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Concepto de Comunicación.
Definir un concepto complejo como "comunicación" no es una tarea fácil, ya que la amplitud
del mismo, ha dado lugar a conceptualizaciones muy diferentes. Tal vez, esta diversidad
evidencia la dificultad de desligar la comunicación del propio hecho de existir y relacionarnos
con los demás, por medio de diversos códigos, en función de la especie.
Con frecuencia se señala que comunicación y lenguaje son dos procesos que siempre van
juntos y significan lo mismo. No obstante, la comunicación y el lenguaje no deben entenderse
en términos absolutos, como sinónimos totales. La comunicación es un término más general
que englobaría al de lenguaje, aunque éste puede ser considerado como la forma más
importante de comunicación. La comunicación es el intercambio de información entre un
emisor-hablante y un receptor-oyente que utilizan el mismo código (lengua).
La comunicación puede utilizar cualquiera de nuestros sentidos. Resulta evidente nuestro
potencial comunicativo a través de gestos, expresiones faciales, corporales, etc., de ahí que la
comunicación humana no se limita sólo a la lengua hablada y escrita; existen diversos códigos
de comunicación: gestual, corporal, mímico, etc. Y el principal medio de la comunicación
humana es el verbal-auditivo mediante el lenguaje oral o la lengua hablada.
Desde las aportaciones de la Lingüística y la Psicolingüística, el lenguaje se puede definir como
una función compleja que nos permite expresar y percibir estados afectivos, conceptos, ideas,
deseos e intenciones por medio de signos acústicos, gestuales o gráficos que se rigen por una
serie de códigos.
El lenguaje en la comunicación humana tiene, entre otras, dos finalidades: ser un medio de
comunicación y servir de instrumento de cognición y mediador simbólico de los procesos de
pensamiento.
La comunicación es tal vez una de las funciones psicológicas más evidente del ser humano.
Éste comunica ideas, intenciones, deseos, afectos, actitudes, instrucciones, incluso antes de
desarrollar un instrumento privilegiado de la comunicación humana: el lenguaje.
No importa qué haga uno para intentarlo, nadie puede no comunicar. La actividad y la
Inactividad, las palabras y los silencios tienen el valor de un mensaje; influyen a otros y estos
otros, a su vez, no pueden no responder a estas comunicaciones y comunican ellos también
(Watzlawick, Beavin y Jackson, 1968, 48).
MÓDULO PRIMERO. GÉNESIS DE LA ADQUISICIÓN DEL HABLA Y DEL LENGUAJE.
Las múltiples dimensiones que encierra el proceso comunicativo hacen a menudo necesario un
abordaje multidisciplinar del concepto. Si pensamos en la comunicación como el proceso que
hace posible que dos o más individuos se transmitan información intencionalmente ‐cifrada en
algún tipo de código‐ aparecen, por lo menos, tres de las dimensiones del mismo:
una dimensión cognitiva, ya que la información transmitida está representada de
alguna forma en la mente del que transmite y también debe representarse en la
mente del receptor para ser comprendida y descodificada;
una dimensión social, ya que todo el sistema se apoya en reglas arbitrarias y
convencionales que regulan el intercambio de información y la interpretación de las
intenciones comunicativas del otro en función de un contexto cultural determinado; y,
finalmente,
una dimensión semiótica ya que el propio código utilizado ‐sea lingüístico o no‐ tiene
características propias que deben ser descritas y analizadas en tanto que instrumento
de mediación de conceptos e intenciones.
El lenguaje humano.
Todos los recién nacidos tienen sus medios para comunicarse, unos más elaborados que otros,
normalmente de acuerdo con la escala evolutiva.
Podemos decir que nuestro lenguaje instintivo puede expresar mucho, incluso sin hablar.
La supervivencia y convivencia se transforman en dos herramientas indispensables para el
desarrollo evolutivo.
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• Reciprocidad: El niño/a cuando expresa espera que se le facilite una respuesta a su mensaje,
que genere una ida y vuelta y se alimente esa comunicación inicial.
• Innovación: Es muy claro que los niños pequeños, cuando emiten un mensaje, van probando
y van integrando nuestras respuestas. Dentro de cada momento expresivo, se puede desplegar
un sinnúmero de posibilidades para comunicar lo que se desea.
• Abstracción: lo que el niño o niña comunica no está puede no estar vinculado a situaciones
presentes, puede recordar, referenciar, evocar sentimientos, emociones, ideas, vividos con
anterioridad, e incluso puede proyectar nuevos retos lingüísticos y aventurarse a tener nuevas
respuestas.
