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VIDA

Edith Stein representa de muchas maneras una “síntesis


dramática de nuestro siglo". Vivió de lleno y con intensidad los
acontecimientos de la primera mitad del siglo XX que marcaron la
historia de la humanidad, y fue figura destacada en el debate
intelectual filosófico de fondo.

Su infancia
Edith Stein, Santa Teresa Benedicta de la Cruz, judía, filósofa,
carmelita, mártir, nació en Breslau el 12 de Octubre de 1891, día en
el que los judíos celebraban el Yôm Kippur, el “gran día de la
Expiación”. Edith Stein vio siempre en esta coincidencia un signo de
su vida. Fue la undécima hija de un matrimonio judío constituido por
Sigfried Stein y Augusta Courant procedente de Lublinitz en la Alta
Sajonia. Vivían de la venta de leña. Eran religiosos observantes, y en
la fe judía fueron educados sus hijos. Dificultades económicas los
obligaron a trasladarse a la capital, Breslau, donde se instalaron con
el mismo negocio. Aquí nació Edith. La coincidencia con el Yôm
Kippur hizo también que la Sra. Courant cobrase especial afecto por
su hija menor.
Cuando ella tenía un año y nueve meses murió el padre y
Augusta, una mujer fuerte, enérgica y judía piadosa, hubo de hacerse
cargo del negocio con la ayuda de sus hijos mayores. Edith fue de
pequeña estatura y de salud frágil, a diferencia de Erna, la hermana
que la antecedía por un par de años. Estaba dotada de una inteligencia
muy precoz y poseía un genio voluntarioso. Era también reservada.
Según sus hermanos, mientras Erna era “transparente como el agua
clara”, Edith aparecía como “un libro con siete sellos”.
De improviso decidió dejar de estudiar. Tenía 13 años. Su
decisión coincide con algo que ella misma confesó más tarde: que

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desde esa edad ya no pudo creer en la existencia de un Dios personal.
Luego de unos meses en casa de una hermana casada (Elsa)
manifestó el deseo de continuar los estudios para poder entrar a la
Universidad. Comenzaba a buscar la verdad, y esto la llenaba de
alegría. Recordará esta época como "la primera ... verdaderamente
feliz de mi vida. Esto se debía a que por primera vez también
estuvieron mis energías espirituales completamente polarizadas en
un objetivo que me llenaba".

Universitaria
Al comenzar sus estudios universitarios en la Universidad de
Breslau, Edith ya se declaraba atea. Su interés iba por la germanística
y la psicología. Embarcada en los problemas de la psicología del
pensamiento, se encontraba a menudo con citas del libro de Edmund
Husserl, fundador de la fenomenología, que lleva por título
Investigaciones lógicas. Por entonces Husserl enseñaba en Göttingen.
Un exalumno suyo puso el libro en manos de Edith. Lo estudió a
fondo y cuando, providencialmente, se le ofreció la posibilidad de
trasladarse a Göttingen la aprovecho, no sin tener que vencer la
resistencia de la Señora Augusta. Esto tuvo lugar en 1913.

Göttingen y Husserl
Desde el primer encuentro, Husserl quedó asombrado de que
ya hubiese leído y comprendido su obra. En 1917 consiguió el
doctorado con la votación máxima (summa cum laude) y poco
después fue recibida por Husserl como ayudante, para lo cuál debió
seguirlo a Friburgo. Para ella, sin embargo, esta tarea constituyó una
decepción. Le significaba trabajar demasiado ordenando escritos
ajenos a medio redactar, y no le permitía dedicarse a la investigación.
Al cabo de dos años, agotada, decidió renunciar. Esto le significó que
se le cerrara el acceso a la "libre docencia" y a la enseñanza

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universitaria. En todo caso Husserl le dio una buena carta de
presentación y, en adelante, le publicó sus ensayos filosóficos.

Voluntaria en la Primera Guerra


Edith buscaba el sentido de la existencia humana. Sus
investigaciones filosóficas las llevó a cabo entre 1914 y 1916 en
plena guerra mundial. Edith se enroló como voluntaria llevada por su
sentido del deber hacia la comunidad y, tal vez también, de
aceptación del sacrificio (Yôm Kippur), aunque venciendo una vez
más la oposición de su madre que intentaba protegerla. Fue destinada
a un hospital de infecciosos donde se atrajo la voluntad de todos por
su disponibilidad y entrega, especialmente en el acompañamiento de
los moribundos.
Por entonces, la experiencia de tanto sufrimiento en el frente,
la hace interrogarse con mayor urgencia y profundidad acerca del
hombre, del sentido de su existencia como un ser personal. Para Edith
Stein, la persona humana es un ser espiritual, entendiendo por esto
que es un ser “abierto a la verdad”. Ella decía: “El que no ama la
verdad no es un hombre”.

