You are on page 1of 41

Universidad de Chile

Instituto de la Comunicación e Imagen


Centro de Estudios de la Comunicación
Enero 2009

Cuaderno de Trabajo

Rutinas Periodísticas
Discusión y trayectos teóricos sobre el concepto y su estudio en la
prensa chilena

Hans Stange Marcus


Claudio Salinas Muñoz
Cuadernos ICEI
Colección publicada por el Centro de Estudios de la Comunicación
Instituto de la Comunicación e Imagen
Universidad de Chile

Carlos Ossandón B.
Director del Centro de Estudios de la Comunicación

Alicia San Martín


Diseño y Diagramación

Capitán Ignacio Carrera Pinto 1045, Ñuñoa, Santiago de Chile


Tel: (56 2) 978 79 49 / Fax: (56 2) 978 79 06
Sitios web: www.comunicacion.uchile.cl
www.libertaddeexpresion.uchile.cl
Casilla electrónica: cecom@uchile.cl

Títulos de la colección:

• Salinas, C. y Stange, H. (2006). Este cine “chacotero”… Impostura y desproblematizaciones en las


representaciones del sujeto popular en el cine chileno 1997-2005. Santiago de Chile: Cuadernos
ICEI.
• Corrales, O. (2006). Situación laboral de los periodistas egresados de la Universidad de Chile 1993-
2003. Santiago de Chile: Cuadernos ICEI.
• Rodríguez, R. y Vera, M. (2005). 4 cuadras a la redonda: diagnóstico y perspectivas de las radios
comunitarias de la Región Metropolitana. Santiago de Chile: Cuadernos ICEI.
• Lagos, C.; Matus, A. y Vera, M. (2005). Organizaciones sociales en Chile invisibles a los medios.
Santiago de Chile: Cuadernos ICEI.
Rutinas Periodísticas

El periodismo continúa siendo considerado como una pro-


fesión fascinante. Mucha gente está convencida de que los
periodistas tienen su sol aparte, que se pasan el tiempo ha-
ciendo cosas interesantes y además cobrando por ello. Un
buen número de miles de estudiantes de periodismo viven
manteniendo altas expectativas (…). Si todo va de acuerdo
con la leyenda, estos miles de estudiantes esperan ser bien
remunerados por entrevistar a gente famosa y fascinante.
Igualmente esperan ser los elegidos con el privilegio de
entrar a los círculos de poder. O bien, ser los destinados a
luchar contra la injusticia. Y más aún, consideran que en
el oficio aprenderán lo suficiente sobre la vida misma para
convertirse tarde o temprano en célebres novelistas.
Teel y Taylor, 1985: 21

El periodismo en Chile, durante estos últimos años ha re-


huido con insistencia esta práctica sobre los acontecimien-
tos y sobre sí mismo. Ha preferido refugiarse en su pensa-
miento dogmático y desde ahí auto-afirmarse sin ceder a
una realidad siempre opaca –más negra o más blanca– pero
nunca unicolor (…). Una renovada sensibilidad se necesita
para creadoramente suscitar una emoción vigorosa capaz
de volcar la vida en favor de algo indispensable para el ejer-
cicio del periodismo: la libertad.
Pablo Portales, cit.: Reyes Matta, 1986: 7-8.

-3-
Rutinas Periodísticas

Presentación

El presente cuaderno de trabajo ofrece la discusión teórica y bibliográfica que da marco al


proyecto “Rutinas profesionales en la producción de informaciones de prensa 1975-2005”, inves-
tigación a cargo de los académicos que firman este texto y desarrollada en el Centro de Estudios
de la Comunicación de la Universidad de Chile. El estudio considera tres momentos sucesivos
de trabajo crítico sobre las prácticas periodísticas que se han desarrollado en Chile durante las
últimas tres décadas y presenta aquí una primera aproximación a los conceptos y líneas de aná-
lisis que, en general, servirán de base para las etapas posteriores.
Los autores, investigadores del Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad
de Chile, desean agradecer a quienes han colaborado en la realización del proyecto: René Jara,
académico de la Universidad Diego Portales; Paulina Andrade e Ignacio Guajardo. También a
quienes, en distintos momentos, han aportado con preguntas y puntos de vista enriquecedores:
Claudia Lagos, Carlos Ossa, Eduardo Santa Cruz.
El proyecto ha recibido aportes del Fondo para Ciencias Sociales, Humanidades y Educación
de la Vicerrectoría de Investigación de la Universidad de Chile y del Programa de Investigación
Domeyko sobre Sociedad y Equidad.

-5-
Rutinas Periodísticas

I. Introducción

La teoría democrática atribuye al periodista un relevante papel social como mediador entre la
ciudadanía y los poderes públicos y privados en torno al manejo de la información y la toma de
decisiones. Este rol supone un ejercicio profesional en condiciones ideales de autonomía, libertad
y pensamiento crítico. Este marco ha incitado a pensar la práctica del periodismo confrontán-
dola con al menos dos grandes relatos comprensivos. El primero, de carácter ético-normativo,
dictamina sobre la función que el periodista debe cumplir en la sociedad moderna, los límites de
su acción y el valor social de la información y de los medios en el espacio público político. El se-
gundo, de carácter mítico, divide la actividad del periodismo según ciertos valores considerados
inherentes a la profesión –la objetividad, la sagacidad, la profundidad, las habilidades técnicas,
el “olfato”, el compromiso pero también la imparcialidad, la ponderación, la independencia, etc.
–a partir de los cuales se puede discriminar entre “buenos” y “malos” periodistas. Ambos rela-
tos se entrecruzan, se contienen parcialmente y actúan, por lo general, en conjunto a la hora de
entender de qué se trata esta profesión.
La gran mayoría de los estudios sobre prensa, por tanto, han tenido en mayor o menor me-
dida estas narrativas como supuestos al momento de investigar qué hace el periodista. Existen
diversos estudios que abordan la relación entre periodismo y sociedad desde la perspectiva del
discurso, denunciando lo políticamente incorrecto, los contenidos ideológicos no manifiestos o
el uso alienante o interesado de la información de prensa. Otros trabajos abordan como objeto
las empresas periodísticas, su situación en el mercado y su relación con públicos, avisadores, el
Estado y otras instituciones. También existen investigaciones sobre la recepción de los discursos
periodísticos, las formas de organización de las salas de prensa, la legislación sobre ética y liber-
tad de expresión y, por supuesto, sobre los efectos de los contenidos de los medios en el campo
social, la “justicia” con la que éstos representan la “realidad” o, incluso, el modo en que la cons-
truyen. Ya se trate de trabajos de enfoque sociológico-funcionalista, semiótico-crítico, político-
económico o ético-normativo, en prácticamente todos los casos el resultado del estudio termina
contraponiendo el hacer periodístico con alguno de los dos relatos comprensivos señalados: lo
que el periodista “hace” versus lo que “debe hacer”, o bien, lo que el periodista “es” versus lo que
“debe ser”.
Un grupo muy pequeño y relativamente reciente de trabajos ha abordado la tarea de estu-
diar las prácticas periodísticas al margen de este ejercicio de contrastación, aunque entendiendo
igualmente que esta práctica no es independiente de sus condiciones sociales, políticas e históri-
cas ni es, en modo alguno, autónoma ni indeterminada. Estos estudios han utilizado a menudo
los mismos marcos teóricos y metodológicos de los demás trabajos pero han desplazado signi-
ficativamente el eje y el punto de vista de sus investigaciones. En primer lugar, han centrado -7-
su atención en la producción periodística, involucrando tanto el proceso como sus condiciones
e intentando, en lo posible, las dimensiones discursivas y materiales del mismo. En segundo
lugar, han repuesto la complejidad de la producción de la noticia como aspecto relevante de sus
análisis, impidiendo reducciones categoriales comunes en el pasado y entendiendo que el perio-
dismo es algo más que una “fábrica” de noticias o una “técnica” de transmisión de contenidos.
Esta perspectiva deja entrever que las operaciones de los periodistas son, primero que todo,
construcciones simbólicas difíciles de situar, delimitar y medir, de lo cual se desprende que las
prácticas periodísticas no son un objeto dado al estudio sino, más bien, el problema mismo de la
investigación sobre la producción de noticias.
Hans Stange y Claudio Salinas

En estas coordenadas pretende insertarse este estudio. Su propósito inicial es conocer el papel
e incidencia de las prácticas y rutinas profesionales en la producción de informaciones de prensa
en Chile durante las últimas tres décadas. En particular, interesa establecer relaciones perti-
nentes entre el conocimiento por adquirir a través del estudio de rutinas profesionales y aquel
adquirido por el análisis de discurso, formal y otros relevantes. Sobre todo, busca historizar la
práctica del periodismo en Chile en un tiempo reciente, atendiendo críticamente a la configura-
ción de este campo profesional, sus articulaciones con el poder y al lugar que su práctica ocupa
al interior del complejo escenario social actual.
Un conocimiento mediano del medio periodístico chileno indica la necesidad de re-pensar
ciertos esquematismos analíticos presentes en su estudio. Trabajos anteriores han advertido so-
bre el carácter burocrático, altamente repetitivo y rutinario del trabajo cotidiano de los periodis-
tas, lo que contrasta con el ideal del periodista “investigador” y “en terreno” (vid. Salinas, 2007).
Lo anterior incidía en el grado de homogeneidad de las noticias, tanto a nivel formal como de
contenido. También se ha advertido sobre la conciencia que los periodistas tienen respecto a
estas condiciones de trabajo, lo cual no necesariamente está en conflicto con el mito del “cuarto
poder” al que acuden para justificar sus tareas diarias (vid. Stange, 2007). Al estudiar el trata-
miento particular que la prensa dio a dos casos de Derechos Humanos durante la dictadura mi-
litar (1973-1990), se aprecia la gran similitud entre las operaciones de los periodistas de entonces
con los actuales, así como mecanismos similares en el tratamiento de casos de naturaleza dis-
tinta producidos en contextos diferentes (vid. Salinas, 2008; Stange, 2008). A pesar de esto, esos
mismos trabajos enfatizan en el hecho de que estas prácticas rutinizadas no son independiente
de los marcos políticos e históricos en los que se inscriben, por lo que su reiteración a lo largo
del tiempo no sugiere tanto la idea de estabilidad del medio periodístico como la de un proceso
continuo de reajuste y re-configuración del proceso de producción. Un artículo sobre las relacio-
nes entre la actividad periodística durante la dictadura y el debate sobre las responsabilidades
éticas del periodismo en condiciones de excepción política ha hecho hincapié igualmente en el
papel de las prácticas periodísticas para abordar el problema ético profesional por sobre cual-
quier modo de definición deontológica (vid. Lagos, Salinas y Stange, 2008). Este panorama pone
en evidencia, por una parte, una serie de aparentes “contradicciones” que formarían parte del
complejo fenómeno de la producción noticiosa y que no están siendo recogidas adecuadamente
por los métodos habituales de investigación; por otra parte, pone de relieve la importancia del
estudio de las prácticas concretas de producción de la noticia para entender adecuadamente esta
misma complejidad.
Sobre la base de estas perspectivas, lo que sigue se plantea como un debate sobre la forma
más apropiada de conceptuar la noción de práctica periodística –en particular, la noción de la
práctica de “rutina”– y la manera de abordar su estudio en la prensa chilena.

-8-
Rutinas Periodísticas

II. Las rutinas y el mito profesional del periodismo

Un reportero cuyo trabajo ha terminado y no


tiene nada más que hacer es un alma ociosa.
Teel y Taylor, 1985: 35.

La prensa liberal, que es el paradigma dominante de la prensa aún hoy, atribuye al periodista
un rol de mediador entre la sociedad y los poderes públicos, fiscalizador de la política y agente
de la información –en cuanto ésta constituye un bien público (vid. Peterson, Schramm y Siebert,
1984; Habermas, 1981; Sunkel, 2006; Lippmann, 1965; Wolton, 1998). En esta línea, por ejemplo,
Betettini y Fumagalli señalan:
El rol del periodista es el de mediador; o sea, de quien elige, selecciona, pone en evidencia
y en primer plano las dimensiones relevantes de los hechos y los organiza en función de un
punto de vista que ofrece al lector como instrumento para una mejor comprensión de la rea-
lidad (2001: 41).
Esta percepción del trabajo y finalidad del periodismo se ha transformado en sentido común
para los mismos periodistas. Teel y Taylor, en un texto de introducción para estudiantes de pe-
riodismo, escriben:
La sala de redacción es el centro del sistema nervioso. A la sala de redacción llega informa-
ción de diferentes formas: avisos (tips) de los informadores, mensajes de los reporteros, notas
que están siendo dictadas, despachos de corresponsales alrededor del mundo, generalmen-
te transmitidos por impulsos electrónicos directamente a la terminal de una computadora.
Algunas veces las noticias son tan sorprendentes que los mismos reporteros corren hacia
los teletipos para leer los últimos acontecimientos. (…) En poco tiempo, los periodistas se
encuentran a sí mismos en el ojo de la historia. Son los cronistas del momento, registrando
los acontecimientos de acuerdo a la forma en que palpitan en su sistema nervioso. Con fre-
cuencia los periodistas se convierten en adictos de las noticias a tal grado que nunca están
satisfechos (1985: 25-26).
Muchos reporteros comienzan su carrera en información general, por lo menos hasta que el
jefe de redacción puede evaluarlos correctamente. La mejor preparación para este trabajo es
la agudeza mental, la curiosidad sobre todas las cosas y la rapidez para usar el teléfono tan
rápido como se le asigna una misión (ibid.: 38).
Se aprecia cómo el texto enfatiza el carácter dinámico, vertiginoso y apasionante de la profe-
sión; el “buen” periodista es aquél en busca de la historia, un hombre de acción venido para par-
ticipar de la vida social, no para mantenerse al margen de ella. Otro manual, de Melvin Mencher
(1993), describe en términos similares los avatares de lo que sería la cotidianidad periodística en
-9-
Estados Unidos:
If we could look in one of the 1,600-plus daily newspapers in a few hours before press time,
we might notice telephones ringing as reporters call in to speak to the city editor about their
stories, teletype machines disgorging reams of AP and UPI copy. We could also see copy edi-
tors at their terminals, removing the word felt and inserting the word said, writing a headline
for a page-one story about a fatal accident. The news editor is chatting with the managing
editor about weather story out of Florida, and reporters are working at their terminals, loo-
king up at the screen now and then to see whether the lead is just right. A police siren pierces
the evening’s stillness outside, and soon the wail of an ambulance is heard. No one pays
attention. (1993: 11)
Hans Stange y Claudio Salinas

