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SEMANA

SANTA
2017
JUEVES SANTO

“Haced esto en conmemoración mía”

Hoy vamos a abrir el testamento de Jesús. ¿Qué nos dejó en la Última


Cena, la víspera de su muerte? Se trata de sacarle cada vez más fruto.

1. Nos dejó un gesto, que vale más que mil palabras: el Lavatorio de los
pies. Gesto intencionado. ¿Os habéis dado cuenta de lo que he hecho? Más
que un acto, es una actitud lo que Jesús quiso trasmitir, una actitud que
habría de ser característica de sus amigos. Quiso trasplantarnos su misma
actitud.
¿Es esa, de hecho, nuestra actitud dentro de la vida de familia y en
cada uno de los ámbitos en que nos desenvolvemos? Examínate.

2. Nos dejó su última voluntad: el mandamiento nuevo, que habría de ser


asimismo distintivo de sus discípulos: Os doy un mandato nuevo, que os
améis como yo os he amado; en esto conocerán que sois mis discípulos. Un
trasplante de corazón. Amar como él: con su mismo amor, amor hasta el
sacrificio, amor sin límites, amor a los enemigos, amor hasta que duela,
como decía Madre Teresa de Calcuta. Amor a todos, pero podemos tener las
mismas preferencias de Jesús: los pobres, los enfermos, los pecadores…
¿Hemos tomado en serio el mandamiento nuevo de Jesús? ¿Pueden
reconocernos como suyos, sin lugar a dudas?

3. Nos dejó la Eucaristía, Tomad y comed: Esto es mi Cuerpo. Es


decir, se nos dio él mismo, en forma de alimento, para que asimilemos y
trasplantemos a nuestro corazón sus mismos sentimientos, sus virtudes,
su actitud de entrega total al Padre y a los hermanos. Un alimento que
ha de transformarnos en él, unidos a su mismo sacrificio.
Son estas nuestras disposiciones al participar en la Eucaristía.
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4. Nos dejó a alguien que, como él, en su nombre y con su poder, nos
pudiera ayudar a hacer realidad todo lo anterior hasta el fin del mundo.
Nos dejó a los sacerdotes: Haced esto en memoria mía. Valoremos y
agradezcamos este don y pidamos hoy por la santidad de los sacerdotes
y por el aumento de las vocaciones.
¿Qué hemos hecho hasta hoy del testamento de Jesús? ¿Qué
pensamos hacer desde hoy? ¿Qué tiene derecho a esperar él de
nosotros? ¿Servir o ser servidos? ¿Perdonar o rencor? ¿Entrega o
egoísmo? ¿Amor sin distinción o con condiciones? ¿Participo en la
eucaristía con fe o con rutina?
El Jueves Santo es el mayor desbordamiento de Dios. Nos amó hasta el extremo.

¿Qué pretendía Jesús con su Testamento? > Identificarnos con Él


Yo soy la vid, vosotros los sarmientos… Permaneced en mí y yo en
vosotros... Os llamo amigos... Sois mis amigos si hacéis lo que yo os
mando.
> No permitas que jamás me separe...
Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.
> No quiero ir por otro camino…
Estáis en el mundo pero no sois del mundo.
> ¿Es seguro que no soy del mundo?
Os enviaré el Espíritu Santo, que os guiará a la plenitud
> Sin el Espíritu Santo no podemos vivir la Semana Santa, ni nada.

Del Papa Francisco


Jesús hizo lo que los discípulos no comprendieron: lavar los pies. En ese
tiempo era habitual, era una costumbre, porque cuando la gente llegaba a una
casa tenía los pies sucios por el polvo del camino; no existían los adoquines en
ese tiempo. Había polvo por el camino. Y en el ingreso de la casa se lavaban
los pies. Pero esto no lo hacía el dueño de casa, lo hacían los esclavos. Era un
trabajo de esclavos. Y Jesús lava como esclavo nuestros pies, los pies de los
discípulos, y por eso dice: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora -dice a
Pedro-, pero lo comprenderás más tarde» (Jn 13, 7). Es tan grande el amor de
Jesús que se hizo esclavo para servirnos, para curarnos, para limpiarnos.
(Homilía Jueves Santo 2015)

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Jesús nos ha dado ejemplo: “Él es el más importante y lava los pies porque,
entre nosotros, el que está más en alto debe estar al servicio de los otros. Y esto
es un símbolo, es un signo, ¿no? Lavar los pies es: ‘Yo estoy a tu servicio’.
Pero es un deber que me viene del corazón: lo amo. Amo esto y me gusta
hacerlo porque el Señor así me lo ha enseñado” (Homilía Jueves Santo 2016).

