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Espacio público, crítica y desacralización en el siglo XVIII (1995), de Roger Chartier.

La obra en cuestión de este historiador francés, quien ha trabajado en equipo desde hace muchos
años con Robert Darnton, se divide en una breve introducción, ocho capítulos, una conclusión y un
post-scriptum, más notas e índice de nombres propios.

En la Introducción, Chartier inicia señalando cómo "la historia se ha vuelto más circunspecta en la
determinación de las causalidades". Apunta, igualmente, de qué manera a partir del libro Los
orígenes intelectuales de la Revolución Francesa 1715-1787, Daniel Mornet (1967), ha habido un
aporte fundamental en la relectura de este fundamental acontecimiento. El autor deja claro
también que de lo que se trata es "comprender las prácticas y los pensamientos de los franceses
del siglo XVIII", en una nueva revisión.

l. Ilustración Revolución. Revolución e Ilustración.-

Robert Chartier inicia el tema recordando la tesis de Mornet acerca de la Revolución Francesa.
Que ésta se originó en las nuevas ideas, estableciendo una directa relación entre Ilustración y
Revolución. Mornet sigue la absoluta linealidad de la historia. Con Foucault habría que atender al
juego de lo discontinuo -apunta Chartier-, reconociendo éste que "no hay aproximación posible a
un problema histórico fuera del discurso historiográfico que lo ha construido". Señala este autor
de qué manera el mismo Mornet se apoya en obras- autores que lo precedieron, como Alexis de
Tocqueville (El antiguo régimen y la revolución, 1856) e Hipólito Taine (El antiguo régimen, 1876),
pensamiento que a su vez entronca en el neo clasicismo. Hay dos lecturas a esta politización: a) el
jacobinismo impulsó el cambio; b) salones, cafés, academias, libros y periódicos son los
fundadores de este nuevo espacio público.

2. Espacio público y opinión pública.- Partiendo de Habermas en Historia y crítica de la opinión


pública, "la esfera de las personas privadas reunidas en público" va a situarse frente a lo
institucional público, frente a la dominación del monarca. En este nuevo espacio y opinión
públicos, los hombres ilustrados del siglo XVIII estarán presentes. La Ilustración desarrolló el juicio
racional y moral personales. Con Kant -señalará Chartier- cambia la manera de realizar la actividad
crítica, la que toca lo institucional, en este caso sobre todo a la Iglesia y al Estado. La opinión
pública será ilustrada; la de la mayoría, usualmente se entenderá como "enceguecida y ruidosa
a"(D' Alambert). Surge así el tribunal de la opinión pública, al que hay que escuchar, mismo que
está constituido por filósofos, literatos y jurisconsultos. Se da un desplazamiento de la nobleza y el
clero, porque esta opinión pública se integrará "por hombres y mujeres que pertenecen I a todos
los estamentos It. Advierte Chartier que hay que atender a lo realizado por el funcionario real
Ma1esherbes, quien en 1775 presentó al rey un amplio reporte de lo que sucedía en el comercio
de libros, dentro de los cuales había muchos prohibidos y que abordaban los temas pornográficos
o de dudosa ortodoxia teo1ógica, al igual que aquellos que atacaban las instituciones reales y la
autoridad civil. De acuerdo al mismo Chartier, van a irse eliminando las lettres de cachet o cartas
cerradas del rey, donde se acusaba a alguien por un supuesto delito y ante lo cual no había
defensa. El público se constituirá en "instancia superior del juicio". Igualmente, se señala que la
frontera entre pueblo y público será, fundamentalmente, la no-escritura y la escritura.
Los libros. ¿hacen revoluciones? .- Para Chartier, "una misma idea subyace en estos tres juicios:
que la lectura está investida de un poder de persuasión tan fuerte que es capaz de transformar por
completo a los lectores y de hacer que sean como los textos lo quieren". Sube el número de
a1fabetizados entre 1680 y 1790, se incrementan las bibliotecas públicas, surgen los salones de
lectura... Se da una verdadera "hambre de lectura". Aquí se advierte algo interesante: sufre una
caída el libro de religión y piedad, en tanto se incrementan los libros de ciencias y artes. Se
camuflagean las ediciones de libros filosóficos. Prospera el plagio pero siguen confiscándose
aquellos libros prohibidos que atentan contra el dogma o las instituciones monárquicas. Entre los
autores de esos libros más confiscados están Voltaire, Holbach, Mercier, Helvecio, Diderot,
Hobbes, Robinet, Rousseau... Existe un amplio mercado negro librario. Para Robert Darnton, esta
literatura socava y desestabiliza "los mitos fundadores" de la monarquía. En cambio, lo que
plantea Chartier es que, más que ser estos libros la causa de la Revolución, vienen a ser el
producto de una "desinvestidura simbolica y afectiva" que hacía a estos libros confiables y
esperados. Luego, la Revoluci6n hizo los libros, y no a la inversa. La lectura pasa de ser comunitaria
a individuo y surge el libro de bolsillo, con lo que más fácilmente podían difundirse las nuevas
ideas. La lectura -y la sociedad toda- perdió "... la referencia religiosa de la que durante mucho
tiempo estuvo preñada,". Por tanto, las prácticas de lectura que se instauran forman parte de un
más amplio proceso, que es el de desacralización.

