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1808-1843

LA REVOLUCIÓN LIBERAL

1808-1814. GUERRA Y REVOLUCIÓN


Al comenzar el último cuarto del siglo XIX España era todavía una
potencia mundial. Pero para una metrópoli relativamente débil no era
fácil preservar las colonias, por lo que España realizó una Alianza entre
con Francia para defenderse de Gran Bretaña.
Sin embargo, llegada la Revolución francesa las relaciones cambian.
España se une a la coalición europea contra Francia y entra en guerra con
Francia. España pierde la guerra y tiene que firmar la Paz de Basilea en
1795, a partir de la cual, España se convierte en país subordinado a
Napoleón.
Todos estos hechos se realizaron bajo la gestión de Godoy. El secretario
de Estado de Carlos IV desató las iras de la iglesia y del sector más
tradicionalista, puesto que llevó a cabo una política para quitar poder a la
iglesia (desamortización hospitales, hospicios y obras pías) y para
establecer parte del programa de la Ilustración francesa.
En 1808 se produjo el motín de Aranjuez organizado por los opositores a
Godoy y afines al Rey Fernando. Carlos IV destituye a Godoy y dos días
después abdica a favor de su hijo.
Antes de que esto ocurriera, Napoleón ya había fijado sus planes
imperialistas con España. En 1807, España y Francia habían firmado el
Tratado de Fontainebleau para invadir Portugal, y por el que se permitía
el paso de las tropas francesas hacia ese país a través de España.
El ejército francés se comportó como un ejército de invasor y fue
tomando posiciones estratégicas en la Península.
La abdicación del rey Carlos, precipitó los planes de Napoleón y llamó a
padre e hijo a una reunión en Bayona. Allí, ambos sometieron el pleito
por el trono al arbitraje de Napoleón, que hizo que Fernando devolviera
la Corona a su padre, y que este renunciara a favor de Napoleón, que a su
vez se la cedió a su hermano José.
 Levantamiento contra los franceses y organización de los rebeldes
El levantamiento contra los franceses surgió de la clases populares, bajo
control de los notables locales y el bajo clero como agente movilizador,
que consideró la guerra como una cruzada.
Los sucesos de Madrid y la represión francesa ejercida en muchas zonas
se propagaron rápidamente por todo el país.
Las instrucciones de Fernando VII a las instituciones de gobierno tras
dejar Madrid para acudir a Bayona, fueron de colaborar con el ejército
francés. Pero ante los sucesos y represión francesa, la Junta de Castilla
pierde el control de la situación.
El resultado fue un vacío de poder y ante tal situación, se fueron
organizando las juntas locales de defensa para defenderse de los
franceses en cada pueblo y en cada ciudad.
La formación de las nuevas juntas establece una nueva lógica. Fue una
soberanía de facto en el sentido de que no fue una decisión monárquica
sino que partió desde abajo, legitimada desde el mismo pueblo.
La Juntas locales se convirtieron después en juntas provinciales, que se
fundieron al final en una Junta Suprema Central, que presidida por
Floridablanca, ejerció las funciones de gobierno.
 La Guerra de la Independencia
La sublevación contra los franceses obligó a las juntas a buscar una
alianza con Gran Bretaña. La guerra fue un hito importante europeo en el
sentido de que fue una guerra de una serie por la hegemonía de Europa y
contra la Revolución francesa que comenzaron en Europa desde 1792.
La guerra reforzó la identidad nacional, asentada contra un ejército
invasor que trataba de borrar las costumbres y tradiciones del país.
La guerra tuvo tres etapas.
1- Julio de 1808. El ejército organizado por las juntas locales dirigidas
por el general Castaños contuvieron al ejército de francés del general
Dupont en la Batalla de Bailén. Tras la derrota, José Bonaparte deja
Madrid y las tropas francesas se retiran al norte del Ebro.
2- Desde septiembre de 1808 a inicio de 1812. Napoleón asume las
operaciones personalmente con 300.000 hombres. Ocupa Aragón,
Cataluña y a finales de 1808 entra en Madrid tras la batalla de
Guadarrama. A finales de 1810 los franceses dominan ya todo el país
excepto Cádiz.
3- Inicio de 1812. El debilitamiento de los franceses por el envío de
tropas al frente ruso, lo usa Wellington para lanzar una ofensiva en la
península con tropas inglesas y españolas. En junio derrota a los franceses
en los Arapiles y un año después en Vitoria. Los franceses se retiran a
Francia junto con José I. Napoleón libera a Fernando VII, lo restablece en
el trono y firman un tratado de paz y amistad franco-española.
Fue una guerra desordenada y caótica, que tuvo su principal fuerza de
choque en la guerrilla, que debilitó al ejército francés en todo el país. La
mayoría eran soldados licenciados y gente sin recursos que mezclaban la
necesidad de obtener una recompensa con el espíritu de lucha contra el
opresor extranjero. Se organizaban tanto en pequeños grupos como en
grandes formaciones como la de Expoz y Mina.
Fue una guerra larga y destructora. Francia perdió 200.000 soldados.
España entre 300.000 y 500.000 de su población. Fue una guerra
devastadora, cuyos ejércitos se proveían de subsistencias sobre el terreno
a través de requisas a la población. Las malas cosechas de 1811 y 1812 se
sumaron a la falta de alimentos, por lo que la mortalidad fue enorme por
hambre y enfermedades. La industria desapareció. El transporte se
paralizó. Se produjo un fuerte déficit en las finanzas públicas.
 El reinado de José I
Las ordenes de Fernando VII de colaboración de las instituciones
españolas con las francesas, hizo que el Consejo de Castilla aceptara la
convocatoria de una Asamblea de notables en Bayona. Los 65 miembros
acudieron de los 150 convocados, ratificaron el acceso de José I a la
Corona española y aprobaron un texto constitucional (Estatuto de
Bayona) redactado por Napoleón. La mayoría de los notables no vieron
ninguna contradicción entre su patriotismo y la colaboración con el nuevo
rey. Al fin y al cabo, la cesión de la corona había sido voluntaria, y no era
la primera vez que en la historia de España se producía este hecho, en el
que una dinastía extranjera se hacía cargo de la corona española (Los
borbones vinieron a España desde Francia cuando Carlos II no dejó
herederos).
José Bonaparte Bonaparte promulgó el Estatuto Real en julio de 1808. Era
una carta otorgada porque era una concesión regia. Acorde con el ideario
ilustrado, fue adaptado a la realidad española para conseguir el apoyo de
las élites del Antiguo régimen. Reconocía la confesionalidad religiosa
católica. No establecía una separación de poderes pero si una leve
independencia del poder judicial. El ejecutivo estaba en manos del Rey y
sus ministros. El legislativo en unas Cortes estamentales formadas por el
clero, nobleza y pueblo, sin embargo el poder del monarca para
influenciar era total. Establecía la igualdad ante el impuesto y la abolición
de los privilegios. Reconocía la libertad de industria y comercio y la
eliminación de aduanas internas.
Junto a José I permanecieron y colaboraron los afrancesados, que
ocuparon los puestos de la administración. Confiere por ello a la guerra
de la independencia como una guerra civil. Tras la guerra, más de 10.000
afrancesados partieron al exilio.
A lo largo de la guerra, José I trató de ejercer con autonomía su reinado,
bajo una administración raciona y moderna, sin embargo, el permanente
estado de guerra reforzó el poder de los mariscales franceses que no
dejaron actuar a las autoridades civiles.
 Las Cortes de Cádiz
Tras la derrota de las tropas españolas en Ocaña en 1809, la Junta
Suprema se retiró a Cádiz. Desacreditada por las derrotas dio paso a una
regencia, que decidió convocar Cortes para legitimar sus acciones. Se
decidió que fueran unicamerales y electas por sufragio censitario de las
personas y refugiados de otras provincias que se encontraban en la
ciudad. Los diputados fueron profesionales liberales, funcionarios,
militares y un tercio eran eclesiásticos.
La mayoría de ellos se encuadraban en tres corrientes: absolutistas
(soberanía en el Rey), jovellanistas (soberanía compartida) y liberales
(soberanía en la nación representada en las Cortes).
En septiembre 1810 dictan su primer decreto estableciendo que las
Cortes son depositarias del poder de la nación, y que por lo tanto se
erigían como Cortes constituyentes, cuyo primer objetivo era elaborar
una Constitución.
Esta proclama abría un nuevo orden jurídico, político y económico, cuyo
principio básico es que la soberanía reside en la nación, compuesta por
ciudadanos libres e iguales, y que tiene la obligación de conservar y
proteger las leyes, la propiedad privada y los derechos legítimos.
La teoría política de los liberales se inspiraba en varias Fuentes:
Montesquieu, pensamiento Ilustrado, Jeremy Bentham, escuela de
derecho natural. Era evidente la influencia de la revolución francesa,
aspecto que los liberales obviamente no podían afirmar.
Al no poder invocar los principios de la Ilustración y revolución francesa,
se remontaron al pasado, a una Castilla medieval habían compartido y
disminuido su poder con las Cortes. Se aprueba el 19 de marzo de 1812.
No contiene una declaración explícita de derechos pero los principales
figuran en su articulado: libertad de imprenta (rompía con la censura del
gobierno e iglesia), igualdad jurídica, inviolabilidad del domicilio,
garantías penales y procesales y abolición de la tortura. Promulgó
también el derecho a la educación como un bien público por el que debía
velar el Estado. Estableció la igualdad ante el impuesto y el reparto de las
contribuciones. Reconoció la igualdad entre los ciudadanos de la
Península y de las colonias. Aunque establecía la confesionalidad del
Estado, intentó racionalizar las relaciones entre ambas instituciones.
Determinó el sufragio universal limitado a mayores de 25 años e
indirecto estructurado en tres niveles: parroquia, municipio y provincia.
Estableció la división de poderes: ejecutivo en el Rey con ministros,
legislativo en las Cortes unicamerales y judicial en los jueces
independientes.
La responsabilidad del Rey recaía sobre el gobierno mediante el refrendo
obligado de los ministros. No podía disolver, ni suspender ni impedir la
reunión y convocatoria de las Cortes. Ni conceder ningún privilegio o
privar de derecho a nadie. Aunque era el jefe de las fuerzas armadas, la
organización estaba a cargo del Gobierno. La Constitución instituyó un
ejército permanente y la Milicia Nacional.
Las Cortes promulgaron también varios decretos que desmantelaban las
instituciones del antiguo régimen. La abolición del régimen señorial se
produjo mediante la desaparición de los señoríos jurisdiccionales. La
mitad de la población vivía bajo los señores feudales que, cada uno con
sus propias leyes, administraban justicia y recaudaban impuestos de los
ciudadanos. Dejaron también de designar a las autoridades locales,
puesto que la Constitución estableció que debían ser electas por sufragio
universal.
Importante también fue el decreto de liberalización del comercio e
industria y las aduanas interiores, derechos coartados por los gremios que
controlaban tanto la actividad productiva como los precios.
Se permitió cercar las fincas a sus propietarios, algo que prohibía la Mesta
para la libre circulación del ganado.
Se decretó también una desamortización civil de los bienes de los
afrancesados, y otra eclesiástica de los bienes de los jesuitas y
monasterios de órdenes extinguidas.
Y obviamente se decretó la abolición de la Inquisición.
En diciembre de 1813 Fernando VII es restablecido en el trono por
Napoleón. Tras haber medido fuerzas entre los liberales y las fuerzas del
antiguo régimen, del ejército e iglesia se negó a sancionar la Constitución.
Contó para ello con el apoyo de un centenar de diputados absolutistas
que redactaron el Manifiesto de los Persas para reclamar la supresión de
las Cortes y el retorno al antiguo régimen. Así se hizo, el rey disuelve las
Cortes, suspende la Constitución, deroga la obra legislativa y se dispone a
perseguir a los liberales que fueron encarcelados o tuvieron que
exiliarse.
 La revolución Hispanoamericana
El imperio aportaba prestigio y riqueza económica a la nación, al mismo
tiempo que como metrópoli ejercía el monopolio comercial con las
colonias. Sin embargo, sostener el imperio era complicado ante el acecho
constante sobre todo de los británicos y la destrucción de la flota en
Trafalgar debilitó más aún la defensa del imperio.
La primera causa que impulsó el independentismo fue el descontento de
los criollos por el distinto trato y privilegio que recibían con respecto a los
ciudadanos de la península.
La segunda se originó por el vacío de poder que se produjo a causa de la
guerra. Las colonias reprodujeron las juntas locales formadas por criollos
pero en este caso no eran juntas de defensa, sino para reclamar la
independencia mediante la acción directa del pueblo.
El movimiento secesionista no fue una revolución social, ya que fue
impulsado por funcionarios y propietarios para preservar sus privilegios
frente a la población indígena.
En 1810 la Junta de Buenos Aires destituye al Virrey y emancipa
virtualmente a Argentina, que consigue la Independencia en 1816.
El resto de colonias fueron emancipándose entre 1810 y 1825.
El Imperio quedó reducido a Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Islas Marianas y
las Carolinas. España perdía así su condición de potencia mundial.
La consecuencia de la pérdida de las colonias se hizo notar
dramáticamente en el país sufriendo un enorme debilitamiento de la
economía. La balanza comercial pasó a ser negativa a causa de la
disminución de un 405 de las importaciones. El pago del déficit exterior se
realizó mediante la salida monedas de oro y plata de las reservas. Se
produjo también un déficit de materias primas que deterioró la
producción industrial. El coste militar añadido al de la Guerra de la
Independencia aumentó el déficit del Estado de manera que podríamos
sumió al país en una gran depresión económica.

