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Revista Latinoamericana de Psicología

ISSN: 0120-0534
direccion.rlp@konradlorenz.edu.co
Fundación Universitaria Konrad Lorenz
Colombia

Sierra, J. Carlos; Luna Villegas, G.; Fernández Guardiola, A.; Buela Casal, G.
Evaluación de la activación y de la vigilancia
Revista Latinoamericana de Psicología, vol. 25, núm. 3, 1993, pp. 433-452
Fundación Universitaria Konrad Lorenz
Bogotá, Colombia

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=80525306

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REVISTA LATINOAMERICANA DE PSICOLOGIA
1993 VOLUMEN 25 - Nº 3 433-452

EVALUACION DE LA ACTIVACION y
DE LA VIGILANCIA
J. CARLOS SIERRA *
Universidad de Granada

G. LUNA-VILLEGAS, A. FERNÁNDEZ-GUARDIOLA,
Departamento de Cronobiologia, Diuisión de Investigaciones en Neurociencias,
Instituto Mexicano de Psiquiatría
y

G. BUELA-CASAL
Universidad de Granada
The relationship berween the concepts of arousal and vigilan ce is reviewed.
Acousal refers to series of physiological and behavioral states characterized by
a certain level oC excitation or energy mobilization. Vigilance can be defined
as a type of attention that permits the detection and consecutive response to
specific environmental changes. With the objective of establishing the relation
between the two concepts, different methods for the assessment of arousal
and vigilan ce are reviewed, The methods are psychophysiological evaluation
of arousal, subjective arousal, simple reaction time, expectancy, and time es-
timation. Although no causal relation can be confirmed, there is a correspon-
dence between the concepts oC arousal and vigilance.
Key toords: Arousal, vigilan ce, psychophysiological arousal, subjective arou-
sal, simple reaction time, expectancy, time estimation.

Dirección: J. Carlos Sierra, Departamen to de Personalidad, Evaluación y Tratamiento


Psicológico, Facultad de Psicología, Universidad de Granada, 18071-Granada, España.
434 SIERRA Y GOLS.

INTRODUCCION:
CONCEPTO DE ACTIVACION y DE VIGIlANCIA

El comienzo del estudio de la activación (arousa!) tiene su origen a


finales del siglo XIX con las teorías de James-Lange sobre las emociones
y las consiguientes críticas de Cannon a principios de este siglo. Es en
esta época cuando varios investigadores tratan de relacionar cambios
conductuales y calidad de rendimiento en diversas tareas con cambios
en la actividad psicofisiológica. El concepto de activación propuesto por
Cannon se refería a una activación generalizada e indifererrciada, pro-
cedente fundamentalmente del sistema nervioso simpático. Posterior-
mente, Duffy en la década de los treinta considera que el registro de
los cambios fisiológicos periféricos permite medir el nivel de activación
del organismo entendido como la movilización de energía presente en
el mismo en un momento dado. Lindsley en los años cincuenta propone
una teoría de la activación de la emoción desde la electroencefalografia,
planteando un proceso continuo en los fenómenos psicológicos, similar
al observado en el registro de la actividad electroencefálica, desde un
estado de baja activación (sueño), hasta una activación elevada propia
de estados emocionales intensos (Carro bies, 1987).
El concepto de activación visto hasta aquí supone la existencia de
una única dimensión de activación general del organismo en la que el
sistema autonómico, cortical y somático están totalmente integrados;
esta postura asume, por otro lado, que los índices fisiológicos de acti-
vación deben correlacionar con indicadores conductuales y subjetivos
(Vila y Femández, 1990). Pero pronto se encontró que estas correlacio-
nes eran muy bajas: disociaciones entre los índices de activación con-
ductual y activación fisiológica, disociación entre los índices de activación
fisiológica, existencia de patrones específicos de respuestas fisiológicas
y efectos inhibitorios sobre el cerebro en el aumento de la activación
autonómica. En un intento por superar estos problemas de una con-
cepción unidimensional se propusieron modelos bidimensionales; estos
presentan dos sistemas de activación: uno relacionado con los aspectos
energéticos de la conducta y otro con los aspectos directivos de la misma,
y que no tenían por qué correlacionar entre sí (Eysenck, 1967; Vander-
wolf y Robinson, 1981). Los datos aportados por Lacey a finales de la
década de los setenta dan lugar a una nueva visión de la activación, el
de la especificidad. Esta especificidad psicofisiológica puede Ser situacio-
nal-diferentes situaciones producen diferentes patrones de respues-
ta-, e individual -diferentes Situaciones producen un mismo patrón
de respuesta en individuos particulares. El decubrimiento de los poten-
ciales evocados, así como los trastornos psicosomáticos, dan validez a
esta postura, mientras que en el campo de las emociones los resultados
no son muy concluyentes (Vila y Femández, 1990).
Lang (1985) propone una aproximación entre ambas concepciones
en el caso de las emociones, aunque su postura es bastante especulativa.
EVALUACION DE LA ACfIV ACION y LA VIGILANCIA 435

