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Objetivos.................................................................................................. 5
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6. El antigrupo.................................................................................... 55
6.1. Resistencias en el grupo........................................................ 56
6.1.1. Actividades grupales de distracción .......................... 56
6.1.2. Actividades grupales de evitación ............................. 57
6.2. Resistencias en el paciente ................................................... 59
6.2.1. Desviaciones del contrato ........................................ 59
6.2.2. Defensas disruptivas ............................................... 59
6.2.3. Defensas bloqueadoras ........................................... 60
Bibliografía ............................................................................................... 65
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INTRODUCCIÓN Es difícil plantear la evolución de los grupos de terapia en los últimos 30 años sin
enmarcarla en la evolución de los modelos conceptuales de abordaje de las drogo-
dependencias que se han desarrollado en el curso de estos años. Dado que no es
éste el espacio para analizar en profundidad dichos modelos, nos limitaremos a rea-
lizar una breve reseña de los aspectos que más han incidido en la evolución de las
terapias grupales.
Aunque en líneas generales todo el mundo está de acuerdo en considerar las dro-
godependencias como un fenómeno unitario, paradójicamente, se ha creado una
gran diversidad de equipos y equipamientos especializados en el tratamiento de
unos determinados tipos de drogodependencias en momentos concretos de su
curso evolutivo.
Si nos planteamos un análisis riguroso de los grupos de terapia, tenemos que ser
capaces de contestar a las siguientes cuestiones básicas:
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La utilización del grupo como técnica de tratamiento de las adicciones puede tener una justificación
desde diferentes disciplinas científicas: la sociológica, la filosófica y la psicológica.
Un concepto clave es el concepto de reunión. Tous explica que tan solo se puede pasar de la aglome-
ración al grupo mediante la reunión. Para él, el cambio de aglomeración a reunión se da cuando el indi-
viduo descubre al otro como un elemento similar a sí mismo. Sobre esta relación diádica se fomenta
la creación del grupo, mediante el progresivo descubrimiento de los otros y de las nuevas relaciones
diádicas.
Tous considera que el individuo tiene dificultades para ampliar sus relaciones diádicas y por eso es
necesaria la figura del monitor, que ayuda a los individuos a abrirse al conocimiento y a la búsqueda
de los otros. Tiene un aspecto práctico importante: la función del terapeuta como un elemento que faci-
lita la socialización de los miembros del grupo mediante procesos de identificación.
Una perspectiva sociológica diferente es la que ofrecía la discusión, en los años veinte, entre institu-
cionalistas e individualistas:
– Los institucionalistas consideran que el grupo existe independientemente de las personas que lo
constituyen.
– Los individualistas, en cambio, consideran el grupo como una abstracción realizada a partir de
sujetos, siendo los sujetos la única realidad a estudiar.
Esta discusión da lugar a la diferenciación entre: grupo psicológico (individualistas) y grupo sociológico
(institucionalistas). Ambos grupos se diferenciarían por que el psicológico sería simplemente un con-
texto social específico donde los individuos interactúan intensamente, mientras que el sociológico sería
una de las posibles formas de estructurar lo social. Por ello los institucionalistas diferencian entre
micro y macrosociología.
Una clasificación interesante de los grupos humanos es la que hace Anzieu. Él clasifica los grupos
humanos según:
– La estructuración.
– La duración.
– Cantidad de individuos.
– Creencias y normas.
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– Conciencia de metas.
– Acciones comunes.
Como resultado de la interacción de estos factores, Anzie habla de muchedumbre, banda, agrupa-
miento, grupo primario o pequeño y grupo secundario u organización.
• Muchedumbre
• Banda
– Estructuración: débil.
– Duración: de algunas horas a algunos meses.
– Tamaño: pequeño.
– Relaciones: búsqueda del semejante.
– Efectos sobre creencias: refuerzo.
– Conciencia de metas: mediana.
– Acciones comunes: espontáneas, pero poco importantes para el grupo.
• Agrupamiento
– Estructuración: mediana.
– Duración: de varias semanas a varios meses.
– Tamaño: pequeño, medio o grande.
– Relaciones: relaciones humanas superficiales.
– Efectos sobre creencias: mantenimiento.
– Conciencia de metas: de escasa a mediana.
– Acciones comunes: resistencia pasiva o acciones limitadas.
– Estructuración: elevada.
– Duración: de tres días a tres años.
– Tamaño: pequeño.
– Relaciones: relaciones humanas ricas.
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Sartre (citado por Anzieu) habla del grupo como una escisión del agrupamiento. El grupo proviene de
una aglomeración y corre el riesgo de recaer en ella. Para Sartre hacen falta tres condiciones para
pasar de aglomeración a grupo:
– Pasar de las comunicaciones indirectas a las directas (de unilaterales a bilaterales: con retroali-
mentación).
Y también según Sartre, una vez el grupo está constituido necesita dos tipos de condiciones para
sobrevivir:
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Esto pasaría tanto a un nivel arcaico como a un nivel político (Revolución francesa) en función de la pro-
gresiva madurez del individuo. El progreso social está representado por el pasaje del grupo social funda-
do por la autoridad del padre y la identificación con «el jefe», a la sociedad de hermanos, fundamentada
en la identificación mutua, la solidaridad, el compromiso recíproco de respetarse y ayudarse, así como la
renuncia al poder absoluto.
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Lewin crea la teoría de la psicología topológica, que define la noción de campo psicológico como el espa-
cio vital constituido por el individuo y el medio donde está situado. Lewin hace un progreso decisivo; con-
sidera al grupo como una totalidad dinámica que determina el comportamiento de los individuos que lo
componen: «es el campo de fuerzas donde se producen los fenómenos de influencia, de cohesión, de
normas, de tensión, de atracción, con unas valencias (positivas o negativas) y orientaciones hacia obje-
tos ("vectores")».
Todos estos fenómenos son diferentes de la psicología individual y sobre ellos versará la experimen-
tación. Su actividad y dinámica corresponde más a las interrelaciones del grupo con otros grupos (inter-
grupos) que a la interrelación entre los propios miembros.
Milton Blume (1949) estudió la aparición de los vínculos entre los miembros como una moral de grupo,
como un producto segregado por el propio grupo, que viene determinado por cuatro factores:
– Que cada miembro tenga tareas específicas necesarias para conseguir el objetivo.
Cartwirght y Zander sustituyen el concepto moral de grupo por el de cohesión grupal. La cohesión gru-
pal viene determinada por:
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• Estilo de liderazgo
AUTORITARIO
PATERNALISTA MAYORITARIO
LAISEZ-FAIRE DEMOCRÁTICO
LAISEZ-FAIRE
CON DISCUSIÓN
Hay dos características fundamentales en cada persona para valorar su capacidad de adaptación a un
grupo (sociabilidad):
Cartwight y Zander introducen el concepto de locomoción grupal para definir el movimiento del grupo en
el campo psicológico. Este movimiento se ve más influenciado por los estímulos exteriores al grupo que
por las interrelaciones intragrupales, según la escuela dinamicista. Éste es un hecho importante y dife-
rencial en relación con Moreno y las corrientes psicoanalíticas.
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Desde el punto de vista dinámico podemos concebir el grupo como un homeostato, cuya función es
resolver los sistemas de tensión a la que se ve sometido. Teóricamente habrá dos sistemas de tensión:
Hay pues dos sistemas de tensión: uno de trabajo y otro de supervivencia, siguiendo un modelo estric-
tamente biologicista.
El modelo dinamicista permite hablar de la energía grupal y clasificarla en función de su uso. La energía
total es la suma de la E utilizable y la E latente:
E = e + E1
e = em + ep
Este movimiento estará influido por muchos factores, uno de ellos son los objetivos grupales:
– Si estos objetivos son congruentes (objetivos de valencia positiva), aumenta la energía producti-
va, en detrimento de la energía de mantenimiento.
– Si los objetivos son poco pertinentes (valencia negativa), entonces el proceso será a la inversa:
gasto de energía de mantenimiento y poca utilización de la energía de producción.
De hecho se definen dos tipos de grupo: el de acción con predominio de energía de producción; y el
de conmemoración o (mundanos), donde predomina la energía de mantenimiento.
Para tener una valencia positiva los objetivos han de reunir tres características:
– Pertinencia.
– Claridad.
– Aceptación.
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Los dinamicistas las clasifican en relación con los objetivos del grupo en:
– Instrumentales (pertinentes).
Por lo que se refiere a la clarividencia, la comprensión de las comunicaciones en cada individuo ven-
drá modificada por el filtro y el halo. El filtro está constituido por el sistema inconsciente de valores
que impide recibir determinadas informaciones, limitando la capacidad de clarividencia. El halo o reso-
nancia simbólica puede ser una ventaja o un inconveniente para la clarividencia, ya que lo constituyen
las asociaciones personales que al individuo le sugieren las comunicaciones de otro.
Anzieu considera que el locutor facilitará la comunicación, si responde a las siguientes características:
– A nivel personal, ajustarse a los hechos y no a las opiniones, no juzgar, admitir otros puntos de
vista y evitar el egocentrismo.
– A nivel psicosociológico, definir claramente el rol y los objetivos propios, y definir claramente la
ventaja para los otros.
Los dinamicistas son los primeros en afirmar y demostrar que el grupo ejerce una presión en sus miem-
bros mediante lo que llaman normas de grupo. Estas normas son básicamente tácitas y no siempre
favorables. El individuo tiene dificultades para oponerse a las normas del grupo. Estas dificultades
dependen de la intensidad con que se manifiestan tres vectores:
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Los lewinianos hacen un planteamiento muy esquemático, diferenciando dos tipos de dependencia:
– La dependencia constitutiva: es la medida en que se necesitan los miembros del grupo para con-
seguir los objetivos.
