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David Bovle
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LA SEGUNDA GUEF
MUNDIAL
La Segunda Guerra Mundial fue el conflicto más
fotografiado de la historia. Fotógrafos del Ejército
y la prensa, propagandistas, soldados con sus
cámaras y civiles, todos ellos tuvieron ocasión
de grabar los tumultuosos acontecimientos que
se desarrollaron entre 1939 y 1945. Las escenas
que sus objetivos recogieron de sufrimiento
colectivo y heroísmo individual, de crueldad
atroz y humanitarismo, de odio y amistad, miseria
y esperanza, han de perdurar para siempre
constituyendo un testimonio vivo de aquel
período extraordinario de nuestra historia.
David Boyle
Edición publicada en exclusiva en lengua castellana para
EDIMAT LIBROS, S. A.
Calle Primavera, 35 - Polígono Industrial El Malvar
28500 Arganda del Rey - Madrid
España
ISBN 84-8403-474-7
Impreso en 2002
LIBERACIÓN 213
El Día D 214 • La marea roja 232
La ofensiva hacia el Rin 248 • El Reich reducido a cenizas 266
El holocausto 282
EL PACÍFICO:
LA GRANDEZA Y LA CAÍDA DEL IMPERIO JAPONÉS 294
EL CONTRAATAQUE 409
Recobrando fuerzas 410 • Midway 422
La guerra en la selva 442 • Peldaño a peldaño 464
La batalla de Birmania 484
Arriba: El espíritu de los bombardeos aéreos. Londres, noviembre 1940. Arriba derecha: Niños refugiándose durante una incursión aérea. Kent, 1940.
1 94 1 Foto
: del ejército británico en que se ve a las tropas
.:Sub
30 de abril de 1945: La bandera soviética es enarbolada sobre el edificio del Reichstag; imagen del fotógrafo del ejército rojo Yevgeni Khaldei.
Izquierda: 1945. Tropas americanas en Panay; imagen tomada por el teniente Robert Fields. Derkha: 1943. Soldado en Nueva Georgia; por el sargento J. Bushemi.
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LA CÁMARA EN LA GUERRA
Julio de 1941: Londres después de un ataque aéreo; foto tomada por Edward Worth.
empezó a decrecer cuando comprendieron que las fotografías podían ser inter-
pretadas de diversas maneras. Por ejemplo, la famosa imagen de la catedral de
San Pablo de Londres envuelta en el humo de los bombardeos —tomada por Her-
bert Masón desde lo alto del Daily Mail — fue utilizada por los británicos como
símbolo de desafío, mientras que los alemanes la emplearon como símbolo de la
destrucción de Londres.
Una gran cantidad de imágenes de guerra las debemos a fotógrafos aficiona-
dos y espectadores casuales. Los alemanes estaban tan seguros de obtener la vic-
toria en Rusia que permitieron a los soldados llevar consigo sus propias «Leicas».
Al final de la guerra, la mitad de los soldados aliados iban al campo de batalla
cargados con sus cámaras. Su trabajo, unido al de la prensa gráfica, garantizó que
la cruda realidad de la guerra llegara al público. La revista Life tuvo que pelear
durante seis meses para conseguir publicar la fotografía de tres soldados ameri-
canos muertos en una playa del Pacífico. Y fue el fotógrafo de un periódico lo-
cal, Yoshito Matsushige, quien consiguió las primeras imágenes de los efectos
devastadores de la bomba atómica que cayó sobre Hiroshima.
Prescindiendo de las circunstancias en que fueron obtenidas, las fotografías
de este libro pretenden ilustrar gráficamente las variadas facetas del conflicto ar-
mado más grande de la historia. Se recosen en ellas los extremos del comporta-
miento humano: y crueldades más atroces junto al heroísmo dia-
los sufrimientos
rio y la entereza de cientos de miles de seres humanos. Estas imágenes ofrecen
un testimonio más directo que cualquier relato escrito o interpretación dramáti-
ca, además de proporcionar una advertencia histórica.
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LA GUERRA
CONTRA EL FASCISMO
EL CAMINO
HACIA LA GUERRA
Las semillas del conflicto
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EL CAMINO HACIA LA GUERRA
Miembros del partido Nacional-Socialista recaudan fondos pora luchar contra «el hambre y el frío» en las calles de Berlín.
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LAS SEMILLAS DEL CONFLICTO
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EL CAMINO HACIA LA GUERRA
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LAS SEMILLAS DEL CONFLICTO
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LAS SEMILLAS DEL CONFLICTO
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sobre el partido Nazi y crear una plataforma política capaz de atraer buena par-
te del electorado alemán. Afirmó estar con los desvalidos, los resentidos, los en-
gañados; tomó partido por los pequeños comerciantes, frente a los bancos inter-
nacionales, y apoyó a los agricultores contra la «degradación moral» de las
ciudades. Denostó contra los términos del Tratado de Versal les y proporcionó
una adecuada cabeza de turco para justificar el colapso económico: el judaismo
internacional. Destacó las raíces comunes de los «verdaderos alemanes» y ex-
puso el término Lehensraum («espacio vital»).
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EL CAMINO HACIA LA GUERRA
El Führer con uno de sus hombres de confianza, Ruciolf Hess. Mediados de b década de los años 30: Hitler firmo autógrafos para los miembros de b Juventudes Hitlerianas.
los camisas pardas (SA). fue arrestado por el propio Hitler. todos los partidos
fascistas a lo largo y ancho de Europa pudieron sentir aquella terrible onda de
choque.
Al final de ese año. y tras encontrarse en un estado senil durante algunos
meses, fallece el jefe del Estado, el mariscal Hindenburg. y Hitler adopta el tí-
tulo de Reichsführer.
En los primeros años de su gobierno. Hitler extendió su control sobre cada
uno de los aspectos de la vida alemana. Todos los partidos políticos fueron di-
sueltos y los sindicatos sustituidos por el Frente Laborista, dirigido por el Esta-
do. También quedó abolido el limitado autogobierno provincial, y el partido Nazi
y el gobierno alemán fueron declarados una misma y única realidad. Hitler tam-
bién emprendió reformas en el ejército: los soldados alemanes eran obligados a
prestar juramento que les comprometía a «una obediencia in-
condicional a Adolf Hitler. líder del Reich y el pueblo».
Las pocas instituciones que se atrevieron a desafiar su au-
toridad, como la Iglesia, sufrieron un riguroso control. «Esta
es la última vez que un tribunal declarará inocente a alguien a
quien yo he declarado culpable,» dijo Hitler cuando el teólogo
protestante Martin Niemoeller fue absuelto del cargo de sub-
versión.
En la Alemania de los nazis, la oposición a Hitler tenía que
ser clandestina: cuestión de mnadas y susurros, ya que los an-
tinazis tenían mucho que temer. Una broma sobre el Führer po-
día conducir a la denuncia y el arresto inmediato, y los espías
estaban por todas partes. Se animaba a la gente para que vigi-
lara a sus vecinos, apelando a razones de patriotismo; los ni-
ños que denunciaban a sus padres recibían una recompensa.
Los primeros campos de concentración se crearon para los «sub-
versivos», los «ociosos» y. tras los decretos de Nuremberg
de 1935, los judíos. Los disidentes comenzaron a desaparecer Ernst Róhm, ¡efe de las SA.
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LAS SEMILLAS DEL CONFLICTO
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EL CAMINO HACIA LA GUERRA
Heinrich Himmier, jefe de las SS. Julius Streicher, editor de Der Sturmer.
y no se volvía a saber nada de ellos. Nadar contra esta corriente exigía un gran
coraje, incluso temeridad.
Fue un control tan férreo el que Hitler ejerció sobre la Alemania de 1930-40
que a veces olvidamos que el primer estado puramente fascista fue la Italia de
Mussolini. Benito Mussolini, conocido como «II Duche» llegó al poder en Italia
en 1922. Aunque nunca logró tener el mismo grado de control personal que Hi-
tler (el lema «Mussolini siempre tiene razón», pintado en los muros de toda Ita-
rato del Estado fascista: una enorme burocracia centralizada que se valía de la
policía secreta y de los informadores como instrumentos de control.
Mussolini también poseía ambiciones imperialistas. Soñaba con crear un mo-
derno Imperio Romano en el Mediten^áneo, del cual él mismo sería César. Con
tal objetivo en mente, envió a sus ejércitos contra Libia y Abisinia. donde se con-
siguieron sonoros éxitos militares contra los mal organizados y peor pertrecha-
dos grupos de indígenas del desierto. Hitler tomó buena nota de aquel primer
ejemplo, pero sus ambiciones eran de un alcance mucho mayor.
También movimientos fascistas en otros países europeos, y antes
existían
de 1934 ya estaban funcionando. La derecha era especialmente vociferante en
Francia, donde los disturbios originados por antiguos militares obligaron al go-
bierno a dimitir. En Austria, el partido Socialista fue suprimido tras varios días
de resistencia armada, y el Canciller Engelbert DoUfuss, asesinado por los nazis
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LAS SEMILLAS DEL CONFLICTO
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EL CAMINO HACIA LA GUERRA
ticos iban a ser repartidos entre el Reich y la Unión Soviética como si de un pas-
tel se tratase.
Las naciones occidentales, por otro lado, consideraban a Hitler como'el bas-
comunismo del Este, por lo que estaban dispuestas a pasar por alto
tión contra el
algunos de sus excesos. Igualmente, Mussolini representaba al salvador de Ita-
lia de las garras del bolchevismo. Los fascistas eran, por tanto, un mal necesario
y, esperaban, pasajero.
Hitler supo sacar provecho de otro factor. La posibilidad de otra guerra pro-
ducía una violenta repulsa en sociedades de Gran Bretaña y Francia, resenti-
las
das aún de la matanza del frente occidental. Los políticos evitaban el tema del
rearme, considerándolo un suicidio político. Los presupuestos de la Marina y el
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LAS SEMILLAS DEL CONFLICTO
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ARMÁNDOSE PARA
EL ARMAGEDDON
La escala de armamentos
des marciales de los Volks, el mitológico pueblo germano, en sus masivos míti-
nes de Nuremberg. pero tuvo cuidado de no mencionar la palabra «guen'a». Ni
siquiera durante la crisis de Munich de 1938 los líderes nazis hicieron referen-
Arriba: Panzers en unas maniobras militares. Pagina opuesta: Hitler saluda a una enfervorizada multitud en Munich.
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EL CAMINO HACIA LA GUERRA
se a partir de 1935 —
nuevamente contraviniendo las disposiciones de Versalles
y ese mismo año se anunció oficialmente la creación de la Luftwajfe, la fuerza
aérea. Hitler encargó esta tarea a Hermann Goering, que además era su sucesor
natural. Este ministro, a pesar de su vanidad, obesidad y adicción a la morfina,
había sido piloto durante la Gran Guerra y era un magnífico organizador. Am-
bos compartían la idea de que el poder aéreo sería crucial en una futura guerra
y recordaban cómo las tribus de Libia y Abisinia habían sido ateiTorizadas por
la fuerza aérea de Mussolini. Las líneas de producción Messerschmitt y Heinkel
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ARMÁNDOSE PARA EL ARMAGEDDON
Arriba: Un grupo de panzers realizando ejercicios de señales. Abajo: El general Rommel con sus ayudantes revisando un mapa durante unas maniobras.
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EL CAMINO HACIA LA GUERRA
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ARMÁNDOSE PARA EL ARMAGEDDON
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EL CAMINO HACIA LA GUERRA
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Hitler saludo o lo multitud durante los Juegos.
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ARMÁNDOSE PARA EL ARMAGEDDON
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EL CAMINO HACIA LA GUERRA
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ARMÁNDOSE PARA EL ARMAGEDDON
Hitler dejó bien claras sus intenciones de no respetar el acuerdo sobre cuotas.
Francia y Gran Bretaña se llevaron una desagradable sorpresa e hicieron frené-
ticos esfuerzos para volver a poner en funcionamiento su oxidada maquinaria
bélica. Pero el empeño francés se vio obstaculizado por un sistema industrial
anticuado, en tanto que los británicos sufrían los efectos de la depresión eco-
nómica y la oposición política.
Todas democracias occidentales cayeron en la trampa de la ofensiva di-
las
plomática de Hitler. En 1936, el Führer firmó el Pacto Antikomintern con Japón,
y en 1939 concluyó con Mussolini el acuerdo de defensa llamado «Pacto de Ace-
ro». Mientras tanto, su ministro de Asuntos Exteriores, Joachim von Ribbentrop,
había comenzado las negociaciones secretas con el declarado archienemigo de
los nazis, José Stalin.
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••
LA VERGÜENZA DEL
APACIGUAMIENTO
Fracaso de los intentos de apaciguar
a Hitler
I
a historia de todos los tiempos — Imperio Romano, Imperio Británico
^^ ^ha demostrado que toda expansión territorial tiene que realizarse ven-
ciendo una resistencia y asumiendo ciertos riesgos», escribió Hitler en su Mein
KampfdX tratar de justificar el necesario Lebensraum alemán. «Ni en el pasado
ni hoy — continuaba amenazadoramente — se ha encontrado un espacio caren-
te de dueño.» Hitler aseguraba que problema del espacio vital alemán tenía
el
que estar resuelto antes de 1945; después de ese momento, se produciría una
crisis alimenticia.
La lectura de Mein Kampf no pudo engañar a ninguno de sus contemporá-
neos en cuanto a las intenciones de Hitler. Estaba claro que sus ambiciones te-
rritoriales iban mucho más allá de la recuperación de los territorios cedidos tras
el Tratado de Versalles. Pero los líderes británicos y franceses, por razones po-
líticas y psicológicas ya mencionadas, estaban dispuestos a ignorar las intru-
siones alemanas en territorios vecinos. Su política de apaciguamiento era ideal
para satisfacer el apetito expansivo de Hitler, que británicos y franceses no cre-
ían insaciable, aparte el imperioso deseo popular de una paz duradera. La mili-
tarización de Renania y la ayuda nazi enviada al general Franco sirvieron de ad-
vertencia para franceses y británicos, tanto de izquierdas como conservadores.
Pero aun mayoría se obstinaba en considerar a Hitler como un ser relati-
así, la
vamente racional con objetivos más o menos legítimos. Cualquier agresión «ex-
cesiva», decían, podía remediarse con una demostración de unidad e incluso de
fuerza.
Pero Gran Bretaña y Francia no estuvieron unidas, ni quisieron advertir a
Hitler de manera explícita. Por el contrario, su mensaje fue siempre ambiguo y
débil. En noviembre de 1937. la visita del conservador británico Lord Halifax
alentó a los nazis a pensar que Gran Bretaña no intervendría en los asuntos ale-
manes de Europa del Este, en tanto que aquella política de agresión no produ-
jera una«conmoción de consecuencias trascendentales». Hitler estaba ya con-
vencido de que las clases altas británicas no estaban dispuestas a pelear tras la
rey y el país».
Pocos meses después, el secretario de Asuntos Exteriores británico, Anthony
Edén, dimitió a causa del acercamiento de su gobierno a Hitler. «Vaya a casa y
tómese una aspirina,» le contestó el primer ministro Neville Chamberlain; Hali-
fax ocupó su puesto.
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LA VERGÜENZA DEL APACIGUAMIENTO
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EL CAMINO HACIA LA GUERRA
flrat laportanca for the two ocuatrles «t^^ for de sus enfervorizados discursos llegó a afirmar que
Buropa.
la voluntad del pueblo alemán le obligaría a «inter-
Te regard the a^reecent signad laat nlght
a2td th.e AS£lo-Gers£n ffaral Agraecieat es STcboUo venir» en aquella región.
of the dealra ot o-ar tro peoplea sarer xo go to
vlth asy other questiona that aay cox»em onr tvo dor británico en París: «Mañana mismo Hitler pue-
eountrieBr asd ve are detardsed to sontlcae our
De tres cosas quedó convencido Chamberlain: que por mucho que protesta-
ran, los franceses no estaban dispuestos a pelear: que permitir a los alemanes ocu-
Arriba: Tropas alemanas en posición de firmes en el cenlro de Praga. Página opuesta: Acongojada sumisión de una mujer checoslovaca.
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EL CAMINO HACIA LA GUERRA
perspectivas de paz eran en ese momento mejores que nunca. Pero pronto los
acontecimientos tomaron un curso bien distinto.
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LA VERGÜENZA DEL APACIGUAMIENTO
Septiembre de 1 938: Ribbentrop y Chamberlain pasan entre la guardia de honor en el aeropuerto de Munich.
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EL CAMINO HACIA LA GUERRA
Esa era toda la munición diplomática que Hitler necesitaba. Tanto Beck como
Chamberlain sobreestimaron la capacidad del anticuado ejército polaco para re-
sistir la invasión. El consejo de ministros británico y los jefes del Estado Ma-
yor sabían que no podían mantener su promesa de defender a Polonia sin con-
tar con la ayuda de Rusia, aunque sólo los franceses trataron de llegar a un
acuerdo con Stalin. Además, los polacos se mostraron resueltos en su decisión
de que ningún soldado solviético pusiera el pie en el suelo de Polonia; temían
que, una vez el Ejército Rojo hubiera cruzado la frontera, se negaran después a
abandonar el país, temor que los acontecimientos posteriores se encargarían de
justificar.
Pero todo el papeleo diplomático occidental era, en cierto sentido, ajeno a las
verdaderas necesidades. Deseoso de extender su propia esfera de influencia ha-
cia el Oeste, y furioso porque los aliados occidentales habían rechazado su in-
tercesión en Checoslovaquia, Stalin había ordenado a su nuevo ministro de Asun-
tos Exteriores, Vyacheslav Molotov, negociar un pacto con los alemanes por el
cual Polonia sería dividida a partes iguales entre los dos poderes totalitarios. Ante
el horror de los pacifistas, Von Ribbentrop voló a Moscú para firmar el tratado
el 23 de agosto.
La paz en Europa sólo duró otros diez días.
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LAS INVASIONES DEL EJE
muy
Nopoca
hubo de guerra por
declaración
compasión. A 4.45 m.las a.
parte de los nazis, ni advertencia, y
del 1 de septiembre de 1939, las tropas de
Hitler atravesaban la frontera polaca en una implacable demostración de «gue-
rra relámpago». Primero, los bombarderos en picado Stuka atacaron las líneas de
comunicación y fuertes militares, mientras el estruendo de los pánzer y las uni-
dades mecanizadas atravesaba la llanura polaca, encontrando escasa resistencia.
Una hora más tarde, oleadas de Heinkel y Dornier alemanes zumbaban sobre
Varsovia. Cuando empezaron los devastadores ataques aéreos, la población co-
rrió aterrada en busca de refugio, mientras la mitad de la fuerza aérea polaca era
destruida sin haber tenido oportunidad de despegar.
A última hora de aquel mismo día. como si de una idea tardía se tratara,
Hitler informó al Reichstag de que los alemanes estaban siendo «masacrados»
en Polonia, que hacía necesaria una inmediata intervención.
lo
En toda Europaoccidental este ataque fue considerado como algo trágica-
mente inevitable. Los franceses y británicos empezaron a movilizar sus tropas.
Septiembre de 1939: Movilización de las tropas polacas, con carros ligeros Vicker E.
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.¿A.
é 4
LAS INVASIONES DEL EJE
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dos horas, lo que parecía más que improbable. A las 11.1 5, Chamberlain emi-
tió un comunicado anunciando la declaración de guerra. Los franceses tam-
bién enviaron un ultimátum, que, como el anterior, seguía sin contestación a
las 5.00 p. m.
Polonia estaba demasiado lejos para que los Aliados intervinieran directa-
mente, pero la RAF atacó la base naval alemana de Wilhelmshaven, sufriendo
grandes pérdidas. Por su parte, el ejército francés reforzó la Línea Maginot; su
defensa se basaba en el reclutamiento de un ejército que tardó dieciséis días en
movilizarse, de manera que la idea de un ataque inmediato quedaba descartada.
Mientras tanto, los polacos empezaban a comprender que sus planes de marchar
triunfalmente por las calles de Berlín habían sido algo prematuros. Aunque sus
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LAS INVASIONES DEL EJE
soldados pelearon con valor, estaban mal equipados y peor adiestrados. Tan sólo
tenían dos brigadas mecanizadas, y únicamente pudieron sostener una batalla de
importancia, en el río Bzura, mientras se retiraban a Varsovia.
Aún habrían de recibirse noticias peores. El 1 7 de septiembre, los soviéticos
lanzaron desde el Este su propia invasión de Polonia, aparentemente para proteger
a la Rusia Blanca y Ucrania. En esta campaña los soviéticos sólo tuvieron 737 ba-
jas. El 5 de octubre, todo el ejército polaco se había rendido; más de 900.000 sol-
dados habían caído en poder de los alemanes y los rusos, y sólo 70.000 habían con-
seguido escapar. Muchos miles de prisioneros fueron asesinados. A los civiles no
les fue mucho mejor, ya que Hitler firmó una amnistía secreta que eximía a todos
los miembros de las SS que habían sido arrestados por el ejército regular alemán
acusados de bmtalidad contra los civiles. En los dos años siguientes, una quinta
parte de la población fue salvajemente asesinada.
Mientras tanto, el gobierno electo polaco se había refugiado en Rumania, y
en París se creaba un gobierno en el exilio.
