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La larga duración 61

3 La larga duración
vés de un esfuerzo suplementario de definición
o, por el contrario, mediante un incremento de
mal humor. En todo caso, se preocupan hoy más
que ayer (a riesgo de insistir machaconamente
sobre problemas tan viejos como falsos) de defi-
Braudel, Fernand, “La larga duración”, La nir sus objetivos, métodos y superioridades. Se
historia y las ciencias sociales, México, Alianza encuentran comprometidas, a porfía, en embro-
llados pleitos respecto de las fronteras que pue-
Editorial, 1989, pp. 60-106. dan o no existir entre ellas. Cada una sueña,
en efecto, con quedarse en sus dominios o con
volver a ellos. Algunos investigadores aislados or-
ganizan acercamientos: Claude Lévi-Strauss1 em-
puja a la antropología «estructural» hacia los
procedimientos de la lingüística, los horizontes
de la historia «inconsciente» y el imperialismo
juvenil de las matemáticas «cualitativas». Tiende
hacia una ciencia capaz de unir, bajo el nombre
de ciencia de la comunicación, a la antropología,
Hay una crisis general de las ciencias del hom- a la economía política y a la lingüística. Pero
bre: todas ellas se encuentran abrumadas por ¿quién está preparado para franquear fronteras
sus propios progresos, aunque sólo sea debido y prestarse a reagrupáciones en el momento en
a la acumulación de nuevos conocimientos y a la que la geografía y la historia se encuentran al
necesidad de un trabajo colectivo cuya organiza- borde del divorcio?
ción inteligente está todavía por establecer; di-
recta o indirectamente, todas se ven afectadas, Mas no seamos injustos; estas querellas y estas
lo quieran o no, por los progresos de las más repulsas tienen su interés. El deseo de afirmarse
ágiles de entre ellas, al mismo tiempo que con- frente a los demás da forzosamente pie a nuevas
tinúan, no obstante, bregando con un humanismo curiosidades: negar al prójimo supone conocerle
retrógrado e insidioso, incapaz de servirles ya de previamente. Más aún. Sin tener explícita
marco. A todas ellas, con mayor o menor luci- voluntad dé ello, las ciencias sociales se imponen
dez, les preocupa el lugar a ocupar en el conjunto las unas a las otras: cada una de ellas intenta
monstruoso de las antiguas y recientes investiga- captar lo social en su «totalidad»; cada una de
ciones, cuya necesaria convergencia se vislum- ellas se entromete en el terreno de sus vecinas,
bra hoy. en la creencia de permanecer en el propio. La
economía descubre a la sociología, que la cerca; y
El problema está en saber cómo superarán las la historia —quizá la menos estructurada de las
ciencias del hombre estas dificultades: si a tra- ciencias del hombre— acepta todas las
lecciones que le ofrece su múltiple vecindad y
Fernand Braudel: «Histoire et sciences sociales: la longue durée., se esfuerza por repercutirlas. De esta forma, a
Annales E.S.C.. n. 4, oct.-dic. 1958, Débats et Combats, págs. 725-753. pesar de las reticencias, las oposiciones y las
tranquilas ignorancias, se va esbozando la insta-
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lación de un «mercado común»; es una experien- pos múltiples y contradictorios de la vida de los
cia que merece la pena de ser intentada en los hombres que no son únicamente la sustancia del
próximos años, incluso en el caso de que a cada pasado, sino también la materia de la vida social
ciencia le resulte con posterioridad más conve- actual. Razón de más para subrayar con fuerza,
niente volverse a aventurar, durante un cierto en el debate que se inicia entre todas las ciencias
tiempo, por un camino más estrictamente per- del hombre, la importancia y la utilidad de
sonal. la historia, o, mejor dicho, en la dialéctica de la
duración, tal y como se desprende del oficio y de
Pero de momento urge acercarse unos a otros. la reiterada observación del historiador; para
En Estados Unidos, esta reunión se ha realizado nosotros, nada hay más importante en el centro
bajo la forma de investigaciones colectivas res- de la realidad social que esta viva e íntima opo-
pecto de las áreas culturales del mundo actual; sición, infinitamente repetida, entre el instante
en efecto, los area studies son, ante todo, el es- y el tiempo lento en transcurrir. Tanto si se trata
tudio por un equipo de social scientists de los del pasado como si se trata de la actualidad, una
monstruos políticos de la actualidad: China, la consciencia neta de esta pluralidad del tiempo
India, Rusia, América Latina, Estados Unidos. Se social resulta indispensable para una metodología
impone conocerlos. Pero es imprescindible, con común de las ciencias del hombre.
motivo de esta puesta en común de técnicas y
de conocimientos, que ninguno de los participan- Hablaré, pues, largamente de la historia, del
tes permanezca, como la víspera, sumido en su tiempo de la historia. Y menos para los historia-
propio trabajo, ciego y sordo a lo que dicen, es dores que para nuestros vecinos, especialistas en
criben o piensan los demás. Es igualmente im- las otras ciencias del hombre: economistas, etnó-
prescindible que la reunión de las ciencias sea grafos, etnólogos (o antropólogos), sociólogos, psi-
completa, que no se menosprecie a la más anti- cólogos, lingüistas, demógrafos, geógrafos y hasta
gua en provecho de las más jóvenes, capaces del matemáticos sociales y estadísticos; vecinos to-
prometer mucho, aunque no siempre de cumplir dos ellos de cuyas experiencias e investigaciones
mucho. Se da el caso, por ejemplo, que el lugar nos hemos ido durante muchos años informando
concedido en estas tentativas americanas a la geo- porque estábamos convencidos —y lo estamos
grafía es prácticamente nulo, siendo el de la his- aún— de que la historia, remolcada por ellos o
toria extremadamente exiguo. Y, además, ¿de qué por simple contacto, había de aclararse con nue-
historia se trata? va luz. Quizá haya llegado nuestro turno de tener
algo que ofrecerles. Una noción cada vez más
Las demás ciencias sociales están bastante mal precisa de la multiplicidad del tiempo y del valor
informadas de la crisis que nuestra disciplina ha excepcional del tiempo largo se va abriendo paso
atravesado en el curso de los veinte o treinta —consciente o no consciente, aceptada o no acep-
últimos años y tienen tendencia a desconocer, al tada— a partir de las experiencias y de las ten-
mismo tiempo que los trabajos de los historia- tativas recientes de la historia. Es esta última
dores, un aspecto de la realidad social del que la noción, más que la propia historia —historia de
historia es, si no hábil vendedora, al menos sí muchos semblantes—, la que tendría que intere-
buena servidora: la duración social, esos tiem- sar a las ciencias sociales, nuestras vecinas.
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de los contemporáneos; pero apenas dura, ape-


1. Historia y duraciones nas se advierte su llama.
Todo trabajo histórico descompone al tiempo Los filósofos dirían, sin duda, que afirmar esto
pasado y escoge entre sus realidades cronológi- equivale a vaciar el concepto de una gran parte
cas según preferencias y exclusivas más o menos de su sentido. Un acontecimiento puede, en rigor,
conscientes. La historia tradicional, atenta al cargarse de una serie de significaciones y de re-
tiempo breve, al individuo y al acontecimiento, laciones. Testimonia a veces sobre movimientos
desde hace largo tiempo nos ha habituado a su muy profundos; y por el mecanismo, facticio o
relato precipitado, dramático, de corto aliento, no, de las «causas» y de los «efectos», a los que
La nueva historia económica y social coloca en tan aficionados eran los historiadores de ayer, se
primer plano de su investigación la oscilación anexiona un tiempo muy superior a su propia
cíclica y apuesta por su duración: se ha dejado duración. Extensible hasta el infinito, se une, li-
embaucar por el espejismo —y también por la bremente o no, a toda una cadena de sucesos, de
realidad— de las alzas y caídas cíclicas de pre- realidades subyacentes, inseparables aparente-
cios. De esta forma, existe hoy, junto al relato mente, a partir de entonces, unos de otros. Gra-
(o al «recitativo») tradicional, un recitativo de la cias a este mecanismo de adiciones, Benedetto
coyuntura que para estudiar al pasado lo divide Croce podía pretender que la historia entera y el
en amplias secciones: decenas, veintenas o cin- hombre entero se incorporan, y más tarde se re-
cuentenas de años. descubren a voluntad, en todo acontecimiento;
a condición, sin duda, de añadir a este fragmento
Muy por encima de este segundo recitativo se lo que no contiene en una primera aproximación,
sitúa una historia de aliento mucho más sostenido y a condición, por consiguiente, de conocer lo
todavía, y en este caso de amplitud secular: se que es o no es justo agregarle. Este juego inte-
trata de la historia de larga, incluso de muy lar- ligente y peligroso es el que las recientes refle-
ga, duración. La fórmula, buena o mala, me es xiones de Jean-Paul Sartre proponen 2.
hoy familiar para designar lo contrario de aque-
llo que Francois Simiand, uno de los primeros Entonces, expresémoslo más claramente que
después de Paul Lacombe, bautizó con el nombre con el término de episódico: el tiempo corto, a
de historia de los acontecimientos o episódica medida de los individuos, de la vida cotidiana,
(évenementielle). Poco importan las fórmulas; de nuestras ilusiones, de nuestras rápidas tomas
pero nuestra discusión se dirigirá de una a otra, de conciencia; el tiempo por excelencia del cro-
de un polo a otro del tiempo, de lo instantáneo nista, del periodista. Ahora bien, téngase en
a la larga duración. cuenta que la crónica o el periódico ofrecen, jun-
to con los grandes acontecimientos llamados his-
No quiere esto decir que ambos términos sean de tóricos, los mediocres accidentes de la vida ordi-
una seguridad absoluta. Así, por ejemplo, el naria: un incendio, una catástrofe ferroviaria,
término acontecimiento. Por lo que a mí se re- el precio del trigo, un crimen, una representación
fiere, me gustaría encerrarlo, aprisionarlo, en la teatral, una inundación. Es, pues, evidente que
corta duración: el acontecimiento es explosivo, existe un tiempo corto de todas las formas de la
tonante. Echa tanto humo que llena la conciencia vida: económico, social, literario, institucional,
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religioso e incluso geográfico (un vendaval, una otro, tal y como se nos ofrecen, para asistir a la
tempestad) tanto como político. reconstitución automática de la cadena de los
hechos.» Este ideal, «la historia incipiente», cul-
El pasado está, pues, constituido, en una pri- mina hacia finales del siglo xix en una crónica de
mera aprehensión, por esta masa de hechos me- nuevo estilo que, en su prurito de exactitud, si-
nudos, los unos resplandecientes, los otros oscu- gue paso a paso la historia de los acontecimien-
ros e indefinidamente repetidos; precisamente' tos, tal y como se desprende de la corresponden-
aquellos hechos con los que la microsociología cia de los embajadores o de los debates parla-
o la sociometría forman en la actualidad su botín mentarios. Los historiadores del siglo xviii y de
cotidiano (también existe una microhistoria). principios del xix habían sido mucho más sen-
Pero esta masa no constituye toda la realidad, sibles a las perspectivas de la larga duración, la
todo el espesor de la historia, sobre el que la cual sólo los grandes espíritus como Michelet,
reflexión científica puede trabajar a sus anchas. Ranke, Jacobo Burckhardt o Fustel supieron re-
La ciencia social casi tiene horror del aconteci- descubrir más tarde. Si se acepta que esta supe-
miento. No sin razón: el tiempo corto es la más ración del tiempo corto ha supuesto el mayor
caprichosa, la más engañosa de las duraciones. enriquecimiento —al ser el menos común— de
Este es el motivo de que exista entre nosotros, los la historiografía de los últimos cien años, se com-
historiadores, una fuerte desconfianza hacia una prenderá la eminente función que han desempe-
historia tradicional, llamada historia de los ñado tanto la historia de las instituciones como
acontecimientos; etiqueta que se suele confun- la de las religiones y la de las civilizaciones, y,
dir con la de historia política no sin cierta inexac- gracias a la arqueología que necesita grandes es-
titud: la historia política no es forzosamente pacios cronológicos, la función de vanguardia de
episódica ni está condenada a serlo. Es un hecho, los estudios consagrados a la antigüedad clásica.
no obstante, que —salvo algunos cuadros artifi- Fueron ellos quienes, ayer, salvaron nuestro
ciosos, casi sin espesor3 temporal, con los que en- oficio.
trecortaba sus relatos y salvo algunas explica-
ciones de larga duración que resultaban, en La reciente ruptura con las formas tradiciona-
definitiva, ineludibles— la historia de estos últi- les del siglo xix no ha supuesto una ruptura total
mos cien años, centrada en su conjunto sobre con el tiempo corto. Ha obrado, como es sabido,
el drama de los «grandes acontecimientos», ha en provecho de la historia económica y social y
trabajado en y sobre el tiempo corto. Quizá se en detrimento de la historia política. En conse-
tratara del rescate a pagar por los progresos rea- cuencia, se han producido una conmoción y una
lizados durante este mismo período en la con renovación innegables; han tenido lugar, inevi-
quista científica de instrumentos de trabajo y de tablemente, transformaciones metodológicas, des-
métodos rigurosos. El descubrimiento masivo del plazamientos de centros de interés con la entrada
documento ha hecho creer al historiador que en en escena de una historia cuantitativa que, con
la autenticidad documental estaba contenida toda toda seguridad, no ha dicho aún su última pa-
la verdad. «Basta 4—escribía muy recientemente labra.
aún Louis Halphen — con dejarse llevar en cierta
manera por los documentos, leídos uno tras Pero, sobre todo, se ha producido una altera-
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ción del tiempo histórico tradicional. Un día, un forzosamente a culminar en la determinación de


