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Educación y Valores:

un silencioso y justo reclamo.


Prof. Carlos José Vigo
No es novedoso referirse a la “crisis de valores” que estamos atravesando en la actualidad.
Algunos la describen como una “ausencia de valores”, otros hablan de “nuevos códigos de
valores”, otros como un “olvido de los valores”, pero lo concreto y perceptible es que,
ontológicamente hablando, el tener en muchas circunstancias reemplaza al ser, el individualismo
en las prácticas sociales, institucionales e interpersonales, sustituye a la solidaridad y muchos
otros aspectos que involucran valores están trastocados.
Esta diferenciación conceptual nos va servir de base para sostener nuestra propuesta: realizar el
paso de los valores a la valorización. Es decir, la capacidad de valorar que cada ser humano
posee (especialmente los niños), plantearla en términos de aprendizaje.
Afrontemos este desafío de ayudar en la formación integral de los niños que comparten sus
vidas, sus anhelos, sus sueños, a partir de una analogía: Hay capacidades que poseemos desde
pequeño, aun cuando están presentes en todos los seres humanos, alcanzan un desarrollo muy
desigual de acuerdo con la atención que se pongan en ellas. Es lo que marca la diferencia, por
ejemplo, entre los que son deportistas y quienes no lo son.
Consideramos que algo semejante sucede con el pensamiento: pensar pensamos todos, pero hay
formas de trabajar el pensamiento para lograr una mayor capacidad crítica e interpretativa. De un
modo similar planteamos aquí que, si bien todos valoramos, trabajar de un modo específico sobre
el valorar puede ayudarnos a hacerlo de un modo mejor. Muchas veces en la misma familia, el
trabajo se orienta de un modo casi exclusivo hacia los valores y no hacia el valorar.
Si bien hay una vaguedad en la definición de “valor”, el caso del “valorar” es a nuestro juicio
peor: directamente se ignora la importancia del proceso de construcción de la valorización. Por
ello a veces la misma familia llega tarde cuando aborda el tema, porque apunta al valor y no a
aquello que lleva al niño o la niña a considerar que algo es valioso o no. Se trabaja sobre la
adhesión o el rechazo a ciertos valores, pero no se asume la tarea de reflexionar acerca de qué
puede permitir considerarlos como tales.
Que la escuela y la familia no asuman sistemática y metodológicamente la tarea de enseñar a
valorar, no significa que el niño o niña no aprenda en ella cómo hacerlo.
El principal objetivo de la educación en capacidades valorativas, valores, límites, es el desarrollo
moral del niño/a o joven, por lo que se requiere como primera condición, el desarrollo de la
autonomía de la persona. Se trata de conseguir que los niños y jóvenes sean capaces de detectar
las situaciones morales, el conflicto entre valores, y las aborden de manera racional, autónoma y

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dialógica. La autonomía supone que es la propia persona la que se relaciona con el ámbito de los
valores, rechaza las presiones externas o planteamientos heterónomos.
Los procesos de autoconocimiento, construcción del yo, el autoconcepto, autoestima,
autorregulación de la conducta, son indispensables para conseguir el estado ideal de autonomía.
Esto se lleva a cabo sin pretensiones de someter todo a un psicologismo absurdo que explique la
complejidad de la temática desde una mirada reductiva.
Desde el seno de una comunidad educativa o familiar, uno de los principales problemas a la hora
de encarar un trabajo relacionado con los valores, es que no se advierte la importancia de
ocuparse también del proceso de construcción de la valorización. Pero estas consideraciones no
implican, de ningún modo, que todo trabajo que se oriente a los valores deba ser juzgado como
inútil o nocivo. Para que los chicos puedan desarrollar su capacidad de valorar de un mejor
modo, es necesario también, como parte de una labor más amplia, dirigir la atención a los
valores.
Debemos realizar un trabajo serio sobre la capacidad innata que los chicos poseen de realizar sus
propias construcciones valorativas que, como tales, pueden ser mejoradas desde el interior de la
comunidad si se trabaja de un modo específico. Por ello sostenemos en este ensayo, que no sólo
se puede, sino que abundan las razones para sustentar que se debe enseñar a valorar.
Creemos que se puede realizar un trabajo silencioso pero fructífero, acerca de la relación que se
establece entre la formación en las capacidades valorativas, los valores, los límites, y la
preocupante realidad de la pérdida de la cultura del trabajo que azota toda nuestra sociedad y
que, frente a tal amenaza, no estamos ajenos de padecerla.
Trataremos de establecer en líneas generales algunos aspectos que consideramos negativos a la
hora de llevar a cabo la temática propuesta. Examinaremos las diferentes posturas en relación a
la definición de los valores. Reflexionaremos sobre las dimensiones del pensamiento: crítico,
creativo y sensible. Veremos cómo podemos trasladar esas herramientas al caso específico de los
valores.

