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BIBLIOTECA DE LETRAS DIRECTOR: SERGIO FERNANDEZ COORDINACION DE HUMANIDADES DirECCION GENERAL DE PUBLICACIONES: ignacio osorio romero conquistar el eco la paradoja de la conciencia criolla universidad nacional auténoma de méxico 1989 la retérica en nueva espafia* Lanisroria de la retérica en México ha sido olvidada to- talmente. Su olvido ha trafdo, como consecuencia, que hayamos menospreciado la historia de nuestra precep- tiva literaria. Nada, por tanto, hemos escrito en relacién dela oratoria en sus diversos géneros y, en especi Ta oratoria sagrada. Sin embargo, durante siglos la reto- rica fue la disciplina que proporcioné a nuestros ante- pasados informacién sobre lo bello, la utilidad y los Tecursos de la literatura; fue, en suma, el coronamiento del trivium, de ese sistema educativo, nuevo pefiasco pa- ra Prometeo, que Justo Sierra llam6 “la cadena literaria que nos ancla en Jo pasado”. ‘Las lineas que siguen tienen por objeto llamar la aten- cién sobre este tema ¢ intentan, al mismo tiempo, ser tun primer acercamiento a campo tan sugestivo que es- pera estudios de conjunto y monografias sobre €pocas, temas y personas. La RETORICA ANTIGUA Me acontece, con frecuencia representarme a la retori- ca antigua como el despliegue de un arco. Su punto de partida estarfa situado en la Sicilia del siglo V, cuando Empédocles y Cérax la emplearon, rudimentariamen- te, como técnica para persuadir jueces; su fin, en Roma * Publicado en Aproximaciones el mundo clitco, México, UNAM, 1979, pp. 104130; también en Distositio, Vol. VHT, University of Mi- ‘higan, 1983, pp. 65-56 138 €l afio 93 después de Cristo, cuando muere bio Quintana. En el desphiegue temporal cor reraia: Mia casi seiscientos anos de lenta y, muchas vects convulsa maduracion; en el proceso teérico aparecerian, claramente, dos segmentos: el griego, cuyo punto ilgido es Ja organizacién cientifica de -Aristételes y el romano en el que Cicerdn la hace brillar en el Foro. Tiempo y pro- eso, sin embargo, se funden para crear el espacie on ue gran niimero de tedricos, los mejores del mundo cle sico, dieron a la retérica el papel de educadora y, ella sigma, ideal educativo de la antighedad. F anar ¢] juicio habia si is «a Santis habia sid, en su ongenes nos, pero pronto, Gorgias, el de el panegirico, la flicitacion. Com, tres generos ahora considerados tadicionaler a el deliberativo y el epidictico, Nuevos problemas asalta. ban, sin embargo, a la técnica hasta entonces conside. rada tradicional. No bastaba, por ejemplo, dirigir la atgumentacién al entendimiento; también habia que mover las pasiones de los oyentes, De ahi el especial in. terés que los pitagdricos pusieron en las palabras y en los recursos del estilo. Hermosas selvas verbales y en- marafiadas agudezas poblaron al mundo griego por sus cuatro costadés. Este abuso suele cargarse a la cuenta de los sofistas; pero ellos, producto de una sociedad ya bane, supieroncolocar als setércs en el centro del rigentes; pero de la cual, occidental de cultura Agora y la demoeracia del mun ron florecer. Aristoteles, por su beteigs in la filo- sofia, supeditandola ala dialéctica y ala logica, le dio la forma uadiional, Los con fematizados por el estagirita alimentaran y norma los gustos enla época helenistce, en Roma, enel Resr judicial 136 ‘eamiento, en el Barroco y en el mundo moderno. La tra: dicion aristotélica ser4 el punto de convergencia y divergencia. Arist6teles, en efecto, en los tres libros de la Retérica expone, aunque a veces confusamente, los géneros oratorios; la argumentacién; el estudio del ca- rdcter del orador y de las pasiones del auditorio; los en- timemas y los paradigmas; por wltimo, el estilo y las estructuras del discurso. Codifica, pues, cientificamen- te los principales temas y materias de la retérica. Falta- ran sélo algunas precisiones de la época he cargo de Hermégoras y Hermégenes. ‘Cuando la cultura griega cautivé a las élites romanas yala democracia habia sido aplastada en el mundo {g0 por las armas de los macedonios y de los romanos mis- mos. La retrica, sobre todo la politica que floreci6 con Deméstenes, perdid el Agora y se refugié en las aulas. Ya s6lo era una practica escolar destinada a formar abo- gados y politicos. El genio romano no produjo grandes fildsofos; pero sf uristas. De ahi que en Roma bajo este amparo reconquistara el Foro y las asambleas. Si la tra- dicion aristotélica la habia enriquecido con el aporte de ; Roma le dard la belleza externa y la per- feccién del period. Ciceron, a quien Alfonso Reyes llams hijo y padre de Ja palabra, no inventa nuevas teorias, mds bien, recrea la de Aristoteles y las de los jonios. Siete obras dedicé al estudio de la oratoria; por su prosa desfilan todos los temas: Hombre experimentado en la vida, el orador de- be conocer el derecho, la filosofia y, en general, todas las diseiplinas culturales de las que necesite echar ma- no en su profesi6n; establece las leyes de la composicién, Ja narracién y la argumentacién; trata de las partes que integran la oratoria; expone las teorias gricgas; hace la historia de La elocuencia romana hasta su época; funda- menta la teorfa del ritmo en la prosa, la forma debe co- mresponder siempre a le dignidad del tema. Poeta rnascitur, orator fit, parece proclamar su teorfa oratoria. Es, por otra parte, la reflexion mds extensa y rica que 137 sus discursos se di 30 ideal de orador que, con vanidad jus da, Cicerén sentfa representar. res, la retorica ya no tendra cabida en el Foro; red a los panegiricos volverd, como en el periodo hi o, alas aulas. Era natural. La democracia es el ox dela ret6rica, Al deteriorarse aqueélla, ésta se su objetivo —la comunicacién con el pueblo, bate en el juicio— se pierde. Aparece, entonces, mucho nis, su aspecto educativo, Quintiliano en las Instituto. nes oratoriae libri duodecim propondré fundamentalmen- te, dos campos: el teérico, dedicado a la explicacién de la gramatica, de las figuras y al comentario de los auto- res; el préctico, los ejercicios escolares supervisados por el profesor. En sus paginas encontraremos delineado el camino que, desde el ragazo mateo debe recorrer educando para convertirse en el vir bonus bene dicendi peritus de Caton. Dice, nuevamente, Alfonso Reyes q la obra de Quintiliano frente a la de Aristgieles es nos profunda y frente a la de Cicerén, menos brillant pero que, en conjunto, es mucho mejor tramada y mas segura. “Tres fueron, pues, los més importantes autores que en la antigtiedad fijaron la teoria ret6rica: Aristételes, Cicerdn y Quintiliano. Su influencia se dejara sentir fuer- te y caudalosa a través de los siglos;a tal grado que nos resulte ya natural encontrar en las portadas de cualquier retorea el estilo: ex Aristotle, Cicerone et Quin- tiliano, LA RETORICA EN EL RENACIMIENTO ESPAROL El Renacimiento fue una sacudida de la conciencia y idad del hombre medieval. Se hizo presente en la historia una nueva visién del mundo. Su origen se encuentra en las nuevas relaciones sociales y de pro- 138 duccién aparecidas en las ciudades. De aht su cardcter clase dirigente: los burgueses. La lucha en- (nobleza, terratenientes y clero) y los habitantes de las ciudades; los barbari (en el sentido de Erasmo) y la humanitas. Al tratar, nuevamente, el hom- bre de tomar en sus manos el curso de su destino y de dirigir el acaecer social, la retdrica vuelve @ ocupar el papel que habia perdido desde la época del Foro. Por ello los renacentistas emprenden una de las més hermo- sas aventuras de la ret6rica: intentan librarla de las for- mulas acartonadas de la eclesiastica consuetudo, a donde la habia conducido la escolistica. Se equivoca, sin em- argo, quien intente interpretar linealmente este perfo- do. Las corrientes que en él alientan a veces se combinan; otras se separan. Para algunos —entre ellos, Erasmo y Vives— la renovacién de la retérica parte una toma de distancia, casi un enfrentamiento, de Al t6teles; para otros, recrear los modelos antiguos, en es- pecial a Cicerén, es el objetivo. Su formula seria: comprender, gustar, imitar. Estos serén los polos en cu- yos limites se mueven los hombres del Renacimiento, ¥ es que sila patristica medieval cristianizé ala cultura dlasica en busca de fundamentos filos6ficos para la nue- va fe; el Renacimiento, a la inversa, paganiza al cristia- nismo en su intento por fundamentar la doctrina de la individualidad del hombre. Estas tendencias formardn, por su diversidad, un caleidoscopio cuyos colores lo mis- mo aparecen en la Reforma que en la Contrarreforma Y aun en sintesis de hombres que, aunque disienten, nunca llegan a romper con Roma, como Erasmo, quien intenta mostrar ‘cémo serfa posible reproducir el Cice- rén auténtico y conjugar la soberana elocuencia de éste gran hombre con la cristiana piedad”? 