5. Descritianización y lacización.- Tocqueville sostiene dos ideas en apariencia contradictorias: que


la irreligión había pasado a ser una "pasión general y dominante en los franceses del siglo XVIII" y
que la Revolución ha actuado imponiendo" una suerte de religión nueva". Chartier precisa que "la
indiferencia por la antigua fe no significó en modo alguno la pérdida de toda referencia religiosa",
por lo que no debe aceptarse, así llanamente, que vaya a haber en este siglo una decadencia a la
adhesión al catolicismo sin más, o que incluso vaya a darse un ambiente agresivamente
antirreligioso, preguntándose incluso si la Francia del Antiguo Régimen es realmente un país
cristiano. Chartier mide dos prácticas religiosas de este tiempo: la asistencia a la misa dominical y
el cumplimiento estricto del deber pascual. La conclusión a la que llega, en base a investigación
estadística, es que la Iglesia -mediadora fundamental de la relación con lo sagrado- ha logrado esta
"religión de lo estable", mediante el cumplimiento de estas dos prácticas. Sin embargo, al medir
otra práctica, los testamentos en favor de legados de caridad y misas, han disminuido
sensiblemente, en proporción de cuatro a uno, entre 1730 y 1780, lo que varía de región a región.
otro tanto sucede con prácticas sexuales que espacian la familia, lo que el autor asocia a territorio
jansenista y que debe interpretarse como "debilitamiento de la norma moral católica". otro signo
de laicización va a ser la disminución de las vocaciones sacerdotales y religiosas durante este
tiempo, al igual que la reducción de las cofradías y congregaciones marianas, en tanto crece
sensiblemente la afiliación a las logias masónicas, situaci6n que coincide con la expulsión o
suspensión de los jesuitas. De acuerdo a Dupront y Vovel1e, este proceso de "civilización" es
"agotar todo mito sagrado" y circular en gran escala textos que "socavan o ignoran el orden
cristiano del mundo". En cambio, para Michel de Certau y Dominique Julia, el jansenismo ha
fisurado "la autoridad del clero y la certidumbre de la creencia", coincidiendo lo anterior con la
sustitución de la religión como principio de organización y marco de referencia de la sociedad
francesa, por nuevas formas civiles de convivencia. Y estos valores nuevos, concluye Chartier, se
van a advertir más en la ciudad que en el campo.

7. Una nueva cultura política.- Para Peter Burke, el periodo comprendido entre los comienzos del
siglo XVI y la Revolución Francesa, va a ser un tiempo de "politización de la cultura popular". Las
obras políticas interesan a aquellos lectores que viven en torno a o de la actividad política. Entre el
pueblo más humilde, prevalecerán no los libros políticos, sino los de religión, brujería, la Biblioteca
Azul, los almanaques... En el trasfondo de las constantes revueltas populares de este periodo
aparece siempre el impuesto real en sus distintas modalidades y, muy ocasionalmente, el asunto
de los diezmos eclesiásticos. La Francia del Este va a ser la más belicosa. Los campesinos van
haciendo el aprendizaje de la política, al inconformarse contra impuestos para reparación de los
castillos de los señores, derechos de selección por la madera comunal, el pago de derechos por el
horno común, etc. Las quejas de parroquias y bailías dan cuenta de ello, entre 1614 y 1789. Va a
haber una politización del mundo delos oficios, donde la huelga no será aún incluida. Los salones
literarios asegurarán a los escritores su admisión en el mundo de los poderosos". Kant dirá que la
religión quiere escapar a la crítica, pero que no puede hacerlo ya que "es necesario que todo se
someta a ésta. Las logias masónicas tendrán mucho que ver en esta nueva forma de concebir el
mundo y la vida. Para 1789, uno de cada veinte ciudadanos será masón. Al Tercer Estado serán
incorporados comerciantes, tenderos y artesanos, al igual que los miembros de las profesiones
liberales. La masonería "seculariza viejos valores o viejos gestos de la cristiandad". Pero todo esto
surge mucho antes de la Revolución. Perfectamente podemos remontamos a 1750. Cambian los
“modos de producir opiniones”, como dirá Bourdieu.

8. Las revoluciones. ¿tienen orígenes culturales?.- Para Chartier, siguiendo a Lawrence Stone, toda
revolución no es un mero "accidente", sino que es resultado de una suma de hechos culturales.
Tuvo que haber una frustración intelectual, "nuevas ideas, nuevos valores" que provocaran el
cambio. Para el mismo Stone, el puritanismo, por su misma rigidez doctrinal, acentuó el problema
del descreimiento; y otro tanto sucedió en el seno de la Iglesia Católica, a partir de la bula
Unigenitus (1713). La lucha entre jansenistas y papistas-jesuitas forma parte de este problema. La
celebración de las virtudes cívicas y la importancia dada al arte -advierte Chartier- impactan la
creencia cristiana, por más que en estricto sentido nada tengan que ver le. una con la otra. Va a
variar el lenguaje y la cultura jurídica, notándose una diferencia marcada entre la ciudad y el
campo. La corte ha perdido su rol de dirección estética, de “imaginario colectivo”. La capital
confisca la actividad intelectual. “El lujo es la gangrena de toda estructura política” (Voltaire).
Naturalmente, todo esto aflore. de manera espectacular y violenta con la revolución. Y esta
"erosión de la autoridad" va a incluir tanto lo civil como lo eclesiástico. En el nuevo régimen se
rejuvenecen las profesiones (más de la mitad de los abogados de Toulouse tienen menos de 40
años en 1789). Las clases intelectuales responsabilizarán al rey, a la corte y a sus ministros de su
situación social. Todo ello debe entenderse como desacralización.

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