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ENSAYO
ACERCA DE

LA SlGllFlEACl DE LAS LEIES

DE

Dl'LONG Y PETIT, MENDELEEFF, \ ZENGER

UNA L E C C I Ó N

DEL CURSO DE QUIMIGA INORGÁNICA PROFESADO EN LA UNIVERSIDAD CENTRAL

POR EL CATEDRÁTICO NUMERARIO DE DICHA ASIGNATURA

JOSÉ MUÑOZ DEL CASTILLO

DOCTOR EN CIENCIAS

ILUSTRADA CON SEIS GRABADOS Y TRES LAMINAS

MADRID
EST. T I P . D E LA V I U D A É H I J O S D E M . TELLO
I M P R E S O R D E CÁMARA D E S . M.

C. de San Francisco, 4
1899
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ENSAYO ACERCA DE LA SIGNIFICACIÓN

DE LAS LEYES DE

DULONG Y PETIT, MENDELEEFF, Y ZENGER

 ENSAYO
ACERCA DE

LA SlGIlFlCACli DE LAS LEÍES

DE

DÜLOJiG Y PETIT, MEJiDELEEFF, \ ZENGER

UNA L E C C I Ó N

DEL CURSO DE QUÍMICA INORGÁNICA PROFESADO EN LA UNIVERSIDAD CENTRAL

POR EL CATEDRÁTICO NUMERARIO DE DICHA ASIGNATURA

JOSÉ MUÑOZ DEL CASTILLO

Doctor en Ciencias

ILUSTRADA CON SEIS GRABADOS Y TRES LAMINAS

MADRID
EST, T I P . D E LA V I U D A É HIJOS D E M. TELLO
IMPRESOR DE CÁMARA DE S. M.

C. de San Francisco, 4
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eoc-di^utado á (¿ovKe^, individuo deX (Sottoeio Stmet'ioí:' 9e Qiaticwí-
tuia, ^nclw^tzÁa u (Bom-ez-cio, etc.

MUY DISTINGUIDO Y ESTIMADO AMIGO: Mientras el asunto de este

optlsculo no ha traspasado en su difusión los reducidos límites de mi
cátedra, todo ha marchado como no podía menos. Mas para lanzarlo
á navegar por el mundo científico necesita un pabellón. Y ningún
i nombre lo puede cobijar, seguramente, mejor, y con protección más
eficaz, que el de V., en quien, sobre indiscutible y grande autoridad,
concurre el hecho de ser el Profesor y publicista que ha realizado el
primer trabajo de vulgarización de la ley de Zenger en España.
Que acepte, pues, benévolo la dedicatoria de las siguientes pági-
nas, es deseo tan ardiente como no desinteresado, en verdad, de su
muy afectísimo amigo y compañero

jIosÉ ^ u Ñ o z ' DEL CASTILLO

Madrid 30 de Diciembre de 1896.
 ENSAYO
ACERCA DE LA SIGNIFICACIÓN DE LAS LEYES
DE
DÜLONG Y PETIT, MENDELEEFF. Y ZENGER
Comenzamos por advertir que la originalidad de
lo que sigue nos pertenece, en el sentido de que no
tenemos noticia de que se haya formulado hasta la
fecha hipótesis alguna coordinativa de los hechos á
que se refieren las leyes de Dulong y Petit, Mende-
leeff, y Zenger; dirección de estudio que, en nuestro
concepto, debe conducir al hallazgo de una ley más
general que las tres, y comprensiva de ellas, si es
que tal ley no fuere la ecuación de los cuerpos sim-
ples, cuyo establecimiento debe ser considerado c o -
mo uno de los desiderátum de la Química.
Y consignamos en primer término la anterior d e -
claración, para que también desde el primer mo-
mento conste que lo que hemos de decir, no tenien-
do otra autoridad que la nuestra, punto menos que
nula, debe ser con menores miramientos objeto de
reparos y de crítica; y para que quede totalmente
asumida por nosotros la responsabilidad de que el
asunto en cuestión ocupe á nuestros alumnos en el
grado y medida de una de las lecciones del curso.
L a s cuales salvedades hechas, pi"ocedamos á enun-
ciar sintéticamente el tema de nuestras lucubracio-
nes, ó, si se quiere, la tesis cuya demostración nos
proponemos ensayar.
H e aquí sus tres partes:
I.* L a ley de Dulong y Petit debe ser conside-
rada como condición de existencia de los cueipos
simples que regula la posibilidad de dicha existen-
cia desde el punto de vista del calor, atribuyendo á
este agente, en la producción de los elementos quí-
micos, ¡a influencia continua no periódica que corres-
ponde al hecho de que el proceso astronómico, que
nosotros consideramos simultáneo con el químico, se
verificó ofreciendo como característica una gradual
disminución de temperatura, desde la altísima de
las nebulosas que presentan una á cuatro rayas es-
pectrales, hasta la de 200°, algunos más ó menos,
bajo cero, propia de los bólidos, en cuya composi-
ción entran docenas de cuerpos simples.
2.' L a ley de Mendeleeff es también ley de exis-
tencia de los cuerpos simples, considerada la p r o -
ducción de éstos desde el punto de vista de alguna
causa que ha intervenido en ella de manera continua
Pcfióíiica, como, por ejemplo, la influencia del cam-
po electro-magnético cuyo centro fué, y es, el sol
<le cada sistema planetario: cam.po en cuyo seno se
movieron los anillos de Laplace y Roche, primero; y
luego el producto de la condensación de estos, ó sea
las nebulosas Neptuno, Ur«no, Saturno, Júpiter,
Marte, Tierra, etc., hoy astros de igual nombre; y en
que se dió la circunstancia de que la masa, que á la
vez realizaba la evolución astronómica y la química,
atravesara periódicamente, de revolución en revolu-
ción, los mismos sitios, mejor dicho, se encontrase en
condiciones iguales por lo que hace á los efectos de
la referida influencia electro-magnética en la for-
mación y propiedades de los cnerpos simples.
Concepción que envuelve evidentemente la posi-
bilidad de la existencia de series de cuerpos simples
no sometidos á la ley periódica.
3 . ' La ley de Zenger, si no es, como su descu-
bridor ha creído, la ley de condensación de la mate-
ria, cuando menos puede ser considerada como r e -
gulando la existencia de las formas alotrópicas
(cuerpos simples al fin), y también, acaso, la de
ciertas otras igualmente elementales cuya definici;í)n
exacta está por hacer—las migmoides, de que es
ejemplo el Didimio.
Y siendo el caso que en el estado actual de la
Química la definición de cuerpo simple no existe, en
rigor de verdad; y que, aparando un poco el asunto,
tampoco existen la de formas alotrópicas ni la de
cuerpos migmoides, la ley de Zenger puede adqui-
rir, en cualquier momento inesperado, la importan-
cia de hilo que, seguido, permita ciertas exploracio-
nes en el obscuro laberinto de la transcendental cues-
tión de las formas químicas simples de la materia.
* nuyendo el calor específico, debe encontrarse un límite en
* *
Queda planteado nuestro problema; y al puntua-
lizar el objetivo de nuestros razonamientos, nos he-
mos situado de lleno en pleno bando de la hipótesis
de la unidad de la materia. Así hace á nuestras con-
vicciones de siempre. Procedamos, pues, á desen-
volver las consideraciones que nos parecen suficien-
tes y probatorias de nuestros puntos de vista.
Ley de Dulong y Petit.
Ya en otra ocasión nos expresábamos del siguiente
modo (i):
«¿Qué significa el hecho de que los calores espe-
cíficos y los pesos atómicos están en razón inversa?
• Evidentemente que los átomos (ó bien pesos de
los cuerpos simples proporcionales á los pesos ató-
micos) exigen la misma cantidad de energía ó ds
fuerza viva para adquirir una misma temperatura, ó
sea un mismo estado de cierto movimiento interior.
P e r o no menos claramente significa también que
trozos iguales en peso de átomos diferentes, si facti-
ble fuera dividir los átomos en trozos, exigen tanta
menos energía ó fuerza viva para adquirir dicho gra-
do de movimienU), cuanto mayor es el peso atómico
del cuerpo á que pertenecen.
«Pensar, por otra parte, que la agitación corres-
pondiente al fenómeno temperatura es sólo un movi-
miento de conjunto de los átomos-moléculas que cons-
tituyen los cuerpos, es pensar equivocadamente: si
tai succdieta, muchas descomposiciones por el calor
no se compren lerÍHn bien, ya que el movimiento to-
tal de dichas p«rieciUas en nada afectaría á la dispo-
sición, movimientos, relaciones y acciones mutuas
de sus prepartículas componentes.
»Y afirmar que el aumento de temperatura supone
variaciones en los movimientos internos de los áto-
(i) Véase LA NATURALEZA, tomo V, núm. 15, corres-
pondiente al 28 de Mayo de 1894, págs. 230 y 231.
mos que forman la molécula, ó de los proátomos que
componen el átomo, equivale á esta interpretación
de la ley de Dulong y Petit: el enlace de los elementos
de nu átomo es tanto más débil cuanto más elevado es el
peso del mismo. Desde la cual, sin abandonar en lo
más mínimo el terreno de lo lógico, se llega á la s i -
guiente conclusión: creciendo el peso atómico y dismi-
el cual ya no fueron posibles cuerpos simples, A un peso
atómico, Pa, grande, correspondería, en efecto, una
capacidad térmica, C, tan pequeña, que cualquier
cantidad apreciable de calor determinaría tempera-
tura enormísima, incompatible con la estabilidad y
existencia del grupo atómico-molecular y, por lo
tanto, del cuerpo simple.
«Opónese, pues, ú opúsose, á la existencia de ele-
mentos químicos de muy elevado peso atómico, la
disociación atómica.
»0 en otros términos: dada una cierta temperatu-
ra, ó dados ciertos límites de temperatura del océa-
no calorífico en cuyo seno se formen cuerpos sim-
ples, sólo será posible determinado número de éstos;
ó mejor dicho, sólo serán posibles aquéllos cuyo
peso atómico no exceda de un cierto valor, dentro,
en todo caso, de la ley de Dulong y Petit. Cuando
la temperatura media de formación sea muy eleva-
da, el número de los elementos químicos de peso
creciente que podrán aparecer será pequeño, por la
menor distancia calorífica entre el medio y la diso-
ciación atómica. Este intervalo se agrandará, y h a -
brá, por consiguiente, más campo para la formación
de simples, á medida que la temperatura de la nebu-
losa que se condensa descienda más. Y á temperatu-
ras inferiores, como son las más altas que nos es
dado producir en los laboratorios, y otras superiores,
debe cesar la posibilidad de la formación de áto-
mos, y empezarán á darse condiciones de existen-
cia para las moléculas de los cuerpos compuestos.
•Todo lo cual justifica, teniendo en cuenta que el
calor de las nebulosas va disminuyendo duranie el
proceso lapjaciano, cuyo final son sistemas de astros
obscuros y fiíos, nuestra opinión de que la lista de
los cuerpos simples conocidos en la Tierra, arregla-
da según los pesos atómicos, semeja una ordenación
por antigüedad, atribuyendo á tales pesos en el fe-
nómeno cósmico significación análoga á la de la
densidad, cuando en el terreno de lo físico compa-
ramos un cuerpo en los estados gaseoso, líquido y
sólido.»
Realmente poco ó nada tenemos que añadir á esto
que decíamos en 1894. Basta con que lo ampliemos.
Y al efecto vamos á examinar el asunto discurriendo
 — 9 —
sobre una representación gráfica de la ley de Dulong El grabado indica la posición de unos cuantos cuer-
y Petit. pos simples en la curva: el Litio (L¿), el Sodio {Na),
Supongamos un sistema de ejes coordenados rec- el Hierro (Fe), el Plomo {Pb), el Urano (f/), etc. La
tangulares (fig. I), y tomemos como abscisas los pe- interrupción entre el Bario [Ba) y el Tántalo {Ta)—
sos atómicos, Pa, de los cuerpos simples, y como rellena con trazos,—corresponde en la lista usual de
ordenadas los calores específicos, C, de los mismos. los elementos químicos á los cuerpos llamados meta-
Podremos trazar por puntos (i) la curva correspon- les de las tierras raras; tan mal definidos, hasta la fe-
diente á la ecuación cha, desde el punto de vista de su número, de sus
propiedades, y aun (acaso sobre todo) de su indivi-
dualidad.
Fa X C = 6,4,
No cortándose la hipérbola y sus asímptotas sino
en el infinito, parece que podrá establecerse esta
y tendremos una hipérbola equilátera referida á sus conclusión:
asímptotas cuyo parámetro es 6,4. A).—Existe LA POSIBILIDAD de que la lista de los ciier-

