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Maldiciones Generacionales

Autor: Ángel Antonio Carreño Suárez


Sacerdote Misionero – WhatsApp 315–389 84 09
Orientación Personal, Parejas, Familiar, Empresarial
Consejería Espiritual, Sanación Intergeneracional
Eucaristías, Sacramentos, Bendiciones, Rituales

Qué son y cómo se producen?

La palabra maldición como tal significa 'decir mal de...', al llevarla al contexto experiencial
de la herencia 'generacional', hace referencia a que aquellas situaciones ocultas o conflictos
no resueltos por los antecesores que trascienden o pasan a los sucesores como legado
familiar: culpas, vergüenzas, mentiras, secretos, tendencias, repeticiones de
comportamientos autodestructivos, hábitos negativos y se quedan tan inconscientemente
arraigados manifestándose en costumbres viciadas que espiritualmente adquieren un poder
negativo al que se le atribuyen perdidas, fracasos, quiebras, rupturas, enfermedades,
confrontaciones, impasibilidad, insomnio, problemas de orden mental, dificultades de
adaptación a la vida, crisis depresivas crónicas, entre muchas otras.

En el contexto de las creencias espirituales, religiosas y eclesiásticas, principalmente en las


Iglesias de Tradición Católica y Cristiana, se ha difundido el término 'maldición
generacional', afianzado en citas bíblicas que hacen referencia a situaciones en las cuales
los seres humanos sufren circunstancias adversas, como consecuencia de equivocaciones
o errores graves cometidos por padres, abuelos o antepasados en aspectos relativos a la
espiritualidad, los valores morales, la lealtad, la fidelidad, la honradez, el respeto, la
sexualidad, o en otros casos, por expresiones verbales negativas e incluso rituales de
‘pactos oscuros’ pronunciados o realizados por personas de la misma familia o por medio
de particulares, decretando situaciones de desgracia y que al no haber logrado reconciliar
y cancelar, se afirma pasan a las generaciones sucesivas como 'castigos o lastres
espirituales'.

En particular, con respecto a los llamados ‘pactos oscuros’, una situación en particular que
ocurrió al consultante cuando cumplió 40 años de edad, inicia con una sensación
esporádica de melancolía que fue aumentando paulatinamente, hasta desencadenar en un
lapso de pocos meses una crisis que terminó por afectar simultáneamente todos sus
espacios vinculares: emocional, afectivo, laboral, económico, social. Se retiró un día
abruptamente de su trabajo, terminó con su matrimonio, se va de su casa sin explicación,
liquidó sus cuentas bancarias y huyó a una ciudad diferente, inicia allí irracionalmente una
cotidianidad de excesos con alcohol, apuestas, prostitución y poco a poco va minando sus
recursos hasta terminar viviendo en la miseria absoluta en menos de un año, consumiendo
habitualmente solo alcohol destilado artesanalmente y comiendo de la caridad.
Accidentalmente es reconocido por un antiguo compañero quien lo reporta con su familia.
Es sometido a un proceso de desintoxicación y recuperación a nivel médico. Tiempo
después trata de reincorporarse a la vida cotidiana pero comienza a experimentar
situaciones desde el punto de vista médico, llamadas ‘parálisis del sueño’. Estas se
describen como un trastorno del sueño en el que la persona siente que es incapaz de poder
moverse, lo cual implica que, por un periodo de tiempo, quien lo experimenta pasa por un
estado simultáneo de impotencia física entre sueño y estar despierto y ver todo lo que
ocurre a su alrededor, sin lograr ninguna acción física ni pedir ayuda.

El consultante afirmaba adicionalmente que al vivir esta situación, sentía como si se le


posara ‘algo’ encima, le apretaba el cuello y escuchaba una voz interna que le exigía el
pago de una deuda: ‘su alma’. Al abordar su historia familiar por medio de un
Psicogenosociograma, -instrumento que se utiliza en psicoterapia, el cual nos permite
acceder a la historia generacional del consultante-, fue posible que él llegara a encontrar
dentro de un viejo baúl de la casa de los abuelos paternos, el cual perteneció a su
tatarabuelo, un viejo cuaderno de apuntes que contenía relatos de la vida del ancestro y
también un pacto escrito en el cual se le pedía a un ser espiritual que le concediera unas
peticiones específicas: diversión desenfrenada, mujeres, suerte en juegos de azar, entre
otros. Al final del pacto una nota de compromiso de pago transcurridos 200 años: ‘el alma
de un descendiente de la misma edad que tengo actualmente, 40 años.’

Es posible cambiar esas circunstancias?

