You are on page 1of 42

EL MINISTERIO PÚBLICO DEL REVELADOR EN EL MUNDO. .

123

I. El testimonio de Juan Bautista y los primeros discípulos

(1,19-51) 123

1. El testimonio del Bautista (1,19-34) . . . . 124

a) El interrogatorio de Juan Bautista por parte de los judíos de Jerusalén (1,19-28) . . . 128

b) El testimonio del Bautista sobre Cristo

(1,29-34) 138

2. Los primeros discípulos (1,35-51) . . . . 155

a) Juan Bautista mueve a sus propios discípulos a que se unan a Jesús (1,35-39) . . . . 157

b) Simón Pedro (1,40-42) 161

c) Felipe y Natanael (1,43-51) 166

Este pasaje abarca 4 días: Primer día (19-28) Segundo día (29-34) Tercer día (35-42) Cuarto día (43-51)

VersÌculos 35-37. Muchos de los primeros seguidores de Jes˙s fueron seguidores de Juan. Juan fue quien
les dijo a dos de ellos quiÈn es Jes˙s y ellos inmediatamente le siguieron. 28. Verdadero o falso. Juan
tratÛ de que sus discÌpulos no siguieran a Jes˙s. VersÌculos 38, 39. Estos dos discÌpulos de Juan querÌan
saber donde moraba Jes˙s. Jes˙s respondiÛ, "Venid y ved". Esta es la respuesta universal que Jes˙s da a
todo aquel que verdaderamente quiere seguirlo. 29. Verdadero o falso. Jes˙s rehuÌa a la gente humilde
que venÌa a Èl con el propÛsito de conocerlo. VersÌculos 40-42. Uno de estos dos discÌpulos de Juan se
llamaba AndrÈs, no se nos da el nombre del otro. AndrÈs encuentra a su hermano SimÛn y le dice,
"Hemos hallado al MesÌas". El conocimiento que AndrÈs tenÌa de Jes˙s era mÌnimo, pero habÌa
escuchado y visto lo suficiente para convencerlo del testimonio de Juan. Cuando AndrÈs trajo a su
hermano SimÛn ante Jes˙s, Jes˙s dijo: "T˙ eres SimÛn, hijo de Jon·s, t˙ ser·s llamado Cefas (que quiere
decir, Pedro)". DespuÈs de la propia "conversiÛn" de AndrÈs, su primera reacciÛn fue traer a otro (su
hermano) a Jes˙s. 30. AndrÈs nos da a los cristianos un buen a seguir. VersÌculos 43, 44. Los eventos
hasta aquÌ narrados sucedieron en Judea, donde Juan bautizaba. Los otros escritores de los evangelios
nos dicen que Jes˙s regresÛ a Galilea. En el versÌculo 43 leemos que antes de regresar Jes˙s encontrÛ a
Felipe y le dijo SÌgueme". Esto indica que ya se conocÌan, asÌ que podemos asumir que Felipe era el otro
discÌpulo mencionado en los versÌculos 37-40. El lugar de nacimiento de Felipe era Betsaida, ciudad
pesquera al norte del mar de Galilea. TambiÈn AndrÈs y Pedro eran de la misma ciudad. 31. Localice
Betsaida en su mapa. Es la ciudad natal de , y . VersÌculos 45, 46. Cuando Felipe hallÛ a Natanael y le
contÛ de Jes˙s, la primera reacciÛn de Natanael fue de incredulidad, como lo seÒala su declaraciÛn:
"øDe Nazaret puede salir algo de bueno?" Felipe no discutiÛ con Èl, sino que le dijo, "Ven y ve". En
cualquier lugar y en todo tiempo, la demostraciÛn es mejor que la discusiÛn. 32. Cuando Natanael
expresÛ su escepticismo en cuanto a Jes˙s como el MesÌas, Felipe dijo: " ". VersÌculos 47-51. Jes˙s le dijo
a Natanael que verÌa cosas mayores que el simple hecho de haberlo visto bajo la higuera. Natanael verÌa
el cielo abierto, y a los ·ngeles de Dios subiendo y descendiendo sobre el Hijo del Hombre. 33. Natanael
inmediatamente confesÛ a Jes˙s diciendo: "RabÌ, t˙ eres ; t˙ eres el . 34. Jes˙s le prometiÛ a Natanael "
estas ver·s". ConclusiÛn En este capÌtulo encontramos a Juan el Bautista predicando el arrepentimiento
y bautizando a los arrepentidos. Hemos, entonces, sido testigos de una cosa muy extraÒa: Juan
dirigiendo sus discÌpulos a Jes˙s, diciendo: "He aquÌ uno mayor a quien ustedes deben seguir".
Encontramos a Jes˙s juntando a sus discÌpulos con la invitaciÛn, "Venid y ved;" y, "sÌgueme". Estos
discÌpulos ya reunidos invitan a otros a unÌrsele a Jes˙s. øEncuentra usted alguna sugerencia en esto para
nosotros los cristianos de lo que debiÈramos estar haciendo, si en verdad creemos que Jes˙s es la "luz
del mundo"? RESPUESTAS 9. El Verbo 22. voz...en el desierto 10. tres 23. pues, bautizas 11. …l o Cristo
24. verdadero 12. vida y luz 25. Jord·n 13. abarcarla, prevalecer 26. el Cordero de Dios contra ella 27. el
EspÌritu Santo descendiendo 14. falso en forma de paloma 15. testimonio 28. falso 16. verdadero 29.
falso 17. mundo, judÌos 30. ejemplo 18. potestad de ser hechos hijos de Dios 31. Felipe, AndrÈs y Pedro
19. Verbo, carne 32. Venid y ved 20. gracia, verdad 33. el Hijo de Dios, rey de Israel 21. unigÈnito Hijo 34.
cosas mayores que

Juan 1:24-51

Continuamos hoy estudiando el capítulo 1 del evangelio según San Juan. Y en nuestro programa
anterior, comenzamos a considerar el testimonio de Juan el Bautista, con lo cual iniciamos la segunda
parte de este capítulo 1, que constituye la introducción al evangelio según San Juan. Y hablábamos de
que algunos sacerdotes y levitas, habían venido a donde Juan para preguntarle quién era él. Y vimos que
él les contestó, que él no era el Cristo. Pero ellos insistieron en que les dijera quién era. No podían
volver a quienes les habían enviado, simplemente con una serie de respuestas negativas. Así pues, Juan
por fin se identificó. Les dijo que era una voz. Es que Cristo era el Verbo y Juan era la voz. Ahora, note
usted el gran mensaje que pronunció Juan el Bautista. El dijo: "Enderezad el camino del Señor". Les
estaba diciendo que se preparasen para la venida del Señor. Creemos que lo que Juan quería decir aquí,
era que el reino de los cielos se había acercado. Es que, se acercó en la persona del Rey. Y por eso les
dijo: "enderezad". Esto equivaldría a decirles que quitaran las cosas malas de sus vidas, que pusiesen sus
vidas en orden. Cuando hacemos eso, estimado oyente, entonces tenemos una relación de
compañerismo y comunión con Dios. El mismo apóstol Juan en su primera carta universal, capítulo 1,
versículos 6 y 7, dijo: "Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no
practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros,
y la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado."

Y continuó el apóstol Juan, en su primera carta y enseñándonos en los versículos siguientes, en los
versículos 8 y 9 de este mismo capítulo, que necesitamos limpiar nuestras vidas mediante la confesión.
Dice Juan: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está
en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y
limpiarnos de toda maldad."

Volviendo ahora al capítulo 1 del evangelio según San Juan, leímos que él estaba citando al profeta
Isaías, en el versículo 23. Ahora en Isaías capítulo 40, y el versículo 3, dice: "Preparad un camino al
Señor; nivelad una calzada en la estepa a nuestro Dios".
Continuamos ahora con los versículos 24 y 25 de este primer capítulo del evangelio según San Juan:

"Los que habían sido enviados eran de los fariseos. Y le preguntaron diciendo: ¿Por qué, pues, bautizas, si
tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el Profeta?"

Ahora, le preguntaron sobre su procedimiento. Le dijeron, bueno, "Si no eres uno de éstos, entonces,
¿por qué bautizas?". El versículo 26, dice que Juan les respondió diciendo:

"Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien vosotros
no conocéis."

Hoy en día, llamamos a este hombre Juan el Bautista. Pero, la realidad es que él dijo que simplemente
usaba agua; pero, añadió que había Uno que vendría después de él, y que éste bautizaría en fuego y en
Espíritu Santo (Mateo 3:11). Ese era, pues, el bautismo de juicio que habría de venir sobre la tierra,
mientras que el bautismo del Espíritu Santo, tendría lugar en el día de Pentecostés. Ahora, quizás Ud. se
pregunte si en aquel día en que tuvo lugar este incidente Cristo no estaría allí entre la multitud mientras
le hacían estas preguntas a Juan. Bueno, la verdad es que no lo sabemos, pero bien pudo haber estado
presente. Leamos ahora el versículo 27.

"Este es el que viene después de mí, quien es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa
del calzado."

Un siervo tenía que hacer toda tarea que le encargara su amo. Un discípulo, sin embargo, debía hacer
toda tarea, menos aquella de desatar la correa del calzado al maestro. Esa era la regla de aquella época.
Y Juan estaba diciendo que él era un siervo. Ni siquiera un discípulo. Era simplemente un siervo. Y ni
siquiera se consideraba digno de ser ese siervo, aunque sin embargo, eso es lo que era. Leamos el
versículo 28:

"Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando."

En la introducción a este estudio, dirigimos nuestra atención al hecho de que Juan nos relaciona con la
geografía y el calendario. Tenemos un lugar geográfico en este versículo 28. Y luego, observemos que el
próximo versículo, el versículo 29, principia diciendo:"Al siguiente día". Es decir, que Juan estaba
enseñando que Jesús, que vino desde la eternidad, el Verbo hecho carne, estaba relacionado con
nuestro calendario aquí en la tierra y con nuestro horario. Leamos el versículo 29:

"Al siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: ¡Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado
del mundo!"

Aquí, Juan le señaló. Él era el Salvador. No era tan sólo el Mesías, sino también el Salvador. Él es un gran
Salvador porque es el Cordero de Dios. Es un Salvador perfecto, completo, porque quita el pecado. Es un
Salvador Todopoderoso porque quita el pecado del mundo. Es un Salvador perpetuo porque "quita". El
texto no dice que quitó ni que quitará, sino que "quita". Y se expresa en tiempo presente. Esto quiere
decir que cualquiera puede llegar a Él en cualquier momento.

Encontramos aquí, el cumplimiento de la respuesta que Abraham le había dado su hijo Isaac hacía
muchísimos años. Ante el altar del sacrificio, Isaac había dicho: ". . . Tenemos el fuego y la leña; pero
¿dónde está el cordero para el holocausto?" ¿Recuerda que lo leímos en Génesis, capítulo 22, versículos
7 y 8? A lo cual Abraham respondió que Dios proveería. Juan nos dijo que Jesús era el Cordero de Dios;
el Cordero provisto por Dios.

Y esto comprueba que al ofrecer aquellas primeras ofrendas a Dios, Caín había hecho lo malo y Abel
había hecho lo bueno. Abel trajo un corderito. Todos los corderos que fueron sacrificados durante
tantos siglos en los altares judíos, ahora hallaban su cumplimiento en Cristo. Y Juan le señaló diciendo:
"He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". Continuemos ahora, con los versículos 30
y 31:

"Éste es de quien yo dije: Después de mí viene un hombre que es antes de mí, porque era primero que yo.
Y yo no lo conocía; pero por esto vine bautizando con agua: para que él fuera manifestado a Israel."

Juan estaba diciendo que Jesús era el que realmente bautizaba. Podríamos llamarle Jesús el Bautista. Él
es quien bautizaría en Espíritu Santo y en fuego. El bautismo del Espíritu Santo fue cumplido en el día de
Pentecostés, y el de fuego, se refiere al juicio que todavía ha de venir sobre esta tierra. Continuemos
ahora con los versículos 32 al 36 de este primer capítulo del evangelio según San Juan. (Y a propósito,
estimado oyente, espero que usted todavía continúe con nosotros, que tenga su Biblia abierta allí en el
evangelio según San Juan, capítulo 1, para que siga con nosotros la lectura, de manera que usted
también se familiarice con los pasajes que vamos considerando). Leamos los versículos 32 al 36, aquí en
el capítulo 1 de San Juan:

"Además, Juan testificó, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y que permaneció
sobre él. Yo no lo conocía; pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Sobre quien veas descender
el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo. Y yo lo he visto y testifico que
éste es el Hijo de Dios. Al siguiente día estaba otra vez Juan, y con él dos de sus discípulos. Y mirando a
Jesús que andaba por allí, dijo: ¡Éste es el Cordero de Dios!"

Desde mucho antes, Jesucristo ya era el Cordero de Dios que quitaba el pecado del mundo. Esto se
refiere a la obra de Cristo. Ahora decía: "He aquí el Cordero de Dios." Es decir, Él es el Cordero en
persona. Vemos que Juan bautizó a Jesús, y que Jesús fue identificado por el Espíritu Santo. De modo
que al ver a Jesús caminando por allí, Juan dijo: "He aquí el Cordero de Dios". Continuemos ahora con
los versículos 37 al 39, y veamos

El testimonio de Andrés

"Los dos discípulos lo oyeron hablar y siguieron a Jesús. Volviéndose Jesús y viendo que lo seguían, les
dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí, que significa Maestro, ¿dónde vives? Les dijo: Venid y ved.
Fueron y vieron dónde vivía, y se quedaron aquel día con él, porque era como la hora décima."

Hoy en día, Jesús le extiende a usted, estimado oyente, la misma invitación. Él le les dijo: "Venid y ved,"
lo cual nos recuerda las palabras del Salmo 34:8, que dice: Gustad, y ved que es bueno el Señor. Y el
apóstol Pedro, pareció completar la invitación "Venid y ved" cuando dijo en su primera carta, capítulo 2,
versículo 3: ". . . ya que habéis gustado la benignidad del Señor". Volviendo ahora al capítulo 1 de San
Juan, observe usted una vez más, cuán específicamente se relaciona esto con el tiempo. Dice la última
parte del versículo 39: ". . . era como la hora décima." Es decir, que eran como las cuatro de la tarde.