3 irasino de Raterdam: “Sed ut ostendam quo pacto feri poset, ‘ut vere Civeronem exprimamus et summarn lus vari facundiam cum. ‘christina pietate copulemus”, Dialogus Ciceronianus en Opera om ria, Basilea, 1540, t 1, p. 814. 139 Las teortas literarias que penetraron a la Nueva Es- pafia fueron, sin duda, el reflejo de las que imperaban en la Peninsula. El coniictivo enfientamiento de las ten- dencias renacentistas y las tradicionales, asf como su de. normaré los gustos y las preceptivas en uso de El humanismo espafiol tuvo, mucho mds que en otros paises, un cardcter minoritario, Por otra parte, logré man- tener un tinte marcadamente religioso. Sin Italia el hu- manista se apoyaba en una pujante nueva clase, en Espafia ésta fue derrotada por las fuerzas de la nobleza, lero y el absolutismo real en la batalla de Villalar en 1521. Nacido, pues, como un producto de minorfas, de espaldas al pueblo, pronto perdié la poca vitalidad que habia adquirido. La lucha de sus mejores exponentes fue tremendamente desigual y, con frecuencia perseguidos, debieron algunos abandonar Espafia. Enla sula se comenz6 a reflexionar tarde sobre aria, Quiz4 podamos decir que hasta la pri- mera mitad del siglo xvi se produjeron los mejores tex- tos sobre la teoria retérica. No es que anteriormente no haya habido aportaciones. Sin embargo, el que podria. mos llamar primer renacimiento espanol puso mds én fasis en el aspecto . Las obras de Antonio de Nebrija (1444-1522), iluminan este perfodo. En ellas es- cuchamos los ecos de las Elegantiae latinae linguae de su maestro Lorenzo Valla (1407-1457). La primera tarea fue depurar la lengua latina de los barbarismos que du- rante siglos la habfan corrompido. Por eso buscan mds la perfeccin gramatical y la pureza del vocablo que la es- tética del periodo. No. La retérica no estuvo fuera de eto la que emplearon fue una retérica tradi- por ejemplo, en su vejez, casi ciego, cuando ya no impartfa por sf mismo la catedra en Sala: manea sino que la escribfa para que otro la leyera, pu- blicé una Artis Rhetoricae compendiosa coaptatio ex Aristotele, Cicerone et Quintiliano (1515); pero en ella nada nuevo encontramos. El mismo se encarga de indi- 140 car en el prélogo que paco se puede ya decir sobre este tema porque Cicerén y Quintiliano lo dijeron todo.* ‘Attavés de Italia y de los Paises Bajos lleg6 la influen- cia renacentista; pero los vinculos més fuertes fueron ‘con estos tltimos, Un sdlido comercio, especialmente de lana, ast lo garanti26. Por ahi penetté la obra de Eras- mo (1469-1536), Su doctrina atrajo fuertemente a mu- chos intelectuales espatioles. Sobre todo, porque tent: muchos puntos en comtin con la reforma del carden: Cisneros. De hecho, la hija predilecta de éste, la Uni- versidad de Aleald, fue centro del erasmismo espafiol. En sus prensas se imprimieron, durante la década de 1520, antes de que la Inquisicion lo convirtiera en aue tor damnatus, algunas de sus obras en traducci6n espa- fiola o en el original latino. La sombra de Erasmo también se proyecto en el campo de la retdrica. De una uotra manera estuvo presente en la vida o en la obra de los tres més importantes escritores que durante el Re- nacimiento espatiol lucharon por rescatar a la retorica de las practicas viciadas y de las formulas aristotélicas anquilosadas por la escolastica y por el tiempo: Luis Vi yes (1492-1540), Fadrique Furié Ceriol (1527-1592) y Francisco Sanchez de las Brozas, el Brocense, (1523-1601). El sentido innovador de los tres tiene como principal punto de convergencia el rechazo al principio de auto- Tidad y, por tanto, de muchos conceptos que, teniendo origen en los clisicos, estaban incorporados, acriticamen- te, ala teoria de la retdrica tradicional. Aclaremos: no rechazan a los clisicos; luchan por profundizar en la obra de todos y no sélo de algunos. Tampoco creen que sus logros sean inttiles; piensan, més bien, que las ciencias progresan y que repetir lo que otros ya han dicho es de- tenerse 0 retroceder. Para decirlo con palabras del Bro- de re, post i aulom 7 », Salamanca, 1529, p. 7. ten Artis Rhetoricae compendiosa cocptat ML cense: “el arte debe cambiar cuantas veces el encuentre algo mejor” La obra de los tres mereci, co mo toda obra verdaderamente innovadora, la enemis- tad de muchos y el proceso, en los tres casos, en la Inguisici6n; pero, contradictoriamente, fue la corriente que, soterradamente, alimenté a muchos de los tedri- cos posteriores al siglo xvu, Juan Luis Vives, exiliado de su natal Valencia por pro- pia decisién encontré en los Paises Bajos una atmdsfe- ra mds industrial y comercial. La vida intelectual estaba menos sujeta a los intereses sefioriales que la ahogaban, en Espafia. Pudo, por ello, enfrentarse con un criterio més critico que sus paisanos a los problemas de la cien- cia. En retérica fue el primero en reaccionar ante la re- petitiva tradicién medieval. En el De Disciplinis libri viginti (Amberes, 1531), y en el Rhetoricae sive de recte dicen i tres (Basilea, 1536) reine los puntos ms importantes de su pensamiento sobre el tema. Tres ja corrupcion de la dialéctica, la filosofia, la medicina, las matematicas y el siguientes cinco, denominados De traden- dis diseiplinis, proponen el metodo y la gradacién con que deben estudiarse las artes; la ultima parte, bajo el nombre de De artibus, agrupa a acho que se ocupan de la vida y las costumbres del humanista con tales méto- dos formado. Tres son los libros que integran De recte dicendi ratione, Tratan, especificamente, del estudio del Jenguaje. Para Vives la palabra, junto con la justicia, es el instrumento para vineularse con los otros hombres; formar, en suma, la sociedad. Puede afirmarse que si en Ja primera parte del De diseiplinis estudia las causas que corrompieron e hicieron que las artes perdieran su pri- mer y mejor sentido, en el De recte dicendi ratione, en 2 Are enim (ut pracclare disserit D, Thomas) mutari debet, quoties intellectui meitus aliguid cour. 142 wropone un renovador método ret6rico que re- huye ef faragoso amontonamiento de reglillas en uso. ‘Su obra tiene el mérito de haber sido la primera que entre los espafoles, sin romper com los clésicos, més bien ahondando en su estudio, pone en cuestién el inmoy zador principio de autoridad que una tradicion intere sada les habia atribuido. Coloca, por otra parte, a la inversa de Aristateles, a la Retorica c coronamiento del trivium; por arriba de la dialéctic: ra de edificio del lenguaje, la Gramatica corta la made- xa y extrae los sillares; la Dialéctica construye la casa, yla Retérica funda la ciudad. La Gramética avanza hasta Ja conjuncién de las palabr: Dialéctica, hasta la ar- gumentacién; la Retérica, hasta el lenguaje o, lo que es mas exacto, hasta e] ‘ “Toleraremos que por tanto tiempo la retérica esté encadenada y oprimida? De ninguna manera, Abramos la catcel, derribemos las puertas, rompamos las cadenas ibrémosla de la tirania” ? exclam6 catorce afios des- pués de la muerte de Vives, su paisano, el también va- Ienciano Fadrique Fi _en el Institufionur rhetoricarurm libri tres 554), Fadrique expre- sa en Espatia la influencia iaristotélico Pedro Ra- mus (1515-1572), maestro de matemticas y retorica en Gago de Francia, cuyes Antmattersinesn Dice tioam Aristotelis (Paris, 1534), fueron prohibidas por el rey. La parte fundamental de la doctrina de Ramus pue- de resumirse asi: nunca el principio de autoridad puede prevalecer sobre la raz6n. Naturalmente Ramus pagd con su vida. La chusma lo asesiné en la noche de San Bartolomé. Furié, en el espiritu de su maestro, pregona Madrid, 1948, tr. de Lorenzo Ribe,t f Luis Vives, De disci mi ve Faris “Quid nox pstiemr tds Rhetoric ee zc oprah Minne enn prams cere aniemb enn 143 que los libros sagrados deben traducirse a ls lenguas ver- néculas, pues al latin no tiene acceso el hombre del co- ‘min; atin mds, sir enseflanza