Del Padre (Apuntes)


¿Cómo sabremos si hemos participado bien en la Eucaristía? - Cuando
salgáis flechados al prójimo por amor de Dios.
Vivir la Misa incluye ser sacerdote y víctima. Hay que bajar del altar
como si bajáramos del calvario, con el yo bajo los pies.
Hemos de ser un reflejo de Jesús: "El que permanece en mí y yo en él da
mucho fruto... Sin mí no podéis hacer nada"…, "Si el grano de trigo muere
da mucho fruto".
Escucha estas cosas dichas por el Padre para ti hoy. Repásalas despacio.

De san Juan Pablo II a los sacerdotes en su viaje a España


Sois los preferidos, los íntimos del Señor, los primeros amigos de Jesús
en tierra española… Hay muchísimas personas, familias y grupos que
esperan lo que vosotros podéis dar: la palabra de salvación, los
sacramentos, el amor de Cristo, la orientación hacia una vida más moral y
humana. Si sois portadores auténticos de ese don, veréis que vuestra vida se
realiza plenamente en tal misión. Por eso os animo a continuarla con
entusiasmo y espíritu de fe. Con una visión llena de esperanza y optimismo.
La que brota de saber que, en medio de las dificultades, está con nosotros
aquel que nos comprende, ayuda y recoge el valor de cada esfuerzo hecho
por El. Pido a nuestra Madre común, la Madre de Jesús y nuestra, que ella
os haga los amigos fíeles del Amigo fiel. Así sea.
Oremos por los sacerdotes y por las vocaciones. ¿Lo haces tú de corazón?

De Santa Catalina de Siena sobre los sacerdotes


“Jesús me dijo: Querida hijita, quiero que conozcas mejor la dignidad en la
que coloqué a mis ministros y sufras más por sus miserias (...). Ellos son mis
ungidos y yo los llamé mis cristos, porque les entregué a mí mismo a fin de
que me administraran a vosotros. Esta dignidad no la tienen los ángeles, y la di
a los hombres, a quienes elegí como mis ministros". Los Sacerdotes son
"ministros del Sol", ya que son ministros del Cuerpo y de la Sangre de Cristo,

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que es una cosa sola con Dios, auténtico sol. De este altísimo Ministerio
proceden las tareas y los deberes de los Sacerdotes: la administración de los
Sacramentos, la dedicación a la gloria de Dios y la salud de las almas, el
alumbramiento de los fieles por la palabra y el ejemplo, la corrección de los
pecadores, la oración para los creyentes, la caridad hacia los pobres.”
Es mucho lo que recibes -y tienes derecho a recibir- de los sacerdotes,
por voluntad de Jesús. ¿Qué puedes aportarles tú?

Del Cura de Ars sobre la Eucaristía


(Carta del Arzobispo de Sevilla en 2009, con ocasión del Año Sacerdotal)
El centro de la vida espiritual y del ministerio del Cura de Ars fue la
celebración de la Eucaristía. Para él, “todas las buenas obras reunidas no
equivalen al sacrificio de la Misa, porque son obras de hombres y la Santa
Misa es obra de Dios”. Consciente de que en ella se renueva el sacrificio de la
Cruz, pedía a los sacerdotes que al celebrarla se ofrecieran a sí mismos
juntamente con la víctima divina. La celebración de la Eucaristía fue el sustento
de su vida sacerdotal. Sus biógrafos nos refieren que se preparaba largamente
cada día para celebrarla y que era conmovedor su recogimiento en la
consagración y la comunión. Pasaba muchas horas en adoración ante el
Santísimo, antes de la aurora o por la noche, y mientras él vivía pobremente, no
escatimaba los gastos necesarios para que la casa del Señor resplandeciese por
su ornato y dignidad.
De esta forma, con su testimonio, sus feligreses fueron apreciando cada vez
más la Santa Misa y la adoración eucarística, verdadero manantial de vida
cristiana y de fidelidad, de manera que muy bien se puede afirmar que la
Eucaristía, el sacramento de la penitencia, la predicación, la catequesis, la visita
a los enfermos, su testimonio de desprendimiento, caridad y pobreza, y la
gracia de Dios que actuaba a raudales a través del Cura de Ars, fueron
transformando aquel pueblo en el que antes había mucha ignorancia religiosa,
mucha indiferencia y escasa práctica religiosa. Se lo había advertido el Obispo
al enviarle: “No hay mucho amor a Dios en esta parroquia, tú lo pondrás”.
Oración
“Oh Dios, que en este sacramento admirable nos dejaste el
memorial de tu Pasión, te pedimos que nos concedas
venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y
de tu Sangre que experimentemos constantemente en
nosotros los frutos de la Redención.”