Aspectos negativos del trabajo sobre valores.


1. Descuido del proceso de valoración y de los hábitos valorativos.
En la mayoría de las propuestas para trabajar en relación con nuestro tema, los esfuerzos se
concentran en los valores y no en la valoración. No se advierte que una postura valorativa es
algo que se construye. Además en la medida en que el “trabajo” esté centrado en el discurso o el
espectáculo, que sea segmentado y efímero, será imposible pensar que pueda siquiera afectar los
hábitos valorativos de los chicos.

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Es decir, muchas veces no sólo se pierde de vista cómo se van construyendo las posturas
valorativas, cómo se afianzan, cómo se llega a convertirse en hábitos, sino que no se toma
seriamente la idea de que esos hábitos puedan ser acompañados por algún tipo de práctica
pedagógica o tutorial.
2. Desentendimiento en relación con los “valores de hecho”
Para sostener desde el discurso ciertos valores de derecho (indefinido, vago), se descuida el
trabajo sobre aquello que los chicos de hecho consideran como valores. Muchas veces se cae en
una simple impugnación de éstos, lo que provoca una adhesión todavía mayor por parte de los
chicos.
No tenemos que olvidar que los valores de hecho son componentes identitarios. Una persona que
sienta que “sus” valores son cuestionados podrá verse llevada a sentir que ella misma está
siéndolo y, en consecuencia, obrará de un modo defensivo, aferrándose a aquello que se pone en
cuestión.
Pero la alternativa no es abandonar todo tipo de trabajo sobre los valores o “festejarlos”. Nuestra
propuesta, como veremos más adelante, es brindarles a los chicos las herramientas necesarias
para que ellos mismos puedan reflexionar acerca de dichos valores, que puedan analizar desde
qué intereses se promueven, cuáles son las consecuencias de sostenerlos, pero no para que
abandonen dichos valores, sino para que puedan decidir con una importante cantidad de
elementos si los asumirán y porqué.
3. Espectacularización.
Cuando la presión por trabajar los valores, se le suma la necesidad de mostrarse que se está
haciendo algo, aparece la espectacularización. Es decir, se hace del “trabajo” en valores un
espectáculo para la comunidad educativa y familiar. La gran mayoría de los trabajos relacionados
a este tema de los valores se conciben pensando en ser exhibidos.
Si el resultado es bien producido, arrojará como resultado la imagen de que la institución donde
se realiza el trabajo está “comprometida con los valores” y, al mismo tiempo, dejará a todos
satisfechos y a nadie molesto. Puede pasar que el trabajo sobre valores se convierta en una
cuestión de “marketing”. En este sentido, muchas propuestas, tales como campamentos,
encuentros, charlas extraordinarias, sin un itinerario ni un marco teórico que fundamente dichas
actividades, son pensadas más para dar la impresión de que se está realizando un trabajo que para
llevarlo a cabo realmente.

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4. Consecuencias de la espectacularización.
Desde nuestra perspectiva, el trabajo espectacular es, en el mejor de los casos, inútil; en el peor,
altamente nocivo. Inútil, cuando no produce ninguna reflexión en los chicos, cuando no provoca
transformaciones en sus pensamientos ni en sus hábitos, y, en realidad, como mencionamos
antes, es bastante difícil que un trabajo así pueda transformar pensamientos ni, muchos menos,
hábitos. Básicamente porque, si bien el enfoque es muy semejante al publicitario, que sí tiene un
gran éxito en esto, al no contar con los recursos ni con los conocimientos específicos que los
creativos publicitarios manejan, el impacto que producen en los chicos es mínimo.
En el peor de los casos, dicho trabajo puede resultar altamente nocivo. Veamos porqué: puede
suceder que le estemos enseñando a los chicos solamente que lo fundamental es mostrar una
adhesión, aunque esta no tenga un correlato en la vida de todos los días, exhibir un compromiso,
más que asumirlo con seriedad.