Journalists sometimes hear themselves described as truth tellers. They don’t accept that job
description, but they would not quibble about being called truth seekers. They know that
the truth is almost always just beyond their grasp. In fact, it’s possible to describe their work
wit this formula: Truth = Story + X. The story is never the full truth. There is always an X, a
missing ingredient. (...)
With all this facing the journalist only a fool would contend that the reporter can find the
truth. Yet, journalism does come close, closer than any other institution we have, to getting
to the heart of the passing scene. Much of journalism’s reliability to approach stems from its
independence. More correctly put: Much of journalism’s ability to approach a reasonable
version of reality stems from the independence of the journalist, who owes no government,
no party, no private interest any obligation to manipulate information (ibid.: 22).
Journalists are committed to accuracy, fair play and the balanced and honest presentation of
what they learn in their fact gathering. Whenever possible, they try to see events for themsel-
ves rather than rely on the accounts of others. Among the traits journalists share are curiosity,
independence, creativity, skepticism and a commitment to helping people by offering them
reliable information (ibid.: 24).
Frenesí, búsqueda de la verdad, “olfato”, independencia, honestidad: los elementos con los
que periodistas y públicos construyen el mito de la profesión, aquella imagen a partir de la cual
se dota de sentido la práctica periodística. Este mito opera a la vez como sentido común respecto
a lo que es y hace el periodista. De esta forma, el mito no invisibiliza el proceso de producción
de las noticias: al contrario, lo exhibe al modo de una práctica “ideal” que permite sancionar lo
que es el “buen” periodismo y distinguirlo del “mal” periodismo. La verificación en la realidad
de esta práctica ideal aseguraría la buena calidad de las noticias y, por tanto, el cumplimiento del
rol social del periodista como mediador.
Tal noción está en la base de planteamientos como el de Ramírez (1995), que critica precisa-
mente el carácter rutinario de las operaciones periodísticas y propone, como modo de enmendar
este “rumbo desviado”, la introducción de ciertas actividades ceñidas a este modelo ideal:
Si la red informativa que actualmente utilizan los medios entrega el resultado que hemos
descrito, marcado por la alta dependencia de las fuentes, la enorme participación de noticias
rutinarias y la ausencia de iniciativa, una transformación sustancial de esa red probablemen-
te entregará resultados distintos. Pero la sola modificación de la red no es suficiente. Tiene
que ir acompañada por un cambio en la organización interna de las salas de redacción de los
periódicos, de modo que se generen modos de hacer donde comience a reinar la iniciativa
desde el comienzo del proceso informativo (1995: 10).
La investigación social reciente propone, sin embargo, que el funcionamiento de la prensa no
responde, en buena parte, a este modelo ideal de periodismo. Las prácticas periodísticas no se
verificarían según su correspondencia a un modelo de “buen” periodismo, sino que solamente
garantizarían la repetición de un conjunto de operaciones que dan forma al discurso periodístico
-10- y que están autovalidadas por el funcionamiento del medio. Así, por ejemplo, Gaye Tuchman
describe los procedimientos de los periodistas como una serie de actividades recurrentes que
tienen como base una noción de experticia profesional sustentada en la experiencia de los repor-
teros y editores antes que en un código formalizado de conducta:
Como explican espontáneamente los periodistas, redactar una noticia implica “saber por ex-
periencia”. El reportero ha de saber por experiencia lo que hará el redactor o el asistente del
redactor que reescribe el texto que él envíe; el redactor ha de saber lo que hará el redactor jefe;
el redactor jefe lo que hará el director de la edición y el director del diario; estos directores, lo
que hará el presidente. El director de edición, el director del periódico y el presidente critica-
rán la noticia después que ésta ya haya sido publicada (…) Las broncas y las correcciones son
Rutinas Periodísticas

parte de un sistema de control social [Breed 1955] que afecta potencialmente a la promoción
de los periodistas, al mantenimiento de su puesto de trabajo o la consecución de buenos en-
cargos informativos (Tuchman, 1999: 201).
Es evidente la manera en que estas series de operaciones coinciden, por un lado, con la es-
tructura organizativa de la sala de redacción y, por otro lado, se articula en torno a un circuito de
expectativas entre reporteros, editores, propietarios y públicos, que se retroalimenta continua-
mente en su propio funcionamiento. Este conjunto de rutinas profesionales modela, al final del
proceso, la imagen que los periodistas tienen de su propia labor, imagen que no necesariamente
deviene de marcos ideales sino más bien de apreciaciones sobre la propia práctica. De esta forma,
Tuchman puede indagar, de esta manera, cómo la idea de “objetividad”, tan importante para los
periodistas, tiene menos relación con un discurso sobre el estatuto y validez de la información
propiamente tal que con la significación y legitimidad de un conjunto de prácticas profesionales
concretas altamente rutinizadas, repetidas e internalizadas en la producción periodística:
Hablando sobre sus propias experiencias en juicios de difamación, los periodistas afirmaban
que su comportamiento había sido objetivo, pero que habían cometido errores inevitables.
En dos palabras, sus comentarios eran: el periodista ha de poner en tela de juicio los hechos
recurriendo a las fuentes, pero algunos hechos simplemente han de ser aceptados como “ver-
daderos” sin más (ibid.: 202).
Los periodistas navegan entre la difamación y el absurdo identificando la “objetividad” con
las “hechos” que ellos mismos u otros periodistas observan o que pueden ser verificados (...)
Si la verificación es necesaria pero no puede conseguirse, los periodistas pueden recurrir a
otras estrategias (ibid.: 203).
Estas otras estrategias a las que alude Tuchman son operaciones formales a los que el perio-
dista atribuye valor de “verdad”; por esta razón, constituirían la materialización de la idea de
“objetividad periodística” aunque en rigor ninguna de ellas sea capaz de sustentar –epistemo-
lógica o metodológicamente hablando –un criterio externo, fehaciente e invariable de realidad,
facticidad o causalidad. Estos procedimientos estratégicos son la contrastación entre dos fuentes
que afirman ideas distintas sobre un mismo hecho (lo que atribuiría imparcialidad y distancia
al discurso periodístico), la presentación de “hechos” que hablen “por sí mismos” (aunque rara-
mente el periodista tenga a la mano el acontecimiento mismo al que alude o domine completa-
mente el contexto y las relaciones de estos “hechos”), el uso intensivo de comillas (que atribuiría
verdad a los dichos de sus informantes –aunque no justifique esta atribución –al tiempo que
exhibe al periodista como una voz neutra o, más aún, como un testigo mudo) y, por último, la
jerarquización del discurso periodístico según la importancia de los hechos (mediante fórmulas
como el de la “pirámide invertida” o las “5 W”) (ibid.: 203-208).
Al igual que Ramírez, Tuchman señala que estos procedimientos, en su reiteración, tienden
a privilegiar ciertos tipos de “acreditaciones” de verdad en la producción del discurso periodís-
tico, que se manifiestan al modo de razonamientos tautológicos o silogismos retóricos por los -11-
periodistas: primero, que las fuentes son voces autorizadas por el hecho de ser fuentes; segundo,
que las autoridades y fuentes oficiales tienen acceso a más y mejor información, por lo que son
“mejores” fuentes; tercero, que las instituciones involucradas en un hecho dicen tanto cuando se
manifiestan como cuando guardan silencio (ibid.: 209-210). Pero mientras Ramírez ve en estas
prácticas –la concentración de fuentes, de comunicados oficiales y de relaciones públicas –una
forma de “mal” periodismo, Tuchman las percibe como el elemento conformante y habitual del
quehacer profesional. No sólo eso: en la medida en que los mismos periodistas validan estas
rutinas de producción, las vuelven “sentido común” en acción, un esquema comprensivo de su
propio hacer –es decir, de sí mismas. De esta forma, el “mito” del periodismo podría interpre-
Hans Stange y Claudio Salinas

tarse no tan sólo como un modelo ideal sino como un sentido común que se renueva día a día en
una práctica recursiva y rutinizada. Dice Tuchman:
Una puede concluir que la experiencia organizativa del periodista le impone prejuicios en
contra de las posibilidades contrarias a las expectativas preexistentes. Desde el punto de vista
de un periodista, sin embargo, sus experiencias con otras organizaciones durante un periodo
de tiempo validan sus juicios periodísticos y pueden reducirse al sentido común. Por “sen-
tido común” el periodista entiende lo que la mayoría de los periodistas creen verdad o dan
por sentado. (…) El sentido común tiene un papel crucial en el establecimiento del contenido
de una noticia, ya que el contenido de una noticia es una multitud de “hechos”, y el sentido
común puede determinar si una pieza de información puede aceptarse como “hecho” o no
(ibid.: 211).
Como Schutz [1962, p. 75] lo ha expresado acertadamente, “basta con que señalemos que
todo conocimiento que se da por sentado tiene una estructura altamente socializada, esto es,
se asume que es algo obvio no solamente por parte de una persona, sino por nuestra parte,
por todo el mundo (significando todo el mundo que pertenece a nuestro mundo)” (ibid.:
212).
El estudio del periodismo se ha sustentado, en buena parte, en un trabajo de contraposición
entre las prácticas “reales” pesquisadas a través de la investigación y los modelos ideales a partir
de los cuales se construyen los marcos éticos, normativos o simplemente funcionales. Tuchman
propone que estos marcos devienen de la misma práctica y que es aquí donde debe tensionar el
sentido de tales descripciones. ¿Qué es el periodismo? Lo que hacen los periodistas, no lo que
debieran hacer o lo que se desearía que hicieran. Pues bien, ¿qué hacen los periodistas? Repor-
tean, escriben notas, indagan “hechos”, buscan informaciones y fuentes, hablan por teléfono,
navegan en internet y asisten a conferencias.
Esta simple enumeración, sin embargo, no nos dice realmente lo que hacen. Es el ejercicio
de colocar estas prácticas rutinarias en perspectiva lo que nos dará luces sobre su sentido al
interior del proceso de producción de noticias y, finalmente, sobre el sentido global de este pro-
ceso. Estas perspectivas pueden ya atisbarse en las aproximaciones de Ramírez y Tuchman ya
mencionadas. Una primera de estas líneas abordaría precisamente el carácter mistificado de la
rutina: su sentido esencialista, autoexplicativo y recursivo. Las prácticas rutinarias serían aque-
llas internalizadas por los profesionales, repetidas por ello acríticamente e incluso empleadas
sin mucha conciencia: operaciones naturalizadas y, por tanto, fundamentales para entender el
quehacer periodístico. Este mismo carácter de la rutina conduciría, por fuerza, a pensar que su
sentido no estriba en la descripción de las acciones individuales de los periodistas sino en las de-
terminaciones estructurales sobre estas acciones y, a la vez, en los efectos de éstas sobre aquellas.
Las rutinas serían prácticas institucionales, altamente compartidas e históricamente situadas y
conformadas. Tal perspectiva nos llevaría, por último, a pensar el sentido de la rutina en relación
a las relaciones culturales, políticas, económicas y cotidianas que tal práctica naturalizada e ins-
-12-
titucionalizada establece con otras esferas de la sociedad y, particularmente, con los ámbitos del
poder y del mercado.
Rutinas Periodísticas

III. El concepto de “rutina”

Las prácticas periodísticas han sido estudiadas usualmente desde la sociología de la produc-
ción de noticias, que las distingue, por lo general, del estudio del discurso periodístico como si
de dos momentos independientes se tratase: el del proceso de producción y el del producto (la
noticia). Bajo esta dicotomía operan otras que dicen relación con la distinción práctica/ discurso,
individuo/ colectivo, operación/ relación, etc., que actúan como prismas de análisis en los distin-
tos estudios.1
María Elena Hernández señala que, en el ámbito de la sociología de la producción –conocida
también como newsmaking –pueden distinguirse al menos tres enfoques analíticos con cierta cla-
ridad. El primero de ellos, y el más preponderante, es el estudio de las prácticas periodísticas a
partir de la estructura organizacional de los medios:
De acuerdo con Schudson [ibid.: 266], el de la organización social del trabajo informativo
es el enfoque predominante en los estudios sobre la producción de las noticias. Se intenta
entender cómo los esfuerzos de los periodistas en el trabajo se ven restringidos por rutinas
organizacionales y ocupacionales, y se toma como problema central la autonomía que su-
puestamente tienen los periodistas como profesionales y su poder de decisión en la estructu-
ra laboral (1997: 219).
Agrega Hernández: “Philip Schlesinger coincide con Schudson en que los estudios de tipo
organizacional son los más abundantes, aunque, para referirse a lo organizacional, Schlesinger
habla de ‘el estudio empírico de la producción noticiosa’“ (ibid.: 221). Este enfoque, como se
verá más adelante, concentra su estudio en el problema de la relación entre periodistas y fuentes
durante el proceso de recolección y producción de la información. Una segunda línea de investi-
gación es la de la economía política, la cual “relaciona el resultado del proceso noticioso a la es-
tructura económica de la organización informativa” (ibid.: 218), es decir, aborda cuestiones como
los vínculos entre los medios y grupos económicos y de interés, las relaciones con el Estado y los
avisadores, la situación laboral de los periodistas o la concentración de la propiedad de medios,
vinculando estos aspectos al proceso de producción de las noticias. Un último enfoque es el que
Hernández denomina “culturológico o antropológico”:
Aquí pueden enmarcarse los estudios sobre los “valores noticiosos” (valores culturales que
se dan por hecho) y los cuestionamientos sobre la “temporalidad” impuesta a las noticias. El
autor [Shudson, ibid.: 275] señala que en muchas ocasiones se mezclan las preocupaciones de
los enfoques culturológico y de la organización social de la producción de noticias (p. 220).
El ya citado Schlesinger, por su parte, señala:
La sociología de los medios se ha centrado –aunque no exclusivamente– en cómo las organi-
-13-
zaciones de medios, especialmente aquellos que producen noticias, han hecho uso de recur-
sos de información, término que uno se ve por prudencia obligado a definir ampliamente,
de tal forma que se incluya por ejemplo, desinformación y ‘economía de la verdad’” (…) la

1  El estudio de la sociología de producción de noticias posee cierta cercanía con enfoques centrados en
el estudio del periodismo a partir de sus pautas organizacionales, de perspectivas administrativas o ligadas
a la perspectiva de la economía política (mercado de medios, fuerza laboral, etc.). En cambio, presenta cierta
distancia con los enfoques tradicionalmente asociados al estudio del contenido y del discurso de las noticias:
estudios sobre audiencias, efectos de los medios, etc. Estas últimas, por tanto, no serán líneas consideradas en
el presente trabajo.
Hans Stange y Claudio Salinas

investigación enraizada dentro del salón de noticias, posee la tendencia a considerar el poder
de los medios informativos virtualmente como sin límites (1992: 280).
Frente a esta situación, el autor propone concentrar los esfuerzos de estudio del newsmaking
en la relación de interacción entre medios y fuentes, entendiendo que esta interacción es el mo-
mento clave en la producción y consecución de la información por parte de los periodistas.
Schlesinger señala que esta relación es bidireccional, pues pone en juego intereses e influencias
mutuas –sobre todo en el caso de las fuentes políticas –y, por tanto, puede estudiarse desde
dos perspectivas: una internalista, concentrada en el estudio de las actitudes y motivaciones de
las fuentes consideradas independientemente, y otra externalista, que coloca su atención en los
ejercicios de mutua presión entre fuentes y periodistas (ibid.: 292-298). Schlesinger agrega que la
relación fuente-periodista puede entenderse simultáneamente desde una perspectiva individual
(la relación entre un reportero determinado y su fuente) o colectiva (la caracterización de perio-
distas y fuentes como representantes de instituciones que se ponen en relación, p.e., los medios
y la política).

