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Varlam Shal4mov RELATOS DE KOLYMA MONDADORI EL ENCANTADOR DE SERPIENTES, Nos encontrabamos sentados sobre un enorme alerce caido que la tormenta habia derribado. En el pais de los hielos perpetuos los arboles apenas se sostienen en el inhéspito suelo, las tormentas arrancan con facilidad sus raices y los tumban. Platénov* me esta_ ba contando la historia de su vida en el campo, nuestra segunda vida en este mundo, Y cuando mencioné la mina Dzhanjara frun- ci el cefio. Yo también habia estado en lugares terribles y duros, pero la pavorosa fama de Dzhanjari retumbaba por todas partes, -2Y estuvo mucho tiempo en Dzhanjara? -Un aio -dijo Platénov con voz débil. Sus ojos se estrecha- ron, las arrugas surcaron mas hondo su cara; tenia ante mi a otro Platénoy, unos diez afios mas viejo que el anterior. La verdad es que fue duro sdlo el primer tiempo: dos, tres meses. Alli no habia mas que ladrones. Yo era la Gnica persona... que sabia leer y escribir. Les.contaba, les «montaba. novelas», como dicen en el argot del ‘hhampa, por las noches les explicaba cosas de Dumas, Conan Doyle, Wallace. Por eso me daban de 60° mer, me daban ropa, y trabajaba poco. Es la tinica ventaja que tie- ne saber leer. Usted en su tiempo seguramente también habri echado mano de ella. —No —le contesté-. No. Siempre me ha parecido la peor de las humillaciones, lo dltimo. Nunca conté novelas por un plato de sopa. Pero sé lo que es. He ofdo hablar de los «novelistas». —dEs una critica? —pregunté Platénov. —De ningiin modo Se respondi-. A un hombre hambriento se le pueden perdonar muchas cosas, muchisimas. * Andréi Platénov es el nombre y seudénimo literario de uno de las grandes & critores rusos contemporineos de Shalimov. 100 ——— -Si sobrevivo ~Platénov pronuncié la frase sagrada, la palabras we precedian a toda reflexi6n que superara el margen del dia si- jente-, escribiré un relato sobre esto. Hasta he pensado en un fitulo: «El encantador de serpientes», :Verdad que es bueno? “Lo es. Solo le falta sobrevivir. Es lo principal. Andréi Fiddorovich Platénov, guionista de cine en su primera vida, murié a las tres semanas de aquella charla, se murié como mueren muchos: levanté el pico, se tambaleé y cayé de bruces contra las rocas. Una intravenosa de glucosa, algiin poderoso cor- dial podria haberle retornado la vida; los estertores duraron ain una hora y media, pero ya habia enmudecido cuando llegaron con la camilla del hospital, y los enfermeros se llevaron aquel cuerpo pequefio —una carga liviana de piel y huesos~ a la mor- gue. Yo queria a Platénov porque nunca perdié el interés por la vida que corria tras los mares y los montes, por una vida de la que nos separaba tantas verstas ¥ afios y en cuya existencia casi no cre- famos 0, mejor dicho, en la que creiamos como los colegiales cre- en en la existencia de una remota América. Platénov tenia libros, sacados Dios sabe de dénde, y cuando no hacia demasiado frio, por ejemplo en julio, evitaba las conversaciones a que se entrega~ ba toda la poblacién: sobre qué sopa habria o habian servido du- rante la comida, de si darfan el pan en las tres comidas 0 de golpe, por la maiiana, de si al dia siguiente Ioveria o saldria el sol. Yo apreciaba a Platnov, y ahora intentaré escribir su relato: «El encantador de serpientes». El fin de la jornada de trabajo en modo alguno significa el final del trabajo. Después de la sirena ain hay que recoger las herra~ mientas, levarlas al almacén, entregarlas, formar, pasar por dos de los diez recuentos entre los denuestos y bramidos del convoy, en- tte los gritos despiadados y los insultos de tus propios compafie- os, unos hombres por el momento més fuertes que t, pero que también estén agotados, que tienen prisa por regresar y que se €nojan ante cualquier retraso. Atin hay que pasar lista, formar y Fecorter cinco kilémetros para ir al bosque a por lefia, pues los sques préximos hace tiempo que estin todos talados y quem dos. Una brigada de lefiadores prepara la lefia y los trabajadores de ‘ninas Ilevan un tronco cada uno. Cémo se trasladan los gran "oncos, de un tamafio que ni dos hombres pueden levantar- los, es algo que nadie sabe. Nunca mandan coch todos los caballos estin en las cuadras por enfermadsy El caballo se agota mucho antes que el hombre ‘A ferencia entre su vida pasada y la presente es, por ‘en aunque fa gj. menor. Muy a menudo parece ~y tal vez sea asi one aie Mucho el hombre ha descollado en el reino animal, se ha oo dad 4 humano, es decir en un ser que ha podido eee! en rnuestras islas con todo lo inaudito que hay en ells, jue como porque se ha mostrado fisicamente més resistente que el as Jos animales. No es la mano la que-ha-humanizado al mono, ze oe alma: hay perros y 0808 que actéan con my le modo ms moral que el hombre. Tampoco rf gue haya dominado.el fuego. Todo eso vino luego, después de cumplirse la condicién principal para tornarse humano. Ante unas circunstancias-parejas,-en. su momento, el hombre resulté ser mucho ms fuerte y més resistente fisicamente, s6lo fisicamente, “Tents mds vidas que el gato. Aunque el dicho no es justo; dal seria mis correcto decir que tiene mis vidas que el hombre. ‘Un caballo, en invierno, en un frio cobertizo y tras incontables horas de duro trabajo a bajo cero, no soport ni un mes una vida como ésta, Siempre que no se trate de un caballo yakuto. Pero re- sulta que con-los caballos yakutos no se trabaja. Lo cierto es que tampoco les dan de comer. Estos animales, como los renos, rom pen con las pezufias el hielo y arrancan Ia hierba seca del afio an- terior. er cambio el hombre vive. gPuede ser que viva de la esp ino puede vi za? Pero si no tiene ninguna esperanza. Sdlo un creti vir aqui de esperanzas. Por eso hay tantos suicidios. ¥ sin embar- go el instinto de conservacion, el aferrarse a la vida —un aferrarse justamente fisico, al que también Ja mente esta supeditada— Jo sal- va de la muerte, Vive de lo mismo que vive Ja piedra,. el 4rbol, él péjaro, el perro, Pero se aferra a la vida con més fiserza que ellos YY esis resistente que cualquier otto animal. ee todo esto pensaba Platonov, de pie jun ampo con un tronco sobre el hombro, en espera cuento. Ya se habia traido, se habia apilado la lefia, y los entre empujones y pris, e introducian » Y rracon de troncos. en el oscuro barracon Cuando los gente, ni mucho menos, habia ido # Por leisy mayor cerebro, inteligencia y d to a las puertas de otro Fe- presos: 102 trabajar Al fondo, en el Angulo de la derecha, sobre ls literas de srriba, tas tasladar a su rincén la Gnica limpara, un quingué de sleo sin vidrios, descansaba un grupo de unos siete u ocho ombres que rodeaban a otros dos que, con los pies cruzados a la tirtara y una almohada grasienta colocada entre ambos, jugaban a has cartas. El quinqué humeante temblaba y la luz alargaba y agita- ba las sombras. Platonov se senté en el borde de una litera. Le dolian los hom- bros y las rodillas, los muisculos le temblaban. Lo habian traido a Dzhanjaré aquella misma mafiana, y era el primer dia de trabajo. No habfa sitio libre en las literas. ‘Ahora se irin a sus lugares pens6 Platénov- y me podré acostar.» Se adormild. La partida habia acabado. Un hombre de pelo moreno con bi- gote y una ufia muy larga en el meftique izquierdo rod6 del ex- tremo de una litera. A ver, traedme a este Ivin Ivanovich —dijo. Un empujén desperté a Platonov. -Eh ti, te aman. —sDénde esta ese Ivan Ivanovich? ~reclamaban desde arriba de las literas. =No soy Ivan Ivanovich —dijo Platénov entreabriendo los ojos. No quiere venir, Fédechka. -gCémo que no quiere? Sacaron a Platénov a la luz. ~:Piensas vivir? Je pregunt6 a media voz Fedia dando vueltas al dedo mefiique con su larga y sucia uiia ante la cara de Plat6nov. ~Eso pienso —respondié Platénov. Un fuerte pufietazo le hizo caer. Platénov se levanté secindo- se la sangre con la manga. -No es manera de responder —le explicé meloso Fedia~. <0 en el instituto no le han ensefiado, Ivan Ivanovich, a contestar como es debido? Platénoy callaba. Vee, gusano —dijo Fedia-. Ve y quédate en la letrina. Ese serd tu sitio. Y si gritas, te dejamos seco. a No era una simple amenaza. Ya en dos ocasiones delante de laténov habian estrangulado con una toalla a alguien por alguna cuenta pendiente entre los hampones. Platénoy se acost6 sobre las tublas mojadas y malolientes 103 ~Qué aburrimiento, chicos ~dijo Fedia tras un boste menos alguien me rascase las plantas, o qué... ; —Mashka,* eh Mashka, ve a rascarle las plantas a Fé, En el cono de luz emergié Mashka, un pilido ven, un ladronzuelo de unos dieciocho afios. Este le quit6 de los pies a Fédechka unas gastadas botas amar. las, le bajé con cuidado los calcetines sucios y deshilachadns . con una sonrisa, s¢ puso a rascarle las plantas de los pies. Fee f reia estremeciéndose de las cosquillas. ~Fuera ~dijo de pronto-. Ni rascar puedes. No sabes. ~Pero, Fédechka... “Largo, te han dicho. Mas guna delicadeza. Los que lo rodeaban meneaban comp: -En el Kos6i tuve un judio, sabia. Un ingeniero... 2O~, si af dechka, ¥ hermoso jo, que rascar parece que arafies, Nin- rensivos la cabeza, aquel si que rascaba. Aquel s que Y Fedia se sumergié en sus recuerdos sobre el judo que le ras. caba las plantas de los pies. —Fedia, oye Fedia, zy ése? jel nuevo?.. ~Que le... ~dijo Fedia-, tadlo. Acercaron a Platénov a la luz, -Ey, - No quieres probar., Como va a saber?... Aunque, levan- ta, Ivan Ivanovich, lena la limpara —dispuso Fedia-. Y Por la noche vas a echar lefia a la estufa. Y por la maiana sacise cubo de la letrina a Ja calle. El encargado te dira donde has de va- ciarla.. Platénov callaba sumiso, ~A cambio le explicaba Fedia-, recibiras un plato de sopa. De todas maneras yo no pruebo ese rancho. Vete a dormir. Platonov se fue a acostar al lugar de antes. Casi todos los presos dormian, acurrucados de dos e n. dos o de a tres, para asi conservar el calor, io Fedia-. Si al —Qué aburrimiento, qué largas las noches —dijo Fedia-. St ° ” el Ko- menos hubiera alguien que me montara alguna novela. En s6i tenia yo a uno... - e con él? ~Fedia, oye Fedia, zy ese nuevo? ;No quieres probar ~Es una idea ~se animé Fedia-. Subidlo aqui Subieron a Platénov, * Diminutivo de Maria, 104 ~Oye ~dijo Fedia sonriendo casi lisonjero-, antes me he pass- do un poco. =No pasa nada —dijo Platénov entre dientes, —Oye, no podrias montarte una novela? Una chispa brill6 en los ojos turbios de Platénov. Por suptestor~ que podia. Toda la celda de la cércel de preventivos se quedaba con la boca abierta cuando les contaba su version de El conde Drd- cala, Pero aquello eran personas. ;Y esto qué era? {Tenia que con vertirse en el bufén de la corte del duque de Milin, en un bufan al que por un buen chiste le daban de comer y por otro malo le pegaban? Pero estaba la otra cara del asunto. Aquellos seres se en- terarian de lo que es la verdadera literatura. El se convertiria en stt educador. Despertaria en ellos el interés por la letra esctita e in cluso aqui, en los abismos de la vida, llevaria a cabo su misién, cumplirfa con su deber. Segin su vieja costumbre, Platonov no queria reconocer que sencillamente le darian de comer, que con= seguiria un plato de més, pero no por sacar el cubo de la letrina, sino por otro trabajo mas noble. Pero zde verdad era noble? No estaria mis cerca del arte de rascar las plantas sucias de un ladron que de una labor ilustradora? Pero el hambre, el fro, los golpes Fedia con un sonrisa tensa esperaba la respuesta. - ~P-podria -logré pronunciar Platénov y, por primera vez en aquel duro dia, sonrié ~, podria montarla. ~iHuy, sol de mi vida! -Fedia se puso contento-. A ver, sube aqui. Toma un poquito de pan. Aunque mejor lo comes mafiana. Signtate aqui, sobre la manta, Un cigatrito. ~:Cémo te llamas pues? —dijo Platénov. ~Andréi Bueno, Andréi, a ver si me cuentas algo bien largo y bien duro. Como El conde Montecristo. Nada de tractores. ~eLos miserables tal vez? ~propuso Platénov. ~ZEs sobre aquel Jean Valjean? Esa ya me la montaron en el Kosoi. tonces El club de las sotas de corazones 0 El vampiro? ~Es0, eso. Dale con las sotas. A callar, gusanos... Platénov carrasped. ~En la ciudad de San Petersburgo, en el afio mil ochocientos Roventa y tres, se produjo un misterioso asesinato...» Ya amanec! cuando Platénov se quedé exhausto. ~Aqui acaba la primera parte —dijo. 105 _Fantistico dijo Fedia~. Como se la... eh? &, nosotros. Tampoco podras dormir mucho. muieeee QU cop dormiris en el trabajo. Carga energias para la noche, Platénov ya dormia. Zz Los sacaron al trabajo. Un campesino joven y alto, perdido a historia nocturna de jayiabtastdelcorsmbae tee Platénov un furioso empujén en la puerta. Vi do “iE ti, trapo, mira por donde andas! A instante le susurraron algo al oido. Fsuaban formando cuando el joven alto se aces a Patén “Oye, por favor, no le digas a Fedia que te he pegado. Peri. nna, no sabia que eras novelista. _No se lo diré -dijo Platénov. 