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Es la mañana. Mientras alguien se prepara unos mates y elige unas nueces para el
desayuno, otro muerde un alfajor repleto de dulce leche. Al caer la tarde, el paladar vira
más a otros sabores y aparecen la copa de vino, los quesos y los escabeches. En las mesas
argentinas, a lo largo de todo el día, van cambiando los protagonistas pero permanece una
constante: los productos que llegan y la identifican surgen de una serie de corredores
productivos y gastronómicos que funcionan como hilo conductor para abordar el viaje por
las diferentes regiones del país. Un hilo conductor sustentado en saberes y tradiciones
capaces de unir la tradición artesanal con la innovación tecnológica, que rinde frutos en
todos los puntos cardinales y para todos los gustos.
RUTA DE LA YERBA En el nordeste de nuestro país, donde hace calor y la tierra es bien
colorada, se produce la yerba mate, Ilex paraguariensis según su nombre científico. Esta
planta, que crece naturalmente en la selva y hoy es la base de nuestro querido mate de cada
día, ya era consumida por los guaraníes -aunque como una bebida fría- mucho antes de que
hubiera rastro de europeos por estos lares. Solo en el siglo XVII la yerba comenzó a ser
producida en forma sistemática en las llamadas “reducciones” jesuíticas y entonces se
transformó en uno de los grandes recursos económicos de estas comunidades.
Una de las actividades imperdibles es probar la bagna cauda (plato típico italiano a base de
crema y ajo) en Moisés Ville, un pueblo que mantiene las huellas de la colonización judía y
en 1999 fue declarado Poblado Histórico Nacional. Motivos no le faltan: además de sus
antiguas sinagogas, allí se construyó en 1891 el primer cementerio israelita del país.
La ruta también está pensada para adentrarse en la naturaleza, ya sea visitando el área
protegida Jaaukanigaás (ideal para el avistaje de aves) o disfrutando del agua y del verde.
En este sentido, otra posibilidad es ir hacia la costa del Paraná por la RP 1, donde se
realizan salidas de pesca, ecoturismo y aventura. De la misma ciudad de Santa Fe sale un
servicio de boteros llamado Del Alto Verde, que realiza paseos hasta Paraná, en Entre
Ríos; también hay cruceros, pero con un servicio mayor en cuanto a comidas y comodidad.
Si la idea es seguir subiendo por la ruta costera, antes de llegar a San Javier –donde hay
complejos para alojarse, lodges de pesca y excursiones con avistaje de fauna– lo ideal es
hacer un parada en Cayastá y visitar el Parque Arqueológico Santa Fe La Vieja, el lugar de
emplazamiento original de la ciudad hasta 1660, cuando se trasladó a su ubicación actual.
Por otra parte, la ruta complementa lo rural con lo urbano, ya que la ciudad de Santa Fe
ofrece dos visitas que culminan la propuesta “láctea” y consisten en conocer las
tradicionales casas de alfajores, rebosantes de dulce de leche.
Los pueblos lecheros de Santa Fe y un recorrido por los secretos de la producción tambera.
RUTA DEL VINO Sin ruido, sin forcejeo, sin problemas ni miedo de que pegue quién
sabe dónde. La técnica es sencillísima: consiste en rodear el corcho del espumante con un
repasador, tomarlo con firmeza y simplemente ir llevándolo hacia arriba, hasta que sale.
Silencioso y tranquilo. Sin conflictos. Sin mojar.
Esta es una de las cositas que se pueden aprender recorriendo la Ruta del Vino en la
provincia de Río Negro, donde nace el río más caudaloso de la Patagonia y se combina la
centenaria tradición productiva con un clima perfecto para la elaboración de los vinos de
alta gama más australes del mundo. ¿Por qué resulta tan bueno el clima? Porque la gran
amplitud térmica existente permite que la uva madure lentamente y realice una mejor
acumulación de azúcares, ácidos y sabores. A esto se le suma la presencia de fuertes
vientos que producen sequedad en el ambiente y evitan la aparición de enfermedades, lo
que permite lograr vinos orgánicos sin usar agroquímicos.
Hacia el océano Atlántico, el río Negro recorre y origina los llamados Valle Medio y Valle
Inferior, encontrando varias bodegas y plantaciones de vid en todo su recorrido,
principalmente en las ciudades de Darwin, Choele Choel, Luis Beltrán, San Javier, Viedma
y Río Colorado. La región de los valles posee condiciones climáticas ideales para producir
vinos base para espumantes, principalmente a partir de la cepa Semillón, dotados de un
aroma personal, con toques minerales difíciles de encontrar en otras zonas. Asimismo las
variedades como Pinot Noir y Merlot logran un equilibrio entre el azúcar y la acidez que
recuerda a los vinos europeos. Recientemente el Malbec de la localidad de Mainqué fue
premiado en eventos internacionales como uno de los mejores del mundo.
