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LINEAS DE CATEQUESIS

J.ALDAZABAL

Ha y una nueva forma de acercarse a la figura de María y de proponerla en la


catequesis o en la predicación.

La nueva sensibilidad ha sido orientada por el mismo Concilio, con el capítulo


octavo de la "Lumen Gentium", y sobre todo por la "Marialis Cultus" de Pablo
VI en 1974.

Cada generación ha mostrado su aprecio y su devoción mariana según los


matices de su propia espiritualidad. Siguiendo aquella gozosa profecía de que
"todas las generaciones me llamarán bienaventurada", la comunidad cristiana de
todos los tiempos la ha alabado y le ha dirigido su oración.

El Concilio nos ha movido en todos los aspectos de nuestra comprensión


teológica y de nuestra espiritualidad a renovar, a revisar, a orientarlo todo más
claramente conforme al Evangelio, o a la Palabra de Dios, dando la primacía a
Cristo Jesús, al domingo y a los tiempos fuertes del Ano cristiano. Esto ha
afectado también a nuestra devoción mariana. No en el sentido de disminuir
nuestro amor a la Virgen María, o de menospreciar las formas heredadas -tanto
litúrgicas como devocionales- de esta misma devoción: pero sí en una dirección
de discernimiento y de adaptación a los valores que el mismo Concilio, y luego
la reforma litúrgica, nos han presentado como primarios. El mismo Pablo VI en
la "Marialis Cultus", ha ejercitado con valentía la autocrítica en este aspecto del
culto mariano.

Este cambio de orientación ha traído casi inevitablemente una evolución en


nuestra comprensión de la Virgen: evolución que en cierto modo se puede
llamar en verdad una "crisis". Si Cristo ha de ser el verdadero centro de nuestra
oración, si el domingo debe prevalecer sobre todo otro día, si la clave de nuestra
espiritualidad ha de ser la Palabra revelada, si la celebración litúrgica es
prioritaria respecto a los otros ejercicios de piedad: todo esto ha hecho que para
muchos se haya "relativizado" y cuestionado la forma que habíamos tenido
hasta ahora de honrar a la Virgen María. No ha sido fácil encontrar el equilibrio
entre esos valores primarios y la expresión del amor a la Virgen, que
naturalmente ha de seguir y ha seguido existiendo en la espiritualidad del
pueblo cristiano. Una cierta confusión, y también un examen de conciencia y un
reajuste incluso teológico, han hecho que las formas de devoción mariana hayan
experimentado un momento de cansancio o de paréntesis.

Pero en los últimos anos, debido sobre todo al magisterio de Pablo VI y de Juan
Pablo II, superado en gran parte ese período de "silencio" o de revisión, ha sido
notorio el redescubrimiento de la figura de María para la teología y la
espiritualidad de la Iglesia. Eso sí: con un lenguaje renovado y unas formas más
ajustadas. Por ejemplo con una armonía mucho mayor, al presentar a la Virgen,
en su cercanía al misterio de Cristo, o a la comunidad de la Iglesia, o a los
valores antropológicos más apreciados por el hombre de hoy, superando las
exageraciones y desvíos de los que tan valientemente habla Pablo VI en su
documento. Hay una "vuelta a María", con una teología enriquecida y una
devoción que ha revisado sus formas, pero que no ha disminuido -más bien ha
aumentado- su amor.

LOS CRITERIOS DE APROXIMACION A LA FIGURA DE MARIA


Pablo VI ha señalado los criterios que en la actual comprensión de la Iglesia
deberían ayudar a nuestra nueva visión de la Virgen.

a) La vuelta al Evangelio. La fuente auténtica donde hemos de buscar el retrato


de la Virgen es el Evangelio, y no tanto las etapas intermedias de los siglos
pasados. No es que sea ilegítima la evolución mariana en la historia de la
Iglesia: pero ciertamente el "ropaje" que las varias generaciones y sensibilidades
han añadido a la figura evangélica de Maria no ha sido siempre enriquecedor.
En gran parte la frialdad que algunos últimamente han podido sentir hacia la
devoción mariana se han debido a ese lenguaje heredado de los últimos siglos,
mientras que la figura de María tal como aparece en el N.T. es de tal
reciedumbre y atractivo, también para los cristianos de hoy, que la convierte en
modelo de fe cristiana de perenne actualidad.

Por eso Pablo VI invita a "que en la Biblia se inspiren para su lenguaje las
fórmulas de oración y las composiciones destinadas al canto" (MC 30) y que en
todo momento busquemos "la figura de la Virgen tal como nos es presentada
por el Evangelio" (MC

b) Las actitudes de la fe en María. Otro de los criterios que están dando nuevo
color a la presentación de la Virgen es que no se basa tanto en los privilegios
que la han hecho única en la historia de la salvación, sino en las actitudes vitales
que ella muestra en el Evangelio.
Naturalmente que en María la acción salvadora de Dios y de su Espíritu ha
obrado maravillas que nos llenan de gozo: la Inmaculada Concepción, la
Maternidad virginal, la gloriosa Asunción. Estos privilegios serán siempre
objeto de nuestra admiración y de nuestro culto.
Ella aparece como el fruto privilegiado de la Pascua de Cristo y obra maestra de
la acción del Espíritu.

Pero en la actual sensibilidad, tal como aparece en la "Marialis Cultus", se


tienen muy presentes además aquellos aspectos del retrato de la Virgen que la
hacen más cercana a nosotros y modelo entrañable de nuestra actitud cristiana:
su fe, su disponibilidad para con Dios, su participación activa en el plan
salvador de Dios, su docilidad a la Palabra, su capacidad de oración y de
alabanza, su apertura y solidaridad, su sentido social, su presencia en la
comunidad cristiana, su fortaleza en las dificultades, su fidelidad en el
cumplimiento de la misión encomendada...
Con esta perspectiva María aparece para los cristianos de hoy como el modelo
de las mejores esperanzas y de las más profundas virtudes evangélicas y "les
ofrece el modelo perfecto del discípulo del Señor" (MC 37).

c) Su cercanía a nosotros. Una de las tendencias más características de la nueva


sensibilidad mariana es la de presentar a María, no alejada de nosotros, por su
perfección ideal, sino como una persona que pertenece a nuestra familia, el
miembro más entrañable de la Iglesia, la comunidad de Jesús; no una Virgen
elevada al mundo de las hadas o de los milagros, sino -tal como aparece en el
Evangelio- íntimamente enraizada en la vida diaria, compañera de camino en la
fe de todos los demás creyentes en Cristo; no aislada e inaccesible, sino modelo
de toda la comunidad, hermana y Madre de todos los creyentes.

Como dice K. Raliner, María debe aparecer como la mujer del pueblo, la mujer
pobre, la mujer que aprende, que vive inmersa en la situación histórica y social
y religiosa de su tiempo y de su gente; en definitiva, debe aparecer como una
persona humana y no como un ser divino; como aquella mujer que desde y en el
gris diario de su situación, aceptó para sí y para los demás su misión en la
Historia de la Salvación, con sus actos y sus sufrimientos, aprendiendo a través
de la inseguridad, en fe, esperanza y amor. Precisamente así es ella modelo y
madre de los creyentes" (Razón y Fe, 1975, p. 232).

Algo parecido ha sucedido con las perspectivas más antropológicas en torno a


Cristo en la teología actual: Cristo como el verdadero Hombre, que cumple en sí
mismo y ofrece a todo hombre la plenitud de todos los valores que pueden
desear.

d) Unida a Cristo, al Espíritu y a la comunidad. Son tres criterios que Pablo


VI desarrolla ampliamente (MC 25-28). Junto a la persona de Cristo, centro de
nuestra fe, aparece también, en lugar discreto pero irrenunciable, su Madre.
Junto al protagonismo del Espíritu, cada vez más reconocido en la
espiritualidad actual, aparece la "llena de gracia", la que ha sido modelo de
docilidad el Espíritu. Dentro de la Iglesia, la comunidad de Cristo y del
Espíritu, está Maria, la primera cristiana, su más insigne miembro, su
protectora y madre.
Es expresivo el titulo de la "Lumen gentium", en su capítulo octavo: "La
Santísima Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la
Iglesia".

Todos estos criterios, conjugados, deben ayudamos a comprender nosotros


mismos mejor, y a saber presentar a los demás, la figura de María, con toda la
intención con que Dios ha querido que estuviera presente en nuestra Historia de
Salvación.

Una figura no basada en milagros o apariciones, no exaltada hasta la frontera


del mito por la exageración del amor, no aislada: sino la figura recia y materna
que aparece en el Evangelio, indisolublemente unida a Cristo, llena de su
Espíritu, miembro de la comunidad eclesial, modelo de las mejores virtudes
cristianas. Nuestra hermana y madre. La más perfecta discípula de Cristo. La
primera cristiana.
Las líneas de una catequesis mariana, siguiendo la "Lumen Gentium" y la
"Marialis Cultus", así como los textos de la liturgia, podrían ser las siguientes.

La Virgen abierta a Dios


La primera gran dirección en la que María se nos muestra como cumplimiento
del Evangelio de Cristo es su relación para con Dios.

a) Aparece, ante todo, como la Virgen creyente.

Ha dicho "sí" a Dios; ha dejado que actúe en ella; ha creído la Palabra de Dios,
con una fe personal, responsable, comprometida. Aparece como la
personificación del Israel del A.T., del "resto de Israel", como Abraham, el
padre de la fe. Ella es la antítesis del "no" de Eva, y por tanto representante de
todos los que a lo largo de los siglos habían dicho o dirían "sí" a Dios.

"Hágase en mí según tu Palabra": es la actitud fundamental de la fe, que luego


pedirá Cristo a sus discípulos. Por eso, cuando diga que "bienaventurados más
bien los que escuchan la Palabra de Dios y la guardan" (Lc 11,28), no está
excluyendo a su Madre, sino más bien incluyéndola y resaltando su mejor
virtud.

Pablo VI la presenta como "la Virgen oyente" (MC 17), porque la fe es su


actitud radical de apertura a Dios. Elia acogió a Cristo, antes con su fe, como el
Verbo y la Palabra de Dios, que con su propio cuerpo. Su prima Isabel la
alabará ante todo "porque ha creído". El evangelio dirá que ella "meditaba todas
estas cosas en su corazón" (Lc 2,19), y que seguía a Jesús dentro del grupo de
los discípulos (Mt 12,46).
Actualmente también la Iglesia está valorando cada vez más la actitud de la
escucha de la Palabra de Dios, está "aprendiendo" a ser discípula, tanto en la
celebración litúrgica como en todo momento de oración y movimiento de
espiritualidad. Quiere ser comunidad de fe, oyente, creyente: como María, la
que Pablo VI llama "la perfecta discípula de Cristo". En la Virgen tiene la
Iglesia, para esta actitud primera del cristianismo, su mejor espejo y modelo.

1) La Virgen orante. Maria aparece en el Evangelio como la mujer orante: la


que se dirige a Dios con su alabanza y súplica.

"Así aparece en la visita a Isabel, donde prorrumpe en expresiones de alabanza


a Dios, de humildad, de fe y esperanza: todo esto es el cántico del Magnificat, la
oración por excelencia de Maria, canto de los tiempoÉ mesiánicos, en el que
confluye la gozosa alegría del viejo y del nuevo Israel..." (MC 18).

"También aparece como Virgen orante en Caná: allí, haciendo presente a su


Hijo con delicada súplica una necesidad temporal, obtiene además una gracia
superior: que Jesús, realizando el primero de sus signos, confirme a sus
discípulos en la fe en El.

"También el último trazo biográfico de María nos la describe en oración. Los


apóstoles perseveraban unánimes en la oración, juntamente con las mujeres y
con María, Madre de Jesús, y con sus hermanos (11ch 1,14). Así aparece Maria
orando en la Iglesia naciente y sigue así en todo tiempo" (MC 18).

Son tres momentos de un retrato evangélico: María que responde a la iniciativa


de Dios con su oración, personal y comunitaria. También en esto es modelo de
una comunidad eclesial que ha querido renovar últimamente su vida de oración,
volver a aprender su oración de alabanza (sobre todo en la Liturgia de las Horas
y en la oración eucarística). Como discípulos de María, su oración, se convierte
también en oración nuestra: oración de alabanza (el Magnificat), oración de
súplica (la petición de Caná), oración contemplativa (María que conserva en su
corazón y medita sobre los acontecimientos), oración comunitaria (María con
los demás discípulos a la espera del Espíritu)...

Nuestra devoción a la Virgen María no sólo nos estimula en la línea de la


humildad o de la pureza: nos invita a ser sus discípulos en la fe y en la oración.
Ella es la Maestra de la Iglesia orante.

c) La Virgen oferente. Es verdad que Cristo ofrece de una vez por todas el
sacrificio salvador, su propia vida en la Cruz, al Padre. El es el Mediador, el
verdadero y único sacerdote -
Pero también en esto la Virgen María, su Madre, aparece unida a su Hijo en las
páginas del evangelio. Le está unida en su ofrenda sacrificial para la salvación
de la humanidad:
- "en el episodio de la Presentación de Jesús en el Templo, la Iglesia... ha
vislumbrado, más allá del cumplimiento de las leyes relativas a la oblación del
primogénito y de la purificación de la madre, un misterio de salvación relativo a
la historia salvífica" (MC 20); es Cristo Jesús el que se ofrece, ya en su infancia,
con la misma voluntad sacrificial que He 10 le afirma desde el momento de la
Encarnación y que le llevará hasta la consumación de la cruz; pero a la vez "la
misma Iglesia ha percibido en el corazón de la Virgen que lleva al Niño a
Jerusalén para presentarlo al Señor una voluntad de oblación que trascendía el
significado ordinario del rito" (MC 20); la Madre, en actitud de respeto ante el
misterio y de solidaridad con su Hijo, tiene que oir ya en esta escena el anuncio
sombrío de la espada en labios del anciano Simeón;

- y luego, al final, María está junto a la Cruz de su Hijo; la actitud oferente de la


Madre, junto a Jesús, se hace todavía más explícita, "sufriendo profundamente
con su Unigénito y asociándose con ánimo materno a su sacrificio" (LG 28; MC
20); con toda la elocuencia del silencio de una madre, está al lado de~su Hijo
que muere en la Cruz.

La comunidad cristiana celebra ahora con renovada participación la Eucaristía,


como memorial de ese Sacrificio Pascual de Cristo. Por eso, cuando hacemos
este memorial eucarístico, ofreciendo a Dios lo mejor que la humanidad ha
sabido dar en toda su historia -la entrega pascual de Jesús- estamos muy cerca
tanto de Cristo como de su Madre. Ella puede ser para nosotros el mejor modelo
de una comunidad oferente Y no sólo en la celebración litúrgica, sino también
en la oblación vital de su propia existencia diaria. La que empezó a cumplir su
misión con el "hágase en mí según tu Palabra", la que se ofreció a sí misma, en
la vida diaria y también al pie de la Cruz, por su docilidad al Espíritu y por su
cercanía con Cristo, es la que mejor nos puede estimular a unir la Eucaristía y
nuestra propia vida en una única ofrenda al Señor.

La Virgen abierta a los demás


En el Evangelio, María aparece también como un modelo entrañable de
disponibilidad de sentido social y comunitario, de cari dad fraterna. No sólo
abierta por la fe al plan salvador de Dios, sino cercana a sus hermanos.

Una mujer que con la alegría que debe sentir por haber sido la elegida de Dios,
no se encierra en sí misma, sino que acude con sentido realista y servicial a
cuidar de su prima Isabel en los meses anteriores a su maternidad y que le
atiende en el parto. Que acepta gustosa la invitación a la boda de unos amigos
en el pueblo vecino de Caná, y que en la alegría de la fiesta se da cuenta del
apuro de los novios porque falta el vino y con delicadeza logra de su HUO el
primer milagro. Y a la hora de las alabanzas, ya no está. Ha dejado
discretamente el puesto a su Hijo.

Una mujer que después de los angustiosos momentos de la muerte de Jesús y de


la alegría de su resurrección, no se retira ni desaparece para rumiar a solas los
acontecimientos. Está allí, en oración con los discípulos. Abierta a la
comunidad, no replegada en sí misma, sino cercana a la Iglesia naciente, como
antes lo estuviera con Jesús.

Una mujer que en el canto del Magnificat muestra un alto sentido de solidaridad
con su pueblo, Israel, siempre perseguido, y alaba a Dios porque libera a los
pobres y es vengador de los humildes y oprimidos, y desbarata los planes de los
orgullosos. Valiente oración, la del Magníficat, que refleja a la Virgen no como
una mujer alienada y pasiva, sino abierta a su pueblo, a sus vecinos, a sus
familiares, a la comunidad cristiana.

Para una Iglesia que pone un énfasis clarísimo en la caridad, como valor
fundamental del evangelio de Cristo, resulta María, de nuevo, la "primera
discípula" del Maestro, Jesús, imitadora fiel de su actitud de total entrega por
los demás. Modelo de servicialidad. Y a la vez, Hermana y Madre, que sigue
mostrándose solidaria de nuestras necesidades y está siempre dispuesta a
interceder ante su Hijo por nosotros.

Fuerte ante el dolor y fiel a su vocación


La misión que le encomendó Dios no fue nada fácil: ser la Madre del Mesías.
Ya Simeón le anunció que una espada de dolor iba a estar presente en su vida y
que su Hijo iba a ser signo de contradicción.
En las páginas del Evangelio María aparece como modelo de entereza y de
fidelidad a esta su vocación. El "sí" que dio al ángel tuvo consecuencias
importantes en su vida

María se muestra como una mujer sencilla, de pueblo, de familia pobre. Sin los
milagros y los ángeles que aparecen en los libros apócrifos, porque la elección
de Dios no cambió su estado social ni le facilitó los problemas económicos.

Una mujer que experimentó de mil modos el dolor, desde las sospechas de sus
vecinos sobre su maternidad hasta las angustias de un nacimiento fuera de toda
posada; desde los inconvenientes del destierro hasta el dolor de ver a su Hijo
perseguido y llevado a la muerte.

La Madre de Jesús se nos presenta en el Evangelio como una mujer fuerte, fiel,
recia, experta en dolor, modelo de todos los que durante los siglos iban a seguir
a su Hijo desde las dificultades y las contradicciones, desde la pobreza y la
sencillez de la vida diaria. Y como una creyente a la que tampoco se le ahorró la
oscuridad y la duda, también ella "avanzó en la peregrinación de la fe" (LC 58)

Los artistas tienen derecho a pintarla rodeada de estrellas y ángeles. Pero en el


evangelio aparece como la mujer de un trabajador, pobre y humilde. Mucho
mas sierva que "reina": "he aquí la esclava del Señor... porque miró la
humillación de su esclava".

Ser fieles a la propia vocación, en esta vida, supone muchas veces la


experiencia del dolor y de la dificultad. La imagen evangélica de María al pie de
la Cruz de su Hijo es ciertamente el modelo más entrañable y cercano a las
comunidades cristianas de todos los tiempos.

La primera cristiana

Por todo ello Pablo VI la llama con gusto "la primera cristiana".

En María es donde mejor se ve cómo Dios ha querido salvar a la humanidad y


cómo la humanidad ha sabido responder a la iniciativa de Dios. Dios actuó en
ella, y ella supo ser abierta y fiel a Dios.

María, la primera creyente en Cristo. La mejor modelo de oración. La que


cumplió la misión que se le encomendaba desde las circunstancias más
normales de una vida pobre y sencilla. La que entendió su vida como servicio a
los demás. En verdad, la perfecta discípula de Cristo.

Por eso María, en relación a la comunidad eclesial, es ante todo su primer


miembro:
salvada por Cristo, fruto exquisito de la Pascua y de la acción de su Espíritu.

Es también modelo y tipo de todo lo que la Iglesia desea ser. El prototipo de


todos los que en el AT y el NT y en los veinte siglos de fe cristiana, han dicho
"sí" a Dios y quieren vivir el evangelio. Imagen y garantía del destino de gloria
y salvación que Dios nos prepara. La nueva Eva, madre de los creyentes. La
llena del Espíritu.

La Madre fecunda y virginal, modelo de la Iglesia madre y virgen. Figura de


una Iglesia que quiere ser fiel a la Palabra de Dios y portadora de Cristo al
mundo. La mejor Maestra, porque fue la mejor discípula. La realización más
completa de una Iglesia fraterna, creyente, orante, dinámica, servicial,
misionera, evangelizadora, dócil al Espíritu...
Al presentar a María como Modelo e Imagen de la Iglesia, ciertamente no
hacemos ningún agravio a la centralidad de Cristo. El es el Maestro por
excelencia, y el signo viviente de la salvación de Dios. Pero el que dijo "yo soy
la Luz", dijo también:
"vosotros sois la luz del mundo"; el que dijo "aprended de mí", encargó
también:
"id y enseñad". Y si alguien, habiendo aprendido de Jesús, nos ha enseñado a
vivir el evangelio, es ciertamente su Madre, María. Ella es la memoria viviente
de este evangelio salvador de Jesús: "en su vida terrena realizó la perfecta figura
del discípulo de Cristo, espejo de todas las virtudes y encarnó todas las
bienaventuranzas evangélicas proclamadas por Cristo" (Pablo VI, en la clausura
de la tercera sesión del Concilio, 1964).

Todos estos aspectos del misterio de María aparecen reflejados en los textos de
las fiestas marianas, del Adviento y la Navidad, en las misas votivas y del
común, y con más riqueza todavía en la Liturgia de las Horas.

Según los tiempos y las fiestas, María aparece como el inicio de la Iglesia,
como su mejor prototipo y motivo de imitación y esperanza, la verdadera "Hija
de Sión" la nueva Eva, tipo y figura de la comunidad cristiana, su resumen y
realización más perfecta, en las mismas direcciones y actitudes que aquí hemos
destacado: creyente, orante, madre y virgen, así como también su mejor ayuda,
auxilio, abogada y Madre.

Y todo ello nos lo ofrece la liturgia con un equilibrio pedagógico, respetando la


centralidad de Cristo y de su Espíritu, que hace de los libros litúrgicos, sobre
todo del Misal y de la Liturgia de las Horas, la mejor escuela de fe y devoción
mariana.

EL RITMO DEL AÑO CRISTIANO

EL RECUERDO DE MARIA A LO LARGO DEL AÑO

El año del Hijo y el recuerdo de la Madre

La Virgen no tiene un ciclo propio dentro del año cristiano. El protagonista


-ahora con más claridad que antes- es Cristo Jesús. Pero a su lado aparece con
frecuencia, asociada a El, su Madre. El recuerdo que le dedica la comunidad
cristiana no es "paralelo" al de Cristo: el nuevo Calendario ha querido "incluir
de manera más orgánica y con más estrecha cohesión la memoria de la Madre
dentro del ciclo anñal de los misterios del Hijo" (MC 2).
El Concilio estableció ya muy explícitamente el cristocentrismo como
orientación fundamental de todo el culto cristiano, también en lo que se refiere
al culto de la Virgen y los Santos: "en la celebración de este círculo anual de los
misterios de Cristo, la santa Iglesia venera con amor especial a la
bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, unida con lazo indisoluble a la
obra salvífica de su Hijo" (SC 103).

La liturgia celebra y actualiza el misterio de salvación realizado en Cristo Jesús.


Este es el contenido central del año litúrgico y de toda celebración. Pero María,
la Madre del Señor, estuvo presente y muy cercana en la realización histórica de
ese Misterio de Cristo, y es lógico que lo esté también en su celebración. La
gozosa memoria que los cristianos hacemos de ella sólo se entiende plenamente
a la luz de Cristo.

Esta centralidad de Cristo ha quedado más subrayada en la reorganización de


los nuevos libros litúrgicos: siempre es Cristo a quien celebramos, incluso en las
fiestas de la Virgen. Esto se ve, sobre todo, en el cambio de nombre y de
orientación de dos fiestas que antes se consideraban marianas y ahora son
fundamentalmente de Cristo, aunque a la vez se una el recuerdo de la Madre: la
del 2 de febrero, que ahora se llama "Presentación del Señor", y la del 25 de
marzo, que ha vuelto a tener como nombre "la Anunciación del Señor".

Las fiestas marianas, fiestas de la comunidad eclesial

Pero a la vez hay otra dimensión también claramente presente en nuestra


memoria festiva de María: su íntima relación con la comunidad eclesial.

Como estuvo indisolublemente unida a Cristo, su Hijo, también lo estuvo a la


comunidad cristiana: primero un poco embrionalmente en la Encamación y
Nacimiento del Mesías- y luego hasta físicamente -al pie de la Cruz y en
Pentecostés.

Esta relación de María con la Iglesia aparece con insistencia en los nuevos
textos marianos que vamos a analizar. Y es que "en ella (en María), la Iglesia
admira y ensalza el fruto más espléndido de la redención y la contempla
gozosamente como una purísima imagen de lo que ella misma toda entera, ansía
y espera ser" (SC 103). Va a ser ésta, precisamente, una dimensión muy
destacada en los textos de fiestas como la Inmaculada o la Asunción.

La pedagogía del Calendario

Dos direcciones en las que la liturgia contempla y celebra a María: su unión con
Cristo y su unión con la Iglesia. Ya el título de la "Lumen Gentium", en el
capítulo octavo dedicado a María, resume ambas perspectivas: "la Santísima
Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la Iglesia".
Por eso no nos extraña que, si el Año litúrgico nos invita a celebrar el misterio
de nuestra salvación, también nos ponga delante con frecuencia este recuerdo de
la Virgen María, la Madre del Salvador y la primera cristiana, salvada por El e
inicio de la comunidad eclesial.

La nueva orientación del año cristiano nos quiere "educar" a la justa proporción
de nuestras celebraciones, respetando siempre la incuestionable centralidad de
Cristo. El sábado, día semanal de recuerdo mariano, que es bueno seguir
señalando con algún canto u oración, no puede restar importancia al domingo,
el día del Señor. Una devoción como la de los "primeros sábados" no puede
constituir el tiempo fuerte de la vida espiritual. La novena de la Inmaculada
habrá que orientarla de modo que no distraiga, sino que ayude a resaltar el
tiempo del Adviento, que va progresivamente aumentando el recuerdo de la
Virgen a medida que se acerca a la plenitud de la Navidad. El mes de mayo,
aunque sea loable distinguirlo con alguna práctica mariana, tampoco puede
constituirse en el centro casi exclusivo de la devoción a la Virgen, sobre todo
coincidiendo como sucede con el tiempo fuerte por excelencia de todo el año: el
Tiempo Pascual. Aquí, más que nunca, el centro debe ser Cristo, al que
ciertamente, y con más motivos que nadie, está asociada su Madre.

El Adviento y la Navidad

El "tiempo fuerte" mariano por excelencia de todo el año es ahora el Adviento y


la Navidad.

Lo cual es muy lógico: María de Nazaret vivió mejor que nadie la espera del
Mesías, le dio a luz y lo presentó a los pastores y a los magos. El concilio de
Zaragoza (año 656) expresaba ya el color mariano de la Navidad: "quod est
festum Matris, nisi Incarnatio Verbi?", ¿qué mejor fiesta de la Madre que el
nacimiento del Hijo?

