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SOLO - SOLEDAD

No me importaría la soledad si pudiera estar solo... sin mí.


Porque más que la soledad, lo que no quiero aceptar es estar solo… conmigo.
(Francisco de Sales)

“Después de la alegría, viene la soledad.


Después de la plenitud, viene la soledad.
Después del amor, viene la soledad”.
(Mario Benedetti)

“El secreto de una buena vejez no es otra que


un pacto honrado con la soledad”.
(Gabriel García Márquez)

Tú nunca estás sólo, siempre te acompaña la soledad.


(Francisco de Sales)

La soledad no es el silencio, es el reencuentro consigo mismo.


(Francisco de Sales)

La soledad no es motivo de tristeza, es motivo de reflexión.


(Francisco de Sales)

“El hombre que quiere contemplar frente a frente la gloria de Dios en la


tierra, debe contemplar esta gloria en la soledad”.
(Edgar Allan Poe)

“A solas soy alguien. En la calle nadie”.


(Gabriel Celaya)

“La timidez es una condición ajena al corazón, una categoría, una dimensión
que desemboca en la soledad”.
(Pablo Neruda)

“Naces solo y mueres solo, y en el paréntesis la soledad es tan grande que


necesitas compartir la vida para olvidarlo”.
(Erich Fromm)

Francisco de Sales
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Me gusta distinguir entre soledad y solitud.


Aunque el diccionario venga a decir que son lo mismo, yo
las siento de un modo distinto.
Y creo que es conveniente sentirlas de un modo distinto.

Soledad, a mi entender, es un estado triste de carencia


de compañía, debida a las circunstancias o por libre
voluntad, pero es doliente, es una privación de algo, un
vacío, una pena, una envidia; es inhóspita y está
deshabitada de cosas buenas; es dramática y todos sus
sinónimos, está desesperanzada… es un estado que, con
ganas o desgana, se puede compartir con el resto de las
personas.

La relación de pareja sentimental es la suma de dos


soledades, y es mejor si es también la suma de dos
solitudes que no deben dejar de serlo, porque la relación
sólo tiene éxito en la medida que uno se acerca a ella
compartiéndose consciente de su valía y libertad, y no
refugiándose o rendido porque no tiene otra cosa más
que su miedo a estar solo.
Cuando alguien se empeña en embarcarse en una relación
prácticamente con cualquier persona, idealizándola por
interés, o renunciando a ser Uno Mismo sólo por el hecho
de no estar en soledad, está propiciando que se convierta
en un fracaso que, a su vez, convergerá en una falta de
autoestima por haber fracasado en la relación, o en

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situaciones de tensión, desilusiones… es lo que tienen


todas las relaciones de dependencia, que uno se presenta
a ellas en condiciones de precariedad y de inferioridad,
renunciando a muchos de sus derechos y necesidades, y
dejándose dominar por el otro sólo por no ser
abandonado, pidiendo limosna de amor, o migajas.
La otra parte de la pareja lo que quiere es una persona
sana emocionalmente, íntegra, que tenga personalidad y
capacidad de vivirse plenamente incluso cuando está sola.
Todos tenemos necesidad de amor, de pasión y de
afecto, pero no es algo que se deba comprar, y aún menos
a cualquier precio.
La crueldad emocional por una de las partes de la pareja
hacia la otra se empieza a producir cuando se sabe
imprescindible, cuando sabe que tiene el control sobre la
otra parte porque se ha creado una relación de
dependencia absoluta, ya que no quiere quedarse sola
porque no sabe estarlo y tiene miedo, y eso, en las
relaciones que no son sanas, le convierte a uno de ellos en
tirano. Podrá derivar en un despotismo cruel, en una
relación casi sadomasoquista sentimentalmente, o en una
relación desequilibrada, que no será de amor sino de
sumisión.
El éxito en la relación está en poder decir adiós si se
desea, y en poder decir estoy aquí libremente porque
quiero y porque te amo. Si uno no puede hacer esto, no
está en una buena relación.

¿Las partes negativas de la soledad?


Hay varias.