La ruta del vino de la Patagonia hoy está conformada por las provincias de Río Negro y
Neuquén, y nuclea bodegas, chacras de cultivo de vid, restaurantes temáticos,
establecimientos rurales, vinotecas y prestadores de servicios turísticos. Neuquén posee seis
bodegas abiertas al turismo y Río Negro más de 15 repartidas en toda la provincia. Desde
hace siete años la Ruta organiza un ciclo de conciertos de música clásica que se realizan en
tres bodegas en octubre, noviembre y diciembre.
Agenda de actividades: visitas a bodegas todo el año con recorridos por los
viñedos, los lugares de elaboración y las cavas de conservación y crianza;
degustaciones, almuerzos y cenas; trekking con observación de flora y fauna;
salidas específicas para avistaje de aves; visitas a museos con restos fósiles
paleontológicos; flotadas en balsas ecológicas sobre el río Negro; agroturismo en
establecimientos dedicados a otras producciones, con peras, manzanas y hongos.
Más información: turismodelvinorionegro@gmail.com y www.rionegrotur.gov.ar
RUTA DEL QUESO En unas dos horas de viaje ya es posible estar en el campo y frente a
una picada con fiambres, conservas, vino y, por supuesto, queso. Así comienza el recorrido
por un tramo de la RN 5 (ciudad de Suipacha) que ofrece quesos en sus múltiples formas y
presentaciones: de pastas duras o blandas, untables, rallados o en porciones; de vaca, de
cabra, de oveja o de búfala; solos o combinados con otros sabores o productos.
Todo está pensado para que el visitante entre a un mundo de aromas y sabores; es ideal ir
en vehículo propio porque los establecimientos están separados por varios kilómetros de
distancia. Y resulta una gran oportunidad para ir en familia, porque los chicos comen cosas
ricas, aprenden y también se entretienen en los grandes espacios verdes de los
establecimientos productivos.
Sin embargo no se trata solo de queso, ya que también se pueden recorrer plantaciones de
arándanos, criaderos de jabalíes, restaurantes (expertos en platos con queso por supuesto) y
casas de té. Todas las visitas se realizan con reserva previa y hay distintos “paquetes” para
elegir. Cada grupo circula con un guía y en cada lugar lo atiende el expositor y/o
dueño responsable de cada establecimiento. Más allá de los quesos, la cordialidad y el trato
de la gente de campo es el sello distintivo de la visita. Por ser el proyecto que originó el
turismo en Suipacha, la ruta está declarada de Interés Provincial por el ministerio de
Asuntos Agrarios de la Provincia de Buenos Aires.
RUTA DE LA NUEZ Y no solo de la nuez, sino del aceite de oliva y de los vinos, entre
los cuales se destacan los de la cepa Petit Verdot, densa, aterciopelada y que deja los
dientes violetas durante un largo rato. La Rioja ofrece recorridos gastronómicos, históricos
y de naturaleza, algunos de ellos con nombres curioso como la Ruta de la Costa, ya que
resulta extraño asociar a esta provincia sin grandes superficies de agua con una costa. Sin
embargo, aquí el significado es distinto ya que se refiere al “costado o al lado de algo”, así
que la costa riojana es una sucesión de pueblitos al pie de las sierras de Velasco. Este
recorrido comienza en la RP 75 y se compone de caseríos con criaderos de cabras, fincas de
frutales y olivos. La región también está dotada de un microclima ideal para el descanso, a
solo 150 kilómetros de la capital, y ofrece actividades en la naturaleza: cabalgatas, pesca de
truchas o excursiones entre las quebradas. El paseo se enriquece con las artesanías,
deliciosos dulces, quesillos, nueces y el vino casero. Sanagasta, Las Peñas, Aguas Blancas
y Chusquis son algunos de los pueblos que conforman el itinerario.
Las rutas riojanas permiten conocer la naturaleza, la producción, la cultura del norte y
aprender por ejemplo que las “frutas secas” naturales (nuez, avellana, almendra, no las
generadas por el hombre), una vez maduras, presentan un grado de deshidratación tal que
pueden conservarse en buen estado durante mucho tiempo. Y en el caso del nogal, lo que se
consume es la semilla de la planta.