– La dependencia de referencia: indica la importancia del grupo como elemento comparativo para
el paciente, como un punto de referencia que permite evaluar la propia conducta y actitudes com-
parándola con la de los otros.
Según Benne y Sheats, cada miembro puede ejercer más de un papel a la vez e ir alternando entre un
rol y otro a lo largo de la sesión. El líder puede hacer igual que el resto de los miembros del grupo.
– Roles individuales: dirigidos a la satisfacción de objetivos individuales y que ignoran los objetivos
grupales. Son nocivos para el grupo.
Los roles productivos y de mantenimiento van cambiando a medida que el grupo evoluciona; en cam-
bio, los roles individuales siempre son nocivos y, por lo tanto, se ha de intentar reducirlos.
• Roles productivos
– Innovador (iniciador-contribuyente).
– Informador.
– Opinante.
– Elaborador.
– Coordinador.
– Orientador.
– Crítico evaluador.
– Dinamizador.
– Técnico.
– Registrador.
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– Estimulador.
– Conciliador.
– Transigente.
– Canalizador.
– Comentarista.
– Seguidor.
• Roles individuales
– Agresor.
– Obstructor.
– Vanidoso.
– Confesante.
– Desinteresado.
– Dominador.
– Devaluador.
– Adulador y encubierto.
Guillermo Cohen, a partir de la división de las estructuras de grupo en autocrático, democrático, etc.,
decide que no se trata de estructuras diferentes, sino de momentos diferentes en la historia natural
del grupo. Así, él define cuatro estadios evolutivos grupales:
– El grupo aglutinado.
– El grupo posesivo.
– El grupo cohesivo.
– El grupo independiente.
Grupo aglutinado
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Grupo posesivo
Grupo cohesivo
Valores Seguridad
Riesgo de evolución al conservadurismo
Grupo independiente
Liderazgo Colegiado
Ideología Autogestión
Pertenencia implica responsabilidad
– Paternalistas.
– Fraternales.
• Terapias interpretativas:
Como primer analista, Grinberg y otros consideran fundamental esta clasificación porque la
interpretación no se centra en los individuos, sino en el grupo. De alguna forma se traslada
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la situación bipersonal analítica a una relación grupal de dos sentidos (grupo frente a tera-
peuta), siendo éste el marco de trabajo. Desde esta perspectiva, las contribuciones indivi-
duales son entendidas como emergentes grupales y, por tanto, como una consecuencia del
conjunto de la situación del grupo.
a) El conjunto de individuos que viven simultáneamente la situación real y los roles que las
fantasías inconscientes de los otros intentan imponer a cada uno de los integrantes.
b) Los individuos como partes yoicas de una totalidad: el grupo.
De hecho, las diferencias entre las diversas escuelas psicoanalíticas ortodoxas se basan
en si el enfoque es del grupo o en el grupo. Al final las diferencias son de porcentajes, por-
que tanto los unos y como los otros valoran los dos aspectos.
Bion (1980) habla de tres supuestos básicos que se diferencian y caracterizan por los tipos
de relación que establecen con el terapeuta, y se refiere al grupo como una totalidad:
a) Ataque y fuga. El grupo, en el supuesto básico de ataque y fuga, refleja o bien una huida
del trabajo psicológico que se supone que el grupo tendría que hacer o bien una acti-
tud agresiva hacia el terapeuta que intenta hacerlos trabajar.
b) Emparejamiento. En el caso del grupo de emparejamiento o esperanza mesiánica,
todo el grupo espera que una pareja del grupo de luz a una idea o un hecho que los
redimirá. Son entonces grupos centrados en el futuro, que ignoran al líder, al que dejan
en un lugar secundario.
c) Dependencia. Finalmente, en el supuesto básico de la dependencia, todo el grupo depen-
de del terapeuta omnipotente e idealizado que les concederá la curación cuando lo con-
sidere oportuno. La curación entonces se produce mágicamente, a partir de una actitud
pasiva del paciente que adora al terapeuta y esconde todos sus sentimientos hostiles
hacia él, así como todo aquello que cree que no sería bien visto por el terapeuta.
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Foulkes concibe un nuevo marco de referencia para la psicoterapia del grupo pequeño. Él creó un
nuevo lenguaje con el cual describir su experiencia y sus conceptos. Los conceptos psicoanalíticos como
inconsciente, transferencia, identificación, interpretación, etc., son aplicables a la situación de grupo,
pero también requieren una nueva lectura.
• Enfoque holístico
Foulkes toma este concepto de Goldstein (psicología de la Gestalt), afirmando que un todo orgánico
tiene una realidad mayor que la suma de sus partes.
• Actitud analítica
Es aquella que considera que todo lo que sucede lo hace dentro de un contexto; todo, sin excepción,
está allí para ser analizado.
• Comunicación
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• Matriz grupal
Concepto teórico para describir la red de comunicación subyacente en el grupo psicoterapéutico, que
permite el cambio del sujeto. La matriz es un fenómeno grupal específico, constituido por todas las rela-
ciones potenciales manifiestas y latentes que tienen lugar entre los miembros, transferidas o reales. Una
vez que la matriz se ha formado, la orientación que proporciona el conductor puede reducirse al mínimo.
• Aquí y ahora
En el grupoanálisis se hace un análisis centrado en el aquí y ahora; es decir, en las situaciones actuales
de conflicto de la vida real de los sujetos y en las que se da en el propio grupo mientras está reunido. El
allí y entonces es aceptado y explorado en relación constante con el aquí y ahora del grupo.
• Fenómeno espejo
Se define como el impacto de información que un sujeto recibe sobre sí mismo a través de las rela-
ciones e interacciones generadas en la dinámica grupal. La situación grupal ha sido comparada con un
vestíbulo de espejos, en el cual un individuo es confrontado con varios aspectos de su imagen corpo-
ral psicológica o física.
La situación grupal estimula en la fase inicial las identificaciones de espejo; y en una segunda fase
estimula una mayor autonomía e individuación.
• Transferencia
– Transferencia hacia el conductor, modelada según la neurosis de trasferencia propia del análisis.
– Transferencia hacia los pares del grupo, modelada según la neurosis familiar.
– Transferencia hacia el grupo como totalidad; en esta última transferencia el grupo simboliza la
figura materna preedípica (confianza básica).
• Resistencia
La resistencia del grupo se dirige contra la comunicación libre y no contra el inconsciente individual:
– La resistencia grupal: una forma de resistencia grupal es la lentitud de la primera hora; el grupo
debe constituirse cada vez que se reúne.
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• Interpretación
La interpretación se dirige a los bloqueos de la comunicación libre entre los integrantes del grupo. La
mejor interpretación en el grupo es la interacción espontánea:
– Interpretación triangular: un paciente al observar una interacción entre dos de sus compañeros
pude proponer una interpretación.
– Interpretación comparativa: en ciertas ocasiones el terapeuta compara dos o más individuos del
mismo grupo en sus semejanzas y diferencias.
Rogers es el padre de la psicología humanista. Él creó lo que se llama grupos de encuentro que obtu-
vieron un éxito considerable en los EE. UU. Hace una descripción poco rígida del proceso natural que vive
todo grupo terapéutico, y en él distingue las siguientes fases evolutivas:
– Etapa de rodeo: cuando el coordinador anuncia que no será directivo y todo el mundo se despista.
– Resquebrajamiento de fachadas.
Rogers prefiere hablar de facilitador antes que de terapeuta, y define las siguientes funciones, actitu-
des y actuaciones:
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– Tener prisa.
– Dirigir al grupo hacia objetivos previamente marcados.
– Centrarse en una sola estrategia; por ejemplo, atacar las defensas.
– Interpretar los motivos o causas de las conductas de los pacientes.
– Presentar las cosas como obligatorias.
– Mantenerse emocionalmente distante.
Para Berne es más adecuado hablar de tratamiento de grupo que de terapia de grupo. La expresión tra-
tamiento de grupo se refiere a tratamiento de pacientes psiquiátricos cuando el líder se reúne en un
lugar y un tiempo específicos con un número reducido de pacientes que no exceda de 8 a 10.
Berne diferencia, siguiendo la clasificación psicológica o estructural de Thomas, entre terapias represi-
vo-inspiracionales y terapias analíticas. A partir de aquí establece una clasificación dinámica o técnica
de las terapias grupales de tipo analítico:
– Análisis de grupo.
– psicoanálisis en el grupo.
– Análisis transaccional.
– Terapias existenciales.
Berne define el análisis transaccional grupal como una técnica que se ocupa directamente de las tran-
sacciones y series de transacciones manifiestas, tal como se dan en el decurso de una sesión de tera-
pia grupal. Cualquier concepción holista del grupo, que entiende el grupo como algo más que la suma de
sus miembros individuales, se deja absolutamente de lado como una cosa que no tiene importancia en
el progreso terapéutico. Tan sólo cuando el grupo obstaculiza el programa terapéutico se le hará caso.
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Berne considera que un grupo puede iniciarse siguiendo básicamente cuatro tipos de patrones, a los
que él llama juegos:
Esta clasificación tiene evidentes paralelismos con la de Bion, aunque Berne no lo reconoce. El segundo
se corresponde con el de ataque y fuga. El tercero se corresponde con el de dependencia. El cuatro se
corresponde con el de trabajo. El único que no coincide es el de emparejamiento.
Al hablar de dinámica grupal Berne se muestra mucho más cientifista que los otros autores. Así, consi-
dera necesarios instrumentos de registro de los fenómenos grupales, sin tener prejuicios para registrar
las sesiones con magnetófono. Plantea la necesidad de realizar seis tipos de registros escritos:
– Diagrama de asientos.