¿De qué valores hablamos? La necesidad de una definición.


Para avanzar en nuestra propuesta, parece imprescindible definir en qué consisten los valores.
Pero al recurrir a textos de varios especialistas para buscar estas definiciones básicas, nos
encontramos con que la variedad es tal que la confusión lejos de disminuir, se acrecienta.
En realidad, no se trata sólo de una diversidad de perspectivas en relación con un mismo objeto,
sino que muchas de ellas crean su propio objeto, de manera que aquello que se entiende por
valor desde un enfoque, tiene muy poco que ver con lo que se da por sentido en otra.
Desde una mirada muy general, podríamos decir que el término “valor” se emplea en dos
sentidos. Por un lado, para designar aquello que en una sociedad determinada se valora.
Midiendo esa valoración se obtendrían una jerarquía de valores de hecho, en cuya cumbre se
encontraría eso que la mayor cantidad de miembros de la sociedad considera valioso. Por otro
lado, se llama valores de derecho a aquello que, desde un marco filosófico, religioso, político,
educativo, se considera que debe ser tomado por valioso.
Los valores de hecho, están atados a un contexto espacio temporal. Varían de cultura en cultura y
de época en época. Los cambios políticos, sociales, culturales, generan nuevos horizontes de
sentido, nuevos modos de vida y, con ellos, nuevos hábitos valorativos que relegan a un segundo
plano valores que hasta entonces se consideraban muy firmes. Esto se puede percibir con
claridad si lo relacionamos con la pérdida de la cultura del trabajo, por citar un ejemplo
inquietante.

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Los valores de derecho, como hemos dicho, se apoyan en un marco mayor, (religioso, político,
educativo, etc.) desde el que se pretende que se conviertan también en valores de hecho. Es
decir, son impulsados por instituciones o individuos que aspiran a que un mayor número de
personas advierta, como ellos, que esos son los valores que deben valer. A diferencia de lo que
sucede con los valores de hecho, que se legitiman por su propia vigencia, los valores de derecho
requieren de una fundamentación.
Cuando en la familia o en la escuela o en alguna otra institución social nos referimos a valores,
normalmente nos centramos en los valores de derecho. Los valores de hecho, es decir aquello
que los chicos efectivamente consideran valioso, muchas veces son pasados por alto o, suele
suceder, que son descalificados. Frecuentemente nos colocamos en el lugar de la emisión de
discursos a favor de lo que los chicos deben valorar, independientemente de lo que ellos valoren
de hecho.
Esto no quiere decir que desde el lugar que ocupemos como educadores o transmisores de
valores morales y de la cultura, no pongamos nuestros esfuerzos en seguir trabajando e
induciendo a que los chicos incorporen a sus vidas ciertos valores fundamentales, sino que, no
debemos descuidar lo que los chicos realmente valoran, para trabajar desde allí con ellos. De esta
manera, creemos nosotros, se podrá realiza un trabajo con muchos frutos, especialmente para los
niños.
No resultaría difícil hacer una lista de esos valores que suele considerarse que la tanto la escuela
como la familia debe trabajar: libertad, tolerancia, respeto, no-violencia, fraternidad, amistad,
igualdad, lealtad, solidaridad, y tantos otros. Ahora bien, ¿qué entendemos cuando enunciamos
estos valores? ¿Qué ponemos debajo de cada una de esas etiquetas? Cuando se trata de valores
de derecho, es fundamental que se clarifique cuál es el marco teórico en el que se sostiene y en el
que reposa su legitimidad.
Hoy en día, los medios de comunicación operan con un mecanismo de instauración de una
perspectiva valorativa. El éxito del mensaje publicitario en la instauración de “estilos de vida” es
explicable desde la lógica de los calores de hecho. Las publicidades no dan razones acerca de por
qué hay que consumir esto o aquello, simplemente muestran como realizado lo que se proponen,
es decir, difunden la vigencia de aquello que pretenden que tenga.