Uno de estos dos que habían sido discípulos de Juan el Bautista, era Andrés, y lo primero que hizo fue
buscar a su propio hermano Simón. Leamos los versículos 40 al 42, de este capítulo 1 de San Juan:
"Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús.
Aquel encontró primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos encontrado al Mesías (que significa,
Cristo). Y lo trajo a Jesús. Mirándolo Jesús, dijo: Tú eres Simón hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (es
decir, Pedro)."

La distinción en el idioma castellano entre Pedro y "piedra" no refleja la fuerza del original arameo y
griego, donde una misma palabra designa a la vez, la firmeza que caracteriza a la roca y el nuevo
nombre. Este hombre Simón, era de carácter muy débil. Pero nuestro Señor le dijo que sería una roca. Y
tal vez todo el mundo se rió allí en ese día, porque ninguno creía que Simón llegaría a ser el hombre
fuerte que llegó a ser. ¿Quién habría creído que este hombre, se pondría en pie en el día de
Pentecostés, para predicar ese poderoso primer sermón que sirvió para introducir a 3.000 personas en
la iglesia? Este sermón puede leerse en Los Hechos 2:40-41. Continuemos con los versículos 43 y 44, de
este capítulo primero de Juan. Que nos describen

El testimonio de Felipe

"Al siguiente día, Jesús quiso ir a Galilea; encontró a Felipe y le dijo: Sígueme. Felipe era de Betsaida, la
ciudad de Andrés y Pedro."

Betsaida está en el mar de Galilea. Sabemos que Pedro, Andrés, y Felipe vivían allí, y que eran
pescadores. Continuemos con los versículos 45 y 46.

"Felipe encontró a Natanael y le dijo: Hemos encontrado a aquel de quien escribieron Moisés, en la Ley, y
también los Profetas: a Jesús hijo de José, de Nazaret. Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo
bueno? Respondió Felipe: Ven y ve."

El siguiente párrafo nos habla de

El testimonio de Natanael

Natanael es uno que presumía de ser sabio, y aquí, creyó decir una agudeza. ¿De Nazaret podía salir algo
de bueno? Y tal vez se rió de su propia observación. Pero Felipe no se rió. Simplemente le dijo: "Ven y
ve." Y eso en realidad es lo importante. Venir a Cristo para comprobar personalmente cómo es Él. Dice
el versículo 47:

"Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: ¡Aquí está un verdadero israelita en quien no
hay engaño!"

También podríamos decir que Jesús dijo: Aquí hay un israelita en quien no hay Jacob. Ya que el nombre
de Jacob significaba "suplantador" o "engañador" en el hebreo. No había nada del carácter del viejo
Jacob en este hombre; un Israelita en quien no había engaño. Continuemos ahora con los versículos 48 y
49:

"Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Jesús le respondió: Antes que Felipe te llamara, cuando
estabas debajo de la higuera, te vi. Natanael exclamó: ¡Maestro, tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey
de Israel!"

El Señor Jesucristo tuvo dos discípulos que tuvieron muchas dudas. Uno, que las tuvo al principio de su
discipulado, fue Natanael; y el otro, que las tuvo al final, fue Tomás. Este hombre, éste que dudaba, éste
que se preguntaba si ¿algo de bueno podía salir de Nazaret?, confesó inmediatamente que Jesús era el
Hijo de Dios, el Rey de Israel. Leamos ahora el versículo 50:

"Le contestó Jesús: ¿Crees porque te dije: Te vi debajo de la higuera? Cosas mayores que estas verás."

Natanael había confesado que el Señor Jesús era el Hijo de Dios y el Rey de Israel. Y eso revela que
alguien de mucha importancia había salido de Nazaret. Pero el Señor más o menos le reprendió y le
preguntó, que si era simplemente porque le dijo que le había visto debajo de la higuera, que había
creído. Y Jesús le prometió que vería cosas mayores que esas. Y la verdad fue que Natanael vio cosas
mucho mayores que éstas, en los tres años siguientes. Sin embargo, Jesús siguió contándole aún más.
Leamos el versículo 51:

"Y agregó: De cierto, de cierto os digo: Desde ahora veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios
subiendo y bajando sobre el Hijo del hombre."

Nuestro Señor había dicho a este hombre, "He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño". Y
ahora, nuestro Señor continuó hablándoles y se refirió al incidente en la vida del patriarca Jacob, quien
cuando era joven tuvo que salir huyendo de su hogar. Tuvo que abandonar su casa porque su hermano
Esaú le buscaba para matarle. Pasó su primera noche fuera del hogar en Bet-el, y allí el Señor se le
apareció, y vio una escalera que bajaba del Cielo. Por esa escalera los ángeles subían y descendían. El
significado de la visión para Jacob era que Dios no había perdido contacto con él. Que Dios estaría
siempre con él, aunque hubiera salido de su hogar. Jacob había creído que cuando salió de su hogar,
había dejado a Dios allí. Por supuesto, él tenía una perspectiva limitada en cuanto a Dios. Pero en Bet-el,
Jacob se dio cuenta que Dios estaría siempre con él.

Y nuestro Señor se refiere a aquel incidente, y dice que la escalera era Él mismo. Le dice: "ahora tú verás
a los ángeles de Dios, subiendo y descendiendo sobre el Hijo del Hombre". Los ángeles estaban bajo la
autoridad de Cristo y le servían. Aquí, se revela que Jesús estaba al cargo de los ángeles. Por tanto, les
podía enviar como mensajeros del Cielo y también hacer que regresaran. Jesús, pues, le dice a Natanael
que vería el cielo abierto y a los ángeles de Dios que subiendo y descendiendo sobre el Hijo del Hombre.
Vería hablar al Padre desde la parte superior de esa escalera, a Su Hijo que estaba abajo, diciendo: "Este
es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia" (Mateo 3:17). La escalera es Cristo, y es sólo por esta
escalera que usted y yo, estimado oyente, podemos comunicarnos con Dios. El Señor Jesús dijo en el
capítulo 14 de este evangelio de Juan, versículo 6: "Yo soy el camino, la verdad, y la vida; nadie viene al
Padre, sino por mí". Jesús es la escalera. No es una escalera por la cual uno tiene que subir. Sino una
escalera en la cual uno confía. Es una escalera en la cual uno se apoya y en la cual uno cree.

Y así concluye nuestro estudio del capítulo 1 del evangelio según San Juan. Al seguir nuestro estudio en
el próximo capítulo, el capítulo 2, comenzaremos con la siguiente división mayor del evangelio según
San Juan. Los capítulos 2 hasta el 12, nos dan el testimonio de las obras y las Palabras de Cristo.

Pero, estimado oyente, no olvide usted esta presentación de la persona y la obra de Cristo, revelada en
aquel antiguo sueño al patriarca. Recordemos que Cristo es el único camino de acceso a Dios. El camino
esta abierto, porque la persona invita constantemente a los seres humanos, y lo hace de una manera
personal. Y éste es un asunto estrictamente privado, personal y de suma importancia, que establece su
relación con Dios.
La predicación de hoy se basa en el primer capítulo del Evangelio según San Juan, porque todo texto
debe ser interpretado en su contexto. Este Evangelio comienza con una definición de la persona de
Jesucristo: El es el Verbo Encarnado, es el Logos Divino que participó en la creación. Es decir: Jesús es
Dios Encarnado. En otra obra el mismo autor nos define a Dios, diciendo: "El que no ama no ha conocido
a Dios porque Dios es amor" (I Juan 4:8). De ahí se me ha ocurrido el título para este sermón. Si Jesús es
Dios y Dios es amor, entonces: Conocer a Jesucristo es encontrar el amor.

Justamente el texto que se ha leído esta noche trata de conocer a Jesús. Se refiere a los primeros
hombres que se convirtieron en discípulos de Cristo, los cuales son el modelo para los que hoy
deseamos seguir al Señor.

Conocer a Cristo es una experiencia que los hombres han experimentado a través de los siglos. Quien ha
vivido esa experiencia personal desea compartirla con las personas que ama. Es más, cuando uno se
encuentra con Cristo encuentra al amor. Yo no busco a Dios, lo encuentro en el amor y en el amor me
encuentro con Dios.

La fe no se enseña ni se aprende, se contagia. Por eso uno la encuentra de pronto cuando está abierto
para encontrarse con Dios, como lo estaban los discípulos, en el texto que hemos escuchado hoy. Pero
la fe debe ser razonable, aunque no siempre la podemos explicar. El misterio de la fe es más fácil de
experimentar que de explicar.

San Juan cuando nos dice: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (San Juan 3:16), no se refiere
al acto intelectual de admitir una enseñanza como cierta, sino al encuentro con Dios en Amor. Yo creo,
en griego, se dice ego pisteuo. Pero San Juan, al verbo creer le añade la preposición eis, la cual significa
en, pero señalando un encuentro profundo. En griego se utilizan dos preposiciones diferentes: En para
expresar la superficialidad y eis para indicar la interioridad, el hecho de que algo está adentro. Igual
ocurre en el inglés, si uno va a decir que el lápiz está sobre la mesa usa la preposición on, pero si desea
indicar que se encuentra dentro del cajón, entonces usa la preposición in. Esta característica del
encuentro con Jesucristo como pisteuo eisaparece a lo largo de todo el Evangelio de Juan, no sólo 3:16.
De ahí la diferencia, que podemos constatar cotidianamente, entre el convencido y el convertido, entre
la superficialidad y la profundidad en la fe.
El texto bíblico que nos convoca hoy, muestra tres posibilidades para que un ser humano pueda conocer
a Jesucristo y encontrarse con el amor. Veamos:

Conocer a Jesucristo por el testimonio de otro y por el deseo propio

Este es el caso de Andrés y de un discípulo anónimo. Tuvieron el privilegio de que alguien les dirigiera
hacia Jesucristo. Ambos hombres valoraban mucho la palabra de Juan el Bautista, por cuanto eran sus
discípulos y lo amaban. Además, ellos mismos mostraron interés por conocer a Jesús y encontrarse con
su amor inefable. Sin las palabras de Juan el Bautista quizás jamás lo habrían encontrado.

Como en los tiempos bíblicos, también hoy existen personas que aman y son amadas, pero que jamás
encontrarán a Jesucristo, si sus seres queridos cristianos mantienen en secreto su condición de
discípulos de Cristo. La proclamación del mensaje divino le costó la vida a Juan el Bautista, pero jamás se
negó a dar su testimonio sobre Jesús, diciendo: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo" (Juan 1:29,36).

Algunos cristianos de hoy son como José de Arimatea y Nicodemo que no se animaron a dar testimonio
de fe. Dice la Escritura: "José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de
los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo permitió. Entonces
vino y se llevó el cuerpo de Jesús. También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino
trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras". (San Juan 19:38-39).

El cristianismo ha llegado hasta nosotros por el testimonio de los que afrontaron los riesgos de ser
discípulos públicos de Jesús. No nos ha llegado por aquellos que, como José de Arimatea y Nicodemo,
siguieron secretamente a Jesús. Sin discípulos en público no hay evangelización. Y sin evangelización la
Iglesia de Jesucristo corre peligro. El futuro dependerá del tipo de discípulos que seamos.

Andrés conoció a Jesús y se encontró con el amor por sugerencia de Juan el Bautista y por su interés
personal. Cuando lo encontró no se quedo satisfecho con el encuentro para disfrutarlo como discípulo
secreto de Jesús. Como amaba a su hermano Cefas quiso que éste también lo conociera y lo trajo
delante del Maestro.
Junto a Andrés había otro discípulo de Juan el Bautista que también conoció a Jesús y se encontró con el
amor, pero no se menciona su nombre. Dice el evangelista que estos dos hombres seguían a Jesús sin
decirle nada. Al darse cuenta Jesús que lo seguían se detuvo para preguntarles: ¿Qué buscáis? y ellos
respondieron con otra pregunta: ¿Dónde moras? Entonces Jesús "les dijo: Venid y ved. Fueron y vieron
donde moraba, y se quedaron con él aquel día; porque era como la hora décima" (San Juan 1:39).

El texto no nos informa sobre lo que hablaron. Seguramente mucho. Hermano, ¿cuántas preguntas le
haría usted al Señor si pudiera permanecer un día con El? ¿Qué le preguntaría? ¿Se puede imaginar las
preguntas que le hicieron Andrés y Juan? ¿Qué les habrá respondido el Señor? Sólo tenemos una
evidencia del encuentro: Juan el autor del Evangelio no omite su testimonio después de estar un día con
Jesús. Nos cuenta que Andrés halló a su hermano Simón y le dijo: "Hemos hallado al Mesías...y le trajo a
Jesús". Llama la atención que San Juan no hace decir a Andrés: He hallado al Mesías, sino hemos
hallado. Habla en plural. En ese plural se incluye el testimonio del autor del Evangelio de haber conocido
a Jesús y expresa también la alegría del encuentro, aunque por humildad omite su nombre.

Juan también omite su nombre al mencionar el hecho de sentirse especialmente amado por el Señor, de
ahí su autodesignación como el "discípulo amado". Cuando una persona conoce a Jesucristo se
encuentra con el amor. San Juan lo sintió profundamente. Cada cristiano siente el amor de Cristo según
su experiencia personal. San Juan lo sintió en forma muy intensa, por eso lo menciona cuatro veces a lo
largo del Evangelio que escribió, pero siempre sin mencionar su nombre. Estos son los textos:

"Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado al lado de Jesús" (San Juan 13:23).

"Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre:
Mujer, he ahí tu hijo" (San Juan 19:26).

"Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han
llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto" (San Juan 20:2).
"Volviéndose Pedro, vio que le seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había
recostado al lado de él..." (San Juan 21:20).

Conocer a Jesucristo por ser encontrado por El

Veamos ahora un segundo modelo de encuentro con el Señor, el de Felipe. Este discípulo conoce a
Jesucristo y encuentra su amor no porque él lo buscara sino porque el mismo Señor lo encontró. ¿Por
qué lo habrá buscado personalmente Jesús? ¿Por qué se presentó en el camino de Damasco para
encontrar al peor enemigo de la Iglesia, a Saulo de Tarso, para que le conociera y se encontrara con su
amor? ¿Por qué lo hace personalmente con algunas personas y con otras espera que lo hagan sus
discípulos?

No tenemos una respuesta adecuada que ofrecer. Sólo sabemos por experiencia personal que cuando
una congregación ora por un avivamiento hay personas que se acercan a esa comunidad de fe sin que
ningún humano las haya invitado. Esa fue la experiencia de la Iglesia Primitiva. Nos dice Lucas en el libro
de los Hechos: "Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos". (Hechos 2:47).