1814-1833. REACCIÓN Y REVOLUCIÓN BAJO EL REINADO DE


FERNANDO VII
Tras la derrota de Napoleón, las potencias europeas intentan restablecer
el orden anterior a la revolución. Se forma así en 1815 la Santa Alianza
entre Austria, Prusia y Rusia (posteriormente lo haría Francia) para hacer
frente a las posibles revoluciones que pudieran surgir en Europa.
 Restauración absolutista
Derogada la Constitución de 1812 y todas las medidas adoptadas por las
Cortes de Cádiz, Fernando VII hizo cuanto pudo para volver a la España de
antes de la guerra. Restituyó la Inquisición y las Instituciones del Antiguo
Régimen, suspendió la desamortización y devolvió los bienes a la iglesia.
Pero además realizó una persecución brutal contra los liberales y
afrancesados, depuró el ejército y a los funcionarios de la administración
sospechosos de ser liberales.
Ejerció el poder personalmente rodeado de una camarilla de asesores y
amigos.
Entre las medidas que tomó, la primera fue para sanear la pésima
situación económica dejada por la guerra y la pérdida de las colonias
aumentando la presión fiscal.
Por otro lado, restauró los obstáculos para evitar la liberalización del
comercio y la industria, bloqueando el desarrollo y despegue económico.
Lejos de sanear las cuentas del Estado de esta forma, la falta de recursos
obligó a reducir oficiales del ejército, a la vez que apartaba a los
presuntos liberales. El descontento del ejército se hizo palpable y se
produjeron numerosos pronunciamientos que fueron reprimidos con
dureza.
Pero el 1 de enero de 1820, se produjo la sublevación de Riego en
Cabezas de San Juan con el ejército dispuesto para partir a América.
Aunque no triunfó inicialmente, a los dos meses se suman a la
insurrección ejércitos en La Coruña, Barcelona, Zaragoza, Pamplona y
Cádiz. Ante esta situación y la debilidad del Estado para hacerle frente,
Fernando VII es obligado ante las Cortes a jurar la Constitución de 1812.
 El Trienio Liberal
Restablecida la Constitución, Fernando VII nombra una Junta Provisional
consultiva hasta la formación del gobierno que saldría de la convocatoria
de elecciones.
La Junta Provisional suprime la Inquisición y restablece libertades de
expresión y reunión.
El nuevo Gobierno salido de las elecciones de Evaristo Pérez llamado
Gobierno de presidiario, restituye la Milicia Nacional. Continúa con la
desamortización mediante la Ley Reforma Clero Regular). También se
restablece la liberalización del comercio e industria. Se vuelven a abolir
los señoríos jurisdiccionales y se desvinculan los mayorazgos que
prohibían la libre circulación de propiedad de la tierra.
Las reformas se expandieron pro todo el país, así como la nueva cultura
liberal y el debate político. Se abrieron los clubes liberales para hablar de
elecciones y política, al mismo tiempo que se abrieron una enorme
cantidad de periódicos que contribuyó a la formación de la opinión
pública.
En esta expansión del liberalismo, pronto aparecieron en las Cortes dos
tendencias políticas: moderados y exaltados (progresistas)
Los moderados (Martinez de la Rosa) defendían una transición pactada
con las élites del Antiguo Régimen. Apostaban por la búsqueda de
equilibrio. Respeto a la Corona, querían reformar la Constitución de 1812
para reforzar el ejecutivo frente al legislativo, y la introducción de una
segunda cámara (Senado) para corregir excesos del legislativo (Congreso).
Los exaltados, bajo la proclama “Pueblo Nación y Libertad”, tenían una
interpretación radical de la revolución liberal y consideraban intocable la
constitución de 1812. Sus apoyos eran los grupos populares urbanos
(artesanos, propietarios y comerciantes) y las sociedades patrióticas, que
se extendieron en gran número por todo el país. También tenían el apoyo
de la milicia nacional y del ejército de Riego.
A lo largo de todo el trienio, se produjo el choque de las dos tendencias.
El temor entre ellos, hizo que el gobierno de Evaristo Pérez, en 1820
desmovilizara al ejército de Riego e ilegalizara las sociedades patrióticas
radicales. El enfrentamiento llegó a su punto más alto en 1822 con el
Motín de la Guardia Real en Madrid, dirigido a instaurar el absolutismo, y
que fue sofocado por la Milicia Nacional.
Por otro lado, partidas guerrilleras del País Vasco, Norte Castilla y
Cataluña instigaban permanentemente al gobierno, con el apoyo
encubierto de Fernando VII y de la Iglesia que predicaba en los pueblos
donde no había llegado los vientos del liberalismo.
Pero fue la intervención de Fernando VII tras la llamada a la Santa Alianza
y el envío de los Cien Mil hijos de San Luis mandados por el duque de
Angulema, que con su entrada en Madrid en mayo de 1823 ante la
pasividad del ejército español, quien terminó por acabar con el trienio
liberal. Con la entrada en Madrid el Gobierno con el Rey se traslada a
Cádiz, que sitiada por los franceses se rinde en el mes de octubre. A
petición del Rey, las tropas francesas permanecieron en España hasta
1828.
 Las dos caras del absolutismo: apostólicos y reformistas
La derogación de la obra del trienio liberal significó una vuelta al pasado.
Se anuló la desamortización, la desvinculación de los mayorazgos y el
régimen señorial.
De nuevo se persiguió en una fuerte represión a liberales y ejército que le
apoyaba. El general Riego fue ejecutado. Se crearon para ello las Juntas
de Purificación y la Policía del Reino, con el objetivo de desmantelar la
oposición, que fracasó en las sucesivas sublevaciones desde fuera del
país, como la de Espoz y Mina o el General Torrijos.
Convencido ya de que sólo un cambio de política económica le guiaría
hacia la salida de la crisis, Fernando VII encaró unas reformas hacia la
modernización del país. Entre 1823 y 1834 se crearon el Consejo de
Ministros, el Banco de San Fernando, el Tribunal de Cuentas. Se
establecieron por primera vez unos presupuestos anuales y el primer
Código de Comercio. Se creó un Cuerpo de Carabineros para preservar el
orden público. La Bolsa de Madrid comenzó sus primeras operaciones. Se
creó la Secretaría de Estado de Fomento General Reino, y en 1933 Javier
de Burgos realizó una división del Reino en provincias para acabar con las
fronteras administrativas de los viejos Reinos.
Sin embargo, a pesar de esta apertura hacia la modernización, no
soluciona los grandes problemas que sufre el país: la quiebra de la
hacienda, la crisis agrícola y ganadera y la desorganización de las AA.PP.
El impulso de las reformas produjo una división en las filas absolutistas,
que se posicionaron entre apostólicos y reformistas, creando sucesivos
conflictos en dentro del gobierno.
Los apostólicos defendían una monarquía tradicional fundada en la
religión. Contaban con el apoyo de los Voluntarios Realistas, grupos de
civiles armados que se formaron durante el trienio liberal en oposición a
la Milicia Nacional.
En 1827 se produjo una insurrección en Cataluña protagonizada por los
malcontents con el apoyo de los Voluntarios Realistas, el clero y los
campesinos, que exigían el fin de las reformas y el restablecimiento de la
Inquisición. El ejército se encargó de sofocarla.
En 1829, Maria Cristina de Nápoles se casa con Fernando VII. Ante el
inminente nacimiento de Isabel, mediante la Pragmática Sanción se
deroga la Ley Sálica, que desde el siglo XVIII impedía reinar a las mujeres.
De esta manera, Fernando VII asegura el trono de su hija en detrimento
de su hermano Carlos, que aspiraba a ocupar el trono.
Una maniobra oscura de los apostólicos hace que se derogue la
Pragmática mientras el Rey se encontraba enfermo. Tras la sorprendente
recuperación, el Rey expulsa a los apostólicos del gobierno. El reformista
Cea Bermudez ocupa la presidencia del Consejo de ministros.
Posteriormente, expulsa a los partidarios de su hermano, los carlistas del
ejército y desarma Voluntarios Realistas.
En 1833 Isabel II jura como heredera el trono a los tres años, ante unas
Cortes estamentales. Obviamente, el pretendiente Don Carlos no
reconoce a la nueva Reina.

1833-1840. LA 1ª GUERRA CARLISTA


Tras la muerte del Rey Fernando, voluntarios realistas realizan la
Proclamación del infante don Carlos como Rey de España en Talavera de
la Reina.
El carlismo hundía sus raíces en la reacción de la Iglesia contra la
Ilustración, y defendía las instituciones del Antiguo Régimen en contra de
la revolución liberal.
Tuvo un fuerte arraigo en zonas rurales del País Vasco y Navarra, donde la
resistencia al cambio se identificó con la defensa de los fueros. También
se extendió por Cataluña, Castilla La Vieja, La Rioja y el Maestrazgo.
El principal apoyo popular del movimiento se encontraba en el
campesinado de los pueblos, pero también en los artesanos de las
ciudades, que protestaban por la liquidación de los gremios. Su principal
fuerza movilizadora fue el clero y el ejército armado de voluntarios
realistas.
No apoyaban el carlismo la nobleza y nueva aristocracia, beneficiaria de
las reformas liberales. Tampoco encontró mucho apoyo en los oficiales
del ejército, excepto Zumalacárregui, Maroto o Cabrera. Tampoco de los
políticos fernandinos, que apoyaban a la reina regente y a su heredera.
Fueron 7 años de guerra civil sangrienta y cruel. Se produjeron entre 150
y 200 mil muertos, de una población española que por entonces estaría
entre los 13 millones de habitantes.
El comienzo de la contienda fueron alzamientos aislados, pero ante la
débil reacción del ejército liberal, y la dirección de Zumalacárregui que
consiguió reunir a 50.000 hombres, se consolidó el movimiento al norte
del Ebro, donde los carlistas instauraron un microestado con su propia
administración, academia militar, moneda y tributos.
Se produjeron varias inclusiones hasta Asturias y Galicia, e incluso hasta
Andalucía, pero no consiguieron que el movimiento triunfara en esas
zonas.
El ejercito cristino, que dirigía Espartero, ya había comenzado a ganar
terreno. En 1837 don Carlos viaja con la Expedición Real hasta las puertas
de Madrid con 20.000 hombres. Tras sopesar sus fuerzas, decide retirarse
al Norte. Por este hecho, se produce entonces una división en las filas
Carlistas: los partidarios de firmar la paz y los que pretendían seguir con la
guerra.
El General Maroto, que tras la muerte de Zumalacárregui mandaba las
tropas carlistas, firma en 1839 con Espartero el Convenio de Vergara, no
sin antes haber fusilado a los oficiales que se oponían al mismo. Los
carlistas reconocen a Isabel II como Reina de España y entregan las armas.
A su vez, los liberales reconocen los fueros y permiten la readmisión de
los oficiales carlistas al ejército liberal.
El general Cabrera, se opuso al Convenio y continúa con las operaciones
bélicas en Cataluña y Maestrazgo, hasta que es derrotado en 1840.

1833-1843. DIVISIÓN EN LAS FILAS LIBERALES


Ante el incremento de las voces a favor de liberalizar la política, la
regente María Cristina nombra a Martínez de la Rosa, que ya había
dirigido un gabinete del trienio liberal, al frente del gobierno.
 La política en tiempos del Estatuto Real
El moderado Martínez de la Rosa preconizaba una transición gradual y
pacífica del absolutismo reformista al liberalismo. Para ello redactó el
Estatuto Real que fue promulgado por Maria Cristina en 1834. No era una
Constitución sino una Carta Otorgada o concesión regia de poder, por lo
que era una antítesis de la Constitución de 1812.
Aun con una soberanía compartida entre el Rey y las Cortes, los poderes
que atribuía a la Corona eran muy amplios. Podía convocar Cortes,
cerrarlas o disolverlas. No se encuentra en el texto una declaración de
derechos fundamentales ni una división de poderes. Le correspondía la
iniciativa legislativa y podía vetar las decisiones del parlamento.
Establecía dos cámaras: la de Próceres, equivalente al Senado, obedecía
al orden sociopolítico del antiguo régimen al estar formado por próceres
hereditarios y otras personalidades nombradas por el Rey entre obispos,
aristócratas cargos de la administración o del ejército. Su número era
ilimitado y eran puestos vitalicios. La de Procuradores, equiparable al
Congreso, era electiva de entre personas que tuvieran una renta anual. Su
elección era por sistema indirecto, censitario y muy restringido, de
manera que en las primeras elecciones sólo votó el 0,1% de la población.
Los Procuradores se dividieron en dos grandes partidos políticos que se
perfilaron estos años: el moderado y el progresista. Eran agrupaciones de
notables, sin ningún tipo de organización ni dirección, que aportaban al
tronco común sus propias redes clientelares y que votaban según sus
creencias.
Durante 1834 y 1835 hubo dos gobiernos moderados: Martinez de la
Rosa y Conde de Toreno.
Los Progresistas comenzaban a mostrar su rechazo al orden
constitucional y al Estatuto Real, basándose en que no era una norma
emanada de la voluntad popular. Ayudados por la Prensa progresista
como agente movilizador de la opinión pública, tuvo el apoyo de la Milicia
Nacional, como agente de acción.
Así, en 1835, se produjo el primer estallido de una revuelta progresista,
por la que se crearon juntas populares para organizar la insurrección en
Cadiz, Málaga, Valencia, Zaragoza, Madrid, Barcelona y otras ciudades.
Ante la presión de las Juntas, Maria Cristina encarga el gobierno al
progresista Mendizabal.
Gobierno de Medizabal promovió la autonomía local, reforzó la Milicia
Nacional que pasó de 30.000 a 400.000 hombres. En plena guerra carlista
y para financiar las operaciones bélicas también elevó la presión fiscal y
sobretodo abordó una desamortización eclesiástica nacionalizando sus
bienes y vendiéndolos en subastas.
En mayo de 1836, Maria Cristina fuerza la dimisión de Mendizabal y lo
sustituye por el moderado Istúriz, que disuelve las Cortes y convoca unas
nuevas elecciones donde se impone una mayoría moderada.
El Gobierno de Istúriz afronta la movilización de la Juntas, la insurrección
de la Milicia Nacional en varias capitales y la sublevación de algunas
unidades del ejército del Norte.
En Agosto de 1936, se produjo la Sargentada de La Granja. Obligó a la
Reina a jurar la Constitución de 1812 y a nombrar un gobierno progresista
que presidió Calatrava.
 La Constitución de 1837: una apuesta por el consenso
Aunque la Reina juró la Constitución de 1812, los progresistas ya la
consideraban como un texto que había que reformar y adaptar a los
nuevos tiempos. La Constitución de Cádiz, desconfianza del poder
ejecutivo, y se coincidía en que dificultaba el ejercicio de gobierno.
Además, la Regenta y la Reina ya eran liberales. Por otro lado, la Cortes
unicamerales eran raras en el panorama internacional. A esto hay que
añadir, que la Guerra Carlista requería un frente común de todos los
liberales. De esta manera todos coincidían en la necesidad de un nuevo
texto con una redacción de consenso.
Así, en agosto de 1836 el gobierno de Calatrava convoca elecciones y las
facciones más moderadas del Partido Moderado y Progresista pactan la
Constitución de 1837.
Su preámbulo proclama el principio progresista de la soberanía nacional.
El poder legislativo recae en las Cortes con el Rey, principio moderado de
soberanía compartida. El Rey poseía el poder ejecutivo y era sagrado,
inviolable e irresponsable, por el refrendo de los ministros de sus
decisiones.
Las Cortes eran bicamerales. El rey nombraba a los senadores de entre los
elegidos por cada provincia. Los diputados eran electos mediante sufragio
directo y censitario pero menos restringido, pasando el censo electoral de
65.000 personas a 635.000 al acabar la regencia de Espartero. El texto
recogía algunos derechos fundamentales y organizaba la Milicia Nacional.
La Constitución de 1837 o del consenso, era breve y flexible, remitiendo
muchos asuntos al desarrollo de la legislación. Así, los diferentes
gobiernos tenían un amplio margen de maniobra en temas
fundamentales como la libertad de imprenta, la Ley Electoral, la Milicia
Nacional o los Ayuntamientos.
Maria Cristina promulga la Constitución en junio de 1837. En agosto cae
el Gobierno progresista de Calatrava, ante el hostigamiento de los
moderados, los apuros financieros y la situación militar.
Tan sólo 3 años siguientes duró el consenso. Aun con un gobierno
moderado tras la caída de Calatrava, el enfrentamiento entre Maria
Cristina y el general progresista Espartero, héroe nacional por los triunfos
militares contra los carlistas que se había hecho con las riendas de la
política militar, condicionó las decisiones de estos gobiernos.
En 1840, el Gobierno moderado Evaristo Pérez intenta modificar la Ley de
Ayuntamientos con el objetivo de quitar la autonomía local a los
municipios para elegir a sus alcaldes. Los moderados, que veían en los
municipios un instrumento de revolución, querían que los alcaldes de las
ciudades y municipios fueran nombrados por el Gobierno, como en la
legislación tradicional ocurría. A esto se oponían los progresistas que para
movilizar la opinión pública de los ciudadanos, era crucial para ellos
preservar la autonomía de los ayuntamientos y se alejaran del control del
gobierno.
Aún así, en Agosto de 1840, Maria Cristina sanciona Ley. Se produce a
continuación una insurrección en Barcelona que se extiende a todo el
país, y que cuenta con el apoyo del ejército, comandado por Espartero y
obviamente con la Milicia Nacional.
En Septiembre Madrid se declara en rebeldía y se crea una Junta de
Gobierno Provisional. Las Juntas se extienden por todo el país.
A finales de Septiembre, Espartero entra Madrid triunfal. En octubre se
produce la renuncia de Maria Cristina y se exilia a Francia.
 La Regencia de Espartero
Espartero ocupa la Regencia y suspende Ley Ayuntamientos. Todo parecía
augurar una larga etapa de Gobierno, pero pronto las grandes figuras del
progresismo se distancian de Espartero, que actúa de manera caudillista
con un gobierno de camarilla.
En unas nuevas elecciones los progresistas consiguen una mayoría
aplastante puesto que los moderados no se presentan en solidaridad con
María Cristina. Sin embargo, sufre la oposición de los mismos
progresistas.
El deterioro de la imagen del general se acrecienta tras los hechos de
Barcelona. Un creciente número de trabajadores empezó a participar en
organizaciones como la Asociación de Tejedores de Barcelona, una suerte
de sindicato rudimentario que reclamaba la limitación de la jornada
laboral y otros derechos.
Lo mismo que ocurrió en otras ciudades, de los grupos populares urbanos
que tradicionalmente habían apoyado al Partido Progresista se separó
una izquierda más radical, republicana, que empezó a organizarse.
Esta movilización a la izquierda del progresismo en Barcelona, coincidió
con la irritación de los industriales catalanes ante la reforma de los
aranceles en 1841, que servían de cortina proteccionista frente a la
importación de productos extranjeros sobre todo británicos. El nuevo
arancel rebajó las tarifas arancelarias. En noviembre de 1842, una refriega
entre trabajadores y guardias de consumos derivó en una insurrección
popular en la que convergieron industriales, progresistas y la izquierda
republicana.
Espartero sofoca la rebelión bombardeando Barcelona y se produce la
pérdida completa del respaldo incluso de varios generales.
En este sentido, en 1841 ya había fracasado un pronunciamiento
moderado de O´Donnell, que se exilió a Francia junto con Narváez, y de
Diego de León, que fue fusilado.
Sin embargo, con la oposición a Espartero en el punto más alto, en 1843
triunfa un pronunciamiento militar progresista en Andalucía, en Cataluña,
al mando del general progresista Prim y el moderado Serrano, y en
Valencia con el progresista Narváez. Espartero incapaz de contener la
revuelta, parte al exilio en un buque británico.