La rutina como operación individual

Siguiendo los lineamientos de Schlesinger, una primera forma de aproximarnos al modo en


que el newsmaking conceptualiza la rutina es entendiendo ésta como la operación concreta de un
periodista individual. Las prácticas periodísticas serían esencialmente las prácticas de búsqueda
y recogida de información, y estas se llevan a cabo naturalmente en la relación con las fuentes (cf.
Hernández, 1997: 225-229). Esta relación se produce en contextos altamente institucionalizados,
estratificados y recurrentes, como indica Denis McQuail:
Las investigaciones iniciales de las relaciones entre los periodistas y sus fuentes de informa-
ción habituales o rutinarias (por ejemplo, el mundo de la política, los organismos de apli-
cación de las leyes) indicaron la tendencia al desarrollo de vínculos de colaboración y a la
virtual ‘asimilación’ de los periodistas por las fuentes. En otros casos, se ha atribuido a la
relación fuentes-medios el carácter de ser ‘simbiótica’. En esencia, se creía que la situación era
esta: existía un grado indebido de cooperación, tal que las fuentes podían imponer su versión
de los hechos a cambio de la facilidad (a menudo tácita) de obtener la provisión de material
informativo conveniente (1998: 192-93).
McQuail insiste en el carácter institucional y estandarizado de las relaciones entre periodista
y fuente por medio de la caracterización de lo que llama “la industria de las relaciones públicas”.
Según tal descripción, no sólo los periodistas establecen relaciones habituales y colaborativas
con sus fuentes, sino que éstas también organizan mediante canales oficiales el suministro de
información. Así, citando un trabajo de Baerns (1987), McQuail señala:
La investigación evaluó el origen de cada noticia relevante publicada en cada medio, clasifi-
-14-
cando las fuentes en partes de prensa o conferencias de prensa (en ambos casos, fuentes de
relaciones públicas), o de naturaleza ‘periodística’ (por ejemplo, cobertura informativa de
acontecimientos públicos o de acceso vedado, investigación). Se descubrió que más o menos
dos de cada tres noticias procedían de fuentes de relaciones públicas, y eran escasas las dife-
rencias entre prensa escrita, televisión y radio (1998: 194).
También Strentz considera como eje del trabajo periodístico la relación con las fuentes. Su
estudio se concentra en las pautas de influencia individual que se presentan en esta relación:
“Lógicamente, si el auditorio puede influir sobre lo que el orador dice, el reportero puede influir
de la misma manera sobre lo que la fuente informativa dice” (1983: 30). Sin embargo, reconoce
que existen factores que institucionalizan esta relación y la extrapolan hacia marcos externos:
Rutinas Periodísticas

Además de la influencia individual del reportero sobre las fuentes informativas y la obten-
ción de noticias, existen factores institucionales que determinan cuáles son las noticias que se
investigan y de qué modo se informa sobre esas noticias. (…) Esos factores incluyen defini-
ciones de la noticia, la condición racional de las noticias y el prejuicio sobre qué hechos son
periodísticos o no (ibid.: 33-34).
Otra de las prácticas reconocidas como relevantes por los estudios de newsmaking es la de-
nominada gatekeeper o “guardabarrera”: la acción de selección y edición de las informaciones
que se consideran “noticia” y, por tanto, que se incorporan al proceso de publicación. El trabajo
del gatekeeper es el propio de los editores o jefes de redacción y ha sido estudiado tanto desde la
perspectiva de los procesos de decisión (enfoque organizacional) como desde la perspectiva de
los mecanismos de control al interior de los propios medios y en su relación con otros sistemas
sociales “equivalentes” (enfoque funcionalista). En cualquiera de los casos, la labor del gatekeeper
ha sido descrita, más o menos genéricamente, como lo hace Gomis a partir de Bagdikian sobre
The Washington Post en 1971:
(…) el ‘gatekeeper’ de noticias típico toma sus decisiones con notable rapidez. Leer las infor-
maciones que descarta le lleva uno o dos segundos cada una. Las informaciones que van a
publicarse piden más tiempo, pero no mucho. A un ‘gatekeeper’ muy rápido le tomaba un
promedio de cuatro segundos preparar (leer, decidir usarla e indicar los cambios que había
que introducir) una información de 225 palabras. Informaciones más cortas podían pedir un
par de segundos, otras más largas diez como máximo. La media era de seis segundos por
información escogida. Son virtuosos de la adopción de decisiones (…), que juzgan de modo
casi instantáneo, sin tiempo para la reflexión y cualesquiera valores que apliquen lo hacen de
un modo automático. No hay tiempo para la reflexión ni casi para el debate, que de todos mo-
dos, por rápido y esbozado que resulta, entraña ya un principio de reflexión (…). Hay unos
principios de selección, referencias consuetudinarias y convertidas en orientación práctica
para realizar la selección y adoptar tantas decisiones en tan poco tiempo y dándoles tan poca
importancia (Gomis, 1991: 90).
El proceso de selección de las informaciones es concebido como un proceso naturalizado,
automatizado e “intuitivo”, fundado en la experiencia y el criterio individual –aunque sociali-
zado –de los periodistas. A pesar de esto, o por lo mismo, los estudios han tendido a indagar la
manera en que los criterios del guardabarrera manifiestan las estructuras sociales implícitas y
activas en el periodista, las convenciones y costumbres, ciertos criterios ideológicos y, sobre todo,
el conjunto de valores asociados a la cultura de cada sala de prensa. En este sentido, el trabajo
de selección es manifiestamente un mecanismo operacional además de simbólico: expresa no
sólo valores o líneas ideológicas y editoriales sino, sobre todo un modo de hacer las cosas. Dice
Gomis:
En el interior de una redacción la valoración de las noticias sobre un tema o una información
puede verse influida por las preferencias y caprichos de redactores, directores o editores.
Pero en conjunto lo que la configura es más bien la estructura social en la que los redactores -15-
y directores viven y trabajan. La valoración de las noticias es, en definitiva, un reflejo de las
convenciones económicas y políticas que enmarcan el orden social y moldean los valores
en una sociedad (…). El hecho de que se discutan las selecciones de noticias que hacen los
diversos medios y que se haga pensando en si ‘quizá nos equivocamos’, o más generalmente
comentando que son ellos los que ‘se han equivocado’ al destacar tal hecho noticioso en lugar
de tal otro indica que, en efecto, la decisión no es caprichosa ni indiferente, que en el fondo
se piensa que unas noticias son más noticia que otras. Destacar tal hecho por encima tal otro,
‘valorar’ tal noticia por encima de cual, se considera un ‘acierto’ o un ‘error’ (ibid.: 91).
Gomis señala que, de la misma forma en que la relación periodista-fuente expresa aspectos
individuales junto a condiciones contextuales marcadas por rasgos institucionales, el trabajo
Hans Stange y Claudio Salinas

de gatekeeper, cuyo carácter principal sería la automatización y naturalización de los criterios de


selección, incorpora también ciertas condicionantes materiales y estructurales:
Los medios tienden a no dar más noticias que aquellas que les caben en el tiempo o espacio
asignados, en los programas previstos y en las páginas disponibles según módulos de rendi-
miento publicitario o exigencias de mercado. Como consecuencia de ello, la selección de no-
ticias es una necesidad y se realiza de una manera habitual, drástica y anónima, por personas
diversas y según criterios que no están escritos en ninguna parte (ibid.: 97-98).
Manuel López sugiere que la función del gatekeeper excede el proceso de selección de las infor-
maciones publicables y alcanza también el ámbito de la agenda del medio:
Pero aún tiene más funciones porque no sólo ejercerá su influencia decisoria sobre el produc-
to del día sino que sus órdenes irán más allá, proponiendo qué temas han de ser tratados a lo
largo de una secuencia temporal más o menos larga. Es decir: en sus manos está el populari-
zar o demonizar a algún personaje o institución a través de su mantenimiento en la agenda
de varios días o semanas (1995: 52).
Junto a esto, López, siguiendo a Grandi (1985), reconoce tres modalidades de gatekeeper según
la función que éste asume al interior de la organización: la del vigilante individual, la del vigi-
lante de la organización o institución y la del vigilante del sistema comunicativo global (ibid.).
Ambas ampliaciones de la función del gatekeeper son sumamente interesantes, pues complejizan
la operación de la selección desplazándola desde un ámbito meramente descriptivo, en el que la
tarea es solamente “enjuiciar” las informaciones, hacia un ámbito político en el cual la operación
de aplicar criterios se entremezcla con el ejercicio del control organizacional y discursivo del me-
dio. Nuevamente, se pondría en evidencia que la práctica profesional no es anodina sino, por el
contrario, está en el centro mismo de las cuestiones más ideológicas que incumben a la prensa.

La rutina como proceso colectivo

Paradójicamente, antes de concentrarse en operaciones concretas como la relación con las


fuentes o la aplicación de criterios en la selección de noticias, el estudio del newsmaking concen-
tró sus esfuerzos en captar y describir el proceso completo de producción de informaciones de
prensa. Al decir de Hernández (1997):
McQuail encuentra que las preocupaciones de los estudios de Newsmaking de los años se-
tenta comprendieron básicamente tres áreas temáticas: a) los sesgos en el contenido de las
noticias; b) el debate sobre la objetividad en las noticias, y c) la naturaleza de los “valores
noticiosos” [cfr. McQuail 1994: 187]
Tales áreas temáticas son, en mi opinión, los motivos subyacentes a los primeros estudios
empíricos sobre la producción de información periodística de los setenta. Pero fue la con-
-16- cepción de la noticia como un “producto manufacturado”, que exigía conocer el “¿cómo?”
de la producción noticiosa, la preocupación que llevó a observar la existencia de “rutinas de
producción”, tanto en el “proceso de recolección de la información”, como en el “proceso de
selección y edición” de la misma, y en el proceso de recolección se identificó la importancia
de la “relación fuentes-reporteros” (1997: 223).
De esta forma, la noción de “rutina” y su investigación estarían en la base de la perspectiva
misma del newsmaking. Mientras los primeros estudios abarcaron amplios aspectos del proceso
de producción noticiosa, la noción de “rutina” concentró la atención en los dos momentos que
parecieron más rutinarios –la relación con fuentes y los criterios de valoración –para descubrir,
en las últimas décadas, que estos momentos sólo encuentran su real sentido en el conocimiento
del proceso completo mismo.
Rutinas Periodísticas

Pero, ¿en qué consiste el circuito productivo? Reyes Matta (1986) ofrece una primera aproxi-
mación –y para mejor, en relación a los medios locales –a esta cadena de operaciones, destrezas
y competencias para la recopilación y elaboración de las informaciones. El interés del texto que
compila Reyes Matta es poner en perspectiva las prácticas periodísticas “adecuadas” para el
proceso de cambio desde la dictadura militar a un régimen democrático; acá, sin embargo, nos
interesa el “ABC” de las prácticas periodísticas, las que define como “la suma de ejercicios y
destrezas desarrolladas para la búsqueda, elaboración y difusión de informaciones a través de
los medios periodísticos” (1986: 133-135). En el libro, Pablo Portales describe estas prácticas y su
situación en 1986:
En este contexto inhóspito para el desenvolvimiento profesional se incentiva la comodidad.
Las expresiones de quien emite información se reproducen literalmente, las preguntas sólo
buscan que la fuente informativa exponga lo que tiene pensado dar a conocer. El periodista
no recoge antecedentes o comentarios en diversas fuentes para abordar un mismo tema, o
cuando lo hace acude a un repertorio estrecho evitando siempre caer en sospecha o abrir un
conflicto con su jefe. (…) La estandarización de los modos de tratar un hecho o de abordar a
las fuentes restringe las posibilidades de mejorar la calidad informativa (ibid.: 14-15).
Por su parte, Bárbara Hayes señala a continuación:
(…) abunda el reportero que caracterizamos con rasgos de comodidad. El que sólo va a las
conferencias de prensa que se anuncian en la agenda diaria de la Agencia Orbe, gobiernista
que echa a correr su grabadora y luego se sienta frente a la computadora Harris a transcribir.
Este reportero –casi siempre joven– no ahonda en los problemas, no le interesan siquiera,
cumple un rol de recadero entre la fuente y el medio. Lee poco, se compromete poco y se con-
forma si la paga del fin de mes le alcanza para las deudas… Es tan metódico y poco creativo
como lo son los empleados públicos (ibid.: 40).
Es inevitable, dado el contexto y motivaciones de la publicación compilada por Reyes Matta,
que estas descripciones estén teñidas de una valoración evidente en términos de “buen” o “mal”
periodismo –o más bien periodismo “libre” y periodismo “autoritario” –pese a lo cual ofrece
un catálogo bastante completo de operaciones periodísticas observables todavía hoy: trabajo de
acuerdo a las expectativas de los superiores, recurso a fuentes estables, conocidas y usualmente
oficiales, empleo de la pauta de agencias y de comunicados públicos. ¿De esto se trata el proceso
de producción de noticias? Aún un manual como el de Hohenberg (1960) alude a este proceso en
términos de un conjunto de “minucias”:
Es fácil distinguir a un buen reportero de uno malo. El reportero bueno sabe que gran parte
del tiempo que dedique a su trabajo lo empleará en casos de rutinas, y está perfectamente
dispuesto a realizar bien su labor. El reportero malo prescinde de minucias tales como leer
los periódicos, comprobar que sean correctos los nombres y los domicilios, hacer preguntas
respecto a detalles al parecer sin importancia y tomar notas cuidadosas, cuando puede evi-
tarlo (1960: 264).
-17-
Efectivamente, podría definirse la rutina de prensa en estos términos atendiendo meramente
a su eventualidad. Sin embargo, los trabajos reseñados hasta aquí, así como la aparente conti-
nuidad entre las prácticas periodísticas de antaño y las actuales, según las descripciones de Por-
tales y Hayes, obligan a considerar el proceso productivo no como algo más que un conjunto de
acciones particulares, sino por el contrario, como un circuito complejo que comporta una lógica
propia, determinada y situada. Si tal literatura ya ha descrito estas prácticas rutinarias como
prácticas internalizadas, automatizadas, recursivas e institucionalizadas, habría que añadir a
estas caracterizaciones las que hacen Shoemaker y Reese, citados por Ramírez (1995: 1), en el
sentido que las rutinas son prácticas marcadas por patrones y altamente repetidas. Esto es signi-
ficativo: la alusión a un patrón supone pensar que la reiteración constante de estas prácticas tiene
Hans Stange y Claudio Salinas

