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UNIVERSIDAD NACIONAL FEDERICO VILLARREAL

FACULTAD DE PSICOLOGÍA

Rol Paterno en el desarrollo del niño

Trabajo monográfico para obtener el título de licenciado en


psicología

Bachiller: Ibeth Jesica Luján Huambachano

Lima - Perú

2014

Pensamientos

1
"No podía apuntar a
cualquier necesidad en la
infancia tan fuerte como para
que un padre de la
protección." (Sigmund
Freud)

"Un buen padre vale por cien maestros."

(Jean-Jacques Rousseau)

2
Dedicatoria

El presente trabajo está dedicado a


aquellos hombres que se
comprometen y logran encarnar el rol
paterno en beneficio de su propio
desarrollo personal, dándose la
oportunidad de participar y contribuir
al desarrollo de un ser humano
formando parte de sus vidas.

A mis queridos padres y abuelos, por


darme, su apoyo, guía, y amor
incondicional.

3
Agradecimientos

Mi profundo agradecimiento a los docentes y maestros de esta digna


institución universitaria, quienes me brindaron sus valiosos conocimientos
durante toda mi estancia como estudiante y fueron parte importante para
lograr mis metas profesionales.

Finalmente a mis abuelos por su cariño, paciencia y apoyo. A mi padre,


que ha sabido siempre bríndame su tiempo, confianza, amistad
incondicional y enseñarme el respeto, humildad y perseverancia que
hasta el día de hoy fortalece y renuevan la confianza en mis metas y me
impulsan a ser cada día mejor persona y profesional.

4
Rol paterno en el desarrollo del niño

Ibeth Jesica Luján Huambachano

Universidad Nacional Federico Villarreal

Resumen

Se planeta la relación entre la participación del rol paterno en el


desarrollo inicial del ser humano, la niñez, el cual ha cambiado a través
de la historia pasando por considerar al padre como un proveedor y
responsable de la protección familiar en general a la revalorización de
su rol en el desarrollo y consolidación del ser humano desde que este
es concebido y tomando una importancia concreta en el inicio del
desarrollo de su vida. Se describen las teorías acerca del desarrollo
del niño desde que nace hasta antes de iniciar la pubertad. Se
describen las teorías explicativas del rol paterno y su importancia en el
desarrollo del niño. Se analiza la importancia de la presencia del padre
y su interacción con su hijo en la etapa de la niñez. Se realiza una
revisión de las intervenciones psicológicas para fomentar la presencia
del padre en la niñez y facilitar un adecuado desarrollo integral en el
niño.

Frases claves: rol paterno, niño, desarrollo.

5
Parental role in child development

Ibeth Jesica Luján Huambachano

Universidad Nacional Federico Villarreal

Abstract

It raises The relationship between the share of parental role in the


early development of the human being, the child, which has changed
through history through considering the father as provider and head of the
family protection in general revaluation is planet its role in the
development and consolidation of human being since this is conceived
and taking a particular importance in the early development of his life. The
theories of child development are described from birth to puberty before
starting. Explanatory theories of parental role and its importance in child
development are described. The importance of the father's presence and
interaction with your child at the stage of childhood is discussed. A review
of psychological interventions is done to encourage the presence of
fathers in children and facilitate proper overall development in the child.

Key phrases: parental role, child, development.

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Índice

Caratula I
Pensamiento II
Dedicatoria III
Agradecimiento IV
Abstract V
Indice VI
Lista de tablas VII
Lista de Figuras VIII
Introducción IX

Capítulo I: Rol del padre y desarrollo del niño

1.1 Definiciones generales


1.1.1 Paternidad
1.1.1.1 Función o rol paterno

1.1.2 Definición de Niñez


1.1 2.1 Desarrollo del niño

Capitulo 2: teorías explicativas sobre el rol paterno y el desarrollo


del niño
2.1 Teorías sobre el desarrollo del niño
2.1.1 La teoría de Piaget

2.1.2 La teoría de Vigotsky


2.1.3 La teoría de Freud

2.2 Rol del padre


2.1.1 Rol del padre a través de la historia
2.1.2 Teorías explicativas del rol paterno
2.1.2.1 Teoría Psicoanalítica
2.1.2.2 Teoría Psicodinámica
2.1.2.3 Teoría Sistémica

Capitulo 3: Medición y repercusión psicológica del rol paterno

3.1 Importancia del rol paterno en el desarrollo del niño


3.2 Ausencia del padre
3.3 Indicadores sobre el rol paterno en el desarrollo del niño

7
3.4 Intervenciones para fomentar la paternidad activa en el desarrollo del
niño

Conclusiones
Recomendaciones
Referencias

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Introducción

El papel que cumple el varón dentro del desarrollo de un ser


humano en los etapas iníciales de su vida no se limita a la desfasada idea
de cumplir una la labor de proveedor o función de progenitor (Carballeira,
Y 2009). Sino que con el avance de la sociedad y el análisis de las teorías
psicológicas se ha develado la gran importancia que implica su presencia
en el desarrollo de un niño o niña. (Arvelo 2009).
La paternidad es un rol que ha sufrido muchos cambios a través
de la historia, sobre todo con la gran transformación que han
experimentado los roles masculinos y femeninos en la actualidad.
Durante las últimas décadas, este fenómeno ha obligado a las parejas a
revisar las responsabilidades y las tareas del hogar. De hecho, hoy se dan
relaciones más igualitarias y cercanas dentro de la familia. Además las
mujeres exigen un rol paterno más cercano (Alfaro, 1997; Fuller, 1997;
Ponce y La Rosa, 1995). Lo cual se encuentra fundamentado en
conocimiento de su importancia para el desarrollo de un ser humano.
Las teorías psicoanalíticas, psicodinámicas tienen aproximaciones
concretas para fundamentar la importancia del rol paterno o función
paterna en el desarrollo del niño, brindando luces sobre su importancia en
el desarrollo de su autonomía y fomentando la ruptura de la dependencia
generada del niño hacia la madre en sus etapas iniciales de vida.
Desde la teoría sistémica se en coloca en alta importancia el rol
paterno para la identificación de su género y fortalecimiento de la
autoestima así como para la consolidación de la familia como sistema y
mantener el equilibro en el mismo.
El rol del padre se encuentra fundamentado no solo en constructos
teóricos sino también respaldado por investigaciones longitudinales
recientes, en las cuales se encontró un impacto positivo en los niños al
haber tenido un padre involucrado en las siguientes áreas: menos
problemas conductuales, menos conflictos con la ley; menor
vulnerabilidad económica posterior, mejores resultados en escalas de

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desarrollo cognitivo, mejor rendimiento escolar y menor estrés en la
adultez (Sarkadi, Kristiansson, Oberklaid y Bremberg, 2008).
Asimismo Aserrat, L (2013) comenta que el padre que brinda afecto
a sus hijos desde sus primeros años tiene más probabilidades de tener
hijos equilibrados que el padre distante. Cuando los padres están
activamente presentes en la vida de los niños, aportan un sentido de
seguridad a la familia y son una fuente de autoridad distinta a la de la
madre en la vida de los niños.
Debido a que en la actualidad se está reconociendo la importancia
que representa la presencia del padre en la formación y desarrollo integral
de un niño se encuentran en marcha programas a nivel latinoamericano,
los cuales fomentan una inclusión activa del padre en el desarrollo de su
hijo incluso desde el periodo prenatal, tales como la propuesta de
Paternidad responsable o el “Programa P” ambos realizados en
Nicaragua o el Programa “Nadie es perfecto” en Chile. Desde nuestro
país existen algunas iniciativas como es el caso del Colectivo “Red
Peruana de Masculinidades” (RPmasc), quienes trabajar realizando
investigaciones, tallere y una plataforma virtual de difusión para informar
sobre el involucramiento del varón dentro de la crianza de sus hijos.
Estas iniciativas desde los sectores público y privado están incluyéndose
como parte de políticas públicas en algunos países latinoamericanos,
donde se busca preparar a los padres para la interacción adecuada con
sus hijos desde el cuidado en salud física, alimentación, desarrollo
emocional, y cognitivo.

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Capítulo I:

Rol, padre y niño

1.1 Definiciones generales

1.1.1 Paternidad

La paternidad se puede definir como “cualidad de padre”, y el


término “padre” alude al “varón o macho que ha engendrado, o
a su relación con los hijos” (RAE) sin embargo, cabe resaltar
que el hecho de ser padre va más allá de lo biológico, y el
hecho de que el mismo asuma la responsabilidad económica
que jurídicamente se le adjudica al varón para indicar que
ejerce la paternidad con su hijo, tal como lo menciona García
B. y De Oliveira cit. en Valdés X. y Valdés T. (2005),
sosteniendo respecto de la paternidad que:

“…diversos factores han contribuido al cuestionamiento de una


paternidad centrada principalmente en el rol de proveedor
económico de los hijos y en el ejercicio de la autoridad, a
saber: la reestructuración de las actividades productivas, la
mayor inestabilidad e inseguridad en el mundo laboral, el
debilitamiento del estado benefactor, la creciente participación
económica de las mujeres, la presencia de arreglos familiares
(aumento de los hogares con dos proveedores, de aquellos
con jefatura femenina), el incremento de los divorcios y los
nacimientos fuera del matrimonio”.

Desde el punto de vista social la paternidad comprendida como


participación activa de los varones en la crianza de sus hijos e
hijas, es un componente esencial en el logro de la igualdad de
géneros, cuestión inexcusable para el desarrollo sustentable de

11
cualquier sociedad. (Fuentealva, A 2011). La paternidad vista
no solo como el titulo atribuido al varón como progenitor y
proveedor sino también como participante de la crianza del
niño decanta no solo en el adecuado desarrollo del niño como
individuo sino también como aporte para la transformación de
la sociedad. Secundando esta definición se encuentra Alatorre
y Luna (2000) quienes señalan que la paternidad se construye
por medio de los procesos socioculturales y subjetivos que dan
lugar a las prácticas y significaciones en relación con los hijos e
hijas.

Por otro lado Ugalde (2002) define la paternidad como un


compromiso directo que los progenitores establecen con sus
hijos(as), independientemente del tipo de arreglo familiar
existente con la madre. El objetivo de esta posición es resaltar
la indisolubilidad del vínculo filial entre los hombres y los
niños(as), así como flexibilizar el papel del padre y la madre en
la crianza, colocando el bienestar de los menores como una
meta que excede las contribuciones económicas y
patrimoniales con las que tradicionalmente se ha evaluado la
responsabilidad masculina.

La paternidad es una construcción social determinada por el


sistema normativo de género y las estructuras políticas y
económicas que sirven de base a la familia. Por otra parte, el
significado asociado a la paternidad varía a lo largo del tiempo,
de los diferentes contextos y las características del ámbito
doméstico. Desde la perspectiva sistémica se señala que los
padres no pueden ser comprendidos de manera independiente
a las madres, ya que necesitan negociar su compromiso con el
cuidado de los hijos. No obstante, en el sistema social en el
que nos encontramos inmersos el género aparece como un

12
recurso legitimo para la adquisición de derechos, poder, ciertos
privilegios y responsabilidades. La asignación de esferas
separadas para hombres y mujeres ha permitido que podamos
definir el significado de ser hombre o mujer en nuestra
sociedad (Coltrane, 1996, citado por Martínez, 2009)

Enfocando a la paternidad desde el punto de vista psicológico,


Carballeria ( 2009) comenta que para Freud el concepto de
paternidad está directamente vinculado al complejo de Edipo,
ya que encuentra en su obra, dos elaboraciones sucesivas, la
primera, en las cartas de Fliess (1897) y en “La interpretación
de los sueños” y la segunda en “Psicología de las masas y
análisis del yo”, cap. VII “La identificación”, 1921; la cual reviste
mayor interés puesto que manifiesta que durante el periodo
pre-edípico, el niño se interesa especialmente en su padre,
quiere parecerse a él; sería la identidad de género que está
adquiriendo el niño varón. De esta revisión puedo inferir que
Freud considera a la paternidad como el vínculo padre-hijo y
tiene su primera manifestación concreta en la etapa pre-
edipica, en la cual el niño se interesa en su padre como modelo
a seguir e inicia la identificación de su género.

Por otro lado Lacan (citado por Volnovich, J 1997), considera


que la paternidad es una función simbólica, minimizando, por lo
tanto, la presencia real del padre. Su concepción está centrada
en la función paterna en su carácter fundamentalmente
simbólico, en el sentido de que es a través de ella que se
accede a la ley de la cultura, que es la prohibición del incesto.
La madre queda ubicada como no siendo la ley, en el sentido
de que hay algo que desea más allá del niño. O sea, que la
función paterna tiene como cometido básico separar al niño de
su madre, realizar la castración simbólica. En la interpretación

13
de Volnovich encuentro que sintetiza la visión de paternidad de
Lacan señalándola como función meramente simbólica pero
fundamental para iniciar la independencia y autonomía del niño
al propiciar con su presencia la separación simbiótica entre la
madre y el hijo fomentando su individualidad y por ende un
adecuado desarrollo.

En suma puedo sintetizar que las concepciones de lo


masculino y de subjetividad como construcciones simbólicas y
de interpretaciones disponibles a las instituciones que las
regulan permiten abordar la paternidad como un fenómeno
cultural, social y subjetivo, de enorme diversidad dentro del
mismo individuo, entre los individuos de un mismo contexto
sociocultural y en diferentes momentos históricos. Es decir,
esta concepción será propia de cada padre, dependiendo de su
entorno e influencia (Castillo & Centeno, 2005). Por lo tanto, el
fenómeno de la paternidad tendrá un componente psicológico
general simbólico sobre el ejercicio de la interacción con su
hijo, asi como también, se encontrará con condicionado por las
pautas de interacción social en las que el sujeto se encuentra.

1.1.1.1 Rol paterno o Función paterna

La Real Academia Española (RAE) define a la


palabra “rol” como:

a) Capacidad de actuar propia de los seres


vivos y de sus órganos, y de las máquinas o
instrumentos.
b) Tarea que corresponde realizar a una
institución o entidad, o a sus órganos o
personas.

14
Es decir el rol está considerada como la capacidad
propia de actuar o proceder según su naturaleza

Y a su vez la RAE define la palabra rol como:

La función que alguien o algo cumple.


Por otro lado Handson y Myers definen al rol
como un conjunto de normas y expectativas sobre
cómo los otros y uno mismo se puede comportar en
una situación y posición social dada (Hanson,1985;
Myers, 1993).

Oiberman (1998), por su parte, incorpora una


función del padre de gran importancia como es la
referida al modelaje que ejerce el padre sobre el
hijo de sexo masculino para que este a su vez se
convierta en padre a futuro. Es decir, como figura
identificatoria para el paternidad.