1954 SHERRY-BRANDY* s palmas de las manos hinchadas por el hambre, los dedos blancos, sin una gota de sangre, y las sucas y crecidas uiias, como cafias, reposaban sobre el pecho, sin protegerse del frio. Antes metia las manos entre la ropa, sobre la piel desnuda, pero ahora su cuerpo no conservaba el suficiente calor. Hacia tiem- po que le habjan robado las manoplas; para robar bastaba con no tener vergiienza, robaban a la luz del dia. El mortecino sol eléctri- co, cubierto de cagadas de mosca y herrado con una reja redonda, se hallaba sujeto arriba bajo el techo. La luz cafa a los pies del poe- ta, que yacia, como en un caj6n, en la oscura profundidad de la hi- lera inferior de una formacién compacta de literas de dos pisos. De vez en cuando los dedos de las manos se movian, chasqueaban como castafiuelas, palpaban un botén, un ojal, un agujero en el chaquetén, barrian alguna brizna y se detenian de nuevo. El poeta se moria tan lentamente que habia dejado de com- prender que se estaba muriendo. A veces le llegaba, doloroso, casi imperceptible, abriéndose camino a través del cerebro, algin pen- samiento sencillo y poderoso: le habian robado el pan guardado bajo la cabeza. Y ello le producia un pavor tan abrasador que s¢ sentia dispuesto a discutir, a jurar, a pelearse, a buscar, a demos- trar. Pero no tenja fuerzas para ello y el pensamiento del pan se debilitaba... Y al instante pensaba en otra cosa: que debian Ilevarlos més all del mar, que por alguna raz6n el barco tardaba, y que era buen? que él estuviera alli. Y con el mismo impulso ficil y vacilante em- pezaba a pensar en el gran lunar que tenia en la cara el encarga“? El poeta se moria. Las grande * fe bs Relato dedicado a Osip Mandelshtam (1892-1938), poeta ruso y un 4 innumerables victimas de los campos. (N. del T) == === —_————. B del barrac6n. La mayor parte del dia teflexionaba sobre los sucesos que llenaban su vida en aquel lugar. Las visiones que se alah ante su vista no eran las imigenes de su infancia de su juventnd, de sus éxitos. Se habia pasado la vida corriendo, tratando de llegar a alguna parte. Era maravilloso no tener prisa, poder pensar tranquilamente Y pensaba con calma sobre la grandiosa. monotonia de la antesala dé la muerte, sobre aquello que los. médicos-habian comprendida, ¥ descrito ante que los pintores y los poetas. El rostro hipoctitico “Ja mascara del moribundo- que cualquier estudiante de medicina gonocia. Esta enignistica uniformidad de los movimientos agénie gos permitié formular a Freud las mas osadas hipétesis. La unifor- midad, la repeticién: he aqui el fundamento obligado de la cien- Gia. Lo que habia de ifrepetible en la muerte no lo buscaban los ‘médicos, sino los poetas. Era agradable.comprobar-que ain podia pensar. Hacia tiempo que las néuseas del hambre eran algo acos- tumbrado. Y todo esto adquiria el mismo valor: Hipacrates, el en- cargado con el lunar en la cara y sus propias ufias mugrientas. La vida entraba en él y salia, se estaba muriendo. Pero la vida aparecia de nuevo, se abrian los ojos, emergian las ideas. S6lo no aparecian los deseos. Hacia tiempo que vivia en un mundo en que muy a menudo hacia falta retornar a la vida a los hombres, ya sea con la respiracién artificial, la glucosa, el alcanfor o la cafeina. El muerto de nuevo se convertia en vivo. ZY por qué no? El creia en la inmortalidad, en la verdadera inmortalidad del hombre. A me- nudo pensaba que simplemente no habian razones biol6gicas por las que el hombre no viviera eternamente... La vejez no era més que una enfermedad curable, y de no ser por este malentendido trigico, hasta hoy atin no dilucidado, podria vivir eternamente. O hasta que se cansara. Y él no estaba ni mucho menos cansado de vivir. Ni siquiera ahora, en este barracén de paso, en este «trinsi- to», como llamaban amorosamente al Jugar sus habitantes. Era la antesala del horror, pero atin no era el horror mismo. Por el con- trario, alli vivia el espiritu de la libertad, era algo que todos perci- bian. Mas alli les esperaba el campo, atris habian dejado la prision. Se trataba de un «mundo en marcha», y el poeta lo comprendia. Existia otro camino hacia la inmortalidad, el de Tiditchev* * Fiédor Tittchey (1803-1873), poeta menafsica ruso, muy estimado por los ‘readores del «siglo de platas, como Mandelshtam : 79 Feliz quien este mundo visitd en sus fatidicos momentos, Pero si, como es evidente, ya no podria a ee esa form, : una unidad fisica, en cambio si se habia go aan tp ‘aed artista. Lo llamaban el primer poeta ruse del : aa a a menudo pensaba que asi era = efecto. Creia en lh a mortalidad de sus versos. No tenia discipulos, pero caso Nog po. etas los soportan? También habia escrito Prosa —mala-, a escrito articulos. Pero sélo en los versos habia encontrado alg nuevo para la poesia, algo importante, como le habia Patecidy siempre. Toda su_vida pasada habia sido literatura, libro, Sueno, sueiio, y sélo el dia de hoy era verdadera vida. ~='Todo ello no lo pensaba a modo de polémica, sin interno, en alguna parte muy honda de si mismo, A nes les faltaba pasion. Hacia tiempo que lo domi Qué nimio era todo, «carreras del ratm, frente al Peso maléfcg de la vida. Se asombraba de si mismo: :cémo podia Pensar ai de los versos, cuando todo esta ya decidido, y él lo sabi muy bien, mejor que nadie? 2A quién le hacia falta él aqui ¥ a quién podia equipararse? Por qué todo esto se debia comprender? Y espen- ba... y lo comprendio. En los momentos en que la vida regresaba a su cuerpo, en que de pronto sus ojos turbios y medio abiertos empezaban a ver, los Parpados temblaban y los dedos se movian, le volvian también ls Pensamientos, sobre los cuales no pensaba que eran los tities. Ta vida penetraba en él por si misma, como una dueia desp- fica: €l no la lamaba y sin embargo entraba en su cuerpo, en st cerebro, penetraba como los versos, como la inspiracién. Y el sentido de esta palabra se abrié ante él por primera vez en toda st Plenitud. Los versos eran la fuerza genésica de la que él vivia. Ai era. No vivia gracias a los versos sino de los versos. " Ahora se hacia tan evidente, tan perceptiblemente claro ae inspiracion no era otra cosa que la vida. Antes de mori le eae saber que la vida era inspiracién, precisamente ¢st Eas ¥ se alegraba de que le hubiera sido dado conocer esta verdad. Todo, todo en el mundo se comparaba con los verso a Jo, el repicar de los cascos del caballo, la casa, un aves Wi 10 €N Su fiery estas reflex. inaba la apa oT oobi : 80 amor... Toda la vida ingresaba ligera en los damente se instalaba. Y asi tenia que ser, pu palabra. También entonces se alzaban una tras otra las estrofis y,aun- que hacfa tiempo que no apuntaba sus versos ni podia hacerlo, ls palabras se erguian en un cierto ritmo establecido y siempre inasi. tado, La rima era el explorador, el instrumento en la bisqueda magnética de voces y conceptos. Cada palabra era una parte del mundo y respondia a un ritmo, y todo el mundo pasaba volando con la velocidad de una desconocida maquina electronica, Todo gritaba: témame, a mi. No, a mi. No habia que buscar nada, Solo desechar. Aqui parecian hallarse dos hombres: uno que creaba, que habia lanzado a toda velocidad su molinete, y otro que esco. gia y de tanto en tanto detenia la desbocada maquina, Y al ver que él era los dos hombres, el poeta comprendié que entonces s- taba creando verdaderos versos. {Qué importaba que no quedaran escritos? Escribir, imprimir, todo eso era vanidad de vanidades, Todo aquello que nace fruto del provecho no puede ser supremo. La mejor obra es la no escrita, aquella que tras engendrarse desa- parece, se esfuma sin dejar huella, y sélo la dicha del poeta, que él sentia y que con nada se puede confundir, probaba que la poesia se habia creado, que se habia creado belleza. Pero, no estaria equivocado? ;Su gozo poético seria infalible? ¥ recordé qué malos, qué inanes para un poeta eran los dilti- ‘mos versos de Blok, y cémo Blok, al parecer, no lo comprendia El poeta se obligé a detenerse. Esto era mis ficil hacerlo aqui que en Leningrado 0 en Moscit, por ejemplo. Y en aquel instante se dio cuenta de que hacia tiempo que no pensaba en nada. De nuevo la vida lo abandonaba. Se paso largas horas inmévil y de pronto vio no lejos de él algo Parecido a un blanco de tiro o un mapa geol6gico. El mapa carecia de inscripciones, ¢ intent6 en vano descifrar la imagen. Pas6 no Poco tiempo hasta comprender que eran sus propios dedos. Las Puntas de los dedos atin conservaban el rastro de las colillas de ma- Jorka, de las que habia dado la tltima calada, la Gltima bocanada, en las yemas se dibujaban claras las lineas dactilogrificas, parecidas al mapa de un relieve montaioso. El dibujo era igual en los diez dedos: unos circulos concéntricos parecidos al corte de un Arbol. Se acordé cémo una vez de nifio lo detuvo en el bulevar un. chino de la lavanderia. La tienda se encontraba en el s6tano de la versos y alli cémo- ies los versos eran la — 81 ia crecido. El chino lo tomé por azar ie dedi ee a oe i oon lengua. Result6 que le habia anunciado ee Se afortunsdl, que tenia una sefial infalible, El acondé mnchas veces de aquelasefl de la eicidad, espe te euando publicé su primer libro, Ahora se acordaba del cn Sin rencor y sn iron, le daba igual. Lo principal ery que ain no habla mero. Por ceo, gy queria decir: muerto como poeta? Debia haber algo de in mente ingenuo en una muerte asi. O algo premeditado, de ung xcit We erg Poeta s ‘cialmen_ fant. teatral, como en las muertes de Yesenin o de Mayakovski* Ha muerto como actor, esto atin se entendia, Pero amuero como poeta? Si, adivinaba algo de lo que le esperaba en adelante, Durante el viaje a este lugar habia tenido tiempo de entender, de adivinar muchas cosas. ¥ se alegraba, se alegraba en silencio de su impo- tencia y confiaba en que iba a morir, Se acordé de una muy vie discusion en la cércel: zqué era peor. mas terrible, el campo"de thabajo 0 la'catcel? Nadie sabia nada a ciencia cierta, los argumen- tos eran especulativos, € expresién mas desalmada sonretarunr hombre tatdo alli cémo los iba a engafiar si ahora ni menos que diez afios. Habia siones se habian trastornado, y L as palabras, cambiado de sentido. Sintié una nueva oleada de fuerzas, eso mismo: una oleada, como las mareas en el mar. Una marea alta durante unas horas. Y luego la bajamar. Pero el mar no nos abandona para siempre. Adin se curaria, De pronto tuvo ganas de co: moverse. Muy lentamente dado la sopa a su vecino, g bia sido una taza de el pan lo habjan rep, habian robado. Aly mer, pero le faltaban fuerzas part y con dificultad se acord6 que le habia tte en todo el dia su dinico amen agua hervida, Ademis del pan, es cierto. P® artido hacia mucho, mucho. ¥ el de ayet © sien aiin tenia furerzas para robar. * Ambos poetas se sutcidiron dejando en verso sus éltimas palabras Asi estuvo, acostado, ligero, la mente en blanco, hasta que le- g6 la mafana, La luz eléctrica se hizo algo mis amarill, trajerom el pan sobre unas grandes bandejas de madera, como lo hacien cada dia. Pero él ya no se alarmaba, no rebuscaba entre los pedazos, no lloraba si no le tocaba wna punta, no devoraba con dedos temblo. 1050s el pedazo de pan que completaba la racién. El trocito’se de- rretia al instante en la boca, se le hinchaban las ventanas de la na- riz, y 4 con todo su ser sentia el sabor y el aroma de pan de centeno recién hecho. El pedazo ya habia desaparecido de la boca, aunque no habia tenido tiempo ni de tragarlo ni de mover las mandibulas. El trozo de pan se derretia, desaparecia, y era un milagro, uno de los muchos milagros de esta tierra. No, ahora no perdia los nervios. Pero cuando le colocaron en las manos su racién de pan diaria, lo abraz6 con sus pilidos dedos y se apreté el pan contra la boca. Mordia el pan con sus dientes heridos por el escorbuto, los dientes bailaban y le sangraban las encias, pero no sentia dolor. Apretaba el pan con todas las fuverzas contra la boca, se enaba de pan la boca, y lo chupaba, lo mordia, lo roia... Sus vecinos querian detenerlo: =No te lo comas todo, guirdalo para luego, después. Y el poeta comprendio. Y abrié de par en par los ojos sin sol- tar el pan ensangrentado de sus sucios y azulados dedos. -zCuindo después? ~pronuncié en voz alta y clara. Y cerré los ojos. Murié al anochecer. Pero no lo dieron de baja hasta al cabo de dos dias; durante dos dias seguidos sus ingeniosos vecinos lograron hacerse con el pan del fallecido. E1 muerto levantaba la mano como un muiieco, como una marioneta. De modo que murié antes de la fecha de su Muerte ~detalle no exento de valor para sus bidgrafos futuros. 