Professional Documents
Culture Documents
J.ALDAZABAL
Pero en los últimos anos, debido sobre todo al magisterio de Pablo VI y de Juan
Pablo II, superado en gran parte ese período de "silencio" o de revisión, ha sido
notorio el redescubrimiento de la figura de María para la teología y la
espiritualidad de la Iglesia. Eso sí: con un lenguaje renovado y unas formas más
ajustadas. Por ejemplo con una armonía mucho mayor, al presentar a la Virgen,
en su cercanía al misterio de Cristo, o a la comunidad de la Iglesia, o a los
valores antropológicos más apreciados por el hombre de hoy, superando las
exageraciones y desvíos de los que tan valientemente habla Pablo VI en su
documento. Hay una "vuelta a María", con una teología enriquecida y una
devoción que ha revisado sus formas, pero que no ha disminuido -más bien ha
aumentado- su amor.
Por eso Pablo VI invita a "que en la Biblia se inspiren para su lenguaje las
fórmulas de oración y las composiciones destinadas al canto" (MC 30) y que en
todo momento busquemos "la figura de la Virgen tal como nos es presentada
por el Evangelio" (MC
b) Las actitudes de la fe en María. Otro de los criterios que están dando nuevo
color a la presentación de la Virgen es que no se basa tanto en los privilegios
que la han hecho única en la historia de la salvación, sino en las actitudes vitales
que ella muestra en el Evangelio.
Naturalmente que en María la acción salvadora de Dios y de su Espíritu ha
obrado maravillas que nos llenan de gozo: la Inmaculada Concepción, la
Maternidad virginal, la gloriosa Asunción. Estos privilegios serán siempre
objeto de nuestra admiración y de nuestro culto.
Ella aparece como el fruto privilegiado de la Pascua de Cristo y obra maestra de
la acción del Espíritu.
Como dice K. Raliner, María debe aparecer como la mujer del pueblo, la mujer
pobre, la mujer que aprende, que vive inmersa en la situación histórica y social
y religiosa de su tiempo y de su gente; en definitiva, debe aparecer como una
persona humana y no como un ser divino; como aquella mujer que desde y en el
gris diario de su situación, aceptó para sí y para los demás su misión en la
Historia de la Salvación, con sus actos y sus sufrimientos, aprendiendo a través
de la inseguridad, en fe, esperanza y amor. Precisamente así es ella modelo y
madre de los creyentes" (Razón y Fe, 1975, p. 232).
Ha dicho "sí" a Dios; ha dejado que actúe en ella; ha creído la Palabra de Dios,
con una fe personal, responsable, comprometida. Aparece como la
personificación del Israel del A.T., del "resto de Israel", como Abraham, el
padre de la fe. Ella es la antítesis del "no" de Eva, y por tanto representante de
todos los que a lo largo de los siglos habían dicho o dirían "sí" a Dios.
c) La Virgen oferente. Es verdad que Cristo ofrece de una vez por todas el
sacrificio salvador, su propia vida en la Cruz, al Padre. El es el Mediador, el
verdadero y único sacerdote -
Pero también en esto la Virgen María, su Madre, aparece unida a su Hijo en las
páginas del evangelio. Le está unida en su ofrenda sacrificial para la salvación
de la humanidad:
- "en el episodio de la Presentación de Jesús en el Templo, la Iglesia... ha
vislumbrado, más allá del cumplimiento de las leyes relativas a la oblación del
primogénito y de la purificación de la madre, un misterio de salvación relativo a
la historia salvífica" (MC 20); es Cristo Jesús el que se ofrece, ya en su infancia,
con la misma voluntad sacrificial que He 10 le afirma desde el momento de la
Encarnación y que le llevará hasta la consumación de la cruz; pero a la vez "la
misma Iglesia ha percibido en el corazón de la Virgen que lleva al Niño a
Jerusalén para presentarlo al Señor una voluntad de oblación que trascendía el
significado ordinario del rito" (MC 20); la Madre, en actitud de respeto ante el
misterio y de solidaridad con su Hijo, tiene que oir ya en esta escena el anuncio
sombrío de la espada en labios del anciano Simeón;
Una mujer que con la alegría que debe sentir por haber sido la elegida de Dios,
no se encierra en sí misma, sino que acude con sentido realista y servicial a
cuidar de su prima Isabel en los meses anteriores a su maternidad y que le
atiende en el parto. Que acepta gustosa la invitación a la boda de unos amigos
en el pueblo vecino de Caná, y que en la alegría de la fiesta se da cuenta del
apuro de los novios porque falta el vino y con delicadeza logra de su HUO el
primer milagro. Y a la hora de las alabanzas, ya no está. Ha dejado
discretamente el puesto a su Hijo.
Una mujer que en el canto del Magnificat muestra un alto sentido de solidaridad
con su pueblo, Israel, siempre perseguido, y alaba a Dios porque libera a los
pobres y es vengador de los humildes y oprimidos, y desbarata los planes de los
orgullosos. Valiente oración, la del Magníficat, que refleja a la Virgen no como
una mujer alienada y pasiva, sino abierta a su pueblo, a sus vecinos, a sus
familiares, a la comunidad cristiana.
Para una Iglesia que pone un énfasis clarísimo en la caridad, como valor
fundamental del evangelio de Cristo, resulta María, de nuevo, la "primera
discípula" del Maestro, Jesús, imitadora fiel de su actitud de total entrega por
los demás. Modelo de servicialidad. Y a la vez, Hermana y Madre, que sigue
mostrándose solidaria de nuestras necesidades y está siempre dispuesta a
interceder ante su Hijo por nosotros.
María se muestra como una mujer sencilla, de pueblo, de familia pobre. Sin los
milagros y los ángeles que aparecen en los libros apócrifos, porque la elección
de Dios no cambió su estado social ni le facilitó los problemas económicos.
Una mujer que experimentó de mil modos el dolor, desde las sospechas de sus
vecinos sobre su maternidad hasta las angustias de un nacimiento fuera de toda
posada; desde los inconvenientes del destierro hasta el dolor de ver a su Hijo
perseguido y llevado a la muerte.
La Madre de Jesús se nos presenta en el Evangelio como una mujer fuerte, fiel,
recia, experta en dolor, modelo de todos los que durante los siglos iban a seguir
a su Hijo desde las dificultades y las contradicciones, desde la pobreza y la
sencillez de la vida diaria. Y como una creyente a la que tampoco se le ahorró la
oscuridad y la duda, también ella "avanzó en la peregrinación de la fe" (LC 58)
La primera cristiana
Por todo ello Pablo VI la llama con gusto "la primera cristiana".
Todos estos aspectos del misterio de María aparecen reflejados en los textos de
las fiestas marianas, del Adviento y la Navidad, en las misas votivas y del
común, y con más riqueza todavía en la Liturgia de las Horas.
Según los tiempos y las fiestas, María aparece como el inicio de la Iglesia,
como su mejor prototipo y motivo de imitación y esperanza, la verdadera "Hija
de Sión" la nueva Eva, tipo y figura de la comunidad cristiana, su resumen y
realización más perfecta, en las mismas direcciones y actitudes que aquí hemos
destacado: creyente, orante, madre y virgen, así como también su mejor ayuda,
auxilio, abogada y Madre.
Esta relación de María con la Iglesia aparece con insistencia en los nuevos
textos marianos que vamos a analizar. Y es que "en ella (en María), la Iglesia
admira y ensalza el fruto más espléndido de la redención y la contempla
gozosamente como una purísima imagen de lo que ella misma toda entera, ansía
y espera ser" (SC 103). Va a ser ésta, precisamente, una dimensión muy
destacada en los textos de fiestas como la Inmaculada o la Asunción.
Dos direcciones en las que la liturgia contempla y celebra a María: su unión con
Cristo y su unión con la Iglesia. Ya el título de la "Lumen Gentium", en el
capítulo octavo dedicado a María, resume ambas perspectivas: "la Santísima
Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la Iglesia".
Por eso no nos extraña que, si el Año litúrgico nos invita a celebrar el misterio
de nuestra salvación, también nos ponga delante con frecuencia este recuerdo de
la Virgen María, la Madre del Salvador y la primera cristiana, salvada por El e
inicio de la comunidad eclesial.
La nueva orientación del año cristiano nos quiere "educar" a la justa proporción
de nuestras celebraciones, respetando siempre la incuestionable centralidad de
Cristo. El sábado, día semanal de recuerdo mariano, que es bueno seguir
señalando con algún canto u oración, no puede restar importancia al domingo,
el día del Señor. Una devoción como la de los "primeros sábados" no puede
constituir el tiempo fuerte de la vida espiritual. La novena de la Inmaculada
habrá que orientarla de modo que no distraiga, sino que ayude a resaltar el
tiempo del Adviento, que va progresivamente aumentando el recuerdo de la
Virgen a medida que se acerca a la plenitud de la Navidad. El mes de mayo,
aunque sea loable distinguirlo con alguna práctica mariana, tampoco puede
constituirse en el centro casi exclusivo de la devoción a la Virgen, sobre todo
coincidiendo como sucede con el tiempo fuerte por excelencia de todo el año: el
Tiempo Pascual. Aquí, más que nunca, el centro debe ser Cristo, al que
ciertamente, y con más motivos que nadie, está asociada su Madre.
El Adviento y la Navidad
Lo cual es muy lógico: María de Nazaret vivió mejor que nadie la espera del
Mesías, le dio a luz y lo presentó a los pastores y a los magos. El concilio de
Zaragoza (año 656) expresaba ya el color mariano de la Navidad: "quod est
festum Matris, nisi Incarnatio Verbi?", ¿qué mejor fiesta de la Madre que el
nacimiento del Hijo?