A pesar de que pueden considerarse la paternidad


y la función paterna como términos equivalentes en
cuanto a su significado, se ha preferido usar el de
función paterna por considerarlo más preciso, más
delimitador dentro del ámbito psicológico. La
paternidad puede abarcar no sólo las funciones del
padre sino también los roles y los aspectos
figurativos (la figura del padre). Desde este punto
de vista la “función paterna” sería un concepto más
específico que permite, como lo plantea el
psicoanálisis, deslindar las funciones paternas de la
figura paterna encarnada en un hombre. (Arvelo,
2009).

15
Dentro de este orden de ideas podemos, a manera
de resumen, definir la función o rol paterno así: “La
función paterna es una construcción biopsicosocio-
cultural, relativizada por lo histórico que se distancia
de la función genitora y que no está focalizada en
un individuo, ni figura única genérica.” (Arvelo,
2009)

Considero que el aporte de esta definición es que


integra a la conocida función paterna real, la
función paterna simbólica. Es decir, la función
paterna no sólo es desempeñada por una persona,
bien sea el padre o quien lo sustituya (madre,
pariente u otro adulto) de forma directa mediante el
contacto cotidiano o esporádico. También se puede
ejercer la función paterna en el orden simbólico
mediante la idea o ideas que tengan las personas,
grupos e instituciones de la paternidad, de sus
funciones y roles, que se traducen en valores,
actitudes y conductas.

Si revisamos la definición de rol referida al ámbito


social implica una serie de conductas, derechos y
normas que fueran definidos por la sociedad
oportunamente y que por tanto se espera que una
persona despliegue y cumpla en función del estatus
social que ostenta.

Desde la perspectiva de género, la construcción del


ser hombre y ser mujer es el resultado de un
conjunto de procesos relacionales, de intercambios
de carácter entre personas y el mundo material,

16
que producen y reproducen significados, dando
sentido a las acciones por medio de esta
interacción (Anabalón, Cares, Cortés, Zamora,
2011).

Lo masculino lo entenderemos como una


construcción social de roles que se asignan según
la condición biológica que se posea. En este marco
es que las relaciones de género se desarrollan
dentro de la división masculino - femenino, la que
actúa como un mecanismo de división cultural que
organiza y da sentido a las prácticas sociales. Por
lo tanto, la masculinidad puede ser entendida como
una práctica social que se construye definiéndose
en función de ciertos repertorios ideológicos o
culturales socialmente compartidos )Anabalón,
Cortés, Zamora, 2011)

Las características que son socialmente atribuidas


al papel de cada género se consideran mandatos.
Según Hamel, Luco y Osses (2000) estos se
definen como creencias culturales respecto del
comportamiento de las personas según su rol, que
son históricamente construidas y atribuidas a los
individuos en su papel genérico.

Los roles asignados a los diferentes sexos son


aprendidos desde la primera infancia y se
manifiestan de manera longitudinal en nuestras
vidas. Se espera que los hombres asuman ser los
procreadores, mientras que encargarse de la
protección y el mantenimiento de los hijos es algo
asignado a las mujeres. Esta diferencia es algo

17
construido socialmente no inherente al ser humano
(Szil, 2007).

Melanie Klein (en Aberastury y Salas, 1978)


sostiene que el padre tiene un rol determinante
(aunque dependiente de la madre) en etapas muy
tempranas del desarrollo del niño, incluso antes de
la posición depresiva (que se da cerca de los seis
meses). A diferencia de Lacan esta autora le
concede una mayor importancia al padre real, a su
presencia física, cálida y frecuente. Así mismo
concibe la presencia simbólica del padre no sólo a
través de la palabra sino también mediante las
representaciones plásticas (cinéticas y visuales).
(Arbelo 2009)

1.1.2 Definición de Niñez


Los términos niñez e infancia han sido motivo de confusión
desde el punto de vista social, psicológico y etimológico
por ello ha referencia al significado que será Según la Real
Academia de la Lengua Española (RAE), “Infancia”
proviene del latín infanta, cuyo significado primario alude a
la incapacidad de hablar y define a los infans o infantis
como aquellos que no tienen voz. Para la RAE
actualmente la infancia es delimitada como:

i) El período de la vida humana desde que se nace hasta


la pubertad;
ii) el conjunto de los niños de tal edad; y
iii) el primer estado de una cosa después de su nacimiento
o fundación. Por otro lado, la RAE define al infante
como:
iv) el niño que aún no ha llegado a la edad de siete años;

18
Wasserman (2001) resalta que la etimología de la palabra
infancia proviene del latín in-fandus, que significa no habla
o que no es legítimo para tener la palabra. Ella menciona
que se le llame “infante” al hijo del rey que está en la línea
sucesoria al trono y que no puede ser heredero mientras el
primogénito –heredero de hecho– esté vivo. Por lo tanto, su
etimología expresa claramente que la palabra infancia
refiere más bien a quienes no tienen permitido hablar, y no
tanto sobre quienes carecen de este atributo por los años
de edad (Wasserman, 2001).

Según la RAE, la palabra niño o niña proviene de la voz


infantil o la expresión onomatopéyica ninno, que refiere al
que está en la niñez, que tiene pocos años, que tiene poca
experiencia o que obra con poca reflexión y advertencia,
entre otras características. Por otra parte, la niñez es
definida por la RAE como:
a) el período de la vida humana que se extiende
desde el nacimiento a la pubertad –mismo
significado de la palabra infancia–;
b) el principio o primer tiempo de cualquier
cosa;
c) la niñería, acción propia de niños. Tanto la
palabra infancia como niñez sugieren el
período vital que transcurre durante los
primeros años de la vida humana.

Para Wasserman (2001: 61) la palabra niño o niña presenta


una polisemia muy amplia, aunque en general alude a la
condición de las personas con pocos años de edad o que
se encuentran en posición de subordinación social

19
(servidumbre). La palabra niña también se utiliza para
designar a la pupila del ojo, ya que “pupila” proviene del
latín pupilla que significa huérfana menor de edad y que
está bajo la autoridad de una persona tutora2. (Pavez, I
2012)

1.1.2.1 Desarrollo del niño

Según la OMS El concepto de desarrollo para el niño


abarca tanto a la maduración en los aspectos físicos,
cognitivos, lingüísticos, socioafectivos y temperamentales
como el desarrollo de la motricidad fina y gruesa.

Diversos autores abordar el desarrollo del niño que suele


encontrarse dividido en sub etapas tales como primera
infancia, segunda infancia y tercera infancia (Papalia, 2009)
considerando el desarrollo en los niveles físicos,
psicológicos y emocionales.

Por otro lado al ahondar en la revisión sobre el desarrollo


psicológico encontramos diversas teorías que describen el
desarrollo del niño según distintas teorías las cuales
mencionaré con mayor detalle en el siguiente capítulo.

20
Capitulo 2:

Teorías sobre el desarrollo del niño y el rol paterno

2.1 Teorías sobre el desarrollo del niño

2.1.1 La teoría de Freud

Freud propuso que la personalidad se forma a partir de


conflictos infantiles inconsciente entre los impulsos innatos
del ello y las necesidades de la vida civilizada. Estos
conflictos ocurren en una secuencia invariable de cinco
etapas de maduración del desarrollo psicosexual (Papalia
2010) las cuales son:

a. La fase oral (0-11/2 años). Después del nacimiento se


observa un predominio de la obtención de placer por la
zona de la boca. El placer oral no sólo va unido a la
función nutritiva sino que también recibe placer al
excitarse la mucosa oral, lo que se llama necesidad de
chupar. Aquí encuentra bastante satisfacción en su
propio cuerpo. En la segunda fase, la forma de placer
cambia con la aparición de los dientes al placer de
masticar. Esta actividad instintiva exige un objeto. Si las
necesidades orales como la succión, no son satisfechas
o se complacen exageradamente, a la larga podría
resultar un adulto con personalidad “oral”. Se presentará
un deseo excesivo de satisfacciones orales, como
alimentos o cigarrillos; otras personas no sentirán
confianza porque quizá su madre les retiró el pecho de
forma abrupta.

21
La transición de una etapa psicosexual a otra depende
de en p arte de la maduración. Conforme nuestros
cuerpos maduran y crecen, adquirimos nuevos impulsos,
necesidades y satisfacciones.

b) La fase Anal (11/2-3 años) Se caracteriza por una


organización de la libido que va unida a la evacuación y
excitación de la mucosa anal. Las manifestaciones
características son: el placer en la defecación, el agrado
por los excrementos (consideradas sus primeras
creaciones), y la tentativa de someter al control de la
voluntad la actividad del esfínter. La primera etapa el niño
obtiene placer por el pasaje de las heces por el ano. El
valor psíquico está en la destrucción, un propósito
placentero hostil. En la segunda, el placer está en la
retención de las heces. El valor psíquico está en la
retención y el control de los objetos internos. Llega un
momento en que el niño se ve privado de estos actos
sintiéndose obligado a no actuar como desearía a otros
equivalentes socialmente más aceptados, comenzando
un proceso de sublimación.

c) La fase fálica (3-5 años) Los órganos se convierten en


la zona erógena principal. La tensión se descarga
mediante la masturbación genital acompañada de
imágenes. Durante la fase fálica el niño(a)debe manejar
sus sentimientos sexuales hacia el padre del sexo
opuesto. El niño desea a su madre y teme los celos de
su padre: es el complejo de Edipo. El angustioso temor a
la castración le hace renunciar a la posesión exclusiva
de la madre. La llamada forma negativa del complejo de
Edipo implica la atracción hacia su progenitor del mismo

22
sexo y el odio por celos al de sexo contrario. En la niña,
se da el complejo de Edipo Negativo, el deseo hacia el
padre, mucho más complejo, se va abriendo camino por
las decepciones en la relación la madre,
fundamentalmente por la carencia de pene.

El deseo de tener un pene viene a ser reemplazado por


el de tener un hijo del padre. El final del complejo de
Edipo señala la aparición de un período de latencia en el
que el desarrollo sexual se detiene o sufre una regresión
temporal. El declive responde en el niño a la
imposibilidad de realizar el doble deseo amoroso y
criminal. Se resuelve el conflicto al renunciar al padre del
sexo opuesto y lograr la identificación con el del mismo
sexo. Esto significa que asume las normas,
comportamientos y valores morales del padre del mismo
sexo.

d) La etapa de latencia (5 años- adolescencia) Se


suprimen los sentimientos sexuales, y las energías se
enfocan a los logros sociales e intelectuales

2.1.2 La teoría de Piaget

Piaget divide el desarrollo psíquico de las personas desde su


nacimiento hasta la vida adulta. Postula que el niño nace con
la necesidad y con la capacidad de adaptarse al medio. La
adaptación consta en dos subprocesos: asimilación y
acomodación. La mayor parte del tiempo los niños asimilan
información adecuada a su desarrollo mental y la clasifican
de acuerdo con lo que ya saben. A veces se enfrentan a
problemas que no pueden resolver y deben hacer
acomodos, crear nuevas estrategias o modificarlas para
enfrentar la nueva situación. El niño tiene conocimientos

23
previos y al recibir la nueva información modifica sus
esquemas de conocimiento.

Este autor propone una serie de etapas de desarrollo en los


seres humanos, donde cada periodo se caracteriza por la
presencia de ciertos procesos y estructuras mentales, que
maduran y se fortalecen para permitir el paso a la siguiente
etapa. Las etapas que diferencia son las siguientes (Papalia
2009):

a) Etapa sensoriomotora. Abarca desde el nacimiento


hasta los 2 años aproximadamente. Al nacer, el mundo
del niño se enfoca a sus acciones motrices y a su
percepción sensorial. Cuando termina el primer año ha
cambiado su concepción del mundo, reconoce la
permanencia de los objetos cuando se encuentran fuera
de su propia percepción. Otros signos de inteligencia
incluyen la iniciación de la conducta dirigida a un objetivo
y la invención de nuevas soluciones. El niño no es capaz
de elaborar representaciones internas, lo que se supone
como pensamiento; no ha desarrollado el lenguaje, su
inteligencia se considera como preverbal. En la última
etapa de este periodo se refleja una especie de "lógica
de las acciones", es decir, que la actividad está motivada
por la experimentación.
b) Etapa preoperacional. De los 2 a los 7 años,
aproximadamente. En la transición a este periodo, el niño
descubre que algunas cosas pueden tomar el lugar de
otras. El pensamiento infantil ya no está sujeto a
acciones externas, comienza a interiorizarse. Las
representaciones internas proporcionan el vehículo de
más movilidad para su creciente inteligencia. Las formas
de representación internas que emergen

24
simultáneamente al principio de este periodo son: la
imitación, el juego simbólico, la imagen mental y un
rápido desarrollo del lenguaje hablado. A pesar de
importantes adelantos en el funcionamiento simbólico, la
habilidad infantil para pensar lógicamente está marcada
con cierta inflexibilidad, es altamente egocentrista.
c) Etapa de operaciones concretas. Esta fase que se
desarrolla entre los 7 y 11 años aproximadamente, el
niño se hace más capaz de mostrar el pensamiento
lógico ante los objetos físicos. Una facultad recién
adquirida, la reversibilidad, le permite invertir o regresar
mentalmente sobre el proceso que acaba de realizar, una
acción que antes sólo había llevado a cabo físicamente.

El niño también es capaz de retener mentalmente dos o


más variables, cuando estudia los objetos y reconcilia
datos aparentemente contradictorios. Estas nuevas
capacidades mentales se muestran mediante un rápido
incremento en sus habilidades para conservar ciertas
propiedades de los objetos, número y cantidad, a través
de los cambios de otras propiedades, para realizar una
clasificación y ordenamiento de los objetos.

Las operaciones matemáticas surgen en este periodo. El


niño se convierte en un ser cada vez más capaz de
pensar en objetos físicamente ausentes, apoyado en
imágenes vivas de experiencias pasadas.

Frente a los objetos, los niños pueden formar jerarquías y


entender la inclusión de clase en los diferentes niveles de
una estructura. Para hacer comparaciones, pueden
manejar mentalmente y al mismo tiempo: la parte o
subclase, y el todo o clase superior.

25
Los niños de 7 a 8 años muestran una marcada
disminución de su egocentrismo, se vuelven más
sociocéntricos. A medida que muestran una mayor
habilidad para aceptar opiniones ajenas, también se
hacen más concientes de las necesidades del que
escucha, la información que tiene y de sus intereses.
Entonces las explicaciones que elaboran los niños están
más a tono con el que escucha. Cualquier discusión
implica ahora un intercambio de ideas. Al estar
consciente de los puntos devista ajenos, el niño busca
justificar sus ideas y coordinar las de otros. Sus
explicaciones son cada vez más lógicas.

2.1.3 La teoría de Vigotsky

Para este autor el desarrollo es netamente un fenómeno


social, a diferencia de Piaget que confía en la ampliación de
las estructuras cognitivas de acuerdo al desarrollo biológico
del ser humano, Vigotsky cree, que el desarrollo biológico es
simplemente paralelo al proceso de aprendizaje de la
persona y no es el que determinará si esta aprende o no.