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Viernes Santo

Jesús sufrió mucho, sufrió por nosotros, sufrió voluntariamente.


(Así lo predijo Isaías (52-53). Así lo narran los Evangelios)

1. Sufrió mucho: Desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano. Lo


vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado por los hombres, como un
hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los
rostros; despreciado y desestimado... El salmo añade: Soy la burla de mis
enemigos, la irrisión de mis vecinos, me han desechado como a un cacharro
inútil.

2. Sufrió voluntariamente: Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría


la boca; como un cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca.
-Yo doy mi vida. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para
darla y poder para recobrarla de nuevo. (Jn 10:18).
-El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber? (Jn 18:11)

3. Sufrió por nosotros: Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros


dolores; traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes
(pecados). Nuestro castigo saludable vino sobre él, sus cicatrices nos cura-
ron… Por los pecados de mi pueblo lo hirieron… Entregó su vida como
expiación… Él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.
-Tenemos un Sumo Sacerdote que puede compadecerse de nuestras
flaquezas; probado en todo, igual que nosotros, excepto en el pecado.
Acerquémonos confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar
misericordia. (Carta a los Hebreos 5, 8)

Si todo eso es así, ¿no habrá alguna reacción por tu parte?


Cuando Pedro les hizo caer en la cuenta a los judíos de lo que habían
hecho, ellos preguntaron: ¿‘Qué tenemos que hacer, hermanos’?
¿No tendría que ser parecida la pregunta que te plantearas tú hoy, ahora?

Amor con amor se paga.


¿Qué ha hecho Cristo por mí? ¿Qué pienso hacer yo por él?
Dice un canto: "Pero tú me amas y sufriste por mí.
Ante la cruz, sólo puedo exclamar tuyo soy, tuyo soy".
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Contémplale en la Cruz ¡Mira y escucha! No te pierdas ni una palabra.
«Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo: el cual,
siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino
que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose
semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se
humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de Cruz» (Flp. 2,
5-8).

1. Padre, perdónalos La Virgen miraba y


escuchaba.
2. Hoy estarás conmigo en el Paraíso
Cada palabra y
3. Mujer, he ahí a tu hijo... Ahí a tu madre cada sufrimiento
4. ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? resonaban y se
grababan en su
5. Tengo sed corazón.
6. Todo está consumado Suceda igual en ti,
7. Padre en tus manos encomiendo mi espíritu ‘como si presente
te hallares’.

Nos preguntamos: ¿Por qué Cristo sufrió tanto?


"¿Qué necesidad hubo -escribía Santo Tomás- para que el Hijo de Dios
padeciera la cruz por nosotros? Da tres motivos:
1. Para redimir nuestros pecados, ayudándonos a comprender su gravedad.
2. Para ofrecernos ejemplo. La cruz es cátedra de todas las virtudes. Todo aquel
que quiera llevar una vida perfecta no necesita hacer otra cosa que despreciar lo
que Cristo despreció en la cruz y apetecer lo que Cristo apeteció.
3. Pero, sobre todo, para manifestarnos su amor. Dios es Amor, y el amor se
revela sobre todo en el dolor: "Nadie tiene amor más grande que el que da la
vida por sus amigos". El signo inequívoco del amor es justamente el dolor.
Lo demuestra la experiencia. Lo sabe bien la madre, lo sabe bien el
esposo, lo saben bien los novios, lo sabe bien el amigo verdadero. La
cruz es la prueba definitiva y sublime del amor. El amor se aquilata, se
forja, se muestra y se demuestra en el dolor.

Eco en San Pablo:


"Me amó y se entregó por mí"; "Dios acreditó su amor por nosotros, en que
siendo todavía pecadores, Cristo murió por nosotros".
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Eco en nosotros: San Juan de Ávila nos lo explica así:
“Tu actitud en la cruz nos llama dulcemente a amor; la cabeza tienes
reclinada, para oírnos y darnos besos de paz, con la cual convidas a los
culpados, siendo tú el ofendido; los brazos tendidos, para abrazarnos; las
manos agujereadas, para darnos tus bienes; el costado abierto, para
recibirnos en tus entrañas; los pies clavados, para esperarnos y para nunca
poder apartarte de nosotros. De manera, que mirándote, Señor, todo me
convida a amor: el madero, la figura, el misterio, las heridas de tu cuerpo; y,
sobre todo, el amor interior me da voces que te ame y que nunca te olvide
en mi corazón".