Apertura a lo religioso
En esta etapa, Edith Stein asiste a unas conferencias de Max
Scheler, también de origen judío, que ya profesaba el catolicismo, y
que le abrió un mundo para ella desconocido: el de las relaciones con
Dios; el sentido religioso de la vida. El encuentro con Scheler haría
nacer en ella el interés por los valores religiosos.
En verdad ya antes había tenido Edith Stein un encuentro con
el cristianismo que no olvidaría. Fue hacia 1913 - 14, siguiendo un
curso de lengua alemana, en el que le correspondió estudiar, desde
ese punto de vista, el Padre nuestro. Las palabras de Jesús
dirigiéndose al Padre - confesará más tarde - la impresionaron
fuertemente.

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Adolf y Anna Reinach
En Göttingen, Edith había conocido a un joven profesor,
Adolf Reinach, brazo derecho de Husserl en sus relaciones con los
estudiantes. Edith había quedado impresionada por su bondad, su
gentileza, su gusto artístico. Se convirtió en amiga de la famiia. Adolf
murió en 1917 luchando en Flandes. La viuda del profesor recurrió a
Edith para que le ayudara a clasificar los papeles de su marido. Edith
encontró a su amiga atravesada por el dolor, pero al mismo tiempo
con una gran paz. Ella y su marido se habían bautizado unos meses
antes, y le contó a Edith el proceso que les llevó a la fe, un impulso
interior que les animó a buscar a Cristo: “¡No importa, no pensemos
en el futuro, una vez que entremos en comunión con Cristo, Él nos
guiará hasta donde quiera! ¡Entremos en la Iglesia, no puedo
esperar más!. Edith relata la impresión que le dejó el relato del
bautismo de aquel matrimonio:
“Aquél fue mi primer encuentro con la Cruz, con esa fuerza
divina que la Cruz da a los que la llevan. Por vez primera se me
apareció de forma visible la Iglesia, nacida de la pasión de Cristo y
victoriosa sobre la muerte. En ese mismo momento mi incredulidad
claudicó, el judaísmo palideció a mis ojos, mientras que la luz de
Cristo se alzaba en mi corazón. Por esta razón, al tomar los hábitos
de carmelita, he querido unir mi nombre al de la Cruz”.

Su itinerario hacia Cristo


En 1918 leyó los Ejercicios Espirituales de San Ignacio
llevada por su interés por la psicología y la estructura de la persona
humana, pero al darse cuenta de la alta espiritualidad que en ellos se
encerraba hizo por su cuenta los 30 días. Salió de ellos con el deseo
claro de convertirse a la fe católica. Edith estaba abierta a la gracia.
El camino que había descubierto con el estudio del Padre nuestro

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culminaría en el verano de 1921, (a la edad de 30 años) con el don de
la fe.

Su conversión
Ese verano, estando hospedada en la casa de campo del
matrimonio Conrad - Martius, tomó una noche de la biblioteca la
autobiografía de Santa Teresa de Avila, sin que tuviera un especial
interés por su lectura. La leyó completa durante esa noche. Al
terminarlo dijo: “Esto es la verdad”. Al día siguiente compró un
catecismo y un misal y fue donde el párroco a pedir el bautismo. Le
explicaron, naturalmente, que era necesaria una preparación. Después
de seguir el curso, recibió el bautismo en la misma parroquia, el 1 de
enero de 1922.
Los primeros seis meses después de su conversión Edith los
pasó con su familia en Breslau. Asistía a misa cada mañana, oraba,
estudiaba y participaba en la vida familiar. Su hermana Rosa ya
manifestaba el deseo de hacerse también católica. Edith hizo una vez
más intentos para obtener la libre docencia en filosofía, pero no
encontró los apoyos necesarios. Esta vez, tampoco el de Husserl.
No se preocupó mucho. Ahora se dejaba llevar por Dios.