Más recientemente, Koelega (1991) en una revisión que hace del con-
cepto de activación concluye que existen varios estados de activación
expresados a partir de tres niveles de medida:
1. Fisiológico: Desde los trabajos de Lacey (1967) acerca de la espe-
cificidad, hasta estudios más recientes centrados en la actividad de ciertos
neurotransmisores, tenemos evidencia de que hay diferentes tipos de
procesos de activación en el neocórtex. Así, el sistema dopaminérgico
estaría relacionado con la velocidad de respuesta, mientras que las pro-
yecciones al córtex de noradrenalina y acetilcolina. tendrían un papel
importante en la atención y selección de respuestas. La formación re-
ticular constituye el bloque funcional del encéfalo, encargado de regular
el nivel de activación y, por tanto, el estado de vigilia. La formación
reticular activadora fue descrita en un primer momento como inespe-
cífica, y se consideró que su capacidad de activación e inhibición afectaba
en igual forma a las funciones sensitivas y motoras, reduciéndose su
misión a regular el ciclo sueño-vigilia; investigaciones posteriores basadas
en las características anatómicas de la formación reticular y en sus fuentes
de activación, demostraron la existencia de un cierto grado de especi-
ficidad en este bloque neuronal, aunque dicha especificidad no está
relacionada con la modalidad de los órganos sensoriales principales
(Buela-Casal, 1990).
2. Conductual: Existen argumentos a favor de que en el estado de
vigilia se presentan diferentes tipos de activación; un bajo estado de
activación resultado de una falta de sueño no es similar a la baja activación
producida por la duración de una tarea. Otro hecho que apoya la
existencia de diferentes estados de activación es que los distintos índices
de arousal tienen diferentes ritmos circadianos (Buela-Casal, 1990). Ey-
senck (1982) muestra cómo diferentes activado res tienen distintos efec-
tos en el rendimiento, lo cual se podría explicar en términos de
especificidad.
3. Subjetivo: Thayer (1989) identificó dos tipos de activación en re-
lación Con las medidas subjetivas: arousal tenso (asociado a miedo real
o imaginado) y arousal energético (asociado a toma de decisiones).
Otra conclusión que se hace en esta revisión es que la activación no
afecta de una forma uniforme a las diferentes habilidades. Así, Hockey
. (1979) Y Eysenck (1982) muestran cómo la activación favorece el ren-
dimiento en determinadas tareas (por ejemplo, atención selectiva), pero
deteriora el rendimiento de la memoria primaria o fundamental.
El problema más importante que plantea el concepto de activación
es su medida. El sustrato neurofisiológico en el que se asienta no es
susceptible de una medición directa, por lo que hay que recurrir a su
evaluación indirecta a través del registro de variables psicofisiológicas.
Por tanto, se podría decir que muchas de las críticas que ha recibido
el concepto de activación se deben más a la dificultad de su medida
que al propio concepto de activación. Además, las distintas respuestas
436 SIERRA YCOLS.

psicofisiológicas empleadas tienen distintos niveles basales, de techo,


y diferente evolución, según los distintos niveles de activación que
puede experimentar un organismo. Por ello es de esperar que no se
encuentren altas correlaciones entre las distintas medidas (Carrobles,
1987).
Aunque muchos psicólogos y neurólogos consideran como sinó-
nimos las palabras vigilancia (vigilance) y activación (arousa!:), podría
tratarse de conceptos no similares. Como hemos visto, activación hace
referencia a una variedad de estados fisiológicos y conductuales ca-
racterizados por un grado de excitación o movilización de energía.
Por su parte, el término vigilancia alude a un aspecto de la atención:
atención continua o mantenida frente a atención selectiva. Estos com-
ponentes estarían asociados a diferentes regiones del cerebro (Mirsky,
1987).
Head, en la década de los veinte, introduce el concepto de atención
continua -vigilancia- en el ámbito de la psicofisiología; para este autor
se trata de una variable neurodinámica que indica la capacidad que
tiene el organismo para adaptarse a los cambios producidos en el am-
biente, y haría referencia a un alto nivel de eficacia del sistema nervioso
central. Mackworth en la década de los cincuenta la define como un
estado de disponibilidad para detectar y responder a pequeños cambios
que ocurren de forma aleatoria en el ambiente. Sus estudios clásicos
acerca del deterioro de la vigilancia de operadores aéreos constituyen
el origen de la investigación moderna en este campo. Eysenck (1967)
considera que se trata de un estado de disposición para detectar y
responder a pequeños cambios específicos que tienen lugar a intervalos
de tiempo establecidos al azar en un ambiente externo. Esta habilidad
es fundamental en el rendimiento de múltiples actividades laborales
(Warm, 1984).
Ott (1984) distingue hasta nueve definiciones diferentes de vigilancia
provenientes del campo de la psicología, psicofarmacología y neurop-
sicología.
Desde la visión de la psicología, la vigilancia o atención continua
haría referencia al rendimiento en tareas que requieren un estado de
vigilancia para detectar y responder a cambios específicos de una situa-
ción estimular que ocurren de una forma rara o impredictible; estas
tareas pueden exigir demandas perceptuales y de memoria. Estas tareas
nos darán información acerca de la precisión del rendimiento sin la
interferencia del aprendizaje (Koelega, 1989).
El nivel de vigilancia de un sujeto se puede hacer operativo equipa-
rándolo a su rendimiento en términos de número de señales a las que
responde (o no responde) en términos de la intensidad que deben
alcanzar las señales para provocar una repuesta, o bien en términos de
la rapidez con la que el sujeto responde al estímulo presentado.
EVALUACION DE LA ACTIVACION YLA VIGILANCIA 437