Del Padre:
“Cristo fue también en el mundo despreciado de los hombres y entre
grandes afrentas y en suma necesidad desamparado de amigos y conocidos. A
esto quedé incorporado yo en el santo Bautismo. Cuando lleguen esos desaires,
persecuciones, etc., hemos de decir: ¡Es lo mío! Y esto no sólo por imitar a
Jesucristo, sino ante todo porque me pertenece, tengo derecho a ello por el
Bautismo. El Bautismo me sumergió en la Pasión de Cristo y el bautizado ha
de estar muy metido toda su vida en esa Pasión de Cristo” ¡La Cruz es mi
derecho, mi patrimonio, por ser hijo-a de Dios! (Apuntes, p. 206).
Así dice el Señor: “Si el grano de trigo no se entierra, permanece un solo
grano; pero si muere, produce abundante fruto” (Juan 12, 24). “En nosotros
ocurre lo que con el grano de trigo. Que cuanto más enterrado va quedando,
mayor es su fecundidad. (Una aplicación concreta) ¿Cuál es la respuesta a la
persecución? Sufrir, orar, amar y agradecer… “No hay nadie que me haya
estorbado nunca, ni a mi santificación ni a mi apostolado. Sólo yo mismo
estorbo. Todas las dificultades radican en mí. Todas las criaturas son de mi
Padre Dios y están al servicio de mi Padre para mi bien. Desde el jefe de los
demonios hasta los ángeles están a mi servicio. Porque están al servicio de mi
Padre. Pues, si esto es así, yo no me puedo quejar de nada” (Boletín 8, p. 14).

Del Papa Francisco


“En esta Semana Santa nos hará bien, a todos, mirar el crucifijo, besar
las llagas de Jesús y decirle ¡gracias! Porque eso lo hizo por cada uno de
nosotros" (Abril de 2014).
“En esta noche debe permanecer solo una palabra, que es la Cruz misma. La
Cruz de Jesús es la Palabra con la que Dios ha respondido al mal del mundo. A

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veces nos parece que Dios no responde al mal, que permanece en silencio. En
realidad Dios ha hablado, ha respondido, y su respuesta es la Cruz de Cristo:
una palabra que es amor, misericordia, perdón. Y también juicio: Dios nos
juzga amándonos. Los cristianos deben responder al mal con el bien, tomando
sobre sí la Cruz, como Jesús”. (Viernes Santo 2013)

Del Cura de Ars: Las cruces de nuestra vida


El Señor es nuestro modelo. Qué consolador es sufrir ante la mirada de Dios
y poder decir al atardecer: "¡Animo, alma mía, hoy has tenido dos o tres horas
de parecido con Jesucristo!"… Quiérase o no, es necesario sufrir. Unos sufren
como el buen ladrón y otros como el malo. Ambos sufren igualmente. Pero uno
sabe hacer meritorios sus sufrimientos. Los acepta con espíritu de reparación, y,
volviéndose hacia Jesús crucificado, recoge de sus labios esas bellas palabras:
"Hoy estarás conmigo en el paraíso"… Los santos lo aguantan todo con
paciencia, alegría y perseverancia, porque aman. Nosotros sufrimos con
enfado, de cualquier modo y con fastidio, porque no amamos… En el camino
de la cruz sólo cuesta el primer paso. El temor de las cruces es nuestra gran
cruz. El que acepta las cruces con fe, las lleva con fortaleza. Le unen al Señor.
Le purifican. Le ayudan a cruzar la vida, como un puente ayuda a pasar el agua.

Oración:
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

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Sábado Santo: María en la Pasión
Hay tres momentos de la Pasión en los que nos convendrá escuchar el
eco del corazón de la Virgen de una manera especial:
1 En la cuarta Estación del Vía Crucis contemplamos el momento en que
María se une a Jesús, que va cargado con la Cruz camino del Calvario.
>Trata tú de sintonizar con ella, y dile: Virgen María, modelo y Madre,
ayúdame a meterme de lleno, como Tú, en el camino de la cruz, con mi cruz.
2 María está al pie de la Cruz y escucha estas palabras de Jesús, que
tanto le afectaban a ella y te afectan también a ti: Mujer, ahí tienes a tu
hijo; Ahí tienes a tu madre.
> Ella se dio por enterada. ¿Y tú?
3 Después de muerto, ponen a Jesús en brazos de su Madre.
> Si la escena no te dice nada, ¡mala señal!
En los sufrimientos y dificultades he de mirar a María para aprender de
ella a estar firme y fiel al pie de la Cruz. A su lado todas las cruces se
hacen pequeñas y todos los dolores se endulzan. En el Calvario ningún
movimiento de Jesús pasó desapercibo para su Madre. Lo mismo le sucede
contigo.