Este es un modelo de evangelización que al parecer el Señor utiliza en casos especiales. Es posible que
se trate de personas que sienten un vacío especial en sus vidas y que tienen dones que ejercitar, por
ejemplo, Felipe, Pablo, y otros. El poeta Amado Nervo nos sugiere que cuando haya un hueco en
nuestras vidas lo llenemos de amor. Si Dios es amor y Jesucristo es Dios, el agujero de cada vida
humana puede ser llenado solamente por Jesucristo. Nos dice Amado Nervo:

Siempre que haya un hueco en tu vida, llénalo de amor.


Adolescente, joven, viejo, siempre que haya un hueco en tu vida, llénalo de amor
No pienses: "sufriré".
No pienses: "me engañarán"
No pienses: "dudaré".
Ve, simplemente, diafanamente, regocijadamente, en busca del amor.
¿Qué índole de amor? No importa: todo amor está lleno de excelencia y de nobleza.
Ama como puedas, ama todo lo que puedas....pero ama siempre.
No te preocupes de la finalidad de tu amor.

El lleva en si mismo su finalidad.

No te juzgues incompleto porque no responden a tus ternuras; el


amor lleva en sí su propia plenitud.
Siempre que haya un hueco en tu vida, llénalo de amor.

Conocer a Jesucristo en dos tiempos

El tercer modelo de encuentro con el Señor está representado en este texto por Natanael, o Bartolomé.
El primer conocimiento que tiene Natanael acerca de Jesús le viene a través de Felipe. Su primera
reacción es de duda: "¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve". Cuando el
argumento lógico no alcanza, Felipe apela a la experiencia personal, lo trae ante el Señor.

Al ver a Natanael acercándose a él, Jesús lo define como un verdadero israelita, en quien no hay engaño.
Lo había visto antes debajo de la higuera. Posiblemente el santuario de Natanael, donde Jesús lo vio
orando. El que debía responder a sus oraciones estaba presente en la hora de la oración. Lo había
escuchado y ahora lo valoraba.

La dificultad intelectual para creer en Jesús se disipó ante la experiencia personal, ante el encuentro.
Fue necesario este segundo tiempo para que Natanael pudiera convertirse en uno de los discípulos de
Cristo. No todas las personas reciben el Evangelio con la sencillez que lo recibió Felipe, porque fue
encontrado por Jesús. No todos los hombres tienen un maestro como lo fue Juan el Bautista para Juan y
Andrés. No todos los seres humanos tienen un hermano que al conocer a Cristo se preocupe porque su
hermano también lo conozca. No todas las personas tienen a un creyente amigo que los ame lo
suficiente como para presentarles a Jesucristo, la fuente del amor.
Conocer a Jesucristo es conocer al amor. El amor es el don supremo del Espíritu Santo, así lo proclama
San Pablo en I Corintios 13. También nos dice que el amor es el resumen de toda la ley, así lo proclama
en Romanos 13:8 y Gálatas 5:13.

El amor divino es un fuerza constante por cuanto Dios es eterno. La pasión humana es una fuerza
inconstante que cesa con su satisfacción. El amor sólo es eterno cuando procede de Dios que es amor (I
Juan 4:8).

El único lazo que anuda al hombre con su prójimo es la igualdad ante Dios, porque el hombre es el
semejante de otro hombre sólo ante la mirada de Dios.

El egoísta reduce el amor a su deseo de ser amado. El amor pleno mantiene el equilibrio entre la
necesidad de amar y de ser amado. En el amor está la vida, en el desamor la muerte. Es por eso que nos
dice el Señor: "Yo he venido para que tengáis vida y para que la tengáis en abundancia" (San Juan
10:10).

Es tan absolutamente necesario creer en Dios como creer en el amor, o se correrá el riesgo de
desconocer su presencia. El amor divino no necesita de los sentidos para expresarse y comunicarse. El
amor en abundancia, la plenitud de vida, está más allá del espacio y del tiempo, y por lo tanto, más allá
de la vida y de la muerte. ¿Qué es la vida sino la sujeción al espacio y al tiempo? Si éstas categorías
no pueden contener al amor, es porque las trasciende.

El amor extrasensorial es el que circula por la totalidad del ser humano y no sólo por el área cuerpo,
asiento de los sentidos. Este también se expresa en lo psíquico y en lo espiritual. El amor que trasciende
al cuerpo es el amor que trajo Jesucristo al mundo como columna vertebral de la fe y de la ética. Es el
amor que debemos proclamar. Es el amor que condujo a Andrés a traer a Cristo a su hermano Andrés y
a Felipe a su amigo Natanael. Es el amor que nos mueve a la evangelización.

Conclusiones
En el mercado internacional del amor hay una gran inflación, porque la demanda es mucha y la oferta
escasea. "Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en
nosotros" (I Juan 4:12).

El hambre de amor es el hambre de Dios que es amor. Por eso he dicho al principio que la fe no se
enseña ni se aprende, sólo se contagia. Si como Juan, Andrés, Felipe y Natanael hemos conocido a
Jesucristo y nos hemos encontrado con el amor, debemos compartirlo, especialmente con las personas
que amamos. El amor de Dios debe expresarse en esfuerzo evangelizador con las personas que amamos.

El texto que nos ha convocado hoy muestra tres modelos. Porque no hay una forma única de presentar
el Evangelio. Dios puede llamarnos a formar un cuarto o quinto modelo, si es necesario. Pero Dios nos
llama a evangelizar por amor a los que amamos. Recordemos que San Pablo nos dice que toda la ley y
los profetas se resume en el amor. (Romanos 13:7-11).

EXÉGESIS:

JUAN 1:35-51. LOS PRIMEROS DISCÍPULOS

Los versículos 35-42 nos cuentan sobre Juan el Bautista y dos de sus discípulos. Cuando Jesús va hacia
Juan, este dice “He aquí el cordero de Dios” (v. 36). Como resultado del testimonio de Juan, dos de sus
discípulos deciden seguir a Jesús. No tenemos el nombre de uno de estos discípulos, pero el otro es
Andrés. Andrés va y le dice a su hermano, Simón Pedro, sobre Jesús.

“En estos versículos hay una alentadora revelación del tipo de personas en quien… Cristo se goza en
poner sus esperanzas… Todas fueron personas comunes” (Gossip, 487).

• Sabemos poco sobre Andrés, excepto que su más grande acto como discípulo fue traer a su hermano,
Simón Pedro, a Jesús (vv. 41-42); y que también llevaría a Jesús al niño que tenía los panes y los peces, y
con los que después alimentaría a la multitud (6:8-9). En ambos casos, Andrés tiene un papel de “atrás
de la escena”, algo así como simplemente trayendo a la gente a Jesús. Su parte fue bastante pequeña,
pero su disposición para realizar esa parte fielmente tuvo un gran impacto en la fe cristiana.

• Pedro, a esas alturas de su vida, para nada es como la roca en que se convertiría.

• Felipe se muestra escéptico cuando Jesús le dice a sus discípulos que alimenten a la multitud (6:7).

• Natanael se revela como un hombre con una visión limitada (1:46).

Ninguno de los grandes ejecutivos actuales elegiría a este tipo de personas como lugartenientes;
excepto si eso le asegurara rodearse de personas que no amenazarán su posición. Jesús, sin embargo,
no solamente elige a personas comunes, sino que también las usará para cambiar al mundo.

JUAN 1:43-45. HEMOS HALLADO A AQUEL DE QUIEN ESCRIBIÓ MOISÉS


43El siguiente día quiso (griego = ethelesen, decidió o quiso) Jesús ir á Galilea, y halla á Felipe, al cual
dijo: Sígueme. 44Y era Felipe de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro. 45Felipe halló á Natanael, y
dícele: Hemos hallado á aquel de quien escribió Moisés en la ley, y los profetas: á Jesús, el hijo de José, de
Nazarea.

Jesús encuentra a Felipe, que es de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro. Esto parece contradecir a
Marcos 1:29, que dice que Jesús entró en la casa de Simón y Andrés en Capernaúm. Existen varios
intentos para tratar de armonizar estos pasajes, ninguno de ellos verdaderamente convincentes.

Betsaida está en la orilla norte del mar de Galilea, cerca de Decápolis, la región de las diez ciudades
griegas que están al este del río Jordán. Esto puede explicar los nombres griegos de Felipe y Andrés. Más
tarde, cuando un grupo de griegos quiere ver a Jesús, le pedirán a Felipe y Andrés que los introduzca
(12:20-22).

De la misma manera en que Andrés le dio testimonio a Pedro (vv. 41-42), Felipe le da testimonio a
Natanael (v. 45). Le dice “Hemos hallado á aquel de quien escribió Moisés en la ley, y los profetas” (v.
45). La verdad, sin embargo, es que Jesús encontró a Felipe más bien que al revés (v. 43). Es claro que
solamente tenemos parte de la historia. Algo se transmitía que convenció a Felipe de que Jesús era el
que describían Moisés y los profetas.

Felipe entonces identifica a Jesús como “el hijo de José, de Nazarea” (v. 45). Parece algo anti-climático
identificar primero a Jesús como el cumplimiento de la Escritura y después mencionar a José de Nazarea.
El contexto deja claro que Jesús es nominalmente el hijo de José. La gran verdad es que es el Hijo de
Dios (1:14, 18).

Sabemos poco sobre Natanael. Solamente aparece aquí y en Juan 21:2, donde se nos dice que es de
Caná. Su nombre no aparece en los evangelios sinópticos, o en las listas de los apóstoles. Algunos han
sugerido que Natanael es otro nombre para Bartolomé, principalmente porque el nombre de Bartolomé
sigue al de Felipe en las listas de los apóstoles (Mateo 10:3; Marcos 3:18; Lucas 6:14). Esa explicación,
sin embargo, no es necesaria a menos que insistamos en hacer de Natanael un apóstol.

El testimonio sobre Jesús que comenzó con Juan el Bautista continúa con Andrés y Felipe. El testimonio
de Juan creó una pequeña ola que se hizo más grande con cada sucesivo discípulo. El testimonio de Juan
trajo dos discípulos, uno fue Andrés. El testimonio de Andrés trajo a Pedro. El testimonio de Felipe a
Natanael. El resultado no es una gran marejada de fe, sino una serie de pequeñas olas que el mundo
ignorará. Las pequeñas olas, sin embargo, estaban fortalecidas por el Espíritu Santo, y a través del
tiempo llegaron a todas partes del mundo.

JUAN 1:46. ¿DE NAZAREA PUEDE HABER ALGO BUENO?

46Y díjole Natanael: ¿De Nazarea puede haber algo de bueno? Dícele Felipe: Ven y ve.

El comentario de Natanael probablemente refleja una rivalidad entre pequeños pueblos. Caná y Nazarea
solamente están separados por unos cuantos kilómetros, y los jóvenes están poco dispuestos a pensar
bien de otros, especialmente si son los jóvenes de un pueblo rival. El comentario de Natanael “también
provee el primero de los cumplimientos del evangelio (1:10-11, ‘y los suyos no le recibieron’)”
(Brueggemann, 112).
Aquí tenemos una ironía. Por un lado, Jesús es de Nazarea, “pero la historia Juanina insiste en que el
creyente vea más allá de los orígenes históricos” (Moloney, 55). Jesús sólo es accidentalmente de
Nazarea, más esencialmente es de Dios (1:1-2, 14).

Felipe no discute con Natanael, sino que le responde con una invitación: “Ven y ve”. Hay que aprender
de Felipe. “No mucha gente ha entrado al cristianismo discutiendo… La única manera de convencer a
alguien de la supremacía de Cristo es enfrentarlo con Cristo mismo” (Barclay, 76). Argumentos
ontológicos y cosmológicos nunca tienen tanto efecto como nuestro testimonio personal y nuestra
invitación para “Venir y ver”.

JUAN 1:47-49. RABÍ, TÚ ERES EL HIJO DE DIOS

47Jesús vio venir á sí á Natanael, y dijo de él: He aquí un verdadero Israelita, en el cual no hay
engaño.48Dícele Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús, y díjole: Antes que Felipe te
llamara, cuando estabas debajo de la higuera te vi. 49Respondió Natanael, y díjole: Rabí, tú eres el Hijo
de Dios; tú eres el Rey de Israel.

A diferencia de algunos en este evangelio que claman ver pero que en realidad están ciegos (9:40-41),
Natanael acepta la invitación de ver a Jesús. Al igual que Jesús tomó la iniciativa para encontrar a Felipe
(v. 43), así él toma la iniciativa aquí cuando ve a Natanael acercarse y le dice “He aquí un verdadero
Israelita, en el cual no hay engaño”. Una vez más, no es el discípulo quien encuentra a Jesús, sino Jesús
quien encuentra al discípulo.

No sabemos qué es lo que motiva el comentario de Jesús sobre Natanael, pero obviamente él sabe más
sobre Natanael de lo que se esperaba que supiera. “En el cuarto evangelio, Jesús frecuentemente sabe
cosas todavía no conocidas por otros (por ejemplo, ver 2:24; 6:6), cosas que normalmente son
inaccesibles para los seres humanos. Esta situación particular tiene un paralelo en la historia de la mujer
samaritana, que se da cuenta de que Jesús misteriosamente sabe su historia marital” (Brueggemann,
113).

“He aquí un verdadero Israelita, en el cual no hay engaño”. Los estudiosos han propuesto varias
interpretaciones para este versículo, pero la más acertada nos lleva a Génesis 27:35, donde Isaac le dice
a Esaú “Vino tu hermano con engaño, y tomó tu bendición”. El hermano, Jacob, más tarde sería
conocido como Israel (Génesis 32:28). “Aunque algo oscuras, estas palabras de Jesús hacen eco a la
esperanza profética de que con el tiempo el pueblo de Dios vivirá en esa inocencia característica a
quienes Dios les ha dado su Torá y sus promesas” (Klein, 487).

Natanael pregunta de dónde lo conoce Jesús, y este responde, “cuando estabas debajo de la higuera, te
vi” (v. 48). Esto es claramente un poder sobrenatural, porque Jesús no estaba presente cuando Felipe
llamó a Natanael. Existe un antecedente del Antiguo Testamento para ese conocimiento sobrenatural: la
habilidad de Eliseo para advertir al rey de Israel los planes secretos del enemigo (2 Reyes 6:8-12). Jesús,
sin embargo, “tiene un discernimiento que supera al de los profetas, él es el Revelador a quien y a través
de quien Dios se comunica” (Beasley-Murray, 27).