En el colegio de las Dominicas de Spira


Desde el primer día de su conversión Edith pensó en llevar
vida religiosa carmelita. Conversó al respecto con su director
espiritual, Mons. Schwind, pero éste se lo desaconsejo, sabiendo que,
recién convertida, no la aceptarían en ningún convento. Ella misma,
por lo demás, se daba cuenta de que su entrada a la vida religiosa
sería un golpe muy duro para su madre después del que había
recibido con su conversión. El mismo Monseñor la invitó a Spira
para enseñar alemán e historia en un liceo femenino dirigido por las

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Hermanas dominicas de Santa Magdalena, ofrecimiento que aceptó
movida por la inquietud que sentía por la juventud alemana de la
posguerra. En este período en Spira, Edith hizo privadamente los tres
votos de pobreza, castidad y obediencia, y se obligó a vivir según la
regla de Santo Domingo, con las hermanas de Santa Magdalena.
En 1925 conoció, en Spira, al Padre Jesuita Erich Przywara,
docente de filosofía, que tuvo gran influencia en los filósofos y
teólogos católicos de Alemania. Fue por su consejo, que Edith se
introdujo en el estudio de Santo Tomás, y precisamente a través de su
De Veritate. Más adelante realizaría un estudio sobre "La
fenomenología de Husserl y la filosofía de Santo Tomás", publicado
en 1929 con ocasión de los 70 años del que fuera su maestro. Husserl
no lograba ver cómo la búsqueda de la verdad lleva a Dios. Edith
Stein, por el contrario, que había dejado la investigación científica
cuando se le cerraban las puertas para su carrera académica, la
retomó con una convicción y un entusiasmo nuevos, como parte de
su propia vocación cristiana, cuando recibió el don de la fe. En 1927
no pudo contar ya con la ayuda espiritual de Mons. Schwind y
Przywara le aconsejó acercarse al Archiabad de Beuron, Dom Rafael
Walzer. Pronto le planteó su deseo de entrar a la vida religiosa, pero
también la retuvo haciéndole ver la importancia de su apostolado en
el mundo y precisamente por medio de la filosofía.

De 1929 a 1933
Poco a poco fue siendo conocida en los ambientes culturales y
religiosos, e invitada a dar conferencias. Hacia 1929, el mismo P.
Przywara le organizó ciclos de conferencias en Alemania, Suiza y
Austria que se extendieron hasta 1933. Sus temas preferidos fueron:
los fundamentos de la pedagogía y el papel de la mujer cristiana y
católica en el ámbito de la familia y de la sociedad. La investigación
científica la llevó por el tema del Ser finito y el Ser eterno. Para la

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época de esas conferencias, Edith Stein tenía entre 37 y 42 años. Ya
no era la feminista que había sido en sus años juveniles sino que
aborda el tema en la madurez de su reflexión filosófica y teológica, y
de su experiencia educativa. Ha dejado atrás toda pretensión de hacer
una carrera universitaria y sólo espera poder seguir su vocación a la
vida religiosa. Diversos encargos le llevan a Friburgo y Münster.
También visita a su familia en Breslau.
Aunque aún no se dictaban las leyes antijudías, las ideas del
nacional socialismo penetraban fuertemente en la juventud y la
presión antijudía se hacía cada vez más fuerte. Las manifestaciones y
ataques antijudíos se multiplican, y Edith Stein comprende que su
presencia compromete al Marianum de Münster, donde enseña. De
hecho la dirección del Instituto, sin pedirle la renuncia, le había
sugerido retirarse.

Entrada al Carmelo
Una amiga la presentó a una religiosa del Carmelo de Colonia
- Lindenthal, y luego de una entrevista con la priora se fijó su ingreso
para el 15 de Octubre de ese año 1933. Su madre, al saberlo, quedó
desolada. Edith se quedó esos días acompañándola, rezando y yendo
con ella a la sinagoga. Ella misma ha contado que su madre, que no
podía entender la experiencia que vivía su hija, en cierta ocasión,
volviendo de un oficio sinagogal, le dijo: “Ya ves que también en la
religión judía se puede ser religioso”. “Ciertamente - le contestó -
pero no cuando se ha conocido a otro”, refiriéndose a Jesucristo.
Separadas por Cristo, Madre e hija, siguieron amándose
entrañablemente y sufriendo la una por la otra.
1933 es el año de la subida de Hitler al poder. Aquel año fue
también Año Santo de la Redención, conmemorando los 1.900 años
de la muerte de Cristo. Igualmente, se trataba del año en el que Edith

