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HÉCTOR LOAIZA: ¿Cuál ha sido tu formación, qué libros leías y qué autores
han influido en tu trabajo?
H.L.: A través de tus libros que fueron éxitos de librería en los Estados Unidos
y Europa, se llega a la conclusión de que don Juan existe, es real, y ahora
vive en la imaginación de tus lectores.
C.C.: No. Don Juan es como Carlos Castaneda, otro personaje. Es el Nagual, el
dirigente de un ciclo mágico y como tal, don Juan Matus tiene una gran
importancia. Como persona social don Juan no llamaba la atención. Además no
sólo es un personaje importante en su ciclo mágico, sino que también ha
testimoniado de las circunstancias que lo convirtieron en personaje.
H.L.: Carlos, desde ayer, he constatado que tu visión de los seres y las cosas
es ficticia. Porque hablas del "personaje" Carlos Castaneda, del "personaje"
don Juan. Para ti, la realidad no es más que una ficción y para citarte
textualmente: "es sólo una descripción".
C.C.: Sí, efectivamente. Pero es una descripción compartida. Los seres humanos
están envueltos en un consenso que es exigente en lo cotidiano. El consenso
particular de un grupo de brujos ligados al personaje don Juan Matus, el Nagual,
puede extenderse y cubrir un número más largo de participantes.
C.C.: Don Juan dice que según un mito tolteca se puede trascender el sentido
biológico de la muerte. Un hombre puede liberarse de la compulsión de morir y
puede morir de una manera diferente. Don Juan lo llama la "búsqueda de la
libertad". Es un ciclo mágico que no tiene nada que ver con las unidades
perceptivas de nuestro mundo cotidiano. El grupo de don Juan es cerrado, no
porque en sí sea un grupo esotérico, sino simplemente no tiene interés en
alcanzar a personas del exterior. Por razones ineluctables, concibió que era
parte de mi ciclo de acercarme a gente extraña a él, sin que yo sea indio ni
tuviera nada que ver con su tradición. Don Juan como persona social viene por
supuesto de un grupo étnico. Tuve una gran dificultad en averiguar de dónde
venía el Nagual, nunca me lo dijo, no porque fuera un secreto, sino que
simplemente no le interesaba revelármelo. Si hay gente que busca de dónde
vengo yo, no es cuestión mía. Si lo encuentran está bien y si no, ¡eso no es
importante! Don Juan quería que yo borrara los rasgos de mi historia personal,
¡pero nunca me dijo cómo hacerlo! Es una categoría de índices tan vaga como
por ejemplo "universidad". Nadie sabe en realidad lo que es "universidad". Todo
el mundo puede tener una opinión diferente, pero usamos la palabra tan
efectivamente como si compartiéramos el significado uniforme de "universidad".
Don Juan quería que yo hiciera eso con un método tan vago como el de borrar mi
historia personal. Entonces el "arreglo" de las contradicciones de la filosofía de
don Juan, sucede cuando uno hace un "intento" artístico para llevarla a cabo y
eso es importante para entender a don Juan y a su conducta.
H.L.: En uno de tus libros, relatas la manera cómo don Juan te ha hecho
aproximar a su visión de la muerte. Te ha dicho que "hay que vivir con su
muerte al lado".
C.C.: Por supuesto, es el mundo de referencia del guerrero al estilo de don Juan.
El guerrero debe referirse constantemente a ese final inevitable. Sólo cuando
uno toma —como dice don Juan— la muerte como punto de referencia, sin
morbidez y sin sentirse apenado u ofendido, entonces se puede en realidad
superar la mezquindad natural de la vida. Don Juan decía que nosotros vivimos
como seres inmortales, sin dar cuenta de nuestros actos a nadie, como si
fuéramos eternos. Nos damos el lujo de perder el tiempo y andarnos en
idioteces. Estoy convencido de que don Juan tenía razón. Es una manera mucho
más interesante de enfocar la vida y no como mis familiares, que viven aterrados
por la muerte y sin embargo desperdician sus vidas. ¡Qué barbaridad! ¡Es una
manera espantosa de no darse cuenta de lo que hacen!
H.L.: Hay dos actitudes frente a la muerte, la primera es tener una idea
mórbida, por ejemplo es rendir culto a la muerte. Y la otra, es la represión:
no pensar más en ella. Es lo que pasa en Occidente, donde la gente trata de
olvidar a toda costa que un día va a morir.