• Función ludicocreativa: No cabe duda, que la hora del juego genera aprendizaje. De alguna
manera, el jugar nos abre las puertas del mundo que nos rodea, nos pone en situación, nos
garantiza nuevos aprendizajes constructivos y funcionales, nos vincula con otras maneras de
pensar y sentir y hace que todas nuestras capacidades se potencien con la finalidad
comunicativa. El juego es la excusa para entrar en el mundo y participar activamente de este.
para que ésta función se haga realidad. La función simbólica nos facilita el aprendizaje, la
construcción del conocimiento y la autorregulación del pensamiento.
Factores importantes que inciden y determinan la comunicación:
Vivimos en un mundo donde hay mucha información, donde tanto valor tiene un gesto, una
palabra, una frase, una emoción, una mirada, la música como un símbolo visual y plástico. Los
niños/as requieren que los adultos les presentemos el mundo de una manera placentera,
cómoda, interactiva y funcional.
Berlo (1960) distingue entre fuente codificadora, mensaje, canal y receptor descodificador,
contemplando, diferentes dimensiones en cada uno de ellos; en el primero y el último,
habilidades, actitudes, conocimientos, sistema social y cultural; en el segundo, contenido,
código y tratamiento; y en el tercero, distintos canales sensoriales (véase figura 5); Malmberg
(1967) dos sujetos (emisor y receptor); dos tipos de elementos (código y contexto); dos
procesos (codificación y descodificación); Lazslo (1973) propone diferentes niveles: receptor y
efector con un ambiente interno y su aparato de control de input y output, entorno y código,
percepciones y respuestas (una revisión de estos modelos en Mayor, 1977; Mayor, 1991).
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Además añade la función fática, ya señalada por Malinowski (1946), que establece, prolonga y
mantiene abierto el canal comunicativo; la poética, planteada, bajo una perspectiva
semiológica, por Jean Mukarosvsky y centrada en la organización de la forma del lenguaje con
fines lúdicos, expresivos o artísticos; y, la metalingüística, que implica el conocimiento y
capacidad de análisis del propio código utilizado
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Las intenciones comunicativas pueden discurrir por infinitos caminos y para cada uno de
estos caminos el emisor tiene que hallar nuevos medios de expresión. En estos términos se
expresa Levelt (1989, p.21): Los emisores producen enunciados para llevar a cabo sus
intenciones comunicativas. Pero una intención comunicativa necesita que pueda ser
reconocida, como intención del emisor, por el sujeto a quien va dirigida.
Cuando dos sujetos intervienen en un acto comunicativo de manera intencionada y con
objetivos concretos utilizan algún sistema de unidades dotado de significación. Visto de esta
manera amplia, la cantidad de unidades significativas en que estamos inmersos es
inconmensurable y ello ha dado lugar a una gran cantidad de literatura sobre el estudio
científico de la significación. La semiótica se ocupa de desentrañar estos sistemas de
significación (señales de tráfico, anuncios luminosos, palabras, gestos...) con la finalidad de
establecer una teoría sobre los signos. Para Eco (1976) el signo
“es todo cuanto representa otra cosa en algún aspecto para alguien”.
Así para De Saussure, los signos lingüísticos son arbitrarios ‐puesto que no hay relación directa
entre el sonido (forma lingüística) y lo que representa (concepto) y convencionales ‐ya que en
cada comunidad lingüística se ha llegado a un acuerdo para denominar (dar una forma
acústica) de la misma forma un objeto, una cualidad, una acción.... Usando la terminología de
Saussure "el cerebro no une una palabra o un nombre a una cosa, sino un concepto y una
imagen acústica; el signo lingüístico es por tanto un elemento arbitrario, una entidad psíquica
de dos caras ya que es la unión entre el significado y el significante.
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El lenguaje es una guía a la “realidad social”. Los seres humanos no viven solos en el mundo
objetivo, ni tampoco están solos en el mundo de la actividad social. Dependen mucho de la
lengua particular que se ha convertido en medio de expresión de su sociedad. Es una ilusión en
pensar que uno se ajusta a la realidad sin la utilización del lenguaje y que el lenguaje no es más
que un medio incidental de solucionar problemas específicos de comunicación o reflexión. La
realidad es que el “mundo real” está amplia e inconscientemente conformado según los
hábitos lingüísticos de un grupo determinado. Ningunas dos lenguas son suficientemente
similares para considerar que representan la misma realidad social. Los mundos en los que
viven diferentes sociedades son mundos distintos, y no meramente el mismo mundo con
diferentes etiquetas agregadas. […] Vemos, escuchamos y obtenemos experiencia como lo
hacemos, principalmente porque los hábitos lingüísticos de nuestra comunidad nos
predisponen hacia ciertas clases de interpretación. […] Desde este punto de vista podemos
pensar que el lenguaje es la vía simbólica a la cultura (Sapir, 1929, 129).