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tomó la decisión de entrar en un monasterio carmelita, el 14 de
octubre. Decide hacerse carmelita siguiendo las huellas de Santa
Teresa de Jesús, cuyo libro sobre su vida le abrió las puertas de la
verdad y de la fe. La contemplación de la Cruz San Juan de la Cruz,
el reformador del Carmelo, dejó también huella en ella. Edith había
nacido en 1891, tercer centenario de la muerte de san Juan de la Cruz
en Úbeda (1591), y murió en 1942, cuarto centenario de su
nacimiento (1542). Edith conserva este recuerdo del día de su entrada
en el Carmelo:

“Era la vigilia del primer viernes de abril y en ese año santo


la pasión de Nuestro Señor Jesucristo se conmemoraba con la mayor
solemnidad. A las ocho de la tarde nos reunimos para la Hora Santa
en la capilla del Carmelo...
El predicador hablaba muy bien... pero mi espíritu
estaba ocupado en algo más íntimo que sus palabras. Me dirigí al
Redentor para decirle que yo bien sabía que en esos momentos su
Cruz estaba siendo puesta sobre las espaldas del pueblo hebreo. La
mayor parte del mismo no lo entendía, pero los que tenían la gracia
para poder hacerlo tendrían que aceptarlo con toda su voluntad en
nombre de todos los demás. Me sentía dispuesta y tan sólo le pedí al
Señor que me hiciese ver cómo tendría que hacerlo. Cuando finalizó
la Hora Santa, tuve la íntima convicción de que mi petición había
sido atendida, aunque todavía no supiera en qué iba a consistir esa
cruz que se cargaba sobre mí”.
El 15 de abril de 1934, domingo del Buen Pastor, Edith Stein
recibió el hábito religioso de manos de su ex director espiritual, el
Archiabad Walzer. No fue fácil para ella el noviciado. Tenía entonces
43 años. Entre las hermanas, los títulos académicos, el saber, la
ciencia, no interesaban mucho. En el Carmelo, el trabajo manual es
parte importante de la vida conventual y, a lo que parece, en eso ella

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era muy torpe. Nunca se había dedicado a labores domésticas. La
maestra de novicias no le ahorro llamadas de atención, pero - según
los testimonios para su canonización - jamás se mostró resentida sino
que los aceptaba con humildad y serenidad de ánimo. Entendía que
era el camino de su santificación y lo aceptaba con buen humor. La
priora le había advertido que en el Carmelo no tendría ocasión de
consagrarse al trabajo científico y ella lo había aceptado con plena
conciencia. Entendía plenamente que seguir a Cristo suponía
“negarse a sí misma” y estaba dispuesta a renunciar a todo para vivir
su "única vocación: en adelante, sólo amar más". (Palabras de San
Juan de la Cruz colocadas por ella en el recordatorio de su profesión
perpetua, 21 de abril 1938).
Después de la profesión simple (1935) el Provincial de los
Carmelitas le pidió retomar el trabajo que, inspirada en Santo Tomás,
había comenzado en Spira sobre Potencia y Acto. Esto, por supuesto,
no significaba dejar las demás obligaciones del Carmelo. Fue
adelante robándole horas al descanso. Así salió una de sus obras más
importantes: Ser finito y ser eterno.
En 1936 murió su madre, y su hermana Rosa, que también
deseaba el bautismo y no había dado el paso por cuidarla, fue
bautizada y recibida en el monasterio de Colonia. Edith y Rosa
permanecerán unidas hasta la muerte. El 21 de Abril de 1938, jueves
de la octava de Pascua, Edith hizo sus votos solemnes. Cuando hizo
la profesión solemne quiso llamarse Teresa Benedicta de la Cruz:
“He recibido el nombre que pedí. Bajo la cruz comprendí el
destino que empezaba a anunciarse en esa época para el pueblo de
Dios... Ciertamente, hoy comprendo mejor lo que quiere decir estar
casada con el Señor en la señal de la Cruz. Lo que nunca se podrá
hacer es entenderlo por completo, ya que se trata de un misterio”.

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En esos mismos días, el 27 de abril, muere, en Friburgo,
Husserl, que tiempo antes le había escrito abriéndole claramente su
pensamiento.