H.L.: También hay esta noción que también mencionaste anoche que es el
desapego, que me parece una influencia oriental.
C.C.: Llega un momento en que el aprendiz siente que no tiene más apego, que
el mundo no tiene la fuerza ni el valor coercitivo que tenía el día anterior. Ese es
el secreto. El mundo nos obliga a actuar de cierta manera. En ese sentido son
importantes y de una sofisticación extraordinaria las conclusiones a las que han
llegado los brujos o los chamanes (como queramos llamar a don Juan). Para ellos,
"el mundo es una percepción" y nosotros somos los que lo perciben. Depende de
nosotros que le demos significado de uno o de otro modo, no sólo cultural. Y si
decimos, es cuestión de mi cultura, de mi educación, eso nos exonera de la
responsabilidad de actuar. Para don Juan eso no tiene importancia. Debemos
entender que el mundo es una percepción y como tal es posible entonces actuar
sobre él y cambiarlo. Y tenemos que cambiar el tenor de esas percepciones. Al
lograr el cambio de una manera tan sutil y al mismo tiempo tan dramática,
también cambia el significado del mundo. Éste deja de ser fijo y estéril,
interminable, incompleto, como lo percibimos normalmente. Don Juan abarca
todo eso y lo lleva a su punto culminante.
C.C.: Sí, don Juan y los miembros de su clan sostienen que es un cambio
morfológico el que sufre el hombre, al nivel del campo de energía y no significa
simplemente una mutación espiritual.
H.L.: Se dice en Europa que en tus libros hay siempre una posición crítica,
muy occidental, y se supone que eso es para crear una necesidad en don Juan
de explicarte. O por otro lado, te aferraste a las normas sensoriales
occidentales porque tuviste mucho temor de quedarte en esa realidad no
ordinaria
C.C.: El hecho de que sea “cholo”, ¡por supuesto! Eso es lo que me da una serie
de premisas que envuelven puntos contradictorios. El único modo de resolver
esas contradicciones es de una manera artística. Cuando digo que no soy indio,
me refiero a un sentido cultural. Lo que yo hubiera considerado coherente en
don Juan hubiera sido que él tomara como aprendiz a una persona que nació y
creció en una reserva para indios en los Estados Unidos. Yo vengo de afuera,
fuera del contexto de don Juan, ni siquiera tenía una idea del contexto indio de
don Juan.
C.C.: El Nagual, como vidente, era capaz de ver los campos de energía y vio en
mí la energía adecuada para emprender este aprendizaje. El hecho de que
culturalmente yo estuviera asimilado al pensamiento europeo me sirvió de
soporte. Pero al mismo tiempo me ha distraído y me ha frenado del "intento
total". Que yo sea perfectamente consciente de mis orígenes, ¡no podría ser de
otro modo! Tenía que tomar en cuenta lo que era para perseguir lo que don Juan
quería. Él exigía que uno se enfrente a sí mismo sin ninguna pasión, de hecho es
uno de los puntos culminantes de su ideología. Me forzó a mí a que hiciera un
recuento de mi vida, y cuando te digo que no vuelvo más al lugar donde nací lo
digo en un sentido de que ya hice el recuento. Don Juan insistía de que era
posible darle a lo que llama el “Águila”, la fuerza final, lo que nos devora, lo que
nos dio sustento y nos creó. El Águila, es la suma total de todo lo viviente, en la
tierra y más allá. Uno no sabe las enormes posibilidades biológicas, orgánicas,
conscientes y la suma de todo que está allí. El Águila devora la conciencia en el
mito tolteca. Si uno le da el sustento al Águila, en el sentido de hacer un
recuento total de los eventos de su vida, uno estará libre. Pero al hacer ese
recuento uno acaba con el sentimiento, con eso que nos hace seres del mundo.
Don Juan acabó con las raíces. Porque el tener raíces nos fuerza a la parcialidad
y nos llena de seguridades falsas, nos da la idea de pertenecer a un grupo, a una
tradición. ¡Eso en sí nos impide volar! Nos quita la idea de que podemos valernos
por nosotros mismos, que podemos salir, irrumpir de esa empalizada que el
mundo ha creado alrededor de nosotros. Y eso es todo lo que se me ocurre como
explicación. Pero estás obligado de tener en cuenta quién eres para poder hacer
esa ruptura. Eso sucede sólo cuando uno sabe quien es uno. Una de las cosas que
siempre me molestó es que soy zoquete, bajito, oscuro y feíto —como decía don
Juan— en un ambiente de gente alta y blanca, porque los americanos son
apuestos, bien hechos. Entonces yo estaba lleno de complejos desesperantes.