La relación entre activación y atención no está nada clara. Para


algunos autores la activación es un componente de la atención (Posner
y Boies, 1971), para otros la atención es un componente de la activación
(Clarídge, 1981), mientras que otros consideran estos constructos como
independientes (Hillyard y Picton, 1979; Beh, 1989). La-razón de esta
falta de acuerdo está en que ambos constructos son inferenciales y, en
esta forma, se encuentran hechos paradójicos denominados por Koelega
(1991) "círculos viciosos"; un ejemplo de éstos es que siendo la actividad
beta cerebral un indicador de alerta, ésta se ve incrementada por el
efecto sedativo de las benzodiacepinas.
Las tareas que requieren una atención mantenida pueden inducir
somnolencia o sensación de aburrimiento en los sujetos. Diversos inves-
tigadores han tratado de relacionar variables psicofisiológicas caracte-
rísticas de una disminución de la activación con el deterioro en el
rendimiento propio de este tipo de tareas. Los resultados más consis-
tentes los encontramos en la relación entre la actividad del sistema
nervioso central y el rendimiento en este tipo de tareas. Las medidas
de la actividad del sistema nervioso autónomo son inconsistentes, pro-
porcionándonos únicamente evidencia marginal o secundaria de que
la disminución en la atención mantenida sea debida a un descenso en
la activación fisiológica (Parasuraman, 1984). Por otra parte, Dember,
Galinsky y Warm (1992) afirman que la motivación tendría un papel
importante en este deterioro; estos autores demuestran que cuando los
sujetos pueden elegir la dificultad de la tarea de vigilancia, el deterioro
de ésta es menor que cuando no la podían elegir.
Los niveles de catecolaminas en circulación parecen reflejar cambios
en la atención mantenida; así, los niveles de adrenalina correlacionan
positivamente con el rendimiento en tareas de vigilancia.
Las medidas de la actividad del sistema nervioso central, especial-
mente la actividad electroencefálica (EEG), son indicadores muy sen-
sibles de los cambios en la vigilancia. La actividad electroencefálica de
una persona en estado de alerta se caracteriza por un predominio de
ondas de baja amplitud, y sedesincroniza ante un estímulo esperado.
El EEG en tareas de atención continua se caracteriza por cambios a una
actividad de ondas de baja frecuencia durante la tarea. Muchos estudios
han encontrado una correlación negativa entre rendimiento en tareas
que exigen atención mantenida y cantidad de actividad EEG con fre-
cuencia alfa y theta (Gale y Edwards, 1983; Parasuraman, 1984). Una
explicación alternativa de este decremento en la vigilancia es la habi-
tuación neuronal a la estimulación; en esta forma la habituación en la
activación del EEG (desincronización) dará lugar a un descenso en el
rendimiento en este tipo de tareas de larga duración. Ahora bien, estas
posturas explican únicamente parte de los datos, por lo que se reco-
mienda una aproximación multifactorial al fenómeno del deterioro de
la atención mantenida en este tipo de pruebas.
438 SIERRA Y COLS.

La atención continua, tal como fue definida, puede verse deteriorada


durante el periodo que se produce una disminución de la activación:
Así mismo, si es mantenida durante un lapso largo de tiempo, el nivel
de activación puede descender. Sin embargo, un descenso de la activa-
ción no va siempre acompañado de un descenso en la vigilancia, y ésta
puede disminuir estando la activación alta. Gale y Edwards (1983) con-
.duyen que un decremento en la vigilancia no debe tener relación causal
con un decremento en la activación o con una habituación neuronal;
los cambios en la activación pueden ser explicados por el nivel global
de vigilancia, lo cual estaría regulado por la formación reticular y por
el córtex frontal.
A continuación hacemos una descripción de diferentes métodos que
nos permiten la evaluación de la activación y de la vigilancia, así como
establecer relaciones entre ambos conceptos.

EVALUACION DE LA ACTIVACION y DE LA VIGILANCIA

Evaluación Psicofisiológica de la Activación y de la Vigilancia

Dado que los informes subjetivos de personas somnolientes sobre


su estado no son generalmente fiables debido a la falta de conciencia
de su deterioro y a la ausencia de un punto de referencia respecto a lo
que constituye realmente la "alerta"normal, se han buscado otros mé-
todos más objetivos para la evaluación de la vigilancia (Mitler y Hajdu-
kovic, 1990).
La vigilancia puede evaluarse por medio de registros psicofisiológicos
como el Test de Latencia Múltiple de Sueño (TLMS) (Multiple Sleep
Latency Test) (Carskadon y Dement, 1975), el Test de Medidas Repetidas
de la Vigilancia (TMRV) (Repeated Test o/ Sustained WakeJulness) (Hartse,
Roth y Zorick, 1982), el Test de Vigilancia Mantenida (TVM) (Mainte-
nance o/ WakeJulness Test) (Mitler, Gujavarty y Browman, 1982), y por
medio de la Puntuación Poligráfica de Somnolencia (PPS) (Polygraphic
Seo-e o/ Sleepiness) y el Indice Poligráfico de Somnolencia (lPS) (Polygrap-
hit leepiness Index) (Roth, Nevsimalová, Sonka y Docekal, 1986).
Se ha utilizado también la pupilografia como método para medir la
disminución de los niveles de vigilancia en narcolépticos, partiendo del
supuesto de que la dilatación de las pupilas implica un nivel alto de la
activación (Yoss, Moyer y Ogle, 1969). El registro del nivel basal de la
actividad electrodérmica se ha mostrado también como un buen indi-
cador del nivel de activación durante la vigilia (Freixa i Baqué, 1990).
Por otra parte, existen otras técnicas más sofisticadas como la cuantifi-
cación automática del EEG durante la vigilia (Matousek, 1990), o el
registro de diversos parámetros de la actividad electroencefálica (Hori,
1990).
EVALUACION DE lA ACfIVACION y lA VIGILANCIA 439