En María se concentra la espera adventual de todo el A.T. y la acogida gozosa


del Mesías por los creyentes del N.T. En ella culmina la historia de Israel y
empieza la nueva Iglesia.
De modo especial a partir del día 17 de diciembre se acentúa en la Misa y en la
Liturgia de las Horas el recuerdo de la Virgen, la que "le esperó con inefable
amor de madre" (segundo prefacio de Adviento). Estos días escuchamos los
pasajes evangélicos que hablan del matrimonio de Maria con José, la
anunciación del ángel, la visita a Isabel, el cántico del Magnificat, la
preparación del nacimiento de Jesús. O sea, encontramos dibujada una
entrañable memoria de la Virgen, como testigo excepcional y como
colaboradora admirable en el misterio de la Encarnación y el Nacimiento de
Cristo Jesús.

Llama la atención sobre todo el domingo IV de Adviento, porque por vez


primera un domingo comparte el recuerdo de Cristo con el de un Santo, la
Virgen María. Las lecturas bíblicas de la Misa en los tres ciclos componen una
visión teológica de la fe mariana en la mejor línea de la historia de la salvación,
con los anuncios proféticos por una parte, su realización en el evangelio, y en
medio las reflexiones de Pablo o de la carta a los Hebreos sobre el misterio
central, la Encarnación del Mesías.

Luego, desde el 25 de diciembre, el tiempo de Navidad celebra la progresiva


manifestación de Cristo como Salvador. También aquí el misterio principal es el
de Jesús, pero a la vez la comunidad cristiana celebra gozosamente la
maternidad de María. Su figura aparece estos días con insistencia: como madre
que da a luz a Cristo, como "sede de la sabiduría" que lo ofrece a la adoración
de los pastores y los magos, como esposa y ama de casa en la fiesta de la
Sagrada Familia.

Dos fiestas marianas se incluyen en el calendario del Adviento y la Navidad: la


Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre, y la solemnidad de Santa María
Madre de Dios, el 1 de enero. Esta última, trasladada aquí desde su antigua
fecha del 11 de octubre, ciertamente se encuentra mucho mejor ambientada en
el clima de Navidad y se ha convertido en la fiesta mariana más importante del
año. También la Inmaculada, si se entiende bien, puede considerarse en su lugar
en el tiempo de Adviento. Este día celebramos lo que Pablo VI llama "la
preparación radical" de María: preparación que puede considerarse también
símbolo de toda la Iglesia: celebramos "el feliz exordio de la Iglesia, hermosa,
sin mancha ni arruga" (MC 3). En María, liberada de todo pecado, vemos el
"comienzo e imagen de la Iglesia, Esposa de Cristo, llena de juventud y de
limpia hermosura" (prefacio de la fiesta).

Así, durante el Adviento y la Navidad, se subrayan las dos direcciones


esenciales del misterio de María: Cristo y la comunidad eclesial. En la
poscomunión del 1 de enero, y por primera vez en un texto litúrgico romano,
aparece la famosa expresión de "Madre de la Iglesia". Cristo Jesús, su Hijo, es
nuestro hermano, Mesías y Cabeza de la nueva humanidad; por tanto, ella, la
Madre, lo es en cierto modo tanto de Jesús como de la Iglesia.

Si el Adviento y la Navidad son "el tiempo particularmente apto para el culto a


la Madre del Señor" (MC 4), tendríamos que ordenar a esta primacía otras
expresiones de nuestro recuerdo mariano, de manera que progresivamente -y sin
negar la validez de otros tiempos, como el mes de mayo- vaya siendo asimilada
por el pueblo cristiano esta prioridad del Adviento y Navidad como el tiempo
mariano por excelencia. Lo cual ayudará también a conseguir "un feliz
equilibrio cultual, que puede ser tomado como norma para impedir todo aquello
que tiende a separar, como sucede en algunas formas de piedad popular, el culto
a la Virgen de su necesario punto de referencia: Cristo" (MC 4).

En el Adviento "los fieles que viven con la Liturgia el espíritu del tiempo, al
considerar el inefable amor con que la Virgen esperó al Hijo, se sentirán
animados a tomarla como modelo y a prepararse, vigilantes en la oración y
jubilosos en la alabanza, para salir al encuentro del Salvador que viene" (MC 4).
En la Navidad celebrarán "una prolongada memoria de la maternidad divina,
virginal, salvífica de Aquella cuya virginidad intacta dio a este mundo un
Salvador" (MC 5).

La Cuaresma y la Pascua
La Cuaresma y la Pascua tienen en la actual liturgia muy poco color mariano.

En Cuaresma apenas se hace alguna alusión a la Virgen en las preces de la


Liturgia de las Horas, pidiendo su protección para los afligidos y los pecadores
(viernes y sábado de ceniza). El Viernes Santo, sólo la lectura de la Pasión de
san Juan, con la escena del testamento de Cristo en la Cruz -"he ahí a tu madre...
he ahí a tu hijo"-, nos permite nombrar a la Virgen en este día tan señalado.

También en la Cincuentena pascual se centra la atención totalmente en el


misterio de Cristo. Apenas algún detalle: la antífona "Regina coeli" después de
Completas y algunas lecturas patrísticas en el Oficio de Lecturas.
Y sin embargo ella compartió al pie de la Cruz la entrega de su Hijo, es la
Madre del Resucitado y acompañó a la comunidad eclesial en la espera
pentecostal del Espíritu. ¿No es extraño que la liturgia se muestre tan remisa en
su recuerdo durante este tiempo de Cuaresma y Pascua? Sin caer en ningún
exceso y sin distraer la absoluta centralidad del Misterio Pascual de Cristo y su
Espíritu, uno piensa que nos hubiera ayudado a comprender y celebrar mejor la
Pascua de Cristo un recuerdo discreto de su Madre, también en esto modelo y
prototipo de nuestra participación en la Pascua. Ella no sólo fue testigo de la
Encamación del Mesías, sino también de su hora pascual y del envío del
Espíritu a su comunidad.

Desde luego, el recuerdo diario de María en la Plegaria Eucarística y en el


Magnificat de Visperas, recibirán acentos muy especiales en este tiempo. El
Magnificat, en concreto, es un himno que bien podría afirmarse que resume
todo el espíritu de la Pascua: el Dios poderoso que hace obras grandes y exalta a
los humildes.
Es de agradecer que los Servitas, en un reciente documento sobre la devoción a
la Virgen, hagan una petición oficial para que de un modo discreto y sabio se
recuerde explícitamente en la liturgia del Triduo Pascual un elemento que le es
intrínseco: la participación de la Madre en la Pasión de su Hijo, y lo mismo en
Pascua y en la celebración de Pentecostés. La que estuvo al pie de la Cruz, más
unida que nadie a Cristo; la que con los apóstoles y discípulos recibió la
plenitud del Espíritu; la que ha participado ya gloriosamente, en su Asunción,
de la Pascua de su Hijo: ciertamente puede ser recordada con gozo por la Iglesia
al celebrar la Pascua de Cristo. Esta aproximación nos ayudaría a comprender
mejor tanto el misterio de la Pascua, como el de la misma Virgen María: ella es
el primer fruto de la Pascua y la primera agraciada del Don del Espíritu.

El recuerdo diario de María

En nuestra actual liturgia tenernos diariamente un recuerdo de la Virgen tanto


en la Eucaristía como en la Liturgia de las Horas.

En la Misa la recordamos de diversas maneras:

- en el acto penitencial, cuando se elige la fórmula del "Confiteor", en donde


ella aparece en primera línea con los ángeles y los santos: "por eso ruego a santa
María, siempre Virgen"...
- en el Credo, cuando lo hay: "se encamó por obra del Espíritu Santo y nació de
María la Virgen",
- pero sobre todo en la Plegaria Eucarística, que contiene la memoria más
céntrica que hacemos de la Virgen; a veces se la recuerda por su intervención en
la Encamación de Cristo (en varios prefacios), y otras en la parte final de las
intercesiones, cuando la comunidad hace memoria de los Santos, con conciencia
de comunión eclesial y con sentido escatológico de marcha hacia la realización
plena: "para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos: con María, la
Virgen Madre de Dios..." (tercera Plegaria). El que en el corazón de la
Eucaristía la Iglesia haga mención de la Virgen diariamente, es significativo.
Además, naturalmente, hay toda una serie de prefacios, del común de la Virgen
o de las varias fiestas, que, junto con el Leccionario y las oraciones de las
distintas Misas, desarrollan a lo largo del año una completa teología mariana, a
la vez que su proyección espiritual a nuestras vidas.

Pero aunque no nombráramos explícitamente a la Virgen, ella estaría muy cerca


de la comunidad cristiana que celebra la Eucaristía. Ella es un modelo
entrañable de las actitudes "eucarísticas" cristianas:

- es la que mejor escuchó la Palabra de Dios, la que creyó, la discípula de Jesús,


la que "conservaba y meditaba" todo en su corazón;

- la que nos dio admirable ejemplo de "eucaristía", o sea, de acción de gracias y


bendición a Dios, en su Magníficat;

- la que estuvo al pie de la Cruz, asociada a su Hijo en los momentos


culminantes de su Misterio Pascual, cuyo memorial es la Eucaristía;
la que nos enseñó una actitud íntima de "oferente", tanto el día en que
presentaba a su Hijo en el Templo, como con su presencia junto a El cuando
moría;

- y es, finalmente, la que nos da ejemplo de presencia en la reunión de la


comunidad: cuando los discípulos estaban en oración, esperando el Espíritu.
En verdad, cuando celebramos bien la Eucaristía, estamos imitando plenamente
las mejores virtudes de la Virgen María.

También en la Liturgia de las Horas, aparte de algunas preces esparcidas a lo


largo del año, hay un elemento diario mariano muy significativo: la Iglesia ha
querido proclamar en Vísperas la poética oración que el Evangelio pone en
labios de María, el Magnificat. Difícilmente podemos elevar a Dios mejor
alabanza que esta.
Además, al final de Completas, hay las conocidas antífonas marianas: la Salve,
el "Alma Redemptoris Mater", "Ave Regina caelorum", "Sub tuum praesidium",
"Regina coeli", a las que R. Grández dedica un comentario en otras páginas de
este mismo Dossier.
La liturgia cristiana, pues, sin exageraciones, pero con un puesto de honor para
la que considera el miembro más insigne de nuestra familia, hace memoria
diaria de la Virgen en algunos de sus momentos más significativos.

El común y las misas votivas de la Virgen

Además del recuerdo diario y de las fiestas y tiempos litúrgicos del año, los
formularios para el Común de la Virgen María nos ofrecen un buen modo de
expresar orando nuestra fe en ella.
Para la Eucaristía ofrece el Misal Romano siete formularios completos, algunos
con doble colecta alternativa. En estos textos, que no parecen tan ricos como los
del Adviento o los de las fiestas marianas, se subraya sobre todo la intercesión
de María, su maternidad y virginidad y la imitación de sus virtudes. Se mueven,
por lo general, en unas claves muy generales, poco creativas en relación a las
direcciones que ahora aprecia más la sensibilidad eclesial, tales como la
relación prototípica de María con relación a la Iglesia.

En cuanto a la Liturgia de las Horas el conjunto es más rico, porque en verdad


tiene más géneros literarios de expresión: himnos, antífonas, responsorios,
salmos, oraciones, preces, lecturas bíblicas y patrísticas. Aquí sí aparecen con
riqueza las alegorías bíblicas, la relación multiforme de María con Cristo y con
el Espíritu, su cercanía modélica para la comunidad cristiana, y las mejores
páginas de la devoción mariana en las obras de los Santos Padres.
Un "lugar mariano" particularmente interesante es la misa votiva de María
Madre de la Iglesia, que apareció por primera vez en el Misal en su edición de
1975. Además de sus oraciones, que hablan de Maria como Madre de la Iglesia
ya desde la escena del Calvario, es el prefacio el que, con un lenguaje
teológicamente denso pero con la suficiente calidad poética, más profundiza en
la relación de María con la comunidad eclesial.

LA MEMORIA SEMANAL DE SANTA MARIA EN EL SABADO

P. FARNES

Hacer unas reflexiones sobre el significado exacto que tiene, que debe tener la
memoria de Santa María en el sábado pensamos que puede ser útil para situar,
con la mayor objetividad posible, dicha memoria tanto en el conjunto
general de las celebraciones del año litúrgico como en particular en la amplia
serie de celebraciones que en honor de María presenta el Calendario. Si la
lectura de estas páginas consigue que las comunidades logren aquel doble
equilibrio que consiste en no olvidar por lo menos sistemáticamente- esta
memoria ni hacer de cada sábado una "fiesta de María" nos daremos por muy
satisfechos.

Haciendo un poco de historia


Empecemos diciendo que la costumbre de tributar un recuerdo especial a María
en los sábados ni es primitiva ni universal. Nada nos dicen de tal práctica los
antiguos sacramentarios y leccionarios romanos. Y por lo que respecta al
Oriente, la Iglesia bizantina desconoce aún hoy esta práctica. En la Iglesia latina
parece que esta costumbre se remonta al siglo VIII. En efecto, Alcuino (+804),
el célebre reorganizador de la liturgia romana en tiempos de Carlomagno, entre
las misas votivas que compone para el célebre Suplemento del Sacramentario
Gregoriano, presenta ya dos de ellas en honor de María para usarlas en los
sábados. No puede dudarse que este popular Suplemento, que tanta resonancia
tuvo en las costumbres litúrgicas del Medioevo, debería hacer notar su influjo
en que rápidamente se extendiera la costumbre de recordar a la Virgen en el
último día de cada semana;.por lo menos hay un hecho innegable: a partir de
este tiempo cada vez son más los Sacramentarios que presentan misas de Santa
María para los sábados.

Pero pronto vino a sumarse otro hecho que sin duda influyó mucho más que el
de la misa sabatina en dar al sábado un carácter mariano: se trata de la nueva
práctica que progresivamente aparece y se extiende por todas partes y que
consiste en añadir cada sábado al Oficio divino del día otro pequeño Oficio en
honor de Maria. Decimos que este hecho influyó definitivamente en consolidar
el sábado como día mariano sobre todo porque cuando en el S. XVI san Pío V
mandó suprimir del Breviario tridentino todos los Oficios de devoción que
como excrecencias habían llegado a desfigurar la propia naturaleza de la
oración de las horas, únicamente se salvó de la supresión decretada el oficio de
los sábados en honor de María. Así el antiguo Oficio parvo de los sábados,
adquiriendo, es verdad, un nuevo carácter, tomó definitiva carta de ciudadanía
en la liturgia romana. De oficio parvo añadió a la salmodia del día pasó a ser
un Oficio que podía suplir el Oficio del día en todos aquellos sábados que
quedaran libres de otras celebraciones más importantes. Y es precisamente con
este carácter con el que se ha conservado hasta nuestros días y como lo admite
la nueva Liturgia de las Horas actualmente en uso.

Por qué el sábado para recordar a María

Resulta difícil saber cuál fue la motivación que indujo en la Edad Media a
escoger precisamente el sábado para el culto mariano. Como hemos visto ya
más arriba esta costumbre no es primitiva; por otra parte el nexo que se da entre
María y el sábado es totalmente extrínseco: se ha escogido el sábado como
hubiera podido preferirse cualquier otro día de la semana (los bizantinos aún
hoy consagran a María el miércoles). Bajo este aspecto hay que subrayar que es
muy distinta la relación que media entre el viernes y la muerte del Señor o entre
el domingo y su resurrección que la que se da entre el sábado y María: en los
primeros casos nos encontramos con motivaciones "sacramentales" que
arrancan de la misma Tradición; en el caso del sábado tenemos únicamente un
hecho "devocional". Por ello las referencias a María en los textos litúrgicos del
sábado son mucho más periféricas que las referencias a la pasión en los viernes
o al triunfo pascual en los domingos.

A partir de los ss. XI y XII nos encontramos ya con el deseo de buscar razones
y proponer motivaciones para justificar la dedicación del sábado a María. Así,
san Pedro Damiano (+~1O72) afirma que "se dedica a María el sábado, que
significa reposo, porque cuando la Sabiduría a Dios vino al mundo reposó en
María como en un lecho sacratísimo". Más adelante Durando (+1296) y el beato
Santiago de Vorágine (+1298) ven la motivación de esta costumbre en el hecho
de que en el sábado que siguió a la muerte del Señor María fue la única que
perseveró creyendo en la divinidad de su Hijo.

Buscando una espiritualidad para esta memoria de María

Sea lo que fuere de las razones que motivaron la costumbre de dedicar los
sábados a la Virgen y de las posteriores justificaciones que más tarde se
buscaron para explicar o razonar dicha práctica, hay que admitir que el hecho
mismo de consagrar periódicamente cada semana un día al recuerdo de la
Madre de Dios es algo válido ya en sí mismo, independientemente del día
concreto que se elija y merecedor, por tanto, de que hagamos un esfuerzo para
encontrar su debido significado y lograr que su espiritualidad enriquezca las
comunidades que celebran esta memoria.

Digamos, en primer lugar, que, el simple hecho de que el día dedicado a la


veneración de María sea un día común a toda la familia cristiana -o por lo
menos a una parte importante de la misma- tiene ya una cierta importancia: este
proceder común significa mejor que una práctica particular de sólo unos fieles
la naturaleza del culto litúrgico que es acción común de la Iglesia como tal. Si a
este hecho añadimos que el sábado ha sido dedicado al recuerdo de María ya
desde la Edad Media, en esta celebración de los sábados tenemos un nuevo
medio de expresar la comunión eclesial: en la veneración a María nos unimos
no sólo los fieles de la actual Iglesia peregrina sino que nos sentimos una misma
familia con aquellos otros cristianos que nos precedieron y que como nosotros y
con nosotros han formado la única Iglesia de Jesucristo.

Terminar la semana recordando a María en el sábado puede tener también


matices evocativos para la espiritualidad de nuestro tiempo más' sensible a las
categorías litúrgicas, bíblicas y patrísticas que las últimas generaciones. De la
misma forma que es signo de piedad entrañable terminar diariamente la Liturgia
de las Horas con un canto a María después de Completas, así lo es también el
terminar los trabajos de cada semana con un recuerdo de María, con un ponerse
al final de las tareas semanales en actitud de reposo cabe a aquella que es
nuestra madre, la madre de toda la Iglesia.

Si miramos el sábado en la perspectiva del día festivo que sigue, silo vemos
como preludio e introducción del domingo, la fiesta primordial de los cristianos,
entonces cabe decir que un sábado en el que se recuerda a María introduce bien
y significativa-mente el domingo: como María fue la Aurora que precedió al Sol
de justicia y el Tabernáculo preparado para servir de templo al HIJO de Dios
hecho hombre, así el sábado, consagrado a María, prepara, cada semana, la
llegada del domingo, el gran día del Señor, día en que el mismo HIJO de Dios,
que se hizo presente en el mundo encarnándose en María, se hará nuevamente
presente en cada una de las asambleas cristianas congregadas a través del
mundo entero apenas termine el sábado. Bajo este aspecto concreto del sábado
como introducción del domingo cristiano es, a nuestro juicio, particularmente
evocativa la oración conclusiva de Nona en los sábados del tiempo ordinario:
cuando el domingo está ya a las puertas y se aproxima la hora en que. con las I
Vísperas y las misas dominicales de los sábados al atardecer, va a empezar el
domingo, la Iglesia se despide del sábado pidiendo en la última oración de este
día que "por intercesión de la santísima Virgen María, después de. haberte
servido durante toda nuestra vida (y especialmente, glosaríamos, durante la
semana que ahora concluye con Nona) podamos presentarnos a ti (nuevamente
glosaríamos: en el último y definitivo "Día del Señor" del que el domingo que
va a empezar es figura y comienzo) sin temor alguno". Así el sábado, "día de
María", preparando la llegada del domingo, "Día del Señor", evoca el papel de
la Virgen preparando la venida de Cristo y es una nueva motivación que puede
añadirse a las razones medievales, evocación que posiblemente resultará más
sugerente para la espiritualidad de nuestro tiempo.

La memoria de Santa María en el sábado y las solemnidades y fiestas de la


Virgen
Más arriba hemos aludido ya al doble escollo en el que puede caerse con
referencia a la memoria de Santa María en el sábado: el de olvidarla
sistemáticamente como sino existiera y el de convertir prácticamente cada
sábado en una especie de "fiesta de María". Intentemos esclarecer un poco este
problema.

Lo primero en lo que hay que insistir al respecto es que la memoria de Santa


María en el sábado no es una fiesta sino una conmemoración. Hay que
celebrarla, por tanto, con las características propias de una memoria y no
desfigurar su naturaleza dándole aires de fiesta. Aún diríamos más: el hecho de
que la memoria de Santa María se repita periódicamente casi todas las semanas
aleja si cabe más la memoria de Santa María de lo que son las fiestas que por su
propia naturaleza son anuales. He aquí un punto en el que hay que insistir.
Antes de la actual reforma litúrgica las fiestas podían tener mayor o menor
categoría, pero siempre eran "fiestas". El nuevo Calendario romano ha
introducido la categoría de memoria como tal, como celebración distinta de las
fiestas. Pero para muchos esta distinción ha pasado desapercibida y continúan
celebrando las memorias como si se tratara de fiestas menos importantes. Y
ello, naturalmente, lo aplican también a la memoria de Santa Maria en el sábado
que es, si cabe la expresión, la más memoria de todas las memorias. La fiesta es
el día consagrado a celebrar un determinado santo o un misterio concreto. En
ella todo va en torno al objeto de la misma: lecturas, oraciones y cantos; himnos
y antífonas e incluso algunas veces el mismo prefacio de la misa y la salmodia
del oficio; en las fiestas todo hace referencia explícita al objeto de la misma. En
las memorias, en cambio, la tela de fondo es muy otra: se trata de la celebración
ferial tal como se tiene habitualmente todos los días con la particularidad, eso
sí., de que en su interior se inserta un "recuerdo" -eso es exactamente lo que
significa "memoria"- del santo (o en nuestro caso de la Virgen).

Sentado, pues, el principio básico de que en las memorias los elementos


fundamentales (lecturas y salmodia) corresponden a la feria y que de la
memoria se hace únicamente un recuerdo (oración de la misa, del oficio de
lectura, de Laudes y de Vísperas; en la memoria de Santa Maria en sábado no
entra ya la oración de Vísperas porque éstas son del domingo), cabe aún
determinar en concreto de dónde se van a tomar los otros elementos más
periféricos (cantos, himnos, preces, lecturas breves, color de los ornamentos,
etc.) que precisamente por su menor importancia pueden ser o bien de la feria o
bien de la memoria. Aquí entra, evidentemente, la sensibilidad litúrgica y lo que
yo llamaría "equilibrio celebrativo". Con referencia a estos elementos más
secundarios las actuales normas litúrgicas ofrecen una innegable libertad que
admite gran variedad de posibilidades. Pero de esta libertad debe usarse
equilibradamente de tal forma que el conjunto de la celebración no presente un
ambiente festivo sino que tenga un auténtico "aire ferial". Los elementos libres
deben escogerse, pues, de manera funcional, sin desnaturalizar el carácter
propio de lo que es una memoria. Teniendo claro este principio algunas veces se
podrá tomar de la memoria un determinado elemento secundario, otras otro,
pero habitualmente nunca todos ellos deben ser de la memoria, pues en este
caso la memoria parecería una "pequeña fiesta" en honor de María.
Es sin duda en este contexto de mesura y equilibrio en el que se pronuncia la
Exhortación Apostólica de Pablo VI, Marialis cultus; después de haber tratado
de cada una de las solemnidades y fiestas de María, al referirse a la memoria de
Santa María en el sábado dice el Papa explícitamente que esta memoria es una
manera "discreta y flexible" de recordar a María. Discreta porque sin perturbar
el curso habitual de las celebraciones feriales incorpora el recuerdo de María en
la celebración; flexible, porque en esta celebración se pueden introducir algunas
veces unos elementos en honor de la Virgen, otras otros.

Si por el contrario, cada sábado, olvidando esta discreción y flexibilidad de la


que habla la Marialis cultus, se usara el conjunto de todos los elementos libres
de la Virgen tomando del común los cantos, los himnos, las lecturas breves, las
preces, etc., entonces la memoria de los sábados quedaría convertida en una
pequeña "fiesta de María" y perdería con ello su naturaleza propia de
"memoria". En este supuesto
-que desgraciadamente vemos convertido en norma en más de una comunidad-
no sólo queda desvirtuado el dinamismo del año litúrgico en general sino que
incluso queda perjudicado el mismo culto litúrgico de María, pues cuando
lleguen las grandes solemnidades de la Virgen éstas perderán gran parte de su
relieve pues la mayoría de los textos litúrgicos usados "sonaran" como piezas ya
muy conocidas por la celebración de cada sábado.

Algunas sugerencias concretas para una equilibrada celebración de la


memoria de Santa María en el sábado

a) En la misa podemos distinguir como tres bloques: el de la liturgia de la


Palabra, el de la liturgia eucarística y, finalmente, los ritos introductorios. La
liturgia de la Palabra toda ella es necesariamente ferial y ni siquiera
"jurídicamente" cabe la posibilidad de incorporar en ella ningún formulario de
la memoria.

La liturgia eucarística sí que admite la inclusión de algunos elementos de la


memoria; pero hay que decir que esta incorporación es muy delicada. De hecho
la Eucaristía es, de por si, una celebración consistente en sí misma (por ello las
plegarias eucarísticas son casi invariables); en esta parte cabe sólo alguna
alusión -sin marcar demasiado las tintas- a lo que se ha proclamado en la
liturgia de la Palabra. Cuando toda la celebración va en torno a un único tema
(solemnidades y fiestas) resulta más natural que en la parte eucarística haya
también alguna alusión al mismo. Pero éste no es el caso de las memorias. Del
bloque eucarístico, pues, aunque pueda tomarse de la memoria de Santa María
tanto la oración sobre las ofrendas, como el prefacio, el canto de c6munión y la
oración después de la comunión, con todo creemos mejor que estos elementos
sean habitualmente de la feria. En todo caso nunca el conjunto de todos estos
elementos es conveniente tomarlo del común de la Virgen. Con referencia al
prefacio en concreto, silos seis feriales que presenta al misal se usan
sucesivamente en cada uno de los días de la semana, el VI (incorporado también
a la plegaria eucarística II), el que corresponde precisamente a los sábados, tiene
ya una bonita y discreta alusión a María: "hecho hombre por obra del Espíritu
Santo y nacido de María la Virgen".