Don Juan creía que no había modo de salir de ese callejón sin salida. Ir al
psiquiatra para que me arregle mis sensaciones, para don Juan eso tampoco era
el remedio. Lo importante era cortar con todo. El Nagual decía que los que
nacíamos vivos en las nubes éramos príncipes. Entonces ¡yo era un príncipe feo!
Cada vez que alguien me mantenía en un globo y me sacaba el aire, yo me caía
al suelo con frecuencia. Don Juan recomendó que uno andara en el suelo, por lo
bajo. Eso era enfrentarse consigo mismo, sin mentiras, de una manera
indestructible. Porque si no hay espejismos acerca de lo que es uno, la
presentación del yo en la vida cotidiana tiene otro cariz, cobra otro significado.
Ya no hay necesidad de presentarse como el príncipe o la persona de una gran
importancia. Entonces esa presentación es mucho más certera, ¡uno ya no es el
chico del cielo!
H.L.: Diría que don Juan como chamán era el escenificador, el metteur-en-
scène, quien controlaba el escenario. Insisto en el hecho que en ese control
sobre ti, utilizó sus poderes hipnóticos.
C.C.:Bueno, yo creía siempre que don Juan, y las otras personas allegadas a él
me sugestionaban, al punto de que yo podía explicar lo que pasaba como un
estado de hipnosis. Ahora he llegado a otra conclusión. Don Juan el “maestro del
intento" (no sé, en español no hay una palabra adecuada, podría decir el "amo
del intento"), como un mago original, no simplemente para sugerirme algo y
dejarme en un espejismo, sumergido en un estado hipnótico. En cierto momento
de la historia, el hombre fue capaz de manejar el "intento" y evidentemente
hacer aparecer el conejo en la mano. Cuando el hombre dejó de ser amo del
"intento", vino la prestidigitación, el conejo está ahora escondido en la
vestimenta del mago y éste lo saca en el instante adecuado. Pero don Juan hacía
aparecer conejos, no solamente para mi visión. El "intento" es lo que hace al
mundo. Las enseñanzas de don Juan trascienden mi lógica y mi manera de
explicar el mundo. Ser el amo del "intento" para los brujos toltecas, yaquis,
mazatecos, que formaban el grupo de don Juan, significaba poder “controlar” lo
que es el mundo, la creación. Por ejemplo, don Juan una vez hizo aparecer aquí,
en la Alameda, en la Avenida Juárez, una ardilla en la mano, que tenía anteojos
y parecía un japonés. Lo que yo no podría conseguir en este momento y no podría
decirte cómo resolver el caso.
H.L.: El gran éxito que tuvieron tus libros en los países anglosajones se debe a
que atrajo mucho más el mensaje que consistía en la reivindicación de la vía
individual. Es también por el ejemplo, no por una ideología ni por un discurso
oral, que el maestro-chamán induce al aprendiz a la comprensión de ciertos
fenómenos de la realidad no ordinaria.
H.L.: En una conversación que mantuve con Octavio Paz hace algunos días,
hablamos del gran problema entre la América Latina y los Estados Unidos que
es cultural. No llegamos a entendernos y sin embargo formamos parte de un
mismo continente.
C.C.: Don Juan me dio una vez una idea muy extraña de mí, me dijo que con lo
que yo tenía que lidiar con algo que él llamaba lo “Torquemada” (2). Lo que
había en mi interior, no era tanto el artista europeo, el pensador, sino el
inquisidor. Y eso es lo que él llamaba el aporte de Europa y las versiones
totalitarias no son traídas de los cabellos, no son visiones extranjeras. ¡Somos
nosotros mismos los inquisidores! El espíritu del inquisidor que lleva dentro de sí
la coerción, el imponerse al otro de una manera total. Don Juan decía que su
filosofía era el producto de la coerción de quinientos años de índices y de
archivos así como la coerción del pensamiento. Lo más tremendo de Torquemada
era que éste se creía puro y mataba en nombre de Dios, en nombre de una
ideología superior, indiscutible. El Nagual decía que con esa clase de hombres no
había manera de luchar, eso era imposible. Sólo el guerrero puede sustraerse a la
influencia de Torquemada, el que todos nosotros cargamos encima. ¡Eso significa
liberarse de uno mismo!