Según Vigotsky para que exista el aprendizaje, debe


necesariamente existir interacción social, todo niño nacido
en una sociedad dependerá de ella para desarrollarse, es de
este modo que este autor asegura que toda persona
necesita de un mediador, este mediador debe ser un ser
social que ayudara a la persona a desarrollarse.

Papalia (2009) refiere que Vigotsky crea tres zonas de


acuerdo a como aprende la persona, la zona de desarrollo
real, zona de desarrollo próximo y zona de desarrollo
potencial, en la de desarrollo real se encuentran los
conocimientos que las personas llevan consigo, en la de

26
desarrollo próximo la persona realiza actividades con ayuda
de un mediador para poder llegar a realizarlas por si sola y la
de desarrollo potencial es la zona en la que se observa lo
que la persona puede llegar a ser.

Para Vigotsky lo más importante es el lenguaje y los padres


deben actuar como un mediador entre la línea biológica del
niño y la línea cultural, para su teoría la infancia, el niño y la
niña es vista como seres de desarrollo gracias al
aprendizaje, para Vigotsky el niño aprenderá de acuerdo a
su cultura.

Vigotsky (1988) nos dice que:

"todas las concepciones corrientes de la relación


entre desarrollo y aprendizaje en los niños pueden
reducirse esencialmente a tres posiciones teóricas
importantes. La primera de ellas se centra en la
suposición de que los procesos del desarrollo del niño
son independientes del aprendizaje. Este último se
considera como un proceso puramente externo que
no está complicado de modo activo en el desarrollo.
Simplemente utiliza los logros del desarrollo en lugar
de proporcionar un incentivo para modificar el curso
del mismo...esta aproximación se basa en la premisa
de que el aprendizaje va siempre a remolque del
desarrollo, y que el desarrollo, avanza más rápido que
el aprendizaje, se excluye la noción de que el
aprendizaje pueda desempeñar un papel en el curso
del desarrollo o maduración de aquellas funciones
activadas a lo largo del aprendizaje. El desarrollo o
maduración se considera como una condición previa
del aprendizaje, pero nunca como un resultado del
mismo"

27
"La segunda posición teórica más importante es que
el aprendizaje es desarrollo, el desarrollo se considera
como el dominio de los reflejos condicionados; esto
es, el proceso de aprendizaje está completa e
inseparablemente unido al proceso desarrollo, el
desarrollo como la elaboración y sustitución de las
respuestas innatas, el desarrollo se reduce
básicamente a la acumulación de todas las
respuestas posibles. Cualquier respuesta adquirida se
considera o bien un sustituto o una forma más
compleja de la respuesta innata...aprendizaje y
desarrollo coinciden en todos los puntos, del mismo
modo que dos figuras geométricas idénticas coinciden
cuando se superponen".

"La tercera posición teórica, según la cual el


desarrollo se basa en dos procesos inherentemente
distintos pero relacionados entre sí, que se influyen
mutuamente. Por un lado está la maduración, que
depende directamente del desarrollo del sistema
nervioso; por el otro, el aprendizaje, que, a su vez, es
también un proceso evolutivo...el proceso de
maduración prepara y posibilita un proceso específico
de aprendizaje...el proceso de aprendizaje estimula y
hace avanzar el proceso de maduración."

Sin embargo, Vygotsky observa que no podemos


limitarnos simplemente a determinar los niveles evolutivos si
queremos descubrir las relaciones reales del desarrollo con
el aprendizaje.

28
El autor plantea una relación donde ambos se influyen
mutuamente. Esta concepción se basa en el constructo
teórico de Zona de Desarrollo Próximo propuesto por
Vygotsky. En su teoría sobre la Zona de Desarrollo Próximo
(ZDP), el autor postula la existencia de dos niveles
evolutivos: un primer nivel lo denomina Nivel Evolutivo
Real, "es decir, el nivel de desarrollo de las funciones
mentales de un niño, que resulta de ciertos ciclos evolutivos
llevados a cabo". Es el nivel generalmente investigado
cuando se mide, mediante test, el nivel mental de los niños.
Se parte del supuesto de que únicamente aquellas
actividades que ellos pueden realizar por sí solos, son
indicadores de las capacidades mentales.

El segundo nivel evolutivo se pone de manifiesto ante


un problema que el niño no puede solucionar por sí solo,
pero que es capaz de resolver con ayuda de un adulto o un
compañero más capaz. Por ejemplo, si el maestro inicia la
solución y el niño la completa, o si resuelve el problema en
colaboración con otros compañeros. Esta conducta del niño
no era considerada indicativa de su desarrollo mental. Ni
siquiera los educadores más prestigiosos se plantearon la
posibilidad de que aquello que los niños hacen con ayuda de
otro, puede ser en cierto sentido, aún más significativo de su
desarrollo mental que lo que pueden hacer por sí solos.

Un ejemplo presentado por Vygotsky es el siguiente:


Se investiga a dos niños que entran a la escuela, ambos
tienen diez años en edad cronológica y ocho, en términos de
su desarrollo mental. ¿Se puede decir que tienen la misma
edad mental? Por cierto que sí. Pero ¿qué significa esto?
Significa que ambos son capaces de resolver por sí solos,
tareas cuyo grado de dificultad está situado en el nivel

29
correspondiente a los ocho años. Al detenerse en este
punto, daría pie a suponer que el curso del desarrollo mental
subsiguiente y del aprendizaje escolar, será el mismo para
ambos niños, porque depende de su intelecto. Ambos niños
parecen capaces de manejar, sin ayuda, un problema cuyo
nivel se sitúa en los ocho años, pero no más allá de dicho
límite. Si suponemos que se les muestra diversas maneras
de tratar el problema. Distintos experimentadores
emplearían distintos modos de demostración; unos
realizarían rápidamente toda la demostración y pedirían a los
niños que la repitieran; otros iniciarían la solución y pedirían
a los pequeños que la terminaran; otros, les ofrecerían
pistas. En un caso u otro, se insta a los niños a que
resuelvan el problema con ayuda. Bajo tales circunstancias
resulta que el primer niño es capaz de manejar el problema
cuyo nivel se sitúa en los doce años, mientras que el
segundo llega únicamente a los nueve años. Y ahora, ¿son
estos niños mentalmente iguales?

La diferencia observada entre la edad mental (ocho


años) y el nivel de desarrollo mental para aprender con
ayuda, presentado por los dos niños (doce y nueve años),
pone en evidencia que el curso futuro del aprendizaje
variará, en ambos niños. Esta diferencia es lo que Vygotsky
denomina Zona de Desarrollo Próximo, la cual consiste por
tanto en "la distancia entre el Nivel Real de Desarrollo,
determinado por la capacidad de resolver
independientemente un problema, y el Nivel de Desarrollo
Potencial, determinado a través de la resolución de un
problema bajo la guía de un adulto o en colaboración con
otro compañero más capaz".

30
El Nivel de Desarrollo Real caracteriza el desarrollo
mental retrospectivamente, diciendo lo que el niño es ya
capaz de hacer, es decir, "define funciones que ya han
madurado", mientras que la «Zona de Desarrollo Próximo»
caracteriza el desarrollo mental prospectivamente, en
términos de lo que el niño está próximo a lograr, con una
instrucción adecuada (Vygotsky, 1979). La ZDP "define
aquellas funciones que todavía no han madurado, pero que
se hallan en proceso de maduración, funciones que un
mañana no lejano alcanzarán su madurez y que aún se
encuentran en estado embrionario. Estas funciones, dice el
autor, podrían denominarse «capullos» o «flores» del
desarrollo, en lugar de «frutos» del desarrollo".

Esta instrucción adecuada da origen al carácter


dialógico, dado por la mediación, del desarrollo cognitivo. La
experiencia educativa supone la ayuda de otro sujeto
(profesor, niño mayor, niño más capaz, etc.), es decir, el
desarrollo humano ya no es dado sólo en la relación sujeto -
objeto, sino que la relación está dada por una tríada: sujeto -
mediador - objeto. Se trata entonces de una relación
madiada, es decir, que hay un tercero mediador, que ayuda
al proceso que está haciendo el sujeto (el valor no está en la
intervención en sí, sino en la medida que esta ayuda). En
esta relación dialógica, el otro permanece como otro externo
y autónomo con relación al yo, y viceversa. No destruye al
otro en cuanto otro. En este sentido, la relación dialógica
propuesta es la intervención más válida para la educación.

Esta mediación social de la educación implica el uso


de estrategias de aprendizaje centradas en el futuro del
sujeto. Las estrategias educativas para el cambio del otro,
en la lógica de la Edad mental, están centradas en el pasado

31
del niño, en el nivel de desarrollo real. La estrategia ahora,
en la perspectiva Vygotskyana, está basada en el futuro del
niño, en la idea que intervenga en la Z.D.P., que ayude a
recorrer el potencial por la mediación: "El niño puede ser,
pero todavía no es". El profesor es un mediador de los
conflictos socio - cognitivos.

Por lo anterior, el buen aprendizaje es el que se


coloca delante del desarrollo. La educación no es un
proceso que culmina con el aprendizaje; va más allá,
considera los desarrollos. Los aprendizajes conducen a los
procesos de desarrollo, el desarrollo va a remolque del
aprendizaje. En otras palabras, el aprendizaje va delante del
desarrollo: "La noción de una zona de desarrollo próximo
nos ayuda a presentar una nueva fórmula, a saber, que
el buen aprendizaje es sólo aquel que precede al desarrollo".

Se puede explicar de la siguiente manera: Lo


suficientemente lejos del Nivel de Desarrollo Real para el
salto, y lo suficientemente cerca para que salte. El buen
aprendizaje es el que encaja con los procesos de desarrollo,
para ello se requiere un buen diagnóstico de la Z.D.P. del
sujeto, para que recorra y transforme el Nivel de Desarrollo
Potencial en Nivel de Desarrollo Real. "El buen aprendizaje
es que se coloca delante del desarrollo". La médula del
quehacer educativo radicaría en hacer lo anterior.

Como se puede ver, la ZDP caracteriza de una nueva


forma la relación entre aprendizaje y desarrollo. El
aprendizaje ya no queda limitado por los logros del
desarrollo entendido como maduración, pero tampoco
ambos se identifican, planteando que aprendizaje y
desarrollo son una y la misma cosa. Por el contrario, lo que
hay entre ambos es una interacción, donde el

32
aprendizaje potencia el desarrollo de ciertas funciones
psicológicas. Así, la planificación de la instrucción no debe
hacerse sólo para respetar las restricciones del desarrollo
real del niño, sino también para sacar provecho de su
desarrollo potencial, es decir, enfatizando aquello que se
haya en su ZDP.

Lev Vygotsky destaca la importancia de la interacción


social en el desarrollo cognitivo y postula una nueva relación
entre desarrollo y aprendizaje. Para este autor, el desarrollo
es gatillado por procesos que son en primer lugar
aprendidos mediante la interacción social: "...el aprendizaje
humano presupone una naturaleza social específica y un
proceso, mediante el cual los niños acceden a la vida
intelectual de aquellos que les rodean". De esta forma, toda
función psicológica superior es en primer lugar externa y
sólo posteriormente, externa.

Como nos dice Murillo en el 2006, en términos


vigotskianos se puede decir que la interacción que construye
en la zona de desarrollo próximo del niño depende en gran
medida de la zona de desarrollo próximo percibido por los
padres, es decir, de sus expectativas de desarrollo y de sus
ideas sobre cómo concretarlo a través de la influencia
educativa.

2.2 Rol del padre

2.2.1 Rol del padre a través de la historia

Carbailleira (2009) nos dice que el concepto de padre


a través de la historia ha ido evolucionando paralelamente al
de familia. Antes del padre existía el cabeza o jefe, fundador

33
de una tribu o un clan. Después vendrá el hombre que
pueda tener hijos con una mujer. Nace el concepto de padre
y de aquí el de familia.

En Grecia y en Roma no era suficiente la paternidad


biológica, el padre debía reconocer al hijo o hija y podía
hacerlo con uno que no fuera biológico. El padre era un rey,
un emperador, tenía un poder ilimitado, teniendo derecho de
vida y muerte sobre su familia.

Durante el cristianismo, el lugar del padre continuo


siendo hegemónico. Desde los orígenes del cristianismo, la
familia fue considerada como una monarquía por derecho
divino. El padre, el marido, es un amo que tiene como
función explicar y hacer aceptar la obediencia absoluta al
Padre universal.

Durante el primer milenio después de Cristo, la mujer


representa las tentaciones de la carne y está considerada
como un ser inferior, negándosele el derecho a pertenecer al
grupo de los que piensan. Hay que esperar hasta el siglo XI
para que se condene el repudio y el concubinato y para que
la mujer pueda acceder a tener un lugar en la familia.

En la Edad Media, la familia se diferencia según el


nivel económico y social: La familia urbana constituye un
modelo de familia occidental, el hijo mayor hereda los
bienes, otro hijo será sacerdote y a las hijas se les organiza
el matrimonio. En la familia aristocrática, el padre no se
ocupa de los hijos, los confía a maestros, y sólo los conoce
cuando los chicos han cumplido 15-16 años. En la familia
rural, la descendencia es abundante, el niño es un bien
precioso que hay que proteger, pero cuando la
descendencia es muy numerosa el infanticidio es frecuente,

34
y la violencia paterna forma parte de la vida cotidiana (cf. la
historia de “Garbancito”).

En el discurso humanista la educación y la relación


afectivas irán muy ligadas. Rousseau introduce la idea de
que el niño necesita su medio natural para desarrollarse. A
través de la unión estrecha con la madre, el niño entrará en
contacto con el padre. Desde el Renacimiento a la edad
moderna, el padre siguió teniendo autoridad total sobre la
mujer y los hijos, y es a partir del siglo XIX que empieza a
tener ciertas limitaciones. Por un lado, se encuentra bajo
presión de las reivindicaciones de las mujeres y los hijos y
por otro, el Estado va a ejercer una mayor tutela, sobre todo
en las familias más carenciadas, como forma de proteger a
los hijos de la negligencia paterna. El hijo empieza a tener
derecho y el padre, obligaciones hacia él. Esto supone un
debilitamiento del status de padre, pero es de destacar, que
aunque el Estado empiece a limitar los poderes del padre, su
fi gura en el imaginario social seguía permaneciendo como
el “padre terrible”, el padre burgués.

Carballeira (2009) menciona un ejemplo


paradigmático de esta situación es “Carta al padre” (Kafka
1919 cit. por Carballeira 2009), carta que nunca llegó a
manos de su padre, donde se percibe la sumisión a la
autoridad despótica de un padre arbitrario, sádico y la culpa
y el odio que Kafka experimentó hacia él. Sería el padre que
en vez de representar la ley, según Lacan, es ley absoluta,
lo cual impide la castración simbólica. El discurso naciente
del psicoanálisis corta con la representación médica del
niño, de la madre y de la sexualidad.