DIAGRAMA
.LY U L i J U L L •^NG Y

Fig. I.

pos simples se prolongue indefinidamente más allá del to á la producción, y, pvr lo tanto, al número de formas
Urano y más acá del Litio, simples de la materia.
Pero las ante-recordadas consideraciones que ha- Veamos el asunto por el lado del eje de las X.
cíamos en 1894, y las que seguiremos exponiendo á Define al Urano el hecho de que veintisiete milési-
continuación, permiten con igual lógica esta otra mas de caloría (0,027), ^ sea la cantidad de calor ne-
consecuencia: cesaria para que 27 gramos de agua varíen 1° ter-
B). —Necesariamente la Mecánica Atómica impondrá en mométrico, es suficiente para flue 1000 gramos de
LA REALIDAD i<« límite inferior y otro superior en cuan- dicho elemento experimenten igual variación de tem-
peratura.
Imaginemos que la lista de los elementos se du-
plicara, triplicara, cuadruplicara, etc. El simple
cuyo peso atómico fuera 1000, tendría por calor
(1) Sobre el eje de las abscisas cada unidad (de peso
atómico) son dos milímetros en el dibujo original de que específico
procede el grabado figura i, Y en el eje de las ordenadas
cada décima (de caloría) corresponde á dos centímetros. C == 0,0064 (de louo X C = 6,4);
 10 —
y para el de Pa = loooo, C valdría es decir, cuyo peso atómico sea, no ya uno, como el
del Hidrógeno, sino medio, un décimo, un centesimo,
C = 0,00064, un milésimo, etc. Que de repugnar estos números
fraccionarios, todo se reduciría, considerando siem-
que es el calor de la variación de un grado en la tem- pre como unidad el peso atómico del elemento que
peratura de ¡sesenta y cuatro centigramos de agua! Una menor lo tuviera, á que la actual lista de valores de
caloría sería, pues, suficiente para aumentar 155° la Pa estuviese formada porcinas 2, 10, 100, etc., ve-
temperatura de un kilogramo del primero de dichos ces mayores.
cuerpos hipotéticos. Y el calor de la mano bastaría En nuestra anterior figura las ordenadas, C, de
para poner incandescente en pocos momentos un tro- tales formas químicas hipotéticas serían:
zo del segundo. Lo cual en Mecánica Atómica y Mo-
lecular significa, y no puede menos de significar, lo
C = 6,4X2,
imposible, desde el punto de vista de la estabilidad— í^ = 6,4X10,
CONDICIÓN PRECISA DE EXISTENCIA—de los peque- C = 6,4x100,
ños sistemas materiales (átomos) cuya reunión cons-
tituiría los simples en cuestión.
Según profesamos desde hace años, y queda arrib'a
consignado, la ley de Dulong y Petit indica que cuan- y los puntos representantes de estos elementos se
to más elevado es el peso atómico, más débil es el en- hallarían, naturalmente, á la vez que más próximos
lace entre las partecillas constituyentes del átomo. E al eje de las Y, más y más alejados del origen, O,
insistimos en que no se olvide que, cuando un cuerpo de las coordenadas.
aumenta de temperatura, parte del calor que recibe Es evidente que nos encontramos de nuevo ante
se emplea en la dilatación (trabajos intermolecular y la posibilidad de un número infinito de cuerpos sim-
externo); pero otra, correspondiente al aumento de ples; sólo que, también de nuevo, debemos hallarnos
energía de los átomos ó moléculas, no puede limitar con que la realidad impone necesariamente límite á
su efecto á aumentar la velocidad de los movimien- la infinitud teórica.
tos totales de estos corpúsculos, sino que debe ne- Supongamos, en efecto, prolongada la lista desde
cesariamente consumirse, algo, en trabajos intra- el Hidrógeno hacia abajo en una extensión igual á
moleculares ó intratómicos contra las fuerzas que dan la comprendida entre este cuerpo y el Urano; es de-
origen y mantienen á las individualidades átomos 6 cir, hasta un elemento cuyo peso atómico fuese 240
moléculas; y también en variaciones de velocidad de veces menor que i. La fórmula del calor atómico de
todas las partecillas constitutivas de las moléculas este simple ideal sería,
y de los átomos. Y como en el terreno de los fenó-
menos químicos esto se traduce por el hecho de la
disociación, es evidente la necesidad de que tenga X C = 6,4;
240
límite la producción de átomos en la dirección de
encuentro de nuestro eje de la X con la hipérbola; lí-
mite resultante del antagonismo entre la ley de vida y su calor específico, 1536 calorías (C == 6,4 X 240);
de las formas químicas, que las ha ido haciendo apare- cifra que por sí sola patentiza lo imposible de la
cer, y el germen de muerte—la disociación atómica— existencia de un tal elemento. La variación de 10°
que en sí llevan dichas formas desde su nacimiento; experimentada por x kilogramo de semejante cuer-
germen que, regido en su existencia por la expresión po—variación absolutamente insignificante,—supon-
dría el consumo de ¡15360 calorías! Y esto es in-
compatible, sin género alguno de duda, con la esta-
P„XC = 6,4,
bilidad de toda forma física ni química. Basta re
cordar que el calor de fusión del agua es 79 calorías;
llega, desde cierto punto y grado, á esterilizar la vir- 537° el de vaporización; y que al rojo vivo se inicia
tualidad indefinidamente creadora de átomos estables, óla disociación de la bien trabada molécula de este
sea de cuerpos simples posibles, que teóricamente pue- compuesto. Y mejor que nada en detalle es abarcar
de reconocerse á la evolución química de la materia. en instantánea síntesis todos los hechos de análogo
Examinemos ahora lo que debe suceder imagi- orden conocidos, para que la evidencia más com-
nando cuerpos simples de abscisa cada vez menor, pleta resplandezca en el asunto.
 II —
Indiscutiblemente, pues, la ley de Dulong y Petit, espectrales.—Aumenta el número de elementos en
en cuanto principio de vida de los cuerpos simples, las estrellas.—La corteza terrestre, masa fría que
impone límites á la posibilidad de la producción de ha concluido acaso su evolución, posee la mayor
formas químicas elementales. Lo que equivale á de- cantidad hallada de cuerpos simples.
cir, sin que resulte error porque se invierta algo el 2." El enfriamiento, desde la nebulosa al bólido,
orJen de los conceptos, y quede envuelto el de esta- ha sido continuo, gradual, no periódico.
bilidad en el de posibilidad, que el número de cuerpos 3.° El calor desempeña un papel fundamental
simples que existen es el permitido por la ley de Dulong en la existencia, estabilidad y modo de ser de las
y Petit. formas químicas, según se observa en la producción
Alturas desde las cuales surgen, por modo natu- y propiedades de las moléculas (cuerpos compues-
ral é inmediato, estas preguntas: ¿Qué razón de ser tos) y de los estados alotrópicos. Y la ley de Dulong
tiene la ley de Dulong y Petit? ¿Por qué los sistemas y Petit rige, en el grado y medida que en su día ex-
atómicos nacen sujetos á ella? ¿No pudo ser otra pusimos, á las especies más ó menos complejas que
función—ó no existir relación alguna entre los calo- creamos en los laboratorios.
res específicos y los pesos atómicos—la que ligase ¿Será, pues, mucho que, tenido todo en cuenta,
estas dos magnitudes? asignemos al enunciado de Dulong y Petit la signi-
Sensible es confesar que nada se sabe acerca de ficación anteindicada? ¿La de principio de existencia
tan interesantes cuestiones, y que las anteriores pre- de los cuerpos simples desde el punto de vista del
gimtas permanecerán sin respuesta hasta que la Me- calor? ¿La de parte de una ley general de producción
cánica Química haya sondeado bien, y conozca me- cósmica de elementos químicos? ¿La de expresión
jor, el problema de la estructura de los átomos y de aproximada del influjo de una de las variables (el
las moléculas. Como orden de dificultad, acaso nos calor) de la función representante de las formas quí-
encontremos frente á una situación análoga á la micas elementales de la materia, función que no
de los astrónomos y pensadores que precedieron á puede menos de ser de varias variables?
Newton.—¿Qué razón habrá para que las trayecto- Tenemos la pretensión de creer que no. Y la es-
rias de los astros sean curvas de segundo grado?— peranza de que estos atisbos señalan puntos intere-
pudieron decirse, y se dirían muchas veces; aña- santísimos en el horizonte de la investigación, á
diendo:—¿Por qué los sistemas estelares, conjuntos donde pueden dirigir, con dificultades sí, pero tam-
de invisibles enlaces entre sus partes, y algo así como bién con el ahciente de hermosos frutos, sus esfuer-
unidades—átomos ó moléculas—componentes del zos los grandes obreros de la Ciencia. .
cosmos, nacen y viven obedeciendo á la ley de que
sus planetas estén constantemente describiendo elip-
ses de tamaño concreto y determinado? Y si realmen- Ley de Mendeleeff y Ueyer.
te la situación es igual, confiemos en el advenimiento
de otro Newton que esclarezca el motivo de la ley
de Dulong y Petit. Recordemos su enunciado:
Terminaremos, recapitulando cuanto á nuestro has propiedades de los cuerpos simples son función
objeto hace en esta primera parte de la lección. periódica de los pesos atómicos. Ley, como sabemos,
¿Qué nos autoriza á sospechar que todo lo dicho y discutidísima; pero acerca de la cual vamos á fijar
sabido sobre el asunto que estudiamos es un frag- definitivamente en esta lección nuestro criterio, en
mento de historia; de l^ historia de un proceso evo- perfecta armonía con la significación que le atri-
lutivo á que son debidas las formas químicas ele- buimos.
mentales de la materia; proceso simultáneo con el Ya en 1894 escribíamos:
laplaciano, y fragmento en que está escrita la in- X),—A propósito de la condensación química de
fluencia del calor en dicho proceso? las nebulosas esféricas, según nuestra ecuación de
En este interrogante queda señalado con toda cla- los cuerpos simples (i):
ridad el punto de contacto de nuestros razonamien- « lo cual permite pensar en una sencillez de
tos firmes con la región de las hipótesis; pero hipó- relación, sinónima de algún parecido entre las pro-
tesis también racionales, puesto que descansan en piedades, dependientes de A„, de los cuerpos simples
los tan conocidos hechos, que una vez más recor-
damos:
i.° Las nebulosas sólo tienen una á cuatro rayas (i) LA NATURALEZA, tomo V, núm. 17, pág. 159.
 12
que se produzcan; ó sea entre la cohesión, la afini-