El Test de Latencia Múltiple de Sueño (TLMS) fue uno de los


primeros procedimientos estandarizados. El sujeto puede quedarse dor-
mido en cinco momentos (sesiones) del día. El parámetro más utilizado
es la latencia de sueño, definida como el tiempo en minutos que trans-
.curre desde el momento en que el sujeto se dispone a dormir y la
primera época de sueño (Webb y Agnew, 1975). Posteriormente se
realizaron dos modificaciones del TLMS, el Test de Medidas Repetidas
de la Vigilancia (TMRV) y el Test de Vigilancia Mantenida (TVM). A
diferencia del TLMS, en estas pruebas lo que se evalúa es la capacidad
para permanecer despierto durante las sesiones. No obstante, en las tres
pruebas las sesiones se realizan cada dos horas, comenzando a las 10:00
y finalizando a las 18:00 horas. Cada sesión consiste en un ensayo de
20 minutos, durante el cual el sujeto debe intentar quedarse dormido
en el TLMS o permanecer despierto en el TMRV y en el TVM (Buela-
Casal y Caballo, 1991).
La Puntuación Poligráfica de Somnolencia (PPS) y el Indice Poli-
gráfico de Somnolencia (IPS) consisten en un registro poligráfico corto
(unos 45 minutos), que se realiza entre las 14:00 y las 16:00 horas,
tomando medidas de la actividad electroencefalográfica (EEG) , actividad
electrooculagráfica (EOG), actividad electromiográfica (EMG) , actividad
y
cardíaca (ECG) y actividad respiratoria. Se evalúa la latencia la duración
total de cada uno de los estados siguientes: vigilia, fase 1, fase 11, fase
111,fase IV y fase REM. La latencia de cada fase se considera desde el
momento en que comienza la prueba (no desde el comienzo del sueño).
Si alguna de las fases de sueño no se produce se considera que la latencia
para esa fase es de 45 minutos. La duración total de vigilia y de cada
fase de sueño se indica en porcentajes de la duración total de la prueba.
Por tanto, el IPS se define como el tiempo total de sueño expresado en
porcentajes del tiempo total de la prueba, y la PPS es una puntuación
calculada con base en el IPS y la duración total de todos los estados de
sueño (Buela-Casal y Caballo, 1991).
El registro del EEG nos muestra de una forma clara el estado de
atención o activación de un sujeto. Un tipo de análisis visual de esta
actividad es el realizado desde la década de los setenta por el equipo
de Fernández-Guardiola. Este autor hizo una clasificación de los ritmos
electroencefálicos según las diferentes combinaciones de ritmos en el
intervalo interestimulos de la tarea de tiempo de reacción que el sujeto
realiza al tiempo que se le registran variables psicofisiológicas; la tarea
consiste en responder rápidamente a destellos luminosos presentados
de forma regular cada diez segundos (intervalo interestimulo regular o
isócrono) o de forma irregular (estimulación estocástica). Las combi-
naciones vienen reflejadas por la cantidad y distribución del ritmo alfa
a lo largo de ese intervalo. Existe una relación entre estados de conciencia
y ritmos del EEG. Así, el EEG del estado de alerta se caracteriza por
tener más de un 40% de ritmo alfa, poco ritmo theta, ausencia de ritmos
440 SIERRA Y COLS.

delta y tiempo de reacción corto; en un estado de somnolencia habrá


un porcentaje de alfa en tomo al 15-40%, una cantidad de ondas theta
y delta que puede llegar al 85%, y un tiempo de reacción lento; por
último, en un estado de sueño hay una cantidad inferior a un 15% de
alfa, las ondas theta y delta superan el 85% y hay falta de respuesta ante
los estímulos (Femández-Guardiola, Lerdo de Tejada, Contreras, Salga-
do y Ayala, 1972). Puesto que la situación experimen tal está acotada
por límites precisos que se repiten dentro de estos límites de diez
segundos y patrones de combinaciones de los ritmos cerebrales (delta,
theta, alfa, beta). De acuerdo con este criterio se han identificado me-
diante análisis visual nueve patrones EEG (PEEG) (Fanjul-Moles, Fer-
nández-Ouardiola, Salgado y Ayala, 1979); el patrón 1 se caracteriza por
la presencia exclusiva de beta, el IX por ausencia de beta y/o de alfa,
y los restantes por la presencia de alfa, que se distribuyen, según su
cantidad, en forma diferente dependiendo del patrón.
El comportamiento de los PEEG a través de la tarea de atención
mantenida fue estudiado mediante la construcción de matrices de tran-
sición, en las que se contabilizan las frecuencias de cambio de un patrón
a otro. Los cambios en el nive! de atención mantenida se pueden analizar
dividiendo las transiciones PEEG en seis grupos (Luna-Villegas y Fer-
nández-Guardiola, 1991):
l. Bloqueos: Desaparición del rito alfa ante la estimulación.
2. Habituación del ritmo alfa: Presencia de ritmo alfa durante la
estimulación.
3. Habituación del ritmo beta: Desincronización durante la estimu-
lación,
4. Inducción del ritmo alfa: Alfa paradójico evocado por la estimu-
lación luminosa.
5. Desactivación del EEG: Cualquier transición hacia el PEEG IX.
6. Activación de! EEG: Transición desde el PEEG IX a ritmo beta.
Los estudios realizados muestran la existencia de una secuencia de
ritmos EEG beta-alfa-beta cuando e! rendimiento .en la tarea de tiempo
de reacción es óptima y el número de omisión de respuestas es mínimo;
esto indica, primero, una reactividad adecuada al estímulo; segundo,
un período de relajamiento, cuando el individuo sabe que no habrá
estímulo, y tercero, un período corto de expectación en los últimos
segundos del intervalo isócrono. Por el contrario, las secuencias alfa
paradójico-theta coinciden con un deterioro del tiempo de reacción y
abundancia de falta de respuesta (fallas) (Fernández-Guardiola,jurado,
Salín y Aguilar:Jiménez, J983; Femández-Guardiola, jurado y Aguilar:Ji-
ménez, 1984). Morrel (1966) ya había descubierto una asociación entre
el incremento del tiempo de reacción y actividad alfa producida por
estimulación fótica; esto le llevó a concluir que esta estimulación desen-
EVALUACION DE LA ACfIVACION y LA VIGILANCIA 441

cadenante de actividad alfa puede equivaler a un signo eléctrico de los


procesos de inhibición central.

