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La cita bíblica que ilumina este capítulo es: Génesis 1,1-19. El primer dato evidente que salta
es la Creación y su Creador, lo cual, no va en contra posición con la propuesta científica; ya que el
autor explica que en el marco de referencia bíblico no está como objetivo dar un informe científico,
sino transmitir una experiencia de fe.
La diferencia entre forma y fondo del relato de la creación parte de que la Biblia, como libro
religioso, no intenta ser un tratado científico, entonces hay que distinguir entre forma de representación
y contenido representado, lo que nos quiere decir en el fondo es: Dios ha creado el universo. En la
interpretación se tiene que distinguir entre las imágenes y el concepto y también los límites entre
imágenes y mensaje, ya que el Universo se inclinó ante la razón que se eleva a Dios, la fe pues no se
contrapone a la ciencia.
El criterio cristológico está bien definido en el prólogo del evangelio de san Juan, puesto que
por medio de la Palabra han sido creadas todas las cosas. Cristo nos libera de la esclavitud y nos
devuelve de nuevo la verdad de las imágenes. En Cristo la creación puede ver al creador de una forma
distinta, desde una fe racional, la cual procede de la libertad, del amor y de la razón, son fundamento
de la realidad de Dios que crea.
El marco bíblico de referencia es: Génesis 1,20-2,4. Hay dos elementos claves, el primero es
que los cristianos leemos la Sagrada Escritura en relación con Cristo, él nos libera de una falsa
esclavitud de la literalidad del texto en una garantía de la verdad, firme y realista que podemos
afirmarnos, y el segundo elemento es que la Creación es algo racional, y encuentra en la escritura una
respuesta esperada.
Hay un significado permanente de los elementos simbólicos del texto, aunque son distintos
los modos de hablar de la ciencia y de la fe, ambos nos expresan a un solo Dios. Como dice el cardenal,
la creación es por su Palabra expresadas por unas figuras simbólicas en el mismo texto, como por
ejemplo la frase “Dios habló” que aparece 10 veces en el relato, o como la cifra del número siete, a
semejanza de los días de la semana y las fases de la luna, también otra figura es el movimiento, como
el de los astros y el del corazón en analogía del ritmo del Amor de Dios que en él se manifiesta.
La alianza de Dios con los hombres se ve exteriorizada en la creación y en el culto. Esto crea
un espacio de adoración a Dios, porque en la Creación distingue su mensaje para nuestra vida, y en el
culto, no por conveniencia o chantaje; adopta una forma moral de existir, en el pueblo de Israel está
reflejada por el Sabbat y la Ley, y en la vivencia de estos dos elementos fundamentales se vive la
alianza. Por medio del Amor de Dios, el hombre se entiende como creado para amar y ser amado en
la historia. En palabras de Ratzinger es: Dios ha creado el Universo para poder hacerse hombre y
desparramar su amor, para extenderlo también hacia nosotros, invitándonos a participar de él (Cfr. 54).
El versículo 28 del primer capítulo del génesis nos pone de relieve con un problema, y es el
mandato de someter (explotar) la tierra. El ser humano ha maltratado a la Creación y se ha olvidado
de su llamado a “cuidar y labrar”. En el cristianismo el Cuerpo de Cristo tiene una incidencia en la
vida del hombre, como pasado, presente y futuro; tiene que encontrarse y abrirse camino en la vida
para internarnos en lo central del mensaje de la Creación escuchando el mensaje de la verdad que
subyace en la realidad, no como producto del azar y de la necesidad, sino en el ritmo de la historia del
amor de Dios con los hombres. El quehacer está no en una fe sumisa, sino en el convencimiento de
que nosotros podemos ser realmente creativos, por ende, creadores en unión con el Creador, para
perfeccionar y avanzar al Universo y a nosotros mismos. Por último, si entramos en interacción con la
idea de que el Creador es el verdadero Redentor del hombre, en confianza, estamos en el camino de la
salvación.
El texto sagrado nos dice que el hombre ha sido creado de tierra, esto es una humillación y
consuelo. Humillación por su destino de “ser para la muerte”, pero creado de tierra buena, lo cual nos
hermana con toda la creación, porque somos el mismo, que parte y vuelve a su destino. Por esto es
importante ver que no hay hombres diferentes, sino que poseemos una única humanidad formada por
Dios y en referencia con él por el aliento que nos da. Esto es nuestro consuelo, que dependemos aún
de Dios. Por lo tanto, la Biblia nos dirige el sentido de poder hacer nuevas las cosas.
El ser humano por la dignidad de ser creado como imagen de Dios, la realidad divina entra
en contacto con el Universo, porque Dios entra a través del hombre en la creación, y está dirigido a él.
Cada hombre es conocido y amado por Dios y está bajo su protección; la inviolabilidad de su dignidad
está supeditada por una categoría tanto espiritual y ética, la cual se debe lograr desde la responsabilidad
moral. El ser-imagen-de-Dios expone al hombre al no estar cerrado en sí mismo, y lo pone en relación
hacia todo-lo-demás, y en palabras de Ratzinger es “en la entrega de sí mismo se recobra a sí mismo”
(pág.73). Aquí estamos llegando a la respuesta de la pregunta, la cual, puesto que Cristo es la respuesta
en relación con los hombres, respuesta que se estructura mediante su hermandad y su resurrección, nos
une como un miembro de su Cuerpo, dirigido al futuro, pero desde sí mismo en el presente.
El pecado original no es una posibilidad abstracta, no como hereditario, sino que está en
referencia estar encerrado en sí mismo, vivir solo por sí y para sí, y se limita al contacto de referencia
para aquellos a los que ama; el pecado significa la negación de la relación porque quiere convertir a
los hombres en Dios y es una ofensa que afecta siempre al otro.
Por último, la respuesta del Nuevo Testamento nos mantiene en la novedad de Cristo, en
Jesucristo vivimos la realidad de ser-hijos. El ser humano comienza de nuevo, y es una referencia
siempre abierta a nosotros con relación de la Creación y el Creador, es un espacio de libertad mediante
la obediencia. Significa aceptar el amor de Dios que es nuestra vida, y precisamente esta dependencia
es libertad porque es Verdad y Amor. En la visión del Reino de Dios se reestructura una novedad
práctica por medio de la esperanza y que tiene culmen en el árbol de la vida, en el árbol de la cruz, y
siempre es invitación a Convertirse, (renovarse) y creer en el Evangelio (creer en el hombre nuevo).
Valoración crítica
Este libro de Ratzinger nos mantiene en una relectura constante de conceptos que ya
sabemos, pero que repensados desde otra lectura de fe nos conservan en una novedad. La Creación
debe repensarse con referencia a la ciencia y a un discurso pastoral novedoso, que vuelva a situarnos
en relación con Dios y poder tomar un nuevo rumbo y sentido en nuestra vida de fe.
La naturaleza es valorada de nuevo, en relación con el hombre, no como inferior a él, sino
como creados por Dios y sostenidos por él. Es importante que en la predicación se retome la creación
para mantenernos en la tensión del quehacer humano, superando el pecado y pasando a la gracia.
Conclusión
Nos queda en claro que Dios no deja nunca su obra, y que no hay que desligarnos de él. El
compromiso ante él es volvernos mediante a la razón, la ciencia y la praxis que nos hagan más
humanos, y siguiendo a Cristo como modelo de humanidad nueva, a la cual tendemos todos.