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INTRODUCCIÓN
Dios es Amor1, y todo lo que hace lo hace por amor. Es el Dios que crea, que sostiene, que
elige y acompaña; es el Dios que se encarna en la historia humana para salvar al hombre. Y
lo hace asumiendo perfectamente nuestra carne, con todas sus limitaciones. Nacido de una
mujer, formado desde su vientre purísimo, el Hijo Eterno de Dios entra en el tiempo. Un
tiempo concreto, en un lugar y pueblo específico: el pueblo de Israel. No obstante, no son
exclusivas de ese pueblo la miseria humana, la pobreza y la marginación que Jesús afrontó,
y que experimentó en carne propia. Toda su vida terrena, desde el principio hasta el fin, se
desenvolvió en el margen de la pobreza. Amó tanto a los pobres que se hizo pobre, para
enriquecernos con su pobreza. «El “mandamiento” del amor es posible sólo porque no es
una mera exigencia: el amor puede ser “mandado” porque antes es dado»2. El amor al
prójimo no es una mera actitud genérica ni un concepto filosófico, sino que es el
compromiso práctico aquí y ahora con aquél que me necesita. La reflexión de este trabajo
gira en torno a esta enseñanza de Cristo, reflejada en su ministerio. El Reino de Dios que
Jesús anuncia está dirigido, primeramente, a los pobres y sencillos, a los marginados. Jesús
mismo se identifica con los pobres: «los hambrientos y sedientos, los forasteros, los
desnudos, enfermos y encarcelados. “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis
humildes hermanos, conmigo lo hicisteis” (Mat 25, 40). Amor a Dios y amor al prójimo se
funden entre sí: en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a
Dios»3.
Entre diversos términos que usa el hebreo para referirse al pobre, sobresale uno en
particular: ««( »עָ נָוanav») que proviene de la raíz «'anah», cuyo significado original sería:
estar encorvado, inclinado, hundido, humillado, agobiado. El «‘ani» es “el hombre que se
encuentra en un estado de valor, de capacidad, de vigor disminuidos”, bajo el peso de la
miseria transitoria o permanente, derivada de la pobreza económica, y también de la
enfermedad, del cautiverio y de la opresión5. Es el equivalente del término español
humillado. Pobre significa, por tanto, el humillado; lo que supone siempre al poderoso, al
rico, como culpable y causante de esa pobreza. «La pobreza no es sólo una situación
personal que afecta al individuo, sino sobre todo una incorrecta relación interhumana
causada por la injusticia del hombre para con el hombre, e implica una ruptura de la
solidaridad y de la comunión, de la comunidad reunida por Yahvé»6. Sin embargo, la
pobreza fue entendida posteriormente como un estado de “justicia” ante Dios. Los pobres
de Yahvé son el resto fiel de Israel, que esperan la liberación de los opresores. Esperanza
que yace en la figura del Mesías, que vendrá a restituir la justicia, a levantar al caído 7. El
pobre se convertirá en el «restituido» de Dios. Pobreza significa ahora proximidad a Dios,
apertura interior a Dios, disponibilidad de espíritu y humildad ante Dios.
5
Cf. P. M. Bogaert – M. Delcor, Diccionario Enciclopédico de la Biblia, 1227-1228.
6
M. GESTEIRA, Jesús y los pobres, 13, en “Caridad y Marginación”, No. 13-14 de junio de 1980.
7
Cf. Is 9. 5-6; 42, 3.