1958 83 Saas EN EL ESTRIBO El hombre era viejo, de largos brazos, fuerte. En su juventud ha- bia suftido un trauma moral; lo condenaron por sabotaje a diez ais y lo mandaron al norte de los Urales a la construir la fabrica de papel de Vishera. Aqui result6 que el pais necesitaba de sus co- nocimientos de ingeniero, y lo mandaron no a cavar tierra, sino a dirigitla construccién. Estuvo a la cabeza de una de las tres zonas, ala par que los demas ingenieros presos: Mordujai-Boltovski y Budzko. A Piotr Petrovich Budzko no lo encerraron por sabotaje. Era un borracho, y lo condenaron por el articulo ciento nueve. Un preso comiin les resultaba incluso mas cémodo a los de arriba, en cambio para los compafteros Budzko pasaba pot un auténtico condenado por el cincuenta y ocho punto siete. Elingeniero queria ir a parar a Kolyma. Berzin,* el director de Vishjimz,** dejaba el cargo, se iba a las minas de oro y reunia a los suyos. Pues en Kolymé esperaban encontrar rios de miel y casi una inmediata liberacién sin cumplimiento de la pena. Pokrovski habia hecho la peticién y no comprendia por qué aceptaban a Budzko y a &l no, y, torturado ante la falta de noticias, decidié conseguir una cita con el propio Berzin. Pasados treinta y cinco afios, he recogido el relato de Pokrovs- i, Pokrovski llevé consigo este relato, el tono de éste, a través de toda su vida de gran ingeniero ruso. * Eduard Petrévich Berzin (1894-1938), participé en las investigaciones de la SenPincion de Lockhart en 1918, en 1930 y 1931 dirigié la construceion de Ia dena? Mtimica de Vishera, en noviembre de 1951, lo mandaron a Kolyn Sde diciembre fue el director de Dalstrdi; arrestado en 1937 y fasildo en *Bost0 de 1938, Abreviatura de la fabrica quimica de Vishera, 483 Nuestro jefe era un gran demécrata. ; crata? ecb usted lo dificil que es que te reciba mando? :Un director del trust, un secretario regional del partido? Todas esis anotaciones del secretario. Para qué? Por ques zadénde? ¢Quién dices que eres? "Aqui, en cambio, ti, un ser sin derecho alguno, un pres, de pronto te ves como si nada con una autoridad tan alta, ademig priltar. ¥ por si fuera poco, con aquella biografia el caso Lock. hart," su trabajo con Dzerzhinski, Fantistico. ~;Como si fuera a ver al general gobernador? Eso mismo. Puedo decile, sin esconderlo, sin avergonzarme, que algo he hecho por mi pais, por Rusia. Y en mi campo soy conocido en todo el mundo, eso creo. Mi especialidad es el apro- visionamiento de agua. Mi apellido es Pokrovski, gle suena? In alto —Pues no. Bueno, tiene su gracia. Un argumento de Chéjov, 0, como dicen ahora, un modelo. Un modelo chejoviano del relato El pa- sajero de primera, Bueno, dejemos de lado quién es usted y quién soy yo. Comencé mi carrera de ingeniero con el arresto, en la cit- cel, desde el momento en que me acusaron de sabotaje y me con- denaron a diez afios de campos. Yo pertenezco a la segunda ola de los procesos por sabotaje. La primera, la de Shajty, atin legamos a condenarla piblicamente, a ‘mostrar nuestra indignacion. Nos tocé la segunda oleada: el aiio treinta, Fui a parar a los campos en la primavera del treinta y uno. éQué five el proceso de Shdjty? Una tonteria. Una fase de prueba, un ensayo para la poblaci6n y los cuadros, para sus nuevos inventos, inventos cuyos fines se vieron con toda claridad en el treinta y sie- te. Pero entonces, en el treinta, diez afios era una condena apabu- llante. :Tantos afios, por qué? Era de una arbitrariedad demoledora. De modo que ya estoy en Vishera, construyo alguna obra, le- vanto... Y puedo ser recibido por el més alto de los jefes. Berzin no tenia horas de visita. Cada dia le levaban el caballo a 41 oficina, un caballo de montar corriente, aunque a veces iba en * Robert Bruce Lockhart (1887-1970), diplomitico britinico, emisario oficios0 de 7 aliados enviado en 1917 para convencer a los bolcheviques que prosiguic- v2 Suerra contra los alemanes. Ante la negativa de Lenin, organiz6 una serie 4 conspiraciones con los bolcheviques, fue detenido y canjeado en 1918 484 a coche. ¥ mientras el jefe subia a la silla trataba con cualquiera de los Diez personas al dia, sin burocracia ninguna: fuera un ham. jn, fuera uno de alguna secta, 0 un intelectual ruso. Aunque lo Feo es que Ni los hampones ni ningtin religioso se dirigian a Ber. tin con sus reclamaciones. Un turno de visitas sobre la marcha, El er dia no lo consegus; fui el undécimo y, tras hablar con diez hombres, Berzin arreé al caballo y sali6 al galope hacia la obra. Quise dirigirme a él en el trabajo; pero los compafieros me lo desaconsejaron, no fuera que echara a perder el asunto. El regla- mento es el reglamento. Diez personas al dia, mientras el jefe se sube al caballo. Al dia siguiente legué antes y me tocé. Le pedi que me llevara con él a Kolymé. Me acuerdo de cada palabra de aquella conversacién. ~Quién eres t? —Berzin apart6 con la mano el morro del ca- ballo para ofrme mejor. -E] ingeniero Pokrovski, mi jefe. Trabajo de responsable de zona en la Vishjimz. Construyo el cuerpo central, mi jefe. ~2Qué quieres? —Lléveme con usted a Kolymé. ~:Cuintos afios tienes de condena? Diez, mi jefe. Diez? No te llevaré. Si fueran tres, 0 cinco como mucho, se- ria otto cantar. Pero con diez... Eso quiere decir que algo hay... Algo habris hecho. -Le juro que no, mi jefe. —Bueno. Tomaré nota. :Tu apellido? Pokrovski. Lo apunto. Ya te dirin algo. Berzin arre6 el caballo. No me llevaron a Kolymi. Me conce= dieron la liberacién en la misma obra y segui la corriente hasta mar abierto. He trabajado en todas partes. Peto mejor que en Vis- hera, que con Berzin, no he trabajado en ningiin otro lugar. Era la dnica construccién donde todo se hacia a su tiempo, yt se R= cumplian los plazos, Berzin daba una orden, y todo el mundo sa- lia hasta de debajo de las piedras. Los ingenieros (jpresos, es nensel)tenian derecho a retener a la gente en el lugar de an) Para sobrepasar la norma, Todos recibjamos premios, nos PPE nian reducciones de penas. Entonces no se Ievaba el recue las jomadas trabajadas. Y los de arriba nos decian: trabajad con Porque el que trabaje mal, lo mandarin... Al n toda vuestra alma, | norte. Y sefialaban 485 con la mano corriente abajo por el io Vishera. Pero yo me quegs sin saber como era el norte Yo conocia a Berzin. Por Vishera. En Kolymé, donde Berzin my. ri, ya no lo vi; a Kolymé me levaron tarde, El general Groves" se teferia con total desdén a los cientiticos det proyecto Manhattan». Y expresaba su desprecio sin vergtienza al. guna. Basta con el dossier de Robert Oppenheimer, En sus me- morias Groves justifica su deseo de que se le ascendiera a general antes de ser nombrado jefe del «proyecto Manhattan» y lo explica del modo siguiente: «A menudo he tenido ocasién de observar que los simbolos del poder y los rangos ejercen una influencia mucho mis poderosa sobre los cientificos que en los militares», Berzin trataba con total desprecio a los ingenieros. A todos aquellos saboteadores Mordujéi-Boltovski, Pokrovski, Budzko. A los ingenieros presos que construian el complejo de Vishera, «{Cumpliremos los plazos!» {Carteles murales! jEI plan! Por toda aquella gente el jefe no sentia otra cosa que desprecio. Para sentir asombro, para una actitud filos6fica de sorpresa, para sentirse sor- prendido ante lo insondable, lo ilimitado de la humillacién huma- na, de la descomposicién del hombre, Berzin sencillamente no tenfa tiempo. La poderosa fuerza que lo habia convertido en jefe conocfa mejor que él mismo a los hombres. Los héroes de los primeros procesos de sabotaje —los ingenieros Boyarshinov, Inozémtsev, Dolgov, Miller, Findikaki~ trabajaban con toda su alma para conseguir su racién, trabajaban con la vaga esperanza de que se les propusiera para una reduccién de la pena. Entonces atin no se computaban las jornadas de trabajo, pero ya estaba claro que para manejar con comodidad la conciencia humana hacia falta alguna escala gistrica. Berzin se hizo cargo de las obras del complejo de Vishera en el afio 1928. Se marché de Vishera a Kolymé a finales de 1931. A mi, que estuve en Vishera desde abril de 1929 hasta octubre de 1931, me tocé vivir y ver sélo los frutos de lo que hizo Berzin. El piloto personal de Berzin (que volaba en hidroplano) fue el Preso Volodia Guintse, un piloto moscovita condenado a tres afios * Se refiere ala obra de R.L. Groves, Now lt Can Be Told: the Story of the Mam hatin Projet, Londres-Nueva York, 1961 486 _saborje en la aviacién. La proximidad con el mando alimenta- pen Guintse Ja esperanza de salir libre antes de tiempo, y Berzin, va odo su desprecio hacia los hombres, lo comprendia bien, En su viajes Berzin siempre dormia donde fuera, en casa de al- én mando, por supuesto, pero sin preocuparse de su seguridad, sn excolta, La experiencia le decia que entre los rusos cualquier complot se veria descubierto, traicionado; siempre habria algin sopl6n que informarfa gustoso incluso del asomo, daba igual, de una conspiracién. Los soplones solfan ser ex comunistas, sabotea- dores, 0 bien intelectuales de estirpe o hampones de cuna. Al- guien irfa con la denuncia. Duerma tranquilo, jefe. Berzin domi- naba bien esta otra cara de la vida de los campos, dormia tranquilo, se movia y volaba sin miedo alguno, y lo mataron cuando le llegé ahora, lo liquidaron sus propios jefes. Elnorte con el que espantaban al joven Pokrovski, aquel norte existia, y de qué modo. El norte s6lo empezaba a hacer acopio de fuerzas, a tomar impulso. El norte, su direccién se encontraba en Ust-Uls, en la desembocadura del Uls en el Vishera; alli donde ahora han encontrado diamantes. Berzin también los busc6, pero no dio con ellos. En el norte se talaba el bosque, el trabajo mas duro para el preso en Vishera, Las trochas de Kolyma, el pico en las canteras de Kolymé, el trabajo a sesenta grados bajo cero, todo s%0 estaba atin por Megar. No fue poco lo que hizo Vishera para due Kolymé pudiera existir. Vishera son los afios veinte, finales de los veinte, En el norte, en Jos sectores forestales, en Pela y Myka, Vaya y “ianka, los presos cuando los «arreaban» (porque a los presos ne los conducen, sino los «arrear», como reza el diccionario oft Cab, exigian que se les atara las manos a la espalda, para que los “Scoltas no les diera por matarlos en el camino «por intento de S». «Atarme las manos y entonces iré. Levanten acta del trasla- ., Y aquellos a los que no se les ocurria implorar al mando que — hs manos, corrian un peligro mortal. Los «muertos por le fuga» eran muchisimos entonces. a ce las secciones del campo, los arene ae do cgn aot Paquetes de los no comunes. Ej eda nr os ade TS® Y mats a tiros a ees hampones. Man ere mane en sus atatides en el cuerpo de aa par) Jefe lo egy” ates dias y tres noches. Los #0 7 ron del campo, lo trasladaron a alguna part 487 Los arrestos, [a instruccion de aes por alguna PrOWeacign, torios dentro del campo, las investigaciones estaban Jos interroe Na en el campo. Una tercera parte de los prego, 2 Ja orden te enorme, eran chekistas castigados por flts cone ae tervicio,y tos, as Mega hasta Berzin en una wep, especial, pasaron al instante a ocupat ee de Investigadores, Ninguno de los ex chekistas trabaj6 en snae que no fueran de su expecialidad. Al coronel Ushakow, el jefe del departments de investigacion del Dalstr6i -un hombre que sobrevivie perfec. tamente a Berzin-, lo habian condenado a tres afios por extrali. mitarse en sus fanciones por el articulo ciento nueve. Ushakoy cumplié su condena en un afio, se quedé al servicio de Berzin y junto con él se marché a construir Kolyma. Cuéntos hombres ¢a- yeron epor Ushakov», en aplicacién de las medidas encaminadas evitar el delito: detencién preventiva... Ushakov no era «politicos, es verdad. Su tarea consistia en investigar, en perseguir las fagas, También fue jefe de los departamentos disciplinarios y también lo fue en Kolymd; su firma aparece debajo de los «Derechos de los ze-ka», a los que seria mejor denominar normas de reclusion de los detenidos. El reglamento tenia dos partes: 1. Deberes: el reclu- so debe, el recluso no debe. Y 2. Derechos: el derecho a las recla- maciones, el derecho a escribir cartas, el derecho a dormir poco, el derecho a comer poco. En cambio, en su juventud Ushakov fue agente del departa- mento criminal de Moscii; cometié un error, le endosaron tres afios y lo mandaron a Vishera. Zhigilov, Uspenski y Pesniakévich Mevaban un importante caso en el campo contra el jefe de la secci6n tercera (en Berézni- ki), El caso —sobornos y cuentas falsas— acabé en nada gracias a la firmeza de algunos detenidos, que se pasaron sometidos a instruc- cién, a constantes amenazas, sus tres y cuatro meses en las celdas de castigo, en la cércel del campo. Una condena afiadida a la anterior no era algo raro en Vishera Condenas ast se las endosaron a Lazarenko, a Glujariow. Entonces por las fugas no se afiadian penas: te encerraban en unt celda de aislamiento con el suelo de hierro, un castigo que para un hombre desnudo, slo en ropa interior, en invierno era mortal Alli fai arrestado por las autoridades locales en dos ocasione’s em : Vande dos veces bajo escolta especial del campo de Beréznikia ‘zhaija, dos veces sometido un a instruccién, a interrogatorios 488 [Aquellas celdas de aislamiento infundian pavor a los presos ex- perimentados. Los fagados, los hampones, imploraban al coman- nee de 12 primera seccién Nésterov que no los encerrara en squells celdas. Nunca més lo harian, nunca mas intentarian fa- e. ¥ el comandante Nésterov les ensefiaba su peludo puiio y Tes decia: “Bien, elige: jun lefio o a la celda! “Un leo! Nésterov alzaba el brazo y el fugitivo cafa falminado al suelo cubjerto de sangre. En nuestra «etapa», en abril de 1929, los escoltas emborracha- ron ala dentista Zoya Vasilievna, condenada por el articulo cin- cuenta y ocho, por el caso de «El Don apacible», cada noche la violaban colectivamente. En la misma «etapa» se encontraba el miembro de una secta Zéyats. El hombre se negaba a levantarse para el recuento, En cada recuento wn escolta lo tundia a patadas. Un dia di un paso al frente de la formacién y protesté; aquella misma noche me echaron al frfo helado del exterior, me desnuda- rony estuve afuera sobre la nieve todo el tiempo que quiso la es- colta, Eso ocurtia en abril de 1929. Durante el verano de 1930 en el campo de Berézinki se reunié un grupo de unos trescientos