En el torbellino nazi
La oposición de la Iglesia Católica al nazismo remonta al
origen mismo del partido. En los años siguientes los ataques del
Gobierno contra la Iglesia se hacen cada vez más duros, al ver que no
logra de la jerarquía la sumisión política a la que ciertos grupos
católicos, por lo demás, estaban dispuestos (Comunidad de Católicos
Tedescos). En 1937 la publicación de la encíclica de Pío XI, Mit
brennender Sorge, provocan una intensa actividad del Gobierno
dirigida a destruir la autoridad de la Iglesia con acusaciones
calumniosas (de orden económico y moral) y medidas para terminar
con las instituciones católicas.

La “Scientia Crucis”
Al arreciar la persecución nazi, se traslada al convento de
Echt, en Holanda. En 1939 sus superiores le piden que escriba un
comentario a la obra de san Juan de la Cruz, preparando el centenario
de su nacimiento. Era precisamente la cruz la experiencia que estaba
viviendo bajo la amenaza nazi. Por ello escribió su última obra
deprisa, presagiando ya su fin. Y no pudo llegar al final del volumen,
porque las SS se la llevaron del Carmelo antes de terminarlo. El
comentario a la doctrina de San Juan de la Cruz, trazado en Scientia
Crucis, deja entrever que Edith vivió en su propia carne lo que estaba
escribiendo.
"En las angustias mortales de la noche del espíritu, las
imperfecciones del alma han pasado a la prueba del fuego, como la
leña que pierde los últimos restos de humedad ante la llama, para
después encenderse con el esplendor del fuego. La llama que ha

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envuelto primero el alma, y que después la ha incendiado, es el
amor."

Siendo la "muerte mística" en la propia cruz el paso necesario


hacia la resurrección, este acontecimiento del espíritu se cumplirá
participando en la crucifixión de Jesús, con una vida de renuncia y de
abandono al dolor:

"Cuanto más perfecta sea dicha crucifixión, activa o pasiva,


más intensa resultará la participación en la vida divina."

De este modo se pueden resumir los motivos conductores de


la Ciencia de la Cruz. Son motivos que Edith vivió con toda la fuerza
de su personalidad, en una apertura a Dios que en el Carmelo, con el
ofrecimiento de la vida, creció de día en día.

La cruz de Auschwitz
El 11 de Julio de 1942, las iglesias cristianas de Holanda
elevaron una protesta ante el Comisario para Holanda, Seyss -
Inquart, por la deportación de judíos y de cristianos de raza judía. En
respuesta, estos últimos ya no fueron deportados. Pero una nueva
protesta firmada por el Arzobispo de Utrecht y leída en las Iglesias
católicas el 20 de julio, denunciando la deportación de los judíos en
general, desató nuevamente la persecución contra los judíos católicos.
El 2 de agosto de 1942 la Gestapo entra en el convento para
llevarse a la “monja judía”. Las últimas palabras de Edith que oyeron
sus compañeras fueron para su hermana Rosa: “¡Ven, marchemos por
nuestro pueblo!”. El Gobierno suizo intervino, a petición de amigos
de Edith, pero no consiguió detener su arresto. Los deportados eran
concentrados en Amersfoord, y, desde aquí, distribuidos a distintos
campos de exterminio. En la noche del 5 al 6 de Agosto los
prisioneros fueron llevados a Westerbork, en el norte de Holanda. Sor

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Teresa Benedicta no dejó en ningún momento el hábito carmelitano y,
según los testimonios recogidos, se consagró totalmente a confortar a
las mujeres y cuidar a los niños. El 7 de Agosto, Edtih y Rosa
partieron a Ausschwitz, en un viaje de dos noches y dos días en
vagones de carga sellados, atestados de deportados, sin agua, comida
ni comodidad alguna. Le llegaron noticias de que la priora estaba
haciendo gestiones para lograr su liberación, pero ella le mandó un
mensaje diciendo:
“Yo no haría nada más sobre este asunto. Estoy contenta con todo.
Sólo se puede adquirir una Scientia Crucis si se siente el peso de la
cruz con toda su fuerza. Desde el primer momento estuve convencida
de esto, y dije en mi corazón: ‘Ave, crux, spes unica’ (Salve, Cruz,
única esperanza)”
Entre el 8 y el 11 de agosto de 1942, Edith Stein, Teresa
Benedicta de la Cruz, se unión con Jesucristo en el sacrificio de una
cámara de gas en Auschwitz. Edith sentía que pertenecía a la vez al
pueblo judío y al pueblo cristiano. Moriría por ser judía, a manos de
nazis ex–cristianos que inventaron un nuevo paganismo, que
colocaba a la raza aria por encima y en el lugar de Dios. Pero moriría
también por ser cristiana, como venganza contra la carta que los
obispos católicos holandeses habían emitido contra el nazismo.
Cuando las SS se la llevaron, las monjas encontraron entre sus cartas
una imagen en la que ella había dejado por escrito la ofrenda de su
vida por la conversión de los judíos. En el Domingo de Pasión de
1939 había pedido permiso a su priora par ofrecerse al Corazón de
Jesús como víctima expiatoria por la verdadera paz:
“Lo deseo porque ya es la duodécima hora... Sé que no soy
nada, pero Jesús lo quiere y un día Él llamará también a otros
muchos”.
En 1938 había escrito en una carta:

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“Estoy segura... de que el Señor ha aceptado mi vida
por los demás. Pienso en la reina Esther que fue elegida entre su
pueblo para que intercediera por su pueblo ante el rey. Yo soy una
pequeña Esther, pobre e impotente, pero el Rey que me ha elegido es
infinitamente grande y misericordioso. Y esto constituye un gran
consuelo”.

Canonización
Juan Pablo II tuvo expresiones de elogio y admiración en la
ceremonia de canonización de Edith Stein, que tuvo lugar en la plaza
san Pedro el domingo 11 de octubre de 1998, al hablar de esta joven
mujer en busca de la verdad”, “hija eminente de Israel y fiel hija de la
Iglesia”:
“Junto a Teresa de Ávila y Teresa de Lisieux, esta otra Teresa
va a ubicarse en el grupo de santos y santas que honran la orden
carmelita. (...) El misterio de la Cruz gradualmente llegó a
impregnar toda su vida, hasta impulsarla hacia el ofrecimiento
supremo. Como esposa de la Cruz, sor Teresa Benedicta no sólo
escribió páginas profundas sobre la “ciencia de la Cruz”, sino
también recorrió hasta el fondo el camino hacia la escuela de la
Cruz. Muchos contemporáneos nuestros quisiera hacer callar a la
Cruz. ¡Pero nada es más elocuente que la Cruz que se hace callar!
El verdadero mensaje del dolor es una lección de amor. El amor hace
ser fecundo el dolor y el dolor da profundidad al amor. Mediante la
experiencia de la Cruz, Edith Stein pudo abrirse paso hacia un nuevo
encuentro con el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, Padre de nuestro
Señor Jesucristo. La fe y la cruz le revelaron su carácter
inseparable”.

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El día de la iniciación de la segunda Asamblea Especial para
Europa del Sínodo de obispos (1 octubre 1999), Juan Pablo II hizo
inesperadamente la siguiente declaración: “Tengo hoy la alegría de
proclamar a tres nuevas patronas del continente europeo: santa Edith
Stein, santa Brígida de Suecia y Santa Catalina de Siena ... todas ellas
vinculadas de manera especial con nuestra historia”. Con semejante
decisión se desea “subrayar el gran rol que las mujeres han tenido y
tienen en la vida eclesiástica y civil del continente hasta nuestros
días. Refiriéndose a Edith Stein, canonizada el 11 de octubre de 1998,
el Papa dijo que “es símbolo de los dramas de la Europa de este
siglo”.
En lo tocante a Edith Stein, como se lee en el Motu proprio
Spes aedificandi (n. 9), “el encuentro con el cristianismo no la llevó
a repudiar sus raíces hebraicas, sino más bien se las hizo
redescubrir en plenitud. (...). Específicamente, hizo propio el
sufrimiento del pueblo hebreo, avivado en esa feroz persecución
nazista que, junto a otras expresiones graves del totalitarismo, es
una de las manchas más oscuras y vergonzosas de la Europa de
nuestro siglo. Sentí entonces que en el exterminio sistemático de los
hebreos, la cruz de Cristo se ponía sobre su pueblo, y visualicé como
participación personal en la misma su deportación y ejecución en el
campo de concentración de Auschwitz-Birkenau”.

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Breslau 1913, a los 22 años, estudiante
universitaria en Göttingen

1916, cuando leyó su tesis 1925, en el Instituto de las 1927, con alumnas en Spira
doctoral sobre “El Problema Dominicas de Spira
de la Empatía”

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1939 Carmelo de Colonia

1931, 2 años antes de entrar 1938, 5 años después de entrar Auschwitz, cuadro de
en el Carmelo de Colonia en el Carmelo Madre Celeste (Nueva
York)

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