1833-1843. LA LIQUIDACIÓN DEL ANTIGUO RÉGIMEN


A partir de 1833, con la monarquía constitucional consolida, la
liquidación del Antiguo Régimen era ya irreversible. En 1843 ya existía el
libre comercio, la libertad industria, se protegía la propiedad privada, y la
iglesia y aristocracia habían perdido la mayoría de sus privilegios.
 La desamortización eclesiástica
En la Edad Media una disposición jurídica de la iglesia permitía comprar
patrimonio pero no venderlo, para impedir la dispersión de su
patrimonio. Eso significaba la exclusión del mercado de numerosos bienes
entre ellos el de la tierra.
Los motivos para las iniciativas de desamortización eran varios. Uno de
ellos era el de disminuir el poder de la iglesia, cuyos bienes, como la tierra
eran utilizados para financiar el culto y mantener el clero, a través de los
diezmos que se cobraban a los campesinos que las cultivaban. El
sometimiento de la iglesia al poder civil era uno de los objetivos de los
gobiernos liberales. Otro de los motivos resultó ser, que la
desamortización era un medio eficaz para nutrir las arcas del Estado, en
continuo gasto militar por las guerras. Otro motivo formaba parte de los
principios básicos del liberalismo y la expansión de la propiedad individual
y el libre derecho de los propietarios de disponer de ella a su voluntad.
Las tierras de manos muertas, la mayoría se encontraban en manos de la
iglesia eran improductivas o no se cultivaban y no creaban riqueza.
En 1798 Godoy promovió la desamortización de hospitales, hospicios y
obras pías, con la idea de socavar parte del poder del clero, cuestión que
para Godoy era fundamental en su propósito de introducir las políticas de
la revolución francesa y de la Ilustración.
En 1813, las Cortes de Cádiz decretaron la desamortización de las
propiedades de la iglesia, de las órdenes militares y de la Inquisición. De
poco sirvió puesto que fue derogado por Fernando VII en 1814.
En 1820, durante el Trienio Liberal, pudo aprobarse la Ley del Clero
Regular, como continuación de la desamortización decretada en 1813. La
Ley fue también derogada por Fernando VII en 1823.
De 1835 a 1836, Mendizábal dio impulsó a una nueva desamortización,
esta vez con el intento de sanear las arcas del Estado, muy deterioradas
por la pérdida de las colonias y por la guerra carlista.
La desamortización y la supresión del diezmo fueron privando a la Iglesia
de recursos. Pero las decisiones de los gobiernos, sobretodo moderados,
hizo que en 1837 el Estado creara una dotación presupuestaria para
mantener el culto y las necesidades del clero. La iglesia pasó así a
depender del Estado.
Las desamortizaciones tuvieron consecuencias positivas en el sentido de
que se realizó un ingente trasvase de propiedades (20% territorio español
hasta 1855) y sirvieron para reactivar la actividad económica, aumentar la
producción y ayudar a sanear las cuentas del Estado.
Pero también tuvo causas negativas o inútiles, en el sentido de que no
cambia la estructura de la propiedad. Surge una nueva gama de
“propietarios agrarios” (especuladores, capitalistas urbanos. Políticos,
abogados …) que compran de las tierras y favoreciendo el latifundismo.
Se produce la proletarización de los jornaleros que se sienten explotados.
Y también un aumento del coste del arrendamiento. Esto crea una
polarización social rural muy definida, entre jornaleros que muchos viven
en la miseria y que se proletarizan, con los grandes propietarios, que
obtienen la mayor parte del beneficio.
 La abolición de los señoríos
En 1811, las Cortes de Cádiz abolen los señoríos jurisdiccionales.
Transfirió a la nación la potestad de los señores para ejercer justicia y
realizar nombramientos administrativos. Además suprimió todos los
privilegios que poseían y eliminó el vasallaje, por el cual los ciudadanos
tenían que pagar prestaciones a los señores.
El mismo decreto reconoció como suyas, las propiedades que los señores
podían demostrar como suyas. Esto provocó numerosos litigios entre
señores y campesinos, puesto que ambos se las ingeniaban para
demostrar la propiedad de las tierras. Para solucionar este problema,
durante el gobierno de los exaltados del trienio liberal, para favorecer a
los campesinos, se obligó a los señores a documentar la posesión de la
tierra con títulos de propiedad. Sin embargo, en 1837 bajo la Regencia de
Maria Cristina, para afianzar el respaldo de la aristocracia, se modificó
este decreto facilitando a los señores que habían ejercido jurisdicción
sobre las tierras obtener el título de propiedad sin necesidad de
documentarlo. De esta manera, los señores se hacen con la mayoría de
las tierras.
Es así como la nobleza pierde los derechos jurisdiccionales pero gana la
propiedad, aún de dudosa procedencia, y aumenta su patrimonio en
detrimento del campesinado, lo cual atrajo a aristocracia a causa liberal.
 La desvinculación de los mayorazgos
Durante el siglo XIV en Castilla, se generalizó la institución del mayorazgo.
Era un régimen de propiedad que impedía la venta de bienes de la
nobleza, con el propósito de la preservación de sus bienes. De esta
manera, la propiedad de la nobleza siempre iba en aumento y nunca
disminuía.
Como en el caso de la iglesia, este régimen mantenía las tierras fuera del
mercado.
En 1820, durante el Trienio Liberal, mediante decreto se intentó suprimir
el régimen de los mayorazgos. Sin embargo, en 1823, Fernando VII anula
supresión.
En 1836, bajo el Gobierno progresista de Calatrava, se reforma la
legislación, y no se obligó a los nobles a vender las tierras, pero si a la
autorización de hacerlo, de manera que se introducía los bienes dentro
del mercado. La nobleza obtuvo un claro beneficio puesto que como
podía administrar libremente sus posesiones y sacarlas a mercado al
precio que estimara, las tierras subieron de valor. Este hecho también
atrajo a la nobleza a la causa liberal.
 Consolidación de los derechos de los propietarios y liberalización
del tráfico económico
En la década de 1830 los Gobierno moderados y progresistas ampliaron la
legislación que eliminaba las trabas a la libre disposición de la propiedad,
promovía la libertad de empresa y liberalizaba el tráfico económico.
En 1833 se dio libertad a los propietarios de tierras y fincas para su
cerramiento y el aprovechamiento.
En 1836 se suprimió la Mesta, gremio de ganaderos, que perdió la
libertad de circular con su ganado por las tierras de los propietarios.
A lo largo de la década se liberalizaron los precios, el tráfico de productos
y el arrendamiento de tierras.
En ese mismo año, se permitió a los extranjeros la instalación de
empresas sin tener que obtener un permiso para ello. Así, se fomentó la
competencia, y posibilitó que vinieran inversiones desde fuera del país.
Esto fue la puntilla para los gremios.
De 1830 a 1840 puede decirse que se produjo la instalación del
capitalismo en el mundo agrario, industrial y comercial.
1843-1874
DEL MODERANTISMO A LA REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA

1844-1874. ENTRE LA PERMANENCIA Y EL CAMBIO. LA SOCIEDAD


ESPAÑOLA TRAS LA REVOLUCIÓN LIBERAL
A lo largo de estos años, los partidos que defendían la monarquía
constitucional, fueron incapaces de establecer un marco convivencia
pacífica. El ejército se convirtió en el motor del cambio político y adquirió
un protagonismo esencial.
Según Sanchez Albornoz, durante épocas, España fue un país dual, en el
que convivió la economía del Antiguo Régimen con la moderna economía
capitalista. Una sociedad rural con prácticas y cultura urbana liberales.
Realmente, en esta época existía un número muy reducido de personas
que influían en la política y en la economía nacional. Se trataba de una
nueva élite social que había nacido de la revolución liberal. Una élite de
grandes propietarios que habían adquirido las tierras procedentes de la
desamortización. Hombres de negocio, especuladores de banca, del
ferrocarril, políticos estatales, jerarcas eclesiásticos, funcionarios,
generales del ejército, profesionales liberales etc, sin embargo, entre
ellos, no figuraban grandes industriales.
Madrid se convirtió en foro de atracción de la alta sociedad y de la
ambición de muchos políticos y profesionales ambiciosos. Los principios
del liberalismo pusieron en valor el individualismo, el mérito del
enriquecimiento, la libertad de disfrute de bienes. Nuevos valores que
sucumben a la fascinación por los símbolos y prestigio de la vieja
aristocracia, en la búsqueda de títulos nobiliarios y reuniones en los
salones aristocráticos.
Con las reformas liberales, la Iglesia pierde la mayoría de sus privilegios,
sin embargo, como la nobleza, no pierde su capacidad de influencia sobre
las élites políticas, económicas y sociales. España ha sido durante años
una sociedad dominada por la etiqueta religiosa y moral.
A mediados del siglo XIX, los liberales empezaron a emplear el término
clase media o acomodada para definir al cuerpo de la sociedad entre
élites los dirigentes y el pueblo llano. Les distinguía de las clases
populares que poseían una determinada formación y propiedad. Eran
profesionales liberales, medianos o pequeños propietarios de tierras,
comercios o fábricas, oficiales del ejército, funcionarios. Con un 20% de
alfabetización, poseer una formación profesional y tener la condición de
propietario era sinónimo de prestigio social y distinción, además de ser
los dos requisitos que conferían el derecho a voto. Estas clases medias
formaban la masa crítica liberal, como difusoras de los valores políticos,
económicos y sociales liberales, a través de su interés por participar en la
política nacional o local, llevar el debate a los cafés y clubes. Sobre 1860,
esta clase media ascendía a unas 600.000 personas, de casi 16 millones
población del país.
La revolución liberal, consolidó la estructura de la propiedad agraria:
pequeña y mediana propiedad en el Norte y Levante, y latifundios en el
Sur. Las desamortizaciones no sirvieron para distribuir la tierra
equitativamente, pasando de manos de la iglesia a manos de los grandes
terratenientes. Por lo tanto puede decirse que se alcanzó la consolidación
del modelo de propiedad agrario del Antiguo Régimen.
La legislación liberal sobre desamortización a los largo del siglo XIX, que
forzó a la proletarización de los campesinos, se sumó en 1855 a la de las
tierras comunales de los municipios, que fue a parar a quien tenía
recursos para comprarlas. Estas tierras, que eran empleadas por los
campesinos o jornaleros del campo, que vivían en condiciones
miserables, para completar sus bajos ingresos con la caza, pesca, recogida
madera o pastoreo, tuvieron que dejar de hacerlo. Este hecho forzó a un
empeoramiento de las condiciones de vida de estos jornaleros agrícolas
(2,3 millones), entre los que cundía el analfabetismo, la miseria y las
enfermedades. Esta situación alentó desde finales del siglo XIX las
revueltas y motines y la expansión del republicanismo mesiánico. A
finales del siglo fueron el caldo de cultivo del anarquismo.
Las clases populares urbanas estaban formadas por pequeños y medianos
artesanos, comerciantes o talleres. Suponían un 1 millón, y se trataba de
una red atomizada cuya actividad se reducía a un mercado de entorno, al
estilo del Antiguo Régimen. Se distribuían principalmente en las
ciudades.
Por debajo de estas clases populares, se encontraban los trabajadores por
cuenta ajena. Eran jornaleros industriales. Alcanzaban la cifra de 154.000,
y sólo en Cataluña vivía 1/3 en torno a la industria textil. Estas clases,
sobre todo en Cataluña, comenzaron a organizarse en asociaciones
reivindicativas y que constituyeron el primer punto de partida del
asociacionismo obrero y sindicalismo.
Asimismo, habitaban las ciudades un sinfín de obreros especializados en
oficios artesanales, como peones de construcción, dependientes de
comercio o hostelería, vendedores ambulantes, verduleros, aguadores,
traperos, y que vivían hacinados en barrios populares con condiciones de
vida y de higiene miserables. Aunque las ciudades iban creciendo por la
inmigración del campo a la ciudad, que ya empezó a mediados de siglo,
como consecuencia de estas condiciones y falta de higiene, elevó la tasa
de mortalidad urbana a un 41%.
En mejores condiciones vivían los sirvientes, en número de 800.000, que
servían a las clases altas y que en muchas ocasiones vivían en la misma
casa donde servían.
Aunque durante el siglo XIX España era una sociedad todavía rural y la
mayoría de la población vivía en campo, progresivamente fue
aumentando la inmigración a las grandes ciudades. Unas veces en busca
de nuevas oportunidades. Otras, saliendo de las condiciones de vida que
el nuevo sistema liberal llevó a las zonas rurales. Sin duda, que la mejora
de las infraestructuras de transporte y comunicaciones acrecentó este
hecho.
Se produjo así un cambio intenso en las ciudades. Se pasó de ciudades
pequeñas, a la eliminación de las antiguas murallas, a la construcción de
ensanches, de nuevos barrios, de nuevos servicios, de nuevos edificios
para las nuevas Instituciones. Esto generó un aumento de la actividad de
la construcción y de los servicios. Podemos decir que la administración, el
mundo de los negocios y la política eran el lugar de las élites y clases
medias; el clero, el comercio o el servicio doméstico era el de los
campesinos.

