene domicilio ni trabajo fijos. La segunda abre la ocasión de editar una
historia de la literatura argentina que, como se vio, es su invariable motivacional.
Al igual que Juan Carlos Ghiano, Barrenechea y Castagnino también defecciona-
ron del proyecto. El rosarino Roger Pla asumió la dirección, con la secretaría de
Luis Gregorich, y Prieto quedó a cargo de la edición de todos los fascículos.
El plan de Capítulo: tirada masiva y venta en kioscos de una historia de la
literatura argentina en fascículos semanales ilustrados, más un libro de autor o
una antología de autores emblemáticos de la etapa tratada. El combo tuvo un
éxito formidable, con hasta 150.000 ejemplares vendidos por entrega. Salieron
cincuenta y nueve fascículos y otros tantos libros que armaron la Biblioteca Ar-
gentina Fundamental.55
Hasta el día de hoy Prieto enfatiza que no suscribió las tres primeras entre-
gas, “Los orígenes”, “El desarrollo” y “Los contemporáneos”, redactados por Pla
—a quien conocía del Instituto de Letras y en quien no confiaba para la direc-
ción de un plan de semejante magnitud—, y se ocupó personalmente de que su
nombre no figurara en los créditos iniciales.

Me dio la impresión de que Pla no contaba con la formación necesaria. Él


tenía experiencia en editoriales, mucha, pero específicamente de esto, no. Y
efectivamente, la Historia se empezó con tres capítulos de Pla, que yo no sus-
cribí. Solicité que mi firma no apareciera, “No hay problema”, me dijo Spiva-
cow, que no se cuidaba mucho de esas minucias.56

Prieto trabajó a la distancia, desde Montevideo mientras daba clases allí, y


más tarde desde Rosario. Comunicaba por carta directa a Pla todos los detalles
de edición y, prevenido, guardaba copia de esta correspondencia.

55. El catálogo completo del CEAL, en Judith Gociol y otros, Más libros para más: colecciones del
Centro Editor de América Latina, Biblioteca Nacional, Bs. As., 2008.
56. Para las “tareas en editoriales” y en el CEAL de Pla, ver Analía Capdevila, “La novela total” en
Roger Pla, Intemperie, Editorial Municipal de Rosario, 2009. 19. A. P. en su casa de la calle Dorrego, durante la edición de Capítulo. Rosario, 1968.

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Como primera medida, y era de esperar, Prieto precisó el público de la Decir que el Martín Fierro es una obra maestra “destinada a ser admirada
Historia; y aunque partió de su necesaria amplitud no dudó en vaticinar lectores en el mundo entero” es insostenible. Algunos curiosos españoles y algunos
exigentes que llegarían a conformar el preciado público cautivo. En miras de intelectuales de Hispanoamérica se han interesado por él. Es probable que
captar a estos lectores, sin perder la anchura necesaria para atraer a los demás, un puñado de eruditos en el resto del mundo frecuente su lectura; pero en
las tres primeras entregas, donde se fijaban programas y lineamientos, eran de términos generales, el Martín Fierro es un libro incomprensible para otros
vital importancia, y las del Pla padecían varias fallas “de estilo y de concepto”. oídos que no sean los rioplatenses. Las traducciones a otros idiomas no deben
Prieto las marcó y enumeró una a una sin rodeos, y condicionó su firma a las conducirnos a error. Es un capítulo que pertenece más a la diplomacia o las
correcciones propuestas. Aquí un par, centrales: relaciones públicas que a la literatura (…)

1) Es difícil asegurar que, todavía hoy, alguien entienda por “historia, una La fecha del suicidio de Lugones es el 19 de febrero, no el 18 (…)
serie de hechos que engendran los unos a los otros”.
2) Es difícil aceptar, una vez declarada la autonomía de la obra literaria como No es “La bolsa de huesos” sino “La casa endiablada” el relato policial en el
objeto de valor, que el solo desarrollo histórico de los géneros llegue a confun- que se aplica el sistema dactiloscópico.
dirse con el desarrollo histórico de un país.
También atendía Prieto las dificultades sintácticas (“hay tres ‘que’ en una
Las dos cosas eran, cierto, difíciles. Lo fácil es adivinar cómo incomodó a sola línea. Suprimir el último”) e indicó el tachado o trueque de adjetivos y sus-
Prieto, al punto de negar su firma de editor, el desaliño de Pla a la hora de trazar tantivos que expiaban la materialidad histórica de las obras —mostró especial
los fundamentos de su historia literaria. Desde Sociología del público, él venía irritación con “espíritu”, “eterno”, “intemporalidad”, “inmortal” (“a riesgo de ser
operando en ese campo; había ensayado el estudio de un período político en fastidioso, me permito insistir: una Historia de la literatura, no puede trabajar
Proyección del rosismo y de un género en La literatura autobiográfica, justo los ni entenderse con objetos atemporales”, le escribe a Pla)—. Solo dos fascículos
dos ejes con los que Pla pretendía encajar, sin más, los contenidos de Capítulo. fueron devueltos “sin observaciones”, el de Beatriz Sarlo Sabajanes sobre Los
La brecha conceptual entre la linealidad de la historia y la autonomía de la obra últimos románticos y el de Rodolfo Borello sobre La narrativa fantástica: Borges.
era inadmisible para Prieto, quien había sabido explorar, en sus clases y escritos, El 12 de agosto de 1967, ya en plena tarea, le escribe a Borello desde Mon-
la densidad diacrónica y textual de ese vínculo complejo. tevideo:
Pero además de señalar las fisuras en la plataforma general del proyecto,
Prieto procuró buscar el equilibrio entre obras y autores, entre texto principal y A estas horas estoy bastante ansioso por ver el primer fascículo de la historia de
complementarios en cada capítulo y en sus lazos con los demás. Entre sus muchas la literatura argentina del Centro Editor. Le han hecho una propaganda impre-
funciones pueden apuntarse las de sugerir sueltos, revisar titulados, citas y fechas, sionante, con carteles murales en Buenos Aires, a más de los avisos de la prensa.
chequear y actualizar las bibliografías, detectar erratas tipográficas, expresiones
ambiguas y hasta reescribir párrafos completos. Algunos de sus comentarios: A la edición, Prieto sumó, además de la escritura del Diccionario básico de
la literatura argentina que acompañó la última entrega, la de cinco fascículos: el
Las obras dramáticas de Mármol no quedaron en papel como se indica. Fue- número 12, La prosa romántica: memorias, biografías, historia; el 13, El ensayo
ron representadas en Montevideo (…) en la época romántica (más el libro con selección de textos: El ensayo romántico:
Esteban Echeverría, Juan María Gutiérrez y Juan Bautista Alberdi); el 14, El en-
Hay que atemperar el juicio sobre la inexistencia absoluta de la novela en el sayo: Domingo Faustino Sarmiento; el 19, La generación del Ochenta: las ideas y
Río de la Plata hasta comienzos del siglo XIX. En Córdoba, Miguel de Learte el ensayo; y el 20, La generación del Ochenta: la imaginación. Y aunque en estos
escribió en 1788 Las aventuras de Learte (…) escritos se atuvo a las líneas maestras de la divulgación, sus fórmulas sintácticas,

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sus razones y sus adjetivos dan la nota personal; así, la incidencia de los viajeros Y, en esta entrada precisa, con sus casos distintivos (Payró, Gálvez, el Arlt culmi-
ingleses en “la dramatizada visión de la pampa” sarmientina; así, la paradojal nante, y el descenso costumbrista de Bervitsky, Varela), actualizados ahora con la
función panfletaria del Facundo que, si bien mitiga en simple “golpe de efecto” pérdida “de toda inocencia” de Saer y Rozenmacher. Así, Adán Buenosayres resulta
su pathos denuncialista, facilita “las expresiones más originales y valederas del una “radiografía humorística” del martinfierrismo, y los cuentos de Fray Mocho,
libro”; así, “la voluntad crítica” de La gran Aldea que excede su costumbrismo; “una sabrosa radiografía de la sociedad porteña”; Arlt “rompe las premisas del rea-
así, el criollismo de Gutiérrez, más que un asunto, una “disposición retórica”. lismo tradicional” y Payró responde “al deliberado propósito de dar una imagen
En 1979 el CEAL inicia la reedición ampliada de Capítulo con la dirección de la sociedad argentina”; en Cambaceres hay una “disposición a la veracidad” y en
de Susana Zanetti. Prieto rechaza formalmente la invitación a incluir sus dos Las iniciales del misal de Baldomero Fernández Moreno, una “visión directa de la
fascículos dedicados a la Generación del Ochenta. Sin embargo estos aparecen realidad”; Beatriz Guido reconstruye “momentos significativos de la vida política
en las entregas número 25 y 27. El 29 de febrero de 1980, Prieto le escribe a Spi- argentina”, y hasta el invencionismo se abre “a la representación de contenidos de
vacow su reclamo desde La Jolla (California, Estados Unidos) donde da clases francas implicancias sociales”. Con este rumbo, pero por una vía paralela al buen
desde 1979: “la noticia me deja perplejo y francamente fastidiado (…) ¿en qué “realismo trascendente” del denuncialismo, Prieto también resalta el peso testimo-
se fundan esos derechos aparentemente absolutos y discrecionales sobre textos nial de la Literatura Regional y le da, con esa mayúscula, una entrada en el Diccio-
escritos y entregados a los fines específicos de la edición 1967-1968?” Y, acto nario, al igual que a Folklore —con una primera mención a los aportes del alemán
seguido, insiste en no autorizar la reedición del Diccionario (aunque, más tarde, Robert Lehmann-Nitsche— y Literatura de Frontera, las zonas menos glamorosas
sí la de La literatura autobiográfica argentina, que sale en la colección Sociedad del mapa literario argentino y de menor beneficio para el establishment crítico.57
y cultura, dirigida por Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano, en 1982). El Diccionario acompañó el último fascículo (número 59) de Capítulo. La
historia de la literatura argentina del CEAL, que Prieto había editado, como se
vio, casi en su totalidad. La idea, explícita en la “Noticia preliminar”, era “ofrecer
Diccionario básico de literatura argentina, 1968 al lector no especializado un repertorio de informaciones básicas sobre la litera-
tura argentina” dispuesto en tres órdenes: 1. movimientos, poéticas y tendencias;
Estaba trabajando acá, no sé por qué motivo, acá [en la sala de Dorrego], y apa- 2. autores; y 3. obras. Y con dos criterios de selección: encrucijada histórica y sig-
reció Saer con Nicolás Rosa, a saludar. “Hola, ¿qué tal?”. Y yo les conté: “Estoy nificación estética. Ambos podían o no coincidir. En caso afirmativo, los autores
haciendo el Diccionario de literatura argentina, si se quedan un rato, aparecen”. ganaban su biografía; y las obras, su entrada propia. Además del canon estándar,
aparecen Calandria de Martiniano Leguizamón, Días como flechas de Marechal,
Los dos se quedaron, pero el único que apareció fue Saer. Su entrada, como Papeles de Recienvenido (y no Museo de la novela de la Eterna) de Macedonio
la de Germán Rozenmacher, reenvía a la de “Realismo”; y ambos narradores re- Fernández, El sueño de los héroes (y no La invención de Morel) de Adolfo Bioy
sultan agentes de las “últimas promociones” que “ensayan nuevas técnicas”. Es útil Casares, El imaginero de Ricardo Molinari, Lago argentino, de Juan Goyanarte.
detenerse en esta entrada del Diccionario porque marca, en el abecé contingen- El carácter “básico” del diccionario le sirve a Prieto para esperar, alertado,
te, una pauta necesaria: Prieto configura el repertorio literario argentino desde
las poéticas realistas, es decir, desde la valía estética y la fuerza de representación
social de autores, movimientos y obras. A su modo, retoma, en el afán sucinto y
57. Como se verá, en su libro Literatura y subdesarrollo dedica un capítulo al asunto: “Subdesar-
panorámico del breviario enciclopédico, la línea histórica de la novela que apuró rollo y regionalismo. La literatura regional”; también su estudio “El Paraná y su expresión literaria”
a los críticos de Contorno, con su noción de “testimonio”, pero aquí ya bajo el está en esta zona temática. María Teresa Gramuglio ya alertó sobre este interés, sumado al de la
giro retórico clave de Prieto: “la voluntad testimonial” —“voluntad testimonial”, literatura popular, en tres grandes críticos latinoamericanos; además de Prieto, Ángel Rama y An-
tonio Candido (en Encuentro sobre El discurso criollista en la formación de la Argentina moderna,
“voluntad nacionalista”, “voluntad de realismo”, “voluntad expresiva”, “voluntad de Seminario de Historia de las ideas, los intelectuales y la cultura “Oscar Terán”, Instituto de Historia
estilo”, “voluntad crítica”, la formula se repite con variaciones en toda su obra—. Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, Universidad de Buenos Aires, 29 de agosto de 2014).

