Cuando Nicolás me pidió presentar su primer libro publicado, Yosoyelmal, pensé, sin
dudarlo, que se trataba de un libro de poesía. Esto, quizás, porque en Guayaquil he
compartido espacios de lectura de poemas con él y quizás también por su título, que me parecía un ingenioso guiño a Las flores del mal de Baudelaire. Al embarcarme en la lectura, doy con que se trata de un libro en prosa, compuesto de relatos. Son relatos extraños, excéntricos, que a todas luces plantean al lector un primer cuestionamiento (que, metaescriturariamente, también se planteará dentro de uno de los relatos), relativo a lo complejo que resulta instalar cierto tipo de textos dentro de un género concreto, porque rehúyen, desde su esencia, a las clasificaciones y taxonomías. Al final, es posible decir de Yosoyelmal que se trata de un libro de relatos, pero también de un poema largo, incluso de un collage. Mi confusión original termina por corresponderse con el juego que plantea el escritor a sus lectores: pasar de sentirse en un género a comprobar que en realidad se ha estado en otro (o en todos, o en ninguno conocido). El libro se sostiene tanto en su lenguaje que fluye como agua torrentosa y también en su estructura que replica, para desmontarla y travestirla, la estructura de la Biblia. En Yosoyelmal el lenguaje tiene una sola preocupación central: no detenerse, estirar sus propios límites a través de recursos típicamente vanguardistas, típicamente Dadá. Y sobre Dada, Tristán Tzara manifiesta: Todo producto del asco susceptible de convertirse en una negación de la familia, es dada; protesta con todas las fuerzas del ser en acción destructiva: DADA; conocimiento de todos los medios hasta ahora rechazados por el sexo púdico del compromiso cómodo y la cortesía: DADA; abolición de la lógica, danza de los impotentes de la creación: DADA; de toda jerarquía y ecuación social instalada para los valores por nuestros lacayos: DADA; cada objeto, todos los objetos, los sentimientos y las oscuridades, las apariciones y el choque preciso de las líneas paralelas, son medios para el combate: DADA; abolición de la memoria: DADA; abolición de la arqueología: DADA; abolición de los profetas: DADA; abolición del futuro: DADA; creencia absoluta indiscutible en cada dios producto inmediato de la espontaneidad: DADA; salto elegante y sin perjuicio de una armonía a la otra esfera; trayectoria de una palabra lanzada como un disco sonoro grito; respetar todas las individualidades en su locura del momento: seria, temerosa, tímida, ardiente, vigorosa, decidida, entusiasta; pelar su iglesia de todo accesorio inútil y pesado; escupir como una cascada luminosa el pensamiento chocante o amoroso, o mimarlo –con la viva satisfacción de que da igual– con la misma intensidad en el zarzal, puro de insectos para la sangre bien nacida, y dorada de cuerpos de arcángeles, de su alma. Libertad. La trayectoria de la palabra en el libro de Nicolás se instala en este gesto vanguardista que busca destruirlo todo, que busca ser impertinente en todo momento, que es grito estruendoso y efímero. Yosoyemal se plantea la existencia del Dadaverso, que es la “Generación cósmica, posmoderna, interdisciplinaria y, por ende, literaria- pseudocientífica-y-audiovisual de un universo logófago, metaliterario e inintencional”. El lenguaje-río de este libro se inserta en una estructura bien planificada que replica, como mencionaba hace un momento, la estructura bíblica. Comienza por el “Génesis”: mito de la creación; sigue con los mandamientos, que nos remitirán a la ley de Moisés como eje del Antiguo Testamento; pasa a replicar un evangelio y cierra con el “Apocalipsis”: mito de la destrucción; ambos, evangelio y apocalipsis, nos remiten a libros centrales del Nuevo Testamento. Recrear una estructura especular de la Biblia tiene una intención absolutamente clara en este libro: se trata de crear una nueva mitología que se inscriba por fuera de los márgenes de la ley del