1844-1868. EL TIEMPO DE LOS MODERADOS


El Partido Moderado gobierna estos años excepto el bienio progresista
1854-1856, con un gobierno de coalición de progresistas y una escisión
moderada (puritanos), y de 1858-1863, con un gobierno de la Unión
Liberal.
Tras la revolución liberal, los conflictos y la guerra, los moderados
construyeron un marco constitucional y legislativo a la medida de su
programa, en el que priorizaron la estabilidad y el orden, lo que requería
afianzar y reforzar el poder ejecutivo frente al legislativo.
Durante 10 años (1844-1854) impidieron gobernar al Partido Progresista
con la inestimable colaboración de Isabel II y del ejército.
Los progresistas inician desde entonces un camino hacia la movilización y
los pronunciamientos militares.
El hecho de que el uso de la fuerza fuera la principal baza de unos y otros
para ocupar y mantener el poder, alentó la presencia de los militares en
los partidos. Comenzaba así la época de los espadones.
 La década moderada
En 1843, Espartero (progresista) abandona España tras el
pronunciamiento militar moderado apoderado por algunos generales
progresistas. Los progresistas se debilitan. Los moderados se fortalecen.
En 1843 se forma el Gobierno moderado de Gonzalez Bravo. Pocos días
antes, las Cortes proclaman a Isabel II mayor de edad a los 13 años. Dese
el gobierno, González Bravo desmanteló la obra de Espartero. Las
primeras decisiones fueron la supresión de la Ley Ayuntamientos y la
supresión de la Milicia Nacional. Al mismo tiempo se restringió la libertad
de imprenta y la suspensión de la venta de los bienes de la última
desamortización.
En 1844, tuvieron lugar varios pronunciamientos progresistas, pero
fueron reprimidos por el general Narvaez. Ese mismo año, Narvaez es
nombrado Presidente del Consejo de Ministros.
Narvaez presenta a las Cortes una reforma de la Constitución de 1837,
pero que suponía una nueva Constitución, que fue promulgada en 1845,
con los progresistas fuera del parlamento puesto que no se habían
presentado a las últimas elecciones. Fueron los puritanos, el ala izquierda
del Partido Moderado, quien fijó la oposición denunciando la ruptura del
consenso constitucional de 1837, y que traería consecuencias de aquí en
adelante puesto que abría el camino al inmovilismo.
La Constitución de 1845 reforzó el poder de la Corona frente al
parlamento. La soberanía era compartida entre el Rey y las Cortes.
Aunque se reconoce la separación de poderes de manera implícita, el
legislativo recaía en las Cortes con el Rey, el ejecutivo en el Rey y el
judicial en los tribunales y juzgados. Se recogían también algunos
derechos fundamentales, aunque algunos otros fueron restringidos como
la libertad de expresión a través de la censura de prensa. El parlamento
era bicameral, con un sufragio directo, censitario y muy restringido (se
pasó de los 635.000 votantes a 100.000) para el Congreso. El Senado, que
pretendía ser el freno al Congreso, los senadores no eran elegidos por los
ciudadanos sino por el Rey, entre nobles, eclesiásticos y altos cargos.
Obviamente, el era un Estado confesional católico.
Consolidación de las Instituciones:
Los moderados apuntalaron la estructura del Estado Liberal mediante la
racionalización y modernización de la administración. Para ello se
diversificaron las funciones del Estado.
En 1844, se fundó el cuerpo de la Guardia Civil, para preservar el orden y
perseguir el delito, el bandolerismo y también sofocar los conflictos
obreros.
En 1845 la reforma del sistema educativo implantó planes generales de
estudio, se crearon los institutos de enseñanza media y se unificó el
currículum formativo, pero no logró bajar las tasas de analfabetismo, que
rondaba el 75%.
Se apostó también por sistematizar la organización del funcionariado,
aunque no impidió que el acceso, los nombramientos y los ceses
dependieran de prácticas clientelares.
Todas estas reformas constituyeron un esfuerzo de clarificación y
ordenación, pero no contribuyó a crear un Estado fuerte. Prueba de ello,
es que los presupuestos no alcanzaron el 10% del PIB, y donde se
destinaba mucho gasto al ejército y al orden público pero poco a
educación e infraestructuras.
Respecto a la política de administración local de los moderados, la Ley de
Organización de Ayuntamientos en 1845, hizo que los alcaldes de
capitales de provincia y cabezas de partido de más de 2000 habitantes
fueran nombrados por el gobierno y no fueran electos. De esta manera, el
gobierno central ejercía el control de la política local y con ello el de las
elecciones. Los alcaldes eran delegados del poder central, subordinados al
gobernador. Esto reforzó el poder de los notables con influencia local o
caciques. Se consolidó por entonces la práctica del caciquismo que
perduró en España hasta bien entrado el siglo XX.
La Ley Electoral de 1846 reforzó este sistema. Estableció la sustitución de
las circunscripciones provinciales por pequeños distritos uninominales (1
diputado), con lo que se facilitaba aún más el control de las redes de
influencia a través de los notables locales y caciques.
En 1845 se realizó una importante reforma tributaria. De los muchos
pequeños tributos locales existentes, se pasó a la contribución territorial,
industrial e impuesto de consumo. Aunque no acabó con el déficit
público, se unificó y clarificó el sistema tributario de todo el país, excepto
en el País Vasco y Navarra, donde se mantenía el compromiso con los
fueros. Tampoco recaudó recursos suficientes para las nuevas funciones
del Estado, y por otra parte, surgió mucho fraude ante una administración
débil e ineficaz para evitar esas prácticas.
En 1849 se instauró la Ley del sistema métrico decimal, con lo que se
fusionaron las distintas medidas de cuenta que poseía cada territorio o
región.
En 1848 se aprobó la Ley del sistema monetario, con la unificación de
moneda al real de Vellón.
En 1848, también se impulsó la reforma de la administración de justicia y
se aprobó el Código Penal.
Inestabilidad política: los partidos y la reina:
Los gobiernos moderados tuvieron una gran inestabilidad y se formaron
muchos gabinetes. Esto tenía dos razones:
1- La estructura del Partido Moderado, y de todos los partidos. Eran
partidos sin ningún tipo de disciplina ni organización interna, sin cargos
directivos, sin reuniones pautadas, sin afiliados. Eran una coalición de
notables que a través de sus redes clientelares se agrupaban alrededor
del líder. Es este escenario, la competición por ocupar posiciones de
fuerza era extraordinaria. Lo cual, alentó la creación de facciones que
animó a la ingobernabilidad.
2- La intervención de la Reina era absoluta en lucha política. Con una
estrategia clara para fomentar la división entre notables y evitar así la
formación de un partido fuerte que pudiera restarle poder. El poder que
la Constitución confería a la Corona, hacía que los notables compitieran
por alcanzar el favor de la Reina, que se rodeó de un Gobierno de
camarilla de aristócratas y religiosos, en permanente maquinación para
evitar cualquier posibilidad de que los progresistas pudieran acceder al
gobierno.
La deriva autoritaria del Partido Moderado
En 1848, la revolución estalla en Francia, instauró la República, y se
extendió por otros países, en lo que se hizo llamar la “Primavera de los
pueblos”. Las élites conservadoras de toda Europa sintieron pavor ante la
marea que propagaba principios como los de sufragio universal,
soberanía nacional, reivindicaciones sociales y laborales. Significaba para
ellos la irrupción de las clases no inteligentes en la política, y que traería
mal gobierno, mala administración y la anarquía. La difusión de estas
ideas democráticas en España tuvo débil repercusión. Un motín en
Madrid, un pronunciamiento militar progresista y brotes aislados
Andalucía Cataluña y Levante fácilmente sofocados. De mención
importante es el protagonismo y la implicación directa de la izquierda
republicana en todas esas revueltas.
Aun así, Narvaez, con quien se cerró filas moderadas, suspendió las
garantías constitucionales, utilizó métodos dictatoriales y escarmentó con
deportación a los políticos progresistas y republicanos que habían
participado en las revueltas.
En 1851, Narváez fue relevado por Bravo Murillo, del sector más que
endurece las medidas autoritarias con el apoyo de la camarilla de la
Corte, la nobleza, los grandes propietarios y sobretodo Iglesia. Tras años
de reconciliación de los gobiernos moderados, Bravo Murillo selló un
acuerdo definitivo. Firmó un Concordato con la Santa Sede, cuyos
acuerdos establecían la religión católica apostólica y romana como la
única en la nación española, el sostenimiento del clero por el Estado, el
reconocimiento del derecho a adquirir bienes y el restablecimiento de
poder crear órdenes religiosas. El Concordato garantizó la sacralización de
la sociedad española a través de la enseñanza en centros públicos y
privados. A cambio, la Santa Sede reconoce la validez de la
desamortización ya consumada y reconoció el Estado liberal.
La estrategia de Bravo Murillo culminó en 1845 con la presentación de un
Proyecto de Constitución, a modo de dictadura civil a lo Napoleón III. El
proyecto pretendía instaurar un parlamento meramente consultivo, con
sesiones a puerta cerrada, en el que no se reconocía la división de
poderes ni los derechos fundamentales.
Obviamente, contó con la oposición progresista y la de muchos
moderados, que tras muchos años volvieron a actuar coordinados.
Llegados a este punto, Isabel II cesa a Bravo Murillo. A partir de entonces,
tuvo lugar una sucesión de continuos gobiernos moderados inestables,
que terminó con la fractura del Partido Moderado, con la escisión de
puritanos que abandonan el partido pasan a la oposición. Los puritanos
fueron perseguidos y sus jefes militares desterrados.
Alcanzado este punto, en 1854 el general puritano O´Donnell se alza en
armas. Fracasa en su primer intento y se retira a La Mancha. Alli busca el
apoyo de los progresistas. Un joven puritano, Cánovas, redacta ese
mismo año el Manifiesto de Manzanares, con la intención de acercar a
los progresistas, el Manifiesto alienta la formación de juntas populares y
asume parte de su programa, como la autonomía de los Ayuntamientos,
la restauración de la Milicia Nacional y la Libertad de Imprenta.
A esto, se une también el Partido Demócrata, que había nacido en 1849
con la agrupación del ala izquierda del Partido Progresista, de
republicanos y de socialistas. Defendían el sufragio universal masculino, la
libertad de cultos, de conciencia, de reunión, de asociación y el derecho a
la educación gratuita. Principios estos muy en consonancia con los aires
revolucionarios que corrían por Europa desde la revolución de 1848.
Publicado el Manifiesto en 1854, las juntas populares se extienden y se
forman en todo el país. La pérdida del control de la situación por parte
del gobierno y su debilidad para sofocar las revueltas, se suman los
motines y revueltas por la situación de crisis, de carestía, por el impuesto
de consumos y protestas por las quintas.
En julio de ese mismo año, se forma en Madrid la Junta de Salvación,
integrada por puritanos, progresistas y algunos demócratas, que obligan a
la Reina a entregar el poder a Espartero como presidente del Consejo de
Ministros.
 El bienio progresista (1854-1856) y la reacción moderada
El nuevo Gobierno surgió del pacto de progresistas y puritanos. Espartero
se situaba como Presidente Consejo de Ministros y O´Donnell como
Ministro de la Guerra.
Al final, los demócratas se descuelgan del acuerdo, y optan por capitalizar
el descontento en la calle y la movilización popular en un contexto de
conflictividad social causada por la pésima situación económica.
El gobierno progresista toma iniciativa, y conforme al programa de
gobierno, lleva a cabo la recuperación de la Ley de imprenta 1837, la
eliminación de la censura, y la Ley electoral de 1837 que resultaba mucho
menos censitaria. Dando la vuelta a la política moderada de los últimos
años, se inicia la descentralización de la administración local, y la
regulación e impulso Milicia Nacional.
La máxima expresión del programa progresista fue la Constitución de
1856, que aunque fue aprobada por las Cortes, no entró en vigor, por la
irrupción de O´Donnell en el poder.
La Constitución de 1856 proclamaba la soberanía nacional. Reconocía
implícitamente la división de poderes: el legislativo en la Cortes con el
Rey, el ejecutivo en el Rey y el judicial en los jueces. Los derechos
fundamentales estaban ampliamente recogidos. Un parlamento
bicameral, el Congreso era elegido por sufragio directo, y censitario para
el Senado. Las relaciones iglesia-estado se regían por la tolerancia
religiosa.
Durante los dos años que duró su gobierno, los progresistas realizaron
todos los esfuerzos en recuperar lo perdido durante la década moderada,
a través de la política del Ministro de Hacienda Madoz, que se ocupó de
liberalizar la economía, promover el desarrollo de los mercados, relanzar
la desamortización, reducir el volumen de deuda del Estado o suprimir el
impuesto de consumos.
Precisamente fue la desamortización de bienes de la iglesia y su posterior
subasta pública, lo que generó un conflicto con Isabel II, que se negó a
sancionarla al principio, y la ruptura de la relaciones con la Santa Sede.
Madoz llevó a cabo también, una nueva desamortización de bienes
comunales de los municipios. Aunque la subasta fue un éxito de
recaudación, perjudicó y causó un gran mal estar entre los campesinos y
vecinos que las utilizaban para la caza, recogida de leña, pastos etc, como
complemento a sus jornales.
Sin embargo, los beneficios de las subastas, hizo que el Estado pudiera
impulsar el ferrocarril. La Ley General de Ferrocarriles y Ley Sociedades de
Crédito estimularon la inversión extranjera, que produjo una euforia
inversora en la Bolsa. Se produjo también una mejora en el transporte de
viajeros y de mercancías por la construcción de carreteras y otras
infraestructuras. La activación económica fue uno de los hechos más
importantes durante este periodo, en el que también se fundó el Banco
de España.
Sin embargo, este incremento de la actividad económica generó también
una alta conflictividad social. La subida de precios de los alimentos, el
incremento de los precios de los cereales a causa de la del bloqueo de las
importaciones desde Rusia por la Guerra de Crimea, el descontento de los
jornaleros que redujeron su capacidad adquisitiva, y una epidemia de
cólera que asoló el país consecuencia de la falta de higiene y de
salubridad urbanas, desembocó en motines y protestas contra los
impuestos en todo el país. Se sumó a estas revueltas la Milicia Nacional.
El conflicto de especial virulencia en Cataluña, por la fuerza que había
adquirido el movimiento obrero de la industria textil, que el gobierno
atajó decretando la disolución de las asociaciones obreras, a lo que se
respondió con la convocatoria de la primera huelga general de España en
1855. Todas las revueltas fueron reprimidas duramente por el ejército,
como correspondía conforme a las prácticas de Espartero, en ese tiempo
presidente de Gobierno.
En Julio de 1856, para instaurar el orden, O´Donnell da un golpe de
Estado, asume la Presidencia y depone a Espartero. Disuelve las Cortes,
restituye la Constitución de 1845 y realiza diversas concesiones a los
progresistas en un acta adicional a la Constitución.
Pero el programa de O´Donnell resultó demasiado blando para Isabel II,
que lo destituye y nombra a Narvaez como nuevo Presidente de
Gobierno. Narváez deroga el acta adicional, suspende la
desamortización, restituye la Ley de Ayuntamientos y anula las
disposiciones contrarias a los acuerdos con la Santa Sede.
Sin embargo, los moderados estaban tan divididos, que en 1857 Narvaez
cae, y tras varios gobiernos breves y los moderados divididos e incapaces
de gobernar, Isabel II opta por llamar de nuevo a O´Donnell, que a estas
alturas ya había fundado la Unión Liberal.
 El Gobierno largo de la Unión Liberal (1858-1863)
En 1854, las gestiones para formar un partido que ocupara el centro
político dieron sus resultados. Así, moderados puritanos (ala progresista
del partido Moderado) y progresistas templados (ala moderada del
partido Progresista) formaron la Unión Liberal. Su líder, el general
O´Donnell, era hombre de orden, que asume las demandas históricas de
los progresistas.
Accede al poder por debilidad del Partido Moderado, y permaneció en el
poder más tiempo que cualquier otro gobierno del Reinado de Isabel II,
por lo que se le llamó el “Gobierno largo”.
Si en la política general las diferencias con el bienio progresista fueron
evidentes, en la política económica están diferencias fueron claras. La UL
reactiva la desamortización civil iniciada en 1855, aunque deja en
suspenso la eclesiástica. Aprovechó también la liberalización emprendida
durante el bienio para reactivar la expansión económica realizando en
1859 con un Plan de Inversiones dando un impulso decidió a las obras
públicas para fomentar la marina y construcción de puertos, ampliando la
red de carreteras y ferrocarriles y desarrollando la red de telégrafos.
Fueron los años de expansión de los ferrocarriles, de euforia de la Bolsa y
de auge de las inversiones.
En política internacional, el gobierno de la UL quiso que el país tuviera
una presencia mayor en el exterior. En un momento en que las grandes
potencias europeas rivalizaban por expandir sus imperios coloniales,
O´Donnell participó en varias operaciones diplomáticas y militares en
diversas partes del globo. Apenas tuvieron ganancias territoriales, pero
más bien tenían el objetivo de alentar el nacionalismo español y reforzar
la unidad del país. Fueron diversas operaciones en Indochina por el
asesinato de misioneros, y en México junto a tropas francesas y
británicas para forzar al pago de su deuda exterior, O´Donnell inició la
campaña de más envergadura: la guerra de África, que duró entre 1859 y
1860. Tras el ataque de rifeños a Ceuta, que el gobierno de Marruecos no
quiso castigar, 50.000 hombres desembarcaron en Marruecos, ocuparon
Tetuán y doblegó al ejército del sultán. La guerra contó con el apoyo
unánime de los políticos, una visión positiva en la prensa y en la opinión
pública. El gran respaldo popular fomentó el sentimiento patriótico.
En 1863, el desgaste y la división de la coalición liberal llevaron a la deriva
al gobierno de la Unión Liberal. El incumplimiento del programa
progresista, bien por el sesgo conservador que fue adquiriendo el
gobierno tras la insurrección republicana de jornaleros que reclamaban el
reparto de las tierras y que terminó con un centenar de fusilados, bien
por la presión constante de Isabel II que conspiraba sin cesar contra
O´Donnell para frenar cualquier intento de formar un gobierno de sesgo
progresista, el caso fue que se fue minando las posibilidades del gobierno.
Ante esta situación, en 1863 se produce la dimisión de O´Donnell y el fin
del gobierno de la UL.
 La crisis de la monarquía isabelina
Agotada la Unión Liberal, Isabel II, rodeada de su camarilla de
neocatólicos, o bien llamada “Corte de los Milagros”, entrega el gobierno
a los moderados, aunque en ese momento se encontraran rotos y
divididos.
En las elecciones de 1863 los progresistas deciden retraerse no
participando en las elecciones. Esta decisión les coloca fuera del sistema,
e inician a partir de entonces el camino de la revolución por vía de las
armas con un objetivo prioritario: derrocar con Isabel II.
Tras algunos breves gobiernos, en 1864 Isabel II llama de nuevo a
Narváez, que se aprestó a defender el trono ante las continuas revueltas
alentadas por los progresistas a sangre y fuego.
Así ocurrió en 1865 en la llamada noche de San Daniel. Una protesta
estudiantil a favor de Castelar, cesado de su cátedra por haber escrito un
artículo contra la Reina, se sofoca mediante una carga brutal con 9
muertos y 100 heridos. Este suceso conmocionó a la opinión pública y
terminó con la dimisión de Narvaez ese mismo año.
Le reemplazó O´Donnell bajo un nuevo gobierno de la Unión Liberal que
auguraba una apertura liberal. Pero a estas alturas los progresistas ya se
habían embarcado en la estrategia insurreccional. Así, en 1866 se
produce el pronunciamiento del general progresista Prim, pero el
gobierno desbarató. Ese mismo año, se sublevan en Madrid los sargentos
del Cuartel de San Gil junto a una revuelta popular con barricadas en la
ciudad, que también es sofocado y sus responsables sometidos a un
castigo ejemplar con 70 fusilados.
En estas que Isabel II destituye a O´Donnell por demasiado débil, que arto
de los vaivenes de Palacio abandonó definitivamente el país. Vuelve a
llamar a Narvaez. El general moderado suspende las Cortes, suspende las
garantías Constitucionales y lleva a cabo la depuración ejército y de la
administración. También cerró la prensa opositora y amplió el
Concordato educativo con iglesia, a la vez que cesaba de sus cátedras a
Giner de los Ríos, Castelar y Salmerón.
Pero en 1866 reventó uno de los logros del reinado de Isabel II. Explota la
crisis económica y se produce el colapso del sistema financiero y la
quiebra de los bancos (de 70 a 15). Al desplome de la bolsa se le suma las
malas cosechas de esos años que hacen subir los precios, la disminución
de los ingresos del Estado, que entra en déficit y la crisis de la industria
textil de Cataluña. Creció la mortalidad, y el hambre y la miseria se
extendieron por todo el país. La suma de todos estos factores acrecentó
el clima de malestar en todo el país. La crisis del modelo de crecimiento
isabelino coincidió con el aislamiento de la Reina. A esto, se produce la
muerte de O´Donnell en 1867 y la de Narvaez siendo aún presidente de
gobierno en 1868.
Mientras, la oposición se iba organizando. Con el debilitamiento de los
progresistas que durante el reinado de Isabel II habían huido a la UL y al
Partido Demócrata, buscaban la unidad de acción con los demócratas.
Para ello, en 1866, ambos partidos, los progresistas y los demócratas
firmaron el pacto de Ostente, al que al final se sumó el Partido Liberal del
General Serrano, que asumió la dirección en 1868 tras muerte de
O´Donnell. Se trataba de una coalición revolucionaria en torno a una
unidad de acción, esta vez no para apartar del gobierno a los moderados
sino para derrocar a Isabel II.