no es tan perfecta que la capa intelectual lo posea totalmente. El ibro es producto de una polémica con el tedlogo Bononia. Su actitud, re. cordemos el célebre caso de Fray Luis de Ledn, attajo las persecusiones. La obra, Bononia sive de libris sacrs in vernaculam linguam convertend: incluida en el Indice de libros prohibidos y el juicio que Ja Inquisicion instrayé a Furio prosiguié después de su muert Acorde con esa actitud, Fadrique arremete en el Ins- titutionum thetoricarum libri tres (Lovaina, 1554), con- fra toda autoridad y, muy especialmente, contra Aristételes. Las prolijas divisiones y reglas de la retorica en uso més que ayudar, segin Fadrique, anquilosan las dotes, innatas, que existen en todo verdadero orador. Casi cincuenta aftos dedied Francisco Sanchez de las Brozas, el Brocense, a la ensefianza de la gramética y la retorica en la Universidad de Salamanca (1554-1601). Cuando obtuvo las catedras imperaban en una, por la gran autoridad de Nebrija, sus métodos y textos; la otra dormitaba en el mos maiorum. Ambas permanecian es- tancadas. La vida del Brocense fue una permanente lu cha por renovarlas. Trabajo de Sisifo: su empetio chocd on las estructuras estereotipadas, Repetidamente se le amonesté para que “no le quite (a los discfpulos) el cré- dito que son obligados a tener a ue en aquello no fue bien declarado, que de otra ma. nera se ha de entender, ni diciendo delante de los nifos: ni Tulio”.6 En otras ocasiones se le censur6 que explicara en clase de ret6rica a todos los autores clasicos 0 que mostrara sus falas: “no murmu- re de los autores ni de los maestros” y, en cambio, ® Citado por Pedro Urbano Gonzéle2 de la Calle, Vida profesional académica de Francisco Sénchez de las Brozat, Media, 1922, p. 97. 144 los autores prescritos por leno se le arrojé a la ca ra su supuesta “arrogancia, ordinaria de herejes de otros tiempos y de los destos en Alemania y Francia’; cada vez mas acres sus enemigos le llamaron en el mismo lu- gar “insolente, atrevido, mordaz, como lo son todos los, graméticos y erasmistas”.* La Inquisicién tom6 cartas. Le instruy6 dos procesos. En uno de ellos, en 1600, ya a punto de morir, ¢! Brocense, con humildad, pero con firmeza, planted claramente su posicién de humanista: que, en cuanto a las cosas que son articulos de fé, él bre tiene captivado el entendimiento ale obedientcia de fe; pero en las otras que no son de fe, no quiere capti- ino interpretarlas conforme a lo que y que lo mismo hace con los autores antiguos la pobreza le obligé a some- terse. Volvia a levantarse la cétcel contra la que clamé Furi; pero ninguna tan eficaz que acallara su doctrina. Fuera de muchos comentarios a los clisicos, nos dejé sobre gramatica su Verae brevesque grammatices latinae institutiones (Lyon, 1562) y la hermosa Minerva (Salaman- ca, 1562 y 1587), documento que resume, en 1587, cuan: do fue obligado a renunciar a la cétedra de gramatica, su doctrina renacentista sobre la materia. En el campo de la retérica escribié fundamentalmente el De arte di- cendi liber unus (Salamanca, 1573) y el Organum Dia- leeticum et Rhetoricurn cunctis disciplinis utilissimum ac recessarium (Salamanca, 1579). Un espititu libre, influi- do por Erasmo, enriquece la doctrina de estos tratados. La teorfa literaria y la preceptiva que se exponia en 7 Idem, p. 363. 8 dem, p. 365. 9 Ter, pp. 424425, 145 todas las artes de retorica de la época estaban dirigidas, ciertamente, ala literatura en lengua latina; pero se apli- caba, de manera general, ala produccién literaria en to das las lenguas. Esta situacion, sin embargo, habia empezado a modificarse en otros paises; pero no en Es- pafia, pese a la gran evolucién que habia alcanzado la lengua espafola. Lentamente, sin embargo, la teoria poé- tica principio a desgajarse de la retorica. Ejemplo de ello son el Arte de poesia castellana (Salamanca, 1496) de Juan del Encina (1469-1539) y, principalmente, la Philoso- hia antigua boetiea (Madrid, 1596) de Alonso Lépez Pin- iano (c. 1547 - c, 1627), aparecida, exactamente, cien afios después de la obra de Encina” La retérica clasica, por su parte, también buscé expresarse en espanol. No fue un intento gratuito. Respondio a la necesidad im- periosa de hacerse mas asequible a los estudiantes: el latin, lengua ya de minorfas, era mal aprendido en las escuelas. El Brocense mismo, a quien se le atribuye la frase latine Ioqui corrumpit ipsam latinitatem, siempre consideré que obligar, bajo pena, a hablar latin a todas horas alos estudiantes ayudaba ala corrupcién del idio- ‘ma; pero que se ensefiara mal y se aprendiera peor latin, también daba por resultado la mala comprensién y el nulo aprovechamiento de la retérica escrita en latin. Co- mienzan, por tanto a aparecer tratados retéricos escri- tos en espaiiol. No es que nazca la retérica espafiola; sigue siendo latina, pero escrita en espaftol. Fray Miguel de Salinas (? - 1577) fue el primero que rompié el tabu del latin en su texto Rhetérica en lengua castellana (Al- cal4, 1541); cuarenta y ocho afios después aparecié la Primera parte de la rhetérica, (Alcala, 1589) de Juan de ‘Guzman. La obra, escrita en forma de didlogo, fue revi- sada por EI Brocense. Como los anteriores textos se pu blicaron otros. Esta escuela incipiente de retéricas en espaftl, sin embargo, lentamente evolucion6 y se fue desprendiendo de los ejemplos latinos. Bartolome Jimé- nez Patén (1569-1610), publicd, ya en el siglo xvu, la Elocuencia espariola en arte (Toledo, 1604). La obra es 146, importante porque incluye, por vez primera, ejemplos de autores castellanos, especialmente de Lope de Vega. Por ello se suele considerar a Jiménez Patén el funda- dor de la retérica espafiola, Toda esta comtiente, hay que advertirlo, constituye un gran. avance del campo rena- centista, pues el resultado préctico fue un mayor acer- camiento de la literatura al pueblo. La muerte de El Brocense, al iniciarse el sigo xvn, pare- ciera abrir, con la trégica dignidad de su magisterio, el paso al Barroco; época de profunda inestabilidad social. En ella los terratenientes y nobles recuperan parte de los privilegios que vieron irseles de las manos durante el Renacimiento. La cultura, por tanto, acentia el eli- tismo y en sus expresiones masivas intenta jusbificar e inculvar en el pueblo los valores sefioriales. Lope, Cal deron, Gongéra, Gracian y muchos mas reproducen la ideologia de la época. La RETORICA EN NUEVA EsPAna ‘Atrds queda, apenas dibujada a grandes trazos que, pot desgracia, oscurecen importantes particulatidades, la problemética que, en el campo de la retdrica, Espana trasladé allo que llamé Nueva Espaita. A estos linearnien tos, aunque, a veces, con particularidades importantes, responderd su desarrollo en estas tierras, El sistema edu- cativo novohispano se orientard, por tanto, a formar el tipo de hombre ideal que corresponde a los intereses re~ presentados mayoritariamente por Trento y por la edu- cacion jesuitica: el ideal de la cultura de la Contra- rreforma ‘Conviene, sin embargo, que precisemos. El campo de la ret6rica bajo el régimen absolutista espafiol con pre- dothinio serial y, mas atin, en una colonia, donde las practicas centralistas del absolutismo se acentuaban, era muy pequefio. En el campo educativo, los tratados de retorica fueron simples manuales que repetian formu- uaz las ya consagradas en los textos, por lo general cos; en la oratoria quedé descartada la de tipo ésta sdlo florecerd en los momentos dlgidos del México independiente. El género judicial tampoco tuvo impor- tancia: el papel de los abogados fue casi nulo 0, cuando mas, de burécratas por cuyas manos pasaban los trémi- tes, La oratoria sagrada fue la que llend, con creces, el campo oratorio en la Nueva Espana; en segundo térmi- no, la que podriamos llamar oratoria académica que com- prende los initia y las prolusiones; los discursos de las festividades escolares y religiosas. ) Los tratados de retorica La ensefianza de la ret6rica en los primeros tiempos, al inicio del segundo cuarto del siglo xv1, debi re en la Colonia las luces y las sombras de la contradicto- tia realidad espafiola del momento. Su ensefianza estu- vo a cargo de las ordenes religiosas que educaban a los novicios en sus conventos y, principalmente, de los fran- ciscanos que sustentaban el Colegio de Santa Cruz de Tiatelolco (6/1/1536) para ninos