Al igual que fuimos sorprendidos por la entusiasta declaración de Jesús sobre Natanael (v. 47), ahora
somos sorprendidos por la entusiasta declaración de Natanael sobre Jesús. “Rabí, tú eres el Hijo de Dios;
tú eres el Rey de Israel” (v. 49). “La confesión de fe de Natanael… parece demasiado elaborada,
demasiado grande, como para que brotara espontáneamente por las palabras que Jesús le dijera.
Claramente, Natanael es el vocero de la fe de la comunidad. De hecho, como un ‘verdadero israelita’,
Natanael… puede ser el paradigma del Israel creyente, aquellos dentro del judaísmo que aceptaron a
Jesús como Mesías. Esta perspectiva es apoyada al identificar a Jesús con Jacob (que después es Israel)
en Betel (Génesis 28:12)” (Craddock, 81).

Un poco antes, Andrés identificó a Jesús como el Mesías (v. 41). Ahora Natanael identifica a Jesús con
tres títulos adicionales: Rabí, Hijo de Dios, y Rey de Israel:

• El primer título – Rabí – es honorable pero muy común. Hay muchos rabinos.

• Natanael probablemente intenta el segundo – Hijo de Dios – como un título mesiánico, y como tal no
necesariamente implica divinidad. Los judíos esperaban que el Mesías fuera un hombre como David –
rey y guerrero – que podía salvar a Israel de sus enemigos, y no una deidad que salvaría al mundo de sus
pecados. Sin embargo, el autor de este evangelio ha dejado claro en el prólogo que Jesús es, en verdad,
Dios (1:1, 14). Si Natanael todavía no entiende esto – y parece que no – Dios lo usa para proclamar una
verdad más grande de la que puede entender.

• El tercero de los títulos – Rey de Israel – también es un título mesiánico, y como el Hijo de Dios,
contiene una verdad que supera al entendimiento de Natanael. “Cuando Jesús entra a Jerusalén, será
aclamado como rey (xii 12-19), pero mostrará que no es un rey en el sentido nacionalista del término. Su
reino no pertenece a este mundo (xviii 36); y sus súbditos no son judíos sino creyentes” (Brown, 87).

Es interesante que, tanto al principio como al final de este evangelio, Jesús se revele a sí mismo a los
escépticos que responden con atrevidas declaraciones de fe. El incrédulo Tomás responderá a la
invitación de Jesús de tocar sus heridas diciendo ‘¡Señor mío, y Dios mío!’” (20:28).

JUAN 1:50-51. VERÉIS EL CIELO ABIERTO

50Respondió Jesús y díjole: ¿Porque te dije, te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que éstas
verás (griego = opse, verás, en singular). 51Y dícele: De cierto, de cierto os digo (griego = amen, amen, en
verdad, en verdad): De aquí adelante veréis (griego = posesthe, verán, en plural) el cielo abierto, y los
ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del hombre.

“Cosas mayores que éstas verás” (v. 50). Nosotros diríamos, “¡No has visto nada todavía!” La mayoría de
los estudiosos creen que la historia original termina con el versículo 50, porque así nos introduce
naturalmente a la historia del primer milagro de Jesús en Caná (2:1-11). Ese milagro será la primera de
las señales de Jesús, la primera de “las cosas mayores” que revelarán la gloria de Jesús y ayudará a otros
discípulos a creer (2:10). Su fe continuará desarrollándose cuando Jesús va revelando otras señales a
través de su ministerio, pero será frustrada en la cruz. La resurrección y la ascensión serán las más
mayores de las “mayores cosas” que los discípulos verán, y solamente será hasta después de ver al
Señor resucitado/ascendido que los discípulos comprenderán totalmente y creerán totalmente.

Las palabras introductorias de Jesús, amen, amen, “de cierto, de cierto” o “en verdad”, son distintivas a
este evangelio; porque en los Sinópticos Jesús solamente usa un solo amen (Mateo 5:26; 6:2, 5, 16, etc.).
Estas palabras tienen la intención de enfatizar la verdad de las palabras que siguen. Jesús habla con la
verdad, porque él es la Palabra de Dios (1:1-18).

En el versículo 50 se usa el un pronombre en singular (cuando se dirige a Natanael), pero en el versículo


51 se usa uno plural, porque se está hablando al grupo de discípulos, y posiblemente con la intención de
incluir a los lectores del evangelio, y a la iglesia, a nosotros. Este cambio del singular al plural es una de
las razones por las que los estudiosos creen que el versículo 51 fue añadido después. Una segunda razón
es que el versículo 50 introduce de forma más natural la historia de Caná.

“Veréis el cielo abierto, y los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del hombre” (v. 51).
Los cielos abiertos permiten que la revelación de Dios (la Palabra de Dios, 1:1) se derrame sobre la
tierra. Aunque este evangelio no incluye la historia completa del bautismo de Jesús, Juan ya ha
testificado “vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y reposó sobre él” (1:32), que es una
ocasión en que los cielos se abrieron.

Las imágenes nos llevan hasta la historia de Jacobo, “Y soñó, y he aquí una escala que estaba apoyada en
tierra, y su cabeza tocaba en el cielo: y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella”
(Génesis 28:12). En esa historia, el todavía no-tan-honorable Jacobo estaba huyendo de su hermano,
Esaú, a quien le había robado la bendición de su padre (Génesis 27:35). Se detuvo en “un lugar” (Génesis
28:11) – un lugar cuya importancia todavía es desconocida – para dormir.

Ahí, Jacobo soñó la escalera y los ángeles, y escuchó la voz de Dios renovar el pacto que había hecho
antes con Abraham (Génesis 12:1-3). Dios prometió darle a Jacobo la tierra en que habitaría y bendeciría
a todas las familias de la tierra “en ti y tu simiente” (Génesis 28:14). Jacobo respondió dándole el
nombre de Bet-el – casa de Dios – “puerta del cielo” (Génesis 28:17). Después, Dios cambió el nombre
de Jacobo a Israel, “porque has peleado con Dios y con los hombres, y has vencido” (Génesis 32:28). “A
partir de aquí y en adelante, la jornada de Jacobo está llena con un nuevo sentido de vocación, porque
ahora lleva una promesa” (Fretheim, 524). Esta es una sorprendente historia, dado el dudoso carácter
de Jacobo, pero revela la capacidad de Dios para dar una revelación y realizar un pacto incluso con
aquellos que son indignos. Esas son Buenas Nuevas, porque, a final de cuentas, todos somos indignos.

Ahora Jesús dice que los ángeles ya no van a subir y descender sobre una escalera sino sobre el Hijo del
Hombre. “El Hijo del Hombre que presenta Juan… es el hombre de Dios, al igual que el Jacob de la
escalera fue el hombre que se convirtió en ‘Israel’ y le dio el nombre a su pueblo” (Sloyan, 25). “Detrás
de este uso del texto de Génesis está la creencia de que este nuevo lugar de revelación ha superado al
viejo… Ahora está este nuevo lugar de revelación, el Hijo del Hombre, que es Jesús” (Smith, 78).

Este versículo tiene una misteriosa cualidad. ¿Acaso Jesús está identificando a Natanael como un nuevo
Jacob/Israel? ¿Está sugiriendo que Natanael verá cosas maravillosas y se convertirá en un canal especial
de bendición? Si este es el caso, el Nuevo Testamento seguramente nos dirá el resto de la historia de
Natanael, pero en realidad nos dice muy poco sobre él. El nombre de Natanael es mencionado
solamente una vez más, y es después de la resurrección. Jesús se revelará a Natanael y un puñado de
otros discípulos a la orilla del mar de Tiberias (21:2). Tal vez es esa ocasión la que cumple la promesa de
Jesús a Natanael de que vería “cosas mayores que estas” (v. 50). En verdad, él vería al Cristo resucitado.

Pero tal vez algo más está pasando en este versículo. La persona a que Jesús se dirige en el versículo 51
es un pronombre plural, sugiriendo que Jesús le está hablando a un grupo más grande de discípulos – tal
vez, a través de este evangelio, incluso a toda la iglesia, al nuevo Israel, al pueblo de Dios – el nuevo
pueblo de la bendición. Igual que Dios ha abierto los cielos para revelarle a Jacob una maravillosa
conexión entre el cielo y la tierra, ahora Dios abre los cielos para revelar al Hijo del Hombre, que
completa la obra de unir al cielo y la tierra para la iglesia. Ciertamente, la iglesia ha visto muchas
grandes cosas a través de la obra de Cristo: enfermos sanados, matrimonios salvados, vidas
transformadas. Si nos permitimos apreciar la calidad poética de las palabras de Jesús, en verdad hemos
visto “el cielo abierto, y los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del hombre” (v. 51).

TEXTO CITADO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS procede de Spanish Reina Valera, situada
en http://www.ccel.org/ccel/bible/esrv.html. Utilizamos esta versión de la Biblia porque consta de
dominio público (no bajo protección de derechos de propiedad).

BIBLIOGRAFÍA:

Arthur, John W. and Nestingen, James A, Lectionary Bible Studies: The Year of Mark, Study Book
(Minneapolis and Philadelphia: Augsburg Publishing House and Fortress Press, 1975).

Barclay, William, The Daily Study Bible, “The Gospel of John,” Vol. 1 (Edinburgh: The Saint Andrew Press,
1955)

Bartlett, David L., New Year B, 1999-2000 Proclamation: Advent Through Holy Week (Minneapolis:
Fortress, Press, 1999)

Beasley-Murray, George R., Word Biblical Commentary: John (Nashville: Thomas Nelson Publishers,
1999)

Brown, Raymond, The Anchor Bible: The Gospel According to John I-XII (Garden City: Doubleday, 1966)

Brueggemann, Walter; Cousar, Charles B.; Gaventa, Beverly R. and Newsome, James D., Texts for
Preaching: A Lectionary Commentary Based on the NRSV––Year B (Louisville: Westminster John Knox
Press, 1993)

Craddock, Fred R.; Hayes, John H.; Holladay, Carl R.; and Tucker, Gene M., Preaching Through the
Christian Year B (Valley Forge: Trinity Press International, 1993)

Fretheim, Terence E., The New Interpreter’s Bible, Volume 1 (Nashville: Abingdon, 1994.

Gossip, Arthur John and Howard, Wilbert F., The Interpreter’s Bible, Volume 8 (Nashville: Abingdon,
1952)

Klein, Leonard R. in Van Harn, Roger (ed.), The Lectionary Commentary: Theological Exegesis for
Sunday’s Text. The Third Readings: The Gospels (Grand Rapids: Eerdmans, 2001)

Moloney, Francis J., Sacra Pagina: The Gospel of John (Collegeville: The Liturgical Press, 1998)

O’Day, Gail R., The New Interpreter’s Bible, Volume IX (Nashville: Abingdon, 1995)

Palmer, Earl F., The Book That John Wrote (Vancouver: Regent College Publishing, 1975)

Sloyan, Gerald, “John,” Interpretation (Atlanta: John Knox Press, 1988)

Smith, D. Moody, Jr., Abingdon New Testament Commentaries: John (Nashville: Abingdon, 1999)
A continuación Juan nos relata acerca de los primeros discípulos del Señor Jesucristo. Es interesante ver
cómo Jesús se revela a sus discípulos de diferentes maneras, presentándoles un aspecto importante de
su carácter divino. Una vez más encontramos a Juan el Bautista testificando acerca de Jesús y
diciéndoles a sus discípulos que era hora de que lo abandonaran para seguir al verdadero Mesías. Juan
el Bautista sabía que su momento había terminado y después de haber logrado muchos seguidores
estaba dispuesto a que éstos siguieran a un nuevo Maestro, en su corazón nunca hubo el más mínimo
sentimiento de egoísmo al soltar a sus propios discípulos. Él sabía que su misión se había completado y
era la hora que el Cristo hiciese su introducción y él no quería intervenir en esto.

Jesús llama a sus primeros discípulos

LOS DISCÍPULOS ENCUENTRAN AL VERDADERO MAESTRO

“El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo:
He aquí el Cordero de Dios. Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús. Y volviéndose Jesús, y
viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde
moras? Les dijo: Venid y ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día; porque era
como la hora décima”.

Juan 1:35-39

En este pasaje encontramos a dos discípulos de Juan el Bautista que decidieron seguir a Jesús. Esto
ocurrió en el tercer día de la primera semana de ministerio de Jesús. Uno de ellos era Andrés, tal y como
lo vemos en Juan 1:40, con respecto al segundo discípulo se cree que era Juan el autor de este
evangelio. Cuando Jesús vio que lo seguían Él se vuelve a ellos y les pregunta: ¿Qué buscáis? Esta
pregunta era decisiva y nos enseña mucho acerca de las verdaderas razones por las cuales nos
acercamos a Cristo. Para esta época existían muchos líderes y la gente buscaba identificarse con una
causa o propósito en su vida. Muchos judíos buscaban a líderes que los condujeran a la liberación de su
nación de la opresión romana a través de la espada como los Zelotes, otros buscaban disertar acerca de
doctrinas y diferencias creencias como los fariseos, otros solo querían influir en su nación introduciendo
la cultura griega como los judíos helenistas, otros buscaban ambición y poder político como los
saduceos, en fin cada uno buscaba a sus líderes de acuerdo a sus intereses, por tal motivo Jesús les
pregunto: ¿Qué buscáis? La respuesta de sus discípulos nos dice lo que ellos realmente buscaban: Rabí
(que traducido es, Maestro), ¿dónde moras? Ellos se dirigen a Jesús con el nombre de Rabí, expresión
hebrea que significa mi grande o mi dueño, y era utilizado por los discípulos como una muestra de
respeto hacia sus maestros. No cabe duda que los discípulos buscaban a un maestro que los guiara en
este mundo de tinieblas a la luz de la verdad. La palabra que es de origen hebreo, rabí, Juan la traduce a
sus lectores griegos como Maestro. Aquí Jesús es presentado como el verdadero Maestro, aquel que
tiene las respuestas a todas las necesidades del humano. Los dos discípulos anhelaban estar cerca de
Jesús para aprender de Él y conocer el camino a Dios, no solo por un breve tiempo, sino de manera
permanente, querían tener suficiente tiempo para contarle sus inquietudes y recibir de Él las respuestas.
Por eso deseaban saber dónde moraba.

