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Dios no es un ser solitario, es una Familia formada por el Padre y el Hijo y el Espíritu
Santo y la Iglesia, pueblo santo de Dios, es la Familia de Dios en la tierra. La
familia, a su vez, es imagen de Dios que «en su misterio más íntimo no es una soledad,
sino una familia» (Juan Pablo II, Homilía en Puebla 2: AAS 71 p.
184).
Es una alianza de personas a las que se llega por vocación amorosa del Padre
que invita a los esposos a una «íntima comunidad de vida y de amor» (GS 48), cuyo
modelo es el amor de Cristo a su Iglesia.
“La familia misma es el gran misterio de Dios. Como «iglesia doméstica», es la esposa
de Cristo. La Iglesia universal, y dentro de ella cada Iglesia particular, se manifiesta más
inmediatamente como esposa de Cristo en la «iglesia doméstica» y en el amor que
se vive en ella: amor conyugal, amor paterno y materno, amor fraterno, amor de
una comunidad de personas y de generaciones” (Carta a las Familias, 19).
Lector: Un sacerdote francés cuya espiritualidad se alimentó del amor a los pobres
y a la Eucaristía, Carlos de Foucauld, escribió y compartió su experiencia ante la
Eucaristía. Hagamos nuestras sus palabras meditándolas detenidamente:
TODOS
En la Sagrada Eucaristía, Tú estás todo entero, todo vivo,
Mi Bien amado Jesús, tan plenamente como estabas en Betania.
Como estabas en medio de los apóstoles...
¡Igualmente estás aquí, mi Bien amado y mi Todo!
¡Oh!, no estemos jamás fuera de la presencia de la Sagrada Eucaristía ni uno sólo de
los instantes.
¡Que Jesús nos permita estar junto a ella!"
AMÉN.
María Santísima, modelo de Madre. El mismo Hijo de Dios, quiso nacer y crecer bajo el
seno de una Madre, de una familia, encarnarse en la Santísima Virgen María, modelo
de Madre Ella, Inmaculada, pura, elegida por el Padre que está en los cielos, bajo la
concepción del Espíritu Santo, dador de Vida, María Virgen y Madre nos enseñó con su
"Fiat" el significado profundo de la naturaleza divina, de poder participar con Dios, en
esa Maternidad con un sentido sobrenatural.
Madre amable, Madre admirable, Madre del Buen Consejo, Madre fiel... recitamos en
las letanías del hermoso rezo del Santo Rosario, y nos da ejemplo total de una verdadera
y auténtica madre; con la única diferencia que Ella, la Virgen María, concibió por Obra y
Gracia del Espíritu Santo y concebida sin pecado original.
El misterio del sacrificio silencioso de las madres. No hay verdadero amor sin pasar por
el dolor; dicen que el amor más parecido o que se asemeja a Dios, es el amor de una
madre; cuantas madres hay, que pasan día a día, sacrificándose, ayudando,
desvelándose, trabajando, cuidando, haciendo labores poco remuneradas, dando todo
de sí mismas, por el bienestar de sus hijos… Así vemos madres valientes, que muy a
pesar de los pesares, entre desvelos, preocupaciones y ocupaciones, alientan a llevar
una vida de santidad a través de la maternidad…
Por la madre soltera: Que queriendo formar un hogar tuvo un hijo en ausencia del ser
amado, y con fortaleza y sacrificio ama a su hijo y sale adelante, solo por llenar la alegría
en el interior del alma de su hijo tan deseado.
Por la madre ama de casa: Mujer que como salario recibe la alegría con el bienestar de
su familia, todos sus quehaceres, cocinar, limpiar, lavar, hogar armonioso y seguro; llena
de piedad solo recibe la caricia, el alago de sus hijos y esposo.
Por la la madre trabajadora: Apoya a la familia en la economía de su hogar, ofrece su
salario, para el bienestar de sus hijos, con el único afán de ver crecer y educar a sus
hijos en el bien de Dios.
