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HORA SANTA (32.

a)
LA NAVIDAD
Y LA EUCARISTÍA
San Pedro Julián Eymard, Apóstol de la Eucaristía

Iglesia del Salvador de Toledo (ESPAÑA)


Forma Extraordinaria del Rito Romano

 Se expone el Santísimo Sacramento como habitualmente.


 Se canta 3 de veces la oración del ángel de Fátima.
Mi Dios, yo creo, adoro, espero y os amo.
Os pido perdón por los que no creen, no adoran,
No esperan y no os aman.
 Se lee el texto bíblico:

D
DEL EVANGELIO
SEGÚN SAN LUCAS
Lc 2, 1-14.
Había unos pastores en aquella misma
comarca, que estaban vigilando durante las
velas de la noche y guardando su ganado;
cuando he aquí que se puso junto a ellos un
Ángel del Señor, y la claridad de Dios los cercó de
resplandor, y tuvieron grande temor. Les dijo el
Ángel: no temáis, porque vengo a anunciaros un grande gozo,
que lo será también para todo el pueblo: porque hoy os ha
nacido el Salvador, que es el Cristo Señor, en la ciudad de David.
Esta será para vosotros la señal: hallaréis al Niño envuelto en
pañales, y puesto en un pesebre. Y de pronto apareció con el
Ángel una multitud de la milicia celestial, que alababan a Dios y
decían: "Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los
hombres de buena voluntad.".
LA NAVIDAD Y LA EUCARISTÍA
Hodie parvulus natus est nobis
“Hoy nos ha nacido un niño” (Is 9, 5)
¡Qué fiesta tan amable ésta del nacimiento del Salvador!
Siempre la saludamos con regocijo. Se renueva por nuestro amor y
se continúa en la Eucaristía. Entre Belén y el cenáculo hay
relaciones inseparables que se completan mutuamente.
Estudiémoslas.
I.- La Eucaristía fue sembrada en Belén. ¿Qué es la Eucaristía sino
el trigo de los elegidos, el pan vivo? Ahora bien, el trigo se
siembra..., es necesario depositarlo en la tierra y es preciso que
germine, que madure, y que, después de segado, se muela para
hacer de él pan nutritivo.
Al nacer hoy sobre la paja del establo el Verbo divino preparaba su
Eucaristía, la cual veía Él en todos los misterios de su vida,
considerándola como el complemento de todos ellos. Venía a
unirse al hombre; mientras viviese en la tierra, contraería con él la
unión de sus gracias, de sus ejemplos, de sus méritos; pero
solamente la Eucaristía había de consumar la unión más perfecta
de que el hombre es capaz aquí en la tierra. No debemos perder de
vista este pensamiento divino, este objetivo que se propuso
Jesucristo nuestro señor, si queremos comprender el plan divino:
unión de gracia por los misterios de su vida y muerte; unión de
cuerpo y persona en la Eucaristía, preparando una y otra unión la
consumación de la unidad en la gloria.
Así como el viajero que se ha propuesto un fin determinado no lo
pierde jamás de vista, y todos sus pasos se dirigen a la
consecución de este fin, así Jesús, durante toda su vida, preparaba
en secreto y por adelantado la sagrada Eucaristía.
Ese trigo celestial es como sembrado en Belén, casa del pan; vedle
sobre la paja; esta paja es pisoteada y triturada y representa la
pobre humanidad; esta paja, de suyo, es estéril; pero Jesús la
levantará de nuevo, la vivificará y la hará fecunda: Nisi granum
frumenti cadens in terram (Jn 12, 24). Ved ya sembrado ese grano
divino. Sus lágrimas son la humedad que lo hará germinar y
llegará a ser hermoso. Belén se halla situado sobre una colina que
mira a Jerusalén. Cuando esta espiga esté madura, se inclinará
hacia el
calvario, donde será molida y sometida al fuego de la tribulación
para que se convierta en pan vivo. Los reyes comerán de este pan y
ese pan constituirá sus delicias: Aser pinguis panis ejus, et
praebebit delicias regibus –Aser tiene ricos manjares, y prepara
comidas de rey (Gn 49, 20). Pan a propósito para celebrar las
bodas del cordero. Currunt magi ad regales nuptias (Ant.
Benedictus de Epifanía). Los magos en este pasaje representan las
almas elevadas sobre todas las miserias y dueñas de sí mismas,
que se alimentan hoy de este pan en el
Sacramento.
Estas relaciones, que el nacimiento del Salvador en Belén guarda