– Diagrama de autoridad.
– Diagrama estructural.
– Diagrama dinámico.
– Diagramas transaccionales.
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En este apartado nos centraremos en los grupos de alcohol ya que históricamente las técnicas grupa-
les en adicciones se aplicaron inicialmente en enfermos alcohólicos, aunque posteriormente se exten-
dió la aplicación de las técnicas grupales al resto de las adicciones.
A la hora de hablar de la evolución de los grupos en los últimos años, es necesario aclarar primero cómo
eran anteriormente. Si nos situamos a finales de la década de los setenta, los grupos para alcohólicos que
se constituían en aquel momento tenían –y ello es indudable– su modelo de partida en los Alcohólicos
Anónimos y en la llamada psicología social.
En relación con los grupos de alcohólicos anónimos existían similitudes pero también claras divergen-
cias. Como elementos comunes puede señalarse el hecho de que en ambos casos los grupos eran
abiertos, muy numerosos, sin límite temporal de asistencia y con participación activa del alcohólico
recuperado, con funciones a medio camino entre el coterapeuta y el líder.
Los elementos diferenciales principales los constituían la presencia del terapeuta como figura central,
la existencia de unos mínimos criterios de exclusión y la exigencia de la abstinencia como condición sine
qua non para poder ser miembro del grupo.
Estos años los grupos basaban su eficacia en los elementos gregarios, en el sentimiento de pertenencia
al grupo y en el aprendizaje de mensajes muy concretos y genéricos en relación con la dependencia alco-
hólica. Como lógica consecuencia, los grupos eran repetitivos, centrados en una serie de tópicos y poco
tolerantes con las opiniones divergentes. En cierta manera, pertenecer al grupo comportaba una adhe-
sión incondicional y la imposibilidad de expresar opiniones discordantes. El grupo era entendido como una
especie de curación mágica e indispensable, y con un cierto componente tiránico, ya que el mensaje que
se transmitía era la necesidad de seguir en el grupo toda la vida.
De hecho, en esos grupos uno de los elementos que más notablemente incidían en su dinámica era la
figura del alcohólico rehabilitado que, desde mi punto de vista, merece una especial atención.
• El alcohólico rehabilitado
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Es importante no olvidar que estas consideraciones hacen referencia a los alcohólicos que «militan» en los
grupos de terapia de una manera ambigua: al mismo tiempo son enfermos y terapeutas. Como enfermos
no se cansan de repetir que la recaída es posible, recaída que como terapeutas no se pueden permitir. Su
dependencia del grupo es frecuentemente la expresión de las dificultades subyacentes que no pueden tra-
bajar en el grupo, dado que su papel de «rehabilitados» no se lo permite.
Los terapeutas de grupo no disponían en los años setenta de modelos teóricos en los que basar su
praxis. Antes de 1980 sólo existían tres fuentes bibliográficas relevantes: las publicaciones sobre téc-
nicas grupales de orientación eminentemente psicoanalítica, los trabajos de la escuela dinamicista de
Kurt Lewin –centrados en el campo industrial– y, finalmente, las aportaciones de la psicología social.
El único objetivo claro y concreto era el mantenimiento de la abstinencia absoluta a bebidas alcohóli-
cas, aunque el mantenimiento de la abstinencia sea al mismo tiempo objetivo del grupo y condición
para pertenecer a él.
En aquella época el setting estaba determinado por la realidad asistencial. Se visitaba a muchos enfer-
mos en condiciones precarias y, por ese motivo, los grupos eran muy numerosos. Grupos masificados,
indicados a casi todos los pacientes, a excepción de psicóticos y oligofrénicos. Lamentablemente no dis-
ponemos de datos rigurosos respecto a la eficacia de aquellos grupos, aunque tenemos la experiencia
clínica de muchos enfermos rehabilitados que atribuyen a los grupos una gran parte de su recuperación.
El hecho de que, a pesar de la precariedad, el grupo se haya mostrado como un instrumento eficaz, ha
sido probablemente uno de los motores de progreso en las técnicas grupales.
La década de los ochenta supuso un avance importante en los aspectos teóricos de los grupos de alco-
hólicos.
Por una parte, se redefinieron los abordajes tipo Alcohólicos Anónimos bajo el concepto de grupos de
autoayuda (Robinson, 1980); y, por otra parte, se comenzaron a diferenciar diversos tipos de grupos
de alcohólicos: educativos, de insight, etc.
Probablemente, las mejores aportaciones teórico-prácticas son las de Vannicelli, Elder, Kinney, Blume
y, especialmente, Levine y Gallogly. Estos autores aportan elementos muy interesantes desde la pers-
pectiva teórica. Por primera vez se plantea la cuestión de cuáles son los posibles mecanismos de acción
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terapéutica del grupo, cuál es su utilidad y qué objetivos puede cubrir. También por primera vez, no se
habla de grupos de terapia en general, sino que se estudian específicamente los grupos de alcohólicos.
A continuación revisaremos breve y condensadamente las principales aportaciones de estos autores.
PRINCIPALES APORTACIONES
• Kinney y Leaton
– Reexperimentar el mundo de forma menos hostil, viendo a los demás como una posible
fuente de seguridad y fuerza.
– Reencontrarse con ellos mismos mediante la interacción con los demás.
– Disminución de los sentimientos de vergüenza e infravaloración.
– Alivio de los sentimientos de aislamiento.
– Efecto bumerán: los alcohólicos son más tolerantes con los demás que con ellos mismos.
El grupo facilita que esta tolerancia la proyecten sobre ellos.
• Levine
En la misma línea, Levine ofrece 7 respuestas posibles a la pregunta: ¿por qué son útiles los gru-
pos de alcohólicos?:
– Reducen la tendencia al escapismo (flee), que en los alcohólicos se expresa de tres formas:
drop out, negación y recaída.
– Permiten el insight después de verse a sí mismos reflejados en los demás, mediante un pro-
ceso de identificación.
– Situación del «aquí y ahora», donde se le puede ayudar a entender las reacciones inmediatas.
– Universalización vivida de sentimientos y reacciones: ver cómo los demás se sienten y reac-
cionan ayuda a los alcohólicos a aceptar más fácilmente sentimientos en ellos mismos.
– Es una demostración viva del tipo de nuevas conductas que son posibles a la hora de com-
probar cómo los otros miembros del grupo pueden abordar las situaciones dentro y fuera
del grupo con nuevas estrategias.
– El grupo es un lugar excelente donde experimentar nuevas conductas. Es un buen banco de
pruebas que permite cambios en la conducta que, frecuentemente, precederán incluso la
llegada de un auténtico insight.
– Ofrece un lugar donde dar salida a las necesidades de field dependence de los alcohólicos,
ayudándoles a contrarrestar la influencia del field social.
• Vannicelli
M. Vannicelli considera que la mayor parte de los profesionales están de acuerdo en que los gru-
pos ofrecen oportunidades únicas de:
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– Entender las propias actitudes ante el alcoholismo y las propias defensas contra la absti-
nencia (justificaciones del consumo), al confrontarlas con actitudes y defensas de los demás.
– Aprender a comunicar necesidades y sentimientos más directamente.
• Blume
Sheila Blume, en cambio, es más sucinta y reconoce sólo dos características específicas de los
alcohólicos que aconsejan la utilización de grupos:
También se ha llegado a un nivel de precisión razonable en la definición de los objetivos que se pue-
den alcanzar mediante el grupo.
• Levine
• Blume
a) Alcanzar la sobriedad.
b) Superar la negación. Negación que se da a dos niveles: primero, negación del proble-
ma con el alcohol; y, segundo, negación de la existencia de otros problemas aparte
del de la bebida.
c) Mantener y aumentar la motivación al tratamiento.
d) Reconocer e identificar sentimientos: tanto los sentimientos negativos que pueden ir
asociados a un desenlace de consumos alcohólicos, como los positivos, que suelen ser
difíciles de identificar en el momento en que están abstinentes y que, en cambio, serán
fundamentales en la reconstrucción de la autoestima.
e) Reconocimiento e identificación de los patrones de conducta relacionados con los con-
sumos alcohólicos.
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– Específicos (o individuales) que han de concretarse para cada individuo. Blume habla de los
siguientes:
Todos estos objetivos grupales necesariamente deben llevar detrás una base filosófica, ideológica, res-
pecto al papel que juega el terapeuta en el proceso de recuperación.
La mejor definición de esta base es probablemente la de Levine y Gallogly. El tipo de abordaje preco-
nizado por Levine es el llamado «self-convincing approach» que, en esencia, consiste en:
– Pensar que, si se facilita la discusión en el grupo, ellos mismos encontrarán mejores argumentos
contra el alcohol que cualquier terapeuta.
– Dejar que aparezcan las ansiedades referidas a las consecuencias de una posible recaída (who is
going to worry?). Dejar que sea el enfermo quien se preocupe.
Este enfoque presupone que los miembros del grupo han cubierto previamente una etapa educacional
e informativa en relación con el alcohol.
Levine deja claro que la aceptación de la propia dependencia (lo que nosotros describimos como «con-
ciencia de enfermedad») no es una condición previa para iniciar el tratamiento, sino que es una parte
integrante (un objetivo) del mismo.