Anna Freud continuó con una técnica centrada sobre la


pedagogía del yo, postulaba que el psiquismo infantil era

35
demasiado frágil para analizarlo. Minimizaba la relación
arcaica con la madre, y dando más importancia a la relación
con el padre.

Es Melanie Klein (cit por Carbailleira 2009) quien inventa, en


los años 20, una técnica específica de tratamiento
psicoanalítico de niños, sin interesarse en ninguna
perspectiva pedagógica parental. Para M. Klein existe un
Edipo precoz, al final del primer año de vida, como
consecuencia del deseo de incorporación del objeto libidinal
y prohibición, en forma de angustia de devoración.

Por otro lado cuando Lacan (cit por Schoffer 2008) habla de
padre y madre, se refiere a determinadas posiciones que
puede ocupar un personaje, o mejor aún, las funciones que
realiza.

Para los pediatras de la época, el bebé es un ser que tiene


esencialmente necesidades fisiológicas. La irrupción de los
problemas sociales desencadenados por la guerra y la
masividad de patologías presentadas por bebés privados de
los cuidados de los padres, hacen que se (re)descubra el
mundo afectivo del niño.

Hay que destacar los trabajos del psicoanalista R. Spitz


(1945) sobre el hospitalismo y de J. Bowlby, psiquiatra y
psicoanalista interesado en la etología. Las carencias en el
desarrollo del niño fueron primero identificadas como
maternas. La carencia de cuidados paternos no se
cuestionaba tanto, pues el modelo de familia occidental
entonces operante era el de la “madre única”, y las
observaciones estaban regidas por esta focalización que
puede suponer un castigo.

36
Hospitalismo es un término creado por R. Spitz en 1945 para
designar “un estado de alteración profunda, física y psíquica,
que se instala progresivamente en los bebés durante los 18
primeros meses de vida cuando hay una situación de
abandono parental o una permanencia larga en un hospital”.

Ya para 1960 R. G. Andry (cit. Por Carbaillera 2009) señala


la marginalización del lugar del padre en la educación del
niño, realizando varios trabajos sobre la importancia de la
carencia paterna en las situaciones de delincuencia. Para
Andry, más que la ausencia de padre o madre, es “la
existencia de una relación perturbada entre padre e hijo”, la
que se podría poner en relación con un eventual
comportamiento delincuente del niño.

Para los años 60 y 70 en los que continua la marginalización


teórica de la plaza del padre ligada a la preponderancia
acordada a la madre en la educación, también son años de
crítica virulenta hacia la posición patriarcal del hombre en la
familia. El crecimiento económico se acompaña de
movimientos culturales y políticos que van, de una manera o
de otra, a criticar un modelo de sociedad profundamente
burguesa en su estructura socio-económica y en la
organización “patriarcal” que le corresponde.

Diferentes trabajos filosóficos, históricos, sociológicos,


etnográficos, feministas dejan entrever una nueva relación
parental, donde el padre comienza a encontrar un nuevo
lugar. Esta es una época en que muchas certezas se
cuestionan, y se buscan nuevos lugares para el niño, para la
madre, y, sobre todo, para el padre.

Actualmente, en los nuevos modelos de familia,


influenciados por las transformaciones sociales, la

37
procreación es fruto de la reflexión, e implica una relación
más afectiva, menos autoritaria del padre con sus hijos. No
obstante, la diversidad de situaciones parentales es grande,
y no siempre son aceptadas todas (PMA, familias mono
parentales, parejas homosexuales, etc.). En este trabajo no
voy a desarrollar estas situaciones

2.2.2 Teorías explicativas del rol paterno

2.2.2.1 Teoría Psicoanalítica

En la obra de Freud la idea de la paternidad constituye un


salto cultural histórico de enorme importancia. Es Tótem y Tabú
(1912-13) la obra en la que este autor plasma el primer intento de
articular y aplicar los conocimientos del psicoanálisis a la psicología
social.

Freud (1913) refiere “padre violento y celoso que se reserva para


si todas las hembras y expulsa a sus hijos conforme van creciendo”
al decir esto Freud se basa en la fiesta de la comida totémica, y
sostiene que los hermanos que fueron expulsados se reunieron un
día, asesinaron al padre y lo devoraron dando fin a la horda
paterna, juntos pudieron realizar lo que por sí solos hubiera sido
imposible.

Este padre primordial era temido y odiado, así como también


amado y respetado. Es por esta razón que una vez asesinado el
padre, satisfecho sus impulsos hostiles, su odio, y su anhelo por
identificarse con él, surgen los sentimientos opuestos, los
amorosos. Consecuentemente surge el remordimiento y la
conciencia de culpa. Es la conciencia de culpa de los hijos la que
propaga los dos tabúes que inician la moral humana, y son el
parricidio y la prohibición del incesto. El primero sostiene la

38
prohibición de matar al padre y el segundo ejerce una doble
privación, al niño no le permite el acceso carnal hacia la madre y a
la madre la negativa de reintegrar su producto.

Entonces los hijos, en virtud de la obediencia retrospectiva, se


prohíben a sí mismos lo que en un primer momento habría
impedido el padre por el hecho mismo de su existencia. Aún
consumado el crimen, las mujeres del clan siguen estando vedadas
para los hombres pertenecientes al mismo grupo, entonces el
padre, en tanto muerto, ha adquirido mayor fuerza y poder que lo
ostentado estando vivo.

Según Imbriano (2000) la significación de paternidad se expresa


del siguiente modo: En el inconsciente de todo hombre se
reproduce el acontecimiento mítico del misterio paterno: el padre
es, en tanto que padre muerto, el padre sustituido. La teoría
freudiana diferencia al padre real, de carne y hueso, el padre-
espermatozoide, el padre imaginario, causa de las fantasías
parricidas y el padre simbólico, el padre función, en tanto que orden
cultural, en tanto que ley (transmite la ley de la cultura).

Este es el padre que toma función en tanto que “muerto” (función


simbólica), o sea, aquel con el cual el sujeto se identifica
incorporando su ley, la ley paterna: “No te acostarás con tu madre”
(para el hijo), “no reintegrarás tu producto´ (para la madre). O sea
la función paterna implica un “no”, implica que no se puede acceder
a la madre (mujer vedada). Así el padre se propone como modelo
de renuncia (él ha renunciado a su propia madre) y de donación (él
transmite un orden cultural, su función permite la salida a la
exogamia). La instauración de un orden cultural que se sostiene
desde la transmisión del padre simbólico es lo que permite a los
“hijos” evitar “quitarse los ojos y ser expulsados de Tebas”.

- El Padre y el complejo de Edipo

39
Beltran (2009) explica que para el psicoanálisis el complejo
de Edipo es uno de los pilares más significativos; lo
acontecido en su instauración, elaboración y posible
resolución, son fundamentales para la estructuración de la
subjetividad. Freud indistintamente se refería a él como
Complejo de Edipo o “Complejo Nuclear de las Neurosis”, lo
que marca tácitamente la importancia otorgada.

En líneas generales, el Complejo de Edipo es definido como


el conjunto de deseos amorosos y hostiles que el niño
experimenta respecto a sus padres. Es vivido en su apogeo
entre los 3 y 5 años, durante la etapa Fálica del desarrollo
libidinal y finaliza con la entrada al período de latencia.

Existe una fase previa a su instauración, no menos


importante, una fase pre-edípica. Esta etapa es descripta
más tardíamente en la obra de Freud y surgió de la
necesidad del autor en precisar la especificidad de la
sexualidad femenina, y en particular resaltar la importancia,
complejidad y la duración de la relación primaria entre la
niña y su madre.

Según Freud, las posibilidades resultantes del paso por el


complejo edipiano y su sepultamiento son:

- La elección de un objeto de amor, lo cual estará


condicionado por las catexias hacia los objetos, las
identificaciones inherentes, por la prohibición del incesto y
por la inscripción cultural “no matar”.

- Posibilita el acceso a la genitalidad. La organización genital


presupone la instauración de la primacía del falo. Y este
acceso a la genitalidad también estará establecido por las
identificaciones resultantes.

40
- Formación del Superyó y del Ideal de Yo, instancias
resultantes de la declinación del Complejo de Edipo y de la
posterior entrada en el período de latencia.

- Fase preedípica: Identificación y elección de objeto

Lo que la caracteriza es que tanto en el caso de la niña


como en el del varón, la madre es tomada como primer
objeto de amor, lo que se excluye de este período es la
triangularidad que luego devendrá con la problemática
edípica. Para entender esta afirmación vale adelantar que
para el psicoanálisis la identificación, punto importante
dentro de este período, es la exteriorización más temprana
de una ligazón afectiva con otra persona, ella se ubica en la
esfera del ser, es decir, es lo que uno querría ser. Está
determinada por las vivencias de satisfacción que en un
primer momento se sostienen por la autoconservación, vale
decir, por la nutrición, cuidado y protección.

Son estas vivencias de satisfacción las que determinan la


posterior elección del objeto, que a diferencia de la
identificación, se encuentra en el plano del tener, lo que uno
querría tener. Este primer objeto tiene punto de partida en el
pecho materno y muestra claramente que esta elección está
establecida según el apuntalamiento.

El concepto “Madre nutricia” refiere a que la elección de


objeto está facilitada por el apuntalamiento de las pulsiones
sexuales por sobre las yoicas y la diferencia entre ambas
radica en sí la ligazón recae en el sujeto o lo hace en el
objeto del yo.

Al comienzo del desarrollo del individuo, más precisamente


en la fase primitiva oral de la libido, no es factible poder
discernir entre investidura de objeto e identificación ya que

41
aún no se encuentra establecida cabalmente la
diferenciación entre yo y no yo. Entonces se puede admitir
que las investiduras de objeto parten del ello sintiendo las
aspiraciones eróticas como necesidades. Por esta razón, las
elecciones de objeto que corresponden a los primeros
momentos del desarrollo, y que comprenden tanto a la
madre como al padre encuentran su consumación en una
identificación que termina reforzando a la primaria.

- Complejo de Edipo

El complejo edipiano se presenta de tres maneras, a saber:


Positiva, Negativa. Ambas se conjugan en la forma llamada
Completa. La trama edípica se sostiene en la triangularidad.
Para el niño, el objeto amoroso es la madre, y el padre se
convierte en su rival. Caso inverso ocurre en la niña en
donde la madre dejó de ser su objeto amoroso (lo fue en el
período preedípico) para ser su rival y ahora es el padre
quien ocupa este lugar. Esta dinámica es la que se conoce
como Edipo positivo.

El Edipo negativo hace referencia a lo inverso, el niño toma


como objeto de amor al padre y la madre es su competidor.
En la niña, es la madre su objeto de amor y el padre su
contrario. Ambas vertientes, si bien sirven para esquematizar
el concepto, no es lo que se ocurre frecuentemente. Para
dar respuesta a esta problemática Freud (1923) afirma: “Una
indagación más a fondo pone en descubierto, la más de las
veces, el complejo de Edipo más completo, que es uno
duplicado, positivo y negativo, dependiente de la
bisexualidad originaria del niño”.

Al Edipo completo Freud lo explica por la actitud ambivalente


que el niño experimenta hacia el padre. Si bien su elección

42
de objeto amoroso está dirigida hacia la madre, se
comportará al mismo tiempo de manera tierna hacia el padre
y hostil por celos hacia la madre. El complejo de Edipo le
ofrece al niño dos posibilidades de satisfacción, una activa y
otra pasiva. En la primera, el niño se ubica en una posición
masculina, se pone en el lugar del padre y desea tratar a su
madre como lo hace su padre, en este caso el padre es un
escollo, un rival. La posición pasiva es querer reemplazar a
la madre y dejarse amar por el padre, convirtiéndose ella en
el rival.

Complejo de Castración:

El Complejo de castración cumple con dos funciones:


La función prohibitiva (amenaza de castración) y la función
normativa (respuesta a la diferencia anatómica de los
sexos). Esta última consiste en una doble prohibición, hacia
el hijo, el imperativo “No te acostarás con tu madre”, y hacia
la madre “No reintegrarás tu producto”. Estas funciones
provocan que el antagonismo en esta etapa quede marcado
por las posiciones Fálico- Castrado.

El padre se convierte en el agente de castración, en la


autoridad a la que el niño atribuye, en última instancia, todas
las amenazas formuladas por otras personas. “La mayoría
de las veces, la amenaza de castración proviene de mujeres;
a menudo, ellas buscan reforzar su autoridad invocando al
padre o al doctor, quienes, según lo aseguran, consumarán
el castigo”. (Freud, 1924)

En el complejo de Edipo se le presenta al niño una


encrucijada, por un lado se encuentra su interés narcisista y
por el otro la investidura libidinosa de los objetos parentales.
La angustia de castración genera la resignación de sus

43
deseos incestuosos, lo insta a que renuncie al objeto
amoroso. Este desencadenamiento da cuenta que triunfó su
interés narcisista y es así como el yo del niño se logra
extrañar del complejo de Edipo.

Sepultamiento del Complejo de Edipo:

La situación edípica cae necesariamente por la inclusión de


un tercero quien se encarga de marcar un no a la relación
madre-hijo, un tercero que realice una interdicción en este
vínculo posibilitando, por un lado al hijo constituirse como
ser deseante (salir de la trampa del deseo materno) y por el
otro al padre recuperar como mujer a su esposa.

La madre ha dejado de ser todo para el niño, las investiduras


de objeto han sido resignadas y sucedidas por identificación.
La autoridad parental es introyectada en el yo formándose
así, el núcleo del superyó. Del padre toma su inclemencia
asegurando que la prohibición del incesto subsista y le
asegura al yo, el no retorno de la investidura libidinosa de
objeto. Las aspiraciones libidinosas son en parte
desexualizadas y sublimadas y en parte inhibidas en su
meta y modificadas en mociones tiernas. La conflictiva se
resuelve con la división de las corrientes sexuales de las
tiernas.

El proceso en su conjunto salvó una vez a los genitales,


alejó de ellos el peligro de la pérdida, y además los paralizó,
canceló su función. Con este proceso se inicia el período de
latencia que viene a interrumpir el desarrollo sexual del niño.
(Freud, 1924).

44
El Edipo femenino

Los períodos previos al complejo de Edipo propiamente


dicho son similares en el caso de la niña y en la del niño,
ambos recorren el mismo camino (madre como objeto de
amor, padre como rival y concepción de la existencia de un
sólo órgano sexual: el falo), la diferencia se establece en la
etapa fálica.

En esta fase el clítoris funciona como un órgano análogo al


pene y la autoestima de la niña se ve condicionada por la
importancia que ella le otorga a esta sección de su cuerpo,
pero cuando puede compararlo con el del niño, da cuenta
que el suyo es reducido.