Es importante que la persona o la familia comprenda que consultar con el deseo de resolver
éstas situaciones, no es un acto mágico, sino que implica un compromiso personal o
familiar, lo cual conlleva un proceso de acompañamiento, orientación espiritual y
terapéutica, acorde a cada situación en particular. No hay fórmulas generalizadas, pues
cada grupo familiar es único, así como su historia y sus circunstancias. Tampoco es
recomendable recurrir a buscar y realizar rituales mágicos, pues la experiencia nos ha
demostrado que las personas con ‘buena intención’, se ponen a probar cosas en las cuales
no alcanzan a dimensionar espiritualmente la magnitud que ello puede tener y terminan
agravando, implicando a otros y complejizando su dificultad.

Respecto a las maldiciones generacionales se toma en cuenta una manera de


‘categorización’ o clasificación para una mejor comprensión de sus implicaciones.

1. Por Injusticias Espirituales: como en el ejemplo compartido, es decir, alguien que


hace un pacto para obtener beneficios y deja ‘deudas espirituales’ a los sucesores.
Otros casos: Herencias mal repartidas o injustamente negadas a hijos no
reconocidos que generan situaciones de conflictos relativos a bienes, propiedades,
dinero sobre los sucesores, así mismo con temas afectivos, emocionales, de
infidelidad, etc.

2. Por imposición externa: es decir, declaraciones inconscientes, decretos verbales


dirigidos por una persona hacia otra, movida por sentimientos de odio, resentimiento
o rabia repentina. Por ejemplo, expresiones tan ‘comunes’ como: ‘eres un
condenado, desgraciado, miserable’, ‘eres un maldito tacaño’, ‘ojala se lo cargue
el…’, ‘que se muera de…’, ‘que se pudra…’, etc.
La gravedad espiritual de ello no se mide por parte de quien emite las afirmaciones.
Para contextualizar un ejemplo cotidiano: una pareja separada, padre/madre
acostumbra con sus amistades cercanas hablar del otro en los términos anteriores,
no se percata que su hijo pequeño aún cuando está jugando, también está
percibiendo y escuchando indirectamente dichas afirmaciones, estas ideas quedan
inconscientemente sembradas en los hijos y por ‘ley de gravedad espiritual’, un hijo
implícitamente deduce: ‘si mi padre/madre es aquello que dice mi padre/madre, yo
soy hijo de mi padre/madre, entonces, yo soy también todo lo que dicen del otro, a
mi me tiene que pasar todo lo que a él/ella’. El tradicional refrán: De tal palo, tal
astilla. Aquí es donde cobra gran importancia el manejo que le damos a la palabra y
las consecuencias de nuestros arrancones emocionales y como ello queda
sembrado en el alma de las familias y se perpetúa indefinidamente hasta que alguien
se concientice y quiera romper esas maldiciones.

3. Por autoimposición: Expresiones que se utilizan inconscientemente considerando


que ello no afectará y determinará un ‘perjuicio’, por ejemplo: ‘yo no voy a ponerme
a sufrir como mi madre, así que mejor me condeno a la soledad’, ‘esa maldita
enfermedad de mi… a mi me va a …’, ‘un día de estos me van a robar como le pasó
a …’, ‘si sigo como … así me voy a …’, entonces, a partir de situaciones que
ocurrieron o no a los antecesores, las familias se las quedan, las asumen y las
transmiten de una generación a otra como un hábito implícito y tácito. Es decir,
alguien pronunciaba dichas afirmaciones y los descendientes viven sensaciones de
no merecer, o con temores, inseguridades que no conocen conscientemente de
donde provienen.

4. Por Desobediencia Espiritual (Contexto Bíblico): Aquellas situaciones que se


asocian a los mandatos dados por Dios en términos morales desde la tradición
bíblica y que al contrariarlos, negarlos, romperlos o violarlos, se considera que
espiritualmente traen consecuencias negativas sobre las generaciones sucesoras,
pues las deudas espirituales trascienden a través del tiempo hasta que alguien del
sistema familiar se haga responsable y en consciencia reconcilie la situación en su
propio nombre y en el de la familia, para restablecer la paz.

A quién acudir?

Ángel Antonio Carreño Suárez


Sacerdote Misionero – WhatsApp 315–389 84 09

En este aspecto en particular presto orientación, consejería y asesoría respetando las


creencias y prácticas espirituales de la persona que consulta, lo recomendable es que al
acudir por ayuda ello no genere conflictos espirituales, psicológicos, ideológicos o morales.
Al acudir a los servicios del Ministerio de Sanación y Liberación Espiritual es importante que
tenga claro que no hacemos conjuros, ni ‘guerras’ contra, tampoco utilizamos ‘actos
mágicos’ o soluciones instantáneas, no hacemos ‘maldiciones’ ni decretos de ruina o
castigos, desgracias o venganzas. Estamos al Servicio de la Reconciliación Espiritual.

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