Francisco de Sales
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Al no tener esa necesidad de relación con el mundo


cubierta, estamos en desventaja. Falta optimismo,
vitalidad, fe… todo parece teñido de un negro funesto y
la desesperanza gobierna a nuestro pesar.
Sentimos sufrimiento pena, dolor, llanto, ausencias,
sensación de abandono… nos sentimos desvalidos y en
inferioridad de condiciones con respecto a otros a los
que sí les vemos relacionarse y tener una agenda llena de
personas con las que estar.

Otra soledad, la de los ancianos que viven solos y no


tienen medios económicos ni familia, es doliente y
razonable. Tiene más difícil remedio la de quien no tiene
muchas opciones para poder abandonarla y cambiarla por
otra cosa.
Otras soledades también tienen su dureza, pero el ser
humano está perfectamente capacitado para vivir en
soledad, y para superar el trago amargo que es o
aparenta ser. Cosa que, por supuesto, no ve ni comprende
quien esté viviendo con dramatismo su situación de
soledad.

¿Ventajas de la soledad?
Las hay.
Muchas personas buscan una vida que no comparten con
otras, salvo en lo socialmente imprescindible, como los
religiosos de clausura, algunas personas que han
enviudado, algunos yoguis y ermitaños (si quedan).
Hay personas que tienen muy claro el motivo.

Francisco de Sales
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Unos dicen que renuncian a la sociedad porque la


sociedad ha renunciado a ellos, y prefieren estar solos,
como por ejemplo, algunos mendigos y algunos sin techo.
Otros lo hacen porque ven que les compensan más las
ventajas que los inconvenientes.

Solitud, en cambio, es estar o sentirse solo, pero sin


carencias, y en paz. Es un estado que se busca para la
reflexión o la relajación, para el encuentro íntimo y
profundo con Uno Mismo, para disfrutar una buena
música, un buen libro, una meditación, un rato de
compañía exclusivamente con el Ser; es un buenísimo
egoísmo de demostrarse el amor propio; es un refugio
que sólo uno mismo conoce, donde se siente seguro y,
sobre todo, lo repito, en paz, y se cimienta la
personalidad, abandonando las muletas que son los demás.
La verdadera solitud es una condición indispensable en el
Ccamino, y consiste en saber, en sentir, que uno tiene que
realizarse como persona social, pero al mismo tiempo y
con mayor intensidad, tiene que crear el ambiente de
silencio y paz que necesita el Ser para empezar a
manifestarse. Y eso, al principio, sólo se consigue en la
solitud.
También es el momento en que uno se separa de los otros
para estar consigo mismo, porque no debe haber una
renuncia a la relación íntima, interna y externa, con Uno
Mismo.

En realidad nunca conseguimos quedarnos solos, ni


siquiera cuando estamos a solas. Estamos unidos,

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inseparablemente, a nuestro pasado, a nuestros


recuerdos, miedos, preocupaciones y condicionamientos.
La solitud auténtica comienza a partir de separarse del
pasado, renunciando y no empeñándose en seguir
dependiendo de él, o cuando aún sabiendo quiénes somos
eso no nos condiciona para sentirnos la nada y el todo, o a
partir de no sentir miedo a lo que pueda aparecer cuando
hacemos un retiro del mundo externo para ingresar en
nuestro propio mundo interior.

Aunque parezca sólo un contrasentido, la verdad es que


continuamente estamos compartiendo la soledad y la
solitud; uno nace solo y se muere solo, y es importante
asumir esto. El estado natural del ser humano es la
solitud. No somos el total de la humanidad, no somos los
otros, aunque compartamos cosas con los otros, no somos
ni siquiera la idea que tenemos de nosotros porque nos
quedamos en el Yo Idea o el Yo Ideal, no somos lo que
vemos ni lo que está fuera de nuestros párpados, ni el
cuerpo que nos acoge, ni nuestros pensamientos… sólo
somos nosotros, auténticos, en nuestra solitud.
Sí que compartimos parte del tiempo, la presencia, la
conversación... pero no nuestra solitud ni nuestra vida.