año, podían parecerle a un historiador político coyunturas (y hasta de estructuras) sociales; y
de ayer medidas correctas. El tiempo no era sino nada nos asegura de antemano que esta coyuntura
una suma de días. Pero una curva de precios, haya de tener la misma velocidad o la misma
una progresión demográfica, el movimiento de. lentitud que la económica. Además, estos dos
salarios, las variaciones de la tasa de interés, el, grandes personajes —coyuntura económica y
estudio (más soñado que realizado) de la produc- coyuntura social— no nos deben hacer perder de
ción o un análisis riguroso de la circulación exi- vista a otros actores, cuya marcha resultará
gen medidas mucho más amplias. difícil de determinar y será quizá
Aparece un nuevo modo de relato histórico indeterminable a falta de medidas precisas. Las
—cabe decir el «recitativo» de la coyuntura, del ciencias, las técnicas, las instituciones políticas,
ciclo y hasta del «interciclo»— que ofrece a nues- los utillajes mentales y las civilizaciones (por
tra elección una decena de años, un cuarto de emplear una palabra tan cómoda) tienen
siglo y, en última instancia, el medio siglo del ci- también su ritmo de vida y de crecimiento; y la
clo clásico de Kondratieff. Por ejemplo, si no se nueva historia coyuntural sólo estará a punto
tienen en cuenta breves y superficiales acciden- cuando haya completado su orquesta.
tes, hay un movimiento general de subida de pre- Este recitativo debería haber conducido, lógi-
cios en Europa de 1791 a 1817; en cambio, los camente, por su misma superación, a la larga
precios bajan de 1817 a 1852: este doble y lento duración. Pero, por multitud de razones, esta su-
movimiento de alza y de retroceso representa un peración no siempre se ha llevado a cabo y asis-
interciclo completo para Europa y casi para el timos hoy a una vuelta al tiempo corto, quizá
mundo entero. Estos períodos cronológicos no porque parece más urgente coser juntas la histo-
tienen, sin duda, un valor absoluto. Con otros ba- ria «cíclica» y la historia corta tradicional que
rómetros —los del crecimiento económico y de seguir avanzando hacia lo desconocido. Dicho en
la renta o del producto nacional— Francois Pe- términos militares, se trata de consolidar posi-
rroux5 nos ofrecería otros límites quizá más vá- ciones adquiridas. El primer gran libro de Ernest
lidos. ¡ Pero poco importan estas discusiones e: Labrousse, en 1933, estudiaba el movimiento ge-
curso! El historiador dispone con toda seguridad neral de los precios en Francia en el siglo xviii6,
de un tiempo nuevo, realzado a la altura de una movimiento secular. En 1943, en el más impor-
explicación en la que la historia puede tratar tante libro de historia aparecido en Francia en
de inscribirse, recortándose según unos puntos el curso de estos últimos veinticinco años, el mis-
de referencia inéditos, según curvas y su propia mo Ernest Labrousse cedía a esa exigencia de
respiración. vuelta a un tiempo menos embarazoso, recono-
Así es como Ernest Labrousse y sus discípulos ciendo en la depresión misma de 1774 a 1791 una
han puesto en marcha, desde su manifiesto del de las más vigorosas fuentes de la Revolución
Congreso histórico de Roma (1955), una amplia Francesa, una de sus rampas de lanzamiento. Aún
encuesta social bajo el signo de la así, estudiaba un semiinterciclo, medida relati-
cuantificación. No creo traicionar su designio vamente amplia. La ponencia que presentó al Con-
afirmando que esta encuesta está abocada greso internacional de París, en 1948, Comment
naissent les révolutions?, se esforzaba, esta vez,
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en vincular un patetismo económico de corta du- En tanto que obstáculos, se presentan como lími-
ración (nuevo estilo) a un patetismo político (muy tes (envolventes, en el sentido matemático) de
viejo estilo), el de las jornadas revolucionarias. los que el hombre y sus experiencias no pueden
Henos de nuevo, y hasta el cuello, en el tiempo emanciparse. Piénsese en la dificultad de romper
corto. Claro está, la operación es lícita y útil; ciertos marcos geográficos, ciertas realidades bio-
pero ¡ qué sintomática! El historiador se presta lógicas, ciertos límites de la productividad, y has-
de buena gana a ser director de escena. ¿Cómo ta determinadas coacciones espirituales: también
habría de renunciar al drama del tiempo breve, los encuadramientos mentales representan prisio-
a los mejores hilos de un muy viejo oficio? nes de larga duración.
Más allá de los ciclos y de los interciclos está Parece que el ejemplo más accesible continúa
lo que los economistas llaman, aunque no siem- todavía siendo el de la coacción geográfica. El
pre lo estudien, la tendencia secular. Pero el tema hombre es prisionero, desde hace siglos, de los cli-
sólo interesa a unos cuantos economistas; y sus mas, de las vegetaciones, de las poblaciones ani-
consideraciones sobre las crisis estructurales, que males, de las culturas, de un equilibrio lentamente
no han soportado todavía la prueba de las veri- construido del que no puede apartarse sin
ficaciones históricas, se presentan como unos es- correr el riesgo de volverlo a poner todo en
bozos o unas hipótesis apenas sumidos en el pa- tela de juicio. Considérese el lugar ocupado por
sado reciente: hasta 1929 y como mucho hasta la trashumancia de la vida de montaña, la
la década de 18707. Representan, sin embargo, permanencia en ciertos sectores de la vida
una útil introducción a la historia de larga dura- marítima, arraigados en puntos privilegiados de
ción. Constituyen una primera llave. las articulaciones litorales; repárese en la
duradera implantación de las ciudades, en la
La segunda, mucho más útil, es la palabra es- persistencia de las rutas y de los tráficos, en la
tructura. Buena o mala, es ella la que domina los, sorprendente fijeza del marco geográfico de las
problemas de larga duración. Los observadores civilizaciones.
de lo social entienden por estructura una organi-
zación, una coherencia, unas relaciones suficien- Las mismas permanencias o supervivencias se
temente fijas entre realidades y masas sociales. dan en el inmenso campo de lo cultural. El mag-
Para nosotros, los historiadores, una estructura nífico libro de Ernst Robert Curtius 8 constituye
es indudablemente un ensamblaje, una arquitec- el estudio de un sistema cultural que prolonga,
tura; pero, más aún, una realidad que el tiempo deformándola, la civilización latina del Bajo Im-
tarda enormemente en desgastar y en transpor- perio, abrumada a su vez por una herencia de
tar. Ciertas estructuras están dotadas de tan lar- mucho peso: la civilización de las élites intelec-
ga vida que se convierten en elementos estables tuales ha vivido hasta los siglos xiii y xiv, hasta
de una infinidad de generaciones: obstruyen la el nacimiento de las literaturas nacionales, nu-
historia, la entorpecen y, por tanto, determinan triéndose de los mismos temas, las mismas com-
su transcurrir. Otras, por el contrario, se desin- paraciones y los mismos lugares comunes. En una
tegran más rápidamente. Pero todas ellas, cons- línea de pensamiento análoga, el estudio de Lu-
tituyen, al mismo tiempo, sostenes y obstáculos. Rabelais et le probléme de l'incro-
cien Febvre, éme
yance au XVI siécle9, pretende precisar el utillaje
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mental del pensamiento francés en la época de ha dicho, de civilizaciones económicas13; es