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la andanada de los escritores excluidos, todos “de inconmensurable susceptibi- Literatura y subdesarrollo, 1968
lidad” —le escribe a Pla el 19 de agosto de 1968— y agrega con ironía y resigna- El 2 de julio de 1968, a las 19.30, Héctor Bonaparte, Juan José Saer y Nicolás
ción: “que sea lo que Dios y nuestros amados colegas quieran”. De inicio, se pone Rosa presentaron en el CEF, en la sede de Córdoba 1742, Literatura y subdesa-
un límite, no más de doscientos autores. Con ese tope y el acervo de informa- rrollo, publicado en enero de ese año por la Biblioteca C. C. Vigil.
ción extraordinario que Prieto traía de sus clases, sus investigaciones, sus libros
y su edición de la Historia de Capítulo, hace listas, elige, tacha, intercambia; sus Se me ocurrió a mí —de pronto aparece una idea que lo atraviesa a uno— pen-
maniobras de montaje le permiten dar idea de totalidad y, al tiempo, incluir sar el subdesarrollo y su vínculo con la literatura. ¿Qué pasó? ¿Cómo afectó a
escritores menores en la descripción de grupos o poéticas literarios (el caso de la literatura este fenómeno? A lo mejor al tomarlo como tema, lo exageré. Es
Saer o Rozenmacher, pero también el de Ana María Chouhy). Cada entrada lle- muy probable. Pero era un tema muy de la época, tenía mucho que ver con
va la información básica típica de cualquier enciclopedia, pero las restricciones Frondizi, que le da potencia a esta problemática. Creo que viene de ahí.
de neutralidad no frenan ni los hallazgos retóricos ni el gusto personal: Prieto
no redacta sino que escribe cada frase, narra cada síntesis biográfica, hace histo- El libro tiene un subtítulo que no va en tapa y aparece solo en la portadi-
ria en cada período, hace crítica en cada definición de poéticas, y marca torpe- lla: Notas para un análisis de la literatura argentina. Este análisis ocupa la se-
zas y aciertos de las obras: “A mí, evidentemente, en aquella época —porque era gunda parte, con sus alcances propios (el satelismo cultural, el nacionalismo,
muy joven— no se me ocurría que podía escribir algo sobre alguien y no poner la modernización, el regionalismo) en base al recuento socio-económico de la
en alguna línea lo que pensaba de él. Supongo que era la edad”. primera para, en suma, “señalar la correlación de una literatura con la sociedad
Algunos números no tan al azar: Lugones alcanza seis entradas, además sorprendida en un momento particular de su desarrollo”. Con este propósito,
de la de autor y la del Modernismo, las de cuatro obras: La guerra gaucha, Los Prieto revisa las nociones que, hacia mediados del siglo XX, definen un vasto
crepúsculos del jardín, Lunario sentimental y El payador; Borges también va con proceso internacional “por el cual determinados países dominan y distribuyen,
seis: la propia, Florida y el Ultraísmo y sus libros Fervor de Buenos Aires, Ficcio- de cierta manera, un alto índice de riqueza, y por lo tanto, de bienestar y de
nes y Bustos Domecq (con la que favorece a Bioy, que suma y llega a tres); Sar- cultura, y otros países se acercan o se alejan de ese modelo”. Así, lee todo lo que
miento tiene cinco, la de autor, Romanticismo, Facundo, Recuerdos de provincia hay disponible para el investigador de un país subdesarrollado; a “los técnicos
y Las ciento y una; José Hernández tiene cuatro y una la comparte con Lugo- de la CEPAL”, a Arthur Lewis, Paul Baran, Gino Germani, Michael Harrington,
nes: la propia, Martín Fierro, El payador y la Gauchesca; Horacio Quiroga tiene Celso Furtado, Fernando Henrique Cardoso, Charles Bettelheim, a León Rozit-
solo la de autor; Paul Groussac es citado en la descripción de la Generación del
Ochenta, pero no logra, como tampoco Guillermo E. Hudson, una entrada a su
nombre; de la camada denuncialista están Noé Jitrik, Juan José Sebreli y David
Viñas; y por último, un detalle de buen colega: Prieto suma un número de críti-
cos literarios que, por lo general, también son o fueron profesores en la univer-
sidad, entre ellos Anderson Imbert, Ana María Barrenechea, Ángel Battistessa,
Raúl H. Castagnino, Juan Carlos Ghiano, Antonio Pagés Larraya y María Rosa
Lida de Malkiel, cada uno con su correspondiente entrada de autor.
Escrito en tres meses, con cierres editoriales vertiginosos, el Diccionario,
tal como se publicó, dejó ideas pendientes entre los planes de trabajo de Prieto.
Porque hacia 1971, en Besançon, pensó en reformularlo de cara a una reedición
20. Volante promocional de
calma y ampliada que, llamado por otros propósitos y dificultades, nunca se la presentación de Literatura
llevó a cabo. y subdesarrollo (1969).

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chner, Ragnar Nurske, Peter Heintz, George Balandier, entre otros, con el fin de Sociología del público, ahora con nuevas coordenadas, Prieto sigue cada tramo
relativizar, justamente en el muestreo bibliográfico, las rígidas fronteras y tasas literario argentino como si intentara desplegar, en cada nuevo libro, el núcleo
clasificatorias impuestas por los países desarrollados a los periféricos. “El caso voluntarioso de su historia social.
mismo de la Argentina ponía de manifiesto esta necesidad —escribe Alejandro Un segundo satelismo hay en Literatura y subdesarrollo: el interno, el de
Blanco en el prólogo a la segunda edición del libro—, pues si, desde el punto las provincias con respecto a Buenos Aires; y también su contracara, el regio-
de vista de los indicadores de la modernización se ubicaba entre los países más nalismo: “una exaltación de los valores del lugar o de la comarca margina-
avanzados (…) desde el punto de vista del desarrollo económico (…) se hallaba dos”. Como se recordará, durante su gestión en el decanato y en el Instituto
más próxima a los países menos avanzados”.58 de Letras, Prieto promovió, dentro de los trabajos de campo antropológicos
Desde la conquista y la “desabrida” colonización del Río de la Plata —una del Valle de Santa María, investigaciones sobre el folklore argentino. Esa fase
zona elegíaca que las relaciones de los viajeros de dos siglos declararon preca- del estudio abrió su primera curiosidad por un territorio literario poco privi-
ria, inútil y abrumadoramente desértica—, pasando por la independencia de legiado en la crítica argentina, al que leyó con detenimiento y sin prejuicios
España, las guerras civiles, la Constitución de 1853, la campaña al desierto, la para la edición de Capítulo y la escritura de su Diccionario básico, y en el que
organización institucional, la expansión económica del “granero del mundo” y se adicionan, al rastreo “arqueológico e histórico” de las tradiciones locales,
el proceso inmigratorio, hasta la consolidación de la burguesía terrateniente y “la descripción de paisajes, tipos y costumbres”. Se trata de una literatura “de
la crisis de 1930, “la historia política argentina es, en buena medida —escribe singular fuerza plasmadora”, “de cándida delectación en el pintoresquismo”,
Prieto—, la crónica de los sucesivos fracasos para encontrar la fórmula del auto- escribe Prieto.
sostenimiento económico”, el epítome de su dependencia y “satelismo cultural”, Por último, atento a las propia condición social, Prieto encara “los estig-
según la noción soporte de Literatura y subdesarrollo. mas del subdesarrollo” en su clase, “la clase media urbana”. Allí encuentra, entre
Aunque no debe asimilarse este satelismo a las teorías nacionalistas y an- otros períodos y autores que visita —el Gálvez de Hombres en soledad en línea
timperialistas à la Abelardo Ramos, que confunden burguesía ganadera con con Mallea, el “hito diferencial” del peronismo, los copernicanos giros del fron-
penetración ideológica, la noción carga —como advirtió Gramuglio— contra dicismo en Dar la cara de Viñas—, “sugestivos puntos de enlace” entre “la visión
los rasgos más cosmopolitas de la literatura argentina.59 Y al menos como dis- del mundo” de Martínez Estrada y la de Roberto Arlt. Porque Arlt concretiza,
ponibilidad hacia las metrópolis europeas. Desde Echeverría y los románticos interioriza en sus personajes, los signos superestructurales de una economía en
que “se revelaban solo contra España”, y no contra Francia, hasta Lugones con crisis denunciados por Martínez Estrada.
su Martín Fierro helenístico, o Mallea con su, hoy inverosímil, éxito internacio- Siempre alerta al público lector, y más al suyo, Prieto recuerda los nulos
nal, “el correlato cultural de la dependencia económica se manifiesta como una efectos que tuvo en su época Literatura y subdesarrollo:
sacralización de la sociedad modelo”, escribe Prieto.
La otra faceta de esta sacralización es el nacionalismo (“la presión naciona- El libro tuvo muy mala fortuna, no sé si porque no vale, porque no es bueno.
lista” la llama Prieto) cuya variedad ideológica y diacrónica incluye el vanguar- No pasó nada con ese libro. No pasó nada. No lo leía nadie, cosa que no es
dismo arrabalero, la indagación ontológica, el populismo, el realismo literario disparatada. Tal vez no resultó suficientemente llamativo.
y su avatar costumbrista, la elegía paisajística, y hasta la combinación entre el
estándar europeo y la casta patriota de la burguesía ilustrada. Como antes en Sin embargo, estudios posteriores —y también la reedición de 2014— reco-
nocen en él, aun implícitamente, el tratamiento iniciático de temas ineludibles.
En el libro de María Teresa Gramuglio Nacionalismo y cosmopolitismo en la li-
58. Alejandro Blanco, “Prólogo”, en Adolfo Prieto, Literatura y subdesarrollo, Eudeba, Bs. As., 2014. teratura argentina, de 2013, es posible rastrear, claro que procesadas con otras
59. María Teresa Gramuglio, “Prólogo. Adolfo Prieto, o el obstinado rigor de la crítica”, en Estudios herramientas y otras tácticas reflexivas, y a veces para contradecirlas, ciertas ideas
de literatura argentina, Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, 2013. de Literatura y subdesarrollo sobre esa dupla constitutiva de la cultura nacional.