una densidad y una orientación semánticas; en otras palabras, las operaciones periodísticas ruti-
narias se constituyen como prácticas sociales, que están en el eje de la configuración productiva
y discursiva de la prensa, y no como meras acciones determinadas por aquéllas.
Comprender la producción de noticias como un proceso complejo y las rutinas periodísticas
como una práctica social implica aprehender los modos en que éstas dialogan y se interrelacio-
nan con factores materiales externos que, igualmente, incidirían en la configuración de las mis-
mas. Es Mauro Wolf (1997) quien plantea que el newsmaking debe incorporar, como parte de su
análisis e incluso como objeto de estudio, una serie de dimensiones que exceden las operaciones
concretas planteadas más arriba: los desarrollos tecnológicos, los cambios en la propiedad de los
medios, la segmentación de los públicos, etc. Tal propuesta no es novedosa considerando que la
relevancia de estos factores ha sido ampliamente tratada por investigaciones de diversa índole
desde los años 60, por lo menos; la novedad radica en considerarlos no sólo como categorías
independientes para la comprensión del mercado de medios, el mercado laboral o la audiencia,
sino también como vectores estructurantes de la práctica misma del periodista. En definitiva, se
trata de considerar que lo que el periodista hace cada día está sujeto a la injerencia, en ningún
caso anodina, de factores como la estructura del mercado, el régimen laboral o los recursos
tecnológicos disponibles. Las investigaciones realizadas en este ámbito, sobre todo desde una
perspectiva crítica materialista, tendieron a ver en los medios meras resonancias de tensiones
políticas y económicas estructurales, es decir, como reflejo de los cambios inducidos por el desa-
rrollo del proceso capitalista. Wolf, en cambio, desplaza la discusión respecto de estos factores
desde la perspectiva infra-super estructura hacia una concepción integrada de la relación entre
las prácticas periodísticas y dichos factores. De esta forma, tan importante como el régimen de
propiedad del medio es, por ejemplo, la proliferación del mercado de agencias de información o
tecnologías como la medición de audiencias. Dice Wolf:
El aumento de los flujos de información que entran en las redacciones ha llevado a una cierta
burocratización del trabajo periodístico: hoy, sectores enteros de la redacción son verdaderos
y auténticos seleccionadores de flujos ingentes de noticias que llegan a las redacciones bajo
formas que permiten la casi inmediata publicación (...). Las redacciones son cada vez más
dependientes de las agencias, de las fuentes, cada vez están más constreñidas a adecuarse a
criterios de relevancia establecidos por la red de las agencias (1997: 2).
La comprensión de la producción noticiosa como un proceso complejo obliga a revisar tam-
bién, junto a los factores materiales externos que inciden en su realización, los elementos cultura-
les, discursivos y simbólicos que se expresan en la rutina. De hecho, el newsmaking concibe ya en
sus planteamientos más tradicionales, como una de las prácticas más rutinarias, la de selección y
valoración de las informaciones, práctica que se realiza completamente bajo criterios que no de-
penden solamente de la materialidad del trabajo periodístico sino también de juicios, prejuicios,
concepciones de mundo y otros aspectos discursivos e ideológicos. De esta forma, por ejemplo,
Martini (2000) recoge una discusión presente ya en autores precedentes respecto a la relación
-18- entre rutinas y criterios de “noticiabilidad” de las informaciones:
En cualquier medio periodístico se suele hablar de los criterios de valoración de las noticias
y las etapas de producción en términos de rutinas periodísticas. La posibilidad de que la cons-
trucción de la noticia se organice en una rutina facilita el trabajo y permite enfrentar más
eficazmente la información de último momento. (…) Cada medio y cada sección tiene una
manera de ordenar el trabajo y un acuerdo acerca de lo que supuestamente el periodista debe
hacer y se espera que haga, con los criterios que indican lo que es publicable (noticiable), y
que forma parte de cualquier organización de medios (2000: 45-46; cursivas en el original).
Martini es clara en señalar, bajo esta premisa, que en tareas cotidianas como la selección de
Rutinas Periodísticas

las informaciones o la relación habitual con ciertas fuentes se manifiestan aspectos como los
prejuicios personales de los periodistas, sus orientaciones morales y políticas, en definitiva, la
subjetividad de cada cual (ibid.: 81 y ss.). Dice Martini:
Shoemaker [1991: 33] establece que todo estudio sobre la tarea de selección de la información
debe atender a tres niveles (mínimos): el individual, que incluye ‘los valores y modelos de
autoridad e influencia’ que pesan sobre aquel que elige; el de las rutinas de trabajo, donde se
estudian ‘los puntos de decisión y los estándares’ que permiten observar, y el nivel organiza-
cional-institucional extramediático, que remite a la circulación del ‘flujo de noticias a través
de las organizaciones’ (ibid.: 81).
Lester y Molotch (1974: 4) señalaron antes que Martini que la imbricación entre las dimensio-
nes práctica y valorativa es consustancial a la organización del trabajo periodístico e incide de
manera relevante en la intencionalidad dada a las noticias. Para estos autores, la noticia, en tanto
producto, es el resultado de una “triple instancia” de producción, que involucra a fuentes, perio-
distas y públicos en el proceso, cada cual aportando acciones concretas pero también valoracio-
nes, puntos de vista y “porciones” del relato sobre la realidad distintas. Esta idea coloca al perio-
dista en el eje articulador del proceso, es decir, como un productor legitimado de informaciones
públicas, a la vez que propone, aunque no explícitamente, que el resultado del proceso es, a fin
de cuentas, la producción misma de realidad. Tal perspectiva sugiere un desplazamiento desde
la noción de la rutina como una operación práctica que involucra aspectos discursivos hacia otra
que concibe la rutina como una práctica discursiva propiamente tal. Materialidad y discurso, de
hecho, son las dimensiones que completan cualquier práctica social reconocible.
Tal comprensión “constructiva” de la rutina es la que plantean directamente autores como
Rodrigo Alsina o Tuchman. El primero de ellos señala:
La empresa informativa puede entenderse como una industria que tiene como inputs los
acontecimientos y outputs las noticias. Sin embargo, hay que puntualizar que un aconteci-
miento no es una realidad objetiva, exterior y ajena al sujeto perceptor del mismo. En primer
lugar, porque los mass media trabajan con noticias que les sirven las agencias de noticias. En
segundo lugar, aunque se dé la percepción directa del hecho por un periodista, éste siempre
interpretará la realidad de acuerdo con su enciclopedia (1989: 16-17).
En otras palabras, la “noticia” es obra del proceso de producción y no simplemente un for-
mato de su consecuencia. En ella están cifrados los patrones y pautas culturales que se implican
en cada una de las prácticas y actores sociales que forman parte de la producción noticiosa. La
práctica rutinaria es, entonces, a la vez una interpretación de la realidad, y las claves de tal inter-
pretación están contenidas en la práctica material que se lleva a cabo para su realización. En este
sentido, Rodrigo Alsina dice:
La definición de noticia que propongo es la siguiente: ‘Noticia es una representación social
de la realidad cotidiana producida institucionalmente que se manifiesta en la construcción de
un mundo posible’. Mediante esta definición pretendo poner de manifiesto, en primer lugar, -19-
la construcción de la noticia a partir de los acontecimientos que diariamente se seleccionan.
En segundo lugar, hay una doble institucionalización. La noticia se produce en una insti-
tución informativa que supone una organización compleja. Pero además el rol de los mass
media está institucionalizado y tiene la legitimidad para producir la realidad socialmente
relevante (ibid.: 18).
Siguiendo esta definición, se advierte no sólo el carácter social y simbólico de la producción
noticiosa; también el hecho de que en esta se manifestarían tensiones ideológicas y estructurales
que, dada su expresión en la materialidad de la producción, conforman el correlato natural de
los modos de organización social del trabajo periodístico. Como señala el autor:
Hans Stange y Claudio Salinas

Es indudable que la organización condiciona la producción. Pero no sólo a nivel técnico, sino
también ideológico. La propia profesión periodística se autolegitima en su rol de puros trans-
misores de la realidad social. Pero difícilmente los periodistas reconocen que llevan a cabo
una construcción de la realidad social, como si esto fuera reconocer una especie de ‘pecado
original’ del periodismo (ibid.: 33).
Tal forma de concebir la práctica periodística se contrapone, en efecto, con la imagen mítica
que la profesión hace de sí misma. Mientras esta imagen enfatiza el papel del periodista como
un “mediador” o un “transmisor” privilegiado, denunciando todo aspecto “constructivo” como
invención o manipulación –actos reñidos con los valores del “buen” periodismo –la perspectiva
de Rodrigo Alsina plantea que es precisamente este carácter constructivo el núcleo central de
la especificidad del trabajo periodístico. El mito del periodismo no opera aquí encubriendo la
práctica real (por lo cual, la investigación no debiera intentar una denuncia del mito) sino resig-
nificándola, lo cual supone que él mismo se incorpora como un factor de la rutina productiva.
De manera similar, Tuchman (1978) propone una comprensión constructivista del proceso de
producción de la noticia como un proceso de construcción de realidad social, que involucra dis-
ciplinas de trabajo, concepciones de tiempo y espacio, nociones ideológicas y hábitos culturales
y profesionales. Dice Tuchman:
El tema de que el acto de producir la noticia es el de construir la realidad misma más que
una imagen de la realidad atraviesa todo este libro. El trabajo informativo transforma a los
sucesos en acontecimientos informativos. Se basa en aspectos de la vida cotidiana para narrar
relatos y nos presenta a nosotros ante nosotros mismos (1978: 24).
Al carácter internalizado, institucional y repetitivo del trabajo periodístico se agrega entonces
su carácter social, en el sentido de que la producción supone un constante intercambio y nego-
ciación entre los profesionales al interior de sus organizaciones y entre un medio y otro (ibid.:
25). Esto tiene como consecuencia el reforzamiento interno de las propias prácticas y, con ello, la
circulación interna de discursos y valoraciones que vuelven la rutina compartida el vector de la
auto-imagen profesional. Esto explica el carácter operante y efectivo del mito: el periodista con-
cibe su quehacer a partir de ciertas claves comprensivas autoproducidas y, por tanto, totalizado-
ras. Del mismo modo, la temporalidad constante de este proceso y su naturaleza continua y sin
pausas refuerza esta idea de que la rutina periodística es un sistema cerrado y autosustentado.
Dice Tuchman:
el trabajo informativo es una actividad diaria, práctica. El tempo del trabajo informativo,
incluyendo la cobertura del relato diferente de cada día, impone un énfasis sobre los aconte-
cimientos, no sobre las cuestiones. Los acontecimientos están empotrados concretamente en
la trama de la facticidad, el quién, qué, cuándo, dónde, por qué y cómo del encabezamiento
tradicional de la noticia (1978: 148).
Como consecuencia de esta impronta “totalizadora” de la rutina, la práctica periodística in-
-20- corpora a su realización no sólo operaciones y criterios: vuelca en ella toda su cultura profesional
y formación organizacional, transformando la rutina en un verdadero “modo de ser” del perio-
dista:
Tales hábitos mentales ligados al oficio son algo más que prácticas profesionales al servicio de
necesidades organizacionales. Sin duda, a veces entran en conflicto con las preferencias y los
mandatos organizacionales. Pero incluso cuando los profesionales entran en conflicto con sus
organizaciones y cuando las organizaciones informativas lanzan una cruzada contra los go-
biernos nacionales y locales, la práctica informativa es una ideología en acción (1978: 168).
La rutina se ha transformado, entonces, en algo más que una operación de producción de
informaciones: es una lógica de administración de las mismas, así como de los eventos y de la
Rutinas Periodísticas

realidad pública. Esta lógica administraría algo más que noticias: administraría la disposición de
los públicos respecto a su realidad social, así como la disposición de los periodistas a su propio
proceso y tiempo de producción. Determina, en términos de Goffman (cit. Tuchman, 1978), la
realidad, su principio organizador y el modo en que periodistas y públicos se involucran en su
realización. La lógica de la producción de noticias, por un lado, administraría los acontecimien-
tos que constituyen la realidad social y, por otro, definiría un circuito cerrado y rutinario para
esta administración. Para Tuchman, tal situación evidencia que el proceso de producción de
noticias no es sólo social, institucional y legitimado: es, sobre todo, altamente ideológico (1978:
193).

La rutina como cultura profesional

Tuchman no es la primera que evidencia estas características de la práctica periodística que la


asemejan a un circuito cerrado. Hohenberg (1960), en su manual sobre periodismo, aludía ya a
la “uniformidad” de la profesión en los siguientes términos:
Es un hecho que el grupo intermedio del periodismo [se refiere a los que no tienen cargos
directivos o editoriales] es tan cohesivo, a causa de su preparación profesional y hasta por
su alineación general y su cultura, que la forma como enfoca las noticias tiende a variar sólo
circunstancialmente (op. cit.: 44).
Del mismo modo, Breed (1972), en un estudio clásico sobre las normas y conductas relativas
al ejercicio de la autoridad en las salas de redacción, describe la manera en que la propia rutina
profesional funciona como un mecanismo de socialización y disciplinamiento para los periodis-
tas. Dice Breed:
The first mechanism promoting conformity is the ‘socialization’ of the staffer with regard to
the norms of his job. When the new reporter starts work he is not told what policy is. Nor is
he ever told. This may appear strange, but interview after interview confirmed the condition.
The standard remark was ‘never in my___ years on this paper, have I ever been told how to
slant a story’. No paper in the survey had a ‘training’ program for its new men; some issue a
‘style’ book; but this deals with literary style, not policy. Further, newsmen re busy and have
little time for recruit training. Yet all but the newest staffers know what policy is. On being
asked, they say they learn it ‘by osmosis’. Sociologically, this means they become socialized
and ‘learn the ropes’ like a neophyte in any subculture. (1972: 181- 182)
Basically, the learning of policy is a process by which the recruit discovers and internalizes
the rights and obligations of his status and its norms and values. He learns to anticipate what
is expected of him so as to win rewards and avoid punishments. Policy is an important ele-
ment of the newsroom norms, and he learns it in much the following way. (ibid.: 182)
The process of learning policy crystallizes into a process of social control, in which deviations
-21-
are punished (usually gently) by reprimand, cutting one’s story, the withholding of friendly
comment an executive, etc. For example, it is punishments for a staffer when the city editor
waves a piece of his copy at him and says, ‘Joe, don’t do that when you’re writing about the
mayor’. In an actual case, a staffer acting as wire editor was demoted when he neglected to
feature a story about a ‘sacred cow’ politician on his paper. What can be concluded is that
when an executive sees a clearly anti-policy item, he blue-pencils it, and this constitutes a
lesson for the staffer. Rarely does the staffer persist in violating policy, no such case appeared
in all the interviews. (ibid.: 189- 190)
Esta concepción del proceso de producción como un modo de socialización sugiere observar
las rutinas de prensa como un juego de expectativas y reglas no escritas, es decir, como la base de
Hans Stange y Claudio Salinas