El Señor accedió y les dijo: Venid y ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día;
porque era como la hora décima. Jesús accedió y no los rechazo, como tampoco rechaza a todo aquel
que lo busca de corazón sincero. La Biblia dice que era como la hora décima cuando todo esto paso. Si
utilizamos el reloj judío, el día comenzaba a las 6:00 de la mañana, cuando el sol salía, por lo que era
como las 4:00 PM. Sin embargo, hay otros que opinan que Juan no estaba utilizando el reloj judío, sino
el romano, donde el día comenzaba a la media noche, tal y como lo hacemos nosotros. Al comparar los
otros textos en los que Juan especifica el tiempo (4:6, 52; 11:9; y, en particular, 19:14) concluimos que
Juan daba la hora según el tiempo romano. Marcos. 15:25 dice que “Era la hora tercera cuando le
crucificaron”, pero Juan 19:14 dice, “Era... como la hora sexta. Entonces(Pilato) dijo a los judíos: ¡He aquí
vuestro rey!” Pilato entregó a Jesús para ser crucificado a la hora sexta, tiempo romano, es decir, a las
seis de la mañana, y fue crucificado a "la hora tercera", tiempo judío, es decir, a las nueve de la
mañana. Por tanto, si Juan estaba usando el reloj romano, la hora décima son la 10:00 AM. El hecho de
que Juan conociera la hora en el que ocurrió este evento nos da la idea de que él era uno de estos dos
discípulos.

EL DISCÍPULO QUE LLEVA A OTROS A CRISTO “Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que
habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús. Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos
hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo). Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón,
hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro)”.

Juan 1:40-42

En estos versículos se nos siguen narrando los acontecimientos del tercer día de la primer
semana de Jesús, aparece el nombre de uno de los dos discípulos que siguieron a Jesús, Andrés, esta vez
testificándole acerca de Jesús a su hermano para que éste viniera a Él. Andrés llego a ser uno de los doce
apóstoles del Cordero al igual que su hermano Pedro, sin embargo, no tuvo la misma popularidad que su
hermano. Podemos hablar que Andrés fue un hombre que vivió bajo la sombra de su hermano Pedro.
Andrés nunca llego a ser del grupo íntimo de Jesús, como su hermano, Jacobo y Juan lo fueron, el
nombre de Pedro se encuentra con más frecuencia en los evangelios que el de Andrés y en Hechos de
los Apóstoles es Pedro uno de los principales líderes que sobresale en sus páginas. Aparte de eso Pedro
es el autor de dos cartas en el Nuevo Testamento. Sin embargo, Pedro no hubiera existido si Andrés
nunca lo hubiera llevado a Jesús. Este hecho nunca le importo a Andrés, ya que su deseo era de estar
cerca de Jesús y no de popularidad. El nombre de Andrés aparece solamente tres veces en este
Evangelio, la primera vez es en este pasaje donde trae a Pedro a los pies de Jesús, la segunda vez es
cuando trae a un muchacho con los cinco panes y los dos peces para que Jesús los multiplique (Juan 6:8-
9), y la tercera vez es cuando él junto con Felipe llevan a unos griegos que buscaban adorar a Jesús (Juan
12:22). Andrés era una persona que amaba llevar a otros a Cristo. Andrés, que había sido discípulo de
Juan el Bautista, le dijo a su hermano Pedro que habían encontrado el Mesías, y aclara para sus lectores
griegos que el término hebreo Mesías significa Cristo. Tanto el termino Mesías como Cristo significan
Ungido. Cuando Jesús vio a al hermano de Andrés Él le cambio el nombre: Tú eres Simón, hijo de Jonás;
tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro). En ocasiones Dios tenía la costumbre de cambiar los
nombres de sus elegidos haciendo referencia a la obra que éstos harían. Los vemos con Abram (padre
exaltado) que llamo Abraham (padre de multitudes), a Jacob (usurpador) le llamo Israel (el que pelea
con los hombres y Dios y vence), a Saulo de Tarso lo conocemos después que inicio su ministerio con el
nombre de Pablo (pequeño). También era una costumbre judía colocarse el otro nombre como el
equivalente al idioma griego del hebreo. Por ejemplo Tomás en arameo y Dídimo en griego quieren decir
mellizo; Tabita en arameo y Dorcas en griego quieren decir gacela. Así Cefas en hebreo y Pedro en griego
significan roca. Jesús no vio en Pedro a un pescador ignorante y sin estudios, sino a un hombre que
podía usar poderosamente a pesar de sus muchas imperfecciones. Así Jesús ve en nosotros no lo que
somos sino lo que podemos ser si permitimos que Él nos transforme.

“Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se
maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús”.

Hechos 4:13

DOS DISCÍPULOS MÁS DE CRISTO

“El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo: Sígueme. Y Felipe era de Betsaida, la
ciudad de Andrés y Pedro. Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió
Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret. Natanael le dijo: ¿De Nazaret
puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve. Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo
de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño. Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces?
Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te
vi. Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel. Respondió Jesús y le
dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás. Y le dijo: De
cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y
descienden sobre el Hijo del Hombre”.

Juan 1:43-51

Llegamos al cuarto día de la primer semana de ministerio de Jesús donde el decide ir a la región
de Galilea y allí hallo a Felipe al cual le realiza el llamado directo a unírsele. Se dice que Felipe era de
Betsaida, El nombre significa “lugar de pesca” o “lugar de redes”. Es difícil determinar dónde estaba
Betsaida. Algunos la sitúan en un lugar al este del Jordán. Inmediatamente después de que Jesús le hizo
el llamamiento a Felipe, este no pudo soportar el hecho de testificarles a otros acerca de Cristo y busco
a su amigo Natanael: Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés
en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret. Sin embargo, Natanael no creyó que
el Mesías pudiera salir de Nazaret, una aldea de Galilea despreciada: Natanael le dijo: ¿De Nazaret
puede salir algo de bueno? Ante la respuesta de Natanael, Felipe no lo contradijo sino le dijo: Ven y
ve. Sabía que solo Jesús podía demostrarle el error en el que él se encontraba ya que los argumentos
humanos se desbaratan ante la verdad divina. Cuando Natanael llega ante Jesús este capta su atención
diciéndole: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño. Con estas palabras estaba revelando
lo más profundo del corazón de Natanael, ya que era un hombre justo delante de Dios, esto lo
impresiono a tal punto que se preguntó:¿De dónde me conoces? Solo Cristo conoce lo más profundo de
nuestro ser, nuestras más íntimas intenciones quedan desnudas ante el supremo conocimiento de Jesús
y Natanael se preguntó cómo este sabe esto sin conocerme, pero Jesús le sorprende aún más
diciéndole: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. Posiblemente lo que
esto significa era que Natanael había estado meditando y orando debajo de la sombra de una higuera
por la restauración de Israel, por el tan ansiado Mesías ya que la higuera era un símbolo de paz para los
judíos. Cuando Natanael oye esto que perplejo ante la omnisciencia de Cristo y cree en Él: Rabí, tú eres
el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel. Al final Felipe no tuvo que ponerse a discutir con Natanael acerca
de sus ideales o creencias, lo único que hizo fue exponer a Natanael a Jesús, de la misma nosotros solo
tenemos que exponer a Cristo a aquellos que pudiesen oponerse al evangelio ya que solo Dios puede
derrumbar sus falsos ideales a través del poder de su palabra.“Porque las armas de nuestra milicia no
son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda
altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la
obediencia a Cristo”.

2 Corintios 10:4-5
Posiblemente Jesús se sonrió con Natanael cuando le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la
higuera, crees? Cosas mayores que estas verás. Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante
veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre. A lo
mejor hacía referencia al sueño que el patriarca Jacob tuvo donde veía una escalera que llegaba hasta el
cielo donde los ángeles subían y bajaban. Estas palabras eran una anticipación de los milagros que sus
discípulos estaban a punto de presenciar a lo largo de su ministerio.
Muchos se han preguntado ¿Quién era Natanael? Según este evangelio sumo las filas de los
primeros discípulos, no obstante su nombre no aparece en los evangelios sinópticos. Se ha sugerido la
siguiente explicación: A Natanael le trajo a Jesús Felipe. El nombre de Natanael no aparece nunca en los
otros tres evangelios; y en el Cuarto Evangelio no se menciona nunca a Bartolomé. Ahora bien: en la lista
de discípulos de Mateo 10:3 y de Marcos 3:18, Felipe y Bartolomé aparecen juntos, como si fuera
natural e inevitable relacionarlos. Además, Bartolomé es realmente un apellido, porque quiere decir hijo
de Tolomeo. Bartolomé debe de haber tenido otro nombre y por lo menos es posible que Bartolomé y
Natanael sean la misma persona. Esto encaja perfectamente en los hechos del caso. En cualquier caso,
es verdad que Natanael representa al israelita cuyo corazón ha sido limpiado de orgullo y prejuicios y
que ha visto en Jesús al que satisface los anhelos del corazón necesitado de Dios.

Introducción
Este pasaje contiene la última aparición de Juan el Bautista como el heraldo del Mesías, pero antes de
abandonar definitivamente la escena, Juan completa su ministerio "transfiriendo" algunos de sus
discípulos a Jesús.

Tenemos, por lo tanto, el relato de los primeros discípulos de Jesús. Sin embargo, cuando comparamos
este pasaje con los primeros encuentros que el Señor tuvo con sus discípulos, encontramos muchas
diferencias. Por ejemplo, en el evangelio de Marcos, Andrés y su hermano Pedro fueron llamados por
Jesús cuando estaban trabajando en el mar de Galilea echando sus redes (Mr 1:16-18), y no cuando
estaban con Juan el Bautista, como aquí.

Para explicar estas diferencias, debemos decir que se trata de dos momentos diferentes. El que relata el
evangelio de Juan es anterior, y describe la ocasión en que estos discípulos conocieron por primera vez a
Jesús. A partir de aquí comenzó una relación de amistad, y ocasionalmente acompañarían a Jesús,
volviendo después a sus trabajos normales. Pero el llamamiento que encontramos en los sinópticos
trata del momento en que lo dejaron todo para estar de forma permanente con Jesús como discípulos. Y
como sabemos, más adelante el Señor los nombró "apóstoles" de una forma oficial con la intención de
enviarlos a predicar a ellos también. Si entendemos este progreso en la relación de estos hombres con
Jesús, no hay contradicción, y sí que aprendemos algo que debe ser un principio en todos los casos:
primero amigos, luego discípulos y finalmente apóstoles o enviados.

"Juan, y dos de sus discípulos"

En los planes de Dios no estaba el que Juan el Bautista estuviera entre los apóstoles del Señor. Su
ministerio consistía en anunciar la venida del Mesías, preparar al pueblo para su encuentro con él e
identificarlo cuando llegara dando testimonio de él. Todo esto lo había hecho ya con total fidelidad, pero
antes de desaparecer de la escena, iba a entregarle aquellos discípulos que se habían formado con él.

¿Quiénes eran estos dos discípulos? Uno de ellos es identificado como Andrés, el hermano de Simón
Pedro, mientras que el otro permanece en el anonimato. Probablemente se trate del mismo evangelista
Juan, que siguiendo con su norma en todo el evangelio, siempre oculta su identidad cuando está
presente en algún acontecimiento.

"He aquí el Cordero de Dios"

Como ya hemos visto en otras ocasiones, Juan aprovechaba cada oportunidad que se le ofrecía para
guiar a las personas a Cristo. Es interesante también ver la ilusión y el ánimo con el que daba su
testimonio de Jesús. Se percibía con toda claridad que admiraba al Señor Jesucristo. Nosotros también
deberíamos dar testimonio de él como fruto de nuestra admiración por él.

En esta ocasión, su testimonio es más conciso: "he aquí el Cordero de Dios", pero los que ya le habían
escuchado muchas otras veces, seguro que recordaban el resto. Lo importante es que él cumplía con
fidelidad con la misión principal de cualquier predicador: hablar de Jesús. Es triste reconocer que en
muchas ocasiones, cuando compartimos el evangelio con otras personas, divagamos en nuestros
pensamientos hablando de muchas otras cosas y muy poco del Señor Jesucristo y su Obra en la cruz.
¡Aprendamos de Juan!

"Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús"


El testimonio de Juan sirvió para que estos hombres se sintieron atraídos por Jesús. Habían oído que
Jesús era el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y ellos decidieron que querían saber más
de él y también, cómo no, que sus pecados fueran perdonados.

Jesús pasaba delante de ellos; era una ocasión única y no la desaprovecharon: "He aquí ahora el tiempo
aceptable; he aquí ahora el día de salvación" (2 Co 6:2).

"¿Qué buscáis?"

Aquellos dos hombres estaban siguiendo a Jesús sin atreverse a decirle nada, así que es el Señor quien
comenzó la conversación y lo hizo con una pregunta: "¿Qué buscáis?". Aquí había una invitación de
parte de Jesús para analizar sus verdaderas motivaciones y necesidades.

Mucha gente busca a Jesús a causa de necesidades temporales o en busca de bienes materiales. Otros,
en cambio, acuden a él, llevados por una profunda necesidad espiritual, buscando el perdón de sus
pecados. ¿Cuál es nuestro caso?

"Rabí, ¿dónde moras?"

La palabra "Rabí" significa "Maestro", tal como lo aclara el evangelista para sus lectores gentiles. Al
tratar a Jesús de esta manera, lo que ellos estaban indicando es que querían aprender más de él. Así que
le preguntaron "¿dónde moras?". En realidad ellos querían mucho más que un poco de conversación,
querían tener comunión con él, conocerlo bien, y para eso hacía falta un lugar tranquilo, donde pudieran
regresar una y otra vez.

"Venid y ved"

Y como ha sido siempre la norma en Jesús, él no rechaza a nadie, sino que con todo cariño les invitó a
estar con él. Nadie con un deseo genuino de aprender más del Salvador ha sido jamás rechazado.

En las palabras que les dijo vemos una invitación, "venid" y una promesa, "ved". Y estas mismas palabras
siguen resonando para todos los hombres.

Realmente no sabemos dónde vivía Jesús en esos días, tal vez en alguna habitación humilde alquilada,
pero esto no era lo importante, estuviera donde estuviera, lo importante era él.

"Era como la hora décima"

El escritor probablemente era uno de aquellos dos discípulos. ¡Aquel día con Jesús cambió toda su vida!
Dejó en él una impresión tan profunda que cuando escribió su evangelio sesenta años después todavía
no había olvidado la hora exacta en que había recibido aquella invitación y había determinado aceptarla.

"Andrés halló primero a su hermano Simón"

La impresión que tenemos de este versículo es que nada más que terminó el encuentro con Jesús,
Simón buscó a su hermano Simón para hablarle de Jesús.