C.C.: Como todo latino, como tú muy bien conoces cómo somos, cuando conocí a
don Juan, estaba imbuido de ideas sobre la reforma y la injusticia social. En
realidad, creía que podía ser útil política o ideológicamente desde un punto de
vista clásico. El rebelde que tira bombas y que quiere la revolución. Don Juan
acabó con toda esa afiliación mía. Me dijo: "Mira, si hay alguien entre los dos que
debe quejarse, soy yo, soy yaqui, indio" Creía que él tendría que quejarse y no
yo. Al final, los yaquis no me interesan en tanto que tales, porque interesarme
por ellos significaría dejar de lado una idea más importante: la salvación del
individuo. Yo, como individuo, no como elemento cultural, entendí las
enseñanzas de don Juan de la mejor manera posible, en mi propio interés. Dejé
de lado, todo lo que significaba una posición social. Es una de las críticas que me
hicieron la noche de la conferencia de prensa. Consideraban que don Juan no era
un chaman, en el sentido de que no tenía ninguna función social.
C.C.: Sería imposible para el lector el ir y hablar con don Juan. Una de las
criticas que se me ha hecho, es que no presento las fuentes de mi información. Si
lo que he narrado es verídico y debe ser tomado en serio, estoy obligado a
presentar las fuentes: llevar a la gente para que conozcan a don Juan, que hable
de sus vivencias, que diga lo que piensa y lo que es. Don Juan nunca pudo hacer
eso, ya que no tenía ningún interés en hacerlo. Además hay norteamericanos que
se encontraron con don Juan, ¡cómo podían haberse encontrado conmigo! Si yo
fuera él no tendría ningún interés en revelar a nadie lo que estoy haciendo,
¡sería absurdo! Sería tremendamente superfluo acercarse a mí, como si estuviera
impregnado del aura de don Juan. Si fuera como él, no habría modo, de que yo
dijera nada a nadie. Don Juan me usó a mí, como un "vehículo", al expresar
ciertos principios que regían su vida, tuve la suficiente energía para emprender
la tarea de conceptualizar, de explicar, lo que don Juan hacía en su ciclo
mágico. ¿Cómo explicaría don Juan al mundo, la idea de que era uno de los
personajes de un mito? Creo que sería imposible y de ahí que nadie se acercara a
él. Cuando buscaban al “don Juan” de mis libros, por supuesto que nunca era el
indio que estaba frente a ellos. Si alguien se encontrara con don Juan como
culminación de una verdadera búsqueda, el Nagual lo aprisionará
instantáneamente y esa persona estará fuera del mundo. La compulsión del
guerrero que está envuelto en este ciclo mítico, es la de llevar a la libertad a
cualquiera que se acerque a él. Don Juan me dio la tarea de explicar su universo,
no porque eso me atañe, ni que me dé ganancias y de ningún modo me implique.
¡Es algo como un mandato que viene de afuera! Si me dejan a mí por mi cuenta,
sería imposible encontrarme, que yo les hablara, ¡para qué! Pero el Nagual —
desgraciada o afortunadamente— me dio la tarea de escribir los libros y de
presentarlos en el mundo. Nunca tuvo que lidiar con ese fenómeno y no había
modo de validar en los términos del hombre occidental su propia existencia. No
porque éste se esconda y que haya abismos que nos separan. Con respecto a la
pregunta original, ¿cómo me siento como "puente"? Don Juan me escogió a mí,
como un vínculo entre lo hermético que representa él y la cualidad amorfa que
somos nosotros, los occidentales. Él está precisamente encerrado, y nosotros
estamos abiertos al punto de que no vemos nada.