Del Padre: “La Santísima Virgen estaba al pie de la cruz traspasada de pena.
Atravesado su corazón por siete espadas, que no eran de jazmines; eran muy
dolorosas; como un corazón sangrado, pero en paz. Hazme, Señor, posible
por la gracia lo que me parece imposible por mi naturaleza. La fuente de la
alegría y de la paz está en padecer por el Señor. Más eso no quita que el
corazón esté sangrentado y la carne se ponga de gallina. La fuente del gozo
está en padecer por Ti, que la humillación y el desprecio no tiene nada de
amable. Amarlos por sí es una aberración” (Apuntes, 206-207).

Del Papa: “Nosotros los cristianos tenemos una Madre, la misma de Jesús,
tenemos un Padre, el mismo de Jesús. ¡No estamos huérfanos! Y ella nos da a luz
en ese momento de tanto dolor: es verdaderamente un martirio. Con el corazón
contrito, acepta darnos a luz a todos nosotros en aquel momento de dolor. Y
desde aquel momento ella se convierte en nuestra Madre, desde aquel momento
ella es nuestra Madre, la que nos cuida y no se avergüenza de nosotros: nos
defiende. ¡María, simplemente, es Madre!: Ahí está, atenta y solícita. ¡Es lindo
escuchar esto! ¡María es Madre! ¿Se animan a decirlo todos juntos conmigo?
¡Vamos! ¡María es Madre! Otra vez: ¡Vamos! ¡María es Madre!” (Septiembre
2016).
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Vigilia Pascual y Domingo de Resurrección

Hoy celebramos los dos acontecimientos más importantes e inseparables:


La Resurrección de Jesús y la Vida Nueva del Bautismo:

Pregón Pascual (fragmento)


Esta es la noche
en que, por toda la tierra,
los que confiesan su fe en Cristo
son arrancados de los vicios del mundo
y de la oscuridad del pecado,
son restituidos a la gracia
y son agregados a los santos.
Necesario fue el pecado de Adán,
que ha sido borrado por la muerte de Cristo
¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!
¡Ha resucitado!
¡Ha resucitado! Es la noticia que hoy es proclamada. Esta es la noticia. Es la
certeza que se nos da a conocer. La gran certeza, la que sostiene toda nuestra
vida, la que le da sentido y valor. ¡Ha resucitado! No podemos seguir viviendo
como si Cristo no hubiese resucitado, como si no estuviese vivo. No podemos
seguir viviendo como si no le hubiera sido sometido todo. No podemos seguir
viviendo como si Cristo no fuera el Señor, mi Señor. No podemos seguir
viviendo «como si». Sólo cabe buscar con ansia al Resucitado, como María
Magdalena o los apóstoles; o mejor, dejarse buscar y encontrar por Él.
¡Ha resucitado! También nosotros podemos ver, oír, tocar al Resucitado (1Jn
1, 1). No, no es un fantasma (cf. Lc 24, 37-43). Es real, muy real. Cristo vive,
quiere entrar en tu vida. Quiere transformarla. No, nuestra fe no se basa en
simples palabras o doctrinas, por hermosas que sean. Se basa en un hecho, un
acontecimiento. Sí, verdaderamente ha resucitado el Señor. Para ti, para mí, para
cada uno de todos los hombres. Hoy puede ser decisivo para ti. Él quiere irrumpir
en tu vida con su presencia iluminadora y omnipotente. Es a Él, el mismo que
salió del sepulcro, a quien encuentras en la Eucaristía.
¡Ha resucitado! La noticia que hemos recibido hemos de anunciarla a
otros. Si de verdad hemos tocado a Cristo, tampoco nosotros podemos
callar «lo que hemos visto y oído» (Hb 4, 20). No somos sólo receptores.
Cristo resucitado nos constituye en heraldos, pregoneros de esta noticia.
Una noticia que es para todos. Una noticia que afecta a todos. Una noticia
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que puede cambiar cualquier vida: «Cristo ha resucitado, está vivo, para ti,
te busca, tú eres importante para Él, ha muerto por ti, ha destruido la
muerte, te infunde su vida divina, te abre las puertas del paraíso, tus
problemas tienen solución, tu vida tiene sentido». ¡Alegraos, Cristo Vive!