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Estudios de literatura argentina, 1969 cuales abordarlos y no a la inversa”. Otra razón, ahora didáctica, es la de desple-
A lo primero que hay que atender en este libro es al género bajo el que Prieto gar un archivo de lecturas, que incluye, además de las clásicas y de rigor, artícu-
reúne sus escritos. No se trata de “ensayos” sino de “estudios”, es decir, resulta- los en pequeñas revistas y periódicos de época, documentos, textos menores u
dos de un tiempo de lectura e investigación, durante el cual se toman datos y se olvidados. Como a sus alumnos, Prieto insta a leer a sus lectores, dicho con su
trazan perspectivas, y a partir de los cuales se formulan una o varias hipótesis.60 fórmula: la cita “vale por utilidad didáctica”. En “Boedo y Florida”, un fragmento
El tiempo de estudio es anterior a la plenitud inventiva de la escritura, pero no de Álvaro Yunque prologando, en la edición de Los Pensadores n° 70, de octubre
carece de otras de sus faenas: apuntar, glosar, subrayar, anotar, fichar (es decir: de 1923, las Obras Selectas de Manuel González Prada, ilustra la expansión litera-
discriminar lo que se apunta y glosa) y, en el caso de Prieto, redactar bosque- ria de la Revolución Rusa. “La hora es hermosamente homérica”, escribe Yunque.
jos o esquemas para sus clases. Las clases son la etapa previa de estos estudios. En este mismo estudio sobre la vanguardia, Prieto traza la vía criollista del siglo
Gramuglio interpretó bien las fechas en el prólogo que escribió para la segunda XX: Borges, Scalabrini, Marechal; años después, irá hacía atrás, al XIX, hacia “el
edición del libro de 2013: “aparecieron inicialmente entre 1959 y 1966” y “seña- discurso criollista en la formación de la Argentina moderna”.
lan un tramo de especial relieve en la trayectoria intelectual de Adolfo Prieto: Aunque la mayoría de los estudios tratan puntualmente de autores argen-
el de la intensa actividad de docencia, investigación y dirección que desarrolló tinos, Prieto se descarga de la actitud programática denuncialista de su libro
en el breve período de recuperación de la universidad argentina”.61 Las clases Borges y la nueva generación (ahora se trata de enseñar, no de convencer) pero
en el Instituto de Letras de Rosario, y también en la Facultad de Humanidades mantiene el tejido histórico en el hilado textual de las obras. Piensa y lee en
de Montevideo, y los temas de esas clases en el índice: Manuel Gálvez, Boedo y el contorno pero nunca desatiende los avatares gramáticos de las narraciones.
Florida, Scalabrini Ortiz, Roberto Arlt, Martínez Estrada y Julio Cortázar. Ade- Su “sociología” tensa los aparatos institucionales de la literatura: el público, el
más, las primeras versiones de estos estudios aparecieron en publicaciones aca- contexto político-cultural, los movimientos estéticos, las fuerzas históricas y
démicas (en el Boletín de literaturas hispánicas, en la Duquesne Hispanic Review todo eso en “la construcción del personaje”, en el “armazón novelístico” y aun
de Pittsburg, en la Antología de Boedo y Florida de la Universidad de Córdoba, en el léxico y la sintaxis. Por caso las novelas de Gálvez, en la tradición de “las
en la Revista Iberoamericana de Literatura de la Universidad de la República de más rígidas leyes del determinismo naturalista” y de los fines de representación
Montevideo) por lo cual no es posible soslayar su carácter didáctico, y más tra- epocales y sociales, caen en el fraseo preciosista dominado por la moral del es-
tándose de un autor que conocía bien la configuración del público lector. cribir bien; y también, como apunta Graciela Montaldo, en la “dispersión de los
Pero estos “estudios” están lejos de la normativa, los débitos y los simulacros modelos”, es decir, la refutación implícita que la poética del relato le impone a
de los papers académicos. Tómese un ejemplo, un tópico monográfico, el mane- la ideología del autor: “la estética realista —escribe Montaldo siguiendo a Prie-
jo que hace Prieto de las citas y notas, a veces de varias líneas a pie de página. to— se convierte en canal del pensamiento espiritualista en la obra narrativa de
Estas jamás son de autoridad, nunca vienen a respaldar y cerrarse en el nombre Manuel Gálvez”.62
del teórico célebre o a la moda, sino que, por el contrario, crean enlaces y abren Gramuglio recuerda, en su prólogo de 2013, que en Rosario, en el breve
indagaciones. Una de las razones la explicita Gramuglio en el prólogo citado: en período peronista de los setenta, un director recién llegado al Instituto de Letras
los escritos de Prieto “las apoyaturas críticas son mínimas (…) no se ciñe a una
grilla teórica predeterminada, sea sociológica o histórico-cultural. Construye un anunció con euforia que por fin en esa Facultad se estudiaría a autores repre-
objeto y el objeto lo lleva a su vez a construir el método y las categorías con las sentativos del campo nacional y popular como Marechal. Evidentemente no
se había preocupado por informarse sobre los progra­mas desarrollados por

60. En 1971, Noé Jitrik publica, en la misma editorial Galerna, su Ensayos y estudios de literatura
argentina. 62. Graciela Montaldo, “Conquistas de la crítica”, en BazarAmericano (www.bazaramericano.
61. M. T. Gramuglio, “Prólogo. Adolfo Prieto, o el obstinado rigor de la crítica”, op. cit. com, actualización septiembre-octubre 2013).

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Prieto cuando era titular de Literatura Argentina y desconocía además su trabajado durante 1958. Él, que ya tenía resuelto volver al país, responde el 5 de
ensayo “Los dos mundos de Adán Buenosayres”. agosto desde Besançon:

Hay que agregarle otra ignorancia al director innominado: Las claves de En principio, reconozco que tu propuesta me interesa, y entiendo que acep-
Adán Buenosayres, el opúsculo de Marechal publicado en Mendoza, en 1966, tarla no es nada incompatible con mi decisión anterior de presentarme a con-
donde se reunieron, junto a notas de su autoría, los artículos que Adolfo Prieto, curso en Rosario. Pero hay un matiz entre ambas situaciones que obliga a dife-
Julio Cortázar y Graciela [Maturo] de Sola dedicaron a su libro magno. Maturo renciarlas. El concurso, a más de ser el programa de un grupo, pretendía ser
había sido adscripta de la cátedra de Literatura Argentina de Prieto, en Mendo- una forma de conquistar un derecho, de poner a prueba la permeabilidad de
za, y bajo su supervisión escribió el ensayo recopilado allí. un régimen. Esto, en cambio, es una invitación oficial. Desde esta perspectiva,
Las notas de Marechal están dirigidas, casi epistolarmente, al “Amigo Prie- las cosas me parecen claras y creo que debiera hacer lo posible por mantener
to”, cuyo estudio lo “induce a elucidar ahora” las claves de la novela y discutirle una coherencia en mis actos, por modesta que sea mi esfera de acción. Pero
algunos puntos, centralmente las influencias en el Adán del Ulises de Joyce (“Us- también tengo el temor de ser [palabra ilegible] por los acontecimientos, de
ted, amigo, en su trabajo, disminuye la importancia de la similitud que pueda que los hechos ocurridos durante estos meses de ausencia vuelvan incompren-
insistir entre ambas obras. Yo le demostraré que son rigurosamente ‘opuestas’”) sible y minúscula una actitud referida a un episodio sepultado por la historia.
y de Gracián (“Nunca fui un buen lector de Gracián”).
En carta del 21 de octubre de 1969, Prieto acusa recibo de los pareceres de Una vez más, el dilema de su vida profesional y política que, al acaso de
Borello sobre “Julio Cortázar, hoy”, otro de los estudios del libro, y ampara sus la seguidilla de gobiernos autoritarios, democráticos y golpes de Estado, deter-
debilidades en un nexo extraño con ese autor, de un sentido demasiado incierto minó también el vaivén de su vida entera: ingresar o no ingresar, renunciar o
para su tesón exegético: no renunciar a la docencia y a la investigación superior, siempre urgido por los
regímenes imperantes (y eso, además, en el mejor de los casos: cuando pudo
Ya no me caben dudas de que debo contarte como mi único lector consecuente, optar). El sino tiene un origen temprano en el que las fechas importan.
es decir, el único capaz de distinguir las etapas de un proceso, los cambios, Prieto participa en los preliminares de Contorno —Ismael y David Viñas le
a veces tan pequeños, pero que suelen ser indicadores de muchas vigilias, de ofrecen la dirección de la revista, que él rechaza— y publica en el número 1 de
muchos conflictos con los demonios interiores (…) No me extrañan tus vacila- noviembre de 1953. Pero recién reaparece en julio de 1956, en el 7/8 dedicado
ciones sobre el trabajo dedicado a Cortázar; ocurre simplemente que tampoco al peronismo. Durante más de dos años y medio su ausencia brilla en los suma-
yo estoy muy seguro de lo que quiero decir. Creo que Cortázar me remueve rios, y en algunos cruciales, como el de Martínez Estrada o el de la novela argen-
cosas muy profundas, me descoloca, me irrita y me seduce al mismo tiempo. tina, donde su colaboración era cantada. ¿Cuál es el motivo de este repliegue?
Hacia fines de 1953, aún bajo el gobierno de Juan Perón, su profesor y di-
Vale citar aquí esta carta vacilante e irritada porque computa, en la lectura rector de tesis Augusto Cortina incita a Prieto a concursar un cargo de adjun-
y en la crítica, y por confesión de parte, ese “resto” literario que ninguna “volun- to en Literatura Española en la facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires.
tad didáctica”, ni siquiera la de Adolfo Prieto, puede asimilar. Aunque la oferta es oportuna para quien buscaba no volver a la provincia, Prieto
duda. Decide ajustar los márgenes políticos de su resolución personal y con-
sulta con Ana Goutman, compañera de la revista Centro, que a su vez lo hace
Rosario con José Luis Romero, el referente más importante del reformismo excluido de
Hacia julio de 1971 Rodolfo Borello le escribe a Prieto desde Mendoza con una la universidad. La respuesta de Romero es clara: los jóvenes deben empezar a
propuesta oficial para que se incorpore al claustro docente de la Facultad de Fi- tomar posiciones desde adentro de los claustros. Con este visado incontestable,
losofía y Letras de la Universidad de Cuyo, donde, como se recordará, ya había Prieto acepta la propuesta de Cortina. La nueva va en reguero por los pasillos