Beltran (2009) comenta que se podría sostener, que en la


niña el problema edípico está subyugado por la necesidad
de un cambio de objeto (abandono de la fijación materna) y
de órgano (paso del clítoris a la vagina), ahora bien, ¿cuáles
son los motivos que la forjan a apartarse del vínculo
materno?

a) Por celos hacia quienes su madre le brinda amor.


b) Porque esta relación carece de finalidad real y no
puede ser satisfecha.
c) Porque la madre le prohíbe la masturbación.
d) Por rechazar la femineidad, reclama a la madre
haberla dotado insuficientemente y ser ella también
mutilada.
e) Le reprocha a su madre haberla seducido.
- Superyó

Son dos los factores que inciden en la génesis del Superyó,


uno biológico, que refiere a la prolongada dependencia y
desvalimiento del ser humano en su infancia y por otro lado,

45
uno histórico que remite a la interrupción en el desarrollo
libidinal, (marcado por el complejo de Edipo) y la
consecuente latencia, dividiendo en dos tiempos la vida
sexual. Esta última condición, producto de la cultura, es lo
específicamente humano y sirve de apoyo para formular que
el Superyó no se separa del Yo fortuitamente, sino que
“subroga los rasgos más significativos del desarrollo del
individuo y de la especie y, más aún, en la medida en que
procura la expresión duradera al influjo parental, eterniza la
existencia de los factores a que debe su origen”. (Freud,
1923)

Por lo tanto el Superyó resulta de la resolución del complejo


de Edipo, así como también es la expresión del Ello, de la
intensidad de sus mociones pulsionales y de sus destinos.
Comparándolo con el Yo, que cumple con ser el
representante del mundo exterior, el Superyó se le enfrenta
como defensor del mundo interior, del Ello. “El ello es
totalmente amoral, el yo se empeña por ser moral, el
superyó puede ser hipermoral y, entonces, volverse tan cruel
como únicamente puede serlo el ello”. (Freud, 1923)

Tanto la religión como la moral se desprenden del complejo


de Edipo, y los sentimientos sociales surgen como
contrapartida a la rivalidad y celos experimentados en
épocas de antaño, puesto que los impulsos hostiles no
pueden ser satisfechos se establece una identificación con
quienes fueron considerados inicialmente rivales.

Freud afirma (1923) que:

Como formación sustitutiva de la añoranza del padre,


contiene (el ideal del yo) el germen a partir del cual se
formaron todas las religiones. El juicio acerca de la

46
propia insuficiencia en la comparación del yo con su
ideal da por resultado el sentir religioso de la
humillación, que el creyente invoca en su añoranza.

El origen del Superyó está vinculado con las identificaciones


primarias, directas e inmediatas que resultan anteriores a
cualquier investidura de objeto y que se diferencian de las
secundarias intervinientes en el Edipo que responden al
proceso de asimilación y sustitución.

El Superyó surge por una identificación al arquetipo paterno


que contiene el carácter de sublimar, desexualizar,
produciendo una desmezcla pulsional.

Freud (1923) afirma “Tras la sublimación, el componente


erótico ya no tiene más la fuerza para ligar toda la
destrucción aleada con él, y esta se libera como
inclinaciónde agresión y destrucción”. Es de esta desmezcla
pulsional de donde el Superyó adquiere su carácter tanático,
su imperativo cruel del “deber ser”. A medida que el niño va
creciendo son las autoridades y los maestros quienes
retoman el papel del padre; tanto los mandatos como las
prohibiciones han permanecido en el Superyó y ahora
emergen como conciencia moral. Las exigencias de esta
conciencia moral y las operaciones que realiza el Yo
generan tensión, la cuales apreciada como sentimiento de
culpa.

2.2.2.2 Teoría Psicodinámica


a) El Padre según Lacan

Lacan se interroga acerca de la decadencia de la función


paterna en la cultura occidental y las consecuencias

47
sintomáticas que ello conlleva. Distingue entre Padre
Imaginario, Simbólico y Real; intentando dar respuesta a la
pregunta del lugar que el padre ocupa, desarrolla una escritura
matematizada, conocida como Metáfora paterna, metáfora que
liga indisolublemente al Nombre del Padre como instaurador de
la ley simbólica. La importancia del padre la ubica
principalmente dentro del complejo edipiano. Un padre podría
definirse, en tanto integrante de una familia, como todo lo que
se quiera ser o no ser, lo que se deba o no. De este modo se
podría considerar que existen multiplicidades de tipos de padre,
los débiles, sumisos, castigados, sometidos, entre otros. Y ello
revela que el padre siempre está, incluso sin estar presente.

Lacan, a través de experiencias clínicas, ha notado que en


niños que se han quedado solos con su madre también se
desarrolla el complejo de Edipo y que éste se da de manera
totalmente normal. Normal, en los dos sentidos que refiere el
término: en cuanto a normalizante como así también
neurotizante. Por esto, plantea que más allá de la presencia o
ausencia, vale la importancia del padre en tanto y cuanto lo es
en el complejo de Edipo.

Este autor afirma que en un comienzo se creía que todos los


dramas devenían de el exceso de la presencia del padre,
momento en el cual la imagen del padre terrorífico era
perjudicial para el niño. Hoy en día lo que se cuestiona es la
carencia paterna, aunque en realidad nunca se sabe de qué
carece el padre, se confunde la idea de padre normativo y de
padre normal. La normalidad del padre es una cosa y su
posición normal dentro de la familia es otra. Así como también
hablar de la carencia paterna en la familia no corresponde
necesariamente a la carencia dentro del complejo.

- El significante del Nombre del Padre

48
“El inconsciente está estructurado como un lenguaje” es la tesis
más importante que identifica a este autor, con ella explica que
las leyes que estructuran el lenguaje son las mismas que
intervienen en la formación del inconsciente. Toma nociones del
creador de la lingüística estructural, Ferdinand De Saussure
quien sostiene que el signo lingüístico, encargado de formar el
lenguaje, está establecido por un significante y un significado,
ambos interdependientes. Toma al primero como un conjunto de
fonemas articulados, o sea palabras. El significado es el
contenido del significante, es lo que representa.

Lacan difiere en varios puntos y reformula esta


conceptualización del significante.

1- Considera que el significante es lo primario y es el que


constituye el significado, no se establece la interdependencia
entre ellos.

2- Difiere en que el significante es solamente la palabra, afirma


que también puede serlo cualquier objeto o relación,
precisamente sostiene que la función del mismo radica en
ordenar y estructurar los vínculos.

3- Lo define como un elemento material sin sentido, que se


combina con otros por intermedio de los mismos procesos que
forman la metáfora (sustitución) y la metonimia
(desplazamiento), dándole el sentido. El significante en sí, no
significa nada.

4- El lenguaje no es un conjunto se signos, mas bien, es un


sistema de significantes.

5- El significante es la unidad básica del lenguaje.

Entonces, hablar de lenguaje implica hacer referencia a un


registro simbólico y si bien es el lenguaje el motivo de su

49
constitución, también vale la intervención de un Otro para que le
otorgue significación. Este Otro (con mayúsculas) alude a otro
significativo para el sujeto, como así también, al lugar de la
verdad, que como tal y como “tesoro de significantes” funda la
palabra, inscribe la ley, ley en cuanto a lo propiamente
establecido en el nivel del significante, el texto de la ley. El Otro
es aquel lugar en donde se sitúa la cadena del significante.

Lacan (1958) sostiene:

No es lo mismo decir que ha de haber ahí una persona


para sostener la autenticidad de la palabra, que decir que
algo autoriza el texto de la ley. En efecto, a lo que
autoriza el texto de la ley le basta con estar, por su parte,
en el nivel significante. Es lo que yo llamo el Nombre del
Padre, es decir, el padre simbólico. Es un término que
subsiste en el nivel del significante, que en el Otro, en
cuanto sede de la ley, representa al Otro. Es el
significante que apoya a la ley, que promulga la ley. Es el
Otro en el Otro.

Lo afirmado por este autor mantiene un correlato con lo


postulado por Freud sobre el mito de Edipo y con el del la Horda
primitiva, ya que para que se funde la ley, es condición
indispensable el asesinato del padre. El padre como instaurador
de la ley es el padre muerto, el símbolo del padre. El padre es
real en tanto las instituciones le otorguen la significación de tal,
le otorguen su Nombre de Padre.

Esta calificación, se sostiene en el plano simbólico, va más allá


del reconocimiento social de que éste padre haya engendrado
un hijo, el Nombre del Padre es un significante y responde a
una necesidad de la cadena significante. Al instituirse un orden
simbólico aparece esta función, y en su interior se introducen

50
significaciones que responden a la necesidad de la función del
padre.

El Nombre del Padre, que en tanto representa la función


paterna como instauradora de la ley, se convierte en esencial
para la conformación del sujeto. Revela que más allá de un
semejante, de un otro, se requiere la existencia de otro que
funde la ley.

- La metáfora paterna:

El Nombre del Padre es un significante, y como tal, éste


significante debe articularse con el padre. Es a través de la
metáfora paterna, la posibilidad de ésta articulación. El Nombre
del Padre en ocasiones puede estar ausente, pero la presencia
del padre no siempre es necesaria, esto posibilita que
precisamente sea la metáfora paterna la que no falte. A modo
de ejemplificarlo, en términos de sustitución, resultaría:
sustitución del padre- padre sustituido.

El padre sustituido es el padre en lo real, es el padre muerto en


el origen. El padre metáfora es el padre función de discurso,
función de habla. Pero no porque hable, sino porque desde esta
función es efecto de significante. (Imbriano, 2010)

Lacan (1958) utiliza a la metáfora paterna para definir a la


función del padre. “El padre es un significante que sustituye a
otro significante” ).

Risueño A, propone que esquemáticamente la sustitución


significante quedaría expuesta del siguiente modo:

51
Ahora bien, ese otro significante, el cual es sustituido por el
significante paterno, no es otro que el primer significante
implantado en la simbolización, y se trata del significante
materno. De modo tal que el padre (S) viene a ocupar el lugar
de la madre (S´) en la cadena de significación. Siendo la madre
(S´) en tanto vinculada con el significado en la relación madre-
hijo (x).

Como se puede observar es la madre la que rota su lugar, va y


viene, lo cual significa para el niño, ya capturado en lo
simbólico, que si bien al él le encantaría ser lo que la madre
quiere, está claro que hay algo por fuera de él, que también
quiere la madre. En este punto es x, establecida como el
significado del vínculo entre ambos, lo que varía. Y el
significado de las idas y venidas de la madre es el falo. El S´
(Madre) cae y S (padre) entra por vía metafórica en posesión
del objeto de deseo de la madre, que se presenta en forma de
falo.

A ésta primera fórmula podemos modificarla y resulta la


exposición completa de la metáfora paterna:

Gráfico 1.

La cual se lee: El Nombre del Padre sustituye al Deseo de la


Madre dando como resultado un sujeto que se va a poner en
relación al Falo, en tanto vínculo con el Otro. Mientras el lugar
del Otro se encuentra en posición de significante del Otro, el
Falo, bajo la barra, lo hace como significado. “La metáfora
paterna permite introducir una función que se aplica al conjunto

52
ordenado por el Nombre-del-Padre y produce una significación
(significación del goce) y un significante, el falo”. (Imbriano,
2010)

Llegado este punto es necesario hacer referencia a qué hace


alusión el término “falo” en la obra de Lacan, para ello es
necesario recordar la afirmación planteada en un comienzo: “El
inconsciente está estructurado como un lenguaje” en donde los
significantes cobran un valor relevante, así como ellos forman al
lenguaje, los efectos de estos sobre el sujeto, conforman al
inconsciente.

Ahora bien, no todos los significantes posen igual grado de


importancia, existen aquellos fundamentales que pueden
ordenar a los demás significantes dentro de la cadena. Uno de
ellos es el falo, cuando no, el más trascendente del
inconsciente, porque es el significante del deseo.

Lacan sostiene que el falo no es una fantasía, en tanto efecto


imaginario, tampoco es un objeto y mucho menos el órgano al
cual simboliza (pene o clítoris). El falo es un significante,
significante que por su sola presencia condiciona al resto de
significantes, designando en este conjunto los efectos del
significado.

Retomando, la metáfora paterna es el resultado de la


simbolización primordial entre madre e hijo y es el padre, en
cuanto símbolo o significante, quien se coloca en el lugar
ocupado con anterioridad por la madre. Este colocarse en el
lugar de es lo esencial del complejo edipiano.

Lacan sostiene que ella se encuentra en el núcleo del complejo


de Edipo, es en donde se halla presentificada y es lo que el
mismo inconsciente revela en un primer comienzo.

53
- El complejo edipiano: sus tres tiempos

Como se ha sostenido en párrafos anteriores, la importancia del


padre radica en su vinculación con el complejo de Edipo y para
comprenderlo mejor, Lacan distingue tres tiempos lógicos en
este complejo. Es notable resaltar que las primeras experiencias
de realidad del niño están dadas desde la relación con la madre,
es con ella que se empieza a vincular con el mundo viviente,
aún antes de la instauración del lenguaje ya existe un proceso
de simbolización. Se constituye el principio de realidad en
cuanto entra en juego el significante.

Basta con que el niño pueda pronunciar dos fonemas y alguien


a quien vayan dirigidos, para que exista la posibilidad de
combinatoria en donde surgirá la organización de significante. El
niño en un comienzo, se interesa por todo tipo de objetos,
cuando experimenta la situación especular que Lacan llamó
“estadio del espejo”, se presentan dos oportunidades:

1- Identificación del niño con el falo, en tanto objeto imaginario,


para satisfacer el deseo materno.

2- Cristalización del yo a través de la imagen corporal

En este momento, el niño utiliza lo imaginario como significante


para identificarse, el padre aún no es percibido como parte de la
relación. Sólo luego, con la aproximación hacia lo simbólico, el
yo se constituye como elemento significante. Por la intervención
del significante paterno se orienta hacia la identificación del
Ideal del Yo.

En un primer tiempo el niño lo que busca es satisfacer el deseo


de su madre, se cumple el dilema ser o no ser el objeto del
deseo de la madre. El niño se identifica especularmente con el
falo para agradarle a su madre.

54
Este momento es la etapa fálica primitiva, la metáfora paterna
“actúa en sí” ya que se presupone la existencia del deseo
materno, así como también, por que el falo se encuentra
instaurado culturalmente.

Un segundo tiempo se caracteriza por la intervención de un


padre privador. El niño se encuentra con la ley del padre,
concebida imaginariamente, como privadora del objeto de su
deseo, su madre. Pero esta privación no sólo está dirigida al
niño, también vale para la madre, la despoja de su objeto de
deseo, el objeto fálico. Le impone una negativa a su “goce”.

Este padre privador surge desde el discurso materno, interviene


como portador de mensaje que denota una negativa. Dirigido al
niño este mensaje se convierte en el imperativo “no te acostarás
con tu madre” y hacia la madre “no reintegrarás tu producto”.