Dos textos de san Pablo


“Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde
está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los
de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en
Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros
apareceréis, juntamente con él, en gloria” (Colosenses 3, 1-4).
“Por el bautismo fuimos sepultados con El en la muerte, para que, así
como Cristo fue despertado de entre los muertos por la gloria del Padre, así
también nosotros andemos en una vida nueva. Comprendamos que nuestra
vieja condición ha sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra
personalidad de pecadores y nosotros libres de la esclavitud del pecado...
Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir
es un vivir para Dios. Lo mismo vosotros consideraos muertos al pecado y
vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor Nuestro.” (cf. Romanos 6, 3-11)
La Iglesia nos invita a renovar nuestro Bautismo, pues se trata de llegar a
vivirlo en plenitud. ¿Y cuál es la plenitud? “Ya no vivo yo; es Cristo quien
vive en mí”. ¿Quieres renovar hoy de verdad las promesas bautismales?

Del Papa
“Muchas veces tenemos necesidad de que Dios nos diga: ¿Por qué buscas
entre los muertos al que está vivo? Los problemas, las preocupaciones de la vida
cotidiana tienden a que nos encerremos en nosotros mismos, en la tristeza, en la
amargura..., y es ahí donde está la muerte. No busquemos ahí a Aquel que vive.
Acepta entonces que Jesús Resucitado entre en tu vida, acógelo como amigo, con
confianza: ¡Él es la Vida!” (30 de marzo de 2013).
“¿Qué significa que Jesús ha resucitado? Significa que el amor de Dios
es más fuerte que el mal y la muerte misma, significa que el amor de Dios
puede transformar nuestras vidas y hacer florecer esas zonas de desierto que
hay en nuestro corazón.” (31 de marzo de 2013).

Del Padre
Participación en la muerte y resurrección de Cristo
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Estamos injertados en el misterio de Cristo y por lo tanto en su Pasión.
Está desarrollándose en mí la muerte y la vida de Cristo. He de decir:
«¡Amén..., amén..., aleluya..., aleluya...!», a todo sufrimiento. Tenemos
miedo de decir: estás bautizado y lo tuyo es el dolor, el sufrimiento y la
muerte. Ése es tu patrimonio. Pero no olvidemos que el bautismo es
inmersión y resurrección. Injertado en la pasión de Cristo es igual a
injertado en su resurrección, ascensión y misión del Espíritu Santo.
El alma que participa ya de la ascensión, sus pensamientos, su corazón,
su vida están en el cielo; pero no para ahí: desde allí envía al Espíritu Santo
fecundando almas. Pasaré mi cielo haciendo el bien en la tierra (santa
Teresita). Y esto es de todo cristiano.
Si te entregas de verdad a Jesús, Él te llevará al Calvario y de allí a
la crucifixión y luego la resurrección. Entonces el Espíritu Santo te hará
sombra (cf. Lc 1, 35) y te llenará de fecundidad. Morir con Cristo,
resucitar con Él, subir al cielo y desde allí -desde esa vida de unión con
Él- descenderá el Espíritu Santo y el mundo recibirá esa vida que todo
lo purifica, lo transforma, lo vivifica.
La misión de Jesucristo no terminó con su muerte, ni con su resurrección, ni
con su ascensión a los cielos: terminó mandándonos el Espíritu Santo.
No os paréis nunca en la muerte, que es la cosa más terrible entre las
cosas terribles; pero mirando la fecundidad, deseadla, porque todo lo que
me lleva al abrazo con el Amado debo desearlo. No os paréis nunca en la
muerte, mirad la misión del Espíritu Santo, la gran misión que habéis de
ejercer en la Iglesia.
¡Oh, si morís a todo, qué lluvia de Espíritu Santo vendrá sobre las almas! A la
muerte seguirá el riego del Espíritu Santo sobre las almas. Si limpiáis vuestro
corazón, sentiréis esa sed de almas; de lo contrario, sólo se puede sentir
aburrimiento. Nada más triste que la esterilidad. (Apuntes, p. 100).

Oración:
Infunde, Señor, en nuestras almas tu gracia, para que los que por
el anuncio del ángel hemos conocido la Encarnación de tu Hijo,
por su Pasión y su Cruz lleguemos a la gloria de su Resurrección.

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