En el Adviento "los fieles que viven con la Liturgia el espíritu del tiempo, al
considerar el inefable amor con que la Virgen esperó al Hijo, se sentirán
animados a tomarla como modelo y a prepararse, vigilantes en la oración y
jubilosos en la alabanza, para salir al encuentro del Salvador que viene" (MC 4).
En la Navidad celebrarán "una prolongada memoria de la maternidad divina,
virginal, salvífica de Aquella cuya virginidad intacta dio a este mundo un
Salvador" (MC 5).
La Cuaresma y la Pascua
La Cuaresma y la Pascua tienen en la actual liturgia muy poco color mariano.
Además del recuerdo diario y de las fiestas y tiempos litúrgicos del año, los
formularios para el Común de la Virgen María nos ofrecen un buen modo de
expresar orando nuestra fe en ella.
Para la Eucaristía ofrece el Misal Romano siete formularios completos, algunos
con doble colecta alternativa. En estos textos, que no parecen tan ricos como los
del Adviento o los de las fiestas marianas, se subraya sobre todo la intercesión
de María, su maternidad y virginidad y la imitación de sus virtudes. Se mueven,
por lo general, en unas claves muy generales, poco creativas en relación a las
direcciones que ahora aprecia más la sensibilidad eclesial, tales como la
relación prototípica de María con relación a la Iglesia.
P. FARNES
Hacer unas reflexiones sobre el significado exacto que tiene, que debe tener la
memoria de Santa María en el sábado pensamos que puede ser útil para situar,
con la mayor objetividad posible, dicha memoria tanto en el conjunto
general de las celebraciones del año litúrgico como en particular en la amplia
serie de celebraciones que en honor de María presenta el Calendario. Si la
lectura de estas páginas consigue que las comunidades logren aquel doble
equilibrio que consiste en no olvidar por lo menos sistemáticamente- esta
memoria ni hacer de cada sábado una "fiesta de María" nos daremos por muy
satisfechos.
Pero pronto vino a sumarse otro hecho que sin duda influyó mucho más que el
de la misa sabatina en dar al sábado un carácter mariano: se trata de la nueva
práctica que progresivamente aparece y se extiende por todas partes y que
consiste en añadir cada sábado al Oficio divino del día otro pequeño Oficio en
honor de Maria. Decimos que este hecho influyó definitivamente en consolidar
el sábado como día mariano sobre todo porque cuando en el S. XVI san Pío V
mandó suprimir del Breviario tridentino todos los Oficios de devoción que
como excrecencias habían llegado a desfigurar la propia naturaleza de la
oración de las horas, únicamente se salvó de la supresión decretada el oficio de
los sábados en honor de María. Así el antiguo Oficio parvo de los sábados,
adquiriendo, es verdad, un nuevo carácter, tomó definitiva carta de ciudadanía
en la liturgia romana. De oficio parvo añadió a la salmodia del día pasó a ser
un Oficio que podía suplir el Oficio del día en todos aquellos sábados que
quedaran libres de otras celebraciones más importantes. Y es precisamente con
este carácter con el que se ha conservado hasta nuestros días y como lo admite
la nueva Liturgia de las Horas actualmente en uso.
Resulta difícil saber cuál fue la motivación que indujo en la Edad Media a
escoger precisamente el sábado para el culto mariano. Como hemos visto ya
más arriba esta costumbre no es primitiva; por otra parte el nexo que se da entre
María y el sábado es totalmente extrínseco: se ha escogido el sábado como
hubiera podido preferirse cualquier otro día de la semana (los bizantinos aún
hoy consagran a María el miércoles). Bajo este aspecto hay que subrayar que es
muy distinta la relación que media entre el viernes y la muerte del Señor o entre
el domingo y su resurrección que la que se da entre el sábado y María: en los
primeros casos nos encontramos con motivaciones "sacramentales" que
arrancan de la misma Tradición; en el caso del sábado tenemos únicamente un
hecho "devocional". Por ello las referencias a María en los textos litúrgicos del
sábado son mucho más periféricas que las referencias a la pasión en los viernes
o al triunfo pascual en los domingos.
A partir de los ss. XI y XII nos encontramos ya con el deseo de buscar razones
y proponer motivaciones para justificar la dedicación del sábado a María. Así,
san Pedro Damiano (+~1O72) afirma que "se dedica a María el sábado, que
significa reposo, porque cuando la Sabiduría a Dios vino al mundo reposó en
María como en un lecho sacratísimo". Más adelante Durando (+1296) y el beato
Santiago de Vorágine (+1298) ven la motivación de esta costumbre en el hecho
de que en el sábado que siguió a la muerte del Señor María fue la única que
perseveró creyendo en la divinidad de su Hijo.
Sea lo que fuere de las razones que motivaron la costumbre de dedicar los
sábados a la Virgen y de las posteriores justificaciones que más tarde se
buscaron para explicar o razonar dicha práctica, hay que admitir que el hecho
mismo de consagrar periódicamente cada semana un día al recuerdo de la
Madre de Dios es algo válido ya en sí mismo, independientemente del día
concreto que se elija y merecedor, por tanto, de que hagamos un esfuerzo para
encontrar su debido significado y lograr que su espiritualidad enriquezca las
comunidades que celebran esta memoria.
Si miramos el sábado en la perspectiva del día festivo que sigue, silo vemos
como preludio e introducción del domingo, la fiesta primordial de los cristianos,
entonces cabe decir que un sábado en el que se recuerda a María introduce bien
y significativa-mente el domingo: como María fue la Aurora que precedió al Sol
de justicia y el Tabernáculo preparado para servir de templo al HIJO de Dios
hecho hombre, así el sábado, consagrado a María, prepara, cada semana, la
llegada del domingo, el gran día del Señor, día en que el mismo HIJO de Dios,
que se hizo presente en el mundo encarnándose en María, se hará nuevamente
presente en cada una de las asambleas cristianas congregadas a través del
mundo entero apenas termine el sábado. Bajo este aspecto concreto del sábado
como introducción del domingo cristiano es, a nuestro juicio, particularmente
evocativa la oración conclusiva de Nona en los sábados del tiempo ordinario:
cuando el domingo está ya a las puertas y se aproxima la hora en que. con las I
Vísperas y las misas dominicales de los sábados al atardecer, va a empezar el
domingo, la Iglesia se despide del sábado pidiendo en la última oración de este
día que "por intercesión de la santísima Virgen María, después de. haberte
servido durante toda nuestra vida (y especialmente, glosaríamos, durante la
semana que ahora concluye con Nona) podamos presentarnos a ti (nuevamente
glosaríamos: en el último y definitivo "Día del Señor" del que el domingo que
va a empezar es figura y comienzo) sin temor alguno". Así el sábado, "día de
María", preparando la llegada del domingo, "Día del Señor", evoca el papel de
la Virgen preparando la venida de Cristo y es una nueva motivación que puede
añadirse a las razones medievales, evocación que posiblemente resultará más
sugerente para la espiritualidad de nuestro tiempo.
El tercer bloque -el rito de entrada- es el que más posibilidades ofrece para
hacer en los sábados una memoria" de María. El binomio "canto de entrada-
colecta" dará, ya de por sí, un cierto tono mariano al conjunto de la celebración;
colocará, por decirlo así, la asamblea celebrante bajo la protección de María.
Con ello tendremos exactamente una celebración ferial con un recuerdo
(memoria) de la Virgen. Además, precisamente para esta parte el Común de la
Virgen ofrece hasta seis oraciones distintas (para las otras oraciones sólo hay
tres); si, pues, habitualmente se usa sólo de la Virgen la primera oración y para
las otras dos se recurre a los 34 formularios feriales, la variedad de las oraciones
será entonces realmente abundante.
En el salterio y en las perícopas bíblicas del Oficio de lectura, que son los
elementos principales, no se admite ningún texto que corresponda a la memoria;
en el tercer bloque, por el contrario, las posibilidades son muy numerosas
porque los mismos elementos de este grupo son muy variados. Precisamente por
esta abundancia de posibilidades, con mayor razón aún que en el caso de la
misa, recurrir cada sábado al Común de la Virgen para el conjunto de estos
elementos libres daría a la memoria el impropio carácter de "fiesta de la
Virgen". Además -y ello es un aspecto muy importante- suprimiría totalmente el
uso de algunos formularios feriales que sólo se usan los sábados (v. gr. las
preces feriales de Laudes, todas las lecturas patrísticas del año que
corresponden a los sábados del tiempo ordinario, etc.) Digamos finalmente que
este proceder desvirtuaría también algunos de los formularios que se usan en las
grandes solemnidades (v. gr. Asunción, Inmaculada, fiestas locales de Maria,
etc.) En es-tos días muchos de los formularios -aunque el libro los repita-
pertenecen al común y, si ya se usan cada sábado, en las grandes solemnidades
marianas "sonarán" a textos muy oídos.
J. ALDAZABAL
- además de las que puedan tener las diversas familias religiosas o poblaciones
o diócesis.