dad, la estructura atómica que con ambas debe estar
tan íntimamente relacionada, etc.; como también
que en el primer período de la condensación, A,„ por
su pequeño valor y por su casi constancia, bien nos
refiramos á las acciones entre los proátomos, ó á las
entre éstos y el núcleo en formación, influirá poco
en la labor diversificadora cuyo producto son los
cuerpos simples.»
B).—A propósito de la condensación química de
las nebulosas que giran, y por efecto de ello adquie-
ren la forma de elipsoides aplastadas de revolu-
ción ( I ) :
«O en otros términos, las nebulosas esféricas
ofrecerán inicialmente sólo algún prohidrogenio; sien-
do preciso largo tiempo para que la condensación
haga aparecer otros elementos en el primer período.
Mientras que las elípticas contendrán desde el prin-
cipio cierto pequeño número de cuerpos simples;
conclusión confirmada por el análisis espectral que
muestra estas nebulosas con tres ó cuatro rayas.
»E1 segundo período de la condensación ofrecerá
los mismos rasgos generales que el de las esféricas;
pero el número de cuerpos simples será mayor, y
aun podrán formarse series correspondientes á los ti-
pos Z , .Y'y ^ " . »
C).—A propósito de la condensación química de
las nebulosas anulares (2):
«Quedando sólo como variable la condensación
atómica, C„, función de la temperatura y del tiem-
po; de la cual sólo puede esperarse la formación
de un cuerpo, ó la de una serie de cuerpos tan pa-
recidos como se parecen los matices próximos de un
color.
«Debemos, pues, considerar bien representado
por la ecuación de los cuerpos simples el intere-
sante caso de condensación química correspondiente
á las nebulosas anulares, estén quietas ó bien sean
circulantes.
»Y se comprende, además, que el resultado habrá
sido del mismo orden, si, en lugar de círculo rigu-
roso, el anillo fuese algo, muy poco, apenas nada,
elíptico; caso que posiblemente se ha dado en la
producción de los simples terrestres durante la épo-
ca de la aparición de esa serie de cuerpos que, á
partir del Lantano, y con precedentes en el lirio y
en el Escandio, cuenta como términos los llamados
elementos de las tierras raras: Praseodimio, Cerio, Neo-
(i) Loe. cit., pág. 260.
{2) LA NATimALEZA, tomo V, núm. 24, pág. 376.
—
dimio, Disprosio, Samario, Gadolinio, Holmio, Erbio,
Tnlio, Decipio, Iterbio y otros más ó menos bien de-
finidos ó nominados hasta por letras, de cuya seme-
janza da fe el hecho de que mezclas de varios de
ellos, como el Didimio, han sido tenidas duran-
te largo tiempo en la consideración de cuerpos
simples.»
D).—A propósito de la condensación química de
las nebulosas anulares elípticas, llegábamos, entre
otras, á esta conclusión (i):
«Observemos también cómo surge la razón de ser
ó explicación dé la ley de Mendeleeff, según la cual
las propiedades de los elementos no sólo son fun-
ción, sino función periódica de los pesos atómicos. Si
habitásemos un astro cuya procedencia no fueran
los anillos circulantes de Laplace y Roche, sino la
condensación de una nebulosa esférica, la ley for-
mulada por el gran químico ruso se limitaría á la
primera parte, es decir, á consignar que las pro-
piedades de los.cuerpos simples dependen de los
pesos atómicos; siendo el aspecto periodicidad de-
l)iiio al proceso particular de formación del planeta
Tierra.»
En resumen, que para nosotros viene siendo doc-
trina lo siguiente:
i.° No es admisible que todos los cuerpos sim-
ples, habidos y por haber, constituyan una sola se-
rie: la condensación de anillos laplacianos elípticos
pudo producir varias; los anillos circulares aislados,
ó las zonas de las nebulosas en rotación (casos para
el objeto idénticos en el fonio), son susceptibles, teó-
ricamente, de originar otras diferentes; las nebulosas
inmóviles deben generar una tercera clnse. Y estos
diversos tipos de series ofrecerán características co-
rrespondientes á las circunstancias cósmicas en que
han aparecido.
2." Como consecuencia, los setenta á ochenta
cuerpos simples hasta hoy encontrados no son ne-
cesariamente términos de una serie, sino que pueden
pertenecer á varias.
3." Las circunstancias que se dieron en la for-
mación de la serie LITIO-URANO—la más próxima,
en el tiempo, á nosotros—se reflejan en la periodici-
dad de las propiedades.
4.° Las circunstancias que concurrieron á la
formación de la serie ESCANDIO-ITERBIO, se reflejan
en la no periodicidad y en la simplificación de las pro-
piedades.
5.° Las circunstancias en que se formó la serie
(I) Loe. cit., pág. 377.
 13
HELIO-ARGÓN, se reflejan, no sólo en la noperiodi-
cidad 3' en la simplificación de propiedades, sino en
la casi no existencia de caracteres químicos.
* cho mayor al pasar más allá del estado gaseoso.»
* *
A).—Es muy interesante y significativa la gradual
desaparición de las propiedades físicas á medida que
se asciendedesde la forma sólidaálagaseosa; estado,
éste, por lo menos, de la materia nebular (y, por lo
tanto, de los cuerpos simples primitivos), ya que nada
se opone á la existencia de ultragases en el espacio.
Sobre tal hecho, Faraday, adivinando la existen-
cia de la llamada forma radiante muchísimos años
antes de que Crookes la descubriera, se expresaba
textualmente así:
«Debo señalar una progresión notable en las pro-
piedades físicas que acompañan á los cambios de es-
tado, que puede bastar á los espíritus avanzados
para añadir el radiante á los otros de la materia ya
conocidos.
»A medida que nos elevamos del estado sólido al
líquido, y de éste al gaseoso, vemos-disminuir el
número y la variedad de las propiedades físicas de
los cuerpos, presentando cada forma algunas menos
que la precedente. Cuando los sólidos se transfor-
man en líquidos, todo vestigio de dureza desaparece,
y las configuraciones internas ó exteriores, cristali-
nas ó no, dejan de existir. La opacidad y el color son
de ordinario reemplazados por una transparencia in-
colora; y las moléculas de los cuerpos adquieren una
movilidad casi completa.
»Si consideramos el estado gaseoso, aún mengua
más el número de caracteres de los cuerpos: las
grandes diferencias que existían entre sus pesos, casi
han desaparecido; las huellas de coloración que ha-
bían conservado, concluyen; todos los cuerpos en
estado de gas son diáfanos y elásticos, no formando
más que un género de substancias; y las diferencias
de densidad, de dureza, de opacidad, de color, de
elasticidad y de configuración, que constituyen el in-
finito número de sólidos y líquidos, están reempla-
zadas por pequeñísimas variaciones de peso, y por
alguna débil coloración,
»De esta manera, lejos de ser un obstáculo, para
los que admiten la materia radiante, la simplicidad
de propiedades que caracteriza tal estado, consti-
tuye un argumento en favor de su existencia. Hasta
ahora se ha hecho constar una desaparición gradual
de las propiedades de la materia á medida que se eleva
en la escala de las formas, y sería absurdo suponer
que estos efectos se detuvieran en el estado gaseoso.
Se ve á la naturaleza realizar grandes esfuerzos para
simplificarse más y más en cada cambio de estado,
y es lógico pensar que tal esfuerzo puede ser mu-
B).—Paralela á esta observación de Faraday, nos
permitimos establecer, y sometemos á la crítica, otra
idéntica por lo que se refiere á las propiedades quí-
micas, y que ciertamente no ofrece interés menor.
Existe la diferencia de que los recursos de labora-
torio alcanzan á realizar en muchos cuerpos los cam-
bios de forma física, desde la sólida á la ultra-gaseo-
sa, pasando por la líquida y la gaseosa; mientras que
no es posible hacer sufrir á la materia cambios de
forma química, cual el que supone el tránsito desde
las más avanzadas, como el Urano, á otras interme-
dias, del tipo del Gadolinio, por ejemplo, ni á las
primitivas, similares del Helio.
Pero no damos al hecho, porque realmente no la
tiene, ó así nos parece al menos, otra importancia que
la de colocarnos en la hipótesis de que la naturaleza
ofreciera á nuestro estudio los sólidos, los líquidos,
los gases y los ultra-gases, sin que dispusiéramos de
medios para producir transiciones entre ellos.
La gradual desaparición de las propiedades quí-
micas no puede ser más patente en la escala de las
formas elementales.
Considerando la compleja serie Litio-Urano como
producto del postrer período de la condensación as-
tronómico-química (comparable en lo físico á la serie
de los cuerpos sólidos, desde el que más lo sea á
aquel otro cuya blandura ó semi-viscosidad lo apro-
ximen al estado líquido), es de observar que los úl-
timos términos, desde el Tántalo, por ejemplo, al
Urano, presentan generalmente los dos caracteres
eléctricos y varias valencias; ó lo que es lo mismo,
poseen, no un conjunto de propiedades químicas,
sino varios conjuntos, ora correspondientes á las de
los metaloides, ora á las de los metales, ya, en uno
y otro caso, á los cuerpos de una familia, 6 ya á los
de otra; mientras que los primeros simples, desde el
Litio al Calcio, por ejemplo, sólo ofrecen bien mar-
cados, en lo general, un carácter eléctrico y una va-
lencia, á los cuales sólo corresponde un conjunto de
propiedades químicas; siendo los elementos centra-
les de la serie fiel espejo de la transición entre los
extremos (i).
(i) Estas particularidades resultan satisfactoriamente
explicadas en nuestra Hipótesis Cósmica.
 — 14 —
Admitiendo que la serie Escandio-Iterbio repre-
sente uno de los productos intermedios de la conden-
sación astronómico-química (comparables en lo físi-
co á las formas líquida ó gaseosa), observemos, en
congruencia, que con la fijeza del carácter eléctrico y
de la valencia no sólo ha disminuido considerable-
mente el número absoluto de propiedades químicas
en la serie, sino, á la vez, el relativo diferenciador
de sus términos.
Y finalmente, la hipótesis de que la serie Helio-
Argón es uno de los productos primitivos de la con-
densación astronómico-química (más ó menos com-
parables en lo físico á la forma ultra-gaseosa), armo-
niza con el hecho de que en estos cuerpos apenas si
pueden discernirse rudimentos de valencia, nada de
carácter eléctrico, y casi, ó sin casi, han desapareci-
do las propiedades químicas. D
D

