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¿Existe una eclesiología latinoamericana?

Alberto Fernando Roldán

Introducción
Toda teología se forja no sólo con los datos bíblicos sino al calor de la realidad cultural,
social, económica y política en que se desarrolla. La eclesiología no escapa a ese axioma.
Cabe plantearse en estos comienzos del siglo 21, si existe lo que se da en llamar
“eclesiología latinoamericana”, cuáles son sus expresiones, sus aportes y sus vacíos en un
tema tan importante para los cristianos y cristianas de América Latina. Nos resulta difícil
abordar el tema en una amplia perspectiva latinoamericana. Nuestro análisis, más bien,
parte de nuestra realidad argentina, a partir de la cual leemos la realidad eclesial
latinoamericana, particularmente evangélica.
1. La influencia de las denominaciones
Podríamos decir que por muchas décadas las eclesiologías estuvieron directamente
relacionadas con las denominaciones trasplantadas a nuestros países. La forma de “ser
iglesia” significa una adecuación a las denominaciones madres de las iglesias en estos
países. Es así como se puede hablar de “eclesiología bautista”, “eclesiología metodista”,
“eclesiología presbiteriana”, “eclesiología hermano libre”, etc. Por mucho tiempo los
aspectos teológicos, ministeriales y cúlticos fueron una copia de lo que eran las iglesias en
los países donde esas denominaciones surgieron. Un caso que conocemos más de cerca es
la denominación conocida como “Hermanos Libres”, que surgió a comienzos del siglo 19
en Inglaterra y se denominó “Plymouth Brethren”, porque en esa ciudad inglesa estaba la
congregación más numerosa e influyente. Los líderes hermanos libres en la Argentina
recibieron la impronta de la denominación en su país de origen, de modo que casi toda la
himnología, la teología y el culto eran una réplica de lo que habían sido esas realidades en
Inglaterra. Hasta hoy algunas congregaciones continúan en forma casi inalterable con el
mismo discurso, la misma liturgia de la Inglaterra del siglo 19. Otras se han aggiornado,
tornándose en iglesias independientes que han recibido influencia de otros modelos,
algunos de los cuales proceden de iglesias norteamericanas.
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En el caso metodista, el estudio que en su oportunidad hemos hecho de las fuentes de su


desarrollo en la Argentina, nos permiten afirmar que la denominación metodista recibió
toda la influencia de Wesley, con sus énfasis en el arrepentimiento y la fe en Jesucristo, la
santificación y la acción social como parte de lo que en algunos de esos documentos ya
mencionaban como “misión integral”. Esa participación decidida de los metodistas en los
problemas sociales y políticos en la Argentina, con un fuerte tono crítico en el caso de su
relación con el peronismo, les provocó la suspensión de programas radiales y dos veces la
publicación de su revista oficial: El Estandarte Evangélico. Durante los años de la
represión militar –desde otro ángulo de observación alguien diría “época de la subversión”–
los metodistas fueron los más enérgicos en su crítica a la violación de los derechos
humanos, y líderes de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina, como los obispos
Federico Pagura y Carlos Gattinoni y el teólogo José Miguez Bonino participaron
activamente en los organismos que se pronunciaron a favor de los derechos humanos. El
propio ex presidente Raúl Ricardo Alfonsín tenía una simpatía por el obispo Gattinoni, y
estuvo presente en su sepelio.
Pero también es dable observar que la iglesia metodista experimentó cierto cambio a
partir de los años 60, acentuando después en los 70, y posiblemente su vuelco decidido a las
cuestiones sociales y políticas los llevó a descuidar la evangelización que era uno de sus
énfasis en las prácticas de los metodistas. Es mi sensación de que ahora estamos asistiendo
a una especie de regreso a los énfasis y prácticas que los caracterizaron antes de los 60, y
hay una mayor preocupación por la evangelización sin descuidar la acción social.
En cuanto a la eclesiología bautista, se mantuvo fiel a sus rasgos originales
estadounidenses, especialmente de los bautistas del sur, claramente distinguibles de los
“american baptists”. Es una denominación que se caracterizó como los hermanos libres y
otras denominaciones, por su conservadurismo y, en algunos casos, su opción por el
fundamentalismo teológico. Pero lo que los bautistas intentaron mantener fue su
eclesiología, especialmente con su fuerte énfasis en el congregacionalismo como única
forma de gobierno de las iglesias. Todo cambió a partir de los años 80, ya que en 1984 el
ministerio de Carlos Annacondia influyó mucho en iglesias como la “bautista del Centro”,
la congregación más antigua en el país (1881). Fue a partir de ese momento histórico,
fortalecido luego por los diversos movimientos de renovación, que la eclesiología bautista
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ya no es la misma que otrora. Surgen entonces modalidades carismáticas, ungidos y hasta


