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Comisión de Juventud
DIPLOMADO
“LIDERAZGO Y NEGOCIACIÓN
POLÍTICA”
Tecnolectura Módulo I
Las políticas públicas constituyen una disciplina académica que integra elementos
tanto teóricos como prácticos, y que a estas alturas del siglo XXI ya no podemos
considerar como novedosa, principalmente por que es un tema que generó sus
primeras inquietudes desde los ya añejos estudios de finales del siglo XIX a cargo
de Wilson (1887). El estudio de las políticas públicas ha llegado para quedarse como
una rama que brota de la Administración Pública y encaminada al perfeccionamiento
del actuar gubernamental. Su estudio ha llegado de unos años a la fecha con un
deseo de desarrollo y expansión muy agresiva que está transportando a los
investigadores mexicanos a tomarla con una formalidad mucho más activa que lo
visto en décadas pasadas.
Los iniciadores de las políticas públicas consideraban fundamental que los aportes
de los científicos sociales contribuyeran en el diseño de las políticas, para lo que
partían de la selección de asuntos normativamente importantes que permitían
clarificar las metas de los analistas sociales así como las que la comunidad
esperaba, luego analizaban las tendencias existentes, las condiciones y los
probables desarrollos futuros. De León (1997) nos indica que Laswell llevó a la
práctica gran parte de sus ideas para lograr mayor calidad en la forma del gobierno
y dedicó especial atención al proceso de las políticas, o de las etapas o fases
funcionales por las que una política o proceso gubernamental determinado debería
transitar.
Laswell nos propone que las ciencias de las políticas deben de incluir el estudio de
los métodos de investigación del proceso de la política, los resultados de los
estudios de las políticas y los descubrimientos de las disciplinas que pueden aportar
contribuciones importantes para las necesidades de inteligencia del momento.
Asimismo distingue las ciencias de la política de la materia de estudio de los
politólogos (la ciencia política), que se ocupa del estudio del poder, en el sentido de
la toma de decisiones. En cambio las ciencias de las políticas se ocuparían de la
teoría general de la elección. En este sentido considera que significativos aportes a
la teoría general de las decisiones como la teoría de juegos o la teoría de la elección
racional han sido realizadas por personas que no son politólogos.
Existen varias investigaciones que enfatizan que la política no es solo preocupación
por los mecanismos de poder y legitimidad, ni tampoco una serie de análisis
exhaustivos de partidos y elecciones (Dahl, 1961; Lindblom, 1991; Wildavsky, 1980;
Majone, 1978). La escuela del public policy centra su preocupación en la formación
de decisiones políticas y su puesta en marcha por lo que el mundo de las políticas
ha permitido analizar la política en acción. En este tipo de estudios se parte de un
supuesto pluralista en el que los poderes y recursos se distribuyen de manera
desigual y en el que los procesos decisionales son más bien resultados de
interacciones múltiples en las cuales participan muchos actores de manera
simultánea.
Para Molina y Delgado (1998) viene a referirse a un también enfoque teórico que
aspira a interpretar toda la ciencia política desde unos presupuestos relativamente
novedosos que se derivan de la microeconomía y a partir de los cuales el
comportamiento político del ciudadano opera como un maximizador de utilidad que
se comporta de forma similar a un agente económico. Sugerimos la consulta de la
obra «understanding contemporary society: Theories of the present.» (Browing et al,
2000).
Desde un punto de vista analítico pueden distinguirse cuatro etapas en las políticas
públicas y en cada uno existe una relación con la política: origen, diseño, gestión y
evaluación de las políticas públicas. La articulación de la política y las políticas
públicas puede ser mejorada en cada una de las etapas analíticas de estas últimas.
Tal perfeccionamiento puede considerarse parte de la modernización del sistema
político.
En Nueva Zelandia y otros países se ha intercalado otro “momento” analítico, aquel
en que diversos contratos convierten el presupuesto de un acuerdo entre el gobierno
y el parlamento sobre los montos a ser recaudados y gastados, en una declaración
explícita de qué se hará con los recursos disponibles.
Las políticas rara vez se extinguen por completo; es más habitual que cambien o se
combinen con otras. Se ha llegado a decir que las políticas públicas son inmortales.
Sin embargo, existen políticas con aspectos temporales definidos, después de los
cuales dejan de existir, por diseño (fade-out).
