BIBLIOTECA DE LETRAS
DIRECTOR: SERGIO FERNANDEZ
COORDINACION DE HUMANIDADES
DirECCION GENERAL DE PUBLICACIONES:
ignacio osorio romero
conquistar el eco
la paradoja de la conciencia criolla
universidad nacional auténoma de méxico
1989la retérica en nueva espafia*
Lanisroria de la retérica en México ha sido olvidada to-
talmente. Su olvido ha trafdo, como consecuencia, que
hayamos menospreciado la historia de nuestra precep-
tiva literaria. Nada, por tanto, hemos escrito en relacién
dela oratoria en sus diversos géneros y, en especi
Ta oratoria sagrada. Sin embargo, durante siglos la reto-
rica fue la disciplina que proporcioné a nuestros ante-
pasados informacién sobre lo bello, la utilidad y los
Tecursos de la literatura; fue, en suma, el coronamiento
del trivium, de ese sistema educativo, nuevo pefiasco pa-
ra Prometeo, que Justo Sierra llam6 “la cadena literaria
que nos ancla en Jo pasado”.
‘Las lineas que siguen tienen por objeto llamar la aten-
cién sobre este tema ¢ intentan, al mismo tiempo, ser
tun primer acercamiento a campo tan sugestivo que es-
pera estudios de conjunto y monografias sobre €pocas,
temas y personas.
La RETORICA ANTIGUA
Me acontece, con frecuencia representarme a la retori-
ca antigua como el despliegue de un arco. Su punto de
partida estarfa situado en la Sicilia del siglo V, cuando
Empédocles y Cérax la emplearon, rudimentariamen-
te, como técnica para persuadir jueces; su fin, en Roma
* Publicado en Aproximaciones el mundo clitco, México, UNAM,
1979, pp. 104130; también en Distositio, Vol. VHT, University of Mi-
‘higan, 1983, pp. 65-56
138€l afio 93 después de Cristo, cuando muere
bio Quintana. En el desphiegue temporal cor reraia:
Mia casi seiscientos anos de lenta y, muchas vects
convulsa maduracion; en el proceso teérico aparecerian,
claramente, dos segmentos: el griego, cuyo punto ilgido es
Ja organizacién cientifica de -Aristételes y el romano en
el que Cicerdn la hace brillar en el Foro. Tiempo y pro-
eso, sin embargo, se funden para crear el espacie on
ue gran niimero de tedricos, los mejores del mundo cle
sico, dieron a la retérica el papel de educadora y, ella
sigma, ideal educativo de la antighedad. F
anar ¢] juicio habia si is
«a Santis habia sid, en su ongenes
nos,
pero pronto, Gorgias, el de
el panegirico, la flicitacion. Com,
tres generos ahora considerados tadicionaler a
el deliberativo y el epidictico, Nuevos problemas asalta.
ban, sin embargo, a la técnica hasta entonces conside.
rada tradicional. No bastaba, por ejemplo, dirigir la
atgumentacién al entendimiento; también habia que
mover las pasiones de los oyentes, De ahi el especial in.
terés que los pitagdricos pusieron en las palabras y en
los recursos del estilo. Hermosas selvas verbales y en-
marafiadas agudezas poblaron al mundo griego por sus
cuatro costadés. Este abuso suele cargarse a la cuenta
de los sofistas; pero ellos, producto de una sociedad ya
bane, supieroncolocar als setércs en el centro del
rigentes; pero de la cual,
occidental de cultura
Agora y la demoeracia del mun
ron florecer. Aristoteles, por su beteigs in la filo-
sofia, supeditandola ala dialéctica y ala logica, le dio la
forma uadiional, Los con
fematizados por el estagirita alimentaran y norma
los gustos enla época helenistce, en Roma, enel Resr
judicial
136
‘eamiento, en el Barroco y en el mundo moderno. La tra:
dicion aristotélica ser4 el punto de convergencia y
divergencia. Arist6teles, en efecto, en los tres libros de
la Retérica expone, aunque a veces confusamente, los
géneros oratorios; la argumentacién; el estudio del ca-
rdcter del orador y de las pasiones del auditorio; los en-
timemas y los paradigmas; por wltimo, el estilo y las
estructuras del discurso. Codifica, pues, cientificamen-
te los principales temas y materias de la retérica. Falta-
ran sélo algunas precisiones de la época he
cargo de Hermégoras y Hermégenes.
‘Cuando la cultura griega cautivé a las élites romanas
yala democracia habia sido aplastada en el mundo
{g0 por las armas de los macedonios y de los romanos mis-
mos. La retrica, sobre todo la politica que floreci6 con
Deméstenes, perdid el Agora y se refugié en las aulas.
Ya s6lo era una practica escolar destinada a formar abo-
gados y politicos. El genio romano no produjo grandes
fildsofos; pero sf uristas. De ahi que en Roma bajo este
amparo reconquistara el Foro y las asambleas. Si la tra-
dicion aristotélica la habia enriquecido con el aporte de
; Roma le dard la belleza externa y la per-
feccién del period.
Ciceron, a quien Alfonso Reyes llams hijo y padre de
Ja palabra, no inventa nuevas teorias, mds bien, recrea
la de Aristoteles y las de los jonios. Siete obras dedicé
al estudio de la oratoria; por su prosa desfilan todos los
temas: Hombre experimentado en la vida, el orador de-
be conocer el derecho, la filosofia y, en general, todas
las diseiplinas culturales de las que necesite echar ma-
no en su profesi6n; establece las leyes de la composicién,
Ja narracién y la argumentacién; trata de las partes que
integran la oratoria; expone las teorias gricgas; hace la
historia de La elocuencia romana hasta su época; funda-
menta la teorfa del ritmo en la prosa, la forma debe co-
mresponder siempre a le dignidad del tema. Poeta
rnascitur, orator fit, parece proclamar su teorfa oratoria.
Es, por otra parte, la reflexion mds extensa y rica que
137sus discursos se di
30 ideal de orador que,
con vanidad jus
da, Cicerén sentfa representar.
res, la retorica ya no tendra cabida en el Foro; red
a los panegiricos volverd, como en el periodo hi
o, alas aulas. Era natural. La democracia es el ox
dela ret6rica, Al deteriorarse aqueélla, ésta se
su objetivo —la comunicacién con el pueblo,
bate en el juicio— se pierde. Aparece, entonces, mucho
nis, su aspecto educativo, Quintiliano en las Instituto.
nes oratoriae libri duodecim propondré fundamentalmen-
te, dos campos: el teérico, dedicado a la explicacién de
la gramatica, de las figuras y al comentario de los auto-
res; el préctico, los ejercicios escolares supervisados por
el profesor. En sus paginas encontraremos delineado el
camino que, desde el ragazo mateo debe recorrer
educando para convertirse en el vir bonus bene dicendi
peritus de Caton. Dice, nuevamente, Alfonso Reyes q
la obra de Quintiliano frente a la de Aristgieles es
nos profunda y frente a la de Cicerén, menos brillant
pero que, en conjunto, es mucho mejor tramada y mas
segura.
“Tres fueron, pues, los més importantes autores que
en la antigtiedad fijaron la teoria ret6rica: Aristételes,
Cicerdn y Quintiliano. Su influencia se dejara sentir fuer-
te y caudalosa a través de los siglos;a tal grado que nos
resulte ya natural encontrar en las portadas de cualquier
retorea el estilo: ex Aristotle, Cicerone et Quin-
tiliano,
LA RETORICA EN EL RENACIMIENTO ESPAROL
El Renacimiento fue una sacudida de la conciencia y
idad del hombre medieval. Se hizo presente
en la historia una nueva visién del mundo. Su origen
se encuentra en las nuevas relaciones sociales y de pro-
138
duccién aparecidas en las ciudades. De aht su cardcter
clase dirigente: los burgueses. La lucha en-
(nobleza, terratenientes y clero) y los
habitantes de las ciudades; los barbari (en el sentido de
Erasmo) y la humanitas. Al tratar, nuevamente, el hom-
bre de tomar en sus manos el curso de su destino y de
dirigir el acaecer social, la retdrica vuelve @ ocupar el
papel que habia perdido desde la época del Foro. Por
ello los renacentistas emprenden una de las més hermo-
sas aventuras de la ret6rica: intentan librarla de las for-
mulas acartonadas de la eclesiastica consuetudo, a donde
la habia conducido la escolistica. Se equivoca, sin em-
argo, quien intente interpretar linealmente este perfo-
do. Las corrientes que en él alientan a veces se
combinan; otras se separan. Para algunos —entre ellos,
Erasmo y Vives— la renovacién de la retérica parte
una toma de distancia, casi un enfrentamiento, de Al
t6teles; para otros, recrear los modelos antiguos, en es-
pecial a Cicerén, es el objetivo. Su formula seria:
comprender, gustar, imitar. Estos serén los polos en cu-
yos limites se mueven los hombres del Renacimiento,
¥ es que sila patristica medieval cristianizé ala cultura
dlasica en busca de fundamentos filos6ficos para la nue-
va fe; el Renacimiento, a la inversa, paganiza al cristia-
nismo en su intento por fundamentar la doctrina de la
individualidad del hombre. Estas tendencias formardn,
por su diversidad, un caleidoscopio cuyos colores lo mis-
mo aparecen en la Reforma que en la Contrarreforma
Y aun en sintesis de hombres que, aunque disienten,
nunca llegan a romper con Roma, como Erasmo, quien
intenta mostrar ‘cémo serfa posible reproducir el Cice-
rén auténtico y conjugar la soberana elocuencia de éste
gran hombre con la cristiana piedad”?