indigenas. En él, el pri- mer maestro de ret6rica fue fray Juan de Gaona, alum- no distinguido de la Universidad de Parts y brillante maestro de las de Burgos y Valladolid, No es el momen- tode hacer el recuento que el magisterio de éste y otros, frailes produjo entre los indios. Baste slo mencionar, como ejemplo de ellos, a Antonio Valeriano, “uno de Jos mejores latinos y retéricos que parecia un Cice- x6n o Ouintiliano”. La teoria retérica que ensefiaron de- bio oscilar entre la tradicién y la ruptura, pues la influencia de Erasmo entre los frailes de los primeros tiempos, especialmente entre los franciscanos, fue gran- de. Ademas, muchos de ellos provenian de los conven- tos de Alcala y Salamanca que participaban de las inquietudes de estas universidades. ‘Al abrir sus puertas la Real y Pontificia Un de México, en 1553, inauiguré la Cateéra de retdrica un 48 maestro vido de fortuna que habia ensenado la misma materia en Ja Universidad de Osuna: Francisco Cervan: tes de Salazar_El a, ¢ sta, quiiza, de muestros conquistadores. Su mayor timbre de gloria sera haber sido disefpulo de Luis Vives y haber reeditado, en 1554, afio en que El Brocense principié su docencia en Sala- mance, para uso de sus alurnos novohispanos, las Ex- cercitationes linguae latinae del valenciano, acompaftan- dola edicion con siete dilogos mas escritos por su pro- pia mano. La edicién de Vives en Nueva Espafia habla, cierta- mente, del pensamiento renacentista de Cervantes, no es ésta, sin embargo, la primera ocasién que lo manifesta Afios antes, todavia en Espafia, tradujo al espanol y pu- blice la Introductio ad sapientiam (Sevilla, 15 mo Vives; dos afios después la reedité (Alcald, 1546) junto on una glosa del Apélogo de la ociosidad y ! Luis Mejia y el Didlogo de la dignidad del hombre, afiadié “més de dos tantos”, de Ferndn Pérez de Las Exercitationes linguae iatinae (primera 1538) que ahora Cervantes anot6 y edito es un manual de conversacién tatina parc tiso-de_lns estudiantes que, ya lo hemos dicho, estaban obl sa hablarlo.a todas horag- El texto, sin embargo, tiene su miga: Erasmo ha- bia publicado unos Colloguia fami con el mismo fin. La obra resulto una importante satira alas costumbres de la ¢poca; principalmente de los ecle- sidsticos. En ella dialogan libremente hombres, mujeres y monjes de todas condiciones sobre los problemas de su tiempo. Vives, espiritu més ortodoxo, la recomencé frecuentemente; pero siempre consideré que debia de leerse selectivamente. Al fin, puso mano a estos didlo- g03 que, menos heterodoxos, paulatinamente sustituye- ona los Colloquia de Erasmo en los dominios espafioles. Ast pues, la obra que edito Cervantes, aunque manifiesta alas claras su filiacion renacentista, se situa, sin embar- go, en la vertiente espafiola del humanismo. 9 La catdstrofe demogréfica que suftieron lo: y elaumento de la poblcion eoafla invade al nioa se el.iltimo cuarto del siglo xv, la orientacién y el sen- tido de la educacién novohispana, El indio fue marginado. En fecha relativamente temprana, en 1554 por ejemplo, para Cervantes de Salazar el problema del Indio no existe; s6lo es un elemento folelérico en el mun- do espaol de sus Didlogos. Al fracasar el Colegio de San ta Cruz de Tlatelolco, o por ello mismo, estuvo negado ol inareso a ena ala educacin, La Universidad ya un primer inc naci it tl problema edcatve dels uventd alasionu soe entud ctiolla; kunque eslatuts, por lo menos teéricamentern0 impeian el ingeso de indios y mest Se eee ats para suponer, sin embargo, que esta ops -mocracia” no gust6 del todo a la aristocr Scat nan na oe nn dela Compafia de Jesiis. El sentido cultural aristocrati- } zante de éstos, en especial de sus actos escolares, y del / uso exclusivo.de}Matinpn-la-ensefianza, llenaba sus as- { piacionee En 1372 Tegaron ala ciudad de México los . A poco fundaron su primer colegi Ge San Pedro y San Pablo (157 rien los sade seen fueton instalando otros en l S tesdel han recogido y recogen allen los colegios) todos de vecnos de cota tein de que esulon muy rolables de fos, como esencarece ls colegatra subi tod os afios y tener por pupilos os hijos de Oidores, Regi Eabaleros, Ofte: bony ales con que notes tad cosa a que se opongan, y aunque otzas Religiones h pretendido poner 3, sela_han contredicho, y a nen grandes entas de esto la Ciencia se da por etic” Gomer de Cerva al finalicar esa Y no s6lo se opusieron a otras Srdenes. También orilla- ron a la Universidad a cerrar Ja cdtedra de gramatica. En 1767 afio de su expulsién, 195 afios después de su amibo, contaban con 30-calegios y: monopalizaban-pric ticamente, Ja ensefianza-dellatin en Nueva-Espafia. Es- (Ga no era nueva ni exclusiva. La aplicaron lo mismo en América que en Europa. Por eso su influen- ‘cia cal tan hondo. Fueron ellos quienes educaron el gus- to literario de la capa ada_novohispana. Dérrotada en Espai corriente renovadora, la re- t6rica recupera el mos maiorum y la aceptacién acritica de la doctrina tradicional. De ahi el papel que los jesui- ‘as asignan a las humanidades en la perspectiva de su ideal educativo: el fin de las hymanidades ¢s, formar all estudianite en la elocuencia; pero ésta,asu vez, consti- tuye para ellos el ideal de Ja cultura intelectual, Las hu- manidades proporcionan al hombre, por tanto, una cultura ideal. Pero, nosotros nos preguntamos qué pro- ‘ponen en el campo de la retdrica esta cultura y estas hu- manidades ast entendidas? La respuesta es evidente: pensar coma Aristateles y hablar como Cicer6n. El Con- cio de Trento, en Ja predicacién, y Tos jesuitas, en la docencia, serén sus principales promotores. El método y el contenido de la enseftanza jesutti estuvieron determinados desde Europa porla Ratio stu- diorum (1599); la inmensa mayorfa de los textos fueron importados del Viejo Mundo, Naturalmente no fueron Otros que los empleados por la Compafiia en sus escue- las europeas: Cipriano Suarez (1524-1593), Bartolomé Bravo (1554-1607), Francisco Poney (161! Radau (1617-1689), José de Jouvaney (1643-171 Francisco Le Jay (1657-1737), ete. {El método fue excelente: desterrar el verbalismo y, en cambio, poner énfasis en la practica, en la redaccién y en el comentario de textos. En ést0s ejercicios muchos de Jos miejores escritores de nuestro idioma adquirieron oft cio y aprendieron a pulir el estilo. Para dar una idea de icios extraescolares a que eran sometidos los ¢s- 15h we tudlantes reproducing un punto del informe que, slo res afios de distancia del Colegio de San Pedro y S: Pablo, daba Vicente Lanuchi: an En eat ato cade ocho dies Jos ttércespracticaron con lestreza admirada por los oyentés yTos alumnos o pocmaas panegicos esrtos sin ayuda, o algun discurso por ellos nistiios compuesto paral fiesta de algtin santo. Cada dos, ‘meses (principalmente en el tiempo en el cual pen las clases) dos otadates, con un tema o cuestién pro- puesto por otro, acostumbraron que elegante y elocuentemente uno y otro se ejercitara en la declamacién ‘olabando o vituperando, o persuadiendo o distiadiendo; acusando o defen diendo; después quien hacia de justiimo juez sobre el asunto propuesto y tratado, desde ‘un lugar may adorado y elevado del gimnasio, dictaba la sentencia; de Ja misma msnera, el mismo dia se levanta- ban a continuacién dos elegantisimos poetas que recitaban a tantos doctisimos varones presentes sus panegiricos es- critos de su propia inspiracion a la vida del santo que ca- sualmente en ese dia se celebraba.!! Los temas propuestos podrian ser del tenor siguiente: Ja muerte; el palacio y la rusticidad; el hombre, los cin- ‘D)onhetre vero hee anne actavo qlgue deat panes ca. ‘mine proprio marte canscripta, aut orationern aliquam in alici festum ab ipsis et compesitam audientibus al Spaeentbs decaniatant fo Scs7yen Monuments Mexicana Soitat Js, Rta, Pens eimai 152 co sentidos y las virtudes teologales; la elocuencia, el campo y la guerra, e Durante el siglo xvtlos jesuitas novohispanos se pro- pusieron un interesante plan de ediciones que tendia a satisfacer las necesidades de las diferentes disciplinas que ensefiaban. Lo presentaron al virrey Martin Enrf- quez quien lo aprobé en 1577. En él se contemplaba, con miras a la retérica, la edicién de obras de Lu sin embargo, se pudo cum jento se haya debido a la ine programas, la cual surgia de la indefinicién de la Ratio studiorum anterior 2 1599, 