Por la madre separada: Que llena de amor de Dios, con fortaleza y la guía del Espíritu
Santo, con piedad y alegría, ayuda a sus hijos a salir adelante; quien habiendo anhelado
una familia total y completa , en verdadero amor conyugal, tuvo que aceptar la ruptura
en su matrimonio, poniendo su confianza y abandono en Dios para dar luz y cariño a
sus hijos y así recibir la paz en su hogar, a pesar de la falta del amor del padre, es ella,
la madre, quien llena de Dios, ama y se entrega a sus hijos totalmente en fidelidad y
amor a Dios crece día a día.
Por la madre de un hijo adicto: Quien sufre entre llantos y tristezas, procura día a día,
ayudar con su vida de oración, con obras poniendo los medios necesarios, con la ayuda
de Dios, asume su responsabilidad como madre y procura la ayuda que se requiera para
la rehabilitación de su hijo. Te lo pedimos Señor.
Por la madre viuda: Que perdió a su marido, continua piadosa, y como pilar de su familia,
llena de fe y esperanza, de amor, y fortaleza a sus hijos, llenos de ternura y confianza,
ayudan a su madre, unidos, con trabajo y estudio a salir adelante, formando un hogar
luminoso.
Por la madre del hijo especial: Quien apoyando a su Hijo, siempre en sus necesidades,
físicas, y emocionales, que se requieran, sus desvelos, desgaste, compromiso, va,
mucho más allá del amor comprometido, de la fuerza del amor. Dios la bendice día a
día por su generosidad y entrega a su hijo… especial para Dios, ternura de madre
amorosa, infinita.
Y porque para mí amarte es darme, entregarme en tus manos sin medida, con infinita
confianza, porque Tú eres mi Padre.
Con tal que tu voluntad se haga en mí y en todas
tus criaturas, no deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en tus manos.
te la doy, Dios mío,con todo el amor de mi corazón, porque te amo.
SILENCIO
DIVORCIADOS, SEPARADOS Y BANDONADOS
ORACIÓN
Toda la vida de San José fue un acto continuo de fe y obediencia en las circunstancias
más difíciles y oscuras en que le puso Dios. Él es al pie de la letra "el administrador fiel
y solícito a quien el Señor ha puesto al frente de su familia" (Lc 12, 42). Desde tiempo
inmemorial, la Iglesia lo ha venido venerando e invocando como continuador en ella de
la misión que un día tuviera para con su Fundador y Madre. En los momentos de noche
oscura, el ejemplo de José es un estímulo inquebrantable para la aceptación sin
reservas de la voluntad de Dios. Para propiciar esa veneración e imitación y para
solicitar su ayuda.
Esposo de María, glorioso San José, ¡qué aflicción y angustia la de vuestro corazón en
la perplejidad en que estabais sin saber si debías abandonar o no a vuestra esposa!
¡Pero cuál no fue también vuestra alegría cuando el ángel te reveló el gran misterio de
la Encarnación!
Todos: Por este dolor y este gozo te pedimos consueles nuestro corazón ahora y en
nuestros últimos dolores, con la alegría de una vida justa y de una santa muerte,
semejante a la vuestra asistidos de Jesús y de María.
Bienaventurado patriarca glorioso San José, escogido para ser padre adoptivo del Hijo
de Dios hecho hombre, el dolor que sentiste viendo nacer al Niño Jesús en tan gran
pobreza, se cambió de pronto en alegría celestial al oír el armonioso concierto de los
ángeles y al contemplar las maravillas de aquella noche tan resplandeciente.
Ejecutor obediente de las leyes divinas, glorioso San José, la sangre preciosísima que
el Redentor Niño derramó en su circuncisión te traspasó el corazón, pero el nombre de
Jesús que entonces se le impuso, te confortó llenándoos de alegría,
Todos: Por este dolor y por este gozo alcánzanos el vivir alejados de todo pecado, a fin
de expirar gozosos con el nombre de Jesús en el corazón y en los labios,
Santo fiel, que tuvisteis parte en los misterios de nuestra redención, glorioso San José,
aunque la profecía de Simeón acerca de los sufrimientos que debían pasar Jesús y
María, os causó dolor, sin embargo te llenó también de alegría, anunciándoos al mismo
tiempo la salvación y resurrección gloriosa que de ahí se seguiría para un gran número
de almas.
