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23/10/2007

Un cambio de época, no una época de cambios


Por el conferencista internacional, Fernando Vigorena, quien acaba de publicar el libro "No levante
muros, construya puentes".

A partir del siglo XVII con Galileo, Newton, Copérnico y Descartes, se creó en el mundo el llamado
paradigma reduccionista-mecanicista. En la verdad, el mundo se transformó en una gran ecuación
matemática y toda la humanidad influenciada por este conjunto de valores, se empeño cada vez más, a
cualquier precio y a cualquier costo, en la frenética corrida tecnológica que se iniciaba. Pagó, claro, un
pesado costo al olvidar emoción y espíritu, relegando a plano de prioridad última el propio hecho de que
el mundo está formado por seres humanos.

En el área de la administración de empresas, esta influencia acabó generando una búsqueda obsesiva
por la atención a las necesidades materiales de las personas. Ganar dinero y fabricar productos
consumibles se transformaron en palabras de orden absoluta. La producción debía ser cada vez más
amplia, cada vez más abundante, más masificada. Se generó un culto a la gran empresa, a la
Corporación.

Pasando por las grandes conquistas de la navegación, por la revolución comercial, por el desarrollo
agrícola, por la revolución industrial, se entró en el Siglo XX con una fuerza capaz de hacer crecer la
economía mundial a tasas geométricas cada vez más consistentes.
Lo importante era ganar los espacios vacíos lo más rápido posible y el paradigma era producir, fuese
como fuese.

En determinado momento, tal vez durante un proceso de cambios en una


organización el ser humano comenzó a percibir que estaba efectivamente Fernando Vigorena.
perdiendo la carrera contra la máquina.

La reacción fue fulminante. Casi desapercibidamente, dos tendencias


comenzaron a converger. La primera, que el hombre comenzaba a percibir su propia naturaleza y a
continuar siendo el centro del mundo, y en segundo término que un fenómeno globalizador universal de
nuevas tecnologías, nuevos paradigmas, nuevos pensamientos y especialmente, nuevos seres humanos
comenzaba a emerger.

En nuestro continente, los empresarios ejecutivos al mirarse al espejo, cuando se afeitan, se preguntan
¿Qué está sucediendo realmente? "Mi vida fue tan simple, el crecimiento era una constante, las
utilidades permanentes, el trabajo significaba buenos resultados".

Lo que realmente está sucediendo es el más drástico cambio de paradigmas que la humanidad ya haya
sufrido en las últimas décadas.

El conocido pensador colombiano, Francisco Manrique dice: “vivimos un cambio de época, no un época
de cambios”.

Sólo que en Latinoamérica, distraídos por las variables tasas de crecimiento, el consumismo, la
comodidad, las crisis constantes que no aquejan y la adhesión a los viejos paradigmas, no percibimos lo
que está realmente pasando. No es una revolución industrial lo que tenemos al frente, sino que una
reestructuración de paradigmas en la era del conocimiento con un aumento de resultados cualitativos.
En el momento actual, en que vivimos las primeras escenas de una inexorable ambivalencia estratégica,
nos exige hacer profundas reflexiones sobre la forma como deberemos posicionarnos en este proceso.
No habrá modernidad para aquellas empresas y personas que no estén dispuestas a efectuar un
vigoroso esfuerzo de adecuación y de cambio a los paradigmas instalados y arraigados, productos de
épocas en que la comunidad empresarial y los países, no percibíamos que habíamos sido expulsados del
Paraíso.

Esto me lleva a recordar una frase de León Tolstoi, "Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie
piensa en cambiarse a sí mismo".

El Siglo XXI nos está imponiendo la necesidad de reinventar la forma en que hacemos las cosas, pero en
esta oportunidad sintonizando adecuadamente, misión del negocio con técnicas modernas de recursos
humanos y con un cambio de mentalidad. El futuro ya no es más la continuación del pasado con ciertas
modificaciones.

El autor brasileño Marco Aurelio Ferreira Vianna señala “Las causas de la victoria del futuro son cada vez
más diferentes de las causas de la victoria del pasado y, muchas veces las causas de la victoria del
pasado serán las causas de la derrota del futuro”.