reclusos, todos dados de baja por enfermedad, por el articulo cuatrocientos cincuenta y ocho, los iban a poner en libertad por motivos de salud. Eran exclusiva- mente gente del norte, con oscuras manchas azules, con contrac~ ciones producidas por el escorbuto, con mufiones de miembros congelados. Los que se autolesionaban no conseguian la libertad Por el articulo cuatrocientos cincuenta y ocho; los hombres que se amputaban alguna parte de su cuerpo se quedaban en los cam- os hasta el fin de su condena o hasta que les Ilegaba Ja muerte. _ Eljefe de la seccién del campo Stakov decidié que la gente te- nia que pasear con fines higiénicos, pero todos los presos de trin- Sito se negaban a salir de paseo: no sea que atin te cures y vayas a Parar de nuevo al norte. e s. 4 Pokrovski no lo espantaban en vano con mandarlo al nor- ~ En el verano de 1929 fue cuando por primera vez vi una «eta i < Norte, una larga y polvorienta serpiente, visible desde muy ee deslizaba monte abajo. Luego de entre el pelea se babi, ONES. después los ojos. All los dientes no brillaban, caido con el escorbuto. Bocas macilentas, secas, gOrTos i 489 como los que levaban en Solovki, gorros con orejeras de pafio, chaquetones de tela. y también de tela los pantalones, Re. Condé aquella hilera para el resto de mi vida, yAcaso esto no ocurria en tempos de Berzin, a cuyo estriby temblaba como una hoja el ingeniero Pokrovski? Es éste un pavoroso rasgo del caricter ruso: el humillante ser. vilismo, la veneracién ante cualquier mando del campo. El inge- niero Pokrovski s6lo era uno de los miles de hombres dispuestos a caer de rodillas, a lamer la mano del gran jefe. La espalda de aquel ingeniero, de un intelectual, no podta do- blarse mis. =zQué es eso que tanto le gust6 en Vizhafja? ~Cémo qué? Nos dejaban lavar la ropa en el rio. Después de la cércel, después de la «etapa», era una gran cosa. Afiada a eso la confianza. Una confianza asombrosa hacia nosotros. Lavabamos alli mismo en el rio, en la orilla, y los soldados de la escolta nos veian y no disparaban. ;Se da cuenta? jNos veian y no disparaban! El rio en que 0s baiiabais esta dentro de la zona de protec- cién, dentro del cinturén cercado de torres de vigilancia dispues- tas por la taigé. :Qué arriesgaba Berzin con dejaros lavar la ropa? ¥ tras el anillo de las torres, habia otro cerco, el de los secretos de la taigé, con sus patrullas, sus operativos. Ademis de las patrullas de control volantes que se vigilaban las unas a las otras. ~Yaaa. ~{Sabe usted cuil fue la diltima frase con la que me despidié Vis- hera, su Vishera y la mia, cuando me liberaron el otofio del treinta y uno? Por entonces usted ya estaba lavando su ropa en el rio, Cul? «Hasta luego. Esto ha sido un pequefio viaje de trabajo, ahora le espera uno més grande.» La leyenda de Berzin tiene su origen en una historia aparente- mente ex6tica ~jla «conspiracién de Lockhart», Lenin, Dzerzhins- kil-, se alimenta con su trigico final —Berzin fue fusilado por Yez- hov y Stalin en el treinta y ocho- y se crece con el color abigarrado de las exageraciones. En el caso Lockhart, toda la gente en Rusia debfa elegit, lanzar a moneda: cara o cruz, Berzin decidié entregar, vender a Lock- hart. Actos como aquel se deben a menudo a la casualidad: aquella noche uno ha dormido mal, la orquesta de viento ha tocado de- masiado fuerte en el parque. O el emisario de Lockhart tenia algo grises 490, ——— an a cara que producia repugnancia. ;O aquel oficial zarista vefa fn sa acto una prueba contundente que confirmaba su entrega a pn poder que ain habia de nacer? Berzin era el mas comin de los jefes de campo, un entregado gjecutor de la voluntad de quienes lo mandaban, Bercin conserva- ba consigo, en su destino de Kolyma, todas las piezas del oceu de Leningrado de los tiempos del caso Kirov. Alli, a Kolymé, aquellos hombres fueron sencillamente trasladados de destino, y conservaron en su. nuevo puesto el grado, los complementos y etc, E Medved," el jefe de la seccién de Leningrado del oapy, era en Kolymi el jefe de la Direccién Minera ¢ Industrial del Sur, y fue fusilado por el caso Berzin, justo después de Berzin, al que llamaron a Mosci ¢ hicieron bajar del tren en Alek- sindrov** Ni Medved, ni Berzin, ni Yezhov, ni Berman, ni Prokofiev eran personas realmente capaces, ni siquiera destacaban en nada. La fama se la dio el uniforme, el titulo, los distintivos militares, el cargo. Berzin también mataba en 1936 siguiendo las drdenes que le llegaban desde arriba. El periédico Kolym Soviética venia repleto de noticias, de articulos sobre los procesos, leno de lamadas a mantenerse alerta, de discursos de arrepentimiento, de llamadas a la crueldad y a las medidas despiadadas. ‘Alo largo del afio treinta y seis y del treinta y siete era el pro- pio Berzin quien pronunciaba tales discursos, en los que cons- tantemente, cobardemente, se esforzaba por que no se le escapara nada, por no olvidarse de nada, También en 1936 en Kolyma hubo fusilamientos de enemigos del pueblo. Uno de los principios basicos de los asesinatos en Jos tiempos de Stalin era que una promocidn de servidores del partido era ex- terminada por la siguiente. Y estos, a su vez, cafan por obra de la hueva, la tercera promocion de asesinos. No sabria decir quién salia ganado en todo esto, ni en la con- ducta de quign se podia confiar para tamafia obra, ni cul era el mecanismo. Tampoco me parece algo relevante. A Berzin Jo arrestaron en diciembre de 1937. Y muri ™atar para el mismo Stalin, 1 tras Filipp Demidnovich Medved (1890-1943), jefe de la Gru de Leningrado. ** Ceteanias de Mosc 41 No es dificil desentrafiar la leyenda de eon ibasta s6lo mirar Jos periddicos de aquel tiempo, del treinta y seis! ;Del afo treing wy del treinta y siete, claro. Los viajes a la «Serpantinnayas, ih cdcel de instruccién de la administraci6n de minas del norte, donde el coronel Garanin llev6 a cabo fasilamientos en masa en el gio 1938, aquellas expediciones se inauguraron en tiempos de Berzin. : Cuesta més entender esto otro. {Por qué el talento no halla en sila fuerza interior, la firmeza moral nécesarias para tenerse respe- toa uno mismo y no caer postrado ante_un_uniforme, ante un — = : Por qué un escultor de talento modela con entusiasmo, entre- gay veneracién a un jefe del GULAG? zQué es Io que atrae tan poderosamente al artista del jefe del GULAG? Es cierto que tam- bien Ovidio Nason’ fue jefe de un GULAG. Pero Ovidio Nason no pasé a la posteridad por sus alabanzas al GULAG. Aceptemos que un artista, un escultor, un poeta, un composi- tor, tal vez Hevado por una ilusién, atrafdo y arrebatado por un arranque de inspiracién, pueda crear alguna sinfonia interesindose sélo por el torrente de colores, el rio de sonidos. Pero zpor qué este torrente nace de la figura de un jefe de GULAG? gPor qué un cientifico traza las formulas sobre una pizarra ante este mismo jefe del GULAG y se siente inspirado en sus ms mate- riales investigaciones técnicas justamente por esta figura? :Por qué el cientifico experimenta la misma entrega hacia cualquier jefe de campo? Sélo porque aquel es un jefe. Los cientificos, los ingenieros y-tos escritores, los intelectuales atrapados por unas cadenas estin dispuestos a humillarse ante cualquier cretino semianalfabeto. «No me hunda, mi jefe», le decia en mi presencia al responsable local del OGPU en el afio treinta un preso, el administrador de una seccién del campo. El apellido de aquel administrador era Osipen- ko. Pues bien, hasta el diecisiete el tal Osipenko fue secretario del metropolita Pitirim, un asiduo de las bacanales de Rasputin. iPero qué Osipenko! Todos aquellos Ramzin, Ochkin, Bo- yarshinov se comportaban igual y seis * Ovidio Publio Nason (43 a.C. circ. 18 .C:). poets Linno, que paso cerea de diez afios en el desticrro y murié. en Tomis thoy Constanta, Rumania) Hubo un tal Maisuradze ~fue operador de cine een libertads- un hombre que hizo carrera en el campo junto a Berzin, heen te: de jefe del URO.* Maisuradz peru gar al cargo de jel .* Maisuradze comprendia qué era encontrarse junto al estribo», -Si, estamos en el infierno —decia Maisuradze~, Estamos en el otto mundo. En libertad éramos los dltimos. Aqui seremos los primeros. Y cualquier Ivan Ivinovich tendré que contar con esto, alvin Ivanovich» se Hama a los intelectuales en la jerga del hampa. Durante muchos afios pensé que todo esto era la cara oscura de la Rusia ancestral, algo que se pierde en la insondable profin- didad del alma rusa. “Pero en las memorias de Groves sobre la bomba atémica des- cubri que esta veneracién esclava en el trato con el general tam- bién se daba, y no en menor medida, en el mundo de los cientifi- y cos, de la ciencia. Qué es el arte? ;La ciencia? ZEnnoblecen éstos al hombre? No, no y no. No es del arte, no es de la ciencia de donde el hom- xm bre extrae sus escasisimas cualidades positivas. Algo distinto les proporciona a los seres humanos su fuerza moral, no su profesion ni su talento, Me he pasado la vida observando el espiritu servil, rastrero y humillado de la intelectualidad; de las demas capas de la poblacién mis vale ni hablar. Desde mi mis temprana juventud Hamé canalla a Ja cara a quien lo era. Pero de mayor he seguido observando lo mismo. Nada ha cambiado tras mis maldiciones. Sdlo he cambiado yo, me he vuelto tis precavido, mis miedoso. Yo conozco el secreto de este miste- Tio de los hombres que se hallan «junto al estribo». Es uno de los secretos que me llevaré a la tumba. No lo contaré. Lo sé y no lo contaré, En Kolymi tenfa un buen amigo, Moiséi Moiséyevich Kuznetsov. La verdad es que un amigo es mucho decir... alli no hay amistad. Kuznetsov era una persona por la que sentia reypeto. Era un he- Trero del campo. Trabajé con él en la fragua. Kuznetsov me conto 4a fibula de cémo —atin en los tiempos del zar Nicolis, por su- ow de Uchotno-Raspredelitelm Otdel, seccion de comtabilidad y distribu- N90. administracién de los campos 493 puesto- tres panes* estuvieron dando latigazos tres dias y tres no~ thes seguidas a un desdichado muzhik belorruso. Y el muzhik Hloraba y no paraba de gritar: «COmo, y yo sin comer?s, ZA cuento de qué viene la fabula? Pues a cuento de nada. Es una fibula y nada més. 1967 * Modo de llamar a los seiiores polacen, 494 SENTENCIA A Nadezhda Yakovlevna Mandelshtam La gente surgia de la nada, uno tras otro. El desconocido que dor- mia en la litera vecina se apretaba pot las noches contra mi huess, do hombro entregindome su calor, unas gotas de calor, y reel. biendo a cambio el mio. Habfa noches en que no me legabs calor alguno por entre los harapos de la ropa, del chaquetdn, por las mafianas tomaba a mi vecino por un difunto, me sorpren~ dia un poco que el difanto siguiera vivo, que se levantara a lalla mada, se vistiera y cumpliera sumiso las Srdenes, En mi habia poco calor. Era poca la came que me quedaba en los huesos, Aquella carne bastaba slo para la rabia, el dltimo de los senti- _Mientos humanos, No era la indiferencia, sino la rabia el dltimo sentimiento del hombre, el que se hallaba més proximo a los hue- sos. Los hombres surgidos de la nada, que brotaban del no ser, desaparecian de dia -en aquella expedicién en busca de carbén hhabfa muchas zonas~ y desaparecian para siempre. Yo no conocta a los hombres que dormfan a mi lado. Nunca les hacfa preguntas y no lo hacia no porque siguiera el proverbio arabe: «No pregun- tes y no te mentiran». Me daba igual que me mintieran 0 no, yo me encontraba més alla de la verdad, mas alls de la mentira. Los comunes tienen a este propésito un dicho duro, brillante, bratal: «No lo crees? Pues tenlo por un cuento». Yo no preguntaba, no prestaba ofdos a los cuentos. éQué me quedaba hasta el dltimo momento? La rabia. Y gear dindome esa rabia me disponia a morir, Pero la muerte, tan Ce™ cana hacia tan poco tiempo, empezd poco a poco a apartarse &e A a mi. Y sin embargo lo que vino a sustituir a la muerte no a le vida, sino un estado de semiconsciencia, una existencia impost de formular, pero que no se puede lamar vida. Cada dia, cada sa- fda del sol, trala consigo La amenaza de un nuevo golpe, de un golpe mortal. Pero el golpe, el tiltimo cmpujén no llegaba. Mi trabajo consistia en hervir agua; era el trabajo més ligero, atin mis llevadero que el de guarda, pero yo no alcanzaba a cortar la lefia necesaria para la estufa, una cisterna de agua del tipo Titin. Podi- an echarme de aquel trabajo, pero gadénde? La taigd se extendia a lo lejos, nuestro campamento, aquel «viaje de trabajo» en la len- gua de Kolymé, era como una isla en la inmensidad de la taigs. Casi no podia arrastrar los pies, la distancia de doscientos metros que separaba mi lugar de trabajo de la tienda me parecia intermi- able y en el trayecto me sentaba varias veces para descansar. Has- ta hoy recuerdo todos los claros, todos los agujeros, todas las zan- 4s en aquel sendero de la muerte, el riachuelo ante el cual me tumbaba sobre el vientre y donde lamia el agua, fiia, sabrosa, re- Paradora. La sierra de dos mangos, que llevaba bien sobre el hom- bro, bien a rastras agarrandola de uno de los extremos, una carga de un peso inaudito. Nunea lograba que el agua hirviera a tiempo, Gue el Titén rompiera a hervir antes de la comida. Pero ninguno de los trabajadores —que eran hombres libres, si pien ex presos todos prestaba atencién a si el