El poema de Delmira Agustini describe la fascinación de la voz lírica con un cisne que vive en un lago claro. El cisne parece tener una belleza sobrenatural y una sensualidad que turba a la voz lírica, quien se pregunta si el cisne es real o una manifestación de sus propios deseos. El poema de Rubén Darío celebra al cisne wagneriano como un símbolo de la renovación de la poesía que da vida a una nueva Helena eterna e ideal.
El poema de Delmira Agustini describe la fascinación de la voz lírica con un cisne que vive en un lago claro. El cisne parece tener una belleza sobrenatural y una sensualidad que turba a la voz lírica, quien se pregunta si el cisne es real o una manifestación de sus propios deseos. El poema de Rubén Darío celebra al cisne wagneriano como un símbolo de la renovación de la poesía que da vida a una nueva Helena eterna e ideal.
El poema de Delmira Agustini describe la fascinación de la voz lírica con un cisne que vive en un lago claro. El cisne parece tener una belleza sobrenatural y una sensualidad que turba a la voz lírica, quien se pregunta si el cisne es real o una manifestación de sus propios deseos. El poema de Rubén Darío celebra al cisne wagneriano como un símbolo de la renovación de la poesía que da vida a una nueva Helena eterna e ideal.
Pupila azul de mi parque Y vive tanto en mis sueños,
es el sensitivo espejo Y ahonda tanto en mi carne, de un lago claro, muy claro!… que a veces pienso si el cisne Tan claro que a veces creo con sus dos alas fugaces, que en su cristalina página se imprime mi pensamiento. sus raros ojos humanos y el rojo pico quemante, Flor del aire, flor del agua, es solo un cosne en mi lago alma del lago es un cisne o es en mi vida un amante… con dos pupilas humanas, grave y gentil como un príncipe; Al margen del lago claro alas lirio, remos rosa… yo le interrogo en silencio… Pico en fuego, cuello triste y el silencio es una rosa y orgulloso, y la blancura sobre su pico de fuego… y la suavidad de un cisne… Pero en su carne me habla y yo en mi carne le entiendo. El ave cándida y grave tiene un maléfico encanto; -A veces ¡toda! soy alma; clavel vestido de lirio, y a veces ¡toda! soy cuerpo.- trasciende a llama y milagro!… Hunde el pico en mi regazo Sus alas blancas me turban y se queda como muerto… como dos cálidos brazos; Y en la cristalina página, ningunos labios ardieron en el sensitivo espejo como su pico en mis manos; del algo que algunas veces ninguna testa ha caído refleja mi pensamiento, tan lánguida en mi regazo; ¡el cisne asusta, de rojo, y yo, de blanca, doy miedo! ninguna carne tan viva he padecido o gozado: viborean en sus venas filtros dos veces humanos!
Del rubí de la lujuria
su testa está coronada: y va arrastrando el deseo en una cauda rosada…
Agua le doy en mis manos
y él parece beber fuego, y yo parezco ofrecerle todo el vaso de mi cuerpo… Rubén Darío, “El Cisne” (1908)
Fue una hora divina para el género humano.
El Cisne antes cantaba sólo para morir. Cuando se oyó el acento del Cisne wagneriano fue en medio de una aurora, fue para revivir.
Sobre las tempestades del humano oceano
se oye el canto del Cisne; no se cesa de oír, dominando el martillo del viejo Thor germano o las trompas que cantan la espada de Argantir.
¡Oh Cisne! ¡Oh sacro pájaro! Si antes la blanca Helena
del huevo azul de Leda brotó de gracia llena, siendo de la Hermosura la princesa inmortal,
bajo tus alas la nueva Poesía
concibe en una gloria de luz y de harmonía la Helena eterna y pura que encarna el ideal.