GRUPOS TERAPÉUTICOS
Otro avance importante lo constituyen las clasificaciones de los grupos de alcohólicos. Frente a la idea de
un solo grupo para todos los alcohólicos, aparece la idea de diversos tipos de grupos para diversos tipos
de alcohólicos. Una clasificación sintética, que incluye la mayor parte de grupos descritos por los autores
que han publicado sobre grupos de alcohólicos, es la siguiente:
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GRUPOS TERAPÉUTICOS
Figura 2. Estos grupos se han descrito exclusivamente con pacientes y con pacientes y familiares conjuntamente.
CRITERIOS DE SELECCIÓN
Un último aspecto donde se evolucionó considerablemente fue en el terreno de las indicaciones y con-
traindicaciones de grupo. Mullan y Sangiuliano consideran los siguientes criterios de selección:
– Genéricos:
– Específicos:
Lamentablemente, no existen muchos pacientes que cumplan estos criterios y, en el caso de que lo
hicieran, sería lícito preguntarse si precisan psicoterapia grupal. Según Levine, después de una inter-
vención educativa o informativa, los alcohólicos pueden presentar tres evoluciones posibles:
– Abandonar el tratamiento.
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– Decir que lo entienden, pero dando evidencias a través de su propia conducta o actitudes de que
no es así.
Para Levine, los pacientes de los dos últimos apartados son los auténticos candidatos a grupo. En
otras palabras, el grupo sirve para adquirir conciencia de enfermedad. No se puede pedir que ya la ten-
gan antes de iniciar el tratamiento, ni se puede esperar que pacientes con afectación encefalopática
considerable obtengan beneficios de los grupos de terapia. La motivación para tratarse conlleva siem-
pre una combinación de disconformidad y esperanza:
Por lo tanto, no serán buenos candidatos a grupo aquellos alcohólicos que no experimenten niveles sig-
nificativos de disconformidad ni los que tengan pocas esperanzas objetivas de mejorar.
Kinney y Leaton insisten en que los grupos han de ser exclusivamente para alcohólicos. Creen que en
un grupo no restringido a alcohólicos se reproducirá el círculo patológico que previamente se había pro-
ducido en la familia: buenos consejos, proteccionismo, concentración de la atención en el paciente,
progresiva decepción y, finalmente, franca hostilidad hacia el alcohólico.
Levine está de acuerdo con estos criterios y plantea las indicaciones de grupo en función del tipo de
grupo. Sin plantear criterios de exclusión claros, considera que la existencia o no de una aceptación
previa de problemas con el alcohol constituirá la base a partir de la cual indicar grupo de insight o grupo
motivacional. Por otra parte, la capacidad de adquirir insight situacional marcaría el punto de corte
entre los grupos de insight interpersonal y los grupos para alcohólicos crónicos.
Los años noventa del siglo XX han comportado la consolidación de los cambios iniciados en la década
anterior y su enriquecimiento con las aportaciones de las técnicas motivacionales.
La teoría de Prochaska ha supuesto sin duda una aportación importante, al permitir entender que los pro-
cesos del cambio no son menospreciables, clarificando así a los terapeutas que desde que un paciente
se plantea cambiar hasta que se decide a intentarlo pueden pasar años. La decisión de cambiar, ade-
más, va a depender en muy buena medida del interés que el paciente tenga en ello; es decir, de lo moti-
vado que esté.
Desde esta perspectiva, el terapeuta de grupo está mucho más preocupado por identificar el estadio
del cambio en que el paciente se encuentra y en ayudarle a evolucionar desde su posición inicial, que
por convencer al enfermo de la necesidad urgente del cambio. Este modelo de abordaje encaja perfec-
tamente con el propuesto por Levine y generalizado en los años ochenta del siglo XX. Así, el terapeuta
de grupo no sólo se preocupa por identificar en qué momento se halla el paciente, sino que también
intenta saber en qué etapa se halla el grupo para adecuar sus intervenciones al ritmo que el grupo tole-
ra y requiere.
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De hecho, la mayor parte de estrategias propuestas para las entrevistas motivacionales son asimismo
válidas para conducir grupos según el modelo de Levine: preguntas abiertas, escucha reflexiva, suma-
rios cortos, generación de frases automotivacionales, etc. Todas estas estrategias, en definitiva, están
dirigidas a que el grupo confíe en sí mismo, para conseguir así el clima grupal adecuado para poten-
ciar los procesos personales de cambio frente al consumo de substancias adictivas.
• Según Levine
• Según Blume
– Generales:
a) Conseguir la sobriedad.
b) Superar la negación, que se da a dos niveles; primero negación del problema con el
alcohol y después negación de otros problemas aparte de la bebida.
c) Mantener y aumentar la motivación para seguir el tratamiento.
d) Reconocer e identificar sentimientos positivos y negativos.
f) Identificar los patrones de conducta relacionados con el consumo.
g) Nuevos sistemas para afrontar viejos problemas.
h) Desarrollar un plan de emergencia.
i) Disfrutar de la vida sin alcohol.
– Específicos (o individuales):
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Una vez expuestos los diferentes objetivos, es importante analizar por qué estos autores creen que el
grupo permite conseguir estos objetivos.
• Levine
– Reduce la tendencia al escapismo, que en los alcohólicos se expresa de tres formas: drop
out, negación y recaída.
– Facilita los procesos de identificación múltiple. Permite el insight después de verse a sí mis-
mos reflejados en los demás.
– Situación de ahora y aquí, donde se les puede ayudar a entender las reacciones inmediatas.
– Universalización vivida de sentimientos y reacciones: ver cómo los demás se sienten y reac-
cionan ayuda a los alcohólicos a aceptar más fácilmente sentimientos similares en ellos
mismos.
– Es una demostración viva de que nuevas conductas son posibles al comprobar como los
otros miembros del grupo pueden abordar las situaciones dentro y fuera con nuevas estra-
tegias.
– El grupo es un lugar excelente donde experimentar nuevas conductas, es un buen banco de
pruebas que permite cambios en la conducta que, a menudo, precederán la llegada del ver-
dadero insight.
– Ofrece un lugar para dar salida a las necesidades de dependencia de los alcohólicos, ayu-
dándolos a contrarrestar la presión social.
• Sheila Blume
Entendemos por grupos ambulatorios aquellos que se organizan en dispositivos asistenciales no resi-
denciales. Las características de los grupos ambulatorios dependen de los recursos de la institución, del
perfil de los pacientes y de la orientación teórica del terapeuta.
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– Interpersonal: que permite el reconocimiento de los antecedentes que se han relacionado con la
aparición de la dependencia alcohólica.
Estos grupos trabajan, según Levine, en dos niveles diferentes, ambos importantes y complementarios:
– El nivel de «allí y entonces» es necesario sobre todo en las fases iniciales del grupo y cumple el
doble objetivo de facilitar la comunicación y dar posibilidades de resolución de problemas exte-
riores al grupo, ya que algunos pacientes tienen dificultades para utilizar en la vida real los apren-
dizajes hechos en el grupo.
– En cambio, el «ahora y aquí» sería un vehículo potente para facilitar el cambio interno, a través de
la experiencia emocional correctiva que se da en el grupo.
En estos grupos Levine considera que no deben incluirse ni alcohólicos muy crónicos ni encefalópatas,
ya que cree que estos requieren un tratamiento diferente, reciben poca ayuda de este tipo de grupos y
pueden interferir en el trabajo grupal. En cambio cree que puede aceptar una cantidad (50% como máxi-
mo) de pacientes que nieguen su alcoholismo.
• Estructura
– Cantidad de pacientes: de 4 a 8.
– Duración de las sesiones: de tres cuartos de hora a dos horas. El tiempo de duración se marca
por adelantado; si se incrementa demasiado el tiempo de la reunión, se mantiene una conversa-
ción light o drunk a loguin (discurso aprendido vacío de significado emocional).
– Tipo de grupo:
Este tipo de grupos necesitan un cierto tiempo para entrar en calor, y es preferible no estructurarlos
demasiado, con el objetivo de conseguir estimular la iniciativa y espontaneidad de los miembros del
grupo. El terapeuta debe adoptar una posición activa para facilitar el desarrollo de la confianza y de las
iniciativas con rapidez.
Levine cree imprescindible una duración superior a 12 sesiones para que tengan lugar fenómenos de
insight.
• Dinámica grupal
– Crisis de autoridad, en la que se plantean las dificultades de relación con los terapeutas.
– Fase de inclusión, en la que se producen las interacciones intensas entre los miembros.
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1ª Fase inicial
Levine plantea que en los alcohólicos se da una gran contradicción: «les encanta hablar pero les da
miedo la comunicación». Considera que algunos alcohólicos pueden llegar a realizar un tratamiento
entero sin expresar realmente sus sentimientos y diciendo sólo aquello que creen que los terapeutas
quieren escuchar.
Por lo tanto, el reto inicial para el terapeuta es doble: ayudar a que aparezca la comunicación real de
pensamientos y sentimientos, y reducir los miedos a esta comunicación.
Los objetivos iniciales del grupo no serán el desarrollo del insight, sino la creación de un clima de con-
fianza y de mutuo respeto entre los miembros del grupo.
La creación de este clima de confianza sólo se consigue mediante la estimulación de la libre expresión
de sentimientos y pensamientos, facilitando que sean aceptados y entendidos por el grupo. A la larga,
si aumenta la confianza, esto facilitará el desarrollo de una auténtica comunicación.
• Metodología de trabajo
– Turno de presentaciones.
– Breve introducción genérica del grupo y de sus objetivos a cargo del terapeuta.
– Asegurarse de que todo el que habla recibe respuesta; si no se la da el grupo, debe dárse-
la el terapeuta.
– Si se hacen preguntas directas al terapeuta, éste debe responder de forma directa y breve;
ya que si no contesta puede generar sensación de rechazo, y devolver la pregunta puede
generar inhibición. Al responder, el terapeuta debe tener presente el peligro de generar
dependencia del terapeuta.