El tercer bloque -el rito de entrada- es el que más posibilidades ofrece para
hacer en los sábados una memoria" de María. El binomio "canto de entrada-
colecta" dará, ya de por sí, un cierto tono mariano al conjunto de la celebración;
colocará, por decirlo así, la asamblea celebrante bajo la protección de María.
Con ello tendremos exactamente una celebración ferial con un recuerdo
(memoria) de la Virgen. Además, precisamente para esta parte el Común de la
Virgen ofrece hasta seis oraciones distintas (para las otras oraciones sólo hay
tres); si, pues, habitualmente se usa sólo de la Virgen la primera oración y para
las otras dos se recurre a los 34 formularios feriales, la variedad de las oraciones
será entonces realmente abundante.

b) En la Liturgia de las Horas las posibilidades son mucho más numerosas y,


consiguientemente, el equilibrio más difícil. Distingamos también aquí como
tres bloques:
el salterio, las perícopas del Oficio de lectura y el conjunto de los demás
elementos que son más bien ambientales.

En el salterio y en las perícopas bíblicas del Oficio de lectura, que son los
elementos principales, no se admite ningún texto que corresponda a la memoria;
en el tercer bloque, por el contrario, las posibilidades son muy numerosas
porque los mismos elementos de este grupo son muy variados. Precisamente por
esta abundancia de posibilidades, con mayor razón aún que en el caso de la
misa, recurrir cada sábado al Común de la Virgen para el conjunto de estos
elementos libres daría a la memoria el impropio carácter de "fiesta de la
Virgen". Además -y ello es un aspecto muy importante- suprimiría totalmente el
uso de algunos formularios feriales que sólo se usan los sábados (v. gr. las
preces feriales de Laudes, todas las lecturas patrísticas del año que
corresponden a los sábados del tiempo ordinario, etc.) Digamos finalmente que
este proceder desvirtuaría también algunos de los formularios que se usan en las
grandes solemnidades (v. gr. Asunción, Inmaculada, fiestas locales de Maria,
etc.) En es-tos días muchos de los formularios -aunque el libro los repita-
pertenecen al común y, si ya se usan cada sábado, en las grandes solemnidades
marianas "sonarán" a textos muy oídos.

En el Oficio, pues, en concreto pensamos que lo más adecuado es recurrir


habitualmente al Común de la Virgen sólo para la oración conclusiva de
Laudes. Algunas veces se podría añadir también uno de los himnos, unas veces
el del Oficio de lectura, otras el de Laudes (no ambos simultáneamente). En
lugar de los himnos marianos podría tomarse del común, en otros sábados, la
lectura breve y el responsorio de Laudes; en otras semanas, omitidos los
elementos antes citados, podría ser sugerente cantar, a manera de salutación a
María, la antífona del cántico evangélico. Lo que menos recomendaríamos es el
uso de las preces de Laudes y ello por dos razones: a) porque su texto se usa ya
en las grandes solemnidades y es mejor que estos formularios suenen como
"nuevos" en los días más importantes; b) porque las preces feriales de los
sábados son mucho más oración de la mañana -y Laudes es fundamentalmente
la oración de la mañana- que las del Común de la Virgen. Además estas preces
feriales de los sábados en las semanas I y III ya aluden de manera suficiente a
María y lo hacen con fórmulas distintas a las del Común que se usa en las
fiestas.
Queda aún la posibilidad de la lectura patrística. En cuanto a la misma se
impone también una gran discreción. En la Liturgia de las Horas hay sólo un
conjunto de 12 lecturas marianas posibles para los sábados; cabe pues,
preguntarse hasta qué punto una repetición frecuente de estas mismas lecturas
cumple bien la misión de alimentar la plegaria dando ideas nuevas. Y hay aún
un segundo aspecto: ¿no es lástima omitir, con frecuencia por lo menos, las
lecturas feriales de los sábados? ¿No es un empobrecimiento suprimir
sistemáticamente todas estas lecturas? Por todo ello más bien aconsejaríamos
usar muy pocas veces de esta posibilidad. El problema de la lectura patrística
mariana no se soluciona tampoco tomando lecturas marianas de otros lugares:
es cierto que la “Institutio" es bastante abierta a admitir otras lectura patrísticas
además de las que figuran en la Liturgia de las Horas. Pero estas posibilidades
tienen unos límites impuestos más por la misma naturaleza y finalidad de la
lectura patrística que por las meras normas. No cualquier texto puede
incorporarse a la celebración eclesial hay textos muy bonitos, muy sugerentes,
pero que sólo caben en la oración personal. Antes de incorporar no importa qué
lectura -corno se hace a veces- a la Liturgia de las Horas habría que leer,
pausadamente, lo que se dice en los nn. 161-162 (qué lecturas pueden usarse) y
163 (cuál es la finalidad que persigue esta lectura); a estas observaciones podría
aún añadirse el elenco de amplias posibilidades que, a cada participante, ofrece
el n. 250 del mismo documento.

c) Terminemos haciendo una última sugerencia a un detalle de esta memoria


ciertamente secundario, pero muy visible, muy ambiental: el color de las
vestiduras. Si es verdad que la memoria de Santa María en el sábado es sólo
memoria es decir recuerdo- y más memoria, si cabe, que las restantes del
calendario pues se repite cada semana, si es cierto que lo principal de los
sábados es el fondo ferial más que el "recuerdo mariano", parecería que el color
de los ornamentos debería ser -o por lo menos podría ser el verde, no el blanco.
Pensamos que este proceder es legítimo y más equilibrado. De la misma forma
que el domingo, a pesar de ser fiesta del Señor, en el tiempo ordinario tiene el
color verde, así la memoria de su Madre es más lógico que conserve también
este último color ferial. Aunque el misal establezca el blanco para las fiestas y
memorias de María, en cierta manera la celebración de los sábados es una
celebración votiva; y para estas celebraciones votivas puede usarse es
recomendable que se use- el color ferial (IGMR 310).

LAS FIESTAS DE LA VIRGEN MARIA

J. ALDAZABAL

El Calendario de fiestas de la Virgen, que recorre el Año Litúrgico


acompañando a la celebración del Misterio de Cristo, tiene diversas categorías
de recuerdo mariano (MC 2-9):

- hay cuatro "solemnidades":


* la Inmaculada Concepción de María
* la Maternidad divina
* la Anunciación del Señor
* la Asunción

- tres (o cuatro) "fiestas":


* la Presentación de Jesús en el Templo
* la Natividad de María
* la Visitación
* en España, Nuestra Señora del Pilar
-y "memorias":
* la Virgen de los Dolores
* la Virgen de Lourdes
* la Virgen del Carmen
* la dedicación de la Basílica de Sta. María
* la Presentación de Maria en el Templo
* la Virgen del Rosario
* el Inmaculado Corazón de María
* Santa Maria Reina

- además de las que puedan tener las diversas familias religiosas o poblaciones
o diócesis.

1 de enero: SANTA MARIA, MADRE DE DIOS Solemnidad

Es la fiesta mariana más antigua en el calendario romano (siglos VI-VII) y


ahora se halla muy bien situada en el ambiente de la Navidad, y no el 11 de
octubre, como antes. Una semana después del Nacimiento de Cristo, celebramos
la fiesta de la Madre. El año empieza bien.

La atención se centra en la maternidad divina, origen y razón de ser de todo el


misterio de María y de nuestra veneración hacia ella. Es una fiesta que nos lleva
a "celebrar la parte que tuvo María en el misterio de la salvación y a exaltar la
singular dignidad de que goza la Madre Santa, por la que merecimos recibir el
Autor de la vida" (MC 5).

Los textos del día, tanto de la Misa como de la Liturgia de las Horas, resaltan
ante todo la relación de María con su Hijo: "mirad, María nos ha engendrado al
Salvador", "la Madre ha dado a luz al Rey" (antífonas de Laudes). Toda la
grandeza de María está en su condición de Madre del Señor: "tú que diste a
María el gozo de la maternidad", "tú que hiciste a María tu Madre llena de
gracia" (preces de Vísperas). Las lecturas bíblicas de la Eucaristía insisten en
este aspecto: Cristo es el "nacido de una mujer" (Ga 4). El evangelio (el mismo
que el de la Misa de la aurora de Navidad) nos presenta a la feliz Madre
contemplando el misterio de su Hijo (Lc 2). El invitatorio del Oficio de Lectura
resume admirablemente la alegría por la fiesta de la Madre y su relación
esencial con el Hijo: "celebremos la Maternidad de la Virgen María: adoremos a
su Hijo Jesucristo, el Señor",

Pero a la vez tiene mucho que ver la fiesta de María con la Iglesia, o sea, con
todos nosotros. En la oración sobre las ofrendas decimos que en cierto sentido
estamos celebrando el inicio de nuestra historia: "nos llena de gozo celebrar el
comienzo de nuestra salvación". La Maternidad de María es el inicio de todo un
proceso de salvación que tiene en la Iglesia su plenitud y su cumplimiento: "por
la maternidad virginal de María entregaste a los hombres los bienes de la
salvación" (oración colecta). Lo que estamos celebrando no es un hecho aislado
que llena de alegría a la Madre, sino que tiene mucho que ver con la comunidad
que luego se va a formar en tomo a ese Jesús que nace como Mesías. Por eso, y
por primera vez en un texto litúrgico romano, en la poscomunión de este día
aparece la expresión "Madre de la Iglesia". La razón del título es clara. Cristo es
nuestro hermano: "tú has querido nacer de la Virgen María para ser nuestro
hermano" (preces Vísperas). La lectura bíblica del Oficio de Lecturas (Hb 2)
presenta a Cristo como semejante en todo a nosotros, sus herma-nos. Por eso
también, como lecturas bíblicas de la Hora menor, aparecen las famosas
exclamaciones proféticas que se refieren a Israel y ahora se cumplen en la
Iglesia, pero que en este día se dicen de la Virgen María: "regocíjate, Hija de
Sión" (So 3), "alégrate, Hija de Sión" (Za 9)...

Pablo VI, en la MC (n. 5), razona por qué también en este día celebramos el día
de la Paz. El Hijo de esa Madre que es María, resulta que es el "príncipe de la
paz" (preces de Laudes).

2 de febrero: LA PRESENTACION DEL SEÑOR Fiesta

A esta fiesta se le ha restituido la denominación de "Presentación del Señor",


porque se la considera fiesta del Señor, y no exclusivamente mariana. Es, de
hecho, una memoria conjunta del Hijo y de la Madre. "Es la celebración de un
misterio que realizó Cristo y al que la Virgen estuvo íntimamente unida como la
Madre del Siervo de Yahvé, ejerciendo un deber propio del antiguo Israel y
presentándose a la vez como modelo del nuevo Pueblo de Dios, constantemente
probado en la fe y en la esperanza por el sufrimiento y la persecución" (MC 7).

A los cuarenta días de la Navidad celebramos cómo Jesús es llevado al Templo,


cumpliendo así sus padres la ley' de llevar a su hijo primogénito y ofrecerlo a
Dios. Así se realiza el anuncio de Malaquías (1. lectura) de que el Señor hará su
entrada en el Templo y es revelado al anciano Simeón como el Mesías y luz de
las naciones (evangelio).

La centralidad de Cristo en esta fiesta queda todavía más subrayada en la 2.


lectura (Hebreos 2), que presenta a Jesús como igual a nosotros en el camino de
su vida, que le llevará también al sufrimiento y a la muerte. Los orientales
llaman a esta fiesta "hypapante", o sea, "encuentro". Esta entrada de Jesús en el
Templo de Jerusalén no será la única: todo el evangelio de Lucas presenta la
vida de Cristo bajo la clave de una subida a Jerusalén, donde culminará el
misterio de su muerte y resurrección, que ya es veladamente anunciado en el
evangelio, con las palabras de Simeón a la Madre.

En la Liturgia de las Horas, aún sin olvidar la centralidad del misterio de Cristo
Mesías, se acentúa el color mariano (que en la Eucaristía apenas aparece): las
antífonas del Magnificat, tanto en las primeras como en las segundas Vísperas,
subrayan el papel de María, la Madre del Mesías, en cuyos brazos entró en el
Templo. Una de las preces de Vísperas alude a la espada de dolor que va a
afectar también a la Madre. Ella estuvo presente en esta primera ofrenda del
Niño, y lo estará también en la hora suprema de la Cruz.

María, portadora de Cristo, Luz del mundo, y solidaria de su destino en todo


momento, es un modelo eximio de una Iglesia que quiere salir al encuentro de
su Señor. No es extraño que la fiesta de hoy se haya elegido en Roma, estos
últimos años, como marco para una simbólica renovación por parte de los
religiosos -con luces y velas en las manos-de su ofrenda y consagración a Dios.

El simbolismo de las velas (hoy es la "Calendaria") alude al anuncio de Simeón,


que presenta a Cristo como Luz de las naciones. Vale la pena resaltar este día el
rito de entrada con la procesión de velas.

11 de febrero: NUESTRA SEÑORA DE LOURDES memoria

Cuatro años después de la proclamación, por parte de Pío IX, del dogma de la
Inmaculada Concepción, la Virgen se apareció varias veces en 1858 a una
humilde muchacha del sur de Francia, en Massabielle. La muchacha se llamaba
Bernardita Soubirous y tenía catorce anos, En verdad se cumple lo que
anunciara Cristo, que Dios se revela a los humildes y sencillos.

Desde entonces Lourdes se ha convertido en lugar de peregrinación y oración


mariana, y no sólo por las curaciones milagrosas que allí se han verificado, sino
sobre todo porque es un santuario que anima a la fe, invita a la oración y a la
penitencia, y es un constante recordatorio de la caridad con los enfermos.

El mensaje de la Virgen Inmaculada ("yo soy la Inmaculada Concepción" son


sus palabras centrales a Bernardita) se concreta sobre todo en la lectura
evangélica: la visitación de María a su prima, como gesto de servicialidad, y el
canto de su alabanza a Dios: el Magnificat. La caridad y la oración: los dos
hilos conductores de la fe cristiana.

Las antífonas de la Liturgia de las Horas hablan de ella como "aurora de la


salvación, porque de ti nació el Sol de la justicia" (Benedictus) o le dedican el
saludo del ángel: "Dios te salve, María, llena de gracia" (Magnificat).
25 de marzo: LA ANUNCIACION DEL SEÑOR Solemnidad

Es también -como la de la Presentación del 2 de febrero- "una fiesta conjunta de


Cristo y de la Virgen: del Verbo que se hace hijo de María y de la Virgen que se
convierte en Madre de Dios. Con relación a Cristo... como memoria del "sí"
salvador del Verbo encarnado... como conmemoración del principio de la
Redención,.. Con relación a María... como fiesta de la nueva Eva, virgen fiel y
obediente, que con su "sí" generoso se convirtió, por obra del Espíritu, en
Madre de Dios y también en verdadera Madre delos vivientes" (MC 6).

Nueve meses exactos antes de la Navidad, celebramos el misterio de la


Encarnación de Cristo, el Dios-con-nosotros (l. lectura: Is 7), en el seno de
María de Nazaret. Una fiesta que nos hace admirar por una parte la iniciativa
salvadora de Dios y por otra la colaboración de María con una actitud total de
fe.

Los textos de este día hablan, ante todo, del misterio de Cristo hecho hombre:
"tú has querido que la Palabra se encarnase en el seno de la Virgen María...
confesamos a nuestro Redentor como Dios y como hombre verdadero" (oración
colecta). Cristo dijo "sí" a Dios en el momento mismo de su encamación
(Hebreos 10: 2. lectura), que se conectará con el otro extremo de su vida: el
Misterio Pascual.

Este misterio sucede por obra del Espíritu de Dios: "Cristo, encarnado en su
seno por obra del Espíritu Santo" (prefacio). Del Espíritu en su acción sobre
Maria se habla incluso en lenguaje esponsal (antífona de Tercia).

Pero la Encamación de Cristo, y por tanto la maternidad de María, se ven


también en relación con nosotros, la Iglesia A María se la llama "nueva Eva"
(preces de Laudes), que obedeció a la palabra de Dios. En el prefacio se afirma
que "así Dios cumplió sus promesas al pueblo de Israel y colmó de manera
insospechada la esperanza de los otros pueblos", pero sobre todo muestra la
alegría porque en esa Encamación del Hijo de Dios estamos de alguna manera
incluidos todos nosotros, los que íbamos a creer en El y formar su Iglesia: "la
Iglesia... ha tenido su origen en la Encarnación de tu Unigénito, llénala del don
de tu alegría" (oración sobre las

A la Virgen la celebramos en esta fiesta como a la representante de Israel o de


toda la humanidad, y sobre todo de la Iglesia, en una proyección que los textos
establecen con naturalidad, porque su Hijo, Cristo, de alguna manera encierra
ya en sí mismo, desde el primer momento, a toda la humanidad destinada a la
salvación.
31 de mayo: LA VISITACION DE LA VIRGEN MARIA Fiesta

En la fiesta de hoy "la liturgia recuerda a la Santísima Virgen que, llevando en


su seno al Hijo, va a casa de Isabel para ofrecerle la ayuda de su caridad y
proclamar la misericordia de Dios Salvador" (MC 7).

Es todo un símbolo: María que lleva en su seno al Mesías y se encuentra con


Isabel que lleva también en el suyo al precursor. Un diálogo entre dos mujeres
llenas de Dios y de su Espíritu, un diálogo entre el AT y el NT, entre Dios y la
humanidad.

La escena central es la que leemos en el evangelio del día. Pero los varios textos
nos ayudan a desentrañar los varios sentidos de la fiesta para la comunidad
cristiana.

Ante todo María aparece como la portadora de Cristo: la presencia salvadora


del Mesías es la que produce la alegría y la alabanza: "Juan Bautista exultó de
alegría al presentir a Cristo en el-seno de la Virgen" (poscomunión); María es la
que lleva en su seno al Hijo de Dios (colecta) y por eso puede ser llamada
"tálamo purísimo de tu habitación y sagrario del Espíritu Santo" (preces de
Laudes).

Ahora es la Iglesia la que tiene encomendada la misión de evangelizar al mundo


y llevarle la presencia de Cristo. Pero ella misma, la comunidad cristiana, tiene
que saber reconocerle presente, sobre todo en el momento privilegiado de la
Eucaristía: "haz que tu Iglesia lo perciba siempre vivo en este sacramento"
(poscomunión). Por medio de María el Dios con -nosotros salió al encuentro de
la familia de Isabel. Por medio de la Iglesia, sus sacramentos y su predicación,
Dios sale al encuentro y "visita" a la humanidad entera.

La actitud de alegría y de alabanza que hace exclamar a María en el canto de su


Magnificat, debe ser contagiosa para la Iglesia: también ella debe contemplar,
admirar y agradecer a Dios "por todas las maravillas que has hecho con tus
hijos" (poscomunión), y se pide como súplica central de la oración del día: "que
dóciles al soplo del Espíritu, podamos, con María, cantar tus maravillas durante
toda nuestra vida". Las lecturas de Sofonías en la Misa ("alégrate, hija de Sión")
y del Cantar de los Cantares en el Oficio de Lecturas (la llegada del amado) dan
a esta alegre alabanza un tono de lirismo que comparten varias de las antífonas
de la Liturgia de las Horas.

Pero también hay una lección de caridad y servicialidad en la escena de la


Visitación y los textos del día la ponen de relieve: "te has complacido en el
gesto de amor de la Virgen María al visitar a su prima Isabel" (oración sobre las
ofrendas); se pide que también la Iglesia se esfuerce, en unión con María, por
ser un solo corazón y una sola alma (preces de Vísperas), y se ofrece como
lectura alternativa de la Misa Rm 12,9ss, con una clara llamada a la caridad
fraterna.

La Iglesia, en la fiesta de hoy, se ve, pues, espejada de varias maneras en María:


como portadora de Cristo al mundo, como ejemplo de caridad servicial hacia el
prójimo, y como comunidad orante que sabe alabar con alegría y lirismo a su
Señor. Tanto María como la Iglesia movidas por el mismo Espíritu.

A la vez que alabamos gozosamente a María, "la Madre del Señor", y la


"llamamos bienaventurada" también en nuestra generación, aprendemos de ella
las mejores actitudes cristianas.

En las Vísperas de hoy -o como canto final de la Eucaristía, si no hay Vísperas-


cantamos con las mismas palabras y el mismo sentimiento que María, nuestro
"Magnificat".

Sábado siguiente al 2 domingo después de Pentecostés:


EL INMACULADO CORAZON DE LA VIRGEN MARIA

Pío XII, en 1944, estableció esta memoria del Corazón de María.


Memoria
El corazón ha sido siempre el símbolo predilecto de las actitudes más íntimas de
la persona humana.

En el caso de María, además de la pureza radical y de la plenitud de gracia que


Dios le concedió, en vistas a la salvación que su Hijo nos iba a conseguir, su
corazón aparece en los textos del día como raíz de estas actitudes:
* la meditación contemplativa del Misterio de su Hijo: "María conservaba todas
estas cosas, meditándolas en su corazón" (evangelio de Lucas, y también la
antífona de la comunión),
* la alegría que siente ante lo que Dios ha hecho con ella: "mi corazón y mi
carne retozan por el Dios vivo" (antífona del Benedictus), "mi corazón se
regocija por el Señor, porque ha hecho obras grandes por mi" (antífona del
Magnificat).
Estas "obras grandes" de Dios en Maria, son, naturalmente, el haberla escogido
como Madre de su Hijo, y esto afecta a lo más íntimo de su ser: "has preparado
en el Corazón de la Virgen María una digna morada al Espíritu Santo" (oración
colecta).

Para cada uno de nosotros es también en lo más íntimo, en nuestro corazón,


donde sucede el encuentro salvador con los dones de Dios y nuestra respuesta
de fe: "haz que nosotros, por intercesión de la Virgen, lleguemos a ser templos
dignos de tu gloria" (oración colecta).

16 de julio: NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN Memoria

En el siglo XII el monte Carmelo, lleno de recuerdos bíblicos, se pobló de


ermitaños, que formaron allí una Orden contemplativa. Ya en el siglo XIV
existía esta memoria de la Virgen del Carmelo, que más adelante, en el XVIII,
pasó al calendario general.

La idea central que los textos de la Misa y de la Oración de las Horas destacan
en la memoria de hoy es la relación de la Virgen María con la oración
contemplativa: "deseé la sabiduría con toda el alma y creció como racimo que
madura" (antífona del Benedictus), "María escuchaba la palabra de Dios y la
cumplía, meditándola en su corazón" (antífona del Magnificat). Y también la
lectura de San León Magno, en el Oficio de Lecturas, incluye el primer párrafo
de la hornilla de la Navidad (que curiosamente faltaba el mismo día de
Navidad), y que hace referencia a la actitud interior de fe de la Virgen: "esta
virgen... antes de concebir corporalmente a su prole, divina y humana a la vez,
la concibió en su espíritu".

Esta conmemoración de la Virgen del Carmen es una invitación a interiorizar en


la oración y en la meditación la fe en Cristo Jesús: "la poderosa intercesión de la
Virgen Maria en su advocación del monte Carmelo, nos ayude y nos haga llegar
hasta Cristo, monte de salvación" (oración colecta).

5 de agosto: LA DEDICACION DE LA BASÍLICA DE SANTA MARIA


Memoria

Después del concilio ecuménico de Éfeso (año 431) en el que se pro clamó
solemnemente a la Virgen María como "Madre de Dios", se levanté en Roma
esta Basílica de Santa María, llamada "la mayor", porque en verdad es el templo
mariano más importante de Occidente.

En el Oficio de Lecturas proclamamos las entusiastas palabras de San Cirilo de


Alejandría en el citado concilio de Efeso, alabando a María como Madre de
Dios y a la vez como Virgen. Alabanzas que se prolongan en el responsorio,
viendo cumplidos los anuncios del Magnificat sobre las felicitaciones que María
iba a recibir de generación en generación. Las antífonas del Benedictus y del
Magníficat también llaman bendita a María y le piden su intercesión por
nosotros, glosando el saludo del Ave María.

15 de agosto: LA ASUNCION DE LA VIRGEN MARIA Solemnidad


La fiesta de hoy, que se celebra al menos desde el siglo VI, ha recibido nombres
corno "dormición", "glorificación", "deposición", "asunción9'

Es la fiesta "en que recordamos su destino de plenitud y bienaventuranza, la


glorificación de su alma inmaculada y de su cuerpo virginal, su perfecta
configuración con Cristo resucitado. Fiesta que propone a la Iglesia y a la
humanidad la imagen y la consoladora garantía del cumplimiento de la
esperanza final. Pues dicha glorificación plena es el gozoso destino de todos
aquellos a quienes Cristo ha hecho hermanos, teniendo en común con ellos la
carne y la sangre" (MC 6).

Hoy es la fiesta del Triunfo final de la Virgen, de su redención total, en cuerpo y


alma. Asociada a Cristo vencedor de la muerte y del pecado, "cuando terminó el
curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria de los cielos"
(Pío XII, en 1950, al proclamar el dogma de la Asunción: su Bula
Munificentissimus Deus" la leemos en el Oficio de Lecturas). Por eso los cantos
y las antífonas de este día están llenos de entusiasmo lírico: "es bella y hermosa
la hija de Jerusalén: subió al cielo resplandeciente, como la aurora cuando
amanece" (antífona del Benedictus), "ale-graos, porque reina con Cristo para
siempre" (antífona del Magníficat en las II Visperas), "ahora vives ya en la
gloria de Dios" (antífona de Laudes). La razón es evidente: la que desde el
principio fue hecha inmaculada por Dios, la que mereció ser la Madre del
Mesías, era lógico que al final también fuera distinguida con la glorificación
total: "porque te has complacido, Señor, en la humildad de tu sierva, la Virgen
María, has querido elevarla a la dignidad de Madre de tu Hijo y la has coronado
en este día de gloria y esplendor" (oración de la vigilia y de las 1 Vísperas),
"has elevado en cuerpo y alma a los cielos a la inmaculada Virgen María, Madre
de tu Hijo" (oración del día); "con razón no quisiste, Señor, que conociera la
corrupción del sepulcro la mujer que, por obra del Espíritu, concibió en su seno
al autor de la vida" (prefacio)

Este triunfo de María se debe a su asociación a la Pascua de Cristo. Ella ha


sido totalmente ganada por la victoria de Cristo: "has querido que la Inmaculada
Virgen María -participara en cuerpo y alma de la gloria de Cristo" (preces de
Vísperas). Por eso una de las lecturas bíblicas es la de 1Co 15, donde Pablo
proclama las consecuencias de la Pascua de Cristo sobre todos nosotros.

Pero a la vez el destino glorioso de María está íntimamente ligado al destino


último de la Iglesia, y por ello la alegría de la fiesta se convierte en cierto modo
en alegría por nuestra misma victoria. Se llama a la Virgen nueva Eva: "por Eva
se cerraron a los hombres las puertas del paraíso y por María Virgen se han
vuelto a abrir a todos" (antífona de 1 Vísperas): idea que recoge también Pío
XII en la lectura que hacemos de su Bula. Se la bendecirá corno la nueva Arca
de la Alianza (lectura de 1Cro 15 en la vigilia, y alusión también en las preces
de Laudes).