El sentimiento de solitud es condición indispensable en


algunos tramos del Ccamino, porque es necesaria para
que se manifieste el Ser: necesita el silencio y la
auténtica solitud.
En la solitud uno puede mostrarse auténticamente como
es, y lograrla es un éxito, porque generalmente estará la

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auto-censura vigilante para aprovechar la ocasión de


pillarnos relajados y censurar o reprochar a su capricho.
A pesar de ello, es necesaria para encontrarse y
reconocerse. Desde el ruido y la desatención no se
produce el encuentro, desde la distracción y el caos,
tampoco.
Este estado permite sentirse parte del Universo, pero
desde el hecho de ser y saberse uno solo, sabiendo que el
Universo es la suma de todas las solitudes.

Una ventaja de la solitud es que permite a uno tomar


conciencia de su propia identidad, de su propia
individuación. Si uno está siempre rodeado de gente y
muy activo socialmente se puede confundir y creer que
forma parte de ese barullo en vez de darse cuenta de
que realmente forma parte de sí mismo.

ATENCIÓN
Si ya tenemos claro que nacemos solos y morimos solos, y
que durante toda nuestra vida vamos a tener que estar con
nosotros, que nos vamos a encontrar en cualquier espejo al
que nos asomemos y en cualquier lugar al que vayamos,
en los momentos de placer y en los días en que no nos
apetezca vernos, en la salud y en la enfermedad… si
somos muy conscientes de esto, conviene valorar muy
seriamente la posibilidad de que esta relación con nosotros
sea del mayor agrado.
Claro, a veces tenemos miedo a la soledad, y se nos
aparece como algo impuesto y desagradable.
No nos aceptamos en algunas facetas, lo que es un
absurdo error, y nos da miedo quedarnos a solas con
nosotros mismos porque no nos gustamos, no nos

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valoramos como una buena compañía, o porque tememos


que algo en nuestros interior aproveche ese momento para
reprocharnos algo (siempre tiene algo que reprocharnos…)
No hay que confundir el miedo a la soledad con el miedo a
quedarnos a solas con nosotros mismos. Son dos cosas
absolutamente distintas. En ambos casos, el remedio es el
mismo: amor propio, o sea, amor a uno mismo.

ATENCIÓN
El peor enemigo del que no es capaz de entender la solitud
es él mismo: su incapacidad para hacerse compañía, y su
dificultad para llenar los vacíos que deja la ausencia de
otros seres humanos.
No se debe confundir solitud ni soledad con aislamiento. El
aislamiento se produce cuando uno no es sociable, o
cuando se niega a compartirse con el resto de la
humanidad. Ya sabemos que estamos solos desde el
nacimiento a la muerte, y que parte de nuestro tiempo lo
conllevamos estando con los demás, pero quien se niega a
relacionarse, quien no es capaz de abrirse y compartir sus
pensamientos o realidades, quien no se comunica, se
equivoca; se aísla de un mundo en el que se ofrece la
relación con el prójimo como fuente de ánimo, de abrazos,
de compartir, o de recibir amor. Ellos son los que nos
proveen de esas cosas que nosotros solamente nos
daríamos en una pequeña o nula medida.
El aislamiento es lo que aparece cuando uno huye de la
solitud o cuando uno no está listo para aceptar la soledad.
Si no aceptas la realidad de ambas, entonces serás tú
quien te sentirás aislado –en este caso, porque son los
demás o las circunstancias quienes te aíslan a ti-, y
sucederá que comenzarás a olvidarte de ti mismo, ya que
uno es uno, solo, pero necesita inexorablemente la relación
con los demás.

Francisco de Sales
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Dicen los orientales que si uno aprende a estar solo,


totalmente solo, y a estar bien en ese estado, el ego morirá,
porque el ego no puede permanecer solo. Cada vez que
estás en solitud, ocurre un milagro: el ego se debilita. Si
tienes el valor suficiente para ello, verás cómo el ego va
desapareciendo gradualmente.