Rabelais, ese conjunto de concepciones que, decir, de viejas costumbres de pensar o de obrar,
mucho antes de Rabelais, y mucho después de él, de marcos resistentes y tenaces a veces contra
ha presidido las artes de vivir, de pensar y de toda lógica.
creer y ha limitado de antemano, con dureza, la Pero mejor es razonar sobre un ejemplo, rápi-
aventura intelectual de los espíritus más libres. damente analizado. Consideremos, muy próximo
El tema tratado por Alphonse DuprontI0 aparece a nosotros, en el marco de Europa, un sistema
también como una de las más nuevas investiga- económico que se inscribe en algunas líneas y
ciones de la Escuela histórica francesa: la idea reglas generales bastante claras: se mantiene en
de Cruzada es considerada, en Occidente, después vigor aproximadamente desde el siglo xiv al si-
del siglo xiv —es decir, con mucha posterioridad glo xviii —digamos, para mayor seguridad, que
a la «verdadera» cruzada—, como la continuidad hasta la década de 1750. Durante siglos, la acti-
de una actitud de larga duración que, repetida vidad económica depende de poblaciones demo-
sin fin, atraviesa las sociedades, los mundos y los gráficamente frágiles, como lo demuestran los
psiquismos más diversos, y alcanza con un último grandes reflujos de 1350-1450 y, sin duda, de 1630-
reflejo a los hombres del siglo xix. Elu libro de 1730 14. A lo largo de siglos, la circulación asiste
Pierre Francastel, Peinture et Sacíete subraya al triunfo del agua y de la navegación, al cons-
en un terreno todavía próximo, a partir de los tituir cualquier espesor continental un obstáculo,
principios del Renacimiento florentino, la perma- una inferioridad. Los auges europeos, salvo excep-
nencia de un espacio pictórico «geométrico» que ciones que confirman la regla (ferias de Cham-
nada había ya de alterar hasta el cubismo y la pagne, ya en decadencia al iniciarse el período, o
pintura intelectual de principios de nuestro siglo. ferias de Leipzig en el siglo xviii), se sitúan a lo
La historia de las ciencias también conoce uni- largo de franjas litorales. Otras características
versos construidos que constituyen otras tantas de este sistema: la primacía de mercaderes y co-
explicaciones imperfectas pero a quienes les son merciantes; el papel eminente desempeñado por
concedidos por lo general siglos de duración. Sólo los metales preciosos, oro, plata, e incluso cobre,
se les rechaza tras un muy largo uso. El universo cuyos choques incesantes sólo serán amortigua-
aristotélico no fue prácticamente impugnado hasta dos, al desarrollarse decisivamente el crédito a
Galileo, Descartes y Newton; se desvanece en- finales del siglo xvi; las repetidas dentelladas de
tonces ante un universo profundamente geome- las crisis agrícolas estacionarias; la fragilidad,
trizado que, a su vez, había de derrumbarse, mu- cabe decir, de la base misma de la vida econó-
cho12más tarde, ante las revoluciones einsteinia- mica; la función, por último, desproporcionada
nas . a primera vista, de uno o dos grandes tráficos
exteriores: el comercio del Levante del siglo xii
Por una paradoja sólo aparente, la dificultad al siglo xvi, el comercio colonial en el siglo xviii.
estriba en descubrir la larga duración en un
terreno en el que la investigación histórica acaba He definido así —o mejor dicho he evocado a mi
de obtener innegables éxitos: el económico. vez después de algunos otros— los rasgos
Ciclos interciclos y crisis estructurales fundamentales, para Europa Occidental, del ca-
encubren aquí las regularidades y las pitalismo comercial, etapa de larga duración. Es-
permanencias de sistemas o, como también se tos cuatro o cinco siglos de vida económica, a
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pesar de todas las evidentes transformaciones, últimos años, que hemos encontrado los verda-
poseyeron una cierta coherencia hasta la conmo- deros principios, los límites claros, la buena Es-
ción del siglo xviii y la revolución industrial de cuela. De hecho, todos los oficios de las ciencias
la que todavía no hemos salido. Estuvieron carac- sociales no cesan de transformarse en razón de
terizados por una serie de rasgos comunes que sus propios movimientos y del dinámico movi-
permanecieron inmutables mientras que a su al- miento de conjunto. La historia no constituye una
rededor, entre otras continuidades, miles de rup- excepción. No se vislumbra, pues, ninguna quie-
turas y de conmociones renovaban la faz del tud; y la hora de los discípulos no ha sonado
mundo. todavía. Mucho hay de Charles Víctor Langlois
y de Charles Seignobos a Marc Bloch; pero des-
Entre los diferentes tiempos de la historia, la de Marc Bloch la rueda no ha cesado de girar.
larga duración se presenta, pues, como un perso- Para mí, la historia es la suma de todas las his-
naje embarazoso, complejo, con frecuencia iné- torias posibles: una colección de oficios y de
dito. Admitirla en el seno de nuestro oficio no puntos de vista, de ayer, de hoy y de mañana.
puede representar un simple juego, la acostum-
brada ampliación de estudios y de curiosidades. El único error, a mi modo de ver, radicaría en
Tampoco se trata de una elección de la que la escoger una de estas historias a expensas de las
historia sería la única beneficiaría. Para el histo- demás. En ello ha consistido —y en ello consis-
riador, aceptarla equivale a prestarse a un cam- tiría— el error historizante. No será fácil, ya se
bio de estilo, de actitud, a una inversión de pen- sabe, convencer de ello a todos los historiadores,
samiento, a una nueva concepción de lo social. y menos aún a las ciencias sociales, empeñadas
Equivale a familiarizarse con un tiempo frenado, en arrinconarnos en la historia tal como era en
a veces incluso en el límite de lo móvil. Es lícito el pasado. Exigirá mucho tiempo y mucho esfuer-
desprenderse en este nivel, pero no en otro —vol- zo que todas estas transformaciones y novedades
veré sobre ello— del tiempo exigente de la histo- sean admitidas bajo el viejo nombre de historia.
ria, salirse de él para volver a él más tarde pero Y no obstante, una «ciencia histórica» nueva ha
con otros ojos, cargados con otras inquietudes, con nacido y continúa interrogándose y transformán-
otras preguntas. La totalidad de la historia puede, dose. En Francia, se anuncia desde 1900 con la
en todo caso, ser replanteada como a partir de Revue de Synthése historique y con los Annales a
una infraestructura en relación a estas capas de partir de 1929. El historiador ha pretendido
historia lenta. Todos los niveles, todos los miles preocuparse por todas las ciencias del hombre.
de niveles, todas las miles de fragmentaciones del Este hecho confiere a nuestro oficio extrañas fron-
tiempo de la historia, se comprenden a partir de teras y extrañas curiosidades. Por lo mismo, no
esta profundidad, de esta semiinmovilidad; todo imaginemos que existen entre el historiador y el
gravita en torno a ella. observador de las ciencias sociales las barreras
y las diferencias que antes existían. Todas las
No pretendo haber definido, en las líneas pre- ciencias del hombre, comprendida la historia, es-
cedentes, el oficio de historiador sino una concep- tán contaminadas unas por otras. Hablan o pue-
ción del mismo. Feliz —y muy ingenuo también— den hablar el mismo idioma.
quien crea, después de las tempestades de los
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Ya se coloque uno en 1558 o en el año de gracia so los estudios sociales, mediante una sociología
de 1958, para quien pretenda captar el mundo, empírica que desdeña a todo tipo de historia y
se trata de definir una jerarquía de fuerzas, de que se limita a los datos del tiempo corto y del
corrientes y de movimientos particulares; y, más trabajo de campo; el otro rebasa simplemente al
tarde, de recobrar una constelación de conjunto. ¡ tiempo, imaginando en el término de una «cien-
En cada momento de esta investigación, es nece- cia de la comunicación» una formulación mate-
sario distinguir entre movimientos largos y em- mática de estructuras casi intemporales. Este úl-
pujes breves, considerados estos últimos en sus timo procedimiento, el más nuevo de todos, es
fuentes inmediatas y aquellos en su proyección con toda evidencia el único que nos pueda intere-
de un tiempo lejano. El mundo de 1558, tan des- sar profundamente. Pero lo episódico (évenemen-
apacible desde el punto de vista francés, no nació tiel) tiene todavía un número suficiente de parti-
en el umbral de ese año sin encanto. Y lo mismo darios como para que valga la pena examinar
ocurre, siempre visto desde el punto de vista sucesivamente ambos aspectos de la cuestión.
francés, con el difícil año de 1958. Cada «actua- He expresado ya mi desconfianza respecto de
lidad» reúne movimientos de origen y de ritmo_ una historia que se limita simplemente al relato
diferente: el tiempo de hoy data a la vez de ayer, de los acontecimientos o sucesos. Pero seamos
de anteayer, de antaño. justos: si existe pecado de abusiva y exclusiva
preocupación por los acontecimientos, la histo-
ria, principal acusada, no es ni mucho menos, la
2. La controversia del tiempo corto única culpable. Todas las ciencias sociales incu-
Estas verdades son, claro está, triviales. A las rren en este terror. Tanto los economistas como
ciencias sociales no les tienta en absoluto, no los demógrafos y los geógrafos están divididos
obstante, la búsqueda del tiempo perdido. No —y mal divididos— entre el pasado y el presente;
quiere esto decir que se les pueda reprochar con la prudencia exigiría que mantuvieran igualados
firmeza este desinterés y se les pueda declaran los dos platillos de la balanza, cosa que resulta
siempre culpables por no aceptar la historia o la evidente para el demógrafo y que es casi evidente
duración como dimensiones necesarias de sus es- para los geógrafos (en particular para los fran-
tudios. Aparentemente, incluso nos reservan una ceses, formados en la tradición de Vidal de la
buena acogida; el examen «diacrónico» que re- Blache); pero, en cambio, es cosa muy rara de
introduce a la historia no siempre está ausente encontrar entre los economistas, prisioneros de
de sus preocupaciones teóricas. la más corta actualidad y encarcelados entre un
límite en el pasado que no va más atrás de 1945
Una vez apartadas estas aquiescencias, se im- y un presente que los planes y previsiones pro-
pone sin embargo admitir que las ciencias socia- longan en el inmediato porvenir algunos meses
les, por gusto, por instinto profundo y quizá por y —todo lo más— algunos años. Sostengo que
formación, tienen siempre tendencia a prescindir todo pensamiento económico se encuentra blo-
de la explicación histórica; se evaden de ello me- queado por esta restricción temporal. A los his-
diante dos procedimientos casi opuestos: el uno toriadores les corresponde, dicen los economis-
«sucesualiza» o, si se quiere, «actualiza» en exce- tas, remontarse más allá de 1945, en búsqueda
de viejas economías; pero al aceptar esta restric-
78 Fernand Braudel La larga duración 79