la cultura profesional del periodismo. Esta idea viene a reforzar los planteamientos posteriores
de Tuchman y Rodrigo Alsina respecto al carácter cerrado y autorreferente del proceso de pro-
ducción. Por ejemplo, señala Breed:
The newsman’s source of rewards is located not among the readers, who are manifestly his
clients, but among his colleagues and superiors. Instead of adhering to societal and profes-
sional ideals, he redefines his values to the more pragmatic level of the newsroom group. He
thereby gains not only status rewards, but also acceptance in a solidary group engaged in
interesting, varied, and sometimes important work (ibid.: 194).
Lo cual supone advertir también que este proceso de socialización funciona además como un
mecanismo de control social sobre las propias prácticas y rutinas de los periodistas. También
Wolf (1987: 207-248) enfatiza esta concepción social, organizacional y constructiva de las rutinas
periodísticas, tal como han sido planteadas por Tuchman, Rodrigo Alsina y Breed.
Estos estudios son complementados por otro grupo de investigaciones que, sobre la base de
encuestas a periodistas y metodologías etnográficas, intentan describir el entorno laboral y las
condiciones de trabajo de los periodistas. Es el caso del informe de Bohjere (1985: 24-77), encar-
gado por la Organización Internacional del Trabajo, que describe los rasgos de la formación pro-
fesional, las maneras de trabajo y el tipo de empresas en que laboran los periodistas. Entre otras
cosas, el estudio señala que casi todos los periodistas cuentan con formación universitaria, si
bien reconocen que los propios medios de comunicación constituyen, en definitiva, la instancia
de aprendizaje profesional decisiva; que los recursos y el tamaño de las empresas periodísticas
incide directamente –y, las más de las veces, de un modo restrictivo –en la calidad y alcance del
tratamiento de las informaciones y, por último, que las posibilidades de promoción al interior
del medio, para los periodistas que no poseen cargos directivos, son escasas y esporádicas.
Estas condiciones organizacionales y laborales constituirían el marco de posibilidad de las
rutinas de prensa. Otro estudio realizado por el Instituto de Prensa y Sociedad (IPYS) junto a la
fundación Konrad Adenauer (2005) sobre las condiciones de trabajo comparadas entre distintos
países de América Latina es más explícito en este punto y sostiene que estos factores inciden
directamente en las prácticas periodísticas y, por ende, en la calidad de las noticias y la contri-
bución de los medios de comunicación al fortalecimiento de la democracia. Algunos pasajes
del estudio permiten formarse una imagen interesante de las condiciones concretas del trabajo
periodístico:
Casi la mitad de todos los periodistas dispone de menos de cuatro horas para producir un
artículo o un reportaje de radio o TV. Otro 38 por ciento de los reporteros encuestados tiene
más de cuatro horas a disposición, pero menos de un día laborable. (…) El tiempo que la
mayoría de los periodistas pasa en la redacción de sus respectivos medios no llega sino a la
mitad de la jornada de trabajo (56 por ciento). Gran parte de estas horas está dedicada a re-
dactar o producir los respectivos artículos o reportajes. En cuanto al tiempo invertido en cada
-22- tarea, el segundo lugar lo ocupan las llamadas por teléfono. (2005: 7).
Por lo tanto, si tomamos como base que casi una mitad de los periodistas latinoamericanos
dispone de sólo cuatro horas para presentar un artículo o reportaje ya terminado, y si calcu-
lamos que podría haber pasado una hora en una conferencia de prensa y dedicado alrededor
de una hora más a trayectos y telefonemas, sólo quedan menos de dos horas para producir y
presentar el artículo al jefe de redacción (incluyendo eventuales correcciones). En el caso de
la radio y televisión, los márgenes son aun menores debido a los trabajos de edición y sono-
rización (ibid.: 8).
De acuerdo a los medios disponibles en los lugares de trabajo [en el caso chileno] destaca la
baja penetración de la radio; televisión, salvo contados casos; y radio policial. Prensa especia-
Rutinas Periodísticas

lizada y páginas web tienen una mayor disponibilidad que los anteriores, pero tampoco tan
significativo. Por tanto, sólo la prensa diaria adquiere notoriedad (ibid: 33).
Los datos presentados son elocuentes respecto al carácter recurrente, apremiante y, precisa-
mente, rutinario del trabajo periodístico.

La rutina como habitus

La literatura sobre newsmaking y, en particular, sobre el concepto de rutinas de producción, ha


sido introducida y trabajada especialmente por los investigadores mexicanos en comunicación.
Sistematizando los trabajos anglosajones sobre el tema, advirtieron tempranamente las caracte-
rísticas de la rutina que se han desarrollado hasta este punto: la noción de una práctica discursi-
va naturalizada, socialmente legitimada y altamente institucionalizada y reiterativa, susceptible
de ser descrita a partir de lógicas propias vinculadas con los modos de organización de las salas
de prensa, pero a la vez tensionada por los factores materiales, culturales e ideológicos externos
al proceso mismo de producción. Esta revisión articula las observaciones funcionales de la teo-
ría administrativa de la comunicación con los aportes de perspectivas más hermenéuticas como
la constructivista o la crítica. Sin embargo, su principal aporte es posicionar una aproximación
comprensiva y global de las rutinas de prensa, que integre los “hallazgos” de los estudios ya re-
señados en una teoría centrada en develar la manera en que estas prácticas periodísticas produ-
cen cotidianidad y sentido al mismo tiempo que configuran sus propias reglas de funcionamien-
to. Tal posicionamiento se obtuvo al incorporar estos modelos de investigación empírica dentro
de los criterios y ámbitos definidos por la sociología de campos propuesta por Pierre Bourdieu.
De esta forma, fue posible entender la práctica social compleja que constituye la rutina a partir
de una noción clarificante, inclusiva y rendidora: el habitus.
La investigadora Cecilia Cervantes (1995) señala que:
[el] Habitus es un concepto permeado por cierta lógica que ubica en un nivel alto de abstrac-
ción y generalidad. Si bien Bourdieu lo concibe como un “concepto disposicional” [1991:93]
esto es, como concepto que permite al investigador trabajar con él, lo cierto es que no es
sencilla su “manipulación”. Esto se debe sobre todo a que no se trata de un concepto opera-
cional, sino más bien sistémico, como plantean Bourdieu y Wacquant [1992: 96]. Es un con-
cepto abierto que se articula necesariamente a otros conceptos y categorías que en conjunto
constituyen un sistema teórico. Es por este motivo que sólo puede ser definido en relación
con la teoría que le da sentido y que permite “ponerlo a trabajar” en función de un objeto
de estudio concreto (1995: 102).
De esta forma, el habitus define relaciones o, más bien, “disposiciones” articuladas en torno
a esquemas preceptuales y operaciones: son pautas de acción y sentido, pero no necesariamente
se corresponden con las reglas y normas de acción (ibid.: 103). Dice Cervantes:
-23-
Según plantea Bourdieu, el habitus es cultura interiorizada en forma de disposiciones para la
acción. Es generador de prácticas y a su vez las regula a través de un cierto “sentido común”
o actitud práctica no consciente que reactiva el sentido, objetivado en las instituciones, o sea,
las estructuras sociales. Es de esta manera que el habitus propicia la cohesión de individuos
dentro de algún campo específico o “gran esquema ordenador” [García Canclini 1984: 17]
que acorta la distancia entre el hombre y la sociedad.
Uno de los aspectos fundamentales del habitus es que remite a una forma activa de interiori-
zación de estructuras en el individuo, la cual simultáneamente fortalece la capacidad estruc-
turante de las relaciones sociales y la autonomía de los grupos. De esta manera se presenta
una vía para superar causalidades mecanicistas y “eludir el realismo de la estructura” [Bour-
Hans Stange y Claudio Salinas

dieu 1991: 92]. Esta interpretación del vínculo entre hombre-sociedad replantea la visión de
la historia y de la acción del hombre (ibid.: 104).
El habitus operaría a la manera de un repertorio de “adjudicaciones” de sentido, tanto en el
nivel de las prácticas cotidianas como en el nivel de los relatos, mitos y discursos explicativos.
De la misma forma, al percibir las prácticas sociales como esquemas de relación –en este caso,
al interior del “campo periodístico” –admite que estas prácticas comporten cierta autonomía y
lógica interna por el hecho de corresponder a la esfera de un campo determinado, a la vez que
comprende que estén determinadas por factores externos debido a su naturaleza relacional. Por
último, supone que estas prácticas manifiestan los criterios y valores a partir de los cuales se ha
constituido el campo en que se inscriben, por lo que, a pesar de su carácter intemporal o recursi-
vo, es posible pesquisar en ellas las huellas del trayecto histórico de su producción.
Esta condición “difusa” del concepto de habitus lo convierte en un término complejo al cual
es difícil asignar categorizaciones analíticas rígidas. Cervantes es enfática en advertir que el ha-
bitus no supone la incorporación conciente y programada de reglas sociales en ciertas prácticas;
al contrario, es espontáneo, pero no por eso carente de una lógica propia que define como la
mantención de “una relación dialéctica entre la interiorización de estructuras y la generación
de la historia” (ibid.: 105). Esta lógica proporciona un “mundo de sentido común” que provee a
los sujetos tanto de ciertos sentidos subjetivos, como de un sentido práctico consensuado sobre
su hacer.
Respecto a la aplicación de la noción de habitus para el estudio de las rutinas de prensa, Cer-
vantes dice:
(…) ¿cómo es que los periodistas aprenden a producir cierto tipo de saber sobre la realidad?
En gran medida, a través de procesos de socialización que tienen lugar tanto al interior de la
empresa como de las instituciones que operan como fuentes. Esto facilita que los periodistas
se apropien de esquemas de disposiciones duraderas -habitus- que les permiten desenvolver-
se de acuerdo con parámetros consensuados, en el ámbito de la generación de noticias (ibid.:
106).
A partir de estas propuestas, Cervantes revisa los aportes del newsmaking –comentando prác-
ticamente la misma literatura aquí tratada –a la luz de la teoría de campos. Así, cuestiones como
la relación periodista-fuente, las tareas de gatekeeper, la cultura organizacional o los mecanismos
de socialización son comprendidos desde la óptica del habitus. Por este medio, Cervantes descri-
be el habitus periodístico a partir de una doble condición objetiva y subjetiva: por un lado, define
las relaciones que el periodista, a través de sus prácticas, establece con los demás componentes
de su campo profesional (incluyendo públicos, avisadores, etc.); por otro lado, describe el peso
que las configuraciones institucionales, históricas y sociales ejercen sobre la naturaleza de esas
mismas relaciones. A partir de esto, el habitus (rutina) periodístico puede concebirse como un
término relacional estructurado a la vez que estructurante, objetivante y objetivo, del proceso de
-24- producción de noticias y del campo profesional mismo (ibid.: 108-117).
Rutinas Periodísticas

IV. Rutinas de prensa: una práctica discursiva, un discurso como


práctica 

Si pudiéramos consolidar una aproximación al concepto de rutina, en toda su complejidad,


diríamos algo como lo siguiente: la rutina es una práctica internalizada e institucionalizada. Por
ello, está históricamente determinada y situada en relación a los marcos políticos, sociales y eco-
nómicos en los que se realiza. Lo anterior supone que la práctica es autoexplicativa, en constante
modificación –o ajuste –según los cambios de estos marcos pero, a la vez, preserva un núcleo
invariable, transhistórico, de carácter material, que le otorga coherencia, lógica propia y cierta
identidad. La rutina incorpora prácticas contradictorias entre sí, en un marco comprensivo que
dota de sentido a estas contradicciones sin alterar en lo sustancial la relación entre este tipo de
práctica social con las lógicas y racionalidades a las que, en última instancia, se debe. Es esta
doble condición la que permite referir la rutina al mismo tiempo como una práctica cotidiana
constitutiva y constituyente: operación, cultura, sentido común y mito/modelo a la vez.
Sin embargo, aún parece necesario referirse un poco más al carácter material de la rutina
periodística y su relación con el discurso mediático. La oposición entre ambas dimensiones, con-
sagrada en parte por las distinciones hechas por la sociología de los medios, es criticable no sólo
desde el argumento sobre la naturaleza discursiva de la misma práctica periodística –se ha in-
sistido en el peso de los elementos valorativos, míticos e ideológicos operantes en la rutina –sino
también desde el argumento sobre la naturaleza misma de los discursos sociales. Desde una
perspectiva crítica, la conformación de un discurso no es autónoma respecto a las condiciones
sociales en que se origina, emplea y desarrolla. Como señala Mauro Wolf: “Las exigencias orga-
nizativo-estructurales y las características técnico-expresivas propias de todo medio de comuni-
cación de masas son elementos cruciales para determinar la representación de la realidad social
ofrecida por los media” (1987: 211). Por supuesto, esto no significa afirmar el criterio opuesto,
de sesgo materialista, que determinaría el fenómeno completo del discurso a sus condiciones de
producción económica. Nuevamente, la teoría de campos provee de un lugar complejo y abierto,
consistente con la noción de habitus, a partir del cual pensar la cuestión.
Bourdieu entiende el campo como un “sistema de producción” (2002: 14) de bienes simbóli-
cos, no reductible a un mercado u otra modalidad de producción material, pues se constituye
también a partir de las relaciones y valores tejidas en torno a estos bienes. De esta forma, el
campo se conforma a partir de un entramado de prácticas y relaciones materiales y simbólicas,
situadas según su lugar e interacción y no necesariamente a partir de atributos “naturales” pro-
pios. Dice Bourdieu:
La estructura del campo es un estado de la relación de fuerzas entre los agentes o las institu-
ciones que intervienen en la lucha o, si ustedes prefieren, de la distribución del capital especí- -25-
fico que ha sido acumulado durante luchas anteriores y que orienta las estrategias ulteriores
(ibid.: 120).
Tal definición ofrece al menos dos nuevas dimensiones a consideración. La primera de ellas
refiere a la historicidad de las relaciones y prácticas al interior del campo. Éstas se encuentran
históricamente situadas y, por tanto, el conjunto de rutinas que podemos percibir en una época
determinada lleva las huellas de las relaciones y prácticas establecidas en el pasado. Incluso si es-
tas operaciones estuvieran borroneadas o “difuminadas” por el paso del tiempo, la misma lógica
contemporánea al interior del campo daría cuenta de esta situación histórica de las prácticas, al
mismo tiempo que obliga a pensar estas últimas en términos diacrónicos, más aún, en tempos
“largos” por oposición a la instantaneidad que constantemente sugieren los relatos noticiosos.
Hans Stange y Claudio Salinas

La segunda consideración refiere a la idea de “estado” de las relaciones de fuerza al interior


del campo. Tal idea sugiere que estas relaciones no son estables, se encuentran en continua trans-
formación y adaptación y, por tanto, las prácticas y actores sociales que participan de ellas están
de la misma manera continuamente revisando su propia situación al interior del campo. Esto
supone que no todas las relaciones tienen el mismo grado, valor e intensidad cada vez, pero al
mismo tiempo, requieren de un elemento unificador que posibilite, en todo momento, la ocu-
rrencia de las relaciones y la interacción de prácticas y sujetos.
A partir de estas consideraciones, ¿de qué forma podrían articularse las prácticas materiales
de producción con las modalidades, géneros y formatos a través de los cuales se viste el discur-
so? ¿Cómo entender, desde la perspectiva de la práctica rutinaria, nociones como las de “media-
ción” o “semiosis social”?