SECCIÓN GRATIS
En los momentos de encuentro contigo, ten cuidado de no
centrarte únicamente en tus partes negativas. Que no te sirva
sólo para regodearte en tus miserias (que quizás las haya en este
momento, pero acabarás desterrándolas), en el sufrimiento (ya
sabes de la inutilidad del sufrimiento), la pena (no hay que sentir
pena), el dolor (se puede evitar), el llanto (o que sea un llanto de
lágrimas amargas y atrasadas que necesiten ser vaciadas, y que
luego te deje una agradable sensación de haberte deshecho de
ellas); que no te sientas desvalido, y si te sientes así, que seas
capaz de abrazarte y acogerte de todos modos; que no sientas el
abandono, (aunque haya desatención real por parte de otras
personas, porque el único abandono que te ha de invadir es el
tuyo propio)…
Haya, también, diálogo interno constructivo, reposo, armonía,
paz…
Hay vida en la solitud y en la soledad.

DESDE UN PUNTO DE VISTA MÁS ESPIRITUAL


El Ccamino de la vida es una Ccamino de solitud.
Aunque estemos con otros, en realidad estamos con ellos
compartiendo nuestra solitud: somos solitudes compartidas.
Uno nace solo y muere solo. Quiero decir que nace él, solamente,
y muere él, solamente.

Francisco de Sales
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En medio hay muchas relaciones de duración variable, desde el


efímero cruzarse con alguien por la calle, y ahí termina la ilación,
hasta la relación con nuestros padres, más larga, con nuestra
pareja, colegas de colegio, compañeros de un trabajo, el panadero
de nuestro barrio… todas empiezan un día y acaban otro día.
Con ellos estamos cierto espacio de tiempo, limitado, pero luego
regresamos a nuestra solitud, porque es nuestro estado natural;
compartimos con ellos nuestra presencia, la conversación, ligeras
intimidades, algunos sueños… pero quien realmente somos, se
queda dentro de nosotros.
No lo podemos compartir.
Nos pertenece solamente a nosotros.
Es la solitud.
Dios nos hizo así, para que tras cada escaramuza al exterior
tuviéramos un estado natural al que regresar y encontrarnos con
nosotros mismos.
El Ccamino no se puede compartir, si bien se pueden compartir
las experiencias que van sucediendo, pero será uno sólo quien
tenga que realizarlo y luego dar cuentas a quien sea.

SOLUCIONES o SUGERENCIAS
Casi todos conocemos alguna persona que está o se
siente muy sola.
Es un deber humanitario acompañarla.
Y no hace falta decir más.

soledad

Te temo, soledad, enemiga y compañera.


No me acostumbro a ti,

Francisco de Sales
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ni te quiero con el tiempo.


No somos el uno para el otro.
Me acosas y me deprimes.

Yo, sin ti, feliz.

Te odio.
Te odio porque me fuiste impuesta,
porque no me refugié en ti,
ni te di mi consentimiento.

Cuando llego a casa te encuentro,


y los domingos y festivos pasas el día conmigo.

Te soporto aparentemente:
a tu espalda trato de encontrar compañera mejor.

No te veo, claro está, pero te siento.


Si me acuesto
me empujas hasta el borde de la cama.
Si me siento en el sofá
me aplastas contra la esquina
y tú ocupas el resto.
Si me levanto,
a cada paso que doy tengo que desplazarte a empujones,
con dolor.
Llenas mi pensamiento
y me anulas como persona.

A veces me concedes una tregua,


descanso unos segundos sin pensar en ti,
disfruto cualquier recuerdo feliz
y entonces apareces de nuevo.

Sé que es una trampa para que no me acostumbre a ti


y me duelas y te sufra.

Pero, si estamos condenados a seguir juntos por siempre,

Francisco de Sales
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si tú,
y yo,
y la noche,
y las lágrimas,
y las ausencias,
y el rencor,
y las penas,
tenemos que seguir juntos,
hagamos un trato:
dejadme trabajar y dormir algunos ratos.

El resto del tiempo soy vuestro.

RESUMIENDO
Sin miedo: ni a la solitud ni a la soledad. Siempre son estados
puntuales. Nadie debe vivir continuamente en ellos. La vida
sigue, y sigue con ellas o a pesar de ellas. Presta atención cuando
estés en alguno de los dos estados y que te sirva de alimento
espiritual, y de crecimiento personal.

Francisco de Sales

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