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de la facultad, baja hacia San Martín y Viamonte, y hace agua en la opinión de civil. Como sea, con el GAN se levantó la veda política y los partidos volvieron a
David Viñas. actuar sin restricciones. Lógicamente, la universidad reflejó esos visos de cambio.
“Antes de que Cámpora ganara las elecciones —dice Gramuglio— empezaron a
Lo que no pensé nunca —recuerda Prieto—, era la repercusión que iba a tener armarse redes de recuperación, se llamaron a algunos concursos en la facultad,
en mis compañeros. Viñas lo tomó muy a mal, él consideraba que era una algunos cargos ad-honorem. La consigna era volver y empezar a buscar espacios.”
claudicación, que era, de alguna manera, admitir que había algunas cosas del Prieto ya estaba en Rosario y, procesada su experiencia europea, se enfren-
gobierno que funcionaban. Uno podía ser alumno, pero profesor no, había taba a la incertidumbre argentina. Le escribe a Borello, a un mes del arribo, el
esa contradicción. Esto lo discutíamos mucho. Pero Viñas lo tomó por ese 16 de noviembre de 1971:
lado, y para mí fue un golpe. Y tanto es así que un día, como todas las sema-
nas, él salía y yo entraba a la Biblioteca Nacional. Y pasó al lado mío. Y no En otras palabras (y esto lo sabrás por experiencia propia) después de las
me saludó. Fue fatal. Yo ya estaba en Contorno. Y entonces lo volví a pensar, y 48 horas iniciales, caí en un tembladeral de impresiones: que la confusión
dije: “No, no voy a seguir toda mi vida con esta rémora, con este pensamiento política, que la vida cotidiana, que la necesidad de ganarse la vida, como un
de que estuve mal”. Lo llamé por teléfono a Cortina y le dije: “Mire Cortina, lo novato, en un medio que cierra sus huecos más rápidamente de lo que uno
siento mucho, ha sido generoso conmigo, yo se lo agradezco, pero respéteme tarda en reducir las pretensiones.
la decisión que tomo”. Cortina no lo podía creer, me dio veinte mil argumen-
tos, de todo tipo. Pero ahí terminó. Su primer trabajo al regreso es el estudio sobre la literatura del Paraná para
la Biblioteca Vigil, con la que, además, continúa el plan de la colección “Co-
Las fechas importan. Borges y la nueva generación sale en septiembre de nocimiento de la Argentina” y redacta los prólogos de los primeros libros que
1954, Prieto lo escribe en tres meses. Viñas publica su reseña consagratoria en empiezan a salir en enero de 1974. En junio de 1972 viaja a Bahía Blanca a dar
Liberalis, en junio de 1955. Allí, según se vio, no solo erige a Prieto como el un curso sobre la literatura gauchesca, invitado por Félix Weinberg quien, en la
prototipo del “hombre nuevo”, sino que además lo inviste de la voz y la moral oportunidad, le solicita un ensayo. Prieto lo escribe, aprovechando su reciente
generacionales, y todo con su estilo exuberante en sintaxis, estrategias y gra- dedicación al asunto, pero se editará, bajo el título “La culminación de la poesía
vámenes. “La cosa es que, bueno —dice Prieto—, con David ya volvimos a la gauchesca” recién en 1977.64 Finalmente, el 7 de julio de 1972 rinde el concurso
relación, poco después vino la Libertadora que cambió todo, volvimos a través de Literatura Iberoamericana I, una de las cátedras vacantes en la Facultad de
de Contorno y de lo que pasaba en el país”.63 Filosofía y Letras de Rosario. Con él vuelven también, en condición ad hono-
Desde 1966, desde el episodio que Prieto teme ya “sepultado por la histo- rem, parte de los integrantes del CEF: Gramuglio, Rosa, Onega, e ingresan Ca-
ria”, el CEF mantuvo en Rosario los nexos entre sus integrantes, iniciados en la telli y Firpo, ya recibidos.
universidad reformista y sellados en la renuncia colectiva, y fue naturalmente el En el concurso hubo, además de Prieto, dos inscriptos más, pero ninguno
espacio donde se discutió, hacia 1972, el regreso a la facultad. se presentó, uno de ellos Andrés Avellaneda, quien nueve años después, hilando
En abril de 1971, bajo el gobierno del general Alejandro Agustín Lanusse, la gran red académica iniciada en los sesenta, contactará a Prieto desde la Uni-
la Revolución Argentina jugó su última carta: el Gran Acuerdo Nacional (GAN), versidad de Florida, en Gainesville. El tema sorteado fue “María de Jorge Isaac.
una maniobra apenas decorosa de concluir la ajada dictadura, favorecer la salida Estructura y estilo. Análisis Textual”, propuesto por la jurado Edelweis Serra
democrática y, de paso, excluir a Juan Perón y condicionar el futuro gobierno (quien mantuvo su cargo docente tanto en 1966 como en 1976). Norma Desi-
nano: “Él sacó sus fichas, esas fichas diminutas, inolvidables, que usaba para
63. Judith Podlubne, con quien conversé este y otros episodios de la vida de Adolfo Prieto, pro-
pone que, aunque no haga causa eficiente, la escritura expedita de Borges y la nueva generación
debe pensarse en el contexto de este conflicto personal y político. 64. En Horacio J. Becco y otros, Trayectoria de la poesía gauchesca, Plus Ultra, Bs. As., 1977.

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dar clases, las puso arriba del escritorio y empezó a hablar”. Nora Catelli: “La Yo no me sentí muy cómodo en este período —recuerda Adolfo—. No fue lo
vuelta de Adolfo, el concurso, fue muy emocionante, fue muy masivo, estába- mismo de antes, en absoluto. Nada interfería en mi trabajo en la cátedra, pero
mos todos, y cuando terminó su clase, hubo grandes aplausos, grandes aplausos había un contexto, había algo ahí en el clima, que no me resultaba grato. Pero
de bienvenida”. Roberto Retamoso, estudiante de Letras en ese momento: “Fue tampoco quiero dramatizar. Hacía mis cosas, seguía, pero, viendo a la distan-
una clase excelente, y lo más notable fue el apoyo de alumnos y profesores, con cia y comparando, fue un período para mí poco feliz. No fue que hubiera per-
aplausos; porque el valor simbólico de la figura de Adolfo era muy fuerte; por secución, nada de eso. Para nada. Fue muy respetuosa la Facultad conmigo,
su historia en la facultad, por su condición de ex decano en una universidad con mis clases; no hubo ninguna interferencia hasta el 76. Pero yo sentía esto:
democrática, por su labor en el Instituto de Letras, su concurso fue un hecho que no era mi Facultad.
político”.65 Y Prieto: “Más de ochenta personas en el aula; todos los amigos, to-
dos los enemigos y un notable número de estudiantes que no me conocen. Con- El 11 de marzo de 1973 la fórmula del Frente Justicialista de Liberación
cluyo y se oye una cerrada salva de aplausos” (carta a Borello, 12 de julio de Nacional (FREJULI), Héctor J. Cámpora-Vicente Solano Lima, ganó las eleccio-
1972). Seis años más tarde, Prieto retornaba al Instituto de Letras, pero de los nes con la consigna “Cámpora al gobierno, Perón al poder” y asumió el 25 de
tiempos gratos solo quedaban las aulas, el patio y el mástil. mayo. A los cuatro días, se intervinieron las universidades. Rodolfo Puiggrós, el
Los cinco y distintos programas de Literatura Iberoamericana I (aunque el candidato de la Juventud Universitaria Peronista (JUP), obtuvo el cargo de rec-
último, de 1977, apenas empezó a dictarlo) abordaron géneros, textos y tópicos tor de la UBA que, como primera medida, y para pintar de una sola pincelada
de historia literaria y periodizaciones, hasta finales del siglo XIX: las sociedades todo el cuadro de época, fue renombrada: “Universidad Nacional y Popular de
indígenas, el perfil americano después de la conquista, el proceso de mestiza- Buenos Aires”. El ministro de Educación Jorge Taiana declaró “La Universidad
ción, la lengua del imperio y sus modelos literarios, el barroco, los libros de no es una isla en el proceso nacional” y sentó base de la nueva ley, recordada
viajes, la literatura de la independencia política, el idealismo romántico, los con su apellido, la “Ley Taiana”, que se sancionó en marzo de 1974 y que nunca
cancioneros populares, la gauchesca, la fundación de las literaturas nacionales, llegó a aplicarse.
los ensayos de interpretación, el impacto inmigratorio, el realismo inicial en la Cámpora renuncia el 13 de julio de 1973, a menos de dos meses de su
narrativa, el modernismo. Aunque la Historia es axial en estos programas de asunción; Raúl Lastiri, presidente provisional, llama a inmediatas nuevas elec-
estudio, distantes están de cualquier tinte panorámico o enciclopedista (o, claro ciones; el 23 de septiembre de 1973 gana la fórmula Perón-Perón, Juan Perón y
está, “nacional y popular”, como era indefectible luego del 73); por el contrario, María Martínez de Perón, quien a la muerte de su esposo el 1° de julio de 1974
fieles al estilo docente de Prieto, planteaban problemas, tensiones, tránsitos y asume la presidencia. Con vértigo idiosincrásico, el peronismo se precipita de
centraban en ellos autores y textos; de modo tal que, por ejemplo, la literatura los sueños revolucionarios a la pesadilla de la Triple A, de la “Reconstrucción
podía ser reflejo pero también agente del proceso de mestización y el Inca Gar- Universitaria” antimperialista de Taiana a la “eliminación del desorden” de la
cilaso de La Vega conmover, en sus Comentarios Reales, la lengua imperial del “Misión Ivanissevich” y del rector Puiggrós al rector Ottalagano.
conquistador. Prieto le escribe a Borello el 16 de abril de 1975:

Pasamos de la loca e inconsistente euforia de la izquierda peronista a la cre-


ciente e implacable reacción de la derecha, que nunca se distinguió por la suti-
65. Entrevista inédita en colaboración con Judith Podlubne, marzo de 2013. Roberto Retamoso es leza de sus procedimientos. Han pasado tantas cosas en los últimos dos años
profesor de Análisis y Crítica, y de Análisis del Discurso en la Universidad Nacional de Rosario; que no existe ya sensibilidad capaz de registrar el calibre ni la importancia
publicó, entre otros, los libros de ensayos La dimensión de lo poético (1995) y Apuntes de literatura de las mismas. Este domingo, en vísperas de la iniciación de clases, un grupo
argentina (2009), y los de poesía La primavera camporista y otros poemas (2008) y Teoría de la
lectura (2011). Prieto dirigió su tesis de doctorado sobre Oliverio Girondo. Todos sus testimonios que se supone con fundamento, vinculado a la CGT local, entra a la facultad,
pertenecen a esta entrevista. quema las instalaciones del centro de estudiantes, todavía abierto a pesar de

86 87
las amenazas, rompe los escasos carteles sobrevivientes, entra en el decanato Y sin embargo… Cuenta Retamoso:
y estampa en una de sus paredes: “Señor Decano: le faltan güevos o le sobra
cagazo”. Una noticia más entre otras. Las clases empezaron en un clima enra- ¿Y cómo fue recibido Goldar? Por supuesto que con una asamblea interclaus-
recido; la facultad casi despoblada; profesores y alumnos cumpliendo su tarea tro donde contaría su propuesta para la dirección de Letras. Goldar era una
casi con un aire de clandestinidad. especie de hippie, pelo largo, lacio y canoso, unos bigotes, tipo Pancho Villa,
en la oportunidad llevaba una remera de franjas anchas rojas, amarillas, ver-
Este decano era el profesor Arturo Fernández, segundo interventor en Ro- des, estridentes, y un montgomery clarito. El tipo se presenta, habría unas
sario de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias del Hombre desde la asun- doscientas personas en la asamblea, y abre su discurso así: “Yo vengo a limpiar
ción de Cámpora. El primero, José Amiune, un abogado laboralista de la CGT esta escuela de ese liberalismo decadente que instalaron Adolfo Prieto y sus
y profesor de Sociología. El tercero, Nicolás Rosa, elegido en mayo de 1974 por secuaces”. Silencio. Duró cinco días en la dirección. Porque aun en ese con-
aclamación asamblearia y renunciado en octubre del mismo año. Retamoso, texto Adolfo era intocable.
entonces militante de la JUP, recuerda ese plebiscito:
Con el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, el autodenominado Proce-
Antes de las asambleas se hacía lo que se llamaba una “intertendencias”, una so de Reorganización Nacional sistematizó desde el Estado, desde el terrorismo
reunión de las diferentes agrupaciones para discutir y hacer acuerdos. Esta- de Estado, la matanza parapolicial de la Triple A que el gobierno peronista de
ban el PRT, el Tupac, el PC, el MNR, ahí se acordó apoyar a nuestro candidato, Isabel había oficializado con sus varios “decretos de aniquilamiento”; el primero,
que era Nicolás Rosa. En la asamblea había como mil personas y Nicolás salió de febrero de 1975. En la facultad, estudiantes y jóvenes docentes amenazados,
elegido por unanimidad y aclamación. escondidos, exilados. María Teresa Gramuglio se va a Buenos Aires; Nicolás
Rosa, unos meses a Italia; Nora Catelli y Marietta Gargatagli, a Barcelona; Artu-
Las intervenciones peronistas intentaron renovar el plantel de profesores y ro Firpo, a París. Escribe Judith Podlubne:
los contenidos y presupuestos ideológicos de las materias. Se armaron cátedras
paralelas a algunas de las concursadas antes de la apertura política de Lanusse, Hacia el segundo semestre de 1975, la situación general se torna delicada. En
bajo las formas de “seminarios” dictados por profesores porteños. Retamoso septiembre u octubre de ese año —la fecha no pudo establecerse con exacti-
recuerda su viaje a Buenos Aires, junto a Marietta Gargatagli, al Hospital de tud—, se difunde un volante con una amenaza colectiva de la Triple A en la que
Clínicas donde por entonces funcionaba la Facultad de Filosofía; recuerda la se conmina a más de diez profesores a abandonar la ciudad, y preferentemente
entrada al edificio, era como “un cuartel de la resistencia palestina, ibas pasando el país, a riesgo de ser fusilados donde se los encuentre en caso de no hacerlo.66
como por retenes, la universidad estaba militarizada”; recuerda su encuentro
con Francisco Urondo, director del departamento de Letras, quien propuso la A dos días del golpe, el 26 de marzo de 1976, el presidente de facto Jorge
lista de docentes que llegaron a Rosario, entre ellos, Juan Sasturain, Jorge Rivera, Rafael Videla considera que “el problema de la subversión encontró en las uni-
Eduardo Romano, Ángel Núñez. versidades un campo propicio para su desenvolvimiento” y, en consecuencia, las
En la primera intervención, el decano Amiune nombró como director de pone bajo el control del Poder Ejecutivo Nacional. De ahí en más, la devastación
la Escuela de Letras a Ernesto Goldar, que había publicado en 1971 su libro total y absoluta; según el informe de la CONADEP, el 21% de los desaparecidos
El peronismo en la literatura argentina. El fugaz paso de Goldar por Rosario, fueron estudiantes.
relatado hoy por un ayer joven estudiante y militante de la JUP, es iluminador.
Aunque el papel de Prieto en la facultad se limitaba estrictamente al dictado de
sus clases de Literatura Iberoamericana I, su sola presencia parecía encarnar la
tradición reformista, entonces defenestrada en las aulas nacionales y populares. 66. J. Podlubne, “La lectora moderna. Apuntes para una biografía intelectual”, op. cit.