-26-
Rutinas Periodísticas

V. Las rutinas de prensa y su relación con las estructuras de poder

No puede responderse a las preguntas precedentes sin considerar el espacio social en su com-
pletitud, en tanto marco en el cual se desarrolla el campo periodístico y se realizan sus rutinas
profesionales. En cierta forma, podría decirse, a este propósito, que una mediación es el marco
y objeto de las rutinas periodísticas, a la vez que su producto, o que las rutinas son el eje de las
condiciones de producción del proceso de semiosis. En cualquiera de estos casos, se reprodu-
ciría la vieja dicotomía entre práctica y discurso, subordinando en cada caso una a la otra. Más
pertinente parece entender el carácter material y discursivo de la rutina a partir de las relaciones
que, según cada dimensión, establece con otras formas de discurso (es decir, de práctica social),
con lo cual se vuelve necesario situar estas relaciones respecto a los marcos macro-estructurales
en que se inscriben: mercado, Estado, legislación, etc.
Dicho de otro modo: concebida la práctica periodística como una rutina, reconocidas sus di-
mensiones y múltiples aristas, falta aún poner estas complejidades en contexto. Este contexto no
se compone tan sólo de los “factores externos” a los que se aludía más arriba, sino también de
otros campos (académicos, políticos, culturales, etc.) con los que interactúa el campo periodístico
y, sobre todo, de otras lógicas y esquemas de interpretación que tengan incidencia en su juego
de relaciones de fuerza.
Un caso es el de las determinaciones jurídicas sobre el campo de acción de lo público. Sin
necesidad de definir la práctica misma del periodismo, las delimitaciones de lo que cabe enten-
der como “interés público”, las sanciones sobre privacidad e intimidad, la tipificación de usos
“delictivos” del discurso periodístico: todas estas prácticas sociales “jurídicas” tienen influencia,
aun de modo indirecto, en la conformación de las rutinas de prensa. Ambos campos –el jurídico
y el periodístico –establecerían entre sí relaciones, puesto que ambos actúan sobre realidades
sociales similares, y también conflictos, debido a los “destiempos” entre las lógicas de cada cual.
Como ejemplifican Otano y Sunkel (2003):
El cambio de régimen que se produjo a comienzos de los 90 implicó de hecho la deroga-
ción de un conjunto de normas jurídicas que limitaban severamente la libertad de expresión
durante el gobierno militar.  Pero no se generó un marco jurídico que garantizara la plena
vigencia de la libertad de expresión, subsistiendo en la actualidad un conjunto de normas
que limitan este derecho más allá de lo razonable en un sistema democrático.  Entre estas
podemos mencionar las Leyes de Desacato que son utilizadas cuando se afecta el prestigio de
autoridades e instituciones públicas; el uso y abuso de la prohibición de informar en algunas
investigaciones judiciales; y el delito de injuria y calumnia (2003: 1-2).
Otro caso es el de las relaciones entre campo periodístico y campo publicitario. En ambos es-
quemas de interpretación, el bien simbólico preferente es la información, y en ambos casos ésta -27-
se encuentra encubierta por alguna forma de mitificación: en el caso del primero, las prácticas
ligadas al “bien público”; en el caso del segundo, las prácticas ligadas a la “satisfacción” indi-
vidual. En ambos campos se aprecian lógicas de producción ligadas a la naturaleza económica
de sus actividades, aunque tales lógicas tienden a confrontarse cuando surgen discrepancias
respecto a los modos de representar la realidad. Dicen Otano y Sunkel:
En el ámbito económico destacan las presiones que ejercen dos tipos de agentes: los avisa-
dores y la clase empresarial. La presión económica es más invisible que las que ejercen los
actores políticos.  Y desde luego, a corto y largo plazo, mucho más eficaz. Existen diversas
formas de presión. Una primera se hace presente a través de la expectativa implícita de si-
Hans Stange y Claudio Salinas

lencio o de especial cuidado, por parte de los que invierten publicitariamente en los medios.
El poder de presión recae aquí en que un reportaje o una simple nota que incomode a una
empresa  que avisa en un medio, puede ser razón suficiente  para que sus ejecutivos cancelen
un sustancioso contrato (ibid.: 10).
A un nivel más estructural, el carácter de empresa de la mayoría de los medios de comunica-
ción implica la articulación de criterios, valores y prácticas ligadas a la gestión empresarial de
los medios con los factores ya descritos para la producción de la noticia. Tal articulación no se
expresa solamente, como ya se ha señalado, en la selección de determinadas fuentes o la consi-
deración de rating o niveles de ventas al momento de discriminar la noticiabilidad de las infor-
maciones: se expresa también en los ritmos impuestos a la estructura organizacional, los niveles
de jerarquización y autonomía de los puestos directivos o la percepción de los periodistas sobre
su propio trabajo. Nuevamente, todos estos aspectos incidirán, directa o indirectamente, en el
conjunto de prácticas y relaciones que completan la rutina de prensa, aunque no necesariamente
la transformen en un tipo de práctica distinta. La memoria de título de Alarcón y Bernal (2004),
a pesar de referirse al caso de un medio televisivo y no de prensa, es clara al manifestar cómo se
entremezclan criterios “periodísticos” y “financieros” en la gestión del medio, con el resultado
de modificaciones en la estructura organizacional, la pauta editorial y el tipo de prácticas rutina-
rias de los periodistas. Es notable el modo en que el texto iguala e integra ambos tipos de criterio
en –aparentemente –una sola lógica de producción:
La idea fundamental de Enrique García (nuevo Director Ejecutivo del canal [13] a la salida de
Jordán) y del Consejo Asesor era posicionar un nuevo estilo del canal, más cercano, abierto,
pluralista y que condujera a revertir las cifras en rojo y elevar el rating (2004: 95)
Nicolás Vergara establece que el equipo de editores se dio cuenta que había una nueva gene-
ración de periodistas muy buena, pero que estaba estancada. Por lo que sacaron mucha gente
antigua, haciendo una reingeniería muy grande, ya que además, había grandes iniquidades
de sueldos. Por lo que ordenaron el naipe y organizaron el noticiero con los dos bloques cen-
trales y además, sacaron el bloque deportivo, `ya que no tenía mucho contenido y tampoco
captaba rating`. (…) Empezamos a hacer algo tan sencillo como hacer noticias’ (ibid.: 102-
103)
De la misma forma, pueden describirse los encuentros y desencuentros evidentes en las re-
laciones entre el campo periodístico y otros campos de producción con los que directamente se
vincule (el campo de la enseñanza superior, el campo político, objeto preferente de los estudios
desde la perspectiva del newsmaking, etc.).
No es claro, sin embargo, que puedan comprenderse estas relaciones de la misma forma que
se entienden las relaciones de diversos actores al interior de un mismo campo, debido a que no
necesariamente estas relaciones entre campos se configuran bajo la modalidad del habitus. Por
otro lado, aceptar la incidencia de un nivel inter-campo en la configuración de las rutinas de
-28- prensa implica pensar que éste puede organizarse a partir de un patrón o esquema configurador
similar al habitus, pero distinto, pues lo que ponen en juego aquí las relaciones de fuerza no son
las prácticas cotidianas de producción de sentido sino las lógicas a partir de las cuales se traman
estas prácticas.
Otro concepto, entonces, puede ser de utilidad para entender esta articulación: la noción de
“racionalidad”, la cual podría entenderse como un meta-relato en acción. A diferencia de nocio-
nes como las de “concepción de mundo”, “paradigma” o ciertas versiones del término “ideolo-
gía”, la racionalidad supone que determinada interpretación de la realidad se produce en la arti-
culación de prácticas concretas que manifiestan su sentido, su tiempo y su modo. La racionalidad
es ideología puesta en acto, un ethos que dota, en un momento histórico determinado, de énfasis e
imágenes significativas al proceso de construcción de la realidad social. Las racionalidades supo-
Rutinas Periodísticas

nen definiciones sobre el modo en que estamos en el mundo y la manera en que significamos este
estar y nos relacionamos unos con otros. Por ello, ante todo establece una política de vida, social
e individual, que ofrece un marco al conjunto de nuestras prácticas y al conjunto de relaciones
entre ellas y entre los campos en que se inscriben. Es la racionalidad la que rige las relaciones de
fuerza entre mercado y Estado –aunque no defina por sí misma a ninguno de estos campos –o la
que determina los cruces o distancias entre juicios económicos y morales. Del mismo modo, es
la racionalidad la que dota de lógica y sentido las relaciones que el campo periodístico establece
con el mercado, el Estado, la ley y otras instituciones que son en sí mismas campos –estrategias
–de localización del sentido de lo real. Por lo tanto, preguntarse por la racionalidad que anima en
las rutinas de prensa sería, necesariamente, interrogarse por el lugar ético y político de la rutina,
que es finalmente el locus que la dotaría de sentido.

-29-
Rutinas de producción de informaciones de prensa en Chile 1975-2005

VI. Rutinas, ética, poder

La demanda ética hacia la práctica periodística suele limitarse a colegir la correspondencia


entre las operaciones materiales y cotidianas de los periodistas con algún tipo de “deber ser”
ideal y definido con independencia de estas prácticas. Cuando la correspondencia se produce,
tenemos un “buen” periodismo atento, independiente y fuerte. Cuando no se produce, reclama-
mos por su ausencia.
Este modelo ideal es, además, la vara con la que se mide la calidad de las rutinas y noticias,
por lo que se establece un doble vínculo entre el modelo ético-normativo y el conjunto de las
prácticas del periodismo. Sancionamos sobre la base de un continuo y constante ejercicio que
aspira a la verificación de aquél en éstas. Verificación, por supuesto, que nunca se produciría,
pero de la cual podemos estar más o menos “cerca”. La relación entre un modelo ético como este
y el mito del periodista “investigador” es evidente. Dice Ananías:
En medio de la sociedad contemporánea, donde la inmediatez de la noticia y la uniformidad
mediática juegan en contra de los periodistas, una salida es que dentro del mismo profesional
nazca la esencia del verdadero reportero, ese investigador insaciable y apasionado que no
tiene límites frente al descubrimiento de los hechos. (2003: 236).
Otano y Sunkel (2003) también establecen una relación directa entre las prácticas periodísticas
y ciertos valores éticos asociados a la profesión, entendiendo como “perversiones” los momen-
tos en que no se produce una correspondencia entre estos valores y las prácticas “reales”. Así,
emiten una serie de juicios sobre el uso de conferencias de prensa, informaciones de agencias,
comunicados oficiales, el empleo del off the record, etc. Dicen los autores:
El uso de frentes noticiosos estables es una práctica utilizada en muchos países. La perversión
en el nuestro consiste en el uso abusivo de los frentes, lo cual incita a quienes lo practican a
convidarse por ejemplo las cuñas y a intercambiar datos y antecedentes. Se trata de una per-
versión profesional por la cual los informadores, en lugar de competir, negocian entre ellos
(op. cit.: 4).
La conferencia de prensa es un mecanismo utilizado en todos los países. La perversión en el
nuestro consiste en que la información recibida se suele aceptar sin mayor investigación,  sin
búsqueda de fuentes alternativas, sin reconsideración de los hechos. Si el periodismo libre
implica la lucha contra la verdad oficial, la perversión aquí consiste en aceptar una verdad
prefabricada, puesto esto supone que la construcción de la realidad queda en manos de los
poderosos (ibid.: 5).
Ambas prácticas (el off the record y el secreto de fuente) son utilizadas en diversos países.  La
perversión en nuestro periodismo local  es aceptar como una práctica natural y habitual el
secreto de fuente.   En la medida que este significa “no digas que lo he dicho yo”, se fomenta -31-
la impunidad.  La fuente no se hace responsable por lo que dice con lo cual también se está
generando inseguridad en lo que el periodista dice o informa (…). La autorregulación es una
práctica extendida en muchos países del mundo, especialmente en aquellos que gozan de un
periodismo más saludable. La perversión en nuestro país está en confundir con frecuencia
la autorregulación con la autocensura, considerando el ejercicio de esta última como una
actitud natural y no reprobable. La autocensura supone un engaño a la propia conciencia,
porque implica considerar ciertas presiones externas como si hubiesen sido libremente esco-
gidas (ibid.: 6).
Es evidente, en este tipo de planteamientos, que la práctica concreta queda subordinada a la
materialización del modelo ideal. En este sentido, el modelo –los valores éticos –es independien-
Hans Stange y Claudio Salinas

te de la práctica, mientras ésta se concebiría totalmente dependiente. La pretensión de identidad


entre prácticas y valores aseguraría por sí misma la buena calidad informativa. Como dice So-
ria:
La legitimidad de las empresas informativas y de los informadores –su identidad –tiene una
estrecha relación con el deber profesional de informar. En este sentido, puede decirse que
la información no es el puro ejercicio de una libertad individual, ni un objeto susceptible de
apropiación a través del derecho de propiedad, ni tampoco un poder. La información es, an-
tes que nada y sobre todo, un deber (1989: 20).
Ser informador es, principalmente, una manera de ser. La personalidad propia de los in-
formadores estriba en su identificación con los fines de la información; en su criterio para
discernir la verdad; en el espíritu de libertad que les llevará a actuar siempre conforme a una
conciencia bien formada; y en su sentido de responsabilidad, para afrontar las consecuencias
de su actuación. Tiene razón, pues, Cronkite cuando subraya que la verdadera cualificación
de un periodista está en sus motivaciones (1989: 52).
En todos los casos, el discurso que acabamos de reseñar, tiene como eje la pregunta deonto-
lógica por la ética profesional de los periodistas y de los medios de comunicación: reclama y de-
nuncia por actuaciones que no se ajusten al “deber ser” del periodismo. Lo interesante es notar,
tal como hizo McQuail (op. cit.: 134 y ss.), que los valores éticos que rigen estas normativas no
provienen del campo del periodismo propiamente tal, sino de uno más amplio que incorpora
todas las prácticas, instituciones y actores ligados a lo que se ha llamado el “interés público”.
No es el periodismo el que se otorga pautas éticas: las asume desde el discurso político sobre lo
público y el interés general, el cual dictamina el valor social de la información y el rol político
del informador, aún cuando estos dictámenes estén en contradicción con las exigencias econó-
micas al trabajo periodístico y aun con la organización y los tiempos (siempre apremiantes) de
su producción.
Por otro lado, este reconocimiento nos sugiere pensar la práctica periodística como una prác-
tica de naturaleza política, como lo señala Max Weber (ref. XXX), lo cual supone someterla a
un nuevo tipo de determinación: la del desarrollo histórico de las estructuras y relaciones de
fuerza del campo político. La noción de “cuarto poder” o la concepción del periodista como
“publicista” cobran aquí inusitada literalidad. Sin embargo, tal determinación obliga también a
pensar que las lógicas que gobiernan las prácticas periodísticas estarían sometidas, a su vez, a
los vaivenes estructurales de los distintos regímenes políticos. De esta forma, no podría pensarse
que las condiciones, prácticas y relaciones de fuerza al interior del campo periodístico tengan la
misma situación y significación en contextos políticos diferentes, como por ejemplo un régimen
de libertades públicas, una dictadura militar o alguna de las diferentes modalidades de régimen
democrático. Sin embargo, el mito del periodista investigador, siempre autónomo, o al menos
percibido como tal, tiende a encubrir estas determinaciones, lo mismo que el ideal ético-norma-
tivo. Dicen Lagos et al.:
-32-
¿Es pertinente reclamar por este “deber ser” del periodismo durante periodos de excepción
política? La pregunta no se dirige al ámbito de la conducta moral que, como a cualquier per-
sona, incumbe también al periodista, sino al espacio que desde una ética profesional trata de
normar la responsabilidad que a éste le cabe –le cabría –en el manejo de la información y la
independencia que, idealmente, debiera exhibir respecto a presiones políticas y económicas
provenientes del Estado o de grupos de interés.
Lo anterior supone una concepción liberal de la prensa que arroga al periodista un cierto
“don” de objetividad que le permitiría instaurarse como un mediador entre la ciudadanía y
los poderes estatales y fácticos. Es la promesa del “Cuarto Poder”, enunciada ya en Locke,
Kant y Hegel, materializada –se nos dice – en casos como Watergate, por mencionar al más in-
Rutinas Periodísticas