ción, los economistas se privan a sí mismos de dor demuestra una excesiva facilidad en desen-
un extraordinario campo de observación, del que trañar lo esencial de una época pasada; en tér-
prescinden por su propia voluntad sin por ello minos de Henri Pirenne, distingue sin dificultad
negar su valor. El economista se ha acostumbra- los «acontecimientos importantes» (entiéndase:
do a ponerse al servicio de lo actual, al servicio «aquellos que han tenido consecuencias»). Se tra-
de los gobiernos. ta, sin ningún género de dudas, de un peligroso
procedimiento de simplificación. Pero ¿qué no
La posición de los etnógrafos y de los etnólo- daría el viajero de lo actual por poseer esta pers-
gos no es tan clara ni tan alarmante. Bien es ver- pectiva en el tiempo, susceptible de desenmasca-
dad que algunos de ellos han subrayado la impo- rar y de simplificar la vida presente, la cual re-
sibilidad (pero a lo imposible están sometidos sulta confusa y poco legible por estar anegada en
todos los intelectuales) y la inutilidad de la his- gestos y signos de importancia secundaria? Lévi-
toria en el interior de su oficio. Este rechazo au- strauss pretende que una hora de conversación
toritario de la historia no ha servido sino para con un contemporáneo de Platón le informaría,
mermar la aportación de Malinowski y de sus en mucho mayor grado que nuestros típicos dis-
discípulos. De hecho, es imposible que la antro- cursos, sobre la coherencia o 16 incoherencia de la
pología, al ser —como acostumbra a decir Claude civilización de la Grecia clásica . Estoy totalmente
Lévi-strauss15 — la aventura misma del espíritu, de acuerdo. Pero esto obedece a que, a lo largo
se desinterese de la historia. En toda sociedad, de años, le ha sido dado oír cientos de voces
por muy tosca que sea, cabe observar las «garras griegas salvadas del silencio. El historiador le ha
del acontecimiento»; de la misma manera, no preparado el viaje. Una hora en la Grecia de hoy
existe una sola sociedad cuya historia haya nau- no le enseñaría nada o casi nada sobre las cohe-
fragado por completo. A este respecto, sería un rencias o incoherencias actuales.
error por nuestra parte el quejarnos o el insistir.
Más aún, el encuestador del tiempo presente
Nuestra controversia será, por el contrario, bas- sólo alcanza las «finas» tramas de las estructu-
tante enérgica en las fronteras del tiempo corto, ras a condición de reconstruir también él, de an-
frente a la sociología de las encuestas sobre lo ticipar hipótesis y explicaciones, de rechazar lo
actual y de las encuestas en mil direcciones, entre real tal y como es percibido, de truncarlo, de su-
sociología, psicología y economía. Dichas encues- perarlo; operaciones todas ellas que permiten
tas proliferan en Francia y en el extranjero. Cons- escapar a los datos para dominarlos mejor pero
tituyen, a su manera, una apuesta reiterada a que —todas ellas sin excepción— constituyen re-
favor del valor insustituible del tiempo presente, construcciones. Dudo que la fotografía socioló-
de su calor «volcánico», de su copiosidad. ¿Para gica del presente sea más «verdadera» que el cua-
qué volverse hacia el tiempo de la historia: em- dro histórico del pasado, tanto menos cuanto
pobrecido, simplificado, asolado por el silencio, más alejada pretenda estar de lo reconstruido.
reconstruido, digo bien, reconstruido? Pero, en
realidad, el problema está en saber si este tiem- Philippe Aries17 ha insistido sobre la importancia
po de la historia está tan muerto y tan recons- del factor desorientador, del factor sorpresa en
truido como dicen. Indudablemente el historia- la explicación histórica: se tropieza uno, en el
siglo xvi, con una extrañeza; extrañeza para
80 Fernand Braudel La larga duración 81

uno que es hombre del siglo xx. ¿Por qué esta ciencias del hombre los desplazamientos —de los
diferencia? El problema está planteado. Pero a que trata una amplia y seria encuesta sobre la
mi modo de ver la sorpresa, la desorientación, el región parisina18— que tiene queemeefectuar una
alejamiento y la perspectiva —insustituibles mé- joven entre su domicilio en el XVI arrondisse-
todos de conocimiento todos ellos— son igual- ment, el domicilio de su profesor de música y la
mente necesarios para comprender aquello que Facultad de Ciencias Políticas? Cabe hacer con
nos rodea tan de cerca que es difícil vislumbrarlo ellos un bonito mapa. Pero bastaría con que esta
con claridad. Si uno pasa un año en Londres, lo joven hubiera realizado estudios de agronomía
más probable es que llegue a conocer muy mal o practicado el ski acuático para que todo cam-
Inglaterra. Pero, en comparación, a la luz de los biara en estos viajes triangulares. Me alegra ver
asombros experimentados, comprenderá brusca- representada en un mapa la distribución de los
mente algunos de los rasgos más profundos y domicilios de los empleados de una gran empre-
originales de Francia, aquellos que no se cono- sa; pero si carezco de un mapa anterior a esta
cen a fuerza de conocerlos. Frente a lo actual, el distribución, si la distancia cronológica entre los
pasado confiere, de la misma manera, perspectiva. puntos señalados no basta para permitir inscri-
birlo todo en un verdadero movimiento, no exis-
Los historiadores y los social scientists po- tirá la problemática a falta de la cual una encuesta
drían, pues, seguir devolviéndose la pelota hasta no es sino un esfuerzo inútil. El interés de
el infinito a propósito del documento muerto y estas encuestas por la encuesta estriba, todo lo
del testimonio demasiado vivo, del pasado lejano más, en acumular datos; teniendo en cuenta que
y de la actualidad próxima en exceso. No creo ni siquiera serán válidos todos ellos ipso facto
que resida en ello el problema fundamental. Pre- para trabajos futuros. Desconfiemos, pues, del
sente y pasado se aclaran mutuamente, con luz arte por el arte.
recíproca. Y si la observación se limita a la es-
tricta actualidad, la atención se dirigirá hacia De la misma manera, dudo que el estudio de
lo que se mueve de prisa, hacia lo que sobresale una ciudad, cualesquiera que ésta sea, pueda con-
con razón o sin ella, hacia lo que acaba de cam- vertirse en objeto de una encuesta 19sociológica,
biar, hace ruido o se pone inmediatamente de como ocurrió en los 20
casos de Auxerre o de Vien-
manifiesto. Una monótona sucesión de hechos y ne en el Delfinado , de no haber sido inscrito
de acontecimientos, tan enfadosa como la de las en la duración histórica. Toda ciudad, sociedad
ciencias históricas, acecha al observador apresu- en tensión con crisis, cortes, averías y cálculos
rado, tanto si se trata del etnógrafo que durante necesarios propios, debe ser situada de nuevo
tres meses se preocupa por una tribu polinesia tanto en el complejo de las campos que la rodean
como si se trata del sociólogo industrial que «des- como en el de esos archipiélagos de ciudades ve-
cubre» los tópicos de su última encuesta o que cinas de las que el historiador Richard Hapke
cree, gracias a unos cuestionarios hábiles y a las fue el primero en hablar; por consiguiente, en el
combinaciones de fichas perforadas, delimitar per- movimiento más o menos alejado en el tiempo
fectamente un mecanismo social. Lo social es —a veces muy alejado en el tiempo— que
una liebre mucho más esquiva. alienta a este complejo. Y no es indiferente,
sino por el contrario esencial, al constatar un
¿Qué interés puede merecer, en realidad, a las determinado intercambio entre el campo y la
82 Fernand Braudel La larga duración 83

ciudad o una determinada rivalidad industrial o punto de vista), sopese, a su vez, uno por uno,
comercial, el saber si se trata de un movimiento los términos de su vocabulario, no enteramente
joven en pleno impulso o de una última nuevo, claro está, pero sí recogido y rejuvenecido
bocanada, de un lejano resurgir o de un nuevo en nuevas discusiones que tienen lugar ante nues-
y monótono comienzo. tros ojos. Evidentemente, nada hay que decir de
nuevo sobre el acontecimiento o la larga dura-
Unas palabras para concluir: Lucien Febvre, ción. Poca cosa sobre las estructuras, aunque la
durante los últimos diez años de su vida, ha repe- palabra —y la cosa— no se encuentren al21amparo
tido: «historia, ciencia del pasado, ciencia del de las discusiones y de las incertidumbres . Inútil
presente». La historia, dialéctica de la duración, también discutir mucho sobre los conceptos de
¿no es acaso, a su manera, explicación de lo so- sincronía y de diacronía; se definen por sí
cial en toda su realidad y, por tanto, también de mismos, aunque su función, en un estudio con-
lo actual? Su lección vale en este aspecto como creto de lo esencial, sea menos fácil de cerner de
puesta en guardia contra el acontecimiento: no lo que aparenta. En efecto, en el lenguaje de la
pensar tan sólo en el tiempo corto, no creer que historia (tal y como yo lo imagino) no puede en
sólo los sectores que meten ruido son los más absoluto haber sincronía perfecta: una suspen-
auténticos; también los hay silenciosos. Pero, sión instantánea que detenga todas las duracio-
¿vale la pena recordarlo? nes es prácticamente un absurdo en sí o —lo
que es lo mismo— muy artificioso; de la misma
manera, un descenso según la pendiente del tiem-
3. Comunicación y matemáticas sociales po sólo es imaginable bajo la forma de una mul-
Quizá hayamos cometido un error al detener- tiplicidad de descensos, según los diversos e in-
nos en demasía en la agitada frontera del tiempo numerables ríos del tiempo.
corto, donde el debate se desenvuelve en realidad Estas breves precisiones y puestas en guardia
sin gran interés y sin sorpresas útiles. El debate bastarán por el momento. Pero hay que ser más
fundamental está en otra parte, allí donde se en- explícito en lo que concierne a la historia incons-
cuentran aquellos de nuestros vecinos a los que ciente, a los modelos, a las matemáticas sociales.
arrastra la más nueva de las ciencias sociales bajo Además, estos comentarios, cuya necesidad se im-
el doble signo de la «comunicación» y de la ma- pone, se reúnen —o espero que no tardarán en
temática. reunirse— en una problemática común a las cien-
cias sociales.
Pero no ha de ser fácil situar a estas tentativas
con respecto al tiempo de la historia, a la que, La historia inconsciente es, claro está, la historia
al menos en apariencia, escapan por entero. Pero, de las formas inconscientes de lo social. «Los
de hecho, ningún estudio social escapa al tiempo hombres hacen la historia pero ignoran que la
de la historia. hacen»22. La fórmula de Marx esclarece en cierta
manera, pero no resuelve, el problema. De hecho,
En esta discusión, en todo caso, conviene que el es una vez más, todo el problema del tiempo cor-
lector, si quiere seguirnos (tanto si es para to, del «microtiempo», de los acontecimientos, el
aprobarnos como si es para contradecir nuestro que se nos vuelve a plantear con un nombre nue-
84 Fernand Braudel La larga duración 85