1868-1874. EL SEXENIO DEMOCRÁTICO


En septiembre de 1968 estalla la revolución. Comienza con la sublevación
en Cádiz del general progresista Prim y el almirante unionista Topete.
Pronto se extiende a todas las capitales de provincia, donde se forman
juntas revolucionarias con las milicias populares, o como se hacían llamar,
los Voluntarios de la Libertad.
La última batalla entre los rebeldes y las tropas de la reina se produce en
el Puente de Alcolea (Córdoba). Tras la derrota, Isabel II, que cuenta con
38 años, se exilia a Francia.
La Junta Provisional Revolucionaria de Madrid asume el poder al frente de
un gobierno provisional presidido por el general Serrano.
 Gobierno provisional y Regencia de Serrano
En 1868, se forma un Gobierno provisional. Aunque lo presidía el jefe de
la UL Serrano, fue Prim, como jefe de los progresistas, quien promovió
este gobierno provisional, donde se hallaban los principales notables de
su partido como Cánovas y Ruiz Zorrilla. Los progresistas se situaban en
una posición estratégica entre demócratas y unionistas, lo cual les dio
fuerza en tanto que grupo bisagra.
Tras unos primeros meses de convivencia de poderes entre el gobierno
provisional de Madrid y las juntas revolucionarias de las ciudades, que
asumieron el programa demócrata, estas acceden a disolverse a cambio
de una extensa gama de derechos fundamentales.
El gobierno provisional, llevó a cabo medidas importantes:
- Medidas sociales:
 Expulsión de los Jesuitas.
 Establecimiento del matrimonio civil.
 Obligación del Clero a jurar la Constitución.
 Reinicio desamortización
 Construcción de numerosos colegios
- Medias económicas del Gobierno Provisional:
 Liberalización comercio y capitales
 Abolición del Impuesto de Consumos
 Aprobación de la Ley de Minas, que significaba una desamortización
del subsuelo y la concesión de licencias de explotación. Este hecho
produjo la entrada de capital extranjero.
 Aparición de la peseta
Sin embargo, el gobierno provisional no suprimió las quintas, otro de los
compromisos adquiridos con las juntas, por causa del comienzo de la
guerra independentista en Cuba, que obligó a los gobiernos a trasladar
tropas a la isla. La guerra comenzó con la rebelión del terrateniente
Manuel Céspedes, que proclamó la república independiente de Cuba y
abolió la esclavitud. Al hacerlo, obtuvo el apoyo de campesinos y
esclavos, aunque no lo tuvo de los terratenientes criollos que utilizaban
mano de obra esclava. Fue una guerra de desgaste y de guerrillas, que
obligó al gobierno español a realizar un gran esfuerzo presupuestario. Se
cobró 65000 muertos y terminó, de momento, en 1878 con la Paz de
Zanjón.
Poco después, la coalición revolucionaria se rompió, cuando unionistas y
progresistas anunciaron la defensa de la monarquía como futura forma
de gobierno. El Partido Demócrata se parte en dos. La mayoría de sus
integrantes, republicanos, abandonan la coalición. No obstante, los
“cimbrios”, un grupo minoritario que consideraba que la monarquía era
compatible con la democracia, mantuvieron el pacto con unionistas y
progresistas.
En las elecciones de enero de 1869, los monárquicos (progresistas,
unionistas y cimbrios) obtienen 236 diputados y el Partido Demócrata 85
que se convierte en la principal fuerza de oposición.
Como paso decidido, las Cortes aprueban ese mismo año la Constitución
de 1869.
La soberanía recaía en la nación, de donde emanan todos los poderes. Se
proclamaba la monarquía como forma de gobierno pero con profundas
limitaciones de poder. Existía una clara división de poderes con el
legislativo en poder sólo en las Cortes. Se estableció unas cortes
bicamerales. El Congreso era elegido por sufragio universal directo y el
Senado universal e indirecto. Las mujeres todavía no podían votar. El
rasgo más característico de esta Constitución, que adquiere un carácter
democrático y que hizo de ella un texto singular, fue una declaración
extensa de derechos fundamentales, como así se pactó con las juntas
revolucionarias demócratas. Junto con los principales derechos
reconocidos por constituciones anteriores como el de expresión,
imprenta, se sitúan otros como la libertad de reunión, la de asociación, la
de enseñanza y la inviolabilidad del domicilio y de correspondencia.
Obviamente, la constitución también establecía la plena autonomía de los
municipios para elegir a sus representantes. Por primera vez en un texto
constitucional, en cuanto a las relaciones Iglesia-Estado, la constitución
establecía una plena libertad de cultos.
Aprobada la Constitución en junio de 1868, el general progresista Prim
preside el gobierno. En espera de elegir un rey, el general Serrano se
convierte en Regente.
El republicanismo se había extendido por todo el país, y en las elecciones
municipales de 1869 vencieron en 20 capitales de provincia. En muchos
jornaleros y campesinos, cundió el desencanto porque la revolución de
1868 no devino en república, ni asumió el programa máximo de las
reformas a las que aspiraban. Creían que el republicanismo no era un
mero cambio de régimen, sino un sinónimo de las trasformaciones
políticas, sociales y económicas que acabaría con los males de la
sociedad.
Los motines republicanos eran constantes por todo el país, a los que el
ejército se encargaba de aplastar con dureza uno tras otro.
La conflictividad social siguió latente. La agitación republicana y los
motines en protesta contra la carestía de la vida y las quintas, sumado a
los conflictos industriales reclamando subida de salarios, reducción de
jornada y mejores condiciones laborales, sumado también a la
constitución de la sección española de La Internacional, que se encargó
de difundir las ideas socialistas y sobretodo anarquistas, produjo en el
Gobierno terror a una subversión general al estilo de la Comuna de París
en la primavera de 1871, de ahí que ese mismo año se ilegalizara la
Internacional española. Legalizada por el Tribunal Constitucional, el
gobierno utilizó la suspensión de garantías constitucionales para reprimir
el asociacionismo obrero.
Mientras tanto, sancionada la Constitución, la búsqueda de un rey desata
la tensión entre las colación de gobierno. Los unionistas lo encuentran en
Francia Unionistas en Francia, los Progresistas y Demócratas en Portugal.
Tras varios rechazos como el de Espartero, y algún veto como el de
Francia, Prim lo encuentra en Italia con el hijo de Victor Manuel II. En
noviembre de 1870, las Cortes, con 190 votos a favor contra 97 en contra,
aprueban que Amadeo de Saboya sea el nuevo Rey de España. En
diciembre de ese mismo año, Amadeo de Saboya desembarca en España.
El mismo día, Prim muere asesinado.
 La monarquía de Amadeo I
Tras la muerte de Prim, principal valedor del Rey, el general Serrano pasa
a presidir el Consejo de Ministros.
Se produce una reorganización de las fuerzas políticas, con la irrupción de
nuevos líderes y partidos políticos, ante la desmembración de los viejos.
Sagasta creó el Partido Constitucional con la facción derecha del partido
progresista y la vieja UL. Sagasta pensaba que la monarquía amadeísta
sólo sobreviviría dándole un sesgo conservador, para evitar los vientas
que corrían por Europa con La Comuna y la Internacional.
Ruiz Zorrilla fundó el Partido Radical con la facción izquierda del partido
progresista y los demócratas. Ruiz Zorrilla pensaba en una monarquía
democrática para atraer a los republicanos y evitar el contagio de los
movimientos de izquierda europeos.
Sagasta y Ruiz Zorrilla tuvieron posiciones muy distanciadas y fueron
incapaces de entenderse ni a nivel personal ni ideológico. La lucha entre
ambos partidos creó una gran inestabilidad política con la sucesión de
gobiernos cortos.
Aunque la constitución vigente era plenamente democrática, no había en
el parlamento muchos políticos demócratas convencidos, que recelaban
del sufragio universal. Las prácticas electorales habituales seguían la
misma tónica del reinado de Isabel II. El gobierno que organizaba las
elecciones trasmitía a través de los muñidores las órdenes a los
gobernadores civiles, y éstos a su vez a los alcaldes y caciques. Sin
embargo, las últimas elecciones ya hubo un 50% de abstención. Aún así,
para preservar el control gubernamental, el general Serrano reformó la
Ley Electoral tras las primeras elecciones de 1869. Se cambió la
circunscripción de la provincia por distritos uninominales, por lo que el
control y el fraude electoral fue mucho mayor.
El escenario para Amadeo de Saboya, estuvo marcado por la lucha
constante entre constitucionales y radicales, a lo que se sumó la
oposición de los republicanos. También la oposición conservadora
tradicional, ya que los católicos no veían con buenos ojos que el hijo de
Victor Manuel, rey que acabó con los Estados Pontificios en la unificación
italiana, fuera su rey. También tuvo en contra a los partidarios del
retorno de los borbones que se organizaron en torno a Cánovas, cuya
aristocracia vetó los actos de palacio. Y también como no, se pusieron en
contra los carlistas, que combatieron a la nueva dinastía con las armas,
en la que se llamó la II Guerra Carlista, que duró desde 1872 a 1875. En
1872, el nieto del primer pretendiente Don Carlos, penetró en España. Al
principio se mantuvieron algunos frentes guerrilleros en Navarra, País
Vasco, Cataluña y Aragón, pero en 1873, reforzaron sus posiciones
ocupando grandes zonas de esos territorios, que con su base en Estella,
instalaron su propio Estado pero sus 40.000 hombres no pudieron
expandirse más allá del Ebro. La guerra se prolongó hasta 1875 en
Cataluña y hasta 1876 en el País Vasco y Navarra.
Todas esta situación llevó a Amadeo I a abdica en febrero de 1873. A los
continuos enfrentamientos entre los partidos del parlamento, y la
oposición incluso de los sectores conservadores, añadido a la guerra
carlista y cubana, se le sumó también una falta de respeto de la prensa
hacia el propio monarca.
 La Primera República
En Febrero de 1873, Congreso y Senado reunidos en asamblea nacional
declararon como forma de gobierno de la nación la República. Fue una
decisión inconstitucional puesto que la Constitución del 69 no lo permitía.
Esto ocurrió por la decisión del Partido Radical. En las elecciones de 1872,
el Congreso estaba distribuido de la siguiente forma: (274 Partido Radical,
25 otros partidos monárquicos, 78 republicanos federales y 2
republicanos unitarios. El Partido Radical de Ruiz Zorrilla, se opuso a que
los borbones ocuparan de nuevo la corona española, así que, con la idea
también de no perder el espíritu de la revolución de 1968, votaron a favor
del nuevo sistema.
El mismo día de la abdicación de Amadeo en febrero de 1873, se nombró
a Estanislao Figueras como Presidente de un gobierno formado por una
coalición del Partido Radical y del Partido Republicano. El Partido Radical,
que veía en el federalismo insurrección y caos, defendía una república
unitaria, conservadora y de orden, y el Partido Republicano una federal.
Aun con una mayoría radical unitaria en el Congreso, Figueras anunció
que defendería en las futuras Cortes Constituyentes la solución federal, a
lo que el Partido Radical contestó con la organización de un golpe de
estado para llevar a la presidencia a Serrano. No prosperó.
Figueras disolvió las Cortes. Figueras soportó durante su mandato la
división entre unitarios y federales. Los federales, o intransigentes, sabían
que era imposible establecer una república federal mediante una victoria
electoral, y pensaban que sólo llegaría a través de la insurrección popular,
organización de juntas, luego junta central y luego cortes constituyentes.
Debía construirse por lo tanto desde abajo hacia arriba. Los intransigentes
no entendían por qué había que esperar a que unas Cortes constituyentes
proclamaran la república. Sólo había que hacer lo que el pueblo había
empezado ya. Por eso, Figueras acusó desde el primer momento
continuas insurrecciones. Desde motines de los campesinos por
ocupación de tierras que se extendió por Andalucía, hasta la
proclamación por parte de los intransigentes del Estado Catalán dentro
una República Federal Española. Al poco tiempo Figueras dimitió
De este modo, la República no vino por la vía de la insurrección, ni
tampoco a través de las elecciones. Los líderes republicanos se
encontraron una república dada por las circunstancias y hubieron de
instituir una república federal desde el propio Estado, desde arriba hacia
abajo.
En las elecciones de 1873 a Cortes Constituyentes unicamerales, los
monárquicos se retrajeron. Los republicanos obtuvieron 343 escaños,
frente a 31 del resto de minorías. La abstención llegó al 60%. En junio de
1873, las Cortes proclamaron la República Federal.
Tras la dimisión de Figueras, Pi i Margall ocupa la presidencia de la
república. Poco tiempo después, presenta el proyecto de la Constitución
de 1873.
La soberanía recae en la Nación. Una rígida separación de poderes. Los
derechos fundamentales se encontraban ampliamente desarrollados y se
consagraban como naturales. Unas Cortes bicamerales, eran elegidas en
el Congreso por sufragio universal y directo. El Senado, que carecía de
iniciativa legislativa era elegido por los parlamentos de los estados
federados. En cuanto a la religión, se declaraba la libertad de cultos y la
aconfesionalidad del Estado. Pero su principal novedad era la
organización del Estado Federal, dividido en 15 estados más Cuba y
Puerto Rico. Cada uno podía elaborar su propia Constitución y tendría su
poder ejecutivo, legislativo y judicial. El Estado Federal se reservaba
importantes competencias en relaciones internacionales, el ejército, la
moneda, las comunicaciones y la sanidad.
Sin embargo, los intransigentes ya habían comenzado la insurrección
desde las bases contra el sistema construido desde arriba. Desde Madrid
constituyeron el Comité de Salud Pública, con el objetivo de que se
extendiese por todas las ciudades. El objetivo era proclamar estados o
cantones, que una vez constituidos debían unirse y establecer la
República de facto. La revuelta cantonal se extendió por Andalucía y
Levante, aunque también llegó algunas ciudades de Castilla. Cartagena
Málaga, Alicante, Castellón, Sevilla, Granada, Salamanca, etc. Pi i Margall
que no quiere utilizar ejército para sofocar rebelión, termina por dimitir.
Le sucede Salmerón como nuevo Presidente, quien encarga a los
generales Martinez Campos y Pavía sofocar la insurrección, como así
sucedió. Sin embargo, Salmerón termina por dimitir a negarse a firmar
dos penas de muerte por consejos de Guerra.
Le sucede Castelar como nuevo Presidente, que ante el caos de los
primeros meses de la República, se vuelve republicano unitario. Quiere un
gobierno conservador que prime el orden público. Para ello suspende las
garantías constitucionales con frecuencia. Su programa de gobierno
consistía en preservar la unidad de la Nación, recuperar la disciplina
militar, acabar con los frentes bélicos abiertos (Guerra Carlista, Guerra
Cuba, Guerra cantones que quedaban), y reactivar la economía. Castelar
quiso obtener el coto de confianza de la Cámara para desarrollar sus
políticas, aun sabiendo que saldría derrotado. En el mismo pleno, el
general Pavía entra en el Parlamento con un destacamento militar y
disuelve las Cortes.
Pavía no quiso asumir la presidencia de la República y dejar el gobierno a
una coalición de partidos, pero las fuerzas políticas se negaron. Serrano
asume la Presidente. Estableció un gobierno de orden con el Partido
Constitucional de Sagasta y el Partido Radical de Ruiz Zorrilla. Suspende
las garantías constitucionales, disuelve la Internacional e ilegaliza los
partidos republicanos federales junto con sus periódicos.
Serrano intentó consolidar una república sin republicanos, gobernada por
partidos monárquicos y con una Constitución monárquica de 1869 (la de
1873 no se proclamó). Era el fin de la República. Tampoco contaba con el
apoyo de los alfonsinos de Cánovas.
Mientras tanto, Alfonso XIII, exiliado en Gran Bretaña, llega a la mayoría
de edad. Con la ayuda de Cánovas, redacta un manifiesto político para
España, que constituía un programa de gobierno con una monarquía
liberal que garantizara el orden legal y la libertad política. Ante la
oposición de Cánovas, en diciembre de 1874 se produce el
pronunciamiento del general Martinez Campos en Sagunto y proclama a
Alfonso XIII rey de España. El ejército no reacciona. Dos días después,
Cánovas presidía un Ministerio-regencia en nombre de Alfonso XIII.
1875-1902
RESTAURACIÓN