Hay razones suficientes para pensar que si Francia hubiera atacado a Alema-
nia en ese momento su ejército no hubiera encontrado apenas resistencia. Hitler
había arriesgado todo en el rápido ataque a Polonia y sus suministros estaban
prácticamente agotados. Pero los Aliados se quedaron paralizados en su indeci-
sión, como si estuvieran esperando un milagro; por ejemplo, que Hitler decidie-
ra por su voluntad retirar sus tropas después de la demostración.
La absoluta derrota de los polacos condujo a un período de aparente tran-
quilidad que los periódicos americanos llamaron «falsa guerra». Se esperaba
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B L ITZ K R I E G
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LAS INVASIONES DEL EJE
mucho, pero no ocurría nada. Hitler hizo una oferta de paz que Gran Breta-
ña y Francia rechazaron públicamente, aunque consideraron en privado. Tam-
bién comenzó sus preparativos para la invasión de esta última. «Se habrá de
luchar una guerra para decidir quién domina Europa», dijo el Führer a su alto
mando.
El gobierno de Francia se había decidido por la guerra a pesar de los nume-
rosos recelos; no se permitió a la Asamblea Nacional ni siquiera votar sobre la
declaración de guerra; simplemente se le pidió que decidiera si el país debía
cumplir conjas obligaciones a las que el tratado le ligaba. La oposición fue si-
^
B L i T Z K R I E G
Arriba: Un buque de guerra alemán bombardea la fortaleza polaca de Westerplafte. Abajo: Bombarderos P.23b polacos.
LAS INVASIONES DEL EJE
engañaron pensando que el régimen nazi pronto agotaría sus recursos. Aunque
éstos fueron empleados al límite, Alemania no estaba al borde del colapso; ade-
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B Ll T Z K R I E G
"'fiiflf
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más no habían contado con Unión Soviética. Stalin se tomó muy en serio su
la
dente fronterizo.
Aunque la resistencia inicial de los finlandeses animó a los gobiernos alia-
dos, éstos dilataron durante meses la decisión de enviar una expedición de ayu-
da. Además de las dificultades logísticas, la intervención militar hubiera supuesto
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LAS INVASIONES DEL EJE
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Abril de 1940: El destructor alemán Georg Thieíe después de la segunda batalla de Narvik.
ba tan confiado que desistió de movilizar a sus tropas por miedo a provocar a los
alemanes.
Pero Hitler no necesitaba provocación alguna. A primera hora del 9 de abril,
rey Haakon VII. que se escondió con ellos en un bosque cerca de la frontera con
Suecia.
Reynaud supo de la invasión de Noruega a través de la agencia de noticias
Reuters, lo que muestra hasta qué punto había fracasado el entendimiento alia-
do. Ni él ni los británicos podían creer que los alemanes hubieran sido capaces
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LAS INVASIONES DEL EJE
Arriba: El Aitmark antes de ser atacado. Página opuesta: El Aitmark después de la primera batalla de Narvík.
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LA caída
DE FRANCIA
Los ejércitos francés y británico, arrollados
fecha que Hitler había pensado para invasión de Francia era 12 de no-
Laviembre la
to estuvo de su mano para disuadirle. Pero el mal tiempo fue retrasando el pro-
yecto y, por fm. un incidente imprevisto obligó a cancelar toda la operación. El
oficial de enlace enviado comandante en jefe de las tropas alemanas aerotrans-
al
portadas, que \ Munster a Bonn. tu\o que des\ iarse muchas millas
iajaba desde
de su Rita y aterrizar en Bélgica a causa del mal tiempo. Los documentos que lle-
vaba consigo, y que no tu\ o tiempo de destruir antes de ser apresado, contenían
los planes completos para la in\ asión de Francia; los belgas entregaron todos los
papeles a los Aliados. Se ha sugerido que quizá los dirigentes nazis fueron vícti-
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LAS INVASIONES DEL EJE
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LA caída de FRANCIA
Arriba: Refugiados en una carretera en Bélgica. Abajo: Paracaidistas y soldados de infantería en Holanda.
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LAS INVASIONES DEL EJE
Mayo de 1 940: Puente destruido sobre el río Moas. Tanques franceses de maniobras antes de la invasión.
raron sufriendo sólo cinco bajas. Otros grupos de paracaidistas tomaron los
puentes principales que permitieron a las divisiones motorizadas penetrar en
el territorio belaa.
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LA caída de FRANCIA
Arriba: Tropas francesas se movilizan en París. Abajo: Confusión en la estación de ferrocarril de L'Est de París; mayo de 1 940.
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LAS INVASIONES DEL EJE
á^líáM
Junio de 1940: Tropas alemanas cerco del Somme.
«No puedo ofrecer otra cosa que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor», reco-
nocía Churchill ante una sombría Cámara de los Comunes tres días después.
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LA caída de FRANCIA
el río cerca de Sedán y, despreciando los temores de sus propios oficiales (in-
gullo nacional.»
El 20 de mayo, Guderian había llegado al mar en Abbeville y se dirigía a los
puertos del Canal y hacia el ejército británico, enfrentado a las divisiones ale-
manas que avanzaban por el otro flanco. En Gravelines, a diez millas de Dun-
kerque —único lugar por el que podían escapar las tropas británicas — , los blin-
mediato contraataque aliado. Gort lanzó un ataque al sur de Arras con dos bata-
llones de tanques. Al principio su ofensiva obtuvo un rotundo éxito, pero cuan-
Guderian avanza imparable a través de Francia. Los restos de un Heinkel III alemán abatido en Francia.
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LAS INVASIONES DEL EJE
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LAS INVASIONES DEL EJE
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LA caída de FRANCIA
kerque.
Los belgas, mientras tanto, habían estado lu-
chando desesperadamente en una situación compli-
cada por la presencia de refugiados y por unos ma-
pas «hechos a ojo» que mostraban su alarmante
situación y que habían sido arrojados desde los avio-
nes alemanes. «La gran batalla que tanto temíamos
ha comenzado», decía el rey Leopoldo a sus tropas.
Pero a pesar de las desesperadas peticiones británi-
cas para que los belgas resistieran hasta que sus fuer-
zas hubieran sido evacuadas, Leopoldo anunció su ^
rendición el 28 de mayo. El rey Leopoldo de Bélgico.
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LAS INVASIONES DEL EJE
Junio de 1 940: Las tropas alemanas marchan a través del Arco de Triunfo.
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^^ /
LA caída de FRANCIA
sultó barrido por una nueva ofensiva alemana; en aquel momento, el gobierno
francés escapaba a Tours, y de allí a Burdeos. El 14 de junio, las primeras for-
maciones alemanas marchaban por los Campos Elíseos de París. Al mismo
tiempo, Mussolini declaraba a su país en guerra al ordenar a sus tropas atacar
Francia desde el Sur, con la esperanza de ganarse un lugar en la mesa de ne-
gociaciones.
Churchill, Halifax y magnate de prensa Lord Beaverbrook —ahora
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Trnilii
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Boterías antiaéreas británicas abandonadas en Dunkerque. Tropas británicas en la playa soportando un ataque aéreo.
El 21 de junio, Pétain pidió a los alemanes un armisticio. Mientras oía las pe-
ticiones, la cara de Hitler, según el periodista americano William Shirer, estaba «en-
cendida con desprecio, furia, odio, venganza, triunfo...». Insistió en que el acuer-
do se firmase en el mismo vagón de feíTocanil de Compiégne en el que los generales
alemanes habían firmado los términos de la rendición en 1918. Se acordó que un
gobierno francés, con sede en Vichy, administraría Francia al sur del Loira.
Unos días más tarde, el gobierno de Vichy tuvo que pagar por su acuerdo con
los nazis. Por temor a que Pétain hubiera hecho un pacto secreto con Hitler, y
preocupado ante la idea de que la flota francesa pudiera caer en manos de los ale-
manes, Churchill ordenó destruir todos los acorazados franceses anclados en
Oran, Argelia. Fue, según reconoció, la «decisión más odiosa» que jamás había
tenido que tomar. Pétain rompió de inmediato las relaciones diplomáticas con
Gran Bretaña y ordenó el simbólico bombardeo de Gibraltar.
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LA caída de FRANCIA
por la Luftwajfe.
En
el otro lado del Canal, los británicos, aunque contentos por el milagro
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LA FORTALEZA
INSULAR
La batalla de Inglaterra y el bombardeo aéreo
Arriba: Cazas Messerschmitt Bf 109 volviendo tras su ataque a Kent. Página opuesta: Un Spitfire ladeándose.
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LAS INVASIONES DEL EJE
Comandantes alemanes observan a sus tropas preparándose para la «Operación León Marino», la planeada invasión de Gran Bretaña.
Al mismo tiempo. los oficiales de alto rango tanteaban a traxés de los diplo-
máticos suecos para ver si se podía llegar a un acuerdo que pusiera ñn a la gue-
rra. Se cree que el antiguo primer ministro Da\ id Lloyd George y el duque de
Windsor (rey Eduardo VIH antes de su abdicación), estaban preparados para di-
rigir los destinos del país después de la derrota. También es posible que algunos
aristócratas considerasen la posibilidad de entregar Malta y otras colonias britá-
nicas para aplacar a Hitler. Pero Churchill estaba decidido a que Gran Bretaña se
mantuviera firme y rechazó cualquier otra idea.
En un discurso en el Reichstag el 19 de julio. Hitler advirtió a Gran Bretaña
del «interminable sufrimiento y miseria» que les esperaba si rechazaban sus con-
diciones de paz. Churchill encomendó a Halifa.x. uno de los arquitectos del apa-
ciguamiento, la tarea de despreciar por radio la oferta nazi. Unos días después,
la «Operación León Marino», la invasión de Gran Bretaña, fue fijada para el 15
de septiembre.
A los jefes del estado mayor alemán les preocupaban los planes de la inva-
sión. La armada alemana no estaba capacitada para la tarea y sospechaban que
cruzar el Canal sólo sería posible después de que la Liiftwajfe hubiera alcanzado
la supremacía aérea sobre los británicos. Goering prometió conseguirla en cues-
78
LA FORTALEZA INSULAR
por cazas, sobrevolaron los aeródromos, puertos y otros objetivos británicos, su-
friendo pérdidas en una proporción de dos a uno.
Aunque la superioridad alemana era abrumadora, los británicos tenían varias
ventajas. Ellos operaban en su propio territorio, de modo que los Spitfires y Hu-
rricanes podían atacar, aterrizar para repostar y despegar de nuevo para seguir
luchando. Contaban con radares que les permitían anticipar la llegada de los bom-
barderos enemigos. También tenían un ministro para la producción de aviones
de combate, el magnate de la prensa Lord Beaverbrook, designado por Churchill
en mayo, que había logrado ganar en productividad a las fábricas alemanas. Ade-
más, su objetivo era sencillo y claro: la destrucción de todos los bombarderos
alemanes posibles, mientras que Goering modificó sus objetivos en varias oca-
siones, mellando la moral de los pilotos alemanes.
Por otro lado, el ánimo de la RAF Real Fuerza Aérea— iba en aumento a —
medida que avanzaba la contienda. «Nunca en el campo de los conflictos huma-
nos, tantas personas han debido tanto a tan pocos hombres», dijo Churchill en su
tributo a los aviadores.
Agosto de 1 940: Miembros de la Home Guará británica —voluntarios de la defensa local — durante su entrenamiento.
79
LAS INVASIONES DEL EJE
Arriba: Spitfires en formación de ataque. Abajo: Hurricanes despegan apresuradamente para tratar de interceptar a los bombarderos enemigos.
80
LA FORTALEZA INSULAR
81
LAS INVASIONES DEL EJE
En junio de 1941, los ataques aéreos alemanes sobre Gran Bretaña eran cada
vez menos impetuosos, ya que Goering había desviado su atención hacia otro
proyecto: la guerra del Este. Mientras tanto, una batalla personal en el Ministe-
rio del Aire enfrentaba a Hugh Dowding y Keith Park, los dos hombres respon-
sables del triunfo en la batalla de Inglaterra. Este enfrentamiento supuso la des-
titución para ambos.
82
LA FORTALEZA INSULAR
Arriba: Souttiwark en llamas durante un bombardeo. Abajo: Los restos de la estación de Metro de Balham.
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LA FORTALEZA INSULAR
PÁGINA OPUESIA: Enero de 1941 . Ruinas de Londres vistas desde San Pablo. Arriba: Las mangueras para sofocar incendios, tendidas sobre una calle tras de un bombardeo.
85
LAS INVASIONES DEL EJE
Arriba: Una familia inglesa llevando las máscaras de gas se introduce en su nuevo refugio antiaéreo. Abajo: Niños esperando lo evacuación.
LA FORTALEZA INSULAR
87
.
era un importante gesto simbólico de Roosevelt. que estaba teniendo que luchar
contra el poderoso grupo aislacionista que pretendía mantener a América fuera
del conflicto.
Una vez elegido para su tercera legislatura a tíñales de 1940. Roosevelt pudo
ayudar todavía más a los británicos. Tropas americanas fueron movilizadas a Is-
landia para relevar a las fuerzas británicas, y pronto los destructores americanos
empezaron a ser atacados por los submarinos alemanes.
«En marzo y abril, tendrá lugar el inicio de una
batalla naval como el enemigo nunca ha soñado»,
prometía Hitler en 1941. «Donde quiera que nave-
guen, nuestros submarinos irán a su encuentro has-
ta que llegue el gran momento final.» En el mes de
abril de 1941 700.000 toneladas acabaron en
. el fon-
do del Atlántico. Fue quizá el momento en que Gran
Bretaña estuvo más cerca de perder la guerra.
También sobre la superficie existía la amenaza
de un ataque alemán — acorazados de bolsillo, cru-
ceros y mercantes reconvertidos —
aunque Hitler
reservó lo mejor de su flota por miedo a los efec-
tos propagandísticos negativos que traería la pér-
dida masiva de buques de gueiTa. En enero de 1941
los cruceros alemanes Scharnhorst y Gneisenaii
entraron en el Atlántico a través del estrecho de Di-
namarca, y después de una afortunada travesía en
la que atacaron a los convoyes enemigos y evita-
88
LA FORTALEZA INSULAR
89
LAS INVASIONES DEL EJE
90
LA FORTALEZA INSULAR
rante inglés sir John Tovey, en su informe — . Es una pena que "por razones po-
líticas" este hecho no pueda hacerse público.»
Se dice que la tristeza de Hitler al conocer la noticia del hundimiento era in-
descriptible. Tenía además otro motivo de preocupación. El día antes del hundi-
miento del Bismarck, el primer convoy totalmente escoltado partía de Terrano-
va; parecíaque los momentos de júbilo para los comandantes de submarinos
alemanes estaban tocando a su fm.
Los nazis no fueron capaces de doblegar a Gran Bretaña ni por aire ni por
mar. De haber tenido éxito una invasión de la isla, es más que probable que el
régimen instaurado hubiera sido similar al del resto de la Europa ocupada. Los
intelectuales liberales habrían sido arrestados (ya se había redactado una lista con
2.820 nombres), los judíos hubieran sido «transportados» y esclavizados, y ha-
brían proliferado los movimientos de colaboracionismo y resistencia.
Los británicos fueron afortunados al no tener que sufrir la larga noche de la
ocupación, en la que el vecino desconfiaba del vecino y la supervivencia era a
menudo una cuestión de suerte.
91
LA VIDA
EN EL REICH
Tiranía y persecución en la Europa
ocupada
Poco después de que el mariscal Pétain firmara el armisticio con los genera-
les de Hitler. el general Charles de Gaulle, de 49 años de edad, voló a Lon-
dres desde Burdeos, sobrevolando un buque de transporte británico a punto de
hundirse en el golfo de Vizcaya. A las 6 p. m. del 18 de julio de 1940, el futuro
famoso discurso radiofónico al pue-
jefe del Ejército Libre Francés pronunció su
blo de Francia, una llamada a las armas, tibiamente recibida por el nuevo go-
bierno de Vichy. «Ocurra lo que ocurra, la llama de la resistencia francesa no
debe ni puede morir», dijo. En aquel momento, en París. Hitler visitaba, triun-
fal, la tumba de Napoleón. «Estoy agradecido al destino,» exclamó solemne-
mente.
Aunque los actos de genocidio ya habían tenido lugar en la Polonia ocu-
pada, los conquistadores de la Europa occidental no sabían aún qué podían es-
92
LA VIDA EN EL REICH
93
LAS INVASIONES DEL EJE
94
estaban implicados 300 nazis locales.
Pero estas muestras de ultraje, aunque
valientes, eran muy poco efectivas y a
veces contraproducentes. Cuando los
miembros de la Corte Suprema de No-
ruega dimitieron en protesta por la ad-
ministración de justicia nazi, simple-
mente se colocó en sus puestos a otros
funcionarios más manejables.
Al mismo tiempo, los colaborado-
res empezaron a destacarse. Uno de los
más infames fue el noruego Vidkun
Quisling. Cuando los nazis estaban in-
vadiendo en 1940, Quisling se
el país
95
.
Arriba: Los partisanos pagaron el terrible precio de su resistencia. Página opuesta: Vida nocturna en París durante la ocupación.
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LAS INVASIONES DEL EJE
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Arriba: Los oficiales locales de la Guernsey ocupada también tenían que respetar las
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98
LA VIDA EN EL REICH
la campaña había sido un rotundo éxito: por toda la Europa ocupada, el símbolo
de la «V» aparecía pintado en las paredes, mientras los taxis tocaban la melodía
de la campaña a golpe de claxon.
Su impacto fue tal que Goebbels trató en vano de apropiarlo para su cau-
sa, reclamando que la «V» era la primera letra del antiguo término alemán Vik-
99
LAS DESVENTURAS I
DE MUSSOLINI
Las derrotas italianas en Grecia
y África
100
LAS DESVENTURAS DE MUSSOLINI
101
LAS INVASIONES DEL EJE
Valentines italianos fuera de combate tras un encuentro con los blindados enemigos en el desierto.
102
LAS DESVENTURAS DE MUSSOLINI
103
Febrero de 1941: Ametralladores británicos disparando sus Vickers en Libia.
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104
LAS DESVENTURAS DE MUSSOLINI
Columnas de prisioneros italianos de camino a una larga estancia tras las alambradas de púas.
105
LAS INVASIONES DEL EJE
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106
LAS DESVENTURAS DE MUSSOLINI
50.000 tuvieron que ser evacuados cuando avanzaron los alemanes. Entre ellos,
Gran parte del Oriente Medio se encontraba ahora en peligro. Las tropas
iraquíes atacaron las bases aéreas británicas próximas a Bagdad y el gobierno
de Vichy permitió a los alemanes utilizar las suyas en Siria. El único momen-
to de esplendor aliado fue la batalla de Matapan, librada el 27 de marzo. Allí
la Flota Británica del Mediterráneo, que había conseguido acceder a
los códigos navales italianos, emboscó y prácticamente aniquiló a la armada
italiana.
107
LAS INVASIONES DEL EJE
n
LAS DESVENTURAS DE MUSSOLINI
PÁGINA OPUESTA: Tropos británicas inspeccionando los restos de un convoy del Eje.
aire», dijo el comandante en jefe aliado, el general neozelandés sir Bernard Frey-
berg, antes de que los primeros paracaidistas alemanes aparecieran el20 de mayo.
En realidad, 3.000 de ellos habían atemzado en la isla, apoderándose de los pun-
tos estratégicos y sirviendo de punta de lanza al desembarco posterior. «La vic-
toria en Creta es esencial en este momento crucial de la guerra», advertía Chur-
^íí^ y^.^^-
chill; pero ya era demasiado tarde.
109
LAS INVASIONES DEL EJE
Arriba: Mayo de 1941. Kurt Student, general de las tropas paracaidistas, en Creta.
PÁGINA opuesta: Carro blindado alemán Mk IV al pie de la Acrópolis, Atenas.
10
n
LAS DESVENTURAS DE MUSSOLINI
1 1 1
LAS INVASIONES DEL EJE
1 1 2
LAS DESVENTURAS DE MUSSOLINI
do entre sí en suelo sirio. Por otro lado, efectivos de la Legión Extranjera y del
Ejército Libre, asediados por los italianos en el desierto libio de Bir Hakeim, rom-
pieron el cerco y se unieron a las líneas británicas.
Entre ellos estaba el futuro primer ministro francés,
Pierre Messmer.
En África oriental no existía tal confusión: las
fuerzas británicas estaban expulsando imparables
a los italianos, cuyo comandante, el duque de Aos-
ta, se rindió el 19 de mayo. Dos semanas antes, el
emperador de Abisinia, Haile Selassie, fue devuelto
a su capital Addis Abeba, acompañado de Orde
Wingate, el líder de la guerrilla británica.
Pero en Libia, el contraataque de Wavell a Rom-
mel, conocido como «Operación Hacha de Gue-
rra», fue parado en seco por los cañones antiaére-
os alemanes de 88 mm, que destrozaron el blindaje
ligero de los tanques británicos. El 21 de junio
de 1941, Churchill ordenó al general sir Claude
Auchinleck que se cediera el puesto de coman-
dante en jefe aliado en el Oriente Medio al gene-
ral Wavell.
El general Auchinleck habla o la prensa.
BARBARROJA
Los ejércitos de Hitler invaden
la Rusia stalinista
1 14
BARBARROJA
de todo, una lección ejemplar en los manuales bélicos de cualquier país. Pero Hi-
tler logró convencerles de que una invasión no era más que un movimiento an-
ticipatorio y que tarde o temprano Stalin ordenaría a sus «hordas bárbaras» mar-
char hacia el Oeste. Si las fuerzas alemanas lograban doblegar al Ejército Rojo
lo bastante rápido, insistía, y las principales ciudades eran tomadas, los rusos se
mostrarían incapaces de reagruparse y tendrían que pactar un acuerdo. Los ge-
nerales también estaban persuadidos de la superioridad de su ejército: ellos mis-
mos habían presenciado el daño que los mal pertrechados finlandeses habían cau-
sado a los rusos.