0 las des de sién en la Nueva Espafia. retdrica pudieron hacer uso de los Emblemas (1577) de Alciato y de las Tristes (1577) de-Ovidio salidas de las prensas de Antonio Ricardo. Durante este mismo siglo, algin jesuita, cuyo nom. bre ignoro, pero que fue, sin duda, maestro de retsrica en el Colegio de San Pedro y San Pablo, eseribio un In totius rhetoricae libros — Ni al de México, manuscrito ntimero 16: dito, pero que merece mejor suerte. E] texto, basado en 3, Ci- cerén y Cipriano Sudrez, trata toda la materia de Ja re- es la exposicion més met6dica de la que se! Trays escrito ep la Nueva Es pana. Poresta época Pédio Flores (S. xvi- S. xvu), tam- relérica én San Pedro y San Pablo 10, por desgracia per: bien inaestro de rel un De arfe rhet 2 No ha faltado a algunos la tentacion de atribuir a Flores el trabajo anénimo de la Biblioteca Nacional a qtie antes nos hemos referido, pero Beristain es muy claro al sefialar que el tratado de Flores consta de libri duo y el de la Nacional tiene tres. 12 José Mariano Beristéin de Souza: Biblioteca hispanoamericana imecameca, 1883, tI, p. 54l 153 iano practi. no Susrez. La obra sobresale en- {re los otros textos jesuiticos por ol orden en la exposicién y-el excelente resumen de los Compania, de inm: tum, Amparado en esta autoridad ¢ sifusion ¢ innomerabls rediciones, Pata su influencia fue grande tanto en las ai Entre los esoritores, Ademis de ineontables ediciones europeas que circularon en los colegios de estas tierras, aparecié un compencio de la obra que tuvo evatzo ree. liciones: 1604, 1620,-1693-1756, El comy célebre Bernardino de Llanos (1559-163 organizador de los estudios Titerarios de la Compaii México. La primera vez que To incluyé fue en una anto- logia de textos de ret ida Ilustrium aut collectanes (Merc spigados de d a res europeos. Ahi reuni a] nee teh 16, ademas de Suarez, dos textos conscribendis epistolis (primera edici yDe Satna aren poences que es del Liber de arte poetica (primera edicién: Campo, 1596); también incluyé unos ejer: 05, titulados Progymnasmata (primera edicion: Zarago- za, 1596), del célebre retérico y helenista valenciano Pedvo Juan Niifiez (1525-1602); por ultimo, afiadié el De recta latini sermonis structura et ordine del francés Fran- cisco Silvio (?-1530). Como es evidente, la.compilacisn comprende casi toda la tematica desarvollada en la cla se de retérica y los textos incluidos fueron tomados de publicaciones europeas muy recientes. Por ello fue muy n recibida por los colegiales novohispanos; volvid a reeditarse en 1620; pero, en esta segunda edicién Lla- nos suprimié el optisculo de Francisco Silvio. Tomés Gonzalez (1598-1659), quien duré mas de 29 afos como maestro de latin en el Colegio de San Pedro Segovia, 15 ‘ber secundi 154 y San Pablo, fue el sucesor de Llanos como animador, 3 de los estudios literarios; inclusO Modifies y reedito al.” gunas de sus obras. También escri ‘otras originales. Entre estas tltimas se encuentra w tratady de retérica que con el nombre De arte rhetorica libritres aparecio + en México en 1646. Tye mes, en 1652, 1683 y 1714 hablan de éxito. Gonzalez, si deré que debia escribir un compené Ge los estudiantes en ¢} que, ala maner: encontraran ordenadas las reglas ce la materia, En el mi mo ano de 1646 publicé, también en México, una Su ma totius rhetoricae que reeditd en 1653, rae ‘lds de-cierr-a108 pasaron, la segunda mitad del siglo | para que-voliera a aparecer si; Nueva Espafia. Este hecho nos \ \perfniteimsistir hel tremendo inmovilsmo de la teo- | Tia retorica en manos de los jesuitas. Mientras tanto, Jos estudiantes recurrieron a las obras de Conzélez cu yas reediciones hemos sefialado 0 a los autores jesutti- fos cuyas obras cran importadas. Se edit6, también, por cinco veces —1711, 1715, 1726 y dos sin afio en la portada— un extracto, el que trata de la defi Ipretorica y de sus partes, del Novus candidatus rhet. cae del jesuita francés Francisco Pomey (1618-167 Hasta 1753 vuelve a aparecer otra obra sobre retérica en que puso mano un novohispano. Cierto que no es tuna obra original; pero el texto fue ampliamente modi- ficado para esta edi Rhetorica (primera edicién: Palermo, 1725) rq. Maria Latorre (1691-1724). José Mariano Vallarta (1719-1790) we el ovohispano que la modificé: le aa di6 la teorfa pottica y reestructuré la parte retérica. Con fuulo De arte Rhetorica et poetica institutiones (Méxi- o, 1753) la'imprimnié en las prensas del Colegio de San Tidefonso de la ciudad de México. El influjo de la obra fa tienipo. Jase Toribio Medina escribe que Va liarta publico la obra por ver primera el afio de 1735; pero ninguna constancia aporta. En cambio, conocemos 155 la reedicién que en 1784 Vallarta hizo en la ciudad de Bolonia donde se encontraba desterrado. Pedro Rodri- guez de Arizpe (1715- 2), profesor de retérica en el Se- minario Conciliar de México, perteneciente a ese gran mimero de intelectuales medios, ni muy brillantes ni ex: cepcionales, pero cuyo trabajo fundamento el ambien- te cultural novohispano, vio en la obra de Vallarta un excelente auxiliar para las clases y, a su vez, le compen- did en un Artis thetoricae sintagma (México, 1761). Por ailtimo, ya en el siglo x1X, poco’ afios antes de consu- marse la Independencia, pero ya en la guerra contra la corona, el franciscano Ignacio del Castillo, maestro de latin en el convento de Tehuacén, publicé unos Elemer tos de retorica (México, 1812). — “Huo, durante la €p0¢a colonial, algunos florilegios que compilaron discursos de Cicer6n y de otros orado res famosos. En este tipo de textos siempre hucharon los autores clisicos y los religiosos, especialmente los de la Compania de Jess. Algunas veces, cuando el compila dor ponia énfasis en el sentido cristiano de la educacién, Cicerén veia reducirse su campo en provecho de piado- S05 discursos de los jesuitas europeos; otras, el ideal cl sico lograba imponerse y, entonces, Cicerén tenia para sisolo la antologfa. Para los jesuitas, ya lo hemos dicho, la perfecci6n literaria consistia en imitar-cLestilo cice- ‘oniano_No es extrano, por ello, que se le dediquen €di- ines exclusivas a sus més famosos discursos y que, en, Jos casos en que se incluyan otros autores, lo deban a su parecido al modelo. La tinica antologia que retine a Cicerén y a otros auto: tes también clasicos es la Solutae orationis fragmenta que Bernardino de Llanos publicd en 1604; sin embargo, la que, bajo el mismo titulo, publicé en 1632 Tomas Gon- zélez y que reedité en 1641, suprime a estos tiltimos yy e750 lugar, incluye a los jesuitas. El mismo criterio se utiliz6 para la antologia titulada Iilustrium autorum flo- res (México, 1712). Ahfse incluye la Oratio pro instaura tione studiorum pronunciada por Baltazar Lépez 156 1650), en 1644 en el Colegio de San Pedro y San Sees crencta no slo responde acento orgulo provinciano, también a la excelencia del latin de este no- Yohispano, natural de San Miguel el Grande, llamado por algunos de sus contemporéneos “principe de latini: Bad de nuestros tiempos y el Cicerén de Nuestra Pzo- vincia” (Mexicana de la Compaaita). Sin embargo, el Florilegium oratorum (México, 1722, con reedicién en 1721) suprime a Lépez, a pesar de que reproduce mu- chos otros textos incluidos en la de 1712. ‘En 1762 Agustin de Castro escribio a su hermano Mi guel, que por entonces cursaba sus estudios literarios, una carta latina en la que Je aconsejaba,. Jargamente, sO" bre la necesidad de estudiar los textos de Cicerén a fin de obtener sdlida formacién literaria y estilo pulido. El Cicero...) nocturna tibi manu diurque terendus que Cas- tro propone a su hermano refleja, sin duda, el sentimien- toy el gusto de la época, Dos antologias contienen, exclusivamente, textos de Cicerén: una impresa en 1693 J otza, en 1756. Ambas se titulan Orationes duodecim Jelectae M. T. Ciceronis ¢ incluyen en sus paginas el com- pendio de retérica de Cipriano Suarez que Bernardino Fe Llanos publicé en 1604. Los doce discursos son los que la tradicién ‘escolar fue decantando hasta conver Grlos en los “discursos” de Cicerdn por antonomasia, De ellos el profesor elegia y proponia ejemplos para que, Smitandolos, el alumno adquiriera lo que llamaban esti- Jo sublime, mediano 0 seneillo. Su estudio era tan cons- tante que sus gitos y periodos los encontramos imitados o calcados tanto en la oratoria en espafiol como