En esta instancia, se produce un cambio en la demanda del


sujeto que al dirigirse hacia otro se topa con el Otro del otro, el
padre se muestra en tanto Otro como portador de ley,
provocando una conmoción en el niño, en tanto sujeto, ya que el
objeto de deseo de la madre ahora es cuestionado por el
entredicho paterno.

En palabras de Lacan (1958):

Eso con lo que el sujeto interroga al Otro, al recorrerlo


todo entero, encuentra siempre en él, en algún lado, al
Otro del Otro, a saber, su propia ley. En este nivel se
produce lo que hace que al niño le vuelva, pura y
simplemente, la ley del padre concebida imaginariamente
por el sujeto como privadora para la madre.

55
El padre real, todopoderoso y omnipotente, comienza a revelar
al padre simbólico, portador de ley que debe encarnarse en el
real para dar cuerpo a la amenaza de castración.

El fundamento del complejo radica en esta premisa, es en este


punto donde el padre se vincula con la ley primordial de la
interdicción del incesto, él es quien la representa a través de la
amenaza de castración, articulándose esta amenaza como una
revancha dentro de una relación agresiva. La agresión parte del
niño y va dirigida hacia el padre. La madre, en tanto su objeto
elegido, queda vedado precisamente por él. Esta agresión
retorna al niño, él proyecta imaginariamente en el padre
intenciones agresivas hacia su persona, intenciones que son
suyas y que parten de sus propias tendencias agresivas. “El
temor experimentado ante el padre es netamente centrífugo,
quiero decir que tiene su centro en el sujeto”. (Lacan, 1958)

En consecuencia, si bien la castración está relacionada


simbólicamente con la interdicción del incesto, se manifiesta en
el plano imaginario y es así como la amenaza castrativa se
vincula con la agresión imaginaria.

Acerca de la madre cabe destacar que ella conlleva un bagaje


simbólico del cual depende y que le permite acceder, de cierta
forma, al objeto de su deseo, al más allá de este objeto, a
saber, el falo. El padre actúa privándole lo que en definitiva no
posee, priva de aquello que sólo adquiere existencia en cuanto
puede ser un símbolo. Por ello resulta claro que el padre no
puede anularle a la madre algo que ella no tiene, pero para que
se establezca el “no tenerlo”, se necesita la proyección en el
plano simbólico del símbolo.

Es en este plano donde se le plantea al sujeto la cuestión de


aceptar, registrar, simbolizar y significar la privación de la madre

56
como objeto. A esta privación se la puede aceptar, rechazar,
asumir o no. Este punto Lacan lo registra como nodal.

Es mediante la simbolización que el niño se subjetiviza, se


instituye en él algo primordial, algo que lo marca como sujeto,
como ser deseante. Esto es porque puede apartarse de la
vivencia de dependencia con respecto del deseo de la madre.
La madre se convierte en aquel ser primordial que puede como
no, estar. Y el deseo del niño es precisamente este ser. Pero
este deseo no se acaba en los cuidados o contacto que esta
madre pueda brindarle, ni siquiera refiere a su presencia.
“Realmente su deseo es deseo del deseo de la madre” (Lacan,
1958). Esta simbolización provoca en el niño un nuevo hallazgo,
y es dar cuenta de que la madre puede desear en el plano
imaginario, que pueda desear otra cosa que no sea satisfacer el
propio deseo del niño.

Si el niño no puede aceptar esta privación del falo en la madre,


mantiene una identificación con este objeto de la madre y puede
responder ante este deseo, de las siguientes formas:

1) Ante este anhelo de la madre, el niño puede posicionarse


como objeto de este deseo, él se identifica como falo y se
aferra a éste por medio de una identificación imaginaria
con la madre. En este caso hablamos de perversión,
precisamente de fetichismo.
2) El niño puede asumir la dificultad de la relación
imaginaria con la madre, identificándose directamente
con la madre fálica, más concretamente con el falo bajo
la vestimenta de la madre. Aquí cabe hablar de otra
perversión, el travestismo.

En un primer momento la disyuntiva se planteaba desde la


polaridad entre Ser o No Ser el falo que por la intervención del

57
complejo castrativo se convierte en un nuevo dilema, Tener o
No Tener.

En este punto se establece la condición que para tenerlo


necesariamente debe existir la posibilidad de no tenerlo y
consecuentemente la probabilidad de castración. Es el padre,
que mediante la amenaza de castración promulga la ley de la
interdicción del incesto.

El tercer tiempo es tan importante como el segundo, de éste


depende la salida del complejo de Edipo.

Aquí el padre realiza su intervención como poseedor del falo, no


como tal. Su donación radica en el mismo hecho de portar la
ley. Y precisamente por poseer el falo es que depende de él que
la madre lo tenga o no, este acontecimiento produce la
reinstauración del falo como objeto deseado por la madre y no
solamente como aquel objeto al cual el padre puede privar. “El
tercer tiempo es esto - el padre puede darle a la madre lo que
ella desea, y puede dárselo porque lo tiene” (Lacan, 1958).

Es así que la relación establecida entre padre y madre vuelve al


plano real por la presencia de un padre potente. Es en este
momento, en donde la identificación, producto de la intervención
paterna, se consolida. Entonces, en un primer momento la
instancia paterna no se ha manifestado o bien, se encuentra
encubierta.

Prima el vínculo entre el hijo y la madre en torno a la cuestión


fálica. En el segundo, el padre se presenta como privador, en
tanto porta la ley, y lo hace a través de la madre quien lo
establece como quien dicta la ley. De este modo el padre en el
Edipo no es un objeto real, aunque deba presentarse como tal
para dar cuerpo a la castración, tampoco es únicamente un
objeto ideal, si es simbólico, es una metáfora. Metáfora, en tanto

58
y en cuanto la madre lo convierta en aquel con su sola
presencia promulgue el lugar de la ley.

En este tercer estadio, el padre que interviene como dotado del


falo, posibilita la salida del complejo edipiano y dicha salida
resulta favorable si el niño se identifica con él, si logra
interiorizar al padre como Ideal. Esta identificación es la del
Ideal del yo que resulta precursora a la posterior formación del
súper yo. Vale considerar que dentro del Edipo, el invertido se
encuentra siempre presente y el amor hacia el padre no puede
estar ausente. Es por este amor que el niño se identifica y ésta
identificación es la que da la culminación del Complejo. Pero
también puede ocurrir que esta identificación con el padre lo
posicione al niño en un lugar de pasividad (en el plano
inconsciente) y que frente a este padre temido y prohibido- pero
a su vez amable-, se coloque en el lugar adecuado para
hacerse amar por él. Hacerse amar por el padre posiciona al
niño en el lugar de mujer y en juego se encuentra su miembro
viril, de este modo surge el peligro de castración y con ella una
posición conflictiva del sujeto. Conflictiva en cuanto las
alternativas resultantes, su posición homosexual respecto al
padre o la represión de estas intenciones.

Aquí es donde se centra la diferencia de los resultados en el


complejo de castración en el niño y en la niña. En el caso de la
niña la problemática se encuentra en el comienzo, en la entrada
del complejo, al final la solución está facilitada ya que no existe
conflicto en la cuestión de que el padre sea preferido por la
madre como portador del falo. Ella no se enfrenta con esta
identificación paterna, ni conserva la cuestión de virilidad, sino
que se dirige hacia quien lo tiene, hacia el padre.

En lo referente al niño, Lacan (1958) afirma que “el asunto es


distinto, y ahí es donde permanece abierta la hiancia (…) el

59
complejo de Edipo es siempre lo menos normativizante”. Sin
embargo el Edipo implica que el niño asuma su virilidad
mediante identificación con el padre, cuestión que resulta
sumamente normativizante.

En otros términos, la salida normatizante del Edipo implica un


reconocimiento tanto en el caso de la niña como en el del niño.
A medida que el padre se convierte en el Ideal del yo, la niña
reconoce que no posee falo, en el niño actúa la privación como
eje, él debe reconocer que no tiene algo que realmente si
posee.

En adelante las relaciones del sujeto estarán regidas por la


identificación, por las insignias de aquello con lo que se ha
identificado, que desempeñan en él la función de Ideal del Yo.

El Ideal del Yo, entonces, es una identificación que se consolida


en el tercer momento, en donde deseo, rivalidad, hostilidad y
agresión se encuentran mezclados. La situación conflictiva se
resuelve con una modificación subjetiva, una introyección que
pasa a ser una parte del propio sujeto, aunque no pierde
relación con el objeto paterno. Este Ideal cumple una función
tipificante en el deseo del sujeto, está vinculado con la asunción
sexual, precisamente trata de las funciones femeninas y
masculinas, es ésta distinción la que marca la diferencia con el
superyó.

Lacan (1958b) sostiene:

El Ideal del yo se constituye en la relación con el tercer


término, el padre, e implica siempre el falo, únicamente
en la medida en que este falo es e factor común, el
factor central de la instancia del significante.

60
El sujeto presenta un nuevo estatuto y también un nuevo deseo:
lo que en un principio era un objeto de relación libidinal (la
madre), se convierte en función significante, ocupa el lugar del
Ideal. Por otro lado, el deseo sufre una sustitución, surge otro
deseo, ahora uno que guarda relación con el padre como
terceridad.

- Deseo y goce: Una cuestión de otro

Lacan insistió fervientemente en diferenciar tres conceptos que


impulsan a la subjetivización del individuo. Estos conceptos son:
necesidad, demanda y deseo. La necesidad está ligada a lo
biológico, a los requerimientos puramente orgánicos como por
ejemplo el hambre, que una vez saciado se cancela. Cabe
recordar que el niño cuando nace no puede valerse de sí
mismo, necesita de un auxiliar externo, de un Otro,
principalmente la madre. El niño a través del llanto o del grito,
articula la necesidad con el lenguaje, manifiesta un
requerimiento, el cual debe ser decodificado por un Otro. Aquí
se modifica la necesidad como algo biológico y se articula la
necesidad con la demanda.

Entonces la demanda va más allá del pedido de alimento, lo


que el niño demanda es amor. Y si bien el Otro sabe y puede
proporcionar los elementos para que pueda satisfacer la
necesidad, nunca puede responder desde su posición, al amor
incondicional que el niño anhela, permaneciendo esta
aspiración como insatisfecha.

La demanda es de por sí tan relativa al Otro, que el Otro se


encuentra enseguida en posición de acusar al sujeto, de
rechazarlo, mientras que cuando se invoca la necesidad, asume
esta necesidad, la homologa, la atrae hacia él, ya empieza a
reconocerla, lo cual es una satisfacción esencial. El mecanismo

61
de la demanda hace que el Otro, por naturaleza, se oponga a él
(…) por naturaleza la demanda exige, para sostenerse como
demanda, que alguien se le oponga. (Lacan, 1957)

Este resto insatisfecho constituye el deseo, es lo que no queda


articulado entre la necesidad y la demanda. El deseo se profiere
en el discurso pero no se nombra, por definición es
innombrable, se encuentra entre dos significantes y se desplaza
entre ambos metonímicamente. Sólo se puede tener acceso a él
a partir de otro, a través del encuentro con la falta del Otro.

Desde los primeros años de enseñanza este autor


conceptualiza al deseo como deseo del Otro, haciendo alusión
al deseo de reconocimiento. Al introducir en su teoría los
aportes de De Saussure sobre el significante, se produce un
viraje no solamente teórico sino además clínico. Cobra
relevancia el falo, que en tanto significante posibilita la
articulación del deseo y la sexualidad. Este autor le otorga tres
dimensiones al falo: por un lado como significante imaginario
regido por el capricho de la madre, en tanto Otro primordial; la
otra dimensión de la significación fálica, también imaginaria, es
como producto de la intervención del significante del

Nombre del Padre en la metáfora paterna, en donde se instaura


la prohibición, la ley de un más allá de la Madre; le otorga el
estatuto significante que en el complejo de castración, actúa
como operador, como nudo estructural. El primer objeto
simbolizado es la madre, su presencia o ausencia se convertirá
en un signo del deseo al cual se aferrará su propio deseo, esto
condicionará que el niño sea o no un niño deseado. “El término
niño deseado corresponde a la constitución de la madre en
cuanto sede del deseo” (Lacan, 1958) El padre, en tanto
significante interviene y marca el traspaso de ser deseado a ser
deseante. El postulado “El deseo es el deseo del Otro”, muestra

62
que la dependencia primordial del sujeto, requiere que un
distinto decodifique, ponga nombre a su demanda, que le
otorgue sus significantes, Esta situación estructura al sujeto de
manera tal que su deseo más profundo inscripto en el
inconsciente, está dado por el Otro, es el deseo del Otro.

Cabe recordar que el complejo de castración es estructural y


que no solamente representa una amenaza para el niño,
también significa una prohibición para la madre, que por
constitución debe haber renunciado ella misma a poseer y a ser
falo en algún momento.

Así, la constitución del sujeto comprende un doble


renunciamiento: renunciar a ser el falo de la madre y renunciar a
su goce cerrado y mortífero. La inscripción del significante
primordial (S1) es la operación fundante en esta constitución y
sólo es factible por la intervención del Nombre del Padre, en
tanto permite dar nombre a las cosas, incluso al goce. Es el
“No” del padre el que acota al goce. ¿Porque la importancia de
esta interdicción? Si el goce no estuviese suspendido, el sujeto
quedaría atrapado por el ello bajo la supremacía pulsional. Es
su ley la que le impone al sujeto su pérdida, exige la renuncia a
ser el falo de la madre y lo introduce al sistema de legalidad. De
esta manera el falo como significante de la privación del Otro
representa una falta. Y esta falta no es otra cosa que el deseo.

Imbriano (2010) sostiene que “la inscripción del S1 es


consecuencia de una función significante que introduce en la
dimensión de la perdida, del no-todo, de la inexistencia del todo-
goce, de la inexistencia de La-mujer”. El S1 nombra al ser en
tanto goce perdido, podría decirse que como causa y falta es
análogo al objeto a. Por lo tanto, la instauración de éste
significante requiere de la sustitución del goce por trabajo
psíquico, de la renuncia al goce de la madre.

63
Entonces lo resultante de esta inscripción es el advenimiento de
un sujeto dividido, tachado, barrado y la producción de un objeto
perdido, el objeto a. La pérdida de este objeto marca una
hiancia, un agujero que representa la falta de gozar, cuestión
que determinará en adelante una posición deseante, una
búsqueda incansable del ser, marcada por la dialéctica
encuentro, perdida, reencuentro pero jamás captura.

La pulsión por el rodeo del objeto, siempre intentará alcanzar su


satisfacción, aunque sólo lo haga parcialmente, el inconsciente
trabajará para dar cuenta del valor económico entre lo perdido y
las posibilidades de recuperarlo. El deseo no puede capturar el
objeto y por ello el deseo resulta indestructible en el
inconsciente.

b) El padre según Wonnicott

Winnicott no pone demasiado énfasis en la función paterna,


más bien en ciertos casos pone al padre en un lugar demasiado
al margen, en ocasiones lo nombra como “el esposo de la
madre”, ni siquiera como padre. Es en torno a la madre que gira
todo.

