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En varios momentos históricos, los países dominantes establecieron

pactos entre sí para crear un sistema de relaciones internacionales


que aseguraran la paz y la estabilidad de los países. Fue así como
surgieron la Paz de Westfalia en 1648, el Congreso de Viena en el
Siglo XIX, el Tratado de Versalles después de la primera guerra
mundial, la paz de los aliados conducida por Estados Unidos
después de la segunda guerra mundial, que originó un conjunto de
respuestas de corto plazo así como organismos internacionales (Plan
Marshall, OTAN, FMI, Banco Mundial, OIT,OMC, entre otras), como
una forma de crear instituciones paraguas que establecieran la
normatividad mundial en la política, las finanzas, el comercio, el
empleo.

Hoy el mundo está dominado esencialmente por Estados Unidos, la


Unión Europea, China, Japón, Rusia e India, así como una pléyade
de países medianos. Estos son los que participan en el G-20,
agrupación que reúne a los jefes de Estado de los países más
importantes. Lo integran estadistas de culturas distintas y administran
enormes burocracias. Henry Kissinger lo ironiza así: “A menudo la
energía de estos estadistas se gasta más atendiendo a la maquinaria
administrativa que defendiendo un propósito”.

Con todo, Estados Unidos constituye una potencia indiscutible con


autonomía decisional. La Unión Europea en conformación vive
momentos difíciles. El proceso de toma de decisiones de la UE es
opaco, ineficiente y alejado del control democrático. Pero con 500
millones de consumidores es un motor para crecer, ahora detenido.

China va en ascenso. En 1943 Franklin D. Roosevelt había visto a


China como uno de los “cuatro policías” para ejercer la función de la
seguridad mundial. Pero el país sucumbió a una devastadora guerra
civil. Japón es rico pero excesivamente cauteloso. Rusia es un
gigante que se tambalea. India es un vasto país con grandes
realizaciones.

Ello a pesar de que adoran a 20 millones de divinidades, tienen 800


idiomas y 500 partidos políticos lo que advierte su complejidad.
Si cada uno de los países del G-20 obedece a los intereses
nacionales y a los lineamientos de los que dirigen la globalización,
resulta notable el exceso de cautela para abordar los grandes
problemas mundiales.

Privilegiando a la economía se omite abordar la regulación de los


mercados financieros, que sería fundamental para evitar otra crisis
como la que todavía tenemos. También se evita confrontar y resolver
el gran problema del desempleo y el deterioro social. Esto porque se
impide el ejercicio de una política expansiva, misma que podrían
aplicar Berlín y los gobiernos del norte de Europa que tienen margen
de maniobra para hacerlo. Se elevaría la demanda interna y con ello
el crecimiento económico de los países que lo hagan.

La austeridad es lo que prevalece. El gran objetivo actual es bajar el


déficit fiscal para reducir la temperatura de las economías
nacionales. Pero está comprobado que en la recesión no es posible
crecer. Ocurrió con la crisis del 29 hace 90 años en Estados Unidos y
ocurre ahora en Europa.

Mientras se elude lo esencial, se acumulan éxitos parciales y se


favorece el comercio que es política y guerra con otras armas.

Privilegiando a la economía, se omite abordar la regulación de los


mercados financieros, que sería fundamental para evitar otra crisis
como la que todavía tiene.

Posterior a la segunda guerra mundial, se produjeron grandes transformaciones a escala