3 irasino de Raterdam: “Sed ut ostendam quo pacto feri poset,
‘ut vere Civeronem exprimamus et summarn lus vari facundiam cum.
‘christina pietate copulemus”, Dialogus Ciceronianus en Opera om
ria, Basilea, 1540, t 1, p. 814.
139Las teortas literarias que penetraron a la Nueva Es-
pafia fueron, sin duda, el reflejo de las que imperaban
en la Peninsula. El coniictivo enfientamiento de las ten-
dencias renacentistas y las tradicionales, asf como su de.
normaré los gustos y las preceptivas en uso de
El humanismo espafiol tuvo, mucho mds que en otros
paises, un cardcter minoritario, Por otra parte, logré man-
tener un tinte marcadamente religioso. Sin Italia el hu-
manista se apoyaba en una pujante nueva clase, en
Espafia ésta fue derrotada por las fuerzas de la nobleza,
lero y el absolutismo real en la batalla de Villalar en
1521. Nacido, pues, como un producto de minorfas, de
espaldas al pueblo, pronto perdié la poca vitalidad que
habia adquirido. La lucha de sus mejores exponentes fue
tremendamente desigual y, con frecuencia perseguidos,
debieron algunos abandonar Espafia.
Enla
sula se comenz6 a reflexionar tarde sobre
aria, Quiz4 podamos decir que hasta la pri-
mera mitad del siglo xvi se produjeron los mejores tex-
tos sobre la teoria retérica. No es que anteriormente no
haya habido aportaciones. Sin embargo, el que podria.
mos llamar primer renacimiento espanol puso mds én
fasis en el aspecto . Las obras de Antonio de
Nebrija (1444-1522), iluminan este perfodo. En ellas es-
cuchamos los ecos de las Elegantiae latinae linguae de
su maestro Lorenzo Valla (1407-1457). La primera tarea
fue depurar la lengua latina de los barbarismos que du-
rante siglos la habfan corrompido. Por eso buscan mds la
perfeccin gramatical y la pureza del vocablo que la es-
tética del periodo. No. La retérica no estuvo fuera de
eto la que emplearon fue una retérica tradi-
por ejemplo, en su vejez, casi ciego,
cuando ya no impartfa por sf mismo la catedra en Sala:
manea sino que la escribfa para que otro la leyera, pu-
blicé una Artis Rhetoricae compendiosa coaptatio ex
Aristotele, Cicerone et Quintiliano (1515); pero en ella
nada nuevo encontramos. El mismo se encarga de indi-
140
car en el prélogo que paco se puede ya decir sobre este
tema porque Cicerén y Quintiliano lo dijeron todo.*
‘Attavés de Italia y de los Paises Bajos lleg6 la influen-
cia renacentista; pero los vinculos més fuertes fueron
‘con estos tltimos, Un sdlido comercio, especialmente
de lana, ast lo garanti26. Por ahi penetté la obra de Eras-
mo (1469-1536), Su doctrina atrajo fuertemente a mu-
chos intelectuales espatioles. Sobre todo, porque tent:
muchos puntos en comtin con la reforma del carden:
Cisneros. De hecho, la hija predilecta de éste, la Uni-
versidad de Aleald, fue centro del erasmismo espafiol.
En sus prensas se imprimieron, durante la década de
1520, antes de que la Inquisicion lo convirtiera en aue
tor damnatus, algunas de sus obras en traducci6n espa-
fiola o en el original latino. La sombra de Erasmo
también se proyecto en el campo de la retdrica. De una
uotra manera estuvo presente en la vida o en la obra
de los tres més importantes escritores que durante el Re-
nacimiento espatiol lucharon por rescatar a la retorica
de las practicas viciadas y de las formulas aristotélicas
anquilosadas por la escolastica y por el tiempo: Luis Vi
yes (1492-1540), Fadrique Furié Ceriol (1527-1592) y
Francisco Sanchez de las Brozas, el Brocense,
(1523-1601).
El sentido innovador de los tres tiene como principal
punto de convergencia el rechazo al principio de auto-
Tidad y, por tanto, de muchos conceptos que, teniendo
origen en los clisicos, estaban incorporados, acriticamen-
te, ala teoria de la retdrica tradicional. Aclaremos: no
rechazan a los clisicos; luchan por profundizar en la obra
de todos y no sélo de algunos. Tampoco creen que sus
logros sean inttiles; piensan, més bien, que las ciencias
progresan y que repetir lo que otros ya han dicho es de-
tenerse 0 retroceder. Para decirlo con palabras del Bro-
de re, post
i aulom
7 », Salamanca, 1529, p. 7.
ten Artis Rhetoricae compendiosa cocptat
MLcense: “el arte debe cambiar cuantas veces el
encuentre algo mejor” La obra de los tres mereci, co
mo toda obra verdaderamente innovadora, la enemis-
tad de muchos y el proceso, en los tres casos, en la
Inguisici6n; pero, contradictoriamente, fue la corriente
que, soterradamente, alimenté a muchos de los tedri-
cos posteriores al siglo xvu,
Juan Luis Vives, exiliado de su natal Valencia por pro-
pia decisién encontré en los Paises Bajos una atmdsfe-
ra mds industrial y comercial. La vida intelectual estaba
menos sujeta a los intereses sefioriales que la ahogaban,
en Espafia. Pudo, por ello, enfrentarse con un criterio
més critico que sus paisanos a los problemas de la cien-
cia. En retérica fue el primero en reaccionar ante la re-
petitiva tradicién medieval. En el De Disciplinis libri
viginti (Amberes, 1531), y en el Rhetoricae sive de recte
dicen i tres (Basilea, 1536) reine los puntos
ms importantes de su pensamiento sobre el tema. Tres
ja corrupcion de la dialéctica,
la filosofia, la medicina, las matematicas y el
siguientes cinco, denominados De traden-
dis diseiplinis, proponen el metodo y la gradacién con
que deben estudiarse las artes; la ultima parte, bajo el
nombre de De artibus, agrupa a acho que se ocupan de
la vida y las costumbres del humanista con tales méto-
dos formado. Tres son los libros que integran De recte
dicendi ratione, Tratan, especificamente, del estudio del
Jenguaje. Para Vives la palabra, junto con la justicia, es
el instrumento para vineularse con los otros hombres;
formar, en suma, la sociedad. Puede afirmarse que si en
Ja primera parte del De diseiplinis estudia las causas que
corrompieron e hicieron que las artes perdieran su pri-
mer y mejor sentido, en el De recte dicendi ratione, en
2 Are enim (ut pracclare disserit D, Thomas) mutari debet, quoties
intellectui meitus aliguid cour.
142
wropone un renovador método ret6rico que re-
huye ef faragoso amontonamiento de reglillas en uso.
‘Su obra tiene el mérito de haber sido la primera que
entre los espafoles, sin romper com los clésicos, més bien
ahondando en su estudio, pone en cuestién el inmoy
zador principio de autoridad que una tradicion intere
sada les habia atribuido. Coloca, por otra parte, a la
inversa de Aristateles, a la Retorica c coronamiento
del trivium; por arriba de la dialéctic:
ra de edificio del lenguaje, la Gramatica corta la made-
xa y extrae los sillares; la Dialéctica construye la casa,
yla Retérica funda la ciudad. La Gramética avanza hasta
Ja conjuncién de las palabr: Dialéctica, hasta la ar-
gumentacién; la Retérica, hasta el lenguaje o, lo que es
mas exacto, hasta e] ‘
“Toleraremos que por tanto tiempo la retérica esté
encadenada y oprimida? De ninguna manera, Abramos
la catcel, derribemos las puertas, rompamos las cadenas
ibrémosla de la tirania” ? exclam6 catorce afios des-
pués de la muerte de Vives, su paisano, el también va-
Ienciano Fadrique Fi _en el Institufionur
rhetoricarurm libri tres 554), Fadrique expre-
sa en Espatia la influencia iaristotélico Pedro Ra-
mus (1515-1572), maestro de matemticas y retorica en
Gago de Francia, cuyes Antmattersinesn Dice
tioam Aristotelis (Paris, 1534), fueron prohibidas por el
rey. La parte fundamental de la doctrina de Ramus pue-
de resumirse asi: nunca el principio de autoridad puede
prevalecer sobre la raz6n. Naturalmente Ramus pagd
con su vida. La chusma lo asesiné en la noche de San
Bartolomé. Furié, en el espiritu de su maestro, pregona
Madrid, 1948, tr. de Lorenzo Ribe,t
f Luis Vives, De disci
mi
ve Faris “Quid nox pstiemr tds Rhetoric ee
zc oprah Minne enn prams cere
aniemb enn
143que los libros sagrados deben traducirse a ls lenguas ver-
néculas, pues al latin no tiene acceso el hombre del co-
‘min; atin mds, sir enseflanza no es tan perfecta que la
capa intelectual lo posea totalmente. El ibro es producto
de una polémica con el tedlogo Bononia. Su actitud, re.
cordemos el célebre caso de Fray Luis de Ledn, attajo
las persecusiones. La obra, Bononia sive de libris sacrs
in vernaculam linguam convertend:
incluida en el Indice de libros prohibidos y el juicio que
Ja Inquisicion instrayé a Furio prosiguié después de su
muert
Acorde con esa actitud, Fadrique arremete en el Ins-
titutionum thetoricarum libri tres (Lovaina, 1554), con-
fra toda autoridad y, muy especialmente, contra
Aristételes. Las prolijas divisiones y reglas de la retorica
en uso més que ayudar, segin Fadrique, anquilosan las
dotes, innatas, que existen en todo verdadero orador.