con la Eucaristía considerada como Sacramento, se descubren
asimismo cuando se la considera como sacrificio.
En Belén nace un tierno corderillo. Jesús nace como el cordero, en
el establo, y como él no conoce más que a su Madre. Ya se ofrece al
sacrificio y su primer vagido es este Hostias et
oblationes noluisti, corpus autem aptasti mihi –Tú no quisiste
sacrificios ni ofrendas, sino que me formaste un cuerpo (Hb 10, 5).
Padre, ya no queréis víctimas ni sacrificios de la antigua Ley sino
que me habéis dado un cuerpo; heme aquí, Este cuerpo es la
condición necesaria para ser inmolado y Jesús lo ofrece a su Padre.
Este corderillo irá creciendo al lado de su madre y ella conocerá a
los cuarenta días el secreto de su inmolación. Ella lo alimentará
con su leche pura y virginal, y lo guardará para el día del sacrificio.
Y de tal modo se grabará sobre Jesucristo este carácter de víctima,
que al comenzar su vida pública, viéndole san Juan Bautista, no
sabrá designarle con otro nombre que con el de cordero divino:
Ecce agnus Dei, ecce qui tollit peccatum mundi –Ahí viene el
Cordero de Dios, el que carga con el pecado del mundo (Jn 1, 29).
El sacrificio comenzado en Belén se consuma, sobre el altar, en la
santa misa. ¡Ah, qué conmovedora es la misa de Nochebuena en
todo el mundo cristiano! Se la saluda con mucho tiempo de
anticipación, y siempre la vemos volver gozosos. ¿Qué es lo que
comunica tantos atractivos a nuestra fiesta de navidad, o qué
inspira esos alegres cantos y el regocijo de nuestro corazón sino el
renacer real de Jesús sobre el altar, aunque en diferente estado?
Nuestros cantos y nuestros homenajes, ¿no van directamente
dirigidos a la misma persona? El objeto de nuestra fiesta, que es
también nuestro amor, está allí presente: nosotros vamos
realmente a Belén, y allí encontramos no un recuerdo, no una
imagen, sino el mismo divino niño.
Ved, además, cómo la Eucaristía empieza en Belén: es que el
Emmanuel viene ya a habitar en medio de su pueblo; comienza hoy
a vivir entre nosotros, y la Eucaristía perpetúa su presencia. Allí el
Verbo se hizo carne, en el Sacramento se hace pan, para darnos a
comer su carne sin que sintamos repugnancia.
Allí también, en Belén, dan principio las virtudes del estado
sacramental.
En efecto, allí oculta ya su divinidad para familiarizar al hombre
con Dios; allí priva al hombre de ver su gloria divina, para llegar
gradualmente a encubrir también su humanidad; allí reprime su
poder mediante la debilidad de sus miembros infantiles: más tarde
los encadenará por medio de las santas especies; allí es pobre, se
despoja de toda propiedad, Él, que es el criador y dueño absoluto
de todas las cosas; el establo no es suyo, sino que lo tiene de
limosna, y vive con su madre de las ofrendas de los pastores y de
los dones de los magos; más tarde, en la Eucaristía, pedirá al
hombre un sitio donde albergarse, la materia de su Sacramento y
los ornamentos necesarios para sus ministros y para su altar. Ved
cómo Belén nos anuncia la Eucaristía.
Allí encontramos también la inauguración del culto eucarístico en
su principal ejercicio: la adoración.
María es la primera adoradora del Verbo encarnado; José, su
primer adorador. Ellos creen firmemente: su fe es su virtud. Beata
quae credidisti –dichosa tú que has creído (Lc 1, 45). Es la
adoración de la virtud.
Los pastores y los magos adoran en unión con María y José.
María se consagra enteramente al servicio de su hijo, atiende con
diligentísima solicitud a sus necesidades y previene sus menores
deseos para satisfacerlos. Los pastores ofrecen sus dones rústicos
y sencillos: los magos, sus magníficos presentes; es la adoración
del homenaje.
La Eucaristía será también punto de cita de las gentes de toda
condición, y el centro del mundo católico. Se le tributará el doble
culto de adoración: adoración interior de fe y de amor y adoración
exterior por la magnificencia de los dones, de las iglesias, de los
tronos en que aparecerá el Dios de la Eucaristía.

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