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VI.

PANORAMA - Actualidad

Martes, 31 de agosto de 2010 - josemari20 46 3 visualizaciones

A veces el panorama que se nos abre es fantástico. Y es cuando ya no hacemos las cosas por nuestra forma de pensar o por nuestra forma de
actuar, sino cuando hacemos las cosas según nuestro corazón, según los dictados de corazón.

Entonces podemos decir que todo es diferente.

Y podemos sentir cómo hasta una misma flor, para nosotros, tiene un significado y para nosotros tiene un sentido.

Hay otras veces que no. Hay otras veces que es amargo vivir, las circunstancias son adversas, muchas cosas nos ocurren que nos aplastan, nos
oprimen cada día.

Y sin embargo seguimos allí, frente al cañón.

Y es curioso que esto ocurra.

Precisamente porque si de nosotros fuera que pudiéramos elegir, elegiríamos siempre lo bueno, estaríamos siempre contentos, alegres,
optimistas y trataríamos de desechar todo lo malo de nuestro alrededor.

Pero no. La vida tiene cosas buenas y cosas malas. Es como el oscilar de un péndulo, el tic-tac de un reloj.

Ver allí, en ese instante -hablo de los instantes de bello fluir-, cuando las cosas marchan armoniosamente, cuando encontramos seres en el
camino nuestro que nos comprenden, que manifiestan sus ideas y nosotros las nuestras; y las compartimos. Y son ideas que nos impulsan a vivir;
entonces podemos latir.

Pero cuando encontramos alrededor nuestro personas achacosas, que nos les gusta sino mantenerse como estatuas exhibiendo una sonrisa de
autosuficiencia, transmitiendo una hipocresía porque no se sinceran consigo mismas, entonces ya la vida tiene otro color. Y ya la vida tiene otro
aspecto. Tiene otro color, porque no adquiere ningún sentido el significado de las cosas. Y tiene otro aspecto, porque por más que volvamos o
tratemos de hacer volver a esas personas al cauce normal de su existencia, nada conseguimos. Entonces, ¿qué solución hallaremos?

O, ¿qué solución podemos hallar en este aspecto? Yo creo -y de ésto estoy bastante convencido-, que lo importante es no hacer nada. Dejar que
las cosas sean y sucedan. Porque no podemos imponer nuestra voluntad a nadie. No podemos decir a nadie: "Ven conmigo, compro tu amistad".
Seguro que no iría.

Algo que tampoco se compra es la muerte.

Pueden ir adornadas las ataúdes, que la muerte -a todos- nos trata por igual.

Es un punto muy serio.

Y en cierto aspecto, las personas que encontramos en el camino nuestro, o nos hablan de vida o nos hablan de muerte. O de cara o de cruz. O
blanco o negro. No hay tonos grises ni semitonos. Ni claroscuros. O es de día o es de noche. Está clarísimo.

Ahora, lo más importante es ver los colores del arco iris. Y no solo contemplarlos, sino vivir allí.

Entonces ya podemos decir que nos hemos remontado. Que hemos remontado aquellas altas cumbres de antaño. Aquellas cumbres perpetuas de
nieve. Las cumbres más altas de nuestro espíritu.

Entonces ya podemos ser.

Y por más que las circunstancias lleguen a ser adversas, siempre encontraremos un aliciente en nuestra vida. Y en nuestro transitar.

Y no sólo para nosotros. Porque entonces sería un proceder bastante egoísta.

Sino que, precisamente -eso es lo mejor-, para todos los demás. Porque olvidamos las cosas que nos hacen. Porque las cosas son realizadas y
hechas nuevas.

Normalmente, cuando queremos criticar a alguien, nos olvidamos de los ratos amargos que les hemos hecho pasar a nuestro "contrincante". Sin
embargo, nos damos cuenta que cuando fluyen las cosas, fluyen las ideas. No son solamente ideas, sino realidades. Y es más; realmente tenemos
el pensamiento más rápido que la palabra. Entonces muchas ideas quedan en nuestro interior y no son manifiestas. Sin embargo, una idea sirve
de base para conectar con otra. Y de ahí, que se crea el diálogo. Y el entendimiento. Yo no creo en la discusión.

Lo único que puede mantener en armonía este planeta es el diálogo.

Pero no un diálogo para decir: "Vamos a reducir cabezas nucleares". O se reduce todo o se crean más cosas. Y ya está. Es así de claro.

Y entonces, empezar a construir la paz y acabar con el hambre de este planeta. Sin embargo, las cosas así no son. Y el creerlo así es una forma
de utopía. Y tenemos que andar con los pies muy firmes en el suelo. Saber dónde pisamos y dónde construimos nuestra casa. Y dónde
construimos nuestro hogar. Y con quién lo construimos. Que es muy importante. No todas las personas tiene acceso aun hogar. Porque un hogar
solamente lo forman dos personas. Y a partir de ahí, esa célula original forma la sociedad.

En los principios de los tiempos, cuando Dios creó a Adán y Eva, los puso desnudos. Desnudos completamente, en el Paraíso. Y les dio un hogar
por infinito. Y todas las bestias del llano les eran sometidas: las fieras, los leones...; todas vivían en armoniosa amistad. Pero sucedió, que se
dieron cuenta algún día de su desnudez. Y realmente es lo que sucede hoy en día con las personas. Realmente no vamos por ahí comportándonos
auténticamente, como debería corresponder a personas sinceras, sino que nos rodeamos de una careta o de un áurea -por decirlo mejor- para, a
través de ella, poder actuar en nuestro interior. Porque creemos, nos manifestamos tal cual somos; no podemos llegar a convencer al mundo. Y
yo digo -sinceramente- que no se trata de convencer a ningún mundo. Primero tienes que empezar por convencerte a ti mismo. Y a partir de
ahí, saber que no eres tú. Que los demás seres que te encuentras en el camino tiene su propia idea y tienen su propia forma de pensar; y que no
puedes imponer tu criterio absolutamente a nadie. Por ello, en respetar todas las ideas se basa nuestro propio respeto. Debemos respetar a los
demás. Porque nuestra libertad acaba donde empieza la de los demás. Y ésto sí lo tenemos entendido. Sinceramente, ocurren cosas que no nos
dejan ver. Y sin embargo están allí, latentes. Lo que debemos es quitarnos esa áurea que nos rodea, esa careta; y actuar de acuerdo a nuestras
propias circunstancias, de acuerdo a nosotros mismos. Sincerarnos siempre con nuestro corazón y con nuestra mente. Ser nosotros mismos; no el
reflejo de los demás. Porque normalmente, en la evolución de los tiempos, el género humano se da cuenta de algo muy sencillo, de algo que
realmente no tiene la importancia que ello requiere. Pero debemos, precisamente, ahondar en esa circunstancia, ahondar en el privilegio de
estar en el Universo. Y que no creamos que porque el Sol alumbra a la Tierra, todo el inmenso Universo está iluminado, cuando el Sol es sólo una
estrella. ¿Y cuántas estrellas no hay de noche? Estamos sostenidos en el Universo. Pero recordemos que es la Luz Intensa, nuestra propia luz, la
que puede brillar; y ya no para nosotros, sino la Luz de Cristo en nosotros. Entonces podemos decir que es fantástico.

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