Casi cincuenta aftos dedied Francisco Sanchez de las
Brozas, el Brocense, a la ensefianza de la gramética y la
retorica en la Universidad de Salamanca (1554-1601).
Cuando obtuvo las catedras imperaban en una, por la
gran autoridad de Nebrija, sus métodos y textos; la otra
dormitaba en el mos maiorum. Ambas permanecian es-
tancadas. La vida del Brocense fue una permanente lu
cha por renovarlas. Trabajo de Sisifo: su empetio chocd
on las estructuras estereotipadas, Repetidamente se le
amonesté para que “no le quite (a los discfpulos) el cré-
dito que son obligados a tener a
ue en aquello no fue bien declarado, que de otra ma.
nera se ha de entender, ni diciendo delante de los nifos:
ni Tulio”.6 En otras ocasiones se le
censur6 que explicara en clase de ret6rica a todos los
autores clasicos 0 que mostrara sus falas: “no murmu-
re de los autores ni de los maestros” y, en cambio,
® Citado por Pedro Urbano Gonzéle2 de la Calle, Vida profesional
académica de Francisco Sénchez de las Brozat, Media, 1922, p. 97.
144
los autores prescritos por
leno se le arrojé a la ca
ra su supuesta “arrogancia, ordinaria de herejes de otros
tiempos y de los destos en Alemania y Francia’; cada
vez mas acres sus enemigos le llamaron en el mismo lu-
gar “insolente, atrevido, mordaz, como lo son todos los,
graméticos y erasmistas”.* La Inquisicién tom6 cartas.
Le instruy6 dos procesos. En uno de ellos, en 1600, ya
a punto de morir, ¢! Brocense, con humildad, pero con
firmeza, planted claramente su posicién de humanista:
que, en cuanto a las cosas que son articulos de fé, él
bre tiene captivado el entendimiento ale obedientcia de
fe; pero en las otras que no son de fe, no quiere capti-
ino interpretarlas conforme a lo que
y que lo mismo hace con los autores antiguos
la pobreza le obligé a some-
terse. Volvia a levantarse la cétcel contra la que clamé
Furi; pero ninguna tan eficaz que acallara su doctrina.
Fuera de muchos comentarios a los clisicos, nos dejé
sobre gramatica su Verae brevesque grammatices latinae
institutiones (Lyon, 1562) y la hermosa Minerva (Salaman-
ca, 1562 y 1587), documento que resume, en 1587, cuan:
do fue obligado a renunciar a la cétedra de gramatica,
su doctrina renacentista sobre la materia. En el campo
de la retérica escribié fundamentalmente el De arte di-
cendi liber unus (Salamanca, 1573) y el Organum Dia-
leeticum et Rhetoricurn cunctis disciplinis utilissimum ac
recessarium (Salamanca, 1579). Un espititu libre, influi-
do por Erasmo, enriquece la doctrina de estos tratados.
La teorfa literaria y la preceptiva que se exponia en
7 Idem, p. 363.
8 dem, p. 365.
9 Ter, pp. 424425,
145todas las artes de retorica de la época estaban dirigidas,
ciertamente, ala literatura en lengua latina; pero se apli-
caba, de manera general, ala produccién literaria en to
das las lenguas. Esta situacion, sin embargo, habia
empezado a modificarse en otros paises; pero no en Es-
pafia, pese a la gran evolucién que habia alcanzado la
lengua espafola. Lentamente, sin embargo, la teoria poé-
tica principio a desgajarse de la retorica. Ejemplo de ello
son el Arte de poesia castellana (Salamanca, 1496) de Juan
del Encina (1469-1539) y, principalmente, la Philoso-
hia antigua boetiea (Madrid, 1596) de Alonso Lépez Pin-
iano (c. 1547 - c, 1627), aparecida, exactamente, cien
afios después de la obra de Encina” La retérica clasica,
por su parte, también buscé expresarse en espanol. No
fue un intento gratuito. Respondio a la necesidad im-
periosa de hacerse mas asequible a los estudiantes: el
latin, lengua ya de minorfas, era mal aprendido en las
escuelas. El Brocense mismo, a quien se le atribuye la
frase latine Ioqui corrumpit ipsam latinitatem, siempre
consideré que obligar, bajo pena, a hablar latin a todas
horas alos estudiantes ayudaba ala corrupcién del idio-
‘ma; pero que se ensefiara mal y se aprendiera peor latin,
también daba por resultado la mala comprensién y el
nulo aprovechamiento de la retérica escrita en latin. Co-
mienzan, por tanto a aparecer tratados retéricos escri-
tos en espaiiol. No es que nazca la retérica espafiola;
sigue siendo latina, pero escrita en espaftol. Fray Miguel
de Salinas (? - 1577) fue el primero que rompié el tabu
del latin en su texto Rhetérica en lengua castellana (Al-
cal4, 1541); cuarenta y ocho afios después aparecié la
Primera parte de la rhetérica, (Alcala, 1589) de Juan de
‘Guzman. La obra, escrita en forma de didlogo, fue revi-
sada por EI Brocense. Como los anteriores textos se pu
blicaron otros. Esta escuela incipiente de retéricas en
espaftl, sin embargo, lentamente evolucion6 y se fue
desprendiendo de los ejemplos latinos. Bartolome Jimé-
nez Patén (1569-1610), publicd, ya en el siglo xvu, la
Elocuencia espariola en arte (Toledo, 1604). La obra es
146,
importante porque incluye, por vez primera, ejemplos
de autores castellanos, especialmente de Lope de Vega.
Por ello se suele considerar a Jiménez Patén el funda-
dor de la retérica espafiola, Toda esta comtiente, hay que
advertirlo, constituye un gran. avance del campo rena-
centista, pues el resultado préctico fue un mayor acer-
camiento de la literatura al pueblo.
La muerte de El Brocense, al iniciarse el sigo xvn, pare-
ciera abrir, con la trégica dignidad de su magisterio, el
paso al Barroco; época de profunda inestabilidad social.
En ella los terratenientes y nobles recuperan parte de
los privilegios que vieron irseles de las manos durante
el Renacimiento. La cultura, por tanto, acentia el eli-
tismo y en sus expresiones masivas intenta jusbificar e
inculvar en el pueblo los valores sefioriales. Lope, Cal
deron, Gongéra, Gracian y muchos mas reproducen la
ideologia de la época.
La RETORICA EN NUEVA EsPAna
‘Atrds queda, apenas dibujada a grandes trazos que, pot
desgracia, oscurecen importantes particulatidades, la
problemética que, en el campo de la retdrica, Espana
trasladé allo que llamé Nueva Espaita. A estos linearnien
tos, aunque, a veces, con particularidades importantes,
responderd su desarrollo en estas tierras, El sistema edu-
cativo novohispano se orientard, por tanto, a formar el
tipo de hombre ideal que corresponde a los intereses re~
presentados mayoritariamente por Trento y por la edu-
cacion jesuitica: el ideal de la cultura de la Contra-
rreforma
‘Conviene, sin embargo, que precisemos. El campo de
la ret6rica bajo el régimen absolutista espafiol con pre-
dothinio serial y, mas atin, en una colonia, donde las
practicas centralistas del absolutismo se acentuaban, era
muy pequefio. En el campo educativo, los tratados de
retorica fueron simples manuales que repetian formu-
uazlas ya consagradas en los textos, por lo general
cos; en la oratoria quedé descartada la de tipo
ésta sdlo florecerd en los momentos dlgidos del México
independiente. El género judicial tampoco tuvo impor-
tancia: el papel de los abogados fue casi nulo 0, cuando
mas, de burécratas por cuyas manos pasaban los trémi-
tes, La oratoria sagrada fue la que llend, con creces, el
campo oratorio en la Nueva Espana; en segundo térmi-
no, la que podriamos llamar oratoria académica que com-
prende los initia y las prolusiones; los discursos de las
festividades escolares y religiosas.
) Los tratados de retorica
La ensefianza de la ret6rica en los primeros tiempos,
al inicio del segundo cuarto del siglo xv1, debi re
en la Colonia las luces y las sombras de la contradicto-
tia realidad espafiola del momento. Su ensefianza estu-
vo a cargo de las ordenes religiosas que educaban a los
novicios en sus conventos y, principalmente, de los fran-
ciscanos que sustentaban el Colegio de Santa Cruz de
Tiatelolco (6/1/1536) para ninos indigenas. En él, el pri-
mer maestro de ret6rica fue fray Juan de Gaona, alum-
no distinguido de la Universidad de Parts y brillante
maestro de las de Burgos y Valladolid, No es el momen-
tode hacer el recuento que el magisterio de éste y otros,
frailes produjo entre los indios. Baste slo mencionar,
como ejemplo de ellos, a Antonio Valeriano, “uno de
Jos mejores latinos y retéricos que parecia un Cice-
x6n o Ouintiliano”. La teoria retérica que ensefiaron de-
bio oscilar entre la tradicién y la ruptura, pues la
influencia de Erasmo entre los frailes de los primeros
tiempos, especialmente entre los franciscanos, fue gran-
de. Ademas, muchos de ellos provenian de los conven-
tos de Alcala y Salamanca que participaban de las
inquietudes de estas universidades.