Se la identificará con la Mujer victoriosa que participa con Cristo, y para bien
de toda la Iglesia, en la lucha contra el mal (en la Misa del día leemos Ap 11-
12). Los textos nos invitan a alegrarnos porque la glorificación de la Virgen es
también la nuestra:
"ella es la figura y primicia de la Iglesia que un día será glorificada; ella es
consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en la tierra". Y piden
insistentemente a Dios que nos haga partícipes del mismo destino de la Virgen:
"nos concedas también el premio de tu gloria" (oración de la vigilia),
"lleguemos a participar con ella de su misma gloria en el cielo" (oración del
día), "lleguemos a la gloria de la resurrección" (poscomunión).

Es la fiesta de la alegría y de la esperanza, porque nos presenta en toda su


medida el don de Dios y la respuesta de fe de María. El "sí" de Dios, que ya
empezó en la concepción inmaculada de María, lleva a la plenitud la vida de la
Virgen, que toda ella fue un "sí" y un "magnificat" a Dios. Con este misterio
comienza ya y se nos da la garantía de nuestro destino de salvación.

22 de agosto: SANTA MARIA VIRGEN, REINA Memoria

"La solemnidad de la Asunción se prolonga jubilosamente en la celebración de


la me-mona de la Virgen María Reina, que tiene lugar ocho días después y en la
que se contempla a Aquella que, sentada junto al Rey de los siglos, resplandece
como Reina e intercede corno Madre" (MC 6).

Buen resumen, como siempre, del espíritu de la fiesta en el documento de Pablo


VI. El título de Reina, corno todo lo relacionado con la realeza, puede parecer a
algunos pasado de moda, y no en consonancia con el nombre de "sierva" que
Ella misma se da en el evangelio. El nuevo Rito de la Coronación de las
imágenes de la Virgen
-primer Ritual aprobado por Juan Pablo II-, que también se mueve en este
simbolismo de la realeza y de la corona, explica muy bien en sus "prenotandos"
por qué la Iglesia continúa dedicando este lenguaje hacia María, igual que se
emplea para con Cristo el título de Rey. La actitud de "sierva" y de "reina" no se
contradicen: precisamente se anuncia en el evangelio que "el que se humilla
será ensalzado", y después de Cristo mismo, el que mejor ha sabido conjugar su
realeza con la entrega total por los demás, es la Virgen María.

En los textos litúrgicos de hoy se resalta la participación de María en el Señorío


de Cristo, su Hijo. Como Madre del Mesías, el verdadero Señor (Dominus) y
Rey, ("la Madre de mi Señor", como la saluda Isabel), también ella participa del
triunfo de su Hijo y puede ser llamada Señora (Domina), sin empañar para nada
la centralidad debida a Cristo: "santa María, siempre Virgen, Reina del mundo,
tú engendraste a Cristo, el Señor, Salvador universal" (antífona del Benedictus).

Así vemos en Ella a nuestra Madre y Señora, con una relación muy estrecha
hacia nosotros: "nos has dado como Madre y corno Reina a la Madre de tu
Unigénito: concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria
de tus hijos en el reino de los cielos" (oración del día).

Este día, más que nunca, convendría recordar y cantar la antífona "Salve, Reina
de los cielos" (Ave Regina caelorum), así corno otros cantos que poéticamente
ensalzan sus títulos de Madre y Señora.

8 de septiembre: LA NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARIA


Fiesta

Procedente del Oriente, ya se con9cía en Roma esta fiesta en el siglo VII.


Nueve meses después del 8 de diciembre, celebramos el día del Nacimiento de
la Virgen. No ha hecho falta que el N.T. hablara explícitamente de este
Nacimiento, para que la comunidad cristiana haya dado singular relieve al día.
Sólo celebrarnos el nacimiento de dos Santos: de la Virgen y de Juan el
Bautista, ambos estrechamente relacionados con Cristo Jesús (de los demás
Santos celebramos el día de la muerte).

Este día de la Natividad es la aurora, como la Asunción es el día del triunfo


final. Los textos litúrgicos rezuman alegría. La comunidad cristiana ve en el
nacimiento de Maria el inicio de la salvación para todos: "el Nacimiento de la
Virgen María fue para el mundo esperanza y aurora de salvación"
(poscomunión), "cuando nació la Santísima Virgen, el mundo se iluminó"
(antífona de Laudes), "tu nacimiento, Virgen Madre de Dios, anuncia la alegría
a todo el mundo. De ti nació el sol de la justicia, Cristo, nuestro Dios" (antífona
del Benedictus) Si hay un día en que el lenguaje poético puede colorear nuestra
oración, es precisamente hoy.

Naturalmente, como en todas las fiestas marianas, el centro de nuestra fe sigue


siendo Cristo, el Hijo. Por eso en el evangelio leernos la genealogía de Cristo.
El es el verdadero sol, al que precedía la aurora de María: "tu nacimiento,
Virgen Madre de Dios, anuncia la alegría a todo el mundo: de ti nació el sol de
la justicia, Cristo, nuestro Dios" (antífona del Benedictus). Pero si el Hijo de
Dios se hizo de nuestra familia en lo humano, fue corno hijo de Maria, de la
raza de David: "hoy es el nacimiento de la gloriosa Virgen Maria, descendiente
de Abraham, de la tribu de Judá y de la noble estirpe de David" (antífona de
Laudes).

Al celebrar con gozo esta fiesta, esperarnos todos que de ella nos venga
aumento de gracia y de paz: "cuantos hemos recibido las primicias de la
salvación por la maternidad de la Virgen María, consigamos aumento de paz en
la fiesta de su Nacimiento" (oración del día).

15 de septiembre: NUESTRA SEÑORA, LA VIRGEN DE LOS DOLORES


Memoria

Ayer celebrábamos la exaltación de la Cruz de Cristo. Hoy, al recordar a la


Madre, tenemos una "ocasión propicia para revivir el momento decisivo de
la historia de la salvación y para venerar junto con el Hijo exaltado en la
Cruz a la Madre que comparte su dolor" (MC 7).

Este aspecto del misterio de la Virgen, su presencia materna junto a la Cruz de


su Hijo, lo difundieron ya desde el siglo XIII los Servitas, y más tarde los
Pasionistas. Y ahora, sin el duplicado del viernes de Pasión, se ha centrado este
recuerdo en el día de hoy.

La cercanía a la fiesta de ayer no es sólo cronológica: el centro de nuestra


celebración, según los textos litúrgicos, sigue siendo la Cruz Pascual de Cristo.
Por eso se leen Hb 5 y Jn 19: las mismas lecturas que el Viernes Santo, aunque
más breves, y las antífonas de la Liturgia de las Horas son claramente
cristológicas. Pero contemplarnos hoy con admiración que junto a El, como
representante de la Iglesia y de la humanidad, está su Madre: "tu has
querido que la Madre compartiera los dolores de tu Hijo al pie de la Cruz"
(oración del día).

No celebramos la anécdota o el puro sentimiento. Es el misterio teológico de


María, la Madre, que está junto a su Hijo en su Hora Pascual. Ella, la mujer
experta en dolor, ya desde el anuncio de la espada por el anciano Simeón
(antífona de entrada de la Misa): la que sabe de fatigas y pobreza, de soledad e
incomprensiones, y que ahora da a todos un magnífico ejemplo de entereza al
pie de la Cruz. Un verdadero símbolo de todo el dolor en la historia de la
humanidad.

El día de hoy es una invitación para que todos nos asociemos también, como
Ella y con Ella, a la Pascua de Cristo, también en el momento del dolor: "haz
que la Iglesia, asociándose con Maria a la pasión de Cristo, merezca participar
de su resurrección" (oración del día), "al recordar los dolores de la Virgen
María, completemos en nosotros, en favor de la Iglesia, lo que falta a la pasión
de Jesucristo" (poscomunión).
Pero a la vez la memoria de hoy nos hace mirar con alegría al testamento
espiritual que Jesús dejó a su Madre y a Juan: "la Virgen María, a quien tú nos
entregaste como Madre amorosa cuando estaba junto a la Cruz de tu Hijo"
(oración sobre las ofrendas): Madre de todos los que estaban representados en
Juan, el discípulo. O sea, Madre de la Iglesia y de todos los hombres.

7 de octubre: NUESTRA SEÑORA, LA VIRGEN DEL ROSARIO Memoria

Aunque esta conmemoración tiene su origen en el siglo XVI, a raíz de la


victoria de Lepanto, en 1571, sólo en el siglo XVIII obtuvo un lugar en el
calendario universal.

El objeto de la fiesta no es la devoción del rosario, sino la Virgen Maria, a la


que con diversas antífonas y responsorios de la Misa y de la Liturgia de las
Horas alabamos y dirigimos las palabras del Ave María: "Alégrate, María, llena
de gracia, bendita tú eres entre las mujeres

La devoción al rosario ha sido para muchas generaciones de cristianos, y lo


sigue siendo para nosotros, una hermosa ocasión para meditar en el Misterio de
Cristo, centro de toda la fe cristiana, tanto en su aspecto de Encarnación como
en el del Dolor y la Resurrección pascual. La oración del día, aunque nombra a
la Virgen, se centra sobre todo en este triple misterio salvador de Cristo: "por el
anuncio del ángel hemos conocido la encarnación de tu Hijo... lleguemos por su
pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección". Meditar "los misterios" de
Cristo (oración sobre las ofrendas) es de alguna manera sintonizar con ellos y
asimilarlos en nuestra vida: y éste es el camino para poder "participar en el gozo
de su gloria" (poscomunión).

La Virgen María, la primera salvada por Cristo, la que mejor supo conservar
"todas estas cosas, meditándolas en su corazón" (antífona del Magníficat), es
para nosotros como una memoria continua del Evangelio de su Hijo. De la
mano de ella es corno mejor podemos aprender a ser discípulos de Cristo y a
recorrer el camino mismo que El siguió, el de la vida a través del sacrificio de
su muerte. Las antífonas de Laudes y Vísperas, uniendo sabiamente los
misterios de gozo, dolor y gloria, nos ayudan a ver a la Virgen presente en el
camino de Cristo y en el nuestro.

12 de octubre NUESTRA SEÑORA DEL PILAR Fiesta

Según una antigua tradición, el origen de la fe cristiana en España, cuando


"brilló sobre nosotros la luz de la fe" (oración sobre las ofrendas), estuvo
relacionado con la presencia maternal de la Virgen. Desde entonces el Pilar de
Zaragoza es lugar de oración y un centro de esperanza para los pueblos de
España y América (cfr. la primera lectura del Oficio de Lecturas).

Pero más que un hecho histórico o una advocación concreta, los textos de hoy
celebran a la misma Virgen María. Damos gracias a Dios "por todas las grandes
maravillas que has realizado en la Virgen, Madre de tu Hijo" (prefacio) y
enumeramos su concepción inmaculada ("concebida sin pecado"), su Virginidad
("intacta en su virginidad"), su maternidad divina ("gloriosa en su
descendencia... Madre de Cristo, Esposo de la Iglesia, luz de las gentes ..."), y
finalmente su participación en el triunfo de su Hijo sobre la muerte ("no fue
contaminada por la corrupción del sepulcro... triunfante en su Asunción").

Nos unimos así a todas las generaciones que la felicitan y la llaman


bienaventurada (antífona de comunión), porque también para nosotros es ella
"la gloria de Jerusalén y la alegría de Israel" (antífona de Laudes) y en ella Dios
nos ha dado "una madre", la "madre de la Iglesia, madre de la gracia y la
misericordia" (preces de Laudes y Vísperas).

En concreto todos los que "la invocamos con la secular advocación del Pilar",
pedimos a Dios que por intercesión de la Virgen nos conceda "fortaleza en la fe,
seguridad en la esperanza y constancia en el amor" (oración del día),
"permanecer firmes en la fe y generosos en el amor" (oración de ofrendas) y que
finalmente podamos "contemplarte eternamente en el cielo" (poscomunión).

El Templo de Zaragoza nos recuerda que ante todo fue ella, la Virgen, la "santa
morada" para el Hijo; por eso leernos como primera lectura de la Misa
(alternativa con Hch 1, la escena de Pentecostés, con la Virgen y la
Comunidad), el capítulo 1 Cro 15, donde se narra la entrada solemne del Arca
de la Alianza, el lugar simbólico de la presencia de Dios entre los suyos. Pero
también nos recuerda que todos nosotros estamos invitados a ser en verdad "el
templo del Espíritu" (preces de Laudes).

Todos deseamos que la Virgen del Pilar sea para nosotros guía para el camino,
columna para la esperanza, luz para la vida" (antífona del Magníficat).

21 de noviembre: LA PRESENTACION DE LA SANTISIMA VIRGEN


Memoria

La conmemoración de hoy, muy apreciada por los orientales, tiene su origen en


la dedicación, en el siglo VI, de la iglesia de Santa María la Nueva, junto al
Templo de Jerusalén. Hace relación a la "dedicación" que la Virgen hizo de sí
misma a Dios, como niña: hecho no narrado en el evangelio, pero posible, y que
muestra una consagración y disponibilidad de las que dio ejemplo durante toda
su vida.

La idea central de la celebración queda muy bien expresada en la antífona del


Magnificat: "dichosa eres, María, siempre Virgen, templo del Señor, santuario
del Espíritu Santo...". Ella, la Virgen, fue el verdadero Templo que Dios eligió
para su presencia, corno morada de su Hijo. Un privilegio al que María
respondió con una actitud de fe:
"dichosa tú, María, que has creído" (antífona del Benedictus). Como dice San
Agustín, en la lectura de la Liturgia de las Horas, la Virgen "concibió por su fe",
"cumplió con toda perfección la voluntad del Padre y por esto es más
importante su condición de discípula de Cristo que la de madre de Cristo, es
más dichosa por ser discípula de Cristo que por ser madre de Cristo, Por esto,
María fue bienaventurada, porque, antes de dar a luz a su maestro, lo llevó en su
seno

También nosotros somos Templo de Cristo y de su Espíritu, como comunidad y


como personas. Tanto el Templo de Jerusalén como María, santuario del
Espíritu y morada de Cristo, nos llevan a contemplar el misterio de una Iglesia,
la comunidad cristiana, que también es portadora de Cristo. La comparación
entre María y la Iglesia hace decir a San Agustín, en la lectura de hoy: "María
fue dichosa, pero más importante es la Iglesia que la misma Virgen María. ¿En
qué sentido? En cuanto que María es parte de la Iglesia, un miembro santo, un
miembro excelente, un miembro supereminente, pero un miembro de la
totalidad del cuerpo. Y el cuerpo entero es más que uno de sus miembros...
También vosotros sois miembros de Cristo, cuerpo de Cristo".

La santidad y la total apertura de María a Dios, nos indican el camino para que
también nosotros seamos Templo de Cristo y portadores de su salvación a la
humanidad.

8 de diciembre: LA INMACULADA CONCEPCION DE SANTA MARIA


VIRGEN Solemnidad

Hoy es una de las fiestas principales de la Virgen, "en que se celebran


conjuntamente la Inmaculada Concepción de María, la preparación radical a la
venida del Salvador y el feliz comienzo de la Iglesia, hermosa, sin mancha ni
arruga" (MC 3).

La "fiesta del comienzo absoluto", en que celebramos la gratuita iniciativa de


Dios, que ha elegido a María como Madre del Salvador. Antes de mirar al "si,'
de la Virgen (que leemos en el evangelio de Lc 1), nos alegramos del "sí"
absoluto de Dios a María, y en ella a toda la humanidad: "por pura iniciativa
suya" (Ef 1, segunda lectura de la Misa), "preservaste a la Virgen María de toda
mancha de pecado original, para que en la plenitud de la gracia fuese digna
madre de tu Hijo... purísima había de ser la Virgen que nos diera el Cordero
inocente que quita el pecado del mundo" (prefacio).

Por eso los textos de hoy están llenos de alegría y de alabanza a Dios, "porque
el Poderoso ha hecho en ti grandes obras" (antífona comunión).

María aparece así como la primera redimida por la Pascua de Cristo


"preparaste a tu Hijo una digna morada y en previsión de la muerte de tu HUO,
la preservaste de todo pecado" (oración del día), "con la eficacia de tu
redención, preservaste a tu Madre de toda mancha de pecado" (preces de
Laudes). Participa también ella en la lucha y en la victoria contra el mal: en el
fondo de los textos de hoy se vislumbra el gran paralelo del primer Adán y del
segundo y definitivo Adán, Cristo, pero también con la gran imagen de María
como la segunda Eva: leernos Rm 5, sobre Adán y Cristo, en el Oficio de
Lecturas, y Gn 3, con el relato del primer Adán, en la Eucaristía. Recordamos
con gozo el anuncio de las "enemistades entre la serpiente y la mujer" (antífona
de Laudes). Las preces de Vísperas no sólo recuerdan el comienzo de esta
salvación, sino que lo relacionan gozosamente con su final: el misterio de Maria
como Asunta al cielo y Reina del universo. Es la maduración plena del don que
desde su inicio ha recibido de Dios, en vistas a su maternidad mesiánica.

Pero también es fiesta para la Iglesia, por su íntima relación con Maria. Una
vez más podemos hoy cantar: "tú eres la gloria de Jerusalén... tú el orgullo de
nuestra raza" (antífona de Vísperas II), "qué pregón tan glorioso para ti, ciudad
de Dios" (antífona del Oficio de Lecturas). En verdad toda la humanidad ha
quedado beneficiada de esta plenitud de gracia que María ha recibido: "por tu
bendición queda bendita toda creatura" (San Anselmo, en el Oficio de
Lecturas). Y en particular la comunidad cristiana, la Iglesia: "preservaste a la
Virgen María de toda mancha... para que fuera comienzo e imagen de la Iglesia,
esposa de Cristo, llena de juventud y limpia hermosura". Comienzo e imagen de
la Iglesia: la figura mejor de todo lo que la Iglesia quiere llegar a ser,
respondiendo al don de Dios. Cada uno de nosotros pide hoy que Dios nos
guarde "limpios de todas nuestras culpas" (oración colecta), y que repare "en
nosotros los efectos de aquel primer pecado" (poscomunión), pero es la Iglesia
entera la que~se goza y se llena de esperanza en la fiesta de hoy, al ver en María
a la "madre" (preces de Vísperas 1) y al mejor "ejemplo de santidad" (prefacio).

En el clima del Adviento, ante la inminencia de la salvación mesiánica que


celebraremos sacramentalmente en la Navidad, en esta perspectiva de la
Encarnación y el Nacimiento de Cristo, el Salvador, nos alegramos de que la
Madre haya recibido ya de antemano la salvación de su Hijo, y además en
plenitud, mostrándonos así toda la medida del plan salvador de Dios para con la
humanidad.

LA VIRGEN FIEL

"De entre tantos títulos atribuidos a la Virgen a lo largo de los siglos, por el
amor filial de los cristianos, hay uno de profundísimo significado: Virgo fidelis,
Virgen fiel.

¿Qué significa esta fidelidad de María? ¿cuáles son las dimensiones de esa
fidelidad?

La primera dimensión se llama "búsqueda". María fue fiel ante todo cuando,
con amor, se puso a buscar el sentido profundo del designio de Dios en Ella y
para el mundo: "¿cómo sucederá esto?", preguntaba ella al ángel de la
Anunciación... No habrá fidelidad si no hubiere en la raíz esta ardiente, paciente
y generosa búsqueda...

La segunda dimensión de la fidelidad se llama "acogida", aceptación. El "cómo


sucederá" se transforma, en los labios de María, en un "fiat", "que se haga",
estoy pronto, acepto. Este es el momento crucial de la fidelidad, momento en el
cual el hombre percibe que jamás comprenderá totalmente el cómo, que hay en
el Designio de Dios más zonas de misterio que de evidencia... Es el momento en
el que el hombre se abandona al misterio con la disponibilidad de quien se abre
para ser habitado por algo -por Alguien- más grande que el propio corazón...

"Coherencia" es la tercera dimensión de la fidelidad. Vivir de acuerdo con lo


que se cree. Ajustar la propia vida al objeto de la propia adhesión. Aceptar
incomprensiones, persecuciones antes que permitir rupturas entre lo que se vive
y lo que se cree: esta es la coherencia. Aquí se encuentra, quizás el núcleo más
íntimo de la fidelidad.

Pero toda fidelidad debe pasar por la prueba más exigente: la de la duración. Por
eso la cuarta dimensión de la fidelidad es la constancia. Es fácil ser coherente
por un día o algunos días. Difícil e importante es ser coherente toda la vida... El
"fiat" de María en la Anunciación encuentra su plenitud en el "fiat" silencioso
que repite al pie de la cruz.

De todas las enseñanzas que la Virgen da a sus hijos... quizás la más bella e
importante es esta lección de fidelidad"
(Juan Pablo II, en la catedral de Méjico, enero 1979)

EUCARISTÍA
EL LECCIONARIO BÍBLICO EN LAS MISAS MARIANAS

P. TENA

La revisión del calendario mariano y la consiguiente remodelación de la liturgia


de la palabra de las solemnidades y fiestas de la Virgen, así corno del común,
han sido el fruto conjunto de una serie de factores realmente benéficos. El
primero de ellos ha sido el deseo de situar correctamente la figura de María en
las celebraciones de la Iglesia; en definitiva, una aplicación concreta del influjo
sobre la lex orandi, de una renovación eclesial de la fe ; la lex orand¡, a su vez,
influye en que los cristianos puedan progresar -a través de ella- en una mejor
lex credendi. La plasmación típica de esta fuente de inspiración es, sin duda, el
capítulo VII de la Constitución Lumen gentium, síntesis magnífica del
pensamiento conciliar sobre la función y situación del María en la historia de la
salvación. El segundo influjo ha sido el mismo principio que ha movido a
revisar estrictamente el calendario: un deseo de examinar el sentido de cada
fiesta, su valor pedagógico, su origen histórico confrontado con los valores
actuales que pueden representar, etc. En tercer lugar, un mandato conciliar de
proveer con mayor abundancia de textos bíblicos la liturgia de la Palabra, y todo
el trabajo de los exégetas, que ha posibilitado un tratamiento más crítico quizá,
pero también más intenso, de la Escritura en la liturgia.

Globalmente, el texto que define mejor el trabajo realizado, es precisamente el


programa conciliar: "En la celebración de este círculo anual de los misterios de
Cristo, la santa Iglesia venera con amor especial a la bienaventurada Madre de
Dios, la Virgen Maria, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica de su Hijo;
en ella, la Iglesia admira y ensalza el fruto más espléndido de la redención y la
contempla gozosamente como una purísima imagen de lo que ella misma, toda
entera, ansía y espera ser" (SC 103). Como amplio y autorizado comentario a
este articulo tenemos la magnífica exhortación apostólica de Pablo VI, Marialis
cultus, cuya categoría será difícilmente superable. La parte dedicada a analizar
las fiestas de María es, por si sola, la mejor catequesis del calendario mariano.

Los textos citados insisten en la doble dimensión de toda contemplación


mariana: la íntima conexión de María con el misterio de nuestra salvación y el
carácter tipológico en relación con toda la Iglesia. Brevemente: la Madre de
Cristo y la "primera" cristiana.

Creo que se puede estudiar el leccionario mariano según esta doble orientación.

La presencia de Maria en el leccionario de las fiestas de Navidad


Hay quince días en el leccionario litúrgico dedicados a la lectura continua del
evangelio de la infancia de Jesús. Son los días que van desde el 17 de diciembre
hasta el 1 de enero; tienen su centro en Navidad y su conclusión en la
solemnidad de santa María Madre de Dios. La razón de esta lectura continua es
obvia: celebrarnos el misterio de la venida de Dios entre nosotros, por la
encarnación y el nacimiento de Jesucristo, y éste es precisamente el contenido
de estos capítulos evangélicos.

Está claro que esta celebración induce a la presencia frecuente de María en las
lecturas bíblicas. Si exceptuamos las escenas más directamente referidas a la
historia de Juan, -anuncio a Zacarías, nacimiento del Bautista, y cántico de
Zacarías- en todas las restantes María es la protagonista, algunas veces con la
discreta compañía de José. Está claro, igualmente, que esta lectura posibilita la
referencia, y de algún modo la celebración misma, de los grandes
acontecimientos salvíficos en los que María tiene un papel decisivo: la
Anunciación, la Visitación, la Presentación al Templo, la Compasión (anuncio
de Simeón). En este sentido, cabe decir que en estos quince días tenemos el
tiempo fuerte de la celebración mariana, precisamente en su situación más
exacta: corno mediación de la encarnación del HUO de Dios y de su presencia
entre los hombres; como culminación de una historia de la alianza en el pueblo
de Dios y primicia de una fidelidad nueva, basada en el don del Espíritu de
Cristo.

La situación de la lectura evangélica durante esta quincena recibe una


iluminación especial a partir de las primeras lecturas que la acompañan. Esto
sucede especialmente en los días antes de Navidad (ya que entre Navidad y el
día 1 de enero la primera lectura asume la primera carta de Juan, en lectura
continua). Durante los días anteriores a Navidad, las primeras lecturas están
escogidas claramente en función del texto evangélico, y forman como el tejido
de fondo para la inteligencia del evangelio correspondiente, a partir de la
historia de la salvación: la bendición de Judá como trasfondo de la genealogía
de Mateo, que culmina en la génesis de Cristo, nacido de María (¡la mujer que
interrumpe la sucesión masculina!); el anuncio del vástago de David, corno
interpretación de la función peculiar de José, hijo de David, en relación con el
misterio de la maternidad de María; la profecía de Isaías sobre la Virgen y el
Emmanuel prepara la anunciación del ángel a María: "Concebirás en tu vientre
(la Virgen está encinta) y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús" (y
le pone por nombre: Dios-con-nosotros); la lírica exultación de la Esposa ante la
invitación del Esposo, y -alternativa en el leccionario- el gozo de la Hija de Sión
ante la presencia del Señor, son introducción a la escena de la visitación, que
representa -en Lucas-44 el encuentro de Jesús y Juan por la mediación de sus
madres; el cántico de Ana, la humilde y pobre madre de Samuel, prepara el
cántico de María, himno a la misericordia del Señor que enaltece a los pobres.

Esta amplitud de lectura de los grandes textos evangélicos referentes a María, y


la consiguiente presencia de las profecías mesiánicas que se refieren a los
mismos, hace que prácticamente proclamemos en estos días todos los textos
bíblicos en los que aparece María (exceptuando la escena de Caná, las
referencias en la predicación de Jesús, la escena de la cruz y su presencia en la
comunidad de Jerusalén). Cabe destacar, sin embargo, de una manera especial,
las lecturas de la solemnidad del día 1 de enero. El texto evangélico de este día
es la adoración de los pastores, continuación estricta del evangelio de la noche
de Navidad. La presencia de María en ella es, ciertamente, la presencia de la
Madre, incluso de la Madre que "sabe el nombre";pero su maternidad no es
puramente biológica, sino un hecho de fe: María conserva en su corazón los
acontecimientos, es madre en su corazón tanto y más que en su cuerpo virginal.
Las otras dos lecturas son de intención clara: el testimonio de Pablo sobre el
nacimiento "de mujer", y la súplica de bendición sobre el pueblo invocando el
nombre del Señor (un antiguo texto litúrgico dice de María que, con Cristo, dio
la bendición a los hombres).