signe. Tal concepción de la prensa define siempre su rol en relación al contexto sociopolítico,
en particular respecto a su papel en la formación de ciudadanos informados de las democra-
cias liberales. En estos contextos, el periodismo define su función de acuerdo a la realización
de ciertos derechos y libertades civiles (la libertad de expresión, de reunión, de libre empresa;
el derecho a la información, etc.), de las cuales el propio periodismo se vuelve a la vez conse-
cuencia y garantía (2008: s. l.).
Es claro, entonces, que la ineludible cuestión ética asociada a las prácticas periodísticas debe
ser pensada desde una perspectiva distinta al de su adscripción a un modelo ético-normativo,
aunque preservando el carácter político de esta interrogación. El investigador Mauro Wolf seña-
la que
fuentes, periodistas y público coexisten en un sistema que se parece más a tirar de la cuerda
que a un organismo funcional interrelacionado. El ‘tirar de la cuerda’ se resuelve siempre
con la fuerza: y las noticias son, entre otras cosas, el ejercicio del poder sobre la interpretación de la
realidad (1987: 255).
En un ejercicio como éste, es más relevante saber cuál es la forma predominante de produc-
ción de noticias en los diarios, los criterios, la toma de decisiones y las pautas con las que se
construye el discurso que el modelo ético ideal que debiera regirlo. La eticidad del periodismo
está en su práctica misma y en la naturaleza política de ésta. Agregan Lagos et al.:
Las rutinas periodísticas, de alguna manera, le devuelven a su producción la racionalidad de
su creación. Por el contrario, todo aquello que el mito calla queda en transparente evidencia.
A través de la observación de la presencia/ausencia de tal o cual conjunto de prácticas es posi-
ble interpelar al mito y, lo que es más importante, interpelar al periodismo sobre la operatoria
que utiliza para definir los hechos (ibid.: s. l.).
La eticidad de la rutina no consiste en su sometimiento a un imperativo moral sino en su
carácter político: en tanto práctica discursiva, es un “hacer” que se constituye en “interpre-
tación”. Una práctica de disputa por el sentido. Es regular, pero no fija; organizadora, pero
no exenta de conflicto; hegemónica y relativamente autónoma, pero no auto-determinada ni
indeterminada.

La rutina como racionalidad

Se ha señalado que la racionalidad es el modo en que se pueden comprender las relaciones


de fuerza entre campos de producción simbólica distintos (uno de los cuales es el periodismo); a
la vez, se ha dicho que este modo es una “ideología en acción”. ¿Qué significa esto? Como dice
Williams:
‘Ideología’ es un término indispensable en el análisis sociológico, pero el primer nivel de difi-
cultad reside en si se utiliza para definir: a) las creencias formales y conscientes de una clase -33-
o de otro grupo social, como en el uso común del término ‘ideológico’ para indicar principios
generales o posiciones teóricas o, como con frecuencia se hace, con resultados poco favora-
bles, para indicar los dogmas; o b) la visión de mundo o perspectiva general características de
una clase o de otro grupo social, que incluye creencias formales y conscientes, pero también
aptitudes, hábitos y sentimientos menos conscientes y formulados, e incluso presupuestos,
comportamientos y compromisos inconscientes (1994: 25).
La racionalidad no operaría bajo ninguna de estas dos modalidades por sí mismas, sino como
la expresión de ambas. En cierta forma, la racionalidad es la materialización, a través de distintas
prácticas sociales, significaciones y discursos, de un horizonte de sentido a partir del cual defi-
nimos nuestra manera de estar en el mundo. Adorno y Horkheimer (1970), de los primeros en
Hans Stange y Claudio Salinas

emplear sistemáticamente el término, entienden por “racionalidad” la expresión de cierta vo-


luntad de dominio del hombre sobre el mundo, voluntad que se realizaría su popósito mediante
el ejercicio de la razón. Esta racionalidad constituiría la lógica de desarrollo de toda la época
moderna y alentaría la creciente importancia de la tecnología, la ciencia y el mercado –en la
medida que constituyen tecnologías de dominio sobre la naturaleza –a la vez que un cierto ethos
social que promueve un sujeto activo, móvil y expansivo: el hombre moderno. Ambas lógicas, la
técnica y la subjetividad, conformarían la racionalidad moderna. Sin embargo, al adquirir esta
racionalidad una lógica de desarrollo propia –gracias al despliegue del capitalismo como mode-
lo económico y del liberalismo como modelo ideológico –e imponer sus términos a la totalidad
del sistema social, invierte el lugar del hombre en la relación de dominio y lo coloca a éste como
objeto de la dominación. La técnica, constituida en relación social, se transformaría en el eje de
esta nueva racionalidad instrumental y su ejercicio y dominio en la lógica que subyacería al con-
junto de las prácticas materiales y discursivas en las sociedades contemporáneas.
Foucault, por otra parte, entenderá esta racionalidad como una serie de mecanismos, discur-
sos y tecnologías diseñados y diseminados en la vida cotidiana. Sobre esto, dice Arancibia:
Se trata de una racionalidad cuyo orden discursivo ahora se vuelca enunciativa y performati-
vamente sobre la superficie de la vida. Con el estallido de microrelatos cotidianos se teje una
retícula significativa de la vida, que organiza y dispone un conjunto de sentidos permanente-
mente reconstruidos (2006: 43).
Foucault desarrolla sus ideas sobre la racionalidad (o las racionalidades) que animan la vida
cotidiana a través del estudio del liberalismo y de sus expresiones materiales en esferas como el
comercio, la acción del Estado e instituciones sociales como la cárcel o el manicomio. En general,
afirma que la racionalidad moderna actúa estableciendo mecanismos de control, de disciplina-
miento y de normalización sobre los cuerpos y las acciones cotidianas de los sujetos mediante
una serie de operaciones que ya no se despliegan solamente desde un campo político tradicio-
nal, sino desde una multiplicidad de campos distintos, desde el económico hasta el biológico,
que actúan como dispositivos (i.e. disposiciones) de esta racionalidad, “constituyendo un saber
y un conjunto de normas, criterios y racionalidades, que cristalizan una forma específica de po-
der, de prácticas y orden social” (Foucault, cit. ibid.: 44). De esta forma, las prácticas periodísticas
debieran entenderse no sólo sujetas a unas lógicas y a unas relaciones de fuerzas que ocurren
al interior del campo periodístico –y que pueden aprehenderse a través de la noción de habitus
como un esquema de estrategias e interpretaciones –sino también como formas de expresión de la
sociedad, organizadas según su modo de participar en la racionalidad misma. Devienen enton-
ces en “hitos” o huellas del dominio, del capital o de alguna otra estructura o institución social,
que demarcan interpretaciones sobre lo real, delimitan sus campos de acción y definen el modo
en que estas prácticas interactúan y “disputan” unas con otras.
En este nivel, la comprensión de la rutina como forma permite entender su lugar al interior
-34- de la racionalidad. La forma, dice Williams (1994), es la expresión de la relación entre prácticas
sociales y cambio social. El estudio de las formas de los productos culturales –en este caso, la
producción de la noticia –da cuenta de la ligazón entre prácticas (rutinas) y cambios sociales, a
la vez que la inclusión de una dimensión histórica en el análisis visibiliza los procesos de cons-
trucción de dicha unión.
Rutinas Periodísticas

VII. Sobre el estudio histórico de la rutina de prensa en Chile

Los estudios sobre producción de informaciones en el periodismo chileno suelen centrarse en


el análisis del contenido de las noticias o en el estudio del discurso (vid. CNTV, 1994 y ss.; Fuen-
zalida 1986 y ss.; Rozas, 1992 y ss.; Mar de Fontcubertá, 1998 y ss., Sunkel, 2006). Otros trabajos
también abordan la dimensión estructural de los programas informativos o sus marcos y con-
tenidos ideológicos manifiestos (vid. Dorfman y Mattelart, 1971; Durán, 1973, 1995; Munizaga,
1976 y ss.; Sunkel, 1980 y ss.). Por último, se estudian las condiciones y elementos del mercado de
la información, además de las implicaciones éticas en el ejercicio profesional (Portales, 1980; Por-
tales y Sunkel, 1998; Sunkel y Geoffroy, 2002; Otano y Sunkel, 2003; Corrales y Sandoval, 2005).
De hecho, podemos establecer al menos dos instancias en el camino recorrido. En un primer
momento, la centralidad la tienen los medios y mensajes, su poder para afectar la conducta o
pensamientos del receptor, de manipularlo, enajenarlo inclusive. Un segundo momento tomará
en cuenta el polo de la recepción, como lugar activo y determinante del proceso de apropiación.
El interés se desplaza de “lo que hacen los medios a la gente” a “lo que hace la gente con los
medios”. Se trata de un giro: de los medios a las mediaciones.
Sin embargo, es escasa la literatura sobre las prácticas periodísticas que producen la informa-
ción, enfocadas tanto en la toma de decisiones como en las operaciones de producción periodís-
tica. Poco se conoce, por tanto, de la incidencia que tienen en la producción de noticias los “hábi-
tos” de los profesionales, los criterios y prejuicios de los periodistas, los procedimientos diarios,
los recursos técnicos reales de un determinado medio, su presupuesto o los factores editoriales.
En pocas palabras, al estudio de las noticias, su circulación y recepción, no complementa ningún
estudio acabado de sus condiciones de producción.
Tal estudio de las rutinas de prensa estaría obligado a considerar, tal como se ha visto más
arriba, al menos dos cuestiones: primero, que la rutina es una práctica material de naturaleza
discursiva; segundo, que su estudio requiere una perspectiva histórica y crítica, para evitar las
totalizaciones conceptuales sociológicas y las simplificaciones funcionales al carácter operatorio
de la rutina. Dice McQuail:
La mayor parte de la investigación parece indicar que los medios no traicionan en forma bur-
da la promesa de una prensa libre en una sociedad abierta, sino que están incorporados, en
gran medida, a las rutinas de los procesos económicos y políticos.
(…) A pesar de los magros resultados de la investigación (por ejemplo, la falta de resultados
claros en la determinación del impacto en las condiciones monopólicas), se ha elaborado
una cantidad de conceptos e indicadores útiles que podrían adaptarse a los distintos tipos y
formatos de medios y a otras situaciones conflictivas. Existe un potencial para la investiga-
ción comparativa entre distintos períodos y distintos países, que hasta ahora apenas ha sido -35-
aprovechado (op. cit.: 208-209).
Tal demanda por enriquecer las perspectivas del estudio empírico de las rutinas de produc-
ción de noticias mediante una aproximación histórica al problema puede ser satisfecha, efectiva-
mente, incorporando a la investigación las nociones de campo y habitus. Dice Cervantes:
Uno de los aspectos fundamentales del habitus es que remite a una forma activa de interiori-
zación de estructuras en el individuo, la cual simultáneamente fortalece la capacidad estruc-
turante de las relaciones sociales y la autonomía de los grupos. De esta manera se presenta
una vía para superar causalidades mecanicistas y “eludir el realismo de la estructura” [Bour-
dieu 1991: 92]. Esta interpretación del vínculo entre hombre-sociedad replantea la visión de
la historia y de la acción del hombre (1995: 104).
Hans Stange y Claudio Salinas

Agrega Bourdieu, cit. en Cervantes:


Como historia incorporada, hecha naturaleza y, por lo tanto, olvidada en cuanto tal, el habi-
tus es la presencia activa de todo el pasado del cual es producto: por consiguiente, es aquello
que confiere a las prácticas su relativa independencia con respecto a las determinaciones
externas del presente inmediato. Es la autonomía del pasado actuado y actuante que al fun-
cionar como capital acumulado, produce la historia a partir de la historia, asegurando de este
modo la permanencia en el cambio que constituye el agente individual como mundo en el
mundo (ibid.).
Asimismo, la incorporación de una mirada crítica a este trabajo provee los aparatajes para
entender, más allá de la evidencia de la materialidad de las rutinas de prensa y de su funcio-
nalidad, más allá también de la complejidad de la idea de habitus, el papel que la rutina
cumple en el seno de las estructuras y prácticas sociales que articulan los distintos campos
de poder, las formas de saber y las expresiones de las actuales racionalidades operantes,
otorgando pleno sentido al análisis de estas prácticas.

