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LA VITRINA DE LOS GOCES

Ángel Sanabria

Del barroco al porno


La pregunta que nos convoca hoy, “la proliferación de imágenes del cuerpo que
evocan el goce”, remite a dos manifestaciones de la “escopia corporal”: por una parte,
a la presencia masiva de la pornografía en el escenario actual, y por la otra, a la
referencia de Lacan al arte barroco como “exhibición de cuerpos que evocan el goce”.
Comencemos por preguntarnos, ¿qué diferencia hay –estructuralmente hablando-
entre aquella obscenidad –la orgía de imágenes - del barroco- y esta obscenidad de la
pornografía?

En el caso del barroco, la imagen de estos cuerpos en éxtasis eran una “transposición
ficcional de las realidades religiosas”, un “estímulo para la piedad” que permitía
acercarse emocional y estéticamente a los misterios y encarnaciones reales” (Pinilla).
Y en el centro de estos misterios encontramos el cuerpo como sustancia gozante, bajo
la forma, por un lado la encarnación, la historia de un hombre que sostiene con su
cuerpo la verdad de Dios, y por otro lado, de la eucaristía, la incorporación del cuerpo
de Cristo que consagra a la Iglesia como esposa (y viene así a ocupar el lugar de la
relación sexual que no existe). El barroco era entonces, en ese momento inaugural de
la modernidad, el gran mostrador de la Contrareforma y de su proyecto de reavivar el
fervor religioso –“la regulación de las almas por medio de la escopia corporal”.

En la actualidad, el porno se constituye como una vitrina del goce, una de las más
paradigmáticas del naciente siglo. Al igual que en el barroco se trata del agujero de la
no relación sexual, pero mientras que el barroco presenta esta inexistencia de manera
cifrada, excluyendo la copulación, la pornografía muestra esta inexistencia en el furor
de la copulación en forma explícita, sin misterio alguno. La pornografía es una vitrina
del goce que “revela” el misterio del goce (el misterio del cuerpo hablante)
disolviéndolo en la banalidad y despojándolo de su carácter anómalo, singular y
original para cada sujeto. En este aspecto, nos parece que el porno tomado como
límite esclarece la función de vitrina de los goces que puede cumplir la cosmética, los
reality shows, las artes visuales, las redes sociales o la moda.

La vitrina: del “es-chanel” al “ser-emo”


En el comentario que hicimos a propósito de Karl Lagerfeld y sus montajes para los
desfiles de Coco Channel (Boletín SFL # 23), encontrábamos en esa vitrina del goce
que son los desfiles de moda una exhibición de lo que lo que dimos en llamar el “es-
chanel”: una “transposición ficcional” de las “realidades”, ya no de la religión sino del
consumo, a la pasarela. Transposición que eleva los objetos a la “dignidad” de un
“Chanel”. Por ejemplo, la pasarela emulando un gran supermercado en donde todo es
“de Chanel”: desde un huevo hasta una banana, desde un trapeador hasta un
detergente, todos marca “Coco Chanel”. Decíamos que Lagerfeld parece así
mostrarnos el mundo actual como una gran pasarela en donde los objetos, en que se
han convertido los propios seres humanos, se exhiben investidos por el prestigio de la
imagen, una gran vitrina en donde la imagen reina.

Con esto en mente, y a partir de un caso traído por Luisa Arias al cartel formado para
trabajar el tema del SFL de hoy, encontramos en Google una página web en las que se
exhiben imágenes e instrucciones de “cómo ser un emo”, desde la lógica del “para
todos”. Es interesante notar que “ser emo” aparece en el buscador de Google como una
opción más en la serie de páginas que nos ofrecen “cómo ser...” prácticamente
cualquier cosa. El menú de esta “vitrina de los goces”, abarca en efecto toda una
pluraridad de identificaciones: desde cómo ser un buen padre, un buen vendedor o un
buen amante, hasta cómo ser un hacker o un vampiro.

Esta página, en tanto “vitrina”, ofrece literalmente instrucciones, definiciones y


características que deben exhibir el sujeto para “ser emo”. “Ser-emo” requiere de una
imagen que implica manipular el cuerpo. Maquillaje, cabello y postura deben lograr el
semblante propio del ser-emo. Así, leemos en una de las recomendaciones: “Nunca
debes sonreír porque estas deprimido, ya sabes”. También se indica cómo hacer
cortes en el cuerpo para que esta imagen exhiba la tendencia a cometer intentos de
suicidio propios del ser-emo, haciendo juego con “nunca sonreir”. Eso sí, se agrega: “Si
realmente quieres ser emo intenta suicidarte pero no debes tener éxito”.

“Se construye con la imagen. Y, así vemos comunidades de goce que adquieren a
través de imágenes modos de identificarse por medio del goce y la imagen. Y, es partir
de esta imagen que logran pertenecer a ciertos grupos (tatuados, anoréxicas, etc). Se
obtiene una consistencia frágil, pero constituyen los actuales de modos de relación.
¿Por qué? Porque se tiene un cuerpo. ” (M. Iglesias)
Lejos de “hacer un escabel con su síntoma”, como dice Miller a propósito del pase, aquí
se trata de ofrecer como escabeles “síntomas” prét-a-porter producidos al mayor.
Imágenes ligadas a modos de goce banalizados con las que el ser hablante, como
consumidor puede identificarse. Lo que haya de realmente sintomático para cada
quien, de sufrimiento y goce singular, detrás del “ser-emo”, queda aquí velado por
estos escabeles “disponibles en la tienda de accesorios” (Miller, “Nota paso a paso”,
pag. 204) de la cultura de la época, por más extrañas que nos resulten estos
sucedáneos de lo que clásicamente representaba al ser y su esplendor, a lo verdadero,
a lo bueno, a lo bello –para seguir con el Miller de la “Nota…”. Se trata pues de diversos
grados de la vacuidad semántica que evoca Miller en su conferencia de “El
inconsciente y el cuerpo hablante”.

Entonces si bien, de algún modo como dice Lagerfeld a propósito de la cultura actual
de consumo, no es cuestión de “criticarlo”, el psicoanalista no puede conformarse con
el dictamen de “tenemos que adaptarnos a la época, ella no se adaptará a nosotros”.
Por el contrario, como afirma Carlos Márquez:

“La posición del analista suspende el juicio sobre las modalidades de satisfacción de
un cuerpo hablante, pero no es imparcial frente a los efectos de destrucción que
pueden tener, caso por caso, las múltiples opciones que para este goce se producen
casi cotidianamente en la vida contemporánea.”

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