Pero podrían indagarse algunas similitudes con la teorización


lacaniana de la función paterna, cuando habla del elemento
masculino (y femenino) que se encuentra en hombres y
mujeres.

“El elemento femenino puro se relaciona con el pecho (o con la


madre), en el sentido de que el bebé se convierte en el pecho (o
en la madre), en el sentido de que el objeto es el sujeto. Y en
esto no veo moción instintiva alguna” (Winnicott, 1966). Es
decir, el elemento femenino tiene que ver con el ser y la

64
continuidad de ser (en el sentido de una madre que no impone
su gesto, sino que se adapta a la omnipotencia del niño). “Aquí
hay una verdadera continuidad de generaciones; el ser se
transmite de una generación a otra por la vía del elemento
femenino de hombres y mujeres” (Winnicott, 1966).

El elemento masculino, en cambio, presupone separación, tiene


que ver con lo pulsional, y por ende, con el hacer. El elemento
masculino actúa, al relacionarse, tanto en forma activa como
pasiva, basado en el instinto (Winnicott, 1966). Podemos
pensar entones, que para que brote la pulsión en la relación con
objetos, tiene que haber una separación.

Ambos elementos se encuentran en hombres y mujeres, y me


parece que pueden relacionarse con la función materna y
paterna (que también no tienen necesariamente que ver con la
madre y el padre en concreto). Si bien Winnicott relaciona
directamente el elemento femenino con la madre, no hace lo
mismo con la función del padre.

La función paterna en Winnicott, tiene que ver más bien con


sostener a la madre que sostiene al niño, y con la idea de que el
padre puede en ciertos momentos ocupar el lugar de la madre.
Más adelante, describe la función paterna en relación con la
supervivencia a la agresión y al impulso instintivo del niño “Un
padre fuerte le permite al niño correr el riesgo, porque el padre
está allí en medio, o preparado para enmendar las cuestiones o
impedir con su reciedumbre que sucedan” (Winnicott, 1968).
Esto me parece que tiene directa relación con la función de ley
que revisaremos más adelante, la ley pone un límite y esto
permite entones que el niño pueda explorar el mundo con sus
pulsiones, sin peligros de que el mundo o el niño se destruyan,
hay un “hasta aquí”, donde puede surgir entonces el impulso
creador del niño.

65
Podríamos pensar que mientras que la madre debe brindar una
continuidad de ser en un inicio, el padre brinda un lugar de
terceridad, que abre un espacio, una separación y entonces
permite que surja el hacer, la pulsión. Si a esto integramos las
teorizaciones provenientes de Lacan, el padre como portador de
la ley, brinda un “modo de hacer”, es decir, lo que se hace y no
se hace y cómo se hacen las cosas (la cultura).

La función paterna en la teoría psicoanalítica que proviene del


vértice lacaniano, constituye un epicentro crucial en la
estructuración psíquica del sujeto, puesto que esta función es la
que permite hacer circular el significante fálico, separando así la
madre del hijo, colocando al sujeto en una posición de falta
(Dor, 1989).

Esto tiene que ver con los derroteros edípicos de la propia


madre. De acuerdo con la teoría del Edipo en Freud, la niña se
vuelve al padre a la espera que éste le otorgue ese preciado
objeto que no le otorgó la madre: el pene (falo). Luego, a través
de la ecuación simbólica niño=falo, espera recibir del padre un
hijo (varón). Es por esto, que en un primer momento, a partir de
su propio Edipo, la madre pone al niño en el lugar del falo que la
completa, a su vez, el niño quiere satisfacer a la madre y se
identifica con el lugar del falo. Con la función paterna, que
instala el corte, el niño pasa de la posición de ser el falo para la
madre, a la idea de que el falo es algo que se puede tener y en
ese caso, que circula. El padre dice al niño “no te acostarás con
tu madre”, pero además, no menos importante, dice a la madre
“no reintegrarás tu producto”. El niño y la madre reconocen
entonces, que el deseo es absolutamente imposible de colmar
con algún objeto. A partir de esto, permite abrir la dimensión de
la falta y del deseo (Dor, 1989).

66
El padre es el que dona el nombre, inscribe al hijo en una
cadena generacional, en una genealogía y en el orden de la
cultura. Mientras que la madre se instala como certeza, pues la
experiencia de la madre está ligada a los sentidos, es
filogenética; el padre siempre es una experiencia de
incertidumbre, lo que lo liga estructuralmente al deseo y la ley.
Es decir, la función del padre simbólico como soporte de la ley,
al prohibir el incesto, posibilita el ingreso del sujeto al orden de
la cultura (Dor, 1989). Y precisamente el espacio transicional es
el espacio de la cultura.

Si no se presenta la función paterna, el niño queda sujeto a la


relación arcaica con la madre, como único objeto de su deseo,
no como sujeto (Dor, 1989).

2.2.2.3 Teoría Sistémica

Steffen (2003) señala que a partir del cambio social emerge


una corriente de pensamiento basada en experiencias de
paternidad contemporánea y vivencias de masculinidad, surgiendo
un padre potenciado en su rol socioafectivo y vínculo de apego, de
relaciones democráticas y cercanas, involucrado en el desarrollo y
la construcción de identidad de los hijos, cuyo eje central es la
presencia.

El enfoque sistémico surge en el campo de la psiquiatría en


donde se empieza a cuestionar el papel de familia ante las
manifestaciones de alguna altercación mental en el sujeto. Es V.
Bertalanffy (1989) quien a partir de la teoría de sistemas comienza
a desarrollar un nuevo modelo para el estudio de los fenómenos
con un visión más integral y que en el estudio de la familia permite
reconocer la interrelación que existe entre sus miembros en donde
lo que ocurra a un elemento impactará inevitablemente a todos los

67
integrantes del sistema familiar. Lo anterior ha permitido en el
campo de la clínica trabajar de manera global ante la presencia de
un miembro de la familia con problemas mentales. El incorporar a
la familia en el proceso de intervención va a ser algo novedoso y a
ello contribuyen autores como Sptiz (1990).

Se puede concebir el desarrollo cognitivo de los sujetos promovido


en la familia como “un proceso de participación guiada a través de
su implicación en actividades de la vida cotidiana, a través de las
rutinas diarias, a través de los productos culturales con los que
entran en contacto por medio de la familia y de otras instituciones,
los niños van apropiándose de los fondos de conocimiento,
desarrollando sus capacidades cognitivas y sus procesos
mentales”. (Palacios y Rodrigo 2001, cit por Haley) Por supuesto lo
anterior no es privativo del desarrollo cognitivo, en esta misma
dinámica se desarrollan las emociones, la voluntad, las habilidades
y los valores. en los sujetos, los cuales son componentes
esenciales de su personalidad que “constituye una configuración
sistémica de los principales contenidos y operaciones que
caracterizan las funciones reguladoras y autorreguladoras del
sujeto quien en los distintos momentos de su comportamiento,
tiene que actualizarlas ante las situaciones concretas que enfrenta
mediante sus decisiones personales”. (González R. 1999 cit por
Murillo 2006).

Minuchin divide la familia, como sistema, en distintos subsistemas


u holones: el holón individual, el conyugal, el parental, el de los
hermanos, etc. Estos holones, que constituyen los “órganos” de la
familia, y están organizados en base a unos límites. Los límites son
aquellas “barreras” que permiten la independencia, especificidad e
intimidad de los distintos subsistemas. Lo ideal es conseguir un
equilibrio en límites demasiados estrictos y límites en exceso laxos.

68
En la teoría sistémica cada sistema cuenta con subsistemas,
incluso cada subsistema, dentro de él y estos a su vez cuentan
con, individuos, quienes tienen su propia jerarquía. Los padres
ejercen mayor control, mayor mando, que los hijos u, otro ejemplo,
el hermano mayor tiene mayor responsabilidad y contribución que
el resto de hermanos, con el peligro de caer en la trampa de
convertirse en un hijo “adultizado”. Los subsistemas también
marcan qué roles y qué funciones cumplen cada miembro de la
familia, teniendo que haber notables diferencias en ello para un
correcto funcionamiento de la dinámica familiar. Y todos estos
conceptos tienen sentido en el marco del enfoque del ciclo vital,
especificándose tres ciclos vitales: el individual.

Un sistema familiar funciona como potenciador de salud en la


medida en que la interacción de los miembros crea relaciones
interpersonales satisfactorias, la comunicación tiene canales fluidos
y abiertos, los objetivos satisfacen las necesidades de cada uno y
las normas establecidas protegen los derechos de cada uno,
especialmente de los más débiles, potenciando el crecimiento y
maduración de todos. La responsabilidad de este funcionamiento
no es sólo de los padres, pero es prioritariamente de ellos.

69
Capitulo 3:

Medición y repercusión psicológica del rol paterno

2.3 Importancia del rol paterno en el desarrollo del niño

Chong, N (cit por Aserrat, L en 2013) afirma que el padre que


es cariñoso con sus hijos, sensible a sus necesidades y que
responde adecuadamente a sus emociones, tiene más
probabilidades de tener hijos equilibrados que el padre distante.
Cuando los papás están activamente presentes en la vida de los
niños, aportan un sentido de seguridad a la familia y son una fuente
de autoridad distinta a la de la madre en la vida de los pequeños.
La presencia activa del padre da diferentes beneficios a lo
largo del desarrollo de los niños. Los más importantes son los
siguientes:
- Contribuye en el proceso de separación e individuación
de la madre con el hijo. El padre, al estar presente y
participar en los cuidados y atenciones al bebé, y a la
vez brindarle a la madre su ayuda y comprensión, va
generando un clima más natural que calmará la ansiedad
de la mamá y favorecerá la calidad de la relación.
Gracias a la figura del padre, el bebé aprende a
diferenciarse de la madre y a adquirir autonomía
psíquica.
- Como modelo de identificación sexual para el niño, la
presencia de un padre cálido, cercano y comprometido
con sus hijos, les permitirá a estos establecer relaciones
vinculares saludables con otras personas, y también,

70
tanto a los varones como a las mujeres, situarse
sexualmente.
- Incrementa la seguridad y sociabilidad en el niño. Por el
rol que proyecta, el padre brinda al niño una imagen de
seguridad, que lo ayudará además a poseer
progresivamente un mejor control de sus impulsos y
mayor tolerancia a la frustración.
- Como referente de autoridad, el padre en nuestra
sociedad proyecta una imagen racional que imparte
normas para el funcionamiento adecuado. Esto no quiere
decir que la madre no lo haga también; sin embargo, un
padre consistente y coherente con las normas brindará a
sus hijos pautas claras que los ayudarán a adaptarse con
mayor seguridad al mundo social.
- Las demandas laborales, las exigencias económicas y el
deseo de satisfacer las necesidades materiales de los
hijos, no son las principales responsabilidades del padre.
Compartir con ellos atención, cariño y, sobre todo,
tiempo, es un compromiso que vale la pena. Si intenta
día a día consolidar el vínculo con sus hijos, estos
desarrollarán una base segura a partir de la cual
resultará más sencillo aspirar a cualidades como la
autonomía, la creatividad, la seguridad, además de una
estimación equilibrada de sus propias capacidades.

Por otro lado en una revisión de 16 estudios longitudinales


(22.300 casos, en 24 publicaciones), en los que la variable de
impacto de la participación paternal en indicadores de desarrollo
estuvo controlada, se encontró un impacto positivo en los niños al
haber tenido un padre involucrado en las siguientes áreas: menos
problemas conductuales, menos conflictos con la ley; menor
vulnerabilidad económica posterior, mejores resultados en escalas

71
de desarrollo cognitivo, mejor rendimiento escolar y menor estrés en
la adultez (Sarkadi, Kristiansson, Oberklaid y Bremberg, 2008).

Por el contrario, he podido encontrar que la ausencia de los


padres tiene enormes costos económicos y sociales directos e
indirectos. Por ejemplo, en Estados Unidos se hallaron que los
hogares con ausencia paterna suelen presentar mayores costos
para el Estado por los programas de asistencia (Nock y Einolf,
2008).

Cuando los padres tienen una presencia de calidad en la vida


de sus h!as/os estos tienden a desarrollarse mejor en diversas
áreas, como su salud física y mental, motivación al estudio,
rendimiento académico, desarrollo cognitivo y habilidades sociales,
presentan una mayor autoestima, menos problemas de conducta y
mayor tolerancia al estrés (Allen y Daly, 2007; Barker, 2003; Nock y
Einolf, 2008).

En un estudio longitudinal realizado en Inglaterra, Gales y


Escocia (n=17.000) se encontró que los padres involucrados
tempranamente en la vida de su hijo e interesados en diferentes
aspectos de su vida contaban con una mejor relación padre - hijo en
la adolescencia (REDMAS, Promundo, EME en 2013).

La presencia del padre también influye positivamente también


para la madre, quien tiende a tener menos sobrecarga de tareas de
cuidado y domésticos y suele ver incrementada su salud física y
mental (Allen y Daly, 2007; Barker, 2003). Lo cual deviene en un
mejor clima familiar y cuidado que propicia un adecuado desarrollo
del niño ya que si ambos padres se encuentran en óptimo estado
mental y físico pueden brindar atención y cuidado para fomentar su
desarrollo integral.

3.2 Ausencia del padre

72
Hernandez, A (2009) realiza un análisis basado en las teorías
de Melanie Klein, Vygotsky y Bowlby y sintetiza que en los niños que
sufren de la ausencia del padre pueden existir diversas
repercusiones en el desarrollo del niño a nivel psicológico y estas
pueden variar de acuerdo a su edad.

0-3 años de edad | - Trastornos del comportamiento


- Regresión y estancamiento en hábitos adquiridos
- Estancamiento en las adquisiciones cognitivas
- Síntomas de expresión corporal (somatofuncionales) |

3-5 años de edad | - Ansiedad e inestabilidad


- Temores fóbicos
- Fantasías de abandono y muerte de los progenitores
- Manifestaciones de autopunición y culpabilidad
- Inadaptación escolar
- Tristeza |
A partir de los 6 años de edad | - Sentimientos depresivos
- Sentimientos de abandono y carencia afectiva
- Manifestaciones de agresividad e ira
- Dificultades en el rendimiento escolar
- Dificultades en sus relaciones sociales
- Comportamiento hipermaduro. Ausencia de quejas
- Responsabilidad y brillantez en el ámbito escolar |
Periodo de la pubertad y adolescencia | - Sentimientos de
inseguridad, depresión y malestar narcisista
- Quejas somáticas múltiples
- Trastornos del comportamiento
- Actitudes de pasividad y desinterés
- Tendencia al autosabotaje y al fracaso
- Conductas delictivas
- Consumo de tóxicos

73
- Tendencias auto y heteroagresivas |
A largo plazo: En la juventud y periodo adulto | -Mayores
sentimientos de inseguridad
- Ansiedad en las relaciones interpersonales
- Miedo al fracaso en las relaciones de pareja
- Intensa lucha interna por no repetir las situaciones familiares de
su infancia
- Frecuentes conductas impulsivas en las relaciones de pareja
- Mayor tendencia a repetir algunas situaciones como el divorcio |

3.3 Indicadores sobre el rol paterno en el desarrollo del niño

Calleja, N (2011) realiza una compilación de instrumentos


psicológicos los cuales brindan información acerca de la interacción
entre el padre y su hijo desde diversas perspectivas.