agua hervia o no Kolymé nos habia enseriado a distinguir el agua de beber slo por jt temperatura, Era caliente o fifa, sin fijarnos si estaba o no estaba hervida Nos importaba un bledo la dialéctica, dal cantidad una nueva cualidad. No a mano de obra, carne de mina, recia de las portentosas cualid, Yo comia y trataba de tra S€ me pusiera a la vista: Jas ms Sble, las bayas del atio anter soPa de ayer, la de ante: bress, Aungue no, nue Sopa del dia anterior, En nuestra tienda habia dos perdices no te amos desde lap me parecia no conseguia el salto cualitativo que ramos filésofos. Eramos y el agua caliente que bebiamos ca- lades de aquel salto. garme sin gran empefio todo lo que 1ondas, los pedazos de todo lo comes- ior que encontraba en el pantano, La ayer que quedaba en el puchero de los «li stros hombres no dejaban ni una gota de la armas, dos excopetas de cartuchos. hian miedo del hombre, y al principio las cazi- werta misma de la tienda de campaia. La caza se 1 ls brasas de la hoguera o bien se cocia cuando la s con cuidado, Las plumas iban a parar al cojin, que también era un negocio, dinero contante Y Sonante, el sop, sueldo de los amos libres de las escoperas y de la cara Lat mal ces, destripads y desplumadas, se cocfan en ls Its de coho uunas latas de tres ltros que se colgaban sobre el fuego, [ne wes fd misterionas aves nunca lograba encontrar desperdicio algun hambrientos estomagos de os libres destrozaban,tritutahan, 6 sorbian todos los esos sin dejar rast. Aquello era también oy de los milagros de la taigé. Nunca probé ni una migaja de aquellas perdices. Lo mio eran las bayas, las raices de la hierba y mi racién. Y no pecé a mirar cada dia con més indiferencia, sin rojo, las montafas, los calveros, donde todo, ls reas, los ecole de los arroyos, los alerces, los dlamos, todo eta anguloso y orce, ay atardecer, del rio subja una niebla helada; durante toda lajornads en la taigi no habia un instante en que yo sintiera calor. Los dedos tantas veces congelados de las manos y de los pies zumbaban de dolor. La piel de los dedos, de un rosado encendide, asi se quedaba, rosada y quebradiza ante cualquier rasguio, Lleva, ba los dedos eternamente envueltos en cualquier trapo sucio gue protegia la mano de otra herida, del dolor, pero no evitaba is in- fecciones. De los dedos gordos de ambos pies flufa pus, un pus que no tenia fin, Me despertaban con el sonido de un golpe de riel. Con un golpe de riel dejaba de trabajar. Después de comer me tum baba en seguida en la litera, sin desnudarme por supuesto, y me dormia, Veia la tienda en la que dormia y vivia como a través de tuna niebla: en algén lugar se movian unos hombres, explotaba al- guna sonora y brutal maldici6n, surgian algunas peleas, pero tras un golpe doloroso, al instante, se instalaba un completo silencio. Las peleas se apagaban deprisa, nadie las detenia, no se separaba a los contrincantes, simplemente los motores de la pelea se ahoga- ban y legaba el frio silencio de la noche, con el palido cielo que asomaba por los rotos del techo de la tienda, entre ronquidos, rugidos, gemidos, toses y los denuestos inconscientes de los dor- midos. me moria, Em- tabia, el frio so] Una noche descubri que ofa estos gemidos y ronquidos. La sensacién fue repentina, como una revelacién, y no me alegr6 Mas tarde, cuando recordaba aquel instante de asombro, com Prendi que la necesidad de dormir, de sumergitme en el olvide. en la nada, se hizo menor, es decir que «me habia saciado de sue 3t4 jo», como decia Moiséi Moiséyevich Kuznetsov, nuestro herrero, al tipo mas agudo que he conocido. Surgid un insistente dolor en los mésculos. Qué miisculos te- nia entonces €s algo que no sabria decir, pero me dolian, y aquel olor me enfurecia, no me dejaba olvidarme de mi cuerpo. Lue- ime vino algo distinto al odio o la rabia, algo que vivia junto fon la rabia. Apareci6 la indiferencia, la insensibilidad al miedo. Comprendi que me daba igual si me pegaban o no, si me daban mmi racion a la hora de comer o no me la daban, Y aunque en aquella expedicion, en aquel viaje de trabajo sin escolta no me pegaban -sélo pegan en las minas-, yo, recordando la mina, me- dia mi valor con la escala de la mina. Y con aquella indiferencia y falta de miedo se construyé algo parecido a un puente que me alejaba de la muerte. La consciencia de que aqui no se pegaba, de gue no me pegaban ni me iban a pegar, hacia nacer nuevas fuerzas en mi, nuevas sensaciones. ‘Tras la indiferencia llegd el miedo, un temor no demasiado fuerte, el espanto de verme privado de aquella vida salvadora, de aquel trabajo salvador con la estufa, de perder de vista aquel alto y frio cielo y el dolor constante en mis consumidos misculos. Comprendi que me daba miedo irme de ahi a la mina. Que tenia miedo y punto, Durante toda mi vida nunca he buscado un desti- no mejor si el que tenia se me antojaba bueno. La carne en mis huesos crecia de dia en dia. La envidia, asf se llamaba la siguiente sensacién que me volvid. Senti envidia de mis camaradas muer- tos, de los hombres caidos en el afio treinta y ocho. También sen- ti envidia de mis vecinos, que masticaban algo, de los vecinos que fumaban alguna colilla, No envidiaba a mi jefe, al capataz, al jefe de la brigada; aquel era otro mundo. Elamor no me volvié. Oh, qué lejos queda el amor de Ia en~ Vidia, del miedo, de la rabia. Qué poco necesitan del amor los hombres. El amor regresa cuando ya han renacido los demés sen- timientos humangs. E] amor llega el ultimo, es el tiltimo en regre= sar; aunque gde verdad regresa? Pero no s6lo Ia indiferencia, lacn- Vidia y el miedo fueron testigos de mi retorno a la vida. La piedad Por los animales regres6 antes que la piedad hacia los hombres. Como el preso mis débil en aquel mundo de hoyos y zanjas de exploracién, trabajaba con el topografo, llevaba tras éste la mira y el teodolito. Sucedia que para moverse mis aprisa el topogsafo ‘argaba sobre sus espaldas las correas del teodolito y a mi me toca as 315 ba s6lo la ligetisima mira con sus niimeros pintados, E era otro preso. Para espantar el miedo -aquel verano chos fugitivos en la taigi-, el topdgrafo levaba una pequeifo calibre pata la que habia conseguido permiso Pero la escopeta lo tinico que hacia era molestar. Y ser una carga de més en nuestro penoso caminar, Lee anise ae naa pinz6n que se hab acercado volando a nosotros para observar de més cerca el pelion, y levirselo conrigo a otra parte. Yai bacta Gta, para sscrigcae vida, La hembra debia de estar por el lugar ahuevando; slo at se explicaba el insensato valor de aquel pajarillo de pecho rojo. El topégrafo alzé la escopeta y yo aparté a.un lado el caién. ~iGuarda el arma! ~ Pero oye! {Te has vuelto loco? Deja el péjaro en paz. “Se lo dité al jefe. Al diablo td y tu jefe. El topégrafo no tenia ganas de pelea, no le dijo nada al jet. Y yo comprendi que algo importante habia vuelto a mi Llevaba no pocos afios sin ver ni libros ni periédicos y hacia tiempo que me habia quitado de la cabeza lamentar aquella pérdi- da. Mis cincuenta compatieros de tienda, de aquella destrozada tienda de Iona, sentian Jo mismo; en nuestra tienda no aparecié ni tun periédico, ni un libro. Los mandos ~el capataz, el jefe de la ex- pedicién, el jefe de la brigada~ descendian a nuestro mundo sin topdgrafo habia’ mo. 'ScOpeta de del mando, No sdlo por libros. Mi lengua, la burda lengua de I eran mis sentidos, los sentimientos que atin vivian pegados @ huesos, Diana, marcha al trabajo, comida, final de jornada, retret con permiso, pala, veta, a sus Ordenes, galeria, burl, pico, a, esta caliente, pan, racion, dos docenas fos jove- la mina, era pobre, como pobres mis jefe, afuera hace frio, Iueve, la sopa est déjame una calada ~me habia pasado afios y afios con de palabras. La mitad de ellas eran blasfemias. En mus 9 para contar un nes, cuando era un nifio, corria un chiste de cémo, pala ra pro~ njero, un Tuso se bastaba con una sola palabra P* a de Los jure nunciada en las mas diversas entonaciones. La rique78 0 ig injurioso no se me dese cd. El chiste 2°08" Pero yo "° viaje al extra mentos rusos, su inagotable poder en la infancia, ni en Ia infancia ni en la juventu To aparecia aqui como la dulce voz de una doncell 316 pesca ors palabras. Me sentia feliz de no tener que buscar otros términos. Y si existian estos términos, tampoco lo sabia. Yo to sabia concestar a esta pregunta, Me senti asustado, aturdido cuando en mi cerebro, aqui ~y eso Jo recuerdo claramente~ bajo el parietal derecho, nacié una pala- tra una palabra del todo indtil en la taigé, una palabra que no volo no entendi yo, sino tampoco mis compafieros. Lancé aquella palabra en un grito alzindome en la litera y dirigiéndome al cielo, al infinito: —jSentencia! ;Sentencia!* Y solté una carcajada. ~Sentencia! -aullaba a bocajarro hacia el cielo del Norte, ha- cia las dos auroras, aullaba sin comprender el significado de la pa~ Jabra que habia nacido en mi. Y si aquella palabra habia regresado, si volvia de nuevo a mi, imejor que mejor! Una enorme alegria llenaba todo mi ser. —iSentencia! Esti ido! ~jHa perdido la chaveta! :Eres extranjero o qué? —me pregun- taba insidioso el ingeniero de montes Vronski, el mismo Vronski de cuna miajav. -Vronski, ztienes para fumar? =No, no me queda. ~Aunque sea una miaja. -Una miaja? Bueno. Y de la tabaquera llena de majorka salia prendida de sus sucias ufias una miaja. ~dEres extranjero? —la pregunta transportaba nuestras vidas al mundo de las provocaciones, de las denuncias, de las nuevas causas y de las condenas afiadidas. Pero a mi no me importaba nada la provocadora pregunta de Vronski, El hallazgo era demasiado enorme. ~iSentencia! ~iComo un cencerro! Elsentimiento de la rabia era el iiltimo con el que el hombre se ‘marchaba a la nada, al mundo de los muertos. {De los muertos? Ni “Sonera conserva en raso sélo su primer sentido de origen latino: ‘aseveracton Mopltion dd cache dees pct a n de caricter ético’. El proverbio o la condena se denominan de ot siquiera las piedras me pareefan muertas, sin hablar ya dela hitb, flalos irboles, del rf. El rfo no sélo era la encarnacién de la vida ho sélo era el simbolo de la vida, sino la vida misma, Su eterng orrer, el constante rumor, st! impenitente parloteo, su labor que Sbliga al agua a fluir corriente abajo imponiéndose al viento con. trario, abriéndose paso entre las rocas, atravesando estepas, prados, El rfo, que transformaba el desnudo lecho, secado por el sol, y que, con un hilllo himedo casi invisible, se abria paso entre el ro- quedal, obediente a su secular deber, y se convertia en arroyo, per- dida toda esperanza de que el cielo, la providencial Iuvia, lo salva- se. La primera tormenta, el primer aguacero, y el agua alteraba las riberas, rompia las rocas, lanzaba por los aires los arboles y corria enloquecida corriente abajo por el mismo y eterno camino suyo, ;Sentencia! Yo mismo no me lo podfa creer, y me daba miedo dormirme: no fuera que por la noche la palabra que me habia vuelto volviera a desaparecer. Pero la palabra no desaparecia. Sentencia. Es el nombre con el que tenfan que haber rebautiza- do el rio Rio-rita que corria junto a nuestro campamento, junto a nuestra zona de trabajo. ¢Qué tiene de mejor que Sentencia? El pésimo gusto del duefio de la tierra, del cartografo, estampé en los, mapas del mundo el nombre de Rio-rita. ¥ ya no tenia arreglo. Sentencia; algo de romano, de sélido y latino habja en aquella palabra. La Roma antigua se dibujaba en mi infancia como una historia de luchas politicas, de luchas entre los hombres; en cam- bio la Grecia antigua era para mi el reino del arte. Aunque en Grecia hubo sus politicos y sus asesinos, y en Roma no faltaron hombres de arte. Pero mi infancia afil6, simplificé, estrecho y di- vidié en dos estos dos mundos tan diferentes. Sentencia es una palabra romana. Me pasé una semana sin comprender qué signifi- caba la palabra «sentencia», La susurraba, la gritaba, espantaba y hacia reir con aquella palabra a mis vecinos. Exigia del mundo, del cielo que me desvelara el secreto, que me lo explicara, me lo tra- dujera... Y al cabo de una semana lo comprendi, y me estremeci de miedo y de alegria. De miedo, porque me espantaba regresat 2 un mundo para el que se me habjan cerrado las puertas de retor- no. ¥ de alegria, porque comprobaba que la vida volvia a mi aje- na a mi propia voluntad Pasaron muchos dias hasta que aprendé a llamar de las profun- didades del cerebro, una tras otra, nuevas y nuevas palabras. Cada una de ellas regresaba con dificultad, surgia de pronto y pot sepa 5 318 pensamientos y las palabras no volvian seguidos. Cada uno regresaba solo, sin Ja escolta de otras palabras conocidas, y la oper surgia primero en Ia lengua y slo luego en el cerebro. AP mus leg el dia cuando todos os cincuenta tabajadores ‘ron el trabajo Y corrieron al campamento, hacia el rio, Sbandonando sus hoyos, sus Zanjas, dejando sin cortar los troncos, sin acabar de cocer la sopa en el puchero. Todos corrian mis de- risa que YO, Pero también yo arrastrandome, ayudandome en quella carrera monte abajo con las manos, llegué a tiempo. ‘De Magadin habia llegado un alto mando. El dia era claro, templado, eco. Sobre un enorme tocbn de aeree,fente a Ia Hen~ da de campafia, habia un graméfono. El graméfono sonaba, sobre- poniéndose al chirrido de la aguja, tocaba una aGsica sinfnica. YY todos se reunieron alrededor: asesinos y ladrones de ganado, ampones y pardillos, capataces y trabajadores. Y el jefe se encon- mabe al lado, ¥ Ia expresion de su cara era como si él mismo hu- bier compuesto aquella misica para nosotros, pata nuestro campamento perdido en la taigé. El disco de baquelita daba vuel- tas y cruja, y daba vueltas el propio tocén al que habjan dado tuerda, como un tensado muelle, los trescientos circulos, la cuer- da de todos sus trescientos afios... 