Estimación Subjetiva de la Activación y de la Vigilancia

Diversos estudios han puesto de manifiesto que los sujetos normales


tienen capacidad de autoevaluar con relativa precisión su nivel de
activación. Se han elaborado distintas escalas de activación autoin-
formada; entre éstas podemos destacar la Lista de Adjetivos de Acti-
vación-Desactivación (AD-ACL) elaborada por Thayer (19()7), la
Escala de Somnolencia de Stanford (Stanford Sleepiness Sea le) (SSS»
de Hoddes, Dement y Zarcone (1972), el Cuestionario de Matutini-
dad-Vespertinidad (Morningness-Eveningness Questionaire) de Horne y
Ostberg (1977), Y la Escala del Nivel de Alerta (Ratio Alertness Scale)
(Lancry, 1989).
La más utilizada es la SSS; esta escala puede detectar cambios en el
nivel de alerta diurna, inclusive en períodos de tiempo muy cortos
(quince minutos). Se podría decir que la SSS se corresponde con la
dimensión A de la escala AD-ACL (Buela-Casal y Caballo, 1991). La SSS
es una escala de autoevaluación del estado de activación-somnolencia
que incluye descripciones de siete estados diferentes que implican dis-
tintos niveles de activación:
1. Me siento activo y vital, alerta, completamente despierto.
, 2. Funcionamiento alto, pero no máximo, capacidad de concentrarme.
3. Relajado, despierto, no completamente alerta, reactivo.
4. Un poco apagado, no al máximo, disminuido.
S. Apagado, comienza la pérdida de interés por esta," despierto.
6. Somnoliento, prefiero estar acostado, luchando con el sueño, confuso,
aturdido.
7. Casi en sueño, comienzo del sueño inmediato, incapacidad de permanecer
despierto.
Al sujeto se le pide que elija la opción que mejor describe su estado
en ese momento. Las puntuaciones bajas en la SSS indican "alerta", y
las puntuaciones altas somnolencia. Las puntuaciones más altas se pre-
sentan si un sujeto manifiesta somnolencia patológica (Buela-Casal y
Caballo, 1991).
Los autores de esta escala mostraron que la SSS correlaciona con
algunas medidas objetivas tales como el Wilkinson Addition Test o el
Wilkinson Vigilance Test (r= 0,68). Resultados similares se observaron
cuando se correlacionaron puntuaciones de la SSS con el rendimiento
después de la privación de sueño. Se obtuvieron puntuaciones de ren-
442 SIERRA Y COLS.

dimiento significativamente bajas con puntuaciones SSS altas, indicando


una somnolencia elevada. Se mostró también que los tests de rendi-
miento son menos sensibles que la SSS en la determinación de las
fluctuaciones en la somnolencia y el rendimiento a lo largo del tiempo.
Los cambios en la SSS correlacionan también con los cambios en la
somnolencia registrada poligráficamente (Carskadon y Dement, 1979,
1982). Similares resultados (r= 0,50) fueron encontrados por Matousek,
Nuth y Pe tersen (1983) al comparar varios parámetros del EEG con
puntuaciones en la SSS. Recientemente, también se puso de manifiesto
que las fluctuaciones en la SSS correlacionan significativamente con
otras variables psicofísiológicas tales como la tasa cardíaca y la tempe-
ratura periférica (Buela-Casal, 1990).
Sin embargo, según Mítler y Hajdukovic (1990), en situaciones de
privación de sueño parcial los sujetos experimentan una pérdida de la
capacidad de autopercibir el nivel de activación, puesto que no son
capaces de igualar su activación autopercibida con los déficit en distintas
pruebas objetivas de rendimiento, por lo que se encuentran estudios
con privación parcial de sueño en los que las correlaciones entre la SSS
y las pruebas de rendimiento no son significativas: En situaciones de
privación total (una noche sin dormir) se encontraron correlaciones
significativas con el tiempo de reacción simple, tiempo de reacción
de cuatro elecciones y tareas de vigilancia de una hora (Buela-Casal
y Caballo, 1991). La utilidad de esta escala también es limitada en
el caso de pacientes con somnolencia patológica, pues éstos tienden
a autoevaluarse como "alertas" (Roth, Hartse, Zorick y Comway, 1980).
En un estudio realizado por Buela-Casal, Caballo y García-Cueto
(1990), no se encontró una correlación significativa entre las puntua-
ciones en la SSS y el tiempo de reacción simple. Sin embargo, ambas
variables (cuando se registraban a primera hora de la mañana y a última
hora de la tarde) servían para clasificar a los sujetos como "matutinos"
o "vespertinos". Otro trabajo de Buela-Casal (1990) estableció diferencias
entre sexos al relacionar esta escala con el rendimiento en una prueba
de tiempo de reacción simple; así, únicamente se encontró una corre-
lación significativa (r= 0,55) en las mujeres.
En un intento por relacionar la puntuación en esta escala con de-
terminadas variables de personalidad, Sierra (1992) no encontró dife-
rencias en activación autoinformada entre extrovertidos e introvertidos,
ni entre sujetos con alto neuroticismo y bajo neuroticismo, antes de que
los sujetos realizaran una prueba de vigilancia.

El Tiempo de Reacción como Medida de Vigilancia

Aunque con frecuencia el rendimiento se estudia como una entidad


simple, éste incluye numerosas subfunciones (Broadbent, 1984). La di-
EVALUACION DE LA ACTIVACION y LA VIGIlANCIA 443

ficultad, la duración, la propia habilidad y el conocimiento o familiaridad


con la tarea, son factores que pueden estar afectando el rendimiento
en una tarea determinada. Adicionalmente, la edad, el sexo, la motiva-
ción, el nivel de activación, el estado de fatiga o descanso y factores
ambientales (ruido, temperatura, luz, ...) influyen en una u otra forma
sobre el rendimiento. Esto implica que tan sólo en situaciones de labo-
ratorio puede controlarse la influencia de todos estos factores,
En el caso del rendimiento en una tarea de tiempo de reacción
simple, está ampliamente demostrado que existen diferencias en cuanto
a la edad y al sexo. Durante el período de desarrollo el tiempo de
reacción Va disminuyendo, al principio en forma rápida, y luego con
más lentitud, hasta que se estabiliza en el adulto. Con la vejez comienza
un deterioro del tiempo de reacción. En cuanto al sexo, se ha demostrado
que en cualquier grupo de edad comparado el tiempo de reacción es
mayor en la mujeres con respecto a los varones (Woodworth y Schlosberg,
1971; Gottsdanker, 1982; Buela-Casal, 1990).