1 15
M^r^ri
LAS INVASIONES DEL EJE
] 16
13
BARBARROJA
«Localizar y destruir» en uno aldea rusa. Un Ju 87 Stuka se prepara pora bombordeor en picado uno ciudad rusa.
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BARBARROJA
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BARBARROJA
con su acento de Georgia; se refirió a ellos como sus «amigos», apelando al pa-
triotismo esencial, más que a sus principios comunistas. Se autoproclamó co-
mandante en jefe, movimiento que garantizaba al Ejército Rojo que no estaba
decidido a abandonarlos. Mientras tanto, Hitler trasladó su centro de mando a
Rastenburg, la «Guarida del Lobo», una ciénaga infestada de mosquitos situada
en la Prusia Oriental, desde la cual iba a dirigir la guerra durante los tres años si-
guientes.
El gran movimiento envolvente de Bock alrededor de Minsk acabó con las
divisiones del Ejército Rojo allí destacadas e hizo que se capturasen unos
121
LAS INVASIONES DEL EJE
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Los prisioneros rusos afrontaban su sombrío futuro entre la inanición y los trabajos forzados.
122
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Pero, junto a estos asombrosos éxitos militares, los generales alemanes co-
metieron también grandes errores. El fulminante avance había extendido más
de lo debido sus líneas de aprovisionamiento, en tanto que a las afueras de Le-
ningrado las divisiones alemanas habían hecho un alto y esperaban a que lle-
gara la decisión sobre dónde debían concentrar su ataque: esta indecisión dio
tiempo a los habitantes de Leningrado a convertir la ciudad en una fortaleza.
También hubo desacuerdos en el alto mando alemán. El general de las divi-
siones blindadas, Heinz Guderian, quería forzar la marcha y tomar Moscú; Hi-
tler prefería apoderarse de las zonas industriales del Sur. «Mis generales desco-
ciudad se preparó para un asedio que duraría hasta 1944 y que mató de hambre
a una tercera parte de sus habitantes, pero que mantuvo paralizada a una buena
paite del ejército alemán.
123
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La guerra tras las líneas era feroz. Un tanque ruso BT-7 obondonado.
En el sur de Rusia, el avance alemán había sido mucho más decidido. Runds-
tedt tuvo que hacer frente a un ejército ruso de más de 1.000.000 de hombres,
pero cuya capacidad de defensa se vio mermada por la orden de Stalin de no re-
troceder un solo palmo. Otro hábil movimiento de pinza realizado entre Gude-
rian y el general Paul von Kleist se cerró en torno a la ciudad de Kiev, y para
cuando losalemanes se retiraron hacia Crimea y Ucrania, se habían hecho al me-
nos 1 .000.000 más de prisioneros.
Pero en otros aspectos, los rusos estaban empezando a recobrarse. Su fa-
mosa política de «tierra quemada» iba dejando el terreno convertido en un erial
a medida que se retiraban: «Ni una sola locomotora, ni un camión, ni una ho-
gaza de pan, ni un litro de combustible podía dejarse atrás», dijo Stalin. Uni-
dades completas de las tropas soviéticas fueron ejecutadas, acusadas de co-
bardía; se crearon organizaciones especiales para imponer la disciplina. Hasta
las quemaduras por congelación empezaron a estar
severamente castigadas. Detrás de las líneas, los par-
j^ ^^l^Ew^Tn^^^H tisanos rusos atacaban con éxito las rutas de sumi-
^^K,
nistro alemanas.
^^^^^^^^^^^r <^l Una sección de la infraestructura militar soviética
^_
^^^^^^B^^ i ^^^H la codirección del futuro primer ministro ruso, Ale-
xei Kosygin, la capacidad industrial del país se fue
124
fj
BARBARROJA
La alianza entre Churchill y Stalin fue casi tan peculiar como la anterior en-
1 25
LAS INVASIONES DEL EJE
1 26
BARBARROJA
sólo tres días del mes de agosto, más de 30.000 fueron asesinados en Kamenets
Podolsk, en Ucrania; en Odessa, el 22 de octubre, los nazis encerraron a 25.000
en cuatro gigantescos almacenes y les prendieron fuego.
El terrible tratamiento dispensado a la población civil restó a los alemanes
posibles aliados, como los ucranianos y bielorrusos que al principio les habían
dado la bienvenida con flores, besos y vodka.
1 27
LAS INVASIONES DEL EJE
Una batería antitanque y un cañón autopropulsado bloquean una carretera. los soldados alemanes tenían que en-
cender hogueras debajo de los tanques
durante cuatro horas antes de poder
ponerlos en marcha. Además, tuvieron que enfrentarse al nuevo tipo de carro
de combate ruso, el ágil y fuertemente armado T-34. El ejército del general
Zhukov se había reforzado con la llegada desde el Este de 25 divisiones; en el
Sur, las tropas rusas recuperaron Rostov. La prudencia dictaba a Hitler aplazar
su avance sobre Moscú hasta que el tiempo se hiciera más templado, pero como
la victoria ya había sido anunciada, temía que su propia propaganda se volvie-
ra contra él. Los alemanes continuaron avanzando y llegaron hasta las prime-
ras defensas de las afueras de la ciudad el 2 de diciembre. A lo lejos se veía el
Kremlin.
Pero tres días después, Zhukov dio a sus tropas la orden de pasar a la ofensi-
va. Hitler, determinado a no arriesgar una retirada a través de los campos hela-
dos, decidió aguantar sin retroceder un palmo. Para muchos de sus soldados, las
consecuencias fueron desastrosas: murieron congelados o fueron desbordados
cuando su armamento se quedó congelado.
Antes de Navidad. Hitler estaba tan furioso que reemplazó a todos los co-
128
LOS TRES GRANDES
RAN BR
UNEN SUS FUERZAS
EL GIGANTE
DORMIDO
Fin de la política de aislamiento
americana
enviado de los Estados Unidos en Gran Bretaña, Harry Hopkin, quedó im-
Elpresionado por moral de los británicos durante los bombardeos alema-
la
130
EL GIGANTE DORMIDO
131
LOS TRES GRANDES
puestos a enviar ayuda a un país democrático como Gran Bretaña, pero sólo un mi-
lagro les habría llevado a apoyar al bando comunista o aliarse con él.
Por el momento, los británicos tuvieron que conformarse con el apoyo naval
americano, un acuerdo alcanzado en agosto de 1941. cuando Churchill y Roo-
seveit se reunieron en la bahía de Placentia. Terranova. a bordo del acorazado
Prince ofWales de Royal Navy. Pero el primer ministro avanzó poco en cuan-
la
Hitler declaró la guerra a los Estados Unidos. Podría haber retrasado la decisión,
con la esperanza de que América dirigiera su furia sólo contra Japón, pero Hitler
estaba convencido de que los Estados Unidos ya tenían tomada su decisión de
antemano. Por su parte, Churchill sabía que el compromiso americano en Euro-
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EL GIGANTE DORMIDO
133
LOS TRES GRANDES
EL GIGANTE DORMIDO
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135
LOS TRES GRANDES
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Agosto de 1942: Resultados del ataque a Dieppe. Material de desembarco y tanques Churchill destrozados.
136
EL GIGANTE DORMIDO
por la aviación alemana, corría idéntico peligro. La figura del primer ministro
empezaba a ser criticada.
Los primeros convoyes del Ártico con suministros para los rusos empezaban
a llegar a Archangel. Para impedirlo, Hitler envió al Scharnhorst y al Gneisenau
a través del Canal de la Mancha
para que se unieran en Noruega al Tirpitz, her-
mano gemelo del Bismarck.Temeroso de que estos buques se hubieran hecho a
la mar, el jefe naval británico, sir Dudley Pound, ordenó al convoy PQ 17 que se
137
LOS TRES GRANDES
mor de vivir y trabajar bajo el mar. Algunos de los últimos submarinos alema-
nes eran naves enormes con una autonomía de hasta 30.000 millas. La RAF,
ocupada principalmente en el bombardeo de las ciudades alemanas, aún no se
había dedicado especialmente a dar caza a los submarinos enemigos. Cuando los
americanos se vieron implicados en la guerra, sus navios empezaron a sufrir los
138
EL GIGANTE DORMIDO
Arriba y abajo: Submarinos alemanes bajo el fuego aéreo del mando costero británico.
139
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EL GIGANTE DORMIDO
PÁGINA OPUESTA: Un buque de los Estados Unidos atacando con cargas de profundidad.
Arriba: Escolta de un convoy americano en el Ártico.
formó a Hitler de que la campaña submarina había entrado en crisis y retiró sus
naves hasta poder desarrollar una nueva táctica de ataque.
A pesar de las decisiones tomadas en la cumbre de Washington, durante todo el
año 1942, los jefes militares americanos y británicos no parecían ponerse de acuer-
do sobre el plan de acción inmediata en Europa. Gran Bretaña estaba decidida a no
ceder a las presiones de Stahn para abrir en ese momento un segundo frente euro-
peo. Convencieron a los americanos de que la operación fracasaría si no contaba
con la debida preparación y de que tal fracaso supondría un retroceso de años en el
curso de la guerra. Incluso se renunció a establecer una cabeza de puente en Cher-
burgo a no ser que los msos estuvieran realmente en peligro de ser den*otados.
141
UN ESFUERZO
TITÁNICO
Las batallas de Stalingrado
y Leningrado
A comienzos de 1942,
cú y Leningrado empezaron a
y su estado mayor comenzó a trazar
los contraataques del general
debilitarse.
los planes
Zhukov lanzados desde Mos-
Las esperanzas de Hitler renacieron
de una nueva ofensiva. Los prime-
ros golpes irían dirigidos contra Leningrado, pero sólo serían una maniobra de dis-
tracción. El verdadero objetivo estaba más al Sur: Stalingrado. Una vez se hubie-
ran adueñado de la ciudad, los alemanes podrían aislar de la Rusia central los campos
Arriba: Un soldado alemán inspecciona un tanque ruso inutilizado. Página opuesta: Un soldado alemán pasea entre los escombros a las afueras de Stalingrado.
142
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LOS TRES GRANDES
^^
sensata matanza originada, sobre todo, por la nega-
tiva de Hitler a permitir la retirada de sus tropas. Una
vez dentro de la ciudad, anuinada por los bombar-
deos, los alemanes perdieron su mejor ventaja, la mo-
m. ^M
vilidad, yquedaron atrapados en un tenible y exte-
nuante esfueiYo por conquistar cada palmo del terreno.
Los rusos habían convertido cada casa en un fortín
y cada ruina en una plaza fuerte. A medida que las
cifras de bajas se hacían más y más atroces, los ge-
nerales alemanes se vieron obligados a reconocer la
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peligrosa situación. Pero sus advertencias a Hitler
fueron desoídas. La decisión del Führer era inamo-
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vible; «el último batallón decidirá la cuestión», dijo. •> \'
144
UN ESFUERZO TITÁNICO
Arriba: La arrillería alemana bombardea Leningrado. Abajo: Las tropas alemanas se desplazan rodeando Leningrado.
145
LOS TRES GRANDES
Arriba y abajo: El isombardeo alemán devastó Leningrado, pero el Ejercitó Rojo usó los escombros como defensas.
146
UN ESFUERZO TITÁNICO
Arriba y abajo: Los civiles lograron sobrevivir al límite entre las ruinas de Stalingrado.
147
LOS TRES GRANDES
Arriba: Paulus estudia los mapas. Pagina opuesta: Tropas de asalto entrando en Stalingrado.
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UN ESFUERZO TITÁNICO
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UN ESFUERZO TITÁNICO
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LOS TRES GRANDES
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UN ESFUERZO TITÁNICO
Izquierda: Stalingrado, diciembre de 1942. Las tropas del Ejército Rojo contraatacan.
Abajo: El «general Invierno» devuelve el golpe al ejército alemán.
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1 53
LOS TRES GRANDES
Arriba: Tropas soviéticas en Kursk; julio de 1 943. Página opuesta: Un tanque ruso T-34 en llamas.
ras de Kursk el día 1 2 de julio: los 7(X) blindados alemanes del general Hermán Hoth
se dieron de frente con los 850 T-34 del mariscal Pavel Rotmistrov. Los panzers lle-
varon la peor parte; al día siguiente, el contraataque ruso rompió las líneas alema-
nas, haciéndoles retroceder 150 millas. Las pérdidas en bando nazi fueron terri-
el
bles: 70.000 hombres, 1 .400 aviones y 1 .500 panzers. La batalla marcó el comienzo
de lo que se convertin'a en una larga y agonizante retirada hasta Berlín.
154
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LA TORMENTA
DEL DESIERTO
La campaña del norte de África
Comparadas con las enormes matanzas del frente ruso, las batallas libradas en
el norte de África fueron asuntos relativamente triviales. En cambio, tanto
Churchill como Hitler supieron reconocer su importancia estratégica y su valor
simbólico.
En el verano de 1941 tuvo lugar el largo asedio a Tobruk y la heroica defen-
Morshead. Aunque
sa de su guarnición australiana, dirigida por el general Leslie
laRoya! Navy aprovisionaba a los australianos, con el riesgo que entrañaba la
presencia de submarinos y bombarderos en picado alemanes, a comienzos del
otoño su situación se tornaba desesperada. Para levantar el cerco, los británicos
Arriba; El África Korps en acción. Página opuesta: Las «ratas del desierto» eliminando minas con sus bayonetas.
156
LA TORMENTA DEL DESIERTO
•^
157
lanzaron su «Operación Cruzado», atacando a los panzers alemanes en Sidi Re-
zegh. La operación tuvo mucho éxito; Rommel tuvo que retirarse de la zona con
sólo 40 de sus tanques intactos y Tobruk fue librada de su asedio.
Pero durante los primeros meses de 1942, el general alemán empezó a recu-
perar el territorio perdido y en mayo lanzó una nueva ofensiva en Gazala. Estaba
decidido a tomar Tobmk y a anticiparse a cualquier nueva ofensiva británica. La
guarnición de Tobruk, que ahora estaba formada por tropas sudafricanas auxilia-
das por británicos e indios, pronto se encontró bajo una terrible presión. El 20 de
junio de 1942, los Stukas y los blindados alemanes lanzaron un asalto combina-
do a la ciudad. En tres horas lograron romper las defensas y al día siguiente toda
la guarnición, formada por 35.000 hombres, tuvo que rendirse. Aparte de la caí-
da de Singapur, esta fue, tal vez, la peor derrota británica de la guena. Hitler es-
taba tan encantado con el desenlace que nombró a Rommel mariscal de campo.
158
LA TORMENTA DEL DESIERTO
Izquierda y abajo: Los howitzers británicos de 6 pulgadas contra los cañones alemanes de 1 5 cm.
Inferior: La dotación de un blindado alemán a las afueras de Tobruk.
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LOS TRES GRANDES
160
LA TORMENTA DEL DESIERTO
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Tropas británicas tratan de sacar el vehículo que tira de un cañón, atascado en la arena.
162
LA TORMENTA DEL DESIERTO
Tobruk hasta Mersa Matruh y de allí hasta El Alamein, cerca de la frontera egip-
cia. Varios asesores de Rommel le recomendaron tener prudencia, pero el ale-
mán no era un hombre prudente: era común verle en el campo de batalla ocu-
pando la primera línea y ordenando avanzar a sus soldados. «Ningún almirante
naval ha ganado nunca una batalla desde la orilla», decía.
Las poblaciones de El Cairo y Alejandría trataron de prepararse ante la lle-
gada del África Korps. Mussolini voló hasta Libia, con su blanco corcel siguiéndole
en otro avión, listo para hacer una entrada triunfal en El Cairo. La flota británi-
ca abandonó Alejandría y entró en el mar Rojo. «Solamente 100 millas más has-
ta Alejandría», escribió Rommel a su esposa el 30 de junio. Pero después de ha-
ber avanzado 300 en una semana, sus tropas estaban extenuadas.
El Alamein se encontraba apenas a 60 millas de Alejandría, pero su te-
rreno era ideal para presentar una buena defensa: limitado Norte por el
al
163
LOS TRES GRANDES
Bernard Montgomery salió de Inglaterra para hacerse cargo de las tropas britá-
nicas.
mes de agosto los dos bandos lo emplearon en levantar fortifica-
El resto del
ciones y colocar minas. Montgomery ignoró las repetidas peticiones de Chur-
chill en que le instaba a atacar; el general sabía que sus rutas de aprovisiona-
1Ó4
i
LA TORMENTA DEL DESIERTO
Una patrulla británica de las SAS vuelve después de tres meses tras las líneas enemigas.
165
LOS TRES GRANDES
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166
LA TORMENTA DEL DESIERTO
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miento eran más seguras que las del enemigo, y poco a poco fue consolidando
su superioridad. «Si el ataque empieza en septiembre, fracasará», contestó Mont-
gomery a las impacientes demandas de Churchill. «Si esperamos hasta octubre,
puedo garantizar un rotundo éxito.» El 23 de octubre, los aliados había reunido
1.000 tanques, 2.000 piezas de artillería, 700 aviones y 150.000 hombres.
Aquella noche, a las 9.40 p. m., más de .000 cañones abrieron fuego a lo lar-
1
167
LOS TRES GRANDES
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168
LA TORMENTA DEL DESIERTO
Gran Bretaña tañeron por primera vez desde el comienzo de la guerra (se habían
reservado para dar la señal de alarma en caso de invasión).
Una semana antes de la victoria, las tropas aliadas habían desembarcado en
el territoriofrancés del norte de África en una operación conjunta de invasión
masiva conocida como «Operación Torch». Los británicos, americanos y fran-
ceses libres llevaban tiempo discutiendo el proyecto; la espectacular fuga del ge-
neral francés Henri Giraud de un campo de prisioneros en Alemania complicó
las delicadas negociaciones entre los comandantes locales de Vichy y el general
americano Mark Clark, que había tratado de persuadirles para que no ofrecieran
resistencia. Al final, el asunto Giraud tuvo escasa o nula repercusión en las fuer-
zas de Vichy y el desembarco no encontró oposición alguna.
La prensa colaboracionista de París pidió al gobierno de Vichy que declara-
se la guerra a los Aliados, pero Pétain se mostró ambiguo y dijo a su delegado
en el norte de África que tomara la decisión más adecuada.
Hitler estaba furioso y aprovechó el momento para romper su acuerdo con
Pétain: las tropas alemanas entraron en el sur de Francia. En respuesta, Vichy de-
cidió barrenar su flota anclada en Toulon y Darían pactó la cooperación con los
Aliados. Se le nombró alto comisario para el norte de África, pero fue asesina-
do poco después por un monárquico francés.
A principios de 1943, Rommel, numérica y falta de
a pesar de su inferioridad
provisiones, reanudó sus audaces ataques en el oeste de Libia y Túnez, decidido
a mellar la moral de los Aliados. El nuevo mando anglo-americano quedó con-
169
LOS TRES GRANDES
170
Arriba: Tropas de la Francia libre entran en Túnez. Abajo: Final del camino. Un prisionero de guerra italiano custodiado
por soldados americanos.
fecha sería diciendo que han violado todos los principios conocidos de la gue-
rra, están en conflicto con los métodos logísticos y operativos de los manuales,
y se utilizarán como ejemplo negativo
en las clases de Leavenworth y War
College durante los próximos 25 años»,
escribía el comandante aliado, general
Dwight D. Eisenhower.
Estos reveses temporales descarta-
ron cualquier desembarco inmediato en
el norte de Europa. Los historiadores
sostienen que tal contratiempo fue una
suerte y no una desgracia: alentaron al
comandante en jefe alemán Albrecht von
Kesselring a mandar refuerzos a Túnez,
los cuales no estuvieron disponibles para
oponerse a los Aliados cuando al año si-
171
M
LOS BOMBARDEOS
A LAS CIUDADES
La guerra aérea en Europa
relativamente
vía
los
Daba
igual que los bombardeos de precisión fueran
débil.
imposibles durante la noche o que los bombardeos diurnos no pudieran realizar-
se sin el apoyo de los cazas; no importaba que en los primeros ataques murieran
más pilotos británicos que enemigos alemanes: los bombardeos eran la única for-
ma que Gran Bretaña tenía de devolver el golpe a los alemanes. Además, a pe-
sar de la lección aprendida durante los ataques aéreos a las ciudades británicas,
el mando aéreo seguía pensando que así debilitarían la moral del enemigo. No-
che tras noche, los Wellington y los Halifax de la RAF emprendían la peligrosa
el mar del Norte y lanzaban sus cargas explosivas sobre
aventura de atravesar las
1 72
LOS BOMBARDEOS A LAS CIUDADES
1 73
LOS TRES GRANDES
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LOS TRES GRANDES
El de Lubeck fue seguido por otros cuatro ataques sobre Rostock durante el
objetivo era Colonia. Cuarenta de ellos fueron derribados y los servicios de la ciu-
dad volvieron a funcionar con normalidad al cabo de dos semanas, algo de lo que
no se informó a la opinión pública británica. Harris sabía que los ataques carecí-
an de verdadera eficacia, pero sostenía que era una forma de hacer ensayos para
posteriores bombardeos; el mito de la debilitada moral alemana le llevó a él y los
políticos que apoyaban sus planes a dedicar aún más esfuerzos y vidas al proyec-
1 76
LOS BOMBARDEOS A LAS CIUDADES
ducción de gueiTa.