La promesa del Señor se había cumplido; vieron tal gloria en Jesús que de manera natural e inmediata se
convirtieron en misioneros. Hablar a otros de Jesús debe ser una reacción normal para todo aquel que
conoce a Jesús.
Esta sencilla narración presenta un ejemplo del modo como ha progresado en todos los siglos la iglesia
cristiana: el testimonio de Juan a Andrés y el de Andrés a su hermano Simón.

La obra de dar a conocer el evangelio y la gracia de Dios no debe dejarse sólo en manos de los pastores
o misioneros. Todos los que han sido libertados del poder del diablo deben ir a su casa y a los suyos y
contarles cuán grandes cosas ha hecho el Señor por ellos (Mr 5:19).

"Hemos hallado al Mesías"

Parece que tanto Andrés como Simón habían estado buscando al Mesías y ahora Andrés lo había
descubierto. Este descubrimiento no es comparable con ninguna otra cosa en el mundo. Y la gracia
genuina no es egoísta, de hecho, aborrece comer a solas sus manjares. Y como Andrés amaba a su
hermano Simón, compartió con él su descubrimiento.

Por supuesto, el concepto que estos discípulos tenían sobre el Mesías en este momento tenía que
refinarse, pero el Señor se encargaría de ello. Pero el fundamento ya estaba puesto; ellos entendían que
Jesús era alguien especial, ungido por Dios mismo.

"Y le trajo a Jesús"

Andrés no sólo le habló de Jesús, sino que lo trajo a Jesús. Seguramente ésta sea un área donde fallamos
en nuestro testimonio cristiano. No debemos conformarnos con hablar de Cristo, sino que debemos
ayudar a las personas a encontrar y seguir a Cristo.

"Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro)"

Cuando Jesús se encontró con Simón Pedro por primera vez, le miró con esa mirada penetrante que
lograba ver dentro de las personas y le dio un nombre nuevo.

El silencio de Pedro es "elocuente" tratándose de un hombre de carácter arrojado, mostrando, sin duda,
que se puso entonces a la disposición del Señor.

¿Por qué le dio un nombre nuevo en este momento? Realmente parece un poco extraño, porque el
Señor no hizo ninguna interpretación de lo que quería decir con esto, ni tampoco le dio ningún
mandato. Tal vez lo que quiso decir simplemente es que Simón, a partir de este momento, iba a ser una
nueva persona. Como alguien a dicho: Dios te ama tal y como eres, pero te ama demasiado para dejarte
así.

Pero viendo su trayectoria posterior, también podemos pensar que había un propósito en este nuevo
nombre: El impulsivo Simón llegaría a ser el estable Pedro. No olvidemos que en griego "petros" se
empleaba para describir una piedra. Esta firmeza no era una cualidad propia de Pedro, pero llegaría a
ser suya por la gracia de Dios. Y como piedra viva, sería edificado en el nuevo edificio espiritual de la
iglesia de la que Cristo es la piedra angular (1 P 2:4-5). Y como apóstol de Jesucristo, tendría un lugar
importante dentro de este templo santo como fundamento o pilar junto con los otros apóstoles (Ef
2:20) (Ap 21:14).

Y tal como leemos en (Mt 16:17-19), donde el Señor le volvió a asignar ese mismo nombre, vemos que
allí le dio una responsabilidad especial en relación con el Reino de Dios, dándole las llaves, promesa que
vemos cumplida cuando en el libro de los Hechos, Pedro abrió el Reino de los cielos a judíos (Hch 2:14-
42), samaritanos (Hch 8:14-17) y gentiles (Hch 10:1-48) por medio de la predicación del evangelio.
El Evangelio según Juan es una joya preciosa de las Sagradas Escrituras. Contrario a los evangelios
sinópticos, es un hermoso tratado teológico donde el apóstol Juan presenta los argumentos necesarios
para demostrarles a sus lectores que Jesús es Dios. Dicho evangelio está constituido por un gran prologo
que magnifica la divinidad del Verbo, así como el poderoso testimonio de Juan el Bautista, del Espíritu
Santo, de los discípulos, de las obras poderosas de Cristo, el del Padre y de las Escrituras. Enfatiza mucho
el ministerio de Jesús en Jerusalén, algo que casi no aparece en los otros evangelios y termina con la
muerte y resurrección del Cristo glorioso.

esus Calls His Disciples!

General Idea: The following day after the baptism, Jesus walked by John the Baptist and he
proclaimed, Look, there is the Lamb of God.Then Jesus began to call His twelve Disciples personally. He
used different approaches that seemed daring and obscure. Using a direct approach, a challenge ("Why
do you want this?") He used them to call others too. Then, two of John's disciples, John and Andrew,
started to follow Jesus, but He challenged them, asking "what do you want?" He called His first two
disciples with a challenge; Andrew, the first one, was so excited he told his brother Simon he had found
the Messiah. Then, they stayed with Jesus. Jesus changed Simon's name to Peter; He then went to
Galilee to call the other Disciples. He called Philip who was from the same town as Andrew and Peter.
Philip got so excited; he told Nathanael that he found the One about whom the Prophets foretold.
Nathanael could not believe that the Messiah could come from such a rough part of the county as
Nazareth, but Jesus reassured him by telling him who and where He was and Nathanael believed and
proclaimed that Jesus was the King of Israel and the Son of God. Jesus told him, "you will see even
greater things-even heaven opening up with all the angels going up and down."

Contexts and Background:

This passage is about transitions. The first transition is John the Baptist, who lived in the age of Law, and
his ministry was preparatory to Christ. He transitioned his ministry and mission and his disciples over to
Jesus the Christ. The new age and Covenant begins from the age of Law to the Covenant of grace. Jesus
becomes the Bride as the Church is (Matt. 11:1-19; John 3:29; Eph. 5:25-27, 32). The second transition is
the Disciples migrating from their positions to His position. Jesus is calling His first followers, those with
whom He would spend three, close, intimate years, teaching them all they needed so to know God. They
would be the authority to be the foundation that Christ used to form the Church to worship Him and
proclaim the new age of the Kingdom of God. Jesus transformed their lives from fisher-men to fishers-
of-men, from the rough and dirty to the pure of heart with a bold purpose and mission. They would be
transformed by grace and be the bearers of grace and the prime instruments by whom others would be
transformed too.

Commentary-Word and Phrase Meanings:

· Two of his disciples. A disciple is someone who pledges to be a learner under a teacher. A Rabbi or
Priest would undertake apprentices who would learn their trade, sacred texts, and be trained both
formally and by example; they would, in turn, gather disciples unto themselves to teach. It was very rare
that a teacher would tell his students to go to someone else. This would be an act of great humility.
However, John had the confidence and insight and trust in Jesus that He would take care of his
followers.
· The unnamed Disciple, John is the other one of the two, brother of James, who describes himself as the
beloved Disciple, or the Disciple whom Jesus loved. He was the writer of this Gospel, three Epistles, and
Revelation (John 21:20-24). Known as the Son of Thunder, he seemed to be quick in judging others (Luke
9:49, 54). Jesus called to him from the cross with His last few words, telling him to care for His mother
(John 13:23; 19: 26-27). He was among the first to see the Resurrection (John 20: 2-8; 21:7). He was
exiled at the island of Patmos, and is thought (possibly; not definitely) to have established the churches
of Smyrna, Pergamos, Sardis, Philadelphia, Laodicea, and Thyatira, all to whom he writes in his book of
Revelation. John was the only Apostle to avoid being martyred; however, he was exiled to a primitive
island.His humility does not allow a reference of himself here (Mark 1: 16-20).

· Look. Jesus is the One to whom we are to look!

· They followed. They turned their allegiance from John to Jesus and walked with Jesus literally and
eventually, spiritually too. This is more of an act to state that one wants to follow and learn from a rabbi
or teacher. This was also a sign of respect (John 10:4).

· What do you want? Jesus asked question "what do you want in life?" to see where the person's heart
and motives were. This is key before we can grow; what do we want and does it line up to with Christ
wants and has for us?

· Where are you staying/where thou dwell. A student first seeks to make sure his master is taken care of.
This was also an act of hospitality and respect because then it was late in the afternoon and too far for
Jesus to walk to his home. This also means "where do you dwell" concerning our mindset, faith, and
"where is your hope and trust placed (John 15:4-7)?"

· Come…Follow me. This is the simplest message and heart of the Gospel; come to Christ and see. How
has Jesus said this to you? Students of a rabbi would follow behind him literally-like a puppy-but Jesus
wanted more than a puppy-approach to the Gospel. He wanted a deep commitment from the heart and
then action by the feet. Some of the great philosophers, like Socrates, called their disciples in this way to
make sure they got real commitment and so their time would not be wasted. In Jewish culture, the
parents usually chose their children's teachers or school (John 13: 36-38; 15:16; 21:15-22; Eph. 2:20)

· Andrew. He was the brother of Peter, a disciple of John the Baptist, and a fisherman; he was also one of
Jesus' first disciples. He was zealous, excited, and driven; he took the initiative and became the first
witness even before being called or instructed in how to do it. Andrew brings his first convert, someone
who would later come to be far greater than himself-Peter. Later on, he and Philip introduced some
Greeks to Jesus. It is believed he went to and preached in Bithynia, Scythia, Greece, and among the
Parthians. He was then imprisoned in Greece, and finally, crucified on a cross. The two ends of the cross
were fixed crossways in the ground (like an "X"), the pattern of the "St. Andrew's cross" (Matt. 4:18-20;
John 1:35-40; 6:4-9; 12:20-22).

· Simon Peter. Simon, who was called Peter, was introduced to Jesus by his brother, Andrew. He was a
fisherman called to become a fisher of men. He was very impulsive. He acted first and thought later
(Matt. 14:25-31; 16: 21-23; 26: 31-35; John 18:10-11; Gal. 2:11-13). He even denied our Lord, but was
restored and made the first Church leader (Matt. 26:69-75, John 21:15-19; Acts 3-6; Gal. 1:18; 2:1-10).
The Catholic Church sees Peter as its founder and the first Pope. He possibly preached the first gospel
sermon on the day of Pentecost (Acts 2:14-41). He is thought to have traveled to Rome and even
Babylon, and then crucified upside down in Rome (1 Pet. 5:13).

· Cephas. Peter and Cephas are the same name in different languages, Cephas is Aramaic meaning "a
stone" and Peter is Greek "petros" meaning a rock. Jesus told Peter he would become much more than
he was at that time. Many teachers would give their students nicknames. This is also a new beginning-a
new life-away with the old and now in with the new (Jer. 20:3).

· The first thing…Brought him to Jesus. There is no greater blessing than to have found the Lord. He is
not lost, we are. Andrew introduces and instructs us as to the best way to evangelize. "Tell a friend."
Introduce Jesus like you would introduce a friend to another friend and let the Holy Spirit do the rest.

· We have found the Messiah. Messiah means the Anointed One, which in the Greek is "Christos,"
meaning Christ. It comes from the practice of Jewish priests anointing a king with oil to show they were
approved by God, and pointed to the One God would ultimately send (Lev. 4:3; 1 Sam. 16:1-6; Psalm
89:19-21; 105:15; Isa. 61:1; Matt. 1:1; John 6:15).

· Philip. He was called by Jesus the day after Peter and Andrew were. Then he led Nathanael to Jesus.
Later we will see him make a bold request to Jesus, "Show us the Father" (John 14:8-9). Later, he
ministered in Phrygia, and then was scourged, thrown into prison, and crucified.

· Bethsaida. This was also a fishing village. Fisherman in that day usually had more than one port for
home; this is why Mark states that Peter's home was Capernaum, because they sailed back and forth
from those two locations (Matt. 2:23; Mark 1:19).

· Nathanael, also called Bartholomew, was a simple man who was forthright in character and who
sought the Lord through prayer and ponder; but when Jesus came, he had to make sure He was the One.

· Moses wrote about. Jesus was the fulfillment of Scripture. Moses represented the greatest Prophet and
the Law as founder of the Jewish religion. He foretold, as did the veracity of the Old Testament
Scriptures, the coming of the Christ. Christ was to complete the redemptive work that the Law prepared
people for and that the Prophets foretold (Deut. 18. 15-19; Isa. Chaps 9, 11, 53; Luke 24:25-27; 44-47;
Acts 2:29-32; 3:18-21; 7:52-53; 8:30-35; 10:43; 26:22-23; 28: 23; Rom. 1:2; 1 Pet. 1:10-11; Rev. 19:10)

· Jesus of Nazareth. Where Jesus grew up and called "home." You were known by your father's name,
like "Jesus son of Joseph" or where you were from, "Jesus of Nazareth."

· Son of Joseph. This was a reference to where one was from, a city or family clan or tribe. Philip was
identifying some of Jesus' human lineage for Jesus is the son of Joseph, His adopted father (Matt. 1:24).

· True Israelite/Israelite indeed. Meaning a person who trusted God who was of good character, or a
person who was known for his dishonest or devious behavior, then turned his life around as did Jacob
whose name was changed to Israel. These were also the people that anticipated a Messiah who would
cleanse them, whereas others wanted a militant Messiah to fight and kick out the Romans (Gen. 27:35;
31:26).

· Under the fig tree. Supernatural knowledge was only in the realm of a real miracle worker, a Prophet,
or a con. In this passage, the Disciples make sure Jesus was the real thing before committing (John 2:24-
25).
· Rabbi. A name for a teacher, usually a priest or a Levite but not always, who taught the Law and ways
of God, like a teaching pastor today.

· King of Israel. This was a title for the Messiah, meaning one who will lead the people out of
despair. This is what the people shouted at Jesus' Triumphal Entry we celebrate at Palm Sunday, and
what the inscription on the sign on the cross stated (John 19:19).

· Greater things. The miracles of Jesus were not just a show or to heal a few people; they were a "proof
text" that stated He was who He said He was. These disciples would see Jesus' redemptive work
firsthand; wow! what a marvelous thing to experience-the promise fulfilled and the greater work of how
Jesus used them and us in the lives of others as agents of redemption!

· Heaven open. Meaning a major revelation, which is that we are reconciled! An example would be
Jacob's experience, "Jacobs Ladder," a glimpse into heaven, and later the disciples observing the
Transfiguration, and by the Person and work of Jesus. This was a promise that God would heal the
separation we have as humanity to Him, as God, through Christ's redemption (Gen. 28:12; 32:28; Ezek.
1:1).