vo. Los hombres han tenido siempre la impre- curidad, en hacerle un sitio cada vez más amplio
sión, viviendo su tiempo, de captar día a día su al lado —por no decir a expensas— de los acon-
desenvolvimiento. ¿Es esta historia consciente, tecimientos.
abusiva, como muchos historiadores, desde hace
tiempo ya, coinciden en pensar? No hace mucho En esta prospección en la que la historia no
que la lingüística creía poderlo deducir todo de está sola (no hace, por el contrario, más que se-
las palabras. En cuanto a la historia, se forjó la guir en este campo y adaptar a su uso los puntos
ilusión de que todo podía ser deducido de los de vista de las nuevas ciencias sociales), han sido
acontecimientos. Más de uno de nuestros contem- construidos nuevos instrumentos de conocimiento
poráneos se inclinaría de buena gana a pensar y de investigación, tales como —más o menos
que todo proviene de los acuerdos de Yalta o de perfeccionados, a veces artesanales todavía— los
Potsdam, de los accidentes de Dien-Bien-Fu o de modelos. Los modelos no son más que hipótesis,
Sakhiet-Sidi-Yussef, o de este otro acontecimien- sistemas de explicación sólidamente vinculados
to —de muy distinta importancia, es verdad— según la forma de la ecuación o de la función;
que constituyó el lanzamiento de los sputniks. La esto iguala a aquello o determina aquello. Una
historia inconsciente transcurre más allá de esta! determinada realidad sólo aparece acompañada
luces, de sus flashes. Admítase, pues, que existe de otra, y entre ambas se ponen de manifiesto
a una cierta distancia, un inconsciente social. Ad- relaciones estrechas y constantes. El modelo es-
mítase, además, en espera de algo mejor, que este tablecido con sumo cuidado permitirá, pues, en-
inconsciente sea considerado como más rico cien causar, además del medio social observado —a
tíficamente que la superficie relampagueante a la partir del cual ha sido, en definitiva, creado—,
que están acostumbrados nuestros ojos; más rico otros medios sociales de la misma naturaleza, a
científicamente, es decir, más simple, más fácil través del tiempo y del espacio. En ello reside su
de explotar, si no de descubrir. Pero el reparto valor recurrente. Éstos sistemas de explicaciones
entre superficie clara y profundidades oscuras varían hasta el infinito según el temperamento,
—entre ruido y silencio— es difícil, aleatorio. el cálculo o la finalidad de los usuarios: simples
Añadamos que la historia «inconsciente» —terre- o complejos, cualitativos o cuantitativos, estáti-
no a medias del tiempo coyuntural y terreno por cos o dinámicos, mecánicos o estadísticos. Esta
excelencia del tiempo estructural— es con fre- última distinción la recojo de Cl. Lévi-Strauss.
cuencia más netamente percibida de lo que se De ser mecánico, el modelo se encontraría a la
quiere admitir. Todos nosotros tenemos la sen- medida misma de la realidad directamente obser-
sación, más allá de nuestra propia vida, de una vada, realidad de pequeñas dimensiones que no
historia de masa cuyo poder y cuyo empuje son, afecta más que a grupos minúsculos de hombres
bien es verdad, más fáciles de percibir que sus (así proceden los etnólogos respecto de las socie-
leyes o su duración. Y esta conciencia no data dades primitivas). En cuanto a las grandes socie-
únicamente de ayer (así, por ejemplo, en lo que dades, en las que grandes números intervienen,
concierne a la historia económica), aunque sea se imponen el cálculo de medias: conducen a mo-
hoy cada vez más viva. La revolución —porque se delos estadísticos. Pero ¡ poco importan estas de-
trata, en efecto, de una revolución en espíritu— finiciones, a veces discutibles!
ha consistido en abordar de frente esta semios-
86 Fernand Braudel La larga duración 87

Desde mi punto de vista, lo esencial consiste mente dinámicas) capaz de reproducirse en un


en precisar, antes de establecer un programa co- número de circunstancias fáciles de reencontrar.
mún de las ciencias sociales, la función y los lími- Quizá quepa decir lo mismo del modelo, esbozado
tes del modelo, al que ciertas iniciativas corren por Frank Spooner y por mí mismo25, respecto
el riesgo de inflar en exceso. De donde se deduce de la historia de los metales preciosos, antes, en
la necesidad de confrontar también los modelos y después del siglo xvi: oro, plata y cobre —y
con la idea de duración; porque de la duración crédito, ágil sustituto del metal— son, ellos tam-
que implican dependen bastante íntimamente, a bién, jugadores; la «estrategia» del uno pesa so-
mi modo de ver, tanto su significación como su bre la «estrategia» del otro. No será difícil trans-
valor de explicación. portar este modelo fuera del siglo privilegiado y
Para una mayor claridad, tomemos una serie particularmente movido, el xvi, que hemos esco-
de ejemplos de entre los modelos históricos 2 3 gido para nuestra observación. ¿ Acaso no ha habi-
—entiéndase: fabricados por los historiadores—, do economistas que han tratado de verificar, en
modelos bastante elementales y rudimentarios que el caso concreto de los países subdesarrollados
rara vez alcanzan el rigor de una verdadera regla de hoy, la vieja teoría cuantitativa de la moneda,
científica y que nunca se han preocupado de des- modelos también a su manera?26.
embocar en un lenguaje matemático revoluciona- Pero las posibilidades de duración de todos estos
rio, pero que, no obstante, son modelos a su ma- modelos todavía son breves en comparación con
nera. las del modelo imaginado por un joven historiador
Hemos hablado más arriba del capitalismo co- sociólogo americano, Sigmund Diamond27.
mercial entre los siglos xiv y xviii: se trata de uno Habiéndole llamado la atención el doble lenguaje
de los modelos elaborados por Marx. Sólo se aplica de la clase dominante de los grandes financieros
enteramente a una familia dada de sociedades ya americanos contemporáneos de Pier-pont Morgan
lo largo de un tiempo dado, aunque deja la —lenguaje, por un lado, interior a la clase, y, por
puerta abierta a todas las extrapolaciones. el otro, exterior (este último, bien es verdad,
alegato frente a la opinión pública a quien se
Algo diferente ocurre ya con los modelos que he describe el éxito del financiero como el triunfo
esbozado, en un libro ya antiguo24, de un ciclo de típico del self made man, condición de la fortuna
desarrollo económico, a propósito de las ciudades de la propia nación)— ve en él la reacción
italianas entre los siglos xvi y xviii, sucesivamente acostumbrada de toda clase dominante que siente
mercantiles, «industriales», y más tarde especiali- amenazados su prestigio y sus privilegios;
zadas en el comercio bancario; esta última activi- necesita, para camuflarse, confundir su suerte con
dad, la más lenta en florecer, fue también la más la de la ciudad o la de la nación, y su interés
lenta en desaparecer. Este bosquejo, más restrin- particular con el interés público. S. Diamond ex-
gido de hecho que la estructura del capitalismo plicaría gustoso, de la misma manera, la evolución
mercantil, sería, más fácilmente que aquél, suscep- de la idea de dinastía o de Imperio, dinastía
tible de extenderse tanto en la duración como en inglesa, Imperio romano... El modelo así conce-
el espacio. Registra un fenómeno (algunos dirían bido es evidentemente capaz de recorrer siglos.
una estructura dinámica; pero todas las estructu- Supone ciertas condiciones sociales precisas pero
ras de la historia son, por lo menos, elemental- en las que la historia se ha mostrado particular-
88 Fernand Braudel La larga duración 89