i
La gradación es completa; y el esfumado, desde los
subidos tintes del Urano á la mancha suave del Itrio,
á la tenuísima penumbra del Argón, y á la falta de
color del Helio, continuo. Nos encontramos, pues, al D
parecer con evidencia, frente á un problema de for-
mas elementales químicas, análogo al de los estados
físicos de los cuerpos.

** *
E"
A fin de dar más relieve al hecho de la ley perió-
dica, Lotario Meyer, en su libro Las teorías modernas
de la Química, y su aplicación á la Mecánica Química,
lo ha vigorizado con dos gráficos: uno referente á
i
los volúmenes atómicos, y otro á las temperaturas
absolutas de fusión, que patentizan, por modo su-
gestivo, el desarrollo periódico de ambas propieda-
des según el principio en cuestión, formulado, como
es sabido, casi simultáneamente por el mismo señor
y por Mendeleeff.
Y en varias otras obras, generalmente debidas á
adeptos á la doctrina, se reproducen las mismas dos
ilustraciones.
Nosotros, apartándonos del camino de la trans-
cripción, hemos intentado construir un nuevo dia- Cu
grama del famoso enunciado: el de la valencia quími-
ca. Y no nos pesa: porque hemos obtenido, no sólo ^
una representación más de la ley periódica, sino una
representación instructiva en altísimo grado. J
La figura 2 es nuestro gráfico de referencia. El di-
bujo original de que procede pertenece á nuestro
discípulo del actual curso de 1896-97, D. Ignacio
^ p: t> fe a s M
Lapeña, y se halla hecho en las escalas siguientes:
BvoNsnvA. s v T aa ara
 15 —
3 milímetros por unidad de peso atómico (abscisas),
y 2 centímetros por unidad de valencia [ordenadas).
La lista de Pa, no sólo ofrece los vacíos consiguien-
tes á nueve de los términos de la serie Litio-Urano
no encontrados aún, sino los relativos á los metales de
las tierras raras, desde el Escandio (inclusos el Cerio
y el Torio); por más que señalemos con interrogantes
el sitio de este elemento, y el del Itrio y el del Lan-
tano, en consideración á la opinión corriente. Aparte
del hueco entre el Bismuto y el Urano.
Pero, consecuentes con nuestros puntos de vista,
hemos debido dar realidad—y á ello obedece la figu-
ra 3—al diagrama de la misma valencia, en la serie
que llamamos Escandio-Iterbio; sin detenernos en
que el desarrollo de esta propiedad resulta represen-
tado por una recta paralela al eje de las X, á causa
de que todos los términos ó cuerpos son trivalentes
positivos.
La comparación entre ambos gráficos no puede
ser más interesante: salen de la serie Litio-Urano,
el Escandio, el Itrio y el Lantano, el primero de los
cuales, sobre todo, viene constituyendo uno de los
mayores triunfos (aparente, según nuestras ideas)
de la ley periódica; y quedan tres vacíos á llenar
con cuerpos que debemos pretender se semejen al
Boro más que los eliminados. Pero, en cambio, des-
aparece esa enorme é invencible dificultad para el
enunciado de Mendeleeff y Meyer, consistente en
que, tras el Lantano, debiera seguir un elemento
tetravalente; después un trivalente, un divalente y
un monovalente negativos; luego un monovalente,
un divalente y un trivalente positivos, y así sucesi-

DIAGRAMA DE LA VALENCIA
E N L-A sePílE
CSCANOIO-YTERBiO

SlV 61 Ho
Er b
SI»
m II
<
I I I
I''!' " '• y

EcJE D E L O S P E S O S A T Ó M I C O S

Fig. 3-

vamente, hasta empalmar con el trivalente negativo El Tuüo, según Ostwald (i), tiene por peso ató-
Tántalo; circunstancias á que no satisface la lista mico I2g,8. Schutzenberger y Bouduard acaban de
de elementos de las tierras raras, con gravísimo de- dar al traste con el Cerio, desdoblándolo en tres (2):
trimento— irreparable, diríamos — de la ley pe- uno de peso atómico próximo á 138 (que acaso dis-
riódica. putará su puesto al Lantano); otro que parece te-
La solución que nuestros razonamientos dan al nerlo de unos 148, y el tercero cuyo P« se acerca á
conflicto resulta naturalísima: es que desde el Bario al 157. Estos mismos químicos trabajaban con varios
Tántalo están por descubrir todos los términos de la serieelementos de la propia serie, cuyos pesos atómicos
Litio-Urano; y es, á la vez, que nos hallamos frente á están comprendidos entre 91,25 y 148. Drossbach
otra serie en período de COMPLETACIÓN: la Escandio- ha obtenido otro de P» = 98,5 á 100,5. Barriere cree
Iterbio, haber aislado el Lucio de Pa = 104, siquiera este
El relleno de ambas series ofrecerá dificultades
grandes á la investigación; mayores probablemente
el de la Escandio-Iterbio, por el parecido, próximo (I) Agendadu Chimiste, i8g6.
á la identidad, de los términos que la constituyen; (2) Comp. R. de VA. des Se. de París, t. 124: 8 de
pero la labor avanza. Marzo de 1897.
 i6

descubrimiento se halle puesto en tela de juicio. T o -
do lo cual permite abrigar la esperanza de ver relle-
no, dentro de no mucho tiempo, el intervalo I t r i o -
Lantano; y d e que igualmente se rellenará el hueco
Escandio-Itrio, y se encontrarán términos de la serie
de menor Pa que el Escandio. Ya Crookes considera
desde luego al Itrio ( i ) desdoblable en cinco, al m e -
nos, constituyentes nuevos.
He aquí, firmes, como lo estamos por convenci-
miento absoluto, en nuestro propósito de construir
series no periódicas de elementos, los pesos atómi-
cos que adoptamos, á título provisional, para los
términos mejor conocidos, al parecer, de la serie E s -
candio-Iterbio, prescindiendo de los migmoides (2)
Didimio y Cerio, cuyos P^ siempre fueron cifras
variables ó variadas.
L o s tres elementos del Cerio á que hacen refe-
rencia los interrogantes de este cuadro, v a n señala-
dos, también sólo como sitios, en las figuras 3 y 5,
por gruesos puntos redondos ó rectangulares.

Elemento;, Símbolos. Aproximición, Observaciones.