Los textos del día, tanto de la Misa como de la Liturgia de las Horas, resaltan
ante todo la relación de María con su Hijo: "mirad, María nos ha engendrado al
Salvador", "la Madre ha dado a luz al Rey" (antífonas de Laudes). Toda la
grandeza de María está en su condición de Madre del Señor: "tú que diste a
María el gozo de la maternidad", "tú que hiciste a María tu Madre llena de
gracia" (preces de Vísperas). Las lecturas bíblicas de la Eucaristía insisten en
este aspecto: Cristo es el "nacido de una mujer" (Ga 4). El evangelio (el mismo
que el de la Misa de la aurora de Navidad) nos presenta a la feliz Madre
contemplando el misterio de su Hijo (Lc 2). El invitatorio del Oficio de Lectura
resume admirablemente la alegría por la fiesta de la Madre y su relación
esencial con el Hijo: "celebremos la Maternidad de la Virgen María: adoremos a
su Hijo Jesucristo, el Señor",
Pero a la vez tiene mucho que ver la fiesta de María con la Iglesia, o sea, con
todos nosotros. En la oración sobre las ofrendas decimos que en cierto sentido
estamos celebrando el inicio de nuestra historia: "nos llena de gozo celebrar el
comienzo de nuestra salvación". La Maternidad de María es el inicio de todo un
proceso de salvación que tiene en la Iglesia su plenitud y su cumplimiento: "por
la maternidad virginal de María entregaste a los hombres los bienes de la
salvación" (oración colecta). Lo que estamos celebrando no es un hecho aislado
que llena de alegría a la Madre, sino que tiene mucho que ver con la comunidad
que luego se va a formar en tomo a ese Jesús que nace como Mesías. Por eso, y
por primera vez en un texto litúrgico romano, en la poscomunión de este día
aparece la expresión "Madre de la Iglesia". La razón del título es clara. Cristo es
nuestro hermano: "tú has querido nacer de la Virgen María para ser nuestro
hermano" (preces Vísperas). La lectura bíblica del Oficio de Lecturas (Hb 2)
presenta a Cristo como semejante en todo a nosotros, sus herma-nos. Por eso
también, como lecturas bíblicas de la Hora menor, aparecen las famosas
exclamaciones proféticas que se refieren a Israel y ahora se cumplen en la
Iglesia, pero que en este día se dicen de la Virgen María: "regocíjate, Hija de
Sión" (So 3), "alégrate, Hija de Sión" (Za 9)...
Pablo VI, en la MC (n. 5), razona por qué también en este día celebramos el día
de la Paz. El Hijo de esa Madre que es María, resulta que es el "príncipe de la
paz" (preces de Laudes).
En la Liturgia de las Horas, aún sin olvidar la centralidad del misterio de Cristo
Mesías, se acentúa el color mariano (que en la Eucaristía apenas aparece): las
antífonas del Magnificat, tanto en las primeras como en las segundas Vísperas,
subrayan el papel de María, la Madre del Mesías, en cuyos brazos entró en el
Templo. Una de las preces de Vísperas alude a la espada de dolor que va a
afectar también a la Madre. Ella estuvo presente en esta primera ofrenda del
Niño, y lo estará también en la hora suprema de la Cruz.
Cuatro años después de la proclamación, por parte de Pío IX, del dogma de la
Inmaculada Concepción, la Virgen se apareció varias veces en 1858 a una
humilde muchacha del sur de Francia, en Massabielle. La muchacha se llamaba
Bernardita Soubirous y tenía catorce anos, En verdad se cumple lo que
anunciara Cristo, que Dios se revela a los humildes y sencillos.
Los textos de este día hablan, ante todo, del misterio de Cristo hecho hombre:
"tú has querido que la Palabra se encarnase en el seno de la Virgen María...
confesamos a nuestro Redentor como Dios y como hombre verdadero" (oración
colecta). Cristo dijo "sí" a Dios en el momento mismo de su encamación
(Hebreos 10: 2. lectura), que se conectará con el otro extremo de su vida: el
Misterio Pascual.
Este misterio sucede por obra del Espíritu de Dios: "Cristo, encarnado en su
seno por obra del Espíritu Santo" (prefacio). Del Espíritu en su acción sobre
Maria se habla incluso en lenguaje esponsal (antífona de Tercia).
La escena central es la que leemos en el evangelio del día. Pero los varios textos
nos ayudan a desentrañar los varios sentidos de la fiesta para la comunidad
cristiana.
La idea central que los textos de la Misa y de la Oración de las Horas destacan
en la memoria de hoy es la relación de la Virgen María con la oración
contemplativa: "deseé la sabiduría con toda el alma y creció como racimo que
madura" (antífona del Benedictus), "María escuchaba la palabra de Dios y la
cumplía, meditándola en su corazón" (antífona del Magnificat). Y también la
lectura de San León Magno, en el Oficio de Lecturas, incluye el primer párrafo
de la hornilla de la Navidad (que curiosamente faltaba el mismo día de
Navidad), y que hace referencia a la actitud interior de fe de la Virgen: "esta
virgen... antes de concebir corporalmente a su prole, divina y humana a la vez,
la concibió en su espíritu".
Después del concilio ecuménico de Éfeso (año 431) en el que se pro clamó
solemnemente a la Virgen María como "Madre de Dios", se levanté en Roma
esta Basílica de Santa María, llamada "la mayor", porque en verdad es el templo
mariano más importante de Occidente.
Se la identificará con la Mujer victoriosa que participa con Cristo, y para bien
de toda la Iglesia, en la lucha contra el mal (en la Misa del día leemos Ap 11-
12). Los textos nos invitan a alegrarnos porque la glorificación de la Virgen es
también la nuestra:
"ella es la figura y primicia de la Iglesia que un día será glorificada; ella es
consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en la tierra". Y piden
insistentemente a Dios que nos haga partícipes del mismo destino de la Virgen:
"nos concedas también el premio de tu gloria" (oración de la vigilia),
"lleguemos a participar con ella de su misma gloria en el cielo" (oración del
día), "lleguemos a la gloria de la resurrección" (poscomunión).
Así vemos en Ella a nuestra Madre y Señora, con una relación muy estrecha
hacia nosotros: "nos has dado como Madre y corno Reina a la Madre de tu
Unigénito: concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria
de tus hijos en el reino de los cielos" (oración del día).
Este día, más que nunca, convendría recordar y cantar la antífona "Salve, Reina
de los cielos" (Ave Regina caelorum), así corno otros cantos que poéticamente
ensalzan sus títulos de Madre y Señora.
Al celebrar con gozo esta fiesta, esperarnos todos que de ella nos venga
aumento de gracia y de paz: "cuantos hemos recibido las primicias de la
salvación por la maternidad de la Virgen María, consigamos aumento de paz en
la fiesta de su Nacimiento" (oración del día).
El día de hoy es una invitación para que todos nos asociemos también, como
Ella y con Ella, a la Pascua de Cristo, también en el momento del dolor: "haz
que la Iglesia, asociándose con Maria a la pasión de Cristo, merezca participar
de su resurrección" (oración del día), "al recordar los dolores de la Virgen
María, completemos en nosotros, en favor de la Iglesia, lo que falta a la pasión
de Jesucristo" (poscomunión).
Pero a la vez la memoria de hoy nos hace mirar con alegría al testamento
espiritual que Jesús dejó a su Madre y a Juan: "la Virgen María, a quien tú nos
entregaste como Madre amorosa cuando estaba junto a la Cruz de tu Hijo"
(oración sobre las ofrendas): Madre de todos los que estaban representados en
Juan, el discípulo. O sea, Madre de la Iglesia y de todos los hombres.
La Virgen María, la primera salvada por Cristo, la que mejor supo conservar
"todas estas cosas, meditándolas en su corazón" (antífona del Magníficat), es
para nosotros como una memoria continua del Evangelio de su Hijo. De la
mano de ella es corno mejor podemos aprender a ser discípulos de Cristo y a
recorrer el camino mismo que El siguió, el de la vida a través del sacrificio de
su muerte. Las antífonas de Laudes y Vísperas, uniendo sabiamente los
misterios de gozo, dolor y gloria, nos ayudan a ver a la Virgen presente en el
camino de Cristo y en el nuestro.
Pero más que un hecho histórico o una advocación concreta, los textos de hoy
celebran a la misma Virgen María. Damos gracias a Dios "por todas las grandes
maravillas que has realizado en la Virgen, Madre de tu Hijo" (prefacio) y
enumeramos su concepción inmaculada ("concebida sin pecado"), su Virginidad
("intacta en su virginidad"), su maternidad divina ("gloriosa en su
descendencia... Madre de Cristo, Esposo de la Iglesia, luz de las gentes ..."), y
finalmente su participación en el triunfo de su Hijo sobre la muerte ("no fue
contaminada por la corrupción del sepulcro... triunfante en su Asunción").
En concreto todos los que "la invocamos con la secular advocación del Pilar",
pedimos a Dios que por intercesión de la Virgen nos conceda "fortaleza en la fe,
seguridad en la esperanza y constancia en el amor" (oración del día),
"permanecer firmes en la fe y generosos en el amor" (oración de ofrendas) y que
finalmente podamos "contemplarte eternamente en el cielo" (poscomunión).
El Templo de Zaragoza nos recuerda que ante todo fue ella, la Virgen, la "santa
morada" para el Hijo; por eso leernos como primera lectura de la Misa
(alternativa con Hch 1, la escena de Pentecostés, con la Virgen y la
Comunidad), el capítulo 1 Cro 15, donde se narra la entrada solemne del Arca
de la Alianza, el lugar simbólico de la presencia de Dios entre los suyos. Pero
también nos recuerda que todos nosotros estamos invitados a ser en verdad "el
templo del Espíritu" (preces de Laudes).
Todos deseamos que la Virgen del Pilar sea para nosotros guía para el camino,
columna para la esperanza, luz para la vida" (antífona del Magníficat).
La santidad y la total apertura de María a Dios, nos indican el camino para que
también nosotros seamos Templo de Cristo y portadores de su salvación a la
humanidad.
Por eso los textos de hoy están llenos de alegría y de alabanza a Dios, "porque
el Poderoso ha hecho en ti grandes obras" (antífona comunión).