1965 dej era 319 EL «STLANIK» En el Extremo Norte, donde Ia taiga se une con la tundra, entre abedules enanos, matas achaparradas de serbal con sus bayas amari. Ilentas, jugosas & inesperadamente grandes, entre alerces de ee: cientos afios, que alcanzan su edad adulta a los trescientos, vive un ‘tbo! peculiar, el stdnik, Es un pariente lejano del cedro, el cedro siberiano, un arbusto de pinocha perenne con un tronco algo mas grueso que un brazo humano y una altura de dos a tres metros. Rio es un arbol caprichoso y crece en las laderas agarrindose con as raices a las grietas de las rocas. Es valeroso y obstinado, como todos los arboles del norte. YY posee una sensibilidad poco comin. Termina el otofio, hace tiempo que deberia haber Ilegado la invierno. Hace mucho que por Jos bordes del blanco fir- es unas nubes bajas y azuladas. Desde por la mafiana el penetrante viento otofial se ha calmado como una amenaza. ;Anuncia nieve? No. No caerd. El stlénik aan nose ha acostado. Uno tras otro pasan los dias y la nieve sigue sin caer, las nubes merodean lejos tras Jos oteros, y en el alto cielo sale un pequefio y palido sol. Todo es otofial... Pero el stiénik se dobla. Se dobla cada vez mas, como bajo un peso insoportable cada vez mayor. El 4rbol arafia con su copa la extendiendo cual patas sus ramas Toca y se apretuja contra el suelo inline $ tienda, Parece un pulpo vestido de plumas verdes. Acostdo espera un dia, otro, y de pronto del blanco cielo empie- a . : , a caer, polvorienta, la nieve, y el stlanik, como el oso, se sumer- a Fo i 5 ge en un suefio invernal. Sobre la blanca montana se alzan enor- se han puesto mes br , 5 ultos de nieve: son los arbustos del stldnik que ahibernar, A fin: invi Wes met as del invierno, cuando atin la nieve cub’ 10% s de espesor y en los desfiladeros las nevascas nieve, el mamento corren como derram re la tierra con han forma~ t 163 do una capa tan dura que solo se puede atacar con b, Jos hombres buscan inutilmente en la naturaleza s arras de hi avers, Aunque el calendario anuncie la legada da nce 2 Pr cién, el dia no se distingue de otro de invierno: el aie nueva esta. y seco como cualquier dia de enero. Por fortuna la sensi’ del hombre es muy tosca, sus percepciones demidadp Por lo demas los sentidos de que dispone el hombre, cncoer et tal son pocos, insuficientes para predeciro adivinar nada, La naturaleza es més sutil que el hombre en sus sensaciones Sabemos algo de esto. :Recuerdan los salménidos que van a deso- var solo en el rio en que cayeron las huevas que les dieron vida? 2Y las misteriosas trayectorias de las aves migratorias? Son muchas las plantas y flores bardmetros que conocemos. Pues bien, entre la inmensidad albina de las nieves, en medio de la desesperacion mis absoluta, de pronto se alza el stlénik, El drbol se sacude la nieve, se alza en toda su estatura y levanta hacia el cielo su ramas verdosas, ateridas y algo anaranjads. EL silénik oye la llamada imperceptible de Ia primavera y, como cre on ella, es el primero en levantarse en el norte. El invierno hat minado. Pero también oc es demasiado confiado. Aborrece tanto el invie ego. Si en inviern lo, retorcido su suemi Jevantard. La hoguera do por el engaiio, de nue- Y Io cubriri la nieve: | Arbol de las espe turre esto otro, Arde una hoguera. El slik no que esti dis 10, junto aun at 10 invernal, se apa puesto a confiar en el calor del fu busto de stlénik, que duerme acostad se enciende una hoguera, el stlanik se gay el defraudado cedro siberiano, Iloran vo se doblaré para acostarse en el viejo lugar. No, no sélo predice el tiempo. El stldnik es eI ranzas, es el tinico arbol en todo el extremo norte perennement® verde. En medio del blanco cegador de la nieve, sus rams de un verde apagado nos hablan del sur, del calor y de la vida, Durante el verano es humilde y pasa desapercibido, todo a st alrededor florece con premura, esforzindose por llegar a fructificar &” © fu gaz verano boreal. Las flores de la primavera, del verano y 4 oe las unas tras as otras en la incontenible ye cha amarillenta 4 a se acerca el otofio y empieza a ee se ae mustia y se seca, el ee desnudos los alerces, la pajiza ue} it » que clarea, y entonces se ve come entre Pilida hierba yel 5 antorcha verdes del tins nCeMEER 219 Jejos las enor™® TR «el stlnik siempre me ha parecido el Srbol ru A is rae el venerado sauce llorén, que el tc Y la lef de sil es la que mds calient cis, s0 mas poé- platano 0 que el 1960 165 LA RESURRECCION DEL ALERCE somos supersticiosos. Pedimos milagros. Nos inventamos simbo- os y con ellos vivimos. Un hombre en el extremo norte busca una salida para su sensi- bilidad no destruida, no envenenada tras sus largos afios en Koly- mE] hombre manda por correo aéreo un paquete: no libros ni fotografis, sino una rama de alerce, una rama muerta de naturale- naviva. Aguel extraiio regalo —una rama reseca, batida por los vientos de los aviones, aplastada, quebrada en el vag6n correo, una rama de un marrén claro, dura, huesuda de un 4rbol del norte lo po- nen en agua. Llenan un bote de conserva con agua del grifo de Mosca, un agua malvada, llena de cloro, desinfectada, que por si sola es per- fectamente capaz de secar todo lo vivo: el agua muerta de las ca- fierias moscovitas. Los alerces son mis serios que las flores. En la habitacién hay flores, flores de brillantes colores. Aqui se colocan ramos de cere- 20 also, ramos de lilas, que se ponen en agua caliente, machacan- do las ramas y sumergiéndolas en agua hirviendo. ; Elalerce esta en agua fria, algo tibia. El alerce habia vivido més cerca de Chérnaya Rechka® que todas esas flores, que todas esas amas de cerezo, de lilas Esto lo entiende la mujer de la casa. También lo alerce, Obedeciendo a Ja ardiente voluntad del hombre, la rama bea Pain sus fuerzas fisicas y espirituales, pues es ipa oe @ resucite con silo las fuerzas fisicas: el calor de Moses comprende el CChémaya Rechka, uno de los destinos de Shakimov en el nore a 495 agua clorada, el impasible bote de vidrio. En la rama se despiertan otras fuerzas, unas fuuerzas secretas. : Pasan tres dias y tres noches y la mujer se despierta por un ex- trafio olor, un aroma vagamente parecido a la trementina, débil, delicado, nuevo. En la recia y lefiosa piel se han abierto paso, han brotado a la luz unas nuevas agujas, j6venes, vivas, frescas agujas de pinocha. : El alerce esta vivo, el alerce es inmortal; este milagro de la re- surreccién es imposible que no sea cierto, pues el alerce se colocé en el bote con agua en el aniversario de la muerte en Kolymé del marido del ama de casa, un poeta. % _ Incluso este recuerdo del hombre muerto participa también en |) el retorno a la vida, en la resurrecci6n del alerce. El delicado olor, el verde cegador son principios decisivos de la vida. Son débiles, pero vivientes, resucitados por una misteriosa fuerza espiritual, ocultos en la rama pero que se han mostrado a la luz. El olor del alerce era débil, pero claro, y ninguna fuerza en el mundo podria borrar aquel aroma, apagar el color y la luz del verde. Cuintos afios, zarandeado por los vientos, por las heladas, gi- rando tras el correr del sol, el alerce, cada primavera, habia exten- dido hacia el cielo sus jévenes hojas verdes. {Cuintos afios? Cien. Doscientos. Seiscientos. El alerce de Daiir alcanza la edad adulta a los trescientos afios. iTrescientos afios! El alerce cuya rama, cuya ramita respiraba en la mesa moscovita, era del tiempo de Natalia Sheremétieva-Dolgo- rakova* y podria evocar su amarga suerte: contar sobre los reveses de la vida, hablar de la fidelidad y la firmeza, sobre la integridad moral, sobre los sufrimientos fisicos, morales, que en nada se dis tingufan de los tormentos del treinta y siete, con la misma naturale- 2a feroz del norte ~que odia al hombre, mortal por los peligros de las avenidas primaverales de las aguas y por las ventiscas invernales-, con las denuncias, con la brutal arbitrariedad de los mandos, con las muertes, los descuartizamientos, el tormento de la rueda al que se vio sometido el esposo, el hermano, el hijo, el padre, todos de- nunciandose el uno al otro, traicionandose entre ellos... * Natalia Borisovna Sheremétiev tala B Sheremétieva-Dolgorikova (1714-1771), hija de BLN. She- néies esposa del principe LA. Dolgoniko, al que suid en su destierro en iberia en 1730, Son conacidas sus Memorias (1767). [Nota dela redactont.| 496 - — sgn qué no es steel eterno tema ruso? ipespues de la retorica del moralista Tolstéi y de los desafora- gossermones de Dostoyevski, vinieron nuevas gueras,revolucio- os Hiroshima y los campos de concentracién, denuncias,fusila- mientos. Elalerce trocé las escalas del tiempo, echo en cara al hombre sa desmemoria, le recordé lo inolvidable. El alerce que habia visto la muerte de Natalia Dolgorikova y que vio millones de cadaveres ~inmortales en la eterna conge- lucién de Kolyma-, que vio la muerte del poeta ruso, el alerce vive en alguna parte del norte, para ver, para gritar que nada ha cambiado en Rusia: ni la suerte de los hombres, ni el odio huma- no, nisu indiferencia, Natalia Sheremétieva lo apunté todo, lo es- cribié con su fuerza lena de tristeza y con su fe. El alerce cuya rama habia revivido en la mesa moscovita ya estaba vivo cuando Sheremétieva viajaba hacia su funesto destino en Beriézov, por una senda tan parecida a la que va a Magadén, mis allé del mar de Cjossk. Elalerce destilaba, eso mismo, destilaba un olor como la savia. El olor se transmutaba en color y no habia fronteras entre ambos Elalerce en la casa moscovita respiraba para traer a la memoria lee los hombres su deber de hombres, para que los hombres no olvidaran los millones de cadiveres, de los hombres caidos KKolyma, El débil e insistente olor era la voz de los muertos. Y era justamente en nombre de estos difuntos que el alerce se attevia'a respirar, hablar, vivir. a aquella resurreccién hacia falta fuerza y fe. No bastaba Con meter la rama en el agua, ni mucho menos. Yo también un dla puse una rama de alerce en agua: la rama se s€c6, se convirti6 a 2 Inanimado, se hizo fei y quebradiza, la vil abando- cae gata S© marché a la nada, no resucitS. Pero eLaleree ema Poeta revivié en un bote con agua es hay ramas de lilas, ramas de cerezo, y hay romanzas sensi- ras élalerce no es un buen motivo, no es un tema para una rO- manag, El 5 Fi e - dletce es un arbol muy setio. Es el irbol que nos da ae 1 -el arbol el mal, jno es un manzano, ni un abedult -el ar {We se encon de 4 cOmttaba en el paraiso terrenal antes de verse expulsados SlAdin y Eva, 497 SS El alerce es el frbol de Kolymi, el drbol de los campos de con. centracién, En Kolymi los pijaros no cantan. Las flores de Kolyma -bri- lantes, presurosas, burdas~ no tienen olor. Un corto verano ~en un aire frfo, sin vida-, un calor seco y el frio de la noche En Kolyma s6lo huele la uva espina, el escaramujo de la mon- tafla, con sus flores de rubies. No huelen ni el rosado y rudo mu- guete, ni las enormes violetas, ni el fibroso enebro, ni el eterna. mente verde stlénik, Slo el alerce invade los bosques con su vago olor a trementi- na. Al principio se diria que se trata del olor a descomposicién, de un olor a muerto. Pero si uno presta atencién, si inspira honda- mente este olor, comprenderi que es el olor de la vida,-cl olor.a la resistencia-al norte,.el olor de la victoria: Por lo demiés, los difuntos no huelen en Kolymé: estin dema- siado consumidos, desangrados y ademis se conservan congelados entre los hielos eternos. No, el alerce no es un Arbol bueno para las romanzas, sobre esta rama no hay modo de cantar, de componer una romanza Aqui las palabras tienen otra hondura, calan en otras profundida- des de los sentimientos humanos El hombre manda por avién desde Kolyma una rama de aler- ce. No la envia con el propésito de que lo recuerden a él. Nien memoria de su suerte. Sino en recuerdo de los millones de seres asesinados, torturados hasta la muerte, que se apilan en las fosas comunes al norte de Magadan. Para ayudar a recordar a los demas, a descargar de su alma esta pesada carga: ver algo asi, hallar el valor de no contarlo y no obs- tante recordarlo. El hombre y su mujer adoptaron una nifia “la hija presa de una madre muerta en el hospital para, a su propio entender, a su manera, tomar sobre si alguna obligaci6n, cumplir algin deber personal. Para ayudar a los compaiieros, a aquellos que han quedado con vida tras los campos de concentracién del Iejano oriente.. Mandar la recia y flexible rama a Mosct. Al enviar la rama el hombre no comprendia, no sabia, no pen saba que en Moscti le iban a devolver la vida a la rama y que ella. resucitada, oleria a Kolyma, floreceria en una calle de Mosca, que el alerce mostraria su fuerza, su inmortalidad —pues los seiscientos aiios que vive el alerce son para el hombre pricticamente la in~ 498 sonaidad, que alguien en Mosci tocatia con sus manos la ru- wy suid y recia rama, la miraria, vera su verde cegador, su re- emieto, su resurrecci6n, e irfa.a inspirar su olor no. como el recuerdo del pasado, sino como una nueva vida, 1966 - 499 - mortalidad-, que alguien en Mosca tocaria con sus manos la ru- goss, suftida y recia rama, la mirara, veria su verde cegador su n- surgimiento, su resurreccién, ¢ irfa_a inspirar su olor no como el recuerdo del pasado, sino como una nueva vida. 1966 . 