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Los errores de la Real Academia Española.

Ortografía imperial
Mentiras y estupideces
Nikito Nipongo-Masiosare

La Real Academia Española terminó de imprimir en julio de 1999 su ley


ortográfica. Y ya en México, García de la Concha insistió el pasado 20 de
septiembre que había recibido "la encomienda del rey Juan Carlos I de España de
mantener indivisible el código ortográfico". Obviamente, fraguado conforme al
parecer español y, en consecuencia, sin admitir ningún reparo de las colonias del
nuevo mundo.
Por cierto, en esa fecha don Víctor dijo que no recordaba la menor aportación de
los académicos mexicanos a la Ortografía. La bochornosa desidia de los
componentes de la Academia Mexicana se manifestó, sobre todo, en el siguiente
episodio.
La Ortografía de la Lengua Española (162 páginas) muestra en su portada este
añadido: "Edición revisada por las Academias de la Lengua Española" (para la de
Madrid, la lengua hispanoamericana no existe). Tal señalamiento es
completamente falso. Las 20 hijastras de la Madre Academia que dormitan en
América hicieron en torno a la Ortografía lo que vienen haciendo desde su origen:
nada. Por tanto, se abstuvieron de examinar esa edición. Una simple prueba de
que así actuó la Academia Mexicana es la que ahora anoto: en el apéndice 2 de la
Ortografía, titulado "Nombres de países reconocidos por los organismos
internacionales, con sus capitales y gentilicios", aparece este dato (página 126):
"México D.F., Capital de México. GENT. chilango, ga". Ningún académico mexicano
revisó dicho pormenor ni, menos aún, lo objetó. En primer término, la capital es la
ciudad de México. Y lo otro no es un gentilicio, sino un apodo ofensivo.
En el Diccionario de la Lengua Española se menciona como acepción número 11
de la palabra gato esto: "Hombre nacido en Madrid". Pero claro que en aquel
apéndice de la Ortografía, cuando se señala a Madrid, no se indica que el
gentilicio respectivo sea gato, sino madrileño. Y en cuanto a la ciudad de México,
el gentilicio no es el majadero chilango, invento de un aldeano resentido, sino
mexicano: oriundo del sitio llamado México (es decir de la isla de México-
Tenochtitlán), en que luego se fundaría la capital.
Repito: la Ortografía de la Real Academia Española no fue revisada por sus
entenadas. Se trata de un trabajo exclusivo de la Real Madre. Desde Madrid, por
mandato real la Real Academia Española revive su vieja ortografía para que la
acaten sin chistar los millones de escribidores en español. No se les ha pedido
previamente su opinión.
Criterio sublime
El prólogo de la Ortografía de la Lengua Española, fiero alegato para mantener la
supremacía de la Real Academia Española sobre nuestra escritura y contra todo
intento de emancipación, comienza así: "Han sido muchos los hispanohablantes
que en los últimos tiempos se han dirigido a la Real Academia Española
solicitando aclaraciones de normas ortográficas, planteando dudas y sugiriendo,
en fin, la conveniencia de presentar la Ortografía de un modo más sistemático,
claro y accesible". Puesto que el anterior manual ortográfico de la Real Academia
Española se publicó en 1844, es evidente que serían muchos los hispanohablantes
(mejor dicho hispanoescribientes) que en los últimos tiempos le dieran la lata a
esa institución para preguntar sobre la ortografía. Mas la verdad es que fueron
unos cuantos.
El segundo párrafo del prólogo arranca de la siguiente fantasía: "Los detallados
informes de las distintas academias han permitido lograr una Ortografía
verdaderamente panhispánica". ¡Panhispánica, vaya embuste idiota! Aparte de
que se trata de un conjunto de reglas antiguas, las mismas se refieren de modo
preferente al español de Madrid, haciendo caso omiso del español de nuestra
América.
En los países hispanoamericanos, por ejemplo, la Z y la C equivalente a Z (frente a
las vocales E, I) tienen el mismo sonido que la S. Empero, en dichas naciones hay
que escribir zapato aun cuando se lea sapato; y calzones, azúcar, calcetín y cinta
con todo y que se pronuncien calsones, asúcar, calsetín y sinta, ¡sólo porque en
España se mantiene el sonido local de la Z!
La Real Academia Española declara en su Ortografía: "La z representa el fonema
interdental fricativo de zapato o azul. En zonas de seseo representa también el
fonema predorsal equivalente al de la letra s". O sea que según la Real Academia
Española, es la primera regla la única general y respetable; la Z como se
pronuncia en España -y no en toda- se establece ortográficamente, ¡sin importar
que las despreciadas zonas de seseo, donde el sonido de la Z es sustituido por el
de la S (aunque conservando el signo de aquélla), constituyan la mayor extensión
del universo de habla española!
Insisto: esa ortografía, arreglada por la anacronizante Real Academia Española,
está hecha para España y de ningún modo para el resto del mundo hispánico. De
ello se alegra la Madre pues, más adelante, en el mismo prólogo, indica:
"Predominó la idea y voluntad de mantener la unidad idiomática" (unidad que
tiene como centro Madrid) "por encima de particularismos gráficos no admitidos
por todos; poco a poco, las naciones americanas de nuestra lengua se mostraron
conformes con la ortografía académica" (la española, claro) "y la hicieron oficial en
las diversas repúblicas" (culimpinándose, aceptaron someterse al ordenamiento
del rey de España).
La limpia ideal
Hubo una disidencia: "la llamada 'ortografía chilena' difundida por diversos
lugares de América", pero "el proceso se cerró en Chile, donde más tiempo se
había mantenido el cisma (sic), con decreto que firmó el presidente Ibáñez"
(Carlos Ibáñez del Campo, golpista que reprimió organizaciones izquierdistas, ya
como presidente de Chile emitió tal decreto), "donde se disponía, a partir del 12
de octubre de 1927, se adoptase la ortografía académica" (española) "en todos los
establecimientos de enseñanza pública y en la redacción de los documentos
oficiales" (¡bravo!).
En las siguientes páginas del prólogo se machaca sobre la veneración que debe
rendirse a la ortografía de la Real Academia Española. Ni siquiera los habitantes
de España pueden oponerse en ninguna forma a ella: "En 1843, una autotitulada
'Academia Literaria y Científica de Profesores de Instrucción Primaria' de Madrid se
había propuesto una reforma radical, con supresión de H, V y Q, entre otras
estridencias (¡!), y había empezado a aplicarla en las escuelas". Llamándola
"descabellada actuación de los maestros madrileños", la inquisitorial Real
Academia Española respingó entonces demencialmente contra la cuerda
eliminación de H, V y Q, ¡pese a que al comenzar el mismo siglo XIX la real
institución había expulsado del alfabeto a la S larga -que se confundía con la F-, a
la S doble, a la C con cedilla, a la PH, a la Q sola con valor de K, a la RH y a otros
desperdicios, sin que tal acción higiénica fuese descabellada!
Por supuesto que aquellos catedráticos de Madrid obraron con muy buen tino: la H
muda, la V y la Q debían en 1843 -y ahora- morir.
Igualmente, por lógica, tienen que suprimirse la C -reemplazable por la K y la S-, la
G igual a J, la LL igual a Y, la U muda, la Y vocal, la mentada Z igual a S... pero no
nos hagamos ilusiones.
La desventurada hache muda
Veamos el alocado alegato de don Víctor García de la Concha, director de la Real
Academia Española y promotor de la Ortografía de la Lengua Española, a favor de
la hache sin voz: "La hache de hombre no se pronuncia -dijo en México-, pero yo
siempre digo que esa letra nos hermana con todos los hombres de la estirpe
latina. Suprimirla sería empobrecer la lengua y tampoco facilitaría nada". (Antes
principiaban con hache, entre otras voces, armonía, arpa, arpía, arpón, arre... que
hoy se escriben sin hache, ¡y no por ello se ha empobrecido la lengua!)
Gabriel García Márquez aboga sensatamente por la supresión de la hache muda
(otros recomiendan que se le dé sonido: el de la CH -así se escribiría Hina a
cambio de China-). Luego de que hizo tal propuesta, se pidió el parecer de varios
escritores, quienes soltaron en contra de García Márquez una sarta de tonterías
anticientíficas, similares a la sandez de don Víctor, defendiendo a la hache silente.
Pero claro que hubiera sido mejor solicitar el parecer de los más afectados por la
permanencia de ese signo ocioso: los niños de primaria que sufren al ignorar si en
determinada dicción deben poner la hache no pronunciable; los campesinos, las
criaditas, los obreros víctimas también de una instrucción deficiente y tantos
otros. Debió escucharse a quienes se les vuelve tormentosa la duda sobre la
inclusión o la omisión de la hache muda en sus escritos.
¿Se trata de una letra inútil por la cual nos hermanamos con todos los hombres de
la tal estirpe latina? Bueno, ¿es que si la suprimiéramos no seguiríamos
ermanados con esos ombres? España se escribe sin H pese a que, conforme a la
etimología debería llevarla, por su antepasada Hispania; empero ¿dejarán de
ermanarse los hespañoles?
Como lo asienta en el libro que he estado analizando, la Real Academia Española
"cree, con todas las academias asociadas" (y subyugadas) "que un código tan
ampliamente consensuado merece respeto y acatamiento" (¡ole!), "porque, en
última instancia, los hispanohablantes hemos de congratularnos de que nuestra
lengua haya alcanzado con él un nivel de adecuación ortográfica que no muchos
idiomas poseen".
Mas, ¿no sería lo más conveniente que ese nivel llegara a su perfección al limpiar
de incongruencias las normas de nuestra escritura, aparte de erigir como
reguladores de ella no a academias putrefactas, sino a institutos lingüísticos
modernos y auténticos representantes de la mayoría de quienes escribimos en
español?
Podría señalar más absurdos y lamentables retrocesos en la irracional Ortografía
de la Lengua Española, pero por ahora con lo que ya he dicho es suficiente.

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