El leccionario en el ciclo de las fiestas marianas


El carácter estrictamente cristológico - salvífico con que es contemplada María
en el ciclo de la fiesta de Navidad queda todavía corno fundamento en las
diversas solemnidades y fiestas que se celebran durante el año. Sin embargo la
liturgia de la Palabra cuida de actuar la referencia eclesiológica en cada una de
ellas, especialmente en aquellas -corno la Concepción Inmaculada y la
Asunción- en que de una manera más directa se celebra la "gloria" de María.

Esta distinción conviene plantearla de entrada. Hay dos fiestas, en el calendario


litúrgico, que han oscilado a través de los siglos entre fiesta del Señor y fiesta
mariana: la Presentación del Señor / Purificación de María, y la
Anunciación/Encamación. El calendario actual ha devuelto a estas fiestas su
carácter predominantemente cristo-lógico. El misterio que se celebra en ellas, en
realidad, es una extensión del misterio de Navidad, y el protagonista es Cristo;
evidentemente corno en Navidad, la presencia de María es imprescindible, pero
siempre desde la perspectiva de la mediación humana. De ahí que el leccionario
haya incluso reforzado con las nuevas lecturas segundas- el carácter cristológico
de la fiesta. En el día 2 de febrero, con el texto de Hb 2,14-18, para acentuar la
fraternidad humana de Cristo, base para su mediación sacerdotal. En el día 25
de marzo, con el texto de Hb 10,4-1 0, para acentuar el carácter de ofrenda
sacrificial de la existencia de Cristo, desde su misma entrada en el mundo. Creo
que estos dos textos son una prueba evidente de que estas dos fiestas deben ser
consideradas primariamente como fiestas del Señor, al cual se une íntimamente
su Madre.
Las otras dos solemnidades marianas -Concepción y Asunción- han sido
igualmente reforzadas en el leccionario. Pero aquí el acento se ha hecho en
favor de la dimensión eclesial, y casi con una renovación total en relación con el
leccionario preconciliar.

La solemnidad del 8 de diciembre tenía como primera lectura el texto de Pr


8,22ss. que habla de la Sabiduría de Dios, amada por El desde siempre, y como
evangelio la salutación del ángel en su inicio. El nuevo leccionario ha planteado
la solemnidad de una manera más global. Corno primera lectura, el
protoevangelio: el misterio del pecado y de la gracia, como misterio humano y
misterio de salvación. Como segunda lectura, el comienzo del cántico de
Efesios: todos los que estamos en Cristo - ¡la primera su Madre! - estarnos
llamados a ser santos e inmaculados en la presencia de Dios. De la gloria
solitaria de María pasamos a la gloria de la Iglesia, realizada en María de una
forma absolutamente peculiar y gratuita. Finalmente, el evangelio nos trae la
escena de la anunciación por entero, para destacar el fundamento de la "plenitud
de gracia" de Maria: su vocación a la maternidad divina. Las palabras de la
Sabiduría divina han desaparecido, no sólo porque su atribución corresponde
más a Cristo que a María, sino porque resultaban demasiado lejanas al misterio
de la comunión entre María y los cristianos. La Concepción Inmaculada de
Maria se convierte, así, en la fiesta de la presencia en el mundo de la primera
"cristiana"; lo que para la Iglesia es fe y sacramento, para María es gratuidad
sobreabundante y preservación.

Con la solemnidad del 15 de agosto se ha hecho algo parecido. Esta solemnidad


tiene ahora dos formularios completos de liturgia de la Palabra, uno para la misa
de vigilia y otro para la misa del día. Aquí el tema que se ha ampliado en
relación con el leccionario anterior ha sido el del arca de la alianza, como
símbolo y medio de la presencia de Dios entre su pueblo. En la misa de vigilia,
la primera lectura y el salmo explican la historia de la "entrada" gloriosa del
arca de la alianza en la ciudad de David; es una maravillosa imagen de la
entrada de María en la Jerusalén celestial. En la misa del día, la visión
apocalíptica contempla el arca de la alianza situada ya en la ciudad santa, que se
transforma en cierta manera en el signo de la mujer gloriosa, madre y
perseguida al mismo tiempo; la intención litúrgica es contemplar la gloria de
María, en función de su maternidad y de su compasión, a la vez que prefigura la
gloria de la Madre Iglesia, perseguida también aunque con la seguridad de la
victoria pascual. Las dos segundas lecturas están tomadas del capítulo 15 de la
primera carta a los Corintios. En ellas se desarrolla el fundamento cristológico
de la gloria de María, que es el mismo para todos los que estamos en Cristo: la
muerte ha sido vencida en la resurrección del Señor, y todos resucitaremos con
El, "cada uno en el momento que le corresponde": ¡éste es el privilegio de
María, ya que a Ella le corresponde ya! Los textos evangélicos recogen la
alabanza de la Iglesia, significada en la mujer anónima del texto de Lucas
11,27-28 y en la madre del Bautista. Pero esta alabanza no termina en Maria, ya
que ella misma la refiere al Señor, con el cántico. De nuevo se destaca así el
carácter de primicia e imagen que corresponde a la Virgen gloriosa.

El calendario mariano tiene, finalmente, otras tres fiestas que merecen una
mención: el nacimiento de María, el día 8 de septiembre; la visitación, el día 31
de mayo; los dolores de María; el día 15 de septiembre. El leccionario de estas
fiestas apenas ha variado, y por consiguiente se mantiene para ellas la misma
orientación anterior. Cabe destacar que, en la fiesta del 31 de mayo se acentúa
un aspecto que no se atiende en el ciclo de los días anteriores a Navidad: el
carácter de ayuda fraternal que implica la visita de María a Isabel. Con ello, el
misterio de la visitación recibe también un matiz de "ejemplaridad", además de
su carácter de mediación, que es el fundamental. En cuanto a la memoria de los
dolores de María, cabe destacar que se ha suprimido la memoria de esta
compasión que se hacía el viernes de la quinta semana de Cuaresma, quedando
solamente esta memoria del 15 de septiembre, complementaria claramente de la
fiesta de la exaltación de la santa Cruz. De esta manera, resulta orientada cristo-
lógica y ejemplarmente la contemplación de María al pie de la cruz.

EXPERTA EN DOLOR

"Es consolador notar que al lado de Cristo, en primerísimo y muy destacado


lugar junto a El está siempre su Madre Santísima por el testimonio ejemplar que
con su vida entera da a este particular Evangelio del sufrimiento. En ella los
numerosos e intensos sufrimientos se acumularon en una tal conexión y
relación, que si bien fueron prueba de su fe inquebrantable, fueron también una
contribución a la redención de todos. En realidad, desde el antiguo coloquio
tenido con el ángel, Ella entrevé en su misión de madre el "destino" a compartir
de manera única e irrepetible la misma misión del Hijo. Y la confirmación de
ello le vino lo bastante pronto, tanto de los acontecimientos que acompañaron al
nacimiento de Jesús en Belén, cuanto del anuncio formal del anciano Simeón,
que habló de una espada muy aguda que la traspasaría el alma, así como de las
ansias y estrecheces de la fuga precipitada a Egipto, provocada por la cruel
decisión de Herodes.

Más aún, (...) fue en el Calvario donde el sufrimiento de María Santísima, junto
al de Jesús, alcanzó un vértice ya difícilmente imaginable en su profundidad
desde el punto de vista humano, pero ciertamente misterioso y
sobrenaturalmente fecundo para los fines de la salvación universal. Su subida al
Calvario, su estar a los pies de la cruz junto con el discípulo amado, fueron una
participación del todo especial en la muerte redentora del Hijo, como por otra
parte las palabras que pudo escuchar de sus labios, fueron como una entrega
solemne de este típico Evangelio que hay que anunciar a toda la comunidad de
los creyentes";
(Carta apostólica "Salvifici Doloris"', Juan Pablo II, 1984)

LA ORACION DE LOS FIELES


Confiados en la bondad del Señor que hizo obras grandes en María,
supliquemos a Dios por las necesidades de todos los hombres:
1. Para que la Iglesia, cumpliendo fielmente como María la voluntad del
Padre, por la predicación y el bautismo engendre nuevos hijos para la vida
inmortal, roguemos al Señor.
2. Para que el Espíritu del Señor, que cubrió con su sombra las entrañas de
María, ilumine a todos los hombres y les haga discernir los signos de su
presencia en el mundo, roguemos al Señor.
3. Para que cuantos lloran en este valle de lagrimas sientan la protección de
María y se sientan reconfortados en sus sufrimientos, roguemos al Señor.
4. Para que a todos nosotros el afecto maternal de María nos aliente a
cooperar con nuestro esfuerzo en la misión apostólica de la Iglesia, roguemos al
Señor.

Escucha, Dios de bondad, las oraciones de tu pueblo y dígnate acceder a


nuestras peticiones, pues las ponemos bajo la protección de la Madre de tu
Unigénito, nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo por los siglos de
los siglos.

- II -
Elevemos, hermanos, nuestras voces suplicantes al Padre todopoderoso, y
por la intercesión de la gloriosa Madre de Dios, invoquemos la misericordia
divina por las necesidades de todo el mundo:

1. Para que la Iglesia, a imitación de María, conserve virginalmente la fe


integra, la esperanza firme y la caridad ardiente, roguemos al Señor.

2. Para que el Espíritu Santo, que engendró en las entrañas de María al Hijo del
Padre eterno, ilumine y aliente a todos los hombres y les lleve al conocimiento
y al amor de su Creador, roguemos al Señor.

3. Para que el ejemplo de María sufriente al pie de la cruz dé valor a los que
viven rodeados de dificultades y dolor, roguemos al Señor.
4. Para que todos nosotros, poniendo los ojos en María, nos esforcemos por
imitarla y como ella crezcamos en toda clase de virtudes, roguemos al Señor.

Escucha, Señor, las oraciones que tus fieles te han presentado a' celebrar hoy
esta fiesta en honor de la Madre de tu Hijo; y, aunque seamos indignos de tu
ayuda, por los méritos de la Virgen María, concédenos lo que te hemos pedido.
Por Cristo nuestro Señor.

-III-
Pidamos, hermanos, al Señor que venga en nuestra ayuda y por la pode-
rosa intercesión de la Madre de su Hijo escuche nuestras plegarias:

1. Por la Santa Iglesia de Dios: para que a ejemplo de María, humilde


esclava del Señor, no pretenda grandezas sino que acalle y modere sus deseos
como un niño en brazos de su madre, roguemos al Señor.

2. Por los hombres que no conocen a Jesucristo: para que por intercesión de
María, la más santa de todas las creaturas, lleguen al conocimiento del
Evangelio y encuentren en él su felicidad, roguemos al Señor.

3. Por cuantos se han apartado de la senda del bien: para que por intercesión
de María, refugio de pecadores, se conviertan y retornen al buen camino,
roguemos al Señor.

4. Por todos nosotros: para que por intercesión de María, Virgen fidelísima,
perseveremos en el bien hasta la muerte, roguemos al Señor.

Te rogamos, Señor, que venga en nuestra ayuda la intercesión de la Virgen


María para que obtengamos los bienes que hemos pedido de tu bondad. Por
Cristo nuestro Señor.

-IV-
Pongamos nuestros ojos en Jesús, que por la salvación del mundo quiso
nacer de Santa María Virgen, y encomendémosle confiados las necesidades de
todos los hombres:

1. Para que el Señor, que quiso que la perfección de la Iglesia se prefigurara y


culminara en la Madre de su Hijo, otorgue a todos los fieles ser reflejo de la
santidad que brilla en María, roguemos al Señor.

2. Para que el Todopoderoso, que en su Reino ha colmado a María de


felicidad, ponga sus ojos en la familia humana y le otorgue la esperanza de
aquella vida eternamente feliz por la que, aún sin saberlo, suspiran todos los
hombres, roguemos al Señor.

8. Para que el Padre del cielo, que dispuso que el nacimiento de María
anunciara la alegría al mundo entero, se compadezca de quienes lloran en este
valle de lágrimas y aleje de ellos la causa de sus sufrimientos, roguemos al
Señor.
4. Para que el Rey de la gloria, que hizo de María la Virgen fidelísima,
otorgue a quienes hoy recordamos a la Madre de su Hijo ser plenamente fieles a
la vocaci6n a la que hemos sido llamados, roguemos al Señor

Por la gloria de tu nombre y por la intercesión de santa María Virgen y de todos


los santos, compadécete, Señor, de nosotros, escucha nuestras oraciones y
otórganos siempre tu protección. Por Cristo nuestro Señor.

-V.
Oremos, hermanos, al que hizo obras grandes en María y pidámosle que
muestre también el poder de su brazo escuchando nuestra oración:

1. Para que todos aquellos hermanos y hermanas nuestros que han


consagrado a Dios la integridad de su cuerpo y el amor exclusivo de su espíritu
amen cada día con mayor intensidad la virginidad que han prometido, roguemos
al Señor.

2. Para que el Hijo de Dios, que para salvar al mundo nació de santa María
Virgen, se compadezca de todos los que viven aún sumergidos en las tinieblas y
el pecado, roguemos al Señor.

3. Para que los que se sienten tentados por la soberbia, la ambición o la


sensualidad pongan sus ojos en María y, alentados por su ejemplo y ayudados
por su oración, venzan sus tentaciones, roguemos al Señor.

4. Para que cuando nos llegue la hora de nuestra muerte, sintamos la


protección maternal de María en nuestro último combate y podamos
presentarnos confiados ante el tribunal de su Hijo misericordioso, roguemos al
Señor.

Escucha, Señor, la oración de tu Iglesia y, por la mediación maternal de santa


María Virgen, otórganos el gozo de ver realizadas nuestras peticiones. Por
Jesucristo nuestro Señor.

-VI-
Al elevar a Dios nuestra oración, pidamos hermanos, a María, que oró junto con
los discípulos en el cenáculo, que interceda también ahora por nosotros y ore
con nosotros al Señor:
1. Para que por la intercesión de María, Virgen poderosa, la Iglesia se vea
libre de todo mal, roguemos al Señor.

2. Para que por la intercesión de María, Trono de la Sabiduría, los que


consagran su vida al estudio progresen en el conocimiento y en el amor a la
verdad, roguemos al Señor.
3. Para que por la intercesión de María, Madre de misericordia, los
pecadores alcancen el perdón de sus culpas, roguemos al Señor.

4. Para que por la intercesión de María, Virgen fidelísima, cumplamos con


los deberes de nuestra vocación y perseveremos hasta la muerte en el bien,
roguemos al Señor.

Escucha, Señor, la oración de tus hijos que unen su plegaria a la intercesión de


María, modelo de la Iglesia suplicante, y muéstrate propicio ayudándonos en
nuestras necesidades. Por Jesucristo nuestro Señor.

VII-
A Dios Padre, que ha hecho obras grandes en la santísima Virgen María,
y sigue continuamente obrando maravillas de bondad en su Iglesia, dirijamos
suplicantes nuestra oración, diciendo: Te rogamos, óyenos.
1. Por la Iglesia, para que, uniendo su voz a la de María, anuncie a todos los
pueblos las maravillas de Dios, y exalte la misericordia del que derriba del trono
a los poderosos y enaltece a los humildes, roguemos al Señor.

2. Por todos los pueblos del mundo, para que, movidos por el Espíritu Santo
se congreguen felizmente en el único pueblo de Dios, bajo el reinado de Cristo,
roguemos al Señor.

3. Por la concordia entre las naciones, para que, con la ayuda de la Reina de
la paz, se apaguen los odios, desaparezcan las guerras, y todos los pueblos
gocen de una convivencia fecunda, roguemos al Señor.

4. Por los que sufren en la enfermedad, en la pobreza, en la soledad, por


cuantos languidecen en las prisiones o padecen persecución, para que la
santísima Virgen, reina de misericordia, reavive en ellos la esperanza y los
conforte con su amor materno, roguemos al Señor.

5. Por todos los que estamos aquí reunidos, para que, reconociendo la
singular dignidad de la santísima Virgen, nos esforcemos en imitar su humildad
y espíritu de servicio y la amemos con amor cada vez más ardiente, roguemos al
Señor.

Te pedimos, Señor, que interceda por nosotros la santísima siempre Virgen


María, que nos diste como Madre y como Reina, para que también nosotros
podamos participar de la plenitud de tu gracia. Por...
-EN LA FIESTA PATRONAL- Celebrando hoy gozosamente la fiesta de la
Virgen María, (Nuestra Señora de...), presentemos al Padre nuestra oración,
para que derrame su gracia sobre nosotros y sobre todos los hombres. Oremos
diciendo: Escúchanos, Padre.
1. Oremos ante todo por nuestro pueblo (ciudad) de..., en este día de fiesta.
Oremos por cada hombre y cada mujer, cada anciano, cada niño, cada joven.
Oremos por las familias, los grupos, las entidades, las instituciones. Oremos por
nuestros gobernantes. Que Dios nos conceda a todos su bendición y su gracia.
Oremos, hermanos.

2. Oremos por la Iglesia, por todos los cristianos. Pidamos que el Espíritu de
Dios fecunde a la Iglesia, como fecundó a María. Pidamos que la Iglesia y cada
uno de los cristianos seamos, como María, portadores de Jesucristo al mundo.
Oremos, hermanos.

3. Oremos por el mundo entero, por todos los pueblos y naciones. Pidamos
por las ilusiones y las esperanzas, por las tristezas y fracasos que viven los
hombres. Pidamos por todos los que luchan al servicio de un mundo más digno,
por todos los que se esfuerzan al servicio del amor. Y pidamos por todos los que
sufren a causa de la dureza de corazón de otros hombres, por los que no tienen
lo necesario para vivir, por los que no encuentran solidaridad ni ayuda. Oremos,
hermanos.

4. Oremos finalmente por todos nosotros, los que con fe y alegría


celebramos hoy nuestra fiesta bajo la advocación amorosa de María. Que nunca
nos falte su compañía, y que mantengamos siempre vivo el deseo de crecer
como cristianos, fieles al Evangelio como ella lo fue. Oremos, hermanos.

Escucha, Padre, nuestras plegarias. Y concédenos todo lo que con fe te hemos


pedido. Por...

PREFACIOS MARIANOS

1. La Maternidad de María

Prefacio 1 de Santa Maria Virgen, Misal Romano


En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y
eterno.

Y alabar, bendecir y proclamar tu gloria en la Maternidad de santa María,


siempre virgen. Porque ella concibió a tu único Hijo por obra del Espíritu Santo,
y, sin perder la gloria de su virginidad, derramó sobre el mundo la luz eterna,
Jesucristo, Señor nuestro.

Por el, los ángeles y los arcángeles y todos los coros celestiales celebran tu
gloria, unidos en común alegría. Permítenos asociarnos a sus voces cantando
humildemente tu alabanza: Santo, Santo, Santo...

2. La Iglesia alaba a Dios inspirándose en las palabras de María Prefacio II de


Santa Mar(a Virgen, Misal Romano

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias,


Señor, y proclamar tus maravillas en la perfección de tus santos;
y, al conmemorar a la bienaventurada Virgen Maria, exaltar especialmente tu
generosidad inspirándonos en su mismo cántico de alabanza.

En verdad hiciste obras grandes en favor de todos los pueblos, y has mantenido
tu misericordia de generación en generación, cuando, al mirar la humillación de
tu esclava, por ella nos diste al autor de la vida, Jesucristo, HUO tuyo y Señor
nuestro.

Por él, los ángeles y los arcángeles te adoran eternamente, gozosos en tu


presencia. Permítenos unirnos a sus voces cantando tu alabanza:

Santo, Santo, Santo...

3. María, Modelo y Madre de la Iglesia Misa Votiva, Misal Romano

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias


siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, y
alabarte debidamente
en esta celebración en honor de la Virgen María.

Ella, al aceptar tu Palabra con limpio corazón, mereció concebirla en su seno


virginal, y al dar a Luz a su Hijo preparó el nacimiento de la Iglesia.
Ella, al recibir junto a la cruz el testamento de tu amor divino, tomó como hijos
a todos los hombres, nacidos a la vida sobrenatural por la muerte de Cristo.
Ella, en la espera pentecostal del Espíritu, al unir sus oraciones a las de los
discípulos, se convirtió en el modelo de la Iglesia suplicante.

Desde su asunción a los cielos, acompaña con amor materno a la Iglesia


peregrina, y protege sus pasos hacia la patria celeste, hasta la venida gloriosa
del Señor.

Por eso, con todos los ángeles y santos, te alabamos sin cesar, diciendo:
Santo, Santo, Santo...

4. El Misterio de la Encarnación La Anunciación del Señor, 25 de marzo


En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por
Cristo, Señor nuestro.

Porque la Virgen creyó el anuncio del ángel:


que Cristo, por obra del Espíritu Santo, iba a hacerse hombre por salvar a los
hombres; y lo llevó en sus purísimas entrañas con amor. Así, Dios cumplió sus
promesas al pueblo de Israel y colmó de manera insospechada la esperanza de
los otros pueblos.

Por eso, los ángeles te cantan con júbilo eterno y nosotros nos unimos a sus
voces cantando humildemente tu alabanza:

Santo, Santo, Santo...

5. La gloria de la Asunción de María La Asunción de la Virgen Mar(a, 15 de


agosto

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias


siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno por
Cristo, Señor nuestro.

Porque hoy ha sido llevada al cielo la Virgen, Madre de Dios; ella es figura y
primicia de la Iglesia que un día será glorificada; ella es consuelo y esperanza
de tu pueblo, todavía peregrino en la tierra. Con razón no quisiste, Señor, que
conociera la corrupción del sepulcro la mujer que, por obra del Espíritu,
concibió en su seno al autor de la vida, Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro.

Por eso, unidos a los ángeles, te aclamamos llenos de alegría:

Santo, Santo, Santo...

6. La Gloria de la Virgen Nuestra Señora del Pilar, 12 de octubre Nuestra


Señora de Montserrat, 27 de abril

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias


siempre yen todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por
todas las grandes maravillas que has realizado en la Virgen, Madre de tu Hijo.
Ella, concebida sin pecado, no fue contaminada por la corrupción del sepulcro;
pues, siendo intacta en su virginidad, gloriosa en su descendencia y triunfante
en su asunción, fue madre de Cristo, esposo de la Iglesia, luz de las gentes,
esperanza de los fieles y gozo de todo nuestro pueblo.

Por eso, al celebrar ahora la solemnidad del Pilar, (la fiesta de Ntra. Sra. de
Montserrat) te alabamos con los ángeles y arcángeles, y con todos los coros
celestiales, cantando sin cesar el himno de tu gloria:

Santo, Santo, Santo...

7. El misterio de María y de la Iglesia La Inmaculada Concepción, 8 de


diciembre
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y
eterno.

Porque preservaste a la Virgen María de toda mancha de pecado original, para


que en la plenitud de la gracia fuese digna madre de tu Hijo y comienzo e
imagen de la Iglesia, esposa de Cristo, llena de juventud y de limpia hermosura.
Purísima había de ser, Señor, la Virgen que nos diera el Cordero inocente que
quita el pecado del mundo. Purísima la que entre todos los hombres, es abogada
de gracia, y ejemplo de santidad.

Por eso, unidos a los ángeles, te aclamamos llenos de alegría:


Santo, Santo, Santo...

8. Santa María al pie de la Cruz Del Misal propio de los Servitas

Porque, para salvar al género humano has querido misericordiosamente asociar


a la Virgen con tu Hijo, a fin de que ella, que por obra del Espíritu Santo fue su
Madre, por un nuevo don de tu bondad, colaborara con él en la redención; y los
dolores que no sufrió al darlo a la luz, los padeciera, inmensos, al hacernos
renacer para ti...

9. Maria, Madre y Medianera de gracia Del Misal propio de los Servitas

por las grandes maravillas que has realizado en la Virgen, Madre de tu Hijo,
Salvador nuestro y único mediador. En tu inefable bondad
has constituido a la Virgen María madre y abogada nuestra:
en ella encuentran consuelo los afligidos, los necesitados, auxilio;
refugio los pecadores, todos los hombres, gracia y misericordia...
10. Santa Maria, Sierva del Señor Del Misal propio de los Servitas

Porque en Jesucristo nos has dado el salvador del mundo y en Maria un modelo
de esperanza.
Tu humilde Sierva puso en ti, Señor, toda su confianza:
aceptando con fe tu palabra concibió al Hijo del hombre, que habían anunciado
los profetas; sirviendo con amor a la obra de la salvación, fue la nueva Eva,
madre de todos los vivientes.

Y ella, que por la acción de la gracia es el fruto más excelso de la redención, por
su condición de mujer es hermana de todos los hijos de Adán, quienes en su
camino hacia la plenitud de la libertad, dirigen sus ojos a la Virgen, señal segura
de esperanza y consuelo, hasta que brille el día de la gloriosa venida de Cristo
Señor...

11. María, signo de consuelo y esperanza Del nuevo Misal italiano

Te alabamos y te bendecimos, por Cristo tu Hijo, en la fiesta (memoria) de


Santa María Virgen.
Ella como humilde sierva acogió tu palabra y la conservó en su corazón;
admirablemente unida al misterio de la redención, perseveró con los apóstoles
en oración esperando la venida del Espíritu Santo; y ahora resplandece en
nuestro camino como signo de consuelo y de segura esperanza. Por este regalo
de tu amor, unidos a los ángeles...

12. María, imagen de la humanidad nueva Del nuevo Misal italiano

Tú revelaste en la plenitud de los tiempos el misterio escondido durante siglos,


para que el mundo entero vuelva a vivir y a esperar. En Cristo, el nuevo Adán, y
en Maria, la nueva Eva, apareció finalmente tu Iglesia, como primicia de la
humanidad redimida. Por este don tuyo toda la creación, por el poder del
Espíritu Santo, emprende de nuevo su camino hacia la Pascua eterna. Y
nosotros, unidos a los ángeles....

LITURGIA DE LAS HORAS

SALMOS DE VISPERAS Moniciones y oraciones.


P. FARNÉS

1 VÍSPERAS

Salmo 112
Con este salmo de alabanza, el 112, entramos en la fiesta de la Virgen,
bendiciendo al Señor porque ha realizado obras grandes en María.
Bendito sea el nombre del Señor: él líbró a Israel de la esclavitud de Egipto;
hizo de un pueblo esclavo, pobre y desvalido, su propio pueblo; desde lo alto
miró a la tierra y alzó de la basura a Israel para sentarlo entre los príncipes de
su reino.

Alabado sea el nombre del Señor: las antiguas maravillas de la liberación de


Egipto que canta nuestro salmo se han realizado de nuevo, y de manera más
maravillosa aún, en María: ha sido librada de la esclavitud de la muerte la que
no conoció la corrupción del sepulcro; ha sido salvada de las ligaduras del
pecado la que, incluso en su concepción, ya fue plenamente santa.