planetaria que terminaron con la construcción de un nuevo orden institucional, ideológico,
político, económico y cultural que se convirtió en el patrón a seguir en las relaciones
internaciones. Esa reorientación del mundo generó e impulsó un modelo en la economía
denominado neoliberalismo, corriente que continuaba bajo el esquema filosófico del
liberalismo, lo cual fue una reacción teórica y política vehemente contra el Estado
intervencionista y de Bienestar.
Pero es que desde mediados del siglo XX se produjo un fuerte dinamismo enfocado a la
creación de organismos e instituciones para ordenar la economía internacional, y de esa
manera evitar que se reprodujeran las tensiones que, a lo largo de la primera mitad del
siglo, habían conducido a dos terribles acontecimientos bélicos mundiales desastrosos para
la humanidad. Por tales razones es que los grandes países establecieron pactos entre sí para
crear un sistema de relaciones internacionales que aseguraran la paz y la estabilidad global,
fruto del cual surgieron un conjunto de respuestas de corto plazo así como organismos
internacionales, tales como el plan Marshall, OTAN, FMI, Banco Mundial, OIT-GATT,
como una forma de que se instituyeran la normatividad mundial en la política, las finanzas
y el comercio.
Bajo esa nueva modalidad, las posiciones del FMI, BM y Acuerdo General sobre Aranceles
Aduaneros y Comercio respondían a la protección determinada de relación muy específicos
a necesidades de la época. Los fines concretos fue el de generar y preservar un ambiente de
paz, distensión, estabilidad económica y política en los ámbitos limítrofe, subregional,
regional y mundial, con la finalidad de obtener el escenario más idóneo que permitiera
aplicar políticas para el desarrollo económico y social con equidad, al menos fue la
justificación.
Es así como el sistema global existente de la organización económica internacional se basa
esencialmente en el conjunto de organismos que, posteriormente, se fueron configurando
durante la etapa de la guerra fría, el cual instauró un nuevo orden económico y político
mundial. Pero es que hablar de orden económico internacional, implica hablar de políticas
económicas internacionales o de mecanismos de regulación de la economía mundial, lo cual
hacen posible la existencia de un orden económico, que va a gestar un orden político.
En relación al orden político mundial, este se refiere a la relación sociocultural que se lleva
a cabo por las diferentes políticas exteriores del panorama internacional, a consecuencia de
eso surgen principios históricos a respetar que rigen a nivel mundial involucrando
principalmente al Estado con la sociedad y el ciudadano. Realidad que se observa de
manera sostenida desde mediados del siglo XX, dando señales que a nivel global se estaba
transitando por un nuevo orden económico y político.
Los grandes cambios que han estado ocurriendo en el mundo han redefinido las nuevas
perspectivas en procura de una salida a la larga desaceleración y depresión en que ha estado
inmersa la economía mundial por décadas. Desde los años 70 una serie de crisis la agobian
como son los casos de la crisis del crudo, crisis monetaria, crisis de la deuda externa, crisis
cambiaria, crisis financieras y crisis alimentaria, las cuales han repercutido sobre las
actividades económicas, el comercio y los mercados financieros.
Produciendo fuertes desequilibrios y rupturas en el funcionamiento de la dinámica de los
diferentes mercados y en las instituciones, lo cual ha hecho cuestionar la vigencia de ese
orden económico internacional.
Con la crisis de la década del ‘73, con la aparición de la estanflación, las ideas neoliberales
pasaron a ganar terreno, contexto que permitió que hacia 1979 surgiera la oportunidad de
ponerlas en práctica en Inglaterra al ser electa Margaret Thatcher, el primer régimen de un
país capitalista avanzado, públicamente empeñado en poner en práctica un programa
neoliberal. Luego, en 1980, Ronald Reagan llegó a la presidencia de los Estados Unidos, y
en 1982, Helmut Kohl hizo lo mismo en Alemania, trilogía que asumió esta corriente como
modus operandi para plasmar a un nuevo orden económico y político global.
Hoy resulta inocultable que el mundo esté configurado esencialmente por EEUU, la Unión
Europea, China, Japón, Rusia e India, así como una pléyade de países medianos que
superan los diez millones de habitantes y economías más robustas y abiertas, algo
inexistente en la década de los cuarenta, los cuales constituyen los países que participan en
el G-20. Estas son demostraciones irrefutables que colocan al mundo ante la presencia de
un esquema multipolar que está definiendo un nuevo orden económico y político global,
cuya manifestación concreta se observa con la presencia del Brexit, los cambios en la
politica exterior de EEUU, la crisis europea, la vulnerabilidad de los precios del crudo, la
conformación de los BRICS, la crisis financiera global y la inoperancia de los organismos
multilaterales, en adición, esto coloca al mundo ante un nuevo esquema geopolítico y
geoeconómico cambiante.