Esto se traducía en que los ataques aliados no
causaban un gran impacto en la base industrial ale-
mana, a excepción de la serie de bombardeos de la RAF a la zona industrial del
Ruhr que tuvieron lugar entre marzo y julio de 1943 los llamados Dambus- —
ters —
en los que el escuadrón 617 utilizó las enormes bombas experimentales
,
inventadas por el Dr. Barnes Wallis, logrando romper tres grandes embalses que
inundaron los valles circundantes. Ocho de los 19 bombarderos que tomaron par-
te en la misión fueron derribados.
Después de julio, el principal objetivo aliado pasó a ser el puerto de Ham-
burgo, que sufrió 33 ataques aéreos. El mayor, conocido como «Operación Go-
Ánguio superior: El mariscal jefe del Aire, sir Arthur Horris. Arriba: Tripulaciones de la USAAF durante una sesión de intrucciones.
177
Una formación de bombarderos B-17 y Mikhell B-25 desafían el fuego antiaéreo y los cazas enemigos paro soltar sus bombas.
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179
LOS TRES GRANDES
morra», tuvo lugar en primeras horas del 28 de julio, y aunque sólo duró
las
43 minutos, la combinación de las bombas incendiarias y la sequedad de la ma-
dera produjeron un incendio que quemó más de ocho millas cuadradas de la ciu-
dad y mató a 42.000 personas, más que el total de bajas británcias durante todos
los ataques a Gran Bretaña. Sin embargo, en pocas semanas, las fábricas de la
ciudad estaban produciendo nuevamente.
A partir de noviembre de 1943, la atención se dirigió hacia Berlín, lo que agra-
dó a Stalin y libró a Churchill de la presión soviética para crear un segundo fren-
te europeo. Las pérdidas en esta fase del conflicto eran de un cinco por ciento,
lo que empezaba a socavar la moral del mando de bombardeos; el porcentaje de
bajas en la VIII Fuerza Aérea americana era todavía mayor.
Los superiores de Harris empezaban a poner en duda la eficacia de su estra-
tegia; la Iglesiaponía en duda la moralidad de la operación, especialmente el
obispo de Chichester, George Bell, cuyo particular punto de vista le hizo perder
la oportunidad de ser arzobispo de Canterbury. «¿Acaso somos animales? pre- —
guntó después de ver una película de los bombardeos aéreos ¿No estamos yen- — .
do demasiado lejos?»
A principios de 1944, Harris tuvo que pedir apoyo de cazas para sus ataques
nocturnos. La VIII Fuerza Aérea ya estaba usando su nuevo caza de largo al-
cance, el Mustang, para escoltar a sus bombarderos, y empezaba a dirigir sus ata-
ques diurnos contra las plantas de petróleo sintético y fábricas de cojinetes de
bolas, lo que retrasaba considerablemente el desarrollo y fabricación del nuevo
avión alemán a reacción y los submarinos de gran autonomía.
180
LOS BOMBARDEOS A LAS CIUDADES
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1 81
LOS TRES GRANDES
En previsión de un futuro segundo frente, tanto los británicos como los ame-
ricanos concentraron sus ataques sobre los transportes alemanes en Francia. El
peligro, como señaló Churchill, era que un bombardeo indiscriminado aquí pon-
dría en contra a la población francesa: las misiones tenían que ser precisas. Pero,
a pesar de los -planes meticulosos, muchos bombardeos no dieron en el blanco.
En abril de 1943. 228 civiles franceses murieron en una incursión americana so-
bre la fábrica Renault, a las afueras de París; otro ataque de la USAAF a una fá-
brica de aviones cerca de Antwerp mató a casi 1 .000 civiles, incluidos 236 es-
colares.
182
LOS BOMBARDEOS A LAS CIUDADES
Izquierda: Baterías antiaéreas alemanas. Derecha: Apuntando las misiones realizadas sobre el fuselaje de un Mitchell B-25.
Abajo: Bombardero B- 17 alcanzado por baterías antiaéreas.
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1 84
LOS BOMBARDEOS A LAS CIUDADES
Los ataques a las ciudades alemanas lograron que buena parte de las defen-
sas aéreas alemanas fueran retiradas del frente ruso. Con el beneficio de la vi-
185
EL PUNTO
DÉBIL
Los desembarcos aliados
en el Mediterráneo
Desde que, durante la Gran Guerra, había entrado en contacto con la estrate-
gia militar siendo Primer Lord del Almirantazgo, Churchill estaba conven-
cido de que Europa era vulnerable a un ataque desde el Sur. Esta convicción le
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Arriba: Un vehículo anfibio americano típo DUKW desembarca en Sicilia. Pagina opuesta: Tropas británicas esperan para desembarcar.
186
EL PUNTO DÉBIL
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187
LOS TRES GRANDES
dos. Buena parte de las tropas del Eje, como si de un Dunquerke en pequeño se
tratase, escaparon al continente con todo su equipo a bordo de 70 pequeños bar-
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EL PUNTO DÉBIL
1 89
LOS TRES GRANDES
Arriba: Partisanos sicilianos. Página opuesta: Un soldado americano posa en Brolo, Sicilia.
190
EL PUNTO DÉBIL
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LOS TRES GRANDES
192
EL PUNTO DÉBIL
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LOS TRES GRANDES
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194
Arriba: Descargando provisiones en Anzio. Abajo: Camiones y excavadoras americanas desembarcando en Anzio.
LOS TRES GRANDES
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EL PUNTO DÉBIL
197
LOS TRES GRANDES
Arriba: Mortero británico de 4,2 pulgadas en acción. Abajo: Bombardeo en la zona de Monte Cassino.
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198
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Arriba: Camilleros británicos rescatando a un herido. Abajo: El monasterio después de la rendición alemana.
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199
LOS TRES GRANDES
suponía había sido fortificado por los alemanes. El 1 3 de febrero, se dejaron caer
sobre el monasterio 400 toneladas de bombas, que lo dejaron reducido a escom-
bros. Los alemanes, que no habían querido entrar en el histórico edificio, utili-
zaron ahora sus ruinas para pertrechar su defensa. En los tres primeros ataques,
los Aliados sufrieron graves pérdidas. El lugar fue tomado finalmente en mayo
de 1944, después de que el cueipo de ejército polaco tuviera que aguantar la peor
parte del fuego alemán mientras los
franceses libres mandados por el ge-
neral Juin penetraban sigilosamente
por la retaguardia.
200
EL PUNTO DÉBIL
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RESISTENCIA
Y COLABORACIONISMO
Partisanos y gobiernos títere
en la Europa ocupada
Afínales de 1941. toda Europa, desde Moscú hasta los Pirineos y de Creta al
Círculo Ártico, estaba en manos de los nazis, salvo Suecia y Suiza, que se man-
tenían neutrales. El trato que recibieron los pueblos ocupados fue siempre cruel y
este grado de crueldad variaba dependiendo únicamente de sus orígenes étnicos.
Por ejemplo, los nazis consideraban infrahumanos a todos los pueblos esla-
vos. A pesar de la propaganda que hablaba de «liberar» a los rusos del comunis-
mo, los nazis sólo estaban interesados en la explotación del pueblo eslavo. «Que
salgan adelante o se mueran de hambre sólo me importa en tanto los necesitemos
202
RESISTENCIA Y COLABORACIONISMO
203
LOS TRES GRANDES
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nal de la guerra, estos hombres fueron capturados y juzgados, o bien, como el lí-
tos comercialescon los alemanes, ya no estaba tan claro. Había también muje-
res que mantenían relaciones con los soldados alemanes. Fue un tiempo de
ambigüedad moral, en el que los individuos tenían que salir adelante como bien
pudieran. Sin embargo, cuando empezó a estar claro que los alemanes no iban
a ganar la guerra, aumentó la participación ciudadana en las distintas formas de
resistencia.
204
RESISTENCIA Y COLABORACIONISMO
205
LOS TRES GRANDES
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RESISTENCIA Y COLABORACIONISMO
207
LOS TRES GRANDES
Arriba y derecha: Voladura de Lidice, Checoslovaquia, en represalia por el asesinato de Heydrich (antes, durante y después).
208
RESISTENCIA Y COLABORACIONISMO
una huelga general en Holanda, seguida del arresto de judíos. El rey danés ame-
nazó con abdicar si en su país se introducía la legislación antisemita. En Croa-
cia, el arzobispo de Zagreb pidió al gobierno colaboracionista que confirmase
los rumores sobre deportaciones. Después de que la BBC revelase el destino
de 700.000 judíos polacos en una emisión de junio de 1942, hubo movimien-
tos de resistencia incluso en Alemania: los sacerdotes Karl Friederich Stell-
brink y Dietrich Bonhoeffer fueron arrestados y posteriormente ejecutados por
su manifiesta oposición al régimen.
209
LOS TRES GRANDES
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Algunas mujeres francesas son afeitadas por «haber tenido relaciones con el enemigo».
210
RESISTENCIA Y COLABORACIONISMO
21 1
LOS TRES GRANDES
neas enemigas. En los meses que siguieron a aquella fecha, persiguieron hasta el
212
LIBERACIÓN
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214
Tropas americanas abriéndose camino hasta lo playa de Omaha, Normondía, el día ó de junio de 1 944.
ban la idea de De GauUe, que pretendía usar a la resistencia francesa como una
alternativa a los ataques aéreos sobre los sistemas de transporte alemanes en sue-
215
LIBERACIÓN
Eisenhower, comandante supremo de los Aliados. Vista de lo playa de Cherburgo antes del Día D.
Un Marauderde los Estados Unidos vuelve tras una misión de bombardeo en Normandío.
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EL día D
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LIBERACIÓN
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EL día D
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LIBERACIÓN
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LIBERACIÓN
Tropas de los Estados Unidos toman los cerros de Point du Hoc sobre la playa de Omaha.
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222
EL día D
Liberación de Cherburgo.
ciones férreas del país. Se sucedieron casi 1.000 ataques certeros, aunque al día
siguiente las SS se vengaron en las poblaciones que sospechaban implicadas en
los sabotajes. A las 1 1.55 p. m., los primeros paracaidistas británicos aterrizaban
seis millas al norte de Caen, la invasión había comenzado.
A última hora del día siguiente, una enorme flota de desembarco había lo-
grado dejar 156.000 hombres en cinco playas de Normandía, con menos resis-
tencia alemana de lo que los Aliados esperaban, salvo en una de ellas. A pesar
del éxito de la operación, también se produjeron atascos en las maniobras de de-
sembarco y muchos soldados murieron ahogados cuando el mar volcó sus lan-
no fueron los únicos contratiempos. Los británicos y canadienses no
chas. Estos
223
LIBERACIÓN
Arriba: La batalla de Caen. Página opuesta: Tropas canadienses avanzan entre las ruinas de Caen.
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LIBERACIÓN
Julio de 1944: Hitler inspecciona el refugio subterráneo después del fallido atentado contra su vida.
lograron tomar Caen el primer día (hizo falta un mes y la ciudad medieval que-
dó arrasada por los ataques); los americanos erraban el desembarco en una de las
playas, lo que retrasó seriamente la captura de Cherburgo. Por último, el avance
desde las cabezas de playa se vio impedido entre el 19 y el 22 de junio por cul-
pa de una de las peores tormentas que Europa había conocido en los últimos cua-
renta años.
Pero, en general, la «Operación
Overlord» fue un éxito asombroso. Una
vez consolidados los desembarcos, los
comandantes aliados sabían que sería
prácticamente imposible para los ale-
manes desalojarles del norte de Fran-
cia. Por otra parte, la respuesta alema-
na fue muy «¿Qué debemos
confusa.
hacer?», preguntaban a Von Runstedt.
«¡Acabar con esta guerra! ¿Qué si
no?», contestó él. Hitler le destituyó
por denotista.
También Rommel fue apartado del
mando mientras se recuperaba de las
heridas sufridas cuando su coche ofi-
cial fue alcanzado por un caza aliado.
El mariscal había estado involucrado EI juez Friesler condeno o los conspiradores de julio.
226
EL día D
Arriba: Churchill observa los desembarcos del sur de Francia (foto inferior) desde el destructor británico Kimberley.
227
LIBERACIÓN
La liberación de Aix.
228
EL día D
lugar el día 5 de agosto, cuando 50.000 soldados aliados tomaron tiena en Cote
1
D'Azur. Ese mismo día, los planes de Eisenhower de evitar París se vieron frus-
trados por un inesperado alzamiento ciudadano. De Gaulle, ignorando las ins-
trucciones expresas del comandante en jefe, ordenó a la Segunda División Blin-
dada francesa, mandada por el general Leclerc, liberar la ciudad. Al no saber qué
229
LIBERACIÓN
hacer, Leclerc en\ ió un destacamento con órdenes de mezclarse con las tropas
americanas si habían llegado a las afueras de la ciudad en primer lugar Eisen-
hower cedió, justo cuando expiraba el alto el fuego temporal decretado entre el
comandante alemán, general Dietrich von Cholditz. y la resistencia local. «París
no ha de caer en manos del enemigo, si no es convertido en un montón de es-
combros», ordenaba Hitler a Cholditz.
Pero el francófilo Von Cholditz no tenía intención de destruir París y se
rindió a las fuerzas de Leclerc el 25 de agosto. Justo en ese momente se co-
nocía la noticia de que los soldados de las SS habían irrumpido en la habita-
ción del hotel del mariscal Pétain y le habían llevado prisionero a Belfort. Pé-
tain tenía planeado ir a París en persona y oponerse al armisticio; su secuestro
abría el camino al general De Gaulle. quien se autoproclamó presidente de
Francia desde las escaleras del Hotel de Ville. en París. Siguió a la proclama-
ción un alborozado desfile por las calles de la ciudad, a pesar del peligro que
aún representaban los francotiradores alemanes. A última hora del 26 de agos-
tode 1944, después de cuatro años de brutal opresión, la Ciudad de la Luz era
libre otra vez.
230
EL día D
231
LA MAREA ROJA
El avance de los ejércitos de Stalin
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233
LIBERACIÓN
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LA MAREA ROJA
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Las tropas del Ejército Rojo cruzan o la carrera el área próxima al río Vistula en Ucrania.
235
LIBERACIÓN
Cadáveres de polacos yacen sobre el suelo en Katyn; abril de 1 943 Carros de combate T-34 avanzan cerca de Lvov.
líos se van comiendo la paja de los tejados, poco más tienen para comer.» Al
parecer, también los soldados del Ejército Rojo eran prescindibles: el método
de Zhukov para despejar los campos minados consistía sencillamente en ha-
cer a sus hombres marchar sobre ellos. En la Gran Guerra Patriótica, como
Stalin gustaba de llamarla, el noventa por ciento de los jóvenes rusos entre 18
y 21 años murieron en combate.
Pero a la «guarida del lobo» sólo llegaban malas noticias del frente ruso. Hi-
tler se vio tristemente condenado a confiar en que la alianza preparada contra
él terminaría disolviéndose. Existían, por supuesto, puntos de fricción entre Sta-
lin, Roosevelt y Churchill. Uno era el futuro de Polonia. En abril de 1943, los
alemanes descubrieron los cuerpos de 4.000 oficiales polacos asesinados en
Katyn: parecía probable que la policía secreta de Stalin hubiera sido la respon-
sable de semejante atrocidad. El gobierno polaco en el exilio estaba iracundo.
Era evidente que, una vez derrotados los nazis en Polonia, sería imposible re-
conciliar los objetivos de los legítimos líderes polacos con los del Ejército Rojo.
236
LA MAREA ROJA
Roosevelt tuvo que persuadir al enfadado Churchill para que guardara silencio
en bien de la alianza.
En enero de 1944, cuando Leningrado fue por fin liberado, el avance ruso em-
pezó a acelerarse. En marzo, el Ejército Rojo entraba en Rumania y, a finales de
mayo, se había abierto paso a través de la Península de Crimea y recuperado prác-
ticamente todo el territorio soviético. A finales de junio, para coincidir con el se-
gundo frente de Francia, hasta 160 divisiones soviéticas atacaron el emplaza-
miento alemán en los alrededores de Minsk; en una semana se habían capturado
350.000 prisioneros alemanes y sus líneas estaban hechas añicos. Los ejércitos
rusos penetraron por la brecha, desviándose luego hacia el Oeste para entrar en
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237
LIBERACIÓN
Los rusos atacan a las tropas alemanas en una granja cerca de Lvov,
Cañones rusos autopropulsados ISU-152 atraviesan un bosque en los Estados bálticos.
239
LIBERACIÓN
ki, los rusos recibieron la orden de no avanzar. Es probable que la orden vi-
cual tanto ustedes como nosotros concedemos tanta importancia, no sólo para el
240
Arriba: Francotiradores polacos durante el levantamiento de Varsovia. Abajo: El ejército clandestino polaco.
241
LIBERACIÓN
Este y el Oeste.
También en Eslovaquia, un alzamiento de la
los nazis aplastaron brutalmente
población. Otros países, sin embargo, fueron más prudentes y, antes de tomar
ninguna iniciativa contra los alemanes, esperaron a que las intenciones de los ru-
sos estuvieran claras. El 23 de agosto, sabiendo que ya era demasiado tarde para
Un soldado alemán prende fuego con su lanzallamas un edificio de Varsovia, convirtiendo el gueto (página opuesta) en un infierno.
242
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LIBERACIÓN
que Hitler se apoderase del país completamente, los rumanos anunciaron que sus
aliados ya no eran los alemanes, sino los rusos. Las tropas del Ejército Rojo ocu-
paron los valiosos pozos petrolíferos de Ploesti, entraron en Budapest y en el pla-
zo de una semana mataron a 105.000 soldades alemanes. El 12 de septiembre,
los rumanos accedieron a pagar a la Unión Soviética 300 millones de dólares en
concepto de reparaciones de guerra.
Diez días antes, los finlandeses también habían llegado a un acuerdo con los
rusos, que les iba a permitir conservar una Finlandia democrática durante toda
la Guerra Fría. En Bulgaria, país que había permanecido al margen de las cam-
245
LIBERACIÓN
pañas nazis contra Rusia, el resultado fue menos feliz. Ansioso por conseguir
más territorios, Stalin declaró la guerra a los búlgaros en octubre y éstos se vie-
ron obligados a pactar un acuerdo.
En Hungría, los alemanes se anticiparon a cualquier intento por cambiar de
bando, tomando prisionero al primer ministro, al-
mirante Miklos Horthy, e instaurando un gobierno
pro-nazi. El 30 de noviembre, el general ruso Ma-
linovsky llegó a las afueras de Budapest a la cabe-
za de 64 divisiones rusas y rumanas. Tan sólo unas
semanas atrás, 50.000 judíos habían sido conduci-
dos como ganado hacia el Oeste, en dirección a
Austria. «Mis dedos son
largos y puedo alcanzar a
los judíos también en Budapest», había dicho el
artífice de la «Solución Final», Adolf Eichmann.
La ciudad no pudo ser conquistada hasta febrero
de 1945.
En Yugoslavia, las tropas rusas habían entrado
en Belgrado el 19 de octubre de 1944. Pero, con
el apoyo de los americanos y los británicos. Tito
—que durante próximas décadas
las conver- iba a
en una espina clavada en
tirse cuerpo de el los ru-
sos — ya había establecido un gobierno allí inde-
En Grecia, las fuerzas de Hitler habían
pendiente.
comenzado el peligroso camino de regreso hacia
una Alemania fortificada. Model, adversario de Zhukov en Polonia.
246
LA MAREA ROJA
Arriba: Dotación de un antitanque ruso en Pruslo oríentol. Abajo: Concentración de piezas de artillería del Ejército Rojo.
247
LA OFENSIVA HACIA
ELRIN
Los aliados hacen retroceder a los ejércitos
alemanes
cia de los Aliados sobre que Alemania debía rendirse sin condiciones no hizo
sino ayudar a la propaganda nazi, los recursos alemanes estaban casi agotados y
sus armas secretas —bombas volantes, cohetes supersónicos y cazas a reacción
no habían logrado cambiar el rumbo de la guerra. Debilitado y enfermo, Hitler
reclutó un ejército popular para defender Alemania, compuesto por todos los va-
rones sanos con edades comprendidas entre los 16 y los 60 años.
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248
LA OFENSIVA HACIA EL RIN
Pero, en aquel momento, el avance en el frente occidental era cada vez más
rápido. El III Ejército de Patton cruzó el Mosa en Verdún el día 31 de agos-
to; cuatro días más tarde, quinto aniversario de la declaración de guerra de
los británicos, su División Acorazada penetraba 75 millas hacia el interior de
Bélgica y llegaba a Bruselas. Otro grupo de tanques británicos continuaba ha-
cia Amberes, mientras que los comandos belgas eran lanzados en paracaídas
para prestar su apoyo a la resistencia local. El 10 de septiembre, los america-
nos controlaban el fuerte de Eben-Emael, que tan importante papel había de-
sempeñado en la invasión de 1940. Dos días después. Le Havre se rindió a los
aliados.
249
LIBERACIÓN
Izquerda: Miembros de las Juventudes Hitlerianas de hasta trece años de edad estuvieron presentes en los combates.
Derecha: Prisioneros de guerra alenoanes en Bélgica.
250
LA OFENSIVA HACIA EL RIN
Arriba: Camuflando un tanque americano en Luxemburgo. Abajo: Alimentando una ametralladora cubierta de nieve en Bélgica.