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La Jolla, California-Gainesville, Florida
Desde el 1° de septiembre de 1976, Prieto pierde la continuidad laboral en su
cátedra de Literatura Iberoamericana I, y es recontratado cada mes hasta que el
15 de julio de 1977 lo dejan cesante:

Un día me volaron. Me llamó por teléfono el secretario de la Facultad y me


dijo: “Profesor, acá el señor decano que en este momento está en viaje a
Europa, me encomienda que le comunique que ha dejado de pertenecer al
claustro de la universidad”.

Como en 1966, otro golpe de Estado clausuraba su vida universitaria. Pero


la diferencia era lacerante; esta vez, las persecuciones, la clandestinidad, las
muertes ya iniciadas durante el gobierno democrático, impedían cualquier en-
cuentro de pares, cualquier declaración en común. Sin formulismos, Prieto salía
de la facultad en solitario.
El año 1977 finaliza sin nuevas laborales, pero en diálogo con colegas, amigos
y con esos nebulosos “contactos universitarios en USA” de los que le hablara a Bo- 21

rello en los días de Onganía. Prieto está, como siempre, dispuesto a ir a cualquier 22 23

lugar, pero cualquier lugar, ahora, no incluye ningún punto del mapa argentino y,
peor aún, no incluye a su familia. A principios de 1978, a través de Marta Morello
Frosch, recibe una invitación de Carlos Blanco Aguinaga, de la Universidad de
California en San Diego, quien en ese mismo año iba a publicar, en colaboración
con Iris Zavala y Julio Rodríguez Puértolas, el primer volumen de la Historia
social de la literatura española. La propuesta de Aguinaga: una estadía de tres me-
ses como profesor invitado del Department of Literature in Humanities & Social
Sciences en La Jolla para dictar Literatura Latinoamericana, desde septiembre de
1978. Prieto acepta y se muda a California, solo y con un inglés básico.
La Jolla, en San Diego, a orillas del Pacífico, “californiana pero no ostentosa 24

y con un clima perfecto”, recuerda Prieto. Negra lo visitó una temporada en 1980 21. Tulio Halperin Donghi, A. P.,
Rodolfo Borello, Jean Franco, Emilio
pero no se mudó allí. Las funciones de Prieto en la universidad no garantizaban Bejel y Ángel Rama. Universidad de
el largo plazo. Pero esos tres primeros meses como profesor invitado se reno- Harvard, Estados Unidos, 1982.
22. A. P. en su estudio de la casa de
varon periódicamente, y Prieto terminó dando clases en La Jolla casi tres años, Gainesville, Florida, Estados Unidos,
en cursos de sub-grado, grado y en seminarios, hasta el 30 de junio de 1981. a fines de la década del 80.
23. Negra Jarma y A. P. en la terraza
Sus alumnos, casi todos latinoamericanos, “y si había algún yanqui —dice con de la casa de Gainesville junto a
ironía— era un tipo que se había hecho latinoamericano del principio al fin”. Beatriz Sarlo, 1986.

Temas de sus cursos durante la época californiana: Huidobro, Neruda, 24. A. P. y María Teresa Gramuglio
en la Universidad de Florida,
Vallejo y hasta César Fernández Moreno (“Descubrí que la jerga porteña que Gainesville, 1984.

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utiliza César es casi incomprensible para los otros hispanoparlantes y poco me- y temporadas, de modo que la propuesta de Avellaneda abre paso a una estadía
nos me llevó la mitad del tiempo traducir sus términos al español universal”, firme en los Estados Unidos y, en consecuencia, la posibilidad de volver a con-
a su hijo del 10 de mayo de 1981); las Tradiciones peruanas de Ricardo Palma; vivir con su esposa.
Cortázar y otra vez Borges (“dos autores que tienen la virtud de hacer sentir Gainesville, una pequeña villa universitaria de clima subtropical, húmeda y
inteligente al comentarista y al lector. A la larga, esto se convierte en una especie caliente, sin atractivos urbanos ni naturales. Allí se mudó Prieto para iniciar en
de demagogia, y hay que estar prevenido contra ella”, carta a su hijo del 31 de agosto los cursos de 1981, después de obtener su cátedra por concurso. Llevaba
marzo de 1980). cinco años solo en el extranjero y justo cuando comenzaba a efectivizarse su
Además de sus clases regulares en La Jolla, y luego en Gainesville (Florida), cargo, el 28 de abril de 1983 Reynaldo Bignone, presidente argentino de facto,
durante los dieciocho años de su estadía en los Estados Unidos, Prieto viajó re- llamó a elecciones para el mes de octubre. Con la democracia, el regreso al país
gularmente como conferencista o congresal a distintas universidades norteame- se imponía como una variante firme, sin embargo Prieto tenía sus reparos; en
ricanas: Berkeley, Washington, New York, Maryland, Seattle, Los Ángeles, New carta a su hijo, del 3 de mayo de 1983, escribe:
Orleans, Darmouth, Tulane, México.
Por esos años también viajó a Francia (Caen, Nanterre) y pasó un mes en Los hechos son ciertos, incuestionables, pero creo que debe ponérselos en
Berlín, junto a Negra, consultando la Biblioteca Criolla de Lehmann-Nitsche; perspectiva, en el marco de la estricta realidad en que se desarrollan. Para
porque, como a él, “a mí —dice Prieto— la idea de placer en estado puro nunca mí, por lo menos, esa realidad tiene su tiempo y su espacio bien definidos.
me funcionó, para emprender viaje siempre algo tenía que haber: un concurso, Hace cinco años en Rosario llevaba ya 12 meses de estar sin trabajo, sin salida
un congreso”. La mixtura humboldtiana del viaje utilitario —un congreso— con aparente, condenado a un deterioro tan penoso para mí como para ustedes.
la experiencia romántica —el placer— propia de los viajeros del siglo XIX será Entonces vino la invitación de La Jolla, una circunstancia excepcional si se
el asunto del último libro de Prieto. piensa que yo tenía ya 50 años y prácticamente ningún contacto en este país.
Los resultados de estos periplos están en sus publicaciones académicas de Y lo que viene es una continuación de aquello; nada ha cambiado en la Argen-
los años ochenta y noventa en la Revista Iberoamericana de la Universidad de tina que mi vuelta ahora no repetiría la situación del 78, y aquí las cosas,
Pittsburgh, en los Cuadernos Hispanoamericanos de Madrid, en el Anuario de la en el plano profesional se han ido volviendo más y más duraderas. Cinco
Escuela de Historia de la UNR, en Texto crítico de la Universidad Veracruzana años de separaciones, de desgarramientos, pero también de poder continuar
de México, en la revista Río de la Plata de París, en Hispamérica de la Universi- desarrollando aspectos básicos de nuestras vidas, ustedes estudiando, Negra
dad de Maryland, en el Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana sirviendo de invalorable enlace y yo gustoso de aportar algo a la continuidad
Dr. Emilio Ravignani de la Universidad de Buenos Aires, en la Revista de crítica de ese ritmo y trabajando un poco también en lo mío. No hay opciones en
literaria latinoamericana de Lima/Pittsburgh, en América. Cahiers du CRICCAL este planteo, por lo menos opciones que dependan de nuestra capacidad per-
de París, y también en las argentinas Punto de Vista y Diario de Poesía. En estas sonal de cambiar el mundo. Nadie sabe qué pasará en la Argentina dentro de
revistas adelantó parte de sus dos últimos libros sobre el criollismo y sobre los 6 meses y, mientras no se sepa, lo más sensato parece atenerse al esquema de
viajeros ingleses, a los que estuvo dedicado por estos años, pero también escri- vida con el que nos hemos manejado hasta ahora. La variante, por supuesto,
bió sobre Arlt, Sarmiento, José Luis Romero, los años sesenta, el estructuralis- la importantísima variante, es que Negra pasará ahora más tiempo conmigo;
mo, Daniel Moyano, César Fernández Moreno, Ángel Rama y Martínez Estrada. confieso, honestamente, que lo necesito. 
En 1981, Andrés Avellaneda le escribe a Prieto a La Jolla con noticias profe-
sionales: en Gainseville, Florida, donde él da clase desde 1979, se abre concurso Prieto fue Graduate Research Professor en el College of Liberal Arts and
para un cargo Tenured Professor en Literatura Latinoamericana, que garantiza Sciences de Gainesville, donde vivió junto a Negra hasta su jubilación efectiva
la permanencia laboral. Un colega, una carta, una mudanza: el trío diegético de en 1996, tras la cual regresó de inmediato a Rosario. Aunque sus cátedras des-
esta biografía académica. Desde 1966 Prieto vive en tránsito, al azar de destinos de 1972 fueron todas de Literatura Latinoamericana, siguió escribiendo sobre

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asuntos literarios argentinos y siempre en castellano —en la entrevista de 1996 El discurso criollista en la formación de la Argentina moderna, 1988
decía: “No escribo en inglés, primero porque no lo manejo hasta ese punto, En 1979 Prieto recibe un subsidio del Consejo Latinoamericano para las Cien-
y después porque mi campo y mi audiencia siguen estando acá, yo no tengo cias Sociales (CLACSO) de Buenos Aires para retomar una idea que, desde So-
otras expectativas”—. Sus cursos en el exterior ya no eran origen de investiga- ciología del público, su segundo libro de 1956, persistía, tácita o expresa, en su
ciones y ensayos como cuando enseñó en el país. Habían perdido, junto con el labor académica y en sus escritos: la importancia de los lectores en la formación
estudiantado nacional, un código, una historia, una entonación común y, en de una literatura nacional y, en su deriva, de una historia social de esa literatu-
consecuencia, interlocutores incitantes. Como en Francia, las clases en Estados ra. En esas lindes, Prieto guarda un lugar especialísimo para el caso de Martín
Unidos fueron siempre “un poco raquíticas”. Pero además, según él lo evalúa Fierro, mermado en su popularidad por los folletines de Eduardo Gutiérrez.
en 1998, en las universidades yanquis, los estudios literarios, cooptados por la “Una idea romántica, asimilada por Hernández —escribe muy claramente en
teoría, venían reemplazando la elucidación de su objeto por la estridencia de la El discurso criollista—, de que una literatura nacional solo es concebible si se
jerga especializada: corresponde con una lectura de alcances nacionales.”
Los alcances del público lector y el betsellerismo criollista recibieron un
Mucho de lo que se escribe en esas universidades sobre literatura argentina nuevo impulso en el seminario Proyección del rosismo, de 1959. El armado de
no está dirigido al público que lee literatura argentina, sino a ese público un corpus con visos totalizadores había llevado a los miembros del grupo al “ro-
restringido, que obviamente conoce la literatura argentina, pero que ade- sismo como tema de impacto popular” y de ahí a la busca de folletines, guiones
más puede apreciar el despliegue, la astucia, la habilidad en el manejo de los radiofónicos, obras de teatro, sainetes, crónicas. Prieto recuerda sus visitas a “la
recursos de la teoría.67 librería Longo”, en Rosario:

Para quien, a lo largo de toda su vida y su obra, había sostenido como obje- Los libros de Longo eran para mí una bibliografía totalmente habitual. Yo iba
tivo y designio la escritura de una historia social de la literatura argentina, en la todas las semanas y ahí estaba él, don Alfonso Longo, que era un gran cono-
que, por otra parte, había experimentado con excelentes estrategias metoními- cedor y editor de folletines y cancioneros populares.
cas, se comprenderá hasta qué punto la docencia en el exterior, en un ambiente
proliferante en modas críticas, no iba a ilusionarlo demasiado. Y aunque, como La librería Americana aún funciona en el mismo sitio, Sarmiento 1173, y
puede leerse en alguno de sus escritos, no fue inmune a esa incidencia —ya con la misma empolvada escenografía: mobiliarios, anaqueles, caja registrado-
sea porque por momentos adoptó giros del repertorio estructuralista, que en su ra, almanaques gauchescos. Longo la fundó en 1908 junto con la casa editora
reflexión sonaban discordantes, o porque, por el contrario, se curó en salud de que llegó a ser la mayor de la época en cantidad de folletos publicados, con
la sintomática “resistencia a la teoría”—, logró afianzar su anacronismo socioló- amplia distribución nacional.
gico en un método que le debía casi todo a los “opacos” postulados de la inves- En sus libros y artículos de la década del sesenta, Prieto vuelve al tema del
tigación académica, pero que progresaba en cada idea, en la invención de cada criollismo en la vanguardia martinfierrista (lo había insinuado en su primer li-
vuelta, detalle y destello léxico, sintáctico y argumental, hacia la consolidación bro, lo afina en el Borges de Literatura y subdesarrollo y lo amplía en los estudios
de un riguroso y aventurado estilo crítico.68 sobre Boedo y Florida, Leopoldo Marechal, Scalabrini Ortiz); en 1968, como se
recordará, incluye en el plan de clásicos de la Vigil El “criollismo” en la literatura
argentina de Ernesto Quesada; y en el fascículo para el CEAL sobre La Genera-
ción del Ochenta: la imaginación trata “la literatura de intención populista” de
67. “Discusión”, en Punto de Vista n° 60, Bs. As., abril de 1998.
Eduardo Gutiérrez, quien, además, suma tres entradas en el Diccionario básico.
68. Para el impacto estructuralista ver, en este libro, “Estructuralismo y después” (p. 535); para la
implicancias críticas de la “resistencia a la teoría” de Paul de Man, ver “Rama sobre Martí: examen Ya bien iniciada la investigación, en febrero de 1983, Prieto viaja desde
de una estrategia” (p. 552). Gainesville a consultar durante un mes la “Biblioteca Criolla”, del Fondo Leh-

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mann-Nitsche en el Instituto Iberoamericano de Berlín, a partir de un contacto En 1985, con el acopio berlinés, Prieto publica un avance de sus estudios,
con el argentino Alejandro Losada, por entonces radicado en esa ciudad, pre- “Inflexión de lecturas: de Martín Fierro al folletín popular”, en el Anuario de la
sidente de la Asociación para el Estudio de las Literaturas y las Sociedades en Escuela de Historia, en Rosario. En 1986, un definitivo adelanto del libro, con
América Latina (AELSAL) y profesor en Freie Universität Berlin. Desde algún este título: “Argentina. La primera literatura de masas”, en la compilación de
tiempo atrás, Prieto venía conversando con Losada las contingencias de un gran Saúl Sosnowski, Augusto Roa Bastos y la producción cultural americana (Edi-
proyecto de historia social de la literatura latinoamericana que comprometiera ciones de La Flor y Folios Ediciones). Y en el mismo año, “Silvio Astier, lector
a críticos del continente. La idea era trabajar “fenómenos muy relevantes de de folletines”, ramal selecto de su asunto mayor, donde el personaje de Arlt opta
cinco regiones (Brasil, Río de la Plata, México, Caribe continental y antillano, por Rocambole, no por Juan Moreira, y se libera (y libera a la novela argentina)
Pacífico andino)” y, en el desarrollo, transferir resultados parciales en reuniones de cualquier exhorto nacionalista.70
académicas y publicaciones. Al arribo de Prieto a Berlín, él y Losada redactan Un período: 1880-1910, desde la Generación del 80 hasta el Centenario, en
una carta dirigida a sus pares del Río de la Plata; entre otros, a Beatriz Sarlo, Án- los plazos de la modernidad argentina. Un eje histórico-cultural: la fragua de un
gel Rama, Jorge Rufinelli, Saúl Sosnowski, Néstor García Canclini, Raúl Antelo, público formado y afianzado en las políticas de instrucción pública y asimilación
David Viñas y Noé Jitrik (ambos entonces exiliados en México), anoticiándolos del extranjero; el surgimiento de la literatura popular, tirante con la letrada, y de
del plan y consultándolos sobre pormenores rioplatenses. La carta prevé una un imaginario urbano mimético con el rural. Un tema: el criollismo. Una “red tex-
discusión general para ese año en el congreso de LASA (Latin American Stu- tual”: Martín Fierro, Juan Moreira, los diversos Santos Vega y sus “proyecciones”,
dies Association), en México, y adelanta los puntos generales a tratar: “Espacio sobre un fondo inflacionario de folletos voluntariosamente epigonales. Estas son
social y espacios culturales” y “Perspectiva latinoamericana”. Es de suponer que las coordenadas de El discurso criollista en la formación de la Argentina moderna,
las muertes trágicas de Rama en un accidente aéreo en 1983 y de Losada en otro donde Prieto lleva su régimen literario y sus propósitos historiográficos —“el sis-
en 1985 frustraron el proyecto. tema vivo de relaciones” que es para él la historia literaria—, contrastados una y
Las charlas con Losada alrededor de este proyecto favorecieron el viaje ale- otra vez en sus libros y estudios anteriores, a una de sus cumbres críticas: “no es
mán de Prieto y la visita a la Biblioteca de Robert Lehmann-Nitsche, necesaria necesario exagerar nada para elogiar este libro”, escribe Carlos Altamirano.71
para exprimir al máximo el archivo criollista. Lehmann-Nitsche se había instala- El criollismo de la Argentina moderna, sustentado en el fabuloso “poder de
do en la Argentina a finales del siglo XIX para dirigir la Sección de Antropología plasmación” alcanzado por la literatura popular, cumple varias funciones socia-
del Museo de Ciencias Naturales de La Plata; participó en los debates de la época les y, tras ellas, una paradoja nacional. Primero, el criollismo comprende, en su
sobre el criollismo y reunió cantidad de folletos sobre el tema. A su regreso a Ale- representación anacrónica del “gaucho, la ganadería más o menos mostrenca, el
mania, en 1929, formó con esos materiales su “Biblioteca Criolla”, fuente capital misterio de las insondables llanuras”, el emblema aliviador de todos los estratos
para Prieto que, en su libro, transcribe el Índice de publicaciones allí conservadas sociales: la dirigencia, que legitima su linaje nativo y rechaza en él al inmigrante;
y admite que, después de una primera etapa de estudio, se convenció de “la im- los sectores populares, que, corridos del campo a las metrópolis, sienten nostalgia
posibilidad de avanzar en el conocimiento del fenómeno sin el concurso de un por sus poblados y resisten el embate urbano; y los extranjeros, que enfatizan los
cuerpo documental suficientemente representativo del mismo”.69 estereotipos locales en el proceso de integración. Luego, el criollismo paradójico
regula, bajo los efectos de la afluencia inmigratoria, el par nacionalismo/cosmopo-

69. Ver Cristina Lisi y José Morales Saravia, “La ‘Biblioteca Criolla’ del Fondo Lehmann-Nitsche en
el Instituto Ibero-Americano de Berlín. Inmigración y cultura popular en el Río de la Plata”, Cara-
velle. Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien n° 47, Université de Toulouse, Toulouse, 1986; y 70. “Silvio Astier, lector de folletines”, en Hispamérica n° 45, Maryland, diciembre de 1986.
Gloria Chicote, “Las colecciones rioplatenses de Robert Lehmann-Nitsche: panóptico de la literatura 71. Carlos Altamirano, “Adolfo Prieto, El discurso criollista en la formación de la Argentina mod-
popular”, en Miguel Dalmaroni y Gloria Chicote (eds.), El vendaval de lo nuevo. Literatura y cultura erna”, en Boletín, tercera serie, n° 1, Instituto de Historia Argentina y Americana, Universidad de
en la Argentina moderna entre España y América Latina, 1880-1930, Beatriz Viterbo, Rosario, 2007. Buenos Aires, Bs. As., 1989.

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litismo, que Prieto ya había leído en Literatura y subdesarrollo con otros soportes
metodológicos. En un ambiente de mezcla y extranjería, “el tono predominante Digo curioso pero en realidad es previsible. Mi libro sobre el criollismo ha
fue el de la expresión criolla o acriollada” que, partiendo de las páginas de folleti- tenido buena recepción en los historiadores pero en nuestro campo práctica-
nes y décimas payadorescas, llegaba a conformar tipos culturales y aun sociales: mente nada. Es evidente que, desde el punto de vista de la historia, la historia de
la cultura, es un libro que puede ofrecer por lo menos información; en cambio
Es en el espacio de la naciente cultura popular donde los signos del criollismo desde el punto de vista de la crítica literaria… Aunque yo creo que está, pero
se ofrecen con una abundancia que llega casi a la saturación, y donde también evidentemente hay que buscarlo, metido en una cantidad de datos. Y es muy
se advierte un empuje, una temperatura emocional, un poder de plasmación probable que con el próximo libro suceda lo mismo, es decir va estar más cerca
que alcanza inclusive a fijar una galería de tipos que sale del universo de papel de la historia de la cultura que de esto que uno intenta definir como literatura.
para incorporarse a la fluencia de la vida cotidiana o a calificar, con sus térmi-
nos propios, diversos gestos y actitudes de la conducta colectiva. Ni antes ni Fuera de su fuerte coalición con la serie social, en El discurso criollista la lite-
después, la literatura argentina, en cualquiera de sus niveles, logró semejante ratura está. Está en el tratamiento de las conexiones entre las obras, en la filología
poder de plasmación. íntima de sus visiones semejantes u opuestas, en lo que queda de Fierro en Morei-
ra, en lo que muere de Fierro en Moreira, en lo que el nieto de Moreira le inflige a
El personaje Juan Moreira, de Eduardo Gutiérrez, concentra ese poder de la figura de su abuelo en la novela de Roberto J. Payró. Pero también, la literatura
plasmación popular, resistido por el frente letrado. Ernesto Quesada, en 1902, está en los primerísimos planos de sus recursos retóricos y lingüísticos, en la voz
afianza las formaciones de ese frente en El “criollismo” en la literatura argentina de Martín Fierro y en la forma folletinesca de Juan Moreira; en el oficio político de
(con esas comillas cismáticas). Y a tal punto que viene a relevar en notoriedad la lengua culta en el Santos Vega de Obligado, en el carácter estratégico y payador
al mismísimo Martín Fierro: “El perfil de Hernández —escribe Prieto— se des- de sus décimas. La literatura está en las modulaciones del propio relato criollista
vanece así en el ámbito de la cultura popular según un proceso de paralela cro- de Adolfo Prieto, en la inventiva de su corpus, en el tempo de su imaginación
nología al verificado en el ámbito de la cultura letrada”. Prieto lee a partir de este reflexiva, en la consistencia y progresión de sus ideas, en la fluidez de su fraseo.
declive el sistema de reemplazos literarios e ideológicos entre el poema Martín Prieto inició El discurso criollista en 1979, cuando daba clases en La Jolla, lo
Fierro y el folletín Juan Moreira (lo lee en el tratamiento del personaje, en el de revalidó en Berlín en 1983, y lo publicó en 1988, ya afincado en Gainesville. Escri-
la época, en el de la naturaleza) y en las transferencias de la célebre figura de bió este libro excepcional sobre los énfasis nacionalistas argentinos en el extranje-
Moreira hacia el circo y el drama criollo, el carnaval, el sainete. Y luego, entre el ro. Y lo abrió con esta dedicatoria: “Para Negra, Agustina y Martín, por la vuelta”.
moreirista Santos Vega de Gutiérrez y el payador Santos Vega de Rafael Obliga-
do, aliviado “de sus aspectos policiales”. Aquí no solo confronta la variante po-
pular y la letrada del personaje, sino también señala la entrada de Obligado en el Los viajeros ingleses y la emergencia de
circuito masivo, para desde allí “contrarrestar, en los lectores que poblaban ese la literatura argentina (1820-1850), 1996
espacio, el efecto producido por una literatura acuñada según el modelo visible Aunque tampoco pudieron trasponerlo, también hay un umbral en la Biblioteca
de los folletines de Gutiérrez”. El choque de modelos se medirá en el influjo del Vigil para los viajeros ingleses. Dos antologías de viajes, de trescientas páginas
personaje de Santos Vega en folletos y cancioneros, a veces como “hibridación” cada una, había previsto Prieto para la colección “Conocimiento de la Argentina”;
de las dos modalidades, a veces como toma de partido por una de ellas. Y tam- ambas iban a publicarse con prólogos de su autoría. Años después, en Gainesville,
bién en su derrame social en centros criollos, encuentro de payadores, y hasta cuando iba cerrando su ciclo universitario y podía andar más liviano de las cargas
en las conferencias sobre El payador de Leopoldo Lugones. académicas, la lectura ocasional del diario de Darwin en su travesía por el Atlán-
En la entrevista de 1996, con sus escrúpulos habituales, Prieto dice “algo tico Sur (Journal and Remarks, 1832-1836) volvió la atención de Prieto hacia esas
muy curioso” sobre este libro: crónicas y a las trazas que esas crónicas dejaron en los románticos argentinos.