mente pródiga: es válido, por consiguiente, para es el campo de las matemáticas tradicionales; el
una duración mucho más larga que los modelos, lenguaje de los hechos aleatorios es, desde Pas-
precedentes, pero al mismo tiempo pone en causa cal, campo del cálculo de probabilidades; el len-
a realidades más precisas, más exiguas. guaje, por último, de los hechos
condicionados -—ni determinados ni aleatorios
Este tipo de modelo se aproximaría, en último pero sometidos a ciertas coacciones, a reglas de
extremo, a los modelos favoritos, casi intempo- juegos— en el eje de la «estrategia» de los juegos
rales, de los sociólogos matemáticos. Casi intem- de Von Neumann y Morgenstern29, esa estrategia
porales; es decir, en realidad circulando por las triunfante que no se ha quedado únicamente en
rutas oscuras e inéditas de la muy larga duración. los principios y osadías de sus fundadores. La
estrategia de los juegos, en razón del uso de los
Las explicaciones que preceden no son más que conjuntos, de los grupos y del cálculo mismo de
una insuficiente introducción a la ciencia y a la las probabilidades, abre camino a las
teoría de los modelos. Y falta mucho para que matemáticas «cualitativas». Desde este momento,
los historiadores ocupen en este terreno posicio- el paso de la observación a la formulación
nes de vanguardia. Sus modelos apenas son otra matemática no se hace ya obligatoriamente por la
cosa que haces de explicaciones. Nuestros cole- intrincada vía de las medidas y de los largos
gas son mucho más ambiciosos y están mucho cálculos estadísticos. Se puede pasar
más avanzados en la investigación cuando tratan directamente del análisis social a una
de reunir las teorías y los lenguajes de la infor- formulación matemática; casi diríamos que a la
mación, la comunicación o las matemáticas cua- máquina de calcular.
litativas. Su mérito —que es grande— consiste en
acoger en su campo este lenguaje sutil que cons- Evidentemente, esta máquina no englute ni tri-
tituyen las matemáticas pero que corre el riesgo, tura todos los alimentos sin distinción; su tarea
a la mínima inadvertencia, de escapar a nuestro debe ser preparada. Por lo demás, se ha
control y de correr por su cuenta. Información, esbozado y desarrollado una ciencia de la
comunicación, matemáticas cualitativas: todo se información en función de verdaderas
reúne bastante bien bajo el vocablo mucho más máquinas, de sus reglas de funcionamiento,
amplio de matemáticas sociales. para las comunicaciones en el sentido más
material de la palabra. El autor de este artículo
Las matemáticas sociales28 son por lo menos no es, en absoluto, un especialista en estos
tres lenguajes; susceptibles, además, de mezclar- intrincados terrenos. Las investigaciones para la
se y de no excluir continuaciones. Los matemáti- fabricación de una máquina de traducir, cuyo
cos no se encuentran al cabo de la imaginación. curso ha seguido desde lejos (pero seguido, no
En todo caso, no existe una matemática, la mate- obstante), le sumen, al igual que a algunos otros,
mática (o de existir se trata de una reivindicación). en un mar de reflexiones. Un doble hecho está,
«No se debe decir el álgebra, la geometría, sino sin embargo, establecido: en primer lugar, que
un álgebra, una geometría (Th. Guilbaud)»; lo semejantes máquinas, que semejantes
que no simplifica nuestros problemas ni los su- posibilidades matemáticas existen; en segundo lu-
yos. Tres lenguajes, pues: el de los hechos de gar, que hay que preparar a lo social para las
necesidad (el uno es dado, el otro consecutivo) matemáticas de lo social, que han dejado de ser
90 Fernand Braudel La larga duración 91

únicamente nuestras viejas matemáticas tradicio- masia, y a asociarlos, de manera directa o indi-
nales: curvas de precios, de salarios, de naci- recta, a los sensacionales progresos de la
mientos... lingüística o —lo que es más— de la fonología,
que «tiene ineluctablemente que desempeñar, res-
Ahora bien, aunque el nuevo mecanismo mate- pecto de las ciencias sociales, la misma función
mático muy a menudo se nos escape, no nos es renovadora que la física nuclear, por ejemplo, ha
posible sustraernos a la preparación de la reali- desempeñado para con el conjunto de las ciencias
dad social para su uso, su taladramiento, su re- exactas»32? Es ir demasiado lejos, pero a veces es
corte. Hasta ahora, el tratamiento previo ha sido necesario. Al igual que la historia atrapada en la
prácticamente casi siempre el mismo: escoger una trampa del acontecimiento, la lingüística, atrapa-
unidad restringida de observación, como, por da en la trampa de las palabras (relación de las
ejemplo, una tribu «primitiva» o una unidad de- palabras al objeto, evolución histórica de las pa-
mográfica «cerrada», en la que casi todo sea exa- labras), se ha evadido mediante la revolución fo-
minable y tangible; establecer, después, entre los nológica. Más allá de la palabra, se ha intere-
elementos distinguidos, todas las relaciones, to- sado por el esquema de sonido que constituye
dos los juegos posibles. Estas relaciones riguro- el fonema, indiferente a partir de entonces a su
samente determinadas suministran las ecuacio- sentido pero atenta en cambio a los sonidos que
nes de las que las matemáticas habrán de sacar lo acompañan, a las formas de agruparse estos
todas las conclusiones y prolongaciones posibles, sonidos, a las estructuras infrafonémicas, a toda
para culminar en un modelo que las reúna a to- la realidad subyacente, inconsciente, de la len-
das ellas o, dicho con más exactitud, que las tome gua. De esta forma, el nuevo trabajo matemático
a todas ellas en cuenta. se ha puesto en marcha con el material que supo-
nen las decenas de fonemas que se encuentran
En estos campos, se abren con toda evidencia en todas las lenguas del mundo; y, en consecuen-
miles de posibilidades de investigación. Pero un, cia, la lingüística, o por lo menos una parte de la
ejemplo resultará más ilustrativo que un largo lingüística, ha escapado, en el curso de los últi-
discurso. Puesto que Claude Lévi-Strauss se nos mos veinte años, al mundo de las ciencias socia-
ofrece como un excelente guía, sigámoslo. Nos va les para franquear «el puerto de las ciencias
a introducir en un sector de estas investigaciones exactas».
al que se puede calificar de ciencia de la comu-
nicación30.
Extender el sentido del lenguaje a las estructuras
«En toda sociedad —escribe Lévi-Strauss31— la elementales de parentesco, a los mitos, al ce-
comunicación se realiza al menos en tres niveles: remonial y a los intercambios económicos equiva-
comunicación de las mujeres; comunicación de le a buscar el camino, difícil pero saludable, que
los bienes y de los servicios; comunicación de los accede hasta ese puerto; esta es la hazaña que ha
mensajes.» Admitamos que se trate, a niveles dis- realizado Lévi-Strauss, a propósito, en primer lu-
tintos, de lenguajes diferentes; pero, en todo caso gar, del intercambio matrimonial, lenguaje prime-
se trata de lenguajes. En estas circunstancias, ¿no ro, esencial a las comunicaciones humanas, hasta
tendremos acaso derecho a tratarlos como len- el punto de que no existen sociedades, primitivas
guajes, o incluso como el lenguaje por antono- o no, en las que el incesto, el matrimonio en el
92 Fernand Braudel La larga duración 93

interior de la estrecha célula familiar, no se en- subconscientes: mientras hablo no me


cuentre vedado. Se trata, por tanto, de un len- preocupo de los fonemas de mi discurso;
guaje. Bajo este lenguaje, Lévi-Strauss ha bus- mientras como, tampoco me preocupo,
cado un elemento de base, correspondiente si se culinariamente, de los «gustemas» (si los
quiere al fonema; ese elemento, ese «átomo» de hubiere). Y en cada caso, no obstante, el juego
parentesco al que se refirió en su tesis de 1.949 33 de las relaciones sutiles y precisas me acom-
bajo su más simple expresión: entiéndase, el hom- paña. ¿Pretende acaso el último grito de la
bre, la esposa, el hijo, más el tío materno del hijo investigación sociológica aprender bajo todos
A partir de este elemento cuadrangular y de to- los lenguajes estas relaciones simples y
dos los sistemas de matrimonios conocidos en misteriosas, a fin de traducirlas a un alfabeto
estos mundos primitivos —son muy numerosos— Morse, quiero decir, al universal lenguaje
los matemáticos se encargarán de buscar las com- matemático? Tal es la ambición de las nuevas
binaciones y las soluciones posibles. Con la ayuda matemáticas sociales. Pero, ¿se me permitirá
del matemático André Weill, Lévi-Strauss ha con- decir, sin pretender ironizar, que se trata de
seguido traducir a términos matemáticos la ob- otra historia?
servación del antropólogo. El modelo desentra- Reintroduzcamos, en efecto, la duración. He di-
ñado debe probar la validez, la estabilidad del cho que los modelos tenían una duración varia-
sistema, y señalar las soluciones que éste último ble: son válidos mientras es válida la realidad
implica. que registran. Y, para el observador de lo social,
Se ve, pues, qué rumbo sigue este tipo de inves- este tiempo es primordial, puesto que más signi-
tigación: traspasar la superficie de la observación ficativa aún que las estructuras profundas de la
para alcanzar la zona de los elementos incons- vida son sus puntos de ruptura, su brusco o lento
cientes o poco conscientes y reducir después esta deterioro bajo el efecto de presiones contradic-
realidad a elementos menudos, finos, idénticos, torias.
cuyas relaciones pueden ser analizadas con pre-
cisión. En este grado «microsociológico [de un He comparado a veces los modelos a barcos. A
cierto tipo; soy yo quien añado esta reserva] cabe mí lo que me interesa, una vez constituido el
esperar percibir las leyes de estructuras más ge- barco, es ponerlo en el agua y comprobar si flota,
nerales, al igual que el lingüista descubre las su- y, más tarde, hacerle bajar o remontar a voluntad
yas en el grado infrafonémico y el físico en el las aguas del tiempo. Él naufragio es siempre el
grado34intramolecular, es decir, a nivel del áto- momento más significativo. Así, por ejemplo, la
mo» . Es posible continuar el juego, evidente- explicación que F. Spooner y yo mismo construi-
mente, en muchas otras direcciones. Así, por mos juntos para los mecanismos de los metales
ejemplo, nada más didáctico que ver a Lévi- preciosos no me parece en absoluto válida antes
Strauss enfrentarse con los mitos y hasta con la del siglo xv. Antes de este siglo, los choques entre
cocina (ese otro lenguaje): reducirá los mitos a metales preciosos son de una violencia no puesta
una serie de células elementales, los mitemas; de relieve por la observación ulterior. A nosotros
reducirá (sin creer demasiado en ello) el lenguaje nos corresponde entonces buscar la causa. De la
de los libros de cocina a los gustemas. En cada misma manera que es necesario investigar por
caso, busca niveles en profundidad, qué, aguas abajo esta vez, la navegación de nues-
94 Fernand Braudel La larga duración 95