· Son of God. A title for both Jesus' humanity and divinity that enables Him to take our place in the wrath
of sin and redeem us. This is a bold confession of who Jesus Christ, the eternal God, is; without
preparation, training, or discipleship, Nathanael knew. Liberal commentators say this is just an
exaggeration or an overreaction, but the text tells us that he comes to Christ by reason, not sensation or
sentiment, and was skeptical not emotional; he was persuaded by Philip's testimony, Jesus' character,
and by the prophecies of the Old Testament (Dan. 7:13; Matt. 8:20).

· John says nothing about himself or even states directly that he was the first one called; rather, his
humility extols the virtues of the others.

Devotional Thoughts and Applications:

Look! Look to Christ! See who He is and what He has done! Jesus is the great Victim, the pure, sinless
One who sacrificed Himself for the dirt of humanity and the dirt of life; He lived and breathed as we do,
experienced all as we do so He would know our burden and then lift it from us. Jesus is the Lamb of God
who came to save you and lift your burden from you and give you a triumphant, new, eternal life of real,
effectual hope and wonders beyond wonder. Think about this: if each one of us was more like Andrew,
excited about our faith and bringing even just one to the Gospel, how much stronger the Church would
be; how much more could be done.

Look! Look to Christ! This is the message that the preacher gives, not to have us look upon him but upon
Him. Look to Christ and not to me. Any true Christian leader will always point people to Christ and not to
themselves. Ministry and life are about Christ, not about "me;" it is not selfish or self-focused-it is always
about Christ and nothing else matters. When a leader draws attention to himself or is prideful, it is a
certainty he is not from above, but from down below; you can count on that they are up to no good.

The Essential Inductive Questions (for more Inductive questions see Inductive Bible Study):

1. What does this passage say?

2. What does this passage mean?


3. What is God telling me?

4. How am I encouraged and strengthened?

5. Is there sin in my life for which confession and repentance is needed?

6. How can I be changed, so I can learn and grow?

7. What is in the way of these precepts affecting me? What is in the way of my listening to God?

8. How does this apply to me? What will I do about it?

9. What can I model and teach?

10. What does God want me to share with someone?

Additional Questions:

1. When you were growing up, what convinced you that what a friend or a sibling said was true?

2. Why did the Creator, Lord God of the universe, call His twelve Disciples personally? How did He call
you?

3. Why do you suppose Jesus used different approaches that seemed daring and obscure?

4. Why did Jesus call His first two disciples with a challenge?

5. What major transitions have you experienced in Life? How has your faith helped you?

6. Why did Jesus use fisherman (they had seminaries and religious schools then) as the foundation to
form the Church to worship Him and proclaim the new age of the Kingdom of God?

7. Why is it important that Christian leaders not look upon themselves but to Jesus? Why would they
not? What enables pride and presumptions to take over? How does this diminish our Lord and damage
His Church?

8. Where do you dwell (what consumes your thoughts and ideas and concerns) in your mindset and
faith; where do your hope and trust lie?

9. How does Andrew introduce us to the best way to evangelize? What can you and your church learn
from his approach?

10. What motivated Andrew to be so excited and driven? How can you be better at taking the initiative
to be a good witness?

11. If Jesus asked you what do you want in life, what would you say? He is asking; so what do you think
He sees in your heart and motives? Is what you want lined up with what Christ wants and has for you?
What do you need to do?

12. What did it take for you to have the confidence and realization and trust in Jesus so you knew He
would take care of you? How can you have more confidence? What gets in the way?
En el primer capítulo del evangelio de Juan se hace una presentación progresiva de la persona Jesús, de
esta manera:

(1) El prólogo-Himno (Juan 1,1-18) que nos anuncia quién es Jesús y nos presenta las líneas
principales del Evangelio;

(2) El testimonio de Juan Bautista (Juan 1,19-34), en el cual se hace una presentación de la persona
de Jesús, mientras éste entra en escena;

(3) La primera actividad de Jesús, que es la congregación de sus primeros discípulos (Juan 1,35-51).

Esta parte final del primer capítulo del Evangelio de Juan (1,35-51) es el punto más alto con relación a
todo lo anterior y constituye el verdadero comienzo de la narración evangélica, porque es ahora cuando
Aquel que ha sido presentado como el “verbo” comienza a hablar. Por eso el relato contenido en Juan
1,35-41 también podría denominarse: “Jesús -el Maestro- entra en acción”.

Pues bien, como lectores asistimos a las primeras palabras de Jesús en el Evangelio, que son pocas pero
significativas y ocupan un lugar central en cada escena (cfr. Juan 1,38.39.42.43.47.48.50-51). Éstas están
dirigidas exclusivamente a aquellos con los cuales sostendrá la relación más estrecha, es decir a sus
discípulos, los mismos que experimentarán y comprenderán su misterio y se convertirán luego en sus
testigos.

1.1. Características del primer encuentro con Jesús

La manera como sucede el primer encuentro con Jesús, los pasos y mediaciones que allí se dan,
permanecerá como paradigma para los discípulos de todos los tiempos quienes comenzarán su camino
de discipulado a partir de un “encuentro personal” con Jesús.

Un dato significativo, que anotamos para comenzar, es que mientras los otros tres evangelios describen
el llamado de los discípulos de manera breve (excepto Lc 5,1-10) y concisa en torno al significado del
imperativo “Sígueme” -en los llamados relatos vocacionales-, el evangelio de Juan prefiere describir con
todo su colorido la manera como se comienza a tejer la relación profunda entre el maestro y sus
discípulos, mostrándonos otro ángulo -quizás más profundo- de lo que significa el “seguir” a Jesús.

El evangelio de Juan nos enseña, entonces, desde su primera página cómo es un encuentro con Jesús.
Si pudiéramos sintetizarlo todo en pocas palabras podríamos decir que todo encuentro con Jesús es:

 Personal

 Original

 Intenso

 Significativo

 Transformador

 Provocador de nuevos encuentros

Sobre esta base el evangelista Juan nos describe una serie de escenas, cada una con sus propias
particularidades, permitiéndonos así descubrir lo maravilloso que es encontrarse con Jesús y todas las
consecuencias que se derivan del encuentro. Estas escenas están encadenadas entre sí (las dos
primeras y las dos últimas por el testimonio de quien ya encontró a Jesús; la segunda y la tercera por el
motivo cronológico) y se desarrollan como en un crescendo, donde la identidad de la persona de Jesús
va apareciendo cada vez más clara y la percepción de los discípulos (el “ver”) tiene mayor profundidad.

Veamos los rasgos característicos en las dos primeras escenas de encuentro con Jesús de Nazareth.

2. El encuentro de Jesús con Andrés y su compañero: Juan 1,35-40.

Los elementos más importantes de este encuentro se pueden esquematizar así:

- Testimonio acerca de Jesús (1,35-36)

- Escucha y respuesta al testimonio (1,37)

- Caminar en el seguimiento/búsqueda de Jesús (1,38)

- Ir y ver por sí mismo (1,39a)

- Permanecer con Jesús (1,39b).


Este esquema se sintetiza al final en dos acciones básicas y dinámicas que van del “escuchar” al “seguir”
(1,40). El resultado es el seguimiento y éste se presenta como un “permanecer con Jesús”.

2.1. El testimonio acerca de Jesús: el primer impulso (1,35-36)

En el primer encuentro dos discípulos se cambian de escuela. Andrés y su otro compañero (ver 1,40)
escuchan el testimonio de Juan Bautista, de quien se dice son “dos de sus discípulos” (1,35), y
comienzan a seguir a Jesús (1,37).

El primer impulso para el encuentro lo da la voz del testigo. Juan Bautista cumple esta función, dada
desde el prólogo (1,7) y ejercida ya por primera vez, el día anterior, ante las autoridades de Israel (1,19-
34). A diferencia del día anterior, Jesús no “viene hacia él” (1,29) sino que “pasa”, “sigue su camino”,
“traza una ruta hacia adelante” (cfr. 1,35). Juan Bautista lo nota bien y sabe poner a sus propios
discípulos en ese camino.

El anuncio “He ahí el Cordero de Dios” resuena por segunda vez (1,29 y 1,36).

El cumplimiento de su misión, implica para Juan la pérdida de sus discípulos, por eso está a la altura de
su vocación: “Es preciso que él crezca y que yo disminuya” (3,30). De hecho él “no era la Luz sino quien
debía dar testimonio de la Luz” (1,8). Juan Bautista es un maestro que sabe reconocer al verdadero
maestro, no retiene a los discípulos para sí, sabe desprenderse porque conoce quién es el
verdaderamente importante.

2.2. Escucha y respuesta al testimonio (1,37)

El testimonio de Juan Bautista conduce hacia Jesús a dos de sus discípulos: “Los dos discípulos le oyeron
hablar así y siguieron a Jesús” (1,37).

Observando el comportamiento de los discípulos descrito en los dos verbos “oir” y “seguir”, podemos
comprobar cómo en el discipulado la escucha es importante pero el seguimiento es decisivo.

La escucha es importante: “lo oyeron hablar así”. Lo que atrae a los discípulos no es nada externo de la
persona Jesús, ni siquiera un cúmulo de conocimientos acerca de él. Lo que atrae es el significado de su
persona: la transformación que él puede obrar en mi vida a partir del don de su perdón.
El seguimiento es decisivo: “siguieron a Jesús”. No basta saber algo acerca de Jesús, el conocimiento
pide dar un paso, un ponerse en movimiento hacia el encuentro con él. Con el testimonio se hace una
primera idea de Jesús, con el encuentro se vive la experiencia de la transformación.

2.3. Caminar en el seguimiento/búsqueda de Jesús: ¿Cuáles son los motivos del seguimiento? (1,38)

Aquí sucede algo maravilloso. Los discípulos ya están siguiendo a Jesús, pero no han dialogado con él.
Ahora sucede el encuentro.

Jesús toma la iniciativa: se da media vuelta, los “ve” en su actitud de seguirlo y se dirige hacia ellos. Su
primera palabra (la primera de todo el Evangelio) no es una afirmación sino una pregunta: “¿Qué
buscáis?” (1,38a).

La pregunta pone al descubierto el corazón de los discípulos, ellos son:

- Hombres en búsqueda: ciertamente “buscadores”, pero no siempre es claro de qué.

- Hombres que no se han quedado paralizados sino que se han puesto en camino: en Jesús parecen
haber una luz para sus inquietudes.

Jesús no los ha recibido con una larga enseñanza acerca de Dios o de sus propósitos misioneros o sobre
los objetivos del seguimiento o sobre lo que él ve en el corazón de los hombres. Jesús suscita un diálogo,
un diálogo profundo que permite exponer los motivos del corazón, allí donde se dan los compromisos.

Es curioso que los discípulos no le responden qué buscan, a lo mejor todavía no lo pueden expresar con
palabras. Una característica de la pedagogía de Jesús en este evangelio es que educa a sus
interlocutores para que sepan hablar expresando sus motivos más profundos. Los discípulos le
responden con otra pregunta: “Maestro, ¿dónde vives?” (1,38b)

2.4. Ir y ver por sí mismo (1,39a)

La pregunta “¿Dónde vives?”, equivale para un discípulo al “¿Dónde está tu escuela?”. Donde la
intención de fondo es pedir la prolongación del diálogo. Lo que los discípulos buscan no se puede
explicar a las carreras en medio de la calle. Los discípulos piden tiempo, desean hablar en paz con su
nuevo “Maestro”.
Jesús acepta. Les dice: “Venid y lo veréis” (1,39).

2.5. Permanecer con Jesús (1,39b).

“Vieron dónde vivía y se quedaron con él (a partir de) aquel día” (1,39ª). Así como la escucha del
testimonio los condujo al seguimiento de Jesús, ahora los dos discípulos no sólo ven dónde habita el
Maestro sino que “se quedan” con él.

Se trata de un “entrar” en el mundo de Jesús y entablar con él relaciones basadas en la confianza mutua.
Además, el encuentro no queda como una hecho ocasional sino como una experiencia estable,
permanente; es el inicio de una verdadera amistad. Sus vidas respiran en una nueva atmósfera de
relaciones y de vivencias que durará mucho.

La indicación acerca del día del suceso, e incluso del detalle “eran más o menos las cuatro de la tarde”
(1,39b), deja entender que el encuentro con Jesús marcó su propia historia, fue el día y la hora decisiva
de sus vidas.

2.6. La dinámica del ESCUCHAR al SEGUIR-PERMANECER (1,40)

La conclusión de esta primera escena aparece así: “Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los
dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús” (1,40). Esta frase es, al mismo tiempo, la
introducción de la escena que sigue. Pero como frase conclusiva, nos da una clave para comprender la
dinámica de fondo del encuentro con Jesús, ésta se da en proceso de la Escucha/Respuesta.

Los dos primeros discípulos de Jesús supieron dejarse conducir por aquél que ya sabía quién era Jesús,
Juan Bautista, y dieron el primer paso en su itinerario como discípulos de un nuevo

Maestro que les abriría definitivamente nuevos horizontes en sus vidas. Pero luego, ya junto con Jesús,
volvieron a escuchar la palabra de Jesús y le respondieron. En el fondo de esta dinámica del Escuchar y
Responder se nota una profundización en los motivos profundos que había en el corazón de los
discípulos. La escena nos deja así un pequeño esquema que permanece como paradigma del encuentro
con Jesús.

Escuchar Seguir

al testigo a Jesús
Ver Buscar

Escuchar Permanecer

a Jesús Con Jesús

Hay que aprender a escuchar al Maestro: con las actitudes, los lugares y los tiempos que él lo requiere.

La palabra de Jesús “Venid y lo veréis” contiene lo esencial del encuentro. Se trata de una invitación
(venid) y una promesa (veréis) importantes. Todo apunta hacia el encuentro vivo y personal con el
Maestro, y ése el núcleo del acto educativo. Jesús no les entrega un libro con doctrinas y normas para
que sean buenos discípulos, sino que los llama a un encuentro personal de amistad, de comunión con él.

Por su parte los discípulos no pueden permanecer a distancia, sin compromiso, como simples
espectadores, sino que deben comprometerse, andar con él y seguir su camino, el camino que él
indique.

En definitiva, el “permanecer” con Jesús es la forma concreta de seguirlo, porque el conocimiento de


Jesús no se puede tener a distancia, sino sólo en la comunión con él.

3. El encuentro de Jesús con Simón Pedro. Juan 1,41-42.

Este segundo encuentro está estructurado en cinco pasos:

- Búsqueda de otro para compartirle la experiencia (1,41a)

- Anuncio del descubrimiento de la identidad mesiánica de Jesús (1,41b)

- Conducir el hermano a Jesús (1,42a)

- Descubrimiento del ser conocido por Jesús (1,42b)


Así como ya lo vimos con Juan Bautista, la función del testigo es “conducir hacia”, es llevar al encuentro
directo con Jesús. El testimonio no suple la experiencia, es apenas su soporte.

