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Neurosis, Psicosis y Perverso

Genio y figura hasta la sepultura. Hijo de tigre, pintito. El que nace para maceta no sale del corredor.
Árbol que nace torcido, jamás su tronco endereza. ¿Qué tienen en común estos refranes? Tienen un
común denominador: la personalidad del ser humano siempre estará presente a lo largo de su
existencia. No en balde nuestros ancestros recopilaron siglos de sabiduría en pequeñas oraciones
postuladas como aforismos para designar las experiencias que da el paso por esta tierra.

El ser humano está constituido bajo una “estructura de personalidad” que se entiende como aquello que
nos constituye, que nos hace “ser” en relación a nosotros mismos y al mundo, una manera de ser y estar
en el mundo. Desde la lectura del psicoanálisis existen tres estructuras básicas: neurosis, psicosis y en
medio de ellas la perversión.

¿Cómo se estructura el sujeto? ¿en base a qué experiencias el sujeto se estructurará? ¿de qué depende
que un sujeto sea perverso, psicótico o neurótico?

La personalidad del ser humano se estructura en base a las primeras experiencias vividas en la más
tierna infancia; experiencias de amor pero también experiencias de muerte. Experiencias de amor como
el apego, el cariño, afecto, y la posterior separación-individuación. Experiencias de muerte manifestadas
a través del rechazo, el descuido, la falta de reconocimiento, la destrucción, aniquilación, el niño como
prolongación de su madre, etc. Y todo esto en conjunto es lo que va a estructurar al ser humano, esas
primeras vivencias quedarán troqueladas en lo más recóndito de su inconsciente y desde allí fraguará su
existencia.

Las experiencias en la primera infancia y cómo se hayan éstas percibido van a quedar de alguna manera
“fijadas” en la psique del infante, sobre todo las experiencias vividas como excesos: exceso de
frustración y exceso de satisfacción. Amor y abandono. La falla que se instaura tendrá mucho que ver en
esa estructura psíquica que se forma.

Todo se juega en el primer año de vida. ¿Cómo es que una persona tiene un “quiebre psicótico” y anda
por la vida ensimismado en su propia realidad, en un solipsismo a perpetuidad? La persona que está
estructurada bajo el designio de la psicosis (esquizofrenia, paranoia y bipolaridad) lo es por lo que vivió
en ese primer año de vida, cuando su “Yo” se estaba formando, no hubo algún referente, hubo en
cambio una madre psicotóxica, ajena a su función de madre, enajenada con otros menesteres,
abandonando al infante a su propia suerte; no hubo una madre que catectizara al infante (llenarlo de
amor) y por lo tanto el “Yo” no logró estructurarse. Un Yo débil que a la postre, ante algún evento
traumático regresará al allá y el entonces y al no haber la estructura básica necesaria tendrá el quiebre
psicótico. De adulto tenderá a la psicosis ante un medio adverso y una estructura que ya trae desde la
infancia.

En el neurótico opera otra cosa, el neurótico (fóbico o histérico u obsesivo) libró ese primer año; su “yo”
logró estructurarse a través de introyecciones, pasa a un segundo momento, a una segunda estructura,
la estructura neurótica en donde su yo estará en constante conflicto con la realidad, con las demandas
del Ello y con las exigencias del Superyó. Como se dice coloquialmente en las aulas de la Facultad de
Psicología: “Todos somos neuróticos gracias a Freud”.

La característica principal del neurótico es ese constante conflicto con la realidad; realidad que le frustra,
realidad con la que siempre está en constante conflicto. El neurótico por un lado está bajo las demandas
del principio del placer pero por otro lado está también bajo el yugo de las demandas del principio del
deber. En cambio en la estructura psicótica sucede otra cosa, la persona que se ha estructurado bajo la
denominación de la “psicosis” tiende a evadir la realidad, no le gusta; por lo tanto “crea” una realidad
alterna: “No soy yo el malo, son ellos los que me persiguen”; su síntoma como un intento de re-
equilibrio.