Cada parte del proceso tiene una naturaleza específica. Estas fases no
necesariamente se dan en etapas causales y consecutivas, sino que en momentos
analíticos de calidad y duración heterogéneas. La discusión social, la propuesta de
políticas públicas y el proceso político tienen dinámicas distintas, si bien entre ellos
existen efectos recíprocos, aunque asimétricos.
La gestión puede ser discordante con las políticas, incluso para enriquecerlas o
adaptarlas. Buena parte de los equívocos con los funcionarios públicos civiles
vienen de políticas mal diseñadas en cuanto a su puesta en práctica, o con
correcciones laterales, en vez de una modificación integrada. Mientras no se
encaren las reformas sustantivas, de modo integral los funcionarios públicos
considerarán que los cambios son para perjudicarlos.
En la evaluación las fugas pueden ser aún peores. Ella puede simplemente no
existir, con lo que la pérdida de eficiencia y efectividad potencial es enorme. O
puede haber una evaluación parcial o ad hoc, para resultar conforme a una opción
elegida de antemano. O, todavía, pueden evaluarse políticas de menor
trascendencia, en vez de las más importantes y complejas.
Toda sociedad tiene un debate sobre si misma. La riqueza de una sociedad se mide
por su discusión pública, así como por su capacidad de transformarse a partir de
ella. De allí que la democracia debe educar a sus ciudadanos en su habilidad de
plantearse públicamente.
Las ventanas de oportunidad para los problemas en general y para sus aspectos
políticos están relacionadas. Cuando se abre una ventana de oportunidad porque
un problema gana importancia, las soluciones planteadas tienen más éxito si
también obtienen aceptación política. Al revés la falta de aceptación política las hace
menos viable. La definición de la agenda pública es definida y redefinida también
según la dinámica de las fuerzas políticas.
La agenda pública incluye muchos puntos de vista, incluso contradictorios, los que
podrían no tener cabida en el mismo programa. También porque hay sectores
sociales subrepresentados, mientras otros tienen una capacidad desproporcionada
de representación de sus propios intereses. La participación es un bien que se
distribuye de manera muy heterogénea.
Por otra parte, en relación a los bienes y servicios públicos esenciales y otras de
acceso universal se requiere una decisión social o colectiva sobre los niveles de
provisión y respecto de si y cómo asegurar el acceso igualitario a la salud, educación
y bienestar, en general. Por supuesto, la provisión de estos bienes puede ser
privada o mixta.
Los actores disponen de una «racionalidad limitada», es decir que sus objetivos no
son claros, ni unívocos, ni explícitos. Sus elecciones están cruzadas por múltiples
contradicciones y se inspiran en motivaciones cuya principal virtud no es siempre la
coherencia.
Esta definición insiste también en las estrategias de los actores, puesto que «no hay
sistemas sociales totalmente reglamentados y controlados» (Crozier, Friedberg, op.
cit., p. 25).
En resumen, el Estado no existe nunca en sí, sino siempre desde el ángulo de sus
relaciones con otros actores» (Padioleau, p. 16).
Estudios de las políticas públicas cada vez más numerosos han puesto de
manifiesto la importancia de las instituciones del Estado como organizaciones a
través de las cuales los agentes públicos (electos o administrativos) persiguen
metas que no son exclusivamente respuestas a demandas sociales y, a la vez,
como configuraciones de organizaciones y de acciones que estructuran, modelan e
influyen tanto en los procesos económicos como en las clases o los grupos de
interés.
Toda política pública parte del supuesto de que existe un problema respecto del
cual se espera la intervención del Estado. En otras palabras, se percibe que alguna
situación resulta insatisfactoria y que amerita que sean las autoridades públicas, a
través del aparato burocrático del Estado, las que planteen una solución al respecto.
En tanto todo el proceso está atravesado por los valores y el entendimiento que los
diferentes actores tienen sobre las cuestiones , puede suceder que ante una misma
situación, la evaluación que hacen los actores sea diferente. Asimismo, un cambio
en los valores predominantes a nivel social puede generar que se convierta en
problema una situación que durante largo tiempo no fue evaluada de esa manera.
Respecto de a qué se debe la inseguridad, para algunos actores, ella puede estar
asociada a un insuficiente control. Si partimos de esta definición, las acciones
privilegiadas serán aquellas orientadas a aumentar la vigilancia: por ejemplo,
instalar cámaras de seguridad en las calles y/o aumentar los recursos asignados a
las fuerzas de seguridad (capacitar a una mayor cantidad de agentes policiales,
comprar más vehículos, mejorar su equipamiento).