El ser humano dispone de distintos medios para conocer el mundo social y asimilar las
adquisiciones culturales de su grupo. De entre estos medios ninguno se manifiesta tan
potente como la comunicación y su instrumento privilegiado, el lenguaje.
SKINNER‐CHOMSKY
La posición asociacionista, presentada con la nueva apariencia del conductismo, puede
resumirse así: no hace falta ninguna explicación específica sobre la adquisición del lenguaje y
la comunicación.
Puede ser explicado como cualquier otro aprendizaje o conjunto de respuestas a través de la
asociación, la imitación, el refuerzo y la generalización. Skinner (1957) representa, quizás, la
postura conductista más radical ya que: a) niega la validez psicológica de los conceptos mismos
de lenguaje, símbolo o significado (por su carácter mentalista), los substituye y propone el
término “conducta verbal”; y, b) niega cualquier explicación de la conducta verbal distinta de
la que pueda derivarse de las repuestas observables de los sujetos y las contingencias
ambientales que las determinan.
La otra postura, representada por Chomsky, pone de manifiesto los déficits de la posición
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Parece razonable suponer que la facultad lingüística, y supongo que otros órganos mentales, se
desarrolla en el individuo de acuerdo con una dirección intrínsecamente determinada bajo el
efecto activador de la interacción social apropiada… gran parte de nuestro conocimiento refleja
nuestros modos de cognición y por lo tanto no se limita a una generalización inductiva de la
experiencia, ni mucho menos a la capacitación que hayamos recibido. Y de la misma forma que
el sistema visual del gato, aunque sea modificado por la experiencia, nunca será el de una
abeja, ni el de una rana, así la facultad del lingüística humana desarrollará sólo uno de los
lenguajes humanos, un grupo ya de por sí estrechamente restringido (Chomsky, 1980, citado
por Belinchon et al., 1992, 145).
Así una primera polémica se centra en el peso de lo innato y lo aprendido en la adquisición del
lenguaje, ocupando Chomsky y Skinner los extremos opuestos.
PIAGET‐VYGOTSKY
Otra de las polémicas abiertas, en la psicología evolutiva, es la de si el desarrollo del niño se
realiza de fuera a dentro (outside‐in) o de dentro a fuera (inside‐out). Toda teoría del
desarrollo supone, aunque sea de forma implícita, alguna relación entre los sistemas situados
dentro del organismo y los sistemas situados fuera de él, es decir, entre sus capacidades y
representaciones internas y las relaciones sociales externas. Piaget sería un buen
representante de las teorías INSIDE‐OUT, mientras que Vygotsky podría representar las teorías
OUTSIDE‐IN; aunque no sus representantes extremos. De hecho, nuevamente el conductismo
estaría en el polo más radical de las teorías outside‐in, ya que defiende que el desarrollo es una
acumulación de aprendizajes y que los estímulos externos son los que provocan las respuestas
del sujeto. Mientras que los generativistas defenderían la propuesta contraria, ya que las
capacidades son innatas y sólo se precisa un medio favorable para que se desarrollen.
que reporte el lenguaje a su actividad mental depende hasta cierto punto de las acciones
mentales que desempeñe; es decir, que depende del estadio de desarrollo cognitivo.
Recordemos que para este autor las primeras operaciones mentales se organizan a partir de
esquemas sensoriomotores, este primer estadio se denomina sensorio‐motor (0 hasta 18/24
meses) y el paso al siguiente estadio lo marcará la aparición de la función simbólica, cuya
primera manifestación es la permanencia del objeto. Tal como explica Piaget en sus
comentarios a la obra de Vygotsky:
… En particular, su alcance se ha demostrado a través de mi experiencia sobre la concepción
infantil de la realidad que descubre un egocentrismo claramente penetrante operando en el
nivel sensorio‐motor. Por ejemplo, el espacio sensorio‐motor consta inicialmente de una
pluralidad de espacios (bucal, táctil‐kinestésico, etc.) centrados en el propio cuerpo; alrededor
de los dieciocho meses, a través de un cambio de perspectiva (descentración) realmente
comparable a la revolución copernicana, el espacio se convierte en un contingente homogéneo
único en el cual están situados todos los objetos, incluso el propio cuerpo. (Piaget, 1962/1995,
201).