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En cada uno de sus tres grandes libros Prieto trata dos géneros (la auto- New Continent de Humboldt y de su divisa, “tratar estéticamente los sujetos de
biografía, el relato de viaje) y un motivo (el criollismo). Los tres tópicos como la Historia Natural”. Humboldt funcionó como el código de la observación y el
soportes amplios para la invención de un “sistema vivo de relaciones” literarias relato trashumantes, una pauta que combinaba las distintas utilidades del viaje
en ciclos determinados, coincidentes con las periodizaciones argentinas tradi- en la égida del discurso racionalista, con el sentimiento sublime del paisaje pro-
cionales (el romanticismo, la generación del 80, la modernización). Porque no pio del romanticismo.
es en ningún tipo de temporalidad anticanónica donde la crítica de Prieto hace El utilitarismo inglés se medía en la busca de inversiones comerciales, pro-
la diferencia. La hace, sí, en el montaje de un dispositivo histórico totalizante, ductivas y financieras (entre ellas, sobre todo, la explotación de minas de oro y
que funciona gracias a la distribución sistemática de un corpus de textos bien plata o los préstamos bancarios), la escolta a grupos de inmigrantes, las inda-
engranados, cuyo mecanismo pone en marcha el circuito literatura/sociedad, gaciones naturalistas y hasta las misiones diplomáticas secretas. El recorrido
par heurístico de la sociología literaria. estándar iba desde Buenos Aires hacia la cordillera, a excepción del viaje de
Prieto y sus “estudiantes”, como gusta nombrarlos, hacen búsquedas bi- Darwin por el Atlántico Sur y las provincias del litoral. Los ingleses partían de la
bliográficas exhaustivas sobre el rosismo y las proyecciones del rosismo, con el modesta metrópoli rioplatense, cruzaban la llanura y se enfrentaban a las mon-
ánimo integral propio del archivista. Prieto viaja a Berlín a consultar la “biblio- tañas. El periplo ofrecía el contraste perfecto entre el ras oceánico de la pampa
teca total” del criollismo con ese mismo temple sistémico: la requisitoria del y la altura mural de los Andes. Darwin, que hizo el camino inverso, desde Chi-
todo —el catálogo completo de Lehmann-Nitsche transcripto en el apéndice de le a Mendoza, esperaba con ansiedad divisar la planicie desde alguna cumbre,
El discurso criollista es un signo de esa requisitoria— y el tramado de un corpus una vista “sublime” que adicionaba la celebración del entorno a su provecho, y
en sus puntos singulares de sinécdoque y condensación “para desde allí poder que se repetía en los informes de los predecesores, especialmente los del viaje-
iluminar el resto, es decir, establecer la articulación con otros momen­tos de la ro Francis Bond Head, el decano de la gramática narrativa inglesa en tránsitos
historia literaria”, única vía regia de una historia social de la literatura argentina. argentinos. Quizá la alta expectativa socavó la experiencia, o quizá su ánimo
Aquí el corpus de Los viajeros ingleses compendiados en dos series nomi- rectificador operó la panorámica, lo cierto es que Darwin, escribe Prieto, asentó
nadas por autor. La serie inglesa: John Miers, Alexander Caldcleugh, Robert la imagen “con una mezcla de desilusión y de acrimonia”.
Proctor, Peter Schmidtmeyer, Francis Bond Head, Joseph Andrews, Edmond Las tópicas miras inglesas enfocaban, del cuadro porteño, el matadero,
Temple, Sanuel Haigh, J. A. Beaumont, Charles Brand, W. H. B Webster, Campbell “como específico locus urbano”, escribe Prieto; de la pampa, “los aparejos ne-
Scarlett, Robert Fitz-Roy y Charles Darwin. La serie argentina: Alberdi, Echeve- cesarios” para su travesía, la invasión de langostas, el rancho hospitalario en el
rría, Mármol y Sarmiento. En el despliegue de ese par de series, en sus acoples centro de la nada, el gaucho, los indios, los cautivos; y de los Andes, los desfila-
periódicos, sesgados o directos, está el acontecimiento inglés de la literatura deros abismales. Las imágenes de los viajeros ingleses sobre estas observaciones
argentina. Con un desvío lingüístico, Gramuglio hermana los dos últimos libros subrayaban, hasta estereotiparlas, la comparación de la llanura con el océano
de Prieto: “unos ‘otros’, con unas lenguas otras —viajeros ingleses, inmigrantes (un “terrene ocean”, según Andrews) y de los Andes con los Alpes, en desmedro
extranjeros, sectores populares nativos— se revelarán como agentes necesarios de la cordillera local; la inminencia de los indios (“una presencia más supuesta
y activos para la configuración imaginaria de lo nacional”.72 que real —dice Prieto—, que no dejó nunca de movilizar la fantasía y la atención
Casi todos los extranjeros que recorrieron el territorio argentino durante del viajero”); la independencia, la libertad y hasta la nobleza del gaucho, pero
los años 20 y 30 del siglo XIX lo hicieron, en mayor o menor medida, bajo la también, su extrema violencia en el faenamiento de animales (“la entera visión
ascendencia del Personal Narrative of Travel to the Equinoctial Regions of the es horrible y repulsiva —escribe Darwin, traducido por Prieto—; el suelo con-
siste prácticamente en huesos; y los caballos y los jinetes están empapados de
sangre”). Y todo, hechos y retórica, en la mixtura pionera del relato humbold-
72. M. T. Gramuglio, “Viajeros ingleses, criollismo popular, literatura nacional”, en Punto de Vista tiano, datos abundantes y emoción estética, cifras duras y experiencia egregia,
n° 56, Bs. As., diciembre de 1996. que Andrews asocia, como ningún otro viajero, cuando advierte en Tucumán el

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potencial económico de su paisaje: “es de esperar —traduce Prieto— que estas verría pone en el inicio de su propia civilización y barbarie.
maravillas de la creación sean exploradas por el remoto inglés, sometidas a la A medida que avanza la serie argentina, el relato dinámico de Prieto la
herramienta del minero y administradas para la riqueza comercial de su país”. ramifica, de modo tal que en las postas de José Mármol o de Sarmiento siguen
Casi diez años después, en 1834, a ese paisaje romántico y utilitario regresa tallando la serie inglesa, pero ahora también a través de las escritos locales. Y
Juan Bautista Alberdi desde Buenos Aires para abrir la serie argentina con su Me- con tal presencia que ya no se mentarán las bellezas del jardín tucumano sin
moria descriptiva sobre Tucumán, “un minucioso tributo a la belleza física del suelo Andrews pero tampoco sin la Memoria descriptiva de Alberdi; y el anecdotario
natal”, escribe Prieto. El tributo a la provincia, tributa también a Joseph Andrews no jugará su rol vivaz y pintoresco sin Bond Head, pero tampoco sin Echeverría;
en la cita y la adopción de miras. Con sus estrategias bien localistas, Alberdi se no habrá gauchos sin ingleses pero tampoco los habrá sin argentinos. Alusiones
aprovecha del viaje de Andrews por “the Provinces of Córdoba, Tucumán and Sal- y silencios en las rutas nacionales del viaje: en Amalia, Mármol, al describir el
ta” para proponerse como vocero de su provincia en el coro de los estados confede- Tucumán de la tucumana Amalia, no cita a Joseph Andrews sino en la traduc-
rados y revalidar en Buenos Aires sus credenciales literarias. Así, adopta un punto ción de Alberdi; y al tocar la pampa, pone en primer plano el Facundo pero deja
de vista forastero para observar la propia comarca y resaltar su belleza original, sin fuera de campo las lecturas inglesas de Sarmiento.
privarse de echar mano al clisé británico que concierta la llanura con el mar. Como ningún otro operador local del romanticismo fue Sarmiento, últi-
Otros destinos de Alberdi validan la consigna romántica, cara a los in- mo de la serie argentina de Prieto, el que le dio al discurso utilitario del viaje
gleses: “pensar y vivir el viaje en función del texto en que debía culminar esa humboldtiano una escala política. Sarmiento no cejó en servirse de todos sus
experiencia”, escribe Prieto. Al regresar desde Le Havre a Santiago de Chile, e recursos, incluidos, en lugar diferencial, los retóricos, para la batalla de las ideas.
invertir el trayecto imperial, Alberdi cambia “la perspectiva tradicional de la Cada descripción, cada cuadro, cada anécdota, cada rapto sublime, entraron
literatura de viajes” y da cabida retórica al periplo americano y de ahí, en tránsi- en una contienda histórica que mandaba valorar el encanto del paisaje, claro
to, al programa de la generación del 37: “la propagación de una literatura capaz que sí, pero “a condición de que este gesto valorativo se acompañe de la debida
de establecer la específica relación entre el entorno natural y la historia de los reflexión utilitaria”, escribe Prieto al enlazar el Facundo con los viajeros ingle-
individuos y pueblos” y “el proyecto político que debía administrar y conducir a ses. Sarmiento los conocía bien y los citó en su obra: “bajo la sombra tutelar de
la realidad nombrada por esa literatura”. Humboldt”, están Andrews y Bond Head. Allí también está “la imagen del mar
Distinto de Alberdi que esgrime con gusto las relaciones de viajes extran- en la tierra” y su tipo característico el gaucho, tal como en un fuerte “sistema
jeros, Esteban Echeverría omite sistemáticamente cualquier remisión, aunque social” de ambiente y carácter los vincularon los ingleses; y está, como en La
tanto en La cautiva y El Matadero como en otras de sus obras menores se pue- cautiva, la mirada extranjera del viajero pautando los panoramas.
den rastrear las incidencias inglesas. Con una pericia deslumbrante, Prieto en- La ambigüedad genérica de Facundo, esa “fusión intermitente del discurso
cuentra que, en el poema, se adopta, desde su primera estrofa la visión alta del que sirve a un designio político con el discurso que sirve a un designio literario”,
viajero Bond Head (desde los Andes hacia la pampa) y su agrado anecdótico; puede medirse ahora, como hace Prieto, en otro contacto de la serie argentina
que las largas descripciones del desierto son “útiles” a la conformación litera- con la serie inglesa. Para Prieto, “las citas de Humboldt, de Head y de Andrews
ria del romántico paisaje nacional; que en el cuadro del incendio por sequía y la correspondiente adopción de sus perspectivas y sus códigos culturales favo-
(“la quemazón”) se transparenta el de Beaumont; que, por contraste férreo, el recen, en su área de inserción, el desarrollo de lo literario sobre lo político”. Pero
indio pierde, en su total brutalidad, los rasgos del buen salvaje que anotaban también, en un efecto estatal, auspician la distribución territorial del país con
los ingleses, y el gaucho está casi ausente. Asimismo en El Matadero, en la roja base en sus atributos naturales: la pampa de Bond Head, los cerros tucumanos
singularidad que le atribuyó la mirada exótica de Bond Head, Beaumont, Scar- de Andrews, pero no la Patagonia vacía de Fitz Roy. Igualmente, por esta ruta,
lett y Darwin, la presencia, al tiempo fantasmal y figurativa, del primero, que en los Viajes de Sarmiento asumen el paradigma de lo bello y lo útil a la inglesa.
su relato huía de la faena como “de Escila y Caribdis”, está en ese “cierto inglés” Sarmiento, citado por Prieto, describe la isla Más-afuera, donde “espectáculos
pisoteado metafórica y literalmente por los caballos de los matarifes, que Eche- sublimes” y “chorreras de árboles con variedad pintoresca”, para avanzar desde