Escandio.... Se 44 0,5 Van der Plaat.

itrio Y 89 I Van der Plaat.
Tulic. Tu 120,8 Ostwald.
Lar.tano.... La- 138 Van der Plaat.
¿ ? Schutzenberger y Bouduard.
Neodimio... Ne 140,8 Ostwald.
Praseodimio. Pr 143,6 Osfwald.
j . .."> Schutzenberger y Bouduard.
Smi
Samario , . Sm, I 5o 0,5 Van der Plaat.
Gadolinio. Gd i5«"'.7 Willm y Hanriot.
Schutzenberger y Bouduard.
b-ysprosio. ¿"p 159 Ag. du Ch., 1896 (pág. 5).
Holmio... Ho 162 Willm y Hanriot.
Terbio.... Tr Aquí colocado interinamente por
razones de isomorfismo.
Erbio... Er itjb Ag.duCh., I8Q6.
Decipio. De 171 Ag.duCh., 1896.
Iterbio.. Yt I7:Í Van der Plaat,

L a hipótesis d e que el Samario está formado por bien que propiedades, clave ó fuente ó raíz de p r o -
dos elementos, h a sido formulada p o r Demar9ay. piedades, sobre todo en el orden químico, aunque
E l Gadolinio, según Crookes, es una mezcla de también en el físico, p o r lo que la estructura m o -
Itrio, Erbio é Iterbio. lecular (y aprovechamos la ocasión, como otras mu-
chas, para repetir que creemos idéntica la estructu-
* ra de los átomos y la d e las moléculas) transciende
á los caracteres de t a l orden.
Parécennos el carácter eléctrico y la valencia, más P e r o dejando á un lado esto d e considerar á d i -

(i) La Genese des Elements, págs. 29 y otras.
(2) La palabra migmoide (tiqiMt, mezcla) (elementos
ó cuerpos migmoides, ó formas migmoideas ó migmoi-
des), término cuya introducción en el lenguaje científi-
co proponemos, y que desde luego hemos empezado á
usar, responde en primer término á los casos notabilísi-
mos del Didimio, del Cerio y del Gadolinio, mezclas, no
combinación, de otros elementos, pero que han pasado
plaza de cuerpos simples, y que como tales se conducen.
Se halla suficientemente justificada por las siguientes
frases de Nordenskióld: «El óxido de Gadolinio, por más
que no lo es de un cuerpo simple, sino mezcla de tres óxi-
dos isomorfos (aun obtenido de minerales procedentes
de localidades muy apartadas unas de otras), POSEE PESO
MOLECULAR CONSTANTE. Nos eticontramos, pues, en pre-
sencia de un hecho completamente nuevo en Química.ii
fComp. R. de l'Ac. des Se. de Varis: 2 de Noviembre de
1886.-)
A nosotros, abundando en las ideas de Crookes, no
nos parece improbable que todos los elementos de la se-
rie Escandio-Iterbio puedan ser indefinidamente mig-
moides.
 17 —

chos dos fenómenos como matrices, es lo cierto que, / Peso atómico 138 á 138,53-
Lantano.
siendo los gráficos de la ley periódica propagados ' Densidad. . 6,1.
por L . Meyer buen ejemplo de representación del ; Peso atómico 140,42 á 141,5.
Cerio. . . (\C)3 á 7,63.
desarrollo de las propiedades en la serie Litio-Ura- ' Densidad. . .
no, procede estudiar si realmente dicho desarrollo i Peso atómico 142,12 á 145.
Didimio. 6,54.
no es periódico, como pretendemos, en nuestra s e - Densidad.
rie Escandio-Yterbio.
Kl propósito, sin embargo, resulta desgraciada- Y para constrnir el gráfico de las temperaturas ab-
mente punto menos que irrealizable hoy por hoj'. solutas de fusión, sólo hallamos estas indicaciones
E n estado de libertad son sólo conocidos el L a n - en Willm y Hanriot, nuestro libro de texto:
tano, el Cerio y el Didimio; base insuficiente para
Lantano: es algo.más fusible que la Plata.
establecer la marcha de una curva.
Didimio: es algo menos fusible que el Lantano.
Tratando, además, de construir el gráfico de los Cerio: es igualmente fusible que el Lantano.
volúmenes atómicos, nos encontramos con los si-
guientes datos, desprovistos de fijeza: A lo cual hay que añadir que el Didimio y el C e -

DIACRAMA
• EL PESO ESPECIFICO DE LOS ÓXIDOS
c ^v.! i _ .A. s E : F=, I E
E.SCANOIO-YTERBI0

40 50 60 10 eO L'Q IQD 110 I2U 130 ÍAU OO

EtJE D E l_OS R E S O S ATÓMICOS

Fig. 4.

rio son, á la fecha, cuerpos claramente migmoides.
O abandonamos, pues, el intento de comprobar el
desarrollo de las propiedades en la serie E s c a n d i o -
Yterbio, ó apelamos al recurso de someter á examen
fenómenos ó caracteres indirectos. Fijémonos en uno.
Que algo es si el resultado, bien que no una demos-
tración, ofrece señales de un indicio.
Bastante apartado de lo que rigurosamente deben
considerarse sus propiedades, hállase el peso espe-
cífico de los óxidos de los metales en que nos ocu-
pamos; pero es dato éste, determinado en algunos
casos, al cual podemos conceptuar, como muy p r o -
bable y natural (tratándose de las tierras raras), que
transcienda el carácter periódico ó no periódico; y
que, en virtud de ello, y con las salvedades consi-
guientes á IA forma migmoidea de tales cuerpos, evi-
denciada en unos y presumible en los demás, esta-
mos en el caso de estudiar, á falta de otros coeficien-
tes, como comprobante de nuestras conjeturas.
E n la página siguiente va el cuadro de las densi-
dades de los compuestos, M j O3, en cuestión, t o -
mados de la obra de Willm y Hanriot.
Con estas cifras, y con este criterio, hemos cons-
truido el gi áfico representado por la figura 4; y es lo
cierto que no puede negársele las apariencias de
una demostración de que en la serie no periódica E s -
candio-Yterbio las densidades de los óxidos son SÓLO
función de los pesos atómicos.
Teniendo presentes todos los anteriores puntos de
vista, avancemos en el desarrollo del pensamiento
que informa nuestra hipótesis.
Nos hallamos en presencia de lo que podría lla-
marse Cosmología Química, ó bien Geología Química
de los Sistemas de Mundos, nuevo orden de conoci'-
mientos dentro del cual consideramos asignable á los
 I» —
cuerpos simples papel análogo al de las rocas y los
fósiles en la Geología Terrestre. Los restos de los dis-
tintos períodos de ambas evoluciones, señaladores de
sucesivas edades ó épocas, no sólo caracterizan á é s -
tas, sino que permiten reconstituir en parte la histo-
ria de las mismas, y establecer lazos de unión y ar-
monía con otros órdenes de conocimientos. Siendo
por ello que, cuando de la .evolución planetaria ó
formación de la Tierra se trata, la relación ha surgi-
do con la Geogenia, con la Biología, etc., y hasta
con la Prehistoria, la Religión y la Teología; y, aná-
logamente, cuando la evolución química ó formación
de los simples es cuestión, la relación debe surgir
naturalmente con la Astronomía, con la Cosmogonía
Laplaciana ( i ) , con la Física, etc.
Según lo cual, y como desde el principio venimos
anticipando, en el Helio y el Argón vemos restos de la
condensación química en el período en que la nebu-
losa solar fué masa tenue, inmóvil, enfriándose en el
espacio; en los metales de las tierras raras, residuos,
bien de la nebulosa en el período de elipsoide de re-
volución aplastado, ó bien de anillos cósmicos circu-
lares ó casi circulares; en los elementos tipos de Men-
deleeff, formas originadas durante la transformación
de los anillos circulares de materia nebular en elíp-
ticos, si no es que algunos proceden de tiempo ante-
rior; y en la serie general de cuerpos simples á que es
aplicable la ley periódica, el producto en especies a t ó -
micas de la época de la resolución de los anillos de
Laplace en planetas, y formación de los satélites.

Óxido de Peso específico. OBSERVACIONES

- '-'
3.8 •
5.03 —
6,48 —
6,85 Aunque migmoide puede sumarse á nuestro objeto, por la
proximidad de los pesos atómicos del Neodimio y del l'ra-
seodimio.
8,347 Prescindiremos de este número, demasiado elevado para los
efectos de nuestros razonamientos, teniendo en cuenta !a
opinión de Demarcay, é ignorando la distancia entre los
pesos alómicos de 5m, y Sm^.
8,q Aceptado el peso atómico 166, con la aproximación 2 (que
demuestra el carácter migmoide del elemento y de su óxi-
do), la cifra 8,9 encaja ¡0 suficiente en nuestros puntos de
vista.
9.175
~
NOTA. No incluímos el Cerio porque, funcionando como trivalente y tetravalente, y
desdoblado ya en tres elementos, los pesos específicos de sus dos óxidos, hasta ahora co-
nocidos, constituirían tan sólo un dato perturbador Je nuestros fines.

L a lám. [, representación gráfica que hemos idea-
do para esta hipótesis, ofrece el desenvolvimiento de
la misma hasta permitir el razonado de que resulta
nuestra CLASIFICACIÓN CÍCLICA de los cuerpos s i m -
ples (2). Y las láms. 11 y III, que al final se incluyen
como apéndice, son las disposiciones teórica y d i -
dáctica de dicha clasificación.
Claro es que nuestra HIPÓTESIS CÓSMICA supone
una concesión á los adversarios de Mendeleeff y
Lotario Meyer; pero también constituye la vía con-

(1) Hacemos caso omiso de las otras cosmogonías,
porque está reconocido que ninguna aventaja á la de
Laplace, ni ostenta título alguno suficiente para substi-
tuirla.
(a) Las dos primeras figuras de nuestro gráfico (una
circunferencia y una elipse, cuyos centros, iV, represen-
tan nijcleos de nebulosas primitivas) simbolizan las épo-
cas en que el sistema solar fué masa esférica inmóvil
primero y luego elipsoide aplastado de revolución. La
figura 3." corresponde á la transformación de los anillos
nebulares circulares en elípticos. I^as elipses numeradas
desde I á X representan la época de la transformación de
los anillos circulantes de Laplace en nebulosas plane-
tarias. Los sitios de aparición del Escandio, del Ytrio y
del Lantano, van señalados con interrogantes, lo mismo
que los demás puestos asignables á los metales de las
tierras raras en la clasificación periódica de Mende-
leeff y Meyer. Los restantes detalles explicativos d é l a
lámina I corresponden á nuestros estudios sobre la HI-
PÓTESIS CÓSMICA y la CLASinCAClÓN CÍCLICA
 19