tra excesivamente simple embarcación se vuelve perpetúan porque no hay vida humana posible
primero difícil y más tarde imposible con el si- más allá de una cierta tasa de consanguinidad,
glo xviii y el empuje anormal del crédito. A mi porque se impone que un pequeño grupo de hom-
modo de ver, la investigación debe hacerse vol- bres para vivir se abra al mundo exterior: la
viendo continuamente de la realidad social al prohibición de incesto es una realidad de larga
modelo, y de éste a aquélla; y este continuo vai- duración. Los mitos, de lento desarrollo, también
vén nunca debe ser interrumpido, realizándose corresponden a estructuras de una extensa longe-
por una especie de pequeños retoques, de viajes vidad. Se pueden, sin preocupación de escoger la
pacientemente reemprendidos. De esta forma, el más antigua, coleccionar versiones del mito de
modelo es sucesivamente ensayo de explicación Edipo; el problema estaría en ordenar las dife-
de la estructura, instrumento de control, de com- rentes variaciones y en poner de manifiesto, por
paración, verificación de la solidez y de la vida debajo de ellas, una profunda articulación que
misma de una estructura dada. Si yo fabricara las determine. Pero supongamos que nuestro co-
un modelo a partir de lo actual, procedería in- lega se interese no por un mito sino por las
mediatamente a volver a colocarlo en la realidad, imágenes, por las interpretaciones sucesivas del
para más tarde irlo remontando en el tiempo, «maquiavelismo»; esto es, que investigue los ele-
caso de ser posible hasta su nacimiento. Una vez mentos de base de una doctrina bastante simple
hecho esto, calcularía su probabilidad de vida y muy extendida a partir de su lanzamiento real
hasta la próxima ruptura, según el movimiento hacia la mitad del siglo xvi. Continuamente apa-
concomitante de otras realidades sociales. A me- recen, en este caso, rupturas e inversiones hasta
nos que, utilizándolo como elemento de compara- en la estructura misma del maquiavelismo, ya que
ción, opte por pasearlo en el tiempo y en el espa- este sistema no tiene la solidez teatral, casi eter-
cio, a la busca de otras realidades susceptibles na, del mito; es sensible a las incidencias y a los
de esclarecerse gracias a él. rebrotes, a las múltiples intemperies de la histo-
ria. En una palabra, no se encuentra únicamente
¿Tengo o no razón para pensar que los modelos sobre las rutas tranquilas y monótonas de la lar-
de las matemáticas cualitativas, 35tal y como nos ga duración. De esta forma, el procedimiento re-
han sido presentadas hasta ahora , se prestarían comendado por Lévi-Strauss en la investigación
difícilmente a semejantes viajes, ante todo porque de las estructuras matemáticas no se sitúa tan
se limitan a circular por una sola de las sólo en el nivel microsociológico sino también en
innumerables rutas del tiempo, la de la larga, el encuentro de lo infinitamente pequeño y de la
muy larga duración, al amparo de los accidentes, muy larga duración.
de las coyunturas, de las rupturas? Me volveré
a referir, una vez más, a Claude Lévi-Strauss por-
que su tentativa en este campo me parece ser la ¿ Se encuentran, además, las revoluciones ma-
más inteligente, la más clara y también la mejor temáticas cualitativas condenadas a seguir única-
arraigada en la experiencia social de la que todo mente los caminos de la muy larga duración? En
debe partir y a la que todo debe volver. En cada este caso, sólo reencontraríamos en fin de cuen-
uno de los casos, señalémoslo, encausa un fenó- tas verdades que son demasiado las del hombre
meno de extremada lentitud, como si fuera in- eterno. Verdades primeras, aforismos de la sabi-
temporal. Todos los sistemas de parentesco se duría de las naciones, dirán los escépticos. Verda-
96 Fernand Braudel La larga duración 97

des esenciales, responderemos nosotros, y que tipo. Por el momento, ya se trate de psicología,
pueden esclarecer con nueva luz las bases mismas de economía o de antropología, todas las
de toda vida social. Pero no reside aquí el con- experiencias han sido realizadas en el sentido que
junto del debate. he definido a propósito de Lévi-Strauss; pero las
matemáticas sociales cualitativas sólo
No creo, de hecho, que estas tentativas —o ten- demostrarán lo que pueden dar de sí el día en
tativas análogas— puedan proseguirse fuera de que se enfrenten a una sociedad moderna, a sus
la muy larga duración. Lo que se pone a dispo- embrollados problemas, a sus diferentes
sición de las matemáticas sociales cualitativas no velocidades de vida. Apostemos que esta
son cifras sino relaciones que deben estar defini- aventura tentará algún día a alguno de
das con el suficiente rigor como para poder ser nuestros sociólogos matemáticos; apostemos
afectadas de un signo matemático a partir del I también a que dará lugar a una revisión obliga-
cual serán estudiadas todas las posibilidades ma- toria de los métodos hasta ahora observados por
temáticas de estos signos, sin ni siquiera preocu- las nuevas matemáticas, ya que éstas no pueden
parse ya de la realidad social que representan. confinarse en lo que llamaré en este caso la ex-
Todo el valor de las conclusiones depende, pues, cesivamente larga duración: deben reencontrar el
del valor de la observación inicial, de la selección juego múltiple de la vida, todos sus movimien-
que aisla los elementos esenciales de la realidad. tos, todas sus duraciones, todas sus rupturas,
observada y determina sus relaciones en el seno todas sus variaciones.
de esta realidad. Se comprende entonces la prefe-
rencia que demuestran las matemáticas sociales 4. Tiempo del historiador,
por los modelos que Claude Lévi-Strauss llama tiempo del sociólogo
mecánicos, es decir, establecidos a partir de gru-
pos estrechos en los que cada individuo, por así Al cabo de una incursión en el país de las in-
decirlo, es directamente observable y en los que temporales matemáticas sociales, heme de vuelta
una vida social muy homogénea permite definir al tiempo, a la duración. Y, como historiador
con toda seguridad relaciones humanas, simples incorregible que soy, expreso mi asombro, una
y concretas y poco variables. vez más, de que los sociólogos hayan podido es-
caparse de él. Pero lo que ocurre es que su tiem-
Los modelos llamados estadísticos se dirigen, po no es el nuestro: es mucho menos imperativo,
por el contrario, a las sociedades amplias y com- menos concreto también, y no se encuentra nunca
plejas en las que la observación sólo puede ser 'en el corazón de sus problemas y de sus refle-
dirigida a través de las medias, es decir, de las xiones.
matemáticas tradicionales. Pero, una vez estable-
cidas estas medias, si el observador es capaz De hecho, el historiador no se evade nunca del
del establecer, a escala de los grupos y no ya de tiempo de la historia: el tiempo se adhiere a su
los individuos, esas relaciones de base de las pensamiento como la tierra a la pala del jardi-
que hablábamos y que son necesarias para las nero. Sueña, claro está, con escapar de él. Ayu-
elaboraciones de las matemáticas cualitativas, dado por la angustia de 1940, Gastón Roupnel36
nada impide recurrir entonces a ellas. Todavía ha escrito a este respecto frases qué hacen su-
no ha habido, que yo sepa, tentativas de este frir a todo historiador sincero. En este sentido
98 Fernand Braudel La larga duración 99