– Si son o no alcohólicos.
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– El terapeuta conecta el motivo de angustia con algún elemento del discurso del paciente
ansioso.
– El terapeuta interrumpe el drunk a loguin utilizando alguno de los elementos que pueda aso-
ciar con lo que ha generado la ansiedad.
– El terapeuta pregunta a quién ha iniciado el drunk a loguin qué piensa del tema que ha gene-
rado ansiedad.
Para valorar la calidad, no la cantidad, de las intervenciones del terapeuta, Levine propone un
barómetro diagnóstico que es el análisis del flujo de información:
a) Compartir las impresiones sobre lo que se ha dicho, sin añadir ni cambiar nada: ¿pien-
sa que….?, ¿tiene la sensación de que…?
b) Pedir más elaboración: esta idea es interesante, ¿podría explicarla un poco más…?
c) Pedir clarificaciones: ¿le estoy entendiendo bien?, ¿usted está diciendo que…?
d) Comprobar el significado sin añadir nada: ¿usted quiere decir que…?
e) Repetir las últimas palabras del paciente.
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Respecto a las bases de la actitud facilitadora, el tipo de abordaje que preconiza Levine es el que
denomina «self-convincing approach», que en esencia consiste en:
– Pensar que si se facilita la discusión en grupo, ellos mismos encontraran mejores argu-
mentos contra el alcohol que cualquier terapeuta.
– Dejar que aparezcan las ansiedades referidas a las consecuencias de una posible recaída.
2ª Crisis de autoridad
Levine define como crisis de autoridad grupal la situación en que un miembro o miembros del grupo
cuestionan la autoridad del terapeuta o desafían su poder.
Para Levine la correcta solución de las crisis de autoridad es fundamental para la buena evolución del
grupo.
Delante de la autoridad el alcohólico no suele adoptar una actitud muy positiva. A menudo
elige entre dos posiciones igualmente destructivas: el enfrentamiento y la rebeldía o la sumi-
sión incondicional
La figura del terapeuta inicialmente genera una marcada ambivalencia (ayuda a vivir mejor,
pero prohíbe la bebida), que los pacientes difícilmente consiguen expresar.
Una vez abstinentes, la tendencia de los alcohólicos en los grupos suele ser la de adaptar-
se pasivamente a la autoridad del terapeuta. Esta pasividad comporta necesariamente con-
ductas de inhibición que impiden la expresión de los desacuerdos, de la hostilidad y de los
miedos hacia los terapeutas. La hostilidad no se expresa abiertamente sino en forma de
conductas pasivo-conformistas. En este contexto incluso la recaída puede tener un compo-
nente de agresión al terapeuta.
– ¿Cuándo aparece?
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En función de cómo se resuelva la crisis de autoridad, el grupo tendrá dos posibles evolu-
ciones:
Levine describe tres formas de inicio de las crisis de autoridad, aunque no descarta que puedan
existir otras:
– Hablar de enfrentamientos con autoridades fuera del grupo: problemas con los superiores
del trabajo, conflictos con la autoridad gubernativa, etc.
– Agradeciendo la sinceridad.
3ª Fase de inclusión
– Ausencias.
– Retrasos.
– Abandonos.
– Silencios.
Si en cambio optan por no huir, se encontraran con la obligación de confrontarse entre ellos. Esta con-
frontación nace de la necesidad de comprobar que se es aceptado por los otros y comporta dos pro-
cesos simultáneos:
– Identificación con los que son similares y creación por tanto de subgrupos.
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Que los pacientes tomen la opción de luchar o de huir dependerá de dos tipos de elementos, unos liga-
dos a los pacientes y otros ligados al terapeuta.
Los pacientes se muestran marcadamente ambivalentes y por tanto ansiosos, ya que la ambivalencia
genera ansiedad y ganas de huir tanto de la propia ansiedad como de la de los demás. Esta actitud
ambivalente es debida a la coexistencia de dos tendencias opuestas: el deseo de exponer las propias
ideas y confrontarlas, y el miedo a ser rechazado si se expresan.
Por lo que respecta al terapeuta, puede colaborar a facilitar una correcta evolución si sigue los siguien-
tes principios: estimular la plena expresión verbal del conflicto, reforzar las dos partes sin tomar par-
tido e integrar el resto del grupo en las discusiones.
FASE INICIAL
CRISIS DE AUTORIDAD
FASE DE INCLUSIÓN
GRUPOS MOTIVACIONALES
Este tipo de grupos está diseñado para pacientes que niegan su alcoholismo, con el objetivo de dis-
cutir en profundidad si su propio consumo de alcohol constituye un problema y/o si precisan realizar
tratamiento. Por tanto son grupos dirigidos a pacientes que niegan su alcoholismo o no quieren reali-
zar tratamiento, y también pueden incluir a aquellos pacientes que recaen y se adaptan pasivamente
a los tratamientos convencionales.
El objetivo principal es que el paciente resulte motivado y acepte su alcoholismo, ayudándole a explo-
rar si su relación con la bebida constituye un problema de alcoholismo, y facilitando que los pacientes
se apunten a un proceso de tratamiento honesto y realista.
– Cantidad de pacientes: de 5 a 8.
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– Duración de las sesiones de una hora a una hora y media, dependiendo de la capacidad de
los miembros.
– La abstinencia no es obligada.
En este tipo de grupos es útil realizar a priori una entrevista individual, ya que facilita la relación entre
paciente y psicólogo y permite iniciar la comunicación. El objetivo es preparar al paciente para entrar
en el grupo y reducir el miedo, explicándole el propósito y la naturaleza del grupo.
– Facilitar el énfasis entre los miembros por sus sentimientos positivos y negativos sobre el
alcoholismo.
– El terapeuta debe asegurarse de que todos reciben respuesta y son escuchados y evaluados.
– Asegurarse de que se crea un clima que permite dar apoyo y énfasis a todas las expresio-
nes de sentimientos sobre el alcoholismo y la negación.
– Explicar brevemente los propósitos del grupo y sugerir las cosas en común que todos com-
parten.
– Puede ser útil preguntar uno a uno si se consideran alcohólicos o no, o si no están seguros.
– Si no empieza, preguntar qué les parece la clasificación que han dado los demás y por qué.
– Preguntar cuál creen que es la principal motivación por la que beben los alcohólicos.
– Preguntar a cada miembro qué cree que es lo que perdería si dejase de beber.
– Permitir expresar cualquier necesidad que la bebida les satisfaga. Dejar las alternativas a
otros espacios de tratamiento, no ir demasiado deprisa.
– Si se pueden sentir libres de expresar estos sentimientos en el grupo y recibir más com-
prensión, hay más posibilidades de compartir otros sentimientos.
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Según Levine, el problema principal de los alcohólicos crónicos es el drunk a loguin; es decir, la utili-
zación de las palabras para evitar la comunicación, diciendo todo aquello que piensan que los demás
quieren escuchar. La razón principal para aislar a los alcohólicos crónicos es que necesitan especial
atención para romper la barrera comunicacional.
– Cantidad de pacientes: de 5 a 8.
– Abstinencia obligada.
En estos grupos el terapeuta debe tener un papel activo al iniciar la sesión (go around)
• Objetivos
– Que se empiecen a preocupar menos de gustar a los otros miembros del grupo.
• Técnicas
– Las primeras respuestas solicitadas han de ser muy sencillas (decir sí o no, decir el nom-
bre...).
– La expresión de sentimientos debe dejarse para el final, ya que si se hace al inicio o dema-
siado pronto provoca una represión de los mismos.
Levine considera que no son propiamente grupos, ya que no tienen tiempo de desarrollarse como tales.
• Estructura óptima
– De 5 a 8 miembros.
– La duración del grupo puede oscilar de una hora a una hora y media.
– No mezclar alcohólicos crónicos y deteriorados con alcohólicos que pueden pensar y discutir.
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• Técnica
– Las reuniones son más productivas si la necesidad del tema es compartida por todos los
miembros.
• Objetivos
– Objetivos motivacionales:
– Objetivos terapéuticos:
GRUPOS DE AUTOAYUDA
David Robinson cita a Marie Killilea (1976) para definir las siete características principales de los gru-
pos de autoayuda:
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– Importancia de la información: es más importante la comprensión de los hechos que de las diná-
micas intrapsíquicas.
Robinson se plantea que los grupos de autoayuda funcionan gracias a dos mecanismos fundamentales:
En su paso por el grupo, el individuo saca provecho gracias a un proceso de de-construcción y re-cons-
trucción. El proceso se inicia compartiendo la de-construcción y finaliza proyectando la re-construcción.
La re-construcción se realiza mediante proyectos que necesariamente han de ser sumamente impor-
tantes para los miembros del grupo. En el caso de Alcohólicos Anónimos, la adquisición y el manteni-
miento de la abstinencia.
Se enfatiza el presente. Los problemas (recaídas) pueden aparecer en cualquier momento, por tanto el
compromiso de los miembros es total.
Vattano considera los grupos de autoayuda como signos de una sociedad evolutiva más democrática.
Alfred Katz, en cambio, considera que el propósito de los grupos como Alcohólicos Anónimos es exac-
tamente ayudar a sus miembros a adaptarse a los valores de la clase media dominante de la sociedad.
Robinson plantea el siguiente dilema: «¿Los grupos de autoayuda son la vanguardia de los revolucio-
narios de la salud o la retaguardia del sistema sanitario?»
Los grupos de pacientes ingresados son aquellos que se constituyen en el marco de un contexto hos-
pitalario. Algunos pacientes requieren una desintoxicación física de forma controlada; esto permite
introducir las técnicas grupales para trabajar la motivación hacia el tratamiento.