Para llegar a sobrevivir en esta Era del Conocimiento, las empresas deberán dejar de lado culturas
organizacionales pragmáticas y cartesianas, cambiando enfoques empresariales, que conciben el futuro
solamente en cambios tecnológicos, marketing avanzado, computación, productividad y calidad. Nada
sacamos con aplicar todas estas técnicas sino existe una mentalidad propiciada para utilizarlas, y si no
se logra generar compromisos de las personas. Las empresas de hoy no están preparadas para
implementar cambios en su mayoría. Son muy buenas para tomar decisiones pero no saben crear
sinergia y esto ocasiona mucha resistencia: en la medida que las personas no reciben una buena
comunicación, cada uno interpreta como quiere el resultado de un problema organizacional.

Otro de los cambios que se logran visualizar y que son, prácticamente de consenso, se refieren al
cuestionamiento que se está haciendo a los organigramas y a las jefaturas formales. También los
horarios pasan a ser más flexibles.

La descripción de funciones es substituida por una declaración de valores e intenciones, las normas
escritas y manuales por declaraciones de principios y objetivos, las evaluaciones de desempeño adoptan
nuevos diseños, se introducen técnicas de remuneración variable. Las actividades y funciones medio son
externalizadas y la empresa se concentra en sus funciones fin.

Hasta el viejo y tradicional sistemas de evaluación psicológica es cuestionado por los propios
profesionales del área.

Todos en la empresa son motivados a dar opinión y a participar. El futuro es un sistema compartido
entre empleados y empresa.

Cambian las técnicas de selección de personal, para poder detectar talentos, personas con capacidad
negociadora, creativos, innovadores, líderes, adaptables al permanente cambio, y con detonadores
automáticos para soportar la incertidumbre en que se moverán los negocios.

Estos cambios, entre otros, están dando palco a una cerrada contienda entre los actores que la forman.
De un lado, mirando hacia atrás se ubican los agentes del pasado, aquellos que sustituyen la verdadera
competencia por tradiciones, el raciocinio crítico por la aplicación de slogans y formulas memorizadas.

Cunde todavía la instrumentalización para la solución de los problemas organizacionales.


De otro lado, mirando hacia adelante, están los agentes de la modernidad, proponiendo padrones
internacionales e innovadores, competitividad, vanguardia y desarrollo tecnológico y personal. Inclusive
las tradicionales actividades de capacitación dan paso a los procesos sistemáticos de cambio
organizacional.

La comprensión del futuro se vincula cada vez más a entender el pasado, pasando por concientizar el
presente. Al mismo tiempo, por paradojal que sea, el futuro es cada vez menos, la continuación del
pasado. En esta intrincada malla de reflexión está contenida la verdadera esencia de la planificación
estratégica y del desarrollo de las organizaciones en la entrada del tercer milenio.

Estamos viviendo un momento único en la historia de la Administración de Empresas, en los inicios de


este siglo.

Son tantas las modificaciones que jamás fue tan necesario detenerse para reflexionar sobre todo lo que
ocurre, en la búsqueda de una conciencia más profunda.

Con esta configuración pretendo sugerir que todo lo que no creíamos posible esta sucediendo.

Tendencias están siendo invertidas, dogmas destruidos, paradigmas en permanente cambio, nuevos
caminos que se abren y otros que se cierran, curvas crecientes se tornan decrecientes y así por
adelante.

El rompimiento con lo tradicional será hecho de manera profunda y el panel estratégico externo deberá
imponer reorientaciones en la manera de pensar y actuar dentro de las unidades organizacionales. La
empresa continuará en una tendencia de valorización del Ser Humano, retornando hacia los
fundamentos de ese gran eje de acción que nace de la propia esencia humana.

Implantar una nueva mentalidad no será posible a través de una acción automática, pero se hará
necesario que las personas tomen conciencia que deberán aprender cosas nuevas.

A los chilenos la confianza nos ha deparado muchas sorpresas, cambios, recesiones, etc. ¡Cuidado! Este
nuevo desafío ya nos está transformando de hijos de la prosperidad en huérfanos de la inseguridad.

Fernando Vigorena Pérez


www.fernandovigorena.cl
Micro-empresario

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