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Aires de cambio

2017 termina con aires de guerra que se respiran con más fuerza en Asia y el Medio Oriente.
Estos son resultado de la inevitable decadencia estadunidense y del reajuste mundial en el que
China y Rusia asumen un papel preponderante mientras la Unión Europea no termina de cuajar
como potencia política y militar global.

Los aires de guerra provocan que los líderes mundiales se asuman como matones dispuestos a
hacer uso de la violencia para llevar a cabo su agenda. Los líderes mundiales han desnudado su
poder y se han convertido en verdaderos canallas a los que el sistema legal internacional les
queda pequeño. Los dirigentes de las tres grandes potencias, según sus personalidades, se
comportan al margen del sistema internacional, el cual claramente les queda pequeño en sus
ambiciones geopolíticas y es ahí donde precisamente radica el peligro de la guerra.

Si en los años 90 del siglo pasado los estadunidenses se refirieron como Estados canallas a
todos aquellos que no reconocían su supremacia en el sistema legal internacional, los que no
reconocían el libre comercio ni se dejaban influir en lo político, económico y militar. Los
derechos humanos y la democracia fueron las principales consideraciones para encasillar a un
estado como forajido o ilegal. Los protagonistas casi siempre fueron Cuba, Corea del Norte e
Irán y en su momento Yugoslavia, Libia, Sudán, Zimbabwe, Irak y Venezuela.

Pero los auténticos canallas están resurgiendo en los estados nacionales. Se trata de personajes
que encarnan movimientos políticos derechistas, que profundizan el imperio de la fuerza como
solución a problemas sociales, económicos, políticos y judiciales y de los cuales Donald Trump
es el elemento más llamativo por la fuerza con la que irrumpió en la política estadunidense.

Muchos de estos personajes se presentan como exitosos empresarios o como severos padres
de familia dispuestos a poner orden en la casa. Utilizan el miedo a los inmigrantes, a los
criminales y en general a los más pobres para impulsar reformas todavía más severas contra las
clases medias y los pobres. Acusan a los políticos tradicionales del fracaso social. Y es ahí
donde se opera la magia en la que los políticos tradicionales se suman a estas fuerzas
emergentes que con rostro nuevo siguen haciendo política tradicional, esa que en las últimas
décadas ha provocado la mayor concentración de la riqueza a costa del bienestar social, los
servicios públicos y del medio ambiente.

Europa misma vive ese ambiente. En Austria conservadores y fascistas forman gobierno de
coalición. En Polonia, República Checa y Hungría los nacionalistas conservadores promueven
agendas cada vez más racistas y autoritarias. El espectáculo francés de Emmanuel Macron
terminará con el ascenso del Frente Nacional a menos que sea frenado por Jean Luc
Melenchon.

En nuestro continente Mauricio Macri ha impulsado reformas sociales muy severas que dejarán
a los pensionados argentinos en la pobreza generalizada a pesar del enorme rechazo social. En
Honduras, Juan Orlando Martínez se reeligió como presidente contraviniendo a la constitución,
con las protestas masivas de amplios sectores de su país y con el reconocimiento formal de
Washington y de la Organización de Estados Americanos. En Brasil, Michel Temer enfrenta
cargos por orquestar esquemas de corrupción, gobierna con tan poca popularidad que no sale
de los actos oficiales y aún así es capaz de impulsar la privatización de empresas públicas a un
ritmo acelerado.
En este escenario, 2018 será un año de intensidades mayores. Tan solo en América habrá
elecciones presidenciales en México, Costa Rica, Paraguay, Brasil, Venezuela y Colombia, y Cuba
tendrá el relevo generacional de quienes participaron en la Revolución de 1959.

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