C.C.: Para don Juan es la cuestión del "intento" que rige al destino del hombre,
pero el "intento" no es la intención humana. Para él, es una fuerza principal que
nos mueve, nos aprisiona. El "intento" es digamos la versión de lo que nosotros
conoceríamos como Dios. El "intento" no es lo que don Juan llamaría el Nagual, lo
inexplicable, lo que no se puede transcribir, aquello que no tiene forma, es el
Todo. Mientras el Tonal es el orden, es como una isla de orden, de propósitos, de
serialidades, de ecuaciones, de ciclos, de pensamientos. Todo lo que es conocido
por nosotros en nuestro papel de seres relacionantes. El "intento" es una fuerza
que forma parte del Nagual, que se puede describir y se puede sentir. Y lo que
rige ese ciclo es cuestión del "intento" como fuerza que don Juan encontró, con
lo que yo me crucé en su camino.
H.L.: Lo más admirable de tus libros, es el gran sentido del humor, es decir
que no caes en lo serio ni en lo solemne... Ahora que te conozco lo
comprendo, porque tienes una personalidad alegre, una visión jocosa de la
vida que es verdaderamente benéfica.
C.C.: Esa, era la insistencia total de don Juan, me curó de la "cara larga y del
culo de plomo”, de la pesadez extraordinaria. Yo era un hombre de gran seriedad
y de tremenda pena, tenía la nostalgia de sentirme triste, la pena de mí mismo,
que me perseguía día y noche. ¡Don Juan me curó y eso fue una catarsis!
C.C.: Como una distracción, yo les leía poemas de Vallejo a don Juan y a otras
personas que no sabían nada de libros. Pasaba horas enteras hablando con ellos.
A don Juan, le gustaba escoger una sola estrofa de cada poema, nunca más de
una, decía que esa estrofa sintetizaba toda la visión del poeta. Más allá de una
estrofa eran quejas y llantos. Para mostrarme la veracidad de sus aseveraciones,
don Juan me hacía leer esos poemas y me decía: "Mira, vuelve a leer esta parte,
eso es lo único que vale en este poema, más allá eso es absurdo. El poeta debía
haber acortado su poema y dejarlo en cuatro o cinco líneas ". A mí, me gustaba
leerle poemas muy cerebrales, afrancesados, que a don Juan no le gustaban por
ser muy frívolos, eran verbosidades, idioteces. Para mí, Vallejo representaba lo
extremo, lo más opuesto a la posición de don Juan. "La otra estrofa es una
aberración, un esperpento" decía.
H.L.: Le tocó vivir una época muy difícil, tú sabes todo lo que se cuenta sobre
los prejuicios en Perú a comienzos del siglo XX contra lo indio, lo mestizo, lo
cholo y esos prejuicios continúan. El hecho de que en un poema famoso se
queje de ser tratado de "huaco"(4) es significativo.
C.C.: Ese es el mérito de César Vallejo. Con don Juan, llegamos a la conclusión
de que en realidad le pasaron cosas tremendas. Don Juan usó el "vehículo" de
César Vallejo como un elemento didáctico para mí. En lo que me atañe a mí, la
idea de lo mal que me tratan, yo estoy viviendo de nuevo esa situación y estoy
envuelto en otra vida vallejiana. He logrado escapar a los prejuicios que son
tremendos en el lado del mundo en el que yo vivo.
H.L.: Creo que ese es el problema de ser "diferente". Toda aquella persona
sensitiva, como Vallejo el poeta. Y en tu caso, con esa sensibilidad a flor de
piel y teniendo conciencia de tu "diferencia", siempre tendrás problemas en
cualquier país en que vivas.
H.L.: He visto que no quieres revelar detalles sobre tu persona, evitas que se
publique tu fotografía. Oí a menudo este comentario en Europa: ¿Qué pasa
con Carlos Castaneda? ¿Está o no a la altura de lo que le pide la gente? ¿De
qué manera alguien que fue iniciado a los secretos de una antigua gnosis,
puede aportar a nuestra época crítica?
C.C.: Tendría que —en los términos de don Juan— "detener el mundo". Él
consideró que todo es un juego de percepciones y por lo tanto es una cosa
mutable. Hemos creado como seres organizados, un sistema de percepción que
está constituido por unidades perceptivas. Cambiar el tenor de esas unidades de
percepción, es "detener el mundo". Si pudiera, por ejemplo, hacer en este
momento un "milagro de intento" entonces podría persuadirte.
H.L.: Si se tiene un átomo de sabiduría, se es consciente de lo que sucede en
el mundo. Me parece que la sabiduría tendría que ser empleada para aportar
con un grano de arena a que esto no termine mal. Creo que el "pirata" tiene
necesidad de utilizar todos los elementos cognoscitivos para evitar lo peor.