Pero no podemos desconocer que la definición del problema también tiene una
dimensión política, es decir, que involucra a actores entre los cuales se establecen
relaciones de poder o de conflicto. Aquellos actores con capacidad suficiente para
plantear una definición aceptable del problema serán quienes incidan de manera
significativa sobre la decisión que será tomada en cuanto a qué acciones se deben
desarrollar. En síntesis, la definición de un problema que termine por imponerse no
sólo será aquella técnicamente fundamentada, sino también la que haya podido ser
promovida por un actor o una coalición de actores suficientemente fuerte.
políticas públicas. Ahora bien, la capacidad que tienen los gobiernos para abocarse
a la resolución de problemas es siempre limitada, motivo por el cual logran,
efectivamente, ingresar a la agenda gubernamental.
¿Qué es lo que hace que un problema sea clasificado como “privado” o “público”?
Los problemas privados son aquellos respecto de los cuales se considera que
afectan a los individuos o su relación con grupos cercanos (su familia, su entorno
laboral, sus vecinos). Su resolución se prevé, también, en forma privada, ya sea
individual o solidaria. En el caso de los problemas públicos, en cambio, se piensa
que tienen incidencia sobre la sociedad en su conjunto. Resultan socialmente
relevantes y concitan la atención de la ciudadanía.
Lo que hace que un problema sea considerado como privado o como público son la
cultura y los valores predominantes en una sociedad. En algunos casos (aunque no
siempre) éstos se reflejan en su ordenamiento jurídico (Constitución Nacional, leyes,
códigos). Sin embargo, es preciso reconocer, también, la existencia de “promotores”
para que algun os problemas sean considerados “públicos”. Se trata de actores que
movilizan apoyos y recursos para que algunos problemas superen el ámbito de lo
privado. Los medios masivos de comunicación tienen un papel central en estos
momentos.
En otros términos, ¿basta con el carácter público de un problema para que se instale
en la agenda gubernamental?
La agenda pública está compuesta por todos los hechos que han sido definidos
como problemas públicos por losmiembros de una comunidad.
La agenda gubernamental está integrada exclusivamente por aquellos problemas
públicos que han logrado convocar la atención estatal y en torno a los cuales se
prevé la elaboración de políticas para hacerles frente.
Queda claro, entonces, que no todos los problemas calificados como “públicos” por
una determinada sociedad pasan a formar parte de la agenda de gobierno. A esto
hay que agregar, aunque parezca obvio, que una vez incorporados, no todos ellos
serán prioritarios.
En algunos casos, esto ocurre porque desde el Estado se presta atención a algunas
cuestiones que pueden no resultar graves en el momento presente y, por lo tanto,
puede que no estén instaladas en el debate público, pero tendrán consecuencias a
futuro.
En otros casos, también, se atribuye a que los actores ligados al aparato estatal
hacen su propio “juego”, dando relevancia a determinados problemas que son
prioritarios en función de sus intereses político-partidarios.
Ahora bien, podemos plantearnos, ¿hay factores que facilitan que algunos
problemas públicos ingresen en la agenda gubernamental y otros no?
Desde el punto de vista del contexto, podemos decir que en primer lugar, hay un
filtro que está dado por los criterios ideológicos y legales. Tanto las creencias y
valores compartidos como así también su reflejo en el ordenamiento legal
(Constitución Nacional, Códigos, leyes relevantes para cada sector de políticas)
determinan la legitimidad de la intervención del Estado para algunas cuestiones (y
no para otras), así como también la mayor receptividad de las agencias estatales
antes ciertos asuntos y grupos. En palabras de Aguilar Villanueva (1996), existe un
“patrón de atendibilidad y aceptabilidad de los problemas públicos”.
Hay algunas características propias de los problemas que hacen que su ingreso a
la agenda gubernamental se vea facilitado. Contribuyen a concitar la atención
gubernamental aquellos problemas ampliamente conocidos por la ciudadanía, los
que están definidos en términos genéricos y sin tecnicismos, y los que revisten una
fuerte carga emocional o han alcanzado proporciones de crisis.
La formulación de alternativas
Hasta ahora, hemos dicho que todo problema público es definido de alguna manera.
Y que a nivel social se considera que respecto de él, son las autoridades
gubernamentales, a través del aparato estatal, las que deben tomar intervención.
5. El cabildeo legislativo
Así tenemos el cabildeo público, que ejercen los funcionarios de los Poderes de la
Unión entre ellos, y con los actores del sector privado, cámaras, asociaciones y
empresas.