En opinión de Dodge (1990), parece razonable esperar que un


.estado de alteración del sueño, cualquiera que sea su causa, tiene un
efecto sobre el rendimiento de una persona. Rutenfranz, Aschoffy Mann
(1970) afirman que el tiempo de reacción por la noche es afectado por
la duración del período precedente de sueño o vigilia; a menor duración
del periodo de sueño, mayor tiempo de reacción. No obstante, el tiempo
de reacción por la noche es en todos los casos más largo qlle durante
el día. Jurado, Luna-Villegas y Buela-Casal (1989) demostraron que el
tiempo de reacción registrado durante el día estaba íntimamente rela-
cionado con la cantidad de sueño de ondas lentas durante el sueño
nocturno. Así, los sujetos que tenían un mayor porcentaje de fase IV,
eran significativamente más rápidos en una tarea de tiempo de reacción
simple. En otro estudio, Buela-Casal (1990) correlaciona el rendimiento
en una prueba de tiempo de reacción simple con diferentes variables
psicofisiológicas (temperatura periférica, tasa cardíaca y actividad elec-
trodérmica) .
A principios de los años setenta el equipo de Fernández-Guardiola
describe una prueba poligráfica de rendimiento que demostró ser muy
efectiva en la evaluación de la atención en los seres humanos. Los sujetos
dentro de una sala sonoamortiguada, acostados en una cama en posición
supina, con los ojos cerrados, deben mantener un estado de atención
durante una hora, a lo largo de la cual tienen que responder a una
serie de estímulos visuales en forma de destellos luminosos de 10 msg.
de duración, suministrados por una lámpara de fotoestimulación situada
.frente a la cara a 30 cm. de distancia. La tarea consiste en responder
lo más rápido posible en una palanca de telegrafista situada en el borde
de la cama. Los estímulos son presentados en una primera fase de forma
periódica cada 10 segundos (estimulación isócrona), y en una segunda
fase se incluyen en el programa de estimulación isócrona algunos estí-
444 SJERRA y COLS.

mulos al azar, no esperados por el sujeto, entre el segundo 1 y el 9


(estimulación estocástica), teniendo en cuenta que el tiempo de reacción
ante estímulos presentados a intervalos regulares es más corto que ante
estímulos presentados a intervalos irregulares. Entre ambas fases se in-
cluye una prueba de estimación del tiempo: El sujeto debe reproducir
el intervalo interestímulo de la fase isócrona, es decir: debe repetir el
intervalo anterior de 10 segundos. Esta situación experimental confiere
un alto grado de objetividad a la evaluación de los estados atencionales.
El estado de atención mantenida en este tipo de. prueba se manifiesta
por un número de respuestas emitidas por el sujeto, muy cercano al
número de estímulos presentados, es decir: por un número de fallas
(falta de respuesta) muy bajo; otra variable que constituye un indicador
atencional es el tiempo de reacción, el cual, en un estado de vigilancia,
debe ser corto y mostrar muy poca variabilidad. La correlación con el
ritmo alfa de la actividad electroencefálica refleja a su vez la evolución
temporal del grado de atención que tiene el sujeto; la somnolencia se
caracteriza por una disminución del porcentaje del ritmo alfa (Fernán-
dez-Guardiola y cols., 1983; Femández-Guardiola, 1984). Se ha estable-
cido una relación inversa entre tiempo de reacción y la amplitud de los
potenciales evocados (Morrell y Morrel, 1966); por otra parte, la desa-
celeración cardíaca está relacionada con un tiempo de reacción lento.
Utilizando una tarea experimental similar a ésta, Komhauser (1969)
concluye que la variabilidad del tiempo de reacción en una prueba de
éstas está en función del tiempo transcurrido, de la irregularidad de los
estímulos y del grado de activación electrocortical.

La Expectación como Medida de la Vigilancia

Se sabe que la atención fluctúa a lo largo del tiempo. Una forma


demasiado burda de ver estas fluctuaciones a lo largo del continuo
vigilia-somnolencia-sueño la constituyen los registros electroencefálicos,
Sin embargo, esta clasificación dicotómica sueño-vigilia no nos da nin-
guna información acerca de aspectos mucho más específicos de la aten-
ción, como es el caso de la expectación. La expectación haría referencia
a la previsión y/o anticipación de una conducta aún no observada, pero
sobre la que se cree tener un conocimiento. Así, un sujeto responderá
más rápidamente ante un estímulo que espera y del que tiene informa-
ción previa, pues se ha presentado anteriomente, que ante uno inespe-
rado (Lansman, Farr y Hum, 1984; Kingstone y Klein, 1991). Durante
la estimulación a intervalos fijos repetitivos y la respuesta motora a estos
estímulos, los sujetos desarrollan un estado peculiar de expectación,
que les conducirá a una mejoría en la ejecución de la tarea. La inves-
tigación psicofisiológica caracterizó este fenómeno como un conjunto
de reacciones periféricas y centrales que optimizan las posibilidades de
respuesta ante la probabilidad de ocurrencia de un estímulo, focalizán-
dolo debidamente y preparando al organismo para una eventual acción
EVALUACION DE LA ACTIVACION y LA VIGILANCIA 445