‘Al abrir sus puertas la Real y Pontificia Un
de México, en 1553, inauiguré la Cateéra de retdrica un
48
maestro vido de fortuna que habia ensenado la misma
materia en Ja Universidad de Osuna: Francisco Cervan:
tes de Salazar_El a, ¢
sta, quiiza, de muestros
conquistadores. Su mayor timbre de gloria sera haber
sido disefpulo de Luis Vives y haber reeditado, en 1554,
afio en que El Brocense principié su docencia en Sala-
mance, para uso de sus alurnos novohispanos, las Ex-
cercitationes linguae latinae del valenciano, acompaftan-
dola edicion con siete dilogos mas escritos por su pro-
pia mano.
La edicién de Vives en Nueva Espafia habla, cierta-
mente, del pensamiento renacentista de Cervantes, no es
ésta, sin embargo, la primera ocasién que lo manifesta
Afios antes, todavia en Espafia, tradujo al espanol y pu-
blice la Introductio ad sapientiam (Sevilla, 15
mo Vives; dos afios después la reedité (Alcald, 1546) junto
on una glosa del Apélogo de la ociosidad y !
Luis Mejia y el Didlogo de la dignidad del hombre,
afiadié “més de dos tantos”, de Ferndn Pérez de
Las Exercitationes linguae iatinae (primera
1538) que ahora Cervantes anot6 y edito es un manual
de conversacién tatina parc tiso-de_lns estudiantes que,
ya lo hemos dicho, estaban obl sa hablarlo.a todas
horag- El texto, sin embargo, tiene su miga: Erasmo ha-
bia publicado unos Colloguia fami
con el mismo fin. La obra resulto una importante satira
alas costumbres de la ¢poca; principalmente de los ecle-
sidsticos. En ella dialogan libremente hombres, mujeres
y monjes de todas condiciones sobre los problemas de
su tiempo. Vives, espiritu més ortodoxo, la recomencé
frecuentemente; pero siempre consideré que debia de
leerse selectivamente. Al fin, puso mano a estos didlo-
g03 que, menos heterodoxos, paulatinamente sustituye-
ona los Colloquia de Erasmo en los dominios espafioles.
Ast pues, la obra que edito Cervantes, aunque manifiesta
alas claras su filiacion renacentista, se situa, sin embar-
go, en la vertiente espafiola del humanismo.
9La catdstrofe demogréfica que suftieron lo: y
elaumento de la poblcion eoafla invade al nioa
se el.iltimo cuarto del siglo xv, la orientacién y el sen-
tido de la educacién novohispana, El indio fue
marginado. En fecha relativamente temprana, en 1554
por ejemplo, para Cervantes de Salazar el problema del
Indio no existe; s6lo es un elemento folelérico en el mun-
do espaol de sus Didlogos. Al fracasar el Colegio de San
ta Cruz de Tlatelolco, o por ello mismo, estuvo negado
ol inareso a ena ala educacin, La Universidad
ya un primer inc naci it
tl problema edcatve dels uventd alasionu soe
entud ctiolla; kunque
eslatuts, por lo menos teéricamentern0 impeian el
ingeso de indios y mest Se eee
ats para suponer, sin embargo, que esta ops
-mocracia” no gust6 del todo a la aristocr
Scat nan na oe nn
dela Compafia de Jesiis. El sentido cultural aristocrati-
} zante de éstos, en especial de sus actos escolares, y del
/ uso exclusivo.de}Matinpn-la-ensefianza, llenaba sus as-
{ piacionee En 1372 Tegaron ala ciudad de México los
. A poco fundaron su primer colegi
Ge San Pedro y San Pablo (157 rien los sade seen
fueton instalando otros en l S
tesdel
han recogido y recogen allen los colegios) todos
de vecnos de cota tein de que esulon muy rolables de
fos, como esencarece ls colegatra subi tod os
afios y tener por pupilos os hijos de Oidores, Regi
Eabaleros, Ofte: bony ales con que notes
tad cosa a que se opongan, y aunque otzas Religiones h
pretendido poner 3, sela_han contredicho, y a
nen grandes entas de esto la Ciencia se da por etic”
Gomer de Cerva
al finalicar esa
Y no s6lo se opusieron a otras Srdenes. También orilla-
ron a la Universidad a cerrar Ja cdtedra de gramatica.
En 1767 afio de su expulsién, 195 afios después de su
amibo, contaban con 30-calegios y: monopalizaban-pric
ticamente, Ja ensefianza-dellatin en Nueva-Espafia. Es-
(Ga no era nueva ni exclusiva. La aplicaron lo
mismo en América que en Europa. Por eso su influen-
‘cia cal tan hondo. Fueron ellos quienes educaron el gus-
to literario de la capa ada_novohispana.
Dérrotada en Espai corriente renovadora, la re-
t6rica recupera el mos maiorum y la aceptacién acritica
de la doctrina tradicional. De ahi el papel que los jesui-
‘as asignan a las humanidades en la perspectiva de su
ideal educativo: el fin de las hymanidades ¢s, formar all
estudianite en la elocuencia; pero ésta,asu vez, consti-
tuye para ellos el ideal de Ja cultura intelectual, Las hu-
manidades proporcionan al hombre, por tanto, una
cultura ideal. Pero, nosotros nos preguntamos qué pro-
‘ponen en el campo de la retdrica esta cultura y estas hu-
manidades ast entendidas? La respuesta es evidente:
pensar coma Aristateles y hablar como Cicer6n. El Con-
cio de Trento, en Ja predicacién, y Tos jesuitas, en la
docencia, serén sus principales promotores.
El método y el contenido de la enseftanza jesutti
estuvieron determinados desde Europa porla Ratio stu-
diorum (1599); la inmensa mayorfa de los textos fueron
importados del Viejo Mundo, Naturalmente no fueron
Otros que los empleados por la Compafiia en sus escue-
las europeas: Cipriano Suarez (1524-1593), Bartolomé
Bravo (1554-1607), Francisco Poney (161!
Radau (1617-1689), José de Jouvaney (1643-171
Francisco Le Jay (1657-1737), ete.
{El método fue excelente: desterrar el verbalismo y, en
cambio, poner énfasis en la practica, en la redaccién y en
el comentario de textos. En ést0s ejercicios muchos de
Jos miejores escritores de nuestro idioma adquirieron oft
cio y aprendieron a pulir el estilo. Para dar una idea de
icios extraescolares a que eran sometidos los ¢s-
15hwe
tudlantes reproducing un punto del informe que, slo
res afios de distancia del Colegio de San Pedro y S:
Pablo, daba Vicente Lanuchi: an
En eat ato cade ocho dies Jos ttércespracticaron con
lestreza admirada por los oyentés yTos alumnos o pocmaas
panegicos esrtos sin ayuda, o algun discurso por ellos
nistiios compuesto paral fiesta de algtin santo. Cada dos,
‘meses (principalmente en el tiempo en el cual
pen las clases) dos otadates, con un tema o cuestién pro-
puesto por otro, acostumbraron que elegante y
elocuentemente uno y otro se ejercitara en la declamacién
‘olabando o vituperando, o persuadiendo o distiadiendo;
acusando o defen diendo; después quien hacia de
justiimo juez sobre el asunto propuesto y tratado, desde
‘un lugar may adorado y elevado del gimnasio, dictaba la
sentencia; de Ja misma msnera, el mismo dia se levanta-
ban a continuacién dos elegantisimos poetas que recitaban
a tantos doctisimos varones presentes sus panegiricos es-
critos de su propia inspiracion a la vida del santo que ca-
sualmente en ese dia se celebraba.!!
Los temas propuestos podrian ser del tenor siguiente:
Ja muerte; el palacio y la rusticidad; el hombre, los cin-
‘D)onhetre vero hee anne actavo qlgue deat panes ca.
‘mine proprio marte canscripta, aut orationern aliquam in alici
festum ab ipsis et compesitam audientibus al
Spaeentbs decaniatant
fo Scs7yen Monuments Mexicana Soitat Js, Rta,
Pens eimai
152
co sentidos y las virtudes teologales; la elocuencia, el
campo y la guerra, e
Durante el siglo xvtlos jesuitas novohispanos se pro-
pusieron un interesante plan de ediciones que tendia
a satisfacer las necesidades de las diferentes disciplinas
que ensefiaban. Lo presentaron al virrey Martin Enrf-
quez quien lo aprobé en 1577. En él se contemplaba,
con miras a la retérica, la edicién de obras de Lu
sin embargo, se pudo cum
jento se haya debido a la ine
programas, la cual surgia de la indefinicién de la Ratio
studiorum anterior 2 1599, 0 las des de
sién en la Nueva Espafia.
retdrica pudieron hacer uso de los Emblemas (1577) de
Alciato y de las Tristes (1577) de-Ovidio salidas de las
prensas de Antonio Ricardo.