en Ia Iatina, Testimonio de su presencia en las aus, entre mu; hos, son dos manuscritos; uno del siglo xvry otro R Joce discursos de Cicerén son: Pro Marco Marcello; In Lu- es tne de Gan ea sin Ci in Ce Sr Harpe Ae eS Ligario 187 xvitl. Ambos se conservan en la Biblioteca Nacional. El primero, el numero 1631, contiene el andlisis retérico del Pro Archia poeta a partir de las notas del renacentis. taPaolo Manutio (1512-1574) el segundo, ntimero 363, se tituks Conistructio orationis pro lege manilia. Testimo nio indirecto, pero no por ello menos importante, son gran niimero de cuademillos estudiantiles que contie- nen notas y ejereicios; quizas, incluso éstos sean mis va- liosos porque ilustran claramente el proceso de asimilacién del estilo ciceroniano por parte de la juven- tud novohispana. Entre ellos sobresale el nimero 1421, perteneciente a Francisco Javier Evangelista, estudian. te del juniorado jesuitico de Tepotzotlin en el siglo xv. En él podemos seguir, paso a paso, la eleccion de Jas palabras, la seleccion de los giros y los ejercicios pa- ra adquirir la técnica de los initia y las prolusiones; del género epistolar y de las descripeiones Algunos datos nos restan para terminar esta apresu- rada revision de la produccion de textos de retérica en ‘Nueva Espaiia. Un grupo lo constituyen varios manus- rites que sobre esta materia se encuentran en la Biblio- teca Nacional; el otro, diversas noticias de retéricas que no han llegado a nosotros, pero que sabemos fueron es- critas por novohispanos. Ya hemos aludido a algunos textos manuscritos que se conservan en los estantes de la Nacional; sin embar. go existen otros que a continuacién se sefialan: con el numero 465 la Retérica,-“la més selecta”, de Diego Ca yetano Alvarez, miembro de la Congregacion del Ora. torio de San Felipe Neri en el prologo Alvarez vefiala que utilizé la doctrina de varios autores; pero, en reali- dad, se limita a espigar en la obra de Cipriano Suarez, Al iniciarse el, siglo xvm, en 1703 concretamente, el franciscano José Jiménez reunié en un solo volumen, el nimero 1619 de la Nacional, ocho textos: cinco tra. tan de retérica y tres de poética. Juntos integran lo que Jiménez llamé la Rhetériea christiana. Parece que el frale no fue un mero compilador sino que escribié siete de 158 dos; s6lo uno pertenece al también fran- Le ee a tan se basan en la cbra de fray Diego de Valadés:iitan Ia isposicion dela doctrina fasion eT Hbros tiulos de los captulos; el titulo misma de le obra, Por todo ello este trabajo constituye una de las pocas influen: cias, por cierto tardia, que la obra del franciscano siglo Xv ejercié en su natal Nueva Espana, Rhet ‘Los restantes tienen claro origen jesultico. La to- ries, manuseritonsimero 327, de José Vargas es un pe- queso comp endio de 10 hojas esortas en 1750. En elas ‘Vargas estudia la naturaleza de. Ja retérica; las oak ee diseurso_y la clasificacion de los tropos. E] Bibertitu artis oratoriae breviarium, mimero 240, escrito proba ‘mente por Benito Patifio en 1752, trata, en la bene parte, del objeto de la retoricay de sus partes; en la se gunda, de los topos. Mas extenso y completo esl s- fudio Que Nicolds Poza inciuye al interior desu Cursus Philosophicus, nsmero 261; el tratado, sin stulo parte calas, debe datar de ls década de 1640 cuando Poza en- £0 retbrica, En él estuia los temas tradicional, pero, a diferencia de los manuscrtos anteriores, Poza dedi particular atencidn al género de los Elogios. Los en- {a rhetoriae, mémmero 1575, no indican autor, pero som de procedencia jesutia. os temas tradicionales a de diversos textos de oradores exropeos, como la Virtus militaris oratio de Horacio Quaranta (1604-7) y ae . anénima, de procedencia incierta, titulada ite ge iitus, Por iltimo, hay que mencionar el breve Tract tus Rhetoricae, ara sin fecha y sin autor y, mbién, sin particularidad alguna dae ib vchorieas que se perdieron hay que citar Tos Quingue libri rhtoricae de Baltaza Lope2, de esta obra se dice que fue impresa en 1632 por Francitco Salbago; peto hasta el momento nos es desconocida; Is Insta Hones rhetorices del mereederio fray Juan de Olgchea: el De art rhetorea del jesuita Joaquin Vilalobos de fray Miguel Romero su Ars rhetorices; de Francisco Deza y 159 Ulloa unas Institutiones shetarices y de Benito Bafiez las Institutiones artis rhetorices. Ambos fueron maestros de retérica en la Universidad y, con seguridad, sus textos, fueron escritos para el uso de sus alumnos. De Francis. co Javier Alegre su bidgrafo cuenta que, siendo profe- sor de retérica en La Habana, escribié una Ars rhetorica ex preceptis Tullii que envi6 a Sicilia para ser impresa, eto, por desgracia, se perdié, b) La oratoria sagrada La oratoria sagrada, pese a su total olvido, fue, con mucho, el género oratorio-mds-cultivada en, Nueva Fs. pafta-Prueba de ello son los 247 vohimenes reunidos, bajo el significativo tftulo de Laurea evangelica america. na, en el primitivo archivo del convento franciscano de México y que ahora, dispersado el antiguo miicleo por azares de nuestra historia, se conservan, junto con va- rios tomos procedentes de la biblioteca de don Agustin Rivera (1824-1916) y otros de diverso origen, en la Co- Jeceién Lafragua de la Biblioteca Nacional; testimonio es, también, el gran ntimero de sermones manuscritos que se encuentran en los archivos con fondos colonia- les y cuya destruccién es cada vez mds acelerada. Todo este enorme acervo clama por un estudio que investi gue la evolucion del género y sus caracterfsticas. Aqui Por razones evidentes de espacio, sélo daremos algunos apuntamientos, La oratoria sagrada anterior a fray Luis de Granada (1504-1588) habfa estado normada en Espafia por los pre ceptos clasicos en cuanto a la forma; por Ia patristica y las Escrituras en lo que mira al tema. Hasta entonces no constitufa preceptivamente un género aparte. Sufria, por ello, las altas y las bajas de la retérica tradicional Existia, ciertamente, la necesidad de estructurarla con base en los requerimientos de la pastoral. El Concilio de Trento trat6 el punto; pero no legé a conclusiones pre- 160 cisas que permitieran dar cuerpo a una retérica sagra- da. Enfatiz6, sf, el estudio de las Escrituras y rechazd el libre examen. La técnica siguid, por tanto, atenida a Ia teorta clasica, En Nueva Espafia la predicacion del siglo xv1, al que podrfamos llamar perfodo misional, tuvo mucho pareci- do.con la divulgacion de la palabra de Dios en la Iglesia primitiva. Cierto que existfa su diferencia, Ahora el fraile se rodeaba de soldados y de aparato coercitivo; pero no por ello se crefa menos apéstol. No todos los tiem: pos son iguales, pero, se decta el misionero, acordndo- se del Eclesiastés, a todos los hizo Dios buenos en su circunstancia —cuncta fecit bona tempore suo. los de galas y oropeles, los frailes “voz y sonido dela palabra de Dios”, segtin los lama Motolonia, se en- tregaron, en primer lugar, ala oracién sabiendo que na- da valfa su diligencia sin el auxilio divino, dieron ejemplo integridad de vida: los barbaros tal vez no entendian los discursos, pero s{ los ejemplos de vir- tud; el tercer lugar lo ocup6 la palabra. No ensefiaron, muchas ni dificiles cosas; mds bien, pocas y muchas ve ces repetidas con acompariamiento de representaciones y ceremonias. , para muchos frailes se acercaba el sép- teinado del Hijo de Dios y de lo: tos, antesala del dia octavo de Dios, el dela wreccion yee jnicio final, El mismo ministro general de los fran- ciscanos, fray Francisco de los Angeles, lo trasluce en la patente que entrega a Jos primeros misioneros: “Mas ahora cuando ya el dia del mundo va declinando en la hora undécima”, el Padre de las campatias quiso que “hechor locos al mundo convitssedes a ese mismo mundo con la locura de la predicacion’”. ‘Locura, ciertamente, nécesitaron Ios frailes en el Nue- vo Mundo. Ignorantes de las lenguas indigenas, tuvie- Geréniimo de Mendieta, Historia eclesiéstica indiana, México, P. 206, 161 ron que aprenderlas aceleradamente; inventaron nuevas palabras para traducit conceptos-sjenos.al mundo indi gena; prepararon nedfitos que les auxiliaran. Escribie- on, por tiltimo, gran numero de sermonarios en lenguas indigenas para uso de los nuevos predicadores 0 de sus ayudantes. En esta labor sobresalieron, segiin Motoli- nia, fray Juan de Ribas, fray Garcia de Cisneros, fray