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El Papa anima a los

sacerdotes a cuidar los


momentos de silencio
durante la Misa
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El Papa pronuncia su catequesis. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa

En su catequesis de este miércoles 10 de enero durante la


Audiencia General celebrada en el Aula Pablo VI del Vaticano, el
Papa Francisco reflexionó sobre la importancia del silencio en la
liturgia de la celebración eucarística e invitó a los sacerdotes a
cuidar esos momentos: “Recomiendo vivamente a los
sacerdotes que observen este momento de silencio, que sin
quererlo podemos arriesgarnos a descuidar”.

El Santo Padre meditó sobre el canto del “Gloria” y la oración de


la colecta en la celebración de la Misa, y se centró en el
significado de los momentos de silencio.

“En la liturgia, la naturaleza del santo silencio depende del


momento específico”, afirmó. Explicó que, durante el acto
penitencial, ese silencio ayuda al recogimiento, mientras que
tras la lectura o tras la homilía el silencio llama a meditar
brevemente sobre aquello que se ha escuchado. Asimismo,
después de la comunión, la oración favorece la oración interior
de agradecimiento.

Por otra parte, “antes de la oración inicial, el silencio ayuda a


recogerse en nosotros mismos y a pensar por qué estamos ahí”.

El Santo Padre destacó la importancia de escuchar nuestro


ánimo y de abrirlo después al Señor: “Tal vez hemos tenido
unos días de cansancio, de alegría, de dolor y queremos
compartirlo con el Señor y pedir su ayuda, o pedirle que
permanezca cercano a nosotros”.

Puede que “queramos pedirle por familiares o amigos enfermos,


o que estemos atravesando pruebas difíciles”, o simplemente
“pedirle por la Iglesia y por el mundo. Para eso sirve el breve
silencio antes de que el sacerdote, recogiendo las intenciones de
cada uno, dirija en Voz alta a Dios, en nombre de todos, la
oración común que concluye los ritos de introducción, y
haciendo la ‘colecta’ de las intenciones individuales”.

“El silencio –continuó– no se reduce a la ausencia de palabras,


sino en la disposición a escuchar otras voces: la de nuestro
corazón y, sobre todo, la voz del Espíritu Santo”.

“Precisamente, del encuentro entre la miseria humana y la


misericordia divina toma vida la gratitud expresada en el
‘Gloria’, ‘un himno antiquísimo y venerable mediante el cual la
Iglesia, reunida en el Espíritu Santo, glorifica y suplica a Dios
Padre y al Cordero’”, explicó el Pontífice citando el Misal
Romano.

“Podemos decir que el ‘Gloria’, cantado o recitado el domingo,


excepto en el tiempo de Adviento y de Cuaresma, y en las
solemnidades y fiestas, constituye una apertura de la tierra
hacia el cielo, en respuesta a la inclinación del cielo hacia la
tierra”.

Recordó que “tras el ‘Gloria’, o también cuando éste no hay,


tiene lugar el Acto penitencial. El rezo toma forma particular en
la oración denominada ‘colecta’, por medio de la cual se expresa
el carácter propio de la celebración, variable en función del día o
del tiempo del año”.

Además, destacó que “el Acto penitencial nos ayuda a


despojarnos de nuestras presunciones y a presentarnos ante
Dios como realmente somos, conscientes de ser pecadores, en
la esperanza de ser perdonados”.

“Con la invitación de ‘oremos’, el sacerdote exhorta al pueblo a


recogerse con él en un momento de silencio con el fin de tomar
conciencia de estar en presencia de Dios y de hacer surgir en
cada uno, en su propio corazón, las intenciones personales con
las cuales participa en la Misa”.

Finalmente, invitó a que este silencio reflexivo se extienda más


allá de la Misa: “En el rito romano las oraciones son concisas,
pero ricas de significado”. Por ello, animó a “volver a meditar los
textos fuera de la Misa”, pues “puede ayudarnos a aprender
cómo dirigirnos a Dios, qué pedirle y qué palabras usar”.

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