Pero también es fiesta para la Iglesia, por su íntima relación con Maria. Una
vez más podemos hoy cantar: "tú eres la gloria de Jerusalén... tú el orgullo de
nuestra raza" (antífona de Vísperas II), "qué pregón tan glorioso para ti, ciudad
de Dios" (antífona del Oficio de Lecturas). En verdad toda la humanidad ha
quedado beneficiada de esta plenitud de gracia que María ha recibido: "por tu
bendición queda bendita toda creatura" (San Anselmo, en el Oficio de
Lecturas). Y en particular la comunidad cristiana, la Iglesia: "preservaste a la
Virgen María de toda mancha... para que fuera comienzo e imagen de la Iglesia,
esposa de Cristo, llena de juventud y limpia hermosura". Comienzo e imagen de
la Iglesia: la figura mejor de todo lo que la Iglesia quiere llegar a ser,
respondiendo al don de Dios. Cada uno de nosotros pide hoy que Dios nos
guarde "limpios de todas nuestras culpas" (oración colecta), y que repare "en
nosotros los efectos de aquel primer pecado" (poscomunión), pero es la Iglesia
entera la que~se goza y se llena de esperanza en la fiesta de hoy, al ver en María
a la "madre" (preces de Vísperas 1) y al mejor "ejemplo de santidad" (prefacio).
LA VIRGEN FIEL
"De entre tantos títulos atribuidos a la Virgen a lo largo de los siglos, por el
amor filial de los cristianos, hay uno de profundísimo significado: Virgo fidelis,
Virgen fiel.
¿Qué significa esta fidelidad de María? ¿cuáles son las dimensiones de esa
fidelidad?
La primera dimensión se llama "búsqueda". María fue fiel ante todo cuando,
con amor, se puso a buscar el sentido profundo del designio de Dios en Ella y
para el mundo: "¿cómo sucederá esto?", preguntaba ella al ángel de la
Anunciación... No habrá fidelidad si no hubiere en la raíz esta ardiente, paciente
y generosa búsqueda...
Pero toda fidelidad debe pasar por la prueba más exigente: la de la duración. Por
eso la cuarta dimensión de la fidelidad es la constancia. Es fácil ser coherente
por un día o algunos días. Difícil e importante es ser coherente toda la vida... El
"fiat" de María en la Anunciación encuentra su plenitud en el "fiat" silencioso
que repite al pie de la cruz.
De todas las enseñanzas que la Virgen da a sus hijos... quizás la más bella e
importante es esta lección de fidelidad"
(Juan Pablo II, en la catedral de Méjico, enero 1979)
EUCARISTÍA
EL LECCIONARIO BÍBLICO EN LAS MISAS MARIANAS
P. TENA
Creo que se puede estudiar el leccionario mariano según esta doble orientación.
Está claro que esta celebración induce a la presencia frecuente de María en las
lecturas bíblicas. Si exceptuamos las escenas más directamente referidas a la
historia de Juan, -anuncio a Zacarías, nacimiento del Bautista, y cántico de
Zacarías- en todas las restantes María es la protagonista, algunas veces con la
discreta compañía de José. Está claro, igualmente, que esta lectura posibilita la
referencia, y de algún modo la celebración misma, de los grandes
acontecimientos salvíficos en los que María tiene un papel decisivo: la
Anunciación, la Visitación, la Presentación al Templo, la Compasión (anuncio
de Simeón). En este sentido, cabe decir que en estos quince días tenemos el
tiempo fuerte de la celebración mariana, precisamente en su situación más
exacta: corno mediación de la encarnación del HUO de Dios y de su presencia
entre los hombres; como culminación de una historia de la alianza en el pueblo
de Dios y primicia de una fidelidad nueva, basada en el don del Espíritu de
Cristo.
El calendario mariano tiene, finalmente, otras tres fiestas que merecen una
mención: el nacimiento de María, el día 8 de septiembre; la visitación, el día 31
de mayo; los dolores de María; el día 15 de septiembre. El leccionario de estas
fiestas apenas ha variado, y por consiguiente se mantiene para ellas la misma
orientación anterior. Cabe destacar que, en la fiesta del 31 de mayo se acentúa
un aspecto que no se atiende en el ciclo de los días anteriores a Navidad: el
carácter de ayuda fraternal que implica la visita de María a Isabel. Con ello, el
misterio de la visitación recibe también un matiz de "ejemplaridad", además de
su carácter de mediación, que es el fundamental. En cuanto a la memoria de los
dolores de María, cabe destacar que se ha suprimido la memoria de esta
compasión que se hacía el viernes de la quinta semana de Cuaresma, quedando
solamente esta memoria del 15 de septiembre, complementaria claramente de la
fiesta de la exaltación de la santa Cruz. De esta manera, resulta orientada cristo-
lógica y ejemplarmente la contemplación de María al pie de la cruz.
EXPERTA EN DOLOR
Más aún, (...) fue en el Calvario donde el sufrimiento de María Santísima, junto
al de Jesús, alcanzó un vértice ya difícilmente imaginable en su profundidad
desde el punto de vista humano, pero ciertamente misterioso y
sobrenaturalmente fecundo para los fines de la salvación universal. Su subida al
Calvario, su estar a los pies de la cruz junto con el discípulo amado, fueron una
participación del todo especial en la muerte redentora del Hijo, como por otra
parte las palabras que pudo escuchar de sus labios, fueron como una entrega
solemne de este típico Evangelio que hay que anunciar a toda la comunidad de
los creyentes";
(Carta apostólica "Salvifici Doloris"', Juan Pablo II, 1984)
- II -
Elevemos, hermanos, nuestras voces suplicantes al Padre todopoderoso, y
por la intercesión de la gloriosa Madre de Dios, invoquemos la misericordia
divina por las necesidades de todo el mundo:
2. Para que el Espíritu Santo, que engendró en las entrañas de María al Hijo del
Padre eterno, ilumine y aliente a todos los hombres y les lleve al conocimiento
y al amor de su Creador, roguemos al Señor.
3. Para que el ejemplo de María sufriente al pie de la cruz dé valor a los que
viven rodeados de dificultades y dolor, roguemos al Señor.
4. Para que todos nosotros, poniendo los ojos en María, nos esforcemos por
imitarla y como ella crezcamos en toda clase de virtudes, roguemos al Señor.
Escucha, Señor, las oraciones que tus fieles te han presentado a' celebrar hoy
esta fiesta en honor de la Madre de tu Hijo; y, aunque seamos indignos de tu
ayuda, por los méritos de la Virgen María, concédenos lo que te hemos pedido.
Por Cristo nuestro Señor.
-III-
Pidamos, hermanos, al Señor que venga en nuestra ayuda y por la pode-
rosa intercesión de la Madre de su Hijo escuche nuestras plegarias:
2. Por los hombres que no conocen a Jesucristo: para que por intercesión de
María, la más santa de todas las creaturas, lleguen al conocimiento del
Evangelio y encuentren en él su felicidad, roguemos al Señor.
3. Por cuantos se han apartado de la senda del bien: para que por intercesión
de María, refugio de pecadores, se conviertan y retornen al buen camino,
roguemos al Señor.
4. Por todos nosotros: para que por intercesión de María, Virgen fidelísima,
perseveremos en el bien hasta la muerte, roguemos al Señor.
-IV-
Pongamos nuestros ojos en Jesús, que por la salvación del mundo quiso
nacer de Santa María Virgen, y encomendémosle confiados las necesidades de
todos los hombres:
8. Para que el Padre del cielo, que dispuso que el nacimiento de María
anunciara la alegría al mundo entero, se compadezca de quienes lloran en este
valle de lágrimas y aleje de ellos la causa de sus sufrimientos, roguemos al
Señor.
4. Para que el Rey de la gloria, que hizo de María la Virgen fidelísima,
otorgue a quienes hoy recordamos a la Madre de su Hijo ser plenamente fieles a
la vocaci6n a la que hemos sido llamados, roguemos al Señor
-V.
Oremos, hermanos, al que hizo obras grandes en María y pidámosle que
muestre también el poder de su brazo escuchando nuestra oración:
2. Para que el Hijo de Dios, que para salvar al mundo nació de santa María
Virgen, se compadezca de todos los que viven aún sumergidos en las tinieblas y
el pecado, roguemos al Señor.
-VI-
Al elevar a Dios nuestra oración, pidamos hermanos, a María, que oró junto con
los discípulos en el cenáculo, que interceda también ahora por nosotros y ore
con nosotros al Señor:
1. Para que por la intercesión de María, Virgen poderosa, la Iglesia se vea
libre de todo mal, roguemos al Señor.
VII-
A Dios Padre, que ha hecho obras grandes en la santísima Virgen María,
y sigue continuamente obrando maravillas de bondad en su Iglesia, dirijamos
suplicantes nuestra oración, diciendo: Te rogamos, óyenos.
1. Por la Iglesia, para que, uniendo su voz a la de María, anuncie a todos los
pueblos las maravillas de Dios, y exalte la misericordia del que derriba del trono
a los poderosos y enaltece a los humildes, roguemos al Señor.
2. Por todos los pueblos del mundo, para que, movidos por el Espíritu Santo
se congreguen felizmente en el único pueblo de Dios, bajo el reinado de Cristo,
roguemos al Señor.
3. Por la concordia entre las naciones, para que, con la ayuda de la Reina de
la paz, se apaguen los odios, desaparezcan las guerras, y todos los pueblos
gocen de una convivencia fecunda, roguemos al Señor.
5. Por todos los que estamos aquí reunidos, para que, reconociendo la
singular dignidad de la santísima Virgen, nos esforcemos en imitar su humildad
y espíritu de servicio y la amemos con amor cada vez más ardiente, roguemos al
Señor.
2. Oremos por la Iglesia, por todos los cristianos. Pidamos que el Espíritu de
Dios fecunde a la Iglesia, como fecundó a María. Pidamos que la Iglesia y cada
uno de los cristianos seamos, como María, portadores de Jesucristo al mundo.
Oremos, hermanos.
