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¿Un gentío sin proyecto compartido?

Arleison Arcos Rivas1

Luego del fiasco que significó la apropiación espuria de la dos curules asignadas
para el pueblo descendiente de africanas y africanos en Colombia en la pasada
legislatura, para las próximas elecciones de congresistas se han presentado 119
aspirantes registrados en 41 listas; una cifra que bien podría significar
crecimiento y maduración del electorado étnico en el país, aunque también
refleja el agrio sinsabor del desencuentro político electoral y la percepción de
que en muchas de dichas candidaturas hay más ganas de figurar que interés por
avanzar en la consolidación del poderazgo.
Si bien ese nutrido número de aspirantes no expresa enemistades
irreconciliables ni peleas caudillistas por las curules afrodescendientes, tampoco
significa que se haya producido un decantamiento en los procesos organizativos
que lleve a cualificar la aspiración de representación de nuestro pueblo con una
manifiesta intencionalidad identitaria, al margen de las dinámicas politiqueras
tradicionales. De ahí que resulte inquietante que se dejen sentir en redes
sociales acusaciones, sindicaciones y señalamientos que pudieran significar
futuras intervenciones de las autoridades electorales. Para evitar injustos
señalamientos de sectarismo, dado que he hecho público mi apoyo a una
candidata, evito dar nombres en esta ocasión. Sin embargo, varias candidaturas
preocupan en grado superlativo, como quiera que son aupadas por jefes
políticos, gamonales y partidos tradicionales; o se denuncia su presentación a
consecuencia de dádivas, contubernios y acuerdos con algunas Organizaciones
y Consejos.
Al contrario de la denominada “operación avispa” alimentada con las listas
abiertas que presentan los partidos con maquinaria electoral, las aspiraciones
tras las dos curules afrodescendientes deberían consolidar un ideario de unidad
y coordinación en torno a un mismo pretendido político. Pese a ello, con visos de
fragmentación, las Organizaciones y Consejos Comunitarios que aportaron sus
avales dibujan un variopinto enjambre de iniciativas, propósitos, propuestas,
demandas y reclamos a las que hace falta el sello del ideario compartido y los
acuerdos nacidos de la implementación de procesos de consulta previa entre
nuestras comunidades, que pudiera alimentar un sano ejercicio de pluralidad de
opciones articuladas.
Si lo que se pretende es que la denominada “Circunscripción Especial para
Comunidades Negras”, consagrada legalmente mediante el artículo 66 de la ley
70 de 1993 y la ley 649 de 2001, es que las diferentes expresiones del pueblo
afrodescendiente en Colombia cuenten con voceros representativos en el
escenario natural para la deliberación pública y la toma de decisiones políticas;

1
Arleison Arcos Rivas. Activista afrodescendiente, asesor en procesos organizativos y de etnoeducación.
Licenciado en Filosofía, especialista en Políticas Públicas, Especialista en gobierno y Desarrollo Local,
Magister en Ciencia Política y Candidato a Doctor Ciencias Humanas y Sociales.
entonces, más que candidaturas, se precisa interpretar un proyecto de amplio
espectro que mejore de modo contundente los precarios indicadores de
bienestar tanto en los territorios ancestrales como en los poblados y
espacialidades urbanas en los que se forja la existencia de individuos, colectivos
y comunidades que se identifican como parte de nuestro pueblo.
A diferencia de las curules regionales y nacionales en senado, la participación
política en circunscripción especial no se hace a propio crédito ni en reclamo del
interés particular; sino que su aval debe expresar pertenencia étnica y
compromiso político de realización de los acumulados históricos tras la ausencia
de representatividad, ostracismo, ocultamiento e invisibilización del pueblo
afrodescendiente2.
Deberíamos preguntarnos entonces si está asegurado que quienes aspiran a ser
elegidos y lleguen a ocupar esas dos curules tengan tal aspiración y sean
portavoces capaces de encarnar el anhelo de contar con voces significativas en
la Cámara de Representantes. Quienes se presentan como candidatas o
candidatos para ocuparlas deberían entonces corresponder a procesos de
delegación como emisarios correspondientes y apalabrados del pueblo
afrodescediente en Colombia. No interlocutores, sino partes, incluso
instrumentos que materialicen e incorporen la perspectiva de su pueblo en las
disputas y ejecutorias legislativas, sobre la base de acuerdos gestados en el
diálogo y la intervención de las mismas comunidades y colectivos.
Tales compromisos son necesarios y definitivos para que se enfrenten las
barreras, brechas y fronteras3 que han impedido o dificultado avances definitivos
en la superación de la marginalidad, la pobreza, la desprotección, la desigualdad
y el padecimiento de necesidades básicas, enfermedades y problemas que ya