El Señor se ha abajado para mirar a la tierra y ha alzado a María sentándola


entre los ángeles y santos -los príncipes de su pueblo constituyéndola madre
feliz de hijos: de Jesús, su Primogénito, de los miembros de su Cuerpo como
otros tantos hijos que ella ha dado a luz espiritualmente: ¡Siervos, alabad el
nombre del Señor!

Oración
Señor Dios, que te elevas sobre los cielos, tú que has mirado la humillación de
María, tu sierva, y la has levantado del polvo de la muerte para sentaría con los
ángeles, príncipes de tu pueblo; tú que, elevado en tu trono, te abajas para mirar
a la tierra: contémplanos también a nosotros y levántanos de nuestra miseria
para que, con Maria y los ángeles, podamos alabar tu nombre por los siglos de
los siglos. R. Amén.

Salmo 147
Cuando después de largos años de destierro los israelitas retornaban a su patria
para reconstruir la Jerusalén devastada, uno de sus cantos era el salmo 147:
Glorifica al Señor, Jerusalén, que Dios ha reforzado los cerrojos de tus
puertas. Este es también hoy nuestro canto de acción de gracias al contemplar
cómo la presencia de María ha fortificado las murallas de la Iglesia
acrecentando la santidad de la misma. Por Maria, Dios ha puesto paz en
nuestras fronteras pues ella nos ha restaurado la comunión con Dios; por María
el mensaje de Dios ha sido enviado a los hombres pues fue a ella a quien el
Ángel anunció la venida del Verbo. Verdadera-mente, si por Eva se cerraron las
puertas del paraíso, por Maria todo ha quedado restaurado: las puertas del reino
se han abierto de nuevo, las flores han brotado en nuestro mundo y todo se ha
revestido de la alegría de un retorno feliz: ¡alaba a tu Dios, Iglesia, porque, por
María, Dios ha bendecido a todos tus hijos dentro de ti!

Oración
Señor Dios, que nos has anunciado tu palabra y has hecho obras grandes con
nosotros como con ninguna nación obraste; recibe la alabanza de tu Iglesia y
haz que, con María, todos sus hijos sean bendecidos dentro de la Sión
definitiva, donde gocemos de tu paz. Por los siglos de los siglos. R. Amén.

Cántico de la carta a los efesios

Nuestra salmodia festiva culmina con un canto que nos invita a contemplar el
plan de salvación realizado por Dios en favor nuestro. Al cantar este himno de
acción de gracias, la figura de María a quien hoy celebramos puede iluminar
nuestra oración. María, en efecto, ocupa un lugar destacado en el plan de
salvación de los hombres tanto como causa como en cuanto destinataria
principal de la salvación. Como causa de salvación pues ha sido por ella, la
mujer bendecida por Dios, por la que hemos recibido a Cristo hombre, raíz de
todas las bendiciones; como destinataria primera y fruto más preclaro de esta
bendición, pues ella es la llena de gracia desde su concepción, ella la glorificada
por encima de todos los ángeles y santos.

Oración
Señor Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, te bendecimos y te damos
gracias, porque en la glorificación de María nos deja8 ya entrever
la esperanza a la que nos llamas y la riqueza de gloria que darás en herencia a
tus santos bendecidos en la persona de Cristo. A ti la gloria por los siglos de los
siglos. R. Amén.

II VÍSPERAS

Salmo 121
El canto de alegría de los israelitas que llegaban a Jerusalén, los cristianos lo
usamos con frecuencia para inaugurar el domingo, pues este día es como un
símbolo de nuestra llegada al reino definitivo de Dios, ya que en este día llegó
al descanso del Padre el Señor resucitado. Pero este mismo canto tiene un gran
sentido con relación a Maria. ¡Qué alegría! María ha llegado ya, como primicia
de nuestra humanidad, a la Jerusalén del cielo. Por ella, hija de nuestro pueblo,
nuestros pies ya están pisando los umbrales de Jerusalén definitiva. Allá
esperamos subir también te-dos nosotros, las tribus del Señor, para formar con
María la ciudad bien compacta simbolizada en la antigua Jerusalén.

Oración
Que nos colme de alegría, Señor, el saber que nuestros pies ya están pisando los
umbrales de la Jerusalén eterna; inundados de esta alegría, te pedimos; Señor,
que allá suban las tribus, todas tus tribus, la humanidad entera, y que en la paz
de los muros de la nueva Jerusalén todos podamos alegrarnos con María y con
aquellos hermanos y compañeros que nos han precedido en el signo de la fe y
ahora duermen el sueño de la paz. Por Cristo nuestro Señor. R. Amén.

Salmo 126
Porque María se hizo pequeña y Dios pudo contemplar su humillación, por ello
fue enaltecida; porque se consideró inútil como una esclava, por ello fue
constituida reina para que así nadie pueda gloriarse ante Dios (cf. 1 Cor 1,29).
El salmo que vamos a rezar responde a esta actitud de María: ella no quiso
construir su casa ni guardar su ciudad sino que se durmió tranquila en los brazos
de Dios. Siendo pequeña fue enaltecida porque Dios da el pan a sus amigos
mientras duermen. Por ello también tuvo la mejor herencia, los hijos de la
juventud, Cristo, el Señor, con el que derrotó al antiguo adversario, la serpiente,
que hirió sólo su talón.

Oración
Ayúdanos, Señor, a confiar plenamente que eres tú quien actúas en nosotros,
que eres tú quien das a tus amigos mientras duermen el pan de los sudores, la
casa que cobija y la ciudad que protege; que, a ejemplo de María, sepamos,
pues, dormimos confiados en tus brazos como el niño descansa en brazos de su
madre, para que así, también como ella, seamos llevados por ti al tálamo
celestial, donde Cristo, El Rey de reyes, tiene un trono adornado con estrellas,
donde reina por los siglos de los siglos. R. Amén.

Cántico de la carta a los Efesios (Como en 1 Visperas)

EL SALUDO FINAL A LA MADRE


R. GRANDEZ

Diariamente la Liturgia de las Horas se concluye con uña antífona mariana. En


la actualidad son únicamente cinco, pero "además de las antífonas que se
contienen en el libro Liturgia de las Horas, pueden ser aprobadas otras por la
Conferencia Episcopal" (JGLH, 92; cfr. sobre la competencia de las
Conferencias Episcopales SC 38). Las cinco que trae el libro. de las Horas son
éstas:
Salve Regina
Alma Redemptoris Mater
Ave, Regina caelorum
Sub tuum praesidium Regina caeli, laetare, alleluja

¿Qué son estas antífonas a María?


Son plegarias en forma de saludo, casi todas ellas. Saludos efusivos, que unen la
gracia literaria y la densidad teológica; saludos que son al mismo tiempo
humilde plegaria a la Virgen. Todo ello con un acento filial de confianza y de
ternura.

Y si al texto objetivo añadimos como ámbito de interpretación el momento en


que las pronunciamos -el final del día- y un cierto escenario que fácilmente
suele darse -la imagen de María en el ábside, iluminada y concentrando las
miradas de la asamblea-, entonces se intensifica más este acento íntimo y
familiar de despedida a la Madre antes del sueno.
Veamos alguna nota sobre el contenido de estas antífonas.

Sub tuum praesidium

Sub tuum praesidium confugimus, sancta Dei Genetrix;


nostras deprecationes ne despicias in necessitatibus; sed a periculis cunctis
libera nos semper, Virgo gloriosa et benedicta.
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas
que te dirigirnos en nuestras necesidades;
antes bien; líbranos siempre de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.

Es la plegaria más antigua que conocemos dedicada a María. El Concilio de


Efeso (431) da a María el título de Theótocos (Mater Dei, o mejor Dei
Genetrix). La plegaria posiblemente es de antes del Concilio. De cualquier
modo el reconocimiento de la Madre de Jesús como Madre de Dios tiene
testimonios anteriores al Concilio. El valor de la plegaria podemos ponerlo en
estos puntos:
- María es la "sancta Dei Genetrix",
- María es la "siempre Virgen",
- María es la "gloriosa y bendita": es la "bendecida" en la Encamación y la
que posee una "gloria" escatológica,
- María es protección de la Iglesia (bajo tu protección nos acogemos), la
que puede recibir la oración de la Iglesia.

El texto original es griego, y el que nosotros rezamos es o bien una versión


latina "Sub tuum praesidium confugimus" o bien una versión (castellana)
tomada del latín. Habría que restablecer su forma genuina, tal como se presenta
en un papiro griego. Entonces ya no diríamos como la letra latina y la música
gregoriana "libera nos semper, virgo gloriosa et benedicta", sino = libera nos,
semper virgo (aei partaenos, la siempre Virgen), gloriosa et benedicta (la
Gloriosa y Bendita . El llamar a María "siempre Virgen" está indicando la
reflexión eclesial sobre el dato bíblico.

ND: Este matiz no lo recogen ni la versión de nuestro Libro de la Liturgia de las


Horas, ni la edición del episcopado americano. Deiss, en cambio, se ha atendido
al texto más original, al musicalizar el "Bajo tu amparo".

Alma Redemptoris Matar


Alma Redemptoris Mater, quae pervia caeli porta manes, et stella maris,
succurre cadenti, surgere qui curat, populo; tu quae genuisti, natura mirante,
tuum sanctum Genitorem, Virgo prius ac posterius, Gabrielis ab ore sumens
illud Ave, peccatorum miserere.

Madre del Redentor, virgen fecunda, puerta del cielo siempre abierta, estrella
del mar, ven a librar al pueblo que tropieza y quiere levantarse. Ante la
admiración de cielo y tierra, engendraste a tu santo Creador y permaneces
siempre virgen. Recibe el saludo del ángel Gabriel, y ten piedad de nosotros,
pecadores.

Con esta y las siguientes antífonas pasamos a la Edad Media, tiempo en que tan
intensa y dulcemente se ha vivido la piedad mariana. Literariamente es de gran
perfección. Se atribuye a Hermanus Contractus (+1054), monje de Reichenau.
Se inspira, al parecer, en el Ave malis Stella, himno transmitido en manuscritos
del siglo IX. Hay expresiones en el Alma Redemptoris Mater que tienen su
correspondencia en el Ave maris Stella: Alma Mater, Caeli Porta, Stella maris,
virgo prius ac posterius (= semper virgo), Gabrielis ab ore sumens illud ave (cfr.
5. Daly, OSB, María en la liturgia occidental, en laMar¡olog(a de J.B. Carol,
OFM).
El pueblo pecador pide misericordia (peccatorum miserere) a la dulce, santa,
virginal (¿cómo traducir alma?) Madre del Redentor, el pueblo que
constantemente cae y procura levantarse. Por su maternidad es María la puerta
del cielo siempre abierta; es para el pueblo la estrella del mar. Ella, con pasmo
de la naturaleza (natura mirante), ha engendrado a su Santo Engendrador (tu
quae genuisti... tuum sanctum genitorem), permaneciendo virgen antes y
después. Ella que ha tenido el honor de recibir el Ave de Gabriel tendrá
misericordia de los pecadores.

Muy difícil que una versión castellana tenga en densidad y hermosura el acierto
de las frases latinas.

Salve Regina
Salve, Regina, mater misericordiae, vita, dulcedo et spes nostra, salve. Ad te
clamamus, exsules filii Evae. Ad te susplramus, gementes et flentes in hac
lacrimarum valle.
Eia ergo, advocata nostra, illos tuos misericordes oculos ad nos converte.
Et Iesum, benedictum fructum ventris tui, nobis post hoc exsillum ostende.
O clemens, o pia, o dulcis Virgo Maria.
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra;
Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos,
gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos
misericordiosos, y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito
de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

En cambio la Salve Regina se diría que es de la misma hermosura el texto latino


y el texto castellano. La versión es el calco del original sin violencia de la
lengua.
La Salve es del siglo XI, y su autor pudo ser el citado Hermanus Contractus, o
bien Adhemar de Puy (+1098). De todas formas ya antes de San Bemardo tenía
su forma completa, y no hay que atribuir al Doctor Melifluo la triple invocación
final del " ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!".

El valor teológico de la Salve es la intensidad de su dulzura, de la confianza


filial que respira hacia la Madre de misericordia. Es una súplica que se apega al
corazón. Por eso ninguna como ella ha encontrado el genuino eco popular.
La Salve es un saludo a la Reina, a quien se llama en el mismo instante de
nombrarla Reina, Madre de misericordia. Se le dice "vida, dulzura y esperanza
nuestra". Muy bien traduce el castellano la expresión "Eia, ergo, Advocata
nostra", por "Ea, pues, Señora, Abogada nuestra". Decirle Señora no es sino
volver al principio cuando invocábamos a María como Reina, Reina que es
Madre de misericordia.
Se termina con una exclamación, desbordando la carga de confianza, de
dulzura, que nosotros los desterrados hijos de Eva hemos puesto en la Señora de
esos ojos misericordiosos. "¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen
María...!" A decir verdad, en castellano, en la Salve que hemos conocido,
hemos traducido el o clemens/ del latín por el superlativo ¡Oh clementísima! Es
la línea afectuosa de la Salve.

Ave, Regina caelorum

Ave, Regina caelorum, ave, Domina angelorum, salve, radix, salve, porta, ex
qua mundo lux est orta. Gaude, Virgo gloriosa, super omnes speciosa; vale, o
valde decora, et pro nobis Christum exora.

Salve, Reina de los cielos y Señora de los ángeles; salve, raíz; salve, puerta, que
dio paso a nuestra luz. Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve,
oh hermosa doncella, ruega a Cristo por nosotros.

Esta súplica la encontramos en manuscritos del siglo XII, pero hoy


desconocemos otros datos de fecha y autor. Clemente VI (1342.1352) la
introdujo en la liturgia, re-conociendo en ella -nos dicen los peritos- las nobles
aspiraciones de doctores eminentes en mariología: San Atanasio, San Efren, San
Ildefonso.
Convendrá tener presente el texto latino para preciar los sencillos versos de
ocho silabas -metro totalmente normal en la himnología eclesiástica latina- y en
forma de pareados.
La gracia de la rima, que es parte esencial o cuasi esencial al texto, se desvanece
en cualquier traducción que intentemos.
Para situarla en su contexto litúrgico nos remitimos a esta observación de la
citada Mariología de J.B. Carol: "Se usó como antífona en la fiesta de la
Asunción, lo cual explica su texto: 'Reina del cielo, Reina de los ángeles,
Virgen gloriosa, alégrate, adiós'. Se dice adiós a la Virgen en su camino hacia el
cielo, donde reinará como soberana de los ángeles, intercediendo por nosotros
ante Cristo".

El "Vale, o valde decora" lo vierte la traducción castellana: "Salve -oh hermosa


doncella!" (ed. espanola), "Salve, agraciada doncella" (ed. americana).
Apurando con rigor la expresión latina y partiendo de la base del significado
asuncionista, no podemos traducir Vale por Salve, sino por ¡Adiós! Y además de
esto, si vemos a la Virgen que asciende al cielo después de su peregrinación
terrestre, es menos apropiado t-aducir el "o valde decora" por "¡oh hermosa
(agraciada) doncella".

Regina caeli, laetare, allelula

Regina caeli, laetare, alleluia, quia quem meruisti portare, alleluja, resurrexit
sicut dixit, alleluja, ora pro nobis Deum, alleluia.

Reina del cielo, alégrate, aleluya, porque el Señor, a quien mereciste llevar,
aleluya, resucitó, según su palabra, aleluya. Ruega al Señor por nosotros,
aleluya.

Una felicitación a Maria entre aleluyas. Todo lo que esta antífona tiene de
conciso lo tiene de denso y poéticamente bello. Alegría escatológica para la
Madre del Señor (laetare), alegría que nos evoca la que se anuncia a la Hija de
Sión. Ella es la Reina del cielo (Regina caeli); es la Madre del Señor (quem...
portare, muy bien traducido el "quem" por "el Señor"); un día la Madre del
Señor a quien llevó en su seno (portare), hoy la Madre del Señor resucitado
(resurrexit sicut dixit); es la santa y agraciada (meruisti); es la intercesora de la
comunidad creyente ante su Hijo, el Señor (ora pro nobis Deum; el Deum se
traduce aquí por Señor).

Nuevas antífonas marianas: una tarea para mariólogos y liturgistas


La "Institutio" general de la Liturgia de las Horas deja el camino abierto, como
hemos indicado al principio, para que las Conferencias episcopales puedan
introducir otras "antífonas" (aliae). El libro de la Liturgia de las Horas dice:
"También pueden usarse otros cantos (?) aprobados por la Conferencia
Episcopal".
¿Cómo tendrían que ser estos otros cantos o antífonas a María? A mi parecer,
tendrían que tener estas características.
- Ante todo, que lleven consigo un hondo contenido mariológico.
- Que tengan un carácter de saludo, con vuelo y poesía.
- Que al mismo tiempo se abran a la súplica confiada.
- Valdrían bellos textos de la tradición y pueden ser también composiciones
nuevas. Aunque ninguna de las antífonas citadas se ha compuesto como
antífona nocturna, bien se podría componer alguna precisamente para este
momento con un motivo de súplica de despedida, pero con esta observación de
que no se trata de una oración colecta a María. Sin duda que en la tradición los
mariólogos podrán encontrar una hermosa colección, que quizás necesitaría
ligeros retoques.
Queda abierta una tarea para enriquecer la oración cristiana de las horas.

HIMNOS MARIANOS

R. GRANDEZ

Dedicamos a la Virgen cuatro himnos litúrgicos que se refieren a las cuatro


solemnidades nucleares, y que también se pueden cantar en tantas otras
ocasiones.

Inmaculada

Guiados por la lectura que la Iglesia hace de las santas Escrituras, podemos ver
a María ya en el jardín de la caída. Allí es luz tras el pecado, Virgen signo,
Virgen vence-dora. Los cristianos nos hemos complacido en hacer esta relación:
Paraíso, caída de nuestros padres, Virgen Inmaculada.
El misterio de la Inmaculada en el Adviento nos introduce en el misterio de la
Iglesia; pues la Virgen, como obra de Dios, como Inmaculada es "el feliz inicio
de la Iglesia, hermosa sin mancha ni arruga" (Marialis cultus, 3). Inicio de la
Iglesia, sí; al mismo tiempo efigie de la Iglesia. "Como ya nos enseñó san
Ambrosio, la Madre de Dios es tipo de la Iglesia..." (Lumen gentium, 63).
Y es efigie de nuestro propio corazón. María misteriosamente está dentro de
nosotros. ¿Por qué, insignificante Nazarena, tu nombre en nuestro pecho está
grabado? Porque eres la respuesta muy sencilla a aquello que anhelamos. En
efecto, el ser humano ha nacido con una vocación imborrable de ser lo que la
Virgen fue desde el principio, la toda santa.
Esa es la Virgen María, nuestro rostro y nuestro destino, oh límpida belleza que
admiramos.

Oh Virgen del jardín de la caída, oh luz tras el pecado, oh Virgen signo, Virgen
vencedora, contigo al Dios de gracia celebramos.
Efigie de la Iglesia, Virgen pura, dulcísimo regalo, Mujer, Mujer perfecta por
ser limpia, primer amor del mundo, amor soñado.
Ah, cuántas alabanzas de ti dicen los bien enamorados; ¿por qué, insignificante
Nazarena, tu nombre en nuestro pecho está grabado?
Porque eres la respuesta muy sencilla a aquello que anhelamos; porque eres
simplemente pura gracia, consciente creatura entre sus manos. Porque eres
obediencia al Fuego y Soplo, -tu ser, divino barro-; porque eres nada tuyo, todo
suyo, oh límpida belleza que admiramos.
¡Divina Trinidad de nuestra vida, fanal de nuestros pasos, tu gracia desbordada
sea gloria, el mundo por María restaurado! Amén.

Santa María, Madre de Dios

Por encima de cualquier cosa la Virgen para el creyente sencillo -y la sabiduría,


si no está vestida con la túnica de la sencillez, es repugnante- la Virgen es
Madre, la Madre de Jesús, la Madre nuestra. Es una maternidad que viene por
obra directa de la Trinidad; no es una maternidad por cooperación de varón. Por
obra de la Santa Trinidad la Virgen pura es Madre.

Esa maternidad excepcional es "más" maternidad que cualquier otra: mujer, de


Dios fecunda cual ninguna, de humana vida Madre como nadie.

A la Virgen María al comienzo del año le encomendamos la causa de la paz.


Valga la alusión: Morada de la paz es tu regazo.

Misterio de maternidad que el hombre, tal como Dios lo ha constituido, no


puede pensarlo sino con inmensa ternura. Por eso, en las estrofas del himno,
queremos juntar el sentido hondo de una maternidad dogmática y el cariño y la
ternura que llevan consigo la evocación de una palabra: Madre.
Nos atrevemos a llamarle a la Virgen Madre buena, casi con el mohín del niño
que conoce, por no sé qué instinto, las debilidades del corazón materno: no
mires nuestro olvido, Madre buena, que vence y vencerá tu amor más grande.

Por obra de la Santa Trinidad la Virgen pura es Madre; entrañas de mujer jamás
nos dieran el fruto celestial que de ellas nace.
Morada de la paz es tu regazo, que a Dios y al hombre traen; mujer, de Dios
fecunda cual ninguna, de humana vida Madre como nadie.
Oh Madre nuestra, casa preparada en donde todos caben, el pan de la unidad y
la alegría y todo lo que es bueno de ti sale.
Callada Madre, Madre de la espera, que estás y a todos abres, no mires nuestro
olvido, Madre buena, que vence y vencerá tu amor más grande.
¡Al Hijo Redentor que ha preparado los brazos maternales, se vuelva todo amor
de nuestra tierra, cantándole con cantos a la Madre! Amén.

Anunciación

La esclava del amor ha dicho si:.. ¡Benditos esos labios!, añadimos, porque ese
"sí" ha traído la salvación del mundo. Contemplemos su actitud de acogida en el
"sí": y cruza en obediencia sobre el pecho las manos que ya guardan al Amado.
No hace falta más que mirar al cuadro de la Anunciación del Beato Angélico.
¡La Anunciación! Para meditar este misterio, tomemos una página del Concilio:
"María en la Anunciación" (Lumen gentium, 56), Fe y obediencia. "Con razón
piensan los Santos Padres que María no fue un instrumento puramente pasivo
en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y
obediencia libres". Es lo que el himno quiere cantar.
Por esta fe, por esta obediencia, María entra en el misterio de su maternidad,
que será siempre misterio de fe, para ella la primera. Ponderemos eso que define
a María como la más pobre y pequeña, toda humilde, pero admiremos que ella
es la Nueva Eva, oh Eva del anuncio, que la Nube luminosa la penetra (Lc
1,35), que ella es la Madre que nos lleva en el regazo.
Morada de la luz y toda gracia, socorro de mortales, cual Madre por nosotros
intercede al Hijo que en tus ruegos se complace.
El Ángel del Señor anunció a María, y creyendo concibió por obra del espíritu
santo y vino la salvación al mundo.

La esclava del amor ha dicho sí, ¡benditos esos labios! y cruza en obediencia
sobre el pecho las manos que ya guardan al Amado.
La Nube luminosa la penetra, fecunda el vientre casto; ¡qué gozo ser la más
pobre y pequeña, teniendo tal tesoro en su sagrario!
María, toda humilde, dulce hermana al par de los hermanos; mas eres ya, oh
Eva del anuncio, la Madre que nos lleva en el regazo.

Abriste el corazón cuando creíste con ojos agrandados; ¡oh!, ábrenos tus brazos
como al Hijo y ciérranos al pecho cobijados.
Temblando de estupor y de ternura al lado tuyo estamos;
tu fe de creatura, excelsa Madre, tu ardiente fe nosotros imploramos.

¡Gloriosa Trinidad, oh Dios amor, oh Dios de los milagros, la suma gloriosa y


gozo por María, la Madre y Virgen Santa, tributamos! Amén.
Asunción (Dormición)

El misterio de la Asunción de la Virgen María, definido como dogma de nuestra


fe por Pío XII (1 de noviembre de 1950) es celebrado en Oriente como
Dormición (en griego Koimesis) de María, y en todas las iglesias se encontrará
este santo icono más que milenario.
En este himno cantamos el misterio acentuando el tránsito por la muerte, a
imitación del Hijo. La muerte para María es dormición. Descanse ya la Santa...
Es breve sueno. Muerte verdadera que le conduce a la tierra: Bajó a la oscura
tierra como el Hijo, cruzó el común sendero (cfr. 1 Re 2,2).

La muerte de María acontece bajo la presencia vivísima del Hijo. Lo específico


del misterio de la Asunción (que la Iglesia percibe por la unidad de toda la
Escritura, la cual no se capta por un simple método científico, sino por el
instinto que el Espíritu comunica a la Esposa), lo específico del misterio
consiste en que para María se adelanta la Parusía de Cristo. Lo que un día
tendrá realidad en nosotros, en ella y no en ningún santo, ha tenido ya
cumplimiento. ¿Por qué? Porque Dios así lo quiso. Por la especial solidaridad
que la Santa, la toda pura, tiene con el Verbo de Dios.
Es éste el misterio. Sólo la fe contemplativa de la Iglesia, impresa en el corazón
por Cristo mismo, pudo captarlo.

La vida silenciosa se ha cumplido


y es hora de lo eterno;
descanse ya la Santa, toda pura,
y deje nuestra luz tras breve sueno.
Se acerca el Redentor, el Hijo suyo,
primero de los muertos,
y sella con la paz aquellos ojos,
cerrados para ver todo el misterio.
Bajó a la oscura tierra como el Hijo,
cruzó el común sendero;
mas vino Cristo y fue la Parusía:
María en cuerpo y alma está en el cielo.

Primicia de la Iglesia, flor temprana,


María alcanza el Reino;
el tiempo vence al tiempo y se adelanta,
la Madre goza ya del bien que espero.
Y surge al tacto, al beso del Amado
la llama de su cuerpo;
la carne sin mancilla es consumada
por otra carne, fruto de su seno.
¡Oh Cristo, mi Señor, que eres tú solo
la tienda del encuentro,
a ti la gratitud, porque hoy recibes
a aquella que te tuvo junto al pecho! Amén.

OTRAS CELEBRACIONES

CELEBRACIONES MARIANAS DE ORACION

J. ALDAZABAL

Además de las celebraciones litúrgicas -Eucaristía y Liturgia de las Horas-


nuestra oración puede tomar otras formas.
El Concilio recomendó encarecidamente los ejercicios piadosos del pueblo
cristiano (SC 13), sobre todo los que se centran en la escucha de la Palabra de
Dios (SC 35,4).
La finalidad de las varias formas de oración mariana es la misma:
- ayudar a contemplar y meditar, profundizando en el misterio de María, o sea,
el misterio de salvación que Dios ha realizado para nosotros por medio de
Cristo, y que se ha cumplido de forma eminente en María,

provocar la alabanza y la acción de gracias por esta admirable obra de Dios,


- invitar a recurrir a la materna intercesión de María ante Dios,
- recordar que la devoción a la Virgen nos compromete a todos a mirarnos en
Ella como en un espejo, para tratar de imitar en nuestras vidas sus mejores
actitudes cristianas.