La Constitucion y los tratados


internacionales
Una de las novedades importantes de la Constitución proclamada el 26 de enero del 2010,
es la incorporación en su texto del control preventivo de los tratados internacionales y dos
disposiciones que establecen su rango legal. Con estas inclusiones quedan cubiertas
lagunas legislativas que originaban controversias jurídicas, respecto a la admisibilidad de
la acción de inconstitucionalidad contra los tratados y al lugar que ocupan en el
ordenamiento legal interno. La solución adoptada por la Constitución hace inadmisible la
acción de inconstitucionalidad de los tratados (a)), consagra la supremacía de los tratados
relativos a derechos humanos sobre las leyes ordinarias (b) y equipara los demás tratados
a estas leyes (c).

a) El artículo 185 de la Constitución atribuye competencia al Tribunal Constitucional creado


por el artículo 184, para "el control preventivo de los tratados internacionales antes de su
ratificación por el órgano legislativo", o sea, por el Congreso Nacional. Por consiguiente, en
lo sucesivo será inadmisible la acción de inconstitucionalidad contra un tratado ratificado
por el Congreso Nacional, puesto que el Tribunal Constitucional previamente a su
ratificación habrá examinado y declarado su conformidad o su desacuerdo con la
Constitución.

b) El numeral 3, del artículo 74 de la Constitución, dispone que "los tratados, pactos y


convenciones relativos a derechos humanos, suscritos y ratificados por el Estado
Dominicano, tienen jerarquía constitucional y son de aplicación directa e inmediata por los
tribunales y demás órganos del Estado." De una manera clara y precisa este artículo
consagra una igualdad jerárquica entre la Constitución y los tratados sobre derechos
humanos suscritos por nuestro país.

c) Por su parte el numeral 2, del artículo 26, establece que "las normas vigentes de
convenios internacionales ratificados regirán en el ámbito interno, una vez publicados de
manera oficial." De acuerdo a lo dispuesto por este artículo de la Constitución, los tratados
y convenciones internacionales suscritos por el Estado dominicano que no recaigan sobre
derechos humanos regirán en el ordenamiento legal interno, pero no con jerarquía igual a
la constitución, sino con la misma jerarquía de las leyes ordinarias y códigos.

Esta solución constitucional es aceptada por el Derecho Internacional Privado: "La reglas
establecidas por los tratados concluidos y regularmente publicados deben ser plenamente
consideradas como normas pertenecientes al derecho objetivo, derecho aplicable al mismo
título que el derecho interno. El Juez debe conocer este derecho convencional como el
derecho interno (curia novit jus) y, aplicándolo a los hechos, "realizarlo" transando los
litigios y los casos individuales de los cuales es apoderado" (Juris-Classeur de Derecho
Internacional).

Ahora bien, de estas soluciones constitucionales se derivan reglas de solución de


conflictos de leyes que deberán ser aplicadas en la práctica judicial. Una de ellas es clara:
En un conflicto entre un tratado y una ley interna o código, si el tratado versa sobre los
derechos humanos, de acuerdo al numeral 3, artículo 74, de la Constitución, tendrá la
misma jerarquía de la Carta Magna. De lo cual resulta la supremacía y aplicación de este
tratado sobre nuestras leyes ordinarias y códigos.

En un conflicto entre un tratado que no versa sobre derechos humanos y una ley interna o
código, de acuerdo al numeral 2, del artículo 26, el tratado no tendrá la misma jerarquía de
la constitución. Regirá en el ordenamiento legal interno, pero no con jerarquía
constitucional, sino con la misma jerarquía que tienen las leyes ordinarias y códigos. Esta
situación legal origina un conflicto de leyes en el orden interno, o sea, un conflicto entre un
tratado y una ley o Código, los cuales de acuerdo al artículo 26 de nuestra Constitución
tienen la misma jerarquía legal. ¿Cómo resolverlo?

Dada la igualdad de jerarquía legal establecida por la Constitución entre los tratados y las
leyes ordinarias y códigos, lógicamente será necesario aplicar las reglas de solución de
conflictos de leyes en el tiempo. En consecuencia, por aplicación de la máxima "la ley
posterior deroga la ley anterior", se admitirá que un tratado nuevo deroga o modifica
tácitamente, en el ámbito específico de aplicación del tratado, las leyes y códigos
anteriores cuando sean incompatibles con el tratado.

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