3. Oremos por el mundo entero, por todos los pueblos y naciones. Pidamos
por las ilusiones y las esperanzas, por las tristezas y fracasos que viven los
hombres. Pidamos por todos los que luchan al servicio de un mundo más digno,
por todos los que se esfuerzan al servicio del amor. Y pidamos por todos los que
sufren a causa de la dureza de corazón de otros hombres, por los que no tienen
lo necesario para vivir, por los que no encuentran solidaridad ni ayuda. Oremos,
hermanos.
PREFACIOS MARIANOS
1. La Maternidad de María
Por el, los ángeles y los arcángeles y todos los coros celestiales celebran tu
gloria, unidos en común alegría. Permítenos asociarnos a sus voces cantando
humildemente tu alabanza: Santo, Santo, Santo...
En verdad hiciste obras grandes en favor de todos los pueblos, y has mantenido
tu misericordia de generación en generación, cuando, al mirar la humillación de
tu esclava, por ella nos diste al autor de la vida, Jesucristo, HUO tuyo y Señor
nuestro.
Por eso, con todos los ángeles y santos, te alabamos sin cesar, diciendo:
Santo, Santo, Santo...
Por eso, los ángeles te cantan con júbilo eterno y nosotros nos unimos a sus
voces cantando humildemente tu alabanza:
Porque hoy ha sido llevada al cielo la Virgen, Madre de Dios; ella es figura y
primicia de la Iglesia que un día será glorificada; ella es consuelo y esperanza
de tu pueblo, todavía peregrino en la tierra. Con razón no quisiste, Señor, que
conociera la corrupción del sepulcro la mujer que, por obra del Espíritu,
concibió en su seno al autor de la vida, Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro.
Por eso, al celebrar ahora la solemnidad del Pilar, (la fiesta de Ntra. Sra. de
Montserrat) te alabamos con los ángeles y arcángeles, y con todos los coros
celestiales, cantando sin cesar el himno de tu gloria:
por las grandes maravillas que has realizado en la Virgen, Madre de tu Hijo,
Salvador nuestro y único mediador. En tu inefable bondad
has constituido a la Virgen María madre y abogada nuestra:
en ella encuentran consuelo los afligidos, los necesitados, auxilio;
refugio los pecadores, todos los hombres, gracia y misericordia...
10. Santa Maria, Sierva del Señor Del Misal propio de los Servitas
Porque en Jesucristo nos has dado el salvador del mundo y en Maria un modelo
de esperanza.
Tu humilde Sierva puso en ti, Señor, toda su confianza:
aceptando con fe tu palabra concibió al Hijo del hombre, que habían anunciado
los profetas; sirviendo con amor a la obra de la salvación, fue la nueva Eva,
madre de todos los vivientes.
Y ella, que por la acción de la gracia es el fruto más excelso de la redención, por
su condición de mujer es hermana de todos los hijos de Adán, quienes en su
camino hacia la plenitud de la libertad, dirigen sus ojos a la Virgen, señal segura
de esperanza y consuelo, hasta que brille el día de la gloriosa venida de Cristo
Señor...
1 VÍSPERAS
Salmo 112
Con este salmo de alabanza, el 112, entramos en la fiesta de la Virgen,
bendiciendo al Señor porque ha realizado obras grandes en María.
Bendito sea el nombre del Señor: él líbró a Israel de la esclavitud de Egipto;
hizo de un pueblo esclavo, pobre y desvalido, su propio pueblo; desde lo alto
miró a la tierra y alzó de la basura a Israel para sentarlo entre los príncipes de
su reino.
Oración
Señor Dios, que te elevas sobre los cielos, tú que has mirado la humillación de
María, tu sierva, y la has levantado del polvo de la muerte para sentaría con los
ángeles, príncipes de tu pueblo; tú que, elevado en tu trono, te abajas para mirar
a la tierra: contémplanos también a nosotros y levántanos de nuestra miseria
para que, con Maria y los ángeles, podamos alabar tu nombre por los siglos de
los siglos. R. Amén.
Salmo 147
Cuando después de largos años de destierro los israelitas retornaban a su patria
para reconstruir la Jerusalén devastada, uno de sus cantos era el salmo 147:
Glorifica al Señor, Jerusalén, que Dios ha reforzado los cerrojos de tus
puertas. Este es también hoy nuestro canto de acción de gracias al contemplar
cómo la presencia de María ha fortificado las murallas de la Iglesia
acrecentando la santidad de la misma. Por Maria, Dios ha puesto paz en
nuestras fronteras pues ella nos ha restaurado la comunión con Dios; por María
el mensaje de Dios ha sido enviado a los hombres pues fue a ella a quien el
Ángel anunció la venida del Verbo. Verdadera-mente, si por Eva se cerraron las
puertas del paraíso, por Maria todo ha quedado restaurado: las puertas del reino
se han abierto de nuevo, las flores han brotado en nuestro mundo y todo se ha
revestido de la alegría de un retorno feliz: ¡alaba a tu Dios, Iglesia, porque, por
María, Dios ha bendecido a todos tus hijos dentro de ti!
Oración
Señor Dios, que nos has anunciado tu palabra y has hecho obras grandes con
nosotros como con ninguna nación obraste; recibe la alabanza de tu Iglesia y
haz que, con María, todos sus hijos sean bendecidos dentro de la Sión
definitiva, donde gocemos de tu paz. Por los siglos de los siglos. R. Amén.
Nuestra salmodia festiva culmina con un canto que nos invita a contemplar el
plan de salvación realizado por Dios en favor nuestro. Al cantar este himno de
acción de gracias, la figura de María a quien hoy celebramos puede iluminar
nuestra oración. María, en efecto, ocupa un lugar destacado en el plan de
salvación de los hombres tanto como causa como en cuanto destinataria
principal de la salvación. Como causa de salvación pues ha sido por ella, la
mujer bendecida por Dios, por la que hemos recibido a Cristo hombre, raíz de
todas las bendiciones; como destinataria primera y fruto más preclaro de esta
bendición, pues ella es la llena de gracia desde su concepción, ella la glorificada
por encima de todos los ángeles y santos.
Oración
Señor Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, te bendecimos y te damos
gracias, porque en la glorificación de María nos deja8 ya entrever
la esperanza a la que nos llamas y la riqueza de gloria que darás en herencia a
tus santos bendecidos en la persona de Cristo. A ti la gloria por los siglos de los
siglos. R. Amén.
II VÍSPERAS
Salmo 121
El canto de alegría de los israelitas que llegaban a Jerusalén, los cristianos lo
usamos con frecuencia para inaugurar el domingo, pues este día es como un
símbolo de nuestra llegada al reino definitivo de Dios, ya que en este día llegó
al descanso del Padre el Señor resucitado. Pero este mismo canto tiene un gran
sentido con relación a Maria. ¡Qué alegría! María ha llegado ya, como primicia
de nuestra humanidad, a la Jerusalén del cielo. Por ella, hija de nuestro pueblo,
nuestros pies ya están pisando los umbrales de Jerusalén definitiva. Allá
esperamos subir también te-dos nosotros, las tribus del Señor, para formar con
María la ciudad bien compacta simbolizada en la antigua Jerusalén.
Oración
Que nos colme de alegría, Señor, el saber que nuestros pies ya están pisando los
umbrales de la Jerusalén eterna; inundados de esta alegría, te pedimos; Señor,
que allá suban las tribus, todas tus tribus, la humanidad entera, y que en la paz
de los muros de la nueva Jerusalén todos podamos alegrarnos con María y con
aquellos hermanos y compañeros que nos han precedido en el signo de la fe y
ahora duermen el sueño de la paz. Por Cristo nuestro Señor. R. Amén.
Salmo 126
Porque María se hizo pequeña y Dios pudo contemplar su humillación, por ello
fue enaltecida; porque se consideró inútil como una esclava, por ello fue
constituida reina para que así nadie pueda gloriarse ante Dios (cf. 1 Cor 1,29).
El salmo que vamos a rezar responde a esta actitud de María: ella no quiso
construir su casa ni guardar su ciudad sino que se durmió tranquila en los brazos
de Dios. Siendo pequeña fue enaltecida porque Dios da el pan a sus amigos
mientras duermen. Por ello también tuvo la mejor herencia, los hijos de la
juventud, Cristo, el Señor, con el que derrotó al antiguo adversario, la serpiente,
que hirió sólo su talón.
Oración
Ayúdanos, Señor, a confiar plenamente que eres tú quien actúas en nosotros,
que eres tú quien das a tus amigos mientras duermen el pan de los sudores, la
casa que cobija y la ciudad que protege; que, a ejemplo de María, sepamos,
pues, dormimos confiados en tus brazos como el niño descansa en brazos de su
madre, para que así, también como ella, seamos llevados por ti al tálamo
celestial, donde Cristo, El Rey de reyes, tiene un trono adornado con estrellas,
donde reina por los siglos de los siglos. R. Amén.
Madre del Redentor, virgen fecunda, puerta del cielo siempre abierta, estrella
del mar, ven a librar al pueblo que tropieza y quiere levantarse. Ante la
admiración de cielo y tierra, engendraste a tu santo Creador y permaneces
siempre virgen. Recibe el saludo del ángel Gabriel, y ten piedad de nosotros,
pecadores.
Con esta y las siguientes antífonas pasamos a la Edad Media, tiempo en que tan
intensa y dulcemente se ha vivido la piedad mariana. Literariamente es de gran
perfección. Se atribuye a Hermanus Contractus (+1054), monje de Reichenau.
Se inspira, al parecer, en el Ave malis Stella, himno transmitido en manuscritos
del siglo IX. Hay expresiones en el Alma Redemptoris Mater que tienen su
correspondencia en el Ave maris Stella: Alma Mater, Caeli Porta, Stella maris,
virgo prius ac posterius (= semper virgo), Gabrielis ab ore sumens illud ave (cfr.