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el pintoresquismo de los bosques a la explotación de sus recursos: “las maderas Boedo”, en la ironía con que se objeta la publicidad del trust cervecero Quilmes en
de construcción son inagotables, rectas y sólidas”, escribe Sarmiento. el primer número de la revista Claridad. En Literatura y subdesarrollo, en la fibra
Tanto las dos series que traza Prieto como sus derivaciones no son estáti- narrativa de la historia del Río de la Plata, compendiada en cuatro páginas a fuer-
cas, están en “movimiento narrativo”, buscan geométricamente su tangente, van za de exactas citas, imágenes y sintaxis. En La literatura autobiográfica argentina,
hacia un punto de la elipse en que se tocan, y en el toque reconfiguran los ra- en la vida sintética de Sarmiento, en la del “tornadizo y atropellado” Lamadrid y
males de “la emergencia de la literatura argentina”. Prieto busca esos contactos, en la de Anaconda del “Paraná y su expresión literaria”. En “La culminación de la
teje esa “red textual”, y se cuida muy bien de reducirlos a la influencia de una poesía gauchesca”, en “los efectos inimaginables” y la “capacidad de sugestión” de
serie, la inglesa, sobre otra, la argentina. La relación de fuerzas (activa en Alber- la sextina hernandiana. En la figura de Silvio Astier, “lector de folletines”, por las
di, reactiva en Echeverría, trascrita en Mármol, cifrada en Sarmiento) se mide calles criollistas de Buenos Aires, atento solo a la potencia liberadora de Rocam-
en los cálculos de equidistancia, nunca en la hegemonía. No se trata entonces bole. En la presencia imaginaria de Amalia Sáenz en el Facundo, entre las tucu-
del viaje argentino por un territorio epigonal dominado por el viaje inglés, sino manas que desfallecen bajo un cielo de fuego; en las reversiones decimonónicas
de un uso nacional estratégico y provechoso (en el sentido “utilitario” que los de la pampa de los viajeros ingleses, del Atlántico a los Andes, y en las de Alberdi,
ingleses le dieron a sus viajes), y hasta borgeano, del registro extranjero. Y es de los Andes al Atlántico. El mismo trayecto, el mismo paisaje en la ventanilla de
justo ahí donde se impone, romántica y políticamente, representar un paisaje ese primer tren, en el que Adolfo Prieto, a sus dieciocho años, le procuró a su vida
fundacional para la nación y la literatura. provinciana, tal como Sarmiento a la suya, otra suma de posibles narrativos.
En abril de 2000, Graciela Silvestri organizó una mesa especial sobre “Li-
teratura, viajeros e historia del paisaje en la Argentina. Comentarios sobre el
libro Los viajeros ingleses y la emergencia de la literatura argentina (1820-1850), Rosario
de Adolfo Prieto”, en el marco del coloquio “Diseñar el saber: de Humboldt a las Prieto y su esposa llegaron de Gainesville a Rosario el 5 de julio de 1996. Sus
redes virtuales”, realizado en el Goethe Institut de Buenos Aires.73 Prieto partici- hijos los esperaban en la casa de Dorrego con un ejemplar de Los viajeros ingle-
pó con una breve intervención final, donde contó el origen de su escrito y señaló ses y la emergencia de la literatura argentina, que acababa de salir. Ya retirado
la fase personal en que fue realizado. Al margen de los aprietes profesionales y de regreso al país, a los 68 años, Prieto consiguió por primera vez estabilidad
(“el artículo, el simposium, la ponencia, el libro y las urgencias derivadas de económica, geográfica y familiar.
las usinas proveedoras del debate de turno”), Prieto dice haber trabajado sobre Un posible rasgo de carácter, el compromiso con circunstancias y actos (y,
ingleses y argentinos en una “ceremonia privada”. si se quiere en los viejos términos, con el contorno y las funciones que el contor-
Los rasgos necesariamente literarios de esa ceremonia (ya ni culturales, ni no exige), hace que Prieto se acepte prontamente y sin prejuicios como jubilado:
históricos, ni sociales, tampoco textuales ni discursivos) pueden rastrearse, y no
solo por ánimo de continuidad biográfica, desde el principio de la trayectoria crí- Una cosa que sí funcionaba en mí: del mismo modo que no concebía la idea
tica de Prieto.74 En el antojo polémico, dispuesto a todo, aun a los errores, de de hacer un viaje por puro placer (siempre tenía que haber algo de trabajo),
Borges y la nueva generación, en ese “diálogo dramático con la existencia” con que también consideraba que una vez cumplido el ciclo, una vez que uno ya estaba
ese libro representó un ideario colectivo. En “La literatura de izquierda: El grupo jubilado, estaba jubilado. Y que había que darles espacio a los demás. Debo
ser tan determinado que me jubilé, y me jubilé. Es decir que hacía cosas, dar
algún curso, asistir a algún lugar si me llamaban. Pero yo, ¿extrañar dar cla-
73. Las ponencias de María Teresa Gramuglio y Fernando Aliata junto con la presentación de ses? No, para nada.
Silvestri y el “Comentario” de Prieto se publicaron en Prismas. Revista de historia intelectual n° 4,
Universidad Nacional de Quilmes, Bs. As., 2000.
74. “Una vida es una suma de posibles; ¿a qué esta prisa por cercar los inconteniblemente en En 1997 Prieto volvió a la vieja facultad de Filosofía de Rosario, ahora
curso?”, escribe Prieto, desde el vamos, en Borges y la nueva generación. llamada de Humanidades y Artes, a dictar un curso doctoral sobre el canon, un

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asunto que lo venía ocupando una vez terminado el proyecto sobre los viajeros. ralistas, feministas, postcoloniales; ambos muy en boga por esos años. Sus auto-
Años de dar clases de literatura latinoamericana en Estados Unidos decantaban res: desde el Inca Garcilaso y Sor Juana a Rodolfo Walsh y Rosario Castellanos,
por fin en este interés que, según había planeado, podía culminar en un nuevo pasando por Borges, Parra y Roa Bastos (entre varios otros), el corpus canónico
libro, pero que, ya en ámbitos argentinos, empezaba a tamizar certezas y a ga- abría sus motivaciones e ideología, su “sistema de inclusiones y exclusiones”.75
nar interrogantes: Prieto dictó este único curso en su regreso a la ciudad y esas clases permi-
tieron a la nueva generación de profesores y críticos rosarinos, que trabajaban
Es un tema que propuse en los Estados Unidos antes de venirme —dice en la en el viejo Instituto, ahora Escuela de Letras, estimar por primera vez en acto,
entrevista de 1996— y allí me parece que tiene mucho sentido. Ahora noto que como quien dice “en vivo”, el origen mítico de la alta tradición académica local.
acá resulta más estrecho, más reducido, porque todavía vivimos un momento Iniciado este siglo, Prieto publica sus últimos tres escritos. Colabora en
en que no hay duda respecto del canon, en cambio allá ese es un gran tema 2000 en Estudios sobre Literatura argentina: in memoriam Rodolfo A. Borello,
de discusión: cuáles son los textos que se pueden considerar canon, el tradi- de Ottawa Hispanic Studies, que homenajea a su amigo de toda la vida, a su
cional de escritores consagrados, los próceres que son todos blancos; o ahora, principal interlocutor, muerto en 1996 en esa ciudad canadiense, a la que había
por ejemplo, la inclusión de mujeres o de la literatura chicana que se escribe en llegado en 1978 para enseñar Literatura Hispanoamericana. En su estudio “La
inglés y en español, hay una gran cantidad de textos que están reclamando una variedad ensayística en la crítica de Rodolfo A. Borello”,76 Prieto revisa toda su
ubicación en el canon. Pero insistiendo en esto, me pregunto si no será oportuno obra y destaca de ella, casi en espejo, la preferencia por la prosa argumental
preguntarse por qué acá ese problema no existe, si no se debería empezar a cues- y polémica de Sarmiento y de Martínez Estrada, las rigurosas investigaciones
tionar el canon, cuáles son los autores que siempre se toman como paradigma, tamizadas en una voz ensayística personal y la insistencia en los contextos his-
por qué esos y no otros, esa es un poco la idea con la que empiezo a trabajar. tóricos ante la ventolera posestructuralista.
En 2005 Prieto prologa, para la editorial Beatriz Viterbo, una reedición de
El seminario Literatura hispanoamericana. Discusión del canon facilitaba la Muerte y transfiguración de Martín Fierro. Ensayo de interpretación de la vida
oportunidad. Prieto pensaba el tema desde perspectivas teóricas, históricas, ins- argentina de Martínez Estrada, poniendo énfasis en el “Epílogo” incorporado
titucionales y críticas, y proponía una red de autores para tratarlas. Su marco: por en 1958. Y en 2010 se incluye en la Obra Completa de Carlos Mastronardi, edi-
un lado, los estudios de Harold Bloom; por otro, los de las corrientes multicultu- tada por la Universidad Nacional del Litoral, su prólogo a Formas de la realidad
nacional, compilación de ensayos “de escritor situado en el preciso contexto de
una lengua y una cultura”, escribe.
Mientras tanto, en secreto, Prieto seguía atesorando un cuaderno de poe-
mas que fue publicado recién este año bajo el título Tiempos Signos Lugares,
síntesis definitiva de una vocación poética que se le había revelado en San Juan,
una tarde de finales de la década del 30.

25. Héctor Bonaparte,


Hilda Habichayn,
A. P., Edmundo Moreira, 75. El programa de este curso se publicó bajo el título “Canon y literatura latinoamericana 1997”,
Gladys Rímini, María en Susana Cella (ed.), Dominio de la literatura. Acerca del canon, Losada, Bs. As., 1998.
Luisa Arocena y Élida
Sonzogni, en la casa 76. En José M. Ruano de la Haza (ed.), Estudios sobre Literatura argentina: in memoriam Rodolfo
de la calle Dorrego. A. Borello, Otawa Hispanic Studies 25, Department of Modern Languages and Literatures, Uni-
Rosario, 2000. versity of Ottawa, Ottawa, 2000.

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