Custodio vigilante del Hijo de Dios hecho hombre, glorioso San José, ¡cuánto sufriste
teniendo que alimentar y servir al Hijo de Dios, particularmente en la huida a Egipto!,
¡pero cuán grande fue tu alegría teniendo siempre contigo al mismo Dios y viendo
derribados los ídolos de Egipto.
Todos: Por este dolor y por este gozo, alcánzanos alejar para siempre de nosotros al
demonio, sobre todo huyendo de las ocasiones peligrosas, y derribar de nuestro corazón
todo ídolo de afecto terreno, para que ocupados en servir a Jesús y María, vivamos tan
sólo para ellos y muramos gozosos en su amor.
Ángel de la tierra, glorioso San José, que pudisteis admirar al Rey de los cielos, sometido
a vuestros más mínimos mandatos, aunque la alegría al traerle de Egipto se turbó por
temor a Arquelao, sin embargo, tranquilizado luego por el Ángel viviste dichoso en
Nazaret con Jesús y María.
Todos: Por este dolor y gozo, alcánzanos la gracia de desterrar de nuestro corazón todo
temor nocivo, de poseer la paz de la conciencia, de vivir seguros con Jesús y María y
de morir también asistidos de ellos.
Modelo de toda santidad, glorioso San José, que habiendo perdido sin culpa tuya al Niño
Jesús, le buscaste durante tres días con profundo dolor, hasta que lleno de gozo, le
encontraste en el templo, en medio de los doctores.
Todos: Por este dolor y este gozo, te suplicamos con palabras salidas del corazón,
intercedas en nuestro favor para que no nos suceda jamás perder a Jesús por algún
pecado grave. Mas si por desgracia le perdemos, haz que le busquemos con tal dolor
que no nos deje reposar hasta encontrarle favorable, sobre todo en nuestra muerte, a
fin de ir a gozarle en el cielo y a cantar eternamente contigo sus divinas misericordias.
JACULATORIAS.
(Después de la bendición)
Celebrante: Bendito sea Dios.
Todos: BENDITO SEA DIOS.
Celebrante: Bendito sea su Santo Nombre.
Todos: BENDITO SEA SU SANTO NOMBRE.
Celebrante: Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.
Todos: BENDITO SEA JESUCRISTO, VERDADERO DIOS Y VERDADERO
HOMBRE.
Celebrante: Bendito sea el nombre de Jesús.
Todos: BENDITO SEA EL NOMBRE DE JESÚS.
Celebrante: Bendito sea su Sacratísimo Corazón
Todos: BENDITO SEA SU SACRANTÍSIMO CORAZÓN
Celebrante: Bendita sea su preciosísima Sangre.
Todos: BENDITA SEA SU PRECIOSÍSIMA SANGRE.
Celebrante: Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar.
Todos: BENDITO SEA JESÚS EN EL SANTÍSIMO SACRAMENTO DEL ALTAR.
Celebrante: Bendito sea Jesús en el Espíritu Santo consolador.
Todos: BENDITO SEA JESÚS EN EL ESPÍRITU SANTO CONSOLADOR.
Celebrante: Bendita sea la gran madre de Dios María Santísima.
Todos: BENDITA SEA LA GRAN MADRE DE DIOS MARÍA SANTÍSIMA.
Celebrante: Bendita sea su santa e inmaculada concepción.
Todos: BENDITA SEA
SU SANTA E INMACULADA CONCEPCIÓN.
Celebrante. Bendita su gloriosa asunción.
Todos: BENDITA SU GLORIOSA ASUNCIÓN.
Celebrante: Bendita sea María, Madre de la Iglesia.
Todos: BENDITA SEA MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA.
Celebrante: Bendito sea el nombre de María virgen y madre.
Todos: BENDITO SEA EL NOMBRE DE MARÍA VIRGEN Y MADRE.
Celebrante: Bendito sea San José su castísimo esposo.
Todos: BENDITO SEA SAN JOSÉ SU CASTÍSIMO ESPOSO.
Celebrante: Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.
Todos: BENDITO SEA DIOS EN SUS ÁNGELES Y EN SUS SANTOS.
(El celebrante retira el Santísimo y se inicia el traslado al Sagrario)