hay que comprender igualmente una vieja refle- cribe Ernest Labrousse en el umbral de su libro38
xión de Paul Lacombe, historiador también de bajo los rasgos de un viajero siempre idéntico
gran clase: «el tiempo no es nada en sí, objeti- a sí mismo que recorre el mundo e impone por
vamente; no es más que una idea nuestra»... 37 doquier idénticas coacciones, cualquiera que sea
Pero en ambos casos, ¿cabe hablar en realidad el país en el que desembarca, el régimen político
de verdaderas evasiones? Personalmente, a lo lar- o el orden social que inviste.
go de un cautiverio bastante taciturno, luché mu-
cho por escapar a la crónica de estos difíciles Para el historiador todo comienza y todo ter-
años (1940-1945). Rechazar los acontecimientos y mina por el tiempo; un tiempo matemático y de-
el tiempo de los acontecimientos equivalía a po- miurgo sobre el que resultaría demasiado fácil
nerse al margen, al amparo, para mirarlos con ironizar; un tiempo que parece exterior a los
una cierta perspectiva, para juzgarlos mejor y no hombres, «exógeno», dirían los economistas, que
creer demasiado en ellos. La operación consis- les empuja, que les obliga, que les arranca a sus
tente en pasar del tiempo corto al tiempo menos tiempos particulares de diferentes colores: el
corto y al tiempo muy largo (este último, si exis- tiempo imperioso del mundo.
te, no puede ser más que el tiempo de los sa- Los sociólogos, claro está, no aceptan esta no-
bios) para después, una vez alcanzado este punto, ción excesivamente simple. Se encuentran mucho
detenerse, reconsiderar y reconstruir todo de nue- más cercanos de la Dialectique de la39Durée tal
vo, ver girar todo en torno a uno, no puede dejar y como la presenta Gastón Bachelard . El tiem-
de resultar sumamente tentadora para un histo- po social es, sencillamente, una dimensión par-
riador. ticular de una determinada realidad social que yo
contemplo. Este tiempo, interior a esta realidad
Pero estas sucesivas fugas no le lanzan, en de- como podría serlo a un determinado individuo,
finitiva, fuera del tiempo del mundo, del tiempo constituye uno de los aspectos —entre otros—
de la historia, imperioso por irreversible y por- que aquélla reviste, una de las propiedades que
que discurre al ritmo mismo en que gira la tie- la caracterizan como ser particular. Al sociólogo
rra. De hecho, las duraciones que distinguimos no le estorba en absoluto ese tiempo
son solidarias unas de otras: no es tanto la dura- complacíente, al que puede dividir a placer y
ción la que es creación de nuestro espíritu, sino cuyas exclusas puede cerrar y abrir a voluntad.
las fragmentaciones de esta duración. Pero estos El tiempo de la historia se prestaría menos,
fragmentos se reúnen al cabo de nuestro trabajo. insisto, al doble y ágil juego de la sincronía y de
Larga duración, coyuntura, acontecimiento, se la diacronía: impide totalmente imaginar la vida
ajustan sin dificultad, puesto que todos ellos se como un mecanismo cuyo movimiento puede ser
miden en una misma escala. Por lo mismo, par- detenido a fin de presentar, cuando se desee, una
ticipar espiritualmente en uno de estos tiempos imagen inmóvil.
equivale a participar en todos ellos. El filósofo,
atento al aspecto subjetivo, interior, de la noción Este desacuerdo es más profundo de lo que
del tiempo, no experimenta jamás ese peso del parece: el tiempo de los sociólogos no puede ser
tiempo de la historia, del tiempo concreto, uni- el nuestro; la estructura profunda de nuestro
versal, como ese tiempo de la coyuntura que des- oficio lo rechaza. Nuestro tiempo, como el de los
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economistas, es medida. Cuando un sociólogo nos Las temporalidades de Georges Gurvitch son
dice que una estructura no cesa de destruirse múltiples. Distingue toda una serie de ellas: el
más que para reconstituirse, aceptamos de bue- tiempo de larga duración y en ralenti, el tiempo
na gana la explicación, confirmada por lo demás engañoso o tiempo sorpresa, el tiempo de palpi-
por la observación histórica. Pero en la trayecto tación irregular, el tiempo cíclico, el tiempo
ría de nuestras habituales exigencias aspiraría- retrasado sobre sí mismo, el tiempo alternativa-
mos a conocer la duración precisa de estos mo- mente retrasado y adelantado, el tiempo anticipa-
vimientos, positivos o negativos. Los ciclos eco- do con relación a sí mismo, el tiempo explosivo42.
nómicos, flujo y reflujo de la vida material, son ¿ Cómo suponer que un historiador podría dejarse
mensurables. De la misma manera, a una crisis convencer? Con esta gama de colores; le sería
estructural social se le deben señalar puntos de imposible reconstituir la luz blanca, unitaria, que
referencia en el tiempo, a través del tiempo, y le es indispensable. Pronto advierte, además, que
se la debe localizar con exactitud en sí misma este tiempo camaleón no hace más que señalar,
y más aún con relación a los movimientos de las con un signo suplementario o con un toque de
estructuras concomitantes. Lo que le interesa color, categorías anteriormente distinguidas. En
apasionadamente a un historiador es la manera la ciudad de nuestro autor, el tiempo, último lle-
en que se entrecruzan estos movimientos, su in- gado, se instala con toda naturalidad en el aloja-
legración y sus puntos de ruptura: cosas todas miento de los demás; se pliega a las dimensiones
ellas que sólo se pueden registrar con relación al de estos domicilios y de sus exigencias, según
tiempo uniforme de los historiadores, medida ge-
neral de estos fenómenos, y no con relación al los niveles, las sociabilidades, los grupos y las
tiempo social multiforme, medida particular de sociedades globales. Es una manera distinta de
cada uno de ellos. reescribir, sin modificarlas, las mismas ecuacio-
nes. Cada realidad social segrega su tiempo o sus
Estas reflexiones encontradas un historiador las escalas de tiempos, como simples conchas. Pero
formula, con razón o sin ella, incluso cuando ¿qué ganamos los historiadores con ello? La in-
penetra en la sociología acogedora, casi fraterna mensa arquitectura de esta ciudad ideal perma-
de Georges Gurvitch. ¿Acaso no ha sido40definido nece inmóvil. No hay historia en ella. El tiempo
Gurvitch, hace tiempo, por un filósofo , como del mundo y el tiempo histórico se encuentra en
el que «arrincona a la sociología en la historia»? ella, pero encerrados, al igual que el viento en
Y, no obstante, incluso en Gurvitch el historiador los dominios de Eolo, en un pellejo. La animad-
no reconoce ni sus duraciones ni sus temporali- versión que los sociólogos experimentan no va
dades. El amplio edificio social (¿cabe decir el dirigida, en definitiva e inconscientemente, con-
modelo?) de Gurvitch se organiza según cinco tra la historia, sino contra el tiempo de la histo-
arquitecturas fundamentales41: los niveles en pro- ria, esa realidad que sigue siendo violenta incluso
fundidad, las sociabilidades, los grupos sociales, cuando se pretende ordenarla y diversificarla; im-
las sociedades globales y los tiempos; siendo este posición a la que ningún historiador logra esca-
último andamiaje, el de las temporalidades, el par mientras que los sociólogos, por el contrario,
más nuevo y también el de más reciente cons- se escabullen casi siempre prestando atención ya
trucción y como sobreañadido al conjunto. sea al instante, siempre actual, como suspenso
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por encima del tiempo, ya sea a los fenómenos de los acontecimientos. Estoy enteramente de
de repetición que no tienen edad; por tanto, se acuerdo en que no se habrá dicho todo cuando
evaden gracias a un procedimiento mental opues- se haya «situado» a Flaubert como burgués y a
to que les encierra o bien en lo más estrictamente Tintoretto como un pequeño burgués; pero el es-
episódico (événementieí) o bien en la más larga tudio de un caso concreto —Flaubert, Valéry, o
duración. ¿Es lícita esta evasión? Ahí reside el la política exterior de los girondinos— siempre
verdadero debate entre historiadores y sociólogos devuelve en definitiva a Sartre al contexto estruc-
incluso entre historiadores de diferentes opi- tural y profundo. Esta investigación va de la
niones. superficie a la profundidad de la historia y se
aproxima a mis propias preocupaciones. Se apro-
Ignoro si este artículo demasiado claro y que ximaría mucho más aún si el reloj de arena fuera
se apoya con exceso, según la costumbre de los invertido en ambos sentidos: primero, del acon-
historiadores, en ejemplos concretos, merecerá el tecimiento a la estructura, y, después, de las es-
acuerdo de los sociólogos y de nuestros demás tructuras y de los modelos al acontecimiento.
vecinos. En todo caso, no resulta en absoluto El marxismo es un mundo de modelos. Sartre
útil repetir, a guisa de conclusión, su leit motiv se alza contra la rigidez, el esquematismo y la
expuesto con insistencia. Si la historia está abo- insuficiencia del modelo en nombre de lo par-
cada, por naturaleza, a prestar una atención pri- ticular y de lo individual. Yo me alzaré, al igual
vilegiada a la duración, a todos los movimientos que él (con algunos matices ciertamente), no con-
en los que ésta puede descomponerse, la larga tra el modelo, sino contra el uso que de él se
duración nos parece, en este abanico, la línea hace, que se han creído autorizados a hacer. El
más útil para una observación y una reflexión genio de Marx, el secreto de su prolongado poder,
comunes a las ciencias sociales. ¿Es exigir dema- proviene de que fue el primero en fabricar ver-
siado el pedirles a nuestros vecinos que en un, daderos modelos sociales y a partir de la larga
momento de sus razonamientos refieran a este duración histórica. Pero estos modelos han sido
eje sus constataciones o sus investigaciones? inmovilizados en su sencillez, concediéndoseles un
valor de ley, de explicación previa, automática,
aplicable a todos los lugares, a todas las socie-
Para los historiadores, que no estarán todos de dades; mientras que si fueran devueltos a las
acuerdo conmigo, esto supondría un cambio de aguas cambiantes del tiempo, su entramado se
rumbo: instintivamente sus preferencias se diri- pondría de manifiesto porque es sólido y está
gen hacia la historia corta. Esta goza de la com- bien tejido: reaparecería constantemente, pero
plicidad de los sacrosantos programas de la matizado, unas veces esfumado y otras vivificado
universidad. Jean-Paul Sartre, en recientes artícu- por la presencia de otras estructuras, suscepti-
los43, viene a reforzar este punto de vista cuando, bles, ellas también, de ser definidas por otras
pretendiendo alzarse contra aquello que le parece reglas y, por tanto, por otros modelos. Con lo
en el marxismo a un tiempo demasiado simple acontecido, el poder creador del más poderoso
y de demasiado peso, lo hace en nombre de lo análisis del siglo pasado ha quedado limitado.
biográfico, de la prolífica realidad de la historia
104 Fernand Braudel La larga duración 105

un mundo en sí. Está necesitada de un Vidal de


Sólo puede reencontrar fuerza y juventud en la Blache que, en lugar de pensar esta vez tiempo
la larga duración. Casi puedo añadir que el y espacio, pensara espacio y realidad social.
marxismo actual me parece ser la imagen A partir de entonces, se concedería la primacía
misma del peligro que ronda a toda ciencia en la investigación geográfica a los problemas del
social, enamorada del modelo en bruto, del conjunto de las ciencias del hombre. Ecología:
modelo por el modelo. para el sociólogo, sin que siempre se lo confiese,
Querría también subrayar, para concluir, que el concepto es una manera de no decir geogra-
la larga duración sólo es una de las posibilidades fía y de esquivar, de esta forma, los problemas
del lenguaje común en aras de una confrontación que el espacio plantea y —más aún— pone de
de las ciencias sociales. Existen otras. He seña- relieve a la observación atenta. Los modelos espa-
lado, bien o mal, las tentativas de las nuevas ma- ciales son esos mapas en los que la realidad so-
temáticas sociales. Las nuevas me seducen; pero cial se proyecta y se explica parcialmente, mode-
las antiguas, cuyo triunfo es patente en economía los de verdad para todos los movimientos de la
—la más avanzada quizá de las ciencias del hom- duración (y, sobre todo, de la larga duración),
bre—, no merecen un comentario desengañado. para todas las categorías de lo social. Pero la
Inmensos cálculos nos esperan en este terreno ciencia social los ignora de manera asombrosa.
clásico; pero contamos con equipos de calcu- He pensado a menudo que una de las superiori-
ladoras y máquinas de calcular, cada día más dades francesas en las ciencias sociales es esa
perfeccionadas. Creo en la utilidad de las largas escala geográfica de Vidal de la Blache cuyo es-
estadísticas, en la necesidad de remontar hacia píritu y cuyas lecciones no nos consolaríamos de
un pasado cada vez más lejano estos cálculos e ver traicionados. Se impone que todas las cien-
investigaciones. Ya no es sólo el siglo xviii eu- cias sociales dejen sitio a una «concepción (cada
ropeo, en su totalidad, el que está sembrado de vez) más geográfica de la humanidad»45 , como
nuestras obras, sino que el xvii comienza a estar- pedía Vidal de la Blache ya en 1903.
lo y más aún el xvi. Estadísticas de increíble
longitud nos abren, por su lenguaje universal, las En la práctica —porque este artículo tiene una
profundidades del pasado chino 44 . Sin duda, la finalidad práctica— desearía que las ciencias so-
estadística simplifica para conocer mejor. Pero ciales dejaran, provisionalmente, de discutir tanto
toda ciencia va, en esta forma, de lo complejo sobre sus fronteras recíprocas sobre lo que es
a lo simple. o no es ciencia social, sobre lo que es o no es
estructura... Que intenten más bien trazar, a tra-
Que no se olvide, no obstante, un último lenguaje, vés de nuestras investigaciones, las líneas —si
una última familia de modelos: la reducción líneas hubiere— que pudieran orientar una inves-
necesaria de toda la realidad social al espacio tigación colectiva y también los temas que per-
que ocupa. Digamos la geografía, la ecología, sin mitieran alcanzar una primera convergencia. Yo
detenernos demasiado en estas fórmulas para personalmente llamo a estas líneas matematiza-
escoger entre ellas. Es una pena que a la geogra- ción, reducción al espacio, larga duración. Pero
fía se la considere con excesiva frecuencia como me interesaría conocer cuáles propondrían otros
106 Fernand Braudel

especialistas. Porque este artículo, no hay nece-


sidad de decirlo, no ha sido casualmente colocado
bajo la rúbrica de Debates y Combates. Pretendo
plantear —no resolver— problemas en los que
por desgracia cada uno de nosotros, en lo que no
concierne a su especialidad, se expone a evidentes
riesgos. Estas páginas constituyen un llamamiento
a la discusión.

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