251
LIBERACIÓN
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LA OFENSIVA HACIA EL RIN
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254
LA OFENSIVA HACIA EL RIN
fradoras del código Enigma, podían leer los mensajes a voluntad, y por uno de
ellos supieron que a la Luftwajfe empezaba a escasearle el combustible. De ma-
nera que los bombardeos aliados se concentraron en las plantas alemanas de pe-
tróleo sintético y depósitos de combustible. También atacaron las bases de lan-
zamiento de las bombas volantes, gran preocupación de los británicos, belgas y
holandeses. Ya se habían lanzado contra Gran Bretaña 2.754 «V-1», que habían
producido 2.752 bajas en la población —
casi una baja por cada bomba y aque- —
llo no era nada comparado con el poder destructor de los cohetes supersónicos
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Lanzamiento de un cohete supersónico «V-2». Área experimental de las «V-2» después de un ataque aéreo.
255
LIBERACIÓN
futuro de Europa con demasiada ligereza. «No, quédatelo tú», le respondió bro-
meando Stalin.
256
LA OFENSIVA HACIA EL RIN
257
LIBERACIÓN
Arriba: Soldados alemanes en busca de material americano en las Árdenos. Página opuesta: Soldados alemanes dando lo señal de avanzar.
tento desesperado por evitar lo que veía como un movimiento comunista, Chur-
chill se atrevió a entrai" el día de Navidad en una Atenas infestada de francotiradores
para convencer a la resistencia de que reconociera la autoridad del arzobispo Da-
maskinos, al que más tarde describiría como «intrigante prelado medieval».
En el frente occidental, el retraso de los Aliados había dado un respiro vital
a Hitler, que insistía en una contraofensiva en las Ardenas para abrirse paso a tra-
vés de las líneas aliadas y hacerlas retroceder hacia el mar. «Si Alemania es ca-
paz de aguantar unos cuantos golpes duros, esta coalición artificial se derrum-
bará con estruendo», aseguraba a sus generales.
Los Aliados no lograron descodificar aquella orden de ataque. Montgomery
había asegurado a sus tropas que el enemigo «no es ya capaz de emprender gran-
des operaciones ofensivas», y Eisenhower se encontraba fuera jugando al golf.
Pero la mañana del 16 de diciembre, con la niebla anulando el dominio aéreo
aliado, varios gmpos de comandos alemanes vestidos con el uniforme america-
no se infiltraron en las líneas aliadas, causando una tremenda confusión. Miles
258
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Prisioneros americanos durante la ofensiva de las Árdenos.
261
LIBERACIÓN
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de soldados americanos, muchos de los cuales eran reclutas sin experiencia, fue-
ron capturados tras el avance de los blindados alemanes.
Pero la SS alemanas no hizo sino aumentar el ánimo com-
brutalidad de las
bativo de los americanos. El 17 de diciembre, más de 70 soldados americanos
capturados en Malmédy fueron asesinados por una unidad de las SS; dos días
después, en Stevlot, los SS mataron a 130 civiles belgas acusados de dar cobi-
jo a soldados americanos. Más tarde, el avance alemán fue detenido en la ciu-
262
LA OFENSIVA HACIA EL RIN
263
LIBERACIÓN
Una muestra de las atrocidades cometidas cerca de Bastogne. Cuerpos con las piernas atadas y un disparo en la cabeza.
264
LA OFENSIVA HACIA EL RIN
naz resistencia americana, sino por la falta de combustible: las dotaciones de los
tanques alemanes tuvieron que abandonar sus vehículos y regresar a pie hacia el
Este. Sin combustible, el Führer ya no podía hacer nuevos esfuerzos por retrasar
lo inevitable. Aun así, la guerra en Europa iba a durar otros cuatro meses.
265
EL REICH REDUCIDO
A CENIZAS
La batalla de Berlín y la muerte de Hitler
lugar hacia mediados de enero de 1945, pero Hitler se negó a creer tal informa-
ción. «Es el fraude más grande desde Genghis Khan», vociferó el Führer. A Gu-
derian sólo se le concedieron 50 divisiones de infantería para defender un fren-
te de 700 millas.
En mitad de una tormenta de nieve, con 200 divisiones a su disposición,
Zhukov avanzó 300 millas y entró en Alemania. Todo intento de resistencia se
deshizo ante el imparable avance de y los refuerzos que los
las tropas rusas,
alemanes lograron enviar se vieron
obstaculizados por la población civil
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Arriba: Febrero de 1945. Tropas norteomericanos en lo recién capturado Jülich. Abajo: Atravesando el Rin.
268
EL REICH REDUCIDO A CENIZAS
Abajo: Churchill llega al Rin. Arriba: Almuerzo ¡unto al río acompañado de Brooke y Montgomery.
269
LIBERACIÓN
1
Abril de 1945; El Noveno Ejercito americano se encuentra con el Ejército Rojo en Apollensdorf.
270
EL REICH REDUCIDO A CENIZAS
Mayo de 1945: Rusos y americanos en Alemania. Un breve respiro antes de la guerra fría.
271
LIBERACIÓN
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273
LIBERACIÓN
Los partisanos muestran los cuerpos mutilados de Mussolini y su amante, Clara Petacci.
274
EL REICH REDUCIDO A CENIZAS
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LIBERACIÓN
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Los restos de lo casa de Goering en el complejo Berchtesgoden.
276
EL REICH REDUCIDO A CENIZAS
habían logrado atravesar Po. Este éxito provocó un movimiento de euforia en-
el
solini estaba tratando de negociar en Milán, llevando con él una gran cantidad
de dinero y cartas con las que esperaba poder comprar su libertad. El 28 de abril,
cerca del lago Como, Mussolini y su aman-
los partisanos italianos arrebataron a
te Clara Petacci de un convoy alemán y los ejecutaron. Sus cueipos mutilados
Comprendiendo que el final de la guerra era inmediato, ese mismo día Hitler
ordenó el arresto de Goering, con el que pretendía negociar con los Aliados, y
nombró a Doenitz en su lugar. Después se casó con Eva Braun y escribió su tes-
tamento.
«Exhorto a los líderes de la nación y todos aquellos a sus órdenes para que
cumplan escrupulosamente las leyes de la raza escribía —
y se opongan sin — ,
Tanques soviéticos T-34 y cañones autopropulsados ISU-152 en los calles de Berlín Este.
277
p
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EL REICH REDUCIDO A CENIZAS
279
LIBERACIÓN
Arriba: Un civil alemán lee el anuncio del día de la victoria. Página opuesta: Churchill celebra en Londres la victoria.
ras de la ciudad. Por un extraño giro del destino, Praga fue liberada de las SS por
el general Vlasov y su Ejército Ruso de Liberación, que había estado peleando
del lado de los alemanes durante casi toda la guerra. Pero ni siquiera esta ma-
niobra impidió que se tomaran represalias contra Vlasov y sus seguidores: fue-
ron ejecutados cuando las tropas soviéticas llegaron el 1 2 de mayo.
Parecía que alrededor de Trieste iban a estallar nuevos brotes de resistencia,
y tanto Churchill como Truman estaban dispuestos a utilizar la fuerza para evi-
tar que la ciudad cayera en manos de Tito. Pero, sin el apoyo de Stalin, Tito de-
cidió no retirar a sus partisanos el día 9 de junio. Los dos grandes ejércitos de las
280
EL HOLOCAUSTO
El descubrimiento de los campos
de concentración
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EL HOLOCAUSTO
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LIBERACIÓN
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EL HOLOCAUSTO
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LIBERACIÓN
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EL HOLOCAUSTO
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Niños judíos supervivientes dejan Buchenv\/ald con destino a Francia, y de ahí a Palestina.
287
LIBERACIÓN
de Hitler entre 1939 y 1941 . el número de judíos bajo el régimen alemán aumentó
hasta alcanzar los 10.000.000. Hitler planeó llevarlos a Madagascar. aunque por
aquel entonces ya habían sido asesinados decenas de miles en Polonia y Rusia.
«Exterminando a esta plaga, prestaremos a la humanidad un servicio del que
nuestros soldados no pueden hacerse una idea», señalaba el Führer.
Hasta 1942. Himmler no des\eló lo que llamó «la solución final», es decir,
el exterminio de toda la raza judía en Europa. Se pondrían en funcionamiento
campos de exterminio que «procesarían» a los judíos con ayuda de técnicas in-
Con el tiempo, los nombres de estos campos se utilizarían como si-
dustriales.
nónimos de crueldad indescriptible: Dachau. Treblinka. Auschwitz y muchos
otros.
Se reunía a las víctimas, diciéndoles que iban a ser trasladados, y se les pe-
día que llevaran comida para un viaje de tres días. Después eran amontonados
en camiones de ganado, sin apenas agua. Decenas de miles murieron mucho an-
tes de entrar en los campos.
Cuando llegaban a su destino, los supervivientes eran divididos en dos gm-
pos: sanos y enfermos. Los primeros trabajaban como esclavos. La esperanza de
\ ida para estos prisioneros era de entre tres y seis meses; después morían de ina-
nición, agotamiento o por la brutalidad de sus bien alimentados guardias de las
SS. Por otra parte, la mayoría de los «débiles» — mujeres, niños y ancianos
eran obligados a desvestirse y entrar en las «duchas». Allí eran rociados con el
gas venenoso Zyklon-B. fabricado por una importante empresa farmacéutica ale-
mana. De los cuerpos de las víctimas, cuyas caras estaban azules por la asfixia,
pelo se usaba para rellenar colchones y las ropas se enviaban de vuelta a Ale-
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LIBERACIÓN
290
EL HOLOCAUSTO
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Ciudadanos alemanes locales, obligados a visitar las tumbas comunes.
292
EL HOLOCAUSTO
no finlandés, cuyo ejército luchaba al lado de los alemanes en el frente ruso, tuvo
que negarse a seguir adelante con la política de deportaciones. En septiembre de
1943, casi todos los judíos de Dinamarca fueron transportados en secreto a Sue-
cia escondidos en los barcos de los pescadores. (Uno de ellos era el científico nu-
clear Niels Bohr, que tan importante papel tendría después en el desarrollo de la
bomba Y entre los muchos griegos que ocultaron en su casa a judíos
atómica.)
se encontraba la madre del príncipe Philip, la princesa Andrew.
A pesar de la magnitud del conflicto militar, el holocausto judío ensombre-
ce cualquier otro capítulo de la Segunda Guerra Mundial. La brutalidad de este
genocidio sistemático y la espantosa lógica con que fue llevado a cabo van más
allá de toda descripción o análisis. Aquellos que primero entraron en los cam-
pos se quedaron sin palabras. «Os pido que creáis lo que he visto decía el lo- —
cutor americano Ed Murrow, emitiendo desde Buchenwald Todo lo que he — .
contado lo he visto aquí, y tan sólo habéis oído una parte. Para el resto, no en-
cuentro palabras.»
293
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EL
EXPANSIONISMO
JAPONÉS
La guerra en China
296
LA GUERRA EN CHINA
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Japón, años 30. La vida militar comenzaba a una edad muy temprana.
una desesperada lucha por la recuperación económica sin preocuparse de las re-
percusiones que pudiera tener en otros países. Las naciones que no contaban con
recursos naturales y materias primas, como Japón, fueron las más perjudicadas.
Japón se había modernizado a gran velocidad. En los ochenta años transcu-
rridos desde que la flota americana del comodoro Perry entrara en el puerto de
Tokio cargada con ofertas de comercio internacional, Japón se había convertido
en una potencia comercial y, después de la denota de la flota rusa en la batalla
de Tsushima en 1905, una formidable fuerza militar.
zaron a soñar con poseer sus propias colonias de ultramar. «Fingiendo preten-
siones comerciales, penetremos en el resto de China —declaraba el primer mi-
nistro Giichi Tanaka, responsable de la represión de miles de liberales, en 1927 —
Teniendo a nuestra disposición todos los recursos naturales de China, podremos
conquistar India, Asia Menor. Asia Central y hasta Europa.» Puede que tal afir-
mación sea falsa, pero es bien cierto que semejante punto de vista era comparti-
do por una importante facción de la nue\ a élite gobernante del país.
Pero, al contrario que en Alemania o Italia, no surgió un dictador que acapa-
rase en sus manos el poder absoluto: Ja-
pón se fue desviando imperceptible-
mente hacia el autoritarismo. En general,
el emperador estaba demasiado alejado
298
LA GUERRoA EN CHINA
cito de las autoridades de Tokio. Al año siguiente tuvo lugar la invasión de China:
bombardeos indiscriminados, violacio-
nes masivas y torturas fueron los mé-
todos empleados habitualmente.
El generalísimo chino, Chiang Kai-
shek, acababa de librar una larga y ex-
tenuante batalla para unificar el país y
someter a los señores feudales. Su ejér-
299
EL EXPANSIONISMO JAPONES
Chiang Kai-shek dando consignas a sus oficiales. Mao Tse-tung a mediados de los años 30.
Mientras tanto, Japón estaba al límite del fanatismo nacionalista. Criticar las
300
LA GUERRA EN CHINA
«Dando un castigo ejemplar». Soldados japoneses pasan o lo bayoneta a los prisioneros de guerra chinos.
301
EL EXPANSIONISMO JAPONES
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Arriba: Agosto de 1937. Ataques aéreos sobre Shanghai. Abajo: Soldados de Infantería de Marina japoneses en las calles de Shanghai.
303
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Arriba: Tropas japonesas avanzan entre los escombros en Shanghai. Abajo: Coche blindado japonés Tipo 25.
304
El destructor japonés Tsuta en el río Hai-Ho.
305
EL EXPANSIONISMO JAPONES
naciente podía izarse en algún otro lugar, éste se encontraba al este de su país,
en el Pacífico.
306
EL EMBARGO
PETROLERO
Estados Unidos castiga las agresiones
japonesas
El embajador americano en Japón, Joseph Grew, vuelve a casa tras el estallido de la guerra.
308
EL EMBARGO PETROLERO
El ministro de Asuntos Exteriores japonés, Matsuoka, se entrevista con los diplomáticos del Eje en Berlín.
tales holandesas. Cuando estalló la guerra en Europa, los estrategas militares ja-
poneses comenzaron a discutir en los consejos de estado las distintas posibilida-
Para inclinar la balanza en favor de la guerra, en julio de 1940, los líderes na-
cionalistas del Ejército apoyaron el regreso al poder de un antiguo primer mi-
nistro. El príncipe Fumimaro Konoye, un conocido hipocondríaco que solía lle-
var una máscara antigérmenes cuando asistía a las grandes reuniones, comprendió
que con Francia y Holanda denotadas en Europa, y Gran Bretaña al borde de la
invasión, se abría ante Japón la oportunidad única de robarles sus posesiones más
orientales.
El 27 de julio de 1940, la Conferencia de Coordinación proclamó un «nuevo
orden» en la región que recibiría el nombre de «gran esfera asiática de prosperi-
dad», en la que se incluirían la península malaya, Tailandia, Birmania y las In-
dias Holandesas Orientales (delimitando así la región rica en petróleo que tanto
309
Marzo de 1941: Matsuoka con Von Ribbentrop en Berlín.
interesaba a los líderes japoneses). La Cuarta Flota japonesa fue enviada al Pa-
cífico occidental, lista para lanzarse contra las Indias Orientales holandesas, y
los estrategas empezaron a trazar los planes de una invasión de la península ma-
laya y las Filipinas.
310
EL EMBARGO PETROLERO
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31 2
EL EMBARGO PETROLERO
la Marina de que era vital invadir las Indias Orientales holandesas si Japón que-
ría disponer del petróleo necesario y de que, una vez que las Indias Orientales
31 3
EL EXPANSIONISMO JAPONES
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Un frente unido: Tojo poso ¡unto o su Gabinete de Guerra.
advirtieron de que Konoye no tenía el poder suficiente para imponer acuerdo al-
guno a las Fuerzas Armadas de su país, de manera que se negó a reunirse con él.
Este desaire fue suficiente para deiribar a Konoye del poder; presentó su dimisión
el 16 de octubre a instancias del ministro de la Guerra, el nacionalista Kideki Tojo.
Tojo, fácil de reconocer por su cabeza afeitada y las características gafas, era
uno de de Japón y también uno de los más extre-
los raros políticos populistas
mistas. Los diplomáticos japoneses esperaban que su nombramiento como pri-
mer ministro en sustitución de Konoye serviría de advertencia a Roosevelt y
que el presidente americano sabría entender la seriedad de sus reivindicaciones.
Aunque la paz tan sólo duraría siete semanas más, durante ese tiempo se suce-
dió una incesante actividad diplomática entre ambos países.
Como último recurso, los diplomáticos nipones ofrecieron a los americanos un
trato: si los embargo de petróleo y dejaban de ayu-
Estados Unidos levantaban el
314
EL EMBARGO PETROLERO
315
EL EXPANSIONISMO JAPONES
nesa ya llevaba cinco días en el mar. Ahora Yamamoto podía dar a su escuadrón
la orden cifrada —
«subid al monte Niitaka 1208» —
con la que daba comienzo
el ataque. El 6 de diciembre, el Servicio de Inteligencia Naval americano inter-
ceptó parte de un largo mensaje que contenía numerosas quejas japonesas diri-
gidas a su embajada en Washington. La embajada tenía la orden de transmitir el
mensaje a la p. m. del día siguiente, domingo.
1
¿Por qué querían los japoneses enviar un mensaje en domingo? «Esto signi-
fica la guerra», dijo Roosevelt cuando le fue mostrado el texto. Pero era ya sá-
bado por la noche y aquel fragmento del mensaje japonés no fue transmitido a
los jefes del Ejército y la Armada estadounidense. Además, nadie podía imagi-
nar algo tan atrevido como un ataque a Pearl Harbor. Pero mientras Washington
despertaba a la mañana siguiente, los primeros aviones torpederos despegaban
de las cubiertas de los portaaviones japoneses.
316
EL SOL NACIENTE
EL día
DE LA INFAMIA
Los japoneses atacan Pearl Harbor
^^1 resurgir o la caída del imperio dependen de esta batalla», transmitía Ya-
^^ ^«mamoto a los pilotos de su tlota antes del ataque a Pearl Harbor. Pero in-
cluso en este momento, no todo iba de acuerdo con lo planeado. El vicealmiran-
te Chuichi Nagumo acababa de ser informado de que los portaaviones americanos
no se encontraban en el amarradero, como la Inteligencia japonesa había indica-
do, sino en algún lugar del Pacífico en unos ejercicios navales. A pesar de esto,
decidió que el Además de Pearl Harbor. los japoneses se
ataque debía realizarse.
lanzarían contra las bases insulares de Guam, Wake y Midway, y sobre las for-
talezas británicas de Singapur y Hong Kong.
Aviones japoneses calentando motores en la cubierta de despegue del Kiryu antes del ataque.
318
EL día de la i NFAMI a
Poco después del amanecer del día 7 de diciembre de 1941, 432 aviones ja-
poneses despegaron de las cubiertas de seis portaaviones de la Flota Imperial. A
las 7.55 a. m., se encontraban ya sobre Pearl Harbor. Debajo de ellos se divisa-
ba la Flota Americana del Pacífico, incluyendo ocho acorazados sin protección
de redes antitorpedos y anclados en perfecta formación, modo habitual en tiem-
po de paz. Cada piloto japonés llevaba consigo una fotografía de la base dividi-
da en cuadrados, identificando la zona concreta que cada uno debía atacar.
31 9
[
EL SOL NACIENTE
Nagumo, el comandante que dirigió el ataque. Un avión torpedero B5N2 Kote se cierne sobre Peorl Harbor.
guardada bajo llave. El ataque llegó en dos grandes oleadas: los bombarderos en
picado y los torpederos hicieron estragos en sus blancos indefensos. Dos horas
más tarde, cuatro acorazados americanos yacían en el fondo del puerto y otros
cuatro estaban seriamente dañados: 1 88 aviones habían sido destruidos en el sue-
loy más de 3.500 soldados murieron o resultaron heridos. Sobre la base, se alza-
ba una gigantesca columna de humo, visible desde muchas millas de distancia.
320
EL día de la infamia
321
i
EL SOL NACIENTE
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EL día de la infamia
323
EL SOL NACIENTE
El ataque sobre Pearl Harbor fue tan inesperado que tan sólo fueron derriba-
dos 29 aparatos japoneses. «Aparte lo inauditamente traicionero de la operación,
los japoneses realizaronun magnífico trabajo», manifestaba el comandante de la
Flota, almirante Husband Kimmel, más tarde relevado del mando. Dieciocho días
después del ataque, aún se estaban rescatando marineros atrapados en el casco
del acorazado West Virginia.
Por una de esas extrañas ironías de la guerra, el gobierno japonés había pla-
neado declarar la guerra a los Estados Unidos media hora antes de que comen-
zara el ataque a la base y los diplomáticos japoneses en la embajada de Was-
hington habían estado trabajando arduamente en la traducción del documento.
Pero sus esfuerzos no llegaron a tiempo y el avergonzado embajador tuvo que
entregar la declaración de guerra cuando el ataque ya había comenzado.
326
EL día de la infamia
EL SOL NACIENTE
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EL día de la infamia
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EL SOL NACIENTE
EL día de la infamia
cañones antiaéreos entre los destrozos de Hickam Field. Página opuesta: El acorazado Missoun
Arriba: Abatidos
332
EL día de la infamia
Estado en que quedó el hangar número 1 1 de Hickam Field
334
EL día de la infamia
f:i-AÍÍií0^ááiStí¡^^:S^¿M^íÍ^tíÍ^
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Los restos de una fortaleza volante B-17.