Juan de San Francisco, fray Bernardino de Sahagan y muchos mas. En la practica, por tanto, la oratoria sagrada de esta época, casi toda en lenguas indigenas, rompio-lox mol- des de la tet6rica tradicional. Sencillez, claridad y abun- dancia de Escrituras fueron su signo. La ruptura no fue, sin embargo, al nivel de la conciencia, en el campo de la teoria; lo fue en la préctica, impuesta por la necesi dad de la pastoral, La Rhvtorica christiana de Valades es muestra clara de ello: a la exposi gada de aristotelis Quizds esta primera época tenga cierta afinidad con Ja exposicién que el excelente humanista Benito Arias, Montano (1527-1598) hace en el Rhetoricorum libtiqua- tuor (Amberes, 1569). En élinsiste, dentro de la tradicion, ena perfeccién formal; pero, también, en el profundo, conocimiento de las Escrituras. La obra, sin duda, fue conocida en México. No sélo porque los jesuitas la te- fan en su biblioteca del Colegio de San Pedro y San Pablo; también porque esta prologada por Antonio de Morales, quien al ser nombrado obispo de Michoacan, utiliza el prélogo para despedirse de su amigo, Arias Montano, y de Europa a donde ya no regresarfa, Insisto en esta obra porque se encuentra a caballo entre la in- novacién y los preceptos tradicionales. Pasada la primera €poca y destruidas las comunida- des, la predicacion en Nueva Espafia tomé los cauces por los que discurria la oratoria sagrada en Espafia. De nada valieron, ni alla ni acé, los esfuerzos de fray Luis de Granada (1504-1588) por cristianizar los preceptos clé- 162 de algunos otros, como Alfonso Garcfa Mata- 572), que a la inversa, intenta ciceronizar a Jos predicadores. Ni ellos ni otro alguno, ya cristianizan do a Cicerén ya ciceronizando a los cristianos, pudie- ton sacar a la predicacion de su marasmo. ‘Ala oratoria sagrada tanto en la Metrépoli como en Ja Colonia y, quizds, mds en ésta, hicieron falta la ener fa que da el pensar libremnente. El predicador, ademas, Se dirigia a un pblico inculto y, en mucho, supersticio- s0, que poco podia alentarle a superarse. Sobre ambos —publico y predicador— estaba la mirada escrutadora dela Inquisicion: en el pulpito no se podtan tratar libre- mente los problemas de la época, cuestionar el poder piiblico, reflexionar sobre las relaciones de la Iglesia y el Estado, orientar sobre los problemas de las clases so ciales, de los pobres y de los ricos, discernir sobre la li- ‘pertad de conciencia. El predicador estaba confinado al abstracto ino de Dios y al ya no tan abs- tracto de la interpretacién interesada de las Escrituras y su traduccién en la vida cotidiana de los fieles. La pre Gicacién barzoca del sigho tacién de los valores sefioriales; por poder en pocas manos; sujeté y canaliz6 las energias so- ciales hacia el mantenimiento del status quo. El barroco no sélo es el reino de la metafora; es, tam- in, Ja prevalencia del sentimiento sobre la raz6n; de los valores sentoriales sobre los del pueblo. La superfi- cialidad y pobreza del pensamiento se acompana del ar io literario. Lo principal es admirar, mover; no enseftar. Por ello la ret6rica aristotélica, y de ésta el bro segundo, donde trata de los afectos, sera la técnica del predicador. Pero no todo dependis de la técnica. El barroco es tiempo de inestabilidad, de campesinos des pojados y arrojados a las cittlades; época de inseguridad social, Si de parte de la clase dirigente, por tanto, existe una necesidad de persuadir; de parte del pueblo, corre- lativamente, existe la disposicion de dejarse persuadit. Por eso sefiores y sibditos se enajenaran en la inven- 163 ci6n artificiosa, lo sorprendente y lo inesperado. Cien- tos de sermones, cuyos titulos compiten en ingenio, nos quedan como testimonio de esta época. Don Agustin Rivera en Principios criticos sobre el Virreinato de la Nue 2 Espana y sobre ia Revolucién de Independencia (Mé- co, 1763) enumera a muchos de los mas sobresaientes ¢En qué forma se fue dando el rompimiento al i del siglo xo? ;Fue simultinco al ompimiento se, fol? sQué caracteristicas adopts en la Colonia? Son pre. guntas que la critica tendré que ir respondiendo, ‘También tendré que seftalar las particularidades, como influy6 la satira_ mordaz_de Francisco de le Isle (1703-1781) y su Historia del famoso predicador fray Ge. tundio de Campazas, alias zotes; la predicacion clasica del francés Louis Bourdalues (1642-1704) y del Paolo Segn en Venecia en Julién Parrefio (1728-1785) 10 de los in uno de los principales im- ugnadores del barroco admite la convivencia de las eo. rents: “Suede hoy (en 1761) en Iglesia acer del lo que siempre ha sucedido en lo material de fos emplos, Cada uno de los cinoo cones de nent tura civil tiene sus apasionados; pero en la Iglesia se usan, y usarat mplos de todos los ordenes. No por eso: deja cl buen juicio de alabar las obras que se conforman a sus respectivas reglas; aunque no sean de su genio; siem- bre darn ley alos pilpitas los Seneris,Bourdalus,Viey- tas y otros auitores que valiendose de tod ¥ orden compésito”. ace En otras ocasiones este espiritu conciliador no fue tan evidente y se suscitaron enconados debates. Al mediar él siglo xvii generacién conocida como de “los huma- ' Véase Ignacio Osorio Romero, Toi : See ane , Topieoe sobre Cicerin en Méxi 164 1s del xvi”, de Ja cual forma parte Parretio, tid en adecuar la oratoria sagrada a los principios neoclésicos personificados en Cicern y Granada. Ast Parrefio responde a un impugnador: “Yo no introduzco novedades (en el pulpito};sigo el ejemplo de Ciceron y Io cristianizo, como hicieron los Granadas y los Bourda- Tues”.'6 Agustin Pablo de Castro, por su parte, en un texto de 1760, exclama combatiendo la escuela france- sa: “atrévome a afirmar, sin duda, para gloria de Dios que pensarian de este modo mismo nuestros oradores {aun sin noticia del alfabeto francés) con sélo hacer su. estudio en Cicerén, Deméstenes y el Nazianceno, des- pues de haberse formado, a mds de las otras partes de Ia literatura, en la Elocuertcia cristiana de Granada y de Gisbert”. Comentario aparte merece Ja predicacién en lengua latina, especialmente las oraciones finebres; ya en un ectudl sobre el tin compl cercade end els pro- nuniciadaé-y éditadas en nuestro pais." Aqui, por tan- to, me limitaré a sefialar lo esencial. La oraci6n fiinebre pertenece al género epidictico; hunde sus rafces en la tradicion clasica; florece, en nuestra literatura, durante Ja Colonia. Se pronuneiaban durante las exeauias de los, reyes, de las personalidades importantes de la vida teligiosa colonial: virreyes, obispos y arzobispos, res de ordenes religiosas y hombres de elevada pos econémica. El valor literario de cada una de estas as varia de acuerdo al autor y la época. En todas fes muy evidente la influencia de Cicerén: de mi podriamos decir que calean servilmente sus giros y, aun, Sus palabras. También fueron imitados, sin demérito de Cicerén, otros autores: Marco-Antonio Muret (1526-1585), Melchor Cano (1507-1560), Carlos Sebastian '6 Idem, p. 158 1 dom, p. 160. 3 Idem, pp. 165 Berardi (1719-1768), Carlos Renato Billuart (1685-1757) y Juan Bouvier (1783-1854). Por ultimo, apuntaremos que existié una preceptiva novohispana dedicada, especialmente, a la predicacién. Como es facil colegir, estas obras dependieron, por lo general, de la teorizacion europea. Desgraciadamente casi toda la produccién quedé manuscrita, A la prensa s6lo llegaron la Rhetorica christiana de fray Diego de Va- ladés, ala que varias veces nos hemos referido, y, a me- diados del siglo xvut, la Luz de predicadores en que con claridad se recopila toda la Rhetorica sagrada con sus mo- dos, partes, schemas, figuras y tropos, un epitome chrono- sgréfico de todos los libros y autores de la Sagrada Escritura materias que cada uno trata (México, Viuda de José Ber- nardo de Hogal, 1752), de Joaquin Diaz de Betancourt. Algunas que quedaron manuscritas son las siguientes: la Ret6rica de oradores sagrados del dominico Domingo Velazquez; el Arte de oratoria sagrada de Alonso Nore- fia; el Arte de predicar de José Lucas de Anaya yla Reté- rica para jévenes y método practico de hacer sermones del carmelita Juan de San Anastasio. Sélo aftadiremos a es. ta breve resefia el Arte prictica e industrial para facilitar al nuevo predicador el uso de las partes dela ret6rica, com- pilacién del Arte de sermones del neogranadino fray Mar tin de Velasco de la Orden de San Francisco, la cual se encuentra en el manuscrito de la Rhetorica christiana de fray José Jiménez. 