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David Laznik
Interrogar el problema de la posición del analista no es sólo una tarea difícil. Es,
más bien, compleja. Requiere de vías indirectas, vale decir de aquellas que
posibiliten cernir sus bordes, antes que definirla, de nombrarla.
Ésta interroga a las otras dos cuestiones por la vía de una de las vertientes del
masoquismo, el masoquismo femenino, y al conectarse, por intermedio de la
angustia de castración, con el complejo de castración, que tiene como correlato la
"desautorización de la femineidad", válidas para ambos sexos.
"El lazo de quien habla con la verdad no es el mismo según el punto en que
sostiene su goce". Esto, según Lacan, da cuenta de la dificultad en lo que respecta
a la posición del analista, ya que para diferenciar el deseo del analista del sadismo
y el masoquismo, no alcanza con plantear la cuestión de qué lugar ocupa en la
cura sino "de qué goza él en el lugar que ocupa? ".
Es esta solidaridad la que hace del goce masculino un goce fantasmático, y del
goce masoquista un fantasma masculino. Lacan decía que el "fi" del falo era
precisamente la primera letra del fantasma...
Es por eso que la castración, abordada desde la perspectiva del significante fálico,
sostiene la existencia del universo del discurso a partir de la excepción, pero fija el
límite respecto del sujeto deseante en la positivización del cuerpo del Otro, en la
positivización de la falta.
Inclusive, esto nos permitiría pensar -valga una disgresión- que el existencialismo,
al postular a la angustia como la verdad de la existencia, no sería nada más que
una teoría histérica.
Por eso, Lacan dice que "hay castraciones", remarcando el plural. Retoma el
señalamiento de Freud respecto de las condiciones de eficacia de la castración.
Por un lado, el padre como agente de la castración sosteniendo la función de la
prohibición, de la prohibición del incesto, función sostenida en el decir, el decir
"no". Por otro lado, la visión de la falta de genitales en la madre, es decir, la
castración ya no como amenaza, sino la castración definida desde el Otro, la
castración en la madre.
Por un lado el decir paterno, fundamento del goce fálico. Por el otro, la "mostración
de la falta", de lo que no puede decirse, de un lugar vacío que in-existe, en tanto
no existe para el decir. Lugar del no-todo. "La esencia de la mujer no es la
castración", dice Lacan.
Más allá de la posición femenina, que sostiene la referencia del objeto a al que se
identifica el $, su caída abre la dimensión del goce femenino, que no es el goce del
objeto a, sino el goce de ese vacío, de esa hiancia, de esa falta del Otro. "La mujer
no sabe gozar sino de su ausencia", dice Lacan. Goce que nos atañe como
analistas en tanto "el real fundamental de la experiencia analítica es el goce y,
especialmente, el goce femenino". Goce que es un nombre del $, del $ como
conjunto vacío.
Que el analista in-exista, no es sin el deseo. Este deseo del analista que hace que,
en el final del análisis, del analista haya des-ser.
Entonces, quizá sea necesario pensar que la posición del analista es insuficiente
para dar cuenta de la cuestión del acto analítico. Porque si bien la posición del
analista es solidaria de la posición del objeto a, no es de ahí que obtiene su goce.