Durante este mismo siglo, algin jesuita, cuyo nom.
bre ignoro, pero que fue, sin duda, maestro de retsrica
en el Colegio de San Pedro y San Pablo, eseribio un In
totius rhetoricae libros — Ni al de México,
manuscrito ntimero 16: dito, pero que
merece mejor suerte. E] texto, basado en 3, Ci-
cerén y Cipriano Sudrez, trata toda la materia de Ja re-
es la exposicion més met6dica de la
que se! Trays escrito ep la Nueva Es
pana. Poresta época Pédio Flores (S. xvi- S. xvu), tam-
relérica én San Pedro y San Pablo
10, por desgracia per:
bien inaestro de rel
un De arfe rhet
2 No ha faltado a algunos la tentacion de atribuir
a Flores el trabajo anénimo de la Biblioteca Nacional
a qtie antes nos hemos referido, pero Beristain es muy
claro al sefialar que el tratado de Flores consta de libri
duo y el de la Nacional tiene tres.
12 José Mariano Beristéin de Souza: Biblioteca hispanoamericana
imecameca, 1883, tI, p. 54l
153iano practi.
no Susrez. La obra sobresale en-
{re los otros textos jesuiticos por ol orden en la exposicién
y-el excelente resumen de los
Compania, de inm:
tum, Amparado en esta autoridad ¢
sifusion ¢ innomerabls rediciones,
Pata su influencia fue grande tanto en las ai
Entre los esoritores, Ademis de ineontables ediciones
europeas que circularon en los colegios de estas tierras,
aparecié un compencio de la obra que tuvo evatzo ree.
liciones: 1604, 1620,-1693-1756, El comy
célebre Bernardino de Llanos (1559-163
organizador de los estudios Titerarios de la Compaii
México. La primera vez que To incluyé fue en una anto-
logia de textos de ret ida Ilustrium aut
collectanes (Merc spigados de d a
res europeos. Ahi reuni
a] nee teh 16, ademas de Suarez, dos textos
conscribendis epistolis (primera edici
yDe Satna aren poences que es
del Liber de arte poetica (primera edicién:
Campo, 1596); también incluyé unos ejer:
05, titulados Progymnasmata (primera edicion: Zarago-
za, 1596), del célebre retérico y helenista valenciano
Pedvo Juan Niifiez (1525-1602); por ultimo, afiadié el De
recta latini sermonis structura et ordine del francés Fran-
cisco Silvio (?-1530). Como es evidente, la.compilacisn
comprende casi toda la tematica desarvollada en la cla
se de retérica y los textos incluidos fueron tomados de
publicaciones europeas muy recientes. Por ello fue muy
n recibida por los colegiales novohispanos; volvid a
reeditarse en 1620; pero, en esta segunda edicién Lla-
nos suprimié el optisculo de Francisco Silvio.
Tomés Gonzalez (1598-1659), quien duré mas de 29
afos como maestro de latin en el Colegio de San Pedro
Segovia, 15
‘ber secundi
154
y San Pablo, fue el sucesor de Llanos como animador, 3
de los estudios literarios; inclusO Modifies y reedito al.”
gunas de sus obras. También escri ‘otras originales.
Entre estas tltimas se encuentra w tratady de retérica
que con el nombre De arte rhetorica libritres aparecio +
en México en 1646. Tye mes, en 1652, 1683 y
1714 hablan de éxito. Gonzalez, si
deré que debia escribir un compené
Ge los estudiantes en ¢} que, ala maner:
encontraran ordenadas las reglas ce la materia, En el mi
mo ano de 1646 publicé, también en México, una Su
ma totius rhetoricae que reeditd en 1653, rae
‘lds de-cierr-a108 pasaron, la segunda mitad del siglo |
para que-voliera a aparecer
si; Nueva Espafia. Este hecho nos \
\perfniteimsistir hel tremendo inmovilsmo de la teo- |
Tia retorica en manos de los jesuitas. Mientras tanto,
Jos estudiantes recurrieron a las obras de Conzélez cu
yas reediciones hemos sefialado 0 a los autores jesutti-
fos cuyas obras cran importadas. Se edit6, también, por
cinco veces —1711, 1715, 1726 y dos sin afio en la
portada— un extracto, el que trata de la defi
Ipretorica y de sus partes, del Novus candidatus rhet.
cae del jesuita francés Francisco Pomey (1618-167
Hasta 1753 vuelve a aparecer otra obra sobre retérica
en que puso mano un novohispano. Cierto que no es
tuna obra original; pero el texto fue ampliamente modi-
ficado para esta edi Rhetorica
(primera edicién: Palermo, 1725)
rq. Maria Latorre (1691-1724). José Mariano Vallarta
(1719-1790) we el ovohispano que la modificé: le aa
di6 la teorfa pottica y reestructuré la parte retérica. Con
fuulo De arte Rhetorica et poetica institutiones (Méxi-
o, 1753) la'imprimnié en las prensas del Colegio de San
Tidefonso de la ciudad de México. El influjo de la obra
fa tienipo. Jase Toribio Medina escribe que Va
liarta publico la obra por ver primera el afio de 1735;
pero ninguna constancia aporta. En cambio, conocemos
155la reedicién que en 1784 Vallarta hizo en la ciudad de
Bolonia donde se encontraba desterrado. Pedro Rodri-
guez de Arizpe (1715- 2), profesor de retérica en el Se-
minario Conciliar de México, perteneciente a ese gran
mimero de intelectuales medios, ni muy brillantes ni ex:
cepcionales, pero cuyo trabajo fundamento el ambien-
te cultural novohispano, vio en la obra de Vallarta un
excelente auxiliar para las clases y, a su vez, le compen-
did en un Artis thetoricae sintagma (México, 1761). Por
ailtimo, ya en el siglo x1X, poco’ afios antes de consu-
marse la Independencia, pero ya en la guerra contra la
corona, el franciscano Ignacio del Castillo, maestro de
latin en el convento de Tehuacén, publicé unos Elemer
tos de retorica (México, 1812). —
“Huo, durante la €p0¢a colonial, algunos florilegios
que compilaron discursos de Cicer6n y de otros orado
res famosos. En este tipo de textos siempre hucharon los
autores clisicos y los religiosos, especialmente los de la
Compania de Jess. Algunas veces, cuando el compila
dor ponia énfasis en el sentido cristiano de la educacién,
Cicerén veia reducirse su campo en provecho de piado-
S05 discursos de los jesuitas europeos; otras, el ideal cl
sico lograba imponerse y, entonces, Cicerén tenia para
sisolo la antologfa. Para los jesuitas, ya lo hemos dicho,
la perfecci6n literaria consistia en imitar-cLestilo cice-
‘oniano_No es extrano, por ello, que se le dediquen €di-
ines exclusivas a sus més famosos discursos y que, en,
Jos casos en que se incluyan otros autores, lo deban a
su parecido al modelo.
La tinica antologia que retine a Cicerén y a otros auto:
tes también clasicos es la Solutae orationis fragmenta que
Bernardino de Llanos publicd en 1604; sin embargo, la
que, bajo el mismo titulo, publicé en 1632 Tomas Gon-
zélez y que reedité en 1641, suprime a estos tiltimos yy
e750 lugar, incluye a los jesuitas. El mismo criterio se
utiliz6 para la antologia titulada Iilustrium autorum flo-
res (México, 1712). Ahfse incluye la Oratio pro instaura
tione studiorum pronunciada por Baltazar Lépez
156
1650), en 1644 en el Colegio de San Pedro y San
Sees crencta no slo responde acento orgulo
provinciano, también a la excelencia del latin de este no-
Yohispano, natural de San Miguel el Grande, llamado
por algunos de sus contemporéneos “principe de latini:
Bad de nuestros tiempos y el Cicerén de Nuestra Pzo-
vincia” (Mexicana de la Compaaita). Sin embargo, el
Florilegium oratorum (México, 1722, con reedicién en
1721) suprime a Lépez, a pesar de que reproduce mu-
chos otros textos incluidos en la de 1712.