Aproximaciones metodológicas

Un estudio de este tipo debiera atender a las siguientes consideraciones:


1. Siendo la rutina una práctica discursiva e histórica, de la cual casi no hay estudios
en el medio nacional, su investigación debería considerar como punto de partida el
discurso periodístico; en particular, las huellas que en él deja el proceso de su produc-
ción.
2. Considerando la rutina una práctica internalizada, su estudio en el discurso de la
prensa debería atender menos a la presencia o descripción de las prácticas que apare-
cen en su contenido de manera manifiesta y más a aquellos elementos que la descri-
ben por negatividad. Es decir, la rutina aparecería en el discurso en aquellos puntos
en los que éste la ha olvidado, la ha borroneado o la vuelve implícita. De esto se des-
prende que la operación analítica para recuperar la rutina es, sobre todo, un proceso
de reconstrucción de la producción a través del discurso.
3. Considerando la rutina una práctica institucionalizada, debe entenderse que ésta no
representa las operatorias de sujetos aislados o individuos en condiciones de total
autonomía: su producción responde a requerimientos y hábitos institucionales, a nor-
mas sociales y culturales profesionales ampliamente compartidas y aceptadas. Por
lo tanto, la rutina, en cuanto tal, lleva la marca de la institución en su proceso de
producción, es la inscripción de cierta “burocracia” periodística. Desde la perspec-
-36- tiva analítica, esto supone atender preferentemente a las huellas más impersonales y
recurrentes halladas en el discurso.
4. Considerando la rutina como una práctica autodeterminada, su estudio debe aspirar a
describir sus lógicas de producción propias: los modos en que los distintos momentos
y procesos se relacionan, la manera en que se articulan prácticas, jerarquías y valores
e incluso la forma en que la realidad material de la rutina “dialoga” con los mitos y
percepciones profesionales que le dan una imagen. De esto se desprende la necesi-
dad de indagar en aquellas marcas y huellas en las que, reflexivamente, la rutina ha
predicado sobre sí misma visibilizándose en el discurso, lo mismo que a manuales de
Rutinas Periodísticas

prensa, códigos de ética, manuales de estilo y otros textos que, desde posiciones mo-
délicas, proveen igualmente de cierta concepción de la práctica periodística.
5. Considerando, también, la rutina como una práctica determinada por factores so-
ciales, políticos, económicos y culturales que conforman también el campo periodís-
tico, no debe olvidarse el hecho de que el discurso periodístico no es autónomo –no
constituye un texto cerrado –sino que comporta en sí las marcas de las condiciones
sociales en las que fue producido. Estas condiciones lo son también de la rutina, por
lo que en las huellas de ésta en el discurso han de atisbarse también aquellas marcas.
Analíticamente, esto implicaría entrecruzar y correlacionar las características de las
operaciones inscritas en el discurso con los factores materiales que participan en el
proceso de producción, entre los cuales se incluye desde la innovación tecnológica
hasta las condiciones laborales.
6. Considerando la rutina como una práctica social, debe atenderse a que en ella se ma-
nifiestan también las relaciones y tensiones que el campo periodístico sostiene con
otros campos como el político, el económico, el Estado, el mundo privado, etc. En
este sentido, debe evitarse el asumir criterios deterministas para su estudio, como
el de percibirla condicionada de manera directa y unívoca a la realidad del mercado
de medios, a marcos éticos o jurídicos, a juicios sobre el “deber ser” o a lineamientos
ideológicos. Siendo la rutina afecta a todas estas determinantes, el hecho de articu-
larse en torno a lógicas de producción con relativa autonomía y estabilidad a lo largo
del tiempo puede producir, en efecto, que algunos elementos del proceso de produc-
ción de noticias esté en contradicción con estas otras determinaciones. Desde el punto
de vista del análisis, la presencia de estas contradicciones implicaría un esfuerzo por
comprender de manera compleja las relaciones y articulaciones entre las rutinas y las
demás prácticas sociales más allá de interpretaciones mecanicistas, lineales o causales
de los procesos sociales. Es decir, se exige al estudio de las rutinas el intento por dar
cuenta del lugar social que éstas ocupan en el conjunto de las prácticas a partir de las
cuales se produce realidad.
7. Considerando la rutina como expresión de relaciones sociales, debe atenderse a que
ésta comporta un doble carácter respecto a la producción de realidad y la articulación
de vida social: es al mismo tiempo constituida y constituyente del proceso de pro-
ducción de noticias; y opera, a la vez, en niveles distintos en los que es posible per-
cibirla como mera operación, como eje de una cultura profesional, como una forma
de sentido común, como un esquema de prácticas sociales estratégicas, como objeto
de discurso, mito o modelo. Cada uno de estos niveles son complementarios y se
comprenden sólo en su interrelación. De esta forma, se exige al analista una actitud
comprensiva y flexible de frente al estudio, cuyo propósito, dadas las condiciones -37-
expuestas, debe apuntar a comprender la situación de la rutina en relación a otras
expresiones de la racionalidad operante y, en particular, a advertir los componentes y
potenciales políticos de su realización.
Estas consideraciones implican la imposibilidad de un trabajo sincrónico y/o cuantitativo me-
ramente, a riesgo de perder alguna de las perspectivas complejas involucradas en su proceso.
Por ello, parece recomendable un estudio de múltiples entradas al problema, acotadas cada una
pero comprensivas en su conjunto, en cuyo diálogo se produzca una imagen apropiada de las
características e implicancias del proceso rutinario de producción de informaciones. Estas en-
Hans Stange y Claudio Salinas

tradas debieran aplicarse a objetos (discursos periodísticos) históricamente situados y determi-


nados, entendiendo las marcas que en ellos deja la rutina como evidencia de la operatoria y a
la vez como estrategia de interpretación, i.e. como estrategia de producción de la realidad en sí
misma.
De un modo preliminar, al menos tres entradas aparecen como necesarias:
I. El estudio de las huellas “objetivas” de la rutina en las notas de prensa y en el discurso
de los periódicos. Esta entrada permitiría una caracterización de las operaciones más
formales y evidentes (la relación con fuentes, los criterios de selección, etc.), así como
ofrecería un modo de evaluar el grado de estandarización, homogeneidad y rutinización
en el proceso, en un mismo medio o en un mercado completo, y a lo largo de distintos
periodos. Por otro lado, los resultados permitirían conocer en parte el nivel de institucio-
nalización de las prácticas y, sólo en parte, describirían sus relaciones con otros campos
de producción simbólica.
II. El estudio de las huellas “subjetivas” de la rutina de prensa en la percepción de los pro-
pios periodistas. En la posibilidad de capturar un discurso sobre el hacer mismo, toman-
do las precauciones necesarias respecto al grado de subjetividad de los discursos de los
profesionales de la prensa, esta indagación permitiría evaluar los niveles de naturaliza-
ción de la rutina, los valores y criterios profesionales que la componen, su relación con
prácticas laborales y condiciones de trabajo, además de percibir, en forma operante, su
relación con los relatos míticos y éticos de la profesión.
III. El estudio de las huellas “objetivas” y “subjetivas” de la rutina en el campo social. Esta
entrada permitiría extrapolar los análisis realizados fuera del campo periodístico, per-
cibiendo las relaciones entre las rutinas y otras prácticas sociales de otros campos cul-
turales. Adicionalmente, permitiría situar la rutina en relación al circuito completo de
producción social de realidad, entendiendo su participación en los dispositivos y meca-
nismos de poder, en el imaginario social y en la estructura económica de nuestro país.
Esta última etapa supone, como propósito general, un debate triple a partir de la rutina:
sobre el concepto (qué se entiende por el “hacer” del periodista); sobre el objeto (qué
aprehendemos sobre este “hacer”); y sobre el campo (qué hacemos con lo que significa
este “hacer”).

-38-
Rutinas Periodísticas

Referencias bibliográficas

Libros

• Adorno, Th. y Horkheimer, M. (1970). Dialéctica del Iluminismo. Buenos Aires: Sur.
• Alsina, R. (1989). La construcción de la noticia. Barcelona: Paidós.
• Arancibia, J. P. (2006). Comunicación política. Fragmentos para una genealogía de la mediatización
en Chile. Santiago de Chile: Arcis.
• Bettetini, G. y Fumagalli, A. (2001). Lo que queda de los medios. Navarra: EUNSA.
• Bezunartea, O.; Coca, C. y Diezhandino, M. P. (1994). La elite de los periodistas: cómo son, qué
pien san, de qué forma entienden la profesión, quién les presiona y cuáles son las aficiones de los perio-
distas más importantes de España. Bilbao: Universidad del País Vasco-Universidad Andrés
Bello.
• Bohjere, G. (1985). Profesión: periodista. Un estudio de los periodistas como trabajadores. Ginebra:
OIT.
• Bourdieu, P. (2002). Campo de poder, campo intelectual. Itinerario de un concepto. Lugar: Montres-
sor.
• Bustamante, E.; Prado, E. y Villafañe, J. (1987). Fabricar noticias. Las rutinas productivas en radio
y televisión. Barcelona: Mitre.
• Cómo trabajan los periodistas latinoamericanos. (2005). Programa sobre Medios de Comunica-
ción y Democracia en America Latina. Fundación Konrad Adenauer e Instituto Prensa y So-
ciedad.
• Fishman, M. (1983). La fábrica de las noticias. Buenos Aires: Tres Tigres.
• Gomis, L. (1991). Teoría del periodismo. Cómo se forma el presente. Barcelona: Paidós.
• Habermas, J. (1981). Teoría y crítica de la opinión pública. Barcelona: Siglo XXI.
• Hohenberg, J. (1962). El periodista profesional. Ciudad de México: Ed. Letras.
• Lippmann, W. (1965). Public Opinnion. New York: McMillan.
• López, M. (1995). Cómo se trabajan las noticias. Barcelona: Paidós.
• Majul, L. (1999). Periodistas. Qué piensan y qué hacen los que deciden en los medios. Buenos Aires:
Sudamericana.
• Martín-Barbero, J. (1991). De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía.
Ciudad de México: Gustavo Gili.
• Martini, S. (2000). Periodismo, noticia y noticiabilidad. Buenos Aires: Norma.
• McQuail, D. (1998). La acción de los medios. Los medios de comunicación y el interés público. Bue-
nos Aires: Amorrurtu.
• Mencher, M. (1993). Basic media writing. Wisconsin: WCB Brown.
• Peterson, T.; Schramm, W. y Siebert, F. S. (1956). Four theories of the press. Chicago: Illinois -39-
University Press.
• Reyes Matta, F., comp. (1986). Crítica y autocrítica en el periodismo joven. Santiago de Chile:
ILET.
• Soria, C. (1989). La crisis de identidad del periodista. Barcelona: Mitre.
• Strentz, H. (1983). Periodistas y fuentes informativas. Buenos Aires: Marymar.
• Sunkel, G. (2006). Narrativas periodísticas y escándalos políticos. Santiago de Chile: ICEI.
• Taylor, R. y Teel, L. (1985). Sala de redacción. Una introducción al periodismo. Ciudad de México:
Gernika.
• Tuchman, G. (1983). La producción de la noticia. Estudio sobre la construcción social de la realidad.
Ciudad de México: Gustavo Gili.
Hans Stange y Claudio Salinas

• Weber, M. (1998). El político y el científico. Madrid: Alianza.


• Williams, R. (1994). Sociología de la Cultura. Barcelona: Paidós.
• Wolf, M. (1987). La investigación de la comunicación de masas. Crítica y perspectivas. Barcelona:
Paidós.
• Wolton, D. (1998). El nuevo espacio público. Barcelona: Gedisa.

Artículos en revistas y compilaciones

• Arroyave, J. y Blanco, I. (2005). “Cómo perciben los periodistas su profesión: entre el agota-
miento y la fascinación”. Revista Investigación y Desarrollo Vol. 13 Nº 2. Universidad de Mia-
mi.
• Breed, W. (1972). “Social control in the newsroom”. Schramm, W. (ed.). Mass communications:
a book of readings. Lugar: University of Illinois Press.
• Cervantes, C. (1995). “¿De qué se constituye el habitus en la práctica periodística?”. Revista
Comunicación y Sociedad Nº 24. Universidad de Guadalajara.
• __________ (2001). “La sociología de las noticias y el enfoque Agenda-setting”. Revista Con-
vergencia Nº 24. Editor.
• Hernández, M. E. (1997). “La sociología de la producción de noticias. Hacia un nuevo campo
de investigación en México”. Revista Comunicación y Sociedad Nº 30. Universidad de Guada-
lajara.
• Lagos, C.; Salinas, C. y Stange, H. (2008). “El diario de Agustín. El involucramiento de El
Mercurio durante la dictadura militar chilena (1973-1990): un estudio de casos”. Cañizales,
A. (comp.). Transformaciones sociopolíticas de América Latina. Una mirada desde la comunicación
política. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello-ALAIC.
• Lester, M. y Molotch, H. (1974). “Las noticias como conducta intencionada: sobre el uso es-
tratégico de los acontecimientos rutinarios, los accidentes y los escándalos”. American Socio-
logical Review Vol. 39 Nº X. University of California.
• Otano, R. y Sunkel, G. (2003). “Libertad de los periodistas en los medios”. Revista Comunica-
ción y Medios Nº 14. Universidad de Chile.
• Ramírez, P. (1995). “Rutinas periodísticas en los medios chilenos: una transición incompleta”.
Cuadernos de Información Nº 10. Pontificia Universidad Católica de Chile.
• Salinas, C. (2008). “El Plan Z: el periodismo no ha tenido lugar”. Lagos, C. (comp.). El
diario de Agustín. Santiago de Chile: LOM.
• Schlesinger, Ph. (1992). “Repensando la sociología del periodismo: estrategias de las fuentes
y límites del centralismo en los medios”. Estudios sobre las Culturas Contemporáneas Vol. 4 Nº
14. Universidad de Colima.
• Stange, H. (2008). “El silencio es la pauta”. Lagos, C. (comp.). El diario de Agustín. San-
-40- tiago de Chile: LOM.
• Tuchman, G. (1999). “La objetividad como ritual estratégico: un análisis de las nociones de
objetividad de los periodistas”. Cuadernos de Información y Comunicación Nº 4. Universidad
Complutense de Madrid.
• Wolf, M. (1997). “Los emisores de noticias en la investigación sobre comunicación”. Revista
Zer Nº 3. Universidad de Navarra.
Rutinas Periodísticas

Tesis universitarias

• Aguilar, G. et al. (1997). Mecanismos de censura: investigación sobre los tipos de restricciones a la
libertad de expresión y de los sistemas utilizados por los periodistas para evadirlas. Memoria de título
de periodista. Dir.: E. Román. Universidad ARCIS.
• Alarcón, A. y Bernal, S. (2004). Adecuación en la línea editorial de Canal 13. Memoria de título de
periodista. Dir.: A. Cuadra. Universidad ARCIS.
• Ananía, F., et al. (2003). Rescatando al reportero. Memoria de título de periodista. Universidad
Diego Portales.
• Gronemeyer, M. E. (2002). Chilean journalists. Autonomy and independence blocked by conformism
and insecurity. Tesis doctoral de programa. Dir.: Ph. Meyer. University of North Carolina at
Chapel Hill.
• Jarroud, M. (2002). La fábrica santiaguina de noticias. Relaciones intrincadas de poder. Tesis de
título de periodista. Universidad ARCIS.
• Rojas, K.; Rojas, P. y Soto, P. (2002). Reportaje en profundidad en torno a los criterios, mecanismos
y estilos de trabajo que regulan la línea editorial de TVN. Tesis de título de periodista. Dir.: K.
Bohmer. Universidad ARCIS.
• Salazar, M. J.; Salinas, X. y Valdés, X. (1998). Los nuevos oficios del periodista: en el umbral del
tercer milenio. Memoria de título de periodista. Universidad Andrés Bello.
• Velasco, A. (1994). La ética de cada día. Criterios éticos en la resolución de la pauta diaria de El Mer-
curio y de Canal 13. Memoria de título de periodista. Universidad Diego Portales.

-41-

You might also like