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La Cena del Señor es una experiencia que estremece el alma por el profundo significado
que representa. Fue durante la antigua celebración de la Pascua, en la tarde de Su
muerte que Jesús le dio el nuevo significado de “comida en hermandad” que
observamos en nuestros días, y es la más alta expresión de la adoración cristiana. Es un
“acto independiente del sermón,” donde recordamos la muerte y resurrección del
Señor, mirando hacia el futuro, esperando Su regreso en gloria.
La Cena del Señor es un recordatorio de lo que Jesús hizo en el pasado, un símbolo de
nuestro presente compañerismo con él y una promesa de lo que hará en el futuro.
Revisemos estos tres aspectos.
En la tarde cuando fue traicionado, mientras Jesús estaba comiendo con sus discípulos, tomó
un poco de pan y dijo, “Éste es mi cuerpo dado para ustedes; hagan esto en memoria de mí”
(Lucas 22:19). Ellos comieron un pedazo del pan.
Cuando nosotros participamos en la Cena del Señor, cada uno come un pedazo de pan en
memoria de Jesús.
“De la misma manera, después de haber cenado, tomó la copa, diciendo: “Esta copa es el
nuevo pacto en mi sangre el cual es derramada por ustedes” (v. 20).
Cuando nosotros bebemos el vino de la cena del señor, recordamos la sangre de Jesús que
fue derrama por nosotros, y que su sangre significó el nuevo convenio. Así como el
antiguo pacto se selló con la rociadura de sangre, el nuevo pacto se estableció por medio
de la sangre de Jesús (Hebreos. 9:18-28).
Pablo dijo: “Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte
del Señor hasta que él venga” (1ª Cor. 11:26). La Cena del Señor es una mirada retrospectiva
de la muerte de Jesucristo en la cruz.
Así que la Cena del Señor, aunque es un recordatorio de una muerte, no es un funeral, como
si Jesús todavía estuviera muerto. Es realmente lo contrario, nosotros observamos esto
sabiendo que la muerte de Jesús sólo duró tres días.
Sabiendo que la muerte no nos sujetará para siempre, nos regocijamos que Jesús ha
conquistado a la muerte, y ha librado a todos los que fueron esclavizados por miedo a la
muerte (Heb. 2:14-15).
¡Podemos recordar la muerte de Jesús con el conocimiento feliz que él ha triunfado por
encima del pecado y la muerte! Jesús dijo que nuestro llanto se convertirá en la alegría
(Juan 16:20). Venir a la mesa del Señor y participar en la comunión, debe ser una
celebración, no un funeral.
La Cena del Señor es una conmemoración de ese momento que define nuestra historia.
La Cena del Señor figura nuestra relación presente con Jesucristo
La crucifixión de Jesús tiene una importancia continua en todos quienes han tomado una
cruz para seguirlo. Continuamos participando en su muerte y en el nuevo pacto porque
participamos en su vida.
Pablo escribió: “Esa copa de bendición por la cual damos gracias, ¿no significa que entramos
en comunión con la sangre de Cristo? Ese pan que partimos, ¿no significa que entramos en
comunión con el cuerpo de Cristo?” (1ª Cor. 10:16). Por medio de la Cena del Señor,
mostramos que compartimos en Jesucristo, comulgamos con él, estamos unidos a él.
El Nuevo Testamento habla de nuestro compartir con Jesús en varias formas. Compartimos
en su crucifixión (Gal. 2:20; Col. 2:20), su muerte (Rom. 6:4), su resurrección (Efesios 2:6;
Col. 2:13; 3:1) y su vida (Gal. 2:20). Nuestras vidas están en él y él está en nosotros. La Cena
del Señor simboliza esta realidad espiritual.
La Cena del Señor nos ayuda a mirar hacia arriba, a Cristo, y ser conscientes que la
verdadera vida sólo puede estar en él y con él.
Pero cuando somos conscientes de que Jesús vive en nosotros, también hacemos una
pausa para pensar qué tipo de hogar le estamos dando a él. Antes que él entrara en
nuestras vidas, éramos habitaciones de pecado. Y Jesús lo sabía antes de tocar a la puerta
de nuestras vidas. Él quiere entrar para hacer la limpieza. Pero cuando Jesús toca, muchas
personas intentan hacer un rápido orden antes de abrir la puerta. Sin embargo, nosotros
somos humanamente incapaces de limpiar nuestros pecados. Lo más que podemos hacer
es esconderlos en el armario.
la Cena del Señor juega un papel importante en este proceso de la comunión y
santificación. Pablo escribió: “Así que cada uno debe examinarse a sí mismo antes de
comer el pan y beber de la copa” (1ª Cor. 11:28). Cada vez que participamos, debemos
examinarnos, consientes del gran significado que involucra esta ceremonia.
Cuando nos examinamos, encontramos a menudo que tenemos pecado. Esto es normal. No
hay ninguna razón para evitar en participar en la Cena del Señor. Simplemente es un
recordatorio en el que necesitamos a Jesús en nuestras vidas. Sólo él puede librarnos de
nuestros pecados.
Tres escritores del Evangelio nos señalan que Jesús dijo: “Les digo que no beberé de este fruto
de la vid desde ahora en adelante, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el
reino de mi Padre” (Mateo 26:29; Lucas 22:18; Marcos14:25).