• Objetivos generales
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– Entender las causas y entender los problemas del consumo excesivo de alcohol.
Es muy difícil conseguir todos los objetivos completamente; querer conseguirlos todos puede
generar sensación de fracaso. Objetivos realistas y concretos animan a los pacientes a exponer
información sobre el alcoholismo y sus consecuencias, a considerar si son o no alcohólicos y si
necesitan tratamiento, y los preparan para la evaluación continua.
En una primera admisión es importante tener precaución y no querer ir demasiado deprisa, para
conseguir romper la negación.
El período entre ingresos es importante y también forma parte del proceso. La readmisión puede
ser vista como una tentativa de tratamiento más que como una recaída. Los objetivos dependen
del propio paciente.
– Establecer una comunicación auténtica a través de la discusión sobre casi todo menos
sobre el alcohol.
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– Grupos de acogida
Un buen inicio es muy importante, ya que puede facilitar o impedir el inicio o la implicación
en el programa. Las experiencias pasadas influyen en las actitudes y sentimientos actuales.
– Grupos prealta
Ayudan a trasladar y mantener la mejoría fuera del hospital, ya que muchos pacientes tie-
nen dificultades en trasladar sus experiencias dentro del hospital a las situaciones de la vida
normal. Se trabaja la asertividad y se les ayuda a intentar cambiar su vida basándose en lo
que han aprendido en el programa.
Tiene una estructura abierta-cerrada: cada paciente entra y sale del programa cuando se
encuentra preparado.
– Grupos postalta
Su principal función consiste en dar apoyo y continuidad a los pacientes después del alta.
Ayudan al crecimiento posterior de los pacientes que abandonan el programa, y dan el apoyo
adecuado en el período en que el estrés empieza a ahogar a los pacientes dados de alta
recientemente.
Los grupos prealta y postalta pueden ayudar a superar las dos causas mayores de recaídas:
el fracaso en el intento de seguimiento postalta y el fracaso en la demanda de ayuda antes
de la recaída.
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Mayoritariamente, los aspectos grupales tratados anteriormente respecto a los grupos de alcohol son apli-
cables a grupos de cualquier otra sustancia. A continuación destacamos brevemente algunos aspectos muy
específicos de los grupos de cocaína.
Los mecanismos defensivos más utilizados por los pacientes adictos a la cocaína y que les impiden
reconocer su adicción y mantener la abstinencia son: la negación, la proyección y su tendencia al auto-
engaño, mecanismos que se diluyen a través del «fenómeno espejo» que se da en los grupos.
Los pacientes en los grupos aprenden una nueva manera de relacionarse más auténtica y con com-
promiso emocional. Toma especial relevancia el respeto por las normas grupales, la asistencia regular,
la sinceridad, la participación activa, la confidencialidad, etc., y la transmisión de estas normas por los
miembros que las han incorporado de forma estructurante.
El adicto vive con mucha frustración los intentos fallidos de abandonar la sustancia. En los grupos de
apertura lenta, las personas que han superado las primeras fases de tratamiento pueden transmitir
esperanza en la recuperación.
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– CI mayor de 90.
• Haber (1949) reunía a sus pacientes cinco veces por semana y establecía los siguientes criterios
de exclusión:
– Psicópatas francos.
– Psicópatas.
– Deteriorados.
• Berne considera que no hay motivos para utilizar criterios de selección, y no cree que los alcohó-
licos deban tratarse separados del resto de pacientes.
• Foulkes, en cambio, sólo considera como motivos de exclusión los que impiden la adaptación de
un paciente al trabajo grupal:
– Psicóticos agudos.
– Suicidas.
– Depresivos endógenos.
– Psicópatas antisociales.
– Genéricos:
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– Específicos:
– Conducta psicótica.
– Incapacidad para establecer una relación con ningún miembro del equipo.
– Conducta psicopática.
Aparte de estos criterios, al igual que Foulkes, estos autores se preocupan mucho de cómo y en qué
momento el paciente se introduce en el grupo. Consideran que primero debe establecerse una fuerte
relación con el terapeuta; y que, además, cuando éste entre en el grupo no debe estar en situación crí-
tica o trabajando material inconsciente.
• Vannicelli se preocupa muy poco de las indicaciones de grupo, y simplemente considera que
deben excluirse los pacientes claramente psicóticos.
• Kinney y Leaton tampoco profundizan en las indicaciones, pero insisten en que los grupos han de ser
exclusivamente para alcohólicos. Creen que en un grupo no restringido a alcohólicos se reproducirá
el círculo patológico que previamente se ha producido en la familia: buenos consejos, proteccionis-
mo, concentración de la atención en el paciente, progresiva decepción y, finalmente, franca hostilidad
hacia el alcohólico.
• Levine está de acuerdo con estos criterios y plantea las indicaciones de grupo en función del tipo
de grupo. Sin plantear criterios de exclusión claros, considera que la existencia o no de una acep-
tación previa de problemas con el alcohol sería el punto que marcaría la indicación de grupo de
insight o grupo motivacional. Por otro lado, la capacidad de adquirir insight situacional sería el
punto de corte entre los grupos de insight interpersonal y los grupos de alcohólicos crónicos.
Levine hace un abordaje más global, planteando a la vez el setting y las indicaciones, ya que las
considera interrelacionadas. Considera que a la hora de crear un grupo de alcohólicos deben
tenerse en cuenta los siguientes principios básicos:
– Los propósitos del grupo deben ser realistas y claros para los miembros, y coherentes con
la estructura del grupo y el programa terapéutico en el que está integrado.
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Por lo que se refiere a los propósitos del grupo, considera que los tres errores más frecuentes
són: demasiados propósitos, propósitos demasiado diversificados y propósitos no realistas.
Más que criterios de selección, Levine habla de criterios de agrupamiento, y considera que los
pacientes se han de agrupar con la finalidad de obtener la mayor sinergia posible en el sentido
de Cartwright y Zander. Al seleccionar a los pacientes considera criterios de homogeneidad (coin-
cidencia de objetivos, similitudes en la situación socioeconómica, gravedad del alcoholismo, simi-
litudes étnicas, sexo, edad, raza...).
La estructura del grupo Levine la define como el conjunto de aspectos logísticos del grupo, y com-
prende:
– Cantidad de pacientes.
– Tipo de grupo.
– Forma y contenido de los grupos, considerando tres posibilidades: grupos para motivación,
grupos de insight situacional y grupos para alcohólicos crónicos.
5.2. SETTING
Al hablar de setting o marco de referencia, nos limitaremos ahora a los grupos propiamente terapéuti-
cos; y el resto de los grupos los definiremos diferenciándolos de éstos.
Respecto al setting, cada orientación tiene una concepción diferente. Repasaremos algunos de los
autores relevantes:
– Condiciones impuestas:
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a) Regularidad.
b) Puntualidad.
c) Discreción.
d) Abstinencia en la sesión: «acción suspendida».
e) Abstención de contactos externos.
f) Abstención de decisiones vitales.
• Berne introduce un elemento inicial más provocador, ya que él se obliga a entrar cinco minutos
tarde. También recomienda poner el mínimo de normas posibles, ya que piensa que las normas
están hechas para saltárselas; y hasta recomienda que se atiendan llamadas telefónicas en el
transcurso del grupo. Por lo que respecta a la habitación, recomienda también las sillas en círcu-
lo, pero sin la mesa en medio. Pone especial atención en la distancia entre los miembros, que no
ha de ser ni mucha ni poca, de tal manera que alargando el brazo puedan tocarse.
El promedio de asistencia debe situarse por encima del 75%, considerando óptimo un 90%.
Otro aspecto diferencial es que Berne considera fundamental exponer claramente al grupo los
objetivos que se persiguen, y también aconseja que no obvien los contratos que se establecen y
que son tres:
– La administrativa.
– La psicológica.
– La profesional.
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• M. Vannicelli considera esencial que se establezca un contrato terapéutico con el paciente, y dife-
rencia los siguientes puntos:
– Compromiso de hablar sobre lo que pasa en el grupo como una forma de entender mejor
las propias dinámicas internas.
– Especificación de los límites en los contactos fuera del grupo entre los miembros del grupo.
– Tipos de comunicaciones posibles entre los terapeutas y los familiares de los pacientes que
no acudan a grupo.
Vannicelli no habla directamente del setting, pero de sus escritos se deduce que se trata de gru-
pos abiertos-lentos, formados por 8-10 pacientes y moderados por dos terapeutas, generalmente
hombre y mujer. Propone reuniones semanales de una hora y media de duración, con el objetivo
de explorar las relaciones interpersonales que se desarrollan en el marco grupal. Son siempre
pacientes que han pasado por una etapa educacional de cinco semanas en régimen ambulatorio
o de internamiento.
– Normativa básica:
– Habitáculo:
a) Habitación tranquila.
b) Sin mesa.
c) Asientos diversos (nunca el más confortable para el terapeuta).
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Foulkes, al igual que Berne, distingue en el terapeuta (conductor) dos tipos de funciones:
Por lo que se refiere a su función como grupoanalista, Foulkes hace las siguientes recomenda-
ciones:
– No adoptar una actitud de juez, ser capaz de escuchar una y otra vez
– Ir de lo manifiesto a lo latente. Primero estar seguro del qué antes de plantearse el cómo.
– Evitar volverse demasiado importante para el grupo. Esto tiene dos ventajas: soporta menos
presión y se puede trabajar más libremente; y aumenta la confianza del grupo en sí mismo
y, por tanto, lo convierte en un agente de cambio más fiable y poderoso.