¿Cómo se relaciona el neurótico, el psicótico y el perverso con el “Otro”? ¿cuál es su posición existencial
como ser-en-el-mundo? Tomemos de ejemplo el constructo “demonio”. Para el neurótico los “demonios”
con los que tiene que luchar son sus padres, su jefe, los compañeros de trabajo, la falta de dinero, la
insatisfacción sexual, la obsesión; es decir, son demonios “simbolizados”, demonios que tienen que ver
precisamente con eso que ocurrió en su infancia y retornan a su existencia representados en personas
de carne y hueso en los que deposita las frustraciones que vivió en el allá y el entonces. Siguiendo con la
misma alegoría, los demonios para el psicótico son demonios reales, demonios que lo persiguen.
Demonios que existen y que atraviesan paredes, que se le aparece en su cuarto, nadie más lo ve,
demonios que se esconden en sus botas, demonios que le susurran cosas al oído.

Tenemos pues que el constructo denominado “demonio” es experimentado para el neurótico a través
del simbolismo, en cambio el demonio para el psicótico existe realmente. Sólo nos queda la estructura
perversa: en el perverso el “demonio” es él mismo. El perverso como el demonio encarnado. El perverso
es un “niño grandote” que no le pusieron reglas, normas, límites, no hubo un padre que lo castrara;
ausencia de la figura paterna que le pusiera límites, que le castrara su deseo, el perverso goza por ese
medio. Su goce es un goce infantil, goza como lo hiciera un infante sádico, mortificando la existencia del
otro, saciando sus pulsiones perversas importándole solo él.

¿Cómo se relaciona cada persona dependiendo de su estructura con los fenómenos oníricos (el sueño)?
El neurótico tiene una pesadilla y al despertar sabe que solo fue un mal sueño, o un sueño erótico que
solo queda en eso, en sueño. El perverso lleva a cabo lo que el neurótico sueña. El psicótico vive en un
sueño eterno en donde ángeles y demonios existen en su vida real.

O también podremos comprender la relación que tiene cada estructura de personalidad con el “Otro”,
por ejemplo: se dice que el neurótico tropieza siempre con la misma piedra, de hecho el neurótico no
solo tropieza con la misma piedra, él mismo la pone para tropezar con ella (compulsión a la repetición).
La relación del perverso con la piedra sería una relación de fetiche; tomaría a la piedra no para tropezar
con ella sino para fetichizarla, sodomizarla, erotizarla, o buscar hasta por debajo de las piedras para ver
con qué más gozar. El psicótico se pondría a platicar con la piedra.

Infancia es destino y allí se jugará gran parte de lo que el ser humano será en su vida adulta. Será desde
allí como tomará decisiones, cómo se enfrentará a las situaciones cotidianas de la vida. Todo esto ha
quedado troquelado en el inconsciente del ser humano y desde allí estará demandando ser reconocido.
Intentará salir a la luz y por lo regular lo logra, pero ese “salir a la luz” lo hace a través de una máscara
que denominamos síntoma y es precisamente ese síntoma lo que no permite al ser humano andar por la
vida ligero de equipaje. El síntoma (depresión, ansiedad, estrés, trastorno alimenticio, obsesiones,
relaciones amorosas no sanas etc.) como manifestación de eso que incomoda, de eso de lo que se quiere
hablar pero que la sociedad insiste en que se debe callar. El síntoma existe por algo, no se trata de
simplemente modificarlo o callarlo, al contrario, hay que escucharlo, interpretarlo, traducirlo. El síntoma
está allí por algo y el consultorio es el lugar idóneo para escuchar lo que tiene que decir a través de la
propia palabra del paciente, del que sufre ese malestar que por lo regular se esconde detrás de un “No
sé lo que me pasa”.

La psicoterapia como ese lugar idóneo en donde se puede escuchar el discurso del paciente y saber eso
que está allí pero que por ser precisamente inconsciente no se sabe. Hablar ese sueño “perverso” que
aterra, platicar de esos demonios simbolizados, comprender esa compulsión a la repetición que impulsa
a poner la piedra para tropezar con ella. Descubrir la propia verdad, la propia constitución, la propia
estructura de personalidad, aceptar de lo que estamos hechos y comenzar a construir la vida que se
desea vivir.

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