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Pensamiento crítico y valoración:
a) Puesta en juego de razones.
Se tratará que los chicos puedan dar razones acerca de por qué en una situación particular
valoran tal como lo hacen. Se debe que tener especial cuidado cuando interpela al chico o chica
en relación con este tipo de cuestiones porque puede suceder que el chico o chica crea que se le
piden razones porque su modo de valorar es erróneo. Eso normalmente hace que el chico se
cierre y no pueda salir de la falacia “porque yo pienso así”.
a) Detección de falacias que apoyan cierta valoración.
Cuando se dan razones acerca del modo de valorar algo, es necesario que se emplee falacias.
Ejemplos: “Para mí eso está bien porque para mí eso es así” (Falacia de petición de principio).
“A mí esto me gusta, si no estás de acuerdo no sos más de mi grupo” (Falacia de apelación a
la fuerza). “Esto no está bien porque vi en la tele y ella siempre lo dice” (Falacia de
autoridad). “No me vas a decir a mí lo está bien hacer si vos sos un desastre” (Falacia ad
hominem).
b) Detección de falacias desde las que se defiende un determinado valor.
Aun en los casos en los que el Acompañante considere correcta la posición de un alumno en
relación con un valor determinado, si esa posición se sostiene en una falacia se deberá revisar.
Por ejemplo, si algún chico dice que está bien ser solidario: “Porque para mí hay que ser
solidario” (falacia de petición de principio). “Porque si no sos solidario acá no podes venir
más” (falacia de apelación a la fuerza). “Porque todos dicen que hay que serlo”. (Falacia de
apelación a la multitud).
c) Detección de supuestos valorativos.
Tener presente en qué se basa alguien para hacer una valoración.
d) Detección de valores supuestos.
Advertir qué valores se suponen en una afirmación determinada, qué valores se asumen como
propios sin el debido análisis.

Para concluir nuestra breve intervención que no buscó más que crear un espacio de reflexión
sobre un tema que consideramos fundamental en la educación integral, creemos que es
importante:
 Generar espacios de reflexión personal y comunitaria sobre nuestras capacidades
humanas y colocar las herramientas necesarias a fin de potencializarlas.
 Promover espacios de encuentro, integración y reflexión.

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 Acompañar y fortalecer el crecimiento, la maduración y el proyecto de vida de los
chicos y chicas, promoviendo nuevas formas y espacios de acompañamiento.
 Generar y promover procesos de formación que respeten la diversidad, que tengan en
cuenta tiempos y modos, adecuados a las necesidades de cada uno.
 Crear ámbitos que otorguen protagonismo al joven en su propia formación.
 Promover el respeto y la valoración de la realidad de cada uno de los niños y niñas.
 Suscitar que cada uno, desde el lugar que ocupe, se convierta en agente de
transformación de su propia realidad.
 Reflexionar sobre las nuevas construcciones y configuraciones familiares en la
sociedad.
 Reflexionar sobre la necesidad de una instauración en la propia vida de una cultura
del trabajo.
 Posibilitar espacios donde los jóvenes, los niños, las madres y las tías participen y
expresen sus realidades y necesidades.
 Tomar conciencia y clarificar el rol que cada uno cumple dentro de la comunidad.
 Favorecer la resolución de conflictos familiares, interpersonales e institucionales.
 Crear autonomía para la resolución de conflictos con base en valores.

Bibliografía consultada
• Santiago, Gustavo. El desafío de los valores: una propuesta desde la filosofía con niños.
Ed. Novedades Educativas. Bs. As. Año 2005.
• Julio César Labaké. Valores y Límites en la educación. Ed. Bonum. Bs. As. Año 2003.
• Horacio Prado y otros. Temas y dinámicas para jóvenes. Ed. San Pablo bs. As. Año 2003.
• Julio César Labaké. Adolescencia y personalidad. Ed. Bonum. Bs. As. Año 1996.
• Victoria Camps. Los valores en la educación. Ed. Grupo Anaya. Bs. As. Año 2005.

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