En un clima de oración es donde mejor vamos profundizando en lo que significa


la figura de María en nuestra fe.
Ciertamente tienen mayor dignidad y eclesialidad las celebraciones litúrgicas,
en las que la comunidad cristiana expresa y realiza su culto mariano de un modo
superior. Pero también son dignas de atención las celebraciones piadosas, que,
entre otras cosas, tienen la ventaja de una mayor libertad en su estructura y en
su lenguaje y admiten una sana creatividad y adaptación a los diversos grupos.

Cualidades o condiciones
Eso sí: también estas celebraciones devocionales, y a pesar de su mayor libertad
formal, han sido renovadas y tienen que seguir las orientaciones que la Iglesia
de hoy ha querido señalar.

a) Tienen que ir de acuerdo con los tiempos litúrgicos (SC 13). Por ejemplo, no
subrayando una espiritualidad distinta o alejada de la que se está viviendo en un
tiempo determinado del ano. Las celebraciones en tomo a la fiesta de la
Inmaculada deben respetar la dinámica propia del Adviento. Los ejercicios
piadosos del mes de mayo han de tener en cuenta la primacía del Tiempo
Pascual...

b) También tienen que ir "de acuerdo con la sagrada liturgia, en cierto modo
deriven de ella y a ella conduzcan al pueblo, ya que la liturgia, por su
naturaleza, está muy por encima de ellos" (SC 13). A veces estos momentos de
oración se inspirarán en la primera parte de la Eucaristía, otras en el esquema de
la Liturgia de las Horas.
Y siempre tratando de asimilar las grandes líneas de la nueva liturgia
postconciliar:
por ejemplo la centralidad de la Palabra, la participación activa de toda la
asamblea...

c) Convendrá recordar una página de Pablo VI sobre dos defectos que son
bastante reales en relación a estas celebraciones piadosas:
"en primer lugar, la actitud de algunos pastores de almas que, despreciando a
priori los ejercicios piadosos no litúrgicos, los abandonan y crean un vacío que
no pueden luego llenar. Así olvidan que el Concilio dijo, no que se suprimieran
tales ejercicios, sino que se armonicen con la liturgia";

"en segundo lugar, la actitud de otros que, abandonando el sano sentido pastoral
y litúrgico, mezclan ejercicios piadosos y actos litúrgicos en una celebración
híbrida. A veces ocurre que dentro dé la misma celebración del Sacrificio
Eucarístico se introducen elementos propios de novenas y otras prácticas
piadosas, con el peligro de que el Memorial del Señor no sea ya el momento
culminante del encuentro de la comunidad cristiana, sino como una ocasión
para alguna práctica devocional. A cuantos así obran quisiéramos recordarles
que la norma conciliar prescribe que se armonicen los ejercicios piadosos con la
liturgia, no que se confundan con ella. Una clara acción pastoral debe, por una
parte, distinguir y subrayar la naturaleza propia de los actos litúrgicos. Y por
otra, valorar también los ejercicios no litúrgicos para adaptarlos a la necesidad
de cada comunidad eclesial y hacerlos auxiliares válidos de la liturgia" (MC
31).

d) Otras recomendaciones que Pablo VI hizo para todo culto mariano


también afectan a los ejercicios piadosos (MC 2555): que tengan un tono
trinitario y cristológico, que pongan de relieve la entrañable relación de la
Virgen con la Iglesia, que se inspiren en la Biblia, que utilicen las grandes
direcciones de la Liturgia, que respeten el espíritu ecuménico...

Esquemas variados
La estructura de estas celebraciones puede ser muy variada:
a) A imitación de la liturgia de la Palabra de la Eucaristía, aunque con mayor
libertad para la elección de lecturas tanto bíblicas como actuales y en la
introducción de can-tos y oraciones.

b) A imitación de la Liturgia de las Horas, también con mayor posibilidad de


alterar algunos de sus elementos, sin necesidad de que su desarrollo sea
exactamente el de Laudes o Vísperas, aunque también estas celebraciones -así
como el Oficio de Lecturas o el de Vigilia- pueden ser muy convenientes para la
comunidad cristiana.

c) A imitación del Rosario. El rezo del Rosario ha sido en los últimos siglos la
oración mariana -no litúrgica- más extendida en el pueblo cristiano. Vale la
pena releer los números que la "Marialis Cultus" de Pablo VI les dedica (MC
42-52): el Rosario es en verdad una "oración evangélica", que se centra en el
misterio de Cristo, meditando en él, a la vez que se invoca a la Virgen con las
palabras del Evangelio y de la Iglesia. Su rezo admite una sana creatividad,
aprovechando algunos o todos sus misterios.

d) Pueden ser también celebraciones centradas en torno a uno o varios cantos


marianos que nos parezcan oportunos para celebrar algún aspecto de la Virgen
y su relación con nosotros; un canto presentado, cantado, comentado, meditado,
puede aya-darnos mucho a entrar en el misterio de María y a encontrar en él
motivos de gozo y estímulo para nuestra vida cristiana.

e) También puede estructurarse una celebración mariana inspirándose en el


Angelus. A esta clásica oración le dedica Pablo VI unos números muy
laudatorios (MC 4041), porque es un modo muy válido de centrar el recuerdo
mariano con la meditación sobre el misterio de la Encamación del Dios-con-
nosotros. Es una oración que resume admirablemente el diálogo salvador entre
Dios y María, entre la iniciativa divina y la respuesta de fe de la que
representaba a la humanidad entera. Admite desarrollos sencillos, con lecturas,
cantos y oración.

1) Lo mismo puede hacerse con el Magniflcat, la oración bíblica que Lucas


pone en labios de la Virgen y que expresa toda la alegría y la alabanza de la
Iglesia a Dios, con un sentido agudo de historia de salvación. En verdad es un
cántico que resume las mejores actitudes de Israel: un cántico que a la vez es de
la Virgen y de la Iglesia entera. Sus varias estrofas, convenientemente
motivadas y comentadas, intercalando si se cree conveniente otras lecturas y
cantos, y terminando en una oración, pueden muy bien servir de línea
conductora de una celebración mariana.
Temática y contenidos

En cuanto a los contenidos, estos ejercicios piadosos de oración mariana


admiten también gran variedad y creatividad.

a) A veces se preferirá centrar la oración en tomo a algún aspecto del misterio


de Maria tal como aparece en el Evangelio:
- su respuesta de fe a Dios, en la escena de la Anunciación;
- su experiencia del dolor, en solidaridad con todo el dolor de la humanidad y
sobre todo de su Hijo;
- su disponibilidad servicial para con los demás, como en la visita a Isabel o la
escena de Caná;
- su presencia animosa al pie de la cruz;
- su comunión con la Iglesia naciente, en la espera del Espíritu.

b) Otras veces una celebración mariana se fijará en su relación actual para con
nosotros;

- María como Madre y Modelo de la Iglesia,


- por ejemplo, Modelo de las actitudes de apertura para con Dios o de fortaleza
en el cumplimiento de su misión,
- María como modelo de la Iglesia orante, sobre todo en su alabanza del
Magnificat,
- María como Madre, Abogada, Auxiliadora de los cristianos y de la comunidad
eclesial...

c) Cada uno de los misterios del Rosario, según la fiesta o el tiempo litúrgico,
pueden muy bien ser construidos como una celebración independiente,
ayudándonos a profundizar una vez en un aspecto más monográfico de esta
oración.

d) Los varios tiempos del Año Litúrgico pueden darnos ocasión para hacer una
celebración mariana, de modo que con su recuerdo nos sintamos más motivados
a sintonizar con el misterio de Cristo: Maestra de la espera en el Adviento,
presente en la Pasión y en la Muerte, actitud pascual de la Virgen, Maria como
llena del Espíritu de Pentecostés...

e) Pablo VI presenta en la "Marialis Cultus" a Maria como modelo de la Iglesia


orante. Sus varios aspectos pueden muy oportunamente ser objeto de
celebraciones marianas: la Virgen oyente, la Virgen orante, la Virgen Madre, la
Virgen oferente...
Elementos de una celebración mariana

Los diversos elementos de que puede constar una celebración mariana son en su
mayoría los que ya utilizamos en las celebraciones litúrgicas.
a) Las lecturas bíblicas: el Leccionario mariano de las fiestas, del común y de
los sábados, ofrece una abundante selección, así como el de la Liturgia de las
Horas.
b) Las lecturas patristicas y actuales: en el Oficio de Lecturas de las fiestas
marianas hay una serie de las mejores páginas marianas de los Padres; a las que
hay que añadir para estas celebraciones otras tomadas de la "Lumen Gentium",
en su capítulo octavo, la "Marialis Cultus" de Pablo VI, y páginas selectas de las
alocuciones del mismo Pablo VI y del Papa actual, Juan Pablo II. Pueden ser
útiles también aquellos números de las Reglas propias de una familia religiosa
que hablan de la Virgen.
c) Los cantos: eligiéndolos de entre los que destacan los aspectos concretos que
se quieren resaltar en una celebración determinada; sin que falten los salmos
que la liturgia de las Horas emplea en las fiestas marianas, y sobre todo el canto
del Magníficat. Sería muy conveniente conservar los cantos gregorianos
marianos más sencillos, que el pueblo cristiano canta con gozo: el Ave María, la
Salve, el Ave Maris Stella, el Ave Regina caelorum..
d) La oración: que puede ser de diversas maneras: presidencial (con formularios
más libres que los litúrgicos), a modo de preces (que también admiten mayor
creatividad en esta clase de celebraciones) o en forma litánica.
e) Momentos de silencio, porque estas celebraciones a veces pueden tomar un
tono más pausado y contemplativo.
f) Elementos audiovisuales, que pueden ayudar, si se eligen con discreción y
adaptación, a un clima de alabanza y oración.
g) Los signos y símbolos: en torno a una imagen o icono de la Virgen, o con
gestos de ofrenda, o con el movimiento procesional (por ejemplo al aire libre,
en el jardín de una comunidad religiosa, hacia un monumento de la Virgen)...

Creatividad
Aquí sí que se puede recordar la invitación que Pablo VI hacía a "las
Conferencias Episcopales, las iglesias particulares, las familias religiosas y las
comunidades de fieles" para que "favorezcan una genuina actividad creadora"
(MC 24) y a "renovar sabiamente prácticas y ejercicios de devoción a la Virgen
María y secundar el impulso creador de cuantos con sincero fervor personal y
sensibilidad pastoral por el bien de los fieles desean dar vida a nuevas formas de
veneración" (MC 40).
La sensibilidad tradicional del pueblo cristiano, o de cada familia religiosa, o de
cada población, hacia la Virgen María o a algún aspecto concreto de su figura,
pueden y deben encontrar apoyo bien orientado en este momento de las
celebraciones de oración. Evitando el extremo de prescindir totalmente de ellos,
bajo el pretexto de la liturgia, y a la vez renovándolos y revisándolos a la luz de
los criterios antes enumerados, y que la misma Iglesia ha señalado.
Sobre todo la oración es un campo magnífico de creatividad, en la línea de las
alocuciones de Pablo VI o de Juan Pablo II, que terminan muchas veces con una
oración dirigida a la Virgen, y que ofrecen formularios no litúrgicos pero muy
válidos para expresar y fomentar la fe mariana de la Iglesia actual.

- Hay infinidad de libros y publicaciones periódicas que ofrecen material para


estas celebraciones marianas.

Habrá que ejercitar un sano sentido de discernimiento, porque no todo lo que


ofrecen está de acuerdo con las condiciones de que hablábamos antes. Pero hay
también mucho aprovechable, que junto con el sentido pastoral propio y la
imaginación creadora, puede muy bien favorecer una verdadera devoción y
oración mariana.

En este Dossier no vamos a ofrecer muchos esquemas o materiales. Sólo


algunos ejemplos. Porque depende de cada uno adaptar los matices de la
espiritualidad mariana propia, o buscar la sintonía con una fiesta o un tiempo
determinado.

EL MES DE MAYO

J. ALDAZABAL

Tradicionalmente el pueblo cristiano ha tenido un recuerdo mariano especial el


mes de mayo.
Parece haber disminuido este acento mariano: por una parte el "tiempo fuerte"
del culto mariano ha pasado al Adviento y la Navidad, y por otra el mes de
mayo coincide con el "tiempo fuerte" por excelente del Ano Litúrgico, la
Cincuentena Pascual y la celebración de Pentecostés.
Pero estos dos motivos no obligan necesariamente a suprimir toda celebración
mariana para el mes de mayo.

Conjugar la Pascua con el recuerdo de la Virgen

No es una decisión constructiva el suprimir sin más el color mariano del mes de
mayo. No es bueno el despreciar las formas más populares de la religiosidad y
de la fe.

Eso sí: habría que saber conjugar sabia y proporcionalmente este recuerdo de la
Virgen María con lo que es la celebración central de este tiempo: la Pascua de
Cristo y el don del Espíritu en Pentecostés.
Si el recuerdo de María en diciembre se centra en el misterio de la Encamación
y Nacimiento del Hijo de Dios, en mayo puede muy bien centrarse en el
misterio pascual de Cristo. En ambas ocasiones el centro de la atención es el
mismo Cristo Jesús. Pero también en ambas ocasiones la presencia de la Madre
puede no sólo ser legítima, sino ayudarnos eficazmente a celebrar mejor el
misterio del Hijo. Ella estuvo maternalmente presente en la espera y en el
nacimiento del Salvador. Ella estuvo maternalmente presente junto a la Cruz de
su Hijo y con la comunidad pascual de los creyentes, y en la venida del Espíritu
sobre la Iglesia.
La relación de María con Cristo, con el Espíritu y con la comunidad eclesial,
podrían ser los puntos dominantes de este recuerdo mariano del mes de mayo. Y
así ayudar-nos a todos a celebrar mejor la Pascua de Jesús.
El mes de mayo no habría que motivarlo porque es el "mes de las flores" o el
mes de la primavera. Sino porque es el tiempo -la Cincuentena- en que
celebramos la Pascua de Cristo y de la Iglesia: y ella, la Madre, estuvo más que
nadie presente en el gran acontecimiento y es el primer fruto, el más perfecto,
de esa misma Pascua de Jesús.

Ella fue la llena de Pascua, la llena del Espíritu, y estuvo presente activamente
en la comunidad de Cristo. Es la mejor Maestra que tenemos para la vivencia de
la Pascua.
Si hay alguien que ha asimilado la Pascua de Cristo, es María, sobre todo en su
Asunción. Si hay alguien que ha recibido plenamente el don del Espíritu, es
María, ya desde su concepción y luego en su maternidad.

Es todo un arte el saber conjugar la presencia de la Virgen María con la de


Cristo, del Espíritu y del misterio eclesial, en la fe y en la celebración del
pueblo cristiano duran-te este mes. Con discreción y equilibrio, pero también
con amor e imaginación.

Sugerencias para las celebraciones de mayo

a) En la: celebraciones litúrgicas se pueden subrayar algunos de los elementos


variables en la dirección mariana:

- el canto de entrada para la Eucaristía o la Liturgia de las Horas puede ser


algunos días un himno mariano,

- en la Eucaristía, algunas veces durante este mes -sobre todo los sábados-
se puede utilizar la Misa votiva de la Virgen Madre de la Iglesia, con su
hermoso prefacio, que resume la presencia de María a lo largo del misterio de
Cristo y de la Iglesia,
- el canto del Magníficat, en Vísperas, puede subrayarse de modo especial
este mes, por su coherencia evidente con el misterio pascual,

- en las preces de Laudes o Vísperas se podría añadir alguna en la que se


exprese nuestra fe mariana y la relación de la Virgen con la Pascua o el don del
Espíritu...

b) En las celebraciones no litúrgicas es cuando habría que tener en cuenta lo


que hemos dicho sobre los ejercicios piadosos marianos:
- el esquema del Rosario puede muy bien durante este mes ser como la
pauta de unas celebraciones marianas centradas en la Pascua, los misterios
gloriosos,

- las celebraciones en tomo a la Palabra de Dios pueden aprovechar


aquellos pasajes marianos que se refieren precisamente a los temas de la
Cincuentena: la Pascua, la venida del Espíritu, la presencia de María en la
comunidad primera;

- en cuanto a las lecturas actuales, se eligen aquellos pasajes de la "Lumen


Gentium" o de la "Marialis Cultus", como también de la 'Gaudium et Spes", que
presentan a la Virgen cQmo cumplimiento de la Pascua de Cristo;

- respecto a los cantos, hay bastantes que se centran en la relación de María


con Cristo, con el Espíritu o con la Iglesia; y sobre todo hay que potenciar el
canto del "Regina coeli", el canto mariano pascual por excelencia;
- la oración litánica que mejor conviene a este tono mariano y pascual es la
nueva letanía del Rito de la Coronación, porque subraya el aspecto de "Señora"
y "Reina" de la Virgen María.

c) En cuanto al lenguaje de los signos, conviene destacar dos elementos que por
otra parte están muy bien relacionados entre sí: el Cirio Pascual, como
recordatorio del Triunfo del Señor, y la imagen de la Virgen María, como el
mejor fruto de la Pascua y la más entrañable Maestra de nuestra vida pascual.

d) El ritmo de frecuencia de tales celebraciones marianas no litúrgicas, se tiene


que decidir con sentido pastoral y con la convicción de que no deben
convertirse en el punto fuerte de la vivencia pascual. Siempre la Eucaristía y la
Liturgia de las Horas serán la celebración más importante. Y antes o después,
algunos días, convendrá también convocar a una oración de más color mariano.
Sin mezclar la celebración litúrgica y los ejercicios piadosos.
Ciertamente el primero y último días de este mes de mayo merecen una
celebración especial. Y en medio, tal vez con un ritmo semanal -¿el sábado?- o
incluso, si es con discreción, cada día, se puede hacer alguna clase de oración
mariana.

e) Allí donde hay tradición de otra clase de celebraciones, como puede ser una
procesión o una peregrinación, pueden convertirse en una ocasión buena para
insistir en la relación de la Virgen con la Pascua de Cristo o la plenitud del
Espíritu o con la comunidad eclesial. El afecto, el sentimiento, la alabanza y la
oración a María, se tienen que conjugar con lo que es el centro de la Pascua.

CELEBRACION DEL ROSARIO

Misterios gozosos
Monición. Hermanos, los misterios del Rosario que hoy vamos a recordar y
contemplar son los gozosos. Todos ellos se refieren a los comienzos de la vida
terrena del Hijo de Dios hecho hombre: la infancia de Jesús. Con-templar estos
misterios significa que hacemos nuestra una actitud de la Virgen María cuando
vivió estos acontecimientos. María, nos dice el evangelista san Lucas, guardaba
todas estas cosas meditándolas en su corazón. Por eso ella va a ser nuestro
modelo, como Virgen oyente y Virgen orante. Ella acogió la Palabra de Dios
con fe y, creyendo, concibió en su seno a Jesús. Que ella nos ayude a escuchar
también con fe la divina palabra, a meditarla, a hacerla nuestra en la oración y
en la vida.

Canto mariano. Por ejemplo, "Madre del Salvador" o "Hija de Sión"; después
de cada misterio se pueden cantar una estrofa del mismo canto.

1. misterio: la encarnación del Hijo de Dios:


* lectura biblica: Lc 1,30-35 (o Ga 4,4-6; Hb 1,5-6; Flp 2,5-8).
* Padrenuestro, avemarías y Gloria.
* oración: "Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anunció
del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos por su
pasión y su cruz a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo N.S."

2. misterio: la visitación de Nuestra Señora:


* lectura bíblica: Lc 1,39-45 (o Lc 1,46-55; o Lc 1,68-72)
* Padrenuestro, avemarías y Gloria.
* oración: "Dios todopoderoso, tu que inspiraste a la Virgen María, cuando
llevaba en su seno a tu Hijo, el deseo de visitar a su prima Isabel, concédenos, te
rogamos, que, dóciles al soplo del Espíritu, podamos, con María, cantar tus
maravillas. Por Jesucristo N.S."

3. misterio: el nacimiento del Hijo de Dios:


* lectura bíblica: Lc 2,6-7 (o Lc 2,15-17; Mt 2,9-11).
* Padrenuestro, avemarías y Gloria.
* oración: "Dios y Señor nuestro, que en el parto de la Virgen María has
querido revelar al mundo entero el esplendor de tu gloria, asístenos con tu
gracia, para que proclamemos con fe íntegra y celebremos con piedad sincera el
misterio admirable de la Encarnación de tu Hijo. Que vive y reina por los siglos
de los siglos".

4. misterio: la purificación de Nuestra Señora:


* lectura bíblica: Lc 2,22-24 (o Lc 2,33-35).
* Padrenuestro, avemarías y Gloria
* oración: "Dios todopoderoso y eterno, te rogamos humildemente que, así
como tu Hijo unigénito, revestido de nuestra humanidad, ha sido presentado en
el Templo, nos concedas de igual modo a nosotros la gracia de ser presentados
delante de ti con el alma limpia. Por Jesucristo N.S."

5. misterio: el niño perdido y hallado en el Templo:


* lectura bíblica: Lc 2,40-52
* Padrenuestro, avemarías y Gloria
* oración: "Dios, Padre nuestro, que has propuesto a la Sagrada Familia
como maravilloso ejemplo a los ojos de tu pueblo, concédenos, te rogamos, que,
imitando sus virtudes domésticas y su unión en el amor, lleguemos a gozar de
los premios eternos en el hogar del cielo. Por Jesucristo N.S."

Letanías de la Virgen: (al final, antes del "Cordero de Dios", se pueden añadir
algunas intenciones, si no se ha hecho o se va a hacer próximamente en la
Eucaristía o en Vísperas).

Canto final, que puede ser muy bien la Salve.

Misterios dolorosos
Monición. Hermanos, los misterios que hoy vamos a meditar son los del dolor
de Cristo y de su Madre. Procuremos asociarnos a los padecimientos de aquél
que, para redimirnos, se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz, e
imitemos la disponibilidad de María para cooperar positiva y activamente en
esta obra salvadora. Ella, indisolublemente unida a Cristo, es la Virgen oferente
que presentó a su Hijo en el Templo anunciando la oblación en el ara de la cruz
y escuchando las palabras de Simeón de que una espada atravesaría su alma.
María, la Virgen fiel que se llama a sí misma la "sierva del Señor", estará firme
junto a la cruz para recibir maternalmente la herencia de Jesús: sus discípulos,
la Iglesia. Que ella nos ayude a hacer nuestros los sentimientos de Cristo en la
pasión y a completar en nuestra carne sus dolores redentores.

Canto mariano: por ejemplo "Santa María de la Esperanza", o "Dolorosa". Se


pueden ir cantando sus estrofas en medio de los misterios.
1. misterio: la oración de Jesús en el huerto:
* lectura bíblica: Mt 26,36-39 (o Lc 22,41-46; Mt 26,42-46; Hb 5,7-10)
* Padrenuestro, avemarías y Gloria
* oración: "Te rogamos, Señor Dios nuestro, que tu gracia nos ayude, para
que vivamos siempre de aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a
la muerte por la salvación del mundo. Por Jesucristo N.S."

2. misterio: la flagelación
* lectura bíblica: Jn 19,1-5 (o Mt 27,26b-30)
* Padrenuestro, avemarías y Gloria
* oración: "Oh Dios, que has redimido a todos los hombres con la Sangre
preciosa de tu Hijo unigénito, conserva en nosotros la acción de tu misericordia
para que, celebrando siempre el misterio de nuestra salvación, podamos
conseguir sus frutos eternos. Por Jesucristo N.S."

3. misterio: la coronación de espinas:


* lectura bíblica: Mc 15,17-19 (o Mt 27,27-31; Jn 19,5-9)
* Padrenuestro, avemarías y Gloria
* oración: "Dios todopoderoso, mira la fragilidad de nuestra naturaleza, y
levanta nuestra débil esperanza con la fuerza de la pasión de tu Hijo. Que vive y
reina por los siglos de los siglos".

4. misterio: Jesús con la cruz a cuestas:


* lectura bíblica:- Mc 25,20-21 (o Lc 23,26-32)
* Padrenuestro, avemarías y Gloria
* oración: "Dios todopoderoso y eterno, tú quisiste que nuestro Salvador se
hiciese hombre y muriese en la cruz, para mostrar al género humano el ejemplo
de una vida sumisa a tu voluntad; concédenos que las enseñanzas de su pasión
nos sirvan de testimonio, y~que un día participemos en su gloriosa resurrección.
Por Jesucristo N.S."

5. misterio: Jesús es crucificado:


* lectura bíblica: Mc 15,22-27 (o Lc 23,33-38; Mt 27,45-50; Jn 19, 28-30)
* Padrenuestro, avemarías y Gloria
* oración: "Señor, Tu has querido que la Madre compartiera los dolores de
tu Hijo al pie de la Cruz. Haz que la Iglesia, asociándose con María a la Pasión
de Cristo, merezca participar de su resurrección. Por Jesucristo N. 5."

Letanías de la Virgen.

Canto final: por ejemplo la Salve o el Magníficat.


Misterios gloriosos
Monición. Hermanos, los misterios que hoy vamos a rezar son los gloriosos.
Dispongámonos a recibir la alegría pascual que brota de la Resurrección del
Señor y que es un signo de su presencia en medio de nosotros. Perseveremos
unánimes en la oración con María, la Madre del Señor Jesucristo, que, como
entonces, reúne a los discípulos en la espera expectante de los dones del
Espíritu. Pidamos por intercesión de la Virgen, Madre y Maestra del culto
divino, que todos gocemos la gracia de una pro-funda renovación interior para
ofrecer nuestros cuerpos al Padre como víctima viva, santa y racional en unión
del Sacrificio de Cristo.

Canto mariano: por ejemplo "Reina del cielo", "Regina coeli". Se pueden ir
cantando sus estrofas en medio de los misterios.

1. misterio: la gloriosa Resurrección del Señor:


* lectura bíblica: Mt 28,1-7 (o Mc 16,1-6;Jn 20,1-9)
* Padrenuestro, avemarías y Gloria
* oración: "Señor Dios, que nos has abierto las puertas de la vida por medio
de tu Hijo, vencedor de la muerte, concédenos, al celebrar su resurrección, que,
renovados por el Espíritu, vivamos la esperanza de nuestra resurrección futura.
Por Jesucristo N.S."

2. misterio: la admirable Ascensión del Señor a los cielos:


* lectura bíblica: Hch 1,4-11 (o Mc 16,19-20; Lc 24,46-52)
* Padrenuestro, avemarías y Gloria
* oración: "Concédenos, Dios todopoderoso, exultar de gozo y darte
gracias en esta liturgia de alabanza, porque la ascensión de Jesucristo, tu Hijo,
es ya nuestra victoria, y él, que es la cabeza de la Iglesia, nos ha precedido en la
gloria a los que somos miembros de su cuerpo. Por Jesucristo N.S."
3. misterio: la venida del Espíritu Santo:
* lectura bíblica: Hch 2,1-4 (o Hch 11,15-17)
* Padrenuestro, avemarías y Gloria
* oración: "Oh Dios, que por la glorificación de Jesucristo y la venida del
Espíritu nos has abierto las puertas de tu Reino; haz que la recepción de dones
tan grandes nos mueva a dedicar-nos con mayor empeño a tu servicio y a vivir
con mayor plenitud las riquezas de nuestra fe. Por Jesucristo N.S."