5. Daly, OSB, María en la liturgia occidental, en laMar¡olog(a de J.B. Carol,
OFM).
El pueblo pecador pide misericordia (peccatorum miserere) a la dulce, santa,
virginal (¿cómo traducir alma?) Madre del Redentor, el pueblo que
constantemente cae y procura levantarse. Por su maternidad es María la puerta
del cielo siempre abierta; es para el pueblo la estrella del mar. Ella, con pasmo
de la naturaleza (natura mirante), ha engendrado a su Santo Engendrador (tu
quae genuisti... tuum sanctum genitorem), permaneciendo virgen antes y
después. Ella que ha tenido el honor de recibir el Ave de Gabriel tendrá
misericordia de los pecadores.
Muy difícil que una versión castellana tenga en densidad y hermosura el acierto
de las frases latinas.
Salve Regina
Salve, Regina, mater misericordiae, vita, dulcedo et spes nostra, salve. Ad te
clamamus, exsules filii Evae. Ad te susplramus, gementes et flentes in hac
lacrimarum valle.
Eia ergo, advocata nostra, illos tuos misericordes oculos ad nos converte.
Et Iesum, benedictum fructum ventris tui, nobis post hoc exsillum ostende.
O clemens, o pia, o dulcis Virgo Maria.
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra;
Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos,
gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos
misericordiosos, y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito
de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
Ave, Regina caelorum, ave, Domina angelorum, salve, radix, salve, porta, ex
qua mundo lux est orta. Gaude, Virgo gloriosa, super omnes speciosa; vale, o
valde decora, et pro nobis Christum exora.
Salve, Reina de los cielos y Señora de los ángeles; salve, raíz; salve, puerta, que
dio paso a nuestra luz. Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve,
oh hermosa doncella, ruega a Cristo por nosotros.
Regina caeli, laetare, alleluia, quia quem meruisti portare, alleluja, resurrexit
sicut dixit, alleluja, ora pro nobis Deum, alleluia.
Reina del cielo, alégrate, aleluya, porque el Señor, a quien mereciste llevar,
aleluya, resucitó, según su palabra, aleluya. Ruega al Señor por nosotros,
aleluya.
Una felicitación a Maria entre aleluyas. Todo lo que esta antífona tiene de
conciso lo tiene de denso y poéticamente bello. Alegría escatológica para la
Madre del Señor (laetare), alegría que nos evoca la que se anuncia a la Hija de
Sión. Ella es la Reina del cielo (Regina caeli); es la Madre del Señor (quem...
portare, muy bien traducido el "quem" por "el Señor"); un día la Madre del
Señor a quien llevó en su seno (portare), hoy la Madre del Señor resucitado
(resurrexit sicut dixit); es la santa y agraciada (meruisti); es la intercesora de la
comunidad creyente ante su Hijo, el Señor (ora pro nobis Deum; el Deum se
traduce aquí por Señor).
HIMNOS MARIANOS
R. GRANDEZ
Inmaculada
Guiados por la lectura que la Iglesia hace de las santas Escrituras, podemos ver
a María ya en el jardín de la caída. Allí es luz tras el pecado, Virgen signo,
Virgen vence-dora. Los cristianos nos hemos complacido en hacer esta relación:
Paraíso, caída de nuestros padres, Virgen Inmaculada.
El misterio de la Inmaculada en el Adviento nos introduce en el misterio de la
Iglesia; pues la Virgen, como obra de Dios, como Inmaculada es "el feliz inicio
de la Iglesia, hermosa sin mancha ni arruga" (Marialis cultus, 3). Inicio de la
Iglesia, sí; al mismo tiempo efigie de la Iglesia. "Como ya nos enseñó san
Ambrosio, la Madre de Dios es tipo de la Iglesia..." (Lumen gentium, 63).
Y es efigie de nuestro propio corazón. María misteriosamente está dentro de
nosotros. ¿Por qué, insignificante Nazarena, tu nombre en nuestro pecho está
grabado? Porque eres la respuesta muy sencilla a aquello que anhelamos. En
efecto, el ser humano ha nacido con una vocación imborrable de ser lo que la
Virgen fue desde el principio, la toda santa.
Esa es la Virgen María, nuestro rostro y nuestro destino, oh límpida belleza que
admiramos.
Oh Virgen del jardín de la caída, oh luz tras el pecado, oh Virgen signo, Virgen
vencedora, contigo al Dios de gracia celebramos.
Efigie de la Iglesia, Virgen pura, dulcísimo regalo, Mujer, Mujer perfecta por
ser limpia, primer amor del mundo, amor soñado.
Ah, cuántas alabanzas de ti dicen los bien enamorados; ¿por qué, insignificante
Nazarena, tu nombre en nuestro pecho está grabado?
Porque eres la respuesta muy sencilla a aquello que anhelamos; porque eres
simplemente pura gracia, consciente creatura entre sus manos. Porque eres
obediencia al Fuego y Soplo, -tu ser, divino barro-; porque eres nada tuyo, todo
suyo, oh límpida belleza que admiramos.
¡Divina Trinidad de nuestra vida, fanal de nuestros pasos, tu gracia desbordada
sea gloria, el mundo por María restaurado! Amén.
Por obra de la Santa Trinidad la Virgen pura es Madre; entrañas de mujer jamás
nos dieran el fruto celestial que de ellas nace.
Morada de la paz es tu regazo, que a Dios y al hombre traen; mujer, de Dios
fecunda cual ninguna, de humana vida Madre como nadie.
Oh Madre nuestra, casa preparada en donde todos caben, el pan de la unidad y
la alegría y todo lo que es bueno de ti sale.
Callada Madre, Madre de la espera, que estás y a todos abres, no mires nuestro
olvido, Madre buena, que vence y vencerá tu amor más grande.
¡Al Hijo Redentor que ha preparado los brazos maternales, se vuelva todo amor
de nuestra tierra, cantándole con cantos a la Madre! Amén.
Anunciación
La esclava del amor ha dicho si:.. ¡Benditos esos labios!, añadimos, porque ese
"sí" ha traído la salvación del mundo. Contemplemos su actitud de acogida en el
"sí": y cruza en obediencia sobre el pecho las manos que ya guardan al Amado.
No hace falta más que mirar al cuadro de la Anunciación del Beato Angélico.
¡La Anunciación! Para meditar este misterio, tomemos una página del Concilio:
"María en la Anunciación" (Lumen gentium, 56), Fe y obediencia. "Con razón
piensan los Santos Padres que María no fue un instrumento puramente pasivo
en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y
obediencia libres". Es lo que el himno quiere cantar.
Por esta fe, por esta obediencia, María entra en el misterio de su maternidad,
que será siempre misterio de fe, para ella la primera. Ponderemos eso que define
a María como la más pobre y pequeña, toda humilde, pero admiremos que ella
es la Nueva Eva, oh Eva del anuncio, que la Nube luminosa la penetra (Lc
1,35), que ella es la Madre que nos lleva en el regazo.
Morada de la luz y toda gracia, socorro de mortales, cual Madre por nosotros
intercede al Hijo que en tus ruegos se complace.
El Ángel del Señor anunció a María, y creyendo concibió por obra del espíritu
santo y vino la salvación al mundo.
La esclava del amor ha dicho sí, ¡benditos esos labios! y cruza en obediencia
sobre el pecho las manos que ya guardan al Amado.
La Nube luminosa la penetra, fecunda el vientre casto; ¡qué gozo ser la más
pobre y pequeña, teniendo tal tesoro en su sagrario!
María, toda humilde, dulce hermana al par de los hermanos; mas eres ya, oh
Eva del anuncio, la Madre que nos lleva en el regazo.
Abriste el corazón cuando creíste con ojos agrandados; ¡oh!, ábrenos tus brazos
como al Hijo y ciérranos al pecho cobijados.
Temblando de estupor y de ternura al lado tuyo estamos;
tu fe de creatura, excelsa Madre, tu ardiente fe nosotros imploramos.
OTRAS CELEBRACIONES
J. ALDAZABAL
Cualidades o condiciones
Eso sí: también estas celebraciones devocionales, y a pesar de su mayor libertad
formal, han sido renovadas y tienen que seguir las orientaciones que la Iglesia
de hoy ha querido señalar.
a) Tienen que ir de acuerdo con los tiempos litúrgicos (SC 13). Por ejemplo, no
subrayando una espiritualidad distinta o alejada de la que se está viviendo en un
tiempo determinado del ano. Las celebraciones en tomo a la fiesta de la
Inmaculada deben respetar la dinámica propia del Adviento. Los ejercicios
piadosos del mes de mayo han de tener en cuenta la primacía del Tiempo
Pascual...
b) También tienen que ir "de acuerdo con la sagrada liturgia, en cierto modo
deriven de ella y a ella conduzcan al pueblo, ya que la liturgia, por su
naturaleza, está muy por encima de ellos" (SC 13). A veces estos momentos de
oración se inspirarán en la primera parte de la Eucaristía, otras en el esquema de
la Liturgia de las Horas.