EL SISTEMA POLÍTICO DE LA RESTAURACIÓN


Tras los pronunciamientos e insurrecciones de sexenio democrático
existía en los españoles un ansia de paz, estabilidad y tranquilidad.
El nuevo sistema de Canovas (con la complicidad de Sagasta), se basaba
en un sistema de Monarquía Constitucional bipartidista a modo del
británico, donde el Partido Conservador y el Partido Liberal se turnarían
en el gobierno.
 La Constitución de 1876 y la institucionalización del sistema
político
A comienzos prioriza el mantenimiento orden público, de ahí que
mantuviera la limitación de la libertad de expresión, de reunión y de
asociación. Dispuesto a formar un gran partido conservador, aceptó
algunas de las demandas de los más conservadores. Así, restablece el
Concordato de 1851, que suponía la recuperación de los bienes
desamortizados desde 1868, la derogación del matrimonio civil, el pago
de los gastos de culto y clero, y la prohibición toda enseñanza contraria al
dogma católico. Sin embargo, la presión para el restablecimiento de la
Constitución 1845 no la admitió.
Un nuevo sistema necesitaba una nueva Constitución. El Proyecto fue
elaborado por una comisión de viejos parlamentarios alfonsinos,
moderados y centralistas (una escisión del Partido Constitucional
liderados por Alonso Martinez), agrupados todos bajo el nombre ya de
Partido Liberal-conservador. El principal escollo fue la religión. Los
moderados exigían que fuera confesional católica, pero terminaron por
abandonar la comisión constitucional, ya que se adoptó una solución
intermedia: libertad de culto no pública.
Cánovas, partidario del sufragio censitario, para legitimar su sistema
quiso aprobar la nueva Constitución en unas Cortes elegidas por sufragio
universal, para asegurarse también el compromiso con la izquierda
radical. De esta manera, se ganó el apoyo del Partido Constitucional de
Sagasta.
No obstante, se organizan las elecciones de enero de 1876 con Francisco
Romero como muñidor. Se cursaron órdenes a los gobernadores civiles
para estorbar las candidaturas carlista y republicana. Por el contrario
mantuvo una negociación con la del Partido Constitucional de Sagasta.
Los resultados fueron 333 diputados para el Partido Liberal Conservador
(Cánovas), 40 para el Partido Constitucional (Sagasta) y 12 para el Partido
Moderado.
En julio Cortes aprueban la Constitución de 1876. Con un texto breve
parecía más una modificación de la moderada de 1845 conforme a la
revolución del 68. La soberanía recaía en el Rey y las Cortes. En cuanto a
los poderes, el legislativo recaía principalmente en las Cortes y el Rey las
sancionaba. El ejecutivo recaía en el Rey pero con el refrendo de los
ministros. El Rey disponía de libertad para disolver y convocar Cortes, y
para nombrar y cesar gobiernos, para lo cual necesitaba la confianza del
Parlamento. El parlamento era bicameral, y aunque los primeros años se
eligieron por sufragio restringido y censitario, a partir de 1890 fue
universal, más poca importancia tenía esto dado el fraude continuo que
se efectuaba. Se reconocían una amplia gama de derechos individuales
que se remitían a una legislación posterior, lo mismo que la organización
de la administración local y el sistema electoral.
Así pues, una Constitución breve, flexible para el desarrollo posterior de
leyes, y compatible adaptada para un sistema bipartidista, donde la
Corona tenía amplias atribuciones pero que juraba lealtad a la
Constitución de donde emanaba su poder.
1876 coincidió con la última ofensiva carlista. Los Carlitas se fueron
replegando hasta que Estella fue conquistada. Cánovas aprovechó para
proceder a la derogación de los fueros, aunque otorgaba parte de
autonomía fiscal mediante un Concierto (cupo vasco), donde las DD.PP
cobraban sus impuestos. A cambio los vascos contribuían al servicio
militar y renunciaban definitivamente a recurrir a la insurrección militar.
Desde 1880, el carlismo encontró un competidor en el seno del
catolicismo a través de la Unión Católica, partido que pretendía unir a
todos los católicos y aceptar las reglas del juego.
Durante estos años, se produjo un florecimiento de iglesia, que recuperó
la influencia moral y capacidad de control social. Aprovechando la poca
dotación presupuestaria para educación, las órdenes religiosas
dominaban la enseñanza primaria, secundaria y parte universitaria
(Universidad Deusto). La iglesia fue el Caballo de Troya antiliberal.
En cuanto a la izquierda republicana, sus fuerzas se encontraban divididas
en 4 partidos en torno a Salmeron, Pi i Margall, Ruiz Zorrilla y Castelar,
pero una vez abandonaron las insurrecciones optaron por participar en
instituciones. Se fueron integrando en el Partido Liberal de Sagasta.
La Guerra de Cuba fue otro de los problemas que todavía estaría vivo
hasta final de siglo. Tras Paz de Zanjón, se decretó la legalización de los
partidos políticos en Cuba y hubo cierta autonomía a través de las
convocatorias de las elecciones locales, medidas que no contentaron a los
criollos que seguían optando por el independentismo. Por otra parte, la
venta de azúcar a EE.UU, hizo que se produjera una preocupante
dependencia económica de EE.UU.
Aprobada la Constitución y liquidadas las guerras, Cánovas imprimió un
marcado sesgo conservador al sistema político, separándose de la línea
democrática del sexenio democrático. Se produjo la supresión de juicios
con jurado, se instauró el sufragio censitario, y la promulgación de la Ley
de Bases de la Administración Local en 1876, posibilitó el nombramiento
por parte del gobierno central a los alcaldes de las capitales, cabezas de
partido y de los municipios de más 30.000 habitantes. Además, los
gobernadores civiles podían cesar a los alcaldes.
Habían pasado desde el primer gobierno del Partido Conservador 6 años
(1874-1881). En esto, creció la inquietud de Sagasta por no llegarle el
turno de gobierno. Sagasta se coaliga con los republicanos de Castelar
para las elecciones de 1979. Cánovas vuelve a ganar pero, para evitar la
ruptura total, nombra a Martinez Campos como Presidente. A los pocos
meses, Cánovas hace caer a Martinez Campos. Martinez Campos se pasa
al Partido Constitucional de Sagasta. El Partido Constitucional gana
adeptos moderados, haciéndose llamar Partido Liberal-Fusionista.
Reforzadas sus huestes, Sagasta se lanza al asalto del poder. En 1881,
apela al Rey y amenaza con retraimiento. Ante el peligro de que El Partido
Liberal se opusiera al sistema y abriera la ventana a la insurrecció, Alfonso
XII cesa a Cánovas, nombra a Sagasta y entrega decreto de convocatoria
de elecciones.
 El turno de partidos: prerrogativa regia, encasillado y caciquismo
Con el nombramiento de Sagasta, se produjo la primera alternancia entre
el Partido Liberal y el Partido Conservador. Al llamar a Sagasta y ofrecerle
el decreto de disolución de las Cortes, Alfonso XII utilizaba la prerrogativa
regia, es decir la atribución que le otorgaba la Constitución para designar
gobiernos y otorgarles decreto de disolución. No figuraba en el texto de la
Constitución, pero la doctrina constitucional restauracionista le otorgaba
el poder armónico o moderador. Cánovas y Sagasta aceptaban ese
mecanismo de arbitraje para garantizar la estabilidad y evitar las
insurrecciones.
La experiencia negativa de excluir al contrario y evitar los desencuentros,
encontró una solución con la prerrogativa regia. Ese era el principal papel
del Rey: el de modelador. Si el partido dinástico de la oposición pedía el
turno de gobierno, o si el partido gobernante perdía el respaldo de las
Cortes, el Rey consultaba con los presidentes de las cámaras y jefes de los
partidos para valorar la situación. Una vez valorada, el Rey evaluaba si el
mismo presidente del Consejo de Ministros debía continuar en el poder,
si su sucesor debía surgir de la misma mayoría parlamentaria o si, por el
contrario, convenía llamar al líder del partido dinástico de la oposición y
entregarle el decreto de disolución de las Cortes.
Con el tiempo, se institucionalizaron unas normas del turno de partidos:
el decreto de disolución no podía darse dos veces seguidas al mismo
partido para favorecer la alternancia; también, el nuevo gobierno debía
aceptar la traza general del anterior gobierno aun siendo contrarias a sus
convicciones; y el partido de la oposición no debía obstruir al gobierno en
su política.
El decreto de disolución permitía al gobierno convocar nuevas elecciones.
La convocatoria electoral precedida de las negociaciones
correspondientes para evitar el desplazamiento político del partido de
oposición, como había ocurrido en los tiempos de Isabel II y Amadeo I. El
fruto de la negociación era una lista de candidatos oficiales, que incluía
representantes del partido de Gobierno y de la oposición, lo cual recibía
el nombre de “encasillado”. Cada distrito electoral era una casilla para
encasillar a los candidatos a diputados. Tras ello, y como venía siendo
costumbre desde la década moderada, el gobernador civil gestionaba con
todos los recursos a su alcance el triunfo de la lista oficial. El gobernador
tenía el control de las diputaciones, podía destituir a los alcaldes
problemáticos, enviar las fuerzas de orden público para controlar
votaciones, concedía favores, etc…
Las negociaciones para el encasillado funcionaban de la siguiente manera:
Los Gobiernos pactaban los candidatos a diputados con sus partidos, que
eran aún coaliciones de notables, que aportaban sus redes clientelares al
tronco común y que no tenían ningún tipo de dirección. El clientelismo
político fue un fenómeno habitual en aquellos países donde los
regímenes representativos convivían con sociedades poco desarrolladas.
Las clientelas eran redes jerárquicas de notables que utilizaban los
recursos de la administración, para realizar favores (influencia tribunales,
exención impuestos o servicio militar, ayuda económica, etc). La cantidad
de recursos dependía del grado de poder que adquiriera una facción:
cantidad de ministerios o altos cargos que controlaba, del número de
diputados que tenía…
Por otra parte, los principales notables del partido de la oposición debían
ocupar un puesto en la lista oficial que les garantizase salir diputados.
Incluso también se extendió a otros partidos como republicanos y
carlistas, como Castelar.
El encasillado era la consecuencia de las negociaciones entre el gobierno
y los caciques, que eran los notables con una influencia importante en su
territorio. Estos a su vez, actuaban de intermediarios para poder acceder
a los recursos de la administración, incluidos también la represión con las
fuerzas de orden público. No obstante, como la lista era diseñada por el
Gobierno que asignaba un candidato a diputado, para evitar el conflicto,
el cacique debía aceptar de buen grado el candidato de lista oficial del
gobierno, posteriormente, el diputado devolvería los favores.
Con el tiempo, los distritos mostrencos, aquellos en los que el gobierno
no tenía problema para encasillar incluso a candidatos cuneros,
disminuyeron, ya que poco a poco, las organizaciones locales exigían
poder elegir al diputado, lo cual no pocas veces dificultaba el encasillado.
El efecto del encasillado es obvio: el gobierno que convocaba las
elecciones nunca las perdió entre 1876-1923, y siempre la suma de los
diputados de los partidos dinásticos alcanzaban el 80% del Congreso.
No obstante podía haber competencia. En ocasiones, se presentaban
listas no oficiales. En estos casos, el aparato del Estado se ponía a favor
del candidato oficial y en contra del no oficial con todos los medios a su
alcance, como la alteración del censo, el cierre de urnas antes de
terminar la votación, la sustitución urnas (pucherazo), el envío de
partidas de matones, etc…
La organización de los distritos también estaba concebida para el control
gubernamental de las elecciones. La mayoría de distritos eran
uninominales. En las grandes ciudades, donde el republicanismo cada vez
se hacía más fuerte, había listas plurinominales, pero el censo se
mezclaba con municipios rurales circundantes.
No obstante, las negociaciones no garantizaba el apoyo total de las Cortes
durante todo el mandato. Hubo numerosas crisis de confianza al gobierno
del parlamento. Durante el reinado de Alfonso XII (1902-1931) se
sucedieron 30 gobiernos. 18 cesaron por falta de apoyo en el parlamento.
Las razones fueron varias: la escasa cohesión de los partidos, la falta de
disciplina de voto y de ideas, la alta fiscalización y control a los gobiernos
desde el Parlamento, donde incluso los partidos minoritarios tenían
igualdad para el control y fiscalización, es decir, mismo tiempo oral o
derecho a tener representación en todas las comisiones. Estos factores
arrojaban una falta de agilidad para legislar, ya que las decisiones se
trataban de consensuar con los líderes de los partidos.
 La década liberal
El Partido Liberal de Sagasta gobierna 1881 tras el cese de Cánovas.
Sagasta trató de reforzar sus lazos con los nuevos socios exconservadores
de su partido, dando a su gobierno un sesgo templado, apartando de la
primera línea a los notables de su partido. Por ello, Sagasta no recupera el
espíritu del sexenio revolucionario, pero adoptó una política liberal
respecto a las libertades de reunión, imprenta y asociación, con la
eliminación del fiscal de imprenta o la autorización de libertad a las
asociaciones obreras para realizar sus congresos. Eso sí, mantuvo la mano
dura contra las movilizaciones anarquistas de la Mano Negra.
Esta política, produjo una división del Partido Liberal, cuyos críticos
reclamaban un giro a la izquierda. Sagasta, que no veía todavía el turno
de los conservadores, y cuyo liderazgo estaba ya cuestionado por los
suyos, pide al rey que de un turno de Gobierno a la Izquierda Dinástica,
que a pesar de abrazar la Constitución de 1869 había aceptado la
monarquía de Alfonso XII. El Rey accede y nombra a Posada como
Presidente. Era octubre de 1883. Pocos meses más tarde, Sagasta tumba
a Posada para demostrar su liderazgo en el Partido Liberal. En 1884,
agotada la mayoría de los liberales en el parlamento, devino el turno de
los conservadores, con Cánovas de nuevo en la Presidencia.
Pero en noviembre de 1885 se produce la pronta muerte de Alfonso XII.
Se produce la regencia de Maria Cristina, que se encontraba embarazada
de Alfonso. Fue una prueba dura del sistema, pero Cánovas y Sagasta ya
habían acordado el cambio de turno para consolidar el sistema de la
Restauración. Sagasta de nuevo es Presidente.
Llamado el parlamento largo de Sagasta (1885-1890), el Partido Liberal de
Sagasta había firmado y aceptado parte del legado del sexenio para
preservar la unidad de su partido, la Ley de Garantías, que se trataba de
un acuerdo de programa de gobierno entre los liberales de izquierda,
cuyas principales puntos era el establecimiento de los juicios con jurado,
el sufragio universal y la reforma constitucional. A cambio, la izquierda
del Partido Liberal aceptaba la Constitución de 1876. Se conseguía así, la
integración en la monarquía constitucional y en el sistema de la izquierda
liberal (herederos de radicales y demócratas). La segunda lectura viene
dada en el sentido de que a la vez que se asumían todos los principios del
sistema, como la soberanía del Rey y las Cortes, y no en la nación, y la
complicidad también en el sistema electoral, con lo cual se vio pérdida
una gran oportunidad de establecer una verdadera Restauración
democrática.
El Gobierno de Sagasta cumplió en general con el acuerdo de la Ley de
Garantías. En 1887 aprobó la Ley de Asociaciones y Ley sobre el
Contencioso administrativo. En 1888 la Ley de Juicios con Jurado y el
Código Civil. También la estableció el sufragio universal masculino, sin
embargo, los partidos políticos tanto liberales como conservadores
pensaban que la política debía estar reservada a unas élites capacitadas
por su formación, y desconfiaban de las virtudes de una ciudadanía rural
con una tasa de analfabetismo que en 1890 aún rondaba el 67%.
Si bien es cierto que con la Restauración finalizaron los pronunciamientos
militares y el ejército abandonó el primer plano de la política, también lo
es que conservó un amplio grado de autonomía frente al poder civil.