499 «LEND-LEASE» sos fescas hues del tractor en el pantano se drfa que eran obra tat Jpn animal preistico, lo menos parecido a una muestra de or denica norteamericana Iiegada gracias a lend: leas.” Noxours, los presos, ofamos hablar de aquellas maravilla le aut de iertaslejanas, de unos objetos que habian sumido en la rena fos mandos de los campos. Los trajes de ana usados, los pulloves, los sweaters gastados, la ropa recogida para los presos de Kolymnd al oo lado del océano fueron a para, tras una disputa que casi desemboca en combate, a manos de la esposts de los ge- renales. En los listados, aquellos tesoros de lana se denominaban con el término «de segunda mano», palabra mucho més convin- cente, claro est’, que el epiteto de «gastado» o que todos aquellos a/uy ~eantes en usor-, bien conocidos para el oido del presidia~ rio, La expresion «de segunda mano» ocultaba cierta imprecision enigmitica, como si algo se hubiera usado con sélo tenerlo en las manos 0 en casa en el armario y luego el traje se hubiera conver- tido en ede segunda mano» sin perder ninguna de sus numerosas cualidades, virtudes de las que ni se podria hablar en caso de que en el documento constara la palabra «gastado». El salchichén del lend-lease no era ni mucho menos «de segun- da mano», aunque aquellos fantasticos manjares s6lo los veiamos de lejos. La carne de cerdo del lend-lease, las barrigudas latas, eso 5i, ese plato lo conociamos bien. La carne de cerdo, bien medida Y contada segiin la muy compleja tabla de equivalencias, robada * El ends ices tblase era la ayuda norteamericana. El Lend-Lease Act aprobado en 1941 i abastecer de material a los aliados, entre ellos a los soviéticos, durante la men, BUTT mundial, que recibieron a modo de préstamo armamento, ma- inatiay otros articuls. ae 303 - por ls manos avarientas de los jefes y vuelta a contar ya medir de Prevo antes de caer en el puchero, cocida alli y transmutada en nisteriosas fibras que olfan a cualquier cosa menos a carne, aque- Ths latas de lend-lease excitaban s6lo nuestra vista, aunque no el paladar. La carne de cerdo de lend-lease que se incorporaba a la bila del campo no tenia sabor alguno. Los estémagos de los reclu- sos preferfan algo de su tierra, del tipo de la vieja y podrida carne de reno, imposible de cocer ni en siete pucheros del campo. La carne de reno no se esfuma, no se hace etérea, como ocurre con Ja que contenian aquellas latas. ‘La sémola de avena del lend-lease, ésa si que era buena y la co mfamos, De todos modos no tocaba mis de dos cucharadas sope- ras por racién. Pero también Iegaban por lend-lease maquinaria ¢ instrumen- tos que no se podian comer: unas incémodas hachas tomahawk, tunas comodfsimas palas, con mangos no rusos, mis cortos, que economizaban el esfuerzo del usuario. Las palas se vestian al ins- tante con unos mangos largos de fabricacién nacional, y en cuan- to a la propia pala, se aplastaba para poder recoger, escarbar mis tierra. jGlicerina en bidones! ;Glicerina! Un guardién la primera no- che sacé un cubo de aquella glicerina Kquida y la vendié alli mis- ‘mo a los presos como «miel americana» lenandose el bokillo. Y también gracias al lend-lease llegaron unos enormes Dia- mond de cincuenta toneladas, con remolque y caja de hierro. Los Studebaker de cinco toneladas se encaramaban como si nada por cualquier pendiente: no hubo en Kolym4 coche mejor. Con es- tos Studebaker y Diamond, en unos preciosos sacos blancos de tela con el Aguila norteamericana, se distribuia dfa y noche por los dos mil kilémetros de la carretera de Kolymé el trigo ameri- cano llegado por el lend-lease. De aquella harina salfan unas racio- nes de pan rechoncho e insfpido. Aquel pan del lend-lease posefa tuna cualidad asombrosa. Todo aquel que comia el pan del lend-le- ase dejaba de i a las letrinas, y una vez cada cinco dias el estoma- go vertia al exterior algo que ni siquiera se podia llamar excre- mento. El estémago y los intestinos del preso en el campo absorbian aquel maravilloso pan blanco mezclado con harina de maiz, harina de hueso y con algo mis, algo que podriamos llamar simplemente esperanza humana, lo absorbian todo, sin dejar res tos... Tal vez no ha llegado atin el momento de contar cuantos acaaaet —— 304 hombres salvaron sus vidas justamente gracias a aquella harina ul- tramarina. Los Studebaker y los Diamond tragaban mucha gasolina, Pero también el combustible legaba por lend-lease, una bencina clara de aviacién. Los coches nacionales se habjan remodelado para fancionar con calefaccién de lefia: dos estufas en forma de co- lumna se colocaban cerca del motor y se calentaban con tacos de madera, Surgié la palabra «taco» y se crearon varias fibricas de estos tacos a cuya cabeza se colocaba a algunos miembros del partido contratados. La direccién técnica de estas fibricas de tacos estaba a cargo de un ingeniero jefe, de otro simple inge- niero, de un inspector, un planificador, ademés del contable. No sabria decir cuantos trabajadores de verdad —dos o tres por turno en cada una de aquellas fibricas de tacos— serraban con una sierra circular aquellos trozos de madera. A lo mejor serian tres incluso. La maquinaria también era importada. A nuestras tierras Ileg6 un tractor y trajo a nuestra lengua una palabra nueva: «bulldozer», El animal prehistérico fue puesto en libertad, depositado sobre sus propias cadenas de orugas. Un bulldozer americano con una ancha cuchilla que brillaba como un espejo, un escudo metilico colgante, la pala. Un espejo que reflejaba el cielo, los arboles y las estrellas, que reflejaba las sucias caras de los presos. Hasta se acercé un guardidn al milagro Megado de tierra extrafia y dijo que ante aquel espejo metilico incluso podia afeitarse uno. Pero nosotros no tenjamos que afeitarnos; una idea asi no podia pasarnos por la cabeza, En el aire helado durante largo tiempo se oyeron los suspiros, los rugidos de la nueva fiera americana. El bulldozer tosia enfada- do por el frio, Pero al rato humeé, rezongo algo molesto y se lan- 26 hacia adelante, aplastando los troncos, superando con soltura los tocones: era la ayuda extranjera. Ahora no tendriamos que arrastrar los troncos pesados como el Plomo de los alerces del Daair; los troncos talados y la lefia cortada se diseminaban por el bosque en la ladera. Mover a mano los tron- £05, aquello que se llamaba con la simpitica palabra de «acarreo», ra un trabajo improbo, insoportable en Kolymi. De alto en alto, Pot los estrechos y sinuosos senderos de las laderas, el acarreo a ‘mano era un trabajo sobrehumano. En otro tiempo, hasta el trein- "AY ocho, se empleaban caballos, pero Ios caballos soportaban el - 305 norte peor gue los humanos, y resultaron ser ms débiles que lo ombres, no resistieron el acarreo y murieron. Y ahora venia en nuestra ayuda (zen 1a nuestra?) la cuchilla abatible del bulldozer americano. Nadie de nosotros sofaba siquiera que en lugar del pesado ¢ insoportable trabajo con los troncos, trabajo que odisbamos to. doe nos darian un trabajo mas ligero. Sencillamente nos aumenta- ‘ala tala; de todos modos tendriamos que hacer al- gquna otra cosa, tan humillante, tan despreciable como cualquier otto trabajo en el campo. El bulldozer no curaria nuestros dedos congelidos. ;Pero si, tal vez, el solidol americano! ;Ah, el solidol! La cisterna en la que leg6 el solidol se vio atacada al instante de aterminales» que al momento le reventaron con rian la norma et por una multitud tuna piedra el fondo. Alguien les dijo a aquellos hombres hambrientos que era man- tequilla de lend-lease, de modo que cuando se le puso un centine- layla autoridad dispers6 a tos a los presos que se arrojaron sobre cl solidol, ya sélo quedaba medio bidén. Los afortunados se traga- ban aquella mantequilla extranjera sin creer que no era mis que solidol; también el milagroso pan americano era insipido y tam- bién tenfa aquel extrafio gusto metilico. Y todos a los que les cay6 en suerte llegar hasta el solidol se chupaban los dedos, engu- Ian las més diminutas particulas de aquel manjar forineo por su gusto mas parecido al de una piedra joven. Porque también la pie- dra no habia nacido piedra, sino como un ser blando y aceitoso. Como un ser y no una sustancia. En sustancia la piedra se con- vierte cuando envejece. Las jévenes y himedas capas de las rocas calcdreas en las montafias encandilaban la vista de los fugitivos y de las expediciones geoldgicas. Hacia falta tener una poderosa fuerza de voluntad para alejarse de aquellas riberas de miel, de aquellos rios de leche por los que se deslizaban las rocas jovenes. Pero alli aquello era la montafia, las rocas, los derrumbes, aqui en cambio estibamos ante el fruto del lend-lease, un artilugio hecho por el hombre... A aquellos que lograron meterle mano al bidén no les paso nada malo. El estémago y los intestinos entrenados en Kolyma dieron buena cuenta del solidol. Pero a lo que quedaba de él le pusieron un centinela, pues el solidol era el alimento de las mi- quinas, de unos seres infinitamente mas importantes para el Esta- do que los hombres. — 306 se aqui pues que, del ot lado del océano, legs hasta noso- sos eval simbolo dela vitor, dela amistad y de Dios sabe qué ve gna de aquellas criaturas. . sw escientos hombres sentian una envidia infinita hacia el rntaba al volante del tractor americano, a Grinka Jos reclusos habian tractoristas mejores que Lébe- ven pero todos os demés eran del cincuenta y ocho, politicos en sero Lébedev era un comdn, un parricida para ser mis exactos. fr resto de los trescientos hombres veian cémo el paraiso en la va se abria ante Lébedev, quien, sentado al volante del tractor en engrasado, rugiendo el motor, se lanzaria a toda maquina ha~ cia el bosque. Ta tala del bosque quedaba cada vez més lejos. Las labores de tala de os troncos se realiza en Kolymé junto a los arroyos, donde tn ls profundos desfiladeros, a cubierto del viento y a oscuras, Jos drboles alcanzan su mayor altura. Al viento, a la luz del sol, so- bre as cenagosas laderas de las montafias s6lo se ven Arboles ena- nos retorcidos y torturados por su eterno gitar tras el sol, por la eterna batalla por un pedazo de tierra descongelada. Los arboles en kas laderas no parecen Arboles, sino unos monstruos dignos de tna cimara de los horrores. Y sélo en los desfiladeros oscuros si- guiendo el curso de los torrentes de montaiia los arboles adquie- renaltura y fuerza. La tala del bosque se asemeja a la bitsqueda de las vetas de oro y se lleva a cabo en los mismos arroyos auriferos, con la misma premura, con igual energia: un arroyo, un pedazo de terreno, el instrumento de lavado, un barrac6n temporal, un impulso rapaz, veloz, y el riachuelo y el lugar se quedan sin bos- que para los préximos trescientos afios, y sin oro por los siglos de Ios siglo, En algin lugar existen centros forestales, pero de explotacién se puede hablar en Kolymé, donde un alerce necesi- ta trescientos aiios para llegar a adulto, cuando estamos en guerra, cuando en compensacion por el lend-lease se da un salto mortal en 4a fiebre del oro, febril actividad, por cierto, cercada por las torres de vigilancia de los campos? ees troncos talados y mucha lefa ya preparada, cortada y lose ‘a habia abandonado en las zonas de tala, Muchos «pali- eae ie hundido en la nieve, caidos sobre la tierra al poco de Las debi ae sobre los hombros fragiles, huesudos de los presos raz0s de los reclusos, decenas de brazos no podian le- reso que se Se! Lébedev. Entre je qué normas = 307 santar sobre algin hombro (y ni el hombro existia) un tronco de Yos metros, acarrear varias decenas de metros por los oteros, las hondonadas ¥ zanjas aquel tronco de hierro. Mucha madera se vandoné ante 10 imposible del acarre0, Y el bulldozer debia salir en nuestra ayuda, Para su primer viaje por Ja tierra de Kolym§, por la tierra rusa, al bulldozer se le encomendé un trabajo muy distinto. F Vimos como el retumbante bulldozer torcid a Ia izquierda y vengé a subir hacia una terraza, un saliente de la roca donde se que lindaba con el cementerio del de veces nos habian mandado al com! encontraba el viejo camino campo y por el que centenares trabajo. Yo no me paré a pensar por qué las altimas semanas nos con- ducian al trabajo por otro camino y no por la ruta conocida, aplasada por as botas de los guardias y los zapatones de goma de ies presos. El nuevo camino era el doble de largo que el viejo. ‘A cada paso habia subidas y bajadas. De modo que cuando llegi- pamos al lugar de trabajo ya estabamos agotados. Pero nadie pre- gntaba por qué nos llevaban por otro camino. "Asi era, ésta era la orden y nos arrastrabamos 2 cuatro patas, agarrindonos de las rocas, desgarrandonos hasta sangrar los dedos ‘Slo entonces vi y comprendi la razon. Y di gracias a dios por haberme dado el tiempo y la fuerza para ver aquello. La tala del bosque