Por otro lado, y gracias a las modificaciones de los dos Reglamentos Internos del
Senado y de la Cámara de Diputados, tenemos, por la primera vez en la historia en
México, una definición jurídica de la profesión de cabildeo. Si bien hay algunas
diferencias entre las de las dos instituciones, coinciden en el objetivo que es lo de
“promover intereses legítimos de particulares, ante los órganos directivos y
comisiones del Senado o ante senadores, con el propósito de influir en decisiones
que les corresponden en ejercicio de sus facultades”, y “obtener una resolución o
acuerdo favorable a los intereses propios o de terceros”.
La pluralidad política abrió las puertas a esta práctica. Cuando dominaba un solo
partido la escena política y parlamentaria nacional, eran suficientes los acuerdos en
el más alto nivel sin tomar en cuenta la composición de los poderes (principalmente
el Legislativo); ahora las autoridades locales y federales son de origen y signo
partidista distintos, y en el Congreso de la Unión ningún partido decide solo.
El cabildeo en México es una actividad que emergió en 1997, cuando ningún partido
político obtuvo la mayoría en el Congreso de la Unión, y hoy se encuentra en plena
consolidación. De esta manera, los empresarios, organizaciones civiles y
funcionarios públicos se vieron en la necesidad de negociar sus propuestas e
intereses con el Poder Legislativo, sin intermediación de canales tradicionales como
los partidos políticos, pero sí por medio de instancias profesionales, que se dedican
a persuadir o a presionar a los legisladores para que tomen decisiones que los
beneficien o que no los perjudiquen.
Desde una visión positiva, el cabildeo se puede considerar como un medio que
permite la activa participación ciudadana en los procesos de toma de decisiones
públicas. Por otro lado, el negativo, el cabildeo puede encubrir una práctica
reservada a grupos de presión o a grupos específicos, económicamente poderosos,
que buscan tutelar sus intereses haciéndolos pasar como colectivos.
El cabildeo legislativo
Son varios los tipos y modalidades que puede adoptar la actividad del cabildeo; El
cabildeo legislativo es aquél que se ejecuta por grupos, gremios, dependencias
gubernamentales u oficinas especializadas (públicas o privadas) entre otras
organizaciones, ante el Poder Legislativo para impulsar iniciativas y propuestas para
fortalecer la toma de decisiones.
Los actores del cabildeo legislativo se dividen en actores pasivos y actores activos.
En este caso, el actor pasivo es el Congreso mexicano, que se ha convertido en un
blanco ideal para algunos grupos de presión. Lo que interesa en este punto son los
actores activos, es decir los emisores de las estrategias de cabildeo. Los actores
activos del cabildeo legislativo más visibles son los empresarios, las agencias
profesionales de cabildeo, las organizaciones ciudadanas u organismos no
gubernamentales y dependencias del Poder Ejecutivo, aunque son los más visibles
no necesariamente son los únicos.
Los detractores del cabildeo sostienen que se trata de una actividad que realizan
únicamente grupos económicamente poderosos para tutelar sus intereses. No
obstante, en México el avance democrático ha consolidado a un nuevo actor
político: la llamada sociedad civil. Este espacio social y los organismos no
gubernamentales (ONG) que lo componen buscan impulsar una nueva identidad
cultural ciudadana que tiene como ejes rectores la ética en lo público, los derechos
humanos y la democracia, así como un objetivo central: promover modelos
diferentes de participación ciudadana para establecer nuevos esquemas de
participación y de relación entre ciudadanos e instituciones de gobierno.
Por parte del gobierno, los principales actores de la negociación son el presidente
de la República y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, a través de la
Subsecretaría de Egresos. El número de actores del poder Ejecutivo que fungen
como interlocutores con los diputados ha sido una decisión táctica del gobierno en
turno. En los años 90, por ejemplo, las decisiones presupuestarias eran tomadas,
además del presidente de la República, por un grupo reducido de funcionarios
públicos. Un entrevistado dijo que en la segunda parte de esa década, “quienes
decidían realmente eran Santiago Levy y Ernesto Zedillo”, entonces subsecretario
de Egresos y presidente de la República, respectivamente. Muchos protagonistas
de la época coinciden que el presidente Zedillo se involucraba de forma personal en
definir los detalles del presupuesto. En la práctica, dice un entrevistado: “Zedillo era
el secretario de Hacienda”.