OTRAS FORMAS DE PARTICIPACIÓN POLÍTICA: PRODUCTORES,


OBREROS Y NACIONALISTAS
Durante la restauración, al margen de la intensa actividad parlamentaria,
diversos grupos con proyección social trataban de influir por otras vías en
el proceso de toma de decisiones políticas.

 La movilización de los productores y el viraje proteccionista


Entre 1850 y 1883, la economía española tuvo un ciclo claramente
expansivo, de manera que en tres décadas se dobló con creces el PIB. Sin
embargo, a partir de 1883 comenzó a decrecer. Una de las causas fue la
caída de los precios agrícolas. La mejora de los transportes y
comunicaciones favorecen la globalización de los mercados. El coste de
producción era más bajo en América o Asia que en Europa, lo que las
importaciones desde esos países producen una bajada de precios
agrícolas en torno al 20 % en España. Al mismo tiempo, aumentan las
importaciones y se produce el cierre de muchas explotaciones. Esto forzó
a la emigración a América. Casi 1 millón de campesinos se fueron entre
1882-1900. Como el 66% de la población activa trabajaba en la
agricultura, esto afecta a la economía en general y al consumo. Los
salarios bajan y también la capacidad adquisitiva para comprar productos
industriales. Así, la industria textil también cayó en crisis.
La crisis alentó las movilizaciones de los agricultores contra el aumento
importaciones y a favor de poner aranceles, que fueron siendo eliminados
por acuerdos comerciales bilaterales.
Estas protestas activaron el asociacionismo agrario. En 1881 se creó la
Asociación General de Agricultores. Los años siguientes se produjeron
congresos agrícolas, mítines, manifestaciones, que desembocaron en la
creación en 1887 de la Liga Agraria, para la defensa y demanda de
medidas proteccionistas. Las protestas y críticas fueron dirigidas contra la
clase política, a la que consideraba un grupo cerrado que no se
preocupaba de los problemas reales.
Las protestas llegaron al parlamento, donde se constituyó una comisión
para analizar la situación que contó con la presencia de muchos
agricultores, y a través de diputados defensores de sus territorios. Se
produjo un debate que terminó en el Partido Liberal en un
enfrentamiento entre proteccionistas y librecambistas durante el
Gobierno Largo de Sagasta.
Sin embargo, fue Cánovas, tras el gobierno largo de Sagasta, quien
emprendió en 1890 un viraje proteccionista de su política económica, con
el establecimiento de aranceles a los productos agrícolas, ganaderos e
industriales.
No sólo los agricultores, sino también los productores industriales sobre
todo de industria Textil Catalana quien se movilizó e inició una campaña
de protestas contra el gobierno, redactado el llamado Memorial de
Greuges, que se trataba de una memoria para defender los intereses
morales y materiales de Cataluña, considerado después como el primer
texto político del catalanismo, y que fue dirigido a Alfonso XII.
También los productores asturianos de carbón hicieron campaña a favor
del proteccionismo. La siderurgia vizcaína compraba carbón a Inglaterra
por ser de más calidad y más barato, con lo que bajó el consumo de
carbón asturiano. Por ende, la siderúrgica vasca, tras haber pasado un
etapa de gran desarrollo, sufrió la pérdida de competitividad exterior por
el cambio del sistema de producción, por lo que también reclamó
medidas proteccionistas para poder vender su producción en España.
Las protestas y movilizaciones de productores, demostraron ser eficaces,
hasta el punto de que el sistema no había sido inmune al problema. Las
medidas que se tomaron fueron al principio beneficiosas puesto que los
precios se recuperaron.
Sin embargo, a la larga, las consecuencias del proteccionismo fueron
negativas. Produjo un crecimiento económico más lento, y la falta de
incentivos para la modernización, puesto que las empresas estaban
protegidas por el Estado a nivel de política económica, terminó con una
extraordinaria pérdida de competitividad.
 El movimiento obrero y la cuestión social
El asociacionismo obrero moderno dio sus primeros pasos en el Sexenio
Democrático, tras la fundación de la Sección española de la Internacional
y la Federación de Trabajadores de la Región Española.
En la Internacional, se produjo una división de corrientes: la Anarquista,
que era predominante, y la socialista. Durante los primeros gobiernos
conservadores de la restauración, las organizaciones sobreras fueron
ilegalizadas y tuvieron que moverse en la clandestinidad. En el primer
Gobierno de Sagasta, se realizó una interpretación abierta de la
legislación, que permitió salir de la clandestinidad, aunque se sofocó
cualquier revuelta que surgía con mano dura.
La corriente socialista arraiga en Madrid. En 1871 se crea la Asociación
General del Arte de Imprimir de Pablo Iglesias. Que en 1879 fundaron el
PSOE. Sin industria en Madrid, se nutre de artesanos, oficios y
profesionales liberales. En 1888 se celebra el primer Congreso. Ese mismo
año se funda en Barcelona la UGT.
El programa político de 1880 proclamó la división de la sociedad en dos
clases: la burguesía o clase predominante, y el proletariado, esclavo en
todas sus formas. Abogó entonces para acabar con esta situación por la
posesión del poder político de las clases trabajadora y la transformación
de la propiedad individual en propiedad común, hito que permitiría la
abolición de las clases. Sin embargo, en la práctica rehuyeron la actividad
insurreccional y adoptaron una actividad centrada en mejorar y
reivindicar las condiciones de los trabajadores, a través de la presión a
empresas, y también a través de la política, con nuevas formas de
reivindicar como la huelga, la manifestación o el mitin. El PSOE hizo gala
al principio de antipoliticismo, trabajando por la expansión del
asociacionismo obrero y la difusión de la conciencia de clase, pero desde
la aprobación en gobierno largo de Sagasta del sufragio universal, se
presentan a las elecciones. Hasta 1910 Pablo Iglesias no alcanza
parlamento.
Los anarquistas dieron sus primeros pasos con el gobierno largo de
Sagasta, con la Formación Federación Trabajadores Región Española
alumbrada por la Ley de Asociaciones. Tuvo mucha implantación en
Cataluña pero sobretodo en Andalucía, donde abogaba por la revolución
social y el reparto de tierras. Entabló una lucha radical general contra los
propietarios, los patronos y Estado que les amparaba, por lo que su fin
último era la abolición del Estado, por eso, aparte de tener “fobia
organizativa”, nunca formaron un partido político ni se presentaron a las
elecciones. Su estrategia no se limitó a defender o reivindicar cuestiones
puntuales, sino que buscaban la paralización total de las actividades de un
lugar, por lo que tuvo mucha fuerza en las huelgas generales.
La relación con el Estado se producía sobre un escenario de acción-
reacción, donde las acciones del Gobierno eran contestadas con dureza e
incluso violencia y asesinato por los anarquistas. La toma de Jerez de la
Frontera por 500 anarquistas terminó con la condena y ejecución de 4
anarquistas. A partir de entonces, se desató una oleada de violencia
indiscriminada de atentados, donde La Mano Negra sembró el terror en el
Liceo de Barcelona y en la Procesión del Corpus.
En 1887, el gobierno de Cánovas comenzó una campaña contra todo el
entorno anarquista. Los acusados fueron perseguidos hasta el proceso de
Montjuit, donde se condenó a muerte a 5 detenidos, 20 condenas de
prisión y 60 destierros. La reacción no se hizo esperar, con el asesinato de
Cánovas en 1887.
En las últimas décadas del siglo XX, proliferaron los políticos y publicistas
laicos y católicos, conservadores y liberales que mostraron su
preocupación por cuestión social. Las organizaciones obreras hicieron
visibles las condiciones miserables de vida de los trabajadores, y se tuvo
miedo de que todo pudiera terminar en un conflicto social o incluso que
estallara una revolución, a menos que todo aquello cambiara. Miedo que
se extendió por todos los gobiernos europeos, teniendo que tomar
medidas para mejorar esas condiciones de vida y de trabajo. Así lo hizo en
1880 Bismark en Alemania con su socialismo de Estado. En España, en
1883, durante el gobierno largo de Sagasta, se creó Comisión Reformas
Sociales, que debe su origen a los krausistas de la Institución Libre de
Enseñanza, que abogaba por la intervención de los poderes públicos para
limitar los excesos del individualismo. También los conservadores, tras la
encíclica Rerum Novarum, que en 1891, estableció la doctrina social de la
iglesia.
El trabajo de la Comisión no llegó a cuajar en la práctica, y no fue hasta
1900 con la Ley de Accidentes Trabajo de Fco. Silvela, cuando se inició el
camino de la legislación social. Esta ley suponía la eliminación de los
principios individualistas del derecho romano, por el que una persona era
responsable de los daños a otra persona si se hallare culpa. A partir de la
ley, la responsabilidad era de la empresa aunque no tuviera ninguna
culpa. Otra cuestión fue la eliminación del principio liberal de no
intervención en los asuntos privados entre patronos y obreros, que hasta
la fecha era una cuestión reservada a la iniciativa privada.
 Los nacionalismos emergentes
El resurgimiento de la literatura y de las lenguas regionales, provocó la
recuperación de las viejas costumbres autóctonas. De esta pasión por la
historia local, le sucedió el estudio de las instituciones perdidas de cada
región.
A la vez, se producían las reuniones de profesionales liberales de diversa
ideología, que compartían el interés por la recuperación los bienes
culturales regionales. Estas reuniones se convierten en sociedades y
certámenes para renegar del Estado Central y realzar las instituciones
históricas. A la vez, se suma el apoyo de intelectuales que escriben de
historia, arte o derecho. No faltan tampoco las aportaciones simbólicas
inventadas o reinventadas (himnos, banderas… ), que contribuyen a la
construcción de la identidad regional, caso de Cataluña, País Vasco o
Galicia. Los principios de estos movimientos regionalistas no se
percibieron como incompatibles con la permanencia a la nación española,
pero luego se convirtieron en movimientos políticos nacionalistas.
Nacionalismo catalán:
En 1979 un republicano federalista fundó el Diari Catalá, escrito en lengua
catalana. Su fundador abogaba por una completa descentralización del
Estado español, y presentaba una imagen de Cataluña como víctima de
un modelo centralizado importado de Francia, ajeno a la tradición
española.
Pero también los tradicionalistas católicos y los conservadores liberales
apoyaban la autonomía catalana. El sector empresarial impulsó el
Memorial de Greuge, que dirigido a Alfonso XII, abogaba por dotar una
mayor autonomía a las regiones españolas, que pedía la cooficialidad del
catalán o la protección de la industria catalana mediante un arancel
proteccionista.
A partir de 1880 proliferación las asociaciones catalanistas como Unió
Catalanista, que redactó las Bases de Manresa, un Proyecto de
Constitución Catalana, pero consideandola siempre dentro del Estado.
La importancia que estaba cogiendo la representación política en el
Parlamento español, hizo que varios gobiernos, como el de Fco. Silvela,
incorporaran catalanistas al Consejo de Ministros.
En 1901, se fundó la Lliga Regionalista de Catalunya, partido conservador
de Prat de la Riba y Francesc Cambó, que obtuvo una representación en
el parlamento español tan significativa hasta el punto de poder
condicionar las decisiones e incluso la formación de gobiernos.
- Nacionalismo Vasco:
En 1890 Sabino Arana sentó las bases teóricas del nacionalismo vasco. En
1895 fundó el PNV, partido que habría de defender los postulados y
diseñó parte de su repertorio simbólico: desde el nombre de la patria, la
ikurriña o el lema “”Dios y leyes antiguas” que concibió desde el “Dios y
fueros” carlista.
A diferencia de los catalanes, desde el primer momento fue un
movimiento independentista desde, que consideraba la relación con
España como de sometimiento.
Inspirado en los planteamientos de Arthur Gobineau sobre decadencia
mestizaje, defendía la superioridad de la raza vasca frente al mestizaje de
la española. Tal es el caso, que renegó de los matrimonios entre vascos y
españoles o inmigrantes.
Estaba basado en el ideario reaccionario, tradicionalista y católico, que
alentó el carlismo, en el sentido de posicionarse en contra del liberalismo,
de la modernización e incluso de la vasco-industrialización siderúrgica,
como según él, contaminaba el paisaje vasco.
 A finales de siglo, el nacionalismo vasco tuvo que moderarse. Primero
porque se incorporó a las instituciones nacionales (Sabino Arana fue
parlamentario en 1898), y segundo, porque para ganar adeptos sumó a
sus filas a un sector del fuerismo, que no cuestionaba la integración en
España.
Nacionalismo gallego:
A lo largo del siglo XIX, Galicia tuvo un pujante regionalismo que tuvo su
primera manifestación en el provincialismo, movimiento de protestaba
contra la división del viejo reino de Galicia en provincias llevada a cabo en
1833 por Javier de Burgos.
En 1886 se redactó el Proyecto de Constitución para Estado Galáico, por
parte de la asamblea federal gallega del Partido Democrático Federal.
En 1889 se fundó la Asociación Regionalista Gallega, que con su periódico
Patria Gallega y con sus activistas más notables, Brañas y Murguía, dieron
un nuevo impulso al regionalismo gallego. En 1992 Brañas publicó las
Bases Generales del Regionalismo y su aplicación a Galicia. A su vez,
Murguía deriva hacia un nacionalismo basado en factores étnicos y
culturales, como la raza o idioma, que asentaba la especificidad gallega en
el celtismo formado por las tribus celtas de condición superior.