6) Le oratoria académica La oratoria academica, cuyos origenes se remontan, ala Edad Media, propiamente, en las universida- des renacentistas junto con las fepresentaciones de aut coloquios ¥comedias. De ahi, convertida ya en litera- tura erudita, salt a Tos colegios de los jesyitas donde ericoni 0 florecimiento. Normalmente su expre- sin fue en lenguallatina. Al tratarla aqui debemos dife- 166 éjercicias escolares. Aludimos ahora a los discursos for- males pronunciados en las festividades y funciones 50- lemnes que se celebraban durante el afolectivo. Algunas de ellas eran fijs y otras, ocasionales. Las funciones fijas tenfan lugar el 18 de octubre, fies ta de San Lucas yapértura de los cursos; el final de ellos, por lo generaberr Santiago o la Asuncion; la Navidad, Ja Gircuncisién; la Epifania; Corpus Chris cién'y et Siito tutelar ‘ ocasionalmente se riores; li entiada de los virreyes, obispos y otros perso- najes importantes, A ellas habra que afiadirlos diggursos en las Gposiciones a cétedras 0 en la solicitud de algtin grado. Como es evidente, por la enumeracién anterior, el cultivo de este tipo de oratoria fue abundante en la época novohispana. Como literatura de gcasign la casi totalidad de su produccién no llegé a las prensas y, qui- 4, ni siquiera se escribié o, en el mejor de Ios casos, per- manecié manuscrita. Imposible que ahora nos adentremos en el mar de ci- tas y referencias que constituyen el corpus del género; pero si, a manera de ejemplo, conviene que de aht res- catemés algunas piezas, muy pocas, que atin no pere- cen y que han llegado a nuestro conocimiento: los inita y las prolusiones. Durante algin tiempo cre{ que es- tos nombres, diferentes en su significado origi nal, habfan terminado confundiéndose y aplicandose, indistintamente, a los discursos con que, solemnemes aban fos cursos. ¥ esto es parcialmente ve y recientemente lego a mis manos el Pala eloquentiae vestibulum sive tractatus duo de methodo v riandae orationis, ac de prolusionum praeceptionibus (M. drid, 1730) del jesuita_Antonio Machi entonces, que las prolusiones Bueden cla: forma, pero, tambiéi, BOF su tema. Podian utilizarse, ® Idem, pp. 115-150. 167 entonces, en otras ocasiones y no séto en la apertura de cursos. También se llama prolusionés a los discursos pro- nunciados en defensa de‘una f25¢y en las graduacio- nes académicas {prolusio paranymphaea), en los actos religiosos (prolusio eucharistica), y en actos de peticion (prolusio postulatoria). Sabiendo, pues, la diferencia en- tre ambos conceptos, me referiré a los discursos pronun- ciados en la apertura de cursos y que solfan lamarse indistintamente initium _y prolusio. El primer discursode esta naturaleza del que tene- ‘mos noticia en la Nueva Espafia es el pronunciado el 3 de junio de 1553 por Francisco Cervantes de Salazar al inaugurar, por vez primera;los cursos de la Real y Pon- tificia Universidad de México. Sin duda, no pudo elegirse en la Colonia a otro hombre mas amante del humanis- mo que Cervantes para inaugurar la' vida académica de Ja Universidad. Su discurso, ciertamente con los brillos clisicos del Renacimiento, no fue publicado y se per- io, Igual suerte corrid el discurso de Juan Sénchez Ba- quero con que se dio inicio, en 1574, a los cursos del colegio jesuita de San Pedro y San (Ota joya de esta indole es la Oratio in laudem juris- pmudentiae (México, 1596) pronunciada por Juan Bautista Ralli en la inauguracién de cursos de la Universidad el ‘afio de 1596. Valiosa no sdlo por su autor, de la familia impresora de los Balli, sino también por el latin cicero- ha'merecido, ademas lar de tiraje reducido y otra (México, 1953) acompaniada de traduccién caste- Tlana de Alfonso Méndez Plancarte. : El primer initium del Saxon que conservamos noticia fue pronunciado en Sin Pedro y San Pablo por Juan Ledesma. EI tema versaba sobre la nobleza; si ésta se adquiria por el linaje, por el estudio 0 por otras ar- tes. Ledesma goz6 fama de excelente Jatinista y al nos textos que de él nos quedan reafirman esta opini¢ pero el blioteca del colegio, se perdié. Ah{ mismo Baltazar Lé- 168 en 1644 la Oratio pro instauratione i. A ella nos hemos referido cuando tratamos de las antologias para la clase de retérica, concretamente alaeditada en 1712. Ahora, por tanto, sélo diremos que la primera edicidn de la Oratio fue en 1644 en prensas de la Viuda de Bernardo Calderon. Otxo hermos tium es el que con el titulo de Initialis oratio pronunci en la Universidad, el afio de 1664, don José de Herrera y Regil, En su texto, dé tin latin barroco,}Ileno de citas de clasicos, renacentistas y autores espafioles como Lo- pe y Géngora, encontramos, sin embargo, frescura y amor a flor de piel por la vida académica y por el estu- diante que “en campo de papel ara renglones, /en que siembra por granos es fazones” Por Ultame, al Patter elsiglo, en 1698, sabértios qué Joan José de la Mota pro- nuncié la Oratio pro instauratione studiorum de la Uni- versidad; el texto, desgraciadamente, se perdid. El primer dato que tenemos del siglo {evi la valio- sa Oratio apologetica (México, 1746), protranciada por Juan Gregorio de Campos y Martinez en la inaugura- cién de cursos de la Universidad en 1745, Por estos afios la vida cultural de Nueva Espatia y, especialmente, de la Real y Pontificia Universidad, habia sido puesta en la picota ante los hombres cultos de Europa; Jos con- ceptos peyorativos aparecidos en la obra Epistolarum li- bri XIE (Amsterdam, 1738) del dedn de Alicante, Manuel ‘Marti, hirieron en lo mas hondo a los eruditos novohis- panos. A refutar tales ofensas se dirigieron varias obras. La primera de ellas fue este discurso, importante no sélo or el tema y el autor, por cierto ahora bastante olvida- do, sino también por la maestria literaria con que esté escrito, El segundo discurso es la Prolusio de prima grammati- ae schola-que en 1749 pronuncié Antonio Galiano en el Colegio de San Pedro y San Pablo; el tercero es el gue pronuncié, al afio siguiente, 1750, Francisco Javier Alegre y cuyo texto, manuscrito’en la Biblioteca Nacio- 169. i €l titulo de Prolusio Grammatica de Syntaxi.™ Por estos afios debié ser promunciado otro initium que, sin titulo, ni afio, se conserva manuscrito en el Archivo General de la Nacion. Los papeles entre los que se en- cuentra proceden del colegio jesuita de Celaya; por ello es de suponerse, ah{ fue pronunciado. Esta sospecha se confirma porque en los mismos papeles encontramos el Initium pro litterarice palaestrac instauratione con que ‘| José de Viedma, entonces maestro de latin en inauguré los cursos el afio de 1764. "ara terminar este recuento sefialaremos que en la Bi- blioteca Nacional, fuera del Departamento de Manu: critos, en la Seccién de Libros Raros, dentro de la Coleccién Lafragua, manuscrito en las tltimas hojas del tomo signado por el niimero 695, se encuentra el ini- tium, titulado Pro anniversaria studiorum innovatione ‘generali acroasis, con que inauguraron, el atio de 1755, los cursos en el colegio jesuita de Querétaro. Su autor pudo ser José Campo o Pedro Gallardo que en ese afio, ensefiaban latin en dicho colegio. El texto fue corregi- do en 1762 por José Mariano Vallarta, Su tema es el mis mo que él del afio 1600: cémo se adquiera la nobleza. Alllegar a este punto me doy cuenta de lo poco que hasta aquf he dicho sobre campo tan rico y tan inexplo- rado. Pocos, en verdad, son los datos aquf presentados, y éstos, lo fueron de manera sucinta. Muchas horas y muchas paginas nece sitariamos para s6lo enlistar los res- tos que aqui y alld surgen de las fuentes, ya archivos y bibliotecas, ya historias y bibliografias, que guardan no- ticias de la vida colonial. Restos y reminiscencias de un naufragio més general, el de la cultura novohispana. Le- gado aceptado y rechazado de manera acritica; tesoro ‘dilapidado; atraso al que, tercamente, nos aferramos. embargo, lo dicho. Es suficiente para hacer- 20 Idem, pp. 135-149, 170 idea de Jo que fue la Retérica en Nueva Espa- not tes dea cae ov ef Ge hombre que Espaiiaquiso crear en estas tcnras, Mur chos de los rasgos de este hombre ‘elocuente” de la Co- Jonia luchan todavia en nosotros. ya

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