Y siempre tratando de asimilar las grandes líneas de la nueva liturgia
postconciliar:
por ejemplo la centralidad de la Palabra, la participación activa de toda la
asamblea...
c) Convendrá recordar una página de Pablo VI sobre dos defectos que son
bastante reales en relación a estas celebraciones piadosas:
"en primer lugar, la actitud de algunos pastores de almas que, despreciando a
priori los ejercicios piadosos no litúrgicos, los abandonan y crean un vacío que
no pueden luego llenar. Así olvidan que el Concilio dijo, no que se suprimieran
tales ejercicios, sino que se armonicen con la liturgia";
"en segundo lugar, la actitud de otros que, abandonando el sano sentido pastoral
y litúrgico, mezclan ejercicios piadosos y actos litúrgicos en una celebración
híbrida. A veces ocurre que dentro dé la misma celebración del Sacrificio
Eucarístico se introducen elementos propios de novenas y otras prácticas
piadosas, con el peligro de que el Memorial del Señor no sea ya el momento
culminante del encuentro de la comunidad cristiana, sino como una ocasión
para alguna práctica devocional. A cuantos así obran quisiéramos recordarles
que la norma conciliar prescribe que se armonicen los ejercicios piadosos con la
liturgia, no que se confundan con ella. Una clara acción pastoral debe, por una
parte, distinguir y subrayar la naturaleza propia de los actos litúrgicos. Y por
otra, valorar también los ejercicios no litúrgicos para adaptarlos a la necesidad
de cada comunidad eclesial y hacerlos auxiliares válidos de la liturgia" (MC
31).
Esquemas variados
La estructura de estas celebraciones puede ser muy variada:
a) A imitación de la liturgia de la Palabra de la Eucaristía, aunque con mayor
libertad para la elección de lecturas tanto bíblicas como actuales y en la
introducción de can-tos y oraciones.
c) A imitación del Rosario. El rezo del Rosario ha sido en los últimos siglos la
oración mariana -no litúrgica- más extendida en el pueblo cristiano. Vale la
pena releer los números que la "Marialis Cultus" de Pablo VI les dedica (MC
42-52): el Rosario es en verdad una "oración evangélica", que se centra en el
misterio de Cristo, meditando en él, a la vez que se invoca a la Virgen con las
palabras del Evangelio y de la Iglesia. Su rezo admite una sana creatividad,
aprovechando algunos o todos sus misterios.
b) Otras veces una celebración mariana se fijará en su relación actual para con
nosotros;
c) Cada uno de los misterios del Rosario, según la fiesta o el tiempo litúrgico,
pueden muy bien ser construidos como una celebración independiente,
ayudándonos a profundizar una vez en un aspecto más monográfico de esta
oración.
d) Los varios tiempos del Año Litúrgico pueden darnos ocasión para hacer una
celebración mariana, de modo que con su recuerdo nos sintamos más motivados
a sintonizar con el misterio de Cristo: Maestra de la espera en el Adviento,
presente en la Pasión y en la Muerte, actitud pascual de la Virgen, Maria como
llena del Espíritu de Pentecostés...
Los diversos elementos de que puede constar una celebración mariana son en su
mayoría los que ya utilizamos en las celebraciones litúrgicas.
a) Las lecturas bíblicas: el Leccionario mariano de las fiestas, del común y de
los sábados, ofrece una abundante selección, así como el de la Liturgia de las
Horas.
b) Las lecturas patristicas y actuales: en el Oficio de Lecturas de las fiestas
marianas hay una serie de las mejores páginas marianas de los Padres; a las que
hay que añadir para estas celebraciones otras tomadas de la "Lumen Gentium",
en su capítulo octavo, la "Marialis Cultus" de Pablo VI, y páginas selectas de las
alocuciones del mismo Pablo VI y del Papa actual, Juan Pablo II. Pueden ser
útiles también aquellos números de las Reglas propias de una familia religiosa
que hablan de la Virgen.
c) Los cantos: eligiéndolos de entre los que destacan los aspectos concretos que
se quieren resaltar en una celebración determinada; sin que falten los salmos
que la liturgia de las Horas emplea en las fiestas marianas, y sobre todo el canto
del Magníficat. Sería muy conveniente conservar los cantos gregorianos
marianos más sencillos, que el pueblo cristiano canta con gozo: el Ave María, la
Salve, el Ave Maris Stella, el Ave Regina caelorum..
d) La oración: que puede ser de diversas maneras: presidencial (con formularios
más libres que los litúrgicos), a modo de preces (que también admiten mayor
creatividad en esta clase de celebraciones) o en forma litánica.
e) Momentos de silencio, porque estas celebraciones a veces pueden tomar un
tono más pausado y contemplativo.
f) Elementos audiovisuales, que pueden ayudar, si se eligen con discreción y
adaptación, a un clima de alabanza y oración.
g) Los signos y símbolos: en torno a una imagen o icono de la Virgen, o con
gestos de ofrenda, o con el movimiento procesional (por ejemplo al aire libre,
en el jardín de una comunidad religiosa, hacia un monumento de la Virgen)...
Creatividad
Aquí sí que se puede recordar la invitación que Pablo VI hacía a "las
Conferencias Episcopales, las iglesias particulares, las familias religiosas y las
comunidades de fieles" para que "favorezcan una genuina actividad creadora"
(MC 24) y a "renovar sabiamente prácticas y ejercicios de devoción a la Virgen
María y secundar el impulso creador de cuantos con sincero fervor personal y
sensibilidad pastoral por el bien de los fieles desean dar vida a nuevas formas de
veneración" (MC 40).
La sensibilidad tradicional del pueblo cristiano, o de cada familia religiosa, o de
cada población, hacia la Virgen María o a algún aspecto concreto de su figura,
pueden y deben encontrar apoyo bien orientado en este momento de las
celebraciones de oración. Evitando el extremo de prescindir totalmente de ellos,
bajo el pretexto de la liturgia, y a la vez renovándolos y revisándolos a la luz de
los criterios antes enumerados, y que la misma Iglesia ha señalado.
Sobre todo la oración es un campo magnífico de creatividad, en la línea de las
alocuciones de Pablo VI o de Juan Pablo II, que terminan muchas veces con una
oración dirigida a la Virgen, y que ofrecen formularios no litúrgicos pero muy
válidos para expresar y fomentar la fe mariana de la Iglesia actual.
EL MES DE MAYO
J. ALDAZABAL
No es una decisión constructiva el suprimir sin más el color mariano del mes de
mayo. No es bueno el despreciar las formas más populares de la religiosidad y
de la fe.
Eso sí: habría que saber conjugar sabia y proporcionalmente este recuerdo de la
Virgen María con lo que es la celebración central de este tiempo: la Pascua de
Cristo y el don del Espíritu en Pentecostés.
Si el recuerdo de María en diciembre se centra en el misterio de la Encamación
y Nacimiento del Hijo de Dios, en mayo puede muy bien centrarse en el
misterio pascual de Cristo. En ambas ocasiones el centro de la atención es el
mismo Cristo Jesús. Pero también en ambas ocasiones la presencia de la Madre
puede no sólo ser legítima, sino ayudarnos eficazmente a celebrar mejor el
misterio del Hijo. Ella estuvo maternalmente presente en la espera y en el
nacimiento del Salvador. Ella estuvo maternalmente presente junto a la Cruz de
su Hijo y con la comunidad pascual de los creyentes, y en la venida del Espíritu
sobre la Iglesia.
La relación de María con Cristo, con el Espíritu y con la comunidad eclesial,
podrían ser los puntos dominantes de este recuerdo mariano del mes de mayo. Y
así ayudar-nos a todos a celebrar mejor la Pascua de Jesús.
El mes de mayo no habría que motivarlo porque es el "mes de las flores" o el
mes de la primavera. Sino porque es el tiempo -la Cincuentena- en que
celebramos la Pascua de Cristo y de la Iglesia: y ella, la Madre, estuvo más que
nadie presente en el gran acontecimiento y es el primer fruto, el más perfecto,
de esa misma Pascua de Jesús.
Ella fue la llena de Pascua, la llena del Espíritu, y estuvo presente activamente
en la comunidad de Cristo. Es la mejor Maestra que tenemos para la vivencia de
la Pascua.
Si hay alguien que ha asimilado la Pascua de Cristo, es María, sobre todo en su
Asunción. Si hay alguien que ha recibido plenamente el don del Espíritu, es
María, ya desde su concepción y luego en su maternidad.
- en la Eucaristía, algunas veces durante este mes -sobre todo los sábados-
se puede utilizar la Misa votiva de la Virgen Madre de la Iglesia, con su
hermoso prefacio, que resume la presencia de María a lo largo del misterio de
Cristo y de la Iglesia,
- el canto del Magníficat, en Vísperas, puede subrayarse de modo especial
este mes, por su coherencia evidente con el misterio pascual,
c) En cuanto al lenguaje de los signos, conviene destacar dos elementos que por
otra parte están muy bien relacionados entre sí: el Cirio Pascual, como
recordatorio del Triunfo del Señor, y la imagen de la Virgen María, como el
mejor fruto de la Pascua y la más entrañable Maestra de nuestra vida pascual.
e) Allí donde hay tradición de otra clase de celebraciones, como puede ser una
procesión o una peregrinación, pueden convertirse en una ocasión buena para
insistir en la relación de la Virgen con la Pascua de Cristo o la plenitud del
Espíritu o con la comunidad eclesial. El afecto, el sentimiento, la alabanza y la
oración a María, se tienen que conjugar con lo que es el centro de la Pascua.
Misterios gozosos
Monición. Hermanos, los misterios del Rosario que hoy vamos a recordar y
contemplar son los gozosos. Todos ellos se refieren a los comienzos de la vida
terrena del Hijo de Dios hecho hombre: la infancia de Jesús. Con-templar estos
misterios significa que hacemos nuestra una actitud de la Virgen María cuando
vivió estos acontecimientos. María, nos dice el evangelista san Lucas, guardaba
todas estas cosas meditándolas en su corazón. Por eso ella va a ser nuestro
modelo, como Virgen oyente y Virgen orante. Ella acogió la Palabra de Dios
con fe y, creyendo, concibió en su seno a Jesús. Que ella nos ayude a escuchar
también con fe la divina palabra, a meditarla, a hacerla nuestra en la oración y
en la vida.