‘En 1762 Agustin de Castro escribio a su hermano Mi
guel, que por entonces cursaba sus estudios literarios,
una carta latina en la que Je aconsejaba,. Jargamente, sO"
bre la necesidad de estudiar los textos de Cicerén a fin
de obtener sdlida formacién literaria y estilo pulido. El
Cicero...) nocturna tibi manu diurque terendus que Cas-
tro propone a su hermano refleja, sin duda, el sentimien-
toy el gusto de la época, Dos antologias contienen,
exclusivamente, textos de Cicerén: una impresa en 1693
J otza, en 1756. Ambas se titulan Orationes duodecim
Jelectae M. T. Ciceronis ¢ incluyen en sus paginas el com-
pendio de retérica de Cipriano Suarez que Bernardino
Fe Llanos publicé en 1604. Los doce discursos son los
que la tradicién ‘escolar fue decantando hasta conver
Grlos en los “discursos” de Cicerdn por antonomasia,
De ellos el profesor elegia y proponia ejemplos para que,
Smitandolos, el alumno adquiriera lo que llamaban esti-
Jo sublime, mediano 0 seneillo. Su estudio era tan cons-
tante que sus gitos y periodos los encontramos imitados
o calcados tanto en la oratoria en espafiol como en Ia
Iatina, Testimonio de su presencia en las aus, entre mu;
hos, son dos manuscritos; uno del siglo xvry otro
R Joce discursos de Cicerén son: Pro Marco Marcello; In Lu-
es tne de Gan ea
sin Ci in Ce Sr
Harpe Ae eS
Ligario
187xvitl. Ambos se conservan en la Biblioteca Nacional. El
primero, el numero 1631, contiene el andlisis retérico
del Pro Archia poeta a partir de las notas del renacentis.
taPaolo Manutio (1512-1574) el segundo, ntimero 363,
se tituks Conistructio orationis pro lege manilia. Testimo
nio indirecto, pero no por ello menos importante, son
gran niimero de cuademillos estudiantiles que contie-
nen notas y ejereicios; quizas, incluso éstos sean mis va-
liosos porque ilustran claramente el proceso de
asimilacién del estilo ciceroniano por parte de la juven-
tud novohispana. Entre ellos sobresale el nimero 1421,
perteneciente a Francisco Javier Evangelista, estudian.
te del juniorado jesuitico de Tepotzotlin en el siglo
xv. En él podemos seguir, paso a paso, la eleccion de
Jas palabras, la seleccion de los giros y los ejercicios pa-
ra adquirir la técnica de los initia y las prolusiones; del
género epistolar y de las descripeiones
Algunos datos nos restan para terminar esta apresu-
rada revision de la produccion de textos de retérica en
‘Nueva Espaiia. Un grupo lo constituyen varios manus-
rites que sobre esta materia se encuentran en la Biblio-
teca Nacional; el otro, diversas noticias de retéricas que
no han llegado a nosotros, pero que sabemos fueron es-
critas por novohispanos.
Ya hemos aludido a algunos textos manuscritos que
se conservan en los estantes de la Nacional; sin embar.
go existen otros que a continuacién se sefialan: con el
numero 465 la Retérica,-“la més selecta”, de Diego Ca
yetano Alvarez, miembro de la Congregacion del Ora.
torio de San Felipe Neri en el prologo Alvarez vefiala
que utilizé la doctrina de varios autores; pero, en reali-
dad, se limita a espigar en la obra de Cipriano Suarez,
Al iniciarse el, siglo xvm, en 1703 concretamente, el
franciscano José Jiménez reunié en un solo volumen,
el nimero 1619 de la Nacional, ocho textos: cinco tra.
tan de retérica y tres de poética. Juntos integran lo que
Jiménez llamé la Rhetériea christiana. Parece que el frale
no fue un mero compilador sino que escribié siete de
158
dos; s6lo uno pertenece al también fran-
Le ee a
tan se basan en la cbra de fray Diego de Valadés:iitan
Ia isposicion dela doctrina fasion eT Hbros
tiulos de los captulos; el titulo misma de le obra, Por
todo ello este trabajo constituye una de las pocas influen:
cias, por cierto tardia, que la obra del franciscano
siglo Xv ejercié en su natal Nueva Espana, Rhet
‘Los restantes tienen claro origen jesultico. La to-
ries, manuseritonsimero 327, de José Vargas es un pe-
queso comp endio de 10 hojas esortas en 1750. En elas
‘Vargas estudia la naturaleza de. Ja retérica; las oak ee
diseurso_y la clasificacion de los tropos. E] Bibertitu
artis oratoriae breviarium, mimero 240, escrito proba
‘mente por Benito Patifio en 1752, trata, en la bene
parte, del objeto de la retoricay de sus partes; en la se
gunda, de los topos. Mas extenso y completo esl s-
fudio Que Nicolds Poza inciuye al interior desu Cursus
Philosophicus, nsmero 261; el tratado, sin stulo parte
calas, debe datar de ls década de 1640 cuando Poza en-
£0 retbrica, En él estuia los temas tradicional, pero,
a diferencia de los manuscrtos anteriores, Poza dedi
particular atencidn al género de los Elogios. Los en-
{a rhetoriae, mémmero 1575, no indican autor, pero som
de procedencia jesutia. os temas tradicionales a
de diversos textos de oradores exropeos, como la Virtus
militaris oratio de Horacio Quaranta (1604-7) y ae .
anénima, de procedencia incierta, titulada ite ge
iitus, Por iltimo, hay que mencionar el breve Tract
tus Rhetoricae, ara sin fecha y sin autor y,
mbién, sin particularidad alguna
dae ib vchorieas que se perdieron hay que citar Tos
Quingue libri rhtoricae de Baltaza Lope2, de esta obra
se dice que fue impresa en 1632 por Francitco Salbago;
peto hasta el momento nos es desconocida; Is Insta
Hones rhetorices del mereederio fray Juan de Olgchea:
el De art rhetorea del jesuita Joaquin Vilalobos de fray
Miguel Romero su Ars rhetorices; de Francisco Deza y
159Ulloa unas Institutiones shetarices y de Benito Bafiez las
Institutiones artis rhetorices. Ambos fueron maestros de
retérica en la Universidad y, con seguridad, sus textos,
fueron escritos para el uso de sus alumnos. De Francis.
co Javier Alegre su bidgrafo cuenta que, siendo profe-
sor de retérica en La Habana, escribié una Ars rhetorica
ex preceptis Tullii que envi6 a Sicilia para ser impresa,
eto, por desgracia, se perdié,
b) La oratoria sagrada
La oratoria sagrada, pese a su total olvido, fue, con
mucho, el género oratorio-mds-cultivada en, Nueva Fs.
pafta-Prueba de ello son los 247 vohimenes reunidos,
bajo el significativo tftulo de Laurea evangelica america.
na, en el primitivo archivo del convento franciscano de
México y que ahora, dispersado el antiguo miicleo por
azares de nuestra historia, se conservan, junto con va-
rios tomos procedentes de la biblioteca de don Agustin
Rivera (1824-1916) y otros de diverso origen, en la Co-
Jeceién Lafragua de la Biblioteca Nacional; testimonio
es, también, el gran ntimero de sermones manuscritos
que se encuentran en los archivos con fondos colonia-
les y cuya destruccién es cada vez mds acelerada. Todo
este enorme acervo clama por un estudio que investi
gue la evolucion del género y sus caracterfsticas. Aqui
Por razones evidentes de espacio, sélo daremos algunos
apuntamientos,
La oratoria sagrada anterior a fray Luis de Granada
(1504-1588) habfa estado normada en Espafia por los pre
ceptos clasicos en cuanto a la forma; por Ia patristica
y las Escrituras en lo que mira al tema. Hasta entonces
no constitufa preceptivamente un género aparte. Sufria,
por ello, las altas y las bajas de la retérica tradicional
Existia, ciertamente, la necesidad de estructurarla con
base en los requerimientos de la pastoral. El Concilio de
Trento trat6 el punto; pero no legé a conclusiones pre-
160
cisas que permitieran dar cuerpo a una retérica sagra-
da. Enfatiz6, sf, el estudio de las Escrituras y rechazd
el libre examen. La técnica siguid, por tanto, atenida a
Ia teorta clasica,
En Nueva Espafia la predicacion del siglo xv1, al que
podrfamos llamar perfodo misional, tuvo mucho pareci-
do.con la divulgacion de la palabra de Dios en la Iglesia
primitiva. Cierto que existfa su diferencia, Ahora el fraile
se rodeaba de soldados y de aparato coercitivo; pero
no por ello se crefa menos apéstol. No todos los tiem:
pos son iguales, pero, se decta el misionero, acordndo-
se del Eclesiastés, a todos los hizo Dios buenos en su
circunstancia —cuncta fecit bona tempore suo.
los de galas y oropeles, los frailes “voz y sonido
dela palabra de Dios”, segtin los lama Motolonia, se en-
tregaron, en primer lugar, ala oracién sabiendo que na-
da valfa su diligencia sin el auxilio divino, dieron ejemplo
integridad de vida: los barbaros tal vez
no entendian los discursos, pero s{ los ejemplos de vir-
tud; el tercer lugar lo ocup6 la palabra. No ensefiaron,
muchas ni dificiles cosas; mds bien, pocas y muchas ve
ces repetidas con acompariamiento de representaciones
y ceremonias.
, para muchos frailes se acercaba el sép-
teinado del Hijo de Dios y de lo:
tos, antesala del dia octavo de Dios, el dela wreccion
yee jnicio final, El mismo ministro general de los fran-
ciscanos, fray Francisco de los Angeles, lo trasluce en
la patente que entrega a Jos primeros misioneros: “Mas
ahora cuando ya el dia del mundo va declinando en la
hora undécima”, el Padre de las campatias quiso que
“hechor locos al mundo convitssedes a ese mismo
mundo con la locura de la predicacion’”.
‘Locura, ciertamente, nécesitaron Ios frailes en el Nue-
vo Mundo. Ignorantes de las lenguas indigenas, tuvie-
Geréniimo de Mendieta, Historia eclesiéstica indiana, México,
P. 206,
161ron que aprenderlas aceleradamente; inventaron nuevas
palabras para traducit conceptos-sjenos.al mundo indi
gena; prepararon nedfitos que les auxiliaran. Escribie-
on, por tiltimo, gran numero de sermonarios en lenguas
indigenas para uso de los nuevos predicadores 0 de sus
ayudantes. En esta labor sobresalieron, segiin Motoli-
nia, fray Juan de Ribas, fray Garcia de Cisneros, fray
Juan de San Francisco, fray Bernardino de Sahagan y
muchos mas.
