Ahora me es inadmisible aseverar quién es el dominante, en este instante
estoy incapacitado para identificar quién posee el timón que orienta mi nave. En estos momentos presumo que sea yo, no, es mi otro yo, no… ¡oh!… no sé. En ocasiones siento colosales deseos de huir de mí, puede parecer disparatado, pero experimento deseos de huir de mí mismo, y donde quiera que arribo estamos juntos otra vez, siempre yo y mi otro yo. Ignoro por qué si son tan antagónicos han de andar continuamente juntos, como condenados, como criaturas condenadas a cohabitar por ser tan contrapuestas, como dos caras de una misma moneda, diferentes, pero caras, al fin, de una misma moneda. Al principio resultaba sencillo diferenciar cuándo era uno o el otro: yo, tan alegre, regocijado, alborozado, gozoso, jovial, divertido, radiante, entusiasmado, achispado, optimista, contento, satisfecho y jubiloso; mi otro yo, triste, afligido, melancólico, apesadumbrado, abatido, acongojado, amargado, apesarado, saturnino, pesimista, malhumorado, mustio y opaco. Al inicio era tan fácil diferenciarlos, tan elemental. Sin embargo, de buenas a primeras, se ha tornado embarazoso. Tal parece que han decidido contender, que han resuelto probar fuerzas para precisar quién es el imponente, para resolver quién tomará el timón, para disponer cuál es la principal cara de la moneda; pero de esta batalla que se libra en mi interior aún no ha salido vencedor alguno. Por momentos domina yo, por momentos mi otro yo. Cuando estoy seguro que señorea uno, ya el otro está en el poder. No puedo actuar como uno ni como otro, y por tanto no puedo actuar, Soy solo el escenario de una lid imperecedera, de un perpetuo combate devastador, y me he obstinado de esperar un desenlace inexistente. Estoy exánime de aguardar en vano y me he sublevado, y he determinado desterrar a ambos contendientes de mis asoladas entrañas y ser, entonces, yo, verdaderamente yo, irremediablemente yo. Lo he logrado; al fin conozco el sosiego, la tranquilidad, la tregua; al fin percibo el descanso, el reposo, el respiro; al fin advierto el desahogo, el alivio; finalmente soy solo yo, yo, yo, ¿o mi otro yo?, ¿quién sabe?... ahora no soy triste, ni alegre… ahora no soy yo, ni mi otro yo,… ahora no sé quién soy… ahora, irremediablemente, no sé quién soy.