3.1. Descubrimiento del ser conocido por Jesús (1,42b)

Una particularidad de este encuentro con Jesús, con relación al anterior, es que no se trata únicamente
de saber quién es Jesús sino de lo contrario: Jesús conoce a aquel que está delante de él.

Esta vez Jesús parte de la pregunta sino de un gesto y de una afirmación: (1) El gesto es su mirada:
“fijando su mirada en él”, lo que indica conocimiento profundo, pero también probablemente amor; (2)
Una afirmación con la cual Él expresa lo que conoce de Simón Pedro:

- Quién es él

- Cómo se llamará en el futuro

La mirada penetrante de Jesús y la doble repetición del “tú”, constituyen el momento vocacional, la
invitación al encuentro. En ello se puede notar todo un camino de aprendizaje que se interpone entre
las dos interpelaciones con el “Tú”:

- “Tú eres”: ahora (en la que la relación más estrecha es la de la familia: “hijo de...”).

- “Tú serás”: en el futuro (gracias al “permanecer con Jesús”).

Quién es él: “Tú eres Simón, el hijo de Juan”.

Antes de que el discípulo llegue a confesar su fe (“Tú eres el Cristo”) Jesús deja saber que él sabe quién
es aquél a quien llama (“Tú eres Simón”). El contenido del conocimiento es la persona de Simón como
tal, como hombre distinto de los demás, pero también su historia y su mundo familiar: es el “Hijo de
Juan”. La experiencia de fe comienza de esta manera tan sencilla: llegar a descubrir a quien
verdaderamente conoce nuestra vida personal, nuestras búsquedas y también nuestras raíces afectivas,
el tejido de las relaciones que nos dan identidad en el mundo.

3.2. Transformación de la persona (1,42c)


Cómo se llamará en el futuro: “Tú te llamarás Cefas…”. Y el evangelista inmediatamente traduce: “…que
quiere decir ‘Piedra’”. El cambio de nombre no es algo superficial, indica más bien que algo sucede en
la identidad del discípulo cuando conoce al Maestro.

El encuentro es un diálogo de conocimiento profundo, de revelación del quiénes somos y del quién es Él
para nosotros, que transforma la vida. El discípulo podrá decir: “desde el momento en que te conocí
algo comenzó a cambiar en mí”.

El cambio de nombre es también una expresión de amor, muestra cuánto Jesús se interesa por su
discípulo asignándole una tarea. La transformación en la vida del discípulo tiene que ver con lo que le
sucede interiormente a partir de su experiencia de amistad con Jesús y con la misión que, en su nombre,
tendrá que asumir por el resto de sus días.

4. Releamos el Evangelio con un Padre de la Iglesia

“…Eran como las cuatro de la tarde”

“‘¿A quién buscáis?’ ¿Y qué viene a ser esto? ¿Aquel que conoce el corazón de los hombres, aquel que
conoce a fondo nuestros pensamientos se pone a hacer preguntas?

Pues sí, pero no para aprender más sino que se sintieran cómodos con la pregunta, para inspirar mayor
confianza, para demostrar que los consideraba dignos de una conversación (…).

Ellos no demostraron apenas su deseo de seguirlo, sino también con la pregunta que le hicieron. En
efecto, lo llaman “Maestro” sin haber aprendido ni oído todavía nada de su parte, ciertamente
contándose entre sus discípulos e indicando la razón por la cual lo habían seguido: esto es, el deseo de
escuchar algo útil (…).

Eran más o menos las cuatro (…). Tenían hora fija para sus comidas, para bañarse y para todas las otras
cosas de la vida cotidiana; pero el aprendizaje de la sabiduría celestial no tiene hora determinada: todos
los momentos son buenos”.

(San Juan Crisóstomo, Homilía sobre Juan, 18)

5. Cultivemos la semilla de la Palabra en el corazón


5.1. ¿Cómo comenzó la relación entre Jesús y sus primeros discípulos?

5.2. ¿Qué características tiene todo encuentro con Jesús? ¿Qué me ha sucedido a mí?

5.3. ¿De qué manera mi vida de fe, personal y comunitaria, se dinamiza a partir de los pasos que nos
presenta el pasaje de hoy?

5.4. ¿Me preocupo por traer a otras personas hacia Jesús? ¿Lo hago con mi familia, mis amigos, mis
compañeros de trabajo, mis vecinos?

5.5. ¿Qué significa la expresión de Jesús “Vengan y vean”? ¿Mi discipulado tiene fuerza a partir de esa
frase programática? ¿Cómo vivirla hoy?

Siguieron al Cordero de Dios

Juan 1,35-42

El Evangelio de este domingo nos relata la vocación de los primeros tres discípulos de Jesús, incluido el
mismo Simón Pedro. Es evidente la insistencia del Evangelio en la intervención de Juan el Bautista. Él fue
verdaderamente el Precursor de Cristo, el más semejante a Jesús de todos los personajes bíblicos. Juan
es el único a quien se hace esta pregunta: «¿Eres tú el Cristo?» (Jn 1,20; cf. Lc 3,15); Juan es el único de
quien es necesario aclarar: «No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz» (Jn 1,8). Su
testimonio debió ser impresionante, pues el Evangelio agrega: «Para que todos creyeran por él» (Jn 1,7).

Todos nosotros creemos por el testimonio de los apóstoles que nos transmitieron los dichos y hechos de
Jesús, como lo declara el IV Evangelio: «Estas (señales que hizo Jesús) han sido escritas para que ustedes
crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida en su nombre» (Jn 20,31).
Pero, a su vez, los apóstoles creyeron por el testimonio de Juan, de manera que también es verdad que
«todos hemos creído por él».

¿Cómo fue ese testimonio? El día anterior al episodio que leemos este domingo, indicando a Jesús,
«Juan dio testimonio diciendo: “He visto el Espíritu que bajaba como una paloma y se quedaba sobre
él... doy testimonio de que este es el Elegido de Dios”» (Jn 1,32.34). Pero este testimonio no había
motivado el seguimiento de Jesús por parte de los primeros discípulos. ¿Quién puede pretender seguir
al «Elegido de Dios (otros manuscritos dicen “Hijo de Dios”)»?

El Evangelio de hoy continúa: «Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus
discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: “He ahí el Cordero de Dios”». Este testimonio sí que
motivó el seguimiento de los primeros discípulos de Jesús: «Los dos discípulos le oyeron hablar así y
siguieron a Jesús». El nombre «Cordero de Dios» destaca la condición humana de Jesús, la única que lo
hace susceptible de ser ofrecido en sacrificio para «quitar el pecado del mundo». En esta condición él
llama a ser seguido por sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome
su cruz y sígame» (Mc 8,34). La cruz es el lugar donde el Cordero de Dios fue ofrecido en sacrificio. Tal
vez nunca expresó San Pablo más claramente su condición de discípulo de Cristo que cuando escribió:
«Estoy crucificado con Cristo» (Gal 2,19).

El Evangelio repite la relación entre esta declaración de Juan y el seguimiento de Jesús: «Andrés, el
hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús». Si éstos,
oyendo a Juan, siguieron a Jesús, en adelante, el seguimiento será oyéndolos a ellos: «Andrés se
encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: “Hemos encontrado al Mesías” - que quiere
decir, Cristo. Y lo llevó a Jesús».

Así entendemos mejor el significado de las palabras que pronuncia el sacerdote en la Eucaristía mientras
muestra el Cuerpo y la Sangre de Cristo ofrecidos en sacrificio sobre el altar: «Este es el Cordero de Dios
que quita el pecado del mundo». Es un llamado a seguirlo. Oyendo estas palabras todos debemos seguir
a Jesús ofreciéndonos al Padre en sacrificio junto con él. A esto se refiere San Pablo cuando escribe a los
cristianos de Roma: «Los exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcan sus cuerpos
como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será su culto espiritual» (Rom 12,1). Este llamado es
diametralmente opuesto al del ambiente de la «farándula» con que nos martillea el mundo de hoy. El
destino es también diametralmente opuesto, pues –afirma Jesús- «quien quiera salvar su vida, la
perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará» (Mc 8,35).

Llamado de los primeros discípulos (1, 35-51)

O. de Berrager, Cap. 3, p. 18

En este pasaje, vemos la gran frescura de los inicios. Un carácter juvenil, no solamente a causa de la
edad de las personas que ahí se interpelan una a la otra, sino de la amistad naciente entre Jesús y estos
primeros compañeros galileos que lo conocen y van a unirse a sus pasos. Todo pasa en la mirada: Jesús
ve que lo siguen… Mirándolos fijamente, Jesús dice… Jesús ve a Natanael que viene hacia él… Cuando
estabas debajo la higuera, te vi. Estos hombres, a su vez, son llamados a “venir y ver”.

«¿Qué quieren?»

«Rabbí, ¿dónde vives?»

«Vengan y lo verán»

Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día.

Era alrededor de las cuatro de la tarde.

¿Qué quieren? Estas son las primeras palabras que salen de la boca de Jesús en este evangelio. Además
de a sus primeros interlocutores, se dirigen a todos aquellos que, como nosotros, leemos estas páginas.
“¿Qué quieren?”, es decir, “¿Qué buscan?” o “¿Qué desean?” Pregunta que será de nuevo planteada
por Jesús a María Magdalena, de manera más personal, al final de este evangelio: ¿A quién buscas?”
(20,15). Y si se trata de búsqueda, él mismo revelará, en su diálogo con una mujer de Samaria que había
venido a sacar agua del pozo de Jacob, que ésta no es solamente acción de hombres y mujeres en este
mundo, sino que Dios mismo “busca”, entre ellos, “a quienes lo adoran en espíritu y en verdad” (4,24).

Este primer diálogo completo comprende tres veces el término quedarse o permanecer, con cierto
juego entre la permanencia del Verbo en medio de los hombres y su permanencia oculta en el seno del
Padre (1,18). Ante su invitación, ellos –dos hombres, entre ellos Andrés, que hasta ahora escuchaba las
enseñanzas del Bautista- “vinieron” a él y lo “vieron”. Vinieron a aquél que ilumina a todo hombre que
viene a él en el mundo. Se dejaron iluminar por la luz del mundo, Cristo (cf. 1,9; 8,12).

¿Qué “vieron” y oyeron aquel día, hasta las cuatro de la tarde? El testigo no dice nada al respecto. Se
conforma con terminar este recuerdo con la anotación de la hora tardía. De un cabo al otro de su
evangelio, una mención discreta del testigo anónimo permitirá asegurar a este escrito la autenticidad de
una narración grabada en la fidelidad de su memoria viva.

“Hemos encontrado al Mesías», que traducido significa Cristo”.

“…aquel de quien se habla en la Ley de Moisés

y en los Profetas.

Es Jesús, el hijo de José de Nazaret”.

Buscar… encontrar: se esboza un matiz entre la primera exclamación de Andrés, que va a buscar a su
hermano Simón, y la de Felipe cuando encuentra a Natanael. Andrés expresa la dichosa sorpresa de un
descubrimiento totalmente dado, incluso si era oscuramente una búsqueda. Felipe, todavía más
entusiasta, expresa en primer lugar el sentimiento de una larga búsqueda ya satisfecha, no sólo suya, ni
siquiera sólo de los primeros discípulos, sino la del pueblo alimentado desde generaciones por la ley de
Moisés (1,17), y de los profetas que no dejaban de recordarles el sentido de este hecho.

Este sentido, para Juan y para los autores del Nuevo Testamento, es Jesucristo. Según ellos, Moisés y los
profetas lo tenían en perspectiva. La ley misma encerraba de manera oculta al Verbo que a partir de
ahora se manifiesta en la persona de Jesús, hijo de José, de Nazaret. Entre la ley y Jesús, Andrés, que oyó
el testimonio del Bautista y vio dónde vivía Jesús, discierne la mediación del “mesías”: ya no sólo el
pueblo profético, real y sacerdotal, ya no “ungidos de Yahvé” dispersos en el tiempo y las instituciones
de Israel, sino Jesús mismo, el “cristo” sobre quien descendió y permaneció el Espíritu.

Desde que “fijó su mirada” en Simón, Jesús lo llama Cefas, que significa Pedro [Piedra]. Lo llama
precisándole de entrada su misión, incluso si ésta deberá explicitarse después. ¿Acaso no es la primera
vez en la historia que el nombre de “piedra”, tradicionalmente reservado a Dios, se atribuye a un
hombre? Jesús no diviniza a Simón. Le indica dónde poner su confianza. Desde ahí, Jesús ya “conoce a
los suyos” (10,14). La fe de quienes se le acercan surge de este encuentro transformador con él. Este
encuentro asume, unifica y transforma en potencia la existencia de aquellos que, al escucharlo, se
vuelven disponibles para seguirlo. El primado de Pedro es bien conocido para los lectores al momento
en que Juan redacta su evangelio. Pero lo que Mateo sitúa después de la confesión de Cesarea (Mt
16,18), Juan tiene a bien mostrarlo al principio, en esta narración de vocación.

Te vi debajo de la higuera. Natanael es un israelita un hombre sin doblez. Él revela sin complejo sus
prejuicios: ¿acaso puede salir algo bueno de Nazaret? Pero sobre todo, le gusta “escudriñar las
Escrituras” bajo la higuera, lugar simbólico del estudio atento de la Palabra en el mundo judío. Este
estudio es lo que debe conducir a reconocer a Cristo Jesús: Maestro, tú eres el hijo de Dios, tú eres el
Rey de Israel. Jesus responde a esta exclamación dirigiéndose, más allá de la persona de Natanael, a
todos los discípulos que lo seguirán: Verás cosas más grandes todavía. Es la decimoprimera vez que el
verbo “ver” es utilizado en este pasaje, subrayando que el encuentro con Jesús, siempre que uno
permanezca ante él, hace más que cumplir un deseo, “supera infinitamente al hombre” (B. Pascal). Todo
esto nos invita a buscarlo, a salir, a oír que él nos llama, a venir a él, a verlo y a quedarnos con él. Luego
será necesario empezar a subir la escalinata entre el cielo y la tierra que viera Jacob desde mucho
tiempo antes (Gn 28,10-17), dejándonos guiar por el Hijo del hombre, primer título que Jesús se da a sí
mismo.

You might also like