La aparición de la función simbólica, posibilita representaciones internas de objetos externos –
imágenes, sonidos,…; y, el lenguaje será una de sus manifestaciones junto con el juego
simbólico. Se inicia a partir de ese momento el estadio preoperacional (desde 18/24 meses), el
pensamiento se caracteriza por el egocentrismo intelectual. Es un tipo de pensamiento que se
manifiesta en el realismo mágico, el sincretismo y la dificultad para comprender las relaciones,
en el cual sólo puede adoptarse una perspectiva, la propia. Piaget lo explica de esta manera:
He utilizado el término egocentrismo para designar la inhabilidad inicial para descentrar, para
cambiar una perspectiva cognitiva dada (manque de décentration). Hubiera resultado mejor
decir simplemente "centrismo", pero puesto que la centración inicial de la perspectiva es
siempre relativa a la propia posición y acción, digo "egocentrismo" y pongo de relieve que el
egocentrismo no‐consciente del pensamiento al cual me he referido, estaba bastante
desconectado del significado común del término, hipertrofia de la conciencia de sí. Como he
tratado de aclarar, el egocentrismo cognitivo se origina en la falta de diferenciación entre el
propio y los otros puntos de vista posibles…
…Una vez aclarado este punto, se hace evidente que el egocentrismo así definido va más allá
que el egocentrismo social en relación con el lenguaje egocéntrico del que nos ocuparemos más
adelante. (Piaget, 1962/1995, 201‐202).
Vygotsky
Las relaciones que Vygotsky postula entre lenguaje y pensamiento se apoyan en dos
postulados básicos:
la interacción entre estos dos procesos naturales produce una función psicológica
superior;
el contenido de la conciencia humana consiste en relaciones interpersonales
interiorizadas.
El uso de los signos conduce a los individuos a una estructura específica de conducta que surge
del desarrollo biológico y crea nuevas formas de un proceso psicológico culturalmente
establecido (Vygotsky, 1979, 70).
MÓDULO PRIMERO. GÉNESIS DE LA ADQUISICIÓN DEL HABLA Y DEL LENGUAJE.
Tras analizar diversos estudios sobre el lenguaje y la inteligencia de los simios, con la finalidad
de esclarecer el desarrollo filogenético de estas funciones, Vygotsky resume de este modo sus
conclusiones (Vigotsky, 1977, 68):
Pensamiento y lenguaje tienen diferentes raíces genéticas.
Las dos funciones se desarrollan a lo largo de líneas diferentes, independientemente
una de otra.
No existe una correlación definida y constante entre ellos.
Los antropoides ponen de manifiesto una inteligencia semejante a la del hombre en
ciertos aspectos (el uso embrionario de herramientas) y un lenguaje en parte parecido
al humano en aspectos totalmente distintos (el aspecto fonético de su lenguaje, su
función de descarga, los comienzos de una función social).
La estrecha correspondencia entre las características de pensamiento y lenguaje del
hombre está ausente en los antropoides.
Vygotsky utiliza el significado de la palabra como unidad del pensamiento verbal, esta elección
se apoya en su concepción sobre el lenguaje humano. Éste para Vigotsky se ha construido para
regular y controlar los intercambios comunicativos, pero, a diferencia de otros sistemas
comunicativos, el material que emplea para cumplir sus objetivos es simbólico, implicando, por
tanto, un nivel de generalización o de reflejo de la realidad. Así, función comunicativa y función
representativa del lenguaje se entrelazan, de forma que el habla para poder cumplir su función
original (la comunicación) debe obligatoriamente comportar un nivel de generalización de la
realidad y, consecuentemente, representarla (Vila, 2000). Si no fuera así, la comunicación
mediante el lenguaje sería imposible al no compartir los miembros de una determinada
comunidad lingüística los mismos referentes en su habla. Por eso, el significado de la palabra
conserva las características del pensamiento verbal, al ser tanto un fenómeno del lenguaje
como del pensamiento.
Una palabra sin significado es un sonido vacío; el significado es, por tanto, un criterio de la
palabra y su componente indispensable... Pero, desde el punto de vista de la psicología, el
significado de cada palabra es una generalización o un concepto... Sin embargo, esto no
implica que el significado permanezca formalmente a dos esferas diferentes de la vida psíquica.
El significado de la palabra es un fenómeno del pensamiento mientras éste esté encarnado en
el lenguaje, y del habla sólo en tanto esté relacionado con el pensamiento o iluminado por él.
Es un fenómeno del pensamiento verbal, o del lenguaje significativo, una unión de palabra y
pensamiento (Vygotsky, 1977, 159‐160).