(Luna-Villegas, 1990). Walter, Cooper, Aldridge, McCallum y Winter


(1964) describieron la variación contingente negativa cortical (CNV) u
onda de expectación superficial negativa, la cual ocurre entre un primer
estímulo clave y un segundo estímulo imperativo, en una situación de
condicionamien too
Los trabajos de Mowrer en la década de los cuarenta fueron los
pioneros en describir el proceso de expectación en humanos. Este autor
considera que si la presentación de un estímulo ocurre a intervalos de
tiempo iguales, provocando la repuesta apropiada, la predisposición
para emitir tal respuesta (curva de expectación del estímulo) baja in-
mediatamen te después de la presen tación del mismo, para después. subir
a un máximo cuando el tiempo coincide con el final del intervalo. Ahora
bien, cuando el estímulo no ocurre en el momento esperado, la expec-
tación puede permanecer constante durante cierto tiempo o inclusive
presentar un ligero incremento, tras lo cual sufre un descenso gradual.
Posteriormente, Fernández-Guardiola, en la década de los setenta, des-
cribe una curva que caracteriza a este proceso. Para ello, se presentaba
a los sujetos estímulos luminosos periódicos a intervalos fijos de diez
segundos (estímulos isócronos), introduciendo algunos estímulos al azar
en alguno de los nueve segundos intraintervalo, los cuales no eran
esperados por el sujeto (estímulos estocásticos), ante cada uno de estos
estímulos el sujeto debía responder lo más rápido posible. El registro
del EEG mostró cómo a lo largo de la estimulación isócrona se desarrolla
un estado de expectación que se manifiesta por una atenuación del
ritmo alfa, aceleración cardíaca y aumento de las respuestas eléctricas
de la corteza visual a los estímulos; en esta situación suelen aparecer
respuestas de tipo predictivo, es decir: respuestas que se dan antes de
la aparición del estímulo, hecho que no ocurre durante la estimulación
estocástica; se consideran también respuestas predictivas aquellas que
están por debajo del rango fisiológico del tiempo de. reacción humano.
Los resultados permitieron trazar una curva de expectación con carácter
exponencial: .EI tiempo de reacción ante el estímulo presentado a nueve
segundos del anterior era mucho más corto y parecido al de diez se-
gundos que el de los segundos uno, dos, tres, oo. (Fernández-Guardiola,
1984).
Más recientemente, Luna-Villegas (1990), en una prueba de aten-
ción, presentaba a los sujetos estímulos visuales supraumbral, ante los
que tenían que apretar una palanca lo más rápido posible durante
.cuatro períodos de ocho minutos cada uno. A lo largo de los dos primeros
períodos la estimulación se ajustaba a intervalos fijos de diez segundos
(estimulación isócrona); una vez aprendido este intervalo, y con el
objetivo de estudiar el desarrollo de la expectación, en los dos períodos
restantes se incluyeron estímulos al azar, no esperados por el sujeto, en
alguno de los nueve segundos intraintervalo, hasta completar el intervalo
de diez segundos (estimulación estocástica). Tomando los tiempos de
reacción a los estímulos estocásticos se reconstruyó, segundo a segundo,
446 SIERRA Y COLS.

el intervalo aprendido de diez segundos. Las conclusiones a las que


. llega este autor son que los valores del tiempo de reacción muestran
una relación inversa respecto al intervalo interestímulo, y que esta re-
lación no es lineal. Los sujetos aprendían la duración del intervalo y
podían recordarla, lo cual puede estar indicando la implicación de
procesos de aprendizaje y memoria en la evolución de la expectación.
Dado que en la situación experimental faltan señales internas para
hacerlo. Parece ser que el ritmo cardíaco (Kornhauser, 1969) juega un
papel importante en ello. Cada contracción ventricular produce una
onda sanguínea que estimula a los vasorreceptores del cuerpo carotídeo;
éstos generan una descarga en las fibras aferentes del glosofaríngeo,
que es detectable en su entrada al bulbo raquídeo. Se podría asumir
que, aunque estos fenómenos rítmicos no entren en el campo de la
.conciencia, sí penetran como información al cerebro, en especial a sus
partes caudales in específicas; esta información es comparada con la
llegada de los estímulos isócronos que también estimulan dichas áreas,
realizándose así la estimación temporal .necesaría para el desarrollo de
la expectación.
La variabilidad de la expectación puede ser explicada por la fatiga,
ya que estas variaciones son mayores al final del experimento, y por la
activación central y la velocidad de reacción, puesto que al comparar
los sujetos más rápidos con los más lentos, son éstos últimos los que
muestran mayor variación en la expectación. El proceso de expectación
constituye un fenómeno de aprendizaje. .

La Estimación del Tiempo como Medida de la Vigilancia

El ser humano tiene una sensación o un "sentido" para el tiempo.


Rubinstein (1981) considera que la vivencia del tiempo se debe a sen-
saciones orgánicas y que está relacionada con procesos biológicos básicos
como son el pulso sanguíneo, la respiración, reacciones químicas en el
sistema nervioso, etc. Ello se demuestra por el hecho de que cuando se
anestesian órganos internos se pierde la capacidad de percepción del
tiempo. Fernández-Guardiola (1984) postula que el tiempo subjetivo es
un mecanismo de control del comportamiento que es función del nú-
mero y de la calidad de interacciones previas entre ritmos endógenos
.y señales externas.
La capacidad de percibir el tiempo puede estar influida por variables
tales como la temperatura corporal. Así, se ha demostrado que la ma-
nipulación artificial de la temperatura corporal produce modificaciones
en la estimación del tiempo (Buela-Casal, 1992). Sin embargo, según
Rubinstein (1981), la capacidad de estimar el tiempo depende también
de los procesos reales que tienen lugar en el tiempo. Así, cuanto más
lleno de acontecimientos esté un período pasado de tiempo y cuanto
más dividido esté en intervalos, tanto más largo se estimará; para el
EVALUACION DE LA ACfIVACION y LA VIGIlANCIA 447

tiempo que transcurre en el presente ocurre el proceso inverso, es decir:


cuanto menos acontecimientos se producen y más uniforme es el tiempo,
más larga se estima su duración.
La percepción del tiempo también es susceptible de factores emo-
cionales. Los periodos de tiempo con contenidos emocionalmente po-
sitivos se experimentan como más cortos, y los períodos con contenidos
emocionalmente negativos son percibidos como más largos.