“apóstoles” que desarrollan un ministerio eclesial que dista mucho de ser el clásico e
histórico congregacional. Aún en la liturgia se nota la influencia del carismatismo y los
movimientos de renovación.
En cuanto a las iglesias históricas como la presbiteriana San Andrés, inicialmente
fue una de las iglesias llamadas de trasplante, procedente de Escocia. Pasó por diversas
etapas y en la actualidad está asociada a la denominación estadounidense Evangelical
Presbyterian Church. Se mantuvo por mucho tiempo fiel a sus raíces y énfasis doctrinales y
aún en la liturgia no innovó demasiado hasta tiempos más recientes donde se notan ciertos
cambios en algunas de las congregaciones.
Tal vez –no estoy en condiciones de asegurarlo– algunas iglesias pentecostales
hayan sido más autóctonas en su desarrollo, aunque muchas de ellas procedieron también
de denominaciones pentecostales de Suecia (Asamblea de Dios) y de Estados Unidos (La
Iglesia de Dios; Cuadrangular). El carácter más autóctono acaso se evidenció en
denominaciones como la “Congregación cristiana de Goya” liderada por el pastor Juan José
Churruarín–. Representa un ejemplo de desarrollo y creatividad. La creatividad –creo–
puede deberse o entenderse a partir de que esos movimientos no responden a estructuras
burocráticas como es el caso de iglesias históricas. Claro que siempre es bueno destacar los
pros y los contras de uno y otro modelo.
2.Influencias diversas en la conformación de las iglesias. Difícilmente las
congregaciones evangélicas en la Argentina puedan ser inmunes a influencias diversas. Es
así que se puede decir que varios movimientos calaron profundamente en su interior. Uno
de esos movimientos fue el carismático de fines de los años 70, que influyó en líderes sobre
todo hermanos libres y derivó, posteriormente, en la creación de la Comunidad Cristiana.
Otros movimientos similares fueron el de Annacondia que, como hemos dicho, transformó
a muchas iglesias no pentecostales, como el caso de varias bautistas. Otra influencia fue
marcada por Evangelismo de Cosecha y sus énfasis sobre la guerra espiritual, la oración de
poder y que trajo varias veces al país a influyentes líderes como Peter Wagner y Cindy
Jacobs. Esto marcó ciertos cambios en el modo de ser iglesia de bautistas, hermanos libres,
pentecostales, etc. Otras influencias están relacionadas con ministerios de alcance mundial
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como el de Benny Hinn y sus versiones argentinas como es el caso del pastor Claudio
Freidzon.
3. Aportes sistemáticos a la eclesiología latinoamericana. Me parece que hay un gran
déficit de trabajos sistemáticos sobre la Iglesia. En general han abundado publicaciones en
forma de traducciones de obras generadas en otros continentes, algunas ponencias pero
pocos libros con sólidos trabajos eclesiológicos dignos de ser considerados eclesiologías
sólidas y bien articuladas. Algunas menciones son dignas de tomarse en cuenta: los trabajos
de Juan Driver (ej. Comunidad y compromiso, El Espíritu Santo y la comunidad mesiánica,
El legado anabautista y la Iglesia de hoy), Howard Snyder (La comunidad del Rey) y el
más reciente de varios autores: La Iglesia como agente de transformación).
Párrafo aparte para los aportes católicos, sobre todo de la perspectiva de la teología de la
liberación donde debemos mencionar los trabajos de Leonardo Boff (Iglesia carisma y
poder, Eclesiogénesis: las comunidades eclesiales de base reinventan la Iglesia) y Juan
Luis Segundo (Esa comunidad llamada iglesia).
4. Desafíos para las iglesias.
Los desafíos para una eclesiología latinoamericana son muchos. Tienen que ver tanto con lo
teológico propiamente dicho como con la misión de la Iglesia y el papel que las iglesias
deben desempeñar con relación a las realidades políticas, económicas y sociales de nuestros
países. En lo teológico, es preciso seguir articulando una eclesiología que tome en cuenta la
historia del cristianismo, los énfasis característicos de la Reforma, y un diálogo más
fecundo con las eclesiologías sistemáticas protestantes. En modo especial nos parece que
debe encararse una lectura profunda de los trabajos de Karl Barth, Emil Brunner, Jürgen
Moltmann y Wolfhart Pannenberg. Sus trabajos nos parecen fundamentales por su
profundidad, su carácter abarcador y su reflexión. Pero esa lectura no debe limitarse a una
mera reproducción de los conceptos de esos autores y sus obras. Más bien es como releer,
adaptar, contextualizar esas eclesiologías a nuestra realidad.
Otro desafío es el del ecumenismo. Es evidente que en las últimas décadas del siglo
pasado y lo que va del presente, se han hecho avances significativos hacia la unidad visible
de los cristianos y cristianas. Existe un ecumenismo al interior de las iglesias evangélicas y
el hecho de que haya hoy un organismo que nuclea a los distintas denominaciones
evangélicas –nos referimos al Consejo Nacional Evangélico– es una clara expresión de ello.
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Pero también hay avances en un ecumenismo interconfesional, con la Iglesia Católica


especialmente. Y todo esto plantea preguntas importantes: ¿Cómo modifica este
ecumenismo nuestro talante caracterizado por el clásico anticatolicismo? ¿Cómo influye
esto en prácticas como el bautismo? ¿Llegarán a la aceptación y reconocimiento mutuo del
bautismo? ¿Qué cambios implica en cuanto al modo de hacer evangelización y misión en
un escenario dominado ampliamente por el catolicismo? ¿Cuáles son las formas concretas
de ecumenismo interconfesional para el futuro de las iglesias de América Latina? Son estas
algunas preguntas a resolver, a discutir, lo cual torna nuestra tarea tan atractiva como
desafiante.

Dr. Alberto Fernando Roldán


Escrito en Ramos Mejía, el 29 de junio de 2003

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