C.C.: Ese es el modo más adecuado. Una vez que llega uno a la meta, es
esencial la impecabilidad que crea un vínculo con la "buena estrella". Ya no es
una cosa arbitraria del azar, una cosa precipitada.
H.L.: Es tener el soplo necesario. Uno puede nacer con una "buena estrella",
pero sin el impulso vital, entonces uno termina practicando una filosofía
mundana, snob...
C.C.: O acaba como jugador de póquer con mucha suerte (risas), haciendo
fortuna en el bacará, en la ruleta.
H.L.: Hay mucha gente que está pendiente de lo que tú digas, de lo que
escribas. ¿Qué podrías decir sobre el uso de la droga?
C.C.: Don Juan me dijo: si uno pudiese verse a sí mismo de una manera brutal,
sin pasiones, sin misericordia. Si uno llegara a comprender, antes que nada, esa
idea de la concepción. Si uno fue concebido en el aburrimiento, es inevitable el
uso de las drogas, de las supercherías, de los apoyos fáciles, como las substancias
químicas, el psicoanálisis. De acuerdo a don Juan, el hombre moderno es el
resultado de lo que él llama las "cogidas aburridas”. El individuo que es producto
de un coito hastiado nace desesperado, sin matriz, sin dirección. Si esa persona
pudiera tener una adición brutal de sí mismo, llegaría —según don Juan— a ser
avaro de su energía, y a guardarlo para liberarse de las tremendas necesidades
como son los cigarrillos, el alcohol... Debe ser que esa dependencia obedece
simplemente a un descontento general. El uso de las drogas es simplemente una
expresión. Don Juan creía que era un reflejo de la manera como fuimos
concebidos.
C.C.: Una de las cosas más terribles que me pasaron en mis relaciones con don
Juan. Es lo que me hizo comprender sobre lo niño que somos nosotros, los
varones. Si les ves con los ojos del brujo yaqui vas a notar que estamos envueltos
en una serie de juegos y que las mujeres son mucho más fuertes. Parece como si
fueran de otra especie, en cambio nosotros sólo somos niños. Eso es un producto
de nuestra época. Ahora en los Estados Unidos se nota más que en ningún otro
sitio, ves a un caballero de sesenta años que se siente chiquillo, y que arrastra a
todos, hasta a las mujeres, en la búsqueda de la niñez, de la inmadurez. Pero no
es la juventud lo que buscan, no quieren ser jóvenes. ¡Quieren ser niños!
C.C.: Uno de los soportes de la ideología de don Juan es la idea de que las
mujeres son básicamente superiores. ¡Y no hay discusión! Como chauvinista
macho que viene de Sudamérica, me costó un huevo el aceptar esta posición.
Ahora no tengo ningún inconveniente en aceptarla en toda su profundidad. Sería
una revolución si las mujeres no tuvieran que depender de unidades conjuntivas
robadas a la masculinidad del hombre. Ellas no tienen necesidad de mostrarse
como "machonas".
C.C.: ¿Por qué tendrían que imitar al hombre, si éste para ellas es el usurpador?
Verlas vestidas de machonas, de lesbianas con bigotes. ¡No jodas! ¡Eso es
demasiado traído de los cabellos!
(1) Weston La Barre, catedrático norteamericano de etnología, autor de “El culto del peyote”.
(2) Tomás de Torquemada (1420-1498), religioso predicador, organizó el Tribunal de la Santa Inquisición. Fue
nombrado por los Reyes Católicos como inquisidor general.
(3) César Vallejo (1895-1938), poeta peruano, que vivió de 1924 a 1938 en París, donde murió. En su obra
poética denuncia la injusticia, la desgracia y la fatalidad que se abate sobre el hombre, alaba el humanismo y
la solidaridad. (4) Cerámica de las civilizaciones precolombinas con representaciones antropomorfas, rostros,
especialmente en las culturas chimú y mochica que se desarrollaron en la costa del departamento de La
Libertad donde nació Vallejo.
Fuente: http://www.resonancias.org
Publicado por María Villares
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Etiquetas: Alternativas, conocimiento, entrevistas, Testimonios, Toltequidad
1 comentario:
1.
Anónimo3 de septiembre de 2010, 9:39
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