En la practica, por tanto, la oratoria sagrada de esta
época, casi toda en lenguas indigenas, rompio-lox mol-
des de la tet6rica tradicional. Sencillez, claridad y abun-
dancia de Escrituras fueron su signo. La ruptura no fue,
sin embargo, al nivel de la conciencia, en el campo de
la teoria; lo fue en la préctica, impuesta por la necesi
dad de la pastoral, La Rhvtorica christiana de Valades
es muestra clara de ello: a la exposi
gada de aristotelis
Quizds esta primera época tenga cierta afinidad con
Ja exposicién que el excelente humanista Benito Arias,
Montano (1527-1598) hace en el Rhetoricorum libtiqua-
tuor (Amberes, 1569). En élinsiste, dentro de la tradicion,
ena perfeccién formal; pero, también, en el profundo,
conocimiento de las Escrituras. La obra, sin duda, fue
conocida en México. No sélo porque los jesuitas la te-
fan en su biblioteca del Colegio de San Pedro y San
Pablo; también porque esta prologada por Antonio de
Morales, quien al ser nombrado obispo de Michoacan,
utiliza el prélogo para despedirse de su amigo, Arias
Montano, y de Europa a donde ya no regresarfa, Insisto
en esta obra porque se encuentra a caballo entre la in-
novacién y los preceptos tradicionales.
Pasada la primera €poca y destruidas las comunida-
des, la predicacion en Nueva Espafia tomé los cauces
por los que discurria la oratoria sagrada en Espafia. De
nada valieron, ni alla ni acé, los esfuerzos de fray Luis
de Granada (1504-1588) por cristianizar los preceptos clé-
162
de algunos otros, como Alfonso Garcfa Mata-
572), que a la inversa, intenta ciceronizar a
Jos predicadores. Ni ellos ni otro alguno, ya cristianizan
do a Cicerén ya ciceronizando a los cristianos, pudie-
ton sacar a la predicacion de su marasmo.
‘Ala oratoria sagrada tanto en la Metrépoli como en
Ja Colonia y, quizds, mds en ésta, hicieron falta la ener
fa que da el pensar libremnente. El predicador, ademas,
Se dirigia a un pblico inculto y, en mucho, supersticio-
s0, que poco podia alentarle a superarse. Sobre ambos
—publico y predicador— estaba la mirada escrutadora
dela Inquisicion: en el pulpito no se podtan tratar libre-
mente los problemas de la época, cuestionar el poder
piiblico, reflexionar sobre las relaciones de la Iglesia y
el Estado, orientar sobre los problemas de las clases so
ciales, de los pobres y de los ricos, discernir sobre la li-
‘pertad de conciencia. El predicador estaba confinado al
abstracto ino de Dios y al ya no tan abs-
tracto de la interpretacién interesada de las Escrituras
y su traduccién en la vida cotidiana de los fieles. La pre
Gicacién barzoca del sigho
tacién de los valores sefioriales; por
poder en pocas manos; sujeté y canaliz6 las energias so-
ciales hacia el mantenimiento del status quo.
El barroco no sélo es el reino de la metafora; es, tam-
in, Ja prevalencia del sentimiento sobre la raz6n; de
los valores sentoriales sobre los del pueblo. La superfi-
cialidad y pobreza del pensamiento se acompana del ar
io literario. Lo principal es admirar, mover; no
enseftar. Por ello la ret6rica aristotélica, y de ésta el
bro segundo, donde trata de los afectos, sera la técnica
del predicador. Pero no todo dependis de la técnica. El
barroco es tiempo de inestabilidad, de campesinos des
pojados y arrojados a las cittlades; época de inseguridad
social, Si de parte de la clase dirigente, por tanto, existe
una necesidad de persuadir; de parte del pueblo, corre-
lativamente, existe la disposicion de dejarse persuadit.
Por eso sefiores y sibditos se enajenaran en la inven-
163ci6n artificiosa, lo sorprendente y lo inesperado. Cien-
tos de sermones, cuyos titulos compiten en ingenio, nos
quedan como testimonio de esta época. Don Agustin
Rivera en Principios criticos sobre el Virreinato de la Nue
2 Espana y sobre ia Revolucién de Independencia (Mé-
co, 1763) enumera a muchos de los mas sobresaientes
¢En qué forma se fue dando el rompimiento al i
del siglo xo? ;Fue simultinco al ompimiento se,
fol? sQué caracteristicas adopts en la Colonia? Son pre.
guntas que la critica tendré que ir respondiendo,
‘También tendré que seftalar las particularidades, como
influy6 la satira_ mordaz_de Francisco de le Isle
(1703-1781) y su Historia del famoso predicador fray Ge.
tundio de Campazas, alias zotes; la predicacion clasica
del francés Louis Bourdalues (1642-1704) y del
Paolo Segn
en Venecia en
Julién Parrefio (1728-1785) 10 de los in
uno de los principales im-
ugnadores del barroco admite la convivencia de las eo.
rents: “Suede hoy (en 1761) en Iglesia acer del
lo que siempre ha sucedido en lo material de
fos emplos, Cada uno de los cinoo cones de nent
tura civil tiene sus apasionados; pero en la Iglesia se usan,
y usarat mplos de todos los ordenes. No por eso: deja
cl buen juicio de alabar las obras que se conforman a
sus respectivas reglas; aunque no sean de su genio; siem-
bre darn ley alos pilpitas los Seneris,Bourdalus,Viey-
tas y otros auitores que valiendose de tod ¥
orden compésito”. ace
En otras ocasiones este espiritu conciliador no fue tan
evidente y se suscitaron enconados debates. Al mediar
él siglo xvii generacién conocida como de “los huma-
' Véase Ignacio Osorio Romero, Toi :
See ane , Topieoe sobre Cicerin en Méxi
164
1s del xvi”, de Ja cual forma parte Parretio,
tid en adecuar la oratoria sagrada a los principios
neoclésicos personificados en Cicern y Granada. Ast
Parrefio responde a un impugnador: “Yo no introduzco
novedades (en el pulpito};sigo el ejemplo de Ciceron y
Io cristianizo, como hicieron los Granadas y los Bourda-
Tues”.'6 Agustin Pablo de Castro, por su parte, en un
texto de 1760, exclama combatiendo la escuela france-
sa: “atrévome a afirmar, sin duda, para gloria de Dios
que pensarian de este modo mismo nuestros oradores
{aun sin noticia del alfabeto francés) con sélo hacer su.
estudio en Cicerén, Deméstenes y el Nazianceno, des-
pues de haberse formado, a mds de las otras partes de
Ia literatura, en la Elocuertcia cristiana de Granada y de
Gisbert”.
Comentario aparte merece Ja predicacién en lengua
latina, especialmente las oraciones finebres; ya en un
ectudl sobre el tin compl cercade end els pro-
nuniciadaé-y éditadas en nuestro pais." Aqui, por tan-
to, me limitaré a sefialar lo esencial. La oraci6n fiinebre
pertenece al género epidictico; hunde sus rafces en la
tradicion clasica; florece, en nuestra literatura, durante
Ja Colonia. Se pronuneiaban durante las exeauias de los,
reyes, de las personalidades importantes de la vida
teligiosa colonial: virreyes, obispos y arzobispos,
res de ordenes religiosas y hombres de elevada pos
econémica. El valor literario de cada una de estas
as varia de acuerdo al autor y la época. En todas
fes muy evidente la influencia de Cicerén: de mi
podriamos decir que calean servilmente sus giros y, aun,
Sus palabras. También fueron imitados, sin demérito de
Cicerén, otros autores: Marco-Antonio Muret
(1526-1585), Melchor Cano (1507-1560), Carlos Sebastian
'6 Idem, p. 158
1 dom, p. 160.
3 Idem, pp.
165Berardi (1719-1768), Carlos Renato Billuart (1685-1757)
y Juan Bouvier (1783-1854).
Por ultimo, apuntaremos que existié una preceptiva
novohispana dedicada, especialmente, a la predicacién.
Como es facil colegir, estas obras dependieron, por lo
general, de la teorizacion europea. Desgraciadamente
casi toda la produccién quedé manuscrita, A la prensa
s6lo llegaron la Rhetorica christiana de fray Diego de Va-
ladés, ala que varias veces nos hemos referido, y, a me-
diados del siglo xvut, la Luz de predicadores en que con
claridad se recopila toda la Rhetorica sagrada con sus mo-
dos, partes, schemas, figuras y tropos, un epitome chrono-
sgréfico de todos los libros y autores de la Sagrada Escritura
materias que cada uno trata (México, Viuda de José Ber-
nardo de Hogal, 1752), de Joaquin Diaz de Betancourt.
Algunas que quedaron manuscritas son las siguientes:
la Ret6rica de oradores sagrados del dominico Domingo
Velazquez; el Arte de oratoria sagrada de Alonso Nore-
fia; el Arte de predicar de José Lucas de Anaya yla Reté-
rica para jévenes y método practico de hacer sermones del
carmelita Juan de San Anastasio. Sélo aftadiremos a es.
ta breve resefia el Arte prictica e industrial para facilitar
al nuevo predicador el uso de las partes dela ret6rica, com-
pilacién del Arte de sermones del neogranadino fray Mar
tin de Velasco de la Orden de San Francisco, la cual se
encuentra en el manuscrito de la Rhetorica christiana
de fray José Jiménez.