– En el inicio del grupo, y sobre todo al principio, la ayuda activa es necesaria y está indicada.
– El conductor nunca debe hacer el trabajo del grupo, si no es indispensable y sólo mientras
lo sea.
– Al minimizar la importancia como figura parental autoritaria, el conductor hace una impor-
tante contribución para reducir la tiranía irracional del superyo.
LA INTERPRETACIÓN
En la técnica grupoanalítica la interpretación juega un papel fundamental y es una de las funciones bási-
cas del terapeuta.
Foulkes define la interpretación como una comunicación verbal del conductor al grupo, o a los miem-
bros del grupo, a fin de hacerlos conscientes del significado de algún hecho. Cuando se interpreta se
está haciendo el trabajo que debería realizar el paciente. Por lo tanto, antes de interpretar deben ana-
lizarse las defensas y resistencias que impiden al paciente llegar por sí mismos a la interpretación.
Las interpretaciones no se refieren sólo al momento presente, sino que tienen en cuenta la historia del
grupo y los hechos fronterizos.
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• Máximas de Foulkes
Foulkes propone una serie de recomendaciones a seguir por los terapeutas, que recuerdan que el tera-
peuta está al servicio del grupo y que no debe olvidar que el potencial terapéutico está en el grupo:
– Sigue siempre al grupo. Escucha antes de intervenir. Cuando creas haber entendido, escucha otra
vez y comprueba que habías entendido correctamente.
– Tu función habitual no es la de interpretar. Deja que el grupo encuentre la solución por sí mismo.
Pregúntate que es lo que les impide encontrarla.
– Intenta averiguar cómo se lo hace el grupo para no entender y los pacientes para no cambiar. En
el análisis de estos bloqueos y resistencias se puede ser más activo.
– Para que el tratamiento sea óptimo no ha de ser demasiado largo. Tómate todo el tiempo que sea
necesario para introducir al paciente en el tratamiento y para elaborar la finalización.
– No te dejes manipular permitiendo que te sitúen en la posición de ser quien tiene que curarlos.
Demuéstrales que no eres ni su padre ni su madre.
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– El grupo detectará tus puntos débiles como si fuese un genio colectivo de la psicología. Para hacer
frente a estas heridas lo mejor es discutirlo con los colegas en temas técnicos y manteniendo una
especie de discusión libre de grupo.
– Un genuino interés científico y filosófico ayudará a encontrar el equilibrio correcto entre el com-
promiso y el distanciamiento deseable.
• Berne
Berne hace una revisión de las condiciones que ha de plantearse el terapeuta antes de empezar el
grupo. Considera una obligación fundamental que el terapeuta esté:
– Físicamente fresco.
En el grupo el terapeuta tiene una función de observador visual (expresiones faciales y gesticulaciones)
y auditivo (contenidos verbales).
El terapeuta dentro del grupo es también objeto de atención, preferentemente por parte de los pacien-
tes. En función de esto se ve obligado en cuanto a cuatro aspectos:
– Estéticamente.
– Mostrándose responsable.
• Feibel
Feibel considera que el terapeuta de grupos de alcohólicos ha de cumplir las siguientes funciones:
– Ayudarlo a empezar a trabajar sus defensas de negación para aceptar progresivamente el criterio
de realidad.
– Utilizar interpretaciones para ayudar al paciente a conectar el pasado con sus acciones actuales.
– Permitir la incorporación benigna del «buen» terapeuta que posteriormente comportará la identifi-
cación con el terapeuta.
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• Kinney y Leaton
Kinney y Leaton definen claramente las funciones o responsabilidades del terapeuta en un grupo de
alcohólicos:
– Elaborar o clarificar: aclarar confusiones, dar ejemplos, ampliar las contribuciones de algún miem-
bro, etc.
– Facilitar.
– Expresar sentimientos grupales, reconocer el estado de ánimo y el tipo de relaciones que se dan
en el grupo.
– Dar feedback.
– Buscar feedback.
• Berne considera que no es necesario ni ayuda nada la figura del coterapeuta. Considera tres posi-
bilidades:
– Terapeutas auxiliares: los terapeutas auxiliares son útiles para que se hagan cargo de las
funciones del líder como aparato del grupo, llevando registros del grupo y colaborando en
las discusiones postgrupo.
a) Críticos.
b) En formación.
c) Visitantes.
• Foulkes, en cambio, considera que el observador no es admisible y que tampoco hay sitio para
los terapeutas auxiliares. De cualquier forma, cuando él habla de coterapeuta se está refiriendo
al terapeuta auxiliar de Berne, ya que considera que la responsabilidad del grupo es sólo de uno
de los dos terapeutas.
• Martensen-Larsen son partidarios de la figura del coterapeuta, porque así ofrecen al paciente la
posibilidad de escindir la transferencia en el terapeuta bueno y en el malo.
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EL ANTIGRUPO
6.
El antigrupo es un concepto que Rober Nitsum, grupoanalista formado en el Instituto de Grupoanálisis
de Londres, formuló para posibilitar el reconocimiento total de los procesos de oposición y los disrup-
tivos que actúan contra el grupo, tanto en psicoterapia de grupo como en los grupos ajenos a la con-
sulta clínica.
El antigrupo describe actitudes negativas hacia el grupo y comportamientos en el mismo grupo que, si
no son reconocidos o contenidos, pueden alterarlo y devaluar la tarea terapéutica. Algunos puntos
importantes sobre el antigrupo son:
– El proceso varía considerablemente de un grupo a otro. En unos es muy evidente mientras que en
otros destruye totalmente el grupo.
– Proviene de diferentes niveles de grupo: de una persona, de los subgrupos y del grupo como tota-
lidad.
– Tiene una función de facilitar el desarrollo, pero puede ser también patológico. En su función de
desarrollo aporta una guía para el grupo, posibilitando al mismo tiempo que sus miembros ten-
gan la oportunidad de expresar su frustración, desencanto y odio a través de lo antigrupal.
– Existe una relación complementaria y potenciadora de la capacidad creativa del grupo. En otras
palabras, reconociendo y conteniendo el antigrupo, se ayuda a posibilitar los procesos creativos
y constructivos del grupo.
Los síntomas de lo antigrupal en la terapia de grupo son muy evidentes. Hay un alto nivel de continua
ansiedad y desconfianza en el grupo, frecuentes críticas y ataques sobre el grupo, una asistencia irregu-
lar y un persistente llegar tarde que rompen la continuidad del grupo, haciendo que el grupo sea diferente
cada semana. A menudo hay un elevado índice de abandonos; una, dos o tres personas dejan el grupo en
una reacción en cadena, el grupo se debilita y hay temores sobre la desintegración del grupo. El temor,
con frecuencia, está en la mente de la conciencia grupal: ¿sobrevivirá el grupo? El conductor se siente a
menudo con dificultades para ayudar: pierde el control y se siente amenazado por la decadencia del grupo.
A continuación describiremos diferentes situaciones en las que se pueden manifestar aspectos anti-
grupales, así como algunas indicaciones de intervención.
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• Distracciones tópicas
– Conducta:
– Conducta: señalar que se trata de una defensa para no hablar de temas difíciles: las pro-
pias responsabilidades, sentimientos de culpa, etc. Es necesario ser muy acogedor y nada
crítico.
• Risa grupal
– Conducta: descubrir lo que está generando ansiedad y devolver al grupo que la risa es una
manifestación de la dificultad de enfrentarse al tema que se evita.
– Concepto: dos o más miembros del grupo discuten por enésima vez los mismos temas.
– Diagnostico: el terapeuta comunica al grupo que puede predecir que dirá cada uno de los
afectados.
– Conducta: preguntar a los miembros implicados si antes de que les contestaran ya sabían
lo que les iban a responder. Preguntar después de qué sirve preguntarse cosas de las que
ya se saben la respuesta.
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– Concepto: demanda explícita por parte de los pacientes de que el terapeuta sea más
directivo.
– Concepto: hay algún tema que saben que preocupa, pero nadie lo expone (por ejemplo, la
ausencia de un paciente en crisis).
– Conducta: preguntar por qué no se habla del tema que nos preocupa.
– Concepto: algunos pacientes dicen no poder entender lo que dice otro, «porque a mí esto
no me ha pasado».
– Diagnóstico: el paciente que se hace el sueco suele tener experiencias dolorosas que conec-
tan con lo que se está explicando y no quiere verbalizarlas.
– Conducta: preguntar si no se le puede entender por poco familiar o por demasiado familiar.
– Conducta: el terapeuta ha de señalar que no se ha hecho caso al interesado por dos vías:
– Conducta: comentar que todo el mundo se siente obligado a dar soluciones y preguntarle al
interesado cómo se sentiría si en lugar de darle soluciones, se le escuchase para intentar
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entender lo que le pasa. Averiguar después si los pacientes han vivido situaciones más o
menos similares.
– Conducta: comunicarlo en la sesión anterior y preguntar qué piensan. Preguntar a los miem-
bros antiguos cómo se sintieron la primera vez, qué cambios han experimentado desde
entonces hasta ahora y pedirles que se explique a los nuevos en qué consiste el grupo.
– Concepto: en función de los conflictos, los pacientes pueden pasar del «aquí y ahora» al «allí
y entonces», no para trabajar sino para huir de temas que les angustian.
– Conducta: señalar el cambio que se ha dado y explicarlo en función de la angustia que gene-
ra el problema que se ha intentado evitar.
• El grupo silencioso
– Conducta: señalar al grupo que el tema es muy conocido por todos y que nos gustaría que
no fuese sólo un problema del que lo ha planteado. Buscar similitudes en otros miembros
del grupo.