Es importante señalar que dentro del proceso de negociación hay influencia de otros
actores al interior de la Cámara de Diputados, entre ellos el presidente de la Junta
de Coordinación Política y los coordinadores de los grupos parlamentarios. También
participan organizaciones que tienen una importante representación de diputados,
lo que les da fuerza suficiente para impulsar temas clave de sus agendas, por
ejemplo, la Confederación Nacional Campesina (CNC) que tuvo 72 diputados del
sector campesino en la Legislatura LIX (2003-2006) y alcanzó 85 en la LXI (2009-
2012).
Finalmente, otro actor relevante que surge en la década del 2000 son los llamados
“gestores de recursos”, entre los que se encuentran cabilderos, representantes de
gobiernos estatales y, en algunos casos, los propios diputados. Los gestores de
recursos impulsan los intereses de gobiernos locales a fin de incluir en el
presupuesto proyectos específicos para sus municipios o estados. Esto lo pueden
hacer acudiendo a la Secretaría de Hacienda para que ésta los incluya desde el
inicio en el proyecto de presupuesto, o bien, a través de la Comisión de Presupuesto
en la Cámara de Diputados.
Finalmente, en los últimos años se ha gestado una nueva forma de clientelismo que
está trastocando el papel del Congreso en la aprobación del presupuesto: la
asignación de bolsas de recursos por grupo parlamentario o por legislador para libre
etiquetación, eso es, recursos que cada quien asigna por municipio o estado dentro
de un catálogo de ramos o programas. Se trata de un mecanismo atractivo para
muchos legisladores porque les permite canalizar recursos a proyectos específicos
que dan beneficios políticos o económicos pero que no necesariamente contribuyen
a construir un presupuesto integral que contribuya a los objetivos del Plan Nacional
de Desarrollo. Asimismo, asignar bolsas de libre etiquetación por grupo
parlamentario o legislador contribuye al surgimiento de mercados secundarios de
sobornos: cada legislador descubre el poder de su bolsa y la puede intercambiar a
cambio de una comisión. Muchos alcaldes o gobernadores pueden ofrecer
comisiones a cambio de recibir asignación de recursos.
A nivel de la sociedad civil no se puede esperar que los individuos formen grandes
asociaciones voluntarias para fomentar temas de interés público, a menos que
existan condiciones especiales para ello.
Los procesos de concertación suponen la existencia de una serie de factores, tales
como la participación de los agentes sociales en la elaboración y toma de decisiones
de políticas públicas; su responsabilidad respecto a normas de la negociación y su
voluntad de cooperación.
Esto puede favorecer el tratamiento de los temas públicos, al haber menos temas
“no atribuibles” a algún grupo social
Ella permite una distribución más equitativa del poder y una mayor visibilidad de los
problemas sociales; con frecuencia puede ser la base de capacidades determinadas
en los grupos beneficiarios, además de aumentar la efectividad y la eficacia de las
políticas.
En cuanto al número de personas que participa, parece claro que un medio potente
de lograr un aumento de la participación es el desarrollo sostenido de los esfuerzos
de descentralización, ya que con ésta se puede lograr una dimensión más adecuada
para la interacción entre las autoridades y los diversos grupos sociales.
La cercanía entre las autoridades y las comunidades ofrece una mejor capacidad
de respuesta y otorga más transparencia al suministro local de bienes y servicios,
así como un claro incentivo a la introducción de innovaciones a la gestión fiscal local
y a la mayor responsabilidad de la población en la esfera política.
Por otra parte, y pese a las expectativas a su respecto, el internet no parece haber
modificado de manera importante la política. En lo principal parece haber reforzado
la participación de los diversos sectores con acceso a la tecnología.
La capacitación sobre gestión a líderes elegidos por sus grupos comunitarios puede
contribuir a precisar responsabilidades y facilitar la rendición de cuentas. Por otra
parte, la participación de los usuarios en relación a los servicios aumenta la
accountability de los funcionarios.
La opinión pública puede afectar más la agenda que las políticas. Los actores
visibles tienden a afectar más la agenda, mientras quienes influyen más en las
políticas son menos visibles. Otra de las limitaciones para que la opinión pública
afecte el diseño de las políticas es que muchas esferas importantes son casi
invisibles para el público en general.
Todo ello conduce a la política del escándalo como arma fundamental de acceder
al poder, por eliminación del contrario.
Por otra parte, las políticas públicas todavía no reciben la atención que merecen a
nivel académico y de los medios de comunicación.
Pareciera, sin embargo que los ejercicios retóricos tienden a concentrarse en unos
pocos temas de alta visibilidad, aunque no siempre de gran interés para la gente.
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