LAMINA I
PREVALENTES

Vil VIH ,1 > fx X

v^tx

lí * • •
.; j w R:
^

^TÍ-;;^''
 — io —
ducente á la mayor sanción teórica que es posi!)le culantes de materia nebular de qtie proceden los pla-
dar á la ley periódica. No hay una sola serie de for- netas y sus satélites según la cosmogonía laplaciana.
mas elementales, sino varias. TAL AFIRMACIÓN ES TODO. I."—Imaginemos una zona de una nebulosa elip-
Y las series en que las propiedades son función perió- soidal aplastada de revolución, ó bien un anillo cir-
dica de los pesos atómicos, se han producido en época encular, una ú otro en movimiento. El centro del campo
que la condensación astronómica, simultánea con la quí-electro-magnético será el del elipsoide, ó el del ani-
mica, ofreció Paralela periodicidad, esdmr, se caracterizó
llo; y las superficies equipotenciales estarán bien
por la división de su duración en períodos (Ins revolu- representadas en ambos casos (fig. 5) por circun-
ciones de los anillos laplacianos que se resolvían en ferencias de círculo concéntricas respecto del anillo
planetas, y las de éstos en estado nebular). ó de la zona.
Así dicho, lo que se refiere al enunciado de Men- a),—La condensación química—algo avanzada ya
deleff y Meyer, siguiendo el usual decir; pero con la astronómica—se verificará á distancias iguales del
la salvedad exigida por nuestra creencia de que las centro, ó sea en puntos del campo de igual intensi-
propiedades no pueden ser función de una sola va- dad electro-magnética.
riable (el peso atómico), sino de barias. Y á esto puede corresponder la igualdad de va-
lencia de todos los cuerpos simples que se originen.
bj.—Además, el sentido ó dirección del movimien-
to con respecto al centro será siempre el mismo; y
á ello puede corresponder la circunstancia de que los
referidos simples no ofrezcan diferencia de carácter
eléctrico.
Es el caso de la serie Escandio-Yterbio.
La figura 5, cuya mitad izquierda puede supo-
nerse que pertenece á una zona, y la mitad derecha
á un anillo, da idea de la aparición de series del tipo
de la de los metales trivalentes de las tierras raras; sal-
vando con la imaginación la incongruencia que re-
sulta entre la representación y la realidad en cuanto
á lo pequeño, en ésta, del espesor de la capa mate-
rial que se resuelve en cuerpos simples, y lo grande
del radio de la zona ó del anillo.
2.°—Supongamos un anillo elíptico de Laplace, y
el centro del campo electro-magnético coincidiendo
con el del núcleo de la nebulosa, hoy el Sol.
Fig. 5- aj.—La condensación química—muy avanzada á
la sazón la astronómica,—se verificará á distancias
Y considerando no menos ocioso consignar que, desiguales del centro, ó sea en puntos del campo de
aparte de todo orden cronológico, siempre que acci- diferente intensidad electro-magnética, como situa-
dental 6 no accidentalmente se hayan dado, ó den, dos (fig. 6) en distintas superficies equipotenciales. Y
de presente ó de futuro, las mismas condiciones cós- á esto puede corresponder el hecho de que los cuer-
micas, deberá repetirse la aparición ó formación na- pos simples originados no tengan la misma valencia.
tural de los mismos cuerpos simples. bJ.—Además, el sentido ó dirección del movimien-
to varía con respecto al núcleo, según consideremos
al lado izquierdo ó el derecho del anillo dividido por
Veamos ahora qué elementos explicativos encie- el eje mayor; y á ello puede corresponder la cir-
rra nuestra hipótesis de que la periodicidad en las cunstancia de que dichos simples tengan carácter
propiedades de los simples, señalada principalmente eléctrico positivo ó negativo.
por Newlands, Mendeleeff y Meyer, es consecuencia
de la simultaneidad de las condensaciones química Es el caso de la serie Litio- Urano.
y astronómica realizadas, en el gran campo electro- La figura 6 representa tal otro modo de formación
mafpético cuyo centro es el Sol, por los anillos cir- de elementos, suponiendo que los positivos se pro-
 21 —
ducen á la izquierda del anillo—es decir, con mate- Nos hallamos, pues, en plenas circunstan&ias de
ria nebular que ss acerca al núcleo F,—y pueden la serie, 6 series, Helio-Argón; sin perjuicio de que
ofrecer las valencias características I, II y III; y que Jas cosas se compliquen á medida que el núcleo vaya
los negativos se originan á la derecha—es decir, con adquiriendo magnitud suficiente para ejercer acción
materia neliular que se aleja de F,—pudiendo ofrecer sensible, y cada vez más intensa, sobre el resto de la
las valencias 3, 2 y i. El extremo del eje mayor, se- masa nebular.
ñalado con el núinero IV, y sus inmediaciones, es lu-
gar adecuado para la formación de simples más ó
menos indiferentes ó neutros, ó de algo acentuada Como aclaración complementaria, debemos con-
tendencia eléctrica positiva ó negativa, ó de carác- signar que en estos últimos meses:
ter mixto. I."—La definición y emplazamiento mendeleeffia-
3.°—Examinemos, por fin, la condensación de una no del Cerio están sufriendo verdaderos vaivenes;
nebulosa esférica inmóvil. Al principio podrá con- pues como si fueran poco los trabajos de Schutzen-
siderarse situada la architenue materia en un cam- berger y Bouduard, á que antes nos referimos, en
po electro-magnético uniforme. Dsspués, á medida virtud de los cuales dicho cuerpo resulta perdiendo
que el núcleo se vaya formando, líneas de fuerza su individualidad química—caracterizada por el peso
convergerán á éste, y habrá superficies equipoten- atómico aproximado 141,—y apareciendo como mez-
ciales esféricas y concéntricas con la nebulosa. cla de tres elementos, con posterioridad, después de
hechos nuestros grabados figuras 3 y 5, han publica-
do otros experimentos los Sres. Wyrouboff y Ver-
neuil, encaminados á demostrar que cuantos quími-
cos han estudiado hasta el presente el metal en cues-
tión, lo manejaban en completo estado de impureza;
y que el verdadero elemento posee un peso atómico
algo superior á 93, comprendido acaso, por lo tanto,
entre el del Zirconio y el del Niobio. Sin perjuicio
de lo cual, y más recientemente aún (i), Bouduard,
insistiendo en los resultados de sus investigaciones
en colaboración con Schutzenberger, vuelve á anun-
ciar que el óxido de Cerio, obtenido por el procedi-
miento de Debray, va acompañado del de otra tierra
de peso atómico menor.
2.'—Aparte de esto, Crookes cree haber separado
de la ytria el Moniím, de peso atómico aproximado
á 118.
3.°—Delafontaine pretende, por otro lado, la re-
surrección de Filipio, por él señalado en 1878 como
próximo al Terbio, y que asegura haber encontrado
Flg. C. ahora en la fergusonita (niobato de Ytrio casi puro).
4.*—Urbain se ha ocupado en los elementos *X
rt^. — Como no cabe otro movimiento que una espe- de Soret y nuevo Erbio,» más ó menos iguales 6 dis-
cie de convección que transporte al interior la mate- tintos del Holmio y del Dysprosio.
ria condensada en la periferia, atravesando espacios 5.°—Para nuestras ideas, y para nuestra clasifi-
de intensidad electro magnética constante, 6 casi cación cíclica, tan estimables trabajos ofrecen de co-
constante, y pequeña, los elementos—pro luctos du- mún nuestra opinión de que los metales de las tie-
rante mucho tiempo de esta condensación superfi- rras raras son formas no sólo mal definidas desde el
cial, coetánea de la casi inrondensación astronómi- punto de vista de su individualidad, sino todas acaso
ca—deben hallarse caracterizados, siguiendo las hi- migmoides, no repugnando además que puedan re-
pótesis de los casos anteriores, por la indiferencia- sultar indefinidamente migmoides; y el hecho, para
ción completa, ó casi completa, de la valencia.
bj.—Igual conclusión es aplicable al carácter eléC' ( I ) Com. Ren. de l'Ac. de Se. de Parts. Sesión del 5
trico. de Noviembre de 1897.
 — 22
nosotros evidente, át qué ni constituyen parte de la
serie Litio-Ufano, ni siquiera pertenecen acaso a l -
gunos á la Escandio-Yterbio, sino á otras análogas,
aunque de valencia distinta de tres. Mas en cambio,
quebrantan las clasificaciones de Mendeleeff y Me-
yer, en cuanto les hacen sulrir la baja de un elemento
que estos pensadores han considerado bien emplaza-
do como tetravalente y como simple de peso a t ó m i -
co 141; y el alta de vanos otros cuya colocación p e r -
turba totalmente dichas ordenaciones periódicas.
6.°—Claro es que, además de incompleta, consi-
deramos la serie Litio-Urano insuficientemente co-
nocida, y no expurgada; por lo cual, ai modo como
muchos truzüs de zinc han pasado por metal quími-
camente puro, conteniendo, sin embargo, Indio, has-
ta que este simple lué descubierto; y así como el D i -
dimio h a sido desdoblado por Aüer, ni nos sorpien-
derá que hechos análogos se repitan en cuerpos de la
sene en cuestión, que hoy pasan plaza de elemen-
tos, ni tampoco que algunos términos lleguen á ser
baja en ella, con destino á no sabemos qué otra ú
otras series, cuando la Química mineral se halle más
adelantada; análogamente á como, en el actual es-
tado de nuestros conocimientos, creemos que p u e -
den y deben pasar el Escandio, el Ytrio y ei L a n t a -
no á la serie Escandio-Ytcrbio.
Del estudio de la ley periódica que acabamos de
hacer, resulta, en síntesis, la necesidad de un des-
doblamiento de la misma, en armonía con las con-
clusiones que hemos ido estableciendo; desdobla-
micnio que sometemos á los grandes maestros Men-
delecft y Meyer, formulado en los siguientes t é r -
minos:
I." Existen varias series de cuerpos simples ó
elementales.
2.° En la serie que provisionalmente, y con las
salvedades hechas, puede llamarse Litio-Urano, las
propiedades son en general función periódica de los
pesos atómicos. E l calor especifico, ejemplo de ex-
cepción, es sólo función de dii.has constantes.
3 . " E n la sene que provisionalmente puede lla-
marse Escandio-Yterbio, las propiedades no son fun-
ción periódica de ios pesos atómicos, sino acaso más
bien, en general, función de éstos.
4.° E l Hidrógeno es término de una serie no co-
nocida aún.
5.° En los elementos primitivos, que provisional-
mepte pueden considerarse, ora formando una seiie
de que sólo se conocen menos mal los términos H e -
lio y Argón, ó bien varias,—perteneciendo él Helio á
una y el Argón á otra,—las propiedades químicas
son rudimentarias; las físicas pueden hallarse, y se
hallan, mejor diferenciadas; y unas y otras no serán
más dominantemente función sino del peso atómico.
Observación.—Durante los años que el presente
trabajo viene ocupando las columnas de L A NATURA-
LEZA, y con posterioridad á cuando fué hecha nues-
tra lámina I, los eminentes profesores ingleses seño-
res Kamsay y Travers han anunciado el descubri-
miento en el aire de tres nuevos gases químicamente
inactivos, cuerpos simples primarios según nuestras
ideas, á saber: el Neón, el Metargon y el Cripton, cu-
yos pesos atómicos parecen ser respectivamente 10
—19,87—y 40. Si tan interesantísimos hallazgos se
confirman, la serie Helio-Argón deberá llamarse
Helio-Cnpton, y comprenderá los términos siguien-
tes: Helio, Neón, Metargon, Argón y Cripton. Con
la salvedad de que aun entre estos elementos cabe la
posibilidad de la existencia de varias series recog-
noscibles por su prevalencia.
E l profesor Nasini manifiesta igualmente haber
descubierto en los gases volcánicos de Pozzuoli el
elemento hipotético Co»"»»»''*»/, que se supone produc-
tor de la raya brillante 5316,9 del espectro de la c o -
rona solar; pareciendo el nuevo simple menos denso
y más difusible que el Hidrógeno.
Finalmente, Carlos F . Brusch, físico americano,
dice haber descubierto un gas—clasificable provi-
sionalmente entre los simples, sin perjuicio de que
resulte mezcla de varios,—cuya densidad es
10.000
de la del hidrógeno, y que, por lo tanto, posee un
peso atómico representado por la cifra 0,0001. L o
extraordinario del suceso obliga á acogerlo con toda
clase de reservas.
Requieren estas lucubraciones que el nexo entre la
ley de Dulong y Petit y la periódica resalte con cla-
ridad, y no aparezcan incompatibilidades ni confu-
siones á los efectos de la coexistencia de ambas, y de
la posibilidad de que, como dejamos dicho, una y
otra, y aun la de Zenger, estén comprendidas en un
enunciado más general, 6 expresión de los estados quí-
micos de la materia, que nos hemos anticipado á lla-
mar ecuación de los cuerpos simples (i).
Se trata, desde luego, con gran verosimilitud, de
una cuestión de aspectos de examen, en razón á que
(I) 1894. LA NATURALEZA, tomo V.
 — 23