335
EL SOL NACIENTE
336
EL día de la infamia
conflicto y, con su ayuda, el triunfo británico era más que probable. «Ahora no
seremos eliminados — escribía más tarde — . Nuestra historia no tocará a su fin.
337
LA caída
DE SINGAPUR
Gran Bretaña pierde una de sus grandes
posesiones imperiales
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338
LA caída de SINGAPUR
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EL SOL NACIENTE
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LA caída de SINGAPUR
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EL SOL NACIENTE
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Tropas japonesas entran en Hong Kong.
ques japoneses en el sureste asiático, pero las fuerzas a su disposición eran pre-
ocupantemente pequeñas. Una vez en el mar. no eran más que una tlotilla de
cruceros, destructores y submarinos encargados de controlar una vastísima área
y además carecían de señales o técnicas comunes. Pero durante el mes de ene-
342
LA caída de SINGAPUR
343
EL SOL NACIENTE
Arriba y página opuesta: Versión ciclista de la Blitzkrieg —guerra relámpago — alemana. Las tropas japonesas en la península de Malaca.
344
LA caída de SINGAPUR
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I
EL SOL NACIENTE
346
LA caída de si NGAPUR
Arriba y abajo: «Limpiando el terreno» en Kualo Lumpur.
348
LA caída de SINGAPUR
ataque japonés.
La conquista de Malaca llevó al general Yamashita 54 días y un coste de
4.600 soldados. Churchill se negaba a creer que Singapur pudiera caer en ma-
nos japonesas y siguió mandando refuerzos. En la noche del 8 de febrero, las
tropas niponas se internaron en balsas inflables a lo largo del canal que sepa-
349
LA caída de SINGAPUR
tos, tuvo que afrontar la realidad de la situación: la rendición era inevitable para
evitar una completa masacre.
Él mismo fue hacia Yamashita con una bandera blanca, creyendo que así
garantizaría el trato humano de la población de Singapur. Fue una vana espe-
ranza: las tropas japonesas rodearon y asesinaron a 5.000 destacados ciudada-
nos chinos. En cuanto a las tropas de Percival (32.000 indios, 16.000 británi-
Página opuesta: Desfilando por las calles de Singapur. Arriba: Yamashita acepta la rendición.
351
Arriba y abajo: Prisioneros de guerra británicos e indios después de la caída de Singapur.
352
J
LA caída de SINGAPUR
353
ATACANDO AL SUR
Los éxitos japoneses en el sureste asiático
para el pueblo americano, que deseaba una venganza inmediata. El único ene-
migo a la vista en todo aquel tiempo eran, por supuesto, los americanos de ori-
gen japonés. Las draconianas medidas del Congreso americano decretaron un
plazo de 48 horas para que todas las familias americano-japonesas vendieran sus
casas y sus negocios y se trasladaran a los distantes campos de concentración,
donde debían permanecer hasta el final de la guerra. Tal histeria racista puede
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354
ATACANDO AL SUR
Arriba: El poderoso y recién estrenado acorazado japonés Yamato. Abajo: Ministro de la Marina, Shimada.
ser comprensible después del golpe que supuso el ataque a Pearl Harbor, pero
también fue un tremendo enor (el Gobierno se disculpó más tarde y pagó com-
pensaciones a todas las familias desplazadas).
355
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Paracaidistas de la Marina japonesa en las Indias Orientales holandesas.
356
ATACANDO AL SUR
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EL SOL NACIENTE
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EL SOL NACIENTE
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ATACANDO AL SUR
Un soldado japonés vigila los tanques de petróleo que arden en Tanjong, Java.
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ATACANDO AL SUR
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EL SOL NACIENTE
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día 4 de febrero y tales fueron los daños sufridos que tuvo que huir. Así que el
14 de febrero, día en que comenzó la invasión japonesa, Doorman se encontra-
ba a más de 400 millas de distancia de Sumatra. Más tarde, los días 26 y 27 del
mismo mes, entabló algunos combates con la escolta de las fuerzas invasoras que
se dirigían a Java. El propio ahogó cuando su buque insignia De
Doorman se
Ruyter fue hundido. Los navios rezagados fueron atacados por los bombarderos
364
ATACANDO AL SUR
365
ATACAN DO AL SUR
nipones y el 1 de marzo toda la flota había sido literalmente barrida. Ahora los
japoneses tenían el control absoluto del mar.
Las siguientes colonias europeas en caer fueron Borneo holandesa, Nueva Gui-
nea e islas Célebes. Una vez más, pequeños destacamentos japoneses vencían la
PÁGINA OPUESTA Y ARRIBA: Los invQSores japoneses llegan a la colonia británica de Birmania.
367
EL SOL NACIENTE
Ahora los japoneses regían los destinos de más de 100 millones de habitan-
tes el sureste de Asia y su dominio del mar se extendía desde la costa austra-
en
liana (Darwin había sido bombardeada el 19 de febrero) hasta el golfo de Ben-
gala. Cerca de Ceilán se atrevieron a amenazar a la Rota británica oriental, formada
tado de que una poderosa flota de portaaviones había salido en su busca, de modo
Los habitantes de una aldea de la selva de Birmania son sometidos a «juicio» por los japoneses.
369
EL SOL NACIENTE
ministración civil se vino abajo. Aún peor, los británicos contaban tan sólo con
16 aviones de combate para repeler los ataques japoneses, y el Cuerpo de Ob-
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ATACANDO AL SUR
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EL SOL NACIENTE
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Arriba y abajo: Soldados japoneses cruzando el río Chindwin durante la estación de los monzones.
374
ATACANDO AL SUR
Arriba: Tropas aliadas usando una de las vías fluviales de la región. Abajo: General Slim.
375
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LA DERROTA
EN LAS FILIPINAS
La rendición del Ejército americano
diseñado y con el pelo teñido de negro. Desde el principio del conflicto los ame-
ricanos habían estado esperando un ataque japonés en aquel punto, pero una vez
que la guerra hubo comenzado, las defensas de MacArthur fueron pronto soca-
vadas. Horas después del ataque aéreo a Pearl Harbor, la Fuerza Aérea del Leja-
no Oriente fue atacada en sus mismas bases de las Filipinas y destruidas sin que
hubieran tenido tiempo de despegar. De un solo golpe, los japoneses se habían
hecho con el control del cielo sobre las islas. El 10 de diciembre de 1941 los pri-
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377
LA DERROTA EN LAS FILIPINAS
EL SOL NACIENTE
mera lección de guena en las selvas tropicales, luchando no contra los japoneses,
sino contra las enfemiedades: anquilostomiasis, beri-beri, disentería y malaria. «La
ayuda de los Estados Unidos está en camino — decía MacArthur reconfortante a los
agotados defensores — Miles de soldados y
. cientos de aviones vienen hacia aquí.»
Pero el general estaba equivocado. Ahora los japoneses controlaban todas las
rutas del Pacífico y, además, los estrategas de Washington habían decidido que
las Filipinas eran indefendibles. Cualquier envío de tropas o equipo a la zona se-
ría interceptado por los nipones.
380
LA DERROTA EN LAS FILIPINAS
381
EL SOL NACIENTE
382
LA DERROTA EN LAS FILIPINAS
383
LA DERROTA EN LAS FILIPINAS
385
Población de Bataán después de un bombardeo
386
LA DERROTA EN LAS FILIPINAS
387
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Filipinos y americanos resistiendo en la península de Bataán.
388
Í4r. ^ I
390
_
LA DERROTA EN LAS FILIPINAS
Dado que Corregidor estaba a tan sólo dos millas de Bataán, sufrió igualmente
los constantes bombardeos de la artillería japonesa (en un sólo día se lanzaron
más de 16.000 4 de mayo, un proyectil alcanzó el depósito de
proyectiles). El
municiones de Al día siguiente, se luchó cuerpo a cuerpo sobre los cadá-
la isla.
Abax): Mayo de 1942. Los americanos en el sistema de túneles de Corregidor. Página opuesta: Los estadounidenses salen a la superficie tras la rendición.
392
J
LA DERROTA EN LAS FILIPINAS
393
LA DERROTA EN LAS FILIPINAS
PÁGINA opuesta: Las triunfantes tropas japonesas en Corregidor. Abajo: Wainwright difunde su mensaje de rendición.
395
LAS ATROCIDADES
JAPONESAS
Los crímenes del Imperio del So
poneses cometieron el mismo error que los nazis habían cometido en Rusia. Aun-
que algunos pueblos indígenas hubieran deseado ser liberados del imperialismo
holandés, británico o americano, sus
llamados «libertadores» estaban inte-
396
.
Breve respiro en la marcha de la muerte de Bataán.
397
^
LAS ATROCIDADES JAPONESAS
399
Un breve respiro durante la «Marcha de la Muerte».
400
LAS ATROCIDADES JAPONESAS
Arriba: Prisioneros de guerra americanos custodiados por soldados japoneses. Abajo: Dos puentes birmanos construidos por prisioneros de guerra.
401
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EL SOL NACIENTE
porte por mar se hacía cada vez más difícil para los japoneses. Aún tenían que abas-
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402
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Distribución de las raciones en un campo de prisioneros.
imagen para la propaganda japonesa; está tomada durante la comida de Navidad en un campo de prisioneros (después de la fotografía, se retiró toda la comida).
403
EL SOL NACIENTE
404
LAS ATROCIDADES JAPONESAS
405
EL SOL NACIENTE
Arriba: Superviviente de uno de los campos. Abajo: Los barracones de la cárcel de Changi en Singapur.
406
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LAS ATROCIDADES JAPONESAS
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La opinión pública mundial recibía muy poca información acerca del trata-
miento a que los japoneses sometían a sus prisioneros de guerra (no se permi-
inspectores de la Cruz Roja visitar las «zonas de guerra» japonesas).
tía a los
407
EL SOL NACIENTE
408
EL CONTRAATAQUE
IMPERIO JAPONES
RECOBRANDO
FUERZAS :#
La maquinaria bélica americana
se pone en marcha
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M^M Cabinas presurizadas de los nuevos bombarderos B-29 fabricadas en una cadena de montaje de la planta Boeing.
410
Las secciones del morro de un B-29 van tomando forma.
Eran precisos enormes recursos para llevar a cabo una operación de tal en-
vergadura y, al terminar con los últimos focos de resistencia en Birmania y las
41 1
EL CONTRAATAQUE
indudablemente tendría que plantear contra Mao al final de la guerra. «Los ja-
poneses son una enfermedad de la piel —razonaba el líder chino — . Los comu-
nistas son un mal del corazón.» Pero su régimen se desintegraba lentamente. Va-
rias zonas de China todavía bajo su control eran víctimas de la inflación y la
corrupción; allí, las clases adineradas podían comprar su exención de toda obli-
gación militar. Grupos de reclutamiento se encargaban de llenar por la fuerza
esos vacíos; muchos civiles murieron de inanición en las largas marchas que eran
obligados a realizar para unirse a sus unidades.
En el Pacífico, el tiempo empezaba a ir en contra de los japoneses, sabedores
de que la enorme riqueza de América se estaba volcando ahora en la producción
de guerra. En plena ira nacional después del ataque a Pearl Harbor, Roosevelt
anunció planes para producir 60.000 aviones, 75.000 tanques y .000.000 de to- 1
neladas de barcos mercantes al año. Para cumplir este objetivo, las fábricas em-
pezaron a contratar mujeres, en tanto que los hombres se alistaban en el Ejérci-
to. Una mujer que trabajaba en una línea de producción de aviones, a la que todos
llamaban «Rosie la Remachadora», sirvió de modelo a una campaña publicita-
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RECOBRANDO FUERZAS
EL CONTRAATAQUE
Nimitz tenían ideas mLi\ d iferentes y. dado que sus competencias a veces se so-
41 4
1
RECOBRANDO FUERZAS
Momentos antes del ataque a Tokio: En la cubierta del Hornet, Doolittle coloca una medalla en un bomba; abril de 1 942.
41 5
u
EL CONTRAATAQUE
El comandante de lo Fuerza Aérea Naval, Mitschner, conversa con Doolittle y sus pilotos
416
RECOBRANDO FUERZAS
41 7
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La carlinga y el morro de uno de los Mitchell adoptados de Doolittle.
41 8
RECOBRANDO FUERZAS
Doolittle, que ha tenido que realizar un aterrizaje forzoso en Chino, aparece sentado junto a su avión.
41 9
Tras el ataque, los pilotos de Doolittte en China.
daba fuera del alcance de la mayoría de los aviones de la Marina. No sólo eso,
sino que para evitar que los portaaviones tuvieran que esperar su regreso en aguas
enemigas, los aviones tendrían que volar hasta China para repostar.
La solución a la que los expertos de la aviación llegaron fue utilizar bombar-
deros Mitchell especialmente adaptados. Se escogió al teniente coronel James
Doolittle para dirigir la fuerza de ataque; él y su grupo de pilotos expertos estu-
vieron practicando los despegues coitos que tendrían que realizar para alzar el
traban a 650 millas de Tokio, la fuerza estadounidense fue avistada por un patrulle-
ro japonés. Doolitle y el comandante naval, almirante Bill Halsey, decidieron que a
pesar de la distancia extra a la que se encontraban, lo más prudente era hacer des-
pegar cuanto antes a los bombarderos. Cuatro horas después, los aviones cogían por
420
RECOBRANDO FUERZAS
421
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MIDWAY
La destrucción de la flota japonesa
Abajo: El portaaviones japonés Shoho es alcanzado en la batalla del mar del Coral. Arriba: Almirante Fletcher.
422
M I D WA
423
M I D WAY
426
M I D WAY
Al día siguiente, ambos bandos lanzaron ataques con sus portaaviones. El Le-
xington salió tan malparado que se hundió al cabo de cinco horas. En el lado ja-
ponés, Shokaku sufrió graves daños. En este punto, las dos flotas decidieron
el
abandonar la lucha.
La pérdida del Lexington ha hecho que algunos historiadores consideren la
batalla del mar del Coral como un punto muerto en la guerra. Lo cierto es que,
aunque los americanos perdieron uno de sus preciados portaaviones, hicieron
abandonar a los japoneses la operación para apoderarse de Port Moresby. De mo-
mento, Australia estaba a salvo.
El poder de la flota americana había sorprendido a Yamamoto, que esperaba que
los Estados Unidos tardarían mucho más en recuperar su capacidad naval tras Pe-
arl Harbor. El almirante japonés era consciente de que debía destruir la Flota del Pa-
cífico de una vez por todas mientras todavía gozaba de un mayor poder naval. La
clave paia este plan era la isla de Midway, poco más que un punto en mitad del Pa-
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EL CONTRAATAQUE
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M I D WAY
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EL CONTRAATAQUE
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M I D WAY
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M I D WA
Arriba: Reparando los daños tras la batalla de Midway. Abajo: Aviones Avenger en vuelo.
M I D WAY
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la artillería antiaérea.
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japonesas, formada por once acorazados, ocho portaaviones, veintidós cruceros
y una gran concentración de destructores y submarinos.
El 4 de junio, los aviones japoneses atacaron Midway. Aunque en esta pri-
mera acción se produjeron graves daños, Yamamoto ordenó un segundo ataque.
Mientras, los portaaviones americanos se encontraban a la espera en un punto si-
tuado a 300 millas al norte de la isla. El almirante Fletcher, a bordo del Yorktown
435
Arriba y abajo: El portaaviones japonés Akagi, atacado durante la batallo de Midway.
436
M I D WAY
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M I D WAY
Un caza japonés A6M2 Zero. El avión torpedero japonés Nakajima B5N Kate.
PÁGINA OPUESTA: Torretos del Yorktown. Arriba: El Yorktwon después de ser atacado.
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EL C O N T R A ATAQ U E
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M I D WAY
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LA GUERRA EN LA SELVA
Lucha a muerte en Nueva Guinea y Guadalcanal
442
LA GUERRA EN LA SELVA
Un carro de combate estadounidense modelo M3 Stuart con dotación australiana se dirige a Buna, Nueva Guinea
443
EL C O N T R A ATA Q U E
444
LA GUERRA EN LA SELVA
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445
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Arriba y abajo: Las líneas de aprovisionamiento aliadas se ayudaban de la población local de Nueva Guinea.
LA GUERRA EN LA SELVA
Exploradores nativos explican a los soldados americanos la disposición de los tropas japonesas.
447
EL C O N T R A ATAQ U E
448
LA GUERRA EN LA SELVA
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E L C o NTR A ATA Q U E
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A>....: Marines de los Estados Unidos con destino a las islas Salomón
450
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LA GUERRA EN LA SELVA
451
EL C O N T R A ATA Q U E
452
LA GUERRA EN LA SELVA
de, el almirante se retiraba del lugar de la batalla después de haber hundido cua-
tro cruceros y dañado seriamente un quinto. Esta derrota se conoció como la ba-
talla de la isla de Savo.
453
EL CONTRAATAQUE
454
LA GUERRA EN LA SELVA
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Septiembre de 1942: Soldados japoneses muertos después de la victoria americana de Guadalcanol.
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456
LA GUERRA EN LA SELVA
infantes de Marina japoneses desembarcó en la isla: esta primera fuerza fue in-
mediatamente aniquilada. La siguiente expedición se hizo acompañar de un po-
deroso apoyo naval, incluyendo dos acorazados y tres portaaviones. Pero el al-
mirante americano Robert Ghormley estaba sobre aviso de su llegada y el día 24
de agosto sus barcos lograban hundir el portaaviones Ryujo.
Una fuerza especial de destructores y buques de desembarco conocida como
el «Tokio Express» transportó más tropas japonesas. La noche del 13 de sep-
tiembre, los marines se encontraban peleando desesperadamente en la que más
tarde se llamó batalla del «Arrecife Sangriento». En un momento de la lucha, los
457
Arriba: Marines americanos «limpiando» la zona de posibles francotiradores. Abajo: Vadeondo un río en Guadalcanal.
LA GUERRA EN LA SELVA
vamente rechazados.
La Armada japonesa mandada por el almirante Raizo Tanaka defendió te-
nazmente y con eficacia el «Tokio Express». Se hundieron muchos navios ame-
ricanos y otros resultaron seriamente dañados al intentar atacar el convoy nipón.
A finales de agosto, el portaaviones Saratoga fue torpedeado; dos semanas des-
pués, el portaaviones Wasp resultó hundido. El almirante Ghormley fue reem-
plazado por el almirante Bill Halsey.
Pero también el bando japonés sufrió pérdidas: sólo en Guadalcanal, 200 de
sus aviones fueron abatidos, y en otra de las batallas navales librada el 26 de oc-
tubre, los americanos dejaron fuera de combate dos portaaviones japoneses, aun-
que en la acción perdieron su portaaviones Hornet y el Enterprise quedó inope-
rativo.
Sin apoyo aéreo de los portaaviones, los marines tuvieron que sostener san-
grientos combates para no perder el control del aeródromo de la isla, al que ha-
bían rebautizado con el nombre de Henderson Field. Después de más de cuatro
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EL CONTRAATAQUE
Arriba: Un portaaviones norteamericano alcanzado de lleno. Abajo: Un Grumman Avenger se estrella al aterrizar en la cubierta de un portaaviones.
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LA GUERRA EN LA SELVA
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meses de luchas terribles en la diminuta isla, ambos lados estaban agotados. Las
raciones disminuían; el hedor de los cuerpos en descomposición se extendía por
toda la isla; la malaria era una amenaza constante. En cada uno de los combates,
los americanos se enfrentaban con la temeridad fanática de los soldados japone-
ses,que se negaban a rendirse incluso cuando no tenían otra escapatoria que lan-
zarse al mar. «Los heridos se quedaban quietos esperando y, cuando se acercaba
elenemigo, se volaban a sí mismos por los aires con una granada de mano», con-
taba Alexander Vandegrift, un comandante de ma-
rines experimentado en los rigores de la lucha.
463
PELDAÑO
A PELDAÑO
Isla a isla en el Pacífico
Una vez aseguradas Nueva Guinea y Guadalcanal, podían dar comienzo las
grandes ofensivas americanas en el Pacífico. Los japoneses, al contrario, em-
pezaban a darse cuenta de que no podían mantener sus conquistas más remotas,
así que comenzaron a reforzar una «esfera defensiva nacional» contra el posible
asalto de los Estados Unidos.
Estos, pronto infligieron un serio castigo a la moral del enemigo. El 14 de
abril de 1943, las unidades de radio de la Flota americana del Pacífico inter-
ceptaron un mensaje donde se comunicaba que Yamamoto iba a realizar una
visita de inspección a Boungainville, en las islas Salomón occidentales. Cua-
464
Marines americanos en la playa de Saipan.
tro días más tarde, los cazas americanos derribaban el avión del almirante. Para
ocultar el hecho de que eran capaces de descifrar los códigos secretos japone-
ses, los americanos no anunciaron la muerte de Yamamoto, aunque sí infor-
maron de su funeral.
El mando americano aún dividido: MacArthur apremiaba para
se encontraba
seguir directamente hacia Japón, mientras que Nimitz y la Marina de Estados
Unidos abogaban por utilizar su superioridad en portaaviones más hacia el Nor-
te y atacar posiciones japonesas avanzadas. En mayo de 1943, la llamada Con-
ferencia de Trident, celebrada en Washington, se decidió a adoptar una solución
de compromiso: establecer una estrategia de doble pinza que obligara a Japón a
movilizar recursos constantemente de un escenario bélico al otro. Pero dos «pin-
zas» significaban doble de esfuerzo y el doble de preparación.
el
465
EL CONTRAATAQUE
PELDAÑO A PELDAÑO
467
EL CONTRAATAQUE
468
1^.