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«En cada paciente hay un conflicto entre la tarea que ha venido a hacer al grupo y las resistencias que
se oponen. Incluso el paciente más motivado, que acude a la terapia deseando cambiar algunas cosas
de él mismo, tiene una historia personal y una estructura de personalidad construidas sobre la base de
ser exactamente como es. Las fuerzas de la resistencia pueden ser extraordinariamente poderosas.»
M. Vannicelli (1992)
– Conducta: preguntar si es una conducta frecuente en él y por qué; aprovechar para que el
resto del grupo reflexione sobre la seriedad del compromiso que tienen.
– Conducta: creerse la razón que da para no poder venir y pensar que quizás hay otras. Si no
se excusa, llamarlo inmediatamente y preguntar por los motivos de la ausencia. Comentarlo
en el grupo.
– Diagnóstico: la deuda es una forma de expresar hostilidad hacia el terapeuta ( (no se quie-
re reconocer su trabajo) o negar la propia condición de enfermo (no tengo porqué pagar).
– Concepto: paciente que se dirige a los otros o al terapeuta de forma ofensiva, agresiva o
despreciativa.
– Diagnóstico: la agresividad mostrada por un paciente puede tener un doble diagnóstico: por
un lado puede ser un emergente grupal que condense una crisis de autoridad y, por otro, la
expresión del deseo de beber.
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– Conducta: preguntar a los afectados cómo les hace sentir, preguntar al interesado cómo se
sentiría en el lugar de los otros y preguntarle qué espera conseguir con esta forma de comu-
nicarse.
– Diagnóstico: hay que diferenciar entre si el paciente es capaz de pararse cuando se le inte-
rrumpe o es incapaz de dejar de hablar.
– Conducta: en el primer caso suele ser un paciente ansioso que agradece que se le ayude a
callar. En el segundo caso suele tratarse de pacientes deteriorados, que probablemente indi-
can un funcionamiento incorrecto del grupo.
– Concepto: paciente que interviene preguntando o exponiendo sus ideas de forma reiterada
o interrumpiendo la dinámica del grupo.
– Conducta: ayudar al grupo y al paciente a darse cuenta de la ansiedad del miembro que inte-
rrumpe.
– Concepto: pacientes que participan activamente en el grupo, pero nunca para hablar de
ellos mismos.
– Diagnóstico: paciente que siempre opina de los conflictos de los otros sin aportar ninguna
vivencia personal; frecuentemente se centra precisamente en aquellos temas que para él
son significativos.
– Conducta: preguntarle directamente hasta qué punto cree que los otros los conocen.
– Conducta: respetarle su capacidad para elegir: « puede seguir hablando si quiere y, si no, no
tiene porqué hablar».
• El paciente frágil
– Concepto: paciente que transmite la sensación de mucha fragilidad, de que cualquier seña-
lamiento podría desestructurarle.
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– Concepto: el paciente expresa una emoción, generalmente agresiva, para evitar otra (vulne-
rabilidad, afecto, debilidad, sensación de abandono, etc.).
• El paciente que dice que hay cosas importantes de las que no quiere hablar
– Concepto: paciente que explica que está pasando por situaciones importantes que no quie-
re comentar.
– Conducta: no insistir en que las explique. Preguntarle qué cosas del grupo hacen que no
tenga la suficiente confianza para no poder hablar de ellas. Preguntar a los otros si también
tienen cosas que no se atreven a explicar. Esto da la posibilidad al grupo de analizar cosas
más íntimas y trabajar en el análisis de las defensas que disminuyen la confianza en el
grupo.
– Concepto: paciente que expresa un doble mensaje entre el contenido verbal y su forma de
expresarlo.
– Diagnóstico: paciente que transmite un doble mensaje simultáneamente o bien expresa pri-
mero un sentimiento y después el opuesto. A menudo, hace referencia a las actitudes hacia
el alcohol (bueno-malo).
– Conducta. Hay que pensar que los mensajes son auténticos y que expresan la ambivalencia
del paciente. Verbalizarlo permite trabajar su ambivalencia y superarla.
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• Transparencia del terapeuta en relación con sus hábitos de consumo de alcohol: siempre son
cuestiones que comportan una duda respecto a la capacidad del terapeuta para ayudarlos.
• Pacientes que no acuden al grupo: considera que es una demanda de atención y recomienda que
se intente establecer contacto inmediato con el paciente. Esta conducta conlleva el riesgo de con-
vertir al terapeuta en una figura excesivamente parental, persecutoria.
• Control de la comunicación entre los terapeutas y los familiares: considera fundamentales dos
condiciones:
– El terapeuta ha de dejar claro que todas las informaciones que reciba serán utilizadas de la
forma que crea más conveniente y que no guardará secretos.
– La información exterior no tiene porqué ser más válida que la procedente de los pacientes.
• Pacientes que beben: considera importante que el terapeuta entienda que un paciente que cada vez
recae menos está progresando. Para afrontar el tema de los consumos de alcohol considera que
hacen falta dos condiciones:
– La existencia de unos límites claros que impidan la continuidad en el grupo del paciente que
sigue bebiendo.
Al mismo tiempo, el terapeuta ha de tener claro que es él quien ha de poner límites a la perma-
nencia indefinida en el grupo de un miembro que está bebiendo.
Plantea que es prácticamente imposible mezclar en un mismo grupo pacientes con objetivos diferen-
tes. Analiza cuatro situaciones específicas:
• Paciente que acude visiblemente intoxicado. En estos casos se tendría que procurar no dejarlos
entrar. Si ya están dentro, se les ha de invitar a salir. Inmediatamente se ha de invitar al grupo a
discutir la situación.
• Paciente que bebe y lo explica sin intención de dejarlo. Se le ha de plantear que su conducta con-
tradice el contrato grupal. Hace falta plantearle la incongruencia en la que entra (beber y asistir al
grupo) para que él mismo decida. Puede ser útil que los otros expresen sus propias contradicciones.
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• Paciente que sigue bebiendo, aun aceptando verbalmente las normas grupales. En este caso se han
de tomar medidas de control: «como le cuesta tanto, se le dará antabús bajo supervisión, se harán alco-
holurias, etc.»
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Desde una perspectiva científica, no es hasta principios de la década de los noventa. Cuando se
comienza a disponer de algunos datos que confirman las impresiones clínicas de los autores hasta
ahora mencionados.
La eficacia de las terapias grupales deja de tener carácter de impresión clínica en el momento de ser
sometida a control científico.
A través de una asignación aleatoria a grupo de terapia –frente al tratamiento estándar– (Gual, 1990),
se comprueba que el conjunto de pacientes asignados al grupo terapéutico evolucionan mejor que los
del grupo control. Esta mejor evolución se concreta estadísticamente por partida doble.
Por una parte, los pacientes del grupo terapéutico obtuvieron tasas significativamente más bajas de
consumos alcohólicos (p< .001).
Por otra parte, los niveles globales de adaptación fueron netamente superiores (p< .001) a los de los
pacientes control.
Se observa, también, una íntima correlación (p< .001) entre la cantidad de sesiones asistidas y la evo-
lución favorable. Los pacientes que, además, parecen obtener mayores beneficios del grupo de terapia
son aquellos que presentan las siguientes características:
Otro tipo de estudios van encaminados a investigar los aspectos que más favorecen la adhesión al
grupo de terapia (Monrás et al., 1998). Concretamente, en grupos de tipo grupo de discusión, de insight
interpersonal y situacional, o de autoconocimiento o apoyo, parecen ser las variables psicológicas indi-
viduales de cada paciente –más que las del contexto situacional– las que mejor ayudan a predecir una
mayor adhesión al grupo. El perfil típico de la persona que abandona la terapia de grupo sería el de un
varón, con un mayor grado de afectación neuropsicológica y/o familiar, que acudiría a terapia más por
la presión ambiental que por una motivación personal y con un nivel escaso de conciencia de depen-
dencia al alcohol. Posteriores re-indicaciones a terapia de grupo de personas que cumplan este perfil
probablemente resultarán infructuosas.
Para evaluar la eficacia de las terapias grupales a la hora de mantener la abstinencia de los alcohóli-
cos y mejorar su adherencia terapéutica, se realizó un ensayo clínico en la Unidad de Alcohología de la
Generalitat de Catalunya del Hospital Clínic de Barcelona (UA-HCB) con pacientes alcohólicos (criterios
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CIE-10), asignados aleatoriamente a dos modalidades terapéuticas: tratamiento estándar más terapia
grupal (TG+, n = 45) o tratamiento estándar (TG, n = 43) durante un año.
A los 6 meses el porcentaje de consumidores de alcohol (el 26 frente al 20%) y de abandonos del trata-
miento (el 49 frente al 36%) es ligeramente superior entre los pacientes del grupo TG y menor la duración
acumulada de la abstinencia (131 días [DE, 57] frente a 135 días [DE, 64]), sin llegar a ser las diferen-
cias significativas estadísticamente.
Al año de tratamiento, las diferencias ya son claras: el tiempo medio hasta el primer consumo (233
frente a 382 días; p = 0,04) y la probabilidad de permanecer en abstinencia (el 31 frente al 76%) es
menor entre los pacientes TG.
Los resultados demuestran la eficacia de la terapia grupal. Su utilidad empieza a incidir a partir del tercer
mes, siendo máxima a partir de los 6 meses. A pesar de ello, una serie de pacientes la rechazan, preci-
samente los que tienen peor pronóstico. Todo ello plantea la necesidad de identificar cuidadosamente el
tipo de paciente, composición de los grupos y estilo y método de los terapeutas grupales para maximizar
su eficacia.
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