Padre. Es decir, Yosoyelmal es el negativo de la palabra de Dios, de la ley que funciona como panóptico para las almas de las personas. La profusión de yos narrativos en este relato es la imagen negativa de Dios. En su “Génesis”, Nicolás nos refiere uno de los textos más divertidos y lúdicos del libro, titulado “Un primer manifiesto” (y recordemos que la escritura de manifiestos es un gesto típicamente vanguardista, el gesto con el que se da por sentado el nacimiento de un nuevo movimiento, es un gesto genésico tanto en la esfera del arte como en la de la política). En él, con una ortografía diferente, un niño establece algunos criterios centrales de lo que considera el arte de vivir, dirá, en el parke, rodeado de otros tantos niños: “Bañarse no es necesario. De ser así, ubiéramos nasido en el mar […] Distraerse viendo animales es importante. Dargüin tubo écsito así […] Las niñas son feas, menos mi mami”. Esa percepción infantil, pura y amplia del mundo, será el hilo conductor del texto. En el segundo momento del libro, el de los mandamientos, encontramos una serie de historias en donde los personajes se comportan de manera diametralmente opuesta a lo que promulga la norma. En “El Evangelio según San Nicolás”, se plantea una suerte de ars poética novelada e irónica. Finalmente, en el “Apocalipsis”, se plantea la cronología de un cuerpo echado en su lecho en horas de la madrugada: podría tratarse de un cuerpo moribundo, de un cuerpo insomne, de un cuerpo rendido por la fiesta; todas estas posibilidades son reales. Al final, dirá el narrador: “Las sombras antropomórficas atraviesan las paredes de la habitación con dirección al cuarto contiguo donde los niños, yertos, recorren con sus ojos entre la vigilia y el sueño, presos de esa parálisis congénita que les agobia desde los tiempos del vientre materno y los encarcela en la vulnerabilidad de sus camas”. Ese cierre, nos revela el ciclo mítico: sobre los niños se posarán las sombras de sus adultos moribundos. Yosoyelmal está poblado de epígrafes de canciones y textos literarios que nos refieren la educación sentimental de Nicolás: desde Cortázar y Borges, pasando por Panero, hasta canciones emblemáticas del pop noventero de las Spice Girls y Avril Lavigne. Esa constelación diversa y potente es la que hace de este libro un libro- collage. Todas las citas y epígrafes funcionan como disparadores de la propia palabra: son ayudas que el lector toma para comprender cómo se ha forjado la sensibilidad del escritor, pero también su veta irónica que es poderosa y central en este libro. Esto porque es la ironía el recurso socrático a través del cual se puede generar una escritura que destila eventos cargados de violencia: en los relatos de Yosoyelmal, hay niños que son violados, que padecen la miseria de los grandes, que son tomados por sus sombras, por sus oscuros deseos y que deben, a su vez, aprender a lidiar con las sensaciones de dolor, de placer, de angustia de sus cuerpos. En términos de la disposición espacial de estos cuentos, casi siempre, la violencia se genera puertas para adentro, en las casas, que devienen entonces el lugar del horror. También es posible pensar estos relatos como relatos travestis que se insertan en una tradición literaria que en este país inició Palacio y siguieron Vásconez, Vallejo, Ruales Hualca, entre otros. La fuerza de la pulsión erótica de estos textos es radical y está siempre jugando y poniendo en entredicho la normativa heterosexista, el deber ser, el control sobre los cuerpos. Si en los evangelios, Jesús sostiene que él es el camino, la verdad y la vida, a través de quien es posible llegar a Dios, el lugar de enunciación de Yosoyelmal es el que se aleja de ese camino hacia la santidad y esto es más que un gesto iconoclasta. En este libro Nicolás Esparza ha logrado desmontar el entramado perverso e hipócrita sobre el cual la sociedad, en términos generales, genera sus más preciadas prácticas moralizantes.