se habia alejado del campo. La ladera de la montafia se veia desnuda; la nieve, atin poco espesa, expulsada por ¢l viento. Los tocones, arrancados hasta el altimo; debajo de los tas gruesos se colocaba una carga de amonal y el tocén saltaba por los aires. Los tocones mis pequeiios se extrafan con barras de hierro, y los més diminutos simplemente con las manos, igual que Ios arbustos de stlanik... La montafia estaba pelada y se habia convertido en el gigantes- co escenario del especticulo, del misterio del campo. La fosa, la fosa comin, un agujero hecho en la piedra y Cr bierto hasta arriba de cadiveres incorruptos, fillecidos ya en ¢l treinta y ocho, aquella fosa se estaba desmoronando. Los cadaveres se deslizaban por la ladera del monte poniendo al descubierto el secreto de Kolyma. En Kolymi los difintos no se entregan a la tierra, sino a B piedra. La piedra guarda y descubre los secretos. La piedra es mis segura que la tierra. La congelacién eterna guarda y descubre los aa = 308, secretos. A cada uno de nuestros compajieros, a cada uno d Jos muertos en Kolymé, a cada uno de los fusilados, de los muer: tos a golpes, de los desangrados por el hambre se les puede reco- nocer, aunque pasen decenas de aiios. En Kolymé no habia hor- nos de gas. Los cadaveres esperan en la piedra, en los hiel eternos. En el afio treinta y ocho, en las minas de oro, para cavar estas fosas se formaban brigadas enteras que horadaban, dinamitaban, cavaban sin cesar las enormes, duras, frias y rocosas fosas. En el treinta y ocho cavar aquellas fosas no era un trabajo duro, alli no habia «planes», normas calculadas segiin la resistencia a la muerte del hombre, calculadas sobre catorce horas de jornada de trabajo. Cavar las fosas era més ficil que meterse con las botas de goma en el agua helada de la mina de oro, més llevadero que la «produc- cin principal del «primer metal». Aquellas tumbas, aquellas enormes fosas de piedra estaban lle- nas hasta arriba de muertos. Cadaveres incorruptos, esqueletos desnudos envueltos en una piel tersa y sucia, surcada de heridas, sembrada de las picaduras de los piojos. La piedra, el norte se resistia con todas sus fuerzas a este trabay jo del hombre, no dejaba entrar en sus entrafias a los muertos. Li piedra en su retroceso, vencida, humillada, prometia no olvid: nada, prometia esperar y guardar el secreto. En seis afios, los rigt! ros0s inviernos, los templados veranos, los vientos, la Iluvia saca! ron a los muertos de la piedra. La tierra se abrié mostrando su: subterraneos tesoros, pues bajo tierra en Kolymé no sélo hay 01 no sélo plomo y wolframio, no sélo uranio, sino también cuerpos humanos sin corromper. Estos cuerpos humanos se deslizaban por la ladera, tal vez con haiintencién de resucitar. Yo ya habia visto antes desde lejos, desde ¢l otro lado del arroyo, esos objetos que agarrindose a las ramas, a las piedras, se habian puesto en movimiento; los veia a través del nalo y talado bosque y pensaba que eran troncos, troncos atin sin desramar. Ahora la montafia se vefa pelada y el secreto de la montana) aparecia al descubierto. La tumba se habia abierto y los muerto* arrstraban por la ladera. Junto al camino abierto por él cet 5 habia horadado ~zpor quign? porque del barracén no haben levado a nadie a hacer aquel trabajo~ una nueva y enorme TOs i j e que murié- Comin. Enorme. En el caso de que nos heldramos, de quem ase 309 ramos, tanto para mi como para mis amigos, para todos nosotros habria un Iugar en aquella nueva fosa, una nueva residencia para los difuntos. El bulldozer amontonaba los cadaveres helados, miles de cadive- res, miles de esqueléticos difuntos. Todo estaba incorrupto: los re- ttorcidos dedos de las manos, Jos dedos purulentos de los pies, los Imufiones que quedaban tras las congelaciones, la seca piel, arafiada hasta la sangre, y los ojos que ardian atin con el brillo del hambre, Con mi mente cansada, torturada, yo intentaba comprender: jde dénde habia salido en estas tierras una fosa comin tan grande? Por. que por aqui al parecer no hubo minas de oro, y yo soy un viejo ha- bitante de Kolymé, Pero Inego pensé que s6lo conozco un trozo de este mundo, el pedazo cercado por el alambre de espinos y las torres de vigilancia, unas torres que recordaban las torres almenadas de la construccién de Mosca. Los rascacielos de Moscit son las torres vi- gfa que vigilan a los reclusos moscovitas; asi se me aparecen estos edificios. ¢Y a quién le corresponde el primer lugar, a las torres vi- gilantes del Kremlin o a las torres de los campos, de qué se copié el modelo para la arquitectura de Mosci? El torreén del campo de trabajo: ésta es la idea fundamental de nuestro tiempo, una idea bri- lantemente expresada en el simbolismo arquitectonico. Pensé que slo conocia un pequeiio fragmento de aquel mun- do, una parte ridicula, infima, y que a veinte kilometros se podia encontrar una casita de exploradores gedlogos en buscaba de ura~ nio, o una mina de oro para treinta mil reclusos. Entre los plie- gues de las montafias se puede ocultar lo que se quiera. Y luego recordé el avido fuego del epilobio, el virulento flore- cer de la taigi durante el verano que trataba de ocultar entre la hierba, entre la maleza el rastro de cualquier acto humano, bueno y malo, Recordé quedashierba-es-mis_olvidadiza que. cl hombre. Y que si olvi también olvidard la hierba, Pero la piedra y el fiielo eterno no olvidan —Grinka Lébedev, el parricida, era un buen tractorista y mane jaba seguro el bien engrasado tractor extranjero. Grinka Lébedev hacia con esmero su trabajo: entre los resplandores de la euchill del tractor, con la pala, arrastraba los cadiveres hacia la fos, Tos empujaba al fondo y regresaba a por una nueva remese La autoridad habia decidido que el primer viaje, que el prime? trabajo del bulldozer recibido por el lendelease no seria en el bor que, sino un asunto mucho mis importante. 310) El sabajo habia terminado, El bulldozer cubrié la nueva fosa con un monton de piedras y guijarros, y los difuntos se ocultaron ‘la roca. Pero no desaparecieron, Fl tractor se acercaba a nosotros. Grinka Lébedev, un comin, un purricida, no miraba hacia nosotros, los del articulo cincuenta y ocho. A Grinka Lébedev se le habia encomendado una tarea de importancia estatal y él la habia cumplido. En el rostro de piedra de Grinka Lébedev,se.recortaba el orguillo, la.consciencia del de- tee alldozer pas6 retumbando junto a nosotros; en el cuchillo- espejo no se veia ni un rasguito, ni una mancha. ba 1965 3i1 LA RACION DE CAMPANA. Cuando Iegamos los cuatro al manantial Duskania nos alegramos tanto que casi no hablébamos entre nosotros. Temfamos que nuestro viaje se debiera a algtin error o fuera una broma, que nos harian volver atrés a las siniestras, himedas y heladas —Ilenas de hielo fundido- galerias rocosas de la mina. Los chanclos de goma gue nos dieron no protegian del frio nuestros pies, ya congelados en mis de una ocasi6n. Seguimos las huellas de tractor, como quien marcha tras los pasos de una fiera prehist6rica, pero el camino de orugas se acabé, y por un viejo sendero, casi imperceptible, llegamos a una peque- fia cabafia de troncos con dos aberturas por ventanas y una puerta que colgaba de un solo gozne hecho de un pedazo de neumitico sujeto con clavos. La pequefia puerta tenia una enorme manilla de madera, parecida a las de los restaurantes en las grandes ciudades. Dentro habia unas literas desnudas de tablones enteros y, tirada en el suelo de tierra, una lata de conserva negra y chamuscada. Idén- ticas latas, oxidadas y amarillentas, se esparcian en gran cantidad junto ala pequefia cabafia cubierta de musgo. Era la isba de unos exploradores de montaiia; hacia mas de un afio que nadie la habi- taba. Nosotros debiamos vivir aqui y abrir una trocha en el bos- que; habiamos traido hachas y sierras. Era la primera vez que nuestra racién de comida se nos entre- gaba en mano. Yo Ilevaba un precioso saco con sémolas, azticar, Pescado y grasas, El saco iba atado con pedazos de cordel por va- Tios lugares, como se atan las salchichas. Azitcar molida y sémola de dos clases: de ccbada y de magar.* Savéliev levaba un hato Expecie imprecisa de cereal, como el songo, 0 de cereales, como se veré mis Adelante, de dudosa procedencia exactamente igual, ¢ Ivan Ivanovich, dos 5208, cosidos 2 gran " puntadas. Nuestro cuarto compaiiero —Fedia Schapov— Se habig echado despreocupadamente la sémola en los bolillos del gh? quetén, el azticar se lo ato en los peales. El bokillo interior dq Spaquetén le servia, arancado, de bolsa de tabaco, donde depo, taba con cuidado las colillas que encontraba. Nuestras raciones para diez dias nos producian pinico: no eriamos ni pensar que debiamos partir todo esto —si queriamos desayunar, comer y cenar~ en nada més y nada menos que tein porciones, o en veinte, si comiamos dos veces al dia. Llevamos pan para dos dis, el resto nos lo traeria el capataz, pues ni sigue. ral grupo més pequeiio es impensable sin un jefe. De quién trataba era algo que no nos preocupaba en absoluto, Nos dijeron que debiamos preparar la vivienda antes de su llegada. ‘A todos nos tenia asqueada la comida del campo: cada dia el mismo desesperante especticulo de los peroles de cinc con la sopa que traian al barracén colgando de unas varas; era como para echarse a Iorar. Llorar ante el temor de que la sopa estuviera aguada, Y cuando ocurria un milagro y la sopa era espesa, no nos Jo crefamos y, enos de alegria, la comiamos muy poco a pore. Pero incluso después de una sopa espesa, con el cuerpo algo mis templado, no se apagaba el zumbido del dolor en el estomago; levabamos mucha hambre atrasada. qu Todos los sentimientos humanos ~el amor, la amistad, la envidia, amor al projimo, la misericordia, el ansia de gloria o la honradez- nos habian abandonado con la carne de la que nos vimos privados durante nuestra prolongada hambruna. En la insignificante cap? muscular que atin quedaba adherida a nuestros huesos, y que 24" Fos permitia comer, movernos, respirar, e incluso serrar leita 0 1 coger con la pala piedras y arena en la carretilla por los inacabables tablones de madera en las minas de oro, por el estrecho camino de madera hasta la maquina de lavado, en esta capa muscular s6l0 bia el odio, el sentimiento humano mis imperecedere. Savéliev y yo habjamos decidido alimentarnos por "ues cuenta. La preparacién de la comida es un placer carcelario 4 a eae ae Preparar la comida para ti mismo, con © ie ued ean ego comértela produce una satisfaccién que hed para con nada. Daba igual que estuviera peor que si ero We sila hubieran cocinado las manos expertas de un coc 48 nuestros conocimientos culinarios eran infimos, no dominabamos siquiera el arte de hacernos uma simple sopa o unas gachas, Y no gbstante, Savéliev y yo recogimos latas, las limpiamos, las quema- mos al fuego de la hoguera, algunas cosas las pusimos a remojo, eras ls hervimos, aprendiendo el uno del otro. vin Ivinovich y Fedia juntaron sus provisiones. Fedia dio yuelta con cuidado a sus bolsillos y, tras inspeccionar cada costura, escarbo con sus sucias y rotas ufias hasta el iltimo grano. ‘Los cuatro estabamos perfectamente preparados para nuestro viaje al futuro, fuera éste celestial o terreno. Sabiamos cuales eran tas normas que la ciencia establecia para una alimentacién sana, qué era la tabla calérica de alimentos, segiin la cual resultaba que tun cubo de agua suplia en calorias a cien gramos de mantequilla. Habfamos aprendido a resignarnos y perdido toda capacidad de asombro. Careciamos de orgullo, de amor propio, y los celos y la pasién se nos antojaban conceptos marcianos o, en cualquier c3s0, nimios. Era mucho més importante sabérselas arreglar uno, en in- vierno, aterido de frio, para abrocharse los pantalones: hombres adultos loraban a veces al no conseguirlo. Comprendiamos que la muerte no era peor, ni mucho menos, que la vida y no nos daba miedo ni la una ni la otra. Nos dominaba una enorme apatia. Sa~ biamos que en nuestras manos estaba poner fin a esta vida aunque fuera al dia siguiente, y a veces nos decidiamos a dar este paso, pero siempre nos lo impedia alguna minucia, de las que esté hecha Ia vida, Unas veces era porque iban a darnos «tienda» ~un kilo de pan como premio-, y seria sencillamente de estitpidos acabar sui- cidandose un dia como aquel. Otras, porque el responsable del barracén vecino nos prometia invitarnos a fumar aquella noche y asi devolvernos una viejisima deuda. Habiamos comprendido que la vida, incluso la més perra, consistia en una alternancia de alegrias y desdichas, de éxitos y fracasos, y no habia por qué preocuparse de que fueran mis los fracasos que los logros. Eramos gente disciplinada, obediente con nuestros jefes. Comprendiamos que la verdad y la mentira eran hermanas, que €n.el mundo habia mil verdades... Nos teniamos casi por santos, suponiendo que con los anos Pasados en los campos habiamos purgado todos nuestros pecados. Ee se: sbiamos aprendido a comprender a lox hombres. prever sw C105, adivinarlos, También comprendimos y esto. ¢ra lo mis importan nuestro conocimiento de los hombres-no-nos.era de nj SMe vecho en la vida. {De qué me servia a mi llegar a com tuir, adivinar © prever los actos de otra persona, sino biar mi conducta con respecto a ella?

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