Canto mariano. Por ejemplo, "Madre del Salvador" o "Hija de Sión"; después
de cada misterio se pueden cantar una estrofa del mismo canto.
Letanías de la Virgen: (al final, antes del "Cordero de Dios", se pueden añadir
algunas intenciones, si no se ha hecho o se va a hacer próximamente en la
Eucaristía o en Vísperas).
Misterios dolorosos
Monición. Hermanos, los misterios que hoy vamos a meditar son los del dolor
de Cristo y de su Madre. Procuremos asociarnos a los padecimientos de aquél
que, para redimirnos, se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz, e
imitemos la disponibilidad de María para cooperar positiva y activamente en
esta obra salvadora. Ella, indisolublemente unida a Cristo, es la Virgen oferente
que presentó a su Hijo en el Templo anunciando la oblación en el ara de la cruz
y escuchando las palabras de Simeón de que una espada atravesaría su alma.
María, la Virgen fiel que se llama a sí misma la "sierva del Señor", estará firme
junto a la cruz para recibir maternalmente la herencia de Jesús: sus discípulos,
la Iglesia. Que ella nos ayude a hacer nuestros los sentimientos de Cristo en la
pasión y a completar en nuestra carne sus dolores redentores.
2. misterio: la flagelación
* lectura bíblica: Jn 19,1-5 (o Mt 27,26b-30)
* Padrenuestro, avemarías y Gloria
* oración: "Oh Dios, que has redimido a todos los hombres con la Sangre
preciosa de tu Hijo unigénito, conserva en nosotros la acción de tu misericordia
para que, celebrando siempre el misterio de nuestra salvación, podamos
conseguir sus frutos eternos. Por Jesucristo N.S."
Letanías de la Virgen.
Canto mariano: por ejemplo "Reina del cielo", "Regina coeli". Se pueden ir
cantando sus estrofas en medio de los misterios.
EL ROSARIO
breve monición haciendo presidencial, una litánica
Se puede decir que el Rosario es, en cierto modo, una oración-comentario del
último capítulo de la Constitución "Lumen Gentium" del Vaticano II, capítulo
que trata de la admirable presencia de la Madre de Dios en el misterio de Cristo
y de la Iglesia.
Sobre el fondo de las palabras "Dios te salve, María", pasan ante los ojos del
que las reza los principales episodios de la vida de Cristo, con sus misterios
gozosos, dolorosos y gloriosos, que nos hacen entrar en comunión con Cristo,
podríamos decir, a través del corazón de su Madre.
Nuestro corazón puede encerrar en estas decenas del Rosario todos los hechos
que componen la vida de cada individuo, de cada familia, de cada nación, de la
Iglesia y de la humanidad: los acontecimientos personales y los del prójimo y,
de modo particular, de los que más queremos. Así, la sencilla oración del
Rosario late al ritmo de la vida humana".
J. ALDAZABAL
7. Oración
Se puede hacer o una oración a modo de preces, o bien sólo la oración
presidencial: tomándola del Misal, según el tiempo o la fiesta.
Oh Dios, nuestro Padre, como de una raíz en tierra fértil, tú hiciste nacer de la
Virgen María el santo "brote", Cristo, tu HUO; haz que todos los cristianos,
injertados en El por medio del Bautismo en el Espíritu, puedan renovar su
juventud y dar frutos de gracia para alabanza de tu gloria.
Oh Dios, Padre de Cristo nuestro Salvador, que en María, virgen santa y solícita
madre, nos has dado la imagen de la Iglesia, manda a tu Espíritu en ayuda de
nuestra debilidad para que, perseverando en la fe, crezcamos en el amor, y
caminemos juntos hasta la meta de la feliz esperanza.
Estas oraciones del Misal italiano -cuya sola aparición es un hecho ejemplar de
creatividad eclesial- tienen riqueza de contenido. Con un estilo discreto, entre
poético y teológico, reflejan claramente las direcciones de la LG y de la MC.
María aparece en ellas:
LA MADRE DE LA MISERICORDIA
Kyrie, eleison
Christe, eleison
Kyrie, eleison
Sancta Maria
Sancta Dei Genetrix
Sancta Virgo virginum
Electa Filia Patris
Mater Christi Regis
Gloria Spiritus Sancti
Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad
Santa María
Santa Madre de Dios
Santa Virgen de las vírgenes
Ancilla Domini
Mater Domini
Socia Redemptoris
Plena gratia
Fons pulchritudinis
Summa virtutum
Mulier nova
Mulier amicta sole
Mulier stellis coronata
Domina benigna
Domina clemens
Domina nostra
Laetitia Israel
Splendor Ecclesiae
Decus humani generis
Advocata gratiae
Ministra pietatis
Adiutrix Populi Dei
Regina caritatis
Regina misericordiae
Regina Pacis
Regina Angelorum
Regina Patriarcharum
Regina Prophetarum
Regina Apostolorum
Regina Martyrum
Regina Confessorum
Llena de gracia
Fuente de hermosura
Conjunto de todas las virtudes
Alegría de Israel
Esplendor de la Iglesia
Honor del género humano
Abogada de la gracia
Dispensadora de la piedad
Auxiliadora del pueblo de Dios
Reina de la caridad
Reina de la misericordia
Reina de la paz
Señora mía, dueña y poderosa sobre mí, madre de mi Señor, sierva de tu Hijo,
engendradora del que creó el mundo, a ti te ruego, te oro y te pido que tenga el
espíritu de tu Señor, que tenga el espíritu de tu Hijo, que tenga el espíritu de mi
Redentor, para que yo conozca lo verdadero y digno de ti y para que ame todo
lo que sea verdadero y digno de ti.
Tú eres la elegida por Dios, recibida por Dios en el cielo, llamada por Dios,
próxima a Dios e íntimamente unida a Dios
Tú visitada por el ángel, saludada por el ángel, bendita y glorificada por el
ángel, atónita en tu pensamiento, estupefacta por la salutación y admirada por la
enunciación de las promesas. Escuchas que has encontrado gracia ante Dios, se
te manda que no temas, se te confirma en tu confianza, se te instruye con el
conocimiento de los milagros y se te conduce a la gloria de un nuevo milagro
nunca oído. Sobre tu prole es advertida tu pureza, y del nombre de la prole tu
virginidad certifica: se te predice que de ti ha de nacer el Santo, el que ha de ser
llamado hijo de Dios y de modo milagroso se te da a conocer el poder que
tendrá el que nacerá de ti.. He aquí que tú eres dichosa entre las mujeres, señora
entre las doncellas, reina entre las hermanas.
He aquí que desde ese momento te dicen feliz todas las gentes, te conocieron
feliz las celestiales virtudes, te adivinan feliz los profetas todos y celebran tu
felicidad todas las naciones. Dichosa tú para mi fe, dichosa tú para mi alma,
dichosa tú para mi amor, dichosa tu para mis predicciones y predicaciones. Te
predicaré cuanto debes ser predicada, te amare' cuanto debes ser amada, te
alabaré cuanto debes ser alabada, te serviré cuanto hay que servir a tu gloria.
Tú, al recibir sólo a Dios, eres posterior al Hijo de Dios; tú, al engendrar a un
tiempo a Dios y al hombre, eres antes que el hombre hijo, al cual, al recibirle
solamente al venir, recibiste a Dios por huésped, y al concebirle tuviste por
morador, al mismo tiempo, al hombre y a Dios.
En el pasado eres limpia para Dios, en el presente tuviste en ti al hombre y a
Dios, en el futuro serías madre del hombre y de Dios; alegre por tu concepción
y tu virginidad, contenta por tu descendencia y por tu pureza y fiel a tu Hijo y a
tu esposo.
Card. E. PIRONIO
Señora de Belén, Señora de la noche más buena y esperada, Señora del Silencio
y de la Luz, Señora de la Paz, la Alegría y la Esperanza, Señora de la sencillez
de los pastores y de la claridad de los ángeles que cantan:
Gloria a Dios en el cielo, Paz en la tierra a los hombres que Dios ama. Señora
de los pobres y de los niños, Señora de los que no tienen nada, de los que sufren
soledad, porque no encuentran comprensión en ningún alma.
Gracias por habernos dado al Señor en esta Noche, por habernos entregado el
Pan que nos faltaba. Gracias por habernos hecho ricos con tu pobreza y
fidelidad de Esclava. Gracias por tu silencio que recibe y rumia y engendra en
nosotros la Palabra.
Nos sentimos felices esta Noche y con ganas de contagiar esta dicha a muchas
almas, de gritar a los hombres que se odian: que Dios es Padre y los ama.
De gritarles a los que tienen miedo: no temáis. Y a los que tienen el corazón
cansado: Adelante, que Dios os acompaña.
Señora de Belén,
Señora de la Noche y la Mañana.
Señora de los campos que despiertan
porque Jesús ha nacido en la comarca.
Señora de los que peregrina,
como Tú, sin hallar tampoco una posada.
Enséñanos a ser pobres y pequeños.
A no tener ambición por nada.
A desprendernos y entregarnos.
A ser los mensajeros de la Paz y la Esperanza.
Que esta Noche la Luz que Tú nos diste sea el comienzo de una claridad que no
se acaba. Que el amor sustituya a la violencia, que haya justicia entre los
hombres y los pueblos. Que en la Verdad, la Justicia y el Amor, se haga la
verdadera Paz cristiana.
Que esta noche Jesús nazca en nosotros y que al volver después a nuestra casa,
podamos decirles a los hombres, que viven inseguros y sin esperanza:
No temáis, os traemos la Buena Noticia la gran Alegría para todo el pueblo:
hoy en la ciudad de David, os ha nacido el Salvador, el Mesías, el Señor. Que
así sea.