en los cuerpos se dan simultáneamente propiedades
dependientes, ya de la constitución atómica, ya de la
molecular, ya de la estructura y del estado físico de
los cuerpos, ó bien de las energías residentes, ora co-
rrespondan éstas al grupo del calor, ora al de la elec-
tricidad, etc.; siendo lo frecuente que cualquier pro-
piedad resulte influida, como magnitud ó como Cua-
lidad, por otras; y pudiendo suceder que tales in-
fluencias sean poco modificadoras, ó, por el contra-
rio, lo, sean en grados medio ó grande. Así, la ley
de Dulong y Petit, que para verificarse exige, al pa-
recer, la comparación de los Cuerpos simples en la
igualdad de circunstancias físicas que resulta obser-
vándolos en estado sólido á temperaturas desiguales
(no determinadas expenmentalmente ni por regla
teórica), resulta influida por la constitución de los
átomos-moiéculas, según los trabajos de Berthelot
relativos á la comprobación de la misma en los ga-
ses. Hecho sobre el cual es interesante fijar lá aten-
ción, por lo mismo que se trata de una propiedad (el
calor específico) que resiste á la in/luemia determi-
nante de la periodicidad característica de otras.
Todo lo cual fundamenta la necesidad de ensan-
char el programa de la Físico-química, añadiendo—
y comprendiéndolos en él,—al grupo de las propie-
dades aditivas, coligativas, constitutivas y mixtas,
que en conjunto ofrecen un carácter común—diría-
mos que el punto de vista de la materia, ó acaso el
de lo estático,—otro grupo de propiedades, cuya ca-
racterística sea la energía ó lo dinámico; y un terce- respectivos resulten de muy diferente extensión, en
ro, seguramente el más numeroso, de propiedades
mixtas respecto de las comprendidas en los dos pri-
meros. Y cuando la nueva rama de la ciencia á que
estos estudios corresponden (i) haya llegado á tal
grado de progreso, aparecerán bien definidas, sin
contradiciones ni excepción alguna, las propiedades
no periódicas, las periódicas, y las poco ó mucho
ofuscadas en su nota dominante por las complejas
influencias nmtuas; y se ofrecerá á la vez la armonía menos, bien representada por una función de estas
Consiguiente al conocimiento del relacionado entre
las propiedades y la causa ú origen de todas y cada
una de ellas.
El campo está, pues, abierto á la investigación;
pareciendo vislumbrarse con alguna claridad que
cuanto acerca de estas cuestiones se inquiera en la
dirección electro-magnética se relacionará principal-
(i) Dctínimos así la Físico ^nimxca:^arte de la. Me-
cánica Química que estudia ¡a rajón y las relaciones
de las propiedades de los cuerpos, tanto físicas como exactitud
químicas. (VéaSe nuestro ¡Programa de Química Inor-
gánica. Mayo de 1897.)
mente con el carácter eléctrico, con la valencia, con
el orden de lo químico, con lo más señaladamente
periódico; y que todo lo que se labre en la dirección
de las fuerzas de atracción y del calor, encarnará
mejor en el orden de lo físico y de lo confusamente
ó nada periódico. Quedando siempre lo mixto, y lo
complejo por ende, y hasta lo inesperado, como
ciertos hechos de la Química á bajas temperaturas, en
la categoría de caso más general de que los otros dos
son límite.
Ley de Zenger.
Recordemos su enunciado.
En los diversos estados alotrópicos de los cuerpos poli-
mórficos el producto del calor específico por la densidad
es constante:
cd = c' d' = ... = a,
ó bien
7~ d•
Principio que se considera aplicable en cierto
grado á los simples de propiedades químicas seme-
jantes.
Echase de ver, desde luego, que esta ley y la de
Dulong y Petit son de idéntica forma; y ocurre, por
ello, inmediatamente la idea de que el signiñcado de
ambas puede ser también igual, siquiera sus campos
razón á que la de Zenger sea tan sólo ley de posibili-
dad de existencia de las formas alotrópicas de cada ele-
mento.
Pero, no menos pronto, á poco que se reflexiona,
asalta la sospecha de que los dos principios pyedan
ser expresión de un mismo hecho, considerado an-
tes del límite, y en el límite; pues si la densidad de
los cuerpos simples pareciese, aproximadamente al
principales variables:
I.* El peso atómico (atómico-molecular);
2.* La estructura y, como secuela, el volumen ató-
mico-molecular;
3.* El estado físico, comprendiendo en él la tom*
peratura;
4.* La estructura de agregación, si se trata de un
sólido;
sería lógico que se verificase lo siguiente:
AJ.—La ley de Zenger se cumplirá con mayof
en los gases, porque la densidad de éstos
deja de depender de las variables 4.*, 3.*, y ide la 2,«
con frecuencia.
 — 24
BJ.—En todo caso en que la densidad dependa
sólo de la variable i .•, la ley do Zenger y la de Du-
long y Petit se confundirán representando el mismo
hecho.
O de otra manera: tomando, para experimentar,
trozos de un cuerpo simple cada vez más pequeños
hasta llegar, si fuera posible, á uno formado tan sólo
por un átomo-molécula, pasaríamos gradualmente
del enunciado zengeriano al de Dulong y Petit.
Mas sea uno ú otro punto de vista el que tome-
mos para establecer la significación de la ley de
Zenger, observemos que entie ellos no existe incom-
patibilidad de ninguna especie.
Considerada, en efecto, la expresión cd = a como
canon de posibilidad de las formas alotrópicas, ofre-
ce una cifra—número de calorías—para cada cuerpo
limpie, representante acaso de ia condición de esta-
bilidad—sinónima, al objeto, de condición de posi-
bilidad de existencia—de las referidas formas; tal
qqe, en toda modificación interna del elemento mer-
ced á la cual la densidad varíe establemente, cuando
i la vez sea posible que el valor específico cambie
d(| podo que se verifique
d>
habrá lugar á una forma alotrópica; y si no, no.
V si consideramos la ley de Zenger como no esen-
cialmente distinta de la de Dulong y Petit, y tenien-
do 4 ésta por límite, evidentemente su alcance au-
mentará pero no su significación; comprendiéndose
que podrá abarcar, en cuanto principio regulador de
la posibilidad de existencia de formas, ios cuerpos
simplts de las series no periódicas, en primer término;
i igualmente, COMO cosa del mismo orden, aunque de es-
fera tnás reducida, las pequeñas series alotrópicas, tan-
tas en número, teóricamente al menos, cuantos son
ios cuerpos simples.
Dado todo lo cual, y ante el hecho de que el enun- de Zenger, á afiímaciones escabrosas hoy por hoy,
ciado de Zenger sólo ofrece en el terreno de las ci- como la de que el Galio, por ejemplo, puede ser una
fras una realización aproximada, probable es que lo forma alotrópica del Aluminio (i).
procedente y necesario sea someterlo á severo estu-
dio, cpmprobación experimental y amplia crítica;
labor que no es posible preveer á dónde conducirá,
pues io mismo puede dicha ley desaparecer á con-
secuencia de semejante trabajo, que adquirir en
cualquier momento inesperado, como indicábamos al
principio, la importancia de hilo que, seguido, per-
mita ciertas exploraciones en el obscuro laberinto de
U transcendental cuestión de las formas químicas
simples de la materia.
—
No repugnando, entie tanto, admitir que repre-
senta una relación entre dos propiedades—el calor
específico y la densidad—cuando éstas se desenvuel-
ven fuera de la disciplina de la ley periódica.
Apliquemos la ley de Zenger, como éste lo ha he-
cho, al Nitrógeno y al Argón, por una parte; y al
Hidrí^eno y al Helio, por otra.
Resulta, según muestra el siguiente cuadro, que
los valores de la constante a son números que difie-
ren sólo en la tercera ó cuarta cifra decimal, es de-
cir, ofrecen la misma aproximación que se observa
comparando el Oxígeno y Ozono; y parpcen autori-
zar, por ello, la conclusión de que el Argón y el He-
lio son, respectivamente, Nitrógeno é Hidrógeno
condensados, ó, como si dijéramos, formas alotrópi-
cas de estos dos cuerpos:
Elementos. a ^ 0 o—C
Nitrógeno. 0,24380 0,9730 0,2372 0,2429 -t-0,0009
Argón..,. 0,1706b 1,3800 0.2355 0,1712 — 0,0005
Valores medios. 0,2363 » -f- 0002
Hidrógeno...' 3,403010,06925 0,2361 3,4050 4-0,9040
Helio I 1,70451 0,1390 0,2369 1,7015 -1-0,0030
Valores medios. 0,2365 » 4-0,0035
No compartimos, sin embargo, tal opinión con el
sabio Director del Observatorio de Praga (primero
que la ha formulado), en vista de la falta de una re-
lación sencilla entre las dtnsidades del Argón y el
Nitrógeno, y del Helio y el Hidrógeno. Aparte de
que, siendo el Hidrógeno y el Nitrógeno cuerpos ac-
tivos, no se compiende la inactividad del Argón y
deJ Helio. Y de que tal facilidad de generalización
nos llevaría lógicamente, dentro de las propias ideas
Pero tampoco nos satisface, ínterin la ley que exa-
minamos no se depure hasta llegar á su supresión ó
su perfecta definición, entregar el caso á la hipótesis
(I) La constante zengeriana del Aluminio es 0,505
(¿ •= 2,5 X c = 0,202); la del Galio, 0,477 {<i = 6,07 X c