Cuestionario de percepción de las conductas del padre

Patricia Andrade Palos (1984) Evalúa la percepción que tienen los


hijos de las conductas que el padre emite hacia ellos.

La prueba consta de 27 afirmaciones

De Casi nunca (1) a Muy seguido (3)

El instrumento fue validado en una población de 302 niños y niñas


de sexto de primaria.y consta de consta de 4 subescalas:

1) Afectividad
2) Aceptación
3) Punitividad
4) Orientación al logro

• Me ayuda cuando tengo un problema

• Si saco malas calificaciones me pega

74
• Platica conmigo

Escala de relación con papá

Patricia Andrade Palos (1998) elabora un instrumento que mide la


opinión de un hijo respecto de los vínculos que mantiene con su
padre. La Escala consta de 26 afirmaciones:

De Casi nunca (1) a Todo el tiempo (4)

la escala fue validad en una muestra de 390 estudiantes de


secundaria y preparatoria y está compuesta de 4 subescalas:

1) Apoyo
2) Comunicación
3) Rechazo
4) Aceptación

• Lo amo

• Me regaña por cualquier cosa

• Se interesa en lo que hago

Escalas que describen al yo, al padre y a la madre, respecto


del autoritarismo.

Deonira Lucia Vigano La Rosa (1986) Evalúa la tendencia de la


persona, de su padre y de su madre para dominar a otros,
impidiéndoles arbitrariamente su propia voluntad.

La prueba cuenta con 16 adjetivos de Muy... (1) a Nada... (5)


(Diferencial semántico). La muestra utlizada para la validación de la
prueba fue de 672 hombres y mujeres, con edades entre 17 y 76
años; estudiantes, trabajadores y profesores.

75
Escala que describe al yo

1) Subescala yo soy
2) Subescala yo soy 1

3.4 Intervenciones para fomentar la paternidad activa en el desarrollo


del niño

En la revisión bibliográfica se observa los intentos por dimensionar


la paternidad, el rol paterno, y por establecer propuestas de
programas con la finalidad de que cada que cada vez más padres
puedan establecer adecuados vínculos con sus hijos, y darle la
importancia al estado de ser padre.

3.4.1 Proyecto: “Educación Reproductiva y Paternidad


Responsable”.

La Comisión económica para América Latina y el Caribe


(CEPAL), emprendió la tarea de elaborar una propuesta de
indicadores de paternidad que posibilitara el monitoreo de la
evolución, bajo los aportes de la perspectiva de género, y ello ha
hecho visible el fenómeno como objeto de política pública.

Esta propuesta se plantea como un ejercicio inicial que


busca servir de base para un trabajo futuro. Se pretende avanzar
hacia la construcción de un sistema de indicadores comparables en
la región (Latinoamérica), cuyo seguimiento permita conocer los
logros en el ejercicio responsable de la paternidad.

Dentro de la propuesta se abordan las definiciones de paternidad


elaboradas en los últimos años, tomando en cuenta las acotaciones
realizadas en el proyecto de la CEPAL. El propósito es reconstruir
los distintos componentes del concepto y los nuevos términos de la
responsabilidad paterna. De esta tarea se derivan los ejes
analíticos y las dimensiones operativas propuestas para

76
desagregar el fenómeno y, a partir de esto, construir los
indicadores.

CEPAL toma como punto de partida las transformaciones en la


concepción de la paternidad que se relacionan con distintos
factores, entre los que cabe mencionar: a) los cambios en la
dinámica sociodemográfica de la población y su relación con el
tamaño y composición de las familias, b) las transformaciones en
los papeles sociales de las mujeres, dentro y fuera de la familia; c)
las tendencias hacia la individualización de los derechos, que
originan nuevas demandas públicas y nuevos sujetos sociales,
como en el caso de los derechos de las mujeres, de la infancia, de
las personas de la “tercera edad” y de aquellos con habilidades
diferentes, y d) los cambios en las formas de abordaje de la familia,
que evidencian la necesidad de desarrollar nuevas definiciones
normativas entre los sujetos, las familias y el Estado.

Refiere que en cuanto a los cambios demográficos, el aumento de


la esperanza de vida y la disminución de la fecundidad han
incrementado el tiempo de vida en pareja y reducido el tamaño de
las familias, transformando la percepción sobre el número ideal de
hijos(as) que se desean tener, así como el valor que éstos
representan para los progenitores.

Los cambios en los patrones de formación y disolución de las


parejas, aunados a las transformaciones en los estilos de vida y en
la sexualidad de las mujeres, así como a los intensos procesos de
migración predominantemente masculina, han determinado que se
multiplicaran las variantes de arreglos familiares y de pareja, sobre
todo entre la población más joven, y en consecuencia han variado
los contextos microsociales en los que se ejerce la paternidad.

Por otra parte, el incremento del nivel educativo de las mujeres y la


mayor presencia de éstas en la fuerza laboral han modificado sus

77
expectativas de vida y los términos de la organización doméstica
privada, trastocando los límites tradicionales de la división del
trabajo y las posiciones de autoridad y de poder habitualmente
atribuidas al hombre.

Hablando en términos de la medición, se plantea el desafío de


evaluar la paternidad en el contexto de su singularidad, y al mismo
tiempo generar información y datos que puedan captar, por una
parte, la evaluación de los riesgos y las consecuencias no
deseadas de la desintegración del viejo modelo, basado solamente
en el género; por la otra, dar seguimiento a los aspectos
propositivos o constructivos que están surgiendo y que merecen la
profundización de prácticas de paternidad alternativas y más
democráticas.

Cabe agregar que este enfoque de la CEPAL reconoce


diversos antecedentes en los estudios sociales de los últimos años.
Así, en las sociedades modernas, la paternidad había sido
comprendida desde la perspectiva de un modelo hegemónico de
familia compuesto por el padre, la madre y los hijos(as) que
conviven bajo un mismo techo, funcionando como una economía
unificada o de utilidad conjunta provista por un "déspota
benefactor" que se encarna en la figura del padre o "jefe de
familia".

Este modelo asigna a cada miembro del grupo doméstico, el


cumplimiento de posiciones, roles y funciones permeadas por las
disposiciones prototípicas del sistema sexo-género, el cual indica
que la función del padre ha de ser la proveeduría económica y
material del bienestar de la familia, mientras que las madres
constituyen el eje del cuidado y la organización de la vida
doméstica. Las relaciones de poder que se establecen se
caracterizan por su verticalidad y asimetría cotidiana, lo que implica
dominación masculina sobre lo femenino. En esta perspectiva, la

78
mujer es vivida como "propiedad" del hombre y los hijos como
"propiedad" de los padres, lo que supone el predominio de
relaciones cosificadas en esquemas rígidos y verticales de
autoridad.

En este marco, la responsabilidad masculina con respecto al


bienestar de los hijos y el desarrollo de la familia ha sido
considerada en términos de las aportaciones económicas y las
funciones morales de educación filial, sin mayores expectativas en
otros ámbitos o tareas que socialmente son consideradas "propias
de la mujer". No obstante, este modelo de familia, como se ha
apuntado líneas arriba, está inmerso en un escenario de cambios
que trastocan los términos de la participación de hombres y
mujeres en los hogares. En este contexto, el concepto de
paternidad adquiere nuevas connotaciones y criterios de valoración
social que a continuación se revisarán.

Para CEPAL en las nuevas definiciones de la responsabilidad


paterna confluyen dos nuevas vertientes del derecho moderno y los
aportes de la perspectiva de género. Primero, hay que considerar
los derechos sexuales y reproductivos surgidos a raíz de los
aportes del movimiento de mujeres por separar la sexualidad de la
reproducción.

Así divide la responsabilidad de los padres en responsabilidad


reproductiva, responsabilidad económica, responsabilidad
domestica y responsabilidad en el cumplimiento de los derechos
del niño.

Esta división se encuentra a su vez entre dos dimensiones como lo


podemos ver a continuación:

a) Desde esta vertiente conceptual, la noción de


responsabilidad masculina alude a la necesidad de que los
hombres asuman las consecuencias de sus

79
comportamientos reproductivos y sexuales, adoptando
actitudes como: "preocuparse por su descendencia, usar la
contracepción para liberar a sus compañeras de la carga
biológica de la sexualidad y practicar comportamientos
seguros para protegerse a ellos mismos, a sus compañeras
y a sus familias, de las enfermedades de transmisión sexual,
incluyendo el VIH" (UNFPA, 1996:8; Bruce J. y otros, 1998).
El énfasis de esta posición está puesto en el
comportamiento reproductivo de los varones y en la voluntad
consciente y activa de desear a los hijos(as) como un acto
de compromiso y responsabilidad delos hombres con ellos.

b) La segunda fuente de derechos, que apuntalan una nueva


visión de la responsabilidad paterna, se encuentra en las
disposiciones aprobadas en la Cumbre Mundial a favor de la
Infancia (1990) y la Convención de los Derechos del Niño.
Los niños y las niñas tienen derecho a contar con un mínimo
de condiciones básicas requeridas para el desarrollo de sus
capacidades y su bienestar. Además, se reconoce su
derecho a desarrollar su autonomía y a ser considerados
desde una relación de respeto y apoyo emocional.

Según esta concepción, el Estado y las familias tienen la


responsabilidad de garantizar a los menores un entorno
favorable para su crecimiento físico, emocional y
cognoscitivo. Así, se consideran aspectos como la vivienda,
la nutrición, los cuidados de salud, además de los factores
psicoafectivos o institucionales que contribuyen a crear un
entorno con seguridad emocional, física y económica

80
3.1.2 Red Peruana de Masculinidades (RPmasc)

Es un Colectivo integrado por personas y organizaciones


peruanas que buscan contribuir en el desarrollo, investigación y
difusión del tema de las masculinidades, realizando también
incidencia y vigilancia para la incorporación del enfoque de las
masculimidades en las políticas públicas relacionadas a salud
sexual y reproductiva y la violencia de género.

81
Martínez (2013), miembro del colectivo explica que "el interés por
conocer el desempeño del varón en la vida doméstica es
relativamente nuevo". Tiene su origen en la Conferencia
Internacional sobre la Población y el Desarrollo, que se realizó en
El Cairo en 1994, sobre la necesidad de lanzar esfuerzos por una
paternidad responsable. También la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (Cepal) hoy realiza acciones del
monitoreo sobre las acciones paternas sin circunscribirla a la
manutención económica. Para Cepal, cita Martínez, hoy la
paternidad latinoamericana vive un mejor tiempo de las
construcciones de las relaciones de padre e hijos.

3.1.3 Programa P

El Programa P es un manual basado en evidencias de las mejores


prácticas sobre la participación de los hombres y sus parejas en el
cuidado (en sudamerica) asi como la salud materno- infantil dirigido
a los profesionales en el sector salud, educación y trabajadores en
la comunidad.

Existe el reconocimiento al rol integral que juegan los padres en el


cuido de los niños, sin embargo, todavía existe la creencia que las
mujeres deben cargar con la mayor responsabilidad en los asuntos
reproductivos y domésticos. Definitivamente, las mujeres tienen
que, en conjunto con el proveedor de salud, asegurar un embarazo
y parto sano, pero los hombres tienen y deberían apoyar a sus
parejas de manera responsable y ser aliados en asegurar el acceso
a los servicios prenatales y natales necesarios. También tienen que
estar involucrados en criar sus hijos sin usar violencia y contribuir
en mantener su hogar participando en tareas domésticas aliviando
la carga de las mujeres.

El manual P, tiene el propósito de crear espacios seguros de


conversación y aprendizaje para padres varones que les permitan

82
reflexionar sobre sus preocupaciones, dudas, necesidades e
intereses sobre la paternidad. Sirve como una herramienta que
anima y sensibiliza a los participantes en como los roles de genero
comprometen e influyen en la integración de los padres en la
familia.

El Manual tiene como objetivos principales:

- Incrementar habilidades para ser y aprender a ser padre.


- Mejorar el desarrollo de los hijos e hijas.
- Equidad de género en la relación con la madre y distribución de
tareas.
- Promover el buen trato y prevenir el uso de la violencia: maltrato
infantil y violencia doméstica.
- Alentar a las parejas para promover la crianza de sus hijos con
equidad de género.

Este manual hace énfasis en la importancia desde un enfoque para


los padres y cuidadores varones ya que:

- Promover la paternidad es importante para evitar la violencia


domestica, le maltrato infantil (ya que este impide un adecuado
desarrollo del niño) y la violencia de género.
- Genera beneficios durante el periodo prenatal y la salud
materna.
- Promover la paternidad en varones es fundamental para la
calidad de vida de las familias.
- Fomenta la protección de los derechos del niño.

83
Conclusiones

- El rol paterno se encuentra además de las funciones otorgadas


por la sociedad, progenitor y proveedor económico, la función
explicita y responsabilidad en la crianza y desarrollo de su hijo
desde que la madre se encuentra en el periodo pre-natal.

- Desde el punto de vista teórico el rol del padre otorga al niño la


apertura a su autonomía y consolidación de autoestima,

84
fomenta su afán exploratorio del mundo que lo rodea y propia el
adecuado desarrollo de sus habilidades sociales.

- La labor del psicólogo como orientador implica informar


mediante consejería psicológica, programas y/o talleres para
que madres y padres interioricen la información de la
importancia que tiene la presencia del padre desde el periodo
en la crianza de su hijo no solo de manera física sino también
en el involucramiento de su desarrollo integral.

- El psicólogo debe fomentar la inclusión activa en la crianza del


niño proponiendo espacios de actividad entre padres e hijos.

Recomendaciones

 Realizar un mayor número de investigaciones con respecto a la


evolución que continua teniendo el rol paterno en el desarrollo de
su hijo en sus primeros años de vida.
 Fomentar la implementación de programas psicológicos que
incluyan la participación activa del varón en la crianza y desarrollo
de su hijo.

85
 Insertar en un sistema de salud mental la apertura a la
participación del varón durante la infancia de su hijo.
 Fomentar desde la orientación psicológica una crianza basada en
un enfoque de género, en el cual los roles materno y paterno sean
valorizados con igualdad de importancias que concluya con el
óptimo desarrollo de los niños que se encuentren a su cuidado.

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Marcelina%20Castillo%20Venerio,Rebeca%20Centeno%20Orozco
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