EL DESASTRE DEL 98 Y SUS CONSECUENCIAS


 Las Guerras coloniales: 1895-1898
Tras la anterior guerra de Cuba que duró 10 años, desde 1868 hasta 1878,
en 1895 volvió a estallar la insurrección. Tras Paz de Zanjón de 1878, se
decretó la legalización de los partidos políticos en Cuba y hubo cierta
autonomía a través de las convocatorias de las elecciones locales,
medidas que no contentaron a los criollos que seguían optando por el
independentismo. Por otra parte, la venta de azúcar a EE.UU, hizo que se
produjera una preocupante dependencia económica de EE.UU.
También tras la Paz de Zanjón, los líderes cubanos se exilian a EE.UU,
hasta que en 1895 de nuevo estalla la insurrección, con el desembarco de
las tropas de Martí, que muere en una emboscada. La nueva guerra fue
llamada guerra de tierra quemada, por la nueva táctica de las guerrillas
de quemarlo todo. En este caso, los rebeldes tuvieron el apoyo de EE.UU.
Cánovas envía más tropas a contener la insurrección y nombra a Martinez
Campos capitán general Cuba, que ya había firmado la Paz de Zanjón. El
general busca acuerdos con los rebeldes pero esta vez ese camino no fue
posible. Martinez Campos es sustituido por el General Valeriano Weyler,
cuya táctica militar consistió en encerrar en campos de concentración civil
vigilados, a los habitantes de la isla para evitar el apoyo a los rebeldes.
Este hecho alentó las protestas de la opinión pública de EE.UU por la
brutalidad del general español.
A su vez, en 1896 se produce también una insurrección en Filipinas, que
es también tras los refuerzos enviados desde España, fue sofocada y se
firmó un acuerdo con los rebeldes.
Al tiempo que esto ocurría, en 1896 EE.UU lanza una oferta de compra de
Cuba a España, que el gobierno español rechaza.
Cánovas, con la presión de los EE.UU y de los frentes de los guerrilleros,
decreta la autonomía Cuba y Puerto Rico, con intención de suavizar la
situación.
Tras la llegada al poder de Sagasta después del asesinato de Cánovas en
1897, el nuevo Presidente destituye a Weyler, como gesto hacia EE.UU,
que criticaba y protestaba por las prácticas del general. Sin embargo, los
independentistas rebeldes siguen luchando y la presión EE.UU continúa.
→ Guerra a favor de España
En febrero de 1898, cuando la guerra se ponía a favor de España, se
producía la explosión del Maine, en la que 264 soldados EE.UU murieron
y EE.UU culpó a España. El ultimátum EE.UU no se hizo esperar. Con unas
condiciones inaceptables, España lo rechaza. EE.UU declara guerra
España. Los acorazados de la armada Estadounidense destruyen a la flota
española en Cuba y en Filipinas. España tiene que formar el Tratado de
París, donde EE.UU se queda con Filipinas, Puerto Rico y la isla de Guam, y
Cuba es declarada independiente bajo control EE.UU.
Un año después de la derrota, en 1899, Alemania compra a España sus
últimas colonias en las Carolinas, Marianas y Palaos, lo que supone el fin
definitivo del imperio colonial español.
 Regeneración
La guerra colonial no despertó apenas oposición en la opinión pública
española. Todos los políticos apoyaban guerra, y se sucedían las
manifestaciones de apoyo a los soldados que partían hacia la guerra,
incluida una demencial campaña patriótica de la prensa. El único
pensamiento era en la victoria, y tras la derrota, se apoderó del país un
sentimiento moral de abatimiento, que desembocó en una crisis nacional
sin precedentes por la angustia y el dolor de la derrota.
Coincidió este abatimiento con la crisis a partir de 1890 del espíritu
positivista de Occidente, en el sentido de la pérdida de fe en el progreso
tras un siglo XIX floreciente de progreso.
Ya en 1892, Lucas Mallada escribió “Los males de la patria”, un estudio de
la decadencia española en tono de angustia y dolor. Los intelectuales
coincidían que la decadencia era exclusivamente responsabilidad de los
políticos, que concebían la política y la criticaban por ser la suma de
oligarquía y caciquismo, como decía Costa. Según ellos, la política vivía al
margen de la España real. El Parlamento era el espacio de los oligarcas
donde hacían acuerdos entre si, en su propio interés. Francisco Silvela
acuñó la frase “un país sin pulso”.
Los regeneracionistas coincidían en la conveniencia de que una mano de
hierro o de un cirujano, cómo decía Costa, regenerara la política.
Coincidían también en que la reconstrucción nacional había que hacerse
desde el Estado. Era necesario impulsar una reforma de la política y de las
administraciones del Estado, un nuevo desarrollo económico para
modernizar la industria, mejorar las condiciones de vida de las clases
populares, erradicar la miseria, proceder a la alfabetización de los
ciudadanos e impregnar al país de cultura y conocimiento.
La coincidencia era total por parte de toda la sociedad. Tanto de los
productores, de obreros, de intelectuales y de políticos tanto dinásticos
como republicanos.
 El gobierno regeneracionista de Francisco Silvela
Tras la muerte de Cánovas, Fco. Silvela se convirtió en el líder del Partido
Conservador y en 1899 presidente Gobierno. Su objetivo era el de
proceder a la reconstrucción de los organismos de la vida nacional y
regenerar moralmente la acción de Gobierno, a través de un nuevo
conservadurismo, redactó un programa de gobierno, acorde con los
objetivos que toda la sociedad deseaba.
Comenzó medidas en los ministerios, dividiendo en dos el Ministerio de
Fomento y creando el Ministerio de Instrucción Pública y el de
Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas. Paralelamente a esto
trató de reactivar la economía a través de fuertes inversiones del Estado
sobre todo en la construcción infraestructuras.
Se ocupó también de las relaciones sociales y de mejorar las condiciones
de los trabajadores, así Eduardo Dato llevó a cabo la Ley de Accidentes de
Trabajo.
Procuró también un acercamiento de los regionalistas catalanes, a través
de un concierto económico (como el vasco) y de incorporar ministros
catalanes en su gobierno.
La pérdida de las colonias tuvo diversas consecuencias positivas para la
economía nacional. La repatriación a la metrópoli y el retorno de
capitales y empresas a España, produjo una activación económica
conocida como el auge finisecular. Las grandes empresas modernas que
giraban en torno al ferrocarril y a la minería, se extendieron a otros
sectores industriales, como el químico, eléctrico, alimentario, papelero,
cementero…. Fueron estos años de nacimiento gran banca.
Gran protagonismo tuvo el Ministerio Hacienda de Villaverde. Su primer
objetivo fue liquidar la deuda contraída durante las guerras coloniales,
cuyo sostenimiento se hizo a través créditos, y que dejó en una situación
desastrosa a las finanzas públicas. Sólo los gastos por intereses ascendían
a un 43% presupuesto nacional. El país se en contra en riesgo de
insolvencia y la desconfianza internacional era cada vez más preocupante.
Villaverde llevó a cabo un programa de control del déficit presupuestario
a través de la disminución de gastos, y un programa de reformas fiscales,
para reforzar los ingresos. Esto último solivianta a las organizaciones
patronales, cuyas protestas arrecian a través de asambleas organizadas
por las Cámaras de Comercio de industriales, agricultores y empresarios.
Este hecho hizo que surgiera la Liga Nacional Productores. Sin embargo, la
gestión de Villaverde consiguió en poco tiempo un superhábit en las
cuentas del Estado, minorar la deuda y sanear la hacienda pública.
Dentro de la política económica, Villaverde se opuso al concierto catalán,
nada positiva para la economía nacional, lo que hizo que los ministros
catalanes dimitieran de su cargo. Esto cataliza el movimiento catalanista,
que ya se había puesto en alza, y se funda la Lliga Regionalista Catalana,
partido político surgido por la desconfianza que los catalanistas tenían
con partidos dinásticos.
1902-1931
EL REINADO DE ALFONSO XIII

El sistema de partidos de la Restauración resolvió uno de los


principales lastres del discurrir político español durante todo el siglo
XIX: la incapacidad de los partidos de la monarquía constitucional para
convivir de forma pacífica y estable bajo un mismo sistema político.
Los artífices de de la restauración entendían la política como un
asunto a dirimir entre élites.
El sistema fue capaz de superar la crisis abierta por la pérdida de las
colonias, pero no entró con buen pie en el siglo XX. El faccionalismo se
acentuó en los partidos dinásticos, que atravesó una crisis de liderazgo
con la muerte de Cánovas y Sagasta. De otra parte, a diferencia de su
padre, que alcanzó la mayoría de edad en 1902, se mostró dispuesto
desde el inicio de su reinado a intervenir en el juego político no ya
como árbitro entre los partidos en su condición de poder moderador,
sino como protagonista activo.

1902-1917. EL TURNO DE PARTIDOS EN LA ENCRUCIJADA


Al comenzar el siglo XX, varios cambios en el comportamiento
electoral entorpecieron la confección del encasillado.
Un sector urbano se emancipó del control gubernamental. Los
republicanos ganaron en las elecciones de 1903 35 escaños. La LLiga
Regionalista avanzaba en Cataluña. Pablo Iglesias logró su primer
escaño en 1910.
Uno una mudanza menos evidente: el número de distritos propios
aumentó en detrimento de los mostrencos. En los distritos propios un
diputado, gracias al pacto con las fuerzas vivas locales, renovaba
escaño elección tras elección con independencia del partido que
gobernara. Por el contrario, en los mostrencos el gobierno imponía sin
problemas a cualquier candidato.
 Luchas por el liderazgo conservador y liberal: 1902-1907

 1907-1912. Aires de renovación. La revolución desde arriba de


Maura y el nuevo liberalismo de Canalejas
 1913-1917. Asalto al turno de partidos

LA ECONOMÍA ESPAÑOLA Y LA I GUERRA MUNDIAL

LA MODERNIZACIÓN DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA

1917. JUNTAS MILITARES, ASAMBLEA DE PARLAMENTARIOS Y


HUELGA GENERAL
 Junio: Las juntas militares
 Julio: la asamblea de parlamentarios
 Agosto: la huelga general

1917-1923. LA CRISIS DE LA RESTAURACIÓN


 Gobiernos de coalición versus gobiernos de partido
 Militares versus civiles
 El golpe de Estado de septiembre de 1923

1923-1930. LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA

1930-1931. EL FIN DE LA MONARQUÍA

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