Otro aspecto importante a tener en cuenta para el estudio de la


estimación del tiempo son las diferencias individuales; así, a la hora de
reproducir un intervalo de diez segundos hay sujetos que estiman hasta
veinte segundos, y otros cinco (Femández-Guardiola y cols., 1972). Esto
.ha llevado a distinguir entre dos patrones extremos en la estimación
del tiempo, nos referimos a sujetos "bradicrónicos", que experimentan
el tiempo lentamente, y sujetos "taquicrónicos", para los que el tiempo
pasa rápidamente. Así, los primeros sobreestiman y los segundos subes-
timan la duración de los intervalos de tiempo (Buela-Casal, 1992). Por
su parte, Rammsayer y Lustnauer (1989) establecen que las mujeres
hacen una peor estimación del tiempo, y que estas diferencias podrian
estar relacionadas con la neurotransmisión dopaminérgica. Otros estu-
dios han tratado de relacionar la estimación del tiempo con variables
de personalidad. Así, Zakay, Lomranz y Kaziniz (1984) establecen una
relación entre estimación del tiempo y la complejidad de los estímulos
presentados; ante estímulos simples los extrovertidos sobreestiman el
paso del tiempo con respecto a los introvertidos, pero estas diferencias
desaparecen ante estímulos de mayor complejidad; esto podría ser con-
secuencia de las diferencias entre extrovertidos e introvertidos con res-
pecto al procesamiento de información: Los extrovertidos se interesarían
más por la estimulación ambiental que por el procesamiento de infor-
mación. No obstante, hay evidencia de que no existen diferencias entre
extrovertidos e introvertidos a la hora de reproducir un intervalo de 10
segundos durante una prueba de vigilancia (Sierra, 1992).

La estimación del tiempo también está sujeta a variaciones ontoge-


néticas. En una investigación en la que se estudió la relación de la edad
con la precisión en la estimación del tiempo, en concreto un periodo
.de algunos minutos, se encontró que en los sujetos adultos la sobre es-
timación llegaba hasta un 133%, mientras que en un grupo compuesto
por niños y adolescentes (desde siete hasta diecinueve años) la sobre-
estimación alcanzaba un 175% (Rubinstein, 1981).

Estudios realizados por Femández-Guardiola y cols. (1972, 1983,


1984) mostraron cómo la estimación subjetiva del tiempo se correlaciona
de forma significativa con el tiempo de reacción simple. La correlación
positiva entre el tiempo de reacción y la estimación del tiempo demuestra
que, a medida que los sujetos entran en somnolencia, con desactivación
del EEG, responden en una forma más lenta, y a la vez su juicio de
448 SIERRA Y CQLS.

tiempo real se alarga llegando a reproducir hasta 20 segundos cuando


el intervalo real a reproducir era de 10 segundos.

Posteriormente, Jurado y cols. (1989) demostraron que tanto el


tiempo de reacción simple como la estimación del tiempo registrado
durante el día estaban relacionados con la cantidad de sueño de ondas
lentas (fase IV) de la noche anterior.

CONCLUSIONES

Después de haber revisado diferentes métodos de evaluación de la


activación y de la vigilancia, podemos llegar a algunas conclusiones: Por
un lado, los resultados no dan un apoyo consistente a la postura de una
única dimensión de la activación. Así, tal como plantea Koelega (1991)
podemos considerar tres niveles distintos de activación: fisiológico, con-
ductual y subjetivo; las correlaciones entre las tres medidas no son muy
consistentes, dado que éstas cuando se dan no son muy altas. Así, por
ejemplo, Buela-Casal (1990) encuentra una correlación (r= 0,51) entre
la activación cortical y la activación autoinformada únicamente en una
muestra de varones, siendo ésta más alta en la muestra total de varones
y de mujeres (r= 0,83) entre la tasa cardíaca y la activación autoinfor-
mada. La mayor activación cortical de los introvertidos frente a los
extrovertidos propuesta por Eysenck tampoco diferencia a estos dos
grupos de sujetos en las puntuaciones obtenidas en la Escala de Som-
nolencia de Stanford (Sierra, 1992). Por otro lado, aun sin establecer
una relación causal entre activación y vigilancia, sí queda claro que entre
ambos conceptos existe un nexo. Así, un buen rendimiento en una
prueba de vigilancia en la que el sujeto debe estar respondiendo durante
una hora aproximadamente a destellos luminosos, está asociada con un
elevado porcentaje de ritmo alfa (Fernández-Guardiola y cols., 1972), a
una activación cardíaca (Buela-Casal, 1990) y a una buena estimación
del tiempo (Fernández-Guardiola y cols., 1984). No obstante, no se
puede decir que esta correlación sea totalmente consistente, pues en el
estudio de Buela-Casal y cols. (1990) no se encuentra una correlación
entre activación autoinformada y el rendimiento en una tarea de tiempo
de reacción simple.

Por tanto, parece lógico pensar que, dejando a un lado el problema


de la causalidad, la activación y la vigilancia podrían estar reguladas por
mecanismos similares. La solución de las incógnitas existentes hasta el
momento en la relación de estos dos conceptos requiere estudios que
clarifiquen hechos "paradójicos" en la activación, como lo puede ser el
incremento de la actividad beta cortical provocado por las benzodiace-
pinas.
EVALUACION DE LA ACfNACION y LA VIGILANCIA 449

RESUMEN

Se buscó establecer una relación entre los conceptos de activación


y de vigilancia. La activación se refiere a una serie de estados fisiológicos
y conductuales caracterizados por un grado de excitación o movilización
de energía. La vigilancia, por otra parte, constituye un tipo de atención
que permite detectar y responder a cambios ambientales específicos.
Para estudiar la relación entre ambos conceptos, revisamos distintos
.métodos de evaluación de la activación y de la vigilancia. Describimos
la evaluación psicofisiológica de la activación, la activación autoinfor-
mada, el tiempo de reacción, la expectación y la estimación del tiempo.
Aunque no podemos establecer una relación de causalidad, sí existe
una correspondencia entre ambos conceptos, activación y vigilancia.

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