=•0,079]; y '^ niedia de ambas, 0,491; citras comprendi-
das dentro del mismo orden de aproximación ó de error
que las correspondientes á las formas alotrópicas del
Carbono (diamante, grafito y amorfo).
 — 35 —
de que se trata d e una coincidencia puramente c a -
sual.
Y así planteado el dilenia optamos por escapar
de sus términos, aceptando provisionalmente la ley
como real é importante, pero buscando al hecho un
nuevo camino de explicación en relación con nues-
tros inseparables puntos de vista.
Veamos cuál.
Considerada la evolución de la materia como ori-
gen de las formas químicas elementales, claro es que
el más y el menos en las propiedades que diferen-
cian unos de otros cuerpos simples, no representará
cosa diferente de la realización del Natura saltus non
facit.
Por otra parte, la valencia y el carácter eléctrico,
propiedades ambas de naturaleza electro-magnética,
y claves de la individualidad química, según tantas
veces hemos repetido, no pueden menos de poseer
su proceso de desarrollo, su gradación en el cuanium
de existencia.
Y en conformidad con ambas premisas, lógico es
que haya cuerpos, y aun grupos de cuerpos, cuya
valencia i , 2, 3, 4, etc., se encuentre en los comien-
zos de la determinación de tal propiedad; otros en
que la misma se halle ya perfectamente determinada;
y unos últimos que simultáneamente puedan poseer
varias valencias. Como los habrá sin carácter, ó sin
apenas carácter, eléctrico; con el positivo ó el nega-
tivo, más 6 menos desarrollados; y con ambos.
De donde surge la consecuencia de que á cada tipo
de formas debe éorresponder una escala de desenvol-
vimiento, de que el siguiente ejemplo da idea:
/ Elementos de valencia'^
f carácter eléctrico
i n i c i a d o s tan sólo ' Pretrivalerites.
{prevalencia).,.
I Elementos de valencia \ Trivalentes posi-
y carácter eléctrico f tivos.
TIPO DE FOR-
MAS TRIVA-
b i e n determinados I Trivalentes ne-
LENTES . . . .
(valencia) - gativos.
/Elementos con otra ü Ti i plus va l e n t e s
otras valencias, ade- positivos.
más de la 3 típica, y ' Tn'ilusvalentes
carácter e l é c t r i c o I negativos.
Sencillo ódoble{Weír- ^Triplusvalentes
tro-valencia) ' mixtos.
L o cual acaso no quede mal sintetizado así: den-
tro de cada tipo de formas deben darse las privalen-
tes, las valentes y las eltclro-valentes.
L a observación de Zenger respecto de la verifica-
ción de su l e y en el Nitrógeno y el Argón, y en el
Hidrógeno y el Helio, ha sido, por consiguiente, la de-
nuncia del fenómetto de LA PREVALENCIA.
Y teniendo la ley en cuestión su natural aplica-
ción en las formas alotrópicas (misma valencia y casi
mismo carácter eléctrico); y habiendo su autor explo-
rado como campo de ampliación para ella los cuer-
pos de análogas propiedades químicas (igual valen-
cia, y muy parecido carácter eléctrico), con no m e -
nos motivo y lógica debe encontrarse relizada la fór-
mula
en el caso de los simplts prevalentes y valentes corres-
pondientes, que es el descubierto por Zenger, y que
interpretado por él con alguna precipitación, le ha
con<lucido á la hipótesis poco aceptable de que el
Helio y el Argón son formas alotrópicas del H i d r ó -
geno y del Nitrógeno.
Así nos parece; pero de todos modos, al mismo
ilustre físico austríaco sometemos en primer término
nuestra anterior hipótesis explicativa del tan intere-
sante caso de su ley por él propio señalado.
RESUMEN
L a s tres leyes, de Dulong y Petit, Mendeleeff,
y Zenger, en cuyo estudio nos hemos ocupado, son,
conforme queda visto, expresiones, m á s ó menos
concretas, ó más ó menos generales, de relaciones
importantes, por lo transcendentes, entre propieda-
des de los cuerpos; con la ciircunstancia, además,
de que la Físico-química no conoce aún otras fór-
mulas de enlace de mayor precisión dentro del mayor
alcance teórico. '
Por ello deben constituir, y constituyen, hoy por
hoy, el punto de vista más culminante de la nueva
rama de la ciencia, cuya última lección, en nuestro
Programa oficial de la asignatura de Química Inor-
gánica ( I ) , está dedicada al trabajo de discusión,
analítico ó sintético, que empezó á ver la luz en L A
NATURALEZA el 28 de Diciembre de 1896, y acabe
con las presentes cuartillas, escritas para aparecer
en el número correspondiente al 8 de Junio de 1899.
Lapso de tiempo durante el cual notabilísimos é
inesperados descubrimientos, como el de varios </#-
mentos gaseosos inactivos, y la disección del Cerio, han
venido á fortalecer las doctrinas que sustentamos.
( I ) El preguntado de dicha lección en el referido
Programa, es el siguiente:—Ensaco acerca de la sig-
nificación de las leyes de Dulong y Petit, periódica,
y de Zenger.—Representaciones gráficas.—Desdobla-
miento de la ley de Mendeleeff y Meyer, propuesto
por el Autor.—Gráficos correspondientes á las propie-
dades en la serie trivalente de elementos, no periódicos.
 — 26
Afirmamos que las propiedades y sus relaciones tie-
nen su origen y razón en el proceso de formación na-
tural astronómico-químico de los elementos: tal es
nuestra hipótesis, reducida á su más sencilla ex-
presión.
Ni es necesaria, ni es sostenible, la existencia de
la serie única de los cuerpos simples: á cada edad
cósmica, á cada conjunto de circunstancias de apa-
rición de formas, deben corresponder elementos de
facies especial característica; ó, en otros términos, la
existencia de varias series se impone lógicamente. Sin
que el hecho de que todas ellas empiecen por cuer-
pos de pequeño peso atómico importe nada. Conver-
tir esto en argumento contrario, equivaldría á exigir,
por ejemplo, que la serie animal, en lo organizado,
arrancase de la especie vegetal más complicada.
La ley periódica debe desdoblarse según dejamos
propuesto; y sólo tiene aplicación en la serie Litio-
Urano.
Lo químico, en cuanto aspecto de las formas sim-
ples de la materia, depende más principalmente del
carácter y valor eléctricos, y de la valencia. Pero el
menor número de propiedades químicas y físicas
deja de ser resultado de complejas influencias.
Es de esperar que se encontrarán expresiones más
generales que las leyes de Dulong y Petit, periódica,
y de Zenger; comprensivas de éstas; y que acaso con-
duzcan finalmente al establecimiento de la ecuación de
los cuerpos simples.
APÉNDICE
El presente trabajo, siquiera su materia sea la
hipótesis, tiene la transcendencia de una teoría en
ERRATAS
Entre las varias que dejamos, para su corrección, al buen juicio del lector, se encuen-
tran éstas: los nombres Ytrio é Yterbio, van repetidamente escritos así: Itrio, Iterbio.
cuanto da conexión exterior, enlaces interiores, deri-
vaciones y finalidad á la Físico-química.
Desde luego su valor didáctico es fácilmente tan-
gible: de ello respondemos con la práctica de nues-
tra cátedra.
En el estudio de las ciencias de la Naturaleza,
después de recorrer las sendas de los hechos y los
laberintos de la experimentación, el espíritu necesi-
ta, remontando á alguna altura, momentos de des-
canso, de síntesis, de horizontes, para que la labor
de detalle, de los mil y un detalles, adquiera unidad,
resulte abarcada con el placer de la dominación, y
pueda ser reemprendida con multiplicado éxito mer-
ced á la percepción de orígenes, relaciones y últi-
mos términos. Método y resultados para los que sir-
van las teorías, cuando existen; pero que, cuando
esto no sucede, se desenvuelven, siquiera sea condi-
cional é interinamente, al amparo de hipótesis como
la nuestra.
Ejemplo de ello es la aplicación que hacemos á
dar espíritu á la clasificación luitural de los eletnentos;
asunto éste del método en Química, abordado de ma-
nera feliz por Mendeleeff y Meyer, á quienes se debe
la primera tentativa, conocida con el nombre de cla-
sificación periódica; que en manos de Wendt y Preyer
experimentó el retroceso á que se llama clasificación
biogeuética; y á que nosotros quisiéramos tener la
fortuna de haber comunicado algún impulso con
nuestra clasificación ctcliea, cuyas disposiciones teó-
rica y docente siguen á los efectos de su vulgariza-
ción fuera de las aulas.
Madrid 20 de Mayo de 1^99.
— 27 -
 28 —

'•. '•.i ' V

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mr.
• " , ' - • '., !• ' • ,--,"í'f- - . ' . • <• , , •,:
' ' »- - f í'1 ', \ ti. p.. . 'J <t4Á^
 DEL M I S M O AUTOR

Pesetis.

1892.—Definición y líneas generales del Programa de la asignatura de Química

Inorgánica, correspondiente á la Facultad de Ciencias (para los cur-
sos, de la de Madrid, 1892-93, 1893-94, 1894-95, 1895-96 y 1896-97). i
1897.—Programa de Química Inorgánica (vigente, en la Facultad de Ciencias
de Madrid, desde el curso 1897-98) 2,25
1896-99.—Ensayo acerca de la significación de las leyes de Dulong y Petit,
Mendeleeff, y Zenger . . . i ,50