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La sentencia que nos ocupa proviene de un recurso de amparo presentado por un sujeto
condenado por la comisión de una serie de hechos delictivos, en el recurso se aduce la
vulneración del derecho fundamental al secreto de las comunicaciones recogido en el artículo
18.3 de la Constitución Española, vulneración que estaría basada en la realización de una
intervención telefónica, y por otra parte, en una intervención de las conversaciones de los
detenidos en la celda.
En relación a las grabaciones de las conversaciones llevabas a cabo en los calabozos a los
detenidos, en dependencias policiales, se solicita el reconocimiento de la vulneración del art.
18.3 CE, y afectaría también a los derechos a no declarar contra sí mismo y a no confesarse
culpable, como garantías o derechos instrumentales que son del genérico derecho de defensa
(art. 24.2 CE). El primer fundamento de la queja se basa en la insuficiente habilitación
legislativa para tal intervención de las comunicaciones, se argumenta correctamente pues si
nos vamos al art 579.2 de la LECRim se habla de intervenciones telefónicas, nada se dice de un
ámbito tan sensible como es el calabozo en el que se encuentra detenido un presunto
delincuente, la literalidad del precepto “se garantiza el secreto de las comunicaciones y, en
especial, las postales, telegráficas y telefónicas, salvo resolución judicial” no significa que la
única garantía que establece la Constitución sea la exigencia de autorización judicial, todo lo
contrario, ya que toda injerencia estatal en el ámbito de los derechos fundamentales y las
libertades públicas, que incida directamente sobre su desarrollo (art. 81.1 CE), o limite o
condicione su ejercicio (art. 53.1 CE), precisa, además, una habilitación legal, y la extensión
analógica del art. 579 LECRim no parece suficiente para fundamentar la vulneración de un
derecho de estas características.
Por otra parte, se aduce la normativa penitenciaria para argumentar la licitud de la
intervención de las comunicaciones en los calabozos, en la que se recoge la posibilidad de que
las comunicaciones orales y escritas sean intervenidas motivadamente por el director del
establecimiento penitenciario, dando cuenta a la autoridad judicial competente. En este caso,
estos preceptos no son operativos pues no estamos en el ámbito penitenciario, ni estaría
operando el régimen administrativo de especial sujeción del interno en un establecimiento de
este tipo.