PELDAÑO A PELDAÑO
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dos semanas de encarnizada pelea, tan sólo quedaban con vida 26 soldados ja-
^ -^^ poneses.En Kiska, por el contrario, una fuerza americana compuesta por 34.000
T^'^^.^ hombres pasó cinco días buscando en vano a su enemigo para descubrir final-
-i^ mente que la isla se encontraba vacía.
El 30 de junio de 1943 comenzó la campaña aliada, que consistía en ir pa-
sando de una isla a otra. El general Walter Krueger desembarcó en las islas de
Kiriwina y Woodlark, del grupo de las islas Trobriand; los australianos manda-
k^^ dos por el general Herring lo hicieron cerca de Salamaua, en Nueva Guinea, y
las tropas americanas y neozelandesas del almi-
rante Halsey desembarcaron en Nueva Georgia.
Todas las operaciones fueron un completo éxi-
to, salvo en Nueva Georgia, donde los 10.000 ja-
poneses allí desplazados recibieron la orden de
^:;v
^ defender aquel húmedo y montañoso
todas sus fuerzas. Después de duros combates, lo
rincón con
469
EL C O N T R A ATA Q U E
línea de acción establecida por los jefes de Estado americanos, que querían es-
tablecer una ruta de contacto con Chiang Kai-shek. en China. Nimitz empezó con
un asalto 20 de noviembre de 1943, las tropas estadouni-
a las islas Gilbert. El
denses derrotaban a la pequeña fuerza japonesa de Mankin y Tarawa era bom-
bardeada antes de lanzar allí el desembarco de la Segunda División de Marines,
que tantos éxitos habían cosechado en Guadalcanal.
Tarawa estaba rodeada de arrecifes de coral. Para alcanzar las playas, los ma-
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rines tuvieron que vadear más de medio kilómetro desde las lanchas de desem-
470
PELDAÑO A PELDAÑO
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EL CONTRAATAQUE
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Un avión japonés derribado en vuelo durante el «Tiro al Pato de las Marianas».
472
PELDAÑO A PELDAÑO
seguros hasta aquel momento de que podrían resistir en la región durante al me-
nos otros cuatro meses.
Hubo otros muchos En Nueva Guinea, las
éxitos aliados en el Pacífico Sur.
tropas australianas avanzaron en dirección Oeste siguiendo la costa desde Ma-
dang; el 22 de MacArthur dio el gran «salto» para tomar la base de Ho-
abril
473
EL C O NT R A ATAQ U E
474
Un bombardero en picado Douglas Daunriess vuela sobre las fuerzas de desembarco en Saipan.
475
EL CO NT R AATAQ U E
Marina americana.
Cuando la primera oleada de aviones japoneses descubrió a los portaaviones de
Mitscher el 19 de junio, sólo 20 aparatos lograron entrar en el radio de tiro de los
buques americanos. Los pilotos eran inexpertos y sus aviones estaban anticuados
en comparación con los nue\ os cazas americanos Hellcat. La masacre aérea que
siguió a continuación fue después bautizada con el nombre de «Tiro al Pato de
las Marianas». Al tlnal del día. los japoneses habían perdido 2 8 aparatos y 2 por- 1
taaviones, además del Taiho. buque insignia de Ozawa, que fue torpedeado por los
submarinos americanos. Los estadounidenses perdieron tan sólo 29 aviones.
Al día siguiente. Mitscher localizó con detalle el resto de la flota japonesa, que
se encontraba a 300 millas de distancia. Atacarla suponía un gran riesgo, ya
que sus aviones no regresarían antes de anochecer, y para que pudieran atenizar
en las cubiertas sería necesario encender las luces de aterrizaje: esto convertía a los
476
PELDAÑO A PELDAÑO
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EL CONTRAATAQUE
Servicio religioso por soldados fallecidos en el desembarco de Saipon, celebrado a bordo de un buque de transporte de tropas estadounidense.
478
Cinco días sin agua. Los civiles japoneses salen de su escondite en Saipan.
479
E L CO NTR A ATA Q U E
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Avanzando en Guom.
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PELDAÑO A PELDAÑO
483
LA BATALLA
DE BIRMANIA
Los triunfos británicos
y de la Commonwealth
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Un grupo de gurkhas en Arakan preparan una emboscada a una patrulla japonesa.
485
EL C O NT R A ATA Q U E
486
LA BATALLA DE BIRMANIA
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EL C O N T R A ATAQ U E
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LA BATALLA DE BIRMANIA
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EL C O N T R A ATA Q U E
LA BATALLA DE BIRMANIA
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LA BATALLA DE BIRMANIA
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EL CONTRAATAQUE
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EL CONTRAATAQUE
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LA BATALLA DE BIRMANIA
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499
EL C O N T R A ATA Q U E
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Marzo de 1945: Los soldados británicos toman Maiktila, 80 millas al sur de Mandola/.
Antes de ser liberadas en julio de 1944. las ciudades de Imphal y Kohima ha-
bían soportado un asedio de 88 días. Fuera de sus defensas, los japoneses habían
sido sometidos a un durísimo castigo: murieron 65.000 soldados, de ellos 40.000
a causa del hambre y las enfermedades. La victoria aliada señaló el fin de los de-
signios japoneses en el subcontinente.
Los nuevos avances médicos contra la malaria y la determinación de Mount-
batten y Stilwell de pelear en pleno monzón (contra la opinión de los demás
una mejor preparación y moral de las tropas alia-
militares), se tradujeron en
das en la región. Aunque Wingate había
fallecido en un accidente aéreo el 24
de marzo, los «merodeadores» de Merrill continuaron lanzando sus ataques
en las montañas y capturaron el importante aeródromo de Myitkyina. En el
verano, una fuerza combinada de tropas británicas, indias, gurk/ms y ameri-
canos tomaron la ciudad de Mogaung, la primera en su camino hacia Birma-
nia. Había comenzado así la lenta y sangrienta retirada japonesa del sureste
de Asia.
500
JAPÓN DESTRUIDO
DERRUMBAMIENTO Fl
DEL IMPERIO
REGRESO EL
DE AAACARTHUR
Las tropas estadounidenses recuperan
las Filipinas
Octubre de 1 944: MacArthur y el nuevo presidente de Filipinas, Sergio Osmena, desembarcon en Leyte.
502
Marines americanos se lanzan a las playas en el golfo de Leyte.
Con todo, MacArthur no veía razón alguna para no lanzar en las Filipinas un de-
sembarco semejante al del Día D. El lugar elegido fue el golfo de Leyte, lo bas-
tante grande y profundo para albergar una flota invasora. Mientras, los coman-
dantes japoneses preparaban una gran flota para atacar a los barcos americanos,
operación que recibió el nombre en código «Sho» (victoria).
El 20 de octubre de 1944, al amanecer, la «Armada de MacArthur», forma-
da por 700 buques y transportes y más de 200.000 hombres, llegó al este de la
isla de Leyte. Mar adentro se encontraba la Tercera Flota de Halsey, desplazada
allí para apoyar los desembarcos y también para enfrentarse a la flota japonesa
si es que se decidía a aparecer. MacArthur no podía depender completamente de
los portaaviones de Halsey, por lo que tenía que poner a punto los aeródromos
503
JAPÓN DESTRUIDO
en menos de una semana, había destruido más de 600 aviones enemigos (aunque
Radio Tokio anunció que 19 portaaviones americanos habían sido hundidos en
la confrontación y el emperador ordenó celebraciones especiales en el país). Y
lo que todavía era peor, la fuerza principal de Kurita había sido avistada por dos
submarinos estadounidenses, el Dace y el Dcirter, de camino a Leyte. El buque
504
EL REGRESO DE MACARTUR
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insignia del almirante fue hundido y tuvo que trasladarse al acorazado Yamcito,
considerado como insumergible.
Aunque algunos pilotos navales nipones eran tan inexpertos que apenas sabí-
an aterrizar en los portaaviones, sí lograron incendiar el portaviones Piiiiceton.
La respueta americana fue devastadora. El 24 de octubre se realizaron más de
250 salidas contra la principal flota japonesa; el gigantesco acorazado Musashi
fue hundido durante los ataques. «Estábamos preparados para un ataque aéreo
— afirmaba un oficial japonés —
pero el de hoy ha sido suficiente como para des-
,
corazonarnos.»
A pesar de todo, la trampa tendida por los japoneses estaba funcionando. Con-
fundido por los informes de sus propios pilotos, Halsey se puso en marcha con
toda su flota para ir al encuentro del señuelo comandado por Ozawa. La flota in-
505
Estableciendo las posiciones antiaéreas en la isla de Le/te.
506
EL REGRESO DE MACARTUR
507
JAPÓN DESTRUIDO
ricano Johnston, que toipedeó y hundió un enorme crucero japonés antes de ser,
a su vez, alcanzado. Tras una cortina de humo, la feroz resistencia fue suficiente
para convencer a Kurita de que la fuerza enemiga era mucho mayor de lo que re-
almente era. Creyendo que ponía en peligro sus buques, dio media vuelta y salió
del golfo. «No podía creer lo que estaba viendo decía Sprague — Fueron ne- — .
508
Un acorazado japonés sometido al fuego aéreo.
II
SKixsm
509
JAPÓN DESTRUIDO
510
EL REGRESO DE MACARTUR
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51 2
Un crucero japonés realizando una maniobra evasiva
51 3
JAPÓN DESTRUIDO
zada en Leyte, aunque durante los meses siguientes aún fueran necesarias algu-
nas operaciones de limpieza.
Los japoneses sabían que sin el control de Leyte no podrían seguir defen-
diendo las Filipinas, y que sin las Filipinas, sus líneas de abastecimiento con los
campos petrolíferos de las Indias Orientales quedarían cortadas. Desesperados,
hicieron uso de sus kamikazes, o pilotos suicida.
514
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JAPÓN DESTRUIDO
Los kamikazes (que recibían su nombre del «viento divino» que salvó a Ja-
pón de la flota mongola invasora en el año 1281) aparecieron por primera vez en
la defensa de los desembarcos de Leyte y fueron utilizados para atacar a los por-
taaviones americanos. El día de su misión, se decía a los pilotos suicidas que «ya
eran dioses sin deseos terrenales» y se les hacía entrega de la banda blanca lla-
mada hachimaki, inspirada en el antiguo atuendo samurai. Después, tras un brin-
dis ceremonial en honor del emperador, se les enviaba en aviones obsoletos car-
gados de explosivos. El objetivo era sencillamente atravesar la barrera defensiva
de fuego antiaéreo y estrellarse contra el objetivo.
La primera víctima de un ataque kamikaze fue el portaaviones de escolta
St. Louis; el los toipedos y la munición localizada bajo
impacto prendió fuego a
las cubiertas,
y en la explosión que siguió el portaaviones se hundió y otros bu-
ques cercanos resultaron seriamente dañados. A finales de 1944, los daños pro-
Marina americana se habían vuelto tan pre-
ducidos por este tipo de ataques a la
516
EL REGRESO DE MACARTUR
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51 7
JAPÓN DESTRUIDO
Dinamitando las cuevas tomadas por los japoneses en la isla Cabello, bahía de Manila.
referentes a los kamikazes, tanto para evitar el pánico entre sus tropas como para
no alentar a los japoneses con sus éxitos. Pero el peligro no sólo venía por el aire:
estaban también los kaiten —
torpedos dirigidos por pilotos suicidas y los/i/- —
kwyii —
buceadores suicidas que colocaban minas en los cascos de las lanchas
de desembarco antes de volarse por los aires.
A pesar de estas horribles armas, a comienzos de
1945 MacArthur estaba listo para seguir avanzando
desde Leyte. El 9 de enero, su fuerza naval llegó a
las proximidades de Luzón, la principal isla filipi-
na. En tan sólo una semana, Yamashita, que había
vuelto de su exilio en Manchuria, se las aiTegló para
organizar una contraofensiva.
Su plan consistía en resistir en los bosques del
Norte, abandonando Manila a los americanos. Pero
el almirante al mando de la guarnición de la ciu-
518
EL REGRESO DE MACARTUR
519
LA VICTORIA
EN EL SURESTE ASIÁTICO
Los japoneses rinden su imperio del Sur
520
i^
LA VICTORIA EN EL SURESTE ASIÁTICO
Pero la situación en China era crítica. En marzo de 1944, los japoneses tenían
1 .800.000 soldados en el país; en agosto, las tropas imperiales habían tomado la
521
JAPÓN DESTRUIDO
Las fuerzas aéreas y navales de los aliados habían ido creciendo en aquella
región: los aviones de la nueva Flota británica del Pacífico lanzaban ataques con-
tra las refinerías de petróleo de Sumatra, que habían estado proporcionando las
tres cuartas partes del combustible que necesitaba la aviación nipona; al mismo
tiempo, la Flota británica de las Indias orientales, con base en Colombo, ataca-
ba las bases japonesas y sus instalaciones petrolíferas.
Entre tanto, en la frontera de Birmania continuaba la concentración de tropas
británicas. A finales de otoño, cuando acabó el monzón, el general Slim pudo se-
guir avanzando, y en diciembre sus tropas cruzaban el río Chindwin cerca de Ka-
lewa. Aunque los japoneses sabían que era vital impedir la reapertura de la ruta
de Birmania, su alto mando no disponía ya de más tropas para reforzar a los
2 .000 soldados desplazados en
1 el Norte, de modo que empezaron a retirar par-
te de la fuerza destinada al sector de Arakan. Cuando los británicos entraron en
Akyab el 4 de enero de 1945, encontraron la ciudad completamente vacía.
522
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JAPÓN DESTRUIDO
524
LA VICTORIA EN EL SURESTE ASIÁTICO
Arriba y abajo: Tropas estadounidenses bombardean a los japoneses cerca de la ruta de Birmania.
525
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JAPÓN DESTRUIDO
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Arriba y página opuesta: El general Lewis Pick, a la cabeza del primer convoy en utilizar la reabierta ruta de Birmania.
526
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JAPÓN DESTRUIDO
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LA VICTORIA EN EL SURESTE ASIÁTICO
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JAPÓN DESTRUIDO
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LA VICTORIA EN EL SURESTE ASIÁTICO
531
JAPÓN DESTRUIDO
532
LA VICTORIA EN EL SURESTE ASIÁTICO
taba llevando a cabo una operación de limpieza similar. Atravesando con difi-
cultad las junglas casi impenetrables, los australianos tardaron seis meses en to-
mar Wewak y perdieron 16.000 hombres a causa de las enfermedades. Al mismo
533
JAPÓN DESTRUIDO
534
LA VICTORIA EN EL SURESTE ASIÁTICO
535
JAPÓN DESTRUIDO
mando SEAC habían planeado su liberación con todo detalle. Por fortuna para
miles de soldados aliados, no hubo necesidad de llevar a término aquel plan. El
2 de septiembre de 1945, los japoneses firmaron su rendición a los aliados en la
PÁGINA opuesta: Septiembre de 1945. Yamashita conduce a sus tropas al cautiverio en el norte de Luzón.
536
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LA TORMENTA DE FUEGO
SOBRE TOKIO
La campaña de bombardeos americanos contra Japón
ber encontrado el arma perfecta para hacerlo: las supertortalezas Boeing B-29.
Las superfortalezas fueron especialmente diseñadas para estas misiones. Cada
aparato tenía una autonomía de \ uelo de 5.000 millas, pesaba 60 toneladas y po-
día alojar 2.000 libras de bombas: la tripulación podía volar a más de 30.0(X) pies
en el interior de una cabina presurizada. Como su predecesor, la fortaleza vo-
538
El pueblo japonés de Nemuru después del ataque lanzado por la aviación de los portaaviones americanos.
las islas del Pacífico central recién capturadas. En Tinian, por ejemplo, los inge-
nieros estadounidenses construyeron pistas aéreas sobre el coral empleando para
ello 90 millas de asfalto que conectaban las distintas pistas: en Guam se cons-
truyeron pistas que unían las islas cercanas, utilizando en el proceso una mezcla
de piedra triturada, coral y petróleo asfáltico. Existían cuatro aeródromos en Chi-
na y otros cinco en la India capaces de alojar superfortalezas B-29.
Pero, como las tripulaciones de bombarderos habían descubierto en Europa,
el bombardeo estratégico puede ser a la vez peligroso e impredecible. Después
539
i
JAPÓN DESTRUIDO
Fue en este momento de duda cuando LeMay llegó de la Octava Fuerza Aérea
en Furopa. El general estaba preparado para demi^ler por completo cualquier ciu-
dad japonesa que contribuyera a la producción de guerra.
La efectividad de ios bombardeos americanos aumentó rápidamente: en For-
mosa se destruyó un almacén de la aviación; en Rangún fue una estación clasi-
ficadora del ferrocarril, y en Singapur (después de un viaje de 3.800 millas), la
entrada al puerto.
El 24 de noviembre de 1944, el general Emmett O'Donnell conduio el
primer bombardeo contra Tokio desde aquél dirigido por Doolittle en 1942: sus
B-29 se dirigieron contra la fábrica de motores Musashina. Aunque la misión no
540
*^5i¿í
LA TORMENTA DE FUEGO SOBRE TOKIO
Arriba y abajo: Bombarderos B-29 y el ataque lanzado contra la fábrica de motores Mitsubishi en Nagoyo.
JAPÓN DESTRUIDO
542
LA TORMENTA DE FUEGO SOBRE TOKIO
543
JAPÓN DESTRUIDO
obtuvo el éxito esperado, sirvió para probar que la formación masiva de vuelo
reducía drásticamente las pérdidas de aparatos. En marzo de 1945, los ataques
regulares contra Japón solían realizarse con una fuerza de 300 bombarderos, cuya
capacidad defensiva representaba una seria amenaza para los cazas japoneses.
Además, iban escoltados por los Mustang, que derribaban con relativa facilidad
a sus enemigos, mucho más lentos.
A Le May se le planteaba un doble problema de precisión: la enorme cantidad
de combustible necesaria para volar un B-29 hasta Japón y regresar limitaba la
cantidad de bombas que el avión podía transportar; en segundo lugar, a 30.000
pies de altitud, los pilotos eran incapaces de localizar con exactitud los objetivos
industriales japoneses.Su solución consistía en ahorrar combustible y aumentar
el número de bombas ordenando una serie de ataques incendiarios a las ciudades,
realizados a poca altura. En lugar de buscar objetivos concretos, los bombarderos
se limitarían a devastar grandes áreas por medio de bombas incendiarias.
544
LA TORMENTA DE FUEGO SOBRE TOKIO
Cambiando el motor de un B-29 en la India. El motor de un B-29 pierde combustible mientras sobrevuela Osaka.
545
JAPÓN DESTRUIDO
546
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Arriba: El fuego se extiende en Kushiro. Abajo: Inspección de los daños producidos por la artillería antiaérea después de un ataque.
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LA TORMENTA DE FUEGO SOBRE TOKIO
PÁGINA OPUESTA Y ARRIBA: El incendio provocado por un ataque aéreo se extiende sobre la ciudad de Okazaki,
549
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JAPÓN DESTRUIDO
El acorazado japonés Hyuga después de los ataques americanos a la bose naval de Kure.
Aun así,pocos comandantes americanos de las Fuerzas Aéreas podrían haber pre-
visto el grado de de\ astación que el ataque causaría. Más de 16 millas cuadradas de
la ciudad de Tokio fueron de\ oradas por el fuego; en el centro de la ciudad, un enor-
me remolino absorbía el oxígeno de la atmósfera y \omitaba fuego. Más de 1(X).0(X)
personas murieron aquel día —unos por asfixia, otros simplemente incinerados
} otras 1.000 resultaron heridas. Los americanos perdieron 14 superfortalezas.
En Tokio murieron más personas que en cualquiera de los dos
este ataque de
lanzamientos de bombas atómicas que a la postre terminaron con la gueiTa del Pa-
cífico. A aquella primera incursión siguieron otras diez noches de ataques dirigi-
dos contra \ arias ciudades japonesas. Aunque Lemay y sus colaboradores com-
550
LA TORMENTA DE FUEGO SOBRE TOKIO
m
wmsm.
Este ataque destruyó casi siete millas cuadradas de la ciudad de Yokohama.
551
JAPÓN DESTRUIDO
La estación de clasificación de Marifu después del ataque de los B-29. La planto Mitsubishi de Nagoya, completamente arrasada.
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XA TORMENTA DE FUEGO SOBRE TOKIO
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Tokio después de un devastador ataque aéreo con bombas incendiarias.
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554
LA TORMENTA DE FUEGO SOBRE TOKIO
relatos sobre las atrocidades japonesas parecían haber endurecido sus corazones.
Se antojaba un precio aceptable si con ello se evitaban los desembarcos estadou-
nidenses en Japón, que en aquel momento se veían como algo inminente.
El 19 de mayo, después de haber dejado caer 10.000 toneladas de bombas en
Osaka, Kobe y Nagoya, los B-29 se quedaron sin bombas incendiarias y hubo
que suspender los ataques; pero en julio todo estaba listo para reiniciar la de-
vastadora campaña, y esta vez con redoblada intensidad. La moral de la pobla-
ción civil parecía haber sido completamente doblegada; prueba de ello es que
cuando LeMay dejó caer octavillas precisando el lugar donde iba a realizarse el
próximo ataque de los B-29, más de 8 millones de personas huyeron hacia el
campo, dejando bloqueado el sistema de producción bélica del país.