4. misterio: la asunción de la Santísima Virgen a los cielos:


* lectura bíblica: Ef 2,4-7 (o 1 Co 15,3.15a.16; 16,1)
* Padrenuestro, avemarías y Gloria
* oración: "Dios todopoderoso y eterno, que has elevado en cuerpo y alma
a los cielos a la Inmaculada Virgen Maria, Madre de tu Hijo; concédenos, té
rogamos, que aspirando siempre a las realidades divinas lleguemos a participar
con ella de su misma gloria en el cielo. Por Jesucristo N.S."

5. misterio: la coronación de Nuestra Señora:


* lectura bíblica: Ap 11,19a; 12,1 (o Is 61,10)
* Padrenuestro, avemarías y Gloria
* oración: "Dios todopoderoso, que nos has dado como Madre y como
Reina a la Madre de tu Unigénito, concédenos que, protegidos por su
intercesión, alcancemos la gloria de tus hijos en el reino de los cielos. Por
Jesucristo N.S."

Letanías de la Virgen: para estos misterios gloriosos parece adecuada la nueva


letanía de la Coronación de la Virgen.

Canto final: "Regina caeli" o "Salve"

CELEB RACION A IMITACION DEL ROSARIO

La idea general es aprovechar el espíritu del Rosario, con la meditación de sus


misterios gozosos, dolorosos y gloriosos. Pero subrayando la lectura bíblica,
su comentario cara a la vida de hoy, el silencio meditativo y el clima festivo
con canto.

1. Saludo y monición: explicar brevemente el espíritu y el esquema que se


va a seguir.

2. El gozo de un Anuncio y la fe de una respuesta (= misterios gozosos)

a) Lectura (abreviada) de Lc 1, la anunciación.


b) Comentario homilético, breve (dos o tres minutos: sobre la Virgen
creyente que responde "sí" a la llamada de Dios; introducir el canto que sigue);
c) Canto: por ejemplo, "Feliz la que ha creído", o "Santa María del Amén",
o "Santa María de la esperanza”, o "Estrella de la mar"...
d) Unos momentos de silencio; rezo o canto de algunas (por ejemplo tres)
Avemarías.

3. El dolor de la Madre y de la Humanidad (=" misterios dolorosos) a)


Lectura: la Madre al pié de la Cruz, en Juan 19.
b) Comentario homilético (por el mismo de antes o por otro; también breve:
dos o tres minutos; el dolor de María como retrato del dolor de la Humanidad de
siempre; introducir el canto siguiente)
c) Canto: por ejemplo, "Dolorosa" (todas las estrofas); o bien "Madre de los
pobres", o el "Stabat Mater"...
d) Momentos de silencio; rezo o canto de (tres) -Avemarías.
4. La alegría del triunfo pascual (= misterios gloriosos)

a) Lectura: la Virgen en Pentecostés, de los Hechos (Hch 1)


b) Comentario homilético (por el mismo o por otro; dos o tres minutos; la
Virgen como miembro, Madre y Modelo de la Iglesia; comentar ya el canto)
c) Canto: por ejemplo, "Madre del Salvador" ("aceptando nuestra carne')
d) Momentos de silencio; rezo o canto de (tres) avemarías).

5. Canto del Magnificat: a ser posible con una ver su actualidad.

6. Oración conclusiva: si se quiere, antes de la participada.

EL ROSARIO
breve monición haciendo presidencial, una litánica

"El Rosario es mi oración preferida. Oración maravillosa en su sencillez y en su


profundidad. En esta oración repetimos muchas veces las palabras que la Virgen
María escuchó de boca del ángel y de su prima Isabel. A estas palabras se
asocia toda la Iglesia.

Se puede decir que el Rosario es, en cierto modo, una oración-comentario del
último capítulo de la Constitución "Lumen Gentium" del Vaticano II, capítulo
que trata de la admirable presencia de la Madre de Dios en el misterio de Cristo
y de la Iglesia.

Sobre el fondo de las palabras "Dios te salve, María", pasan ante los ojos del
que las reza los principales episodios de la vida de Cristo, con sus misterios
gozosos, dolorosos y gloriosos, que nos hacen entrar en comunión con Cristo,
podríamos decir, a través del corazón de su Madre.

Nuestro corazón puede encerrar en estas decenas del Rosario todos los hechos
que componen la vida de cada individuo, de cada familia, de cada nación, de la
Iglesia y de la humanidad: los acontecimientos personales y los del prójimo y,
de modo particular, de los que más queremos. Así, la sencilla oración del
Rosario late al ritmo de la vida humana".

MARIA, MODELO DE LOS QUE CELEBRAMOS LA EUCARISTÍA

J. ALDAZABAL

Monición. Nosotros los cristianos celebramos con frecuencia la Eucaristía.


Tenemos muchos motivos para hacerlo con fe y con gozo, porque este
Sacramento es en verdad el centro de nuestra vida, en él nos congregamos como
hermanos, escuchamos y acogemos la Palabra de Dios, elevamos a Dios nuestra
acción de gracias, le ofrecemos el sacrificio pascual de su Hijo y participamos
después en el mejor don que Cristo nos hace:
su Cuerpo y su Sangre.

Pero hoy vamos a meditar sobre un aspecto de nuestra Eucaristía: el ejemplo


que nos ha dado la Virgen Maria de las actitudes que nosotros deberíamos tener
cuando la celebramos. Ella, en verdad, es "el modelo de la actitud espiritual con
que la Iglesia celebra y expresa en su vida los divinos misterios" (MC 16). Su
ejemplo nos anima a celebrar mejor la Eucaristía.

Canto de entrada. Por ejemplo: "Estrella y camino".

1. En la Eucaristía, formamos comunidad.


Monición. Lo primero que hacemos los cristianos, en nuestra Eucaristía, es
reunirnos con otros cristianos, formar comunidad con ellos, para celebrar juntos.
Somos todos, la asamblea entera de los congregados, los "celebrantes" de la
Eucaristía. La Virgen nos dio ejemplo de una presencia admirable y una
pertenencia entrañable a la comunidad cristiana, precisamente cuando se hallaba
congregada para la oración.

- lectura: Hech 1,13-14 y 2,42.


- pausa
- canto: "Pueblo de Reyes" o "Juntos como hermanos"
2. Escuchamos la Palabra
Monición. En la celebración renovada después del Concilio, los cristianos
damos mucha más importancia a la escucha de la Palabra de Dios. La iniciativa
la tiene El. Nosotros acogemos su mensaje con fe y mostramos nuestra actitud
de obediencia y cumplimiento. Pero la que mejor ejemplo nos ha dado de
escucha de la Palabra de Dios y docilidad para con ella, ha sido la Virgen
María, la que dijo: "hágase en mi según tu Palabra", la que meditaba todo en su
corazón.
- lectura: MC 17
- pausa
- canto: "Feliz porque has creído", o "Santa María del Amén".

3. Ofrecemos a Dios el sacrificio pascual de Cristo


Monición. Cada Eucaristía nuestra es memorial y participación del Sacrificio de
Cristo en la Cruz. Ofrecemos a Dios lo mejor que ha sabido dar la humanidad
en todos los tiempos: la entrega hasta la muerte de su Hijo por la salvación de
todos. La Virgen, su Madre, estuvo con entereza al pie de esa Cruz. Nos da
ejemplo de solidaridad con el sacrificio de su Hijo y nos enseña a decir también
nuestra "sí" a la entrega de Cristo.
- lectura: MC 20 (párrafos 1, 4 y 5)
- pausa
- canto: "Dolorosa" (CLN 315), dos estrofas.

4. Y nos ofrecemos también nosotros mismos


Monición. No basta con que ofrezcamos a Dios el sacrificio de Cristo. La
Eucaristía supone también nuestra auto-ofrenda: juntamente con El nos
ofrecemos nosotros mismos, nuestra vida, nuestro dolor. Nos queremos
convertir en "víctima viva" para alabanza de Dios. Y nadie mejor que la Madre
de Jesús se ha sumado a El en esta ofrenda. Ya al presentarlo en el Templo oyó
las palabras del anciano Simeón anunciándole una espada de dolor para ella. Y
sobre todo al pie de la Cruz.

- lectura: MC 21 (párrafos 1, 2 y 4).


- pausa
- canto: "Dolorosa", otras dos estrofas.

5. Entonamos nuestra acción de gracias a Dios


Monición. La oración central de la Eucaristía es la Plegaria Eucarística que el
presidente proclama en nombre de todos. Alabamos y bendecimos a Dios por
todo lo que ha hecho y sigue haciendo en la historia de la salvación. En esta
oración imitamos mejor que en ninguna otra aquella otra oración de alabanza y
acción de gracias que el Evangelio pone en labios de María: el Magníficat.
También ella, como en representación de su
pueblo y de toda la humanidad, proclamó las grandezas de Dios, y es nuestro
mejor modelo de oración eucarística.

- lectura: MC 18 (párrafos primero y último)


- pausa
- canto: dos estrofas de un "Magníficat" cantado

6. Participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo


Monición. Toda la finalidad de la Eucaristía es hacernos entrar en comunión con
Cristo. El nos ha prometido que el que le come tendrá vida, que permanecerá en
El, que vivirá por El. Ha querido ser no sólo la Palabra salvadora, sino también
nuestra comida y bebida. Pero nunca alcanzaremos el grado de unión que la
Virgen, su Madre, tuvo con El. Desde el momento de la Encarnación del Hijo
de Dios, hasta su Muerte y Resurrección, y finalmente hasta la participación de
María en la Pascua por la Asunción, ha sido Ella el modelo de todos los
salvados y creyentes en Cristo. Ella es la que mejor nos puede ayudar a
comulgar perfectamente con Cristo.
- lectura: LG 52-53
- pausa
- canto: dos estrofas más del "Magníficiat"

7. Oración
Se puede hacer o una oración a modo de preces, o bien sólo la oración
presidencial: tomándola del Misal, según el tiempo o la fiesta.

Y se acaba con el canto de la "Salve" o alguna otra antífona mariana.

NUEVAS ORACIONES MARIANAS

Del MISAL ITALIANO

1. (La Virgen de la escucha) Señor Dios nuestro, que hiciste de la Virgen


María
el modelo de quien acoge tu Palabra y la pone en práctica, abre nuestro corazón
a la bienaventuranza de la escucha, y con la fuerza de tu Espíritu haz que
también nosotros nos convirtamos en lugar santo en el que se cumple hoy tu
Palabra de salvación.

2. (El trono de la Sabiduría)

Eterno Padre, que pusiste en la Virgen María el trono real de tu Sabiduría,


ilumina a tu Iglesia con la luz de tu Palabra de vida, para que en el esplendor de
la verdad camine hasta el pleno conocimiento de tu misterio de amor.

3. (De María brota el germen)

Oh Dios, nuestro Padre, como de una raíz en tierra fértil, tú hiciste nacer de la
Virgen María el santo "brote", Cristo, tu HUO; haz que todos los cristianos,
injertados en El por medio del Bautismo en el Espíritu, puedan renovar su
juventud y dar frutos de gracia para alabanza de tu gloria.

4. (La humilde sierva del Señor)


Dios santo y misericordioso, que te complaces en los humildes y realizas en
ellos por medio de tu Espíritu las maravillas de la salvación, mira a la inocencia
de la Virgen María y danos a nosotros un corazón sencillo y blando, que sepa
obedecer sin titubeos cualquier signo de tu voluntad.

5. (María, signo de la gratuidad y de la gratitud)


Oh Dios, Padre de nuestro Señor Jesús, mira a la Virgen María, cuya existencia
terrena fue toda ella un signo de la gratuidad de tus dones y de la respuesta de
un corazón agradecido; concédenos también a nosotros el don de la oración
incesante y del silencio, para que nuestra vida de cada día
sea transfigurada por la presencia de tu Espíritu Santo.

6. (Signo de esperanza en el camino de la Iglesia)


Padre santo, que en el camino de la Iglesia, peregrina sobre la tierra, pusiste
aquella señal luminosa que es la Virgen María, fortalece por su intercesión
nuestra fe y reaviva nuestra esperanza, para que ningún obstáculo nos haga
desviar del camino que lleva a la salvación.

7. (María, primogénita de la redención)


Oh Dios, Padre bueno, que en María, primogénita de la redención, nos has dado
una madre de inmensa ternura, abre nuestros corazones a la alegría del Espíritu
y haz que a imitación de la Virgen aprendamos a dirigirte nuestras alabanzas
por la obra estupenda realizada en tu Hijo Cristo Jesús.

8. (Con Maria orante, en el cenáculo)


Señor, Dios nuestro, que has querido que la Madre de tu Hijo estuviera presente
en la oración de la primera comunidad cristiana, concédenos perseverar con ella
en la esperanza del Espíritu, para formar todos un solo corazón y una sola alma,
y así gustar los frutos suaves y duraderos de nuestra redención.

9. (Causa de nuestra alegría)

Dios de eterna gloria, que en el sol de justicia, Cristo, tu Hijo, nacido de la


Virgen María, has introducido en el mundo la verdadera alegría, líbranos del
peso del pecado que entristece y extingue a tu Espíritu, y acógenos a la mesa de
tu reino para saciarnos del pan que contiene en sí toda dulzura.

10. (Maria, imagen de la Iglesia)

Oh Dios, Padre de Cristo nuestro Salvador, que en María, virgen santa y solícita
madre, nos has dado la imagen de la Iglesia, manda a tu Espíritu en ayuda de
nuestra debilidad para que, perseverando en la fe, crezcamos en el amor, y
caminemos juntos hasta la meta de la feliz esperanza.

Estas oraciones del Misal italiano -cuya sola aparición es un hecho ejemplar de
creatividad eclesial- tienen riqueza de contenido. Con un estilo discreto, entre
poético y teológico, reflejan claramente las direcciones de la LG y de la MC.
María aparece en ellas:

- como modelo de la Iglesia, imagen de la misma en la escucha de la


Palabra y en la fe (1 y 2), en la oración (5 y 7), en la actitud de pobreza y
sencilla humildad (4), en el valor radical de la maternidad divina (3) por obra
del Espíritu Santo (1 4, 5' 7,8 y 9);

- como cercana a la comunidad cristiana (6 y 7) su Madre y modelo (7, 8 y


10)...

No pueden encontrarse, naturalmente, en diez oraciones, todos los aspectos del


rico misterio de María. Pero es un buen ejemplo del nuevo estilo de oraciones
marianas que todos quisiéramos continuara en la Iglesia.

LA MADRE DE LA MISERICORDIA

"Durante su visita a Isabel Maria dijo: "Su misericordia de generación en


generación" (...). María es la que de manera singular y excepcional ha
experimentado la misericordia, y también de manera excepcional ha hecho
posible con el sacrificio de su corazón la propia participación en la revelación
de la misericordia divina... Nadie ha experimentado como la Madre del
Crucificado el misterio de la cruz, el pasmoso encuentro de la trascendente
justicia divina con el amor: el beso dado por la misericordia a la justicia. Nadie
como Ella, María, ha acogido de corazón este misterio.

María es la que conoce más a fondo el misterio de la misericordia divina. Sabe


su precio y sabe cuánto alto es. En este sentido la llamamos también Madre de
la misericordia: Virgen de la misericordia o Madre de la divina misericordia.

De este amor misericordioso participaba de manera singular y excepcional el


corazón de la que fue Madre del Crucificado y del Resucitado. Tal revelación es
especialmente fructuosa, porque se funda, por parte de la Madre de Dios, sobre
el tacto singular de su corazón materno, sobre su sensibilidad particular, sobre
su especial aptitud para llegar a todos aquellos que aceptan más fácilmente el
amor misericordioso de parte de una madre."

ORACIONES DEL MISAL PROPIO DE LOS SERVITAS

(Santa María al pie de la Cruz)


a) Dios nuestro, que quisiste que al pie de la cruz de tu Hijo estuviera
también su Madre, compartiendo su pasión, concédenos participar cada día más
de los frutos abundantes de la redención.

b) Señor, Dios nuestro, por un designio misterioso de tu providencia


completas con las infinitas cruces de los hombres lo que falta a la pasión de
Cristo; concédenos que, como María estuvo junto a la cruz de tu Hijo
moribundo, así nosotros, a imitación suya, permanezcamos junto a los hermanos
que sufren para darles consuelo y amor.
(Maria, Madre y Medianera de gracia)
Señor, Dios nuestro, que, por misterioso designio de tu providencia, nos has
dado al Autor de la gracia por medio de la Virgen María y la has asociado a la
obra de la redención humana, concédenos que ella nos alcance la abundancia de
la gracia y nos lleve al puerto de la salvación eterna.

(Santa María, Sierva del Señor)


Señor, Dios nuestro, que dispusiste misericordiosamente que la santísima
Virgen, tu sierva, fuera la Madre de Cristo y colaboradora suya en la obra de la
redención, concédenos que, a imitación de nuestra Señora, seamos siempre
fieles testimonios del Evangelio y dediquemos la vida a la salvación de los
hombres.

HIMNO MARIANO ORIENTAL

"Salve, oh tienda del Verbo divino;


Salve, más grande que el gran Santuario.
Salve, oh Arca que Espíritu dora;
Salve, tesoro inexhausto de vida.
Salve, diadema preciosa de reyes devotos.
Salve, orgullo glorioso de sacros ministros.
Salve, firmísimo alcázar de toda la Iglesia.
Salve, muralla invencible de todo el Imperio.
Salve, por ti enarbolamos trofeos.
Salve, por ti sucumbió el adversario.
Salve, remedio eficaz de mi carne.
Salve, inmortal salvación de mi alma.
Salve, Virgen y Esposa".

NUEVAS LETANIAS A LA VIRGEN

La forma litánica de oración es la más popular. Además de las letanías


"lauretanas" (de Loreto), las más conocidas, se han publicado última-mente
otras varias, inspiradas en la "Lumen Gen tium "y en la "Maria-lis Cultus"

Aquí ofrecemos unas nuevas letanías oficiales.

En 1981 se publicó un nuevo libro litúrgico: el Rito de Coronación de las


imágenes de la Virgen María.
Incluida en este libro aparece una nueva letanía mariana, con un lenguaje y
unos contenidos distintos de los de la clásica "letanía lauretana".
Siendo una oración para el Rito de Coronación, prevalece evidente-mente el
tono "glorioso". A la Virgen se la llama "Señora "y 'Reina". La construcción es
ternaria: las invocaciones van en grupos de tres, generalmente.
La traducción es la oficial en España.

Kyrie, eleison
Christe, eleison
Kyrie, eleison
Sancta Maria
Sancta Dei Genetrix
Sancta Virgo virginum
Electa Filia Patris
Mater Christi Regis
Gloria Spiritus Sancti
Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad

Santa María
Santa Madre de Dios
Santa Virgen de las vírgenes

Hija predilecta del Padre


Madre de Cristo Rey
Gloria del Espíritu Santo
Virgo Filia Sión
Virgo pauper et humilis
Virgo mitis et oboediens

Ancilla Domini
Mater Domini
Socia Redemptoris

Plena gratia
Fons pulchritudinis
Summa virtutum

Praecelsus redemptionis fructus


Perfecta Christi discipula
Purissima Ecclesiae imago

Mulier nova
Mulier amicta sole
Mulier stellis coronata
Domina benigna
Domina clemens
Domina nostra

Laetitia Israel
Splendor Ecclesiae
Decus humani generis

Advocata gratiae
Ministra pietatis
Adiutrix Populi Dei

Regina caritatis
Regina misericordiae
Regina Pacis

Regina Angelorum
Regina Patriarcharum
Regina Prophetarum

Regina Apostolorum
Regina Martyrum
Regina Confessorum

Regina Virginum Regina Sanctorum omnium

Regina sine labe originali concepta


Virgen Hija de Sión
Virgen pobre y humilde
Virgen sencilla y obediente

Esclava del Señor


Madre del Señor
Colaboradora del Redentor

Llena de gracia
Fuente de hermosura
Conjunto de todas las virtudes

Fruto escogido de la redención


Discípula perfecta de Cristo
Imagen purísima de la Iglesia
Mujer nueva
Mujer vestida de sol
Mujer coronada de estrellas

Señora llena de benignidad


Señora llena de clemencia
Señora nuestra

Alegría de Israel
Esplendor de la Iglesia
Honor del género humano

Abogada de la gracia
Dispensadora de la piedad
Auxiliadora del pueblo de Dios

Reina de la caridad
Reina de la misericordia
Reina de la paz

Reina de los ángeles


Reina de los patriarcas
Reina de los profetas

Reina de los apóstoles


Reina de los mártires
Reina de los confesores

Reina de las vírgenes


Reina de todos los Santos

Reina concebida sin pecado original


Regina in caelum assumpta Reina asunta a los cielos
Regina mundi
Regina caeli
Regina universorum Agnus Dei...

Reina del mundo


Reina del cielo
Reina del universo Cordero de Dios...

MARIA Y LOS RELIGIOSOS


"Entre todas las personas consagradas sin reserva a Dios, Ella es la primera. Ella
-la Virgen de Nazaret- es también la más plenamente consagrada a Dios;
consagrada del modo más perfecto. Su amor esponsal alcanza el cúlmen en la
maternidad divina por obra del Espíritu Santo. Ella, que como Madre lleva en
sus brazos a Cristo, al mismo tiempo realiza del modo más perfecto su llamada:
Sígueme. Y lo sigue -Ella, la Madre- como a su Maestro, en castidad, pobreza y
obediencia.

¡Qué pobre fue en la noche de Belén y qué pobre en el Calvario! ¡Cuán


obediente se mostró durante la Anunciación; y después -al pie de la Cruz- cuán
obediente se mostró hasta el punto de aceptar la muerte del Hijo, que se ha
hecho obediente hasta la cruz! ¡Cuán entregada estuvo durante su vida terrena a
la causa del reino de los cielos por purísimo amor!

Si toda la Iglesia encuentra en María su primer modelo, con más razón lo


encontráis vosotros, personas y comunidades consagradas dentro de la Iglesia."

(Exhortadón apostólica "Redemptionis Donum", Juan Pablo II, 1984)

ORACION DE SAN ILDEFONSO A LA VIRGEN MARIA

Señora mía, dueña y poderosa sobre mí, madre de mi Señor, sierva de tu Hijo,
engendradora del que creó el mundo, a ti te ruego, te oro y te pido que tenga el
espíritu de tu Señor, que tenga el espíritu de tu Hijo, que tenga el espíritu de mi
Redentor, para que yo conozca lo verdadero y digno de ti y para que ame todo
lo que sea verdadero y digno de ti.

Tú eres la elegida por Dios, recibida por Dios en el cielo, llamada por Dios,
próxima a Dios e íntimamente unida a Dios
Tú visitada por el ángel, saludada por el ángel, bendita y glorificada por el
ángel, atónita en tu pensamiento, estupefacta por la salutación y admirada por la
enunciación de las promesas. Escuchas que has encontrado gracia ante Dios, se
te manda que no temas, se te confirma en tu confianza, se te instruye con el
conocimiento de los milagros y se te conduce a la gloria de un nuevo milagro
nunca oído. Sobre tu prole es advertida tu pureza, y del nombre de la prole tu
virginidad certifica: se te predice que de ti ha de nacer el Santo, el que ha de ser
llamado hijo de Dios y de modo milagroso se te da a conocer el poder que
tendrá el que nacerá de ti.. He aquí que tú eres dichosa entre las mujeres, señora
entre las doncellas, reina entre las hermanas.
He aquí que desde ese momento te dicen feliz todas las gentes, te conocieron
feliz las celestiales virtudes, te adivinan feliz los profetas todos y celebran tu
felicidad todas las naciones. Dichosa tú para mi fe, dichosa tú para mi alma,
dichosa tú para mi amor, dichosa tu para mis predicciones y predicaciones. Te
predicaré cuanto debes ser predicada, te amare' cuanto debes ser amada, te
alabaré cuanto debes ser alabada, te serviré cuanto hay que servir a tu gloria.
Tú, al recibir sólo a Dios, eres posterior al Hijo de Dios; tú, al engendrar a un
tiempo a Dios y al hombre, eres antes que el hombre hijo, al cual, al recibirle
solamente al venir, recibiste a Dios por huésped, y al concebirle tuviste por
morador, al mismo tiempo, al hombre y a Dios.
En el pasado eres limpia para Dios, en el presente tuviste en ti al hombre y a
Dios, en el futuro serías madre del hombre y de Dios; alegre por tu concepción
y tu virginidad, contenta por tu descendencia y por tu pureza y fiel a tu Hijo y a
tu esposo.

ORACION A NUESTRA SEÑORA DE BELEN

Card. E. PIRONIO

Señora de Belén, Señora de la noche más buena y esperada, Señora del Silencio
y de la Luz, Señora de la Paz, la Alegría y la Esperanza, Señora de la sencillez
de los pastores y de la claridad de los ángeles que cantan:
Gloria a Dios en el cielo, Paz en la tierra a los hombres que Dios ama. Señora
de los pobres y de los niños, Señora de los que no tienen nada, de los que sufren
soledad, porque no encuentran comprensión en ningún alma.

Gracias por habernos dado al Señor en esta Noche, por habernos entregado el
Pan que nos faltaba. Gracias por habernos hecho ricos con tu pobreza y
fidelidad de Esclava. Gracias por tu silencio que recibe y rumia y engendra en
nosotros la Palabra.
Nos sentimos felices esta Noche y con ganas de contagiar esta dicha a muchas
almas, de gritar a los hombres que se odian: que Dios es Padre y los ama.
De gritarles a los que tienen miedo: no temáis. Y a los que tienen el corazón
cansado: Adelante, que Dios os acompaña.
Señora de Belén,
Señora de la Noche y la Mañana.
Señora de los campos que despiertan
porque Jesús ha nacido en la comarca.
Señora de los que peregrina,
como Tú, sin hallar tampoco una posada.
Enséñanos a ser pobres y pequeños.
A no tener ambición por nada.
A desprendernos y entregarnos.
A ser los mensajeros de la Paz y la Esperanza.

Que esta Noche la Luz que Tú nos diste sea el comienzo de una claridad que no
se acaba. Que el amor sustituya a la violencia, que haya justicia entre los
hombres y los pueblos. Que en la Verdad, la Justicia y el Amor, se haga la
verdadera Paz cristiana.
Que esta noche Jesús nazca en nosotros y que al volver después a nuestra casa,
podamos decirles a los hombres, que viven inseguros y sin esperanza:
No temáis, os traemos la Buena Noticia la gran Alegría para todo el pueblo:
hoy en la ciudad de David, os ha nacido el Salvador, el Mesías, el Señor. Que
así sea.

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