6) Le oratoria académica
La oratoria academica, cuyos origenes se remontan,
ala Edad Media, propiamente, en las universida-
des renacentistas junto con las fepresentaciones de aut
coloquios ¥comedias. De ahi, convertida ya en litera-
tura erudita, salt a Tos colegios de los jesyitas donde
ericoni 0 florecimiento. Normalmente su expre-
sin fue en lenguallatina. Al tratarla aqui debemos dife-
166
éjercicias escolares. Aludimos ahora a los discursos for-
males pronunciados en las festividades y funciones 50-
lemnes que se celebraban durante el afolectivo. Algunas
de ellas eran fijs y otras, ocasionales.
Las funciones fijas tenfan lugar el 18 de octubre, fies
ta de San Lucas yapértura de los cursos; el final de ellos,
por lo generaberr Santiago o la Asuncion; la Navidad,
Ja Gircuncisién; la Epifania; Corpus Chris
cién'y et Siito tutelar ‘
ocasionalmente se
riores; li entiada de los virreyes, obispos y otros perso-
najes importantes, A ellas habra que afiadirlos diggursos
en las Gposiciones a cétedras 0 en la solicitud de algtin
grado. Como es evidente, por la enumeracién anterior,
el cultivo de este tipo de oratoria fue abundante en la
época novohispana. Como literatura de gcasign la casi
totalidad de su produccién no llegé a las prensas y, qui-
4, ni siquiera se escribié o, en el mejor de Ios casos, per-
manecié manuscrita.
Imposible que ahora nos adentremos en el mar de ci-
tas y referencias que constituyen el corpus del género;
pero si, a manera de ejemplo, conviene que de aht res-
catemés algunas piezas, muy pocas, que atin no pere-
cen y que han llegado a nuestro conocimiento: los inita
y las prolusiones. Durante algin tiempo cre{ que es-
tos nombres, diferentes en su significado origi
nal, habfan terminado confundiéndose y aplicandose,
indistintamente, a los discursos con que, solemnemes
aban fos cursos. ¥ esto es parcialmente ve
y recientemente lego a mis manos el Pala
eloquentiae vestibulum sive tractatus duo de methodo v
riandae orationis, ac de prolusionum praeceptionibus (M.
drid, 1730) del jesuita_Antonio Machi
entonces, que las prolusiones Bueden cla:
forma, pero, tambiéi, BOF su tema. Podian utilizarse,
® Idem, pp. 115-150.
167entonces, en otras ocasiones y no séto en la apertura de
cursos. También se llama prolusionés a los discursos pro-
nunciados en defensa de‘una f25¢y en las graduacio-
nes académicas {prolusio paranymphaea), en los actos
religiosos (prolusio eucharistica), y en actos de peticion
(prolusio postulatoria). Sabiendo, pues, la diferencia en-
tre ambos conceptos, me referiré a los discursos pronun-
ciados en la apertura de cursos y que solfan lamarse
indistintamente initium _y prolusio.
El primer discursode esta naturaleza del que tene-
‘mos noticia en la Nueva Espafia es el pronunciado el
3 de junio de 1553 por Francisco Cervantes de Salazar
al inaugurar, por vez primera;los cursos de la Real y Pon-
tificia Universidad de México. Sin duda, no pudo elegirse
en la Colonia a otro hombre mas amante del humanis-
mo que Cervantes para inaugurar la' vida académica de
Ja Universidad. Su discurso, ciertamente con los brillos
clisicos del Renacimiento, no fue publicado y se per-
io, Igual suerte corrid el discurso de Juan Sénchez Ba-
quero con que se dio inicio, en 1574, a los cursos del
colegio jesuita de San Pedro y San
(Ota joya de esta indole es la Oratio in laudem juris-
pmudentiae (México, 1596) pronunciada por Juan Bautista
Ralli en la inauguracién de cursos de la Universidad el
‘afio de 1596. Valiosa no sdlo por su autor, de la familia
impresora de los Balli, sino también por el latin cicero-
ha'merecido, ademas
lar de tiraje reducido
y otra (México, 1953) acompaniada de traduccién caste-
Tlana de Alfonso Méndez Plancarte. :
El primer initium del Saxon que conservamos
noticia fue pronunciado en Sin Pedro y San Pablo por
Juan Ledesma. EI tema versaba sobre la nobleza; si ésta
se adquiria por el linaje, por el estudio 0 por otras ar-
tes. Ledesma goz6 fama de excelente Jatinista y al
nos textos que de él nos quedan reafirman esta opini¢
pero el
blioteca del colegio, se perdié. Ah{ mismo Baltazar Lé-
168
en 1644 la Oratio pro instauratione
i. A ella nos hemos referido cuando tratamos
de las antologias para la clase de retérica, concretamente
alaeditada en 1712. Ahora, por tanto, sélo diremos que
la primera edicidn de la Oratio fue en 1644 en prensas
de la Viuda de Bernardo Calderon. Otxo hermos
tium es el que con el titulo de Initialis oratio pronunci
en la Universidad, el afio de 1664, don José de Herrera
y Regil, En su texto, dé tin latin barroco,}Ileno de citas
de clasicos, renacentistas y autores espafioles como Lo-
pe y Géngora, encontramos, sin embargo, frescura y
amor a flor de piel por la vida académica y por el estu-
diante que “en campo de papel ara renglones, /en que
siembra por granos es fazones” Por Ultame, al Patter
elsiglo, en 1698, sabértios qué Joan José de la Mota pro-
nuncié la Oratio pro instauratione studiorum de la Uni-
versidad; el texto, desgraciadamente, se perdid.
El primer dato que tenemos del siglo {evi la valio-
sa Oratio apologetica (México, 1746), protranciada por
Juan Gregorio de Campos y Martinez en la inaugura-
cién de cursos de la Universidad en 1745, Por estos afios
la vida cultural de Nueva Espatia y, especialmente, de
la Real y Pontificia Universidad, habia sido puesta en
la picota ante los hombres cultos de Europa; Jos con-
ceptos peyorativos aparecidos en la obra Epistolarum li-
bri XIE (Amsterdam, 1738) del dedn de Alicante, Manuel
‘Marti, hirieron en lo mas hondo a los eruditos novohis-
panos. A refutar tales ofensas se dirigieron varias obras.
La primera de ellas fue este discurso, importante no sélo
or el tema y el autor, por cierto ahora bastante olvida-
do, sino también por la maestria literaria con que esté
escrito,
El segundo discurso es la Prolusio de prima grammati-
ae schola-que en 1749 pronuncié Antonio Galiano en
el Colegio de San Pedro y San Pablo; el tercero es el
gue pronuncié, al afio siguiente, 1750, Francisco Javier
Alegre y cuyo texto, manuscrito’en la Biblioteca Nacio-
169.i
€l titulo de Prolusio Grammatica de Syntaxi.™
Por estos afios debié ser promunciado otro initium que,
sin titulo, ni afio, se conserva manuscrito en el Archivo
General de la Nacion. Los papeles entre los que se en-
cuentra proceden del colegio jesuita de Celaya; por ello
es de suponerse, ah{ fue pronunciado. Esta sospecha se
confirma porque en los mismos papeles encontramos el
Initium pro litterarice palaestrac instauratione con que
‘| José de Viedma, entonces maestro de latin en
inauguré los cursos el afio de 1764.
"ara terminar este recuento sefialaremos que en la Bi-
blioteca Nacional, fuera del Departamento de Manu:
critos, en la Seccién de Libros Raros, dentro de la
Coleccién Lafragua, manuscrito en las tltimas hojas del
tomo signado por el niimero 695, se encuentra el ini-
tium, titulado Pro anniversaria studiorum innovatione
‘generali acroasis, con que inauguraron, el atio de 1755,
los cursos en el colegio jesuita de Querétaro. Su autor
pudo ser José Campo o Pedro Gallardo que en ese afio,
ensefiaban latin en dicho colegio. El texto fue corregi-
do en 1762 por José Mariano Vallarta, Su tema es el mis
mo que él del afio 1600: cémo se adquiera la nobleza.
Alllegar a este punto me doy cuenta de lo poco que
hasta aquf he dicho sobre campo tan rico y tan inexplo-
rado. Pocos, en verdad, son los datos aquf presentados,
y éstos, lo fueron de manera sucinta. Muchas horas y
muchas paginas nece sitariamos para s6lo enlistar los res-
tos que aqui y alld surgen de las fuentes, ya archivos y
bibliotecas, ya historias y bibliografias, que guardan no-
ticias de la vida colonial. Restos y reminiscencias de un
naufragio més general, el de la cultura novohispana. Le-
gado aceptado y rechazado de manera acritica; tesoro
‘dilapidado; atraso al que, tercamente, nos aferramos.
embargo, lo dicho. Es suficiente para hacer-
20 Idem, pp. 135-149,
170
idea de Jo que fue la Retérica en Nueva Espa-
not tes dea cae ov ef
Ge hombre que Espaiiaquiso crear en estas tcnras, Mur
chos de los rasgos de este hombre ‘elocuente” de la Co-
Jonia luchan todavia en nosotros.
ya