Los ataques aéreos demostraron que Japón estaba completamente indefenso. La
fuerza americana tenía un dominio casi absoluto del espacio aéreo y sufría escasí-
simas pérdidas. A partir de febrero de 1945, los pilotos navales estadounidenses ha-
bían empezado a atacar las fábricas desde portaaviones situados a tan sólo 1 75 mi-
llas de la costa japonesa. Para los dirigentes japoneses ya no parecía haber ninguna
esperanza, sólo la firme voluntad de amesgarse a la más absoluta aniquilación.
555
ARENAS NEGRAS
Los desembarcos de Iwo Jima y Okinawa
la describió como «un triste pedazo de terreno... sin agua, casi sin pájaros, don-
de no puede verse una mariposa ni animal terrestre alguno; nada más que arena
y barro, colinas redondeadas, árboles pobremente desarrollados, una hierba afi-
lada y hostil, en la que habitan los ácaros portadores del tifus, y una brisa pol-
vorienta.» Pero en fecha tan temprana como septiembre de 1943, cuando dio co-
mienzo la campaña de bombardeos contra Japón, los americanos supieron
comprender la importancia vital que tendría la isla si los aviones de escolta de
los B-29 pudieran aterrizar en sus aeródromos.
La proximidad de Iwo Jima a Japón se traducía en una perfecta estructura de-
fensiva de la isla. De tan sólo 5 millas de largo en su parte mayor y 2,5 de ancho,
había sido relativamente fácil de fortificar. La ausencia de lugares donde ocul-
tarse del fuego enemigo convertía su conquista en una empresa peligrosa y cara
desde el punto de vista humano.
Febrero de 1 945: Monte Suribachi; al fondo, en lo playa, los buques de desembarco de tropas.
556
ARENAS NEGRAS
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Efectivos de la aviación naval americana en camino hacia Iwo Jima para apoyar a los marines.
557
JAPÓN DESTRUIDO
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Los aviones japoneses arden después de un ataque aéreo contra Iwo Jima.
Jima fueron apresados, mientras que casi 7.000 marines americanos perdieron la
vida en la isla. En esta batalla los Estados Unidos concedieron 24 Medallas al
Honor.
Antes de que hubieran terminado los combates, los bombarderos americanos
ya habían aterrizado sobre la isla. El 7 de abril, despegaron de allí los primeros
Mustang que proporcionaban escolta diurna en los ataques a Tokio. Tres meses
558
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559
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Los marines americanos ba|o el fuego enemigo en las laderas del monte Suribachi.
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560
ARENAS NEGRAS
561
JAPÓN DESTRUIDO
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Arriba: Acampando en los conos producidos por los proyectiles. Abajo: Los cuerpos de los marines son identificados y etiquetados.
Celebración de una misa en la cima del monte Suribachi; unos marines protegen del viento el improvisociw ollui.
563
Esta fotografía tomada por Joe Rosenthal ganó el premio Pulitzer. Los marines colocan lo bandera de los Estados Unidos en la cima del monte Suribachi.
564
ARENAS NEGRAS
565
I
JAPÓN DESTRUIDO
ta británica, cuyos portaa\ iones tuvieron que sufrir los incesante ataques kanii-
566
Arriba y abajo: Ataques kam'ikaze contra los portaaviones americanos destacados en Okinawa.
567
JAPÓN DESTRUIDO
350 misiones suicida lanzadas durante los desembarcos. Inclusoel buque in-
signia japonés Yüiniifo íue enxiado en una de esas misiones. Pero el 7 de abril,
tras un ataque de dos horas de bombarderos en picado americanos, el >í/-
los
ini¡i(^ fue hundido sin haber tenido ocasión de usar sus enormes cañones contra
la tloia enemiga.
Los desembarcos de Okinaw a empezaron el de abril. En seguida, toda la
1
operación se con\ irtió en una repetición de Iwo Jima. De nuevo, las tropas de
asalto encontraron pocos obstáculos en las playas, pero iu\ ieron que pelear tu-
riosamcnie en el interior de la isla, donde los japoneses se habían atrincherado.
.Allí la resistencia nipona fue fanáticamente llevada hasta
vez se repelían combates cuerpo a cueipo \ los ataques suicidas de los sol-
los
la muerte. L'na \ otra —L_- :
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dados imperiales. Ni se pidió, ni se concedió la menor compasión. Prácticamen-
te todos los americanos capturados por los japoneses fueron inmediatamente eje-
568 »/^
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ARENAS NEGRAS
Arriba: Una patrulla americana parte hacia el interior de lo isla, Okinawa. Abajo: Un Sherman lanzallamas en acción.
JAPÓN DESTRUIDO
570
ARENAS NEGRAS
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571
JAPÓN DESTRUIDO
Una de las pocas rendiciones japonesas en Olcinowa neses pudieron contemplar desde sus escondites algo
asombroso: los fuegos artificiales que lanzados des-
de la nota aliada representaban las letras de la pala-
Arriba y página opuesta: Dos estados de ánimo diferentes al final de la batalla, japoneses y americanos.
572
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LA BOMBA ATÓMICA
La destrucción de Hiroshima y Nagasaki
Undosembargo
de
de
1945, era
petróleo había precipitado la guerra del Pacífico
la escasez de combustible lo que estaba a punto de termi-
y, a media-
narla. Los suministros de las Indias Orientales holandesas habían sido cortados:
el bloqueo de los submarinos aliados había demostrado ser efectivo.
En comienzos de año se habían hundido tantos buques mer-
realidad, desde
cantes japoneses que los submarinos americanos empezaron a ser utilizados para
recoger a las tripulaciones de los aviones aliados obligados a atenizar en el mar.
Sin combustible suficiente para mover lo poco que quedaba de la flota y la fuerza
Arriba: El hongo nuclear sobre Nagasaki. Página opuesta: El capitán Tibbets en el momento de despegar para su misión en Hiroshima.
574
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JAPÓN DESTRUIDO
alojados en los hogares de campesinos de todo el país, que de mala gana habían
tenido que aceptarlos. Incluso antes del comienzo de los ataques aéreos, el ab-
sentismo de la fábricas era del veinte por ciento. En aquel momento, el cincuen-
ta y uno por ciento de todos los hogares de la isla habían sido destruidos por las I
bombas y otro trece por ciento eliminado para crear cortafuegos. La comida se
encontraba estrictamente racionada: nadie recibía más de 1 .200 calorías diarias.
576
LA BOMBA ATÓMICA
Los planificadores del día D, que tanto éxito habían tenido, estaban traba-
jando meticulosamente en la invasión de Japón, y MacArthur estimaba que las
bajas superarían el millón antes de que el país fuera completamente doblegado,
lo que predecían que ocurriría en el invierno de 1946. Pero el siguiente paso, la
invasión de Kyushu planeada para noviembre de 1945, nunca llegaría a darse.
El 5 de abril, después de las noticias sobre el desembarco americano en Oki-
nawa, el anciano almirante Kantaro Suzuki era nombrado primer ministro. Te-
nía por entonces 78 años y un arduo trabajo por delante. Por un lado, se enfren-
taba al riesgo de un golpe militar si hablaba demasiado claramente de rendirse;
por otra parte, si no lo hacía, la destrucción del país continuaría. Suzuki volvió
a designar como ministro de Asuntos Exteriores a Shigenori Togo, retirado des-
de el fracaso de sus intentos por evitar la guena en 1941.
Pero inckiso el partido de la paz estaba decidido a mantener a Hirohito en el
trono: tenía que haber una forma de eludir la rendición incondicional que pedí-
an los aliados. El error de Suzuki fue no hacer caso de Togo e iniciar tanteos de
paz con Stalin, esperando con ello que el líder mso actuaría como mediador. Pero
Stalin, que tenía los ojos puestos en las tierras del Lejano Oriente, rechazó todas
sus propuestas. Los Aliados habían interceptado los mensajes de Suzuki a su em-
577
JAPÓN DESTRUIDO
bajador en Moscú y sabían que aquella era una buena oportunidad de insistir en
larendición incondicional japonesa y persuadir al emperador nipón para que im-
pusiera su voluntad sobre su gabinete.
En realidad, el gabinete japonés siguió dividido incluso después del 20 de ju-
nio,cuando el emperador Hirohito convocó al Consejo Supremo de Dirección
de Guerra y les dijo: «Debemos considerar la decisión de terminar la guerra lo
antes posible.» Tres de los presentes estaban a favor de la inmediata rendición
incondicional, pero el ministro del Ejército y los jefes de Estado opinaban que la
578
miitt
LA BOMBA ATÓMICA
cibió una nota similar en la que pudo leer: «los niños han nacido como esperába-
mos». Las primeras pruebas nucleares de la historia habían sido un éxito.
Churchill regresó a Gran Bretaña para recibir la noticia de que había perdido
en elecciones generales. En Postdam fue reemplazado por su antiguo adjun-
las
to, Clement Attlee. La conferencia terminó con la seria advertencia a los japo-
neses para que se rindieran o se enfrentaran a la destrucción total. En ningún mo-
mento se mencionó la bomba atómica.
La ambigua respuesta de Suzuki a la advertencia aliada fue su segundo gran
error. Contestó que «no se pronunciaba» sobre la advertencia; la traducción que
579
J
JAPÓN DESTRUIDO
tiempo se despejara, B-29 Enola Gay despegó desde una pista más larga de lo
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580
LA BOMBA ATÓMICA
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JAPÓN DESTRUIDO
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LA BOMBA ATÓMICA
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LA BOMBA ATÓMICA
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PÁGINA OPUESTA: Lugar en que fue vaporizada una de las muchas vícrímas de la bomba atómica.
Arriba: Tropas japonesas en la estación de ferrocarril de Hiroshima.
585
JAPÓN DESTRUIDO
Arriba y pagina opuesta: El terrible sufrimiento que siguió al lanzamiento de lo bomba atómica.
586
1
LA BOMBA ATÓMICA
587
Expertos de la Marina estadounidense observan los efectos de las quemaduras por radiación térmica, Nagasaki.
588
Los restos de Nogosaki después de la explosión.
Tres días después de que Hiroshima hubiera quedado reducida a cenizas, se lan-
zó una segunda bomba atómica, esta vez sobre el centro de constmcción naval de
Nagasaki. «Fat Man», nombre con que fue bautizada, contenía plutonio en lugar de
uranio. En el último momento, antes de que la falta de combustible les obligara a
volver a la base, la tripulación descubrió un claro entre
las nubes y por él dejó caer
su terrible carga. Eran las 10.58 m. y el objetivo inicial había sido sobrepasado,
a.
de manera que la bomba fue a caer en el barrio católico romano de Urakami. Mu-
rieron unas 40.000 personas; el impacto produjo un cráter de dos millas de largo.
En cierto sentido, los supervivientes de los ataques atómicos fueron las ver-
daderas víctimas de bombas. Casi todos los que sobrevivieron a la explosión
las
589
JAPÓN DESTRUIDO
Los Aliados, que aún desconocían el alcance real de los efectos de la bomba
atómica, estaban radiantes de alegría. «Es el mayor acontecimiento de la histo-
ria», dijo Truman a bordo del crucero Augusta, al conocer el desenlace de la ope-
ración.
Los ministros japoneses no podían saber de cuántas bombas más disponían
los Aliados, pero aún discutían sobre el siguiente paso a tomar en la guerra.
Tuvo que ser Hirohito quien, rompiendo su habitual silencio, ordenara a su
gabinete: «Debemos soportar lo insoportable.» De mala gana, todos ellos tu-
vieron que acceder. El 14 de agosto, anunciaron la rendición del país a los
Aliados, poniendo como única condición que el emperador fuera respetado en
su puesto.
Hirohito grabó un mensaje dirigido al pueblo japonés. Aquella noche, un gru-
po de jóvenes oficiales extremistas entraron a la fuerza en el palacio y asesina-
ron al general al mando, pero no fueron capaces de encontrar el lugar secreto
donde se realizó la grabación, situado en el sótano del edificio. El mensaje fue
emitido a la mañanaLa voz de Hirohito nunca antes se había oído en
siguiente.
público, y el emperadorempleó el tlorido lenguaje de la corte: al principio mu-
chos oyentes no entendieron de qué estaba hablando. Pero pronto, la atmósfera
de duelo y desaliento se extendió por
toda la capital del Japón.
-^**"
_ El 28 de agosto, los miembros del
Estado Mayor de MacArthur desem-
barcaron cerca de Yokohama para dar
comienzo a la ocupación estadouni-
dense. El general, que se encontraba en
Manila, tardó aún dos semanas en lle-
590
LA BOMBA ATÓMICA
lla expresión se borró de su rostro y volvió a ser tan inexpresivo como el resto
de sus acompañantes.»
MacArthur se reunió con Hirohito el 8 de septiembre. Por primera vez en su
1
emperador tuvo que dirigirse a alguien como «señor». Algunos jefes ja-
vida, el
poneses fueron arrestados, pero se permitió que el emperador conservara su tro-
no, aunque ya no volvería a ser el «dios» que en 1926 había accedido al poder
prometiendo al pueblo japonés un era de «paz ilustrada».
591
LA HORA
DEL BALANCE
Segunda Guerra Mundial fue un verdadero conflicto general. La lucha tuvo
Lalugar en todos los continentes salvo en Antártida; en se vieron impli-
la ella
cados 61 países y las tres cuartas partes de la humanidad. Nunca sabremos con
exactitud el número de bajas, pero se estima que los muertos superaron los 55
millones, 30 de ellos civiles. Muchos otros millones se convirtieron en refugia-
dos que tuvieron que abandonar sus hogares y vagar por las ruinas de Europa y
el Lejano Oriente.
para caer después y pasar a ser dominados por los dos grandes bloques dirigidos
592
LA HORA DEL BALANCE
El amargo sabor de la derrota: un oficial de policía alemán sentado entre los escombros de Berlín.
desde Moscú y Washington. Por otra parte, los antiguos imperios coloniales de
los británicos, franceses y holandeses empezaban a desmoronarse. En el Lejano
Oriente, donde los japoneses se habían erigido en «libertadores», el efecto de su
derrota iba a acabar, irónicamente, con el dominio imperialista. Tres años des-
pués de la guena, la India fue dividida y obtuvo su independencia bajo la guía
de Mountbatten. Malaya, Java y Sumatra, así como Birmania e Indochina, pasa-
ron por un período de turbulencias políticas y conflictos civiles antes de lograr
definitivamente su independencia.
A excepción de Estados Unidos —que conoció un nuevo período de prospe-
ridad — la mayor parte de los países quedaron al borde de la bancarrota al fmal
de la guerra. Hacer la al menos un billón de dólares, 272
guerra había costado
millones tan sólo en el bando alemán. Alemania no sólo había quedado comple-
593
J
CONSECUENCIAS
GATEWAY
TO BERLÍN
OVERTHEELBE
COURTESY
CONSTRUCTED
295ENCR.BN.
992 BRIDCE CO.
Arriba: Los comienzos de lo reconsfrucción. Abajo: Los hambrientos berlineses contemplan desde lo calle el escaparate de uno carnicería.
LA HORA DEL BALANCE
*-»*'.:
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.-*^
1948: Llegada de provisiones a través del puente aéreo de Berlín. Las tropas japonesas de regreso a casa.
tamente arruinada, sino que tenía por delante la tarea de limpiar los miles de mi-
llones de metros cúbicos de escombros en que habían quedado convertidas sus
ciudades históricas. Para solucionar este enorme problema, el general George
Marshall introdujo su plan de ayudas para comenzar la reconstrucción de las que-
brantadas economías de Europa occidental y Japón. El Plan Marshall fue recha-
zado por Stalin, que se aseguró de que ninguno de los líderes del bloque del Este
aceptara ninguna ayuda americana.
Ya antes del Día de la Victoria, la transición entre la guerra en Europa y el dis-
tanciamiento de la GueiTa Fría era un hecho. «Desde
Stettin en el Báltico a Trieste en el Adriático, se ex-
tendía un telón de acero que dividía en dos el conti-
nente», advertía Churchill en un discurso pronuncia-
do en Missouri, y esta división resultaba muy peligrosa
en la nueva era nuclear. Durante los siguientes cin-
cuenta años, reinaría una frágil paz dominada siem-
pre por sombra de la bomba atómica. La oportuni-
la
595
J
Juicios de Nuremberg. Los líderes nazis escuchan la lectura de los alegatos
596
LA HORA DEL BALANCE
^^\
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597
CONSECUENCIAS
El general Tojo escucho su sentencia de muerte en los juicios por crímenes de guerra celebrados en Tokio.
cidio; entre los ahorcados estaban Ribbentrop y Keitel, cuyos cuerpos fueron in-
cinerados en el lugar donde estuviera ubicado el campo de concentración de Da-
chau. El gobierno dela Alemania occidental accedió a pagar 3. ()()() millones de
598
31 6
índice
índice
ABDA 342,344,367, 414 conferencia de Postdam 578 Filipinas310, 313, 315,338, Hiroshima 574, 580, 586, 590
Acuerdo de Munich 40, 42, Chamberiain, Neville 38, 40, 376,380,396,397,410, Hitller, Adolf 16, 21,22, 24,
43 42, 43, 44, 48, 49, 56, 58 442,470,483,502,514, 25, 26, 28, 34, 38, 39, 40,
África Korps 103, 168 Checoslovaquia 39, 40, 42, 518, 42, 44, 50, 52, 54, 55, 56,
África oriental 101, 113 43,44,211 Finlandia 55, 56, 117, 271 60,62,67,71,74,75,82,
Alexander, Harold 164,
sir Chiang Kai-shek 299, 300, flota británica del Mediterrá- 88, 89,92,95, 103, 113,
372, 373 305,306,310, 311, 315, neo 107 114, 121, 123, 124, 125,
Armada alemana 34 371,373,470,473,519, Forces Frangaises l'interieur 128, 130, 132, 133, 141,
Auchinleck, sir Claude 113, 520,521,526 (FFI)212, 142, 144, 153, 158, 168,
164 Churchill, Winston 52, 58, 66, Francia 24, 37, 39, 42, 43, 49, 169, 188, 194, 196,203,
Anschluss 25 67, 73, 74, 99, 101, 103, 50, 52, 54, 60, 62, 66, 67, 226, 229, 230, 236, 242,
Auschwitz 288 107, 124, 125, 130, 132, 71,92,94, 100, 103, 182, 248, 258,265,266, 271,
Australia 410, 414, 422, 442 133, 156, 164, 167, 177, 215, 229, 237, 255, 309 274, 275, 277, 279, 282,
Austria 24, 39 180, 182, 186, 196, 197, Franco, Francisco 30, 38 290,311,337,338
214, 236, 237, 240, 258, Freyberg, sir Bernhard 109 Holanda 62, 64, 92, 94, 203,
266, 274, 275, 280, 282, 209,271
290,314, 337,341, 349, Holocausto 282, 290, 293
Bames, Wallis 177
351, 355, 492, 578, 579 Gamelin, Maurice 54 Homma, Masaharu 376, 377,
Bataán, marcha de la muerte
convoy del Ártico 125 Gaulle, Chariesde92, 113, 385,391,395,598
de 407, 598
crisis de Munich 39 214,229,237,265 HongKong338, 339, 341,
batalla de Inglaterra 101,310
Cruz Roja 275, 407, 408 Gestapo 204 342
batallla de la isla de Savo 453
Goebbels, Josef 28, 99, 207, Hoth, Hermann 154
batalla de Matapán 107
274, 275, 279, 293 Hull, Cordell311,313, 314,
batalla del Atlántico 87, 88,
Goering, Hermann 30, 71, 315
91 Dachau285, 288, 291
277 Indias Holandesas Orientales
batalla del mar del Coral 427, Daladier, Edouard 40, 42, 56,
GrafSpee 54 442, 443, 448, 449, 464,
443 75
Gran Depresión 296 469, 473, 533
batalla del mar de Java 360 Dambusters 177
Gran Esfera Asiática de Pros-
batalla del Río de 54 la Plata Darían, Jean 169
peridad 309
Beaverbrook, lord 125, 355 decretos de Nuremberg 22
Gran Guerra 30, 34, 54, Isla de Midway 422, 427,
Bélgica54, 64, 66, 71,207, descifradora de códigos 124,
Grecia 100, 103, 107, 188, 430,435,441,442
211, 217, 249, 255, 262 255
194, 255, 258 Islas Marianas 473, 474, 476,
Birmania 309, 370, 371, 372, desembarco de Normandía
Guadalcanal 442, 444, 449, 483
373,411,473,484,492, 211
453,461,463,464,470 Italia 24, 25, 101, 103, 133,
496, 500, 522, 526, 533 díaD214, 219, 223,577
Guam 473, 474, 476, 483 186, 194, 196, 197, 200
Bismark S9,9\, 137 Dinamarca 57, 58, 94, 211
Guarida del Lobo 123, 236 Iwo Jima 556, 558, 566, 568
Blitz 82 Doenitz, Kari 138, 141
guerra chino-japonesa 306
Blitzkrieg 34. 46, 344 Doolittle421
guerra fría 245, 275, 595
Bock, Fedor von 116, 121 Dunkerque 103
GMrÁ:/?íw371,489, 500 Lebensraun 21, 38
bomba atómica 177
Leeb, Wilheim Ritter von 1 1
599
índice
600
BOSTON PUBLIC LIBRARY
L
Imágenes de todos los escenarios bélicos
•
Con un índice pormenorizado y claras
explicaciones históricas
•
Examen de las causas y consecuencias de la
guerra