2
Claudia Liliana Quijano. La Circunscripción Especial Afrodescendiente: ¿Un modelo que debe ser
repensado? Tesis de Maestría en Derecho. Universidad Nacional, 2017
http://www.bdigital.unal.edu.co/57760/3/65810009.2017.pdf Un interesante ejercicio analítico
del que lamento la insistencia y no cuestionamiento de la expresión “minoría étnica”. b
3
En un documento indicador de política pública, el Compes 3660 de mayo 10 de 2010; se describen las
barreras “que obstaculizan la igualdad de oportunidades, y el aprovechamiento de capacidades y
potencialidades para disfrutar de los beneficios del desarrollo humano sostenible” (p. 8); “que impiden el
avance de dicha población, en particular de las mujeres y de los niños, en el campo económico y social.”
(p. 26); “10 barreras invisibles que se considera limitan el avance en el desarrollo de dicha población y
para las cuales se presentan recomendaciones a cada una de ellas y se sugiere que sean presentadas ante
el Consejo de Ministros” (p. 27). Tales barreras serían: (1.) Racismo y discriminación racial, (2.) Baja
participación y representación de la población afrodescendiente en espacios políticos e institucionales de
decisión, (3.) Mayores dificultades para el acceso, permanencia, y calidad en el ciclo educativo, que limita
el acceso a empleos de calidad, el emprendimiento, dificultando la superación de la pobreza. (4.) Escaso
reconocimiento y valoración a la diversidad étnica y cultural como uno de los factores que definen la
identidad nacional (5.) Desigualdad en el acceso al mercado laboral y vinculación a trabajos de baja calidad
(empleos no calificados, bajos salarios y escasa vinculación a la seguridad social) (6.) Baja disponibilidad
de información sobre población afro, que limita la cuantificación y focalización de beneficiarios, así como,
la definición de política pública ajustada a las particularidades étnicas y territoriales (7.) Débil capacidad
institucional de los procesos organizativos de la población afrocolombiana. (8.) Deficiencias en materia de
seguridad jurídica de los derechos de propiedad de los territorios colectivos (9.) Acceso limitado a
programas de subsidio (10.) Políticas públicas que no recogen las iniciativas y propuestas que surgen de
la población Afrocolombiana.
deberían haber desaparecido o estar en vías de su drástica transformación en
ríos, litorales, campos, poblados y ciudades en las que nuestras comunidades
siguen altamente representadas en indicadores de malestar.
Con este propósito debe hacerse el análisis de las candidaturas presentadas, de
modo que empiece a verse robusta la participación política de un electorado
étnico hoy disperso y antojadizo que, pese a su tamaño poblacional, no se
expresa todavía en acumulados decisionales que preocupen a las tradicionales
vertientes del poder político y económico enclavado en nuestros territorios. En
igual sentido, debemos aspirar a concretar un espacio autónomo que le dé una
autoridad compartida y consensuada a las diferentes expresiones del pueblo
afrodescendiente en Colombia; con la que resulte posible facilitar procesos de
consulta previa en el ámbito de la representación política, a fin de superar los
personalismos en las aspiraciones representativas y en las oportunidades para
alzarse con el voto étnico en tal circunscripción e incluso más allá de ella,
acaudalando un mayor número de curules en el ámbito de la representación
nacional.
Si hasta hoy la circunscripción especial ha constituido una superposición al
modelo electoral estructurante de la partidocracia clientelar en el país; bien vale
la pena aspirar a que en esta ocasión nos pensemos la existencia de tal
escenario como una ventana a la transformación de la invisibilidad en abierta
manifestación identitaria. Esta ruta reconstructiva de nuestra presencia política
debe hacer posible el tránsito de la pasividad al movimiento, mutando la plácida
actitud del espectador en una consistente actuación pública deliberativa y
decisoria.
Pese a lo complejo que pueda resultar la captura de tales escenarios
decisionales; debemos entender lo que significa la construcción del poder para
un pueblo convocado a retar la inveterada invisibilidad institucional y el desgano
gubernamental por encarar los problemas viejos y nuevos que se acumulan sin
soluciones de fondo. Quienes aspiran a hacerse con estas dos curules y otras
que puedan conquistarse en Cámara y Senado; así como quienes ponen su
nombre para otras dignidades y designaciones, precisan considerar estos
espacios de representación política como escenarios de lucha y activación
identitaria, más allá del personalismo, la debilidad organizativa y la miopía
histórica tras la falta de una plataforma actuacional soportada en procesos de
invención étnica, que se expresen de manera consistente con poderazgo.

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